1970 - La mariposa y el monstruo de Frankenstein


El Potterverso es de Rowling


Ese año Lily y Severus quisieron repetir la experiencia de ir a pedir dulces los dos juntos en Halloween porque se lo pasaron muy bien pese a las burlas de las amigas de Tuney y el clasismo de los vecinos de Lily.

A principios de septiembre, ambos ya tenían pensado su disfraz. Debían elegirlo con mucha antelación para tener tiempo de prepararlo y que quedara estupendamente. Lily decidió disfrazarse de mariposa y Severus de monstruo de Frankenstein.

Con la ayuda de Violet, Lily hizo su disfraz de mariposa a partir de telas de felpa. Violet le cosió el disfraz con su máquina de coser. El disfraz de Lily tenía un body violeta que iba del cuello hasta los pies y era de manga larga, dejando las manos al descubierto. A partir de una tela roja hicieron dos alas idénticas de mariposa, que decoraron con telas de felpa de color amarillo y purpurina, atándoles unas correas para poder ponérselas como si de una mochila se tratase. Y una diadema con las antenas hechas con las telas de felpa enrolladas en alambres para que se sostuvieran.

Severus hizo unos tornillos falsos con cartón y cartulina gris. Eileen mediante un hechizo hizo que se sostuvieran en horizontal encima del cuello de su hijo. También buscaron ropa vieja, de Tobias cuando era niño, para hacer de ropa del monstruo. Cosieron unos guantes de un tono de piel verdoso con cicatrices similar al que le maquillaría en la cara para no tener que hacerlo en las manos.

Sin embargo, ninguno había enseñado su disfraz al otro. Iba a ser una sorpresa.

Lily tenía un pequeño dilema. Estaba delante del espejo intentando ponerse sus antenas de mariposa. Pero no se decidía en que la diadema tirase su flequillo hacia atrás, porque las mariposas no tenían el pelo pelirrojo, o no recoger el flequillo y dejar un poco de su melena pelirroja como flequillo. No se decidía.

— ¡Lily, ya casi es la hora! ¡No hagas esperar a los Snape!

Lily bufó. Ya le pediría consejo a su amigo. Severus era tan bueno haciendo disfraces como ella.

Salió de su habitación y se encontró con Petunia, quien llevaba un disfraz de unicornio. Su madre también la ayudó en la creación de su disfraz. La parte del cuerpo del unicornio era de felpa blanca y le llegaba del cuello hasta los pies, con una capucha del mismo color donde bordaron los ojos del animal y cosieron un morro y un cuerno dorado que quedaría encima de la cabeza de Tuney si decidía ponerse la capucha. La crinera iba des del cuerno dorado hasta debajo de la espalda, donde cosieron una cola blanca en un sitio donde pudiera sentarse con total comodidad.

Se quedaron mirando en silencio.

— Este disfraz es de los pocos que pueden combinar con tu pelo y quedar bien. — Tuney asintió aprobando la vestimenta de su hermana.

— Tu pelo rubio le da un aire mágico al disfraz, Tuney. Seguro que serás el unicornio más bonito de toda Inglaterra.

Petunia sonrió satisfecha y bajó las escaleras. Lily la siguió. Ambas hermanas habían quedado con sus respectivos grupos de amigos. A Lily le decepcionó un poco saber que Petunia seguía viéndose con sus amigas después de que el año anterior ellas se rieran de la pobreza de Severus. Pero Petunia estaba disgustada con Lily porque ella seguía juntándose con él. Así que estaban empatadas.

Petunia tomó su bolsa de plástico en forma de calabaza de Halloween, se despidió de Violet y se fue a casa de Fanny. Habían quedado en la casa de su amiga porque su amiga vivía en el lugar más céntrico. Lily tomó dos bolsas, una para ella y otra para su amigo y se fue a la Calle de la Hilandera tal y como habían quedado. El chico tenía miedo que durante uno de los ataques de ira de su padre, este le rompiera la bolsa con la que ir a pedir chuches, así que su amiga le hizo el favor de guardársela cómo hizo el año pasado y ella se la traería a su casa.

Lily se dirigió a la casa de su amigo. La Calle de la Hilandera no parecía un lugar tan pobre durante las festividades. Las casas estaban decoradas con luces, calabazas y murciélagos hechos a mano.

Entró en el porche de la casa que estaba junto al río, la de su amigo, y llamó al timbre.

Oyó unos pasos y la puerta abrirse.

— Lily, tengo un problema muy gordo — Severus parecía preocupado. Llevaba la ropa más grande y holgada de lo normal. Unos pantalones marrones y un jersey negro de cuello alto. Tenía toda la cara maquillada de verde y unos tornillos bien grandes alrededor del cuerpo. — No sé dónde poner la cicatriz en la cara del monstruo.

