IV
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—Hola Harry, es un gusto verte nuevamente. ¿Qué tal el viaje hasta acá?
—He tenido mejores días. Tuve que caminar desde la entrada del caldero chorreante, cerca del callejón Diagon hasta acá.
Scholmo lo vio interrogante, más no le comentó nada por su aspecto que parecía, apenas recién levantado de la cama… y ya eran las cinco de la tarde. En realidad, se sentía bastante mal desde el día anterior, y quería reprogramar la cita… pero sabía que necesitaba hablar de las nuevas noticias que acontecía en su vida.
—¿Se te dificultó aparecer fuera del edificio?
—No, pero… no es lo recomendable en mi estado. —Harry llevó instintivamente sus manos sobre su estómago.
Harry no sabía cómo iba a reaccionar su psico mago ante esta bomba que, él incluso, aún no había procesado.
—Debo preguntar, ¿Cómo te sientes? —Harry levantó los hombros, sin saber qué responder.
—Por el momento, agradezco saber que esas náuseas matutinas se deban a algo que es temporal… —Harry bebió del agua de la jarra que estaba frente a él—. Al menos el sanador me dijo que se quitaría pasando al segundo trimestre.
—Eso no responde mi pregunta, Harry. —Scholmo acercó su cuerpo a él sin levantarse de su asiento—. ¿Qué emoción te provocó la noticia?
Harry guardó silencio bastantes minutos, intentando recordar qué cruzó por su mente cuando le entregaron los resultados de un embarazo positivo.
—Miedo… —respondió en voz baja—. Mucho miedo de mí, del futuro… de si no sé si quiero esto que ha crecido sin que yo me diera cuenta.
—¿Cuántas semanas tienes? —Preguntó Scholmo.
—La prueba arrojó que estaba entre la séptima y la octava semana.
—Te explicaron las opciones que tienes, ¿cierto? —Harry asintió—. Tienes derecho a irrumpir el embarazo hasta las doce semanas. Si quieres, podemos usar esta y las siguientes sesiones para que decidas la mejor opción para ti.
Ese fue el motivo por el que Harry no quería cambiar su sesión. Necesitaba escupir con alguien la noticia que tanto se guardó desde el día anterior. No se lo había contado a su primo, o a Marie… mucho menos a Hermione o a Ron. Se sintió tan solo todas esas horas que fue hasta ese momento que pudo respirar nuevamente, quitando el agobio de su cuerpo.
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Harry aprendió que la Ley de Murphy era bastante curiosa, ya que a él le sucedía demasiadas veces para ser una simple casualidad. Si algo estaba mal, puede salir peor… si, cómo no.
Había usado un poco de Glamour para dar el efecto que era una chica. Tuvo que reducir su ancha espalda y claro, darse un poco de senos y rasgos menos varoniles —cortarse su barba fue el que más le dolió—, porque… sería muy extraño caminar por Londres muggle junto a su primo y su familia y que le señalaran como un hombre con una barriga de embarazo.
Lo había hecho seis veces antes de esa… ya se había acostumbrado y todo salió bien, nunca nadie le reconoció y se sentía lo suficientemente seguro ahora.
Hasta ese día.
En cuanto vio a Draco Malfoy a través del cristal atendiendo a Marie, supo que estaba condenado.
Como si sus pies se clavaran al suelo, se quedó estático, viendo en cámara lenta la reacción de Draco al verle… al reconocerle aún con los hechizos encima; lo vio salir del boticario y correr hasta llegar justo enfrente de su persona. Eran casi de la misma altura, acaso era unos cinco centímetros más bajo, pero ahora sentía que era abismal la diferencia entre ellos.
Por inercia, levantó sus brazos alrededor de su estómago, rodeando la curva con sus manos, protegiendo la vida que llevaba dentro. Era un acto reflejo que tenía cada vez que se sentía ansioso.
—Harry… —Draco se veía pasmado, poco más que él si al caso iba.
—Mi nombre es Harriet —respondió lo más frío posible, aunque después se arrepintió, ya que algunas personas se detenían para verlos. Incluso en el mundo muggle, llamaban un poco la atención sus diferencias físicas cuando estaban juntos, pues tendían a resaltar uno con otro.
Eran como polos opuestos.
Desde el color de su cabello, hasta su piel.
—Yo… tú… estás… —Draco parecía que no podía terminar ninguna otra oración.
—¿Ocurre algo? —La voz grave de Dudley les interrumpió, y Harry por lo que vio en sus rostros pálidos por la sorpresa, tanto su primo como su esposa, dedujeron quien era la persona que se había acercado a él con tanta confianza, y a la vez con temor.
—Todo está bien —respondió evadiendo la mirada gris de Draco sobre él—. Vámonos.
Y como si se tratara de un interruptor, Draco se movió y lo tomó del brazo.
