Capítulo VI: Un Amigo en Aprietos

Horas más tarde, de regreso en Europa, Tsubasa llegó a casa después de clases y del entrenamiento, molido, pero sin olvidar la noticia que le había dado Sanae. De camino a casa había comprado un detalle para ella.

-¡Voy! –escuchó decir a la joven, mientras él esperaba fuera de casa. –Hola, querido…

-Hola, Sanae –dijo él, dándole un precioso ramo de flores con una tarjeta. –Para ti, cariño.

-Pero si no es nuestro aniversario…

-¿Tiene que ser un aniversario para poder regalarte un ramo? Te traje estas flores por dos razones. Uno: Por el bebé, y dos: Porque no importa qué día sea, eres la mujer más valiosa para mí.

¿Desde cuándo Tsubasa se volvió tan cursi? Oo

-Tsubasa… Gracias. Están preciosas –dijo la joven, enternecida. No podía creerlo… Era un detalle precioso por parte de él, aunque presentía que él lo hacía por compensar lo que iba a pasar.

-De nada, cariño –y al fin logró entrar a la casa. Cenaron juntos y en silencio, pero Sanae rompió el hielo.

-Llamé hoy a tu madre, Tsubasa.

-¿Ah sí? ¿Y qué contaron por allá?

-Pues primero hablé con Daichi, y tal parece que está mejor de su gripe, pero hay algo que me preocupa sobremanera.

-¿Qué es?

-Me contó que soñó con nosotros y los demás, y que luchábamos contra un "Shiro negro", por citarlo a él.

-¿Qué dices? ¿Un Shiro Negro? –Tsubasa sin querer se levantó de su silla.

-Eso es todo lo que dijo, porque le prometí no decirle nada a nadie.

-Sanae, se trata de mi hermano menor. Si él tiene algo que ver con esto, jamás me lo perdonaría.

-Bueno, pero no digas que te lo dije, y sabes que odio ser chismosa, pero resulta que tiene a Shiro como amigo imaginario. Por eso comparaba lo que vio con un "Shiro negro."

Tsubasa volvió a sentarse, tomándose la frente con una mano. Las cosas se iban a complicar más… Y eso que hasta donde podía recordar, sólo tres personas fuera de los Arcángeles Blancos, Arcángeles Negros, y ahora los Contraarcángeles, junto a los Guías y Mensajeros sabían algo: Hayakawa Azumi, la amiga de Misaki-kun y de Wataru; Herman Kaltz, el mejor amigo de Genzo, y Ozora Natsuko, su propia madre. Pero ahora… Su propio hermano menor estaba envuelto en esto, y sin querer.

-Dios, no… No quiero que nadie más resulte envuelto en esto… -y Tsubasa hablaba en serio.

-Pero, ¿qué podemos hacer para evitar que haya más gente inocente en este lío?

-Eso es lo que quisiera saber, pero no hay manera de saberlo… O quizás sí. Quizás Daichi esté metido en todo este asunto por alguna razón.

-Ni se te ocurra llamarlo ahora, Tsubasa. A esta hora debe de estar profundamente dormido.

-Eso lo sé. Además, si alguien lo despierta en la madrugada, o de improviso, no hay quien se aguante el mal humor de mi hermanito. Pero mañana lo llamaré; estoy seguro que algo debe saber.

Sanae se encogió de hombros, confundida.

Entretanto, en Francia, Wataru estaba en su apartamento, estudiando a solas, aunque vivía con un gato. Tal era su concentración que no escuchó a Azumi abrir la puerta con la llave que él le había dado.

-Wataru-kun… -dijo Azumi quedamente para no asustar a su amigo, pero lo asustó de todos modos. El joven de un brinco tomó sus muletas y se puso de pie, creyendo que era Kuro el que estaba ahí.

-Azumi-chan… Van dos veces que me asustas –respondió Wataru, soltando un suspiro de alivio.

-Deja la paranoia, ¿quieres?

-No lo puedes evitar si entre sueños recibiste una amenaza más que mortal.

-Entiendo. ¿Has sabido algo de Misaki-kun?

-Para serte sincero, no. Sin embargo, creo que recibió mi mensaje, Azumi-chan.

-Eso espero; no podría perdonármelo si algo le pasa.

