Capítulo XI: Reunión Urgente

Una vez terminó la conversación entre Tsubasa y Taro, él se apresuró a tomar su maletín y pedir el taxi que lo llevaría al aeropuerto (este tonto aún no sabe manejar)

Pero mientras esperaba al taxi, Sanae despertó.

-Buenos días, querido.

-Buenos días… -respondió él, dudando de todo. –Sanae, no te levantaste en toda la noche, ¿verdad?

-No. ¿Por qué?

-No… Por nada. Olvídalo.

-No te entiendo, Tsubasa.

-Déjalo así, Sanae. El taxi ya debe estar por llegar…

-¿Ya te vas?

-Tengo que irme ahora mismo al aeropuerto. Nos citaron ya.

-Bueno, cariño –y después de un fugaz (bueno, no tan fugaz…) beso, Tsubasa se fue al aeropuerto. El trayecto fue largo pero sin novedades, y Tsubasa miraba la ciudad por la ventana del auto.

-Disculpe, ¿no es usted el jugador estrella del Barcelona? –preguntó el taxista a Tsubasa en español.

-Eh… No sé a qué se refiere.

-¿No es usted Ozora Tsubasa?

-No… Debe de estar confundiéndome –mintió el Mensajero de los Dioses; era un truco que siempre tenía bajo la manga, aunque inconscientemente sus poderes funcionaron.

-Sí, supongo. Lástima; sería genial si algún día ese jugador se subiera a este taxi.

"Lo siento, señor, pero no puedo dejar que lo sepa."

Una vez llegaron al aeropuerto y Tsubasa pagó, se encontró con varios de sus compañeros de equipo, entre ellos Rivaul, un brasilero con quien se llevaba bien a pesar de todo.

-Hola, Tsubasa. Llegaste bien temprano –dijo el brasilero.

-¿Te sorprende, Rivaul?

-Ya ni sé. Uno nunca termina de conocer a la gente.

"Nada más cierto, amigo…"

-Por cierto, ¿oíste que Santana estuvo por aquí? –preguntó otro jugador.

-¿Quién?

-Carlos Santana… Tú sabes quién es, ¿no, Rivaul?

-Sí, sé quién es, y sé que no se refieren al guitarrista. Lo raro es que él haya salido de Brasil. ¿Acaso lo habrán contratado por acá?

-Ni idea –dijo Tsubasa, quien de hecho sabía muy bien por qué Santana había aparecido en Barcelona: había ido a matar al Kami no Tsukai.

-En todo caso, espero que no se les ocurra a los directivos contratarlo; dicen que es demasiado frío y antipático.

-No lo sé… -dijo Rivaul. –Nunca tuve la oportunidad de hablar con él, pero también me han dicho lo que dijiste.

-No sé si calificarlo como antipático, pero Santana siempre ha sido un joven muy frío –admitió Tsubasa finalmente. –Y según dicen, cada día su forma de ser se asemeja más a la de un cubo de hielo.

Sin embargo, una mano en su hombro le asustó.

-¿Así que me asemejo a un cubo de hielo?

-¡Santana! –exclamaron Tsubasa, Rivaul y los demás del Barcelona, pálidos. Como ya saben la reacción de Tsubasa cada vez que se asusta, hubo una o dos cosas que se cayeron, pero a Santana no le pasó nada; de hecho sólo se escuchó un zumbido.

"Cielos… Si se atreve a atacarme frente a mis compañeros, estoy perdido; mis poderes no alcanzarían para modificarles la memoria a todos."

-Vaya sorpresa… Nunca pensé en encontrarme al equipo de Barcelona en el aeropuerto.

-Sí –respondió Tsubasa seriamente. –Qué coincidencia.

-¿Cómo está tu esposa?

"Vaya que sabe disimular... Y eso que nunca he hablado con él."

-Bien.

-Santana, ¿no se supone que deberías estar en Brasil con tu equipo de fútbol? Si mis cálculos no me fallan están en mitad de temporada –dijo Rivaul.

