Disclaimer: Twilight le pertenece a Stephenie Meyer, la historia es de Simaril, la traducción es mía con el debido permiso de la autora.

Disclaimer: Twilight is property of Stephenie Meyer, this story is from Simaril, I'm just translating with the permission of the author.

Capítulo beteado por Yanina Barboza

Grupo en Facebook: Tradúceme un Fic


Realización

Agosto de 1995 - Bella tiene seis años

Edward

La señorita Harris no era una niñera competente. Parecía contenta de ver a Charlie salir por la puerta por las mañanas, una mano regordeta plantada en el hombro de Bella mientras lo saludaban, luego, tan pronto como él se perdía de vista, se sentaba frente al televisor y se perdía en entretenimiento sin sentido.

Estaba dividido entre la ira de que la niñera de Bella le prestara tan poca atención y el placer de que su negligencia significara que Bella y yo pasábamos mucho tiempo juntos sin interrupciones. Se despedirían de Charlie desde el porche por la mañana, luego, tan pronto como él doblara la esquina, tomarían caminos separados. Bella al patio hacia mí, y la señora Harris al salón.

Pasábamos horas juntos a la sombra de los árboles del patio. Cuando no estábamos hablando de todo lo que le importaba a una niña de seis años, la veía jugar. Era tan parecida a la Bella que conocía y, sin embargo, tan diferente. Pensé que la Bella adulta estaba llena de vida, pero no era nada comparada a la niña. La pequeña Bella bailaría sin música y crearía complicados juegos de saltos. Se reiría de cosas sencillas, como una mariposa que emprende el vuelo o el canto de un pájaro. Estaba llena de alegría y lo absorbí todo.

Era agridulce decirle adiós al final de cada día. Sufría su ausencia, pero estaba contento de volver con mi familia, para compartir noticias de lo que había sucedido ese día. Siempre estarían esperando. El tiempo que pasaba con Bella era restado de mi tiempo en mi presente, y la vida continuaba para casi todos como antes, pero todos me estaban esperando cuando regresaba, ansiosos por noticias de Bella. Les contaba todo, todo lo que habíamos hecho ese día, sin vergüenza. Si Bella me estuvo pidiendo ayuda para hacer una cadena de margaritas, se los contaba. Esperaba que Emmett y Jasper encontraran diversión en estas historias, pero no fue así. Estaban contentos de que la hubiera encontrado de nuevo. Ahora era un hombre diferente al hombre que fui antes de que encontráramos a Makenna. En ese entonces, el dolor me destruyó, incapaz de encontrar alegría en nada de lo que una vez amé. Ahora, estaba casi feliz de nuevo. Lo único que estropeaba mi vida era el hecho de que Bella no estaba allí en el presente esperándome también.


Una mañana, hacia el final del verano, llegué y descubrí que el cielo se había abierto y la lluvia caía a cántaros. Estuve empapado en minutos. No me molestaba estar mojado, aunque era un poco desagradable caminar con zapatos que chapoteaban. Me molestó el hecho de que el día de placer en compañía de Bella sería cancelado. Hoy no podríamos sentarnos afuera, y era demasiado esperar que la inepta señora Harris no se diera cuenta si yo estaba dentro de la casa. Caminé pesadamente hacia la casa, pensando que incluso si no podía tener tiempo con Bella, al menos podría verla a través de una ventana. Mi mal humor resultó infundado cuando me acerqué a la casa y escuché su dulce voz cantando.

—Lluvia, lluvia, vete, vuelve de nuevo otro día.

Me arrastré entre los árboles hasta que estuvo a la vista. Estaba vestida con un impermeable amarillo y tenía botas de lluvia de color rojo brillante. Mientras cantaba, saltaba de charco en charco, enviando agua a su alrededor. Su canción fue interrumpida por risas y yo me reí con ella.

Se dio la vuelta para mirarme y su rostro se iluminó con una sonrisa radiante cuando salí de los árboles.

—Lluvia, lluvia, vete. El Hombre brillante está aquí para jugar.

