Disclaimer: Twilight le pertenece a Stephenie Meyer, la historia es de Simaril, la traducción es mía con el debido permiso de la autora.

Disclaimer: Twilight is property of Stephenie Meyer, this story is from Simaril, I'm just translating with the permission of the author.

Capítulo beteado por Yanina Barboza

Grupo en Facebook: Tradúceme un Fic


El Prado

Agosto de 1997 - Bella tiene nueve años

Edward

Bella no hizo más preguntas sobre vampiros ese verano. Me sorprendió, ya que estaba tan bien informada en el futuro. Sin embargo, su curiosidad se apagó sobre el tema, sabía por qué yo era diferente, así que pasó a otros temas y pasatiempos.

Estaba tratando de enseñarle a dibujar, pero aunque se esforzó al máximo, no tenía dotes artísticas. Sin embargo, parecía que le gustaba verme trabajar, así que pasé muchos días dibujándola a ella, a nosotros y las flores para complacerla. A veces, se llevaba uno a casa, lo colaba en su habitación y estaba seguro al cofre de madera que vi en nuestro futuro. Otras veces, me dejaba llevarme uno a casa. Siempre elegía los dibujos que hacía de ella, para que mi familia pudiera verlos. Siempre era un momento conmovedor cuando regresaba y se los mostraba. Estaban encantados con las imágenes de una Bella que nunca podrían conocer, pero lamentaron el hecho de que no la vieron por sí mismos. Se decidió que no volverían al pasado para verla también, ya que sabían por Bella que nunca tendrían contacto con ella, y sería difícil para ellos observarla desde la distancia. Mis dibujos eran todo lo que tenían.

Alice luchaba con eso especialmente. Echaba de menos a su amiga y cargaba con mucha culpa por su muerte. Pensaba que debería haberlo visto antes para poder tener la oportunidad de salvar a Bella. No era su culpa. Una cosa que mi tiempo con Bella me mostró es que existía el fatalismo y era cruel. Bella estaba destinada a morir ese día, y nada de lo que Alice o cualquiera de ellos pudiera haber hecho habría cambiado eso.

Estaba llegando al final del verano, y Bella todavía estaba bajo el "cuidado" de la señorita Harris, cuando decidí que era el momento adecuado para que ella viera nuestro prado por primera vez. Hacía visitas regulares allí, con ganas de comprobar el crecimiento de la hierba y las flores, y era más hermoso de lo que nunca lo había visto. Estaba listo para ella.

Charlie acababa de irse y la señorita Harris se acomodó en el sofá cuando Bella se acercó a mí. Estaba parado fuera de la vista de la casa, escondido entre los árboles. Bajó los escalones de un salto, patinó en el último y aterrizó con fuerza sobre su trasero.

Corrí a su lado, agachándome para estar a su nivel, y le pregunté:

—¿Estás bien?

—¡Edward! —me sonrió y mi corazón se alegró. Siempre lo hacía cuando la veía. Era hermosa, y la idea de que esas sonrisas fueran para mí me hacía más feliz de lo que fui en mucho tiempo—. Estoy bien. Solo me golpeé mi trasero. —Se puso de pie y se frotó la espalda con cautela.

Contuve una risa ante su explicación.

—Tengo una sorpresa para ti hoy —le dije.

—¿La tienes?

—Sí, ¿cómo te sentirías con un corto paseo por el bosque?

Ella se mordió el labio inferior.

—No lo sé. Se supone que no debo ir muy lejos entre los árboles sin mi papá. Los osos viven allí.

—Yo te protegeré —juré—. Y no hay osos cerca de aquí.

Ella se encogió de hombros, sin cuestionar.

—Muy bien.

Salimos juntos hacia los árboles, trepando por los helechos y plantas hasta que estuvimos a cuatro metros y llegamos al sendero que creé con esmero para este propósito. Ella tomó mi mano mientras caminábamos, sus pequeños y cálidos dedos entrelazados con los míos fríos. Fue solo un corto paseo, y pronto me detuve, con ella deteniéndose a mi lado.

—¿Llegamos? —preguntó.

—No del todo. Me preguntaba si confiarías en mí para hacer algo.

—Está bien —acordó sin dudarlo—. ¿Qué tengo que hacer?

—¿Puedes cerrar los ojos?

Ella asintió y obedientemente dejó que sus ojos se cerraran. Tomé su mano libre entre la mía también y la guie hacia adelante.