-Me dieron unos días de descanso.

-Sí, claro… Y la reina de Inglaterra es negra –murmuró Tsubasa para sí.

-¿Qué dices? –preguntó Santana inquisitivamente.

-Nada… Nada en especial.

-Pasajeros del vuelo con destino a La Coruña, favor abordar el avión –se escuchó a través de los altavoces.

-Vamos ya, Tsubasa –dijo Rivaul, halando al japonés por el brazo. –Es un vuelo largo y ni siquiera en un mes llegarías a La Coruña caminando.

-Sí. Adiós… Santana.

-Adiós –y una vez que los del Barcelona se fueron, el Contraarcángel desapareció.

-Oye Tsubasa, ¿qué te pasa? Estás muy serio –preguntó otro de los jugadores del Barcelona al joven que estaba supremamente serio.

-No es nada… Sólo es que me parece muy raro que Santana esté aquí en Barcelona si en Brasil están a mitad de temporada.

-¿Sí o no? –dijo Rivaul finalmente.

-Así es… -dijo Tsubasa, cada vez más serio, y sacó un libro de portugués y sus apuntes. –Veamos, veamos… Ah, iba en la página treinta y dos.

Cada jugador del equipo andaba muy en lo suyo. Rivaul leía El Perfume; otros hablaban, dormían o leían las revistas que siempre hay en los aviones; en cambio Tsubasa se dedico a terminar su deber de la universidad, que en este caso estaba especialmente peliagudo.

El vuelo era largo (N. de. A: Lo siento, pero no sé exactamente qué tan largo), y una vez llegaron a La Coruña, el entrenador les ordenó descansar.

-El vuelo es largo, y los quiero al cien por ciento de sus capacidades. Por eso les ordeno que vayan a sus habitaciones y descansen –dijo a sus jugadores, y cada quien se fue a su habitación.

Tsubasa llegó a la suya y de inmediato llamó a Sanae usando su celular.

-Hola, casa de la familia Ozora. Habla Sanae

-¿Sanae? Amor, soy yo, Tsubasa.

-¿Tsubasa? ¿Qué tal estuvo el viaje?

-Bien, aunque no te imaginas quién apareció en el aeropuerto de Barcelona.

-Ni idea… ¿Quién fue?

-Santana.

-No me digas… Qué vino a hacer aquí, no lo sé, pero de no ser porque estabas con los demás podría haberte matado, ¿verdad?

-Me temo que así es. ¿Cómo vas?

-Bien. No hay clases si no hasta pasado mañana, así que no sé a qué dedicarme. Probablemente me ponga a tejer o algo así

-Mientras estés bien no hay problema. Cuídate mucho.

-Lo mismo. Te amo.

-Y yo a ti. Adiós –y Tsubasa colgó, sin poder evitar dejar escapar un suspiro. Pero bueno, supongo que así son las parejas que por una u otra razón se separan. Acto seguido el japonés se dejó caer sobre la cama y tomó una larga siesta.

Entretanto, en Japón, Kai estaba entrenando fuertemente, pues se acercaba un partido. Sin embargo, no sabía que alguien observaba su entrenamiento fuera del entrenador.

-No lo entiendo. Kagei tiene cara de cansancio pero juega como si nada –dijo el entrenador. -¿No será que…?

-Lo que sea que piense, estoy segura que no es así –respondió Komichi automáticamente, quien acababa de llegar allí. No era asistente del equipo, pero solía observar a los muchachos.

-¡Kagei, ahí te va! –exclamó uno de los mediocampistas del equipo de Kai, haciendo un pase largo. Era la oportunidad del joven Kage no Tsukai de disparar.

-¡Va! –y él dio un soberbio cabezazo. El arquero a duras penas pudo detenerlo, pero había sido una excelente oportunidad.

En el descanso todos tomaron agua, y Komichi se acercó a su mejor amigo.

-Kai-kun… Tienes una cara de cansancio terrible.

