Capítulo XIII: Tsubasa Pierde Uno De Sus Recuerdos

Rato después, Taro y Wataru decidieron teletransportarse al apartamento de éste último, donde Azumi aguardaba junto al gato del Arcángel del Odio.

-¡Misaki-kun! –exclamó la chica al ver a su amigo después de tanto tiempo, aunque le dolía ver que él tenía muletas.

-Hola, Azumi-chan. Tiempo sin vernos, ¿verdad?

-Ni que lo digas.

-Por cierto, Misaki-kun, te presento a Hester. Es mi compañero de cuarto.

El gato de Wataru brincó a los hombros de Taro y restregó su peluda carita contra la mejilla del Arcángel del Agua.

-Mucho gusto, Hester –respondió el joven tranquilamente; le encantaban los gatos.

-Miaau.

-Bueno, ya que estás aquí, ¿quieres algo de beber?

-No sabes cuánto te lo agradecería.

Wataru fue a la cocina y llevó tres vasos con refresco. Azumi se ofreció a ayudar, pero el chico de los ojos dispares no se lo permitió.

-Eres mi invitada –fue su única explicación.

-Como digas, entonces.

Los tres se sentaron en el mullido sofá de la sala, con Hester jugando con uno de los cordones de los zapatos de Taro.

-¿Y cómo les ha ido en la universidad? –preguntó éste último.

-Bien. Duro pero bien –dijo Azumi.

-No me quejo; me gusta mi carrera –admitió Wataru.

-¿Y a ti cómo te ha ido? –preguntó Azumi.

-Pues he hecho lo posible por recuperarme sin tener que usar mis poderes.

-¿Cómo así?

-Si usara mis poderes para curarme de mi lesión, ¿no crees que sería demasiado repentino? Lo más probable es que la gente comenzaría a investigarme.

-En eso tienes razón, Misaki-kun –dijo Wataru. –Pro eso andas con muletas todo el tiempo, ¿verdad?

-Así es.

-Pero Wataru usa sus poderes para caminar sin sus muletas.

-Sólo cuando estoy solo, Azumi-chan. No podría llegar a la universidad caminando como si nada si todos saben que tengo parálisis cerebral.

-Y sin embargo tu parálisis no es tan grave.

-No creas; soy muy suertudo al sólo no ser capaz de mover mucho mis piernas, Azumi. Podría haber sufrido retraso mental o epilepsia, pero no sé por qué no me pasó.

-Podrían haber sido tus poderes los que evitaron eso.

-Lo dudo; cuando nací se me enredó el cordón umbilical alrededor del cuello o al menos eso me contó mi madre. No creo que en ese entonces supiera de mis poderes.

-Y entonces, ¿desde cuándo sabes que eras un Arcángel Negro? –preguntó Misaki.

-No lo recuerdo.

-Qué raro… -dijo Azumi, mirando la hora. -¡Oh, cielos! Chicos, me tengo que ir.

-¿Qué pasa? –preguntaron los muchachos, curiosos.

-Esto… No es asunto de ustedes –y Azumi se fue.

-Bueno, Wataru-kun, espero que te vaya bien. Me tengo que ir; van a ser las siete de la noche allá en Japón, y bueno, hoy tengo que ir a pagar el alquiler del apartamento.

-De acuerdo, amigo. Cuídate mucho –y Taro regresó a Japón. Wataru se quedó solo con Hester, pero se dejó caer sobre el sofá otra vez.

-Cielos, se nota que estoy muy oxidado. Hacía mucho tiempo no luchaba de esa manera.

-¿Miau?

-No lo entenderías, pequeño… Ni siquiera existías en ese entonces.

Bueno, por ahora dejemos al Arcángel del Odio en París, y centrémonos esta vez en La Coruña. Tsubasa durmió un rato, y en ese instante se encontraba terminando su kilométrica tarea de la universidad.

