Capítulo XVI: Shinobu y La Sortija
Las consecuencias de la batalla no fueron mejores. Pierre desapareció sin dejar rastro. Azumi estalló en lágrimas cuando Taro le explicó sobre el sacrificio de Wataru; resultaba que ella aún estaba enamorada del joven de los ojos dispares. Sin embargo, cuando ella quiso ver el cuerpo de Wataru, Taro se quedó sin habla.
-Azumi-san, hay un pequeño problema.
-¿Qué pasa? ¿Acaso quedó desfigurado? ¿O qué?
-No es eso, jovencita –dijo Tooru, compungido. –Cuando Wataru exhaló por última vez, su cuerpo se desvaneció y se convirtió en energía…
-Y por alguna razón entró a mi magatama; es decir, ahora Wataru y yo… Wataru y yo…
-Son uno solo –dijo Azumi finalmente. Taro asintió, ya sin ser capaz de hablar más. Se sentía raro.
-Por eso la armadura de Misaki cambió, o más bien, evolucionó. Ahora es más fuerte… Y hasta sus armas cambiaron.
Taro aún tenía puesta la armadura, y además no había desactivado la barrera… Y fue cuando vio que ya no tenía su Tridente.
-¿Qué son estas cuchillas? ¿Qué significa esto?
-Me recuerdan a la Shinobi Blade de Chipp de Guilty Gear… Oh, olvídalo… Es un videojuego –dijo Tooru al ver la cara confundida de Taro y Azumi.
-¿En qué idioma nos estás hablando? –dijo Azumi, una gota de sudor detrás de su cabeza.
Rato después, Tooru se fue, dejando a Taro y Azumi solos. Ya el Arcángel del Agua había vuelto a la normalidad y disipado la barrera, pero sencillamente no se sentía bien. Nunca antes había tenido que enfrentar la muerte de un amigo.
-Azumi-san…
-Misaki-kun… Aún no me explico cómo es que Wataru entró a ti. Ahora ambos son una sola persona, pero la verdad no sé cómo explicar la muerte de él a sus padres.
-Yo tampoco. Creo que lo único que podemos decir es que desapareció. Al fin al cabo, eso fue lo que realmente sucedió.
-Sí… -y por alguna razón desconocida para Misaki, Azumi se lanzó a sus brazos, llorando desconsoladamente. Él sólo pudo devolverle el abrazo como el amigo que era.
Pasaron los días, y Azumi se encargó de 'poner' la denuncia de la desaparición de Wataru, a la vez que avisó a los padres y al hermano gemelo de Wataru, Kunio.
Como era de esperarse, la policía no encontró a Wataru, y en París se celebró un funeral simbólico. Azumi, junto a otros amigos del joven estuvieron ahí. Y a lo lejos, Taro observó tristemente lo sucedido, evitando que la gente lo viera.
-Eres Azumi, ¿verdad? –dijo una voz a la joven, que estaba muy cerca del féretro.
-Sí… -y aunque al principio ella se sorprendió al ver quién le hablaba, volvió a tomar compostura. Era Kunio, el gemelo de Wataru. Pero al contrario que el 'desaparecido', Kunio tenía ambos ojos castaños y caminaba perfectamente.
-Wataru me hablaba mucho de ti. Eres tal como te describía.
-¿Cómo dices?
-Aunque no nos veíamos mucho, él me escribió mucho sobre ti. Aunque sé que no duraron más de dos días como novios por algunos problemas, él siempre te quiso mucho.
-¿En serio?
-Hablo en serio, Azumi-san.
-Yo, yo también quería mucho a tu hermano. Fuera de lo sucedido, Wataru era un excelente amigo, y era brillante para los idiomas. Cuando supe que desapareció, sentí que me iba a morir… -dijo la joven, secándose una lágrima.
Por supuesto, en Japón los demás Arcángeles tomaron con dolor la noticia. Jinko se quedó de piedra, mientras que Ishizaki, Kai, Rairyuu y Shinobu lamentaron cada uno a su manera la muerte de uno de sus aliados y amigos. También en Europa Tsubasa, Sanae y Kojiro lamentaron la muerte de Wataru, pero ninguno más que Taro, por muy obvias razones. Ya entendía por qué se sentía raro; se sentía en realidad culpable.
