Más que tinta


¿Qué había estado pensando?

No, más exactamente debería decir que no había pensando, aun si todas sus acciones contradecían eso y bien podía decirse que era un acto premeditado.

Y Samatoki tenía la culpa de todo.

Aunque no tenía pruebas, era posible que alguien con habilidades como las de él no necesitase un micrófono para afectar a otros y dejarlos tambaleando, ya fuese literal o figurativamente hablando. No que Jyuto fuese tan débil y patético como para que solo un par de palabras lo llevasen a caer frente a Samatoki, pero aparentemente esas palabras no habían sido un ataque, sino el susurro de un demonio que merecía ser ignorado, no seguido.

Quizás era hora de investigar sobre las habilidades de sugestión que alguien podía tener sin usar un micrófono, cosa que bien podría resultarle provechosa...

Jyuto mordió su labio inferior, tratando de ignorar una nueva punzada de dolor que interrumpió sus pensamientos, y cerró sus ojos.

Arrepentirse ahora no serviría de nada y moverse podría empeorar todo. Además, tener claro quien debía pagar le serviría para poder cobrarle esto y de paso, para no repetirlo.

¿Qué era lo que había hecho y dicho Samatoki, exactamente?

—Podrías poner mi nombre aquí.

Sí, esas habían sido sus palabras y sentir una mano en la parte baja de su espalda había sido una sorpresa que justificaba el que hubiese fallado en encender el cigarrillo que había tenido en sus labios. Ese error había quedado oculto bajo su ceño fruncido cuando había girado su cabeza para fulminar a Samatoki con su mirada.

—¿Disculpa? —En ese instante, no estremecerse se había sentido como un logro, tal como el mantener un tono que indicaba molestia y no su sobresalto.

Y Samatoki, descarado como era sin importar el momento y el lugar, le había sonreído antes de continuar hablando como si no estuviese desnudo en la cama de Jyuto y sin ninguna intención de levantarse pronto.

—Ya me escuchaste.

El que Samatoki hubiese estado con ganas de conversar en vez de fumar o de dormir había sido una sorpresa y quizás fue por eso que él había tardado en recordar lo que Samatoki había dicho en primer lugar y entender de qué hablaba. Una vez lo había hecho, sin embargo, había finalmente encendido su cigarrillo y solo había contestado tras una calada a este.

—¿Desde cuándo te interesan los tatuajes? —Porque a pesar de cómo se ganaba la vida e insistir que su apariencia tenía peso en ello, Samatoki no parecía con ninguna prisa en hacer de su cuerpo un lienzo tal como muchos otros en su mundo.

—Desde que el viejo está jodiendo con que ya debería tener muchos —había bufado Samatoki, mas un segundo después había vuelto a sonreír y había decidido volver a tocarlo en el mismo lugar—. Justo aquí sería lo ideal. Y no podrías quejarte porque nadie lo vería.

—¿Eres idiota? —Jyuto no había sonado realmente molesto o quizás Samatoki ya era inmune a sus reclamos, pues Samatoki había soltado una carcajada.

El tema había muerto ahí, quizás porque Samatoki no sentía que había perdido al no tener la última palabra y porque Jyuto tampoco había sentido la necesidad de recordarle que ningún policía decente se haría un tatuaje, menos uno con el nombre de un reconocido yakuza así estuviesen públicamente en el mismo equipo, y el que fuese visible o no era lo de menos.

Pero en lugar de caer en el olvido o de convertirse en un vago recuerdo, esa conversación había resultado ser una chispa que lo había traído a este momento y a este lugar gracias también a una serie de coincidencias que habrían sido irrelevantes de no haber sido por ese simple comentario de Samatoki.

¿Por qué otra razón Jyuto se habría fijado en detalle en los salones de tatuajes de esa zona a la que solo había ido en un comienzo a hacer reconocimiento del área en la que estaban traficando un par de camellos que merecían algo peor que pudrirse en la cárcel? ¿Por qué había vuelto no solo a atraparlos, sino a ver los portafolios de los salones?

Esa información bien podría habérsela pasado a Samatoki ("Si buscas un artista decente, sé donde encontrarás uno") y cobrársela de alguna forma, lo cual habría justificado todo.

Pero no.

La estupidez seguramente era contagiosa, pues nada más explicaba el que él estuviese allí, con su mano derecha inmovilizada de manera experta, sin poder cerrar su palma expuesta y con una aguja en su muñeca, cosa que no debería hacerlo querer gritar de dolor.

Al menos debería haber tomado media docena de cervezas primero para tener una mejor justificación para esto y, de paso, sobrevivirlo. ¿Y quién demonios pensaría que todo el proceso sería una tortura capaz de llenar sus ojos de lágrimas?

