Disclaimer: Twilight le pertenece a Stephenie Meyer, la historia es de Simaril, la traducción es mía con el debido permiso de la autora.

Disclaimer: Twilight is property of Stephenie Meyer, this story is from Simaril, I'm just translating with the permission of the author.

Capítulo beteado por Yanina Barboza

Grupo en Facebook: Tradúceme un Fic


Jacob

Enero de 2006

Bella

Jacob dijo que me salvaría, y lo hizo.

Las cosas eran más fáciles cuando estaba con él. No volvió a entumecerme, pero hizo que el mundo fuera soportable cuando estaba con él. Todavía extrañaba a Edward, pero no me consumió de la forma en que lo hizo antes.

Las cosas todavía eran difíciles en la escuela. Angela y Ben me trataban con indecisión, como si temieran que me rompería si decían una palabra demasiado fuerte. En los meses que estuve insensible, se acercaron más a Austin y Katie, tenía sentido, eran la otra pareja estable ahora que Edward y yo ya no lo éramos, y sus noches libres a menudo las pasaban con ellos. No tenía a nadie a quien culpar de mi soledad en la escuela más que a mí misma.

Jacob mejoró las cosas. Sabía que él quería de mí algo más que amistad, pero entendió que estaba rota. Quizás podría haber fingido por su bien, dejarlo llenar ese lugar vacío en mi vida, pero eso no habría sido justo. De una forma u otra, iba a dejarlo, ya sea por mi muerte o porque sería un vampiro. No quería dejar otro agujero en la vida; ya era bastante malo que tuviera que dejar a Charlie y Renée atrás.

Cuando salía de la escuela, Jacob siempre estaba esperando, ya sea en su pequeña casa roja en La Push o en la de Charlie. Hacíamos la tarea juntos y luego preparábamos una comida para Charlie y Billy. Para su crédito, Billy no se regocijó por la ausencia de los Cullen. La primera vez que lo vi, estaba preparada para que demostrara su alegría, pero me sorprendió. Simplemente me dijo que era bueno volver a verme. Me encontré volviendo a encariñarme con el hombre, como lo hice cuando era niña.

Los fines de semana los pasábamos en la reserva en el pequeño garaje de Jacob. Él trabajaba en su coche y yo le hacía compañía. A través de él, conocí a Quil y Embry, sus dos mejores amigos. Era fácil estar cerca de ellos, cada uno compartía la capacidad de Jacob para hacerme sentir cómoda. Lo mejor de ellos era que no traían ningún recuerdo de Edward. Ni siquiera sabían quién era él, por lo que ni intentaban hablar de él.

A finales de enero, Jacob llegó a mi casa lleno de emoción. Billy organizó una fiesta, una fogata en First Beach esa noche y me invitaron. Tuve que cuestionar la lógica de una fiesta en la playa en enero, pero el entusiasmo de Jacob era contagioso.

—Vamos, Bella —me engatusó—, será divertido.

—Estoy segura de que la hipotermia también será divertida.

Puso los ojos en blanco.

—¿Te perdiste toda la parte de la descripción de la fogata? Hará mucho calor. Además, nunca has visto la playa por la noche. Es otra cosa. Las estrellas son increíbles. Tienes que venir. Todos van a estar allí. —Su expresión se volvió un poco abatida—. Incluso Sam y su pandilla.

Jacob me contó sobre Sam Uley y sus amigos en una conversación larga y algo desesperada. El hecho de que parecían pensar que eran policías no oficiales de la reserva le molestaba, pero el hecho de que Sam pareciera estar esperando especialmente a que Jacob se uniera a ellos lo hacía sentir tan miserable como nunca lo había visto. Sentía una aversión inherente por Sam Uley por la forma en que afectaba a Jacob, aunque no lo conocía. Pensé que mi presencia en la fogata al menos serviría para mostrarle a Sam que Jacob no lo necesitaba a él ni a su pandilla porque me tenía a mí.

—Hablaré con Charlie —concedí—, si le parece bien, iré.

Jacob dio un puñetazo al aire.

—¡Impresionante!