— Mmmm — Lily lo meditó durante unos momentos mientras su amigo se hacía a un lado para que ella pudiera entrar a la casa. — Ya sé — respondió feliz con un brillo en los ojos. — El monstruo de Frankenstein fue creado a partir de partes del cuerpo de cadáveres, así que puedes ir con más de una cicatriz en la cara.

— ¿De verdad?

Lily asintió.

Severus corrió escaleras arriba hacia su habitación donde lo esperaba su madre para terminar de maquillarlo.

— ¡Mamááááá! ¡Ya sé dónde quiero que vaya la cicatriz!

— ¿Dónde, hijo? — preguntó Eileen rebuscando entre su bolso de maquillaje.

— Una que me vaya de punta a punta en la frente, otra por la mitad del rostro por encima del puente de la nariz y la última por encima de la barbilla — el niño trazó con el dedo los lugares exactos donde quería que su madre se las trazara.

Eileen asintió y empezó a dibujar las cicatrices.

Lily se quedó esperando en la puerta viendo como la madre de su amigo terminaba de maquillarlo.

Cuando Eileen terminó de maquillar al muchacho, Lily se le aproximó.

— Pareces el monstruo de Frankenstein de verdad. — respondió feliz. — Sev ¿puedes ayudarme ahora tú a mí un momento?

— ¿Qué ocurre, Lils?

— No sé cómo ponerme la diadema de las antenas. Me la pongo así — Lily se puso la diadema recogiendo su flequillo — o así — dejando el flequillo sin recoger.

— Mmm — Severus lo meditó unos momentos. — Así — él puso la diadema de forma que el flequillo quedara sin recoger — las mariposas forman parte de la naturaleza, así que no podemos recogerte el pelo. Sería ir contra la naturaleza.

La niña asintió convencida con el argumento de su amigo.

— Aquí están. — Eileen sacó algo de debajo de la cama de su hijo — Severus, estas botas irán bien con el disfraz.

— ¿Qué? — el niño había terminado de ponerse los guantes que simularían la piel del monstruo — pero, mamá, el monstruo de Frankenstein va descalzo. Mira — sacó un libro, sin solapas, de debajo de una caja que estaba bajo su cama (no podían permitirse comprar estantes o la madera para hacerlos), buscó entre las páginas y luego lo giró para que su madre y Lily pudieran verlo. Era un dibujo de un humano grande y corpulento, con cicatrices en el cuerpo. — Ves, va descalzo — y efectivamente, en la ilustración iba descalzo. — Tengo que ir descalzo si quiero que mi disfraz sea perfecto.

— ¿Cómo vas a ir descalzo a finales de octubre? ¿Quieres pillar una pulmonía? Vas a ir con zapatos sí o sí. Si te niegas, les pondré un hechizo alarma para saber si te las quitas y llevarte a casa de nuevo.

— Pero madre...

— Zapatos. — fue el ultimátum de Eileen.

Severus pareció algo decepcionado, pero obedeció a su madre.

— Además los he buscado de un estilo similar a la ropa que elegiste para hacer de monstruo. No puedes quejarte.

— Me van un poco grandes.

Eileen le dio unos calcetines gruesos para que su hijo pudiera caminar bien aun llevando calzado dos tallas más grande que la suya.

— Lily, me ha llamado tu padre del taller. Dice que vendrá a recogerte cuando salga del trabajo.

— Claro, Eileen. Eeeehhh... ¡Voy un momento al baño! Dejo las bolsas aquí — Lily puso las bolsas en forma de calabaza de Halloween encima de la cama de su amigo y corrió escaleras abajo.

— Vale. — respondió su amigo mientras se ponía los calcetines grandes que le había dado su madre.

Una vez el niño estuvo listo, cogió las bolsas y bajó al salón a esperar a Lily e ir juntos a pedir dulces. De pronto una idea cruzó su mente.

Voy a hacerle un susto a Lily.

Puso las bolsas encima del sofá y se acercó al baño. Se puso delante de la puerta en silencio.

Lily terminó de orinar, se volvió a poner el disfraz y se lavó las manos. Abrió la puerta y se encontró a su mejor amigo maquillado con la cara verde y cicatrices negras por el rostro, con ropa que le iba aún más grande que la que normalmente usaba casi pegado a un palmo de su cara.

— ¡AAAAAAAAAAAAAAAAHHHHHHHHHHHHHH! — gritó asustada.

Severus empezó a soltar grandes carcajadas.

— ¡Cabrón! — Lily se enfadó con él mientras Severus seguía partiéndose de risa. — ¡Malnacido!

Severus seguía riéndose con cuidado de que no se le saltaran las lágrimas y echaran a perder el maquillaje de su disfraz.

