Disclaimer: Twilight le pertenece a Stephenie Meyer, la historia es de Simaril, la traducción es mía con el debido permiso de la autora.
Disclaimer: Twilight is property of Stephenie Meyer, this story is from Simaril, I'm just translating with the permission of the author.
Capítulo beteado por Yanina Barboza
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Contar historias
Agosto de 1997 - Bella tiene nueve años
Edward
Sabía que llegaría el día en que tendría que decirle a Bella la verdad sobre quién y qué era yo, y sabía que era ese verano, pero no estaba preparado para eso. Pensé que sería en mis propios términos, cuando estuviera listo para compartir la información, pero, por supuesto, Bella me tomó con la guardia baja.
Se había convertido en lo que yo denominé el verano de las preguntas, desde "¿Cómo empezó el primer juego de ajedrez y cómo conocían las reglas?" a "¿Por qué siempre llueve tanto en Forks?". Para algunas cosas, tenía respuestas, para otras, estaba perdido.
Sabía que se me avecinaba una nueva pregunta. Bella tenía ciertas indicaciones, y la que precedía a una pregunta era una respiración profunda y las palmas de las manos apoyadas en las rodillas, como si se estuviera preparando para una respuesta que no estaba segura de que le gustaría. Dejó a un lado la cadena de margaritas en la que estaba trabajando.
—Edward —llamó, una sonrisa rodeando mi nombre como siempre lo hacía—, ¿qué eres tú?
—Soy Edward —dije evasivamente.
Su sonrisa creció y me dio un empujón en el brazo con un pequeño puño.
—Lo sé. Quiero decir, ¿por qué eres diferente?
—¿En qué soy diferente?
Sus cejas se levantaron.
—Eres frío. Eres duro. Eres igual todos los veranos. Tienes ojos raros. Y… —respiró profundamente y dramáticamente—, ¡brillas!
Suspiré y me recosté. Era hora.
—Soy diferente.
—Obvio.
—Y esa diferencia me hace peligroso.
Bostezó ampliamente.
»Bella, ¿sabes qué es un vampiro? —pregunté vacilante.
Ella asintió.
—Sí. Vi una película sobre ellos una vez cuando mamá estaba ocupada y yo tenía gripe, así que dormí en el sofá. Tienen dientes como un perro. Chupan la sangre de mujeres bonitas y se convierten en murciélagos.
Hice una pausa por un momento para dejar que esa pequeña perla de estupidez de Hollywood se asentara.
—Está bien. Entonces, una de esas cosas es verdad.
—¿Los murciélagos? —preguntó esperanzada.
Sonreí con cariño.
—No, Bella, no los murciélagos.
Ella suspiró.
—El caso es que hay vampiros de la televisión y vampiros reales.
Ella pareció pensativa.
—¿Qué es un vampiro real, entonces?
—Bueno, tienen dientes normales. No se convierten en murciélagos. Pueden chupar la sangre de mujeres u hombres bonitos, pero algunos no lo desean. —Respiré hondo antes de compartir los siguientes detalles que la alertarían—. Son fríos y su piel es pálida y dura, como una piedra. Tienen ojos de diferentes colores, rojos, dorados o negros; y el sol los hace brillar.
La miré con atención, esperando el momento en que la comprensión se asimilara. No pasó mucho tiempo. Ella me observó de arriba abajo.
—Oh. Eso es lo que eres.
Asentí.
—Guau. —No parecía asustada, pero tampoco demasiado tranquila—. Entonces, ¿chupas sangre de mujeres bonitas?
—No, Bella. Yo chupo sangre de animales. No cazo gente.
Ella parecía pensativa.
—¿Qué tipo de animales?
—Ciervos, osos, pumas, cualquier cosa que podamos encontrar en el bosque. Los pumas son mis favoritos.
—¿Conejos?
Me reí.
—No, serían como una cucharada de sopa para nosotros. No vale la pena atraparlos.
—Mmm, bien.
La total falta de una reacción temerosa no fue inesperada, ella siempre lo aceptó todo tan fácilmente, pero en ese momento deseé una. Sabía los hechos, sin importar qué pasara, sucedería, pero una idea se apoderó de mí. Si pudiera hacerle ver lo peligroso que era estar cerca de mí, tal vez podría cambiar su futuro. Tenía que valer la pena intentarlo si eso le salvaría la vida.
