Disclaimer: Twilight le pertenece a Stephenie Meyer, la historia es de Simaril, la traducción es mía con el debido permiso de la autora.
Disclaimer: Twilight is property of Stephenie Meyer, this story is from Simaril, I'm just translating with the permission of the author.
Capítulo beteado por Yanina Barboza
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Llegada
Julio de 1993 - Bella tiene cinco años
Edward
Cuando regresé, había transcurrido un año. Bella ahora tenía casi seis años y era muy diferente.
Su ropa otra vez era nueva, pero sus trenzas estaban arregladas y su rostro limpio. Evidentemente, desarrolló un poco de independencia en el año intermedio.
Charlie luchó al principio con este cambio. Todavía esperaba que ella necesitara su ayuda para atarse los cordones de los zapatos y peinarse, pero ya no la necesitaba.
Uno de los bocetos que yo le di estaba fechado 13 de agosto de 1993. Faltaba menos de un mes. Sin embargo, no me sentía preparado para hablar con ella. No tenía idea de cómo presentarme, o cómo reaccionaría ella.
Cuando llegó el momento, mi ansiedad se dirigió a un lugar completamente diferente.
Charlie luchó por encontrar una manera de vincularse con una Bella mayor, y eligió su actividad favorita: pescar. Pasaron horas junto al río mientras él intentaba enseñarle a pescar con caña. Sin embargo, se aburrió y cada vez pasaba más tiempo vagando por la orilla del río.
Cuando llegué un día, ella y Charlie no estaban en la casa; y supe por la ausencia de una caña de pescar apoyada en el porche trasero, que habían vuelto al río. Me dirigí a su lugar habitual y encontré a Charlie absorto en la actividad, pero Bella no estaba a la vista. Manteniéndome en los árboles, caminé paralelo al río, buscándola.
Escuché un chillido de alarma, luego un chapoteo.
Mi ritmo constante se convirtió en una carrera mientras corría hacia el sonido. Al doblar una curva en el río, vi que su cabeza rompía la superficie del agua. Ella tosía y farfullaba. No hubo tiempo para pensar o planear, me zambullí completamente vestido en el agua justo cuando ella desaparecía debajo de la superficie nuevamente. Sus ojos estaban muy abiertos por el miedo, pero su boca estaba firmemente cerrada.
Me impulsé hacia adelante y envolví mis brazos alrededor de su pecho, luego pataleé a la superficie. Cuando su cabeza salió a la superficie, respiró jadeando y comenzó a llorar.
—Está bien, Bella —la tranquilicé, sosteniendo su cabeza fuera del agua. Pataleé hacia la orilla y la empujé sobre la hierba, luego me levanté a su lado.
Estaba a cuatro patas, ahogándose por respirar. No tenía agua en sus pulmones, pero la conmoción y las lágrimas le hacían difícil recuperar el aliento. La levanté en mi regazo y le di unas palmaditas en la espalda, sintiendo los temblores sacudiendo su pequeño y frágil cuerpo.
Su respiración se calmó, pero estaba temblando de frío. No estaba ayudando sosteniéndola contra mi piel fría.
Escuché el acercamiento de Charlie. No podría haberla oído caer al agua, o sus jadeos ahora, pero en ese sexto sentido que parecen tener los padres, sabía que algo andaba mal.
—Bells, cariño, ¿dónde estás? —llamó ansiosamente.
Ella no pareció escucharlo. Me estaba mirando con los ojos muy abiertos, la boca ligeramente abierta. Tenía que alejarme antes de que me él viera. Este era uno de esos momentos sobre los que Makenna me advirtió.
—Viene tu papá —le dije.
Ella asintió en silencio.
—Tengo que irme ahora. Él estará aquí y cuidará de ti.
—Dile que volverás —agregó Bella en mi mente.
—Volveré pronto —prometí—. Estás bien ahora.
—¡Bells! —Se estaba acercando.
La puse sobre la hierba y me puse de pie.
—Regresaré —prometí, luego retrocedí hacia los árboles justo a tiempo.
Charlie dio la vuelta a la esquina. Cuando vio a Bella goteando y temblando sobre la hierba, palideció y jadeó.