— Niños, ¿qué es este escándalo? — Eileen salió de la cocina para llamarles la atención con el ceño muy fruncido.

— Nada, madre.

— Nada, Eileen.

— Si ya estáis los dos listos, id a pedir dulces. Volved antes de que John cierre su taller para que pueda recoger a Lily directamente sin tener que esperarse.

— Sí, mamá.

— Sí, Eileen.

Los dos corrieron al salón, cogieron sus bolsas de plástico con forma de calabaza y salieron de la casa. Medio segundo después, sonó el timbre en casa de los Snape. Eileen rodó los ojos. Menos mal que el siguiente año irían a Hogwarts... Si cada vez tenían que hacer la misma pantomima... Agarró el bol lleno de dulces caseros que había preparado y se dirigió a la puerta.

La abrió.

— ¡Truco o trato! — Severus y Lily sonrieron y le extendieron sus bolsas.

— ¡Oh! ¿Qué tenemos aquí? — Eileen fingió que no se trataban de su hijo y su mejor amiga. Solo con ver la cara de su hijo feliz, ella haría la misma pantomima año tras año si hacía falta — Una bonita mariposa y el aterrador monstruo de Frankenstein. Gran novela del mundo muggle, por cierto. A ver, esto para ti — Eileen puso un puñado de dulces en la bolsa de su hijo. — Y esto para ti — puso otro puñado de dulces en la bolsa de Lily.

— Gracias — respondieron ambos niños con una sonrisa.

— ¡Adiós! — Eileen se despidió con la mano y cerró la puerta. Volvió a la cocina a preparar la cena hasta que otro grupo de niños disfrazados llamara pidiendo dulces.

...

Lily y Severus habían terminado de pedir dulces en la Calle de la Hilandera. Ahora se dirigían al barrio de Lily a pedir dulces.

— Tengo ganas de ir a casa y enseñarle a mamá el montón de dulces que hemos conseguido. — Le brillaron los ojos. Se giró hacia su amigo. — Todavía no ha visto tu disfraz de monstruo de Frankenstein. Seguro que le gusta mucho, además, va mucho con tu estilo.

Severus asintió.

— Sí. Ya que en tu barrio me darán menos dulces por vivir en la Calle de la Hilandera, al menos, me disfrazaré de lo que a mí me gusta.

Lily estaba a punto de decir que la verdadera razón era por el disfraz terrorífico que llevaba, que les daba miedo, pero antes de que pudiera abrir la boca, Severus llamó a la primera casa donde empezó a cambiar la cantidad de dulces que daban a cada niño.

...

Ya habían recorrido la mitad del barrio. Ahora se dirigían a la parte donde estaba la casa de Lily. La casa de Lily estaba a quince minutos andando de la de Severus, pero como después tenían que regresar a casa de los Snape, prefirieron tomar un camino más largo y así después de ir al hogar de los Evans podrían regresar a la Calle de la Hilandera de inmediato. Y como estaba más oscuro no tendrían que caminar tanto por la noche, pues a ninguno de sus padres les gustaba que lo hicieran por mucho que las malas compañías del pueblo estuvieran en las tabernas.

— ¿A qué calle vamos primero, Lily? — Ambos niños tenían la duda de ir a la calle donde estaba la casa de los Evans primero, y encontrarse con Violet, o ir primero a la calle donde estaba la pastelería de los Custys, donde la señora Custys servía unos deliciosos dulces y era de las pocas personas del barrio de Lily que no discriminaba a Severus por sus orígenes.

— Mmmmm — Lily miraba la bifurcación dudando también. A su madre la quería mucho, al igual que a papá y a Tuney, pero la señora Custys tenía gran variedad de chucherías que volvía locos a todos los niños de Cokeworth.

Mientras ambos amigos estaban indecisos, oyeron unas voces que parecían ser de niña, que hacían unos chillidos agudos.

Se escondieron en los arbustos y esperaron en silencio.

Vieron que las propietarias de esas voces eran Petunia y sus amigas.

Lily y Severus se miraron. Ambos con una sonrisilla maléfica y un brillo en los ojos.

Iban a asustarlas en venganza por las burlas hacia ellos.

Severus vació su bolsa de chucherías y se la acercó a la boca.

— ¡BUUUUUUUUUUUUUU! ¡Soy el fantasma de Cokeworth! ¡BUUUUU! — su voz sonaba mucho más grave de lo normal, pues la bolsa le daba un pequeño eco. — ¡He venido a llevaros conmigo porque sois unas niñas malas, bobas e imbéciles! — ahora no tenía que contener insultos como cuando estaba frente a su madre o los señores Evans, ellos jamás le habrían permitido decir esas palabras aunque hablara de personas que se hubieran metido con él. Lily se puso las manos en la boca intentando contener la risa.