-Si no hubiese sido porque caí inconsciente… -se decía, agobiado en la terapia, hasta que Jinko, ya harta de eso le dio una cachetada.
-No fue tu culpa, Misaki. Si Wataru se sacrificó por salvarte a ti y a su amiga, no debes ni puedes echarte la culpa –dijo, furiosa. –Además, él siempre había querido hacer algo importante por ustedes. Me lo dijo personalmente.
-Doctora… -Misaki, con una mano sobre su abofeteada mejilla, miraba confundido al Arcángel de la Oscuridad.
-Ya a estas alturas deberías saber que nadie sabe si sobrevivirá o no. No sólo nosotros estamos aumentando nuestras fuerzas, si no que ellos también, y no quiero ni pensar en cuán fuerte se habrá hecho esa Kurai.
-Sí, pero…
-Anda, cumple con el último deseo de tu amigo. Venga su muerte; así no sólo te sentirás en paz con él, si no que además lograrás hacer que los Contraarcángeles tengan su merecido.
Taro se quedó de una pieza. ¿Desde cuándo Jinko hablaba así?
-Doctora… ¿Está segura que se encuentra bien?
-Estoy bien… Miento. Me dolió mucho que mataran a Wa.
-¿Wa?
-Cuando éramos los Arcángeles Negros de antes, nos llamábamos por la primera sílaba del nombre para ocultar nuestras identidades.
-Entiendo… Interesante manera de ocultarlo.
-En fin… Me dolió mucho que mataran a Wa. La verdad él era una persona que se volvió un merecedor de una suerte mejor después de redimirse.
-Bueno, eso era cierto, pero…
-¿Cuáles peros? Lo que soy yo, no pienso dudar en acabar con el próximo Contraarcángel que aparezca, aún a costa de mi vida.
Sin embargo, había un rastro de amargura en la voz de la joven doctora al decir esas palabras.
-¿Aún a costa de tu vida?
-Igual, ¿a quién le importaría si muero?
-A muchas personas –dijo Misaki, resuelto. –A tu familia, y a tus amigos, incluyéndome.
-¿Debo creerte?
-No es decisión mía si me crees o no. No estás obligada a hacerlo, pero nunca les miento a mis amigos, y esta no será la primera vez que lo haga.
-Misaki-san…
-No digas cosas de las que te puedes arrepentir después.
Rato más tarde, Misaki se fue, y Jinko se quedó en el consultorio después de hablar con su jefe sobre la evolución del futbolista. Sola como estaba, mantenía su mente en blanco y su cara inmutable mientras revisaba algunos informes.
Sola… Así siempre se había sentido. Fuera de los Arcángeles Negros, nadie le había hablado. Desde pequeña no tenía amigos o amigas, y sus padres vivían muy ocupados. Ni siquiera tenía hermanos como Tooru o Wataru.
Hasta que tenía catorce años.
Debido a su soledad y su frialdad, desahogaba sus penas estudiando y volviéndose cada vez más huraña, y por ello logró que la adelantaran un año en el colegio.
Por eso tenía catorce años cuando conoció a la única persona que le dirigió una palabra amable, aquella vez que chocó con él, con el único muchacho que despertó algo en su interior.
Sí… Cuando chocó con Tsubasa. Obviamente sabía quién era, pero debía ocultarlo, y ocultarse, pues en realidad eran enemigos mortales, pero secretamente Jinko estaba perdidamente enamorada del Mensajero de los Dioses. En las noches de calor, ella solía ir a contemplarlo, evitando por todos los medios posibles que él lo notara, y aunque él en cierto modo lo notó, nunca supo quién era en realidad la persona que lo contemplaba por las noches.
Hasta que él se ennovió con la chica que le gustaba, y Jinko otra vez se vio relegada a la soledad.
Pasaron los años, y aunque ella tenía amigos, no los consideraba así. Sólo los llamaba 'conocidos'.
