VII
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—Es algo inusual que cambies tus citas, Harry. —Scholmo le abrió la puerta y sí, entendía a qué se refería. Harry acudía los viernes, y aunque era domingo, necesitó que lo recibiera con urgencia—. ¿Ocurrió algo?
—Lo lamento, pero me siento nervioso, confundido… comencé a sentirme mal, a pensar en cosas y… Draco apareció.
Scholmo le invitó a sentarse en el sillón que usualmente usaba, fue por un poco de agua y la dejó frente a él.
—Gracias. —Harry bebió dos vasos de agua, y aun después de eso, sintió seca su garganta—. Yo… yo no sé qué hacer, qué hice.
—Explícame Harry, ¿qué fue lo que hiciste?
—Draco me confrontó y yo… yo estaba asustado, le aseguré que no era el padre porque claro, lo primero que vio fue esto —dijo señalando su abdomen abultado.
—Harry, eso no es una cosa, es tu hijo. Debes de encontrar formas de referirte al feto o bebé con algo más que un pronombre demostrativo; es necesario que le des un lugar como persona, sobre todo, porque decidiste quedarte con él.
Y con eso, Harry tuvo la oportunidad de tranquilizarse. Claro que era injusto que aún no podía darle un nombre a su hijo, así como también lo era continuar refiriéndose a él como algo ajeno. Las cosas habían cambiado, ya no sólo era él, ahora, había una vida que decidió dejar crecer dentro de sí y traerlo al mundo; iba a depender por completo de su persona.
—Yo… lo sé. Lo siento —dijo Harry abrazando su abdomen. Aún se sentía alterado, pero ya era menos al pensar en su hijo, quien brincaba al sentir breves lapsos de magia descontrolada por el estrés.
—No hay cuidado.
Minutos después de un silencio pacífico, Harry siguió acariciando su vientre, susurrando palabras de amor. Agradeció a Scholmo que le dejara expresarse ahí.
—¿Me quieres contar qué pasó? —Preguntó Scholmo y le obsequió un poco de chocolate.
—Le mostré a Draco el momento que tuve relaciones con Liam.
—Entiendo… ¿lo hiciste por venganza?
—Yo… creo que algo dentro de mí quiso hacerle sentirse como yo me sentí ese día que lo encontré con Louis.
—¿Y eso ahora como te hace sentir?
—Mal… actué mal. Yo no soy así, pero… no sé si son las hormonas, o si realmente nunca le perdoné. Estaba asustado, y sólo quería que me dejara tranquilo.
—Bueno… ahora Draco sabe que estas embarazado, ¿qué piensas hacer?
—Me dijo que nos reuniríamos mañana para hablar de ello, que no le importaba lo que contenga el pensamiento.
—¿Crees que quiera aceptar su posible paternidad?
—Si es así… no podría oponerme —respondió Harry—. Es decir, si Liam está en nuestras vidas, Draco tiene el mismo derecho, al menos hasta que no se determine si es el padre o no.
—Bien, estás pensando en tu hijo, y eso es un gran paso.
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Harry se sentía verdaderamente cansado. Esa semana fue agotadora en cuestión de papeleo, sin mencionar como tenía que lidiar con la prensa, quien se moría por tener la exclusiva de anunciar quién era el otro padre de su bebé —aunque no hicieron un escándalo cuando terminó con Draco, sabía que todos especulaban que su embarazo fue un motivo por el cual se concluyó su relación—.
Ron y Hermione fueron quienes se encargaron de tramitar órdenes de restricción contra todos los diarios que le acosaban, indicándoles que debía de estar tranquilo, y que en cuanto él se sintiera cómodo, realizaría una rueda de prensa para aclarar lo sucedido.
Ahora mismo, prefería que hablaran de cualquier cosa que no fuera él.
Sólo quería que llegara el fin de semana; el viernes asistía con su psico mago, y de ahí, se iba con los Dursley a pasar los días. Se moría por comer tarta de melaza preparada por Marie, por jugar con Annie y platicar con su Dudley.
Sin mencionar lo consentido que estaba por Liam cuando iba a la casa de su primo.
Pero justo esa semana que toda su vida se convirtió en un caos, Harry se sentía inmerso en una vorágine de emociones causadas por las excesivas atenciones que recibía tanto de Liam, como de ahora Draco.