-Sí, lo sé. Pero no hay nada… -Kai bostezó largamente. -…nada que yo pueda hacer. Tengo insomnio.

-¿Insomnio? ¿Has intentado tomar leche caliente con miel?

-Esto… No.

-Inténtalo. A mí siempre me funciona.

-Vale, pues.

-¡Kagei, a entrenar!

-Sí, señor –y el joven regresó a la cancha. El entrenamiento continuó, pero Kai estaba cansado. Una vez terminó el entrenamiento, él se cambió de ropa y decidió irse directamente a su casa. Sin embargo, Komichi le siguió.

-Kai-kun, ¿vas a ir a tu casa?

-Eh, sí. ¿Por qué?

-Preguntaba nada más. ¿Entendiste lo que hay que hacer para la tarea de filosofía?

-Más o menos.

-¿Podrías ayudarme? Sabes que apesto para la filosofía.

-Pues pensaba llegar directo a dormir.

-¿Dormir un sábado?

-¿Recuerdas lo que te dije?

-Ah, cierto –dijo Komichi, avergonzada.

-Sin embargo, si tienes dudas puedes venir en un rato a mi casa. ¿Te parece bien?

-Claro –y cada quien se separó. En cuanto Kai llegó a la casa…

-Hermano, te llamó alguien –dijo Yuu, dándole una hoja de papel.

-Veamos… Ah, es Shinobu.

-¿Shinobu?

-¿Has ido a Vitalis, verdad?

-Sí.

-Es el dueño. Soy amigo del dueño de Vitalis.

Yuu no lo sabía.

-Wow… Tienes mucha suerte, hermano.

-Yuu, necesito que me hagas un inmenso favor.

-¿Qué?

-Voy a dormir un rato, pero más tarde vendrá Komichi. ¿Me harías el favor de despertarme una vez llegue ella?

-¿Komichi?

-Mito Komichi, mi amiga.

-¿No será tu…?

-No seas tonto. Ella y yo sólo somos amigos. Bueno, por favor despiértame en cuanto llegue –y Kai se fue a su habitación, exhausto. Se cambió de ropa (pero no se puso un pijama, no crean…) y se echó a dormir un buen rato. Hora y media después…

-Kai, ¡Kai! Llegó Komichi –dijo Yuu, tratando de despertar a su hermano.

-¿Ah, sí?

-¿Acaso no le crees a tu buen hermanito? –dijo otra voz desde la puerta.

-¡Komichi-chan!

-Eres un flojo –y ella y Yuu se echaron a reír.

Rato después, Kai estaba en el comedor de la casa, ayudando a su amiga con la tediosa tarea de filosofía. En la mesa había un par de emparedados medio fríos y dos vasos de refresco intactos, pues estaban tan concentrados que ni siquiera se habían detenido para comer algo.

Entretanto Shinobu estaba en su oficina, arreglando ciertos asuntos, y preocupado por la batalla que había tenido. Como por suerte había dormido más que Kai, se le veía lúcido, pero no por ello menos serio. Sin embargo, Jinko llegó de improviso, viéndose preocupada.

-Shinobu-san… Hubo más ataques sobre los otros –dijo ella una vez cerró la puerta de la oficina.

-¿Qué dices? ¿A qué te refieres?

-Wakabayashi-san estaba hoy en casa de los Akuji en Osaka, y un ser idéntico a la esposa de Tsubasa-kun lo atacó. Por suerte Misaki-san, Ikazuchi y yo pudimos llegar a tiempo, pero ese ser casi nos destruye.

-Dime que eso no es cierto. ¿Alguien idéntico a Sanae? Definitivamente esto es obra de Kuro. Por cierto, Kai y yo luchamos contra Kuro.

-¿Contra Kuro?

-Así es. Yo presentí que algo malo estaba por suceder aquí en Vitalis y me teletransporté directamente aquí.

