Capítulo XXIX: El Mundo Que Todos Queremos
El último Arcángel Negro había muerto…
Pero Sanae evolucionó gracias al último deseo de Shinobu. Su armadura cambió casi por completo. Antes tenía mangas largas y anchas… Y ahora tenía mangas cortas, de velo… Su traje se adaptó completamente a su forma gestante… Y fuera de tener unas delicadas cintas en sus pies, como Kurai, también tenía las placas protectoras en los empeines.
Y su Báculo… Se había convertido en una Lira.
"Sanae, por favor… Protege a los que quieres, a los quiero, y al mundo que queremos con nuestras fuerzas unidas… Ahora que eres el verdadero Arcángel del Amor…"
"Shinobu-san…Ni tu sacrificio, ni el de los demás serán en vano. Eso lo juro."
Por supuesto, los Arcángeles, Kai y Tsubasa observaron con asombro y tristeza la evolución del Arcángel que llevaba vida dentro de sí. Y sin embargo, el ver que ahora Sanae tenía energías suficientes para luchar espoleó a los que querían proteger este mundo.
Kurai estaba aterrada de ver que su rival, su otro lado de la moneda había evolucionado, y ahora parecía ser más fuerte que ella misma. Sintió sus energías desvanecer, y atacó desesperadamente, aunque Sanae evitó el ataque.
-Kurai, ¿por qué sigues luchando contra ti misma, contra mí misma? ¿Por qué quieres destruirlo todo si so no es lo que queremos?
-¡No me digas qué quiero! ¡Nací para destruir!
-Eso no es verdad, Kurai. Nadie nace para el mal… A excepción del mal mismo.
-¡No hables más! ¡No hables más! –y Kurai atacó con todo a Sanae, quien evitó el ataque con un simple aleteo. -¡Ondas Mortales!
-No quiero luchar más, Kurai. Entiéndelo, por favor.
Y sin embargo las Ondas Mortales de Kurai dieron en Sanae, provocando que el efecto secundario surtiera efecto; Sanae estaba a las puertas de la muerte.
-¡SANAE! –fue el grito de Tsubasa, quien voló hacia su esposa, aterrado. Su esposa se veía pálida como la muerte, y no respondía, a pesar de tener los ojos abiertos. Sin embargo, Sanae no fue la única afectada; Kurai también estaba en ese mismo estado, y Kuro, usando su Tenebris Aeternam para distraer a un exhausto Kai, se dirigió hacia su Kurai.
Tsubasa estaba desesperado. Era la segunda vez que estaba a punto de perder a Sanae en toda su vida. No quería perderla ni a ella, ni a su hijo. No podía perderla ahora que la necesitaba tanto.
-Sanae, por favor, no te vayas de mi lado… No te mueras… Por favor –dijo él en medio de lágrimas. –Si tú mueres, todo acaba para mí. Ni siquiera el fútbol es razón suficiente para vivir, si no es mi vida contigo.
-¿Y acaso has perdido las esperanzas? –dijo una voz fuera de la barrera, frente a él. Daichi seguía ahí. -¿Acaso crees que todo va a acabar así? ¡No seas tonto, hermano!
-Daichi…
-Sácala de ahí; mamá y yo nos encargaremos de cuidarla.
-¿Mamá?
-Aquí estoy, hijo –dijo Natsuko, su voz quebrada por las lágrimas. Había visto la muerte de Shinobu. –Nosotros nos encargaremos de Sanae.
-Mamá, Daichi, muchísimas gracias… Aunque no sé si sirva de mucho.
-Pensé que después de tanto tiempo habías madurado, Tsukai –dijo otra voz, muy conocida para Tsubasa, Ryou, Genzo, Taro, Kojiro, Sanae, Natsuko, Daichi… Y Kuro.
El Cuervo Blanco, Shiro, estaba ahí, ya crecido. Sus plumas blancas como la nieve sobresalían.
-¡Shiro!
-¿Acaso vas a dejar que el Nuevo Génesis ocurra? ¿Acaso crees que si dejas que el Guía Negro venza el Arcángel del Amor sobrevivirá? ¡No seas idiota, Kami no Tsukai!
Una vez más el ser de blanco, o mejor dicho, ahora el Cuervo Blanco, había regañado a Tsubasa.