—Esto se siente gracioso —indicó con una pequeña risa.

—Estás perfectamente a salvo —le prometí—. No dejaré que te lastimes.

—Lo sé.

Salimos al prado y la vi olfatear el aire apreciativamente. Las flores silvestres estaban en flor y el aroma me embriagaba, pero no sabía si ella lo registraría.

La acompañé hasta que estuvimos casi en el centro del prado, de pie junto a la roca perfectamente plana que encontré, y luego solté sus manos. Cayeron a sus costados y ella dijo:

—¿Puedo mirar ahora?

—Sí.

Sus ojos se abrieron y sus labios se separaron mientras observaba a su alrededor. Se giró en el lugar, asimilando todo, y sus ojos se posaron en mí.

—Bonito —suspiró.

Estaba seguro de que estaba hablando del prado, pero luego pasó un dedo por el dorso de mi mano, la luz se reflejaba en su propia piel pálida, y me di cuenta de que estaba equivocado.

—¿Qué piensas del prado? —pregunté.

Ella sonrió y me miró.

—Es bonito también. La piedra está lisa. Es como una silla pequeña.

No era la reacción que esperaba. Me asombré del lugar cuando lo vi por primera vez. Entonces noté que Bella estaba mirando el sol reflejándose en mi mano nuevamente, y entendí mi error. Ella era demasiado joven. Este lugar significaría algo para Bella en el futuro porque era nuestro lugar. Esta versión de Bella de nueve años no tenía interés en prados bonitos cuando tenía un vampiro brillante parado a su lado. Negándome a dejar que el momento pasara sin marcar, me incliné y recogí algunas de las flores para ella. Con un poco de hierba las amarré en un pequeño ramillete y se las entregué.

—Aquí tiene, señorita Bella.

Ella las tomó y se las llevó a la cara. Los colores contra su piel eran exquisitos y una oleada de amor me invadió.

—Gracias, Edward —dijo, sonriéndome.

—De nada —respondí suavemente.

Eché un vistazo a mi alrededor, absorbiendo la vista de mi chica en el prado, y luego dije:

—¿Regresamos?

—¿Juego de damas? —preguntó esperanzada.

Me reí.

—Como desees.


Marzo de 2005

Edward

No tenía palabras para describir la sensación de su cuerpo tan cerca del mío. Ella era calidez, vida y cielo, todo combinado en un paquete aterradoramente frágil. Sus suaves labios se amoldaron a los míos firmes y su cálido aliento abanicó mi rostro. ¿Qué no daría yo por tener mis labios cálidos y suaves para ella?

Todo pensamiento razonable desapareció mientras pasaba la punta de su lengua por mi labio inferior. La rodeé con los brazos y la apreté aún más, manteniendo los labios firmemente cerrados. No iba a arriesgarme a que se acercara a mis afilados dientes cubiertos de veneno.

Finalmente, se apartó de mí para recuperar el aliento. Un hermoso rubor rosado brilló en sus mejillas, realzando su aroma y su belleza. Extendí una mano y tomé su mejilla, sintiendo el calor de su piel contra mi frialdad. Sus ojos se encontraron con los míos, y era como si fuéramos las únicas dos personas que caminaban sobre la tierra en ese momento. Nada más importaba.

—He estado esperando mucho tiempo por eso —confesó sin aliento.

—¿Nosotros... quiero decir, yo... antes? —No pude formar una pregunta comprensible.

Ella sonrió tímidamente.

—Solo una vez.

—¡Pero eras una niña! —Estaba asombrado de mi yo futuro.

Ella rio.

—No fue así. Fue nuestro último verano juntos y yo tenía casi dieciséis años.

—Pero aún…

—No me lo estropees, Edward. Hasta ahora, ese era el recuerdo más preciado de mi vida. No lo conviertas en algo que no fue.

Alejé toda desaprobación y dominé mis rasgos en algo un poco más comprensivo.

—Lo siento, Bella.

Ella se encogió de hombros.

—No importa.

Me di cuenta de que le importaba, pero no sabía qué decir para tranquilizarla. No quería que pensara que la estaba juzgando, porque no lo estaba; me estaba juzgando a mí mismo.

—Cuéntame algo sobre ti —le pedí para cambiar de tema.

—¿Qué te gustaría saber?

—Todo.

Ella rio.

—Eso puede llevar un tiempo.

—Tenemos para siempre —agregué automáticamente.