— ¿Habéis oído esa voz? — las amigas de Tuney y la misma Petunia se detuvieron, pues no la reconocían.

— ¡Cómo tenéis queso fundido en vez de cerebro os llevaré conmigo y os encerraré en una cueva para que aprendáis a no ser tan imbéciles! — Lily intentó contener las carcajadas.

— Seguro que es una broma de mal gusto de algunos niños... — las tranquilizó una.

Lily movió las manos haciendo levitar un puñado de hojas que estaban en el suelo. Giró su muñeca derecha y las hojas se juntaron formando una cara fantasmagórica. La niña puso las palmas de las manos en su pecho y las movió hacia delante poco a poco. La cara de hojas se movió en esa dirección. En ese momento ninguno de los dos lo sabía, pero Lily empezaba a demostrar lo habilidosa que era con los hechizos.

— Tenemos que separarnos y encontrar a esos niños idiotas. — dijo una de las niñas.

— ¡Mi-mirad! — Sophie asustada señaló en una dirección cerca de un arbusto.

Todas se giraron en esa dirección.

Una cara de hojas fantasmagóricas se acercaba lentamente hacia ellas.

— ¡Soy el fantasma de Cokeworth y he venido a llevaros conmigo para quitaros el serrín que tenéis en el cerebro, niñas idiotas!

Esa vez sí, las niñas gritaron y salieron corriendo. A algunas se les cayeron gran parte de sus golosinas.

Severus y Lily se miraron intentando ocultar sus carcajadas.

La única que no salió corriendo fue Petunia, quien frunció el ceño. La forma en que levitaba el monstruo de hojas se le hacía muy parecido a la forma en que Lily hacía flotar algunas flores.

Oyó las risitas que venían de los arbustos. Se acercó en silencio y vio a Lily y al bicho raro riendo a grandes carcajadas.

— ¡Vosotros! ¡Fuisteis vosotros, bichos raros! — ambos niños la miraron en silencio y después siguieron desternillándose de risa. Petunia sabía que no podía darles la amenaza de decírselo a su madre porque sus amigas siempre se reían del chico y ella podría salir escarmentada también. Miró a su alrededor, agarró un puñado de tierra y se los lanzó.

— ¡EEHHHH! — se quejó Severus.

Petunia les sacó el dedo de en medio y se fue hecha una furia.

— ¡Mira! — Lily señaló con el ceño fruncido el sitio por el que se había ido su hermana. — ¡Tuney se ha enfadado!

A Severus que Tuney se enfadara o estuviera contenta se la traía al pairo. Le caía mal y siempre se burlaba de su pobreza y su ropa de segunda mano. Por suerte, no llegó a encogerse de hombros, pues sabía que Lily se enfadaría. Intentó animarla.

— ¿Por qué no vamos a la calle de la pastelería de la señora Custys y después a la calle donde está tu casa? Seguro que la señora Custys tiene gran cantidad de dulces para todos nosotros y Violet se alegrará de vernos.

Lily estuvo con el ceño fruncido, enfadada con Severus porque Tuney se había enojado con ellos pero finalmente accedió. Severus puso sus dulces de nuevo en la bolsa y se levantaron. También se quedaron con algunos de los dulces que las amigas de Petunia habían tirado.

...

Después de recorrer todo Green Street llamaron a la pastelería de la señora Custys. Abrió la puerta una mujer cincuentona con el pelo ondulado, rubio con algunas canas recogido en un moño y unas gafas pequeñas y cuadradas. Iba vestida con unos vaqueros, un jersey de punto azul y un delantal con flores.

— ¡Truco o trato! — ambos niños extendieron sus bolsas para que les diera los dulces.

— Ostras, si son Severus Snape y Lily Evans disfrazados de una linda mariposa y un aterrador monstruo.

— Sí, el monstruo de Frankenstein. — exclamó Severus.

— Y no un monstruo cualquiera. Si no de unos de los más famosos monstruos de la literatura de nuestro país. Me gusta mucho esa novela, por cierto. — la señora Custys asintió aprobadora. — Y como lleváis unos disfraces tan chulos, os daré algunos dulces.

La señora Custys sacó un bol lleno de dulces.

— Tomad, he hecho cupcakes de calabaza, chocolate, vainilla, fresa,... — dio tres de cada a cada uno. — También tengo manzanas caramelizadas y galletas de jengibre.

A ambos niños se les llenó la boca de agua al ver los dulces caer sobre sus bolsas. ¡Qué buena pinta! ¡Qué ganas de probarlos!

— ¡Gracias, señora Custys! — exclamaron ambos niños sonriendo.

