Capítulo XIV: Un Aliado de Cuatro Patas
Entretanto en Barcelona, Sanae estaba estudiando español, mientras oía algo de música en ese idioma (Tu Corazón de Alejandro Sanz y Lena) Sin embargo, algo la tenía incómoda.
Hacía bastante no los atacaban a ella o a Tsubasa, o eso creía ella, y además no dejaba de sentir que algo le faltaba.
Aunque ella lo ignoraba, faltaba su lado oscuro, que ahora se dedicaba a atacar, destruir y saciar su interminable sed de conocimiento.
Además, desde aquella vez no volvió a escuchar en su mente la vocecilla de su bebé.
Eran tantas cosas las que preocupaban al Arcángel del Amor…
Sin embargo, ella debía terminar los deberes que le habían dejado en el curso. Estaba muy dedicada a ello, pero las sílabas donde había más de una consonante le costaban trabajo.
Sin embargo, sintió otro ramalazo de dolor, no tan potente como el primero, pero igual la dejó casi inconsciente.
"¿Por qué? ¿Por qué siento tanto dolor?"
Y a pesar de que ella era el Arcángel más poderoso, no podía predecir en medio del dolor como su esposo.
Sin embargo, lo que no sabía era que en un punto desconocido del mundo, Kurai también sentía aquel ramalazo. Tan ligadas estaban estas dos enemigas que se desconocían, que sentían el mismo dolor…
Al fin y al cabo, las dos eran Nakasawa Sanae.
Sin embargo, una vecina que estaba ayudando a Sanae con algunos oficios debido a que Tsubasa la convenció entró a la casa y vio a la joven en el suelo.
-¡Dios mío! ¡Sanae! –exclamó la señora, apresurándose a levantar a la joven. Una vez la puso sobre el sofá, la joven japonesa abrió los ojos.
-¿Qué, qué pa, pasó? –dijo Sanae en español.
La vecina le explicó como pudo que la había encontrado en el suelo y que sólo intentó ayudarla. Sanae le agradeció su ayuda con el poco español que recordaba en ese instante, y una vez la vecina se fue, llamó al celular de Tsubasa.
-¿Tsubasa?
-¡Sanae! ¿Te pasó algo? –Tsubasa parecía alarmado ante la llamada.
-Sí… Me dio otro ataque. No fue tan fuerte, pero igual me dejó en el suelo.
-Ya voy para allá –y la llamada se cortó. De inmediato Tsubasa apareció en la sala de la casa y corrió hacia donde se hallaba su esposa. Sin embargo ella no pudo evitar notar lo magullado que estaba el Kami no Tsukai.
-Tsubasa, ¿qué te pasó? Estás muy golpeado…
-Schneider me, no, nos atacó, Sanae.
-¿Nos? ¿Acaso también atacó a uno de tus compañeros de equipo?
-No. Nos atacó a Hyuga y a mí.
-¿Y qué hacía Hyuga en La Coruña?
-Fue allá para recibir información. Ya sabes a lo que me refiero.
-Sin embargo estás muy golpeado…
-Schneider es muy fuerte… Y lo peor de todo es que los ataques de los Contraarcángeles tienen efectos secundarios.
-¿Qué dices?
-No quiero imaginar los demás, pero por culpa de Schneider perdí varios de mis recuerdos. No sé cuáles, pero tengo miedo de perderlos todos.
-¿Y cómo puedes estar seguro de que vas a perderlos todos?
-Bueno, Daichi, es decir, Shiro me dijo que gracias a Hyuga no perdería más de mis recuerdos, pero igual no sé si confiar en sus palabras. Cambiando de tema, ¿cómo te dio el ataque?
Resumiendo lo mejor posible, Sanae le explicó lo sucedido, aunque no recordaba gran cosa en realidad.
-…y además de eso siento que algo me falta –dijo ella finalmente.
-Sientes que algo te falta… ¡Entonces lo que Misaki-kun me dijo era cierto!
-¿Qué dices?
-¿Recuerdas que esta mañana te pregunté si no te habías levantado en toda la noche?
