Capítulo XVII: Rairyuu: Un Sacrificio Por Amor
En Italia, Hyuga al fin había terminado de mudarse. El nuevo apartamento era un poco más amplio que el anterior, pero a decir verdad le daba igual.
Sin embargo, él no estaba seguro de si estaría a salvo en Calabria.
Desde la muerte del Arcángel del Odio él decidió distanciarse un poco de sus seres queridos y sus amigos, incluyendo a Rairyuu. No quería que lloraran su muerte si sucedía.
Y además parecía que los Contraarcángeles siempre los encontraban, aunque hasta ahora Hino no lo había vuelto a atacar.
¿O acaso qué tramaba?
Igual, en ese momento estaba terminando de descargar las cajas de sus objetos, que igual no eran muchas. Pero el viaje había sido muy largo, y a pesar de haber llegado el día anterior, llegó terriblemente cansado; no por nada había tenido que atravesar en avión toda Italia.
Estaba fijando un clavo para un cuadro cuando sonó el teléfono. El susto hizo que volara la ya famosa ola de energía, pero por suerte nada se cayó.
-Me lleva… ¿Quién puede ser si todavía nadie tiene mi número de teléfono…? –murmuró mientras iba por el teléfono. -Pronto? Parla Hyuga.
-¿Hyuga? Soy Rairyuu.
-¿Cómo es que tienes mi número de teléfono?
-Conseguí la dirección de tu nueva casa y gracias al Internet conseguí tu teléfono.
-Vaya; la tecnología me atropella.
-Si tú lo dices, Hyuga.
-En todo caso, no es conveniente que le des mi teléfono a nadie más, Ikazuchi. Es mejor que me mantenga alejado.
-¿Y eso?
-No lo entenderías.
-Oye, Hyuga, creo que a pesar de todo soy tu amigo. Puedes contar lo que te pasa.
-Sólo te digo una cosa: considera que todos nosotros estamos en grave peligro, y si me alejo, nadie saldrá perjudicado.
-¿Por qué lo dices?
-Los Contraarcángeles no se van a detener hasta conseguir su objetivo, y ya sabemos lo que pasó con el amigo de Misaki. No voy a permitir que alguien se lamente de no haber podido ayudarme si muero.
-¡No seas idiota! Si mueres, ¿cómo crees que reaccionarían los demás? ¿Has pensado en tu familia, tus amigos, tus seguidores? Creo que no.
-Escucha, Ikazuchi. No pienso permitir que otras personas mueran. Y si yo muero, será por el bien de todos.
-Egoísta –dijo Rairyuu a través del teléfono. -La muerte de alguien nunca ha sido por el bien de otra persona.
Y se colgó la llamada.
-Y si nadie puede morir por el bien de otra persona, ¿entonces por qué el Arcángel del Odio se sacrificó?
Mientras tanto, en Tokyo Rairyuu seguía enojado con lo que Hyuga le había dicho.
-¿Qué disparates cree que dijo Hyuga? –se decía el joven de los mechones rubios. Estaba en su apartamento, y había llamado al Arcángel del Fuego después de terminar sus deberes. Sin embargo, sabía cuán fuerte era su temperamento, por lo que decidió dedicarse a practicar su estilo de lucha.
Con cada golpe que le asestaba a su bolsa de arena (la mandó arreglar) su furia iba disminuyendo, pero su fuerza iba en aumento.
-Caray, ¿por qué será que cada vez que me enojo mi fuerza aumenta? No es que sea una desventaja cuando peleo, pero a veces debería controlar mi temperamento.
Sin embargo, una llamada lo distrajo de su entrenamiento.
-¿Hola? Habla Ikazuchi.
Era uno de sus compañeros, invitándolo a tomar una cerveza con sus demás compinches. Rairyuu era de los que menos tomaba en la universidad, pero consideraba que una cerveza muy de vez en cuando no podía ser tan mala.
Aceptó ir y se arreglo, sin saber lo que le esperaba. Aunque bueno, todos actuamos de esa manera cada vez que se nos presenta algo inesperado, ¿no?
Dicho y hecho se arregló un poco (tenía puesta una raída sudadera camuflada) y salió, no sin pensar en qué estaría haciendo la chica de la que aún estaba enamorado.
Llegó al bar donde quedó de encontrarse con sus amigos, y entraron a tomar algo. Sin embargo, por alguna razón, sin haber tomado, Rairyuu creyó haber visto a alguien conocido entre los parroquianos del lugar.
-Rai-kun, ¿qué te pasa? –preguntó uno de sus compañeros al ver que el joven miraba absorto hacia la multitud.
