Capítulo XXI: Tres Historias de Amor

Genzo desapareció del lugar donde se produjo la batalla, teletransportándose de inmediato a su habitación. Muerto de cansancio y de furia como estaba, le dio de puñetazos a su almohada, hasta que la despanzurró. Pero, ¿qué culpa tenía la almohada?

No; la culpa de esto ni siquiera la tenía Schneider.

La tenía el Guía Negro.

Una vez descargó su furia, Wakabayashi decidió ir en busca de Herman, pero el alemán ni siquiera estaba en su casa.

-¿Dónde estará? –y claro, tuvo el presentimiento de que Herman estaba por ir a Munich. De inmediato se teletransportó al aeropuerto (me sorprende que haya tenido energías) y encontró a Herman a punto de comprar el tiquete.

-¡Herman, espera!

-¡Genzo!

-¿Vas a ir a buscar a Marie?

-¿Qué crees?

-Más bien espera aquí. Yo iré. Recuerda lo que pasó.

-Pero…

-No compres el tiquete. Ya me oíste.

-Bueno, pues… -y ambos futbolistas salieron del aeropuerto. Una vez estaban fuera del lugar, Herman le preguntó por qué no debía ir a Munich.

-Yo me encargaré de eso. Entretanto, necesito que pongas un aviso de desaparición.

-¿Por qué?

-¿Recuerdas a Tooru?

-Sí… -pero al ver la tristeza en la cara de Wakabayashi entendió lo sucedido. –No me digas… No me digas que Schneider…

-Sí, Herman. Ese desgraciado mató a Tooru.

Kaltz se quedó de piedra. ¿Cómo podía ser que Schneider se había convertido en un asesino? Sin embargo, recordó lo que Genzo había dicho: Karl prácticamente había vendido su alma.

¿A cambio de qué? ¿De vencer a Genzo?

-¿Y qué pasó con, con Tooru?

-No sé cómo explicarlo…

-Sencillamente dime lo que pasó.

-Cuando murió se convirtió en energía… Y entró a mí. Ahora somos una sola persona, por así decirlo.

-Por eso lo del aviso de desaparición, ¿verdad?

-Exacto. Al fin y al cabo, Tooru era un reconocido arquitecto de la ciudad.

-Por no decir que era el aún invicto Rey de los Videojuegos.

-Sí… -y el japonés recordó las últimas palabras de Tooru, aunque no hubiese completado la frase: Cuida de mi familia.

-Vamos, Herman. Tenemos muchas cosas que hacer. Necesito que esperes un poco y pongas el aviso de la desaparición de Tooru. Mientras tanto yo tengo que buscar a Marie, ponerla a salvo y avisarle a la familia de Tooru.

Entretanto, en Japón… Kai acababa de llegar a casa, aunque en medio del entrenamiento de fútbol le dio otro doloroso presentimiento. Claro, sus compañeros se aterrorizaron al ver al joven gritando de dolor. Incluso Komichi, que no tuvo entrenamiento de tenis y estaba observando la práctica corrió a ver qué le pasaba.

Sin saberlo, el presentimiento le dio en el momento en que Schneider mató a Tooru.

Ya en casa, Kai se puso a hacer sus deberes, aunque el timbre de la casa le asustó, causando que el Kage no Tsukai dejara escapar una ola de energía por accidente. Lo que se cayó esta vez fue una de las medallas que había ganado gracias a su habilidad aprendida para el fútbol. Y es que bueno… Tuvo un excelente maestro llamado Ozora Tsubasa.

-¡Kai, tienes visita! –oyó decir a su madre. De inmediato el joven bajó las escaleras, y le sorprendió ver a Jinko ahí, acompañada de un joven al que no reconoció de inmediato… Pero después notó que era el Arcángel del Agua.

-¡Jinko-san! Qué sorpresa verte.

-Necesitamos hablar contigo.

-Sigan, por favor.

Jinko y Taro entraron a la casa, mientras la madre de Kai los observaba algo atónita. Sabía que Kai tenía amigos ya adultos, pero el joven que venía con la doctora no era nadie más que uno de los futbolistas más reconocidos de Japón.

-Mamá, ¿podrías por favor dejarnos a solas un rato? –dijo Kai.

-Eh, yo… Claro. Iré a hacer té –y al fin se aseguraron de estar a solas, pues Kai decidió usar sus poderes para formar una barrera de insonorización.

-¿Qué sucede, Jinko-san?

-¿Has tenido presentimientos últimamente, Kai-kun?

-Me temo que sí. Ayer y hoy tuve presentimientos, y como suelen ser dolorosos en mi caso…

-¿Ayer y hoy? –preguntó Misaki, sorprendido.

