Disclaimer: Twilight le pertenece a Stephenie Meyer, la historia es de Simaril, la traducción es mía con el debido permiso de la autora.
Disclaimer: Twilight is property of Stephenie Meyer, this story is from Simaril, I'm just translating with the permission of the author.
Capítulo beteado por Yanina Barboza
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Pérdida
Jasper
La vida sin Edward y Bella era diferente.
Edward no vino a Ítaca con nosotros. Alice y yo nos retrasamos en llegar allí, porque Alice regresó para ver a Bella, y cuando llegamos a la nueva casa, nos encontramos con una solemne Esme. Edward los llamó en el camino y dijo que no se uniría a nosotros. Al parecer, decidió localizar a Victoria. Emmett se ofreció a ir con él, pero Edward dijo que era algo que tenía que hacer solo. Comprendí su necesidad de estar solo. Las pocas horas que pasé con Edward antes de irnos de Forks fueron de las más desagradables que podía recordar. Estaba en un mundo de dolor. Era un hombre orgulloso; no querría que viéramos su sufrimiento. Nadie sabía mejor que yo a cuánto renunció cuando dejó a Bella. Sentí el cambio en él cuando se enamoró de ella y ahora sentía la pérdida. Fue feliz antes, pero cuando llegó Bella, finalmente se sintió satisfecho. Ella le dio una nueva vida. En cierto modo, ella nos cambió a todos.
Alice y yo hemos vivido con la familia durante más de cincuenta años y nunca sentimos que nos faltara nada. A veces luchaba con la dieta, pero también estaba más feliz que cuando me alimentaba de humanos. No faltaba nada en nuestras vidas hasta que Bella llegó a nuestro mundo. La pieza que faltaba que ninguno de nosotros notó se llenó con su luz. Ella fue un soplo de aire fresco.
Para mí, ella me dio una forma de valorar la humanidad que no tuve antes. Mis recuerdos de mi vida humana eran vagos, y mis primeros años como vampiro me dejaron sin respeto por la vida humana. Eran ganado, simple y llanamente. Cuando Alice se acercó a mí y me habló de otra vida, una vida sin matar gente, lo hice por razones que me beneficiaban. Me sentí mejor cuando no sentí el miedo y el pánico de mis comidas. Alice trató de ayudarme, haciéndome pensar en ellos como individuos en lugar de comida, pero ¿qué me importaba realmente si una chica que olía bien amaba a su novio? Esa era mi forma de pensar hasta que llegó Bella. Por primera vez vi a un humano como un individuo que importaba. Ella era brillante, feliz y estaba enamorada. Se preocupaba por nosotros, incluso por Rosalie. Cuando estaba con Edward, me sentía atraído por ambos simplemente por la satisfacción que sentían. Luego llegué a conocerla y también me preocupé por ella. Era mi hermana; esta humana, con su corazón palpitante y su cuerpo frágil, era familia, a pesar de que olía a comida.
Como Alice y Emmett, esperé el día en que Edward superaría sus escrúpulos y la convertiría en uno de nosotros de verdad. El único problema en el plan era el deseo de Bella de tener hijos. Era poco lo que no pudiéramos darle como vampiros: eones de tiempo para estudiar y viajar, el amor interminable de su pareja y su familia, la pérdida de la mortalidad. Ella nunca envejecería ni moriría, pero tampoco tendría hijos. Era el cambio que demandaba el destino. Pero Alice vio a Bella como un vampiro y yo tenía absoluta fe en las visiones de Alice. Un día, Bella sería una de nosotros, la única pregunta era cuándo. ¿Cuánto tendrían que sufrir ella y Edward antes de que llegara ese día?
Emmett y yo fuimos a Pensilvania para un viaje de caza durante la noche, y estábamos entrando en el camino de tierra que conducía a la casa cuando lo sentí. Fue como recibir un golpe en el estómago con un mazo. Pena, pura pena sin adulterar. Hizo que se me escapara el aliento en un suspiro. Sabía exactamente quién lo estaba sintiendo, ya que conocía su firma emocional mejor que nadie.
Abrí la puerta del auto y corrí hacia la casa. Escuché a Emmett frenar y seguirme.
