Disclaimer: Twilight le pertenece a Stephenie Meyer, la historia es de Simaril, la traducción es mía con el debido permiso de la autora.

Disclaimer: Twilight is property of Stephenie Meyer, this story is from Simaril, I'm just translating with the permission of the author.

Capítulo beteado por Yanina Barboza

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Elección de la chica

Agosto de 2001 - Bella tiene trece años

Edward

Ese verano fue el verano de la jardinería.

Charlie se rindió ante Bella; la señorita Harris fue despedida como niñera, y Bella quedó libre para disfrutar de su tiempo a solas mientras Charlie trabajaba. Afortunadamente, ese tiempo solo me incluyó a mí.

Cuando me saludó el primer día juntos, me abrazó, lo cual no era raro, y me apretó un momento más, apoyando la cabeza contra mi pecho, lo que sí era raro. Ella era más cariñosa. Cuando no estábamos ocupados de alguna manera, tomaba mi mano o se apoyaba en mí. Por un momento pensé que tal vez debería establecer algunas reglas sobre el contacto, pero parecía una tontería dado que éramos tan cercanos en el futuro y sus toques eran inocentes.

Pasamos muchos de nuestros días en su patio trasero, creando un jardín de flores. Quité el césped y la capa superior de tierra y Bella plantó flores primaverales y pequeñas plantas de jardín. El efecto general fue agradable y Bella pareció obtener algo de satisfacción con el trabajo. Regresaba a casa al final de cada día con las rodillas y las uñas sucias, sintiéndome en paz.

A medida que nuestro verano llegaba a su fin, le pregunté a Bella de dónde vino la nueva ocupación de jardinería.

―Un par de razones ―comenzó―. Hice un curso de jardinería hace un tiempo con Renée y lo disfruté, pero más que eso es lo impredecible.

Fruncí el ceño.

―¿Impredecible?

―Sí. Te arriesgas a plantar algo como esto. Puedes cuidarlas y dejar que florezcan, o puedes abandonarlas a su suerte. Podría volver el verano que viene y encontrar un montón de plantas muertas porque no hay nadie aquí para cuidar de ellas y el clima se ha salido con la suya, o podría volver y encontrar un jardín. La vida es así. Nunca se sabe lo que va a pasar después. ―Me sonrió―. Y son bonitas.

Sonreí.

―Podría volver y cuidarlas por ti si quieres.

―Eso sería hacer trampa. ―Se sentó en cuclillas―. Es más divertido dejarlo al azar. Como la vida.

―¿Dejas mucho en tu vida al azar? ―pregunté.

―Algunas cosas. Hay constantes, como tú, Charlie y el verano, y hay cosas al azar, como la vida con Renée. ―Sus ojos se volvieron lejanos―. La vida con ella a veces es una montaña rusa. Nunca se sabe lo que hará.

―¿Cuál prefieres? ―inquirí―. Las cosas predecibles o la montaña rusa.

Ella respondió sin dudarlo.

―Predecibles, definitivamente. Amo a mi mamá y la aprecio, pero son las cosas en las que puedo confiar las que más me gustan. No es que me pase todo el año esperando el verano, exactamente, pero definitivamente es una consideración. Pase lo que pase con Renée, sé que hay algo estable y seguro esperándome aquí. ―Sonrió―. Tú.

―¿No sientes que te estás perdiendo nada, pasando tanto tiempo conmigo como lo haces?

―Nunca. Mi vida es buena, soy feliz, pero es solo cuando estoy contigo que siento que realmente estoy viviendo. ¿Tiene sentido?

Una oleada de amor por ella me invadió.

―Tiene mucho sentido ―acordé―. Siento exactamente lo mismo hacia ti.

Ella sonrió.

―Entonces encajamos bien.

Acorté la distancia que nos separaba y le acaricié la mejilla.

―De hecho, encajamos perfecto, siempre.

―Siempre ―respiró ella, inclinándose hacia mi toque.