-Eso debería decirlo yo, amiga; no fuiste tú la que fue un Arcángel Negro. Además, es mi responsabilidad como ex-Arcángel el proporcionar información, creo…

-Pues esperemos a ver si te responde. Por otro lado… ¿Quieres ir a cenar algo fuera?

-Esto… -Wataru se puso nervioso sin querer. Su última mensualidad que recibía por hacer traducciones se había ido muy rápido por la tremenda cantidad de fotocopias que le había tocado conseguir. –No estoy muy bien de fondos, Azumi-chan…

-No seas tonto; yo invito. Y no me vengas con pretextos, porque sabes que no los voy a escuchar.

-Está bien, pues… -Wataru tomó sus muletas y fue a la cocina, donde dejó algo de comida para Hester, su gato. –Hester, te dejo la comida aquí.

Azumi pensó que era algo tonto que su amigo le dijera algo a su gato, pero el gato persa fue a la cocina de inmediato y dejó escapar un maullido muy quedo. Acto seguido los dos japoneses salieron del apartamento y fueron a cenar fuera.

Ambos trataron de evitar el tema de los Arcángeles, pues no querían amargarse la velada. Sin embargo, Azumi no pudo dejar de observar a su amigo y ex-novio. A pesar de su parálisis cerebral, era algo alto, y… ¿para qué negarlo? Guapísimo con el cabello peinado hacia atrás y la diminuta barba que ahora se dejaba, aparte de la decisión de taparse el ojo azul con un lente castaño.

Pero alguien más no podía dejar de observar a la pareja. Escondido en un rincón, vestido de incógnito, alguien con fríos ojos azules y largo cabello rubio debajo de una gorra los acechaba, sospechando quiénes eran… O al menos sospechando del joven de las muletas.

"Debo estar muy pendiente de todo…" –se dijo el joven espía, pero era hora de irse, y a sabiendas de que quizás la próxima vez no los vería desde tan lejos, se fue, dejando una buena propina en la cuenta.

Pero el joven pasó al lado de la mesa de Wataru y Azumi, y tanto el que salía como el que estaba sentado esperando su sopa de verduras tuvieron un escalofrío. Azumi no sintió nada, pero notó la incomodidad de su amigo.

-Perdona, ¿te conozco? –preguntó Wataru, serio.

-Creo que no… -y el joven se fue.

-Wataru-kun… ¿Qué te pasó?

-Me creerás loco, pero me dio un escalofrío cuando ese joven de la gorra pasó por mi lado.

-¿Un presentimiento?

-No; tan sólo me dio el escalofrío. Por eso me sentí incómodo, Azumi-chan.

-Mientras no comiences a sobreactuarlo…

-No soy un niño pequeño. Creo que sé cuándo ser discreto con respecto a esas cosas.

-Bueno, bueno… Cambiemos el tema que si no vamos a terminar peleando.

-Por mí está bien –y se pusieron a hablar sobre cosas de la universidad… Que en este mundo patas arriba todo tiene cosas por contar.

Más tarde, Wataru se fue solo a su apartamento, a pie. No podía dejar de pensar en aquel escalofrío.

-Azumi debe de estar en lo cierto. Me estoy volviendo paranoico.

-¿Seguro de ello? –escuchó detrás de él. Era el joven de la gorra.

-¿Quién eres tú?

-¿Acaso no deberías saberlo? –y el otro joven se quitó la gorra. ¡Era el capitán de la Selección Francesa, El Cid Pierre LeBlanc!

-Dios mío… Pierre LeBlanc…

-Oh, sólo llámame Pierre. Al fin y al cabo, somos más cercanos de lo que crees…

Y como por arte de magia, apareció una capa idéntica a la de los vampiros de las películas sobre los hombros del francés.

-No… Esto no puede ser para nada posible. ¿Acaso, acaso eres un vampiro?

-Podría haber sido uno, pero soy más que eso… Bien debes saber qué soy…

-No tengo idea de lo que hablas.

-No finjas. Sabes que soy uno de los Contraarcángeles.

-Te dejaste influenciar por la oscuridad de Kuro…

-Veo que no estaba equivocado. Claro… Esas muletas, los ojos disparejos tras los lentes de contacto… Cómo se nota que eres el más perceptivo de los que no terminaron su deber, Arcángel del Odio.

