V

.

Harry estaba impresionado cómo podía cambiar tanto en un par de días. Hace apenas una semana, le era suficiente con ponerse sudaderas holgadas para ocultar la curva de su abdomen de las miradas indiscretas de los vecinos muggle de la familia Dursley; ahora, tuvo que tomar prestado una camisa de Dudley en lo que iba a comprar ropa con tallas más grandes. A ese punto, lucía un prominente vientre que marcaba ya el tercer mes de gestación.

Después de largas y agotadoras sesiones, determinó que quería conservar al bebé. Y no por no sentirse culpable, si no por el deseo real de tener una familia. La envidia que sentía ante la numerosa familia Weasley fue sustituida por un anhelo real por tener —aunque sea un poco— eso. Y esto fue como un pequeño milagro para él.

Sonrió, pensando en que ya podía sentirse tranquilo, esperando que naciera para poder llenarlo de besos y abrazos. Acunó su barriga con sus manos callosas, disfrutando de la cercanía y el amor que sentía.

¿Cómo te sientes hoy? —Scholmo, al parecer, le dio esos breves minutos de silencio para que pudiera acomodarse y relajarse, porque desde que entró, no había dicho palabra alguna.

Alegre —respondió mientras limpió sus lentes—. Al parecer, necesitaba decidirme quedarme con él para que pudiera lucirse, ¿me veo más gordo?

Claro que no, sólo sí se ve que hay algo ahí que crece poco a poco. —Scholmo le sonrió—. Ahora que decidiste conservarlo, ¿qué planeas hacer?

Bueno, necesito comprar todo lo de un cuarto para un bebé. Cuna, carreola, ropa, juguetes… ¡también necesito remodelar! —Harry se sintió emocionado—. Grimmauld Place es un lugar demasiado lúgubre, pero Charlie ha estado trabajando en romper los hechizos que puedan afectarnos, y por el momento, me estoy quedando con Ron y Hermione, aunque espero que tengamos tiempo de arreglarla antes de que nazca…

Durante media hora, Harry se dedicó a explicarle a su psico mago todos los detalles que tenía previsto por hacer de ahora en adelante; como su trabajo, administrar las propiedades y el dinero que tenía a su nombre en las bóvedas, testamento, albacea… Harry aprendió que un hijo podía llegar y cambiar la forma en que vivía.

Esa es una planeación muy buena Harry, veo que tienes redes de apoyo con los Weasley y los Dursley, además de los buenos amigos que te han ayudado desde tu etapa en Hogwarts, sin embargo…

Sholmo se quedó callado unos momentos, bebió un poco de su café y le miró muy serio.

No has hablado aún sobre decirle o no al otro padre.

Harry tragó en seco y sudo frío. Pudo sentir cómo su cuerpo entero tembló; los nervios hicieron que sus manos apretaran un poco más su abdomen.

Yo no sé qué debo hacer… —contestó sintiendo que en cualquier momento lloraría—, no lo había pensado en realidad.

Sé que esto es muy personal, y puedes contestarme o no según lo que desees. —Scholmo guardó silencio unos momentos, como meditando su pregunta—. ¿Draco es el otro padre?

Harry se sorprendió con la pregunta, pues, aunque sospechaba que saldría a la luz conforme la charla fuera avanzando, no se esperó algo tan directo ni tan pronto —en su mente, esperaba que su terapeuta se enterara hasta que le mostrara una fotografía de su hijo cuando naciera—. Mordió su labio, sin saber qué responder… ahora tendría que hablar también de la idiotez que hizo hace un par de semanas.

No lo sé…

.

.

Draco llegó a las afueras de la mansión Malfoy después de aparecer desde el Ministerio. Caminó presuroso hasta la entrada, sosteniendo con su mano derecha el frasco transparente que le había dado Harry hace unas horas. Ese día, que estaba destinado en ser uno bueno —o al menos decente para el parámetro de su vida últimamente—, se convirtió en una serie de revelaciones.

Cuando menos esperaba ver a Harry, él se había presentado frente a su tienda —aunque obviamente el otro desconocía ese dato—, luciendo incluso más atractivo que la última vez que lo vio… ¡y embarazado! Draco podría haber pasado toda su vida sin imaginar por completo a Harry en ese estado, era casi etéreo.