Ambos le enviaban desayuno y comida al Ministerio, además de asegurarse que nada le faltara a él o a su bebé, pues aún contra lo que Hermione pensaba de esa extraña relación que llevaban, ella era la intermediaria de lunes a viernes con los dos —posibles— padres del bebé y él. Liam comprendió que necesitaba tiempo, un par de días solamente para calmar la ansiedad en su corazón, y Draco prometió verle hasta el día de la revisión con la sanadora.
Y dicho día había llegado.
Harry acordó con Liam en esperarlo en el Caldero Chorreante para poder ayudarle a entrar al Callejón Diagon y de ahí, caminar hacia San Mungo. Eran cerca de las cinco y media de la tarde cuando lo vio llegar en una motocicleta que aparcó justo afuera de la entrada. Harry sonrió al verle.
—Harry, veo que se ven bien —dijo Liam quitándose el casco y revelando una mata de cabello rojiza tan rebelde como la suya propia.
—Podríamos estar mejor, pero no puedo quejarme —respondió con sinceridad y Liam sólo asintió.
Ambos, entraron y cruzaron hasta la salida de emergencia de la parte trasera del local; Harry hizo el conjuro para abrir la puerta secreta al callejón y cruzaron hacia el callejón. Había poca afluencia por ser día laboral, pero aun así, Harry podía ver como muchas personas curiosas los veían juntos y él no pudo evitar sentirse nervioso; era la primera vez que salía al público en mucho tiempo acompañado de alguien más que no fueran sus amigos, por lo que era una noticia del momento estar caminando junto a alguien como Liam.
Harry apenas reparó en la vestimenta de su acompañante —chaqueta de cuero, playera negra, jeans claros y unas botas que aumentaban aún más su altura—, y quiso darle una bofetada en ese momento. Hubiesen pasado más de incógnito si tan sólo le diera una túnica de mago para ocultar su outfit, pero lo hecho, hecho estaba y sería más evidente de hacerlo en ese momento.
Liam, en cambio, miraba asombrado todos los locales que estaban sobre la calle principal, sus ojos brillaban, quizá por la arquitectura y la magia que había —ya que, sabía, él sabía mucho de teoría, pero cero de práctica—. Todo era nuevo para él y sonrió con gusto de verle emocionado, tal vez por estar conectado con ese mundo del que sólo sabía en historias, pero que llevaba en su herencia.
—Todo esto es maravilloso —dijo Liam extasiado.
—Y no has visto el Quidditch. Estoy seguro de que te encantaría —respondió Harry con una sonrisa.
—¿Es lo del juego con las escobas? —Harry asintió con su cabeza— ¿Jugabas?
—En mi época de Hogwarts. Era el buscador —respondió acariciando su abultado vientre.
—Eres increíble.
Harry se sonrojó un poco. Con el transcurso del tiempo y la convivencia, Harry aprendió que Liam lanzaba cumplidos sinceros y sin dobles intenciones a las personas que él quería. Alababa la repostería de Marie, platicaba mucho tiempo con Dudley sobre los deportes extremos o el boxeo y le decía a Annie lo inteligente que era por poder controlar sus estallidos de magia o por resolver unas operaciones matemáticas de su tarea.
Aunque sabía, que eso se podría malinterpretar, a él no le molestaba en absoluto, y sólo esperaba que ese encuentro fuera tranquilo.
—Por cierto, Liam —dijo Harry inhalado y exhalando para poder controlarse—. Draco se va a unir a nosotros a partir de ahora. Tiene derecho de estar, y yo no me podía negar.
Liam se quedó callado un par de momentos, miró de un lado a otro, y luego, sólo alzó los hombros.
—Harry, no tienes por qué darme explicaciones. —Liam se acercó a él y acunó su rostro en la palma de su mano—. Yo entiendo las circunstancias actuales y sé que él tiene el mismo derecho a estar aquí. Más que una carga, quiero ser un apoyo para ustedes, aun si soy o no el padre de este bebé.
Harry cerró sus ojos, disfrutando del contacto cálido y de las palabras tranquilizadoras de Liam mientras acariciaba en apenas un roce, la curva en su abdomen. Se sintió relajado y con mucha paz.