-¡No soy un Arcángel! ¡Si Kuro te engañó, entonces deberías saber que no tengo poderes!

-Pero sí información, y no puedo dejar que la proporciones, o si no el Guía Negro no logrará obtener su sueño, el Nuevo Génesis.

"Dios mío… Si tan sólo alguien pudiera ayudarme… ¡Misaki-kun, o cualquiera… Necesito de su ayuda!" –Wataru estaba aterrado. Pierre lo atacó, pero el joven de las muletas logró detener el golpe de la capa con una de sus muletas, que quedó bastante maltrecha y por ende cayó al suelo

-No has perdido la agilidad de tu mente… Ya veo por qué Kuro te tenía en gran estima hasta que le fallaste.

-¿Bromeas? ¡Kuro no tiene en estima a nadie! ¡Sólo manipula a la gente, y eso te incluye!

-Di lo que quieras… -y Pierre estuvo a punto de atacar a Wataru, cuando un golpe de agua lo envió contra un muro.

-¡Wataru-kun! –exclamó alguien, y el joven volteó a ver. Era Taro… Volando. –Toma mis muletas y vete.

-Mi, Misaki-kun…

-No hay tiempo. ¡Huye de aquí!

"Que nadie salga lastimado, que nada malo le ocurra a Wataru, que nadie fuera de los que estamos involucrados lo recuerde…" –rápidamente el Arcángel del Agua formó la barrera, y tridente en mano se lanzó en pos del Contraarcángel, mientras el ex-Arcángel se arrastraba hacia donde estaban las otras muletas.

-¡Tú! –exclamó Pierre al ver quién lo había atacado. –Ni más ni menos que mi eterno rival, Misaki Taro.

-Pierre… ¿Cómo es que atacas a un amigo mío y para rematar sabes que él era un Arcángel Negro?

-¡Kuro le lavó el cerebro! ¡Ahora se hace llamar un Contraarcángel, Misaki-kun!

-¿Contraarcángel?

-Así es; me di cuenta que no sólo eres mi rival en el fútbol, Misaki, si no que además estamos destinados a luchar el uno contra el otro desde tiempo inmemoriales. Así fue en el paso, así pasa en el presente, y así pasará en el inmutable futuro –y Pierre atacó a Taro con la capa, cuyo borde parecía hecho de acero… Aparte que tomaba forma de alas de vampiro. Como deben saber, Misaki aún no recuperaba del todo su habilidad para volar, y cayó al suelo pesadamente.

-El futuro… O mejor dicho, el destino puede ser anunciado… Pero sólo uno mismo puede hacer que suceda, Pierre.

-Sí, claro… ¿Ahora me vienes a decir que tú mismo decidiste morir en lugar de tu amigo? Morirás a manos mías, tal como debió ser en el pasado. ¡Ahora prueba mi Némesis! –y formando un triángulo con sus manos, el francés lanzó una explosión oscura.

Pero Taro logró evitarlo en el momento justo. Intentó ponerse de pie, pero su lesión lo relegó a caer de rodillas.

"Si tan sólo pudiera caminar y correr como antes…" –pensó el Arcángel del Agua, desesperado.

-¡Misaki-kun! ¡Vuela! –gritó Wataru, impulsándose con fuerza hacia Pierre y asestándole una patada con sus dos anquilosadas piernas, y cayendo al suelo en consecuencia.

-Wataru-kun… No pienso desperdiciar tu esfuerzo.

Taro se impulsó hacia arriba con su alas, recobrando poco a poco su habilidad para volar, mientras Pierre se levantaba y extendía sus propias alas.

-No creas que porque puedes volar me tienes una ventaja… ¡Némesis! –otra vez Pierre ataco, pero Taro lo contrarrestó con su Corriente Marina. Ambos ataques explotaron en el aire, y por proteger a Wataru, el Arcángel utilizó la Muralla de Agua.

"Ahora sí podré luchar con más libertad… Lástima que no recuerdo dónde dejé el fragmento del Agua; así podría atacar a Pierre con todas mis fuerzas, aunque en realidad no quiero lastimarlo."

-¡No te distraigas en la batalla! -Y Pierre dio de lleno en el estómago de Misaki con su capa. Pero el japonés reaccionó inmediatamente y atacó al Contraarcángel con su Tridente.