Sin embargo, entre las personas más cercanas, sólo una la entendía… Shinobu.
"Tengo que hablar con Shinobu-san. Pueda que no sea el momento, pero necesito hablar con él."
La joven colgó su bata, cerró el consultorio y se fue a Vitalis. Sin embargo, en el camino unos gandules la atajaron, no precisamente con buenas intenciones.
-Oye, preciosa, ¿quieres ir a tomar algo?
-Antes prefiero tomar cianuro que salir con ustedes- replicó Jinko secamente.
-No tienes que ser tan grosera, preciosa…
-Déjenme en paz –y la joven intentó retirarse, pero uno de los dos vagos la agarró de un brazo.
-Dije que vayamos a tomar algo, y nunca me han negado un trago, ¿me oíste?
-Suélteme, animal… O le juro que lo pagará caro.
Por suerte, un viejo conocido pasaba por allí…
-¡Dejen en paz a mi amiga! –dijo el joven, dándole un puñetazo en la cara al gandul que tenía agarrada a Jinko. –Quien se atreva a tocar a mis amigos no sabe con quién se mete.
Los dos vagos huyeron al ver quién les había atacado, quien de hecho ni sudaba.
-¿Te encuentras bien, Jinko-san?
-Ishizaki-san… Gracias –y en esas Yukari apareció.
-Ryou-chan, ¿por qué saliste corriendo?
-Unos tipos estaban acosando a Jinko-san.
-¿Jinko-san? Tiempo sin verte.
-Lo mismo digo, Nishimoto-san –respondió la fría doctora, ya más recuperada del susto.
-Ryou-chan, creí que habías visto a una chica linda o algo así.
-Pues de que la vi, la vi, pero tú eres la más linda de Shizuoka, amorcito –respondió Ryou tranquilamente. –Por cierto, Jinko-san, ¿a dónde te dirigías tan apresuradamente?
-Shinobu me llamó. Necesita que lo ayude con algo –mintió Jinko. –Nos veremos después; adiós.
Ambos Arcángeles tomaron su propio camino, y al fin la doctora llegó a la afamada discoteca.
-¿Shinobu-san? –dijo ella al entrar al recinto e ese instante sólo habitado por los que trabajaban allí.
-El jefe no se encuentra en este instante –dijo el vigilante. –Todavía no ha llegado.
-¿Cómo? Usualmente Shinobu-san llega temprano, por no decir que es el primero en llegar.
-Pues no ha llegado.
Claro, con todo eso Jinko no pudo evitar tener un mal presentimiento. Agradeciéndole la información al vigilante, la joven se dirigió hacia la casa del dueño de Vitalis, pero no bien dio un paso, apareció su amigo.
-¿Dónde estabas?
-Fui a arreglar unos papeles de la discoteca –dijo Shinobu, aunque la verdad se veía nervioso.
-Mientes con los dientes –dijo Jinko, molesta ¬¬U.
-Bueno, la verdad es que… Fui a comprar una sortija.
-¿Una sortija? ¿Para qué?
-Adivina.
-Pues… Supongo que es para pedirle a tu novia que se case contigo, ¿o no?
-Sí.
Y sin embargo, ambos conversaban, pero de improviso algo produjo una cortadura en la mejilla del Arcángel del Caos.
-¿Quién anda ahí? –exclamó este, limpiándose la sangre. Y sin embargo una risa entre infantil y maligna fue lo único que recibió este como respuesta.
-¡Kurai! –exclamó Jinko, reconociendo la voz.
-¿Kurai? ¿Es acaso ese ser del que hablaste?
-¿Cuál otro conoces?
-Ninguno, la verdad.
-Díganme, ¿qué es una sortija? –dijo la vil creación del Guía negro, apareciendo frente a ellos con el mismo sexy traje rojo.
-Vaya… Primero nos atacas y después nos preguntas qué es una sortija… ¿Que acaso no sabes nada de nada?
-Quiero saberlo todo –fue lo único que Kurai dijo antes de atacarlos otra vez con su mortífero juguete. –Y si no puedo saberlo, los destruiré.
