IX
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Harry esperaba ansioso en la sala de espera; pocas veces llegaba a la cita con Scholmo y él aún no se desocupaba de la anterior, pero al parecer, la vida le jugaba mal algunas ocasiones, pues cuando ya estaba dando apertura para hablar de Draco, pasaban ese tipo de situaciones que salían del control.
Respiró hondo, nada ganaba estresándose, mucho menos el bebé que llevaba dentro y, para tranquilizarse, comenzó a acariciar su abdomen abultado.
Más pronto que tarde, Harry reconoció la existencia de la pequeña vida que crecía dentro de él; no recordaba cómo sucedió, solo un día despertó y comenzó a cantarle una canción de cuna, acariciando la barriga que poco a poco se notaba.
Pensando en ello, el pequeño que crecía dentro de él, parecía moverse mucho más con la presencia de Draco que con Liam, y eso no era necesariamente bueno para él, ¿podría decir que el bebé reconoce a Draco como su padre? Aunque Liam siempre le contaba cuentos por las noches, y a través de él, sentía una tranquilidad que, en ese momento de su vida, no podía experimentar con nadie más.
—Harry…
¿Quién sería mejor padre?
—Harry…
¿Acaso ésta era una señal para regresar con Draco? ¿Quería hacerlo?
—Harry…
Era tan confuso.
—Harry.
Como un acto de magia, escuchó la voz de Scholmo y dejó de pensar en todo lo que le acongojaba. Podía sentir las miradas de todos, incluida la de la secretaria que, usualmente, le ignoraba hasta que no pagara la sesión; fue hasta que sintió las lágrimas correr por su rostro que sabía el motivo.
—Pasa, Harry.
Sin esperar un segundo más, tomó el pequeño maletín donde llevaba documentos del trabajo y pasó al consultorio de su psicomago sin siquiera voltear a ver a alguien.
Se sentó en el pequeño sillón que usaba siempre y secó las lágrimas que aun corrían como riachuelos por sus mejillas. No podía creer que se quedó ensimismado, al grado de llorar, eso no le sucedía desde que recién terminó la guerra, y fue por ello, de hecho, que comenzó a asistir a terapia.
Scholmo entró y la puerta detrás de él se disolvió, dejando un cuadro de arte abstracto en su lugar.
—Una disculpa, Harry. Usualmente no suelo extenderme en mis terapias, pero a veces es necesario…
—¿Por qué desapareció la puerta? —Preguntó aún contrariado por lo que sucedió.
—Eso hago cuando veo que uno de mis pacientes necesita más de mi tiempo. No te preocupes por nadie, sólo estamos tú y yo por tiempo indefinido.
Harry asintió y siguió mirando por todo el cuarto, sintiendo temor, angustia… las paredes se hacían muy pequeñas, y el sonido ensordecedor de la gente gritando a su alrededor le hizo llevar sus manos a sus oídos.
No sabía cuánto tiempo duró así, con derramando lágrimas sin quejarse, y conteniendo el grito de su corazón en su garganta… incluso las ventanas que, usualmente, le mostraban los hermosos colores del atardecer, ahora estaban cubiertas por las cortinas de seda azul.
—No… no sé qué prefiero… no sé a quién prefiero como el padre de mi bebé. No sé siquiera si deseo que ellos continúen a mi lado. Yo soy reemplazable, cualquiera puede abandonarme, ¿no? —tomó un pañuelo y limpió su nariz de un estornudo—. Lo hizo Draco fácilmente, Liam se fue a Irlanda sin siquiera avisarme en persona, bueno, regresará, pero ahora tú…
—Harry, no necesitas saber en éste momento lo que prefieres. Somos humanos, es normal cambiar de opinión de un momento a otro, y si nos sentimos vulnerables, las ideas cambian radicalmente. —Scholmo colocó su pierna derecha sobre la otra, y bebió un poco de agua—. Tal vez somos seres reemplazables, es fácil cambiar de novio, de terapeuta, incluso de amistades… pero siempre te tendrás a ti mismo, no hay un reemplazo para ti; si decides que es suficiente, bueno, encontraremos nuevamente el camino mientras disfrutamos construyéndolo.