—¿Qué pasa, Jazz? —preguntó.
No respondí. Estaba demasiado ocupado con lo que sentía. Alice estaba sufriendo y yo necesitaba estar con ella. Abrí la puerta principal y corrí al salón.
Alice estaba en el sofá, sentada con las rodillas dobladas contra el pecho. Tenía los ojos cerrados y las manos presionadas sobre su boca. Esme estaba sentada a su lado, con una mano apoyada en su espalda, y Carlisle se agachó frente a ella. Rosalie estaba detrás de Carlisle con una expresión innombrable en sus perfectos rasgos.
—Alice, ¿qué puedes ver? —preguntó Carlisle gentilmente.
Sabía el qué, simplemente no sabía quién. ¿A quién perdimos?
—¡Alice! —llamé mientras me dejaba caer en el sofá a su lado y la acercaba a mí—. ¿Quién es?
Abrió los ojos y me miró. Tenía tanto dolor en ellos que me robó el aliento. Nunca antes la vi así.
—Bella —susurró.
Cerré los ojos, absorbiendo el impacto. Bella se había ido.
Podía escuchar mis respiraciones y el dolor que sentía por Alice se incrementó a medida que los demás reaccionaban a lo que escucharon. Escuché un suave sollozo, y me volví para ver a Esme enterrar su rostro entre sus manos.
—¿Qué le pasa a Bella? —presionó Emmett. Estaba seguro de que en su corazón sabía lo sucedido, pero detestaba aceptarlo. No quería escucharlo.
Alice negó con la cabeza, incapaz de formar las palabras. Estuvimos en silencio durante un largo rato, mientras cada uno de nosotros trataba de entender lo que sucedió, y luego Alice habló en un susurro.
—Fue Victoria. La encontró. Todo se volvió negro.
Todos sabíamos lo que eso significaba. No tenía más futuro que ver porque Bella estaba muerta. No habría hijos para ella, ni universidad ni vida con Edward. Ella se había ido.
—Tenemos que irnos —sugirió Esme—. Tenemos que ayudarla.
—Es demasiado tarde —intervino Alice—. Lo vi momentos antes de que sucediera. Ya está sucediendo.
Emmett gimió y Rosalie puso una mano en su pecho para consolarlo.
Estaba sucediendo ahora. Mientras estábamos sentados aquí, al otro lado del país y sin poder hacer nada para ayudar, Bella se estaba muriendo. Nunca antes me sentí más inútil en mi vida. Yo no era el único. Podía sentir el dolor y la frustración de mi familia. Sabía, por sus expresiones desesperadas, que todos pensaban lo mismo que yo.
Los únicos sonidos que rompieron el silencio de la habitación fueron los suaves sollozos de Esme y el tic-tac del reloj en la pared.
Carlisle se paró y se alejó, moviéndose para pararse junto a la ventana que daba al prado detrás de la casa. Levantó una mano y la apretó contra el cristal con la cabeza gacha.
—Tenemos que decirle a Edward —propuso Rosalie, rompiendo el silencio.
Carlisle se giró y vi el horror en sus ojos. Yo sentí lo mismo. Hasta entonces, solo estuve pensando en lo que le pasó a Bella y cómo eso me hizo sentir a mí. Ahora, me vi obligado a imaginar lo que esto significaba para mi hermano. ¿Cómo se las arreglaría sabiendo que su razón de ser había muerto?
Rosalie sacó su teléfono de su bolsillo y comenzó a marcar. De repente, Alice se puso rígida y gritó como si le doliera.
—¡Rosalie! ¡No! —gritó.
Todos la miramos atónitos.
Rosalie dejó caer el teléfono a su lado y preguntó:
—¿Por qué no? Necesita saberlo.
—No así —pidió Alice—. Espera. —Cerró los ojos y sentí la tensión en ella mientras buscaba un futuro desconocido—. Sí, está mejor. Podemos ayudar.
—Alice, ¿qué estás viendo? —inquirí gentilmente.
—Edward. Si él sabe, si le decimos y no estamos allí, irá con ellos... a Italia.
Esme gimió.
—Aro —formuló Carlisle.
Alice asintió.
