Disclaimer: Twilight le pertenece a Stephenie Meyer, la historia es de Simaril, la traducción es mía con el debido permiso de la autora.

Disclaimer: Twilight is property of Stephenie Meyer, this story is from Simaril, I'm just translating with the permission of the author.

Capítulo beteado por Yanina Barboza

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Los Cullen

Julio de 1998 - Bella tiene diez años

Edward

—Edward —llamó Bella en voz baja una tarde mientras sacaba las piezas de ajedrez de su caja—. Háblame de los vampiros.

No era como si no supiera que las preguntas llegarían en algún momento. El verano anterior solo me preguntó qué era yo; ella no quiso saber más. Sin embargo, parecía estar bien informada en el futuro, así que en algún momento necesitábamos tener esta conversación.

Me recosté contra mis manos.

—¿Qué te gustaría saber?

—¿Siempre fuiste un vampiro? Quiero decir, ¿naciste así? —Agitó una mano hacia arriba y hacia abajo para indicar mi cuerpo.

—No, Bella, nací humano. Alguien más me transformó en vampiro.

—¿Cómo?

—Me mordió uno.

—¿Dolió?

—Más que casi nada en mi vida —dije solemnemente. Lo único más doloroso para mí fue perder a Bella—. ¿Sabes acerca de las serpientes?

Ella asintió.

—Sí, las he visto. Se deslizan. —Hizo movimientos de meneo con la mano y se rio.

Sonreí.

—Bueno, algunas serpientes tienen veneno, veneno en sus dientes que mata a sus presas. Los vampiros tienen algo similar, pero nuestro veneno no te mata, te da tanto dolor que es imposible escapar, a menos que no seas asesinado de inmediato. Si se deja, si se le da la oportunidad de propagarse, te convierte en un vampiro.

Sus ojos estaban muy abiertos mientras me miraba.

—Y eso es lo que te pasó.

Asentí.

—Sí. Me mordieron para cambiarme, no para alimentarse.

—¿Y duele?

—Mucho. El veneno ardía como fuego en mis venas. Cambió cada célula de mi cuerpo, endureciendo y enfriando mi piel y, finalmente, deteniendo mi corazón. Fue un dolor inimaginable.

Ella se estremeció.

—No me gusta cómo suena eso.

Sonreí.

—Es realmente increíble. El veneno puede reparar casi cualquier cosa. Mientras el corazón siga latiendo, puede curar huesos rotos y órganos dañados... de verdad, cualquier cosa. Mi hermano, Emmett, fue atacado por un oso y mi madre cayó de un acantilado. Estaban gravemente enfermos, al borde de la muerte, y el veneno los salvó.

Tenía la boca abierta y me miraba con expresión de asombro.

»¿Bella? —dije tentativamente, preguntándome si la había asustado.

—Tienes una mamá —suspiró.

—Sí. Tengo dos, pero una de ellas ya no está. Tengo toda una familia, Bella. Una madre y un padre, y hermanos y hermanas.

Sus ojos se abrieron aún más y todo su rostro se transfiguró en una sonrisa de alegría.

—Háblame de ellos —suplicó.

Le dije todo lo que se me ocurrió. Describí a cada miembro de mi familia con amoroso detalle, cada una de sus peculiaridades y personalidades. Escuchó en silencio, absorbiéndolo todo.

—¿Y están todos juntos todo el tiempo? ¿No tienen que esperar al verano?

Sonreí con tristeza.

—A veces estamos separados, pero vivimos juntos, así que no, no tenemos que esperar al verano. Nos tomamos un tiempo para vacaciones y viajes, y una vez los dejé para vivir unos años solo, pero el resto de mi vida de vampiro lo he pasado con ellos, nuestra familia cambiando a medida que crecía.

—Eso debe ser lindo.

—Lo es. Te extraño cuando estamos separados, pero mi familia es un consuelo, al igual que Renée, Charlie y tus amigos lo son para ti.

—Yo también te extraño, Edward —susurró—. Desearía que no fuera solo en verano.

—Yo también, mi Bella —dije suavemente—, yo también.