-No eres tan fuerte como creía… Pero al menos ya tengo una idea de a qué atenerme. Juro que a la próxima no será tan fácil –y el Contraarcángel desapareció en medio de una risotada helada. Tal como había pasado con el Kami no Tsukai, Misaki cayó al suelo, inconsciente.

-Misaki-kun… Misaki-kun, despierta… -Wataru se sentó al lado de su amigo, aunque la barrera seguía vigente.

-Wataru-kun… ¿Te encuentras bien?

-Sí, gracias a ti, amigo. Pero, ¿cómo es que supiste que yo estaba en problemas?

-Estaba dormido, cuando de repente entre sueños vi lo que pasaba.

-Y no eres realmente escéptico, ¿verdad?

-Difícilmente podría serlo.

-Pero una cosa… ¿Qué horas son en Japón?

-Aproximadamente las cinco de la mañana. Hablando de cosas, ya comprobamos que tus sospechas y las nuestras eran ciertas. Ya que sabemos cuán fuertes pueden llegar a ser los Contraarcángeles, y qué tan bajo puede llegar Kuro, tendremos que estar muy pendientes. Por cierto, toma –y Misaki le dio a su amigo una tarjeta.

-¿Qué es eso?

-Ahora que tenemos más líos que nunca, compré un celular. Me tengo que ir, y dale un abrazo a Azumi de mi parte –y sin más el Arcángel del Agua desapareció, dejándole sus muletas a Wataru.

-Así haré, compañero –y quien fuera el Arcángel del Odio se fue a casa, donde Hester y un mensaje en el contestador le esperaban.

-¿Miau? –maulló el gato, como preguntándole qué le había pasado.

-Hola, Hester…

-¿Miaau?

-Tuve un problema, pero ya se arregló -y Wataru notó que la luz del contestador parpadeaba. Presionó el botón de reproducir y escuchó el mensaje de Azumi:

-Wataru-kun: Ten mucho cuidado. Aunque al principio no lo reconocí por la gorra, el joven que pasó al lado nuestro era Pierre LeBlanc, el capitán de la selección francesa de fútbol. Espero que ese dato te sirva. Azumi.

-Gracias, amiga… Aunque ya lo descubrí de primera mano. Sin embargo, te agradezco tu ayuda.

Entretanto, en Hamburgo, Tooru estaba en su apartamento, a punto de quedarse dormido frente al televisor. Había recibido una angustiosa llamada de Genzo, quien le habló sobre el 'posible' regreso de Kuro.

-Mmm… Creo que será mejor irme a dormir… Pero, ¿podré con todas las cosas que me dijo Wakabayashi-kun?

Aún recordaba la llamada… Y a pesar de lo cansado que estaba, Tooru no lograba despejar su mente. Pero recordó la única cosa que lograría despejar su mente. Fue a su habitación y tomó su GameBoy Advance (N. de A: esto ya sonó a propaganda…). Jugó un rato hasta sentir que tenía su cabeza despejada y en el acto se quedó dormido. Benditos videojuegos, pensaba él; le aclaraban la mente, y aunque cuando era un chico, después adolescente y aún ahora sus padres le reprochaban que se la pasaba jugando todo el tiempo (lo cual no era cierto), era su manera de desahogarse de todo, de aclarar su mente y su pasatiempo.

Por suerte no soñó con Kuro, ni con los desastres que se avecinaban, lo cual en realidad era el deseo de las doce personas que estarían muy pronto envueltas en todo esto.

Entretanto, en Japón estaba amaneciendo, y más específicamente en Tokyo, Rairyuu estaba despertándose con el alba. Sin embargo, no despertó con la energía de siempre, si no algo alicaído por lo que Jinko le había comentado por teléfono.

-Si realmente Kuro regresó, entonces tendré que practicar mi estilo de pelea de antes… Aunque no sirva de mucho en realidad contra alguien que tienen armas y poderes.

También recordó que la joven que aún le gustaba le había pedido el favor de avisarle a Hyuga sobre esto, pues tal parecía que el Arcángel del Fuego tan sólo tenía corazonadas, y había mucha más información en realidad. De todos modos, el joven que iba para profesor de Educación Física buscó entre sus cosas algo que no usaba desde los quince, casi dieciséis años.

