"Y una fuerza más allá de la bondad o la maldad, más blanca que el blanco más puro, más negra que el negro más intenso comenzó a irradiarse en todas direcciones, buscando algo, como si algo la llamara. Algo más allá del mismísimo caos."

El Mensajero de los Dioses II

I: El Presente

Varios años habían pasado desde aquella noche en que todo había terminado. Tsubasa se fue a Brasil, y después de enlazar su vida con la de su amada, Sanae, llegó a Barcelona. Ryou y Yukari se ennoviaron, y aunque ya llevaban un buen tiempo siendo pareja, Yukari no estaba realmente ilusionada con la idea de una boda, ya que Ryou de por sí era bastante olvidadizo con las fechas. Si se lo preguntan, seguían en Shizuoka, al igual que Jinko, el ex-Arcángel de la Oscuridad.

Hyuga estaba en Italia, su destino debatiéndose entre la Juventus y la Reggiana de la serie C. Sin embargo, no olvidaba que tenía a sus amigos en Japón: su mejor amigo, Wakashimadzu Ken; su mejor aliado en el ataque en la Selección Japonesa, Sawada Takeshi; Sorimachi Kazuki, excelente bromista, buen amigo y fiero jugador que conoció en el Toho, e incluso a Ikazuchi Rairyuu, antes el Arcángel del Trueno, quien terminó estudiando en la universidad ya que no quería en realidad ser futbolista.

Taro estaba de regreso en Shizuoka, debido a una lesión que sufrió al salvar a su media hermana, Yoshiko, de ser atropellada por un camión. Pero como es habitual en él, afrontó todo con su típica madurez, y se mantenía en contacto con todos sus amigos, sobre todo Azumi, y Wataru, el ex-novio de ella (suena gracioso escuchar eso ya que sólo duraron dos días), otrora el Arcángel del Odio, y ahora dedicado al periodismo, al igual que Azumi.

Genzo, en Alemania, no dejaba de entrenar. No estaba al 100 de sus capacidades, aunque la verdad es que nunca más lo estuvo, desde los doce años, pero eso no significaba que se iba a rendir tan fácilmente. Seguía en el mismo equipo, el Hamburgo, al lado de su mejor amigo, Herman Kaltz, pero Karl Heinz Schneider, aún su mayor rival, se fue al Bayern Munich, con la esperanza de derrotarlo. Por otro lado, estaba comenzando a interesarse en algunos pasatiempos fuera de correr, y seguía en contacto con Akuji Tooru, que ya no era el Arcángel del Hielo, y seguía siendo invencible en los videojuegos.

Por otro lado, Kurobane Shinobu, el mismo que había sido el Arcángel del Caos y DJ Darkwing, había pasado a ser el dueño de Vitalis, la discoteca juvenil más popular de la ciudad. Ya había dejado las tornamesas, pero ahora como ejecutivo iba más allá de eso, y nunca dejó atrás su amor por la música, al igual que el amor por su novia desde hacía varios años. A menudo se encontraba con Kagei Kai, quien había sido el Mensajero de las Sombras y era asiduo asistente a la discoteca. Éste último se había vuelto un excelente jugador de fútbol gracias a las enseñanzas de sus amigos. Ya era muy parecido a Tsubasa físicamente, pues su juego era más de velocidad, y hasta se podría decir que era su hermano menor, de no ser porque Tsubasa ya tenía un hermano menor, Daichi, y porque aparte de ser más pálido, el joven solía amarrarse el cabello. Además, se había vuelto muy popular, pero eso no afectaba su tranquila y sencilla forma de ser, y seguía teniendo sus presentimientos.

Por supuesto, aunque no hablaban de ello, bien fuera porque trataban de no pensar en ello, o bien porque les dolía un poco, los Arcángeles y ex-Arcángeles podían recordar a Shiro, y la triste manera en que murió, protegiendo a Natsuko y a la abuela de Tsubasa, aunque también era porque en cuanto terminara la batalla final entre Arcángeles Blancos y Negros, sería su fin. Eso recurría en las peores pesadillas de aquellas doce personas que fueron partícipes de aquella situación, oculta para el resto de los habitantes de Shizuoka. También la abuela de Tsubasa había fallecido, poco después de la boda de su nieto mayor. Los médicos habían hablado de "un ataque al corazón" mientras ella dormía, y eso era lo que Natsuko y Koudai creían, pero Tsubasa sabía que la razón había sido mucho más sencilla: Su tiempo en la Tierra como custodia de la leyenda de los Arcángeles y el Mensajero de los Dioses había terminado.