Ella miró hacia los árboles por un momento y luego preguntó:

—¿Toda tu familia come animales?

—Sí. Sin embargo, somos casi únicos en eso. Hay otro grupo que vive en Denali, Alaska, al que llamamos primos que también cazan animales, pero la mayoría de los de mi especie tienen los ojos rojos.

Ella frunció el ceño.

—¿Ojos rojos?

—Tengo ojos dorados porque cazo animales. Los vampiros que beben de los humanos tienen los ojos rojos. Tienes que entender, Bella, los vampiros no son inherentemente malvados. La sed es poderosa, y lo único que realmente la sacia es la sangre humana.

—¿Sed?

—Nos quema la garganta, haciéndonos tener hambre de sangre. Y hay diferentes niveles de tentación. Algunas personas son fáciles de resistir, pero hay otras que incitan una sed que es casi imposible de negar. Tener ojos dorados es una lucha.

—¿Siempre has tenido ojos dorados? —preguntó ella.

—Eso, mi Bella, es una historia para otro momento.

Ella me miró a los ojos durante un largo momento y luego asintió.

—Está bien. En otra ocasión.

Arrojé las piezas de ajedrez al césped y agarré una reina.

—¿Ajedrez?

Ella asintió y me sonrió.

—Bien.


Marzo de 2005

Edward

Bella se dio la vuelta en su cama y suspiró mi nombre. Me alegró el corazón escucharla decirlo, especialmente porque su tono estaba impregnado de afecto. Que un ángel como ella pudiera encontrar el amor en su corazón por mí estaba más allá de la imaginación. Me juré a mí mismo que nunca lo daría por sentado. Que agradecería cada momento de tiempo que me diera como el regalo que era.

Deseé que toda su noche pasara tan serenamente, pero no fue así. Alrededor de las dos de la mañana, comenzó a dar vueltas y vueltas. Pequeños gemidos escaparon de sus labios. Tan pronto como mi mano se acercó y acunó su mejilla, su respiración se estabilizó y se relajó. Estaba emocionado de que mi toque pudiera calmarla tanto. Era otra señal más de que éramos las personas adecuadas el uno para el otro. Que yo era su compañero tanto como ella era la mía.

Estaba tan perdido en mis pensamientos sobre la mujer en la cama a mi lado que casi me pierdo los pasos que se acercaban de Charlie Swan cuando entró para ver cómo estaba su hija poco después del amanecer. Apenas logré llegar al árbol fuera de la ventana cuando la manija de la puerta giró y él asomó la cabeza por la puerta. Al verla dormida, entró sigilosamente en la habitación y le tapó los hombros con las mantas. Se quedó un minuto más, contemplándola dormir, y luego fue al baño.

Cuando llegó la mañana, ella se movió y se dio la vuelta, mirando por la ventana. Si no hubiera sido imposible para ella encontrar mi lugar oculto, habría pensado que me estaba mirando directamente. Se bajó de la cama, agarró un montón de ropa del tocador y luego desapareció de su habitación. Unos minutos después, regresó vestida con vaqueros y una sudadera.

Se acercó a la ventana y la abrió.

—Edward. ¿Estás ahí fuera? —llamó.

Cambié de posición para que pudiera verme.

—Buenos días.

Ella jadeó cuando me vio y luego sonrió.

—Buenos días. —Miró hacia abajo y vio que el coche patrulla de Charlie ya no estaba. Se había marchado a pescar hacía una hora—. ¿Vienes?

Sonreí y me lancé del árbol. Ella saltó hacia atrás justo a tiempo para permitirme trepar por la ventana de su dormitorio. En el momento en que aterricé de pie, me abrazó. Enterró su rostro en mi cuello y tomó respiraciones hondas que me hicieron cosquillas en la piel.

—¿Me estás oliendo? —pregunté.

—Sí.

—¿Y por qué harías eso?

—Estoy comprobando si eres real.

Me reí.

—¿Tienes motivos para dudar de mi presencia?

—No estaba segura de si era un sueño.

Sonreí.