-Oh, no… Olvídenlo –pero el joven se veía extraño.
"Podría haber jurado que Hino andaba por ahí; sin embargo, pueda que sea tan sólo que esté siendo paranoico. No me extrañaría, pues con todo lo sucedido…"
-Oye, Rai-kun… Ya sirvieron tu bebida.
-Ah, lo siento… Ando más distraído que de costumbre. Idiota, idiota, idiota… -y el joven se golpeó la frente teatralmente. Se concentró otra vez en la conversación de sus amigos mientras bebía la fría y amarga cerveza que tenía al frente. Sin embargo, el tipo que creía que era Ryoma se acercó un poco, y ahí se disiparon las dudas del Arcángel del Trueno. Era sólo un tipejo parecido que tenía un descuidado bigote. Al notar ese detalle Ikazuchi suspiró de alivio, pues no tenía realmente ganas de pelear. Rato después, ya cuando su cerveza se había terminado, Rairyuu se despidió de sus amigos y se fue a su casa, no sin cierto recelo. Incluso había pensado en convertirse en algún animalejo para camuflarse, pero lo pensó dos veces. Llegó a casa y se hizo un emparedado, pues la cerveza había comenzado a revolverle el estómago. Después de comer lo que preparó se sentó a leer un libro que le habían dejado en la universidad.
Entretanto, en Shizuoka, Taro estaba matando el tiempo pintando en un lienzo. Su pierna le dolía un poco, pero no le prestaba atención al dolor mientras pintaba lo que tenía en mente. Por otro lado la hinchazón de su cara cedió, por lo que ya no se notaba el golpe que Jinko le propinó. Sin embargo, tenía un montón de interrogantes en su cabeza: ¿Cómo estaría Azumi? ¿Qué habría sido de Hester, el gato de Wataru? Muchas preguntas rondaban por su cabeza.
Sin embargo, sonó el teléfono (por suerte inalámbrico).
-Hola, habla Misaki.
-¿Misaki-san? Soy Ozora Natsuko, la madre de Tsubasa.
-Ah, Natsuko-san. ¿Cómo están usted y su familia?
-Bien, aunque Koudai sigue con el pie enyesado y Daichi está realmente con ansias de ver a Tsubasa. ¿Y cómo sigue de su lesión?
-Mejor, gracias.
-Tsubasa me contó sobre la muerte de su amigo.
-Ah, sí… -y la cara de Taro se ensombreció. –Es una lástima lo sucedido… ¿Hay moros en la costa?
-No; Koudai está en la habitación y Daichi anda haciendo sus deberes.
-Bueno. Supongo que Tsubasa-kun no le dio muchos detalles.
-Eso me temo.
Y haciendo de tripas corazón, Misaki rememoró el triste momento en que Wataru se sacrificó por salvarlo a él y a Azumi.
Claro, desde aquel negro día no volvió a luchar, pero Misaki sabía que Natsuko se llevaría el secreto hasta la tumba. Por eso le contó todo lo sucedido.
-Lo lamento, Misaki-san… Y sin embargo, no entiendo a dónde fue a parar todo.
-Es lo más extraño de todo; él se convirtió en energía… Y ahora forma parte de mí, o más bien de mis poderes –y en ese instante sonó el timbre del apartamento. –Natsuko-san, lo lamento, pero están llamando a la puerta. La llamaré más tarde si gusta.
-De acuerdo, Misaki-san. Adiós.
-Adiós –y Taro se desplazó a abrir la puerta. Para sorpresa de él, era Jinko.
-Jinko-san… ¿Qué te pasa?
-Yo, yo… Vine a pedirte disculpas por el golpe que te di.
Jinko se veía muy mal. Su cara estaba bastante pálida y se notaba que había llorado. Al parecer la coraza que ella había tenido había cedido.
-No, de hecho te agradezco que me hayas regresado a la realidad. Sigue, por favor.
-No, yo… Me tengo que ir.
-Anda, es sólo por un momento. Por lo menos hasta que estés más calmada.
-¿Calmada?
-Sí; aún estás alterada y se nota que lloraste mucho.
Al final la doctora accedió y entró al apartamento, aunque a regañadientes.
-Yo sólo venía a pedirte disculpas… Actué de mala manera.
-Déjalo así. Ya te dije que de hecho te tengo que agradecer el que me hayas hecho volver a la normalidad. Estaba muy afectado por lo de Wataru, pero gracias a ti ya soy el mismo de siempre. Sin embargo, ¿por qué lloraste?
-No… Por nada. Tonterías mías –dijo Jinko, aunque su corazón comenzó a latir desbocadamente sin querer cuando Taro se le acercó.