—Soy peligroso —afirmé en un gruñido bajo.
Me devolvió la mirada, sin rastro de miedo en sus ojos.
—¿Lo eres? —Sonaba dubitativa, como si no pudiera imaginarlo.
—Soy más fuerte de lo que puedes imaginar, soy más rápido y más poderoso y... —mi tono se volvió enojado—, soy un monstruo que debes evitar, no alguien con quien hacer cadenas de margaritas.
Se apartó un poco de mí, con una expresión extraña en su rostro joven. No pensé que estuviera asustada, pero ciertamente no estaba feliz. Miró la cadena de margaritas que había estado construyendo y frunció el ceño más profundamente.
—¿Bella? —la llamé tentativamente, toda la ira desapareciendo de mi tono ahora.
—Estás enojado —reclamó en voz baja.
—Ya no.
Me miró de reojo.
—Pero te hice enojar.
Sacudí la cabeza con tristeza.
—Tú no, Bella. Yo solo… desearía poder hacerte ver que no soy lo que crees que soy. Soy peligroso, y deberías mantenerte alejada de mí.
Ella se movió para arrodillarse frente a mí. Sus pequeñas manos se acercaron a tomar mi rostro y las yemas de sus pulgares acariciaron mis mejillas. Esa sensación me quitó lo último de confusión y lo último del deseo de alejarla. La quería cerca, como la criatura egoísta que era. No podría soportar que nuestro tiempo se acabara.
—¿Me vas a hacer daño? —preguntó en voz baja.
—¡No, Bella! —respondí rápidamente—. Nunca…
—¿Vas a lastimar a mi papá o mamá? O Billy y Sarah, o Rachel y Rebecca, o…
La interrumpí.
—No, Bella. No lastimo a la gente. Nunca los lastimaría.
Sus manos se apartaron de mi rostro y me sonrió.
—Entonces está bien. No importa.
—¿No importa? —repetí.
—No, no importa. Está bien ser diferente, Edward. Mi maestro me dijo que todo el mundo lo es. Tú solo eres extra diferente. —Me sonrió.
Negué con la cabeza y sonreí. Era magnífica. Como si necesitara más pruebas de la maravillosa criatura que era, acababa de demostrarlo. Algo bueno tuve que hacer en una vida pasada para poder tener su compañía ahora.
Mi mano se acercó para tomar su mejilla y ella se inclinó hacia mi toque, sonriendo.
—Isabella Marie Swan, eres la persona más maravillosa que he conocido.
Ella me sonrió, parecía absorber el momento, y luego dijo:
—Entonces, ¿quieres ayudarme a terminar mi cadena de margaritas?
Me reí.
—Por supuesto, Bella. Me encantaría ayudarte.
Marzo de 2005
Edward
Ella me ama. Ella me ama. Ella me ama.
Las palabras se repetían en mi mente mientras luchaba por comprender su significado. Parecía imposible que esta asombrosa criatura pudiera amarme. Era demasiada buena fortuna para que la tuviera un solo hombre.
Su voz melodiosa atravesó mis pensamientos y me devolvió al momento.
—¿Vas a decir algo?
Lo consideré cuidadosamente. Eran cientos de cosas las que quería decir y miles de preguntas que debían hacerse, pero me encontré incapaz de decir nada más que:
—Yo también te amo.
Una lágrima solitaria se deslizó por su mejilla.
—Al fin —se atragantó.
Era exactamente lo mismo que Alice dijo la noche que me di cuenta de que amaba a Bella. Mi momentáneo lapso fuera de la realidad fue notado por Jasper y Alice y me sacaron de la habitación. Solo hasta que me atraganté con las palabras "La amo", Jasper relajó su agarre en mis brazos.
—Sin embargo, no entiendo cómo sabes tanto sobre mí.
Se secó la lágrima y me sonrió.
—Esa es una larga historia.
—Tengo suficiente tiempo.
Ella sonrió, como si escuchara en mis palabras más de lo que pretendía.
—Tiempo —reflexionó—. Ese será un concepto novedoso para nosotros. Nunca antes tuvimos suficiente tiempo.
Mi frente se arrugó. Hablaba con acertijos.
Ella vio mi confusión y suspiró.
»Lo siento. Debes estar tan confundido. No estoy acostumbrada a ser la que tiene toda la información. Tú siempre fuiste el que lo supo todo.
—No entiendo —dije de nuevo.
