Capítulo XXII: Situaciones Críticas

En España, Sanae estaba en su clase de español, concentrada en lo que la maestra estaba dictando. Sin embargo ese día Jane no fue.

-Esto, Sanae…, ¿tienes un borrador que me puedes prestar? –le preguntó Hiba, una tímida joven árabe que llevaba todo menos la cara y las manos cubiertas.

-Claro. Toma.

-Gracias

Sin embargo, fuera de los mareos y las náuseas provocadas por el embarazo, Sanae se sentía cada vez más débil. No se había vuelto a desmayar, pero poco le faltaba para que le pasara.

Sin saberlo, el hecho de que le faltaba su parte oscura la debilitaba, puesto que además Kurai se hacía cada vez más fuerte.

Y cuando menos se lo espera uno… A Sanae se le fueron las luces.

Sanae! –exclamaron los otros estudiantes al ver que la joven perdía el conocimiento y se iba para el suelo.

Malcolm, Matthew, lleven a Sanae hacia el sofá! ¡Hiba, ve por agua! –dijo Toinette, la francesa, quien era paramédico, y aunque seguía teniendo su acento francés, se le entendía todo con facilidad.

Una vez los hermanos ingleses pusieron a Sanae sobre el sofá de la recepción y Hiba llevó un vaso de agua, Toinette y la maestra hicieron lo posible por despertar a la japonesa.

Al fin Sanae despertó, y se sorprendió al ver que su maestra y sus compañeros de curso estaban ahí, preocupados por ella.

-¿Te encuentras bien, Sanae? –preguntó la maestra.

-Nani? –por un momento Sanae habló en japonés por lo aturdida que estaba, pero una vez recuperó la lucidez se dio cuenta de lo que dijo. -Eh, sí, gracias.

-¿Qué te pasó? –preguntó Gerhard, un joven alemán de cabello largo.

-Me, me desmayé.

La maestra le dijo a Sanae que si no se sentía bien, era mejor entonces que fuera a casa y reposara. Obviamente Sanae no iba a aceptar eso, pero dadas las circunstancias era lo mejor. Gerhard se ofreció a acompañar a Sanae hasta el apartamento de ella por simple cortesía.

Iban en silencio por la calle, hasta que Sanae vio a alguien conocido… Y ese conocido también la vio.

-Vaya, Sanae… Me sorprende que vayas por la calle con alguien que no es tu esposo.

-¡Santana! –Sanae palideció. ¿Y si el Contraarcángel la atacaba ahora que estaba débil y para rematar acompañada?

-Gott! ¡Carlos Santana! –exclamó Gerhard, emocionado. -¿Me puede regalar su autógrafo?

Eso echó al traste el plan de Carlos. Resignado a tener que esperar a poder atacar, el brasileño le dio un autógrafo al joven alemán y se fue… Aunque no muy lejos.

-Sanae, no puedo creer que conozcas a Carlos Santana. ¡Es uno de mis futbolistas favoritos!

Sanae, un tanto nerviosa, le explicó con el español que recordaba a Gerhard que Santana había sido rival de Tsubasa en Brasil.

Al fin llegó a casa, y Gerhard se despidió. Sin embargo, Yato se veía preocupado por su ama.

-¿Miau?

-No te preocupes, Yato. Se me fueron las luces en el curso y tuve que regresar.

-Miaaa…

-Voy a dormir un rato. Quizás eso me ayude.

Sin embargo, nada parecía ayudar a Sanae. Y todo era porque su parte oscura se volvía cada vez más fuerte.

Ying y yang, cara y cruz… El ser humano siempre tiene dos lados, regidos por el bien y el mal, la luz y la sombra, los cuales para vivir deben estar en perfecto equilibrio. Si uno de los lados desequilibra la balanza puede tener consecuencias.

Y en este caso las consecuencias eran que Kurai se hacía más fuerte, mientras que Sanae (¿o debería decir Hikari dado el caso?) se debilitaba lentamente.