Mierda. Quizás el "no lo recomendaría para un primerizo" del tatuador cuando Jyuto había señalado su muñeca no había sido una broma, ni un intento de faltarle al respeto, sino una advertencia sincera que Jyuto debería haber escuchado.

¿Por qué no lo había hecho? ¿Samatoki era tan mala influencia que incluso lo había llevado a no escuchar a los demás, tal como Samatoki lo hacía?

Samatoki tendría que pagar por eso y por esto y por...

—Nada mal —comentó el hombre, retirando la aguja mientras sonreía—. Hay algunos que me han rogado que me detenga aunque no sea su primera vez.

Jyuto exhaló lentamente, forzándose a relajarse y mirar su mano nuevamente libre. El hombre siguió hablando mientras dejó sus herramientas de lado y pasó a lavar la muñeca de Jyuto con suavidad, mencionando en detalle el cuidado que ahora sería necesario.

La sensación de ardor constante probaba que eso no era una exageración, al igual que el tono rojizo de su piel alrededor de las simples líneas, cosa que le produjo un mal presentimiento que lo hizo contener el aliento un segundo.

—¿Cuánto tardará en sanar? —dijo, consciente de que su voz sonaba algo ronca.

El hombre amplió su sonrisa.

—Diría que aproximadamente un mes.

Cómo fue que logró no maldecir en voz alta fue algo de lo que Jyuto no estaba seguro.


Debería existir un consuelo en la situación, como el hecho de que era algo tan pequeño que el reloj que solía usar lo escondía perfectamente, mas Jyuto no podía encontrar ninguno en ello.

Quizás él podría haber evitado esa locura temporal de saber que incluso un tatuaje tan pequeño sería tanto trabajo y que además le causaría un dolor que se hacía sentir en momentos inesperados. Al menos no había cometido un error peor como hacérselo en la mano izquierda, mas eso no cambiaba el que por culpa de eso esquivar a Samatoki y a Rio se había convertido en una necesidad, pues asumir que ninguno de ellos notaría que incluso estaba evitando usar su mano derecha para sostener un cigarrillo sería una tontería que Jyuto no pretendía permitirse.

No que Rio lo fuese a juzgar por ello o a pedirle algún tipo de explicación que fuese más allá de una confirmación de que estaba bien, claro estaba, pero Samatoki era otra historia.

Él no aceptaría un "estoy bien, no te preocupes" como Rio lo haría y una vez descubriera el motivo de su incomodidad actual, sería incapaz de callarse al respecto y quizás incluso buscaría obligarlo a admitir lo obvio, pues Samatoki era quien le había dado la idea y aunque Jyuto no había optado por tatuarse su nombre, la pequeña calavera bien podía reemplazarlo.

¿Por qué no había decidido a última hora añadir un par de pistolas? Podrían ser la excusa perfecta incluso si alguien más llegaba a descubrirlo, pues tener el logo de Mad Trigger Crew como una demostración de orgullo de pertenecer a éste bien podía ser bien visto gracias a que incluso alguien como Kadenokoji Ichijiku había hecho del símbolo del Partido de las Palabras una parte de su cuerpo.

Pero añadir algo requeriría volver a pasar por el mismo tortuoso proceso, cosa que no quería hacer, y si era sincero consigo mismo, su equipo no era lo que había tenido en mente al hacerlo y eso mismo hacía que fuese una estupidez que nunca debería haber hecho y que ahora no quería que Samatoki supiera.

¿Y por cuánto tiempo podría ocultarlo?

La primera semana apenas había logrado usar su trabajo como excusa para evitar cualquier reunión con ellos y ofrecerse a apoyar una operación de vigilancia le había dado la justificación perfecta para no estar en casa durante la noche, no acompañar a Samatoki a beber y de paso le permitió usar para algo útil el no poder dormir mucho debido a la rasquiña y a las ocasionales punzadas de dolor.

La segunda semana, el muy idiota de Samatoki había terminado en una celda a causa de un reporte por alguna pelea y Jyuto se había visto obligado a ir personalmente para sacarlo de allí sin dejar registro. Verlo lo había hecho temer que él se daría cuenta de inmediato de que algo estaba mal y lo tomaría de su brazo derecho para buscar el motivo, mas tal cosa no había sucedido.

Samatoki apenas había exigido un cigarrillo aun estando en la celda y que lo encendiera por él y ni siquiera le había dedicado una mirada a la muñeca de Jyuto, la cual todo el tiempo pareció arder y a la que después tuvo que aplicarle una gran cantidad de crema. Samatoki tampoco le había agradecido por sus esfuerzos cuando lo había liberado, cosa perfectamente usual, mas sí se había despedido con un "déjate ver más en vez de esperar a que venga a visitarte" como si hubiese llegado a la estación por voluntad propia y no esposado y con varios cargos criminales que Jyuto había hecho desaparecer.