-Bueno, esto me lo esperaba, pero ya falta poco por suerte –se dijo el joven, mientras seguía leyendo. Sin embargo, no podía dejar de preguntarse cómo estaban los demás… Ahora que estaban otra vez en acción. Sin embargo, no le dieron tiempo de pensar, pues uno de sus compañeros de equipo entró a la habitación alarmado.

-Tsubasa, ¿no sabes qué pasó?

-No. ¿Qué pasó? –preguntó el joven, sorprendido por el tono de su compañero.

-Dicen que Karl Heinz Schneider, del Bayern Munich fue atacado por alguien.

-¿Cómo que atacado?

-Pues por lo que dicen, un fotógrafo lo vio con raspones en la cara.

-Habrá sido un accidente o algo.

-Lo dudo. Se dice que alguien lo atacó, o algo parecido.

Sin embargo, Tsubasa no creía eso tan fácilmente. Algo le decía que había sido justamente al revés.

-Entonces supongo que hay que tener cuidado, ¿no?

-Sí, pero, ¿qué tal que nos ataquen o algo por el estilo?

-Lo dudo. Fue tan sólo un incidente aislado –dijo Tsubasa finalmente, volviendo a enfrascarse en su tarea.

-Si tú lo dices… No olvides que a las doce es el almuerzo.

-Sí.

Tsubasa siguió estudiando hasta lograr terminar su tarea. Después de ello, ya satisfecho con el resultado, salió a tomar algo de aire fresco en los jardines del hotel. La suave brisa que sopló en ese instante le refrescó, pues aunque no hacía calor en su habitación, sí necesitaba un cambio de ambiente.

Sin embargo…

-¿Impresión mía, o nunca cambias? –preguntó una voz detrás de él, asustándolo. Como siempre, Tsubasa dejó escapar accidentalmente una ola de energía, y alguien cayó detrás de él.

-¿Quién anda ahí? –y Tsubasa se volteó para ver que era Hyuga.

-Hyuga-kun… No me des esos sustos, ¿quieres? Ya sabes qué pasa.

-Sí, supongo. Pero, ¿qué tal que haya sido un Contraarcángel el que estuviese detrás de ti?

-Probablemente no habría pasado más que una cruenta pelea.

-Por cierto, ¿no te han dado más información?

-De hecho sí… ¿Recuerdas el sueño que tuviste?

-¿Cuál?

-En el que te viste muerto.

-Sí.

-Pues al parecer esa criatura que viste… Ya existe. Misaki-kun, Imawano-san, Ikazuchi-kun y Wakabayashi-kun lucharon contra ella.

-¿Ella?

-Al parecer es una entidad femenina. Misaki-kun me dijo que se hacía llamar Kurai, y que era idéntica a Sanae.

-¿En serio?

-No sabría decirte, Hyuga-kun; nunca la he visto, pero dicen que es terriblemente fuerte. De hecho los demás estaban sorprendidos de seguir vivos.

-Como si luchar contra Hino no fuera suficiente –rezongó Hyuga, molesto.

-¿Hino? ¿Hino Ryoma?

-Sí; es otro Contraarcángel. De hecho luché contra él y por un descuido me hice una cortadura en la cabeza. Aún me duele.

Y Hyuga le mostró la costra.

-Eso significa que hasta ahora sé que Santana, Pierre, Hino y Kurai son Contraarcángeles… No sé quién más sería.

-¿Cómo que quién más?

-Es decir, deberían ser cinco Contraarcángeles, ¿no?

-Eso tiene sentido. Si está Santana por ti e Ishizaki, Pierre por Misaki, Kurai por sabrá Dios quién…

-Por Sanae.

-Bueno, y Hino por mí, ¿no crees que sería alguien por Wakabayashi? Y creo saber quién puede ser.

-¿Quién?

-Schneider. Karl Heinz Schneider.

-Oye… ¡Con razón los raspones de la cara!

-¿Qué dijiste?

-Hace un rato un compañero de equipo me dijo que a Schneider 'le habían atacado', pero algo me decía que eso no podía ser cierto.

-Y tal parece que en realidad… Él podría haber atacado a alguien entonces.

-Pero la pregunta es ¿a quién?