Tuve que sonreír. Por eso era mi mejor amigo. Era tan brillante, tan lleno de vida, que me hacía sentir como si yo también pudiera estarlo.

Si pensaba que Charlie iba a tener un problema con que yo pasara la noche en una playa en La Push, estaba completamente equivocada. Estaba emocionado.

—Trabajaré en el último turno de todos modos —indicó—. Mark se ha tomado un día libre, así que será bueno saber que no estás sola en la casa. Solo ten cuidado con los osos.

Recientemente se difundieron muchas historias sobre un oso rebelde en el bosque. Escuché a mi antigua mesa del almuerzo discutirlo, y a Charlie y Billy. También hubo desapariciones y un par de ataques de excursionistas que pusieron nerviosos a Charlie y su equipo. Jacob y yo prometimos no andar vagando por el bosque. De todos modos, no tenía ganas de ir allí. El único lugar que probablemente hubiera visitado era nuestro prado, y no tenía ningún deseo de ir allí sola. No pude mostrarle a Jacob el lugar. Tan hermoso como era, nos pertenecía a Edward y a mí.

—Si un oso aparece en la playa, prometo dejar que se coma a Jacob primero —bromeé.

Charlie se rio un poco más fuerte de lo que realmente merecía mi broma. Sabía el razonamiento detrás de esto; estaba feliz de escucharme bromear. Recientemente fui muy egoísta, encerrándome en mí misma. Podría haber muerto y el último recuerdo de Charlie de mí habría sido como un zombi. Tenía mucho que compensar.


Jacob me recibió en la puerta de su casa cuando llegué la noche de la fogata. Se rio cuando me vio salir de la camioneta.

—Dios, Bells, ¿también trajiste una tienda de campaña?

Me abrigué tanto como pude con mi guardarropa no exactamente sobrecargado. Tenía capas de camisas y suéteres y mi único buen abrigo. Fogata o no, no me arriesgaría a congelarme.

Le di un puñetazo en el brazo y me quejé cuando encontré un músculo resistente.

—No te reirás cuando estés cuidando tu hipotermia y yo esté calentita.

—No —contradijo—, ya no siento mucho el frío.

—Es bueno saberlo —espeté—. Puedes darme tu camisa si tengo frío.

—Bella, si quieres que me desnude, solo tienes que pedirlo. —Tiró del dobladillo de su camisa y pude vislumbrar un estómago musculoso. Realmente no lo noté antes, pero Jacob se estaba llenando en serio últimamente. Su cuerpo largo y desgarbado se convirtió en músculos duros. Incluso ganó un par de centímetros de altura. Me veía más pequeña cuando estábamos uno al lado del otro.

—Cúbrete —sugerí riendo.

Él se rio entre dientes y se bajó la camisa.

—Está bien, pero no temas preguntar la próxima vez. —Agarró una bolsa de lona del umbral de la puerta y se la colgó al hombro—. Suministros.

—Yo también habría traído algo, si lo hubiera sabido.

—No es necesario —excusó—. Vamos a hacer esta fiesta. Tú eres la invitada. Esta noche, aprenderás a festejar como un Quileute.

Me tomó de la mano y me arrastró por el camino hacia la playa. No estaba lejos, y pronto escuchamos los sonidos de una fiesta que estaba sucediendo frente a nosotros. Jacob alargó el paso, ansioso por llegar allí, y yo corrí a su lado.

Cuando Jacob dijo que iba a ser una fiesta de fogata, me imaginé una fogata con quizás una docena de personas allí. Me equivoqué. Era una fogata, alrededor de la cual estaban sentados Billy, Harry Clearwater y un hombre que no conocía. Se veían profundamente enfrascados en una conversación. El fuego principal, alrededor del cual se arremolinaba el resto del grupo, era enorme. Alguien instaló una radio-casetera y se escuchaba música. Tenían neveras portátiles de cerveza y refrescos y una larga mesa de caballete llena de perritos calientes, panecillos y patatas fritas. Esta era una verdadera fiesta.