-Dudo que lo sean si te afectan de esa manera. Creo que a pesar de todo soy tu amigo, y aunque sé que eres muy desconfiada, puedes confiar en mí.
-Sólo son tonterías, Misaki-san… Pasa que después de que saliste de la terapia, me quedé sola, y recordé algunas cosas desagradables.
-¿Acaso recordaste tu pasado?
-¡¿Cómo lo supiste!
-Sólo supuse. ¿Y qué fue lo que recordaste?
-No quiero ni pensarlo… -y Jinko le contó todo su solitario pasado. Claro, al final la joven casi estalla en lágrimas otra vez, pero Taro lo supo remediar. Cuando la doctora terminó de relatar su pasado, era de noche, y había aguantado estoicamente las ganas de llorar. Taro tuvo momentos de sorpresa, comprensión y hasta de algo de enojo contra la gente que había tratado mal a Jinko.
-Sin embargo, no puedes vivir rememorando el pasado, ¿sabes? Sólo te estás lastimando. De hecho, lo mejor que puedes hacer es ventilar todos esos rencores que guardas.
-¿Por qué?
-He vistos casos de gente que se guarda muchas cosas por dentro y se enferman.
-¿Y tú, tú no le guardas rencor a algo?
-Ni a nada, ni a nadie. Jamás podría; no me nace tenerle rencor a alguien…
-Con razón que eres tan buena persona… -y Jinko ni se dio cuenta de que estaba roja como una manzana. Sin embargo, a ambos les dio un ataque de dolor. Eso sólo podía ser señal de algo: estaban atacando a alguien. Sin embargo, no sabían en dónde, ni a quién.
-Rayos… ¿A quién atacan? ¡No logro ni siquiera oír el llamado de auxilio! –dijo Taro entre dientes.
-Me pareció oír… ¡Me pareció oír la voz del Arcángel del Fuego!
-¿Qué? Es decir que atacaron a Hyuga-san. Imawano-san, ¡vayamos de inmediato!
-Me parece bien –y ambos se teletransportaron al lugar donde la pelea se fraguaba. Sin embargo, la pelea no era en Italia… ¡si no en la Universidad donde Rairyuu estudiaba!
Hino estaba a punto de acabar con el Arcángel del Fuego, mientras Rairyuu estaba inconsciente… Un panorama nada agradable. La barrera que Hyuga había formado comenzaba a disiparse, por lo que Misaki puso manos a la obra mientras Jinko corrió a sacar a Rairyuu de ahí. Una vez lo llevó a un lugar seguro, tomó su otra identidad, y junto a Misaki atacó a Hino, quien soltó a Hyuga de inmediato.
-Miren a quiénes tengo aquí: al lesionado y a la muñeca. No me esperaba que fueran a rescatar a sus estúpidos compañeros de lucha.
-¡No dejaremos que acabes con nuestros amigos, Hino! –exclamó Jinko.
-No me digas…
-Hino… No puedo creer lo bajo que has caído –dijo Misaki, negando con la cabeza. –Sólo por querer demostrarle a Kojiro quién es el jefe decidiste vender tu alma para vencerlo…
-Yo puedo derrotar a Hyuga en cualquier momento… Lo único que quiero es no tener que verle otra vez su sucia cara. ¿O acaso será que no es japonés por el color de su piel?
-Mira quien habla; un uruguayo-japonés –dijo una voz detrás de él, quien lo atacó. Sí, creo que saben a quién me refiero.
-Ya despertaste… Qué milagro.
-De no ser por mis amigos habría muerto… Y me pregunto una cosa, Hino. Si estás a punto de morir, ¿alguno de tus amigos Contraarcángeles vendría a salvarte?
Eso dejó a Hino pensativo. ¿Acaso Carlos, Pierre, Schneider o Kurai irían a ayudarle?
-Obvio.
-¿Entonces por qué te demoraste tanto en contestar? –dijo otra voz… Rairyuu, quien se despertó.
-Je, cuatro Arcángeles contra un solo Contraarcángel. Esto se pone divertido.
-¡No cambies el tema de conversación! –gritó Rairyuu, enojado.
-No es asunto suyo si me demoro o no en contestar… ¡Armagedón!
El ataque voló hacia los cuatro Arcángeles, que lo evitaron con dificultad. Sin embargo…
-¡Reclamo a mi destino por ser yo! ¡Manto de las Tinieblas!
-¡Alto Voltaje!
-¡Tormenta de Fuego!