Marzo de 2005

Edward

El viernes por la tarde me encontró sentado en mi auto afuera de la casa de Bella, sintiendo que me dirigía a la horca. Como Charlie se marchaba a la mañana siguiente, Bella hizo los arreglos para que me reuniera con él después de la escuela.

Nunca antes cortejé a una chica, por lo tanto, nunca había estado en esta situación. La aprobación de su padre me importaba más de lo que podía decir. Aunque nada de lo que pudiera hacer me impediría ver a Bella, quería agradarle.

Las cálidas manos de Bella intentaron romper mi agarre en el volante. Le permití desenroscar mis dedos y entrelazarlos con los suyos.

―Relájate, Edward. Va a estar bien. Solo sé tu yo encantador habitual y él te amará tanto como yo. ―Arqueé una ceja y ella se rio―. Está bien, tal vez no tanto como yo, pero le agradarás. No tienes nada que temer.

La cortina se movió y capté una mirada oblicua del rostro de Charlie. Sus pensamientos nublados hoy tenían un tono ansioso. Mi propio rostro nadó ante mí a través de sus recuerdos.

Solté una carcajada.

―¿Qué es? ―preguntó Bella.

―No soy el único que está nervioso ―le expliqué―, Charlie también lo está. ―Supuse que debía ser difícil para él. Esta era la primera vez que Bella traía a casa a un pretendiente para que él lo conociera.

―Vamos a sacarlos a ambos de su miseria ―indicó, abriendo la puerta del auto y saliendo.

De mala gana, la seguí mientras cruzaba el porche y abría la puerta.

―Papá, estamos en casa.

Estamos en casa. Me gustó el sonido de eso. Era cierto que esta pequeña casa al borde del bosque me parecía más un hogar que cualquier otra casa antes.

Charlie Swan nos recibió en la puerta del salón. Me sonrió con amabilidad y me tendió una mano para que la estrechara.

―Es bueno verte, Edward.

―A usted también, jefe Swan.

―Si vamos a llevarnos bien, voy a necesitar que me llames Charlie ―pidió.

―Charlie. ―Se sintió extraño llamarlo por su nombre de pila. Iba en contra de las costumbres de mi época.

―Eso está mejor ―dijo―. Vamos a sentarnos y charlar.

Me hizo un gesto para que entrara en el salón delante de él. Me senté en el sofá para que Bella pudiera sentarse a mi lado. Charlie tomó asiento en el sillón reclinable y se sentó hacia adelante con las manos entre las rodillas.

―Entonces, llevarás a mi hija al baile ―afirmó.

Bella le lanzó una mirada de advertencia.

―Bueno, ella me invitó ―comenté―. Habría sido de mala educación decir que no.

Bella me dio un codazo en el costado y luego hizo una mueca. Fue un movimiento tonto que probablemente resultaría en un moretón para ella.

―Ella me preguntó, y encantado acepté ―corregí.

Él asintió con la cabeza y me miró con atención.

―¿Te preocupas por mi chica?

Podía escuchar la preocupación en su mente. Bella lo era todo para él.

―Me preocupo por ella más de lo que puedo decir. ―Quería decir más, pero me callé. Por muy tentador que fuera, no podía decirle que ya estaba desesperadamente dedicado a su hija y que lo estaría por el resto de mi vida interminable―. Y haré todo lo que esté en mi poder para hacerla feliz y protegerla ―agregué.

Asintió sabiamente.

―Necesita mucho cuidado, mi Bella.

Sonreí con ironía.

―Me di cuenta.

―Vamos a un baile, papá ―regañó Bella―. Incluso yo puedo sobrevivir a un baile. El único peligro es para los dedos de los pies de Edward.

Charlie se rio entre dientes.

―Es posible que tenga razón con eso. ―Se reclinó en su silla y me consideró durante un largo momento. Sus pensamientos se detuvieron en la forma en que Bella y yo estábamos sentados tan juntos, cadera con cadera. Pareció llegar a una decisión interna. Mi imagen y la de Bella se solidificaron en su mente, y el tenor de sus pensamientos era de aceptación.