-Sí.
-Lo que sucede es que Misaki-kun me llamó esta mañana, diciendo que alguien muy parecido a ti atacó a Wakabayashi-kun. Dudo que hayas sido tú, pues no te moviste en toda la noche, pero…
-¿Crees que Kuro haya creado un ser maligno a partir de mí?
-Eso me temo.
-Con razón siento que me falta algo… Estoy casi segura que ese ser maligno es algo que me falta a mí.
-En todo caso, ten cuidado, Sanae –Tsubasa hablaba muy en serio. –No sé qué haría si algo te pasara.
-¿Cómo crees que me sentiría yo? –pero Sanae recordó algo… Cuando escuchó la voz de su bebé. –Tsubasa… Acabo de recordar algo.
-¿Qué?
-Hace unas noches… Hace unas noches escuché una vocecilla… Aquella noche en que ambos tuvimos pesadillas. Esa noche oí una voz diciendo que alguien se detuviera, como si alguien me hubiera atacado.
-¡Apuesto mi puesto en el equipo a que fue Kuro! Entonces si fue así, significa que Kurai es parte tuya, Sanae.
-Espero que no lo sea –admitió el Arcángel del Amor. –Tengo miedo que eso sea una ventaja para ella.
-¿Y qué tal que en realidad la ventaja sea tuya? Y por cierto, ¿qué fue lo de esa vocecilla que oíste?
-Pues sobre la ventaja, no lo sé… Y sobre la vocecilla, estoy más que segura que era la voz del bebé.
-Wow –fue lo único que acertó a decir Tsubasa.
-Oye, querido, ¿no se supone que deberías estar en La Coruña?
-¡Cielos! Tienes razón… Cuídate mucho –y Tsubasa se teletransportó de regreso a la ciudad. Entretanto Sanae se quedó un poco in albis.
-Entonces… Tendré que tener mucho cuidado si lo que todos sospechan es verdad. Caray, pensar que parte de mí es nuestro enemigo me tiene muy confundida.
-Y eso que eres la que más claras tiene sus ideas –dijo una voz detrás de la joven… Una voz amenazadora. Sanae se volteó sólo para encontrarse con…
-¡Santana! ¿Qué rayos haces aquí?
-Creí que lo sabrías –dijo él fríamente. –Sí…No hay duda; tú y ella son muy parecidas, y tan diferentes a la vez…
-Deja de hablar en acertijos por un instante, ¿quieres? Me recuerdas a Shiro.
Sin embargo, Santana hizo una mueca de asco al oír el nombre del Guía Blanco.
-No menciones ese nombre; me alegra sobremanera que esa escoria esté en el infierno ahora.
"Al parecer ni Santana, ni los demás Contraarcángeles saben que en realidad Shiro está en este mundo gracias a Daichi…" –pensó Sanae rápidamente, mientras trataba de formar la barrera de protección.
-¿Qué pasó? ¿Acaso te comieron la lengua los ratones?
-No, pero me da asco ver a una rata como tú.
¿En qué momento se volvió Sanae tan mordaz? Oo
-Cuida tu vocabulario, niña… Si no quieres terminar muerta.
-Y tú cuida tus modales. Odio cuando alguien aparece en la sala de mi casa sin haberse anunciado antes. Para eso existen las puertas.
-No existen límites para los Contraarcángeles. ¡Apocalipsis!
-¡Sí que existen! ¡Grito del Corazón!
Los dos ataques chocaron en el aire y explotaron, aunque la onda de choque casi manda a volar a la joven.
"Será mejor sacar a Santana de aquí; no hay espacio para luchar" –y Sanae se teletransportó a un cementerio cercano, rogándole al cielo que alguien la ayudara.
-Vaya, te acabas de ahorrar el esfuerzo de buscar tu tumba.
-Qué gracioso… ¿Has pensado en ser comediante?
-No me gustan los chistes. ¡Apocalipsis! –pero esta vez Sanae lo esquivó volando. Pensando rápido ella hizo aparecer su báculo y se lanzó en picado contra Santana. Sin embargo, éste atacó con sus propias armas, dejando a Sanae herida.