-¿Y cuándo?

Pero ninguno de los dos se dio cuenta de la persona que estaba observándolos tranquilamente.

-¿Y qué tal si se encargaran de averiguar personalmente? –dijo quien los había estado observando.

-¡Schneider! ¿Qué haces aquí? –exclamó Tsubasa, atónito.

-¿Realmente te importa?

-Anda, responde; odio cuando la gente responde con otra pregunta –dijo Hyuga, presintiendo algo malo.

-Desde esa noche mis sentidos se agudizaron; los pude escuchar desde Munich.

Bueno, no parecía una exageración lo que Karl decía; aún estando aproximadamente a mediados de primavera ya en España hacía algo de calor, pero Karl tenía puesta una gabardina negra, al igual que lentes oscuros. Se veía muy fuera de lugar.

-No me digas –dijo Hyuga. -¿Ahora no soportas la luz del sol?

-¿Qué comes que adivinas, Arcángel del Fuego?

Y ahí sí que los dos japoneses se quedaron helados.

-No otro… Esto se pone cada vez peor –musitó Tsubasa, que aún no se recuperaba del impacto.

-¿Cómo que peor? Si esta fiesta aún no comienza… ¡Oblivion!

Sin embargo su ataque no surtió efecto, pues Tsubasa y Kojiro lo esquivaron, y además por la gabardina los movimientos de Schneider eran algo torpes. Tsubasa de inmediato formó la barrera, mientras que Hyuga se encargaba de distraer al Contraarcángel.

-Creí que habías tenido suficiente con lo del Mundial Juvenil, Schneider.

-No serás mi verdadero rival, pero un Arcángel es un Arcángel. ¡Acabaré con ustedes!

-¿Tu verdadero rival? ¿A qué te refieres? –dijo Tsubasa, ya empuñando su fiel espada.

-No es asunto suyo… O espera… Sí; sí lo es, ya que ustedes son amigos de esa escoria.

-¡Habla ahora! ¡Tormenta de Fuego! –Hyuga atacó furiosamente, pero el ataque de él fue fácilmente desviado por Schneider. -¿Qué?

-Sus ataques son demasiado débiles, Hyuga. Bueno, era de esperarse de unos japoneses.

-¡Grito de los Dioses! –Tsubasa atacó, y aunque Schneider también lo desvió, sí le dejó lastimadas las manos.

-Diablos… Éste sí es más fuerte…

-¿Qué dices? ¡Responde de una vez quién es tu 'verdadero rival!'

-Vaya… ¿No les digo que mi oído es muy sensible ahora? ¿O acaso se les olvidó de qué hablaban?

Y tanto el Kami no Tsukai como el Arcángel del Fuego cayeron en cuenta que Schneider sí era un Contraarcángel… El rival de Genzo.

-Wakabayashi-kun… -murmuró Tsubasa.

-Exactamente. Esa escoria y yo somos rivales desde mucho antes de nacer…

-Y sin embargo era amigo tuyo –dijo Hyuga, amenazador. –Alcanzaron a ser compañeros de equipo.

-¡Nunca fue mi amigo! Ambos, no, todos los futbolistas perseguimos el mismo sueño… Y además siempre ha sido mi reto personal el poder vencerlo…

-¡No seas idiota, Schneider! Genzo fue tu amigo, y aunque ahora te hayas dejado vencer por la oscuridad, siempre te ha tenido en gran estima. Lo sé por las cartas que me escribía –dijo Tsubasa, enojado.

-No me hagan reír… ¡Oblivion!

-¡Tú nunca aprendes! ¡Grito de los Dioses!

Los dos ataques chocaron en el aire, pero parecía que el Oblivion de Schneider era más fuerte. Y para desgracia de los buenos, el ataque de Schneider dio de lleno en Tsubasa, que quedó cataléptico.

-¡Tsubasa! ¡Despierta, hombre! –exclamó Hyuga al ver que su amigo estaba inmóvil y en blanco.

-No lo hará. Mi ataque borra la memoria. Ahora mismo él es sencillamente un zombi.

