Capítulo VIII: Consecuencias

En España, Sanae estaba haciendo oficio tranquilamente. No había vuelto a tener problemas desde aquel hormigueo después de la batalla con Santana, pero no sabía qué iba a pasar, o qué le había sucedido.

En la mañana vio con consternación cuando Ishizaki llamó a Tsubasa, comentándole que Misaki había tenido una fuerte batalla contra un viejo conocido, El Cid Pierre, aún con su problema en la pierna. Eso demostraba algo quizás muy importante: Los rivales no iban a ser completos desconocidos… O quizás no del todo.

Sin embargo, la joven no se sentía completa, a pesar de ahora llevar dentro de sí a su bebé. Ella sentía que le faltaba algo, pero no estaba segura qué era.

Tenía miedo.

Sin embargo, siguió haciendo oficio, después de haberse preparado su almuerzo. Más tarde se preparó para ir a sus clases de español, pero sonó el teléfono.

-Hola, casa de la familia Ozora. Habla Sanae.

-¿Sanae-san? Soy Jane, del curso

-Ah, Jane-san. ¿Cómo estás?

-Bien, gracias. Llamo para avisarte que hoy no hay clase.

-¿Por qué?

-Parece que están haciendo inventario de las cosas, así que no habrá clases hasta dentro de tres días

-Quizás me convenga; igual no me estoy sintiendo bien.

Así Sanae siguió conversando un poco con su amiga, pero otra vez comenzó ese desagradable hormigueo que le había dado después de la batalla cuando colgó.

-¿Qué, qué es esto…? –se dijo la joven, mientras el hormigueo le entumía el cuerpo completo esta vez… Y por primera vez un ataque de dolor acometió al Arcángel del Amor.

Pero, ¿por qué el hormigueo, y después el ataque de dolor? Era las consecuencias de ahora no poseer un lado oscuro dentro de uno, aunque ella no lo sabía.

Después del ataque de dolor, Sanae cayó al suelo, inconsciente. Claro, al nunca haber sido víctima del ataque, no tenía la resistencia de los demás. Pero con lo que no contó era con que Tsubasa regresó temprano por suerte, y al ver a su esposa inconsciente se apresuró a levantarla.

-¡Sanae! Cariño, despierta por favor… -decía el Kami no Tsukai, mientras le daba palmaditas en la cara a su esposa, que aún se hallaba desmayada. Sin embargo, no parecía funcionar.

"Por favor, que nada le pase a Sanae… No podría soportar la vida sin ella…" –y una parte de la energía de Tsubasa pasó a la joven inconsciente. Claro, el joven futbolista quedó agotado, tal como después de un ataque, pero por lo menos Sanae despertó.

-¿Qué, qué pasó…? –preguntó ella al recobrar la conciencia.

-No lo sé. Cuando llegué estabas inconsciente. No te habrá atacado Santana, ¿verdad?

-No. Sólo recuerdo que me dio un hormigueo desagradable, después un ataque de dolor terrible y hasta ahí llega lo que puedo recordar.

-Ah… Cierto que nunca has tenido que sentir los ataques de dolor.

-¿Como los que te dan? No lo sé.

-¿Sentiste como si te electrocutaran? ¿Creías que estabas agonizando? –preguntó Tsubasa con toda la seriedad del mundo.

-Sí.

-Bueno, entonces ya sabes cómo se siente cada vez que siento un ataque. Sin embargo, quiero que me prometas algo, Sanae.

-¿Qué es?

-Quiero que me avises de inmediato si te sientes decididamente mal. Si vuelves a tener ese hormigueo del que hablas, u otro ataque, llámame de inmediato.

-Pero Tsubasa…

-Sólo prométemelo –y Tsubasa tomó las manos de su esposa. –Prométemelo.

-Lo prometo…

Y claro, nunca puede faltar el típico abrazo entre ellos, ¿no?