Hyuga, Jinko e Ikazuchi atacaron con sus poderes, pero al ser esta la primera batalla de Taro después de haber evolucionado gracias a Wataru, no supo qué hacer. Intentó hacer su Corriente Marina, pero al parecer ese poder ya no existía, por lo que se resignó a sencillamente atacar con sus cuchillas.
Pero el Escudo de Shijin de Ryoma evitó que la mayoría de los ataques dieran en él. Sólo el ataque físico de Misaki, quien había evadido el mortal escudo logró causarle alguna herida por mínima que fuera.
-Je, siguen siendo los mismos debiluchos… Me dan lástima, sobre todo ustedes dos, Arcángeles Blancos. Hyuga, sigues siendo el mismo idiota de siempre. Y Misaki… Qué lástima que evolucionaste gracias al 'sacrificio' de tu amigo el Arcángel Negro, porque no sabes usar tus poderes. Creo que lo mejor será acabar con ustedes de una buena vez –y Ryoma lanzó su Escudo hacia los cuatro buenos como si fuera un enorme y letal Frisbee.
Pero ninguno pudo esquivarlo. Era como si el Escudo los rastreara.
-Rayos… ¿Acaso no se puede hacer nada contra ese Escudo de Shijin? –dijo Jinko, furiosa.
-No lo sé, Jinko-san –dijo Misaki, quien todavía buscaba una respuesta para sus poderes.
-Diablos… Tengo que vencerlo… Tengo que recuperar mi honor perdido…
Sin embargo Ikazuchi no habló. Sabía que debía haber alguna manera, alguna solución para este problema llamado Hino Ryoma.
"Si tan sólo alguien lo distrajera, podría utilizar mi Alto Voltaje o mis Golpes Trueno… No, ¡no es cierto! ¡Lo único que puede arreglar esto… es mi técnica de pelea!"
Y poniéndose de pie trabajosamente el joven estudiante de Licenciatura en Educación Física se concentró, haciendo desaparecer su lanza.
-¿Qué? ¿Acaso te vas a rendir? Porque para algo guardaste tu tonta arma, ¿no? –dijo Ryoma sarcásticamente, pero se confundió al no recibir una respuesta.
-¿Qué planea hacer Ikazuchi-san?
-Ni idea, Misaki-kun –le respondió Hyuga, pero Jinko sí lo supo de inmediato.
-La Técnica Kiai –fue lo único que ella acertó a decir. Lo recordaba desde la primera vez que vio a Rairyuu usarla… Y no pudo evitar sentir una espina clavarse en su corazón.
Claro, Ryoma no tomó en cuenta el gesto de concentración del Arcángel del Trueno e imprudentemente se lanzó a atacarlo, sin darse cuenta que un fuerte golpe de aire le dio en el estómago, evitando el Escudo de Shijin. El golpe le detuvo, sacándole el aire por completo.
-¿Qué fue eso? –exclamaron los Arcángeles Blancos, sorprendidos al ver que Rairyuu aún estaba con un puño extendido hacia el frente.
-El estilo de pelea de Ikazuchi –dijo Jinko.
-Por eso era que él no hablaba, ¿verdad?
-Así es.
Y sin embargo Ryoma tercamente intentó ensañarse con Ikazuchi. Éste evitó los golpes y seguía lanzando golpes de aire, lastimando a Hino sin tocarlo directamente.
Sin embargo, el Contraarcángel pensó las cosas (qué milagro) y decidió atacar a los otros Arcángeles, que sin embargo lograron evitarlo y para contrarrestarlo atacaron a su vez.
-¡Fuego Negro!
-¡Tormenta de Fuego!
-¡Reclamo a mi destino por ser yo! ¡Golpes Trueno!
Los ataques de Jinko, Kojiro y Rairyuu dieron en Ryoma, sin causar mayor daño (recuerden la inmunidad de éste último), pero al fin el Arcángel evolucionado encontró la respuesta a su predicamento; recordó el ataque de Wataru y…
-¡Hasta aquí llegaste! ¡Saetas Oceánicas! –y una miríada de flechas de agua volaron de las manos de Taro, lastimando al fin al uruguayo-japonés.
Más muerto que vivo Ryoma cayó al suelo, pero aún no se veía cansado. ¿Acaso los Contraarcángeles, espoleados por su deseo de venganza, no se cansaban?
-Je, je… nada mal. Nada, nada mal. Al fin lograron hacer que me esté divirtiendo. Sin embargo, ¿creen que con eso me van a derrotar? Pobres ilusos.
-¿Perdón?