-No puede ser… ¡Reclamo a mi destino por ser yo! ¡Llamarada de Fénix!

Por alguna extraña razón, el fuego que salió de las manos de Kojiro no se dirigió hacia Schneider, si no hacia Tsubasa, que quedó cubierto por las llamas. Sin embargo, Hyuga no se detuvo a ver qué pasaba; tal era su furia (y recuerden que es mucha) que se dedicó sólo a atacar a Karl, hasta que lo tenía acorralado, con una de sus dagas muy cerca de la yugular de Schneider.

-Ahora sí pagarás por todo lo que nos has hecho, y por lo que me hiciste aquella vez en que me diste de patadas en el estómago, Schneider –dijo el Arcángel del Fuego, su aura brillando alrededor y su cara una máscara de furia desatada, aparte de estar bastante herido; no crean que Schneider no se iba a defender.

-Atrévete a matarme a ver si eres tan audaz… -dijo Schneider con sorna. –Eres tan débil que apuesto lo que sea a que no serías capaz de clavarme tu daga en mi cuello.

-No me busques porque me vas a encontrar.

-¡Suéltalo, Hyuga-kun! –exclamó una voz.

Era Tsubasa, completamente recuperado y en plena capacidad de usar sus facultades.

-¡Tsubasa! –exclamaron Hyuga y Schneider sorprendidos. Al parecer el nuevo poder que Hyuga había descubierto había curado de todo a Tsubasa, incluyendo las consecuencias del Oblivion.

-Hyuga-kun, si lo matas, será un escándalo mundial, porque se supone que Schneider debería estar en Munich, no aquí en La Coruña. Además, estoy absolutamente seguro que si acabas con Schneider, Kuro buscará a otro y así sucesivamente. Sólo estaríamos actuando igual o peor que ellos.

-Está bien, Tsubasa-kun. Pero, ¿cómo es que estás curado?

-Sí; nadie suele sobrevivir a mi Oblivion –dijo Schneider, entre cínico y confundido antes de huir.

-No lo recuerdo… Pero cuando recuperé el sentido vi que unas llamaradas me habían curado.

"Entonces mi Llamarada de Fénix contrarrestó los efectos devastadores del Oblivion…" –Hyuga pensó rápidamente. "Eso debe significar que no sólo tenemos un ataque."

Había descubierto lo mismo que Jinko; era señal de que sus niveles de poder estaban aumentando.

-Tienen suerte; adiós –y Schneider desapareció. Tsubasa y Hyuga se miraron y dejaron escapar un suspiro de alivio.

-Creo que será mejor largarme; se supone que debería estar terminando de arreglar las cosas de mi mudanza –y Hyuga desapareció.

Sin embargo, Tsubasa se fue directo a su habitación. Su cabeza daba vueltas, y sentía que había olvidado algo, pero no recordaba qué.

-Creo que aún tengo parte de las consecuencias del Oblivion. Creo que sí he perdido parte de mi memoria.

Tsubasa había olvidado parte de la época de su vida antes de llegar a Nankatsu, cuando era un chico solitario y él sólo tenía a su madre, pues su padre siempre andaba trabajando en su barco y sus abuelos vivían en Shizuoka. Sin embargo, algunos fragmentos de sus recuerdos se habían salvado por suerte. Pero, ¿hasta cuándo? ¿Seguiría perdiendo parte de su memoria conforme pasaba el tiempo como si tuviera la enfermedad de Alzheimer? ¿O sólo si volvía a recibir un ataque de Schneider y quién sabe quién más?

Tsubasa lo ignoraba, y a la vez le daba miedo. ¿Y si olvidaba a sus padres? ¿A sus amigos? ¿A Sanae y el bebé que esperaban?

No; no podía olvidarlos de ninguna manera, ni a ellos, ni a los preciosos momentos que vivió.

Sin embargo, seguía estando en ese estado de meditación, acostado en su cama, hasta que Rivaul, molesto, entró a su habitación.