Pasaron los días, y se cumplió otro mes. Jinko y Misaki seguían tan enamorados como desde el primer momento, y Shinobu estaba por casarse. Incluso entre algunos de sus amigos le hicieron una descabellada despedida de soltero. Ishizaki y Yukari tuvieron una fea discusión y su noviazgo estaba en riesgo. Hyuga comenzó a entrenar con el Reggiana, pero no se sentía realmente a gusto. Además había comenzado a practicar la misma técnica que Rairyuu usaba, y poco a poco se iba a acostumbrando. A Genzo le tocó testificar por el caso de la desaparición de Tooru, pues era cercano a él, pero lo único que pudo decir fue que la mañana en que el arquitecto desapareció se lo encontró y lo saludó, pero nada más. ¿Igual, qué más podía decir él? Aparte de ello, fue a Munich, y después de encontrar a Marie, que se estaba quedando en la casa de una amiga, la llevó a Hamburgo, donde sabía que estaría a salvo.

Sanae se hallaba cada día más débil, pero no dejaba que eso la afectara. Los médicos no sabían por qué estaba así, e incluso le habían recomendado no tener al bebé por su salud, pero ella, terca, no quiso que acabaran con la vida de su bebé. Yato crecía cada vez más; de vez en cuando salía de la casa y volvía hecho un guiñapo, pero siempre estaba pendiente de su ama. Tsubasa seguía entrenando muy duro, y estudiando por las noches, por lo que se le veía a menudo exhausto. Sin embargo, aunque había vuelto a luchar varias veces contra Santana (Kuro no volvió a aparecer), lo derrotó no con más facilidad, pero sí sin estar otra vez en riesgo de morir. Sus poderes eran mucho mayores que al principio. Sin embargo, no volvió a hablar con aquella voz que no era suya.

Se acercaba el verano, por lo que Daichi se esforzó mucho más en sus estudios y en el equipo, ya que Koudai le había prometido que irían a Barcelona en verano.

Aunque eso significaba que se perdería el Torneo Nacional ;;

Estaba en medio de un entrenamiento, corriendo alrededor de la cancha junto a los demás chicos. La escuela había acabado de contratar a un viejo conocido para nosotros como el entrenador del equipo de la primaria Nankatsu: Shiroyama Tadashi, ya algo entrado en años.

-¡Vamos, muchachos, un poco más rápido! –exclamaba éste, mientras los chicos seguían corriendo. Pero el que más corría era Daichi por obvias razones. Sin embargo, recordó que viajaría a Barcelona en las vacaciones, por lo que sus ánimos decayeron ligeramente y aminoró el paso.

-¡Ozora, más rápido!

-Sí, señor –y volvió a correr como antes. Había muchas cosas en la cabeza del chiquillo. ¿Su hermano habría vuelto a pelear contra los malos? ¿Cómo estaría Sanae y su futuro sobrino? ¿Y por qué Shiro no había vuelto a hablar con él?

Esto último era lo que le entristecía. Desde que Shiro habló con Tsubasa por medio del chiquillo no había vuelto a manifestarse. ¿Acaso se habría enojado o algo así?

"Shiro… ¿Por qué no me has vuelto a hablar? ¿Acaso hice algo mal? ¿Acaso te enojaste conmigo?" –pensaba Daichi, mordiéndose un labio mientras corría.

Sin embargo, se le soltó el cordón del guayo y cayó al suelo. Por suerte ya no se estaba mordiendo el labio (que si no…), pero la caída fue aparatosa.

-¡Daichi! –exclamaron los pequeños compañeros de equipo del menor de los Ozora.

-¿Te encuentras bien? –preguntó Shiroyama, acercándose al chiquillo.

-Podría estar mejor –respondió el menor de los Ozora, frotándose la rodilla.

Rato después el chico llegó a casa, pero Natsuko no estaba y Koudai ya estaba de regreso en su buque. Hizo sus deberes a conciencia y al contrario que la mayoría de veces, no quiso jugar videojuegos. Algo para él no andaba bien, y no sabía qué era.

Por lo menos era así por Shiro. Le hacía mucha falta.

Sin embargo, el chiquillo oyó un ruido en el patio de la casa. Corrió hacia allá y vio que un cuervo que tenía su nido en un árbol del patio había caído muerto a los pies de éste. Aunque Daichi estaba asqueado al principio, se acercó a ver qué había matado al pobre animal.

Algún desalmado le había atinado con una piedra.

Sin embargo, recordó que en un libro había leído que los cuervos se encargaban de las crías y los huevos en parejas, pero, ¿dónde estaría el otro cuervo?