— Adiós, niños. No regreséis muy tarde a casa.

La señora Custys se despidió con la mano de ambos niños y cerró la puerta.

...

Ambos miraban como la cantidad de dulces aumentaba, aunque Lily tenía más que su amigo, debido al clasismo de los vecinos de la bruja. Aun así Severus estaba contento con la cantidad que había en su bolsa. Lily le había ofrecido algunos suyos pero este lo rechazó, demasiado orgulloso para aceptar caridad.

Los vecinos más directos de Lily reconocieron al muchacho. Y no les gustó verlo ahí. Ese niño pertenecía a la Calle de la Hilandera. ¡Qué se quedase en ese barrio lleno de mugre! Así que pusieron un puñado de dulces en la bolsa de Lily, mientras que a él le daban unos pocos caramelos. Severus intentaba mostrarse sereno, aunque en el fondo tenía ganas de llorar. ¡Solo tenía diez años! ¡Él no había elegido ser pobre! Lily siempre quiso defenderlo, pero entonces los adultos la tachaban de maleducada y a Severus no le gustaba que Lily le ayudara. Ese problema era suyo, no de ella. Ese año ya habían dejado de intentar que en algunas casas a ambos les dieran la misma cantidad de dulces y se conformaron con esa injusticia.

En Hogwarts todo sería diferente... Pensó.

Por desgracia, se equivocaba.

Un poco desanimado llegó a la casa de los Evans. Violet se alegraría de verle. Y quería enseñarle su disfraz. Ella todavía no lo había visto. Seguro que le gustaría. Mamá y él se habían esforzado mucho en hacerlo.

Lily se le adelantó correteando hacia la entrada de su casa y llamó al timbre. Violet abrió. Había estado haciendo el pan de manzana y la tarta de calabaza.

— ¡Lily! — Violet sonrió al ver a su hija. — ¡y Severus! — se alegró de ver al mejor amigo de su hija menor.

— Hola, mamá.

— Hola, Violet.

— ¡Truco o trato! — ambos niños alargaron sus bolsas de dulces.

— ¡Que disfraces más bonitos! Sabía que te disfrazarías de algo de miedo, Severus — Violet agarró el bol de dulces caseros que ya tenía en el recibidor.

— Del monstruo de Frankenstein. — contestó Severus feliz.

— Muy logrado. Eres clavado al de las ilustraciones del libro que me hicieron leer en la secundaria. — Violet frunció el ceño al ver que el niño tenía menos dulces que su hija. ¿La gente ni siquiera tenía piedad con los niños? ¡Severus no había elegido sus orígenes! Ni con dos guerras mundiales aprendieron nada... —Esos disfraces tan chulos y bien logrados merecen una recompensa. — cogió el bol lleno de dulces caseros que ya tenía en el recibidor y abocó un puñado en la bolsa de Lily y otro puñado en la bolsa de Severus. Intentó poner la cara del bol donde caían las golosinas hacia ella para que ambos niños no vieran la cantidad de dulces que Violet abocaba, pues se darían cuenta que ponía más en Severus que en Lily. La mujer quería igualar un poco la cantidad de dulces que tenían, pero tampoco que su hija se sintiera mal por darle menos dulces a ella que a su amigo. — ¿Eileen te comentó que papá te recogería en su casa? — preguntó a su hija.

— Sí, mamá. Esperaré a papá en casa de Sev y después iremos a recoger a Tuney.

— Bien, Tuney vino con sus amigas antes que vosotros. ¿Las habéis visto?

Antes de que la cara de Lily enrojeciera, la niña era una mentirosa pésima, Severus se puso delante de su amiga disimulando y respondió a la señora Evans.

— Sí, sí que las vimos. Acababan de volver de tu casa... Y ahora se dirigían a las casas que había al otro lado del parque.

— Sí, Tuney me comentó que antes de venir a nuestra casa fueron a la pastelería de la señora Custys y que ahora iban a las casas al otro lado del parque. Me comentó que se quedaría en casa de Sophie también. Lily — esta vez se dirigió solo a su hija — cuando papá te venga a recoger, dile que tenéis que ir a recoger a Tuney en casa de Sophie.

— Sí, mamá.

— ¡Adiós! No vayáis muy tarde a casa de Eileen.

— No, mamá. Solo nos faltan las casas que están al otro del parque y ya habremos terminado. La casa de Sev está a quince minutos de la nuestra. No creo que tardemos mucho en pedir los dulces de las casas que nos faltan e ir a la Calle de la Hilandera.

— Recordad no hablar con extraños. — les recordó Violet preocupada.

— No, Violet. No nos hemos encontrado con ningún desconocido. — la tranquilizó Severus. Solo con Petunia y sus amigas idiotas. Pensó.