Y la tercera semana había comenzado sin incidentes, pero ahora que estaba llegando a su fin, Samatoki le había enviado un mensaje en el que solo le ordenaba ir a verlo.

Y ahí estaba ahora, mirando su teléfono y sopesando sus opciones.

Ir o no ir. Ignorarlo o pensar una excusa para evitarlo por unos días más. Convertirse en un fugitivo ya o ir a enfrentar una muerte lenta gracias a un Samatoki que sin duda se burlaría en su cara por todo hasta que él no soportara la vergüenza.

Si quisiera ver el lado positivo, bien podía decir que lo peor había pasado y ya no tenía que cubrir su muñeca en plástico durante sus horas laborales y dejarla respirar fuera de ellas, los cuidados necesarios habían disminuido, el tono rojizo de su piel había quedado en el pasado e incluso el dolor ocasional (que Jyuto había temido que sería constante) había desaparecido, por lo que al menos no se delataría con algún gesto fuera de lugar.

Pero por el negativo, solo su reloj escudaba su secreto y, ahora, la nitidez de la tinta resaltaba en su muñeca, por lo que era imposible que pasara desapercibido si llegaba a quitárselo frente a alguien. No que tuviese que hacerlo, obviamente, ni siquiera si llegaba a pasar la noche con Samatoki, ¿no?

No. Eso no sería natural y lo convertiría en una presa para la curiosidad de un perro rabioso que podía ser persistente pese a la pereza que expresaba con frecuencia.

Un nuevo mensaje de Samatoki le recordó eso, mas Jyuto ni siquiera lo leyó, prefiriendo guardar su teléfono en un bolsillo.

Él estaba trabajando (patrullando, de hecho, a falta de algún incidente, lo cual era mejor que estar en la estación) y requería que su atención estuviese en sus alrededores, por lo que todavía tenía un muy buen motivo, que nada tenía que ver con lo que ocultaba su reloj, para ignorar a Samatoki.

Tener eso claro no evitó que sus pensamientos continuaran en Samatoki, el mensaje no leído y lo que le esperaba en el futuro próximo, y ni siquiera un cigarrillo lo ayudó a relajarse, por lo que solo unos minutos después, Jyuto cayó en la trampa de la curiosidad y revisó el mensaje más reciente.

«No te atrevas a ignorarme».

Tales palabras casi lo hicieron reír y sí lo convencieron de no contestarle. Si Samatoki tuviese una buena razón para contactarlo, bien podía decirla en lugar de actuar como si su insistencia no fuese más que un capricho.

No tener la distracción de un mensaje no leído hizo que el paso del tiempo fuese un poco menos lento tras eso, aun si la decisión de qué hacer ahora seguía pesando sobre él.

No podría escapar por mucho tiempo más, seguramente.

Jyuto contuvo un suspiro y se obligó a no optar por lo fácil e ir a la oficina de Samatoki, donde podría excusarse en cuestión de minutos si Samatoki no le daba una buena razón para quedarse allí, pero donde la humillación podría ser peor si Samatoki lo descubría y alguno de sus hombres llegaba a escuchar sus burlas.

Iría a su apartamento, decidió, pero solo si nada pasaba.

Que ningún crimen interrumpiese y ocupase el resto de su día hizo que no tuviera ningún motivo para postergar su visita a Samatoki, por lo que entregó el innecesario reporte del día a tiempo y se encaminó al apartamento de Samatoki con la resignación de enfrentar lo inevitable.

Aun así, ser recibido allí con un simple, rápido y casi indiferente "Entra y siéntate donde quieras" y que Samatoki volviese al interior del lugar sin esperarlo, no parecía ser el comienzo del peor de los escenarios posibles.

—Imagino que no me llamaste por una buena razón —comentó Jyuto, quitándose sus zapatos antes de seguir a Samatoki sin prisa por el familiar apartamento.

No ser tratado como un invitado era lo de menos, pues ya había perdido la cuenta de cuantas veces había estado allí y, en realidad, que Samatoki actuase como un buen anfitrión era algo tan inusual que lo hacía temer lo que estaba por venir, aun si cuando incluía un café él apreciaba dicha bebida a pesar de la tensión.

—Así que el conejo policía no tiene tiempo para nada —dijo Samatoki, quien resultó estar en la cocina, luciendo más interesado en lo que tenía en el sartén que en Jyuto.

—No he dicho eso. —La curiosidad impidió que Jyuto tomara asiento, aun cuando no se acercó a la estufa a ver—. ¿Qué estás preparando?

—¿Qué, ya no ves ni con gafas?