—Hola, Bella —saludé feliz.

—Hola, Hombre brillante. Está lloviendo.

—Puedo verlo.

Inclinó la cabeza hacia un lado.

—Estás todo mojado. ¿Por qué no tienes un impermeable?

Me encogí de hombros.

—Lo olvidé hoy. Aunque está bien. No me importa mojarme.

Buscó a tientas la cremallera de su impermeable.

—A mí tampoco me importa.

—No, Bella —dije gentilmente, dando un paso adelante y agarrando sus manos—. Tienes que mantenerlo puesto. Si tienes demasiado frío, te enfermarás.

Ella tomó mi mano con sus propios dedos pequeños y frunció el ceño.

—Tienes frío. ¿Estás enfermo?

—No, Bella. Estoy bien. No me enfermo. Es parte de la magia.

—Magia —repitió, luciendo pensativa y luego se encogió de hombros—. Está bien.

Me encantó que lo aceptara con tanta facilidad. En parte era, por supuesto, su juventud, pero también era solo Bella. Era increíble, incluso de niña.

—Hombre brillante —llamó—, ¿quieres jugar un juego?

—Por supuesto. ¿Qué tipo de juego?

Me preguntaba qué seríamos capaces de jugar en este aguacero torrencial, pero mi pregunta fue respondida cuando ella sonrió con picardía y saltó en el aire, aterrizando con fuerza en un charco profundo. El agua salpicó alrededor de ella y de mí, empapando mis pantalones con barro.

Por un momento me quedé helado, mirando el barro y el agua que goteaba de mí, y luego me reí. Mi corazón se iluminó y mis preocupaciones desaparecieron mientras soltaba una carcajada, mis hombros temblaban y mi pecho palpitaba.

Bella se unió a mí, y sus risitas agudas e infantiles se unieron a mí en un concierto de alegría.

Su felicidad era absoluta y quería congelar el momento y hacerlo durar para siempre. La miré fijamente, sus profundos ojos castaños brillaban con alegría, y mantuve el recuerdo en mi mente para sostenerme cuando estuviéramos separados.

—Estás todo mojado —dijo entre risas—. Te mojé.

—Lo hiciste. Mi turno.

Salté alto en el aire y aterricé con fuerza en el charco de barro. El agua se derramó, empapándonos a los dos. Por un momento, pareció aturdida y me pregunté si acababa de cometer un error, pero luego sonrió.

—Eso estuvo bien —informó con seriedad—, pero puedo hacer un mejor chapoteo.

Me incliné ante ella.

—Por supuesto, enséñame lo que puedes hacer.

Se volvió para contemplar el patio lleno de charcos y luego comenzó a moverse. Saltó de uno a otro como un juego de escalones, salpicando agua a su alrededor con cada salto. Se volvió a mitad de camino y me miró.

—Vamos, Hombre brillante —pidió—, te reto a una competencia.

Le sonreí, asimilando su expresión de alegría y exuberancia, y luego comencé a chapotear de un charco a otro detrás de ella, empapándome completamente. Estaba tan feliz jugando y su felicidad alimentaba la mía. Fue un día perfecto, a pesar de la lluvia, y no quería que terminara nunca.


Marzo de 2005

Bella

Extrañaba a mi Edward. Lo extrañaba tanto que era como un dolor físico, aunque extrañaba a un hombre que ya estaba allí. Lo veía todas las mañanas mientras conducía hacia el estacionamiento mientras él estaba apoyado en su auto. Lo veía cada hora del almuerzo mientras él y sus hermanos se sentaban a la mesa con bandejas de comida sin comer frente a ellos. Lo veía en Biología mientras se sentaba lo más lejos posible de mí en nuestra pequeña mesa de laboratorio. Lo veía todos los días, pero no era la persona correcta. Todavía me miraba sin reconocerme.

Vi a mi Edward cuando maniobró para darle a Tyler la oportunidad de invitarme al baile. La forma en que se rio al escuchar mi amenaza fue como mirar a través de una ventana en el tiempo. Solía reírse así por mí casi todos los días.