―Entonces, Edward, ¿te quedarás a cenar?


Más tarde esa noche, después de que Bella se despidiera de mí en la puerta principal para el beneficio de su padre, Bella y yo íbamos a encontrarnos juntos acurrucados en su pequeña cama.

―Creo que salió bien ―sugerí.

―No sacó su arma, así que diría que salió de excelente.

Me reí en voz baja.

―¿Ese era un riesgo?

―Lo mencionó, pero estoy bastante segura de que estaba bromeando.

Sonreí y enterré mi rostro en su cabello, inhalando profundamente su aroma.

―Así que mañana bailaremos ―comentó―. ¿Están tus dedos de los pies a la altura del desafío?

―Cualquiera puede bailar siempre que tenga la pareja adecuada.

―Bueno, encajamos perfectamente para todo lo demás, ¿por qué el baile debería ser diferente?

Mi corazón se calentó con sus palabras. Tenía completa fe en mí y en nuestro amor. Con su absoluta convicción tampoco podía dudarlo.

Bostezó ampliamente y acarició un poco más mi costado.

―Duerme, mi Bella. Estaré aquí cuando te despiertes.

―¿Lo prometes? ―preguntó con voz infantil.

Me reí. Como si hubiera algo que pudiera alejarme de ella.

―Lo prometo.


Bella y yo pasamos una feliz mañana juntos en mi casa con el resto de la familia. Carlisle había llegado del hospital, así que todos estábamos allí para disfrutar del tiempo.

Carlisle interrogó a Bella sobre mis visitas a su infancia, y ella respondió a sus preguntas lo mejor que pudo. La pregunta más importante era cuándo me sucedería. Bella dijo que no lo sabía, pero no estaba del todo seguro de que estuviera diciendo la verdad. Cuando se lo preguntó, se movió incómoda y redirigió la conversación. Una cosa que dijo fue que yo sabría cuándo era el momento. No tuve más remedio que creerle.

―¿Estás listo para dejarme ya? ―preguntó cuando aventuré la idea de usar las vacaciones de primavera para localizar a Makenna.

―No, Bella, nunca ―sentencié con fervor.

―Bueno, eso es algo a considerar. No sé cómo funciona exactamente, pero tiene que haber algún tipo de intercambio. El tiempo que pasas con mi yo de la infancia debe ser tomado de alguna parte.

Carlisle reflexionó sobre sus palabras.

Hmmm, no lo había considerado. ¿Qué motivación debe haber tenido para volver a la infancia de Bella cuando tiene la versión actual de ella aquí?

Me encogí de hombros. Tampoco pude pensar en nada.

―Sigo pensando que deberíamos buscarla ―indicó Emmett―. Edward no tiene que ser el que haga el viaje al pasado. Quiero una segunda oportunidad con el oso que me atacó.

Bella arqueó una ceja.

―¿Quieres manipular las leyes del tiempo para poder cazar un oso?

Emmett asintió felizmente.

―Sí.

Bella negó con la cabeza.

―Eres especial, Emmett. ―No indicaba admiración en su tono, solo incredulidad.

―Oye, ¿alguna vez te ha mordido un oso? Duele. También querrías un poco de venganza.

―Casi me pulveriza un camión, pero no me ves persiguiendo a Tyler con un bate de béisbol, ¿verdad? ―Sus labios se crisparon, quitando el calor de sus palabras.

Emmett sonrió.

―Definitivamente puedes quedarte con ella, Edward. Es muy divertido tenerla cerca.

Bella parecía complacida con su evaluación.

Carlisle y Bella volvieron a discutir sobre nuestras visitas de la infancia, y me acerqué al piano. Habían pasado meses desde que toqué por última vez, pero tenía una melodía persiguiéndome durante semanas. Abrí la tapa del piano y apoyé las manos en las teclas, volviéndome a familiarizar con el instrumento.

Corrí a través de las escalas y luego me lancé a la pieza favorita de Esme. Ella estaba sentada junto a Carlisle en el sofá, disfrutando de la reunión de su familia, pero vino y se paró a mi lado.

