Disclaimer: Twilight le pertenece a Stephenie Meyer, la historia es de Simaril, la traducción es mía con el debido permiso de la autora.

Disclaimer: Twilight is property of Stephenie Meyer, this story is from Simaril, I'm just translating with the permission of the author.

Capítulo beteado por Yanina Barboza

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Cumpleaños

Septiembre de 2005

Bella

Deseé que el verano durara para siempre.

Aunque tenía recuerdos de Edward en mis veranos desde que podía recordar con claridad, ninguno de ellos fue tan bueno como este. Antes, Edward fue un secreto guardado solo para mí. Ahora, podía ser descubierto y compartirlo con todos, incluidos Charlie y Renée. Poder hablar de Edward con ellos, después de años de silencio sobre el tema, fue increíble.

La presencia de la familia de Edward también se sumó a la maravilla del verano. Nunca tuve muchos amigos mientras crecía. Fue difícil formar vínculos cuando no pude evitar compararlos con mi mejor amigo, Edward. Con la obvia excepción, los Cullen me dieron la bienvenida a sus vidas y me hicieron parte de su familia. Estaba más cerca de Alice que cualquiera de ellos, pero los amaba a todos profundamente.

El verano llegó inevitablemente a su fin, pero la magia no lo hizo. Edward todavía estaba allí, todos lo estaban. Cuando la escuela comenzó de nuevo, Edward me sorprendió reorganizando su horario para que estuviéramos juntos en casi todas las clases. Rara vez estábamos separados ahora. La única vez que me dejó por más de unas pocas horas fue cuando tuvo que cazar.

Mi vida era casi perfecta. Incluso la sombra de mi inminente muerte ya no se posó sobre mí. Edward era mi luz, desterrando las sombras.


Me desperté la mañana de mi cumpleaños con fríos besos en mis mejillas.

—Feliz cumpleaños, amor —susurró Edward en mi oído.

Abrí los ojos y me encontré con sus ojos dorados contemplándome fijamente. Sonreí, contenta con el momento.

—¿Cómo se siente tener dieciocho años? —preguntó.

Estiré los brazos por encima de la cabeza y apunté los dedos de los pies.

—Se parece mucho a los diecisiete años.

Sin embargo, eso no era del todo cierto.

Tener dieciocho se sentía diferente a lo que se sintió a los diecisiete, ya que era otro hito que había pasado y que no estaba segura de haberlo hecho.

Edward sonrió y luego gimió.

—Viene Charlie.

Me reí.

—Será mejor que te metas en el armario entonces.

Sentí un viento frío pasar a mi lado cuando desapareció. Sonriendo, me senté en el borde de la cama y acomodé las almohadas para quitar las muescas gemelas de nuestras cabezas. Acababa de terminar cuando Charlie llamó a la puerta.

—Bells, ¿estás despierta?

—Sí.

La manija giró y entró Charlie. Llevaba dos paquetes en las manos y sonreía ampliamente.

—Feliz cumpleaños. —Él extendió los paquetes y los tomé con una sonrisa.

—Gracias, papá.

—El de arriba es mío —indicó—, y el de tu madre está debajo.

Abrí el paquete y vi que el regalo de Charlie era una cámara plateada delgada.

—Recordé que te gustaba tomar fotografías —murmuró—, y pensé que te vendría bien una mejora.

Me conmovió que lo recordara. Habían pasado un par de años desde el verano de la fotografía.

—Gracias, papá —agradecí con entusiasmo—. Me encanta.

Se enrojeció levemente y murmuró algo acerca de que los dieciocho eran un hito. No pude estar en desacuerdo. Como todos los humanos, no tenía ninguna garantía de que llegaría a estos momentos importantes, pero tenía una mejor idea que la mayoría de cuándo terminaría mi tiempo, y sospechaba que sería más temprano que tarde. El hecho de haber llegado tan lejos era un logro. Ya era una adulta.

Charlie dijo algo sobre el desayuno y salió de la habitación. Esperé un poco, antes de sentir el colchón hundirse a mi lado cuando Edward regresó.

—¿Estás bien, amor? —inquirió—. Parece que estás sumida en tus pensamientos.

—Estoy bien —sonreí brillantemente.

Pareciendo apaciguado, Edward se puso de pie.

—Debería volver a la casa para cambiarme. Te veré en la escuela. Disfruta tu tiempo con Charlie.