Claro, las cosas sí pueden ir peor… siempre.
—Suéltame —dijo Harry lo más tranquilo que pudo, pero no podía evitar el dolor en su voz.
—Necesitamos hablar —respondió Draco lo más certero que pudo.
—No, realmente no. —Harry se jalaba poco a poco para no preocupar a nadie, pero mientras más pasaba el tiempo, más de desesperaba.
—Yo creo que sí —rebatió Draco rozando con sus dedos el vientre de Harry—. Es mío.
—Estoy seguro de que no lo es —contestó firme alejándose lo más que pudo, evitando el contacto.
Algo en Draco se rompió, cuando entendió que en esa oración implicaba que Harry estuvo con alguien más. Sintió tanta ira…
—¡Por supuesto que no, es mío! —El dolor hablaba en su nombre. Draco se sintió… traicionado. Y eso le valió un gran letrero de hipócrita en su cabeza.
—¡En todo caso, es mío! —Harry comenzó a desesperarse y también empezó a gritar.
Draco sentía la magia bullir dentro de su cuerpo, esperando ansiosa la forma en que saldría a través de su varita… pero todo fue interrumpido cuando la mujer que le compró la pócima se puso entre ellos y habló.
—Aun contra lo que pienso de ti —dijo mientras veía a Draco—. Creo que sí necesitan hablar, Harry. Necesitas convencerle de que no es suyo.
Harry abrió sus ojos, iracundo, furioso, con ganas de decirles una rotunda negativa… pero ver a la niña, tomada firmemente del brazo de Dudley, le hizo respirar con tranquilidad muchas veces antes de abrir sus ojos.
Exasperarse no le era bueno para él o su hijo.
—De acuerdo —dijo Harry y acarició su barriga nuevamente—. Cierra tu local, Draco. Nos vamos en el siguiente taxi que pase, si no estás aquí para irte con nosotros, olvídate.
Draco obedeció lo más rápido que pudo. De estar en Londres mágico, bastaría un movimiento de varita para dejar todo en orden, pero como estaban en la sección muggle, a la vista de ojos muy curiosos, tuvo que darse prisa en lo primordial y cerró las puertas del local, dejando una carta en la entrada para cuando volvieran sus empleados… les daría el día libre.
Contra muchas cosas que le enseñaron, Draco se subió al vehículo muggle que le indicaron.
Fue el viaje más largo de su vida.
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Cuando llegaron a la pequeña casa de los suburbios, Harry vio que Marie llevó a Annie con su vecina para que la cuidase un rato, tal vez sabía que las cosas se podían descontrolar un poco… pero no podían culparle, las hormonas lo estaban volviendo loco, sin mencionar las náuseas y la hinchazón en sus pies. Eso haría que la terapia con su psico mago valiera nada.
Aunque no podía quejarse… vivía rodeado de amor que le daba Marie, Dudley y Annie cuando iba los fines de semana con ellos. Cuando se enteraron del embarazo, se sorprendieron mucho en saber los misterios que traía, una vez más, el mundo mágico; pero insistieron en cuidarle todos los fines de semana, y él estuvo de acuerdo. Así que, entre semana vivía con Hermione y Ron —a insistencia de ellos— y los fines se iba con los Dursley —los agradables, no los tíos que morirían de un infarto al enterarse de su condición—.
Sin mencionar que, también estaba él…
—Estoy seguro de que es mío —dijo Draco en un acto de rebeldía. Similar a la declaración de guerra.
—Ese hijo que espera Harry no es tuyo, supéralo —dijo Marie sentándose en la sala junto a Dudley, quien solo se dedicó a ver.
—¿Quiénes son? —Preguntó Draco genuinamente, observándoles sin lograr reconocerles de algún lado.
—Son mi familia, y no, no es tuyo. ¿alguna otra pregunta? De lo contrario, eres bienvenido a retirarte —contestó Harry evadiendo la mirada de Draco.
Además de los quejidos de dolor que hacía Dudley cuando Marie apretaba su brazo intentando contener su molestia, el silencio llenó el ambiente de la casa. Se sentía la tensión entre él y Draco como si fluctuara la magia salvaje entre ellos.
—Pruebas.
—¿Qué?
—Quiero pruebas de que ese bebé no es mío.
Harry abrió la boca y la cerró. ¿Qué le podía dar? No era como que se pudiera realizar una prueba de paternidad ni muggle ni mágica —se vio en la necesidad de investigar y se pueden hacer después del séptimo mes—, y mucho menos lo dejaría usar la legeremancia con él… Harry sonrió, un poco relajado y muy seguro que después de eso, Draco le dejaría en paz.
—¿Cualquier prueba? —Preguntó Harry a Draco.
—Lo que sea.