¿Cuál era la probabilidad de poner su negocio justo en la zona donde vivían los familiares de Harry? Podía recordar que tenía en mente otros dos locales diferentes a varias cuadras de la ubicación actual. Sin contar con el hecho en que ese día él no atendería a nadie, pero decidió dejar ir a sus empleados y él lo hizo en su lugar.

La vida le había otorgado una segunda oportunidad.

Y él no la iba a desperdiciar.

—Draco, querido. —Narcissa le recibió en la puerta—. Es un verdadero milagro que estés por aquí en domingo.

—Buen día, madre —dijo Draco y besó el dorso de la mano de la mujer—. ¿Está padre en casa?

—No, el viernes viajó a Suiza —respondió ella—. Al parecer, llegó un artilugio extraño y lo van rematar, ya ves cómo es…

—Coleccionando como siempre —susurró Draco.

—¿Ha sucedido algo en tu negocio? Creí que estarías ahí hasta terminar el día…

Draco quería contarle a Narcissa lo que había pasado, de la hermosa coincidencia, del encuentro con Harry, sobre la noticia de que sería padre y ella abuela. Se sentía emocionado, extasiado…

Desesperado.

—Todo está bien —respondió en un intento por tranquilizarla—. Antes de contarte, necesito utilizar el pensadero del abuelo Abraxas.

—Está en la segunda biblioteca, donde están los libros de magia antigua. —Narcissa se veía confundida, pero mostró una sonrisa—. Draco, te ves más feliz de lo que has estado últimamente, y eso me alegra.

—Lo estoy. —Draco sólo asintió una leve reverencia—. En cuanto termine los pendientes, te busco en el jardín cerca de los rosales, ¿de acuerdo?

—Te estaré esperando, mi niño.

Draco se retiró no sin antes darle un beso en la mejilla a Narcissa y caminó hacia los salones del Ala Oeste de la mansión, donde estaba la biblioteca que su abuelo completó con muchos libros de dudosa procedencia. No le gustaba pensar mucho en la reputación de la familia Malfoy, una que por desgracia, él no tuvo el placer de controlar; incluso, a veces, se sentía condenado por la larga cadena familiar a la que estaba sometido.

Cuando llegó al pensadero, Draco sacó el frasco que tenía en el bolsillo de su abrigo, lo sacó y destapó para verter el líquido viscoso en el agua del pozo ante él.

Y respiró profundamente antes de meter su cabeza dentro.

Comenzó a formarse una imagen lentamente frente a él. Podía reconocer que el recuerdo estaba situado justo en la sala de la casa a la que fue hace un par de horas; era tarde, el sol apenas se podía ver a través de la ventana de la sala que daba a la calle. Harry estaba sentado sobre el sofá viendo el aparato muggle llamado televisión —pasar tiempo con Arthur Weasley, Hermione y Harry le había ayudado a ampliar su léxico— y reía algunas veces; se veía tranquilo, acurrucado y cobijado con una frazada mientras comía cosas desconocidas para él.

Draco estaba enamorado de esa imagen…

O eso fue hasta que reparó en las ojeras marcadas debajo de sus ojos y la mirada ausente, vacía… los orbes esmeraldas sin vida.

Nunca fue la intensión de Draco lastimarlo de aquella forma; verlo derrumbado, en ese estado, era un golpe muy grande hacia la imagen que tenía de Harry siendo valiente y loable como el Gryffindor que era, como el buscador de Quidditch que siempre le hizo la vida imposible dentro de la cancha.

Draco daría toda su fortuna, sus bóvedas en Gringotts, sus negocios… con tal de poder volver en el tiempo; evitar su estupidez…

La puerta principal se abrió y Harry se levantó más rápido de lo que Draco pensó; se veía asustado y confundido.

—Harry, buenas noches —dijo la misma mujer que Draco reconoció de esa tarde—. Espero que Annie no te haya causado tantos problemas.

—Sabes que la adoro. Además, tomé unos días libres en el Ministerio, esta semana no trabajaré.