Sus labios fríos se presionaron contra los míos por un momento, y luego se fue. Suspiré y me puse de pie, lista para comenzar mi día.

Cuando bajé, vi que Charlie estaba sentado a la mesa con una taza de café en las manos y un plato vacío untado con huevo. Por lo general, se iba más temprano en las mañanas, y supuse que esta comida tranquila era para mi beneficio.

—Sé que no te gustan mis huevos —comentó—, así que te preparé el desayuno.

Con "te preparé el desayuno" quería decir que me puso dos pop-tarts en un plato sin calentarlas. Sin embargo, era la intención lo que contaba, así que me senté con él y comí.

»Estaba pensando —agregó—, podríamos salir a cenar esta noche. No quieres cocinar en tu cumpleaños. A menos que hayas hecho planes con Edward, por supuesto.

—No hay planes que yo sepa —indiqué—. Me encantaría salir contigo.

Él sonrió.

—Está bien, entonces. Te veré allí cuando salgas de la escuela.

—Está bien, papá.

Consultó su reloj y suspiró.

—Debería irme a la estación. Mark me está cubriendo, pero no puedo dejarlo colgado demasiado tiempo.

Al pasar junto a mi silla, apoyó una mano en mi hombro y dijo:

—Feliz cumpleaños, Bells.

Cuando la puerta se cerró con un clic detrás de él, sonó el teléfono. Respondí, pensando que sería el ayudante Mark quien preguntaría por Charlie, pero era Renée. Estaba rebosante de entusiasmo por mi cumpleaños, reflexionando sobre el hecho de que su "bebé ha crecido". Me preguntó si me gustaba mi regalo, y tuve que admitir que aún no lo había abierto, citando el hecho de que no llevaba despierta por mucho tiempo y que era una mañana muy ocupada. En lugar de darme un minuto para ir a buscar el regalo y abrirlo, me dijo lo que tenía dentro, sin poder contenerse. Aparentemente, ella y Charlie se coordinaron y ella me compró un álbum de fotos. Dijo que era para que pudiera hacer una crónica de mi último año, pero tenía una idea mejor. Podría ser el álbum de fotos de mis veranos en Forks.

Prometiendo llamar a Renée de nuevo después de la escuela, me despedí y colgué el teléfono. Agarré mi mochila del gancho y me puse una chaqueta. Cuando salí, vi que era un día perfecto para los vampiros. El cielo era de un gris uniforme con nubes, más que suficiente para bloquear el sol.

El viaje a la escuela no tomó mucho tiempo, y pronto me detuve al lado del Volvo de Edward. Él y Alice me estaban esperando. Edward se veía tan perfecto como siempre, sonriéndome. A pesar de que se fue hacía menos de una hora, todavía estaba eufórica de verlo. Me pregunté si alguna vez llegaría un momento en que su presencia no hiciera que mi estómago revoloteara y mi corazón se acelerara de emoción. Esperaba que no.

Edward me abrió la puerta y salí del coche a sus brazos. Tuve todo un segundo para disfrutar de su abrazo antes de que me apartaran sin ceremonias y otro par de brazos se enroscara a mi alrededor. El cabello de Alice me hizo cosquillas en la nariz cuando mis propios brazos se levantaron para abrazarla.

—Feliz cumpleaños, Bella —saludó con entusiasmo.

—Gracias, Alice.

Ella me soltó y me sostuvo con el brazo extendido.

—¿Cómo se siente tener dieciocho años?

Me reí cuando ella repitió la pregunta de Edward.

—Al parecer, se parecen mucho a los diecisiete —intervino Edward—. Ahora, Alice, ¿podrías soltar a mi amor para que podamos entrar a la escuela?

Alice resopló, pero me soltó. Pasando su brazo por el mío, me condujo hacia la escuela. Vi dos figuras de pie bajo el saliente del techo que nos protegía de la lluvia en un día típico de Forks: Angela y Ben. En la mano Angela tenía un paquete envuelto. Me lo tendió mientras me acercaba, sonriendo tímidamente.

—No deberías haberlo hecho —le dije, aunque estaba ansiosa por ver qué había dentro.

—No es mucho —agregó—. Ben y yo te lo conseguimos juntos.

Sonreí para agradecerle y rompí el paquete. Era una fotografía enmarcada de Edward y yo. Debe haberla tomado en el baile. En la imagen, estábamos abrazados, claramente en medio del baile, mirándonos a los ojos con clara adoración. Verla me hizo un nudo en la garganta.