-No eres lo suficientemente rápida o fuerte como para hacerme frente… ¿O no será que en realidad te has escudado tanto tiempo detrás de tu querido esposo que ni poderes tienes?
-Yo nunca me he escudado tras Tsubasa –dijo Sanae, desafiante, mientras se levantaba, con una mano puesta en su vientre por puro instinto. -¡Y ni creas que dejaré que nos derrotes, Santana!
Y bueno, ya saben que cuando menos se lo espera uno… suceden los milagros.
-¡Grito del Corazón!
-¡Apocalipsis! –el ataque de Sanae dio en el blanco, pero por alguna razón el ataque de Carlos salió desviado. Sin embargo, el Arcángel del Amor no se detuvo a mirar; atacó lo más rápido que pudo con su Báculo de Bastet, hiriendo a Santana en un hombro.
Aunque fue cuando atacó que vio por qué Santana había errado el ataque: Un gato negro, más grande que lo normal de los gatos había rasguñado la cara de Santana.
"¿Este gato habrá oído mi súplica? ¿O acaso será Shiro?"
Santana al fin se deshizo del gato (éste salió volando pero cayó en sus cuatro patas), y miró con el más puro odio a Sanae.
-Ni creas que tu peludo amigo te salvará otra vez.
-Fue una suerte que ese gato me ayudara… ¡Pero para derrotarte puedo hacerlo yo sola!
Sanae volvió a atacar, y como Santana tenía una herida de consideración en un hombro, no pudo detener el ataque.
-Tienes suerte de tener amigos como ese zarrapastroso… Pero a la próxima, juro que te destruiré –y Santana desapareció.
Sanae utilizó las pocas fuerzas que tenía para teletransportarse hacia donde el gato estaba. Por un momento la japonesa creyó que ese gato saldría corriendo por ser un gato callejero, pero le sorprendió que el minino se quedara ahí e incluso se le acercara para que le rascara debajo de la barbilla.
-No sé cómo supiste que necesitaba ayuda, pero no sabes cuánto te agradezco, gatito –dijo ella, sentándose bajo un árbol.
-Miaaau –fue la respuesta del gato, quien por respeto se sentó frente a Sanae.
-¿Sabes? Por un momento creí que eras alguien que murió hace ya un tiempo, pero creo que tú eres simplemente un gato que pasaba por aquí y me ayudó.
-Miau –asintió el gato, que parecía ver a Sanae con verdes ojitos de esperanza.
-¿Quieres venir a vivir con nosotros? Tsubasa ahora mismo no está en casa, pero creo que le agradarías; al fin y al cabo, él siempre se transforma en gato cada vez que…
El gato no creía su felina suerte. ¿Al fin encontraría una casa?
Sanae sonrió, y ya con las energías recuperadas se teletransportó a casa con el gato en brazos. Aunque sabía que había riesgos, quería tener a alguien que le acompañara en casa, por lo que decidió ir a comprar comida, arena para gatos y llevar al felino a la veterinaria.
Ya un buen rato después, todo estaba hecho, y al fin Sanae decidió ponerle un nombre a su pequeño aliado (y digo pequeño por edad; resultó que sólo tenía seis meses de edad): Yato.
-Bueno, Yato, espero que no llevemos bien. Y sólo espera a conocer a mi esposo… Estoy segura que una vez sepa que tú me ayudaste se alegrará.
-¡Miau! –fue lo que acertó a decir ese gato negro, que a pesar de todo en menos de lo que canta un gallo se hizo aliado de una de las personas cuyo destino era salvar la Tierra.
Sin embargo, Sanae pensó en lo que hizo por un momento y se echó a reír; estaba hablando con un gato que recién le salvó la vida.
-Creo que me estoy volviendo loca.
-Miau –negó el gato con la cabeza.
Entretanto en La Coruña, Tsubasa había estornudado varias veces.