Pero ahora, las que custodiaban aquella leyenda eran Natsuko y Sanae, ésta última siendo parte primordial de ello; no por nada la ex-estudiante del Nankatsu había escuchado la leyenda debido a la tradición de la familia de la abuela de Tsubasa, si no que la vivía tanto por ser al principio una aliada, como por resultar siendo el Arcángel del Amor. Ella aún podía recordar ciertos momentos que habían pasado en los días siguientes al fin del lío, sobre todo cuando les propinó un palazo a Tsubasa (ya en ese entonces su novio) e Ishizaki, pues ellos se habían reído de ella.

"-Oigan, ¿recuerdan cuando ya-saben-quién nos mencionó quién era el Arcángel más poderoso? –preguntó la chica, mientras caminaban hacia el templo donde solía vivir Shiro.

-La verdad, yo no –admitió Tsubasa.

-Ah, ya déjalo así. Al fin y al cabo, el pasado es pasado –respondió Ryou, cuando de buenas a primeras se quedó en su sitio, pálido.

-Ishizaki-kun, ¿qué te pasa? –preguntó Tsubasa.

-No me digas que no lo recuerdas.

-Ya dije que no lo recuerdo. Sabes que no tengo precisamente muy buena memoria.

-Pues yo sí –dijo Sanae, molesta. –Se burlaron del Arcángel del Amor, diciendo que "pobre de aquel al que le toque serlo."

-Pero era porque pensábamos que quizás no era una chica. ¿Cómo diablos íbamos a saberlo si ni siquiera Shiro lo sabía?

-¿Pensábamos? Me sonó a manada –dijo Tsubasa.

-Como sea. ¿Y cómo íbamos a saber que tú eras el último…?

-Última

-¿…Arcángel?

-Pues igual, pero… -ahora sí se veía molesta, tal como cuando le decían Anego en la primaria. -¡No olviden que les puedo ganar!

Y después de formar la barrera, Sanae golpeó a ambos muchachos con el Báculo de Bastet."

Obviamente Tsubasa quedó resentido por unos días, pero se le pasó rápidamente y después de una malteada en la heladería de la familia Nakasawa. Pero ahora, las cosas habían cambiado. Ambos vivían en Barcelona, en un cómodo apartamento. Aunque Tsubasa lograba defenderse con su portugués, a la joven le costaba trabajo adaptarse al español, a pesar de haber comenzado unas clases del idioma. Obviamente hubo la típica discusión sobre si iban a tener hijos o algo así, pero ellos no querían pensar en aquello por ahora, pues tenían otras prioridades, pero Sanae albergaba la ilusión de esperar un bebé, al menos.

Mas ninguno de los doce notó lo que sucedía.

Amaneció en Barcelona, y Tsubasa se levantó al alba. Aunque sabía cuál era la costumbre de su esposa, y de los demás Arcángeles, no quiso despertarla aún. Observándola mientras dormía, Ozora Tsubasa intentó recordar por qué se había enamorado de ella… Aunque ya saben que él no es muy bueno para recordar cosas.

"¿Qué es lo que me enamoró de ella? Bueno, creo que la pregunta no es relevante; lo que cuenta es que enlacé mi vida con la mujer que amo" –pensó el futbolista, pero de inmediato desechó la idea. Debía haber algo que hizo que él se enamorar de ella.

¿Acaso había sido el hecho de que ella siempre lo acompañó? ¿Podría haber sido su manera de ser?

Tsubasa no lo sabía.

Claro, de inmediato se echó la culpa a sí mismo. Él vivió tan obsesionado con el fútbol, que se daba muy poca cuenta de lo que pasaba a su alrededor. O al menos hasta que tenía quince años… Y Sanae siempre estuvo ahí, incondicionalmente. De buenas a primeras dejó de verla como animadora del equipo, como amiga, después como asistente del equipo, hasta verla como la dulce joven en la que se había convertido. Ni siquiera pudo saber en qué momento llegó Cupido y le disparó la flecha.