-Además, cuentas con el apoyo de muchas personas. Azumi, Herman, la hermana de Tooru, la amiga de Kai, Rivaul… Hasta tu propio gato te apoya –dijo Natsuko.
-¿Todas esas personas?
-Y no sólo ellos, hermano. Sin saberlo, todo el mundo cuenta contigo…
Mientras Kuro veía a su odiado rival, decidió dejar a Kurai tal cual estaba, pues si no despertaba ella, tampoco despertaría Sanae… Y decidió acabar con el Kami no Tsukai mientras no se daba cuenta. Los Contraarcángeles seguían luchando, desprovistos de cualquier otro objetivo, de cualquier otro sentimiento que no fuera el odio… Y los Arcángeles, preocupados por su aliada, luchaban por evitar que sus rivales vencieran.
Sin embargo, los seres de alas blancas vieron que Kuro iba a atacar a Tsubasa, e intentaron detener al Guía Negro con sus ataques, pero los Contraarcángeles, adivinando lo que sus rivales iban a hacer, contrarrestaron sus ataques con los suyos propios.
Pero quedaba alguien, alguien que estaba completamente exhausto. Kai había estado al lado de Tsubasa, y vio que Kuro se dirigía como el rayo hacia el Mensajero de los Dioses, sus katanas en las manos, y una máscara de odio y furia en su pálido rostro.
-¡Antes de enfrentarte a Tsubasa, tendrás que matarme a mí! –exclamó el joven Kage no Tsukai, anulando el ataque de Kuro con su Eclipse Solar.
-Sal de mi camino, Kage no Tsukai…
-¡Eso jamás! –y Kai luchó contra Kuro, tratando de ganar tiempo para que Tsubasa pudiese hacer algo por Sanae.
Entretanto, en Hamburgo, Herman y Marie estaban en el aeropuerto, pues la joven había decidido regresar a Munich ahora que su hermano estaba desaparecido desde hacía varios días, o eso creía ella. Sin embargo, Herman, que solía ser una tumba para los secretos, no pudo resistir más y decidió decirle la triste verdad a Marie.
-Marie, la verdad es que tu hermano se ha vuelto mucho más frío, y desapareció… Porque prácticamente le vendió su alma al diablo.
-¿Qué dices?
-La verdad es que Karl nunca ha dejado atrás su rivalidad con Genzo, y tanto lo tiene en mente que ahora tiene poderes malignos… Y su único objetivo es acabar con Genzo.
-Es decir, ¿Karl va a matar a Genzo?
-Eso si es que Genzo no se ha vuelto más fuerte. Incluso tu hermano mató a un amigo de Karl, Genzo, y mío. Es el arquitecto que se rumora que desapareció, pero no es verdad. Akuji Tooru murió y es parte de Genzo.
Marie se echó a llorar. Con razón le tenía miedo a su hermano; ahora era un ser sin alma, sin sentimientos y con sed de sangre.
-Herman, ¿no se puede hacer algo ahora?
-Pues la verdad no sé, pero sé que Genzo fue a luchar la última batalla de su vida, y sólo podemos rezar por él.
En París, Azumi estaba en su apartamento, con Hester en brazos. El gato había aparecido hacia algunos días en la puerta de su lugar.
-Hester, tengo miedo…
-¿Miau?
-No sé por qué, pero tengo miedo, mucho miedo.
El gato la miró, con una cara de preocupación.
-Presiento que ahora mismo Misaki-kun está luchando más duramente que nunca, y no sé qué hacer.
De un salto Hester corrió hacia el cuarto de Azumi, y llevó en su boca una foto de ella, Taro y Wataru. Al parecer él le estaba diciendo a Azumi que Misaki no estaba solo, pues él y Wataru eran uno solo… Y además debía tener esperanza.
¿Cómo? No lo sé, pero Azumi entendió lo que Hester quiso decir. Con razón Wataru amaba los gatos, y decía que éste era más inteligente que los demás.
-Tienes razón, Hester. Tengo que confiar en Misaki-kun y en los demás. Al fin y al cabo, son nuestra única salvación.
Y Hester maulló en aprobación. Podría nada más ser un gato, pero jamás había perdido las esperanzas.