-¿Será que Sanae estará hablando de mí? –se dijo mientras entrenaba. Sin embargo no había tiempo para pensar eso, y siguió entrenando. Sin embargo, notó que Rivaul lo observaba extrañado.
-O que aconteceu? –preguntó en portugués.
En el mismo idioma Rivaul le dijo que lo notaba extraño y le preguntó qué sucedió.
-No pasó nada, Rivaul…
-Desde que me dijiste que tenías lagunas mentales te ves raro –respondió el brasilero enfatizando la última palabra.
-¿Cómo que raro?
-Tsubasa, escondes algo, y aunque no sepa qué es lo que te aflige, creo que puedes confiar en mí. Creo que soy tu amigo.
Estaba entre la espada y la pared, pero su deseo de no involucrar a nadie más en la tensa situación en la que estaba pudo más.
-Rivaul, ¿recuerdas cuando nos encontramos con Santana en Barcelona?
-Sí… Preguntó por tu esposa si no estoy mal.
-Bueno, estoy preocupado por Sanae.
-¿Y eso? ¿Tiene que ver con las lagunas mentales?
-No. Tiene que ver con que está esperando el primero.
-¿El primero?
-Sí, el primero.
-Hombre, no me digas… -y Rivaul felicitó a Tsubasa. -¿Y ya saben para cuándo será el nacimiento?
-No, todavía no. Cuando regrese a Barcelona llevaré a Sanae al médico.
-¿Y por qué no dejas que ella vaya sola?
-Me da miedo que algo le pase.
Esto último lo dijo no sólo por el bebé, si no por lo que en realidad ocultaba el Kami no Tsukai.
-Si eres así con tu esposa, no me imagino lo sobreprotector que serás con tu primero hijo o hija, Tsubasa. Por lo que he visto Sanae no es ninguna mujer débil.
"Bueno, en eso tienes razón, Rivaul, pero no tienes ni la más mínima idea de lo que en realidad pasa; en realidad no sólo Sanae y yo estamos en peligro, si no más gente de la que podrías imaginar."
-Pueda que no sea débil, pero igual la cuido con toda mi alma.
-Como quieras –Rivaul no creía lo que Tsubasa le dijo, pero al parecer éste no tenía ganas de hablar, por lo que tomó la sensata decisión de dejarlo en paz, o por lo menos de practicar en silencio, pues seguían entrenando.
Y mas porque el partido contra el Deportivo La Coruña era esa misma noche.
Pasaron las horas, y ya estaban a punto de irse al estadio, pero Tsubasa decidió llamar a casa para saber si todo estaba bien.
-¿Hola? ¿Sanae?
-¿Tsubasa? ¿Cómo estás?
-Bien. ¿Y tú?
-Pues… bien. Pero te tengo una sorpresa.
-¿Qué es?
-Si te digo deja de ser sorpresa.
-Anda ya, que la curiosidad mató al… -y en ese momento escuchó un maullido por el teléfono. -…¿gato?
-Adopté un gato.
-¿Y no corres riesgos con eso de la toxo-yo-no-sé-qué?
-No; ya llevé a Yato a la veterinaria.
-Con que se llama Yato. ¿Es de alguna raza en especial?
-No precisamente. Pasa que ese gato me salvó la vida.
-¿Cómo que te salvó la vida?
-Es muy largo de explicar. Te lo contaré cuando vuelvas a casa.
-Eso espero; tendrás que explicarme eso –y Tsubasa colgó el celular (de ahí llamó… Que conste que no lo tiene por presumir)
-Oye, Tsubasa, anda ya que ya nos vamos –le dijo un compañero de equipo.
-¡Sí! –y se fueron al estadio.
Entretanto, en Barcelona, Sanae encendió el televisor, pues el partido lo iban a transmitir.
-¿Miau? –dijo Yato a manera de pregunta.
-Voy a ver el partido de Tsubasa, Yato. ¿Quieres ver también?
El gato no respondió, pero se acostó al lado de la joven. Sin embargo, escuchó unos golpes en la puerta, y fue a abrir.
Era Jane, su amiga canadiense.