He extrañado esto. Gracias, Edward.

Sonreí levemente y ella palmeó mi hombro.

Es todo gracias a Bella, lo sabes.

Vi lo que quería decir en su mente. Su familia estaba reunida y feliz junta. Incluso Rosalie se aventuró a bajar las escaleras, aunque ignoraba deliberadamente a Bella. No habíamos sido una familia así en mucho tiempo. Era como si Bella nos completara.

Terminé la canción favorita de Esme y la canción se transformó en la melodía que me estaba persiguiendo. La sentí crecer y solidificarse y mis dedos volaron sobre las teclas. Fue un sonido agradable.

―¡Oh! ―escuché el grito ahogado de Bella y me giré para mirarla. Me sorprendió ver que las lágrimas corrían por sus mejillas.

Corrí a su lado y la abracé.

―¿Qué pasa, amor?

Ella resopló.

―Ha pasado tanto tiempo desde que escuché eso.

―¿He tocado para ti antes? ―pregunté.

Sacudió la cabeza y se secó las lágrimas de la cara.

―No. Ni siquiera sabía que tocabas. Solía escuchar esa canción en mis sueños.

Reflexioné sobre eso por un momento. No podía entender cómo pudo haber escuchado una canción en sus sueños si yo nunca la había tocado. Era una nueva composición; nunca escuché otra pieza similar a esa.

Fue Carlisle quien me dio la respuesta.

Mientras ella dormía. Debes haber ido hacia ella mientras dormía.

Eso tenía sentido. No tenía reparos en entrar a su habitación ahora, así que ¿por qué me preocuparía más adelante?

―Tócala toda, por favor ―suplicó Bella.

―No hay más que tocar ―musité―. Todavía está desarrollándose. Aun no tengo más.

Ella suspiró.

―Las frustraciones del viaje en el tiempo. ―Sacudió la cabeza y se secó las últimas lágrimas de sus mejillas―. En ese caso, por favor, trabaja en ella un poco más. Es una pieza hermosa y me encantaría escucharla completa de nuevo.

Me volví hacia el piano, pero Alice me agarró por los hombros.

―Más tarde, enamorado. Ahora es el momento de que ustedes se vayan de la casa para que podamos embellecer a Bella.

―Ella ya es hermosa ―sentencié, irritado.

―Sí, sí, es impresionante, lo sabemos ―recitó Alice con impaciencia―. Pero todavía tenemos un baile para el que prepararla, y no puedes estar aquí.

―¿Por qué no? ―preguntó Emmett―. No es como si fuéramos a echar un vistazo. Ustedes chicas pueden trabajar arriba y nosotros podemos reclamar la sala.

Rosalie parecía aburrida, aunque en verdad estaba intrigada por la idea de que Alice se saliera con la suya con Bella.

―Solo vete, Em. Sabes que ella no dejará de lloriquear hasta que lo hagas.

―Bien ―resopló―. ¿A dónde vamos?

―Podríamos aprovechar la oportunidad para cazar ―sugirió Carlisle.

Emmett gritó.

―Impresionante. ―En un destello de movimiento, se puso de pie de un salto y salió corriendo por la puerta.

―¿Estarás bien? ―le pregunté a Bella.

―Por el amor de Dios, Edward. Es un cambio de imagen, no una sesión de tortura ―intervino Alice.

―Eso es cuestión de opinión ―murmuró Bella. Sin embargo, no parecía molesta, así que le di un beso de despedida y seguí a Emmett fuera de la puerta.


No fuimos muy lejos para cazar, por lo que nuestras opciones eran limitadas. Emmett y Jasper tuvieron suerte de encontrar un oso cada uno, mientras que Carlisle y yo nos las arreglamos con los ciervos que abundaban en el parque. Realmente no necesitaba cazar, pero era mejor prevenir que lamentar.

Pronto llegó el momento de regresar a la casa y a mi Bella. Encabecé el camino a casa, ignorando las risas divertidas de mis hermanos que me seguían.