-Tsubasa, ¿qué crees que haces? Sabes que ya es la hora del almuerzo y el entrenador nos llamó a todos para entrenar –dijo el brasileño.

-¿Eh? Ah… Rivaul. Lo siento; creo que tengo lagunas mentales.

-Espero que no te den en medio del partido.

-Sí, opino lo mismo. ¿Vamos entonces?

-¡Apresúrate, hombre!

Sin embargo, cuando iban caminando hacia el comedor, el moreno jugador notó que Tsubasa se veía raro.

-Oye, Tsubasa, ¿qué te pasa?

-No lo sé… Siento que olvidé algo, pero no sé qué.

-Hasta donde sé, mientras uno va creciendo y envejeciendo uno va olvidando cosas. Es como hacer de cuenta que el cerebro humano es un computador; conforme vas aprendiendo y viviendo cosas nuevas, vas olvidando cosas viejas. Los recuerdos de cuando uno tenía entre uno y tres años son los primeros que se borran, o al menos eso leí.

-¿Cómo lo sabes?

-Me decía a mí mismo que si no podía ser futbolista profesional, estudiaría para ser neurólogo.

-Je… Y yo que estudio Idiomas…

-Sí, gracioso. A ver… ¿Recuerdas cuándo es el cumpleaños de tu esposa?

-El 24 de Marzo (N. de A: Sé que Takahashi nunca ha dado la fecha de cumpleaños de Sanae; por ello puse esta fecha)

-Bueno, normalmente es el primer dato que la gente olvida, así que creo que no es grave lo que te pasó, Tsubasa.

Y llegaron al comedor. Todos almorzaron tranquilamente, y después se pusieron a entrenar para el partido del día siguiente.

Pero a medida que el día transcurría, el joven Mensajero de los Dioses no podía evitar tener miedo a perder la memoria. No pudo sacarse ese miedo de la cabeza en todo el día.

Sin embargo, le sorprendió una llamada al celular.

-¿Hola? Habla Tsubasa.

-Holaniisan. Soy yo, Daichi

-¿Daichi-kun? ¿No se supone que deberías estar dormido a esta hora?

-Ya lo sé, pero… Pero… -y el cambio de la voz de Daichi sorprendió al Kami no Tsukai. –Pero yo necesito hablar contigo,Tsukai.

-¡Shiro!

No podía ser; el Guía Blanco estaba dentro de su hermano menor.

-Sé que el Oblivion de uno de los Contraarcángeles dio de lleno en ti, y por suerte el Arcángel del Fuego encontró el poder justo para curarte. Habrás perdido parte de tus recuerdos, pero gracias a tu compañero no sufrirás más las consecuencias del Oblivion.

-Pero, ¿y si pierdo los demás recuerdos? ¿Y si pierdo mi memoria por completo?

-Lo que uno vive no se olvida aunque uno no lo… recuerde…

-Shiro… ¿Cómo es que estás hablando conmigo?

-Gracias a… A Daichi… –y se cortó la comunicación.

"Así que gracias a Hyuga no perderé el resto de mis recuerdos…" –pensó Tsubasa, más tranquilo. "Sin embargo, no pienso permitir que un ataque de esos me vuelva a lastimar a mí o a mis amigos. Ya veo que los ataques de los Contraarcángeles no sólo hacen daño; también hay efectos colaterales… Más graves de lo que podría imaginar."

Y más agradecido que nunca con el ser que había muerto y ahora poseía de cuando en cuando a Daichi para poder ayudar, Tsubasa decidió dedicarse de lleno a aumentar sus poderes.

-De ahora en adelante no dejaré que nadie sufra más las consecuencias de los ataques de Santana y sus secuaces –se dijo firmemente.

Y al meterse la mano en el bolsillo se encontró con algo muy peculiar: ¡El fragmento de luz pura que su abuela le había dado estaba allí!

-Primero Shiro, y ahora mi abuela… Gracias a los dos –Tsubasa hizo aparecer su espada bajo la forma de la daga, desatando la gema blanca con la piedrecilla, y su espada apareció sin necesidad de luchar.