-Pueda que ahora su amigo de allá haya encontrado uno de sus poderes, pero ni siquiera todos ustedes juntos me van a derrotar. ¡Armagedón! –y dirigió el ataque hacia Jinko expresamente, aunque Rairyuu apartó a la joven de allí, recibiendo el ataque directamente.
-¡Ikazuchi!
Hyuga y Misaki gritaron, pero Jinko se quedó muda. El joven al que le gustaba y que ella sólo veía como un conocido más le había salvado la vida. Sin embargo, como saben, los ataques de los Contraarcángeles poseen un efecto secundario, y el de Ryoma no se hizo esperar; el joven perdía sus energías con rapidez, haciendo que se debilitara.
-¡Jinko, Misaki, llévense a Ikazuchi de aquí! ¡Yo me encargaré de esto! –y Hyuga se lanzó en picado hacia Ryoma, que lo recibió otra vez con su Escudo, aunque esta vez el Arcángel del Fuego evitó el aguzado borde del escudo. Entretanto Jinko y Taro sacaron de allí a Rairyuu, quien se encontraba muy débil.
-¿Se… se encuentran bien? –preguntó este a los otros dos Arcángeles.
-Idiota –fue lo único que acertó a decir la joven de la hoz.
-¿Por qué me sigues diciendo así?
-¿Acaso no lo entiendes, Ikazuchi? Yo no te pedí que me salvaras; yo no te pedí que me empujaras y que el ataque te diera de lleno.
-¿Y es que acaso tengo que esperar a que pidas ayuda para poder salvarte? Jinko, aunque sé demasiado bien que a duras penas me soportas porque nos conocemos desde hace tiempo…
-¡No hay tiempo de decir más! –exclamó Taro, al ver que Kojiro caía rendido al suelo. De inmediato Misaki fue a salvar a su amigo, mientras Jinko distrajo a Ryoma. Sin embargo, las energías del Arcángel del Agua también fallaron y cayó rendido a mitad del camino, por lo que Jinko fue la única que logró llegar a defender a Hyuga. Y sin embargo…
-¡Esta vez sí te voy a destruir, Hyuga! ¡Nunca más me estorbarás! ¡Armagedón!
Pero el ataque no alcanzó a dar ni en Hyuga, ni en Jinko.
Rairyuu, con sus últimas energías se había teletransportado justo al frente de Jinko, y como a su difunto amigo, su armadura y su magatama fueron destruidos.
-¡RAIRYUU! –exclamaron los otros tres Arcángeles, mientras la cegadora explosión no dejó que Hino viera lo que hizo. Sin embargo, mientras la explosión cegó a los presentes, Rairyuu, agonizante, cayó sobre Jinko, haciendo el inconsciente esfuerzo de protegerla. Una vez la luz se apagó, Ryoma observó lo sucedido, y en medio de una cruel risotada se largó. Mas…
-Ikazuchi, ¿por qué? ¿Por qué lo hiciste? –exclamó Jinko, a punto de llorar.
-Ya te lo dije, Jinko –respondió éste, mientras la joven estaba arrodillada al lado de él, Misaki aún estaba lejos de allí y Hyuga estaba detrás de Jinko.
-Grandísimo idiota –dijo Kojiro a su amigo, furioso. -¿Y no eras tú el que me dijo que la muerte de alguien jamás sería por el bien de otra persona?
-Mentí. Wataru se sacrificó por salvarnos, y creo que… es mi turno.
-¿Por qué?
-Dos Armagedones de lleno… -dijo Jinko, en shock. –Rai… ryuu… está sin energía suficiente para vivir…
-Dilo otra vez –dijo el agonizante joven de los mechones rubios.
-Rairyuu…
-Suena tan bonito cuando lo dices, Jinko… Hyuga, Misaki, por favor… protejan a Jinko con todo lo que tengan… Incluyendo lo poco que me queda de… poder. No… dejen… que… nada le pase… porque la… a… mo… -y como Wataru, Rairyuu se disolvió cuando murió. Se convirtió en energía, y entró al magatama del Arcángel del Fuego, que fuera de estar llorando, no pudo evitar sentirse más furioso que nunca.
-Hino, juro que esta vez la pagarás… La pagarás completa… ¡JAMÁS TE LO PERDÓNARÉ, HINO! –y como Misaki, Hyuga evolucionó por completo; su armadura, sus armas… Ya no tenía sus dagas, si no un par de guantes en las manos Oo.
"Ahora eres el verdadero Arcángel del Fuego… Con tu fuerza, y mi Técnica Kiai lucharás de una manera que nunca… Que nunca se ha visto…" –y esa fue la última vez que Kojiro pudo escuchar la voz de Rairyuu, a quien le debía más que una ahora.