Ese atisbo de él se quedó conmigo durante unas horas antes de que la depresión volviera a aparecer. ¿Cuánto tiempo podría esperar antes de que mi Edward regresara a mí? Consideré acudir a él y contárselo todo, pero algo me advirtió que no lo hiciera. No pensé que mi pobre corazón pudiera soportarlo si me rechazaba. Tenía que esperar el momento adecuado. Tarde o temprano se presentaría, estaba segura.

Una vez que el resto de los Cullen estuvieron en el auto, Edward se alejó a toda velocidad y yo estaba libre para regresar a casa. Conduje a paso de tortuga, sin prisa por volver a una casa vacía. Desafortunadamente, el viaje entre mi casa y la escuela no fue muy largo y pronto estaba entrando en el camino.

El teléfono empezó a sonar cuando puse la llave en la puerta y, por suerte, se me quedó la llave atascada. Luché con la puerta y se abrió de golpe, enviándome al suelo.

—¡Maldita sea! —espeté cuando mi codo chocó con el último escalón—. Este no es mi día.

El teléfono seguía sonando estridentemente. Me puse de pie para responder.

—Hola. —Mi tono era un poco más duro de lo que me hubiera gustado, pero el día me estaba cansando.

—Hola, Bella. ¿Estás bien? —Era Angela.

—Estoy… —Estaba a punto de decir que estaba bien, pero la mentira no me llegó a los labios—. Estoy deprimida —admití.

—¡Oh! ¿Qué pasó?

Le di una versión resumida de todo lo sucedido ese día, omitiendo el hecho de que estaba más molesta por extrañar a Edward que por cualquier otra cosa. Ella no podría entenderlo y yo nunca podría decirle la verdad.

—¿Así que Edward te impidió escapar a propósito? —preguntó con una pizca de sorpresa—. ¿Pero por qué haría eso?

—Quizás pensó que estaba siendo gracioso. No lo fue.

—No lo creo. Edward no me parece alguien con un sentido del humor estelar. Él y su familia siempre se ven tan serios. ¿Quizás fue solo una coincidencia?

—Tal vez —accedí dudosa—. De todos modos, no importa. No iré al baile con ninguno de ellos.

—Únete al club —murmuró con un profundo suspiro.

—Podrías preguntarle.

Angela estaba completamente enamorada de Ben, pero desconfiaba de hacer cualquier cosa que pudiera estropear su amistad. A pesar de mis garantías, ella no creía que él sintiera lo mismo. Para mí era obvio que él estaba tan cautivado por ella como ella por él.

—No lo sé, Bella. ¿Qué pasa si él no siente lo mismo?

—Lo hace.

—¿Pero y si no lo hace?

Todo esto estaba tan fuera de mi rango de experiencia. Conocía al amor de mi vida desde que era niña. Nunca hubo ninguna vacilación en mi certeza de su amor por mí. Incluso ahora, cuando no me hablaba, sabía que algún día lo haría. Solo tenía que ser paciente.

—Entonces al menos lo sabrás con certeza —respondí animadamente.

—Eso no es muy reconfortante, Bella.

Luché contra mi sonrisa. Parecía que no importaba lo que dijera, ella estaba decidida a discutir en contra de contárselo. Decidí que necesitaba tomar otro enfoque.

—Bueno, si no le preguntas pronto, alguien más lo hará. Jessica estuvo muy habladora con él hoy en el almuerzo. Tal vez ella le pregunte.

Angela dijo una palabra que nunca pensé que escucharía salir de sus labios femeninos.

Me reí.

—Así que es mejor que actúes rápido.

Charlamos sobre cosas intrascendentes durante unos minutos más y luego colgó para poder comenzar con su tarea. Devolví el teléfono a su soporte y suspiré. Ojalá todos los enigmas románticos pudieran solucionarse con un poco de manipulación. Mi amor todavía estaba demasiado ocupado resistiendo el impulso de beber mi sangre para hablar conmigo. Uno pensaría que después de dos años de espera podría ser paciente un poco más, pero estaba resistiendo el impulso de arrojarme a sus brazos cada vez que lo veía.