Y después… Llegó Shiro ;;. Apareció el misterioso ser de blanco que antes fue ancestro de su adorada abuelita, que en paz descanse. Ahí las cosas cambiaron tanto… Sanae se había convertido en su más grande aliada (sin desmeritar a los otros) ya que no hallaban al último Arcángel… Aunque casi la perdió en la última batalla contra los Arcángeles Negros. Se dio cuenta que la necesitaba, y mucho más de lo que creía posible, tanto que cuando llegó a su lado después que ella fuera atacada por el Arcángel del Caos y le pidió que fuera su novia si lograban salir vivos de esa, vio un milagro. No; vio no es la palabra. Tsubasa, el Kami no Tsukai, vivió un milagro; Sanae resplandeció con luz propia, como si el Sol estuviera en ella… Y se convirtió en el Arcángel del Amor. Por suerte, Tsubasa logró vencer al Mensajero de las Sombras, y lo que había dicho fue muy en serio.

Seguía pensando en aquello, pero…

-Buenos días, Tsubasa –Sanae lo sacó de sus pensamientos.

-Bue, buenos días, cariño. ¿Dormiste bien?

-Sí.

"Se ve tan bien con ese camisón…Ah, ¿a quién engaño? Se ve hermosa con todo" –pensó el joven.

-Dímelo de frente –dijo Sanae, sonriendo.

-¡Cielos! Se me había olvidado que estamos sintonizados en la misma frecuencia. Digo que te ves más que bien, te ves preciosa tal cual eres.

Y eso que el Mensajero de los Dioses nunca fue bueno para los piropos.

-¿En serio? ¿Incluso si me vistiera como una cantante de rock pesado?

-No exageres… ¬¬U

-Je, je, sabes que es una broma, Tsubasa-kun.

¿No es obvio que él sabía que era una broma?

Rato después, el futbolista salió de casa, mientras Sanae se preparaba para ir a su curso de español, que era por las mañanas en ciertos días, y por la tarde en otros. Ese día era de jornada matutina. Después de arreglar la habitación matrimonial, lavar la ropa sucia y darle de comer al canario de una vecina que le había pedido el favor de cuidarlo por unos días mientras iba de viaje a Asturias, Sanae fue al centro de idiomas donde estudiaba.

-Buenos días –dijo la maestra en cuanto Sanae llegó.

-Buenos días –respondió nuestra amiga, recordando las frases básicas que sabía gracias a Tsubasa ;).

Poco después llegaron los compañeros de curso de la japonesa. Había dos jóvenes ingleses, Malcolm y Matthew; una chica árabe, Hiba; un alemán, Gerhard; una francesa, Toinette y una canadiense que había vivido en Japón durante unos años, Jane. Sanae se llevaba especialmente bien con esta última, pues Jane la ayudaba cuando tenía dudas, y además la canadiense había encontrado a alguien con quién practicar su japonés.

Entretanto, en París…

-Hola, Azumi-chan –dijo Wataru, saludando a su amiga, ex-novia y ahora compañera de carrera. Ambos estudiaban para ser periodistas, y no les iba mal gracias a que estudiaban juntos y su amplio manejo del francés, el japonés, y en el caso de Wataru, el inglés. Y a pesar de que ambos ya eran adultos, él seguía llamando a su amiga Azumi-chan.

-Hola, Wataru-kun. ¿Cómo estás?

-Bien… Si no contamos con mi parálisis cerebral y mis ojos de perro siberiano.

Él se tomaba a broma aquello, aunque ahora había decidido usar un lente de contacto transparente sobre su ojo castaño y uno castaño sobre su ojo azul. La gente ni siquiera se daba cuenta de la diferencia. Ya no le importaba su situación, que para otra persona habría sido penosa.

-Igual… Sólo que mis problemas son diferentes…Más femeninos, si sabes a qué me refiero.

-Supongo.

Hayakawa Azumi era plenamente consciente de que Wataru había sido un peligrosísimo Arcángel Negros. Apenas llevaba un día de ser su novia cuando Misaki-kun le reveló la verdad sobre Wataru y sobre él mismo, después de que a él le diera un ataque de dolor inexplicable en medio de la clase. Sin embargo, a ella no le importó; poco después sería Wataru el que le pidiera a ella que volvieran a ser amigos, y aunque a ella le dolió, aceptó.

-¿Has sabido algo de Misaki-kun?

-La verdad no.

-Qué raro. Usualmente escribe con frecuencia. Espero que esté mejor de su lesión.

-Digo lo mismo, amigo –dijo Azumi, bajando la mirada. Obviamente el muchacho de los ojos dispares lo notó, y soltando una de sus muletas, rodeó los hombros de su amiga.