—Oh, Dios, Bella. ¿Qué pasó? ¿Estás bien?
Él se quitó la chaqueta y la envolvió alrededor de sus temblorosos hombros, luego la tomó en sus brazos.
—Me caí al agua —explicó con total naturalidad—. Pero un hombre brillante me salvó. Dijo que volvería.
Miré mis brazos desnudos y vi los prismas de luz que se reflejaban en mi piel.
Oh, diablos.
—Tenemos que llevarte al hospital —dijo, hablando más para sí mismo que para ella.
—¡No, tenemos que esperar al hombre brillante!
—El hombre brillante sabrá dónde encontrarnos —la tranquilizó—. Tenemos que llevarte a un médico ahora.
—¡Quiero al hombre brillante! ¡Quiero al hombre brillante! —gimió ella, luchando en sus brazos mientras él la llevaba por el camino.
Mi corazón se sentía como si estuviera saliendo de mi pecho. Estaba llorando por mí, pero no podía acercarme a ella.
—Está bien —me tranquilizó Bella, apareciendo a mi lado—. Estará en el hospital esta noche, pero volverá a casa mañana y la verás de nuevo.
¿Cómo supe esto? Esta Bella era solo mi imaginación y no sabía nada sobre estos eventos.
Ella sonrió enigmáticamente.
—La imaginación, la realidad, es todo subjetivo en realidad.
Jadeé.
—¿Estás aquí?
—Solo tanto como tú. Después de todo, esto es el pasado. Sin embargo, tengo que irme ahora.
—¡No! —lloré—. No puedes dejarme de nuevo.
—Todavía estoy aquí, me verás mañana. Seré un poco más joven.
Se estiró de puntillas y me dio un beso en la mejilla.
A diferencia de mis imaginaciones anteriores, esto fue cálido y tangible. Podía sentir sus suaves labios contra mi piel. Mis manos se extendieron para sostenerla, pero ya se había ido.
El viento azotaba los árboles y me despeinaba el pelo alrededor de la cara.
—Te amo, Edward.
¿Fue su voz o el viento? No lo sabía. Pero ella estuvo aquí. La sentí. La escuché.
—Bella —llamé tentativamente—, por favor, regresa.
No hubo respuesta, ni siquiera un susurro en el viento. Era como si la brisa que susurró entre los árboles la hubiera alejado de mí.
—Por favor, vuelve —le rogué—, por favor.
Caminé en círculos, buscando una señal de ella. Mis súplicas se volvieron cada vez más desesperadas, pero no hubo respuesta.
Recordé lo que me había dicho.
—Solo necesitas una Bella después de todo.
Caí de rodillas, luchando contra el impulso de aullar. No sabía cómo sucedió, pero estaba seguro de que la Bella que pensé que era mi imaginación, de hecho era real.
Ella estuvo aquí y ahora se fue.
Perdí tanto tiempo pensando que estaba discutiendo conmigo mismo. Podría haber usado ese tiempo para pedirle perdón, para jurarle mi amor eterno.
El sonido de un automóvil rugiendo a la vida al costado de la carretera hizo que mi atención volviera a donde estaba. Era Charlie, llevando a la joven Bella al hospital.
Perdí a la Bella de mi mente y la Bella de mi presente. Pero ella estaba aquí y vivía.
Podría ganarme mi perdón ahora.
Enero de 2005
Bella
Sentí una emoción de anticipación cuando bajé del avión en el pequeño aeropuerto de Port Angeles. Este fue un hito más en mi viaje de regreso a Edward.
Vi a Charlie esperando entre un pequeño grupo de personas cuando me bajé del avión. Me saludó con entusiasmo, dándome un abrazo aplastante.
—Es bueno verte, Bells.
—A ti también. Es bueno estar en casa.
Me condujo hasta la patrulla. Normalmente era un objeto de horror, pero hoy era un espectáculo bienvenido; la llovizna me caía por la nuca y amenazaba con estropear mi emoción. Forks era donde estaba mi casa, donde estaba mi corazón, pero eso no significaba que tuviera que disfrutar del clima.