Esperó durante varios minutos, pero no apareció la otra ave. Al final Daichi decidió trepar el árbol y tomar los huevos que había ahí para evitar que las avecillas dentro de los huevos murieran por estar desprotegidos.

"Cría cuervos y… No creo en eso" –pensó mientras trepaba como un gato el árbol. Al llegar a la rama donde los cuervos tenían su nido, vio que sólo había tres huevos, pues los demás estaban aplastados por alguna razón. Sin embargo, en ese momento Daichi tenía miedo. Miedo de que el otro cuervo regresara, miedo de mirar hacia abajo, miedo de caer y no poder evitar que se partieran los únicos tres huevos que quedaban.

Pues el cuervo que debía quedar nunca regresó. Sin que Daichi lo supiera, aquel cuervo estaba muerto desde hacía tres días.

Sin embargo, Daichi cometió el error de mirar hacia abajo, y le dio vértigo. Sin saberlo, había trepado un árbol muy alto y no sabía cómo bajar. No quería pedir auxilio a gritos, pues si Natsuko llegaba y lo veía así le daría un buen regaño, pero no quería dejar esos huevos a merced de los depredadores citadinos.

Y sin embargo corrió con suerte. Mientras estaba preguntándose qué hacer, Kai pasaba por allá, solo, y vio a Daichi en el árbol, muerto de miedo.

-¡No te muevas! –dijo el Mensajero de las Sombras al chiquillo. Sin embargo Kai llevaba su cabello suelto, y como ya les expliqué, Kai tiene prácticamente la misma cabellera de Tsubasa y Daichi.

Claro, al estar tan arriba Daichi no veía ni oía realmente bien a Kai… A quien confundió con su hermano mayor.

-¡Tsubasa! ¡Ayúdame, hermano! –y por suerte ya tenía el nido entre sus brazos, pero Daichi en medio de su confundida alegría perdió el equilibrio y se cayó del árbol.

Todo parecía ir a cámara lenta, pero Kai reaccionó a tiempo haciendo aparecer sus negras alas y salvando a Daichi de una fractura segura… Y salvando a unos inocentes pajarillos aún no nacidos.

-¿Te encuentras bien? –preguntó Kai a Daichi, quien aún tenía sus ojos cerrados por el miedo.

-Esto, yo… ¡Hermano! ¿Eres tú?

Sin embargo, Daichi se dio cuenta que el joven que le había rescatado no era su hermano, a pesar de que se parecía mucho a él.

-Lo siento… No soy tu hermano.

–Pero… te pareces mucho a Tsubasa.

-Si te refieres a Ozora Tsubasa, sí, me parezco por alguna extraña razón, aunque bueno, me alegra decir que lo conozco. Mi nombre es Kagei Kai.

-¿Kagei Kai? ¿No eres el capitán del equipo de fútbol de la Preparatoria Nankatsu?

-Sí.

-Mi hermano me ha hablado de ti antes.

-¿En serio?

-Bueno, él y sus amigos. Y por cierto, ¿cómo es que conoces a mi hermano?

-¿Quién es tu hermano?

-Tú lo dijiste. Mi hermano mayor se llama Ozora Tsubasa.

-Así que… Así que eres el hermano menor de Tsubasa-kun.

-Sí. Soy Ozora Daichi, futuro capitán de la Selección Japonesa de Fútbol.

-Ah, ya. Y por cierto, ¿qué hacía en ese árbol? ¿Acaso no sabes que es muy peligroso subirse a un árbol tan alto?

Y Daichi recordó el nido que llevaba en sus brazos.

-¡Ah, cierto! Lo que pasa es que estaba aburrido mirando por la ventana y oí un ruido. Corrí hacia acá y vi que la madre, o el padre, de estos huevos había caído a los pies del árbol, muerto. Alguien mató al cuervo de una pedrada.

-Quien haya hecho eso es un…

-Es un desalmado –dijo Daichi, evitando que Kai dijera una grosería.

-Eso. ¿Y qué vas a hacer con esos huevos?

-Los voy a cuidar. Quién sabe: a lo mejor podré tener una mascota o algo.

-Pero, ¿no has oído ese refrán de "Cría cuervos y te sacarán los ojos?"

-Sí, pero no creo que sea cierto.

-Entonces va muy en serio, ¿eh? –y Kai se dio cuenta que se estaba demorando mucho para llegar a casa. –Bueno, Daichi-kun, cuídate, y saludos a tu hermano.