O eso fue hasta sentir una presencia bastante conocida para él.
—Buenas tardes, Potter.
Harry abrió sus ojos sólo para poder ver como en la mirada de Draco, se reflejaba un hechizo imperdonable contra quien le estaba sosteniendo.
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La entrada a San Mungo fue mucho más pacífica de lo que él creyó que sería. Contrario a lo que imaginó, Draco sólo lo saludó y pasó de ellos, caminando rumbo al Hospital mágico, dejándole atrás con Liam a su lado.
Subieron al segundo piso, donde estaba el consultorio de su sanadora. Faltaban pocos minutos antes de entrar con ella, pero el ambiente parecía poderse cortar con un cuchillo de lo tenso que era. En la sala de espera, sólo estaban ellos tres y la recepcionista, por lo general, él era el último paciente.
Antes lo agradecía —estaba lejos de miradas indiscretas—; ahora quisiera tener su cita cuando fuera la hora agitada.
—Hola, soy Liam Keane.
Harry estaba justo en medio de los dos, y pudo ver el momento exacto en que Liam estiró su mano hacia Draco mientras colocaba una de sus mejores sonrisas. Harry sabía que esa era una sonrisa sincera, tranquila, sin pretensión.
Pero Liam no sabía que estaba frente al rey de la pretensión.
Si sobrevivió a Voldemort, podría sobrevivir a aquello, ¿verdad?
—Malfoy, Draco Malfoy —dijo el otro, contestando por cordialidad el saludo.
—Gusto en conocerte. —Harry estaba pensando que Liam vivía al filo de la muerte, porque no era posible que no tuviera miedo del aura amenazadora de Draco hacia él—. ¿Y a qué te dedicas?
—Soy pocionista. Tengo algunos boticarios distribuidos por Europa —respondió Draco después de un largo intervalo de silencio—. Pero supongo que eso ya te lo contó Harry.
—No, realmente no hemos platicado mucho de ti. —Liam le sonrió—. Yo soy arquitecto.
Harry alcanzó a escuchar como Draco masculló algo parecido a un "lo sé".
Después de un par de minutos, les llamaron para entrar al consultorio de la sanadora. Cuando entraron los tres, uno detrás de otro, Aleena se sorprendió de verlo con alguien acudiendo a su cita mensual; nunca había llevado a alguien con él, y de pronto tener a dos sujetos ligeramente más altos que él haciendo guardia… bueno, entendía que sorprendiera a cualquiera.
—Harry, buenas tardes, ¿Cómo se han sentido tú y tu bebé? —Preguntó Aleena detrás del escritorio.
—Bien, no he tenido ningún dolor anormal o algo de lo que me deba preocupar —respondió bastante nervioso. Sólo quería que aquello terminara.
—Eso es bueno saberlo. —Aleena giró su rostro, mirando alternamente a Liam y a Draco—. ¿Quiénes son ustedes, caballeros?
—Son… son los posibles padres del bebé —contestó Harry sin dejar que los otros hablaran.
—Oh, de acuerdo —dijo abriendo sus documentos y sacó su archivo—. Necesito que me brinden sus nombres y dirección para estar en contacto.
—Draco Malfoy, residencia actual Mansión Malfoy, a las afueras de Wiltshire.
—Liam Keane, residencia actual Abercorn Hosue London, cuarto 112, a las afueras de Londres.
Aleena anotó toda la información en la carpeta y se quedó mirándola unos segundos.
—Liam, eres un muggle —dijo ella sin ninguna pizca de duda en ello—. ¿tienes alguna herencia mágica?
—Si, bueno, mi abuela es bruja. Pero ni mi madre ni mis hermanos podemos hacer magia.
—Entiendo… —Aleena anotó nuevamente la información en el expediente y enseguida lo guardó—. Bueno, así está la situación. Estaría casi segura de que el señor Malfoy sería el padre del bebé sin necesidad de prueba de paternidad. Pero, Liam tiene ascendencia mágica de no más de cuatro generaciones, que es cuando se pierde todo rastro de magia, por lo que sigue siendo un posible padre para el bebé Potter en camino.
Harry suspiró. Sabía que la vida no podría facilitarle las cosas.
—Procederé a realizar la exploración y ultrasonido.