Charlie me abrió la puerta del coche y esperó pacientemente mientras me abrochaba el cinturón de seguridad. Una de las desventajas de verlo solo una vez al año era que yo seguía siendo una niña a sus ojos, a pesar de que estaba a menos de un año de la edad adulta legal. Esperaba que vivir con él le demostrara que ya no era una niña. Amaba a mi padre, pero si intentaba establecer una hora de dormir, tendríamos que tener una conversación seria.
Miré por la ventana mientras conducíamos por la ciudad, observando las casas y los edificios por los que pasamos. Cualquiera de ellos podría ser el lugar donde Edward vivía o trabajaba. Era un pensamiento extraño que en algún lugar al final de este camino él estuviera viviendo su vida, completamente inconsciente de que yo estaba llegando. No tenía idea de lo que hacía en su presente; sabía mucho y muy poco de él al mismo tiempo. Siempre decía que existían límites para lo que podía saber, pero sospechaba que le gustaba mantener las cosas en secreto para su propia diversión.
Hablamos de su familia con frecuencia, sabía sus nombres y detalles de las personalidades, pero no sabía su apellido. Sabía sus gustos y disgustos, y cómo llegaron a unirse a su familia, pero no sabía cómo eran.
Una cosa que sí sabía era que todos eran vampiros y que nunca podría decírselo a nadie. Aprendí su verdadera naturaleza cuando era niña, y eso hizo que fuera más fácil de aceptarlo. Los aspectos obvios de sus diferencias me parecían tan naturales como el color de su cabello.
A menudo me preguntaba cómo reaccionaría si no lo supiera ya. ¿Lo aceptaría tan fácilmente como ahora? Me gustaba pensar que lo haría. Amaba a Edward, lo hacía desde que era una niña pequeña; el hecho de que no fuera humano parecía de poca importancia comparado con eso.
Desde mi decimoséptimo cumpleaños, estuve esperando que sucediera algo para aclarar mi camino. Una de las últimas veces que vi a Edward, le supliqué por pruebas de que realmente lo volvería a ver, y él me dio una hora y un lugar. En algún momento entre mi decimoséptimo y decimoctavo cumpleaños y Forks. No era mucho para continuar, pero era todo lo que tenía.
No sabía cómo iba a mudarme a Forks, pero cuando Phil comenzó a hablar de salir de gira para encontrar trabajo, todo encajó. No quería que mi mamá pensara que la estaba abandonando, se había sacrificado tanto por mí, pero ahora tenía una razón válida para irme. Ella tuvo sus dudas al principio, pero cuando defendí los aspectos positivos de vivir con Charlie, cedió.
Con los ojos llorosos me vio subir al avión en Phoenix y me hizo prometer que la llamaría si necesitaba algo. No había nada de falso en mi tristeza cuando me despedí. Amaba a mi madre y la extrañaría cada minuto que estuviera lejos, pero esto era lo que se suponía que iba a pasar ahora. Regresaba a Forks, el escenario de algunos de mis recuerdos más felices y el hogar del hombre que amaba.
Charlie se alegró mucho cuando le planteé la idea de volver a vivir con él. Estaba seguro de que su entusiasmo lo extendió por todas partes entre la gente de Forks, pero Edward dijo que él y su familia generalmente se alejaban de la gente de la ciudad donde vivían. Era posible que aún no hubiera oído hablar de mí.
Todo eso estaba a punto de cambiar.
Cuando llegamos a la casa, Charlie me ayudó a llevar mis maletas hasta mi habitación y luego me dejó para desempacar. El solo hecho de estar de vuelta en la pequeña habitación con su edredón cosido a mano en la cama y una vieja mecedora de madera en la esquina fue suficiente para hacerme sentir más cerca de Edward.
Me hubiera gustado ir al bosque para encontrar nuestro prado, pero la lluvia caía más fuerte que antes, y sabía que tendría problemas para navegar por el camino en la penumbra. Se me ocurrió una idea y me abracé con entusiasmo. No podía tener a Edward todavía, pero tenía la segunda mejor opción. Metí la mano en la parte de atrás del armario en busca del viejo cofre de madera que sabía que estaba escondido allí. Mis dedos encontraron la madera lisa de la tapa y la saqué. Nunca me llevé esto a casa al final de mis veranos. Como Edward, estas cosas parecían pertenecer a Forks.