—Puedo verlo. Irá con ellos y pedirá la muerte. No podemos dejar que se entere así. Tenemos que estar con él.
—¿Cómo puedes ver eso? —cuestionó Rosalie—. ¿Cómo puede tomar una decisión cuando ni siquiera lo sabe?
—Él decidió hace mucho tiempo lo que haría cuando ella muriera —informó Alice—. Nunca tuvo la intención de vivir sin ella.
—Pero él la dejó —observó Rosalie.
—Se fue por ella —explicó Carlisle—, lo sabes. Se fue porque era lo mejor para ella. Todos lo hicimos. No significa que dejó de amarla. Hizo el sacrificio para que ella pudiera tener la vida que quería, la vida que él quería para ella, ha sido su plan desde el principio.
—¿Qué hacemos? —Esme gimió—. No podemos ocultárselo para siempre. Eventualmente descubrirá la verdad.
—Tenemos que estar ahí —advirtió Alice—. Es la única manera de detenerlo. Si estamos allí... —Negó con la cabeza con tristeza—. No dejará a Esme y Carlisle así. No huirá de ellos.
Carlisle se pasó las manos por la cara en un gesto de frustración muy humano.
—¿Sabes dónde está, Alice?
—Río.
—¿Está en la isla? —preguntó Emmett.
—No, en la ciudad. Puedo ver la estatua desde la ventana. No está... —Alice tragó—... sobrellevándolo bien.
Había algo más en sus palabras y emociones; estaba asustada. Deseé el don de Edward en ese momento. Sentí lo que ella sentía pero no sabía lo que estaba viendo.
Carlisle se movió lentamente hacia la mesa donde estaba colocada la computadora portátil de Alice y la abrió. Por un momento todo quedó en silencio excepto el sonido de él tocando las teclas y luego habló.
—Hay un vuelo con escala en Filadelfia que nos llevará allí por la noche.
Alice asintió.
—Estará lo suficientemente oscuro para que podamos movernos al aire libre. Sí, ese es el mejor.
Carlisle trabajó con la computadora durante unos minutos más y luego la cerró.
—Tenemos la reservación. Tenemos una hora hasta que necesitemos estar en el aeropuerto. Preparen lo que necesitan para una posible estadía prolongada. Puede que nos lleve tiempo encontrarlo.
—No —musitó Alice en voz baja—, lo encontraremos rápido. No se está moviendo.
Con esa ominosa declaración, se puso de pie y tiró de mi mano, llevándome escaleras arriba a nuestra habitación.
En lugar de ir al armario y sacar nuestro bolso, se sentó en el borde de la cama. Me senté a su lado y envolví un brazo alrededor de sus hombros, acercándola.
—Lo siento, Alice —murmuré gentilmente.
—Le dije que estaría bien. Le dije que sería una de nosotros, y ahora se ha ido —susurró—. Era mi mejor amiga, y ahora se ha ido.
—Lo sé. Lo siento mucho.
—Nunca deberíamos habernos ido.
—No —acordé—. Nunca deberíamos habernos ido.
Alice me estaba asustando. Al principio traté de calmarla con mi don, pero ella rechazó mi ayuda con palabras tranquilas pero firmes.
—Necesito sentir esto, Jazz. No puedo apartarlo, apartarla. Necesito sentirla. —Lo entendí, aunque no me gustó.
Pero luego pasó del dolor aplastante y la desesperación a un entumecimiento que ni siquiera yo podía penetrar. Debería haber sido un alivio, sentirme aliviado de al menos uno de los estados de ánimo dolorosos que me estaban infectando, pero lo odiaba.
El vuelo fue una prueba de resistencia. Aunque Emmett y yo acabábamos de cazar y mi sed estaba bajo control, todavía sentía la vorágine emocional que era un avión lleno de humanos. Mucho entusiasmo por parte de los que esperaban su llegada a Río y miedo por aquellos que estaban nerviosos por volar.
Hubiera sido un alivio bajar del avión en el Aeropuerto Internacional de Galeão si no fuera por lo que sabía que nos esperaba al final del viaje: Edward.