Eso le dio una idea a Shinobu.
-Si nos matas, no podrás saber qué es una sortija, Kurai.
Jinko miró a Shinobu, desconcertada.
-¿Qué es? ¡Dímelo!
-Esto es una sortija –y sacó del bolsillo la sortija que le había comprado a su novia.
Extrañamente Kurai se acercó a Shinobu y observó largamente la joya, su mirada llena de curiosidad.
-¿Eso es una sortija? ¿Y para qué sirve?
-Para muchas cosas –dijo Shinobu. –Sirve para adornar a las mujeres, o para que las parejas se comprometan…
-Oooh… Bueno, ahora que lo sé, ¡los destruiré!
Si se lo preguntan, Kurai siempre formaba una barrera a su alrededor; era de nacimiento, por así decir. Por lo tanto nadie en la disco se dio cuenta de lo sucedido.
Los dos Arcángeles Negros cambiaron de ropajes en menos de lo que canta un gallo e hicieron aparecer sus armas, tratando de evitar a toda costa el que mortífero yo-yo del ser oscuro les lastimara. Sin embargo, ellos dos no podían solos, pues Kurai era muy fuerte.
"Si alguno de los Arcángeles, sean Blancos o Negros oyen este mensaje, ¡por favor ayúdenos!" –pensó el Arcángel de la Oscuridad, que ya estaba bastante lastimada.
Por suerte, no contaron con que alguien pasaba cerca… Alguien que por no poder concentrarse en lo suyo y además estaba a punto de regresar a su hogar.
-Oh, Dios… No otra vez. ¡Viento Huracanado!
Wakabayashi llegó al rescate.
Una vez atravesó la barrera, cambió de ropas e hizo aparecer sus armas.
-¡Arcángel del Viento! –exclamaron los dos Arcángeles Negros que estaban allí.
-Vaya, otra persona a quien destruir… Cómo me gusta esto –dijo Kurai, antes de intentar atacar a Genzo, pero éste esquivó el yo-yo y atacó con sus flechas.
-No vas a destruir a nadie hoy, Kurai.
-¿Y por qué no?
-¡Porque ninguno de nosotros se va a dejar derrotar de ti! ¡Viento Huracanado!
-¡Reclamo a mi destino por ser yo! ¡Manto de las Tinieblas!
-¡Principio de los Tiempos!
Los tres ataques dieron en Kurai, pero el que más efecto tuvo fue el Manto de las Tinieblas. Sin embargo, a duras penas apareció un raspón en el rostro del ser maligno. Unas gotas de sangre negra aparecieron, y Kurai se tocó donde sangraba.
-¡Aaaaaaaaaaaaaaaaaaaaah! –exclamó esta, muerta de miedo. -¿Qué es esto?
Los tres Arcángeles estaban confundidos. ¿Acaso Kurai nunca había visto sangre salir de ella?
-Creo que como nunca se ha lastimado no sabe que esa sangre negra es suya –dijo Genzo en un susurro a los otros.
-La sed de conocimiento de Kurai puede ser nuestra ventaja –agregó Shinobu. –Si con la curiosidad que le produjo la sortija que compré se acercó mucho, imaginen si le hacemos muchas preguntas, o hablamos de cosas que ella no entiende.
-Hagámoslo –dijo Jinko finalmente.
Y entre los tres comenzaron a formularse muchas preguntas incoherentes, dejando a Kurai muy confundida.
-¡¿De qué demonios están hablando! –exclamó ésta, a punto de llorar.
-¡Ahora! ¡Reclamo a mi destino por ser yo! ¡Cadenas Primordiales! –y de las manos de Shinobu surgieron unas cadenas negras, que ataron a Kurai en menos de lo que canta un gallo.
-¡Reclamo a mi destino por ser yo! ¡Manto de las Tinieblas!
-¡Viento Huracanado!
Los ataques surtieron más efecto que antes, y estaban a punto de destruir a Kurai, pero apareció alguien y detuvo los ataques.
-Si matan o no a los Contraarcángeles no es mi problema, ¡pero no permitiré que destruyan a mi ser perfecto! ¡Tenebris Aeternam!