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Al salir del hospital, Draco sintió que nuevamente volvió a respirar.
La tensión allí adentro le agobió mucho más que la época cuando tuvo que soportar a Voldemort en la mansión Malfoy. Creyó que se preparó lo suficiente para enfrentar el encuentro con Harry pocos días después de la última vez que le vio, pero no estaba listo para un encuentro frente a frente con el otro prospecto de padre.
Que Salazar lo perdone, pero incluso, Liam era igual de agradable en la vida real como en los recuerdos que vio de Harry; tenía el mismo espíritu libre que percibió viajando a través de la magia del pensadero, sin mencionar que era atractivo. Además, tuvo la osadía de hablarle, aun cuando todo en el ambiente gritaba que hiciera lo contrario. De haber asistido a Hogwarts, estaba seguro de que estaría en la casa Gryffindor.
Pero no le terminaba de gustar la cercanía y confianza que sentía entre él y Harry.
Cuando se apareció a las afueras de San Mungo, sintió un nudo en el estómago al ver cómo Harry se veía tan relajado y feliz caminando junto a Liam. Cuando se detuvieron, no alcanzó a escuchar de qué estaban hablando, pero se vio obligado a intervenir en el momento en que vio cómo Liam acarició a Harry de una forma que, hasta el momento, él no podía hacer.
Estaba furioso, confundido… triste.
Era el mayor hipócrita por reaccionar de esa forma.
Pero no pretendía quedarse sin hacer algo. Tenía una buena oportunidad de acercarse a Harry; hasta el momento, no rechazó ninguno de las comidas que le envió al ministerio, y eso ya era un buen avance para él.
Tal vez todo sería diferente si él no hubiera cometido esa estupidez, pero era demasiado tarde para arrepentirse de ello.
—Malfoy, Liam y yo iremos a beber un café, creo que sería bueno sentarnos los tres a platicar un poco.
Harry le miraba con mucha expectativa. La sanadora les comentó que la próxima cita la tendrían en tres semanas, por lo que él esperó, que no vería a Harry hasta ese entonces. Pero si el otro era quien se lo solicitaba, él no tendría por qué negarse.
—Vamos.
Los tres caminaron hasta un nuevo café que estaba cerca de la tienda de varitas de Ollivander; era un concepto fresco, ya que era alguien que creció en el mundo muggle y llevó todo el diseño contemporáneo del lado Londinense sin magia. Las bebidas y postres eran una combinación perfecta entre lo típico de ahí, y la gastronomía de los muggles.
Se sentaron en una remota mesa, lo suficientemente alejada para darles la privacidad necesaria. Después de tomar la orden de todos, Draco se sentó recto en su silla y cruzó sus brazos.
—Necesitamos convenir unos acuerdos para que esto funcione —dijo Harry acomodándose sus lentes—. Han estado haciendo trabajos en Grimmauld Place, entonces me estoy quedando con Hermione y Ron en su casa de lunes a viernes, y los sábados, me voy con los Dursley al Londres muggle para descansar un poco.
—Yo he visto a Harry los fines de semana en casa de Marie —acotó Liam bebiendo un poco de su café—. Quisiera que fueran más días, pero Harry también debe tener su espacio.
—Estoy de acuerdo —dijo Draco sonriendo. Claro que era buena idea que Liam sólo lo viera dos días, así se reducía el tiempo en que convivían—. Entonces yo podría verte por las tardes.
—En realidad, prefiero que sigamos con la misma dinámica. —Harry no vio a ninguno de los dos mientras comía un trozo de tarta que pidió—. Es decir, preferiría que nos viéramos los fines de semana los tres. El Ministerio absorbe mucho tiempo, y no quiero pensar en hacer planes contigo y tener que cancelarlos.
—Entonces, ¿cuáles son los términos? —Preguntó Draco alzando una ceja.
—Los sábados estaríamos con los Dursley y los domingos comenzaríamos a ir a Grimmauld Place para comenzar la decoración. Si deciden involucrarse, deben de ser conscientes de todo lo que eso implica.
—Estoy de acuerdo —dijo Liam bebiendo un sorbo de su capuccino—. Necesito ir tomando medidas para ver cómo vamos a decorar el cuarto del bodoque, revisar que entre suficiente luz solar y la colorimetría que querrás que tenga...