Entretanto, ¿qué estaba tramando Kuro? Al parecer había mandado a sus Contraarcángeles a reconocer al enemigo… O más bien a cumplir con la misión, aunque por ahora dos derrotas en línea no eran buena señal… Y eso que no sabía de la tercera.

Aún no terminaba de formar a Kurai. Aunque sabía que no debía cometer errores, todavía no lograba hacer que el Contraarcángel femenino existiera por completo. Sin embargo, uno de sus subalternos apareció en donde estaba.

-Gran Guía, ¿cuándo puedo entrar en acción? Es decir, Santana y el francés ya entraron en acción… ¿Por qué no nos deja ir a comprobar las fuerzas de los otros?

Era Ryoma, quien se encontraba tremendamente aburrido desde haber recibido los malignos poderes del Contraarcángel.

-Prefiero no hacerme notar, ni hacerlos notar a ustedes demasiado antes de tiempo, Hino. Hasta no recibir la orden, no puedes actuar. Además, todavía no he terminado de formar a la última de nuestro bando.

-¿Última? Con nosotros cuatro basta, Gran Guía.

-¿Seguro? ¿Serías capaz de atacar a una mujer, aún sabiendo que es la más poderosa de los Arcángeles Blancos y eso que todavía no desarrolla por completo sus poderes?

-Oye… Los Contraarcángeles somos como mínimo diez veces más poderosos…

-Pero lo que ustedes tienen en fuerza, ellos lo tienen en tenacidad y experiencia, aunque la mayoría de ellos o no tienen poderes, o los han olvidado.

Sin embargo, en ese instante apareció Santana, agotado.

-Anda, ¿y a éste qué le pasa? –dijo Ryoma, enarcando una ceja.

-Grande Guia, eu sinto muito... Eu não pude bater o Arcanjo de Terra –musitó el brasilero, exhausto.

-¿Cómo dices?

-Dijo que no pudo derrotar al Arcángel de la Tierra –dijo Kuro, sus fríos ojos entrecerrándose. -¿Acaso un simple Arcángel Blanco pudo contigo, Santana?

-No fue sólo un Arcángel Blanco.

-¿Fueron dos, o tres? ¿Acaso Hyuga entró a la batalla también? –dijo Hino, ansioso.

-No… Justo cuando estaba por acabar con el Arcángel, apareció otro de alas negras… El Arcángel de la Oscuridad –explicó Santana, recuperando sus fuerzas.

Ryoma abrió la boca en asombro.

-No puede ser… ¡Podría haber jurado que los Arcángeles Negros habían perdido sus poderes por culpa del Mensajero de los Dioses! –gritó Kuro, lanzando una ola de energía que mandó a los dos Contraarcángeles al suelo.

-Ay… Creo que me partí la cóccix –murmuró Ryoma, quien cayó sentado, pero Santana cayó de bruces.

-Hino, ayuda de inmediato a tu compañero. No podemos permitir que él esté así de lastimado.

-Ya rugiste, Gran Guía –y Ryoma se encargó de Carlos.

Entretanto, Schneider estaba en su habitación, con la mente en blanco y las cortinas de su cuarto cerradas. Desde aquella vez en que dejó de ser el mismo, no soportaba casi la luz. Aunque en el entrenamiento lo soportaba y le daba un bledo, al estar a solas se sentía más a gusto entre las tinieblas.

Marie, su hermana, estaba preocupada. Ella había notado que su hermano, antes serio y dedicado al fútbol, se había convertido en un auténtico cubo de hielo. Hasta sus ojos se veían más azules de la frialdad que emanaban. Sin embargo, ella no era capaz de hablarle; le tenía miedo, así que sólo se le ocurrió una idea; contactar a Genzo, aunque éste fuera rival de Karl. Sin embargo, recordó que éste estaba en Japón, y se quedó en blanco. Pero sonó el teléfono, y se apresuró a contestar.

-¿Hola? Habla Marie Schneider.

-¿Marie? Soy Herman Kaltz.

-Hola, Herman. ¿Cómo estás…?