Podía escuchar el latido del corazón de Bella proveniente del piso superior de la casa. A juzgar por su ritmo constante, estaba relajada. Eso me hizo relajarme también.

Esme estaba en el salón acurrucada en el sofá de dos plazas cuando entramos. Me sonrió y recibió el beso de Carlisle.

―Espera a verla, Edward. Luce hermosa.

―¡Sin espiar! ―me gritó Alice por las escaleras.

No podría haber echado un vistazo si hubiera querido. Me estaba bloqueando recitando la tabla periódica de los elementos.

―Tu ropa está puesta sobre la cama ―indicó.

―Gracias, Alice.

No me tomó mucho tiempo para ducharme y vestirme, pronto estaba de vuelta en el salón paseando a lo largo de la habitación, esperando a que Bella estuviera lista. Fui testigo de este escenario muchas veces a través de mi padre y mis hermanos mientras esperaban que sus amores estuvieran listas para algún evento. Nunca imaginé que algún día sería yo.

Rosalie bajó las escaleras y se sentó con Emmett en el sofá. Me miró cruzar la habitación con expresión divertida.

―Quizás quieras relajarte, Edward ―soltó en un tono aburrido―. Nada dice desesperado como un hombre paseándose.

Le puse los ojos en blanco y aceleré mi ritmo, solo para molestarla.

La charla de arriba se detuvo y escuché a Alice preguntar:

―¿Qué piensas?

Escuché la respiración de Bella y el suspiro lento.

―Creo que eres un genio.

Dejé de caminar y esperé al pie de las escaleras. Escuché los pasos lentos de Bella y los ligeros de Alice mientras cruzaban el rellano.

Y luego estaban allí.

No tenía ojos para Alice. Toda mi atención se centró en la belleza a su lado. El vestido de Bella era del tono exacto de azul que admiraba en ella. Barría el suelo con elegancia, dejando sus hombros desnudos.

―¿Qué opinas? ―preguntó Bella.

Tragué con fuerza.

―Creo que te ves aún más hermosa de lo que podría haber imaginado.

Se sonrojó y la imagen de perfección se completó con el resplandor rosado de sus mejillas.

―¡Fotos! ―Alice se emocionó, blandiendo una cámara hacia nosotros como un arma.

Le tendí una mano a Bella y la ayudé a bajar los últimos escalones. Envolvió sus brazos alrededor de mi cuello y me dio un beso en la mejilla. Era casto, pero Emmett seguía silbando. Bella se rio y se volvió hacia Alice, quien disparó el obturador. Lo vi reflejado en su mente y me maravillé de la belleza de mi Bella de nuevo.

Carlisle y Esme se quedaron a un lado y nos contemplaron, irradiando felicidad. Nunca pensaron que verían este día para mí. El día en que estaría con la mujer que amaba y sonreiría para que todos vieran.

Dejamos que Alice nos arreglara en una variedad de poses mientras Jasper tomaba fotos con la cámara.

―Llegaremos tarde ―murmuró Bella a través de su sonrisa.

―Llegarán elegantemente tarde ―corrigió Alice―. Quieres hacer una gran entrada, ¿no?

Me encogí de hombros. Llegar con Bella en mi brazo era lo suficientemente grandioso para mí.

Jasper hizo una última foto y Alice declaró que habíamos terminado.

―Ahora, pasen un buen rato ―expuso Emmett con fingida seriedad―, pero pórtense bien. No le echen licor al ponche, y estén en casa antes de la medianoche.

Me reí.

―No te preocupes, Em, yo me ocuparé de ella.

―No es ella la que me preocupa. Sé que puede cuidarse. Tú, por otro lado, nunca has estado en un baile formal antes. Es una jungla ahí afuera.

―Creo que es suficiente ―intervino Carlisle suavemente―. Si los retrasamos mucho más, se perderán el baile por completo.

Contento por su interferencia, tomé la mano de Bella y la llevé al auto.