Pasando una mano impaciente por mi cabello, abrí el refrigerador y traté de encontrar algo para cocinar para la cena de Charlie. Estaba contemplando un paquete de hamburguesa cuando el teléfono volvió a sonar. Era Charlie diciéndome que llegaría tarde a casa porque su ayudante lo había llamado diciendo que estaba enfermo, así que no tenía que prepararle la cena ya que él compraría pizza en la estación.

Tiré la carne de vuelta a la nevera y cerré la puerta. Se suponía que cocinar me distraería de mi día de mierda. Ahora estaba perdida. Me hundí en una silla de la cocina. La ligereza momentánea que sentí con la llamada de Angela se desvaneció y volví a sentirme miserable.

Apoyé los codos en la mesa y escondí la cara entre las manos. Deseé que hubiera una manera de hablar con mi Edward, el Edward de mi pasado. Él me consolaría y tal vez me diría lo que tenía que hacer para acercarme a este Edward distante. La primera vez que me habló me acababa de salvar de ahogarme. ¿Se habría acercado alguna vez a mí sin esa emergencia que lo obligara? ¿Habría estado al acecho en la periferia de mi infancia, sin hacer contacto nunca?

Necesitaba un consejo y, sin mi Edward para preguntarle, tenía que acudir a la única persona en la que podía confiar para que me guiara. Mi madre. Renée no era la mejor preparando comidas y recordando pagar las facturas, pero tenía una gran cantidad de conocimientos sobre la vida real. Marqué su teléfono celular y esperé, dando golpecitos con el pie mientras sonaba.

—Bella, cariño, ¿cómo estás? —Podía escuchar la sonrisa en su voz—. ¿Cómo va la escuela? ¿Cómo va la vida en Forks? ¿Ya estás harta de la lluvia?

Sonreí para mí misma. Esta era la típica Renée. Saltar de una pregunta a la siguiente sin darme la oportunidad de responder. La extrañaba mucho.

—Estoy bien, mamá. De hecho, estoy buscando un consejo. Verás, hay un chico y...

—Oh, un chico. Cuéntame todo sobre él —pidió emocionada.

—Bueno, él está en el mismo grado en la escuela. Su nombre es Edward, y es el hombre más maravilloso que he conocido. —Estaba un poco avergonzada por la efusividad con la que estaba saliendo. Por lo general, era un poco más controlada. Me di cuenta de que era porque, por primera vez en mi vida, estaba bien para mí hablar de Edward sin romper alguna regla férrea de viajes en el tiempo—. Y estoy completamente enamorada de él.

—¡Guau! —Pude imaginarme claramente su sonrisa perpleja en ese momento. Estaría emocionada de que finalmente encontrara un chico que me interesaba, pero preocupada porque ya estaba tan enamorada cuando, en su mente, solo lo había conocido por un par de meses.

—Lo sé, pero hay un problema.

—Siempre hay uno cuando hay un hombre involucrado —agregó sabiamente.

—Realmente me agrada, y creo que le agrado, pero es tan distante. No sé cómo hacer que se fije en mí.

—Bueno, eso es fácil —indicó con evidente alivio—. Solo tienes que ser tú misma. Dime, ¿ya has intentado hablar con él?

Me sonrojé. Estuve haciendo todo lo posible para protegerlo de la tentación de mi olor que apenas me había acercado a él.

—No exactamente, no.

—Entonces ese es el primer paso. Encuentra un tema que les interese a ambos y deja que tu deslumbrante personalidad haga el resto.

Estaba bastante segura de que no tenía una personalidad deslumbrante, mi madre era parcial, pero tenía razón en un aspecto; no era yo misma con Edward. De hecho, solo Angela y Ben habían visto mi verdadero yo. Estaba tan concentrada en las diferencias entre mi Edward y el que vivía en el presente, que no noté los cambios en mí.

—Mamá, eres la mejor.