Llevándolo a la cama, lo dejé sobre la colcha y me senté con las piernas cruzadas frente a mí. Mis manos estaban un poco temblorosas debido a la anticipación, abrí el pestillo y lentamente abrí la tapa.
Lo primero que vi fue uno de sus bocetos de nuestro prado. Pasé mi mano por la página, sintiendo las pequeñas hendiduras que dejó el lápiz. Lo saqué de la caja y lo sostuve a contraluz, justo como él me enseñó. Las imágenes que eran hermosas en la sombra, cobraron vida en la luz. La hierba parecía mecerse con el viento, las cabezas de las flores silvestres se balanceaban. Aunque era un simple dibujo a lápiz, su infalible habilidad daba color donde no lo había. El sombreado claro daba la impresión de marrones y verdes. Casi podía oler el embriagador aroma de las flores grabadas en el papel.
Lo coloqué con reverencia al lado de la caja y saqué un libro pesado. Presionadas entre las páginas estaban las flores que me recogió para mí el verano que tenía trece años. No me atrevía a tocarlas, se veían tan delicadas y frágiles que temí que se convirtieran en polvo si lo hacía.
Debajo del libro estaba el pequeño juego de damas con el que me enseñó a jugar cuando era niña. Recordé lo grande que me sentí cuando finalmente comprendí los conceptos básicos del juego. Era algo con lo que podía igualar a Edward, un sentimiento que mejoró cuando nos pasamos al ajedrez.
—¿Tienes hambre, Bells? —La voz de Charlie llamando desde las escaleras me hizo sobresaltar. Perdida en mis recuerdos de Edward, casi olvidé dónde estaba.
—Ahora bajo —le respondí.
Puse el libro, las fichas del juego y el boceto en el cofre y volví a colocar el pestillo en su lugar. Me levanté para guardarlo en el armario de nuevo, pero vacilé. No podía soportar tenerlo fuera de mi vista. Este era mi hogar ahora; ya no necesitaba ocultarlo. Despejé un espacio en la estantería y lo coloqué allí.
Pasé mis dedos por la madera lisa una última vez en un gesto de despedida y luego bajé las escaleras.
Charlie salió por pizza. Cuando me quedaba en verano, solía cocinar para los dos. Felizmente empezaría de nuevo, Charlie era un cocinero terrible, pero agradecí la noche libre. Estuvo inusualmente nervioso durante la cena. Cuando le pregunté qué pasaba, dijo que estaba contento de tenerme en casa. Después de la cena, lavé los platos. Charlie se apoyó contra el marco de la puerta, charlando sobre todo y nada. Era inusual en él quedarse después de la cena; por lo general, iba directamente a la televisión. Sospechaba que estaba esperando algo, y tenía razón. Estaba secando el último plato cuando alguien llamó a la puerta. Charlie giró sobre sus talones y fue a abrirla. Lo seguí al pasillo, secándome las manos con un paño de cocina.
Reconocí al hombre de la puerta como Billy Black. Fue casi tan constante en mi infancia como Charlie. Pasé horas en la reservación cuando era niña mientras él y Charlie iban a pescar o se sentaban a ver béisbol juntos. Esas ocasiones se hicieron cada vez menos frecuentes a medida que crecía, ya que pude quedarme en casa con Edward mientras Charlie lo visitaba.
Detrás de Billy estaba su hijo, Jacob. La última vez que vi a Jake era un desgarbado chico de trece años. En los dos años que transcurrieron desde la última vez que lo vi, creció en más de un sentido. Ahora se acercaba al metro ochenta de altura y desarrolló algunos músculos de verdad. Todavía tenía esa redondez infantil en su rostro que contradecía su verdadera edad. No conocía tan bien a Jacob. Pasé la mayor parte del tiempo con sus hermanas, Rachel y Rebecca.
—Bella, es bueno verte de nuevo —saludó Billy—. ¿Te acuerdas de mi hijo, Jacob?
—Por supuesto. Es bueno verte, Jake.