-Por suerte bien.

-Herman, ¿has sabido algo de Genzo?

-No desde que se fue a Japón. Estaba justamente pensando en llamarle a su celular.

-¿Tienes alguna idea de quién pueda tener el número?

-Yo no lo tengo, pero sé de alguien que lo tiene.

-¿Quién?

-Un amigo nuestro, que también lo es de Karl.

La cara de la chica se ensombreció.

-Es que justamente quería hablar con él porque me preocupa Karl.

-¿Por qué?

-Últimamente está actuando muy raro –dijo la chica en susurros, pues Karl había salido de su cuarto para ir a beber un vaso de refresco.

-¿Y eso? Quizás sea porque tiene novia –dijo Herman en broma.

-¡No es gracioso!

-Era sólo un chascarrillo

-Herman… Por favor, entiende. Karl está actuando muy fríamente con todos; incluso me da miedo hablarle.

-No entiendo entonces por qué quieres hablar con Genzo si sabes que él y Karl son rivales.

-Es que no sé si es algo que Genzo haya hecho, o algo así… Además, tengo el ligero presentimiento de que él puede ayudarme con esto.

"¿Presentimiento? ¿Será que ahora Karl tiene algo que ver con el secreto de Genzo?" –pensó Herman, preocupado. Le había llegado a la mente el recuerdo de cuando a Genzo le confesó que era alguien diferente… Alguien cuyo destino era más que ser un gran arquero de fútbol; era un Arcángel destinado a luchar por el bien de este mundo.

-No te preocupes, Marie; yo me encargaré de hablar con Genzo

-¿En serio?

-Tranquilízate; en cuanto sepa algo de él te avisaré –y ambos colgaron el teléfono.

Claro, las personas que sin ser Arcángeles estaban implicadas en todo el asunto sospechaban de varias cosas… A excepción de Natsuko, quien estaba bastante informada de todo gracias a Misaki.

Después de la larga conversación (Daichi se fue a dormir a regañadientes), Natsuko estaba a punto de dormirse, aunque el teléfono la asustó.

-Hola, casa de la familia Ozora. Habla Natsuko.

-¿Mamá? Soy yo, Tsubasa.

-Hijo… Me sorprende que me llames tan tarde…

-Sé que no es la hora adecuada para llamar, pero es un asunto de gran urgencia.

-¿Qué pasa?

-Supongo que sabes que tuve que luchar con Carlos Santana.

-Sí… Misaki me comentó algo al respecto.

-¿Misaki-kun? Gracias al Cielo. Entonces ya estás enterada de todo…

-Casi. ¿Sabías algo sobre una 'luna negra'?

-No. ¿Por qué?

-Porque los Arcángeles Negros han regresado, según tu amigo.

-¿Qué dices?

-Pues lo que acabas de escuchar, hijo. Tal parece que ahora tú y tus amigos tienen a unos buenos aliados.

Claro, Natsuko escuchó cómo el teléfono de su hijo mayor se cayó, por el asombro.

-¿Entonces lo que pensé ha pasado…? Eso significa que las peleas estarán más equilibradas.

-Dios quiera, hijo.

-Bueno, mamá, no te quito más tiempo. Que descanses.

-Gracias hijo, y adiós.

-Adiós.

Natsuko colgó, y no pudo reprimir un bostezo. Había sido un día largo, y bastante movido si tenemos en cuenta toda la información que corrió entre la gente involucrada.

"Espero que nada malo te pase, mi querido hijo…" –y sin más Natsuko se fue a dormir. Entretanto, Daichi estaba ya dormido y soñando. Soñaba con cosas irrelevantes, pero de buenas a primeras volvió soñar con Kuro, quien estaba a punto de acabar con su hermano, y además había alguien que tenía un aura más maligna que la del ser de negro.

-¡No! ¡Ya no quiero soñar más! –gritó el chico entre sueños. Natsuko no le escuchó, pero Shiro (ya saben… Oo) hizo lo que pudo para calmar al chico entre sueños.