Harry asintió y fue a la cocina de los Dursley, regresó con un pequeño bote de cristal en la mano y con su varita, extrajo del lado derecho de su cabeza, un pequeño hilo pegajoso y brilloso, muy similar al de una telaraña, y lo colocó dentro del frasco.
—Toma, un pensamiento. —Harry extendió el frasco a Draco—. Ve al pensadero que quieras y viértelo para que veas el momento en que este bebé se concibió. Fue cinco días después de la fiesta de gala en el Ministerio hace cuatro meses.
Draco estiró con duda su brazo para tomar el recipiente y por un momento tembló. Tenía miedo de ir y ver qué clase de recuerdo le había dado Harry, y no porque tuviera duda de que sea manipulado, más bien, no sabía si sería lo suficientemente fuerte para soportarlo.
—Bien, y si no estoy de acuerdo, regresaré para que charlemos.
—Como quieras —dijo Harry sentándose—. Puedes buscarme mañana en el Ministerio, a la salida de labores.
—¿Aún estás yendo de misiones? —Draco preguntó, evidentemente alarmado con la idea de que Harry se dañe estando en su condición.
—¡Por supuesto que no! No soy tonto —dijo Harry con reproche—. Estoy en la parte administrativa de los Aurores, al parecer el embarazo es delicado, y necesito estar lo más relajado posible… por lo que te pediría que te retires, antes de que me rompas también los nervios.
Harry se mordió la lengua después de eso… era inmaduro e innecesario hacer ese tipo de comentarios, pero realmente se sentía invadido por las hormonas, quienes le cambiaron el humor de un día para otro.
Draco estuvo a punto de decir algo más… pero se quedó callado unos segundos y luego se recompuso.
—No importa que haya aquí —dijo Draco, bastante seguro—. Te veo mañana a las seis.
Y así como Draco llegó nuevamente a la vida de Harry, se esfumó por completo.
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Poco a poco, Draco comenzó a sentir las diferencias de sus citas con Anna. Tenía ya cuatro meses en terapia, y no pudo evitar pensar que, tal vez de haber acudido desde antes, las cosas en su vida no hubieran llegado hasta ese punto. Si hubiese acudido recién que comenzó a sentirse agobiado hacía tantos años, quizás…
—Draco, bienvenido nuevamente —dijo Anna mirándole un segundo y regresó su mirada a la libreta que sostenía—. ¿Cómo te fue en la semana? Veo que estás de muy buen humor.
—La semana fue buena, cerré un contrato con un domador de dragones para que me venda las dotes que recoleta de las escamas que caen cuando mudan, eso ayudaría mucho a los futuros proyectos que tengo para la investigación de las enfermedades causadas por maldiciones o magia oscura…
—Escuché eso, recientemente han encontrado propiedades curativas, aunque sólo son componentes que se activan cuando están en contacto con otros ingredientes —respondió Anna muy alegre, sirviendo dos tazas con té verde sin azúcar para ambos.
—Exacto, por ello, estuve trabajando en esto desde hace meses, y apenas logré concretarlo. —Draco recibió la taza y bebió un sorbo. Como amaba el té sin azúcar.
—Puedo escuchar orgullo en eso.
—Lo estoy —respondió Draco reconociendo esa sensación alegre en su pecho—. En mi condición como ex mortífago, no es fácil que se me brinde una oportunidad de iniciar un negocio nuevo. Siempre vi que mi padre se relacionaba con gente dudosa, y eso le llevó a tener consecuencias desastrosas… ahora, si participo con las personas correctas, puedo hacer cosas buenas.
—Un interesante punto de vista, Draco. —Anna bebió de su té mientras anotaba en su pequeña libreta—. Veo que comienzas a desapegarte de los ideales paternos, e incluso, marcas la diferencia entre las cosas que quieres hacer por tu futuro.
—No ha sido fácil para mí…
—No es fácil para nadie comenzar de nuevo. Y aún más, reconociendo lo que duele y querer usar eso para mejorar.
Draco asintió muy de acuerdo con eso. Tal vez por eso, fue que no reconocía que necesitaba ayuda, y no sólo de su familia o amigos, si no alguien profesional que le escuchara y le mostrara como desenredar todas las ideas que tenía en su cabeza, y los sentimientos hechos un caos en su corazón.
Y tal vez ahora, necesitaba platicar de algo nuevo.
—Anna… quiero hablar de Harry nuevamente.
—Bueno, te escucho, ¿qué me contarás este día?
—De cuando lo volví a ver después de que terminara nuestra relación…
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N/A: ¿Alguien se esperaba que Harry dijera eso?
Vamos a ver hasta donde llega esto... *corazón* muchas gracias por los favoritos, comentarios y etc. Aun con los tags, es bonito ver que a la gente le interesa esta rara trama catártica. Aunque hoy vi el final de Manner Of Death y estoy con sentimientos tan bellos y hermosos, que este fic no me los ha quitado.
Nos leemos, besos de café.