-De acuerdo. Cuídate, y espero que los Contraarcángeles no te causen problemas.

Eso dejó al Kage no Tsukai mudo OO

-¿Cómo es que lo…?

-Soy el hermano de Ozora Tsubasa, el Kami no Tsukai. Además, mi amigo imaginario me dijo varias cosas sobre esto, y sobre todo que Tsubasa tiene que salvarnos a todos.

-¿Cómo que tu amigo imaginario?

-No le digas a nadie… -Daichi se veía algo avergonzado. –Se llama Shiro.

-¡Shiro! ¡El Guía Blanco! –y Kai desapareció, dejando a Daichi fascinado.

-Wow… Con que esos son los poderes que tienen los amigos de mi hermano. Cómo quisiera tener esos poderes también.

"Más bien agradece que eres un ser humano común y corriente" -¡la voz de Shiro volvió a sonar en la cabeza del menor de los Ozora!

Entretanto Kai apareció cerca de su casa, preocupado por lo que vio: otra persona inocente involucrada en toda esta situación.

"Sin embargo, tengo que agradecerle a Dios que ni mi madre ni mis hermanos están envueltos en esto."

Pero oyó un grito, y corrió a ver de dónde venía… Con una desagradable sorpresa.

Komichi estaba acorralada por alguien que Kai no conocía… Una joven vestida de negro, muy parecida al Arcángel del Amor.

-¡Komichi-chan!

-¡Kai!

-Kai… ¿Qué es eso? –preguntó la joven de negro.

-Mejor ni preguntes. ¡Deja a mi amiga en paz! –y de un empujón Kai mandó a la persona vestida de negro a un lado mientras se llevaba a Komichi de allí. -¿Te encuentras bien, Komichi-chan?

-Estoy muy asustada…

-Corre hacia tu casa de inmediato, o si puedes, ve a la mía. Trata de calmarte.

-¡No irán a ninguna parte! –y una barrera oscura rodeó a los jóvenes presentes.

"¡Una barrera de contención como la de Tsubasa-kun y los demás! Esto se pone cada vez peor" –pensó Kai, que no creía ser capaz de pelear teniendo a Komichi al lado. "Que nadie salga lastimado, que Komichi-chan este a salvo, que no lo recuerde…"

Pero no funcionó; la barrera que la joven vestida de negro formó evitó que los poderes de Kai funcionaran.

-Anda, Kage no Tsukai, ¡peleemos! –y la joven de negro cambió de ropas como si nada. Era Kurai.

-¿Crees que soy tan idiota como para luchar con alguien inocente aquí?

-¿Y eso qué importa? Al fin y al cabo todos morirán. ¡Ondas Mortales! –y el ataque de Kurai se dirigió hacia Komichi, pero el Mensajero de las Sombras desplegó sus alas y apartó a la chica de ahí. Sobra decir que la joven estaba en shock. Una vez Kai dejó a la joven en un lugar más o menos seguro, hizo aparecer la Espada de Caronte y cambió de ropas. Otra vez tenía el viejo traje del Kage no Tsukai.

"No puedo creerlo. Este traje sólo lo he usado una vez y aún es de mi talla."

Sin embargo, no era tiempo para chascarrillos, pues el mortífero juguete de Kurai se dirigía hacia él, aunque Kai logró desviar el ataque del ser maligno con su Espada.

-¿Por qué será que todos ustedes tienen la mala costumbre de no aceptar su destino? –rezongó Kurai.

-¿Cuál destino? No quiero morir sin antes haber sido jugador de algún equipo profesional de fútbol. ¡Grito de las Sombras!

El ataque en realidad era una distracción, pues mientras Kurai lo esquivaba fácilmente, Kai saltó y voló en picado hacia Kurai, causándole una buena herida. Una vez más la sangre de Kurai brotó de la herida y ella otra vez estaba aterrada.

"Vaya tonta. ¿Acaso nunca ha visto sangre?"

Claro, por le miedo que le causaba Kurai desapareció, dejando a Kai con un palmo de narices.

"¿Y a ésta qué le pasa?" –pensó el Mensajero de las Sombras, confundido.

Sin embargo, recordó algo importante, muy importante: Komichi lo había visto todo. Tendría que modificar su memoria para que no recordara nada de lo sucedido.