—Sé que no. Eso es lo que hace que esto sea tan difícil. —Respiró hondo y lo soltó en una ráfaga—. Entra en el salón. —Me hizo un gesto por delante de ella y entré en la pequeña habitación y me senté en el sofá—. Vuelvo enseguida —prometió.
Escuché sus pasos mientras subía las escaleras y luego el sonido de madera raspando contra madera. Me pregunté qué traería ella para mostrarme.
Mientras ella no estaba, observé alrededor de la habitación, aprovechando la oportunidad para ver más sobre su vida misteriosa, antes de ahora. Sobre la repisa de la chimenea estaba una sucesión de fotografías de ella, desde una adorable bebé hasta una adolescente de aspecto extraño. En algunas, estaba sola, en otras posaba con su padre y una mujer que tomé por su madre. Se parecía mucho a su madre, aunque tenía los ojos de su padre.
Regresó a la habitación y me vio mirando las fotografías.
—Sigo pidiéndole a Charlie que las quite, pero él se niega —indicó con una pizca de molestia.
—Me alegro de que no lo haya hecho. Eras una niña adorable.
Ella se rio un poco.
—Me alegra que pienses eso. Te facilitará las cosas.
—¿Qué es eso? —En sus brazos estaba el cofre de madera pulida que noté en mi visita a su dormitorio en la oscuridad de la noche.
—Esta es mi posesión más preciada. —Se sentó en el extremo opuesto del sofá y colocó la caja entre nosotros—. Esto debería responder algunas de tus preguntas. Sin embargo, antes de comenzar, quiero que me hagas una promesa.
—Lo que sea —sentencié con sentimiento.
—Necesito que te quedes y escuches mi explicación y no huyas de mí.
—¿Por qué iba a huir? —¿Cómo podía huir si estar lejos de ella significaba dejar mi corazón atrás?
—Porque lo que voy a decirte va a sonar loco. Necesito que me lo prometas, o no puedo decirte nada.
—Lo prometo.
—Está bien, entonces. ¿Quieres saber cómo sé tanto? —Asentí—. Bueno, lo sé todo porque tú me lo dijiste.
—Estoy bastante seguro de que no lo hice —rebatí. Estaba más que bastante seguro. Positivamente seguro.
Ella rio.
—No lo recuerdas porque todavía no te ha pasado.
La miré sin comprender, mi silencio comunicaba mi confusión.
—Cuando tenía cinco años, te vi por primera vez.
—¿Me viste? —pregunté con incredulidad. No podía imaginar cómo pude haber estado lo suficientemente cerca de ella cuando era niña para que me viera sin que yo notara su olor.
—Te vi, te conocí, tuve un picnic contigo, en realidad es lo mismo.
Ella estaba loca. No existía otra explicación. No había forma de que la hubiera conocido antes. Lo recordaría. Yo era un vampiro con una memoria perfecta; me era imposible olvidar algo. Me pregunté cómo debería abordar el tema de que mi pareja estaba loca; Carlisle sabría qué hacer. Él conocería las mejores instalaciones de tratamiento para ella. Quizás, cualquier daño que fuera sería reversible.
—No estoy loca. —Ella estaba frunciendo levemente el ceño—. Te dije que sonaría loco, pero es la verdad. Mira.
Abrió el cofre de madera y vi una horda de libros y papeles. Descansando en la parte superior estaba la fotografía mía en el jardín de la visión de Alice. Mi mano se extendió y la tomó automáticamente. Estaba un poco descolorida por el paso del tiempo, pero sin arrugas. Definitivamente era yo. Estaba posando, descansando sobre mis codos y sonriendo como nunca antes había sonreído. Me veía dichosamente feliz.
—Dale la vuelta —ordenó.
Lo hice y vi una inscripción en la parte de atrás. En el prado. Agosto de 2002. Más confuso que la inscripción era el hecho de que estaba escrito con mi letra.
—¿Qué hiciste...? ¿Cómo hiciste...? —No podía completar un pensamiento. Una parte de mí se preguntaba si esto era un truco. Otro vampiro, o alguien experto en falsificación, podría haber copiado mi escritura desde cualquier lugar. Ciertamente tenían suficientes ejemplos de ella en los sistemas escolares, debido a nuestro hábito de repetir la secundaria y la universidad. Pero ¿por qué se molestaría alguien? ¿Y de dónde salió la foto? ¿Por qué esta gloriosa criatura intentaría engañarme?