—Wow, más tranquilo… necesito tiempo para pensar eso —respondió Harry con una sonrisa.
Draco sólo rodó los ojos y apretó más sus manos para evitar hacer algo indebido. Sería complicado estar con Harry a solas si Liam estaba con ellos, pero encontraría la forma adecuada para poder conquistarle nuevamente.
—Igual, por mi está bien.
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Las citas con su psicomaga fueron avanzando lentamente. Draco poco a poco se sentía bien, mucho mejor consigo mismo, trabajando en lo que sentía hacía él y como esto lo proyectaba en el exterior. Al inicio de la terapia, Anna le comentó que quizá sería un proceso doloroso, y reconocía que muchas veces era más fácil ignorar lo que había dentro de él en lugar de enfrentarlo; recordó que la única vez que lloró fue al descubrir que su padre, si bien le amaba, su forma de demostrarlo no era del todo adecuada… y eso representó un golpe muy fuerte al pedestal en el que lo tenía, sintiendo como toda esa admiración que tenía, se desvanecía por completo.
Creyó que con eso era suficiente para su patética vida.
O al menos eso fue hasta escuchar la pregunta de ese día.
—Draco, cuéntame de Liam, ¿qué sentiste al conocerle?
Sintió un brote de reflujo subiendo por su esófago, hasta llegar a su garganta y dejarle un sabor amargo en la boca; dejó la taza de té a medio beber en la mesita de centro, no volvería a tomar algo en las próximas horas.
Tenía tantas ganas de vomitar.
—Bueno, en cuánto lo vi… quise asesinarlo.
Anna pareció imperturbable ante ese pensamiento homicida. Draco no sabía si era porque lo creía incapaz o porque eso no era lo más importante.
—No, quiero que me expreses cuál fue la emoción que sentiste, no lo que querías hacer… —Anna conjuró un poco más de té en su taza, bebió un poco y continuó: —, necesito que digas cuál fue la primera impresión que tuviste de él, que lo proceses y lo externes en este espacio. Sé que no estás conectado contigo mismo, y es complejo para ti, pero hagamos un esfuerzo, ¿de acuerdo?
Draco se quedó pensando un par de minutos, contemplando el atardecer que veía a través del cristal del ventanal. Después de toda una vida rechazando los sentimientos y emociones, quería adecuarse a ellos, conocerlos y procesar una adecuada respuesta asertiva a ellos.
Sabía que era el plan de Anna, pero por Merlín, era tan difícil.
—Ira… —dijo en un tono mesurado—. Mucha ira. Era la persona con la que Harry se acostó a pocos días de terminar… sé que no tengo derecho a sentir rencor, pero lo odio, porque tuvo el privilegio de ver a Harry en un aspecto tan íntimo, un privilegio que yo perdí por estúpido claro.
—Entonces te sentiste enojado, y por ello querías asesinarlo, ¿qué te detuvo de hacerlo?
—Harry, por supuesto. Si armaba una escena en ese momento, él nunca me lo perdonaría. Además, sabía que pronto saldría de nuestras vidas, cuando el examen de sangre se realizara y demostrara que ese niño era mi hijo.
—¿Hablaste con él?
—Un poco. Sujeto idiota y agradable, del tipo Ron Weasley sin duda, alguien con quien Harry se sentiría completamente relajado. Y tal vez…
Draco agachó la cabeza, ocultándose de la mirada que le veía sin juicio; sentía que los ojos se llenaban lentamente de lágrimas.
—Tal vez me dio miedo de saber que Liam era algo agradable, lo suficiente como para ser un buen partido, alguien más digno de lo que soy para estar junto a Harry.
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N/A: Y vamos a entrar a la recta final! Este es una historia corta, serán creo otro capítulos más, por lo que más pronto que tarde, se sabrá quién es el padre del bebé Potter.
Agradezco de todo corazón que continúen leyendo el fic; los tags tienen advertencias muy maduras (pienso) y que aún así le den oportunidad... me hace ser muy feliz. Lamento haberme desaparecido casi un mes completo, qué descuidada soy :( Me tomé unas vacaciones uwu.
Nos leemos pronto.
Besos de palomitas.