Pero…

-¿Te encuentras bien, Komichi?

-¿Kai…? –la joven aún no salía de su shock.

"Por favor, que no recuerde lo sucedido…" –pero nada; Komichi no pudo olvidar lo sucedido.

-Kai, ¿qué fue eso que me atacó? Era una mujer vestida de negro y de repente estaba vestida de rojo… Y te llamó algo raro… Kate no Tsukai, Kame no Tsukai

Y Kai supo que no tenía más opción que decirle a su mejor amiga toda la verdad.

-Komichi-chan, hay algo que muy pocas personas saben de mí. De hecho, ni mi madre ni mis hermanos lo saben, y es mejor que no lo sepan, aunque ya intuían algo.

-¿Qué?

-Verás, yo siempre tuve muy consciente cuál era mi destino, Komichi-chan.

-¿Consciente de tu destino? No entiendo nada.

-Preferiría que no lo entendieras, pero ya estás metida de lleno. Como te dije, estaba consciente de mi destino: Decidir el futuro de la Tierra en una batalla. Yo sólo tenía doce años cuando sucedió, y creía erróneamente que el destino era inmutable.

-¿Y qué sucedió?

-Aprendí una lección muy valiosa. Gracias a Ozora Tsubasa entendí que el destino podrá ser predicho, pero sólo uno mismo puede hacer que suceda.

-¿¡Ozora Tsubasa? ¿El capitán de la Selección Japonesa de Fútbol?

-El mismo.

-Pero, ¿por qué Ozora Tsubasa te enseñó eso?

-Eso y me enseñó lo que sé de fútbol. Resulta que sin querer habíamos nacido para luchar el uno contra el otro, pero al final él venció. Sin embargo, aunque uno debía acabar con el otro o viceversa, él no quiso hacerlo.

-¿Y ahora qué?

-Puedo decir que soy un buen amigo de él, aunque ahora estamos otra vez envueltos en una crítica situación.

-¿Otra vez luchan uno en contra del otro?

-No. Luchamos esta vez por la misma causa, pero ya dos de nuestros amigos han muerto. Y todo por culpa del ser que engatusó a unos de mis amigos, entre ellos los dos que murieron.

-¿Y cómo te llamó esa mujer que me atacó?

-Me llamó por lo que soy; soy el Kage no Tsukai, el Mensajero de las Sombras.

-Eso no suena bonito. Suena tétrico.

-¿No te dije que tuve que luchar contra Ozora Tsubasa cuando tenía doce años? En ese entonces sólo tuve una batalla, y fue cuando caí bajo el influjo de las Sombras, que es de donde viene mi fuerza. En ese momento sólo pensaba en… En la destrucción de la Tierra. Pero como ya te dije, eso es el pasado. Ahora lucho por el bien de este mundo.

-Oye, si tú eras el Mensajero de las Sombras, Ozora Tsubasa es…

-El Mensajero de los Dioses.

Komichi no lo podía creer. ¿Así que por eso era que Kai tenía sus presentimientos? ¿Por eso había algo misterioso, oculto en él?

-Por eso… ¿Por eso es que eres como eres?

-¿Que soy como soy? ¿A qué te refieres?

-A que eres tan bueno para el fútbol, pero a la vez eres tan misterioso y callado, Kai.

-Lo del fútbol lo aprendí del mejor de Japón. Pero de resto siempre fui así.

-Eres increíble.

Y Kai no pudo evitar enrojecerse de vergüenza.

-Sin embargo, tengo un favor muy grande que pedirte, Komichi-chan.

-¿Cuál?

-No le cuentes a nadie lo que te acabo de decir. Nadie quería involucrar a más gente inocente en esto, pero me temo que ya lo sabes, y eso te convierte en una persona vulnerable.

-¿Una persona vulnerable?

-Así, es; los Contraarcángeles saben que hay algunas personas fuera de los Arcángeles, tanto Blancos como Negros, que saben de lo sucedido.

-¿Y quién más lo sabe?

-Sólo sé que el hermano menor de Ozora Tsubasa, Daichi, sabe algo al respecto, y por ahí oí que la hermana menor de uno de mis amigos intuye algo también.

Komichi juró guardar silencio. Si tan importante era el asunto, entonces debía ser lo más discreta posible.