Aparte de mi desastrosa fiesta de cumpleaños, nunca estuve en una. No hice muchos amigos cuando era más joven. Estaba demasiado ocupada con mis recuerdos y esperando que comenzara el próximo verano. Los dos años que pasé sin Edward fueron los más propensos a formar otras relaciones, pero realmente no encajaba; nunca lo hice hasta que llegué a Forks. La explicación más amable es que era tímida, pero no era estrictamente cierto. Estaba demasiado ocupada contando los días hasta que pudiera estar con Edward de nuevo. Ahora que veía hacia atrás, me di cuenta que no era exactamente una forma saludable de pasar mi tiempo. Pasé dos años esperando un tiempo que solo duraría seis meses en total. Sin embargo, no cambiaría nada si me dieran la oportunidad de volver el tiempo. Esos seis meses valieron mucho más que el resto de mi tiempo.

Jacob tiró la bolsa de lona con la comida sobre la mesa y luego me jaló para ponerme cerca del fuego. En poco tiempo, se nos unieron Quil y Embry. Me saludaron con entusiasmo, Embry me tomó en sus brazos y me hizo girar. Debe haber estado demasiado cerca del fuego, ya que su piel estaba caliente y seca contra la mía.

—Oye, Bella —llamó Quil con voz cantarina—, ¿vienes a ver cómo se divierte la gente de verdad?

—Sí —asentí—, pero supongo que Embry y tú servirán.

Odiaba admitirlo, pero Jacob tenía razón acerca de que no necesitaba tantas capas. El calor del fuego se extendió en oleadas y pronto estaba sudando. Abrí la cremallera de mi abrigo y lo guardé debajo de la mesa de comida. Jacob sonrió con complicidad, pero no hizo ningún comentario.

Me presentaron a un grupo de personas, pero ninguno de ellos era el Sam del que tanto oí hablar. Finalmente, abrumada por la curiosidad, aparté a Jacob a un lado y le pregunté quién era. Jacob frunció el ceño.

—Junto al fuego con Billy.

Miré hacia el fuego y mis ojos se encontraron con los de un hombre de ojos oscuros y cabello corto. Jacob me dijo que solo tenía veinte años, pero me parecía mucho mayor. Él no sonrió, pero yo tampoco. Nos miramos con cautela por un momento, y luego Billy le dijo algo y él desvió la mirada a otro lado. Seguí estudiándolo. Estaba sin camisa y podía ver los músculos gruesos en sus brazos y en su pecho. Se veía casi tan bien formado como Emmett. Sam me observó de nuevo, y yo le devolví la mirada desafiante, queriendo que supiera que estaba aquí con Jacob. Quería que supiera que yo era la protectora de Jacob tanto como él el mío.

Sam se puso de pie y dijo algo en un idioma que no entendí, pero supuse que era Quileute, y otros dos chicos corrieron hacia él. Ellos también estaban sin camisa y gruesos músculos ceñían sus brazos y pecho. Aunque eran altos y parecían hombres, supe por Jacob que solo tenían un año más que él. Sus rostros todavía tenían una suavidad, como si hubieran crecido demasiado rápido para que todo su cuerpo los alcanzara.

Sam susurró algo y voltearon a verme. Había algo en la forma en que me observaban, las cabezas ligeramente inclinadas al unísono y expresiones curiosas en sus ojos, que me hizo apartar la mirada. Algo se arrastró en mi mente, un recuerdo de Edward, y me aferré a eso. Por lo general, trataba de no perderme pensando en él, pero esto se sentía importante.

Son hombres, Bella. Aunque pueden ser jóvenes en años, parecen mucho mayores.

Mis ojos se agrandaron. Esa fue una conversación de hacía mucho tiempo, cuando Edward me estaba contando sobre los lobos que una vez protegieron la reserva, los mismos lobos que hicieron el tratado con los Cullen. Mi corazón latía con fuerza en mi pecho.

Sentí que sus ojos se apartaban de mí y levanté la mirada para verlos trotar entre los árboles.

—Oye, Bella, ¿estás escuchando siquiera? —preguntó Jacob, sonando un poco irritado. Me di cuenta de que estuve perdida en el intercambio silencioso con Sam durante demasiado tiempo.