Ella me miró con curiosidad.

—¿Para siempre?

—Bueno, al menos hasta que me vea obligado a llevarte a casa de nuevo. —Rápidamente cubrí mi desliz—. Por mucho que me gustaría robarte para siempre, tu padre estará preocupado.

Parecía algo decepcionada, pero no hizo ningún comentario. No podía estar pensando en lo que yo temía que estuviera pensando; era imposible. Ella era un ángel. Ni siquiera consideraría la posibilidad de que fuera como yo.

—Háblame de tu madre —le dije.

Ella sonrió y sus ojos se volvieron lejanos.

—Su nombre es Renée. Es mi mejor amiga. Es un poco excéntrica y una cocinera terrible, pero es divertida y mucho más valiente que yo.

—Lo dudo —contradije, arqueando una ceja—. Me pregunto si tendría el coraje de venir a un lugar escondido en el bosque con un vampiro.

Ella rio.

—Probablemente lo haría. Como dije, es excéntrica. No dejaría pasar la oportunidad de hacerse amiga de vampiros. Ella pensaría que es tan romántico.

—Bueno, ¿cómo lidiaría ella con un robo a mano armada? —Tan pronto como dije las palabras, las lamenté. Un escalofrío recorrió a Bella y se abrazó a sí misma.

»Lo siento —me excusé rápidamente—. No estaba pensando.

—Está bien. —Soltó sus brazos de alrededor de sí misma y se estiró para tomar mi mano. Le dio un ligero apretón—. Estoy bien.

—¿Lo estás?

Ella asintió.

—Me tomaste con la guardia baja, eso es todo. Han pasado tantas cosas desde anoche que parece que sucedieron hace semanas en lugar de horas.

—Fuiste tan valiente —susurré con sentimiento—. Salvaste una vida.

—Y tú salvaste a dos —respondió ella—. Si no hubieras venido cuando lo hiciste, ambos hubiéramos muerto.

Negué con la cabeza. Casi le había quitado la vida. Cuando el rico aroma de su sangre me llegó desde el corte en su palma, me sentí terriblemente tentado. Fue solo mi amor por ella lo que me detuvo.

—No te subestimes, Edward. Es posible que hayas sido tentado, pero no actuaste en consecuencia.

Solté una carcajada.

—¿Eres una lectora de mentes?

—No, ese serías tú. Solo te conozco lo suficientemente bien como para saber cómo piensas. Te estás condenando a ti mismo por la tentación cuando deberías estar celebrando tu moderación.

Consideré sus palabras. Era cierto que estuve tentado, pero igualmente cierto que resistí. Cualquier miembro de mi familia, excepto Carlisle, se habría sentido tentado en esa tienda. El olor a sangre estaba espeso en el aire.

—Quizás tengas razón.

Estiró los brazos por encima de la cabeza y sonrió.

—Normalmente la tengo. Por cierto, ¿cómo conseguiste que el ladrón confesara?

Ahora fue mi turno de sonreír.

—Eso dependió de Jasper.

—Por supuesto —murmuró, llevándose una mano a la frente—. Influencia emocional. Me olvidé de eso.

Me sorprendió lo mucho que sabía sobre mí y mi familia.

—¿Sabes todo sobre nosotros?

—Sé todo y nada al mismo tiempo. Sé que tu animal favorito para cazar es el puma, pero no sé el nombre de tu madre humana. Conozco la historia de cada miembro de tu familia, pero hasta que me mudé a Forks, no sabía tu apellido.

—Elizabeth —indiqué—. El nombre de mi madre humana era Elizabeth.

Sus ojos brillaron mientras sonreía.

—Ese es un nombre hermoso.

—Ella era una mujer hermosa.

Se estiró en la hierba y miró al cielo.

—Cuéntame un poco más.

Me acosté a su lado, de lado para poder verla a la cara, y comencé.

—El nombre de mi padre también era Edward, y era abogado. Vivíamos en Chicago. La gripe española llegó a la ciudad cuando yo tenía diecisiete años. Mi padre fue el primero en enfermarse... —Le dije todo lo que podía recordar de mi vida humana y la enfermedad que la destrozó. Podía decir que ella ya sabía algo, pero parecía contenta de escucharme de todos modos, al igual que yo estaba contento con hablar.

Después de contarle mis primeros años de vida con Carlisle y el año en que encontró a Esme, me quedé sin saber qué decir a continuación. Naturalmente, ella ya sabía lo que esperaba ocultar.