— Tuney tampoco tardará mucho en ir a casa de Sophie. — recordó Violet en voz alta para tranquilizarse.

En la escuela de música donde trabajaba siempre cerraba el 31 de octubre. No así el taller donde trabajaba John, que cerraba a la hora habitual. A Violet le preocupaba que sus hijas, y su casi hijo, deambularan solos por la ciudad cuando casi era de noche, pues había muchos peligros. Si John tuviera fiesta, uno de ellos podría ir con Tuney y el otro con Lily y Severus, pero entonces ¿quién se quedaría en casa a repartir los dulces a los niños que llamaran a la puerta? Eileen tampoco podía abandonar la casa por el mismo motivo y sabía que no podían confiar en el señor Snape. No lo conocía en persona pero sabía que la señora Snape y su hijo no mantenían una buena relación con el padre de la familia, pero siempre que intentaba sacar el nombre de Tobias Snape, Severus y su madre cambiaban de tema. Así que solo le quedaba educar a esos tres niños para que no hablaran con extraños.

Se despidió de ambos niños y cerró la puerta.

— Sev, ¿cómo sabías que Tuney ya había pasado por casa a pedir chuches? — le preguntó la pelirroja a su amigo, una vez se alejaron de la casa de los Evans. Lily sabía que la mayor habilidad de su amigo no eran las pociones, ni la cantidad de información que podía almacenar su cerebro, ni esos hechizos de artes oscuras que tomaba prestados de los baúles de su madre sin que esta se enterara. La mayor habilidad de Severus eran sus dotes de actuación y la facilidad que tenía para mentir. En ese momento, ninguno de los dos lo sabía, pero eso le sería muy útil cuando se hiciera doble espía.

— Oh, es fácil — Severus se giró hacia ella sonriendo. — Para empezar venían de la dirección contraria a donde estábamos nosotros, eso significa que venían de la calle donde está la pastelería de la señora Custys o de la calle donde está tu casa. Tuney iba con ellas, así que todavía no habían terminado de pedir dulces. Si hubiera terminado de pedir dulces, se habría quedado en casa con Violet. Si iban hacia nosotros, que estábamos en el parque, significa que iban a pedir dulces a las casas que están al otro lado. Además, cuando a algunas de las amigas de Tuney se les cayeron algunas chuches cuando las asustamos, vi algunos de los cupcakes que después nos dio la señora Custys y algunos de los dulces que nos dio tu madre. — Severus sentía su cuerpo hincharse de orgullo al mostrarle sus deducciones a su mejor amiga.

— ¡Oh! Severus, eres muy inteligente. — Lily estaba en verdad orgullosa de las conclusiones que había sacado su mejor amigo. — Pareces Sherlock Holmes.

Severus agachó la cabeza, haciendo que su pelo liso con pequeñas capas de grasa le cubriera la cara, que se estaba sonrojando. Era muy tímido a los cumplidos, puesto que no estaba acostumbrado a ellos.

...

— ¡Truco o trato! — Severus y Lily extendieron sus bolsas a la señora que les abrió.

La señora sonrió al verles, pero frunció el ceño al reconocer a Severus y saber dónde vivía. Cogió la bolsa de dulces y dio un poco a cada uno. A Lily le dio más cantidad que a Severus.

Lily frunció un poco el ceño al ver que a su amigo le ponían menos cantidad que a ella. Ella insistía en que era porque Severus llevaba un disfraz que daba bastante miedo y que debía disfrazarse de algo un poco más alegre. Severus le respondía que le daban menos dulces porque era pobre y porque vivía en la Calle de la Hilandera, que también lo miraban así cuando iba a visitarla, que no tenía nada que ver con su disfraz y que se disfrazaría de personajes de miedo porque era lo que a él le gustaba.

Así estuvieron durante las pocas casas que les quedaban. Llamaban a la puerta, salía un adulto de la casa, sonreía, fruncía el ceño al reconocer a Severus como un habitante de la Calle de la Hilandera, le daba más cantidad de golosinas a Lily que a él, les decía adiós, cerraba la puerta y los niños se iban a la siguiente casa.

Cuando terminaron se dirigieron a la Calle de la Hilandera.

...

— No entiendo por qué te dan menos dulces a ti. — se quejó Lily. — Quizá deberías disfrazarte de algo menos terrorífico para que no les dé miedo.

— Ya te he dicho que no es porque mi disfraz les dé miedo, es porque vivo en la Calle de la Hilandera y no quieren verme en tu barrio... — le explicó Severus.

