Capítulo XXVI: Juramentos y Revelaciones
Santana desapareció sin dejar rastro. Kai desapareció del lugar, herido y aterrado. Shinobu cayó al suelo, sus ojos llenos de lágrimas de rabia, mientras Ishizaki, aún con su traje de Arcángel puesto, sólo pensaba en vengar la muerte del Arcángel de la Oscuridad.
Pero el que peor estaba no era el Arcángel de la Tierra.
Misaki agachó la cabeza, ya su ropa completamente cambiada… Y en medio de sacudidas lloró.
Había visto morir a dos personas entre sus brazos. Primero uno de sus mejores amigos… Y ahora la mujer que amaba.
Lloraba en silencio, su corazón encogido. Sólo pensaba en Jinko, Wataru, Wataru, Jinko… En las dos personas que habían muerto entre sus brazos… Hasta que un grito de dolor, angustia, terror, furia… Todo eso mezclado rasgó el silencio que se había apoderado del lugar. Por supuesto, no era el único que lloraba la muerte de Jinko. Shinobu también lloraba, pues ahora era el único Arcángel Negro que quedaba, sin contar al Kage no Tsukai. Y por suerte la barrera todavía surtía efecto, pero ¿hasta cuándo?
Rato después los invitados, ya más calmados regresaron a la fiesta, que perdió toda su alegría. Akira y Takanori notaron que Shinobu estaba llorando por alguna razón, y no era por la emoción de ahora ser casado. Ishizaki y Misaki también estaban muy sombríos, o al menos eso notó Yukari.
-¿Y dónde está Jinko-san? –preguntó Yukari al ver que sólo estaban los futbolistas ahí.
-No, no lo sé –mintió Misaki, su corazón destrozado. –Después de la asonada no sé qué se hizo.
Sin embargo, Yukari no pudo evitar notar que Misaki estaba destrozado. No físicamente, pero en corazón y alma.
-Misaki-kun, ¿te encuentras bien?
-La verdad… No. Creo que será mejor irme a casa.
-Espera. Yo te llevo –dijo Ishizaki, solícito. –Yukari-chan, ¿te molesta si voy y dejo a Misaki en su apartamento?
-¿Vuelves?
-La verdad no estoy de humor para fiestas, pero volveré por ti.
-Está bien, Ryou-chan.
Ishizaki y Misaki se subieron al auto del primero y se fueron en doloroso silencio al apartamento donde vivía Misaki. Al fin llegaron y Taro le agradeció a Ryou el haberle llevado hasta su casa.
-Oye, más bien concéntrate en afrontar esto…
-¿Qué?
-No creas que no me dolió la muerte de Jinko. A pesar de todo ella era muy buena persona, y además era una guerrera de verdad. Yo la admiraba mucho.
-Ishizaki-kun, todo lo que dices es verdad… Pero hay algo que debo hacer en este preciso instante.
-¿Qué pasó?
La mirada de Taro, antes inconsolable, ahora tenía una dureza inusitada. No parecía ser el mismo Misaki Taro.
-Aquí y ahora, juro que vengaré la muerte de todos aquellos que han muerto por salvarnos a nosotros, a la humanidad… Y a este planeta. Por Wataru, por Rairyuu, por Tooru… Y por Jinko. Kuro y sus Contraarcángeles lamentarán el día en que decidieron exterminarnos.
Había furia en la voz del Arcángel del Agua. Al parecer lo sucedido había endurecido al dulce joven.
-Misaki-kun, ¿te das cuenta de lo que estás diciendo?
-Sé lo que dije, Ishizaki-kun, y por eso juré que vengaré la muerte de todos. Esto no se va a quedar así. Y aunque yo muera, juro que los Contraarcángeles pagarán por haber asesinado a la única mujer que amo y he amado.
-Si ese es el caso, yo también estoy en deuda con Jinko y los otros. Ellos han sacrificado sus vidas por la Tierra, y aunque suene egoísta, por nosotros. Es más, me siento mal por haber evolucionado con la muerte de Jinko. Pero le prometí que con el poder de ella, y el mío combinado derrotaría a Santana y los demás. Por eso también juro derrotarlos a toda costa.