—¿Fue entonces cuando los dejaste para cazar humanos?

—¿Sabes sobre eso? —No podía creer que algún futuro yo hubiera compartido eso con su yo infantil. ¿Qué estaba pensando?

—Sí. Me lo contaste hace años. Creo que estabas tratando de infundirme miedo, pero obviamente no funcionó.

—Obviamente —dije secamente. Pude ver por qué habría intentado infundir miedo en ella. Se lo tomó todo tan bien; no era natural. Ella debería tenerme miedo, de mi especie. Sería más seguro para ella si lo tuviera—. ¿Nada te asusta? —pregunté.

—Mucho. Pero no tú.

Pasé mis manos por mi cabello y gemí de frustración. La amaba más que a la vida misma, y la idea de perderla me desgarraba el corazón, pero ella necesitaba entender qué era yo. No era un cuento de hadas romántico donde el monstruo se convierte en un hombre con un beso. Yo era lo que era y ella necesitaba verlo.

Me levanté de un salto y miré alrededor del claro en busca de algo que pudiera usar para demostrar lo peligroso que era. La roca me llamó la atención y me acerqué a ella. Con un movimiento de golpe de kárate la partí en dos.

—¡Edward! —jadeó y sonreí. Finalmente estaba entendiendo.

—Mira, Bella, soy más fuerte de lo que puedes imaginar, soy más rápido y…

—Y un monstruo que debería evitar, no con quien hacer cadenas de margaritas —recitó con voz cantarina—. He visto y escuchado todo esto antes cuando era una niña. Si no me asustó entonces, no me va a asustar ahora.

Gemí de frustración y escondí mi rostro entre mis manos. Parecía que no tenía forma de hacerle entender.

Manos cálidas agarraron mis muñecas y jalaron inútilmente de ellas. Le permití quitarme las manos de la cara y tomarlas entre las suyas.

—¿Qué estás tratando de lograr aquí, Edward? ¿Quieres que te tenga miedo? Porque eso no tiene sentido. Soy consciente de lo peligroso que puedes ser, pero también sé que nunca me harías daño. ¿Quieres que me aleje de ti? No puedo. Mi corazón no me deja.

Consideré sus palabras cuidadosamente. ¿Qué estaba tratando de hacer? ¿Quería alejarla? La respuesta a eso era un rotundo no. Quería mantenerla a salvo a mi lado siempre. Entonces, ¿por qué estaba actuando como un idiota?

Suspiré profundamente.

—Lo siento.

—Rompiste mi piedra —acusó—, ahí era donde solíamos jugar al ajedrez.

—Te conseguiré una nueva —le ofrecí.

—No quiero una nueva.

—Entonces arreglaré la que tenemos.

Me miró con diversión brillando en sus ojos.

—¿Y cómo vas a hacer eso? ¿Superpegamento?

Ahora que lo pensaba, era una estupidez sugerirlo. Quería complacerla tanto que la lógica me abandonó.

Bella vio mi expresión de desconcierto y comenzó a reír. Pronto sus risitas se convirtieron en carcajadas y yo me uní a ellas. Se sintió maravilloso poder reír así con ella. No me sentía tan libre desde hacía mucho tiempo.

—Oh, Edward —dijo, ahogándose y calmándose de nuevo—. Te amo.

—Y yo a ti. Con todo mi corazón.

Se recostó en la hierba de nuevo. Su cabello se extendió a su alrededor. A la luz del sol se veían los rojos profundos y los marrones claros que formaban la melena de caoba. Me senté a su lado y extendí una mano para pasar mis dedos por los sedosos mechones.

Ella se inclinó hacia mi toque.

—Eso se siente tan bien. Como no te imaginas.

—Sé lo bien que me siento —expresé—, y es celestial.

Sus ojos se cerraron y una sonrisa de felicidad cruzó sus labios. La moví para que su cabeza descansara sobre mis piernas extendidas. Suspiró de satisfacción y abrió un ojo para mirarme.

—Parece tan fácil para ti ahora. ¿Cómo lo estás haciendo?

Era más fácil cuanto más tiempo estaba expuesto a su olor, eso era cierto, pero había algo más. La amaba más de lo que deseaba su aroma. Era como si la balanza finalmente se hubiera inclinado a su favor. Su olor no había perdido ni un ápice de su atractivo para mí. Solo acababa de aprender a pensar en algo más allá de la tentación. Cuando el ardor en mi garganta amenazó con abrumarme, miré sus grandes ojos confiados y supe que nunca podría lastimarla. El amor, al parecer, fue la cura desde el principio.