"¿Cómo es que los humanos pierden las esperanzas tan rápidamente, si los humanos de luz van a ganar?" –pensó el gato, algo confundido, pero sin dejar de tratar de animar a la amiga de su fallecido dueño.
En Japón, Komichi estaba con insomnio. Tal como Azumi, tenía un presentimiento, pero sabía que Kai estaba ahora mismo enfrentando su destino.
"Kai-kun… No te rindas. No te vayas a rendir. Todos dependemos de ti, y de los otros…" –y acostada como estaba, se puso a rezar para que su mejor amigo venciera en la más dura batalla.
De regreso a Barcelona, todos menos Tsubasa, Sanae y Kurai luchaban con todo. Tsubasa intentaba despertar a Sanae de todas las maneras posibles… Hasta que decidió hacer algo muy arriesgado—le daría su energía a Sanae.
-Pueda que no funcione, y pueda que Kurai despierte y me mate, pero si con esto Sanae despierta, ¡que así sea! –y concentrando sus fuerzas, Tsubasa cerró los ojos y pasó su energía al Arcángel que estaba inconsciente… Logrando que ésta, al fin, despertara, pero a cambio de él quedando agotado.
-Tsubasa… ¿Qué, qué pasó?
-Kurai te atacó y… Quedaste por un instante como muerta…
-Pero, ¿qué hiciste? Estás completamente sin energías.
-¿Cómo crees que evité que murieras? Fue lo único que pude hacer para que no murieras, Sanae.
-Tsubasa… -y Sanae no pudo evitar darle un beso a su esposo. Realmente ni pudo, ni quiso evitarlo. –Ahora es mi turno de luchar.
Sanae se puso de pie, no sin dificultad, y se elevó en el aire. Tal como su lado bueno, Kurai se había levantado, aunque esta vez estaba débil.
-Ahora sí acabaré contigo, Arcángel del Amor –murmuró el ser maligno, con su yo-yo en la mano.
-Esta vez no vas a vencer.
Y una batalla más se sumó a la de los Arcángeles. Sin embargo, poco a poco los Arcángeles que habían estado luchando cayeron al suelo sin fuerzas.
-Ya no puedo más –murmuró Ishizaki al caer al suelo, mientras Santana estaba a punto de asestarle el golpe final.
-Quedé sin energías… Quiero seguir luchando pero… -Hyuga también estaba agotado, y Hino estaba listo para acabar con él.
-No pude cumplir con mi juramento… -susurró Taro, cayendo, y Pierre asía los bordes de su capa.
-Le fallamos a todos –dijo Genzo, mientras que Schneider, inexpresivo, giraba la punta de su arma en el aire.
-¿Qué? ¡No pueden rendirse! ¡Tienen que seguir luchando! –gritó Daichi. –Si mueren, ¿creen que el fútbol seguirá existiendo? ¿O sus amigos y familia?
-Daichi tiene razón. Todos cuentan con nosotros –dijo Kai, evadiendo por poco el ataque de Kuro.
-Oigan, muchachos, creo que sólo hay una cosa por hacer –dijo Ishizaki, levantándose.
-¿Qué?
-Sólo hay una solución… Y es la Estrella.
-¡No! –exclamó Shiro. -¡La Estrella no es lo suficientemente fuerte!
-Y entonces, ¿qué podemos hacer? –dijo Misaki, levantándose a pesar de sus heridas.
-Creo que la respuesta es muy obvia –señaló Kojiro, ya de pie. –Tendremos que atacar todos a la vez.
-Hyuga tiene razón –respondió Genzo. –Si no es eso, nada podrá derrotar a Schneider y los otros. ¡Sanae, encárgate de Kurai! ¡Nosotros derrotaremos a los Contraarcángeles!
-Sí –y Sanae instintivamente pulsó algunas de las cuerdas de su lira, tocando una melodía de cristalina belleza. Kurai no pudo soportar las notas que tocaba el Arcángel del Amor, y se lanzó contra Sanae, pero ésta al parecer había encontrado su poder.
-Me temo que este es tu fin, Kurai… ¡Canto de los Ángeles!