Harry no podía creer que aun sintiera todo lo que creyó que quedó atrás. Pero sabía que la evolución y crecimiento no era algo lineal.
—No estás solo.
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Draco recién llegaba a Grimmauld Place y ya quería que terminara ese domingo. La semana en los negocios no fue agradable, en realidad, fue bastante pesada, por no decir que estuvo a punto de cerrar una de sus boticas en un pequeño pueblo cerca de Madrid; lo único que necesitaba para renovar su energía era beber con Pansy mientras charlaban, y en cambio, tenía un reflejo nauseoso de sólo pensar en pasar su día de descanso junto al muggle más brillante que haya tenido la desgracia de encontrar.
Por desgracia, no podía odiar a Liam más que por tener la fortuna o desdicha de cruzar su camino con el de Harry, pues fuera de tener la —nula— posibilidad de ser el otro padre del bebé, reconocía con dolor en su ser, que el sujeto era agradable sin resultar empalagoso. Había demostrado tener el temple para manejar la actitud uraña que se cargaba, y aprendió en estas pocas semanas de convivencia, que su personalidad encajaba mucho mejor con la de Harry que la de él.
Y eso le daba miedo.
Cualquiera podía ver a leguas la química idónea que tenían Harry y Liam, algunas veces parecían tan sincronizados en sus pensamientos que le resultaba escalofriante como en tan poco tiempo lograron esa conexión, quería convencerse que era debido a que Liam sabía mucho del mundo del que provenía una parte de la herencia de Harry, aquellas palabras que solo tenían sentido cuando el otro las mencionaba —como tostadora, o smootie—.
Algunas veces, veía a Harry reír como nunca lo hizo con él, tan espontáneo, tan ligero… algo en su interior, muy cerca de su corazón se contraía de forma dolorosa, tensa… haciendo imposible respirar con normalidad.
Era agonizante.
Él más que nadie sabía que Harry merecía a alguien con quien pudiera ser tan sutil, tan natural… alguien que le entendiera apenas torciera la boca o pestañeara más tiempo de lo habitual.
Alguien como lo era Liam.
Se sentía cansado. Así como quería que se acercara la fecha de parto, deseaba que nunca sucediera, porque no había hecho muchos avances acercándose a Harry, la misión de reconquistarlo se desmoronaba con cada día que pasaba y crecía a cada momento el miedo por jamás lograr un acercamiento real.
Exhaló, intentando con ello sacar todas las preocupaciones de su mente, despejarse y aprovechar ese día como cualquier otro para tocar, aunque sea un poco, el corazón de Harry. Tocó el timbre de la casona de los Potter y esperó con maleta en mano a que el vibrante Liam le abriera la puerta, saludándole con una sonrisa en el rostro que viajaba de mejilla a mejilla.
Aunque lo primero que vio en el momento en que le abrieron, fue el rostro demacrado de Harry, uno muy similar al que recordaba que tenía cuando regresaba de una misión larga; tres semanas era el tiempo máximo que podía tener Harry Potter para compartir con sus colegas sin morir en el intento.
Su pecho se contrajo de dolor al verle así; lucía exhausto.
—Pasa, Draco…
Draco se ahorró los comentarios sarcásticos y filosos. Pasó por el pasillo de la remodelada casa y se instaló en el casi vacío salón de estar; se sentó en un pequeño sofá rojo que había, faltaban varios muebles, y lo único que adornaba el lugar era el retrato de los padres de Harry, aquel que, al parecer, era el único que tenía de ellos.
—¿Estás bien? —Preguntó Draco y comenzó a urgar en la bolsa de insumos que cargaba, llevó algunas golosinas muggle que compró de camino, aquellos que sabía, le encantaban a Harry.
—¿Quieres comer algo?
Bien, Harry evadió la pregunta y desvió el foco de la conversación; eso sólo lo hacía cuando no quería responder. Podría insistir, pero en la situación en la que estaba, no le convenía tocar puntos delicados, aun cuando no sabía de qué se trataban; aquello podría ser la causa de las ojeras y ojos rojos en Harry.