Y ambos Arcángeles, uno endurecido por haber perdido a su amada, y el otro endeudado con su amiga, estrecharon las manos, en medio de tiempos difíciles.
Entretanto, en Europa, ya era de mañana, pero el día era gris. Cierto, se acercaba el verano, pero el día estaba tan oscuro que parecía invierno otra vez.
Tsubasa se encontraba entrenando con el equipo. Aunque la alegría reinaba en el equipo por ser los líderes de la liga española, él estaba cada día más ceñudo. Una vez más Rivaul intentó preguntarle qué le pasaba, pero Tsubasa no quería hablar al respecto.
En la mañana tuvo un ataque muy fuerte, pero no pudo ir a Japón a hacer algo al respecto, pues desde muy temprano (aproximadamente desde las cinco y media de la mañana) estaba entrenándose no sólo en el fútbol… Si no con su Espada de Amaterasu.
Por supuesto, aquel ataque le dio en el preciso instante en que Jinko falleció.
Sanae también había sufrido un ataque, pero Tsubasa logró evitar que se golpeara. Ella se sentía bastante débil, pero no dejaba de ir a sus clases ni dejaba de hacer oficio. Algo dentro de ella faltaba, pero a la vez la impulsaba a luchar contra sus demonios internos.
Todavía no habían ido a saber si el bebé que esperaban era niño o niña, y eso que Tsubasa era más bien curioso. Pero no era momento de pensar en eso.
Estaba practicando con el balón, cuando Rivaul se le acercó, su cara sombría.
-¿Qué pasa, Rivaul?
-Tienes una llamada. Y tal parece que es urgente.
-¿Acaso es Sanae?
-No te sabría decir, Tsubasa. Mejor ve y contesta –y el brasilero le dio un ligero empujón a su compañero de equipo.
Llegó a los camerinos de la concentración y aceptó la llamada. Era Ishizaki.
-¿Hola? Habla Tsubasa.
-Tsubasa, soy Ishizaki.
-¿Qué pasa? –el tono de voz de Ishizaki no indicaba nada bueno.
-Hoy… Hoy Santana asesinó a alguien.
-¿Qué? ¿Cómo dices?
-Como sabes, hoy fue la boda de Shinobu, y estábamos en medio de la fiesta cuando él apareció.
-No me digas que…
-Shinobu sigue vivo e ileso de puro milagro, y Kai no fue a la fiesta. Pero…
A Tsubasa se le cayó el alma a los pies. No. No podía haber muerto…
-Entonces… Fue Jinko.
-Para desgracia nuestra, sí.
-Misaki-kun debe estar destrozado, Ishizaki-kun. Él y Jinko se querían a morir.
-Más que destrozado, yo diría que Misaki endureció por la furia. Ya van dos de nosotros que mueren en los brazos de él. Primero Wataru, y ahora la mujer de la que estaba enamorado.
-¿Y… cómo fue?
-Santana estuvo a punto de lanzar un Apocalipsis sin precedentes, y yo estaba demasiado herido. Jinko estaba cerca, y me apartó de ahí de un empujón, justo cuando Santana…
Ishizaki no dijo más, pero Tsubasa lo entendió perfectamente. Agradeció la información y colgó el teléfono, su furia más presente que nunca.
-Esta vez Kuro ha ido demasiado lejos.
Pensó en llamar a Sanae y decirle, pero sabía que eso podría perjudicarla por su delicado estado. Por lo tanto decidió esperar y más adelante contarles a los otros dos Arcángeles, Hyuga y Genzo.
Pensó en que sólo quedaba un Arcángel Negro—Shinobu. Algún milagro debía de protegerlo de morir… Aunque quizás era porque tenía la suerte de luchar poco.
Pensó en Kai, que aunque intentó ayudar, no lo logró. El chico debía sentirse muy frustrado por no ser tan fuerte como los demás.
Pensó en Daichi y en Shiro.
Pensó en los que sin ser Arcángeles estaban involucrados, es decir, Azumi, Herman, Natsuko, y sin saberlo, Suma, la hermana de Tooru, y Komichi, la amiga de Kai.
Esto no podía, ni debía seguir así.