-Pero Kuro es demasiado fuerte…

-Ya lo sé. Casi no vivo para contarla de no ser porque Kai llegó justo a tiempo. Sin la ayuda de él nada podría haber sido posible.

-Si tú lo dices.

-Por cierto, ¿cómo es eso que atacaron al Arcángel del Viento en Osaka?

-Ya te dije que él estaba en casa de los Akuji. Sabes que Wakabayashi-san se lleva especialmente bien con Akuji-san, y bueno, éste último le pidió el favor de llevarle algo a Moroha-san.

-Y en esas el ser que Kuro creó atacó a Wakabayashi.

-Exactamente.

-Esos no han sido los únicos ataques que ha habido –dijo otra voz. –Atacaron a Tooru y a Hyuga-san.

-¡Ikazuchi! –exclamaron los dos Arcángeles Negros, sorprendidos. Por suerte no dejaron escapar las olas de energía.

-Wataru me envió un mensaje electrónico contándome que Tooru le había llamado para contarle que había sido atacado por otro Contraarcángel, y a Hyuga-san también lo atacó uno.

-¿Quién fue? –preguntó Shinobu, consternado.

-Wataru me contó que fue el capitán de la Selección Alemana de fútbol, Karl Heinz Schneider quien atacó a nuestro amigo. Y Hino Ryoma, ese jugador mitad uruguayo fue el rival del Arcángel del Fuego.

-¡Eso significa que ya sabemos quiénes son todos los Contraarcángeles! –exclamó Jinko, cayendo en cuenta de todo. –Santana, Pierre, Hino, Schneider y ese ser llamado Kurai, sin contar a Kuro. ¡Todo concuerda!

-¿A qué te refieres, Jinko? –preguntó Rairyuu, confundido.

-En realidad los Contraarcángeles no son del todo rivales directos nuestros. Hasta donde he oído, Schneider y Wakabayashi-san son rivales desde muy jóvenes.

-Y recuerdo que Hino le causó muchos problemas a Hyuga-san –añadió el Arcángel del Trueno.

-Pero las otras conexiones… Hay que averiguarlas –dijo Shinobu, buscando su celular.

-Sí, porque de esto podría depender todas nuestras vidas.

En cuanto lo encontró, el Arcángel del Caos usó su celular para llamar a Taro.

-¿Hola, Misaki-kun? Habla Shinobu.

-¿Kurobane-san?

-Sí… ¿Es posible que vengas aquí?

-¿Cuándo?

-Lo más pronto posible.

-Sí –y no bien fueron pronunciadas esas palabras que se cortó la llamada y Taro apareció, aunque le costó trabajo estabilizarse. No obstante Rairyuu se apresuró a ayudarlo.

-¿Qué sucede? –preguntó el Arcángel del Agua.

-Necesitamos de tu ayuda, Misaki-san –dijo Jinko. –Verás, creemos que ya sabemos quiénes son todos los Contraarcángeles.

-¿En serio? Pues yo sé de Santana y de Pierre, y eso si no contamos a Kurai.

-Wataru me escribió, contándome que a Tooru lo atacó el capitán de la selección alemana de fútbol.

-¿Cómo dices? ¿Karl Heinz Schneider?

-¿No es rival de alguno de ustedes?

-De Wakabayashi-kun hasta donde sé.

-Pero nos quedan dudas… ¿Cómo es que Santana, Pierre y Hino están conectados a todos ustedes? –dijo Shinobu, preocupado.

-También Hino… ¿Se refieren a Hino Ryoma, verdad?

-Sí.

Todos se quedaron en silencio, pero de inmediato Taro supo la respuesta.

-Pierre y yo somos rivales desde que yo estaba en Francia. Schneider y Wakabayashi eran compañeros y rivales en el Hamburgo. Hino y Hyuga se detestan por este asunto de la selección, pero no encuentro conexión entre Santana e Ishizaki. Quizás eligieron a Santana para que ataque a Tsubasa-kun, Ishizaki-kun e Imawano-san indiscriminadamente, mientras Kuro planea las cosas.