El baile se llevaría a cabo en el único lugar formal de la ciudad, The Lodge.

Cuando llegamos, el estacionamiento estaba casi lleno y la música retumbaba. No era exactamente mi idea de una fiesta, pero Bella parecía emocionada cuando abrí la puerta principal y le indiqué que entrara.

Bella buscó en su bolso y entregó los boletos a un estudiante de último año que esperaba en la puerta. Me ofrecí a pagar por ellos, pero ella señaló que, dado que ella me invitó, era justo que fuera ella quien pagara. Parecía importarle, así que le permití anular mis valores. Después de todo, la estaba cortejando en el siglo XXI.

La fiesta estaba en pleno apogeo cuando entramos, pero aun así llamamos la atención. Mike Newton se detuvo en medio del baile con Jessica para mirarnos boquiabierto.

Pensé que tenía planes para este fin de semana. Planes con ese fenómeno de Cullen aparentemente. Sus pensamientos virulentos me divirtieron. Le sonreí ampliamente, exponiendo mis dientes.

Los pensamientos de Jessica no eran mucho mejores. Mírala haciendo alarde de su relación con Edward.

Lejos de hacer alarde de nuestra relación, Bella estaba absorta en la habitación. El comité de decoración hizo un buen trabajo disfrazando las cabezas de animales de peluche en la pared con tela transparente e iluminación suave. El efecto general era agradable.

―¿Te gustaría bailar, o deberíamos ir directo a echar alcohol al ponche? ―pregunté con una amplia sonrisa.

―Desafortunadamente, olvidé el licor, así que creo que deberíamos pasar directamente al baile ―respondió.

La llevé a la pista de baile, ignorando los pensamientos envidiosos y amargos que nos seguían, y la guie en un vals que estaba bastante fuera de lugar entre la música rápida que sonaba. Aunque a ella no pareció importarle. Hizo un buen intento de seguir los pasos conmigo.

Vaya, mira a Bella. El pensamiento me llamó la atención ya que no estaba lleno de veneno como muchos otros que escuchaba. Me giré y vi a Ben Cheney sonriéndonos. Estaba sentado con Angela en una de las mesas que rodeaban la habitación. Bella siguió mis ojos y los saludó.

―¿Te gustaría sentarte un momento? ―pregunté.

―¿No te importa?

―Para nada, creo que a mis pies les vendría bien el descanso ―bromeé.

Empujó mi brazo y me dejé mover.

―No te he pisado los dedos de los pies ni una vez.

―Eso es verdad. ―No era una bailarina tan sin gracia como me hacía creer.

Caminamos hacia la mesa de Angela y Ben, y Bella se dejó caer en un asiento junto a ellos.

―¿Divirtiéndose? ―inquirió Bella.

Angela se sonrojó y bajó la mirada.

―Es genial ―indicó tímidamente.

Pude ver que se sentía incómoda hablando mientras Ben y yo estábamos allí, así que luché por una excusa para dejarlas un momento.

―Bella, ¿te gustaría un poco de ponche?

Ella me sonrió.

―Sí, por favor.

―Vamos, Ben ―llamé―. Vamos a traerle algo de beber a las damas.

Caminamos hacia la mesa donde el entrenador Clapp estaba presidiendo la ponchera y tomamos dos vasos. Ben se movió para volver con Angela, pero lo agarré del brazo.

―Creo que quieren un momento para hablar de nosotros ―sugerí. De hecho, sabía que querían un momento. Angela le estaba confiando a Bella sus nervios por estar con Ben. Estaba feliz con él y pensaba que Ben estaba feliz con ella, pero estaba resultando difícil pasar de ser amigos a tener citas. Ni siquiera le había pedido que bailaran todavía.

Decidí que necesitaban un poco de ayuda.

―Entonces, ¿estás disfrutando el baile? ―le pregunté.

―Oh, es genial ―dijo con entusiasmo―. No hemos bailado mucho todavía... Bueno, en realidad no lo hemos hecho, pero Angela parece estar disfrutando. ―Ojalá supiera cómo hacerla feliz como lo hace con Bella. Está prácticamente radiante, está tan feliz.

