Disclaimer: Twilight le pertenece a Stephenie Meyer, la historia es de Simaril, la traducción es mía con el debido permiso de la autora.
Disclaimer: Twilight is property of Stephenie Meyer, this story is from Simaril, I'm just translating with the permission of the author.
Capítulo beteado por Yanina Barboza
Grupo en Facebook: Tradúceme un Fic
Para siempre
Edward
Mis ojos se abrieron de golpe y me desplomé hacia adelante en el suelo, cayendo de rodillas con la frente presionada contra la alfombra.
Escuché pasos fuertes y voces que pedían información e intentaban consolarme. Era una cacofonía de ruido, pero apenas era audible sobre los gritos que resonaban en mi mente. Me tapé las orejas con las manos, sus voces estaban mal, no quería las de ellos. Quería la suya.
Esme se arrodilló frente a mí y tomó mis mejillas, levantando mi rostro para mirarla. Cerré los ojos con fuerza. No quería ver su rostro, no quería que nada reemplazara el último rostro que vi.
—¿Qué pasó? —preguntó ella gentilmente.
—Fue el último día —me atraganté—. Lo entendimos mal, era nuestro último día.
—Oh, cariño.
Alguien frotó suaves círculos en mi espalda y otra mano apretó mi hombro.
—No lo sabía —continué desesperadamente—, si lo hubiera sabido, habría podido prepararme, podría haberme detenido.
—¿Qué pasó? —inquirió Carlisle suavemente.
Mis ojos se abrieron y lo miré directamente a los ojos. Era su mano en mi hombro y su sabio rostro en el que buscaba consuelo.
—Ella siempre lo supo. Hablé demasiado y ella lo descifró. Sabía que iba a morir.
Escuché a alguien jadear y otro sollozar.
Carlisle cerró los ojos e inclinó la cabeza.
—Lo siento, hijo.
—¿Cómo pude...? Ella sabía... —balbuceé—. Yo le hice eso.
—No fue tu culpa —declaró con firmeza—. Bella te dijo cómo funciona esto; pase lo que pase, pasó.
—¿Cómo pudo haber vivido sabiendo eso? —Alice respiró—. ¿Cómo pudo haber sido tan... feliz, sabiendo que iba a morir?
—Ella fue valiente —gemí con voz ahogada—. Fue valiente porque sabía que no duraría.
Alice se tapó la boca con las manos y negó con la cabeza.
—Ella fue valiente porque te tenía —explicó Rosalie en voz baja—. Estaba feliz porque estaba enamorada. Puedes soportar casi cualquier cosa mientras tengas amor.
Emmett envolvió un brazo alrededor de sus hombros y le dio un beso en el cabello.
—Tú también necesitas ser valiente, Edward —pidió Carlisle, mirándome profundamente a los ojos—. Sabemos lo que quieres, lo que planeaste, pero… te imploro que cambies de opinión. La pérdida de Bella es trágica, todos la sentimos, pero perderte también nos destruiría. Por favor… no vayas a Italia. —Su voz se quebró y sus manos sobre mis hombros se tensaron por reflejo—. No te vayas, Edward.
No quería nada más que la muerte. Quería que el olvido me alejara de este terrible dolor, pero no podía tenerlo. A Bella se le negó la paz por mi culpa, así que seguiría sufriendo, viviendo en este mundo que perdió toda alegría para mí. Bella estaba destinada a morir; yo estaba destinado a vivir. Deseaba más que nada haber podido cambiar nuestros destinos.
—No iré —accedí lentamente.
Carlisle exhaló pesadamente.
—Gracias.
Levanté la vista, observando los rostros de mi familia. Todos tenían expresiones de alivio mezcladas con tristeza. Se sintieron aliviados por mí y tristes por Bella. Eleazar y Makenna simplemente parecían sombríos.
—¿Pero qué vamos a hacer ahora? —preguntó Emmett—. ¿Nos quedamos?
Me encogí de hombros.
—No me importa. —Ya no me importaba dónde estaba, aunque sabía que no podíamos quedarnos aquí. Tarde o temprano, nos descubrirían. Sin embargo, sabía una cosa, si íbamos a dejar Forks, había un lugar al que tenía que ir primero. Un lugar del que necesitaba despedirme.
Me puse de pie.
—Hay un lugar al que tengo que ir. No tardaré.