Me sonrió tímidamente y yo sonreí en respuesta. Me complació ver un rostro familiar de más o menos mi edad. Aparte de Edward, y él no me reconocería, no conocía a nadie cercano a mi edad en Forks. Sería bueno tener un amigo.
Charlie hizo un gesto hacia la puerta.
—Billy tiene una sorpresa para ti.
Lo rodeé y salí al porche. Estacionada junto a la patrulla de Charlie estaba una vieja camioneta Chevy.
»Un regalo de bienvenida a casa —explicó Charlie—. Sé que no quieres que te lleve a la escuela en la patrulla.
Jadeé.
—¿Para mí?
Él se rio entre dientes.
—Para ti. Te gusta, ¿verdad?
—¡Me encanta! —Y lo hacía. Era enorme y parecía estar hecho de óxido, pero me encantaba. A diferencia de Phoenix con su red de transporte público, Forks era deficiente cuando se trataba de moverse sin automóvil. La situación empeoraba por el hecho de que tomaba al menos cuarenta minutos en coche para llegar a cualquier lugar interesante.
Me volví y eché mis brazos alrededor de Charlie.
—Gracias, papá.
Por lo general, no era tan táctil en mi afecto, y se sonrojó hasta las raíces de su cabello.
—Bueno, de nada.
A la mañana siguiente, examiné críticamente mi atuendo en el espejo. Nunca me preocupé mucho por la ropa antes, siempre eligiendo la comodidad sobre la moda, pero este era un nuevo comienzo en una nueva ciudad y quería causar una buena impresión. Además, era la primera vez que Edward me vería.
Decidiendo que mis vaqueros y mi suéter serían suficientes, recogí mi mochila y bajé las escaleras hacia la cocina. Charlie ya se había ido al trabajo, así que no necesitaba entablar conversación. Serví un vaso de jugo y me apoyé contra la encimera, mirando por la ventana mientras lo bebía.
Mi cabeza estaba un poco nublada. No logré dormir bien, mis sueños eran confusos y demasiado realistas para ser reconfortantes. Como tantas veces antes, soñé con Edward, pero en lugar de la repetición habitual de un día favorito que pasamos juntos, lo perseguí a través de habitaciones vacías, rogándole que no se fuera.
Ya estaba nublado por la lluvia, haciendo la vista del patio un poco borrosa e imprecisa. Era un buen contraste con mis pensamientos confusos. Estaba en Forks, por fin era el momento adecuado, pero no tenía idea de lo que sucedía después. En algún lugar cercano estaba Edward, pero no sabía cómo encontrarlo. ¿Qué diría si lo hiciera?
Me advirtió que cuando nos conociéramos no sería el mismo hombre que yo conocía. Que tenía que cuidarme al principio, y recordar lo que era. Pero no podía creer que el Edward que me amaba en su futuro y mi pasado no me amaría ahora. Solo tenía que encontrarlo y todo encajaría.
Me puse la chaqueta y salí a la lluvia.
La puerta de la camioneta se atascó al principio, pero finalmente la abrí y subí al interior, afortunadamente seco. Me tomé un momento para ajustar el asiento y los espejos y luego encendí el motor. Cobró vida con un rugido ensordecedor que hizo vibrar mi asiento.
Los limpiaparabrisas chirriaron sobre el cristal mientras intentaban contrarrestar la lluvia nebulosa.
La escuela secundaria estaba a poca distancia en automóvil de la casa de Charlie y antes de lo que me hubiera gustado, estaba aparcando en el estacionamiento. Encontré un espacio con bastante facilidad, ya que llegué antes de lo que realmente necesitaba, así tendría tiempo de recoger mi horario de la oficina y encontrar mi salón de clases.
Recogí los papeles necesarios de la recepcionista y salí. El estacionamiento comenzó a llenarse en mi ausencia. Como una jauría de perros oliendo presas, todas las cabezas se volvieron hacia mí cuando fui a mi camioneta a recoger mi bolso.
Un chico con una tez clara y una amplia sonrisa amistosa se me acercó, y me preparé para la primera de las que estaba segura serían muchas conversaciones de "Bienvenida a Forks".