"Daichi… Resiste. Te necesito para que puedas ayudar a tu hermano el Tsukai, y para eso debes seguir viendo lo que ves en sueños."

Para variar Shiro no hablaba en acertijos, pues sabía que Daichi todavía no tenía el entendimiento suficiente como para resolverlos.

Entretanto, en España, Tsubasa estaba arreglando su maleta, pues tenía que viajar para jugar un partido con el Deportivo la Coruña.

-¿Crees que estarás bien sin mí, Sanae? –preguntó, mientras guardaba bien su ropa interior.

-Ya te dije que sí; no soy precisamente débil –dijo ella, mientras arreglaba el uniforme de su esposo.

-Eso lo sé, pero me preocupas. Sólo espero que Santana no te ataque, y más que estás esperando a nuestro bebé.

-Sí… Hablando de eso, ¿qué nombre deberíamos ponerle?

-Si es niña, pensaba quizás en Yuriko.

-Me parece bien… Oye, ¿no era ése el nombre de tu abuela?

-Diste en el blanco –respondió el Tsukai, con una mano detrás de la cabeza.

-¿Y si es chico?

-No lo sé… ¿Qué se te ocurre?

-Pensaba en Hayate.

-¿Hayate? Manos rápidas… Me parece buen nombre. ¿O qué tal te parece Kouichi?

-No… No me gusta mucho ese nombre.

-Sí, tienes razón. Entonces Yuriko por si es niña, y Hayate por si es niño. En todo caso…

-Es un o una Ozora y le vas a enseñar todo lo que sabes de fútbol –completó Sanae, sonriendo.

-¿Me leíste la mente?

-¿Qué comes que adivinas?

Tsubasa fingió estar ofendido, pero sabía que su esposa no caía tan fácilmente en ese truco.

-Ya déjate de bobadas, Tsubasa.

-Bueno, bueno… En todo caso, no olvides que me prometiste que si te sentías mal, me avisarías.

-No me lo tienes que repetir.

Siguieron así, en silencio, pero el ambiente estaba tenso. Rato después sonó el teléfono de la casa, pero era uno de los compañeros de equipo de Tsubasa, preguntándole sobre la hora de llegada al aeropuerto.

El resto pasó en calma, y rato después la pareja de esposos estaban comiendo melón, el postre favorito de Tsubasa ;)

-¿Y qué te contó tu madre, querido?

-Está al tanto de todo gracias a Misaki-kun y los otros… Y tal parece que tenemos más aliados de los que creíamos.

-¿Cómo dices?

-Según mi madre, hubo una 'luna negra' en Japón, y los Arcángeles Negros han regresado.

-¿Cómo dices? ¿Los Arcángeles Negros han regresado? –Sanae se veía asustada.

-No te preocupes. Según mi madre, parece que ellos ahora están de nuestra parte.

-Por cierto… Me pregunto qué querrá haber dicho con la 'luna negra.'

-A mí me suena como a un eclipse –dijo Tsubasa, antes de comerse un bocado más de melón.

-Podría ser… ¿A quién podríamos preguntarle?

-Tendremos que preguntar mañana, cariño. Ya es muy tarde en Japón.

En Alemania, Tooru estaba caminando por un parque de Hamburgo cercano a la Iglesia de San Miguel, muy cerca de donde por primera vez chocó con Genzo, en la infausta época en que se dejó engañar por Kuro.

-Vaya que han cambiado cosas… Nunca me imaginé que me volvería amigo de Wakabayashi-kun, o que realmente apreciaría este hermoso planeta.

-¿Qué tan seguro estás de ello? –escuchó Tooru detrás de él. El arquitecto volteó a ver quién estaba detrás de él, y se mostró bastante sorprendido.

-Karl… Pensé que estabas en Munich.

-Vine… Sencillamente de visita.

Sin embargo, Tooru tenía un mal presentimiento… Y no se explicaba de dónde.