Esa conversación ya la habían tenido decenas de veces ese año y el anterior. Lily se negaba a reconocer que sus vecinos pudieran ser tan clasistas y tan mala gente, seguía pensando que era porque el disfraz de su amigo daba miedo. Severus sabía que era porque era pobre. Ya conocía la mirada y el ceño fruncido de los adultos cuando veían la poca renda económica de su familia. Y cuando iban a pedir chuches en el barrio de Lily, los adultos le dedicaban ESA mirada. Bueno, y cuando no iba a pedir chuches y solo iba a visitar a Lily a su casa, al salir de la Calle de la Hilandera, también recibía ESA mirada. Como ambos amigos eran cabezones a más no poder, decidieron cambiar el tema de conversación para no empezar a pelearse. Hablaron de lo que le contarían a Eileen cuando llegaran.

...

Llegaron a casa de los Snape. Cruzaron la verja, que estaba abierta, y atravesaron el poco cuidado jardín. Severus llamó al timbre. Se oyeron unos pasos dentro y finalmente Eileen abrió la puerta.

— Hola, bienvenidos. ¡Qué bien que hagáis llegado! Pasad. — se echó a un lado para que ambos niños entraran. — Violet me llamó diciendo que no tardarías en venir, que solo os faltaban unas pocas calles.

— No hacía falta que mamá te llamara, Eileen. Severus y yo no tardaríamos mucho en llegar.

— Poca precaución es poca cuando se trata de nuestros hijos, señorita. Ya lo entenderás si algún día eres madre. — le respondió la mujer adulta. En aquel momento ninguno de los presentes imaginó el peligro en el que se vería envuelto el hijo de Lily dentro de unos años.

Fueron hacia el centro del salón, Eileen sacó una cámara de fotos muggle que había preparado.

— Posad que os sacaré algunas fotografías.

Severus y Lily corretearon a un rincón de la sala con sus bolsas de dulces, colocándose uno al lado del otro y mirando a la cámara, sonrieron llevándose las bolsas al pecho. Eileen sacó una foto. Después hicieron varias fotos con cada uno simulando ser de lo que se habían disfrazado. Severus puso caras terroríficas y caminó de manera autómata, Lily batió las alas como si fuera una mariposa y fingió volar. Después hicieron una foto de los dos juntos donde el chico hizo una mueca de miedo y la chica simuló batir las alas de una mariposa.

Después Eileen desmaquilló a su hijo. Se sentó en el sofá y Severus se puso de pie delante de ella. Mientras la madre le quitaba la pintura de la cara a su hijo, Lily ya estaba pensando en el Halloween del siguiente año.

— Sev, ¿de qué querrás disfrazarte el año que viene?

— Pero Lily, el año que viene estaremos en Hogwarts. No podremos ir de truco o trato. — intentaba decir Severus tirando la cabeza hacía atrás para esquivar el pañuelo que su madre le pasaba por la cara. Ambos niños miraron a la bruja adulta. Jamás le habían preguntado cómo se celebraba Halloween en el mundo mágico.

— Qué. — Eileen ya se imaginaba qué preguntarían.

— Mamá.

— Eileen.

— Cuéntanos como se celebra Halloween en el mundo mágico. — pidieron a la vez.

Lily se sentó en el suelo como siempre que la madre de su amigo les hablaba del mundo mágico en casa de los Snape. Severus siguió de pie, pues todavía le estaban quitando el maquillaje.

Eileen sonrió.

— Bueno, en el mundo mágico no nos disfrazamos ni vamos de truco o trato.

— ¡¿Qué?! ¡¿Y qué hacen los niños entonces?!

Eileen sonrió acostumbrada a las interrupciones.

— Se hace una fiesta con un gran banquete lleno de dulces. El salón está decorado con enormes calabazas de Halloween y otros objetos terroríficos. Al terminar el festín se hace un gran baile durante toda la noche.

Severus y Lily se miraron un poco decepcionados.

— Esto parece una fiesta para adultos, mamá.

— Lo único que cambia es la decoración como cuando nos hablaste del banquete de Navidad. Todo es lo mismo, grandes fiestas pero solo cambia la decoración y las túnicas. — continuó Lily.

La mujer se abstuvo de contener una carcajada. Los niños no tenían filtro. Un poco de razón sí tenían. La razón de estas fiestas era presumir, hablar de negocios y encontrar una buena pareja de alto rango y preparar un buen matrimonio ventajoso. Eran fiestas de adultos preparadas para enseñarles a los demás las riquezas que habían obtenido, donde vestían a los niños de adultos en miniatura y les obligaban a comportarse como adultos. Solo en Hogwarts eran los años más divertidos, todos rodeados de niños.

— En Hogwarts habrá muchos niños de vuestra edad y el castillo está hermoso todo decorado con calabazas. Seguro que os divertiréis mucho.

— ¿Tan bonito es el castillo en Halloween, mamá?