—Hola, soy Eric Yorkie —se presentó—. Eres Isabella Swan, ¿verdad?
Mis sospechas se confirmaron. Charlie sí difundió la noticia de mi llegada por todas partes.
—Bella —le corregí.
Se veía un poco sorprendido por mi tono firme, pero si iba a salir adelante en la secundaria de Forks necesitaba abordar el tema de mi nombre de pila lo antes posible. Solo me llamaban Isabella en las raras ocasiones en que Renée o Charlie me regañaban.
—Bella —se repitió a sí mismo—. ¿Quieres que te muestre tu primera clase?
—Eso sería genial —dije, sonriendo demasiado. Quería corregir el posible insulto que causé con la corrección del nombre—. Tengo inglés con el señor Mason.
Me condujo a través de un laberinto de caminos y edificios, señalando la cafetería y otros lugares de interés en el camino. Él no tenía la misma clase que yo, así que nos separamos en la puerta con promesas vagas, en mi caso, de vernos en el almuerzo.
Colgué mi abrigo empapado en un gancho y me presenté al maestro. Firmó mi papel y me indicó un asiento al fondo de la habitación.
Nos asignaron un ejercicio de lectura que terminé con bastante rapidez, habiendo hecho algo similar en mi antigua escuela. Pasé el resto del período en felices imaginaciones de Edward. No podía esperar a verlo de nuevo, y estaba tratando de planear formas de encontrarlo. Este era un pueblo pequeño, Charlie tenía que haber oído hablar de su familia, pero necesitaría una excusa para preguntar, y hasta ahora no se me ocurría nada bueno.
La campana sonó indicando el final de la clase sacándome de mis pensamientos. Recogí mis pertenencias y seguí a la horda de estudiantes fuera de la puerta, revisando mi horario mientras caminaba.
—Eres Isabella, ¿verdad?
Me volví y vi a una chica bajita con una masa de rizos castaños morados. Tenía una sonrisa brillante, que no pude evitar devolver.
—Bella —le corregí.
—Soy Jessica. ¿Qué clase tienes ahora?
—Trigonometría.
—¡Yo también! —Sonrió con entusiasmo—. Podemos caminar juntas. —Pasó su brazo por el mío y nos dirigió a lo largo de los pasillos, charlando en voz alta todo el tiempo.
A medida que avanzaba la mañana, comencé a sospechar que ella estaba más interesada en compartir mi protagonismo como la chica nueva, en lugar de conocerme realmente. Ciertamente nunca me preguntó nada sobre mí, simplemente parloteaba sobre sus gustos y disgustos, los chicos que pensaba que eran lindos y los que trataba de evitar. Todo esto fue conversado de una manera extremadamente ruidosa y risueña, provocando miradas de reproche de los maestros y, ocasionalmente, regaños directos. Decidí que sería una buena persona de la que distanciarme, solo necesitaba la oportunidad.
La oportunidad llegó justo antes del almuerzo. Cuando salí del salón de clases, vi a Eric esperándome. Le di la bienvenida con un poco más de entusiasmo de lo que era realmente apropiado. Pareció sorprendido por mi reacción, probablemente porque antes me mostré muy indiferente.
Caminé a su lado, ignorando el ceño fruncido de Jessica, y me dirigí a la cafetería. No pude evitar a Jessica por completo, ya que aparentemente compartía una mesa de almuerzo con Eric y un grupo de otros estudiantes de segundo año. Ella se dejó caer a mi lado y Eric tomó mi otro lado.
Dejé que sus conversaciones me inundaran, sonriendo y asintiendo en los lugares correctos. Había algunas personalidades fuertes en la mesa y no tenía ganas de competir.
El ruido en la habitación aumentó gradualmente a medida que entraba más gente. No les presté atención hasta que vi un destello de piel pálida. Piel extraordinariamente pálida.
¡Edward!
Los capítulos llevarán este formato, la primera parte contada por Edward, en el pasado conviviendo con Bella de niña; y la segunda parte en el presente, contada por Bella ya con esos recuerdos y recién llegada a Forks, conociendo a los Cullen y acercándose a Edward.
Me cuentan qué les pareció.