—Oh, esa es una buena noticia, porque quería pedirte otro favor —dijo ella girando hacia la puerta—. ¿Podrías ayudar a Liam a cargar a Dudley? Se pasó un poco de copas…

Harry se asomó a la puerta y ahí afuera, Draco alcanzaba a ver la silueta de un joven intentando sacar de un vehículo muggle a quien reconoció como el primo de Harry y éste corrió hacia ellos ignorando la ropa en la que se encontraba, llegó hasta ellos y Draco logró ver a detalle al sujeto; era alto, tal vez un poco más que él mismo, hombros anchos como los de Harry, cubiertos por una chaqueta de cuero negro. Su cabello era rojizo y rizado, tenía ojos azules grisáceos y con la cara cubierta por pecas que le daban un toque sensual.

Genial, un Weasley perdido.

—Hey, deja te ayudo con Big D. —dijo Harry acercándose hasta ellos.

—¿Podrás hacerlo? —Preguntó el desconocido y Harry le sonrió.

—Soy más fuerte de lo que me veo.

Después de un intercambio de miradas amistosas, la imagen visual se desvaneció y fue reemplazada por otra, una donde Harry estaba en un restaurant como al que tantas le había llevado al barrio muggle de Londres; estaban solos él y el sujeto al que ayudó antes.

Tenía un mal presentimiento.

—Disculpa a Marie —dijo Harry sin ver al otro—. Tiene buenas intenciones, a veces sólo es impulsiva y simplemente le dije que quería venir aquí, pero también te sacó de la casa diciendo que necesitabas conocer Londres. Te conozco apenas ayer…

—Descuida, Harry —contestó el otro bebiendo un trago de cerveza—. Viví con Marie cuando estuvo de intercambio en Irlanda. Créeme, aventarte a mis brazos es poco a comparación de lo que hizo cuando éramos universitarios.

—¿Era más impulsiva? —Preguntó muy interesado, y esta vez sí levantó su rostro.

—Esto no es ni la mitad. —Liam comió un poco de papas fritas antes de continuar—. Supongo que la maternidad logró menguarla un poco.

Harry rio por ello. Draco podía ver que algo estaba pasando ahí.

—Y dime, ¿cuál es tu historia?

—¿Mi historia? —Harry se veía confundido.

—Sí. —La mirada de Liam era intensa—. Eres joven, por lo que me contó tu primo, un excelente Auror y apenas te vi ayer y pareces… demasiado triste para un rostro tan atractivo.

Draco apretó las manos.

—Yo… espera, ¿auror? —Harry parpadeó muchas veces—, ¿qué más te dijo Dudley?

—Descuida, mi abuela es bruja. Me ha contado tanto del mundo mágico que es como si yo también hubiese crecido ahí.

—¿Tú eres un mago?

—No. Ni mi madre ni mis hermanos sacamos la herencia —dijo Liam con una sonrisa—. Pero incluso en Irlanda, eres famoso.

Harry sonrió y volvió a relajarse ante Liam.

Y la imagen nuevamente, comenzó a difuminarse y se formó una completamente nueva. Harry y Liam estaban caminando por las calles del Londres muggle, tomándose fotografías cerca del Big Ben y el Palacio de Buckingham, estaban sonriendo y platicando amenamente entre ellos; parecían una pareja tomando unas vacaciones, y el ambiente propiciaba que estuvieran más cerca de lo que a Draco le hubiese gustado… pero no tenía derecho a enojarse, no después de que él fue quien primero mintió.

—Muchas gracias por acompañarme, Harry —dijo Liam, y continuó tomando fotografías con su cámara—. Realmente quería visitar estos lugares, los necesito para la tesis que estoy haciendo.

—Con gusto, Liam. ¿Qué trata tu trabajo?

—Estudié arquitectura en la universidad, pero actualmente, llevo un post grado de arquitectura social, y el país que escogí, fue Londres por su riqueza arquitectónica —respondió al momento de limpiar la lente—. Además de la obvia influencia del mundo mágico en ella.

—Pero no puedes hablar sobre ella. Va contra el estatuto de secreto.

—No hay cuidado, sé de ello. He estado estudiando sobre la alquimia en la edad media, y como esta determinó mucha de su influencia con el rango social y por ende, en las estructuras que los representaban.

—Veo que tienes cubierta esa parte.