Podía sentir su tensión mientras me veían dirigirme hacia la puerta, como si hubiera tomado prestado el don de Jasper por un tiempo, pero nadie me cuestionó. Sabía que Alice me observaría, y si mostraba la menor señal de buscar la muerte, me detendrían.
Salí y me dirigí hacia los árboles que me llevarían al prado. Tal como sucedió la primera vez que fui al pasado, comencé a caminar y luego a correr, casi como si pensara que ella me estaría esperando allí cuando llegara.
Irrumpí entre los árboles y me detuve abruptamente en el centro del prado que creé para que compartiéramos. Su presencia era tan fuerte aquí que pensé que incluso podía oler su esencia. Como si acabara de irse, volviendo a la casita blanca y al amor de su padre.
Tragué y luego comencé a hablar.
—Bella, lo siento. Lo siento por dejarte. Lo siento por no ser lo suficientemente fuerte para quedarme. Lo siento por no protegerte lo suficientemente bien. Pero lo más importante, lamento hacerte vivir con el conocimiento de tu muerte. Si pudiera retractarme, lo haría. Sin embargo, nunca me arrepentiré del tiempo que tuve contigo. Antes de que me encontraras, pensé que era feliz en mi vida. Pensé que no quería nada. Me hiciste ver que estaba ciego a la felicidad. Me trajiste vida y luz, y no pediste nada a cambio. Debería haberte atesorado como el regalo que eras y nunca haberte perdido de vista. —Pasé una mano por mi cara—. Lo siento mucho. Te amo tanto. Desearía que estuvieras aquí. Más que nada, desearía poder verte de nuevo. Desearía que pudieras escucharme. Desearía... —me interrumpí, incapaz de decir otra palabra. Quería disculparme por lo que fue de ella, pero todas las palabras me fallaron.
Primero escuché los pasos, saliendo detrás de mí, pero no podía girarme para ver quién de mi familia me siguió hasta aquí, robándome este último lugar de paz y privacidad.
—Edward. —La voz era tan suave, casi como si no quisiera ser escuchada.
Me di la vuelta y miré con ojos muy abiertos e incrédulos.
—¿Bella?
La aparición sonrió y dio un paso adelante.
Mis ojos se cerraron con fuerza y reprimí un sollozo. Ella estaba aquí, podía verla, pero no podía tocarla. Ella se había ido. Este era su fantasma. El fantasma que creé con nuestro maldito amor y mi presencia en su vida.
La escuché acercarse y luego su cálida mano acunó mi rostro. Sentí esto antes, cuando ella me dejó, y sabía que no era real, pero se sentía tan real.
—Abre los ojos, amor —susurró. Negué con la cabeza y ella se rio suavemente—. Obstinado como siempre. Por favor mírame. Necesito que me veas.
Fue la necesidad en su voz lo que me hizo abrir los ojos y mirarla. Y luego respiré profundamente. Los ojos marrones fueron reemplazados por dorados. El marfil suave fue reemplazado por mármol blanco. Cada mancha e imperfección desapareció. Levanté una mano y sostuve su mejilla. Se inclinó hacia mi toque, su piel tenía la temperatura exacta de la mía y ya no era delicada y delgada. No había sangre corriendo contra mi palma, tampoco pulso en mis oídos.
—¿Eres real? —pregunté con voz temblorosa.
Ella sonrió.
—Sí, Edward. Soy real.
—¿Y estás viva?
Ella levantó las manos a los costados.
—Eso es una cuestión de opinión, supongo. Soy vampiro si eso es lo que estás preguntando.
Mis rodillas se doblaron y caí contra ella. Ella me agarró y me ayudó a bajar al suelo, acunando mi nuca. Los sollozos se acumularon en mi garganta y sacudieron mi cuerpo. Ella me hizo callar y me tranquilizó, sus dedos acariciando mi cabello.
—Está bien, Edward. Estás bien.
La apreté contra mí, tan fuerte que se habría roto los huesos si hubiera sido humana, saboreando la sensación de ella contra mí.
—Lo siento —coreé—, lo siento mucho.
—Lo sé —arrulló—. Está bien.
—Nunca debería haberme ido. Debería haberte protegido.
Ella suspiró.
—Hiciste lo que tenías que hacer, Edward. Lo entiendo. Siempre lo he entendido.
Enterré mi cara en su cuello y respiré hondo su esencia. Tan similar pero tan nueva. Todavía era fresia pero ahora cambió. No sentía ninguna quemadura en mi garganta, ni veneno en mi boca, pero aun así me calmó de la forma en que lo hacía antes, recordándome que ella todavía estaba conmigo.