—Te amo —señalé simplemente.

Ella asintió sabiamente.

—Debes hacerlo.

Me habría contentado con quedarme en el prado con Bella para siempre, pero la realidad intervino en la forma de su padre. No estábamos tan lejos de la casa como para fingir que no oía su coche patrulla mientras entraba en el camino de entrada.

—Tu padre está en casa —le dije.

Bella abrió los ojos con pereza y frunció el ceño.

—Le dejé una nota.

—Es cierto, pero creo que todavía está preocupado. —Solo pude captar el tenor de los pensamientos de Charlie, pero podía escuchar la preocupación en ellos.

Un momento después escuché el sonido de la puerta trasera abriéndose y la voz de Charlie llamando a través de los árboles.

—Viene a buscarte —le informé.

Se empujó hasta sentarse y estiró los brazos por encima de la cabeza.

—Es hora de volver, supongo.

—Será mejor que nos movamos rápido; él está en camino.

Ella rio.

—En todos estos años, Charlie nunca ha encontrado este lugar, realmente apestaría si hoy fuera el día.

Me reí. La idea de la cara de Charlie Swan si me sorprendía jugando con su hija en el bosque era divertida. Como descubrí la noche anterior, una bala no me hería, pero sí me dolió.

Se puso de pie y se sacudió la ropa.

—¿Cómo me veo?

—Asombrosa.

—Eso es genial, pero ¿me veo como si hubiera estado caminando por el bosque o besándome con mi novio vampiro?

Novio. Me gustó la forma en que sonó. No abarcaba la profundidad de mis sentimientos por Bella, ninguna palabra en nuestro idioma era capaz de eso, pero era un comienzo.

—Te ves bien —le aseguré.

Ella tomó mi mano y caminamos de regreso por el sendero.

—¡Bella! —A medida que nos acercábamos a la casa, la voz de Charlie llegó en el viento a los oídos de Bella.

—Estoy aquí, papá —le gritó, y luego me lanzó una mirada de preocupación—. Será mejor que desaparezcas.

Me dolía físicamente el estar apartado de ella. Pero hoy definitivamente no era el día para que me presentara a su padre.

—No será por mucho tiempo —explicó animadamente—. Charlie solo necesita ver que estoy bien, y luego seré libre de nuevo.

—Lo sé, parece que apenas hemos tenido tiempo juntos.

Ella sonrió con pesar.

—No olvides que tenemos para siempre.

Luché contra la mueca que se elevó a mis labios. Teníamos toda una vida humana, eso tendría que ser suficiente tiempo.

—¿Cuándo voy a verte de nuevo? —pregunté.

—Necesito preparar la cena para Charlie y luego debería estar libre. Si no es demasiado escandaloso, podrías esperarme en mi habitación.

—Al diablo con el escándalo —declaré altivamente, y ella se rio.

Me hubiera gustado correr directamente a la habitación de Bella para esperarla, pero tenía una responsabilidad con mi familia. Seguramente sabían que Bella sobrevivió a nuestro encuentro, pero aún estarían preocupados. Decidí correr a casa para hablar con ellos para poder quedarme con Bella toda la noche.

No tardé en llegar a casa a través de los árboles. Mientras corría, consideré todo lo sucedido hoy. Mi Bella me amaba. Verdaderamente era un hombre bendecido. Y más estimulante era el hecho de que ella sabía quién y qué era yo y lo aceptaba como parte de mí. Era más de lo que podría haber esperado.

Corrí a través de la puerta de la cocina y entré a la casa. Esme estaba en el fregadero, enjuagando un jarrón. La agarré por la cintura al pasar y la hice girar en mis brazos. Se rio de mi exuberancia y el sonido atrajo al resto de mi familia hacia nosotros.

—¿Cómo está Bella? —preguntó Esme mientras la ponía de pie.

Sonreí de oreja a oreja.

—Magnífica.

Ella sonrió con cariño y tomó mi mejilla. Solo mira la ligereza en sus ojos. Nunca lo vi tan feliz.

—Confío en que tu día haya ido bien —mencionó Carlisle.

Miré a Alice.

—Les dije que estaría bien, pero los tontos no me creyeron —indicó con voz burlona.