Ella rio.

—Gracias, cariño. Ahora, cuéntame más sobre este chico...


Edward

Al día siguiente de haber intervenido en nombre de Tyler, llegué a la escuela con un presentimiento. Alice tuvo una visión la noche anterior que no quiso compartir conmigo, y estuvo ocultando sus pensamientos desde entonces. Sabía que no me dejaría ir a la escuela si veía algo como yo lastimando a Bella, pero eso no me tranquilizó tanto.

Lo primero que pensé cuando la camioneta antigua se detuvo en el estacionamiento fue que la chica tenía algo diferente. Su música sonaba a todo volumen en la radio y cuando salió de la cabina caminó con más confianza de la habitual. Por lo general, tropezaba y tambaleaba al menos un par de veces al día. Ahora caminaba con un distintivo contoneo en sus caderas.

Alice me miró a los ojos y me sonrió. Que tengas un buen día.

Su comentario se quedó conmigo durante el resto de la mañana mientras trataba de prepararme para Biología cuando estaría en estrecho contacto con Bella de nuevo. La seguí a través de los pensamientos de sus compañeros de clase durante toda la mañana, buscando si alguien más notaba la diferencia. Los únicos que lo hicieron fueron sus amigos más cercanos, Angela y Ben. Reflexionaron sobre su humor especialmente alegre.

Cuando llegó al aula de Biología después del almuerzo, me dio una amplia sonrisa mientras se sentaba a mi lado.

—Hola, Edward.

Era la primera vez que la oía pronunciar mi nombre y descubrí que me gustaba. Algo en la forma en que formó la simple palabra hizo que mi interior se retorciera. Alejé esos pensamientos. No eran míos, simplemente estaba demasiado atrapado en la visión de Alice. Yo no amo a Bella Swan.

—¿Estás listo? —Su voz me sacó de mis cavilaciones.

—¿Disculpa, qué?

Estaba tan absorto en mis pensamientos que me perdí la explicación del laboratorio del señor Banner. Busqué en su mente y vi que se suponía que debíamos estar clasificando las diapositivas.

—No importa —comentó, acercándose al microscopio y comprobando la primera diapositiva. Escribió una nota en un trozo de papel y buscó la siguiente diapositiva.

—¿Puedo ver? —pregunté.

—En un segundo —dijo, sin levantar los ojos de la diapositiva.

Su respuesta me ofendió un poco. ¿Pensó que iba a cometer un error y reducir su promedio? Decidí mostrarle exactamente lo capaz que era realmente cuando finalmente entregó el microscopio.

—Entonces, ¿te gusta Forks? —pregunté.

—Es genial. Solía pasar los veranos aquí cuando era joven. En cierto modo, volver aquí se sintió mucho como volver a casa.

—¿Por qué no viniste antes entonces?

—Tuve que esperar el momento adecuado —explicó y luego se mordió el labio como si temiera haber dicho demasiado.

—¿El momento adecuado?

—Mi mamá se ha ido de gira con mi padrastro, así que vine a vivir con Charlie. No pude venir antes porque mi mamá me necesitaba.

Ella estaba mintiendo. No tenía ninguna duda de que su madre la necesitaba, pero no era eso a lo que se refería.

—Mi hermana me contó sobre tu accidente —indiqué, esperando tomarla con la guardia baja y obtener ilícitamente una respuesta honesta—. Mencionó que dijiste algo extraño.

Sus mejillas ardieron y se negó a mirarme a los ojos.

—Probablemente lo hice. Estaba un poco loca. Después de todo, tuve una conmoción cerebral.

—Preguntaste por qué ella no te advirtió. ¿Qué quisiste decir?

—No tengo ni idea —declaró, mirando fijamente por el ocular del microscopio con determinación—. No recuerdo nada del accidente. Si la ofendí, me disculpo.

¿Ofendida? Como la única comunicación que habían tenido, Alice atesoraba esas palabras.

—Está bien, he terminado —informó, deslizando el microscopio hacia mí—. Echa un vistazo y compararemos notas.