Mientras, Tooru estaba en su oficina, trabajando. Había terminado con honores su carrera de Arquitectura, y tenía mucho que hacer a diario, sobre todo porque estaba trabajando en unos planos para un edificio de oficinas, pero nunca dejó su afición a los videojuegos, ni siquiera después de la dura batalla que sufrió por ser el Arcángel del Hielo. Pero al regresar a Alemania con ayuda de Genzo, se enteró que el mejor amigo de éste estaba enterado de lo sucedido, pero no hubo rechazo por parte de Kaltz, que aprendió del Rey de los Videojuegos todo lo referente a ganar en ellos. Tiempo aquellos…

Sin embargo, su secretaria le avisó que tenía una llamada.

-Hola, habla Akuji.

-Hola, Tooru-kun. Soy yo, Wakabayashi.

-Ah, hola Wakabayashi-kun. Tiempo sin hablar contigo.

-Sí… Ya sabes que vivo muy ocupado, al igual que tú. ¿Cómo has estado?

-Ya lo dijiste: Ocupado trabajando.

-Nada raro. Llamo para avisarte que voy a viajar a Japón en unos días. ¿Quieres que le lleve algo a tu familia?

-No… Espera; creo que sí. ¿Podrías hacerme un favor?

-Bien que lo sabes.

Mientras tanto, Ishizaki acababa de llegar al pequeño apartamento donde vivía solo. Cansado como estaba por el duro entrenamiento, sacó una soda del refrigerador y se desplomó en el sofá. Había hablado con Yukari la idea de rentar entre los dos un apartamento, pero ella estaba muy feliz viviendo con Kumi. Sin embargo, un viejo amigo vivía cerca; un amigo que necesitaba la ayuda de Ryou. El Monkey Boy estaba a punto de quedarse dormido cuando un golpeteo en la puerta lo despertó.

-¿Quién por todos los…? –murmuró Ryou por lo bajo, molesto, pero después, en voz alta, -¡Ya va!

-Soy yo, Misaki Taro.

Ishizaki abrió la puerta con una breve sonrisa. Para él resultaba muy chocante ver que su amigo y compañero de partidos y batallas ;) tenía que usar muletas como Wataru, y en silla de ruedas después de las terapias. Al fin y al cabo, Taro estaba en Japón por una muy seria lesión.

-Anda, sigue. No hay realmente mucho que pueda ofrecerte, pero…

-Gracias, Ishizaki-kun… Y perdón por las molestias que te causo.

Misaki entró al diminuto lugar, y estuvo a punto de quitarse los zapatos, pero…

-No te esfuerces, Misaki-kun.

-Pero…

-Anda, no te preocupes. Yo me encargaré después de limpiar.

-Está bien…

Bajo su apariencia de hombre rudo y no realmente guapo, Ishizaki Ryou tenía un gran corazón, y una voluntad de hierro.

-¿Cómo vas con las terapias?

-Bien, supongo. Sigo bastante adolorido, pero ya sabes, gajes del oficio.

-Eso sonó gracioso. Yo diría que más bien son gajes del problema.

-Ah –Taro sonrió como siempre. -¿Y cómo vas con Yukari?

-No logro convencerla de que vivamos juntos… Está muy feliz viviendo con Kumi.

-¿Qué dice ella?

-"Pues sé que somos novios y todo eso, Ryou-chan, pero créeme que no está muy bien visto que vivamos juntos en unión libre… Además, como llegas tan cansado del entrenamiento, llegarías directo a dormir, y yo llego más temprano y me quedaría sola." Eso es lo que ella argumenta.

-Chapada a la antigua…

-Ni que lo digas. La adoro con toda el alma y eso, y quisiera que viviera conmigo, pero la verdad no sería capaz de obligarla a venirse conmigo.

-Y… ¿cuánto tiempo llevas de noviazgo con ella?

Ishizaki por suerte se sabía bien la respuesta.

-Llevo ya cuatro años y un poco más. ¿Por qué la pregunta?

-Pensé que quizás ibas a…

-¿Pedirle matrimonio? No… Todavía no estoy preparado para hacerle frente a eso. Y no me vengas con que Tsubasa ya lo hizo, pero ya sabes; a pesar de todo soy menor que él, y además no sé si Yukari quisiera aceptarme.

Y así siguieron conversando.