—Gracias, chicos —susurré con voz ahogada—, me encanta.

—Eh —comentó Ben—, tenías razón, Ange. A ella le gusta. Iba a darte una tarjeta de regalo para la Casa de los Comics de Marv.

Le di un puñetazo en el brazo.

—Eres todo un chico.

Levantó las cejas.

—Eso dices tú.

Edward se rio entre dientes.

—Odio terminar con esto, pero llegaremos tarde si no entramos pronto.

Abracé la foto contra mi pecho y asentí.

—Está bien. Mejor apresurémonos. No quiero celebrar con una detención.

Edward tomó mi mano y entramos. Entre mi familia de vampiros y mis amigos humanos, me sentí amada.


Edward

Bella y yo nos vimos obligados a separarnos después de la escuela. Tenía planes de reunirse con Charlie para cenar, y Alice solicitó mi ayuda para preparar la casa para la fiesta sorpresa de Bella, aunque faltaba ver qué tanta sorpresa sería. Alice le dio a Bella instrucciones para reunirse con nosotros en la casa después de la cena y no fue exactamente sutil con su entusiasmo. Ella no podía evitarlo. Alice no recordaba haber ido a una fiesta de cumpleaños antes, y mucho menos haberla hecho. El último de nosotros en celebrar un cumpleaños fue Emmett en 1935, y sus recuerdos de eso eran vagos, aunque no sabía si era la pérdida natural de los recuerdos al convertirse en vampiro o porque estaba borracho. Los pocos recuerdos que Emmett conservaba de su vida humana parecían involucrar grandes cantidades de cerveza casera.

Alice no estaba sola en su emoción. Aparte de Rosalie, todos estábamos ansiosos por la llegada de Bella. Carlisle incluso se tomó la noche libre del trabajo para poder asistir. Yo mismo estaba emocionado por ello por dos razones. Uno es que cualquier celebración de la vida de Bella era algo maravilloso, pero también porque estaría aquí para disfrutarlo con ella. Estaba decidido a dejarla cuando fuera el momento adecuado, pero no tenía prisa porque llegara ese momento. Quería crear tantos recuerdos de nosotros juntos como pudiera para sostenerme cuando estuviéramos separados. Lo pensé mucho y decidí que diez años desde nuestro momento de despedida serían suficientes para pasar antes de mi regreso. Eso le daría tiempo para crearse una vida que no me incluyera a mí. No era una perspectiva que me gustara, abandonarla, pero era necesaria.

Emmett y yo estábamos colocando luces en los árboles que rodeaban la casa. El sol hizo una aparición tardía, por lo que nuestra piel relucía. Siempre odié esa vista, la prueba de lo que era y las limitaciones que nos imponía, pero mis pensamientos cambiaron un poco últimamente. Bella pensó que era hermoso, y algo que la complacía me hacía feliz a mí también.

—¿Crees que le gustarán sus regalos? —preguntó Emmett.

—Estoy seguro de que le encantarán —afirmé.

Emmett rio.

—Y si no lo hace, será demasiado tarde de todos modos.

Emmett y Jasper conspiraron para comprarle un estéreo para su camioneta. A Bella le gustaba la música, y la recepción que tenía su radio actual era abismal. Emmett planeaba instalarlo cuando ella llegara. Esme y Carlisle le compraron boletos de avión para que Bella y yo fuéramos a visitar a su madre en Florida, lo cual sabía que le encantaría. Alice le compró una selección de CD para que Bella los usara en su camioneta, algunos de sus favoritos y algunos de los de Bella.

Tenía menos confianza en mi propio regalo, ya que no sabía qué me poseyó para comprarlo. Una noche, mientras Bella pasaba tiempo con Angela en alguna forma de vínculo femenino, yo fui de compras a Port Angeles. En mis viajes, me topé con la joyería donde tuvo lugar el robo. No tenía intención de entrar, no quería poner un pie en ese lugar, pero algo en la ventana me llamó la atención y, antes de darme cuenta, estaba adentro. Era un colgante de plata con forma de mariquita con alas de rubí. No sabía por qué me llamó la atención, pero supe tan pronto como lo vi que era para Bella. Claramente podía imaginarla usándolo, la forma en que los rubíes cobrarían vida contra su piel pálida. Al poco tiempo, salía de la tienda con la bolsa en la mano.

—Y hemos terminado —cantó Emmett felizmente, saltando del árbol—. ¿Crees que Alice estará satisfecha?