Y Tsubasa sabía que muy pronto tendrían que enfrentarse por última vez con los Contraarcángeles.
No supo cuánto tiempo pasó ahí, de pie, hasta que Rivaul, molesto, fue a preguntarle qué le sucedía… Y lo que vio lo aterró.
"¿Acaso estoy soñando? ¡Esto no puede ser posible!" –pensó el brasilero, al ver que a Tsubasa le habían nacido alas, y éste ni cuenta se había dado. Por suerte no había nadie más ahí, pero Rivaul creía que ser había vuelto loco.
-¿Tsu… Tsubasa? ¿Qué te pasa?
-Ya no más. No más muertes, no más oscuridad. Ya todo esto se ha pasado de la raya.
-¿Pero qué rayos estás diciendo? –Rivaul estaba realmente asustado. Esa no era la voz de Tsubasa… Y además el joven emitía un resplandor que encandilaba al brasilero. –Tsubasa, ¡reacciona, por favor!
-Por todos los que han muerto… Por todos ellos, y la gente que sin saberlo depende de nosotros… ¡Por toda esa gente! Por todos ellos… Juro que destruiré a Kuro. No voy a permitir que su maldad siga destruyendo al mundo… Y a mis seres queridos. –y Tsubasa cayó al suelo, ya sin brillar, aunque las alas seguían ahí.
-¡Tsubasa! Hombre, ¿qué te pasa? –preguntó Rivaul, asustado. –Tsubasa…
-¿Qué…? Rivaul… -y Tsubasa notó que sus alas estaban en su espalda. –Rivaul… Lo viste, ¿verdad?
-¿Que si vi qué…?
-Me viste en medio de mi furia… No pude controlarlo… -y Tsubasa hizo desaparecer sus alas. –Lo siento, amigo, pero prefiero que no recuerdes nada.
-¿A qué te refieres? ¿Y qué se hicieron tus alas?
-Es mejor que no lo sepas.
-Creo que estoy en todo el derecho de saberlo. Primero tuviste lagunas mentales, y ahora todo esto. ¿Acaso qué escondes, Tsubasa? ¿Acaso tienes un poder más allá de lo imaginable? ¿O qué?
-Je, es cierto; tú estuviste ahí cuando olvidé parte de mis recuerdos. Sin embargo, la situación en la que vivo es muy peligrosa, Rivaul. Es un asunto de vida o muerte y no puedo permitir que vidas inocentes estén involucradas.
-¿Vidas… inocentes?
-Ya sabes demasiado. Es mejor que no lo sepas.
-Oye, Tsubasa –Rivaul se puso serio. –Quizás no nos hayamos llevado bien al principio, pero tengo todo el derecho de saber qué pasa, porque soy tu amigo.
-¿Crees que no lo sé? Por esa razón no quiero que te involucres en todo esto. No te arriesgues, Rivaul.
-Demasiado tarde.
-No es demasiado tarde –y Tsubasa cerró los ojos, rogándole al cielo que Rivaul olvidara lo sucedido. Una vez sintió su poder correr… -Rivaul, ¿te encuentras bien?
-¿Tsubasa? ¿Qué hago aquí? Estoy algo mareado.
-Pues me llamaron y me demoré un poco en la llamada, y viniste a ver qué me pasaba, pero por un momento perdiste la conciencia.
Momentos después ambos jugadores del Barcelona siguieron entrenando. Aunque una tormenta amenazaba con caer. Rivaul parecía haber olvidado lo sucedido, y el Kami no Tsukai se sentía aliviado. Mientras menos personas estuvieran involucradas, era mejor. Y sin embargo…
-¿Eres el Kami no Tsukai? –preguntó alguien detrás de ambos hombres. Tsubasa volteó… ¡Y no podía creer que Sanae estaba ahí!
Pero no podía ser Sanae. Ella se encontraba en casa, bastante débil. Y además… El traje que llevaba el ser que estaba ahora frente a él era demasiado atrevido; su Sanae jamás se pondría algo así.
-¿Sanae? ¿Pero qué rayos haces aquí?
-Yo NO me llamo Sanae.
