Capítulo XXX: Epílogo
-Pero, ¿qué rayos hago aquí en Barcelona? –dijo Santana, cuando ya todos estaban completamente lúcidos y dentro del apartamento de los Ozora.
-¿Qué recuerdas? –preguntó Natsuko, mientras ella y Sanae llevaban vasos con té helado.
-Sólo recuerdo que alguien que se hacía llamar Preto me preguntó si quería vencer a mi mayor rival… Y de ahí en adelante los recuerdos son más bien borrosos.
-¿Preto? –preguntó Pierre, confundido.
-Significa negro en portugués –puntualizó Santana.
-Algo como Noir en francés –dijo Misaki.
-O Schwarz en alemán.
-O Negro en español –agregó Sanae.
-¡Ya lo recuerdo! –dijo Karl. –Yo estaba dormido cuando alguien que se hacía llamar Schwarz apareció en mis sueños.
-En mi casi fue Noir –dijo Pierre.
-Y el mío fue El Guía Negro –dijo Ryoma.
-Bueno, por desgracia ese ser, cuyo nombre era Kuro, que significa negro en mi idioma natal, fue el causante de todos los problemas.
Y así entre todos explicaron lo que había pasado durante esos meses.
Al final, cuando ya terminaron de relatar la larga y triste historia…
-No puedo creer que le haya vendido mi alma al mismísimo diablo –dijo Karl, furioso consigo mismo. –Creo que llevé mi rivalidad con Genzo hasta un punto exagerado.
-Ni que lo digas. Marie te tiene pánico, Schneider –dijo Wakabayashi, antes de beber un poco de té.
-Bueno… Yo nunca me llevé bien con Hyuga. Eso lo admito. Pero, yo jamás le desearía la muerte a alguien, aunque según lo que cuentan soy ahora mismo un asesino –dijo Ryoma, arrepentido. -¿No habrá alguna manera de que las personas que murieron vuelvan a vivir?
Eso abrió una interrogante entre todos los presentes Oo
-Tendríamos que averiguarlo –dijo Sanae.
-Lo que soy yo, no puedo considerar tanto a Misaki-kun como mi rival –dijo Pierre. –Cierto, perseguimos el mismo sueño, pero también es mi amigo. Me resisto a creer que hice un daño tan grande.
-Si hablamos de daños, yo hice uno mucho mayor, Pierre –dijo Santana.
-¿Qué?
-Casi mato a una mujer embarazada; por poco y dejo a la novia de Ishiki, Ishizu…
-Ishizaki –puntualizó Ryou.
-Eso. Por poco y dejo a la novia de Ishizaki viuda antes de casarse, y lo que es peor… maté a una persona que significa mucho para todos los que nos salvaron hoy.
-Pues la verdad es que Jinko lo significaba todo para Misaki-kun –dijo Ishizaki. –Después de la muerte de ella, casi lo perdemos. Estaba volviéndose loco del dolor.
Misaki asintió, su pálida cara ensombrecida.
-Sin embargo, si ustedes son capaces de obrar milagros, como pude darme cuenta, ¿por qué no serán capaces de traer esas personas que murieron a la vida? –dijo Koudai, que ya entendía todo lo sucedido.
-Eso no lo sabemos, y creo que no hay manera de saberlo –dijo Tsubasa, apesadumbrado.
-¿Y si alguien te dijera que es posible? –dijo Daichi, entrando a la sala, con Shiro en el hombro.
-¿Y ese cuervo blanco? –preguntó Koudai.
-¿Recuerdas el cuervo que estaba criando, papá? Parece que pasó un milagro, ¡y míralo! ¡Ya es adulto!
-En realidad soy quien antes fuera el que guió al Kami no Tsukai y a los Arcángeles. Mi nombre es Shiro –dijo el cuervo blanco, dejando a todos en shock OO
-¿Un cuervo blanco que habla? Creo que me estoy volviendo loco –dijo Ryoma, rompiendo el tenso ambiente y causando que casi todos, incluso Santana, se echaran a reír.
Pero como siempre, Shiro ni se inmutó.
-Bueno, sólo quisiera decirles una cosa a todos ustedes, teniendo en cuenta la lamentable desaparición de los Arcángeles Negros.
-¿Qué? –preguntaron todos.
-Hay una manera de que regresen.
-¿Es muy riesgosa? –preguntó Santana, cauto.