-¿A quién viniste a visitar? Hasta donde sé, no tienes a muchos amigos por aquí.

-¿Y te excluyes con tanta facilidad…? –la frialdad de Karl era mayor que la que solía tener Akuji.

-Pues… No eras tan cercano, aunque te haya enseñado a ser buen jugador en los videojuegos, Karl.

-No tan cercano… No estaría tan seguro de eso… -y unas tétricas marcas negras aparecieron bajo los fríos ojos celestes de Karl Heinz Schneider.

"Esto no me agrada para nada… parece que Schneider fue seducido por las fuerzas de Kuro. Sé que otra vez tengo mis poderes, pero no creo que ser sólo un Arcángel Negro sea suficiente."

-¡Deja ya de vacilar! –y Schneider atacó al Arcángel del Hielo con una extraña arma. -¡O no me vengas con que no sabes cuán poderosos somos los Contraarcángeles!

Tooru cayó al suelo pesadamente.

-Demonios… Y yo que no sé formar barreras… O quizás sí –como los Arcángeles Blancos, el Arcángel del Hielo se concentró y mentalizó una barrera que permitiera luchar sin problemas y a la vez proteger a la gente que pasaba, tanto física como mentalmente.

Y con dificultad lo logró, pues mientras comenzaba a formarse, el hombre esquivaba ataques a diestra y siniestra.

El arma de Schneider, una extraña cadena con un gancho al final, rematado por un largo mango con una filuda cabeza de lanza causaba destrozos en el pavimento, pero Tooru no atacaba aún, o al menos hasta que se formó la barrera. Una vez se completó…

-¡Ahora puedo luchar con más libertad! ¡Ventisca Helada!

-Eso no es nada… Comprueba el poder del ¡Oblivion! –Schneider lanzó tres puños al aire, y los golpes resultantes volaron dejando una estela oscura atrás. Tooru no logró esquivar los tres golpes a tiempo, pero Schneider no se fue en blanco.

-Tienes suerte… Me golpeaste por un descuido, pero no volverá a suceder, Arcángel del Hielo. Como dije, sólo venía a 'saludar'… Así que considérate suertudo al dejarte vivir –y como sus congéneres, Schneider desapareció, aunque no en medio de una risotada infernal.

El arquitecto disipó la barrera, y sacando fuerzas de flaqueza caminó hasta una banca del parque, donde se desplomó, absolutamente agotado.

-Tendré que trabajar más duro que nunca… Si quiero seguir vivo –se dijo, exhausto, antes de sacar su frasco de pastillas de menta y meterse una a la boca.

Una vez recuperadas las fuerzas, el Arcángel del Hielo comenzó a analizar la situación que vivió hace poco. Unos rasguños aquí, un fuerte golpe allá… Y el inmenso error de no pedir ayuda; no se le había ocurrido.

-¿Qué debo hacer…? Tengo que informar de esto a los demás, pero en Japón es de madrugada y aquí no sé a quién acudir… O quizás sí.

Corrió hasta su apartamento y buscó entre su agenda el número de Wataru. Una vez lo encontró marcó al teléfono del estudiante.

-Hola, ¿Osorezan-kun?

-¿Con quién hablo?

-Soy yo, Akuji.

-¿Akuji Tooru? ¡No lo puedo creer!

-Créelo, chico.

-¿Y por qué la llamada? Usualmente vives muy ocupado.

-Sufrí un ataque.

-¿De dolor?

-No; me atacó un Contraarcángel.

-¿Cómo dices? ¿Acaso fue Pierre?

-No… Me atacó un viejo conocido mío, Karl Heinz Schneider. ¿Y quién es Pierre?

-El Capitán de la Selección Francesa. Akuji-san, ten mucho cuidado.

-Lo suelo tener. Por favor avísale a quien puedas sobre esto; me temo que ni siquiera nosotros, los Arcángeles Negros podremos luchar solos contra los Contraarcángeles.