-Ayer por la tarde estaba aquí en casa y me dio un ataque, y hoy en medio del partido de práctica me dio otro. Mis amigos estaban muertos del pánico.

-¿No alcanzas a ver qué pasa, verdad?

-No.

-Bueno, me temo que nosotros sabemos por qué tuviste el presentimiento de ayer.

-¿Qué dices?

-Mataron a Ikazuchi ayer –dijo Jinko gravemente.

-¿Qué? ¿Quién?

-Uno de los Contraarcángeles… Hino Ryoma.

-¿Hino Ryoma? ¿El jugador uruguayo-japonés?

-Ese mismo.

-Wataru, Rairyuu… Quién sabe quién más, por lo que tuve el presentimiento hoy. Y yo que rezaba porque mis presentimientos no se cumplieran…

-¿Por qué?

-Porque aunque no supe a quién, ayer presentí que habían matado a alguien… Y de hecho hoy también.

-Eso significa que debieron de acabar con uno de nosotros hoy –dijo Misaki, cayendo en cuenta.

-¿Qué dices? –dijo Jinko, sorprendida.

-Si Kai-kun presiente eso, entonces no son buenas noticias.

-Sólo habría una manera de saberlo, pero no tengo idea de cómo hacerlo –dijo Kai.

-Tendríamos que llamar a los que quedamos. Es decir Tsubasa, Sanae, Hyuga, Shinobu, Ishizaki, Tooru y Wakabayashi.

-Y la mayoría de ellos viven en Europa –dijo Jinko. –A Shinobu e Ishizaki podemos preguntarles por teléfono, pero las cuentas de larga distancia van a estar muy caras.

-A menos de que tomemos el riesgo de teletransportarnos hacia donde están ellos –dijo Kai. -¿Alguno de ustedes lo ha intentado antes?

-Yo no –admitió el Arcángel de la Oscuridad.

-Yo sí. Cuando vivía en Francia tuve que venir varias veces aquí a Japón, también he ido a Alemania y también he ido a Francia desde Japón. Si quieren yo me puedo encargar de ello –dijo Misaki, para variar muy seguro de lo que decía.

-Pero Taro… ¿No crees que será muy peligroso?

Entre nos, Kai se sorprendió de ver y oír a la otrora seria y formal Imawano Jinko decir el nombre de alguien.

-El único efecto secundario es en realidad quedar algo mareado, pero todo sea por el bien de nuestros amigos.

-Cambiando de tema, ¿no oyeron un rumor? –dijo Kai, recordando algo que oyó en la escuela.

-No suelo ser chismoso –dijo Misaki.

-Ni yo –agregó Imawano. -¿Por qué?

-Porque oí que pronto habrá una boda de alguien famoso.

-¿Una boda?

-¡Cierto! Shinobu-san le acaba de pedir a su novia matrimonio. Y como es el dueño de la discoteca juvenil más famosa de Shizuoka…

-¿Ya sabías de esto, Imawano-san?

-Bueno, ya saben que Shinobu-san es para mí el hermano mayor que nunca tuve, y por eso supe que él había comprado la argolla de matrimonio hace unos días.

-Ah… Entiendo. ¿Y quiénes más estarán invitados? Al menos eso me pregunto.

-Supongo que los que seguimos vivos –dijo Misaki. –Pero eso lo sabremos en su momento. Bueno, con permiso, Kai-kun; tenemos que ir a Vitalis.

-¿Y eso?

-Shinobu-san no sabe que Rairyuu está muerto –dijo Jinko, ayudando a su paciente y ahora… (Me va a doler un poco decirlo…) novio a ponerse de pie.

-De acuerdo –y Kai los acompañó a la puerta. –Cuídense y sean felices.

-¿Cómo...?

-¿Creen que soy ciego? Ya me di cuenta que son más que amigos –y mientras la pareja se iba a la discoteca, algo confundida, Kai se desternilló de risa.

-Así que Shinobu se casa. ¿Por qué no me lo dijiste antes? –preguntó Misaki.

-No pensé que fuera importante, Taro.

-Bueno, me alegra que en medio de tanta batalla y tanta tristeza haya espacio para la felicidad. Tsubasa y Sanae van a ser padres, y ahora Shinobu decide unirse al grupo de los casados.

-Ahora que lo pienso… Tienes razón –y al fin llegaron a Vitalis. Jinko pidió al vigilante que llamara a Shinobu, y momentos después…

-El jefe me dijo que les pidiera que siguieran a su oficina.

-De acuerdo.

Taro y Jinko subieron las escaleras hasta la oficina de Shinobu, quien se hallaba atareado organizando lo de la boda.

-Hola, Shinobu-san –dijo Jinko, sacando de su trance al ex-DJ.

-Ah, Jinko-san… Misaki-kun.