-¿Dónde rayos pueden estar? –se decía, hasta que encontró lo que creía perdido: unos viejos guantes sin dedos, pero con unas placas redondas de metal. -Mis guantes de pelea… Será mejor practicar un poco desde ya.

Si han jugado Final Fantasy VIII, o Final Fantasy Tactics, sabrán que hay una técnica de pelea llamada la Técnica Kiai, la cual consiste en usar los puños como arma, y no sólo asestando golpes. Pues Rairyuu desde pequeño manejaba la Técnica Kiai, que fue con lo que había derrotado a la mayoría de rivales que tuvo.

-Uno, dos, tres, ¡gancho! –repetía él, volviendo a practicar los golpes que sabía, pues le olía a que pronto tendría que volver a pelear, aunque no sabía qué tan pronto.

Rato más tarde, en la universidad, sus compañeros admiraron los guantes que el ex-Arcángel del Trueno llevaba puestos.

-¿No te incomodan para escribir ni nada?

-No, para nada. De hecho para mí son comodísimos.

-¿Acaso practicas boxeo o Muay Thai? –preguntó uno de sus mejores amigos.

-Casi, pero no. Bueno, dejémoslo así, muchachos. Vamos más bien a completar el trabajo sobre acondicionamiento muscular, ¿vale?

Siguieron estudiando, y a Rairyuu le entraron unas ganas tremendas de saber qué pasaba en Shizuoka, por lo que fue a llamar a su vieja amiga, Jinko. Cruzando los dedos, marcó el número del consultorio donde trabajaba, y en efecto contestó la doctora.

-Buenos días. ¿Jinko? Soy Rairyuu,

-Ah, eres tú, Ikazuchi-san.

-Oye, llámame Rairyuu, ¿quieres? Es decir, somos amigos desde hace tiempo, ¿no?

-Déjalo así. ¿ Cómo vas? ¿Ya le avisaste a Hyuga-san?

-Más tarde lo llamaré, cuando sepa que está en casa.

-Pues no lo vayas a olvidar. Por cierto, las sospechas de todos nosotros se confirmaron.

-¿Cómo lo sabes?

-Hoy en la madrugada uno de nosotros tuvo que luchar contra un Contraarcángel.

-¿Y qué es eso?

-Haz de cuenta uno de nosotros, pero con poderes más malignos y cuya ventaja es que conoce muy bien al rival que tiene en frente.

Y Rairyuu tragó saliva.

-¿Quién luchó hoy?

-Misaki-san, el Arcángel del Agua.

-No es uno de nosotros. Es más bien uno de los otros

-No lo pensaría de esa manera, Ikazuchi-san. Pasa que ahora nosotros los Arcángeles, tanto Blancos como Negros estamos en la mira de Kuro, y lo mejor que podemos hacer es aliarnos en contra del mismo mal, aunque nosotros no contemos con poderes.

-Pero contamos con información, ¿verdad?

-Cierto. Tengo que dejarte, Ikazuchi-san. Adiós –y la doctora colgó.

-Adiós, Jinko… -y aunque reprimió un ligerísimo suspiro que amenazaba con salírsele, el joven de los mechones rubios estaba muy agradecido con lo que su amiga el ex-Arcángel de la Oscuridad le había dicho.

Entretanto, en Shizuoka, después de colgar el teléfono, Jinko meneó la cabeza, resignada.

-¿Pasa algo, doctora? –preguntó el paciente de turno, quien ya se imaginan quién es.

-No precisamente, Misaki-san. Era Ikazuchi, preguntándome qué había sucedido, y tal parece que no deja la estupidez de siempre.

-¿A qué te refieres con eso?

-Cosas personales… Mejor no hablar de ello. Más bien explícame por qué no tienes tus muletas –dijo la joven doctora a modo de regaño.

-Se las di a alguien que las necesita más.

-¿Cómo es eso?

-¿Recuerdas lo que te dije sobre la batalla que sufrí? Pues Wataru estaba ahí, y por tratar de defenderse sacrificó sus muletas. Yo sólo cojeo un poco, y él necesita las muletas más que yo. Por eso se las dejé.

Jinko enarcó una ceja.

-Pues eso no significa que puedas sacrificar todo por tus amigos.

-¿Y acaso algo o alguien me dice que no?