-Tsubasa, ¿no es ella tu esposa? –preguntó Rivaul, a lo que Tsubasa no respondió. Aunque Tsubasa intentó formar la barrera, algo impidió que lo lograra. Al parecer ya había una barrera oscura alrededor de las tres personas.
"Rayos… Con Rivaul aquí no puedo luchar, y ya le borré la memoria una vez. ¿Qué voy a hacer? ¿Qué rayos voy a hacer?"
Pero no tuvo más tiempo de pensar, pues la mujer que se parecía a Sanae lo atacó con un yo-yo que tenía cuchillas… Dejándole una cortadura en la cara.
-¡Tsubasa, estás herido! –exclamó Rivaul. -¡Oye, Sanae! ¿Por qué lastimaste a tu propio esposo?
-¡Mi nombre no es Sanae! ¡Yo soy Kurai! –y ella intentó atacar a Rivaul, pero algo se interpuso.
La Espada de Amaterasu.
-Él no es tu rival, Kurai, o como te llames. Si vas a luchar, ¡entonces deja a Rivaul fuera de esto!
-¿Por qué, si quiero destruirlos?
-Porque yo lo digo –y Tsubasa concentró todo su poder… Haciendo que su espada brillara. -¡Invoco a los dioses por la responsabilidad que me han dado! ¡Destello de Amaterasu! –y después de elevar la espada y liberar la gema, Tsubasa cortó el aire hacia abajo, creando un haz de luz potentísimo. Era su máximo ataque, el Destello de Amaterasu. Kurai no lo pudo evitar, y por fin quedó bastante herida, pero sonreía. No era una sonrisa dulce como la de Sanae, o como la que había tenido Jinko antes de morir; era una sonrisa oscura y cruel, llena de ansias de destruirlo todo.
-¿Eso es todo lo que puedes hacer, Kami no Tsukai?
-¿Qué?
-Ese ataque a duras penas me hizo rasguños. Yo soy in-ven-ci-ble. ¡Ondas Mortales! –y el ataque iba dirigido tanto a Tsubasa como a Rivaul. Sin embargo, Tsubasa esquivó el ataque de Kurai y se apresuró a apartar al brasilero de ahí, aunque esta vez sí recibió el ataque, aunque no de lleno. El dolor que lo atenazó fue terrible, y la cortadura que Tsubasa tenía en su rostro, que había estado secándose, volvió a abrirse, goteando sangre.
-¡Tsubasa! ¿Qué, qué rayos pasa aquí? –exclamó Rivaul al ver a su amigo herido y sangrando.
-Rivaul… Huye.
-¿Qué?
-¡Dije que huyeras!
Rivaul intentó salir de la barrera, pero era como chocar con un muro de piedra.
-¿Acaso vas a huir? ¡No lo permitiré! –y el mortal yo-yo voló hacia Rivaul… Pero algo lo detuvo.
Una bola con púas unida a una cadena, y ésta a su vez unida a un cabo.
-¡Deja a este inocente en paz! –exclamó el recién llegado: Wakabayashi. -Tsukai, ¿te encuentras bien?
-Llegas caído del cielo, viejo.
-No es momento para chistes –y Genzo atacó a Kurai con su arma, cuya cadena estaba envolviendo su brazo derecho. Al parecer la bola con púas era pesadísima por el ruido que hacía al golpear la barrera, o a Kurai, pero el Arcángel del Viento la controlaba como si pesara nada.
El ataque de Genzo surtió efecto; Kurai quedó bastante lastimada. Y sin embargo…
-¡Tenebris Aeternam! –Kuro defendió a su creación. -Tsukai, me sorprende que seas tan idiota. ¿Acaso no sabes que Kurai es también tu esposa?
-¿Qué? –exclamaron Tsubasa y Genzo, mientras Rivaul estaba en shock.
-Mírala bien, Mensajero de los Dioses. Kurai es tu esposa también. ¿O acaso crees que es un ente aparte?
-¡Ella no puede ser Sanae! –Tsubasa vociferó. –Sanae jamás sería como esa Kurai que creaste.
-Pues qué lástima que no lo entiendas, Tsukai. Mi querida Kurai es parte de tu esposa, y mientras mi creación se hace cada día más fuerte…
-…Sanae se ha debilitado más y más cada día. Y si ella y Kurai son la misma persona… ¡Significa que todo ataque que reciba Kurai también afectará a Sanae!