—Yo no hice nada —refutó, un poco ofendida—. Escribiste eso en el verano de 2002 después de que tomé la foto. Tú estabas allí.
—¿Estuve contigo en el verano de 2002? —Traté de disimular la duda de mi voz—. ¿Y por qué no lo recuerdo?
—Porque no te ha pasado todavía —dijo enigmáticamente—. En algún momento de tu futuro viajarás en el tiempo hasta mi infancia.
—¿C-Cómo? —tartamudeé.
—Hay un vampiro con la capacidad de manipular las líneas del tiempo. Ella te enviará atrás en el tiempo hasta 1993, donde nos encontraremos y tendremos un picnic en mi patio trasero.
—Esto es un tanto... —Me puse de pie y comencé a caminar.
—Dijiste que no te irías —reclamó en voz baja.
—Oh, Bella, no me iré, solo estoy tratando de entender esto. Parece imposible.
—Tengo más pruebas.
Metió la mano en el cofre y sacó una hoja de papel. Me lo entregó y vi que era un boceto de un jardín. Era mi propio trabajo. Sin duda alguna. Esme siempre comentaba la forma en que hacía que mis imágenes cobraran vida con sombras. Lo sostuve a contraluz y vi la forma en que la hierba parecía ondear a la luz del sol. Nunca vi el trabajo de otro con el mismo estilo. Era único y era mío. En la esquina de la página estaban mis iniciales y la fecha 13/08/2002.
—Dibujaste eso en nuestro último verano juntos —explicó.
Exhalé en una ráfaga. Ella dijo que tenía pruebas y aquí estaban. Aunque lo que estaba diciendo sonaba loco, no cabía duda de su veracidad.
—Cuéntame todo —le rogué.
Ella sonrió.
—Está bien. Esto es lo que sé. Cuando tenía cinco años te conocí por primera vez. Creo que estabas allí antes de eso, pero te quedaste escondido. Luego estuviste allí todos los veranos hasta que cumplí quince.
—¿Así que siempre te veía en verano?
—Sí. Solo te vi en mis visitas a Charlie. Pasaba todo el año contando los días hasta que regresaba a Forks.
Sonreí. Me gustó la idea de que yo pudiera darle alegría a su vida. Haría que mi misión en la vida fuera traerle más alegría a partir de ahora.
—¿Por qué dejé de venir?
—Porque tu familia se mudó a Forks —indicó—. Era demasiado riesgo de que te cruzaras con tu yo actual como para arriesgarte.
—¿Y eso hubiera sido malo?
—Habría sido muy malo, al menos según tú. Dijiste que existían reglas que debías cumplir. Pasé los dos últimos veranos de vacaciones en California con Charlie. Hubiera sido deprimente estar aquí sin ti. Apenas manejé los últimos dos meses sin perder la cabeza.
—Pero estuve aquí todo el tiempo.
—Lo estuviste, pero en ese entonces no eras la persona correcta. La última vez que te vi, me miraste con este amor intenso que no puedo ni empezar a explicar. Era como si yo fuera lo único que existía en tu mundo. Cuando me viste por primera vez en el presente, me odiaste.
—Nunca te odié… —comencé, pero ella me interrumpió.
—Por supuesto que sí. ¿Quién no? Debo haber parecido un demonio enviado para destruir tu mundo.
Sonreí tímidamente. Era casi exactamente lo que sentí por ella cuando estaba en Denali.
—Mira. Tenías razón al odiarme, pero ese conocimiento no me ayudó a lidiar con eso. Estaba triste por un hombre al que veía casi todos los días.
—¿Así que ahora soy el hombre correcto? —pregunté esperanzado.
—De una manera lo eres, sí. Pero en otra manera, estoy tan triste, ya que tú no eres el hombre que vi por última vez en 2002. Ese hombre compartía todos mis recuerdos de nuestro tiempo juntos. Éramos uno. Tú todavía te estás poniendo al día.
Entendí lo que estaba diciendo, pero no me gustó. Estaba compitiendo con una versión de mí mismo. Lo que no daría yo por ser el hombre que ella conocía y que la conocía.
—No te veas así —pidió—. Te amo por igual, a ti aquí y ahora, y al Edward de mi pasado.
—¿Pero si pudieras tenerlo aquí contigo ahora? —pregunté.