Con su lira guardada, Sanae extendió sus brazos a los lados, y un resplandor impresionante, acompañado de un misterioso y angelical canto salió de la joven, envolviendo a Kurai. De inmediato Sanae se dirigió hacia donde estaba el ser casi vencido, y la envolvió con sus brazos y alas, protegiéndola.
Por un instante una ráfaga de viento negro salió volando de entre las alas de Sanae, y lo único que quedó ahí fue una copia exacta de Sanae… que entró al cuerpo de la joven embarazada.
Ese había sido el fin de Kurai.
-¡KURAI! ¡NOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOO!
Kuro había perdido a su creación, a su 'hija.' Aquel ser que encarnaba perfectamente la oscuridad que según el Guía Negro debía cubrir la Tierra había desaparecido entre las alas de su lado brillante.
-Kurai… ¿Cómo pudieron? ¿Cómo pudieron destruirla? –las manos del ser oscuro temblaban. Nunca había albergado tanta furia dentro de sí. -¿Cómo… pudieron? ¡Tenebris Aeternam!
El ataque voló por dentro de la barrera, atacando a todos por igual. Y al parecer ese era el único ataque que en realidad pudo detener a los Contraarcángeles, pues Santana, Hino, Schneider y Pierre cayeron al suelo como moscas, demorándose en ponerse de pie.
-Increíble… -murmuró Daichi a través de la barrera, mientras Natsuko observaba todo en silencio… Y Koudai observaba todo dos metros atrás. No soportaba estar solo en el apartamento, y junto al gato de su nuera bajó para ver que su hijo estaba luchando por todo y por todos.
Tanta era la furia de Kuro, que un solo pensamiento llenó su mente: Acabar con el Kami no Tsukai, hacerle sufrir tanto como podía, destrozarlo hasta que no quedara nada de él, hacer que su Oscuridad reinara, etc., etc.
Por supuesto, su aura de maldad creció, y trató de atacar a Tsubasa, pero algo, o mejor dicho, alguien se interpuso.
Kai… Quien fue atravesado por las crueles katanas del Guía Negro.
-¡Te dije que tendrías que matarme antes de enfrentarte a Tsubasa, Kuro! –dijo el joven, soportando valientemente el dolor. -¡Invoco a las Sombras por el destino que me han conferido! ¡Eclipse Solar!
El ataque dio en Kuro de lleno, pero como el Guía Negro había tenido entre sus huesudas manos las espadas, las sacó inconscientemente, haciendo que un inmenso chorro de líquido carmín abandonada el cuerpo del Kage no Tsukai.
-¡Kai! –exclamó Tsubasa, mientras Natsuko le tapaba los ojos a su hijo, pues no quería que él lo viera. –Kai, ¿por qué lo hiciste?
-Por ti, por nuestros amigos… Y por toda la gente que quiere este mundo… -y el último ser de alas negras pasó a ser parte de Tsubasa… Quien estaba realmente furioso.
-Kuro… Ya has llegado demasiado lejos. Ya has caído demasiado bajo… ¡Esta vez no vas a vencer!
Y en medio de su grito de furia, la verdadera última evolución sucedió. La armadura de Tsubasa no cambió mucho… Pero se volvió más fuerte. En cambio, su poder había aumentado considerablemente, y su espada había evolucionado. Incluso ahora tenía dos pares de alas, blancas como la nieve, poderosas como las de un águila… Y la furia del verdadero Kami no Tsukai brillaba cual aura blanca alrededor del joven.
La luz que despedía llenó a los Arcángeles de energía, y éstos a su vez supieron que sólo podían atacar juntos para poder vencer a los Contraarcángeles.
Y justo cuando se disponían a atacar a la vez…
"Ishizaki-san… Llegó la hora de vencer la oscuridad que amenaza al mundo" –la voz de Jinko resonó en la mente del Arcángel de la Tierra.
"Hyuga-kun, ¡al ataque, amigo!" –dijo Rairyuu en la mente de Kojiro.
"Misaki-kun, ahora depende de todos nosotros. Ni un paso atrás" –fue lo que la voz de Wataru dijo en la mente del Arcángel del Agua.
"He aquí el principio del fin, Wakabayashi-kun. ¡Es todo o nada!" –dijo la voz de Tooru a su amigo.