-Pero no creo que Kuro vaya a quedarse de brazos cruzados –dijo Rairyuu.

-Eso te lo puedo asegurar –agregó Shinobu. –Yo mismo luché contra Kuro. De no haber sido por Kai…

-¿El Kage no Tsukai?

-El mismo.

-Yo creo que lo primero que debemos hacer es avisar a los demás. A Tsubasa-kun, Wataru y los otros –dijo Jinko, mirando por la ventana de la oficina. –Sobre todo debemos informar del peligro que representa esa Kurai.

-Tsubasa-kun ya sabe de Kurai, aunque no lo crea aún.

-¿Le avisaste, Misaki-san?

-Sí. Lo llamé esta tarde, una vez estaba seguro que él estaba despierto.

-Pero faltan los otros, e incluso Wakabayashi no sabe de esto.

-No se preocupen, Yo me encargaré de que lo sepa antes que viaje de regreso a Alemania.

-No obstante, hay que estar constantemente alertas- dijo Shinobu, como queriendo ponerle punto final a todo el asunto. –Después de todo, de nosotros depende lo que pase.

Y Taro y Rairyuu regresaron a sus lugares de origen.

-Por cierto, Jinko… Me di cuenta que todavía hay alguien que no logra quitarte los ojos de encima.

-No comiences, Shinobu-san –dijo ella, molesta.

-Sólo decía. Creo que será mejor que le digas a Rairyuu que no estás interesada en él.

-¿Qué dices? Yo jamás diría algo de esa índole… No sería capaz.

-Pues si no lo haces, probablemente él moriría aún pensando en ti todo el tiempo.

-¿Eso es problema mío?

-No sé si lo sea, pero a pesar de todo Rairyuu siempre se ha preocupado por ti.

-Pues quiero que lo tengas muy claro, Shinobu-san: Rairyuu no me interesa más que como conocido y colega de batallas.

-¿Por qué no mejor lo consideras no como tú lo enuncias, si no como tu amigo? Al fin y al cabo, todos lo somos en cierto modo. Tú misma debes de recordar cuando Tsubasa-kun nos derrotó y nos ofreció su amistad.

-Pues…yo…

-No quieres pensar en ello, ¿verdad?

-Así es. Tengo que confesar que mientras fui el Arcángel de la Oscuridad, aquella que sólo quería ver el mundo bajo el manto de la oscuridad, yo me escabullía para verlo dormido…

-Eso lo sabía. Sabía por qué te escabullías, pero por consideración nunca lo dije frente a los demás.

-En ese entonces… Me gustaba Tsubasa.

-Sin embargo creías que era imposible, ¿verdad? Él estando tan enamorado de Sanae como estaba y nosotros y ellos siendo enemigos mortales.

-Sí.

Sin embargo, Jinko tenía una duda.

-Shinobu-san, ¿por qué siempre has sido tan comprensivo y amable conmigo?

-Bueno, sabes que no tengo ni hermanos, ni primos… Bueno, lo confieso: Desde pequeño vivía sólo con mi padre, y él murió cuando yo estaba en la preparatoria… Así que por así decirlo, yo te veía como una hermanita. No lo podía evitar.

-Yo… Yo no recordaba que eras huérfano.

-No creo serlo del todo; mi madre debe de estar viva aún, aunque no la haya visto desde que yo tenía unos cinco años.

-Entonces supongo que debo de considerarme suertuda al haber podido vivir con mis padres.

-Así es. También Wataru, Tooru y Rairyuu tuvieron suerte. En todo caso, creo que ese no es el problema. Cielos, ya es hora de abrir el local. ¿Quieres una soda con helado?

-Hace mucho no tomo una, y ya estoy absolutamente harta de tomar café. Creo que me convendría una soda.

-Vale. La casa invita –y ambos adultos bajaron las escaleras de la oficina. Sin embargo, algo les esperaba abajo.

-Hasta que al fin bajan…

Era Hino.