—No lo querría. —No tenía ningún rastro de mentira en sus ojos—. Me han dado un regalo. Me viste crecer de niña pequeña a adolescente desgarbada. Ahora puedo verte pasar del Edward que está aprendiendo a amarme, al Edward que comparte mis recuerdos. También puedo verte crecer...
—No estoy aprendiendo a amarte, Bella. Ya lo hago. ¿Alguna vez te conté sobre el apareamiento de vampiros?
Ella negó con la cabeza y sonreí. Esto era algo que podía hacer por Bella que mi yo futuro no podía. Sería la primera persona en compartir este recuerdo con ella.
—Cuando un vampiro encuentra a su pareja, es para siempre. Es un vínculo instantáneo que solo puede romperse con la muerte. Como tú eres mía, yo soy tuyo. Nunca habrá nadie más para mí. Mi familia, son todos parejas apareadas. Durante tanto tiempo creí que iba a ser un hombre solitario para siempre, pero ahora te he encontrado, y te juro que nunca he sentido un amor así.
Ella me sonrió.
—No puedo comparar. Desde que tengo memoria, has sido parte de mi vida. Siempre te he amado.
—Cuéntame más sobre lo que hicimos —le rogué. Estaba ansioso por cualquier cosa que ella me dijera.
—Bueno, pasé por diferentes etapas de creencia. Eras un ángel, un fantasma y un hada.
—¿Un hada? —Arqueé una ceja y ella me sonrió, avergonzada.
—Brillabas, ¿qué se suponía que debía pensar?
—¿Cuándo descubriste la verdad?
—El verano en que tenía nueve años.
—Nueve. —Suspiré profundamente—. Debes haber estado tan asustada.
—¿Asustada? —Ella rio—. Nunca te tuve miedo, Edward. ¿Cómo podría tenerlo si te conozco de toda la vida? Tenía años de pruebas de lo buena persona que eras. El hecho de que fueras un vampiro era solo una parte de quien eras.
Me volví a sentar en el sofá y la miré con asombro. Ella estaba más allá de la imaginación. Debo haber hecho algo realmente bueno en una vida pasada si ella era mi recompensa.
—Hay un lugar que quiero mostrarte, pero significa estar a solas conmigo en el bosque. ¿Puedes manejarlo? —preguntó.
Lo consideré cuidadosamente. Su olor no era menos potente que antes, pero el miedo que sentí cuando escuché el disparo y pensé que era ella había sofocado la tentación por ahora. Mi cuerpo se rebeló contra cualquier curso de acción que pudiera apartarla de mí. Incluso yo mismo.
—Estaré bien —afirmé con confianza.
—Genial. Solo necesito dejarle un mensaje a Charlie. —Se puso de pie y fue a la cocina a escribir una nota para su padre.
—¿Qué vas a decirle? —inquirí.
—Le diré que me he ido al bosque con un vampiro que está sediento de mi sangre. —Ella se rio—. No te preocupes, Edward. Le diré que he ido a caminar. Está acostumbrado a que yo desaparezca en el bosque de forma regular.
No me gustaba la idea de eso. Existían otros peligros en el bosque además de mí. Animales y otros vampiros en ocasiones.
—Bella, los bosques no siempre son seguros, ¿sabes?
Ella puso los ojos en blanco.
—Me preguntaba cuándo iba a aparecer la ansiedad sofocante. No te preocupes, Edward, tengo cuidado.
Eso no me tranquilizó mucho, pero no quería estropear el día perfecto discutiendo con ella. Volveríamos al tema en otro momento.
Se puso una chaqueta y me condujo fuera de la casa al patio.
—Bonitas, umm... flores —comenté, buscando algo para halagar el jardín lleno de maleza.
—Gracias. Tú ayudaste a plantarlas —dijo vagamente—. Aquí está. —Señalaba un sendero oculto entre los árboles. No parecía particularmente seguro.
—¿Estás segura acerca de esto? —pregunté.
—Definitivamente.
Dejé que me guiara por el camino. Estaba cubierto de maleza y tropezó varias veces, pero siempre recuperó el equilibrio lo suficientemente bien. Ya había notado su propensión a tropezar y tambalear, y aunque lo encontré divertido antes, ahora me preocupaba. Si viniera aquí sola, podría tropezar y quedar inconsciente. Tendría que volver cuando ella no estuviera aquí y despejar un poco el camino.