-No realmente. Pero costará bastantes energías, y será algo complicado porque al parecer pusieron denuncias de desaparición…
-Y si Santana, los otros, y los Arcángeles Negros aparecen sin más de golpe, creerían que en realidad los habían secuestrado –dijo Natsuko.
-Eso tiene sentido –dijo Schneider. –Sin embargo, la prioridad es revivir, si se puede decir así, a los que murieron.
-Sí… Shiro, por favor, dinos qué hacer –dijo Sanae.
-Los magatama son la respuesta.
Tsubasa miró a su grupo de aliados, y cada uno asintió, joya en mano.
-Colóquenlos en el suelo, y concentren toda la energía que tengan. Sólo deben pensar en una cosa; no pueden dudarlo.
-¿Qué debemos pensar? –preguntó Ishizaki.
-¿Eres tonto o qué? Debemos pensar en que nuestros amigos regresarán –dijo Hyuga, golpeando a Ishizaki en la cabeza.
-¿Y nosotros podemos hacer algo? –preguntó Natsuko.
-Podrían concentrarse también; entre más personas ayuden a esto, mejor. Piénsenlo; todos estamos involucrados en esto –dijo Wakabayashi.
-Y eso si no contamos a nuestros otros aliados –dijo Daichi.
-Hagámoslo –dijo Tsubasa finalmente. Dejando su magatama en el suelo, cerró los ojos, agachando la cabeza, y sólo pensó en que Kai, quien aún tenía mucho que vivir regresara a la vida.
Todos se concentraron en ello, y obviamente se sentían agotados, pero era eso o perder a los Arcángeles Negros para siempre. Santana y los otros también, pues querían pagar por lo que habían hecho.
Hasta Shiro estaba haciendo lo posible. El cuervo blanco, posado en el suelo, cerró los ojos, ignorando la rasquiña que le estaba comenzando en la cabeza, rogando que regresaran los Arcángeles Negros…
Hasta que las seis joyas con forma de coma brillaron intensamente, inundando el apartamento de luces. Incluso los vecinos de al lado se sorprendieron de ver la danza de luces que se podía ver por debajo de la puerta de sus vecinos asiáticos.
Y cuando parecía que ninguno de los presentes podía más…
-¿Dónde estoy? –oyeron decir a seis voces, todas conocidas y queridas por la mayoría de los presentes.
El primero en abrir los ojos fue Taro, quien al ver a Jinko ahí, aún con su vestido de terciopelo negro, corrió hacia ella, lágrimas en sus ojos, y le dio un fuerte abrazo.
-Taro… Creí que había muerto –dijo la joven, regresándole el abrazo a su hombre. –Creí que el ataque de Santana me había matado…
-Eso ya es cosa del pasado, Jinko. Ahora estás en este mundo, de donde nuca debiste irte.
-¿Misaki-kun? –dijo Wataru, sorprendido de ver a su amigo así con el Arcángel de la Oscuridad. –Sé que había muerto y todo, pero, ¿desde cuándo tú y ella…?
-Bienvenido de regreso, Wataru –fue lo único que recibió por respuesta, fuera de un cálido abrazo por parte de su amigo. –Sé de alguien que estará feliz de verte otra vez.
-¿Te refieres a Azumi?
-Fuera de ella… Me refería a Hester.
-Mi gato –y el Arcángel del Odio se rió.
-Bueno, supongo que no me queda de otra más que olvidarla… -se dijo Rairyuu, al ver que la mujer que siempre había querido era feliz al lado de otra persona. –Oye, Jinko, espero que seas feliz al lado de él. Sé que al morir le pedí a él y a Hyuga-kun que te cuidaran, pero parece que alguien se lo tomó muy a pecho.
-No seas tonto –respondió Hyuga. –No es que se lo hayan tomado en serio. Cosas se dan, Rairyuu.
-Además, como dicen, a su tiempo maduran las uvas –dijo Tooru al joven Arcángel del Trueno. –Algún día encontrarás a la mujer de tus sueños.
-Sí, supongo.
-Créelo –dijo Genzo, después de haberle dado un abrazo a su amigo el Arcángel del Hielo. –Nadie se puede quedar solo en este mundo. Hasta yo, que soy un amargado adicto al trabajo, sé que algún día dejaré de ser un solitario.
-Mientras conserves las esperanzas –dijo Shinobu, quien no tenía gran cosa que decir, pues había muerto y revivido el mismo día, al igual que Kai. Sin embargo, éstos últimos estaban contentos de ver que no tendrían que pasar por desaparecidos.