-Felicitaciones –dijo el Arcángel del Agua, sonriendo como siempre.

-Gracias. Tomen asiento –y el gerente del establecimiento les hizo acomodarse. -¿Qué es eso tan urgente que me tienen que decir?

-Shinobu-san, me temo que hemos perdido a otro aliado.

-¿Cómo?

-Ayer Hino asesinó a Ikazuchi Rairyuu –dijo Misaki.

-No, no lo puedo creer.

-Y Kai dijo que hoy presintió que habían acabado con otro de nosotros, pero no sabemos a quién.

-Si es así, debemos tomar medidas urgentes. No podemos dejar que los Contraarcángeles nos acaben uno por uno.

-Cierto. Vinimos a decirte eso, Shinobu-san, además de felicitarte por tu compromiso.

-Aunque Jinko-chan ya lo sabía –dijo Taro. –Sólo que ella no me lo dijo antes.

-Misaki-kun ¿desde cuándo le dices así a ella? –preguntó Shinobu, confundido.

-¿Eres despistado o qué? –dijo Jinko, cruzándose de brazos. -¿Acaso tus gafas no te dejan ver?

-Oh, ya veo… Así que se dieron cuenta de que se gustaban.

-Bueno, no es un secreto.

-En fin. Creo que ya tendré entonces a los padrinos de la boda.

-¿Cómo?

-Bueno, no sabía a quién pedirle que fuera el padrino de la boda, pero ya sé a quién.

-No exageres.

-En todo caso, no crean que los dejaré irse sin antes contarme cómo fue que pasó.

-Chismoso –dijo Jinko, fingiendo estar molesta.

-¿Acaso no puedo saber cómo mi 'hermana menor' encontró a la persona adecuada?

-Esto…

-Anda, Jinko-chan… No tiene nada de malo que él sepa cómo ocurrió. Además, como tú misma dijiste: no es un secreto.

-¿Ves? Hasta Misaki-kun está de acuerdo.

-Vale pues. Como sabes, Taro es mi paciente ya que todavía le falta por recuperarse de su lesión.

-Sí, lo sé bien.

-Y bueno, ¿recuerdas cuando llegué aquí arrepentida de haberle dado una cachetada?

-Fue por la muerte de Wataru, ¿no?

-Sí, y tengo que admitir que Jinko golpea bastante duro –dijo Misaki, frotándose la mejilla que había sido golpeada por el Arcángel de la Oscuridad.

-Oye… Como sea; después de que me desmayé y te fuiste a pedirle a tu novia que se casara contigo, fui al apartamento de Taro a pedirle disculpas. Duramos mucho tiempo hablando, y en esas… En esas nos dimos cuenta que estaban atacando a Rairyuu.

-Me imagino que fueron a ayudar.

-Sí, y por desgracia Hino mató a Ikazuchi-san. Éste con sus últimas palabras nos pidió a Kojiro y a mí que cuidáramos de Jinko, puesto que Ikazuchi-san siempre quiso mucho a Jinko.

-Aunque ella no le daba ni la hora –dijo Shinobu, riéndose.

-Ya deja eso, Shinobu-san.

-Después de esa batalla regresamos a donde estábamos, y como ya era muy tarde, le dije a Jinko que se quedara en mi casa. Ella se quedó en el sofá cama, y yo obviamente en mi habitación.

-Esta mañana en medio de la rehabilitación, después de que Ishizaki-san se fuera…

-¿Ishizaki-san?

-Sí, el Arcángel de la Tierra. Nos llevó hasta el hospital en su auto.

-Genial.

-Sí… Y después de que se fue nos quedamos hablando un rato, pero Jinko-chan se quedó en trance un momento, y por tratar de que volviera a la realidad la asusté.

-Y ya sabes qué pasa cuando asustan a alguno de nosotros –dijo Jinko. –Ahí sí me declaro culpable. Estaba pensando en algo y el susto fue tal que Taro se cayó.

-¿Y qué pasó?

-A eso voy. Por decencia lo ayudé a levantarse, pero por alguna razón desconocida para mí en ese momento mi corazón iba a mil por hora, y no era la primera vez.

-Y claro, no es que nos dejáramos llevar por el momento; el momento nos llevó a la fuerza.

-Pillines, pillines… -dijo Shinobu, burlón, causando que Jinko se sonrojara con fuerza y Taro sonriera divertido.

-Claro, al principio le pedí disculpas y todo, pero después resultó que en realidad no es que me gustara Jinko; la quiero con toda mi alma. Casi como si esa parte de Rairyuu hubiese entrado a mí y no a Hyuga, pero no es el Arcángel del Trueno, que en paz descanse el que habla por mí.

-¿Cómo?