-Tsubasa-kun, ¿qué estás diciendo? –dijo Wakabayashi, quien no podía creer lo que veía u oía.
-Kuro tiene razón. Todos ustedes tienen razón. Kurai y Sanae son la misma persona, y como tal sufren lo mismo… Pero ¿por qué Kurai se hace más fuerte a medida que Sanae se debilita? ¡Responde, Kuro!
-¿No te ha dicho tu esposa que algo le falta?
-No me respondas con otra pregunta.
-¿Y no te dice algo el nombre de Kurai?
Tsubasa se quedó callado, pero Wakabayashi respondió de inmediato.
-¡Kurai es el lado oscuro de Sanae! Ying y yang… Luz y oscuridad… ¡Por eso Sanae está débil, como dice Tsubasa!
-¿Qué?
-Bravo, bravo, Arcángel del Viento. Para ser muy débil eres muy perceptivo.
-Viniendo de ti, es un insulto –respondió Genzo mordazmente, a lo cual Kuro no respondió. Sencillamente se limitó a llevarse a Kurai de ahí y desaparecer. Como las barreras solían demorarse un poco en desaparecer, Genzo curó a Tsubasa y desapareció.
Tsubasa volvió a la normalidad y le preguntó a Rivaul si e encontraba bien.
-Tsubasa… ¿Qué, qué rayos fue eso?
-Algo que es mejor olvidar.
-Dudo que pueda.
"Y me temo que tienes razón, Rivaul. No creo que sea buena idea borrar lo sucedido dos veces seguidas. Muy a mi pesar eres un testigo más."
-Rivaul, necesito que vayas hoy a mi casa. Por la noche, y solo.
-¿Por qué?
-Por lo que acaba de suceder. Es una historia muy larga, por lo que tendré que contártela en un lugar seguro.
-Está bien… Pero espero que lo me tengas que decir tenga conexión con lo sucedido.
-Lo tiene. Anda, vayamos a entrenar –y siguieron entrenando.
Entretanto Genzo apareció otra vez en los camerinos de su equipo, donde había estado antes de tener el ataque e ir a salvar a su amigo. Por suerte estaba solo, pues los otros también estaban entrenando.
"Kurai y Sanae son la misma persona, tal como me lo supuse. Ahora mismo son dos entidades aparte, pero si Kurai sufre, Sanae también, y me imagino que también funciona al revés. Dios mío, fuera de todas las muertes que ha habido, ahora resulta que Sanae está en un gran peligro. Pobre Tsubasa; saber que su esposa sufre las consecuencias de cada batalla que Kurai pelea debe ser una afrenta para él."
Y vigilando que nadie lo observara, Wakabayashi sacó la libretita de marras, donde ya tenía bastante información recopilada sobre todo lo sucedido hacía ya varios años.
Y sin embargo ahora le parecía algo tan sin importancia, tan banal…
Pero Genzo había decidido relatar lo sucedido en otras palabras, por lo que sabía que debía seguir adelante con su proyecto. Y fuera de ello, se prometió a sí mismo vengar la muerte de su amigo Tooru, y todos los demás.
En Italia Hyuga también había sufrido el ataque, y estaba en medio del entrenamiento por lo que el entrenador de la Reggiana temió que Hyuga había sufrido un ataque al corazón. Pero ver cómo Hyuga se levantó después, no sin esfuerzo le alivió. En silencio Hyuga se dirigió a los casilleros y se sentó en el banquillo, exhausto. Una vez más habían atacado a alguien, y no sabía a quién.
Tanto se había alejado que no sabía casi nada… Y la falta de información lo convertía en un blanco muy vulnerable.
Wataru estaba muerto. Tooru y Rairyuu también. Eso era todo lo que sabía. Si los demás habían evolucionado, o si alguien más había muerto… Eso no lo sabía. Pero había algo que Hyuga sí sabía y muy bien.
Iba a hacer pagar a Hino y los demás por las muertes que habían causado. Muy en el fondo de su alma, lo juró. Y todos sabemos que Hyuga habla todo el tiempo en serio.
Muy en serio.