Decidido a mostrarle mi capacidad como compañero de laboratorio, me apresuré a leer las diapositivas, pero ella seguía distrayéndome. Nunca parecía estar quieta. Sus manos recorrieron su cabello, retorciendo mechones alrededor de sus dedos. Sus dedos tamborilearon ritmos sobre la mesa y se enroscó un brazalete alrededor de la muñeca.

Con cada acción me enviaba una ráfaga de su olor, pero cuanto más tiempo estaba expuesto a su olor, más fácil se volvía. Además, verla distraía maravillosamente. No era el método más confiable para manejar la tentación pero, por ahora, estaba funcionando.

—Entonces, ¿cómo lo hice? —preguntó cuando cotejé sus respuestas con las mías.

—Las tienes bien —respondí a regañadientes. También le tomó menos tiempo que a mí porque la estuve mirando a ella en lugar de a las diapositivas.

—Eso creo —dijo con satisfacción.

El señor Banner vio que no estábamos trabajando y vino a nuestra mesa. Vio las notas separadas y frunció el ceño.

—La tarea era que trabajaran juntos.

—Lo hicimos —recitó inocentemente—. Los hicimos por separado, luego comparamos las notas. De esa manera, menos margen de error.

Estúpida. Como si fuera a encontrar un error al trabajar con Cullen. El niño es un idiota sabio.

Luché contra el impulso de gruñirle. No me gustó la forma mordaz en que pensaba en ella o en mí.

Ella me dio una mirada inquisitiva y dirigió su atención a la explicación de la tarea en la pizarra. Una pequeña sonrisa se deslizó por sus labios y bajó la voz.

—Hablando de error, la mitosis solo tiene una "T".

También noté el error ortográfico, pero no habría sido lo suficientemente audaz para señalarlo. Convertí mi risa en tos y traté de adoptar una expresión inocente mientras el señor Banner giraba sobre sus talones y se alejaba.

Escondió su amplia sonrisa detrás de su mano y me guiñó un ojo.

—Eso fue muy satisfactorio —susurré.

—¿Viste la forma en que nos miraba? Apuesto a que estaba pensando en todo tipo de cosas horribles.

Mi boca se abrió, pero, antes de que pudiera interrogarla más, sonó el timbre que significaba el final de la clase. Recogió sus libros y me sonrió.

—Te veré después, Edward.

Definitivamente lo haría.


Ella sabe algo, ¿no es así?

Eché un vistazo a Alice por el espejo retrovisor y asentí casi imperceptiblemente.

Vas a ir a su casa esta noche.

Fruncí el ceño. No sabía que había hecho planes para invadir su privacidad totalmente.

Me mostró una visión de mí de pie en una habitación desconocida observando con la boca abierta a una Bella dormida.

Yo también estoy ahí, ¿ves? Se mostró a mi lado, sonriendo de oreja a oreja.

No hice ningún comentario, pero aumenté la velocidad y me detuve en el camino.

—¿Por qué habría de hacer eso? —cuestioné cuando estábamos solos en el garaje.

—No lo sé, pero lo harás, no hay nada vago en esta, es casi tan sólida como...

Trató de mostrarme de nuevo la imagen de una vampira Bella, pero me salí de su mente. No quería volver a ver eso.

Subí pisando fuerte a mi habitación y me tiré en el sofá cubriéndome la cara con una almohada. No podía pensar en nada que me llevara a colarme en su habitación mientras ella dormía, mucho menos en lo que me haría llevar a Alice a dar un paseo. No lo haría. Eso estaba decidido. En su lugar, cazaría. Tomé la decisión firme de ir al parque a cazar y esperé a que Alice tuviera una alteración de la visión. No la tuvo.

—Alice —llamé suavemente—. Mira de nuevo.

Ella obedeció y una vez más me vi en lo que debía ser el dormitorio de Bella. Buscó por algún detonante y una imagen de Bella se presentó. Estaba sentada con las piernas cruzadas en su cama, sosteniendo una fotografía en la mano. Las lágrimas corrían por sus mejillas, a pesar de que estaba sonriendo.