-Lo que quiero decir es que tengo que admitir que es la primera vez que me he enamorado de alguien.

Y ya saben que en esos asuntos Misaki-kun es serio hasta más no poder.

-Y eso es todo.

-Vaya historia. Ahora no falta que los paparazzi los persiga. Al fin y al cabo, Misaki-kun s un reconocido futbolista.

-Yo no tengo nada que esconder –aclaró Taro. –Amo a Jinko, y si quieren o no decir algo al respecto, no es mi problema. Al fin que ni que estuviera prohibido.

-Eso es tomar con frescura lo que dicen de ti –dijo Jinko, admirada, mientras tomaba la mano de Taro.

-El qué dirán no me afecta mucho en realidad. Y por cierto, Shinobu-san, ¿cuándo va a ser la boda?

-Lo sabrán en su momento. Por ahora estoy definiendo los detalles. Una boda es complicada de organizar. Lo bueno es que podré organizarla bien.

-Espero que sea una boda preciosa.

-Sí, recuerdo la boda de Tsubasa-kun.

Aunque casi nadie lo supo, los Arcángeles Negros estuvieron presentes en la boda de Tsubasa y Sanae. Era lo justo, ¿no? Al fin que ellos eran amigos de los novios.

-Y por cierto, ya veré cuando ustedes estén por 'comer pastel.'

-Todavía es muy pronto, Shinobu-san. Apenas pasó lo que te contamos hoy.

-Ah, pero algún día lo pensarán.

-No cuentes los pollitos antes de que nazcan –dijo Misaki, citando al difunto Tooru, aunque no lo sabía. –Todavía es muy temprano como para pensar en una boda.

-Cosas se dan, Misaki-kun. Cosas se dan.

Pasaron los días, y en la universidad donde estudió Rairyuu se corrió el rumor de que el joven había desaparecido. Sus amigos, atemorizados ante el hecho de que él podría haber muerto pusieron la denuncia en la estación de policía, y aunque se hizo una larga y cuidadosa búsqueda, Rairyuu no apareció, ni vivo, ni muerto.

Por otro lado la policía de Hamburgo también comenzó a buscar al reconocido arquitecto Akuji Tooru, pero se obtuvo el mismo resultado de la búsqueda de Wataru y Rairyuu: Nada.

Genzo se encargó de avisarle a Moroha, Kusuke y Suma sobre la desaparición de Tooru, pero al hablar con Genzo, Suma sabía que algo andaba mal.

-Wakabayashi-san, ¿estás seguro de que mi hermano desapareció?

-¿Por qué lo dudas?

-¿No será que más bien alguien lo mató?

-Si así hubiese sido, habrían encontrado al cadáver. ¿No lo crees así, Suma-san?

Claro, Suma estaba en ese instante sola en la sala, pues Moroha, destrozada ante el hecho de que su querido hijo había desaparecido se fue a su habitación, llorando desconsoladamente, y Kusuke intentó consolarla.

-Yo creo que en realidad alguien debió matarlo por ser lo que era.

-¿Por ser un arquitecto?

-No; por ser un Arcángel.

¿Cómo era que Suma lo sabía:shock:

-¿Cómo, cómo lo sabes, Suma?

-Hace varios años, cuando Too-chan ya vivía en Alemania y me hablaba de ti, me confesó lo que había sido desde que nació. Claro, quedé helada al saberlo, pero juré guardarle el secreto. Y ya hace unos meses me dijo que otra vez era el Arcángel del Hielo. Me contó toda su historia porque sabía que yo le guardaría el secreto.

-Así que en realidad sabes que Tooru era…

-Sabía que Too-chan… Que Too-chan haría lo que fuera por salvar esta tierra –y la voz de la chica se quebró. –Wakabayashi-san, quiero pedirte un favor.

-¿Cuál?

-Por favor, no dejes que los malos venzan. Cumple con lo que Tooru no pudo, y cuídate mucho.

-Así lo haré, y por favor, no le digas nada de esto a tu madre.

-Prometido –y Suma colgó el teléfono. No podía evitar llorar ahora que sabía la verdad de lo sucedido, y eso que hizo gala de una entereza imposible cuando su madre le dijo que Tooru había desaparecido.

"Así que Wakabayashi-san también es uno de los Arcángeles. Sólo espero que él, y los otros logren detener al Guía Negro. No podré hacer nada grande o importante por ellos, pero mantendré mis esperanzas en ellos y rezaré por su victoria. Es lo único que puedo hacer."

Azumi, Natsuko, Herman, Daichi… Y Suma; fuera de los Arcángeles y Contraarcángeles eran los únicos que sabían de lo sucedido, y juraron guardar el secreto.

Un secreto que tarde o temprano se revelaría no ante el mundo, pero sí ante los que deseaban vivir.