—Lo siento, Jake —murmuré en tono de disculpa—, estaba perdida en mis pensamientos. ¿Qué estabas diciendo?

—Te pregunté si tenías hambre. Quil y yo vamos a empezar a cocinar.

—Sí, eso sería genial —dije—. Solo voy a ir a decirle hola a Billy y a Harry.

Caminé pesadamente por la arena hacia ellos, sintiendo que mi expresión se volvía más grave con cada paso que daba. Podría estar equivocada, no podría haber nada más en la apariencia de Sam y sus amigos que los esteroides, pero tenía que saberlo.

—Bella —saludó Billy sombríamente—. ¿Querías hablar con nosotros?

Asentí con la cabeza y Harry se puso de pie e hizo un gesto hacia la silla que acababa de dejar libre.

—Toma asiento.

Me habría quedado de pie, pero ahora mis piernas temblaban de miedo real, y no quería caerme. Conociendo mi suerte, terminaría en el fuego. Me senté y Harry tomó el asiento vacío a mi lado. Me sentí acorralada por los dos hombres, y un poco incómoda, aunque sabía que nunca me harían daño.

Los ojos de Harry se posaron en mí.

—¿Hay algo que quieras preguntar?

Tragué saliva y pregunté:

—¿Han vuelto los lobos?

Billy inclinó la cabeza.

—Sí.

Respiré hondo y mi corazón pareció golpear mis costillas cuando me vino otro recuerdo de Edward.

Son peligrosos, Bella. No pueden controlar sus instintos. Hacen daño a la gente.

Fue muy intenso ese día, tratando de impartir una advertencia. Quería decir más cosas, pero no pudo. Las reglas lo habían amordazado.

—¿Qué hacen aquí? —pregunté en voz baja—. ¿Por qué los dejas acercarse a tu hijo?

Billy rio suavemente.

—¿Cómo puedes tú de todas las personas que se expusieron al peligro de ese... aquelarre preguntarme eso? Son nuestra gente, Bella.

—Le hacen daño a la gente —acusé.

Harry inclinó la cabeza y me pregunté en qué recuerdo estaba sumergido.

—A veces —masculló de mala gana—, pero nunca intencionalmente. Son buenos.

Me temblaban las manos y me las metí en los bolsillos.

—¿Así que está bien para ti si Jake sale lastimado, siempre y cuando no sea intencional?

—Jacob no está en peligro —articuló Billy serenamente—. ¿Puedes decir lo mismo de ti cuando estabas en presencia de esos chupasangres?

Me hubiera gustado negarlo, pero el recuerdo de la sangre corriendo por mi brazo y los salvajes ojos negros de Jasper clavados en mí me robó las palabras. Ni siquiera podía decir que de Edward no corría ningún peligro después de su reacción inicial hacia mí.

—Me salvaron —aseveré—, más de una vez.

—Y nuestros lobos nos han salvado —sostuvo Billy—. Más de una vez.

—Piensa, Bella —pidió Harry—. Si fueran un peligro para nosotros, ¿los dejaría estar aquí con mis hijos? ¿Billy los permitiría cerca de Jacob? ¿Alguno de nosotros te permitiría a ti, la hija de nuestro mejor amigo, estar cerca de ellos?

—Edward me lo dijo… —confesé—. Dijo que eran peligrosos.

—Para él, lo son —intervino Billy, y tenía una pizca de satisfacción en su voz.

—¿Es posible que tu novio exagerara los peligros del único ser capaz de lastimarlo? —cuestionó Harry.

No pude negarlo. Edward me dijo una vez que los lobos eran lo único aparte de otro de su especie que representaba una amenaza para los vampiros. Naturalmente, tendría aversión a las bestias, y mi protección siempre fue su prioridad. Después de todo, por eso se fue. Reconocí su punto.

—Está bien, tal vez tengas razón —acordé, sonando razonablemente tranquila a pesar del terror dentro de mí.

—Te lo prometo, Bella —habló Billy—, estás perfectamente a salvo.

Sonaba sincero, pero tenía que preguntarme. Estaba destinada a morir. ¿Era a manos del nuevo peligro sobrenatural en mi vida?

Los hombres lobo.