Sin embargo, cuando los Arcángeles Negros vieron a Santana y los otros, no pudieron evitar ponerse en guardia.
-Cálmense –dijo Daichi. –Ya no son malos.
-¿Es cierto lo que dices, Daichi? –preguntó Kai.
-Tan cierto como que soy el hermano del Mensajero de los Dioses.
-¿Y Kurai? –preguntó Jinko, cauta.
-Está donde debe estar –dijo Sanae. –Dentro de mí. Ella era mi lado oscuro, pero ahora no volverá a ponerse fuera de control.
-Esto… -comenzó a decir Pierre, con mucho el más comunicativo de los cuatro, sin ser grosero o petulante. –Queremos disculparnos. La verdad nunca pensamos, ni quisimos hacer todo el daño que hicimos. Nuestras rivalidades se salieron de control…Llegando a hacer cosas terribles.
-Sin embargo, ahora entendimos que las rivalidades que tenemos con Genzo y los otros son estrictamente en el mundo del fútbol, y no desde eternidades atrás, como Kuro nos hizo creer –agregó Schneider.
-¿Podrían… disculparnos? –preguntó Santana finalmente.
Los Arcángeles Negros se miraron, y al parecer pensaron en lo mismo.
-Hablo por todos al decir que gracias al cielo todo esto terminó, y como ya todo se solucionó, no hay que pedir perdón. Pero hay una cosa que nos tienen que dar a cambio –dijo Wataru, haciendo gala de su ingenio para las palabras.
-¿Qué?
-Su amistad.
Y eso fue un favor que los futbolistas que recién salían de su problema no dudaron en hacer.
Pasaron los meses, y fuera de Kai y Shinobu, quienes no fueron reportados desaparecidos, poco a poco cada uno apareció. Una vez todo estaba calmado, las cosas volvieron a ser como eran… ¿A quién engaño? Nunca más fueron las mismas.
Cuando Wataru apareció en París, Azumi estalló en lágrimas al ver que él había regresado. Tanta era la emoción que sentía al volver a su amigo, renacido de entre las cenizas, que por puro accidente le dio un beso… El cual resultó ser completamente correspondido ;).
-¿Cómo es que… que estás vivo otra vez?
-Azumi-chan, creí que habías entendido que los milagros existen.
-Es decir…
-Sí. Al fin la pesadilla terminó… Y estaba pensando en una cosa.
-¿Qué?
-Resulta que un pajarito por ahí me contó una cosa que me pareció muuuuuy interesante.
-¿Qué?
-Pues me dijeron que algo que guardo en mi corazón no es de un solo lado.
Azumi se sonrojo. ¡Misaki-kun le había contado!
-Ese chismoso… Juro que haré que pague.
-¿Y por qué? De hecho se lo agradezco. Cuando morí, que por cierto, no es algo agradable, le pedí que te dijera que nunca te dejé de querer.
-Y eso hizo…
-Y bueno… ¿Quisieras retomar aquello que tan sólo duró dos días, hace ya varios años, y que debería continuar?
Y no es obvio decir la respuesta.
Tooru reapareció en Munich, Alemania, donde se decía que había sufrido un accidente, pero apareció sin problema alguno. Herman y Marie estaban realmente sorprendidos de ver que el amigo de Genzo y Karl (sí, Karl) estaban sanos y salvos… Y Schneider ya era otra vez un hombre normal. Poco después el Arcángel del Hielo viajó a Osaka, junto a Wakabayashi, y le dio una hermosísima sorpresa a sus padres y su hermana, quien en secreto le agradeció a Genzo por haber salvado al mundo.
Rairyuu, de regreso en Tokyo, le dio un susto a sus amigos cuando reapareció como si nada en la universidad, alegando que había viajado a su ciudad natal por un tiempo, pues no se sentía bien. Después de eso, todos fueron a celebrar el regreso del joven de los mechones rubios (que por cierto, son naturales por alguna causa desconocida) a un bar cercano, donde vieron a Hino Ryoma tomando una bebida como cualquier parroquiano.
Jinko apareció en Shizuoka, después de que "un grupo de asaltantes" hubiese irrumpido en la boda de Shinobu y la secuestraron, pero la liberaron por presión de Taro ;). El doctor Shibazaki estaba muy contento de ver a su mejor asistente. Tanto, que decidió invitar a cenar a la joven pareja, después de declarar a Misaki completamente curado.