Salté a su lado y me encogí de hombros.

—Probablemente no, pero mientras Bella esté feliz, ¿a quién le importa?

Emmett resopló.

—¿Te he dicho últimamente lo mucho que me agrada Bella? Es increíble y todo eso, pero lo que es más asombroso es la forma en que te ha cambiado. Eres como una persona diferente ahora, todo alegre y esas cosas.

Le di un puñetazo en el brazo.

—Como si no estuvieras igual por Rosalie.

—Oh, lo estoy. No lo puedo negar. No hay nada que yo no haría por mi Rosie. Nada en absoluto.

Excepto la única cosa que no podía, pensé. Lo que Rosalie quería más que nada, Emmett no podía dárselo. Tampoco podía entregarle eso a Bella, pero podía darle la oportunidad de tenerlo con otra persona.


Estábamos esperando en el salón a que llegara Bella. Alice insistió en que nos vistiéramos para la ocasión, e incluso Rosalie se esforzó. Me preocupó que Bella se sintiera incómoda, porque no le dijeron también que se vistiera, pero Alice me aseguró que tenía algo preparado.

Escuchamos el estruendo de la camioneta saliendo de la carretera y entrando en el camino de tierra que conducía a la casa. Tomé una rosa de los jarrones que Alice ubicó y rápidamente arranqué las espinas, luego salí a esperar en el porche a mi amor.

Su rostro era una imagen cuando vio la casa. Junto con las luces que colgamos en los árboles, había linternas chinas en los escalones y dos grandes jarrones de rosas flanqueando la puerta.

—En serio, Alice —murmuró. Entonces sus ojos se cruzaron con los míos y me sonrió.

Me apresuré hacia ella mientras detenía la camioneta y le abría la puerta.

—¿Demasiado? —pregunté con una ceja arqueada.

Ella sacudió la cabeza.

—No, en realidad es encantador. Es solo un shock al principio.

Salió de la camioneta y entró en mi abrazo que la esperaba. Respiré hondo su aroma, sintiendo que me quemaba la garganta. Debería haber cazado, pero detestaba tomarme un tiempo lejos de ella. Cazaría mientras ella dormía esta noche.

—Vamos, Edward —siseó Alice—, deja de acapararla. ¡Se supone que es una fiesta!

Me reí.

—Alice se está impacientando. Deberíamos entrar.

Ella asintió y dio un paso atrás. Le entregué la rosa sin espinas y ella la olió con delicadeza mientras subíamos los escalones de la casa.

Cuando entramos, todos corearon:

—Feliz cumpleaños, Bella.

Bella sonrió y miró alrededor de la habitación suntuosamente decorada.

—Vaya, Alice, debes haber estado locamente ocupada preparando esto.

Emmett resopló.

—No, nos tenía a todos haciéndolo por ella.

—Me vi a mí misma en un papel más de capataz —explicó Alice.

Bella rio.

—Bueno, se ve increíble, también ustedes. —Miró sus vaqueros y su blusa—. Si lo hubiera sabido, me habría arreglado.

—No importa —mencionó Alice, agarrándola del brazo y jalándola hacia la escalera—, tengo algo para ti.

—Por supuesto que sí. —Bella se dejó arrastrar por las escaleras por Alice.

Emmett juntó las manos.

—Impresionante. Es hora de que haga un poco de desmontaje e instalación.

Le arrojé la llave de la camioneta de Bella que saqué de su bolsillo y le dije:

—No rompas nada. Bella ama esa camioneta.

Emmett puso los ojos en blanco.

—Lo que demuestra el terrible gusto que tiene.

Escuché la charla de Bella y Alice mientras Bella se vestía. Por las exclamaciones y los suspiros felices, supe que Bella estaba complacida con lo que sea que Alice eligió para ella, y esperaba ansiosamente la oportunidad de verlo por mí mismo.

Después de unos minutos más de espera, en los que supuse que Alice estaba arreglando el cabello de Bella, escuché sus pasos en el rellano y luego vi a Bella. Alice se superó de nuevo. El vestido verde oscuro le ceñía la cintura y luego se ensanchaba hasta las rodillas. El color contra su cabello era sorprendente. Sentí una oleada de amor por ella e incredulidad de que este hermoso ser pudiera haberme elegido.

—Te ves hermosa —declaré cuando bajó tambaleándose las escaleras a mi lado.