Después de diez minutos de caminar entre los árboles, vi que el camino por delante comenzaba a aclararse ligeramente. Unos minutos después, Bella se detuvo y me hizo un gesto para que me adelantara.
—Estamos aquí.
Me detuve al borde de un claro perfectamente circular. Era la escena de la fotografía mía que tenía Bella y, me di cuenta con un escalofrío de horror, la escena de la visión de Alice de Bella recién convertida. A pesar de las connotaciones desagradables, no podía negar que era hermoso. Flores silvestres púrpuras asomaban la cabeza como si saludaran. La hierba verde y exuberante cubría el suelo, creando un lugar en el que podía acostarme felizmente y perder unas horas. En el centro del claro estaba una roca perfectamente plana hundida en el suelo.
—Bienvenido a casa, Edward —hablaba tan bajo que no estaba seguro de que se suponía que debía escucharla.
Dio un paso delante de mí hacia la luz del sol. El sol brillaba en su cabello, acentuando los reflejos dorados y rojos. Ella era hermosa en todo momento, pero bajo el sol era etérea.
Dudé antes de seguirla. El sol me alcanzaría si diera un paso más y mi piel se iluminaría. Seguramente ya me habría visto bajo el sol antes, pero no sabía cómo reaccionaría al ver una prueba tan obvia de mis diferencias.
Ella notó mi retraso y me tendió la mano.
—Estará bien, Edward.
Con pies reacios, di un paso hacia adelante y hacia la luz.
—Hermoso —dijo con voz entrecortada, y luego extendió la mano y me tocó.
Tuve contacto físico con humanos antes, aunque siempre traté de evitarlo, pero nada podría haberme preparado para sentir su piel contra la mía. Era tan suave y tan cálida. Sin embargo, eso no fue lo que me sorprendió. Fue la chispa de electricidad que saltó entre nosotros en el momento en que hizo contacto lo que atrapó el aliento en mi garganta.
—Eh, eso fue diferente —murmuró en un tono meditabundo.
—¿Tú también sentiste eso? —pregunté.
—¿La chispa? —indicó y yo asentí—. Nunca sentí eso antes. Me pregunto si es porque realmente estás aquí ahora, en el momento adecuado.
Tendría que preguntarle a Carlisle sobre eso, pensé para mí mismo, y luego me di cuenta de que tenía más que discutir con Carlisle que el fenómeno de los toques eléctricos. Tenía más cosas que discutir con toda mi familia. ¿Cómo iba a decirles todo lo que Bella me dijo? ¿Querría ella siquiera que supieran la verdad? Tenía tantas preguntas, pero decidí archivarlas todas a favor de disfrutar este momento perfecto con mi Bella.
El agarre de Bella en mi mano no se aflojó. Jaló de mi mano, indicando que quería que diera un paso adelante. Me llevó al centro del claro y luego se hundió en una posición sentada con las piernas cruzadas frente a ella. Seguí su ejemplo y me senté con las rodillas a centímetros de distancia.
Extendió la mano y tomó la mía entre las suyas de nuevo y trazó mi palma. No tenía palabras para describir cómo se sentía tener su piel cálida tocando la mía.
Mis ojos se cerraron y una sonrisa de satisfacción apareció en mis labios.
—¿Confías en mí? —preguntó.
—Con mi vida.
—Entonces quédate perfectamente quieto.
Nadie podía estar tan quieto como un vampiro. Dejé de respirar y ordené a mis miembros quedarse en su lugar, convirtiéndome en una estatua. Escuché el susurro de la tela mientras cambiaba de posición y luego las sensaciones placenteras aumentaron cuando tomó mi otra mano en la suya. Abrí los ojos y vi como ella trazaba la línea de mi muñeca, girándola para seguir el camino de mis venas vacías hasta mis brazos. Ahora estaba arrodillada e inclinada hacia mí. Podía sentir su cálido aliento abanicando mi piel, era más allá de la imaginación.
Ella trazó la curva de mi codo y luego viajó hasta mi hombro. Quería preguntarle qué era lo que estaba buscando, pero no quería romper el momento. Sus manos se movieron por mi cuello hasta mi cabello. Pasó los dedos por los mechones. Estaba tan feliz que un suspiro de alegría se escapó de mis labios.
Luego hizo algo que no esperaba, y eso me dejó sin aliento una vez más.
Se inclinó hacia adelante y presionó sus labios contra los míos.