"Sanae, por todos los que hemos muerto, por todos los que hemos luchado… Ha llegado la hora de vencer a las Tinieblas" –fueron las palabras para Sanae de parte del Arcángel del Caos.
"Tsubasa… Enséñale quiénes somos" –dijo Kai al Kami no Tsukai, haciéndole saber que no estaba solo.
-¡Tormenta del Desierto!
-¡Furia Ardiente!
-¡Saetas Oceánicas!
-¡Aurora Boreal!
-¡Canto de los Ángeles!
No parecían sólo cinco, si no diez ataques los que iban contra los Contraarcángeles. No físicamente, pero en espíritu, Jinko, Tooru, Rairyuu, Kai, Shinobu y Wataru atacaron con los poderes que habían tenido en vida. Mientras que…
-¡No te atrevas a renacer ni a volver, Guía Negro! ¡Grito de los Dioses!
El ataque de Tsubasa era ahora una columna de luz elevándose hacia los cielos. Todo él era parte del resplandor; todo él era furia pura.
Era la furia de aquel cuyo destino elegido por él mismo era proteger a sus amigos, su familia… Y su esposa y el hijo que esperaban.
"Cada quien es el único dueño de su destino. El destino jamás es controlado por alguien fuera de uno mismo, y esa es la única cosa que se debe tener en mente. El Nuevo Génesis bajo el manto de la oscuridad es el equivalente a la muerte de todo… Y este mundo tiene demasiada vida, demasiada esperanza por delante… Porque este es El Mundo Que Queremos."
Y cuando los ataques de los Arcángeles dieron en sus rivales, y el Grito de los Dioses acabó con Kuro, todo acabó.
Al fin la batalla más dura de sus vidas había terminado.
Kuro ni siquiera había podido pronunciar una palabra cuando el Grito de los Dioses dio en su ser. La furia del Mensajero de los Dioses había sido demasiado para el Guía Negro. Y al desaparecer todo rastro de Kuro, la batalla había terminado.
Por supuesto, todos, incluyendo Sanae y Tsubasa cayeron al suelo, rendidos. Sin embargo, tuvieron la sensata idea de regresar todo a la normalidad.
-¡Hermano!
-¡Tsubasa!
-¡Hijo!
Los padres y el hermano de Tsubasa corrieron hacia el joven semiinconsciente.
-Niisan, ¿te encuentras bien?
-Lo que estoy es agotado… ¿Cómo están Santana y los otros?
-Siguen inconscientes.
-Espero que el vencerlos a ellos y a Kuro haya hecho que sus poderes malignos desaparecieran. Quiero que me hagas un favor, hermanito.
-¿Qué?
-Ve y mira si ellos tienen marcas negras bajo los ojos.
Daichi corrió solícitamente hacia Santana y los otros. Temblando de emoción y miedo, se acercó a cada uno a ver si había algo, pero estaban completamente limpios. Los ataques combinados de los Arcángeles habían hecho que los oscuros poderes que habían tenido los futbolistas desaparecieran.
-¡No tienen nada, hermano! ¡Ni una sola señal bajo sus ojos!
-Qué bien… -y Tsubasa suspiró de alivio. Poco a poco recuperó sus energías, al igual que los otros, y se pusieron de pie, aunque Sanae se quedó sentada.
-Me cuesta trabajo levantarme sola… -admitió.
De inmediato Tsubasa y los otros se acercaron a los que antes fueran Contraarcángeles, quienes apenas se estaban despertando.
-O que estou fazendo eu aqui? –dijo Santana al despertar completamente. Le dolía el cuerpo, pero no recordaba casi nada. –Sólo recuerdo que estaba en Brasil…
-Mon tête… (Mi cabeza…) –murmuró Pierre, mientras se frotaba el rostro, y le sorprendió ver a Misaki ahí.
-Gott… –Schneider intentó ponerse de pie, pero estaba muy cansado. Sin embargo, le sorprendió que ya no era sensible a la luz y el ver a Genzo ahí, preocupado.
-Diablos…Me duele cada hueso de mi cuerpo –rezongó Ryoma, que no se había dado cuenta de que Hyuga estaba ahí.
-Bienvenidos de regreso –fue lo único que los Arcángeles le dijeron a los futbolistas.