También habían decidido ir a vivir juntos, por lo que Jinko vendió el modesto apartamento en que había vivido desde su graduación de la preparatoria y se mudó al apartamento de su 'Ángel de la Guarda', quien había sido aceptado en el Jubilo Iwata en un decir Jesús.
Pasaron los meses, y Sanae dio a luz a Hayate, quien dio su primer grito de triunfo un soleado y fresco día de Septiembre. Cansada de tanto pujar, la joven pidió ver a su bebé, pero los médicos estaban observando algo en el recién nacido.
Hayate tenía unas extrañas formaciones en los omoplatos, como si fueran unas alas muy rudimentarias.
Los médicos se lo informaron a Sanae, quien fingió estar preocupada, pero sabía muy bien por qué había pasado eso; Hayate era el primogénito del Mensajero de los Dioses. Obviamente no dijo nada, pero preguntó si las formaciones afectarían a Hayate en su vida.
-La verdad no. Sin embargo, habría que estudiar la evolución de esto en su niñez.
-Les aseguro que mi hijo estará muy bien –dijo Tsubasa, entrando a la habitación.
-¿Y por qué lo dice?
-Porque es parte de una generación de futbolistas. Por eso –y Tsubasa y Sanae se echaron a reír.
Varios años después…
-¡Daibu, apresúrate! –dijo un niño de cabello negro, bajando las escaleras de la casa de sus abuelos. -¡Vamos a llegar tarde!
-¡Pero Hayate! ¡Deja de apresurarte tanto! –respondió Daibu, quien era muy parecido al chico que bajaba las escaleras. -¡Pareces loco!
-Pues si llegamos tarde, ¡te juro que te haré pagar! –dijo Hayate, quien ya estaba en la puerta. Él y su hermano menor iban a ir a la fiesta de cumpleaños de la hija de uno de los amigos de sus padres… Donde probablemente estarían sus demás 'primos.'
-Hayate, Daibu, ¿ya están listos? –preguntó el padre de ambos, ya en el auto. Por suerte ya había aprendido a manejar.
-¡Sí, papá! –y ambos niños se subieron al auto, donde Tsubasa, Sanae, y el tío Daichi los esperaban.
Hayate había tenido una infancia completamente normal, pues las 'alas' que tenía de nacimiento no le estorbaban para nada, y desde que era muy pequeño aprendió a desaparecerlas, pues él y su hermano menor habían nacido con poderes. Daibu también había nacido con las 'alas', pero mucho menos desarrolladas, al punto que a duras penas eran un par de bultitos inofensivos en su espalda. El mayor de los Ozora había heredado la tranquilidad y paciencia de su madre, mientras que Daibu era el vivo retrato de Tsubasa: enérgico y activo, aunque también tenía algo de mal temperamento.
Por alguna razón Hayate podía recordar algunas cosas que pasaron cuando aún estaba dentro de la matriz de su madre, y las tenía muy en mente. Por otro lado Daibu nació en épocas de paz, por lo que tuvo una infancia muy tranquila.
Daichi ya era estudiante de secundaria, pues no era mucho mayor que sus sobrinos. Había ganado ya varios Torneos Nacionales, perpetuando el apellido Ozora como marca de grandes futbolistas. Idéntico a Tsubasa en casi todo, excepto por la nariz más fina y su brecha de edad, el joven también era poseedor de una técnica muy limpia.
-¿Por qué se demoraron tanto? –preguntó el joven a sus sobrinos.
-Pregúntale a Daibu –dijo Hayate, mirando con reproche a su hermano menor.
-No encontraba mis tenis.
Si se preguntan por qué Tsubasa y su familia estaba en Shizuoka, era porque estaban de vacaciones.
Llegaron al apartamento de los Kurobane, pues ahí era la fiesta de cumpleaños. Mika, la hija de Shinobu, cumplía años.
Hayate tocó el timbre, emocionado. Hacía ya un buen tiempo no veía a los hijos de los amigos de sus padres. Les abrió una chica de cabello castaño oscuro y ojos del mismo color, quien sonrió al ver a los Ozora aquí.
-¡Hayate-kun, Daibu-chan! –dijo la chica.
-Mika-chan, ¡ya deja de llamarme Daibu-chan! –dijo el menor de los Ozora, fingiendo estar molesto.