Ella me sonrió.

Emmett atravesó la puerta entonces, sonriendo ampliamente.

—Oooh —dijo felizmente—, Bella ha vuelto. ¿Podemos entregar los regalos ahora?

La única persona que no parecía ansiosa era Rosalie, y no esperaba menos de ella. El resto de la familia se acercó, algunos agarrando sus propios regalos. El mío, el collar, estaba en mi bolsillo, ya que quería ser la última persona en dar mi regalo.

Emmett le entregó a Bella una caja envuelta y ella la sopesó con cuidado en sus manos y luego le dio una pequeña sacudida, quizás preguntándose por la lógica de una caja vacía para un regalo. Sin darle la oportunidad de desenvolver y descubrir su regalo por sí misma, Emmett habló.

—Es un estéreo para tu camioneta. Ya lo instalé.

—Gracias, Em —murmuró Bella.

Jasper se aclaró la garganta y Emmett puso los ojos en blanco.

—Está bien, no es solo de mi parte. Jasper también participó.

Bella se volvió hacia Jasper y también sonrió.

—Gracias, Jasper.

—De nada.

—Ahora el mío —intervino Alice, levantando su caja de CDs perfectamente envuelta de la mesa y entregándoselos a Bella. Bella de hecho vaciló un poco bajo el peso. Alice se excedió un poco con la cantidad que compró.

Le quité la caja de los brazos y la dejé sobre la mesa de café para que no intentara abrirla mientras la sostenía, tal vez dejándola caer sobre su pie. Bella vaciló sobre los envoltorios por un momento, estaban tan ordenados que era casi ingenioso, y luego se encogió de hombros y comenzó a rasgar el papel en serio. Hubo exclamaciones de sorpresa y alegría cuando examinó el papel y abrió la caja. Alice se acercó a su codo, hablando sobre cada CD mientras Bella lo sacaba de la pila.

Cuando terminaron, lo que pareció mucho tiempo después, Bella se giró, con las mejillas y los ojos brillantes, y abrazó a Alice.

—Gracias, me encanta.

Esme dio un paso adelante, con el sobre blanco en la mano.

—Esto es de Carlisle y yo —indicó.

Bella lo tomó y sonrió mientras deslizaba su dedo por debajo de la cinta.

Ocurrió rápido, demasiado rápido. Una esquina del papel le cortó la piel, derramando una gota de sangre carmesí sobre la alfombra.

¡Sangre!

El pensamiento me llegó desde todos los ángulos, mientras los miembros de mi familia reaccionaban al olor. Carlisle fue la única voz mental ausente. Lo escuché todo como a través de una neblina mientras mi propia mente también se inundaba con el olor. Hice lo único que se me ocurrió hacer, empujé a Bella mientras luchaba por aceptar la situación. Entonces me di cuenta, el olor se volvió más potente, más denso en el aire, y escuché un gruñido salvaje. Jasper estaba en movimiento, luchando en los brazos de Emmett. Sus ojos estaban negros de sed y desprovistos de humanidad. Estaba completamente entregado a la necesidad.

—¡Sácalo de aquí! —ordenó Carlisle mientras avanzaba. Gruñí mientras me agachaba frente a Bella, mis brazos abiertos como una advertencia a los demás.

Rosalie se unió al tumulto, arrastrando a Jasper fuera de la casa al aire fresco de la noche. Aún podía escuchar sus gruñidos.

—Edward —pidió Carlisle con calma—, déjame pasar. Bella necesita ayuda.

Me tomó un momento y una voz suave, la de Bella, susurrar mi nombre para hacerme romper mi postura frente a ella y dejar pasar a Carlisle.

—Está bien, Bella —la calmó en voz baja—, estás bien.

Me giré lentamente, de mala gana, para ver el daño que le causé. Estaba sentada entre un lío de cristales rotos y su brazo estaba cortado desde la muñeca hasta el codo. No era profundo, los nervios y las arterias no estaban dañados, pero sangraba profusamente.

Incluso mientras observaba, los ojos de Bella se llenaron de lágrimas y susurró:

—Lo siento, Edward.

Me giré y salí corriendo de la habitación.


Hace unas semanas les dije en el grupo que este fic es un universo alterno a Crepúsculo y Luna Nueva, así que no será sorpresa para nadie este capítulo y los siguientes. Todavía hay más similitudes con Luna Nueva en algunos capítulos, pero no desesperen, que esta historia tiene final feliz.