La abracé durante mucho tiempo, muchos días podrían haber pasado y no me habría dado cuenta, pero finalmente, ella se apartó de mí y agachó la cabeza para que estuviéramos cara a cara.
—Lo siento —dije de nuevo.
Ella asintió levemente.
—Sé que lo sientes, pero no necesitas hacerlo. Estoy bien, Edward. Soy feliz.
¿Qué quiso decir? ¿Era feliz sin mí? ¿Podría haber renunciado a mí y a nuestro amor? No quería creerlo. Ella me amó toda la vida, ¿podría haber renunciado a eso ahora?
—¿Qué quieres decir? —cuestioné.
—No necesitas sentirte mal por lo que pasó. Esto no es lo que quería de mi vida, pero está bien. Al menos todavía tengo una vida.
—¿Y eres feliz? —pregunté con voz quejumbrosa.
Agachó la cabeza y se miró las manos.
—Llegaré ahí. Estoy mejor ahora que hace un mes. Dame un poco más y llegaré allí. No necesitas sentirte obligado.
—¿Obligado a qué? —inquirí con un poco de ira en mi tono.
—A quedarte. Sé que esto no es lo que querías para mí. Sé que no soy la misma persona que amabas antes. He cambiado, no solo físicamente. Ahora no tengo alma.
Mi primer pensamiento fue: ¿Cómo lo supo?, y mi segundo fue, ¿qué tan equivocada estaba?
Creí durante mucho tiempo que ser vampiro era perder el alma. Estaba seguro de que a medida que el veneno quemaba a través de nuestros sistemas, esa pureza se perdía, pero no podría haber estado más equivocado. La de Bella siempre fue la más hermosa. La vi brillar en sus ojos cuando la miré, una luz inextinguible. Eso no se perdió. Todavía podía verlo ahora en sus ojos topacio. No perdió nada en su cambio excepto su pulso. Ella seguía siendo mi Bella.
—Tienes alma —le dije con certeza—. Lamento haberlo dudado alguna vez. Sigues siendo mi Bella, y todavía te amo más que a nadie ni a nada en mi larga vida.
Ella me miró y su expresión era casi asustada por la esperanza.
—¿Me amas?
—Sí —suspiré—. Te amo. Amo a la niña que fuiste, la mujer en la que te convertiste y el vampiro que eres ahora. No hay nada que puedas hacer o se pueda hacer para quitarme eso. Te amo y siempre lo haré.
Su expresión pasó de la duda a la esperanza y luego a una sonrisa tentativa.
—Él me ama. —No me hablaba, estaba probando las palabras—. ¿Todavía me ama?
Asentí.
—Lo hago.
Fue como ver salir el sol de detrás de una nube. Sus rasgos se transformaron en una expresión de regocijo cegador y se arrojó hacia mí, sus dedos se enredaron en mi cabello y sus labios chocaron contra los míos. No se parecía en nada a los besos que compartimos antes. No tenía necesidad de ser cuidadoso para protegerla. Me relajé y disfruté de su sensación, su sabor. Hubo cien cosas no dichas en el beso, cien recuerdos de nosotros juntos. Fue un beso de reencuentro, amor y esperanza, y fue una promesa de no separarnos nunca más por el tiempo o el destino.
Bella
Edward estaba tendido en la hierba, con la cabeza apoyada en mi regazo. Estaba pasando mis dedos por su cabello sedoso, simplemente disfrutando el momento y esperando que nunca terminara, cuando habló.
—Bella, ¿qué pasó después de que me fui?
—¿En qué tiempo? —le pregunté y él se estremeció. Alisé las líneas de su frente y le di un beso en la palma—. La primera vez, cuando tenía quince años, me tomé unos minutos para calmarme y luego me fui a casa. Estaba muy... deprimida.
—Por supuesto que sí —escupió con amargura.
—No por las razones obvias —expliqué—. Estaba triste porque sabía que te habías ido y no te vería en dos años enteros. Tal vez me volviera estúpida o superficial, pero eso me preocupó más que la idea de que no estaría contigo en el futuro porque estaba muerta.
—No creo que eso te vuelva estúpida. Creo que te hace amar.
Sonreí. Edward siempre estuvo ciego a mis defectos.