— Es imposible describirlo con palabras. — respondió Eileen con un brillo en los ojos, brillo que solo tenía cuando hablaba de Hogwarts.

— ¡Ohhhhhh! — los niños intentaron imaginárselo.

Eileen terminó de desmaquillar a su vástago y subió al dormitorio principal a dejar los productos de desmaquillar. Mientras tanto Severus y Lily se quedaron en la sala de estar mirando las bolsas llenas de dulces. Se miraron con un brillo en los ojos. Corrieron hacia ellas. Sacaron unos caramelos y se los comieron. Cuando la señora Snape bajó las escaleras vio a ambos niños masticando. Rodó los ojos y les lanzó una de sus miradas penetrantes llenas de enojo. Mirada que su hijo usaría en sus clases en un futuro, aunque en aquella época todavía no sabía que acabaría siendo profesor.

— Espero que vuestras pequeñas mentes puedan recordar las veces que Violet, John y yo os hemos dicho que no comáis el postre antes que las comidas. — la advertencia estuvo llena de sarcasmo, algo que también haría su vástago en un futuro.

Severus y Lily se miraron volvieron a mirar a la bruja adulta y tragaron sus dulces.

— Os concederé mi indulgencia, esta vez. — remarcó. — Debido a las fechas de hoy. Pero no esperéis tanta misericordia por mi parte si la acción se repite. No en mi techo, al menos.

— Claro. Gracias, madre. — susurró Severus. Sabía que su madre era muy estricta con las normas impuestas.

— Sí. Gracias, señora Snape. — A Lily siempre le había dado miedo la madre de Severus cuando se ponía a hablar de forma dura. Esa mujer solo hablaba en tono cálido a su hijo. A los demás siempre les hablaba en tono neutro, aunque sonriera. Además era muy alta y tenía un aura que imponía, cuando no estaba su marido, claro. Lily no quería que la madre de su amigo se enfadara, pues dudaba que hubiera una bruja enojada que diera más miedo que ella.

Sonó el timbre.

EIleen abrió.

— Lily, acaba de llegar tu padre. — notificó la bruja después de echar un mirada a la puerta.

Lily recogió sus cosas, se despidió de su amigo y corrió hacia la puerta.

Vio a su papá con el mono del taller.

— Buenas noches, Eileen. Gracias por cuidarla y perdona las molestias.

— No te preocupes, John. Vosotros cuidáis de mi hijo siempre que podéis. Es lo mínimo que puedo hacer.

— ¿Lista para recoger a Tuney y volver a casa? — preguntó John a su hija.

— Sí. Mamá me dijo que te dijera que Tuney le dijo que estaría en casa de Sophie.

— Sí, ya me llamó por teléfono comentándolo. ¿Ya te has despedido de Severus?

Lily asintió.

— Bien. Despídete de Eileen.

— Adiós, Eileen. ¿Nos enseñarás las fotos cuando las hayas llevado a revelar?

— Os daré una copia. Le diré a Severus que te avise cuando las tenga.

— Gracias por todo, Eileen. — volvió a agradecer John. Lily se despidió con la mano y se fueron hacia la furgoneta del señor Evans. Eileen se despidió y cerró la puerta.

Ese año, Severus y Lily también se lo pasaron muy bien al ir a recoger dulces. Pese a que el menor le dieran menos dulces que a su amiga, pero ya estaba acostumbrado. Tuney también se lo pasó bien con sus amigas, salvo por la broma que les hicieron su hermana y el amigo de esta. Algo que por supuesto ninguno de los tres comentó a sus progenitores. En ese momento ninguno de los niños lo sabía, pero sería el último Halloween que estarían juntos. Durante los años 1971 a 1977, los dos magos estarían en el Colegio Hogwarts de Magia y Hechicería durante esas fiestas; durante los años 1978 a 1980, Lily y Severus estarían en bandos enfrentados, los mortífagos y la Orden del Fénix y Petunia viviría en Londres con su marido. En el año 1981, Lily murió y a partir de ese año, durante esas fiestas, los otros dos supervivientes extrañarían esos días que jamás volverían a repetirse, pues tanto Eileen, como John, Violet y Lily ya no estarían junto a ellos salvo en los recuerdos.


Y ya está. Así es como imagino que fueron las noches de Halloween que Severus y Lily en Cokeworth.

Espero que lo hayáis disfrutado. Me gustaría que me dijerais cuál es vuestro disfraz favorito. Recordemos que Severus se disfrazó de monstruo de Frankenstein y de conde Drácula, Lily de flor y de mariposa y Petunia de unicornio y de hada. También me gustaría que me dijerais si pensáis que los disfraces encajan en las personalidades de los personajes. Con Petunia será un poco más complicado, pero con Severus y Lily creo que no.

Hasta la próxima