—Puedo asegurarte que soy real.

—Te extrañé.

—Y yo a ti, aunque admito que rompí el decoro en un momento de la noche y vine a tu lado.

—¿La pesadilla? —inquirió.

Asentí.

—La pesadilla. No podía soportar verte sufrir y por eso vine a ti. Parecía consolarte un poco.

—Lo recuerdo. Estaba soñando con el robo, y un ángel me salvó. De nuevo.

—¿Un ángel? —Arqueé una ceja—. Eso suena poco probable.

—Eres mi ángel.

—La forma en que me ves es ridícula, pero no voy a discutir más el punto. Mientras estés feliz de permitirme ser parte de tu vida, me quedaré.

—Eso nunca cambiará.

—Ya veremos.

Suspiró contra mí una vez más y luego dio un paso atrás.

—Bien. Ahora es el momento de empezar el día. ¿Vamos al prado?

—Me preguntaba si podríamos hacer una pequeña desviación de nuestros planes —comencé—. Esperaba poder persuadirte de compartir tu, quiero decir nuestra, historia con mi familia. No es fácil guardar secretos en mi familia, y prefiero no intentarlo.

—Está bien. ¿Vamos a tu casa, o crees que deberían venir aquí?

—¿Estás dispuesta a entrar en una casa de vampiros? —pregunté con incredulidad.

—Claro. ¿Por qué no lo estaría?

La ridiculez de esa pregunta me bloqueó momentáneamente. No valía la pena discutir el punto.

—No importa. Si estás feliz de venir, sé que ellos estarán felices de verte.

—No todos —murmuró.

Buscó en una alacena y agarró algo que parecía cartón pero que de hecho se llamaba Pop Tart y lo mordió.

—¿Puedes agarrar el cofre de madera, por favor? —pidió cuando terminó—. Tengo la sensación de que lo vamos a necesitar hoy.

Fui a su habitación y agarré el cofre del estante. Cuando bajé de nuevo, ella estaba esperando en la puerta con su chaqueta puesta.

—¿Estás lista para ir? —pregunté.

Ella asintió felizmente.

—Cuando tú lo estés.

Recordé la conducción cautelosa de Carlisle la noche del robo y mantuve mi velocidad a unos razonables ochenta para el viaje corto.

Los ojos de Bella estaban muy abiertos cuando nos detuvimos frente a la casa. Era una de nuestras residencias más impresionantes, Esme trabajó mucho aquí para devolver la casa a su antigua gloria. Su expresión solo se volvió más sorprendida cuando la guie por los escalones y dentro de la casa.

—Vaya —jadeó, observando alrededor del salón—, este lugar es increíble.

—Todo es trabajo de Esme —informé—. Ella es la que tiene talento para el diseño de interiores.

—Sí, lo recuerdo —comentó distraídamente, mirando por la pared trasera de vidrio.

¿Lo recuerda? Los pensamientos de Carlisle estaban teñidos de sorpresa y confusión.

Me pregunté si hubiera sido mejor para mí tratar de explicar la historia de Bella y yo antes de traerla a la casa, después de todo. No habría tenido que lidiar con sus reacciones iniciales, que seguramente serían dramáticas.

Carlisle sacó a Esme de la cocina para saludarnos.

—Bella, esta es mi madre, Esme, y ya conoces a Carlisle.

Ella le sonrió a Esme y se volvió hacia Carlisle.

—Muchas gracias por todo lo que hiciste el sábado por la noche. —Su gratitud fue genuina y sincera.

—No tienes nada que agradecer, Bella —replicó con sinceridad.

—Bella tiene algo que necesita decirnos a todos —dije—. ¿Dónde están todos los demás?

Pregunté para beneficio de Bella. Ya sabía que Alice y Jasper estaban esperando en su habitación mi citación, y Rosalie y Emmett estaban en el garaje.

Cuando Alice anunció nuestra inminente llegada, Rosalie se sintió irritada por la emoción de Esme y Alice y se fue a esconder en el garaje. Emmett estaba intentando razonar con ella ahora. Era una causa perdida si lo que estaba escuchando en los pensamientos de Rosalie era algo por lo que juzgar.