—Luego volví a Renée y la vida siguió. Trabajé duro en la escuela. Ayudé a Renée tanto como pude con lo que llamó su atención ese mes, y esperé a que pasara el tiempo. —Suspiré—. La última vez que te fuiste... me perdí. Durante mucho tiempo estuve vacía. Charlie se asustó, me dijo que tenía que volver con Renée, y eso me ayudó a salir de eso. Todavía no estaba bien, incluso con Jake, pero lo estaba haciendo mejor.
—Jacob… —murmuró Edward en un tono muerto—. ¿Lo amas?
—Sí —afirmé simplemente, y él hizo una mueca—, pero no de la forma en que te amo. Jacob me salvó en más de una forma. Me salvó de mí misma. Me protegió de Victoria. Me salvó de la manada. Dejó todo por mí, su casa, sus amigos y su familia. Más que eso, es mi mejor amigo. Nunca podré pagarle lo que ha hecho por mí.
—Yo tampoco —convino Edward—. Pasé mucho tiempo odiándolo. Creí que te había matado. Lo único redentor que hizo fue matar a Victoria por mí.
Estiré mis manos por encima de mi cabeza, la satisfacción me recorrió.
—Eso fue en realidad un trabajo de equipo.
—¿Quieres decir que estabas allí? —exclamó en un tono horrorizado—. ¿La mataste?
—Sí, la rastreamos hasta el parque. Edward, ¿qué pasa?
—Tan cerca —suspiró—, estábamos tan cerca.
—¿Qué quieres decir?
—Estábamos allí. Las cenizas aún ardían cuando llegamos. Ni siquiera vi... No sabía... El olor del perro era tan débil debido al fuego. No te olí en absoluto. Si hubiésemos sido más rápidos...
—No habría hecho ninguna diferencia —sentencié—. Las reglas. Cuando fuiste a mi pasado, no sabías que estaba viva. No podrías haberme encontrado porque no me encontraste.
—Reglas —gimió—, odio las reglas.
Me reí.
—Imagina vivir más de dos años sabiendo dónde estabas, pero sabiendo que no podría ir a buscarte hasta que fuera el momento adecuado. Eso casi me vuelve loca.
Él frunció el ceño.
—Me esperaste dos años entonces, sabiendo dónde estaba debido a las reglas, ¿es por eso que no me buscaste antes, porque no lo sabía?
—No —admití—. No pensé que querrías verme. Sabía cómo te sentías acerca de las almas, y pensé que sería mejor si me creyeras muerta como humana que viviendo como vampiro. No es como si no te hubiera visto.
—¿Me seguiste? —preguntó con incredulidad.
Miré mis manos retorcidas.
—Sí, en cierto modo. Puedo... Bueno, yo lo llamo ir a la deriva. Puedo ir a donde quiera cuando lo intento. Supongo que en realidad se llama proyección astral. He podido hacerlo desde mi cambio. Mantuve un ojo en ti. Y cuando volviste por primera vez a mi pasado, fui arrastrada contigo.
—Te sentí —admitió—, hablé contigo.
—Sí. Tuve que guiarte hacia mí de nuevo. Cuando me encontraste, no necesitaba quedarme más.
—¿Qué te hizo volver ahora?
—Jacob —confesé—. Me hizo ver que no estaba siendo justa. No te estaba dando la opción. Merecías saber que todavía estaba aquí de alguna forma. De esa manera, lo sabría. Si me rechazaras, sería porque querías, no porque yo pensara que lo harías.
—Nunca podría rechazarte. Eres mi vida, Bella. Nada puede cambiar eso.
—Y tú eres la mía. Perdí mucho, convirtiéndome en vampiro, mis amigos, pero haría el intercambio de nuevo si eso significa que puedo estar contigo.
Él sonrió.
—No perdiste a toda tu familia. Sé de seis vampiros que están sentados en esa casa a través del bosque que estarán muy felices de verte.
Arqueé una ceja.
—¿Rosalie?
—Rose ha tenido mucho tiempo para pensar recientemente. Ha cambiado un poco. —Se puso suavemente de pie y me tendió una mano—. Ven, Bella, vayamos a casa con nuestra familia.
Nuestra familia. Me gusto el sonido de eso. Era cierto que perdí mucho para llegar a donde estaba, y la gente que amaba resultó herida en el proceso, pero tenía a mi Edward conmigo y no volvería a estar sola.
Se acabó el tiempo de espera. Era hora de empezar la eternidad.
Capítulo final de esta historia, gracias por el apoyo, por las alertas, favoritos y por sus comentarios.
Nos leemos en el epílogo mañana ;)
Sarai