-Mientras seas más pequeño y más bajito que yo, serás Daibu-chan –dijo Mika, haciendo pasar a los demás.
Ahí estaban todos los Arcángeles, los Arcángeles Negros y sus aliados, junto a un grupo de niños.
-Pensé que no iban a venir –dijo Yukiko, una niña de trenzas negras y mirada inteligente. –Si no venían al cumpleaños de Mika-chan, juré que les daría una paliza.
-Pero Yuki-chan… ¿Cómo podrías dudar de nosotros? –dijo Hayate.
-¿Ves, Yukiko? Te dije que vendrían –dijo Ryou, pasando una mano por el cabello de su hija. Él y Yukari se casaron poco después de lo sucedido, después de que Ryou le contara todo lo sucedido.
-Bueno, hay que creerle a Ishizaki-san –dijo Jinko, quien se encontraba embarazada. Ella y Taro se habían casado dos años después del nacimiento de Hayate, y esperaban su segundo bebé.
-Lo sé –dijo Genzo, que estaba ennoviado con una joven que conoció en Alemania, pero no estaba allí por razones laborales. –A pesar de todo, Ishizaki-kun tiene la razón.
-¿A pesar de todo? –dijo el Arcángel de la Tierra, enojándose.
Y mientras Hayate, Daibu, Mika, Yukiko, Shouji, el hijo de los Misaki, y Keiya y Shun, los hijos gemelos de Wataru y Azumi jugaban con Daichi, los adultos conversaban sobre lo sucedido durante los años que habían pasado.
Shinobu se convirtió en padre de una preciosa niña; Ryou y Yukari se casaron, y tuvieron a Yukiko; Tooru amasó una fortuna y andaba felizmente enamorado de una joven alemana, Wataru y Azumi también se casaron, y ¡oh sorpresa! Tuvieron gemelos, ambos por suerte sin problema alguno, aunque Keiya tenía los ojos azules y Shun ojos castaños; Rairyuu seguía en busca de su chica, aunque se tomó unos 'días de descanso' para ir a la fiesta de cumpleaños de Mika; Hyuga seguía igual, aunque ahora triunfaba en el calcio, y de su vida privada nada se sabe, como siempre.
Kai y Komichi siguieron siendo los mejores amigos de la ciudad, aunque ella se ennovió con un joven de su misma universidad y Kai jugaba en el Jubilo con Ryou y Taro, fuera de ennoviarse con una chica de su misma universidad. Genzo, como dije, estaba felizmente ennoviado, pero todavía no tenía prisa por casarse. Y si dije que su novia no había podido ir, era porque ella estaba en plena temporada, pues también era futbolista, y NO, NO ES MARIE SCHNEIDER.
Sin embargo, Daichi abrió la ventana y silbó largamente, hasta que un pájaro blanco apareció.
-¿Dónde andabas, Shiro?
-Por ahí, comiendo –respondió el cuervo blanco, que no había cambiado en nada, ni siquiera en su terrible carácter.
-¿Y por qué no viniste con Daichi? –preguntó la esposa de Shinobu, quien también estaba enterada de todo.
-No sé… No quería.
-Como sea –y todos se rieron del comentario del cuervo blanco, que la gente común creía que hablaba debido a que era domesticado, y Shiro no quiso desmentirlo.
Al fin habían quedado atrás los años en que debían ocultar su identidad a los demás. Tsubasa y los otros ya respiraban tranquilos, pues sabían que la felicidad que ahora tenían la habían forjado con sus propias manos, tal como su destino, y tal como harían Hayate y los demás, más adelante…
Porque así quisieron su futuro.
OWARI
Nota de la Autora: No puedo creer que terminé la saga de El Mensajero de los Dioses. Dos fanfics, uno más largo que el anterior, arte de la historia, GIFs, y hasta unos hermosos fanpics son el resultado de esta idea que tuve una tarde de Enero. Sus constantes comentarios, y su apoyo hicieron que después de escribir El Mensajero de los Dioses me sintiera feliz de haber escrito eso, y tanta fue la acogida aquí y en otros lugares, que El Mensajero de los Dioses II: El Regreso de los Arcángeles pugnaba por aparecer.
A todos los que leyeron este fic, sin importar si les gustó o no, y a todos los que me apoyaron durante este año, cuando escribí las dos historias, sólo puedo decirles MUCHÍSIMAS GRACIAS POR SU APOYO.
Andrea E. Ariza Acevedo (Saki Hashimoto)