—Bueno, digamos que sé cómo guardar secretos —Liam le guiñó el ojo—. Además, me encantaría visitar la mansión que está cerca de Wiltshire.

Harry se detuvo y se quedó callado unos momentos. Draco supuso que pensó en que el sujeto se refería a la Mansión Malfoy, aquella estructura arquitectónica que, a ojos no mágicos, se veía deteriorada.

—Harry, ¿estás bien?

—Si, estoy bien. —Harry apretó sus labios—. Sólo que la propiedad a la que quieres ir es de la Familia Malfoy y verás, terminé con el heredero actual…

—Terminar… ¿Cómo de una relación sentimental? —Preguntó Liam.

—Si.

—¿Hace cuánto? —Liam se acercó a Harry y le abrazó.

—Un par de meses. —Draco vio a Harry mentirle descaradamente—. Entonces no sé si sería bienvenido ahí.

Era claro que Harry no quería acercarse a la mansión Malfoy para evitar encontrárselo. Draco respiró hondamente, no tenía caso molestarse en ese momento.

—Entiendo —dijo Liam y luego le mostró una sonrisa—. No te preocupes, podré visitar algún otro sitio similar. Me agradas y no quiero que vayas y recuerdes algo amargo.

Draco sólo le vio asentir en automático, recuperó la sonrisa y continuó con su camino. Recorrieron pequeños locales de comida y cafeterías, mostrándole a Liam la riqueza culinaria local, aquella que se basaba en té y bocadillos que lo acompañaran.

Poco a poco, Draco se fue dando cuenta que los lugares que Harry y Liam visitaban, eran los mismos a los que Harry le había llevado la primera vez que él fue al Londres muggle.

Pronto, fue transportado a otra escena. Una donde las luces de la calle iluminaban lo esencial para que él lograra distinguir lo que sucedía en ese lugar oscuro; parecía un cuarto, un hotel, no estaba muy seguro. Pero los gemidos que escuchaba eran inconfundibles, pues ahí sobre la cama, Draco podía ver las siluetas del cuerpo musculoso de Liam sobre el de Harry, quien estaba recostado sobre su espalda, y recibía estocada tras estocada, el miembro de Liam en el canal oculto entre sus nalgas.

—Por favor, Liam. —Harry arqueó su espalda y enroscó los dedos de sus pies. Draco sabía que eso sucedía cuando lograban alcanzar ese punto mágico que le dotaba placer—. Por favor… destrózame.

—Shhh, tranquilo —contestó Liam, quien acarició los recovecos en los abdominales marcados de Harry—. Te destrozaré y volveré a armar las veces que quieras y necesites, hasta que estés satisfecho…

Harry tenía su rostro descompuesto por la agonía y el éxtasis.

El final del recuerdo absorbió a Draco de ese momento, de ese instante donde Harry se entregaba a otro cuerpo, y le devolvió a la actualidad.

Draco apretó el contorno del pensadero hasta que sintió lastimar sus manos. La rabia, la tristeza, la impotencia… sentía demasiadas cosas con las imágenes que había presenciado. No tenía duda en que aquello era real, no podía detectar ningún hechizo o trampa en el pensamiento.

Harry se involucró con otro hombre a escasos días de haber terminado.

Se sintió devastado.

Y, pensó, si así se sintió Harry cuando lo vio a él y a Louis en el baño del salón del Ministerio.

Merlín, de ser las cosas al revés, si Draco hubiese atrapado a Liam y a Harry, si él fuera el traicionado… estaba casi seguro que la ira hablaría por él; que en ese momento, Liam ya no existiría porque seguramente le habría lanzado con gusto una Imperdonable.

No logró contener el vómito que subió desde su estómago. Demasiada ansiedad, bilis, frustración… emociones descomunales se movían dentro de él.

Se quedó abstraído, mirando hacia la nada, sin poder moverse un poco. Pero toda la determinación la sentía correr en sus venas.

Tomó la decisión de que no le importaba lo que vio en el recuerdo de Harry, mañana acudiría al Ministerio y hablaría con Harry para decirle que no importaba nada, que estaría ahí porque, estaba seguro, ese hijo que esperaba era de él.