—Todo salió de maravilla —afirmé—. Bella está a salvo en casa con su padre. Me dirijo allí ahora. Solo quería asegurarles que está bien.

—Sabía que lo estaría —señaló Esme, no del todo sincera. Ella esperaba que mi amor por Bella me impidiera lastimarla, pero su comprensión sobre la tentación que Bella causaba dentro de mí la hizo temer por mí.

—¿Qué pasó? —inquirió Jasper—. ¿Descubriste cómo ella sabe tanto?

—Lo hice —dije con cuidado—, pero esa es una historia que creo que Bella debe contarles. Es su historia, bueno, supongo que es la nuestra. —Pasé una mano por mi cabello—. Créeme, Bella tiene que ser la que la cuente.

Quizás estaba siendo cobarde esperando que Bella les contara, pero sabía que la historia sería mucho mejor viniendo de ella. Ella también tenía todas las pruebas.

—Muy bien. Esperaremos a Bella —soltó Carlisle con serenidad—. ¿Crees que podrás persuadirla para que nos visite pronto?

—Estoy seguro de que estará dispuesta a una visita —reconocí, pasando mis manos por mi cabello. Estaba agitado; todo lo que quería era volver con mi Bella.

Carlisle me sonrió con cariño. Le duele estar lejos, aunque sea por unos pocos minutos. Este es el apareamiento en su máxima expresión. Estaba tan feliz por mí que era casi tangible.

Todos parecían felices por mí. La única excepción obvia era Rosalie. Todavía estaba demasiado atrapada en la forma en que se sentía como para dedicarme un pensamiento.

—Confío en que estés listo para volver con tu Bella, ahora —observó Carlisle.

Lo estaba. Necesitaba estar a su lado para aliviar el dolor en mi pecho.

Le di una palmada en el hombro al pasar.

—Gracias, Carlisle.

El viaje de regreso a la pequeña casa blanca en el borde del bosque fue más fácil que mi viaje de despedida. Con cada paso hacia mi amor, el dolor en mi pecho se alivió. Hasta que, mientras escalaba el costado de su casa, desapareció.

Bella todavía estaba abajo preparando una comida para ella y su padre cuando llegué. Podía oírla dando vueltas en la cocina. Incapaz de unirme a ella, exploré su dormitorio. Fue como un tesoro de descubrimientos. La recordaba bromeando sobre sus opciones de lectura, citando a Bram Stoker y Anne Rice como sus autores favoritos, cuando en realidad tenía un gusto ecléctico. Bronte y Austen se ubicaban junto a Dan Brown y Tolkien. En un jarrón sobre el escritorio tenía un pequeño ramo de anémonas y rosas montañesas, ambas flores que recordaba haber visto en el prado esa tarde. Me gustaba esa pequeña muestra de nuestro lugar secreto aquí en su habitación. Era como si tuviera una parte de mí aquí con ella.

Su habitación estaba empapada de su aroma. Me senté en la mecedora en la esquina y respiré hondo, saboreando el ardor en mi garganta, ya que significaba que ella estaba cerca de mí.

Después de un tiempo insoportablemente largo la escuché darle las buenas noches a su padre.

—Pero aún es temprano —musitó.

—Lo sé, pero ha sido un día largo y estoy cansada.

Escuché el crujido del sofá y luego el crujir de la tela cuando la abrazó.

Charlie se quedó sin aliento.

—Que duermas bien, Bells. Mañana voy a pescar con Billy, a menos que me quieras en casa.

—Estaré bien. De todos modos, tengo algunos recados que hacer.

Subió pesadamente las escaleras. Sus pasos sonaban pesados y aletargados, pero una vez en el rellano se apresuró a ir a la habitación y abrió la puerta.

—Edward. —Su voz era un suspiro feliz.

Abrí mis brazos y ella voló hacia ellos. Se acurrucó en mi regazo como un gato. Su cabeza encajaba perfectamente debajo de mi barbilla. Es como si estuviésemos hechos el uno para el otro.

—Esa fue la hora más larga de mi vida —murmuró—. Saber que estabas aquí pero que no podía estar contigo fue peor que las últimas semanas esperando que estuvieras al tanto.

—Solo di las palabras y nunca más tendremos que separarnos. Me convertiré en tu sombra.

Se apartó de mí para mirarme a los ojos.

—¿Lo prometes?

—Lo prometo.