A menos que algo hubiera cambiado mucho desde la última vez que lo vi, lo cual dudaba, me dirigía a un nivel de depresión que nunca antes sentí. Ese era el Edward que dejó Forks. Y luego, como si ya no tuviera suficiente dolor, teníamos que agregarle noticias de lo sucedido. Si hubiera una forma de evitar decírselo, la habría aceptado, pero estaba seguro de que eventualmente lo descubriría, y si Alice tenía razón, sería su fin. Era mejor que estuviéramos allí para decírselo y apoyarlo que dejarlo ir solo.
Antes de irnos, Rosalie pirateó el GPS del teléfono de Edward para darnos una mejor idea de dónde estaba, ya que Alice no pudo identificar nada sólido en su visión de él. Alquilamos una camioneta en el aeropuerto que nos llevaría a todos durante el viaje por la ciudad y de regreso con Edward.
No sabía a dónde nos dirigiríamos después. ¿A dónde querría ir Edward? ¿Le importaría siquiera? No podía imaginar preocuparme por nada en absoluto, y mucho menos por mi ubicación, si estaba en la posición de Edward. Yo también querría acabar con todo.
Finalmente llegamos. No sé qué esperaba del alojamiento de Edward, pero no era esto. Estaba en lo profundo de la zona más pobre de la ciudad y todo el edificio parecía abandonado. Solo quedaba un leve rastro de su olor en el aire, así que supuse que no se aventuró a salir por un tiempo.
Las escaleras que tuvimos que subir apenas parecían aguantar nuestro peso, pero debieron ser más fuertes de lo que parecían, porque lo hicieron. Caminamos hasta lo más alto del edificio, siguiendo la creciente fuerza de su olor hasta llegar al nivel más alto, donde el cielo raso se unía con el techo.
Lo discutimos antes de llegar y acordamos hacer todo lo posible para ocultarle nuestras mentes para que no escuchara las noticias en un pensamiento perdido, pero incluso entonces, debería haber escuchado nuestro acercamiento, tan familiar como era con cada una de nuestras voces mentales, pero no dio ninguna señal de que pudiera oírnos. No hubo movimiento en el interior. Sin embargo, hubo dolor. Más de lo que sentí la última vez que lo vi. Parecía imposible que pudiera sentir más, y realmente temía lo que le pasaría cuando supiera la verdad.
Sentí la mano de Alice deslizarse en la mía cuando nos detuvimos frente a la puerta. Carlisle llamó. Después de un momento, cuando no escuchamos ningún sonido dentro, giró la manija y lo seguí adentro.
El lugar era miserable. Lo único positivo que pude encontrar en el lugar fue el balcón que daba una vista espectacular de la estatua del Cristo Redentor. El resto del lugar estaba sucio y polvoriento. Lo asimilé todo en la fracción de segundo que atravesé la puerta, y luego mis ojos se posaron en Edward y todo lo demás se perdió en el camino.
Se veía horrible. Estaba acostado de lado sobre un colchón sucio en una cama desvencijada y tenía los ojos cerrados. Estaban tan profundamente ensombrecidos que me pregunté si alguna vez desaparecerían con la alimentación. Reconocí su camisa como la que estuvo usando la última vez que lo vi, ahora estaba arrugada y rasgada. Cuando entramos en fila en la habitación, abrió los ojos y vi que estaban completamente negros de sed. Nos miró a uno y a otro y luego se movió para sentarse en el borde de la cama.
—No estoy listo para volver todavía —indicó con voz ronca—. Necesito un poco más de tiempo.
No sé cuál de nosotros fue el que tuvo un desliz, cuyos pensamientos dejaron escapar lo que sucedió, pero sus ojos se abrieron de repente y un grito de dolor se escapó de sus labios.
—¡No! —siseó—. Te equivocas.
Carlisle negó con la cabeza lentamente y se movió para pararse frente a Edward. Colocó sus manos sobre sus hombros.
—Lo siento, hijo. Murió ayer.
Edward se derrumbó hacia adelante y Carlisle se arrodilló para sostenerlo. La frente de Edward descansaba sobre el hombro de Carlisle y Edward comenzó a aullar. Fue un sonido como nunca antes escuché. Hablaba de sufrimiento más allá de la resistencia y la pérdida, una pérdida terrible y dolorosa.