Aún podía recordar la última vez que estuvo con él; fue la noche anterior a la fiesta de gala, Harry había vuelto de una misión de un par de días y Draco no perdió el tiempo y apenas Harry cruzó la red flu, él lo empotró en la primera superficie sólida que vio, le desnudó por completo, admirando cada nueva cicatriz, saboreando la piel con sudor, chupando el gran pene de Harry que tanto adoraba tener dentro de él; pero su deseo por Harry, le llevó a prepararlo y ser él quien disfrutara de entrar en el otro cuerpo, sintiendo la deliciosa presión que las paredes de Harry ejercía sobre su miembro. Por la premura y la ansiedad, no se colocó el preservativo y se corrió dentro de Harry, llenándole con su eyaculación.

Quien diría que fue la última vez que lo tendría de esa forma entre sus brazos.

Había probabilidad de que fuera suyo.

Y no iba a claudicar.

.

.

Eso es algo nuevo —dijo Anna—. Claro, cuéntame de Harry.

Draco respiró profundamente antes de comenzar a hablar. Aun ese día, le costaba trabajo hablar de Harry sin sentirse agobiado; la presión en su pecho al pensar en él no había menguado ni un poco, y sobre todo, le seguía invadiendo la culpa que sentía.

Vi a Harry unos meses después de que termináramos en la entrada de la nueva botica que inauguré en el Londres muggle. —Bebió un poco de té y miró sus manos, estaba temblando.

Cuando decidiste abrir tu nueva sucursal… ¿estabas pensando en él por abrirla en una zona muggle?

No, claro que no. Pero todo sucedió tan repentino, fue como si el destino nos reuniera nuevamente después de que él desapareció.

¿Cómo te sentiste al verle? ¿Qué vino a tu mente?

Fui… feliz de verlo nuevamente. —Draco suspiró un poco—. Se veía más atractivo que la última vez que lo vi.

¿Fue lo real o fue el deseo de verle lo que atrajo este pensamiento a tu mente?

Bueno, no puedo estar seguro si fue una u otra, o una combinación de ambas —respondió Draco—. Pero sentí como si volviera a vivir nuevamente; pensé que todos esos meses sin él, valieron la pena, aun cuando estaba sufriendo.

De acuerdo… —Anna se detuvo un poco, pensó y se dirigió nuevamente hacia él—. ¿Hubo algún cambio de la última vez que lo viste cuando se marchó del apartamento?

Por supuesto —contestó Draco de inmediato—. Lo vi y notablemente estaba usando glamour y lucía embarazado.

¿Harry estaba embarazado?

Oh, sí. Tenía un abdomen bastante abultado como para poder confundirlo con alguna otra cosa.

¿Y qué hiciste?

Lo intercepté y le exigí la verdad.

¿Cuál verdad, Draco?

Draco mordió sus labios, y se puso rígido por completo.

Que me dijera que ese hijo era mío. Como el otro padre, tenía derecho de saber de su existencia, aun cuando Harry no quisiera.

Ya veo… —Anna anotó un par de cosas en su libreta y volvió su mirada a él—. ¿Y qué respondió Harry?

Claro que lo negó —contestó presuroso—. Me dijo que no era mío, como era de esperarse. Era evidente que no quisiera relación conmigo.

¿Pensaste que estaba mintiendo?

Seguro que lo hacía. Estaba dolido por lo que pasó, y era obvio que me evitaría, aun si tuviera que decir que no era mío —dijo Draco bastante tranquilo—. Pero le pedí pruebas.

¿Pruebas? ¿Qué clase de pruebas?

Cualquiera.

¿Te ofreció un examen de paternidad?

No —respondió, escueto. Sintió el dolor venir nuevamente—. Me dio un pensamiento. Me mostró el momento en que tuvo sexo con otra persona…

.

.

.

N/A: ¿Alguien más de por aquí amo a Liam tanto como yo?

Es que es tan dulce y tierno... Un tanto opuesto a nuestro Draco Malfoy. Me dio un poco de pena, pero pienso que, quizás, esto le ayudará. Muchas gracias por sus palabras, comentarios, favoritos, pensamientos... me alegra que les esté gustando como se está llevando la historia. Adoro ser muy detallista 3 Por mí, y para compartirlo con ustedes.

Nos leemos.

Besos de uva.