―¿No eres fanático del baile? ―cuestioné inocentemente.

―Sí, me gusta bailar. Solo estoy...

―¿Sí?

Vaciló, preguntándose si confiar en mí o no. Habíamos compartido un par de almuerzos, pero no estábamos cerca de ser confidentes. Realmente era una lástima. Ben me agradaba mucho y me hubiera gustado poder ayudarlo.

Apartó sus dudas y se lanzó a una explicación de sus problemas.

―No sé cómo salir con mi mejor amiga. Hemos sido amigos durante años, pero ahora todo es diferente. No sé cómo hablar con ella. ¿Qué pasa si lo arruino?

―Lo estás pensando demasiado ―mencioné―. Ya tienen las bases establecidas. Se conocen muy bien. Conocen sus gustos y disgustos. Por ejemplo, ¿le gusta bailar?

―Sí, le encanta.

Contuve, con esfuerzo, el impulso de poner los ojos en blanco.

―Entonces pídele que bailen.

Cuadró los hombros.

―Sí, lo haré. Gracias, Edward.

Sin darme la oportunidad de responder, se acercó a Angela y le tendió una mano.

―¿Quieres bailar?

Sus mejillas se enrojecieron y asintió.

―Eso sería genial.

Dejó su vaso de ponche en la mesa y se dirigieron al borde de la pista de baile.

Le di a Bella su ponche y me hundí en la silla a su lado.

―¿Por qué creo que tuviste algo que ver con eso? ―preguntó, asintiendo con la cabeza hacia Ben y Angela.

Sonreí.

―Puede que le haya dado una charla de ánimo.

Acercó su silla a mí y apoyó la cabeza en mi hombro.

―Me alegro. Son una gran pareja. Simplemente no lo saben todavía.

Mi teléfono emitió un pitido con un mensaje entrante. Saqué el teléfono de mi bolsillo y leí el mensaje de Alice en voz alta.

―Se acerca una tormenta. Estamos jugando béisbol en el campo Rainier. ¿Te unes a nosotros?

―¿Por qué están jugando béisbol si hay una tormenta? ―preguntó Bella.

Ahhh, finalmente, algo que ella no sabía sobre mí y mi familia.

―Tenemos que esperar a que suene el trueno para que podamos jugar. Nos has visto luchar. Imagínate eso con todos nosotros jugando.

―Oh ―asintió―, eso tiene sentido. Entonces, ¿vamos a jugar?

―¿Te gustaría?

Miró alrededor de la habitación hacia las luces y las parejas de baile.

―No, a menos que tú quieras. Me estoy divirtiendo. Además, aquí hace calor y está seco. No quiero quedarme afuera en una tormenta.

Asentí con la cabeza y la llevé a la pista de baile de nuevo.

La noche pasó demasiado rápido para mi gusto. Bailamos de nuevo y pasamos escasos minutos hablando con nuestros compañeros. Mike Newton se tomó el tiempo para buscarnos e interrogar a Bella sobre los supuestos planes para el fin de semana.

―Estaba planeando ir a Seattle ―explicó―, pero Edward me hizo una oferta que no pude rechazar.

Él se quejó de las oportunidades perdidas y se llevó a una Jessica furiosa.

Eric y Tyler, los otros pretendientes negados, no vinieron a hablar con nosotros, pero cuando me sumergí en sus mentes para medir sus estados de ánimo, descubrí que eran más receptivos que Newton.

Pronto, el DJ anunció la última canción y Bella y yo nos balanceamos al ritmo lento de la música.

―¿Te has divertido? ―pregunté, apartando un mechón de cabello de su rostro.

―Me lo he pasado de maravilla ―respiró ella―. Gracias por venir, Edward.

―Gracias por invitarme. Yo también lo he disfrutado. Ya sabes, esta es mi primera ceremonia formal en la escuela.

Ella acarició su rostro contra mi pecho.