Alice se concentró en la fotografía y lo que vi me hizo ponerme de pie y correr a su lado en el salón.

Ella me devolvió la misma mirada de incomprensión que estaba seguro que yo tenía en mi cara.

—¿Cómo? —jadeé.

—¿Cuándo?

Negué con la cabeza en silencio.

—Nunca he visto ese lugar, y ella no podría haberme tomado con la guardia baja de todos modos, es imposible.

—Bueno, ¿la consiguió de alguna manera? Dudo que haya estado buscando en los álbumes de Esme.

—¿Qué pasó, Alice? —inquirió Jasper.

—Bella tiene una fotografía —dijo, la conmoción coloreando su tono—, de Edward.


Seis horas después, Alice, Jasper y yo estábamos en el bosque detrás de la casa Swan.

Quería ver la fotografía más de cerca y ver si tenía otras. Hubiera sido más sensato, por no mencionar moral, esperar y hablar con Bella cuando estuviera despierta, pero estaba demasiado impaciente para esperar. Tenía que saberlo.

Tuvimos suerte de que Emmett y Rosalie no escucharan nuestra discusión, y Esme acordó ocultárselos por ahora. Jasper vino para ayudar a que Bella siguiera durmiendo; si se despertara mientras estábamos en su habitación, podía terminar en gritos y órdenes de restricción.

—Está dormida —informó Jasper—. Si realmente vamos a hacer esto, deberíamos hacerlo de una vez.

Subí al costado de su casa y abrí la ventana. Me deslicé por el hueco y me hice a un lado mientras Alice y Jasper me seguían.

Estaba acurrucada en el centro de la cama. Una mano ahuecando su mejilla y la otra aferrándose a su pecho. Se veía inocente e infantil cuando dormía. Sentí un impulso irracional de tocar su cabello, de saber si era tan sedoso como parecía.

Jasper me dio un codazo en las costillas.

—¿Quieres hacer esto o vas a mirarla un poco más?

La verdad, mirarla un poco más era una idea tentadora, pero vine aquí con un propósito. Recorrí con la mirada la habitación en busca de una señal de la fotografía, pero no pude verla. Sin embargo, disfruté la oportunidad de observar alrededor de su habitación; fue fascinante ver cómo vivía.

Tenía un cofre de madera muy pulido en la estantería que parecía prometedor, pero cuando lo alcancé, escuché a Alice jadear. Bella se había movido un poco y ahora podíamos ver la fotografía que sostenía en su mano.

—Maldita sea —siseó Alice—. Jazz, ¿crees que puedes mantenerla dormida mientras la agarro?

—No —dije con firmeza—. Ella es mi... Es mi fotografía, la conseguiré.

Estuve a punto de decir que ella era mi Bella. Algo estaba sucediendo aquí, y no estaba del todo seguro de que me gustara. Sentí que me estaba afectando de alguna manera, y no solo por su olor, aunque ese me quemaba la garganta.

Tomé la fotografía, pero me quedé inmóvil cuando ella se movió de nuevo y murmuró un nombre.

—Edward.

Mi boca se abrió. Por una vez mi mente era completamente mía. Los pensamientos de Alice y Jasper estaban en silencio mientras yo me quedaba mirándola. Mi mano la alcanzó por voluntad propia. Tenía que tocarla, era imposible luchar contra el impulso.

Escuché la voz de Alice, pero las palabras fueron borrosas para mí. Todo lo que importaba era la chica en la cama.

Tracé la curva de su mejilla con un dedo, el toque más ligero posible. Ella se inclinó hacia él.

—Edward. —Su voz era un suspiro feliz—. ¿Por qué te tomó tanto tiempo?

Algo pasó dentro de mí. Entré en la habitación impulsado por la curiosidad y la necesidad de protección. La dejaría como un hombre cambiado. Mi nombre en sus labios, su voz en mis oídos, me alteraron. Nunca volvería a ser el mismo.

La amaba.