Kuro distrajo a los otros con su ataque y desapareció, llevándose a Kurai entre sus brazos. Los demás, lastimados, aunque no tanto como en otras ocasiones, esperaron que el Guía Negro desapareciera para tratar de regresara la normalidad.
-Esperen. De esto me encargaré. ¡Reclamo a mi destino por ser yo! ¡Brisa Pacífica! –y las heridas de los tres desaparecieron de inmediato.
-Definitivamente es bueno que tengas al menos un poder para curar –dijo Shinobu a Genzo.
-Y eso que antes uno debía gastar muchas fuerzas para curar sus propias heridas.
-Y aún así a uno le quedaban varias sin curar.
-Bueno, sólo pasaba por aquí. Adiós –y Genzo se fue.
-¿Necesitas hablar conmigo? –preguntó Shinobu a Jinko una vez Wakabayashi se fue.
-Esto… Sí, Shinobu-san. Como eres la única persona de confianza que tengo cerca…
-Vale. Vayamos a la oficina entonces.
Entraron a la oficina y tomaron asiento como siempre, uno al lado de la otra.
-Cuéntame qué te atormenta…
Y Jinko le contó todo lo que pensó después que su paciente se fuera. También contó lo que pasó cuando ella golpeó a Misaki, aunque se había arrepentido de eso.
-…Y sin embargo, él me dijo que no dijera cosas de las que me podría arrepentir después.
-Si lo dijo por que le dijiste que ibas a acabar con el siguiente Contraarcángel aún si mueres, le doy toda la razón a él.
-¿Por qué?
-Porque no estás sola, Jinko. Nos tienes a todos nosotros, tus amigos, aunque no lo creas, o mejor dicho, aunque no lo quieras creer. Mira lo que pasó con la muerte de Wataru; todos estamos aún muy afectados por su sacrificio.
-Sí, sobre todo Misaki-kun… -y Jinko no se dio cuenta de lo que dijo.
-Jinko, ¿te encuentras bien? Primera vez que te oigo que a alguien fuera del Kami no Tsukai le dices kun.
-¿Qué? Debió ser un desliz. Olvídalo.
-En fin. Como tú dijiste, Misaki-kun es el más afectado por todo esto porque Wataru era su amigo. Ahora dime una cosa. Si mueres, ¿quiénes crees que serán los primeros en llorar tu muerte?
-No lo sé… -dijo Jinko.
-Muy sencillo: Todos nosotros. Todos y cada uno de nosotros. Y ni qué decir de Rairyuu.
-No me menciones a ese idiota.
-Tengo que hacerlo; es amigo de todos nosotros.
Siguieron conversando, pero Jinko cada vez se sentía peor, hasta que al fin estalló en lágrimas. Nunca antes se había sentido tan sola en todos sus años de vida. Por supuesto, el Arcángel del Caos sólo pudo animar a su amiga a desahogarse, pero desahogar todo lo que uno lleva dentro tiene sus consecuencias, como lo comprobaron.
Una vez Jinko dejó salir todo, perdió el conocimiento. Por suerte estaba sentada, pero poco a poco se deslizó hacia el suelo. Habría terminado allí de no ser porque su 'hermano mayor' la recogió del suelo, y después de pedirle a sus empleados que la cuidaran, salió de Vitalis para ir a entregar lo que había ido a comprar.
"Espero que esta vez sí pueda casarme… He tenido que esperar demasiado tiempo, pero ahora estoy estable y sin problemas…"
Llegó a casa, y le abrió su novia.
-Shi-chan, ¿no se supone que deberías estar en Vitalis?
-Saqué un tiempo. Verás, se me olvidó preguntarte algo esta mañana.
-¿Qué?
-Digo… -y sin ponerse de rodillas, Shinobu sacó la sortija del bolsillo de su chaqueta. -¿Quisieras compartir conmigo el resto de tus días no como mi novia, si no como algo más?
Y la respuesta de la novia de Shinobu casi hizo que el Arcángel Negro volara por los aires… de la dicha.