—¿Qué envió Marie? —dijo con tono suave. Aprendió que los Dursley cuidaban a Harry en exceso, al grado en que enviaban comida para un ejército cada fin de semana, del cual, claro, comían Liam y él.
—Pasta, pastel de carne, estofado de verduras, pastel de chocolate… tendríamos que calentarlas unos momentos en el horno para que estén listas.
—Estofado y pasta me agrada.
—Bien, si quieres espera en el comedor. Almorzaremos e iremos a continuar arreglando la recámara.
Draco se paró y comenzó a caminar detrás de Harry, dejándose guiar por el olor del shampoo que emanaba de su cabello. Parecía que recién se duchó, e internamente lo agradeció… tenía meses sin disfrutar del aroma a coco.
—Por cierto, Liam no vendrá.
Draco ralentizó su caminata, sin poder creer lo que escuchó.
Sonrió. No podía tener mejor suerte que hoy.
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La comida fue amena; disfrutó de los alimentos como no pudo hacer en varios días, degustando la maravillosa sazón de Marie. No había preguntas incómodas sobre el aspecto de su rostro y la plática entre ellos fluyó de una forma extraña, más no desagradable.
Logró dejar a un lado los pensamientos desagradables que venían en picada a su mente, aquellos que surgieron en la última sesión con su psicomago.
Incluso sonrió por un cometario ácido que Draco dijo respecto al diario El Profeta.
Entonces… ¿cómo había terminado así?
Se suponía que sólo estaban pintando la alcoba del bebé.
Se suponía que eso no debía pasar.
Pero estaba pasando.
Draco le besó.
Y él, al parecer, estaba correspondiendo.
Harry no podía evitar sentir una emoción correr por su cuerpo al ser besado nuevamente por esos labios que había añorado tanto. El trémulo contacto lo estaba llevando a tocar el cielo, era una sensación maravillosa, era sentir la presión exacta en su labio inferior para hacerle temblar.
Draco comenzó a acariciar su cintura, acercándole a su cuerpo, sintiendo a través de la ropa el calor que emanaba su cuerpo pálido y delgado.
Y tal vez hubiese continuado así… realmente quería dejarse llevar por ese momento; pero cuando Draco acarició su abdomen abultado, rozando apenas con la yema de sus dedos la curva cerca de su ombligo, abrió los ojos, recobrando la cordura del presente, y del por qué eso no era correcto.
—Draco, espera —dijo Harry en un momento de alivio donde pudo respirar; colocó una mano entre ambos, levantando nuevamente aquella distancia, un muralla que nunca debió de haber caído—. Esto no está bien.
El silencio fue cómplice de ese momento tan tenso. Harry levantó la mirada, y vio como el rostro de Draco pasó de la sorpresa a la ira en cuestión de segundos.
—¿Por qué no lo está? —Preguntó alzando la voz. Pasaron otro par de segundos callados, Harry no respondía y lentamente él fue perdiendo la paciencia; pronto sus ojos se abrieron mucho más—. Entonces… ¿si estás en algo más con Liam, cierto?
Ahora fue el turno de Harry de fruncir el ceño y separarse por completo de Draco.
—¿Qué demonios tiene que ver Liam en esto? —Harry perdió la paciencia—. Él sólo está aquí por lo mismo que deberías estar tú, saber quién de los dos es el otro padre. Yo más que nadie quiere que todo esto termine.
—Y si no te hubieras acostado con él, no tendríamos que soportar lo absurdo que resulta la duda de mi paternidad —respondió Draco, bastante dolido.
Harry abrió y cerró su boca; los colores en su rostro pasaron del rojo a la palidez. Al igual que su expresión, que pasó desde la sorpresa hasta la indignación.
—De verdad… ¿me estás reclamando que tuve sexo con Liam cuando tú y yo ya no éramos novios?