—Estoy aquí —indicó Alice mientras bajaba corriendo las escaleras. Se detuvo abruptamente frente a nosotros y luego se inclinó hacia adelante y besó la mejilla de Bella.

El corazón de Bella aceleró un poco su ritmo, pero no parecía asustada. Miré a Jasper a los ojos mientras hacía su entrada más tranquila, comunicando tanto una pregunta como una advertencia.

No te preocupes, Edward, mantendré mi distancia. Y no te preocupes por Alice. Bella estaba complacida con su saludo.

—Rosalie, Emmett —llamé en voz alta.

—De ninguna manera —siseó Rosalie—. Entraré cuando hayas llevado a tu mascota a casa.

—No te preocupes —intervino Bella con una amplia sonrisa, solo escuchando el silencio—. Vendrán muy pronto. No querrán perderse esto.

El rugido de la risa de Emmett fue audible incluso para los oídos de Bella. Pareció satisfecha con su reacción.

Esme nos hizo un gesto hacia los sofás y Bella se sentó en el sofá de dos plazas. Me senté a su lado y se acercó para que nuestras piernas estuvieran juntas. Ella parecía anhelar el contacto tanto como yo. Seguía agarrando el cofre de madera, pero ahora lo dejó sobre la mesa de café.

Hubo un largo período de silencio en el que todos miramos a Bella para que empezara, y ella jugueteó con el dobladillo de su camisa.

—¿Hay algo que quieras decirnos? —preguntó Carlisle.

Bella me miró.

—¿Quieres que empiece? —ofrecí.

Respiró hondo y soltó una ráfaga.

—No, puedo hacer esto. —Parecía estar hablando para sí misma más que para mí—. Está bien, la razón por la que sé quiénes y qué son todos ustedes, y la razón por la que sé tanto, es porque Edward me lo dijo cuando era una niña. Lo conozco desde que tenía cinco años.

—¿Edward? —dijo Carlisle inquisitivamente. Se preguntaba cómo pude haber hecho esto y no decírselo. Estaba imaginando que yo tenía toda una vida que le había ocultado. Me dolió un poco que me creyera capaz de eso. Le contaba todo.

—No es lo que piensas —repliqué—. No te he estado escondiendo nada. No supe nada de esto hasta ayer.

—Está diciendo la verdad —convino Bella, al ver la expresión dudosa de Carlisle—. Edward no sabía nada de esto porque todavía no le ha pasado. En algún momento en el futuro, Edward viajará de regreso a mi pasado y me conocerá cuando era una niña.

—¿Viajará en el tiempo? —Los ojos de Carlisle estaban muy abiertos.

—Viajaré en el tiempo —confirmé.

—¿Hará qué? —dijo Rosalie desde la puerta.

Bella sonrió con satisfacción. Por supuesto, sabía que Rosalie entraría. ¿Cómo podría alguien resistirse a este tema?

—Hay un vampiro con el don de manipular las líneas de tiempo personales. En algún momento en el futuro, Edward la encontrará y ella lo enviará de regreso a mi infancia. Realmente no entiendo la mecánica de esto; solo sé que sucede.

Bella abrió el cofre y me pasó la fotografía y el boceto que me convencieron de la verdad. Le entregué la foto a Carlisle y él la examinó, sus ojos se agrandaron al ver la inscripción en la parte de atrás. Se lo pasó a Esme y el proceso de reacción se repitió una y otra vez mientras todos tomaban su turno. Finalmente, llegó a Rosalie.

—Es su letra y una fecha, pero podría haberla escrito esta mañana —se burló—. Todo esto es un plan que han preparado para engañarnos y hacernos olvidar el hecho de que le ha estado contando nuestros secretos a una humana.

—Ten un poco de fe, Rosalie —espeté mordazmente—. ¿Cómo explicas la fotografía? Sé que puedes ver los signos del paso del tiempo tan bien como yo.

Ella se burló y se echó el pelo hacia atrás.