-Hola, Jane-san… ¿Qué te pasa? Te ves aterrada.
-Me, me acaban de atracar –dijo ella con el japonés que recordaba.
-¿Cómo que te atracaron? Este sector suele ser muy seguro.
-Me atacaron unos pandilleros… Me robaron mi cartera…
-¿Los recuerdas? ¿Recuerdas cómo son?
-No mucho. Sólo sé que uno de ellos tenía una cicatriz en la mejilla…
-Veo. Llamaré a la policía –y Sanae se dirigió de inmediato al teléfono. Marcó el número de la estación de policía y avisó sobre el atraco. Sin embargo, ella sabía que lo que Jane recordaba no era suficiente, así que le leyó la mente. Así pudo ver qué sucedió, y una vez entendió todo, le pidió a Jane que se quedara en su casa y que se calmara, aparte de pedirle el favor a Yato de ayudarla.
Sanae fue hacia el lugar donde los atracadores habían atacado a su amiga, y esperó a que aparecieran los atracadores… Y en efecto, intentaron atracarla, pero ella tenía un as bajo la manga.
-¿Creen que saldrán impunes? –dijo ella, seria.
-¿Cómo? ¡Danos ya todas tus cosas de valor!
-No lo haré… -y usó sus poderes para crear la ilusión de que la policía iba hacia allá.
-¡Vienen los polis! –exclamó el jefe, tratando de huir, pero una sombra negra le hizo detenerse. Yato había aterrizado encima del jefe de la banda y lo inmovilizó de un mordisco en la nariz. Entretanto el Arcángel del Amor tan rápida como su cuadrúpedo amigo atacó con un palo de escoba que ella había llevado a los otros, dejándolos con sendos chichones en la cabeza.
Escondió el palo y esperó a que los policías llegaran, después de dejar al jefe también inconsciente de un palazo (recuerdos de primaria… nn)
-¿Qué pasó aquí? –dijo el jefe al ver a los jóvenes inconscientes.
-Intentaron atracarme –dijo Sanae, fingiendo inocencia :P.
-En todo caso, recibí una llamada sobre unos atracadores. Parece que éstos son. Muchas gracias por ayudarnos, señorita.
"Señorita… Seré joven pero soy casada."
-Sí –y Sanae regresó a su casa, mientras Yato entró por la ventana de la habitación que servía de estudio. Al verla entrar Jane le preguntó qué había hecho.
-Fui a ver qué pasó allá afuera, Jane-san. Ya llegaron los policías y se llevaron a los atracadores. Probablemente mañana te devuelvan la cartera.
-Sí… -y en esas se escuchó un grito en el televisor. El narrador del partido celebró un gol del Barcelona… Y creo que no es necesario decir de quién, ¿o sí?
-¡Y ESTO ES GOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOL DEL BARCELONA! Ozora Tsubasa, la revelación japonesa del equipo anota un espectacular gol con asistencia del brasilero Rivaul. Cómo se nota que éstos son el Dueto Dorado del Barcelona. El equipo azulgrana lleva uno, La Coruña cero.
-Bien hecho, Tsubasa -murmuró Sanae al ver la repetición de la jugada, mientras Jane observó el televisor, asombrada.
-Oye, ¿por qué ves el partido…?
-Tsubasa está jugando; de hecho el gol lo hizo él.
-Yo pensé que tu esposo estudiaba Idiomas…
-Lo hace, pero su profesión es futbolista profesional –dijo Sanae, divertida ante la confusión de su amiga.
-Y pensar que eres la esposa de uno de los mejores futbolistas del mundo y yo ni enterada… Santo Cielo, lo que uno viene a enterarse…
-Bueno, si tú lo dices –pero de inmediato a Sanae le dieron náuseas. Corrió al baño y trasbocó, extrañada.
-¿Qué te pasa, Sanae-san?
-Me dieron náuseas…
-¿Y eso? ¿Acaso estás embarazada?
-Pues… Sí. Estoy esperando a mi primer bebé.
-¿Primer?
-Es que aunque es mi primer embarazo, no quiero que sea el último.