―Me alegro de que pudiéramos experimentarlo juntos entonces.

La canción terminó y las luces se volvieron a encender.

Llevé a Bella a la puerta y luego le pedí que esperara mientras le llevaba el auto. Afuera se desataba la tormenta y, aunque la lluvia se mantenía alejada, el viento soplaba con fuerza. Detuve el auto frente a las puertas y esperé mientras se despedía de Angela y Ben y luego se subía a mi lado.

El viento azotó y movió el auto mientras conducía a Bella de regreso a su casa. Cuando nos detuvimos frente a su casa, Bella esperó a que abriera la puerta. La tomé del brazo y la llevé a la casa, ayudándola a mantener el equilibrio contra el viento aullante.

Agarró la llave del alero y entró. Dudé en la puerta.

―¿No entras? ―preguntó ella.

―Volveré pronto, pero tengo que devolver el coche a la casa. No creo que a Charlie le agrade que sus vecinos le comenten que me quedé a pasar la noche.

Ella suspiró.

―Buen punto. Está bien, entonces, lleva el auto a casa y regresa rápido conmigo.

Incluso sin su petición, habría vuelto corriendo hacia ella. Teníamos toda una noche a solas por delante, libres para hablar y reír sin miedo a que Charlie nos oyera. No perdería ni un minuto. Le di un beso en la mejilla y volví al coche.

Sin Bella en el auto, pude presionar el motor para acelerar mi camino a casa. No sabía si mi familia ya estaría ahí, pero esperaba que no. Quería ser capaz de correr directamente de regreso a Bella sin que me pidieran que les diera un relato paso a paso de nuestra noche.

Las luces de las ventanas estaban encendidas cuando entré en el camino. Suspiré profundamente. Sin molestarme en poner el coche en el garaje, me detuve frente a la casa.

Estaba considerando correr de regreso a Bella, cuando algo me llamó la atención. Una nueva voz mental en la casa.

Crucé el porche de un salto y abrí la puerta. Sentado en el sofá estaba un vampiro desconocido con los ojos rojos de un bebedor de humanos. Tenía el pelo negro brillante, que le caía hasta el cuello, y una palidez aceitunada en la piel. Cuando entré, se puso de pie y me tendió una mano.

―Tú debes ser Edward. He escuchado mucho sobre ti.

Miré a Alice en busca de una explicación y ella accedió. Es parte de un aquelarre de tres, dos hombres y una mujer. Los conocimos cuando jugábamos béisbol. Carlisle los invitó a venir. Los otros dos estaban aquí, pero tuvieron un desacuerdo con Laurent y se fueron. Creo que podría estar interesado en unirse a nosotros.

Mi boca se torció en una mueca. No quería vampiros no experimentados alrededor de mi Bella. No era seguro.

Relájate, Edward. Él es agradable. A Jasper le agrada.

Eso fue suficiente para tranquilizarme un poco. El don de Jasper daba una visión adicional del carácter de una persona. Me concentré en los pensamientos de Laurent por un momento. No tenía conocimiento de mi don, por lo que fue fácil leerlo. Pensaba en mi familia y en la vida que llevábamos. Parecía genuinamente intrigado por nuestro estilo de vida y quería probarlo por sí mismo. Vi los rostros de sus compañeros de aquelarre en su mente. Estaba profundizando más, queriendo saber sobre ellos, cuando la visión de Alice pasó por mi mente.

Era el dormitorio de Bella, pero estaba terriblemente alterado desde la última vez que lo vi. Muebles rotos y cristales rotos cubriendo el suelo. Más inquietante que nada era la imagen de Bella. Estaba acostada en la cama, con la piel cenicienta y sangrando profusamente por el cuello. Sus ojos parecieron clavarse en los míos y suspiró, y luego la visión se volvió negra.

―¡No! ―jadeó Alice.

No perdí el tiempo con las palabras, simplemente aullé de dolor y frustración y salí corriendo por la puerta abierta, rezando por no llegar demasiado tarde.