Draco iba a contestar automáticamente a aquello con un rotundo "Si", realmente tuvo que morderse la lengua para no soltar algo de lo que después se arrepintiera. Pudo ver cómo la sonrisa que él le provocó a Harry antes de besarse, se había esfumado por completo de su rostro y al parecer, de la habitación.
Dejando sólo el fantasma de algún rastro de felicidad.
—Vete, Malfoy —dijo Harry señalando la puerta—. No puedo pensar cuando estoy cerca de ti, déjame solo.
Draco mordió su lengua, frenó la intención de responder algo y comenzó a caminar. Él tampoco podía pensar con claridad en medio del cólera que sentía en su corazón, y el caos que sentía en su mente; era muy difícil tener el autocontrol suficiente para evitar que los celos le ganaran.
Lo que escuchó cuando pasaba el margen del marco de la salida, fue el marcapasos de lo que él creía, ser el principio del fin.
—Quizá no te perdoné realmente aquella vez. No te he perdonado todavía, y demonios, tal vez no logre perdonarte nunca. —Harry calló unos momentos, pero continuó—: Me destrozaste.
Draco se detuvo, intentando ordenar los pedazos de tristeza que parecían crecer desordenados en su alma. Él más que nadie sabía todo lo que había dejado ir desde la primera vez que le fue infiel a Harry, pues aun cuando tenía la esperanza de que todo aquello no saliera a la luz, era cierto que no tenía el control de todo; era irreal poder soñar con que nada de eso le afectara, era incluso absurdo creer que Harry le perdonaría esa clase de error…
Él más que nadie sabía que, para Harry, la lealtad era primordial.
Y, aún con todo eso, decidió estropear todo por completo.
—Yo más que nadie lo siente, Potter.
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Las sesiones de terapia se volvían cada vez más interesantes. Retomarla después del tiempo que la abandonó le ayudaba mucho. No mentía cuando decía que, existían veces en que desearía no continuarla… llegaba el cansancio, la fatiga de pensar en todos los escenarios posibles de no haber cometido ese error del cual se arrepiente demasiado.
Pero había otras, como esa, en que comenzaba a sentir paz apenas ponía en palabras aquello que le acongojaba. Y se sorprendía como no todo tenía que ver con Harry, si no que todo era producto de los abusos que vivió de niño, de la peso en los actos de sus padres sobre su comportamiento, y de su propia responsabilidad como adulto sobre los mismos.
Amaba a su madre y a su padre, pero también entendía que no fueron los mejores padres.
Ahora era su turno de hacer algo por él.
—Anna, quisiera contarte un poco más de Liam.
Anna asintió mientras bebía del té que preparó con anterioridad. Draco sentía el nudo en su garganta formarse al apenas pronunciar su nombre, pues hablar de él, era acercar el terreno peligrosamente a Harry.
—Es inusual que quieras sacarlo a tema, ¿estás seguro? —Draco entendía por qué Anna le decía aquello; la última vez que hablaron de él, lloró demasiado.
—Si. Me duele hacer, pero necesito hablar de cómo me comparaba constantemente con él, de lo difícil que me era reconocer que Liam era mejor para Harry que cualquier otra persona, y yo estaba sólo ahí, esperando a que Harry me confirmara la paternidad del bebé.
Draco se detuvo unos segundos, pero se animó a continuar.
—Quisiera contarte de la única vez que hablé frente a frente con él.
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N/A:¡Hola, hermosa gente! Primero, una disculpa por no estar en meses... me llegó una promoción al trabajo y los meses anteriores fue un caos en mi vida, aprendiendo cosas nuevas, lidiando con jefes nuevos, y apenas ando adaptando mis horarios nuevamente para escribir como me gusta, y qué mejor que regresar con esta historia que está llegando a su final ;)
¡Gracias a todos por sus bellas palabras! Me encanta leer los reviews (ver que han estado al pendiente de una actualización me llena de felicidad y orgullo, agradezco que les guste este bebefic), así como ver que llegan kudos, favoritos y más *corazón de peña nieto*.
Pronto estaré respondiéndoles sus comentarios, me ganaba por publicar el capítulo apenas terminé de darle su revisión.
Nos leemos pronto, besos de frambuesa.