—No puedes creer seriamente que vas a viajar en el tiempo. Es ridículo.

—Tan ridículo como una familia de vampiros evitando la dieta natural para vivir vidas humanas —expuso Bella con una ceja levantada—. Tan ridículo como leer la mente y ver el futuro. Todo es ridículo, pero todo es cierto. Mira, Rosalie, nunca seremos amigas, lo cual está bien, pero pensé que querrías apoyar a tu hermano.

La boca de Rosalie se abrió; su mente estaba en blanco por la conmoción. Nadie fuera de la familia le había hablado así antes, y era raro que uno de nosotros se atreviera también.

¿Acaba de enfrentarse a un vampiro?, preguntó Emmett. Asentí disimuladamente. Esta chica es genial.

Alice rio.

Sabía que íbamos a ser amigas.

—Curiosamente, yo también. —Bella sonrió felizmente—. Entonces, ¿me crees ahora, o tengo que empezar a recitar las historias de sus vidas?

—¿Conoces nuestras historias? —cuestionó Jasper. Él, de todos nosotros, tuvo la historia más violenta. Él era a quien Bella debería temer más que a todos.

Bella asintió.

—Jasper Whitlock. Nacido en 1844. Eras un mayor en el Ejército Confederado. Fuiste cambiado por… —Se dio unos golpecitos en la frente mientras buscaba el nombre—. No, lo siento, no puedo recordar su nombre, pero te cambiaron en 1863 e hiciste algo relacionado con guerras territoriales. No sé mucho sobre eso. Edward siempre pasó por alto los detalles.

Por una muy buena razón. La vida de Jasper fue sangrienta y violenta. No quisiera que ella supiera sobre ese lado de mi mundo.

—Debo admitir que parece imposible no creer —comentó Carlisle, frunciendo el ceño—. Nunca he oído hablar de un vampiro con esta habilidad, pero no puedo pensar en otra explicación para que sepas tanto.

El rostro de Bella se iluminó mientras hablaba.

—Llama a tu amigo Eli... algo. El de Alaska. Él es quien ayudará a Edward más adelante.

—Eleazar —mencionó Carlisle pensativo.

—Sí, él.

—¡E involucrar a más personas en la locura! —Rosalie logró superar su conmoción y estaba retomando su papel de arpía chillona.

—Sucederá de todos modos —anunció Bella, sin preocuparse por la ira de Rosalie—. Ya sea que él lo llame ahora porque lo sugerí, o porque en algún momento en el futuro habrá una razón para decirle, va a pasar. Eleazar sabía. Edward me lo dijo. En el gran esquema de las cosas, esta conversación ya ha sucedido. Es nuevo para nosotros.

—Estás hablando de fatalismo —opinó Carlisle con curiosidad.

—En cierto modo, sí. Pase lo que pase ahora, pasará, no hay nada que podamos hacer para cambiarlo, pero aún tenemos libre albedrío. Si Rosalie cediera a la tentación ahora mismo y me rompiera el cuello, sería porque ella eligió hacerlo. Pero para alguien que mira fuera del momento en el tiempo, sería un evento predestinado.

—Creo que deberíamos llamar a Eleazar —sugirió Esme en voz baja—. No es que no te crea, Bella, y no creo que Edward nos mienta, solo creo que necesitamos saber todos los hechos.

La cara de Bella decayó y se mordió el labio inferior. No importaba lo que dijera Esme, parecía que dudaba de Bella. Tomé su mano entre la mía y le di un breve apretón.

—Fue tu idea llamarlo —masculló Rosalie en tono mordaz—. Si no mientes, no tienes nada que temer.

Bella se puso rígida y enderezó los hombros.

—Bien, llámalo y pregúntale por Makenna.

—¿Quién es Makenna? —preguntó Emmett.

—El vampiro del que Bella está hablando, estúpido —soltó Jasper, poniendo los ojos en blanco. Inesperadamente, él fue quien le creyó a Bella desde el principio. Por lo general, dudaba más. Pero podía sentir nuestra sinceridad en nuestras emociones y por eso estaba convencido. Alice también nos creyó, pero estaba acostumbrada a aceptar lo increíble.

Carlisle se puso de pie y sacó un teléfono celular plateado de su bolsillo. Marcó y un momento después se escuchó la suave voz de Tanya.

Hola, Carlisle. Esto es inesperado.

—Tanya, es un placer como siempre. —Carlisle puso la llamada en altavoz y lo sostuvo para que Bella pudiera escuchar también—. Me preguntaba si podría hablar con Eleazar.

Por supuesto. —Se escuchó el sonido del teléfono cambiando de manos y un momento después, Eleazar habló.

Carlisle, mi viejo amigo, ¿qué puedo hacer por ti?

—Esperaba que pudieras decirme algo sobre un vampiro llamado Makenna.

Su tono de inmediato se volvió cauteloso.

¿Cómo sabes acerca de Makenna?

—Tengo una amiga que la mencionó. ¿Es cierto entonces lo que ella puede hacer?

¿Qué es lo que crees que ella puede hacer? —inquirió Eleazar evasivamente.

Carlisle frunció el ceño.

—¿Puede manipular el tiempo? —lo formuló como una pregunta.

Hubo un pesado silencio en el otro extremo de la línea antes de que Eleazar suspirara y hablara de nuevo.

Sí puede.

Se hizo un silencio de asombro en la habitación. Bella lucía satisfecha y Rosalie lucía como si estuviera chupando un limón.

—Esto es increíble —respiró Carlisle. Estaba pensando en todas las posibilidades de tener tal regalo.

Lo es —convino Eleazar solemnemente—. Ahora debo preguntar quién es esta amiga. Makenna valora mucho la privacidad. Si su secreto ha sido violado, debe ser informada.

—Solo nuestra familia y nuestra amiga lo saben, y no se lo diremos a nadie.

¿Quién es esta amiga?

Carlisle me volteó a ver en busca de orientación. El que Bella conociera el secreto era una violación de la regla de los Vulturi. No existía motivo alguno por el que se enteraran de que ella lo sabía, pero aún era una posibilidad. Contarle a Eleazar sobre ella también los haría culpables.

—¿Estarías satisfecho si dijera que es alguien muy cercano a nuestro corazón?

Bella se sonrojó maravillosamente, aunque parecía dudosa. Lo que dijo Carlisle era cierto. Él y Esme ya estaban cautivados por Bella, aunque quizás no por la más noble de las razones. Su afecto por ella se derivaba del hecho de que me había salvado de una vida de soledad. Sabía que una vez que la conocieran mejor la adorarían por sus propios méritos tanto como yo lo hacía.

¿Puede guardar el secreto? —cuestionó Eleazar.

—Puede hacerlo. En algún momento, su vida se verá afectada por Makenna. Así es como ella sabe tanto.

La voz de Eleazar se animó.

¿Estás seguro de esto? Makenna ya no ayuda a nadie. Vive en soledad.

—Estamos tan seguros como es posible estarlo —afirmó Carlisle—. Tenemos pruebas.

Esta es una noticia inesperada pero maravillosa —reconoció Eleazar—. He temido por su estado de ánimo durante muchos años. Si está dispuesta a ayudarte, debe haberse conmovido mucho.

Eso era algo que no consideré antes. ¿Por qué elegiría visitar el pasado de Bella? Algo debe haberme obligado a buscar a Makenna. Me preguntaba cuándo me pasaría a mí. Quería que sucediera pronto. Quería ser el hombre del que Bella se había enamorado por primera vez, y creía que necesitaba compartir los recuerdos de su infancia para convertirme en ese hombre. Tendría que preguntarle cuando volviéramos a tener el don de la soledad. No quería interrogarla delante de mi familia.

—Confía en mí cuando digo que nuestra amiga es lo suficientemente enigmática como para conmover incluso el más duro de los corazones —aseguró Carlisle mirando fijamente a Bella.

Ella sonrió pero sus ojos se deslizaron para mirar a Rosalie. Parecía difícil que alguna vez fuera capaz de conmover a Rosalie y ella parecía saberlo.