El que Samatoki lo mirase de reojo le dio la impresión de que eso no era más que un intento de provocarlo a acercarse, como si en realidad buscase presumir, y aunque Jyuto titubeó por un segundo, decidió darle el gusto de seguirle la corriente.

Aunque Samatoki no veía la cocina como un pasatiempo ni se esforzaba en ello como Rio, se le daba bien y él lo sabía. ¿Y cómo hacía que unas simples presas de pollo se viesen apetitosas aunque no estaba preparándolas con más que una salsa simple? No que fuese a decirle nada eso.

—Podrías ponerle verduras —comentó y sabiendo cómo fastidiarlo, añadió—: Algunas zanahorias...

—No soy un conejo. —A pesar de la mueca de disgusto que hizo ante la sola sugerencia, Samatoki añadió unas presas más al sartén y una vez terminó las preparaciones de su tentempié nocturno, lo sirvió en dos platos, uno de los cuales terminó en una mesa, frente a Jyuto, sin mayor comentario.

Y él no tenía ningún motivo para rechazar dicho plato (delicioso, aunque sencillo), ni la cerveza que lo acompañó en medio de una conversación fácil de mantener, familiar y que sentía que llevaba mucho sin tener.

¿Y todo por qué? ¿Por algo tan pequeño que quizás nadie descubriría?

Ver de reojo su muñeca lo hizo fruncir el ceño, no tanto por la hora como por la molestia que él mismo se había causado al escuchar a Samatoki y que ahora se estaba convirtiendo en un obstáculo que no iba a desaparecer incluso si hoy podía irse antes de que ocurriera algún incidente.

¿Y ganaría algo posponiendo lo inevitable como si temiese algo a lo que en realidad estaba acostumbrado? Porque Samatoki simplemente sería irritante y lo que diría no tendría ni una pizca de delicadeza, tal como siempre, y siendo así...

—Es tarde —comentó una vez Samatoki fue a dejar los platos ya vacíos. Samatoki no se molestó en girar para verlo antes de contestar.

—¿Qué, tienes una cita o algo?

—No debería conducir después de tomar —añadió, consciente de que esa no era una excusa real luego de solo una lata de cerveza.

Al menos Samatoki no señaló eso y prefirió resoplar mientras volvió de la cocina al tiempo que revolvía sus bolsillos, luciendo como si estuviese buscando un cigarrillo.

—Claro, juega ahora al ciudadano modelo.

—Y...

Pero Samatoki no se dirigió al balcón con un cigarrillo, sino que se acercó para inclinarse sobre él con una sonrisa burlona.

—Si tanto quieres quedarte, pídelo.

Samatoki podía ser tan exasperarte que lo hacía querer contradecirlo solo para no darle el gusto de admitir que sí, pasar la noche con él como no lo había hecho en semanas era justo lo que tenía en mente.

—¿Quién prácticamente me rogó que viniera?

—Viste lo que querías ver, conejito. —Samatoki no dejó de sonreír en ningún momento—. Aunque supongo que es mejor a que vuelvas a creer que puedes no responder cuando te llamo. ¿Qué mierda has estado haciendo?

—Trabajando, a diferencia tuya —replicó, prefiriendo ignorar las falsas implicaciones del primer comentario de Samatoki, antes de suspirar y hacer un amague de ponerse de pie. Samatoki, sin embargo, no se apartó para permitírselo.

—¿Qué, vas a huir ahora?

El que Samatoki luciese divertido ante la idea fue todo lo que necesitó para hacer justo lo contrario y agarrar el cuello de su camisa para obligarlo a cerrar toda distancia y poder besarlo.

Casi un mes sin Samatoki había sido demasiado tiempo y aun si Jyuto no iba a decir tal cosa en voz alta, podía apreciar el volver a tenerlo cerca y el que Samatoki no le correspondiese de inmediato, demostrando con ello su sorpresa por un corto momento. Tener la ventaja por un instante era un gusto que pocas veces podía darse y que valía la pena disfrutar, tal como lo era no ceder el control y acabar con el contacto antes de que Samatoki pudiese contraatacar.

—¿Quién está huyendo? —dijo con toda la calma que antes no había tenido y pasó la punta de su lengua por sus propios labios, consciente de que Samatoki siguió el movimiento con su mirada.

—Ya veremos. —Él lo dijo en voz baja y con su vista fija en él, como si Jyuto fuese una presa que no planeaba dejar escapar, lo cual presagiaba lo que vendría.

Jyuto no opuso resistencia alguna a pesar de eso y aceptó el beso que Samatoki inició y tampoco pensó en ninguna excusa en el camino a la habitación que ya tan bien conocía a la que fue arrastrado.

No tenía sentido justificarse con algo relacionado a conveniencia o a que era más simple seguirle la corriente que lidiar con un Samatoki que no apreciaba un no cuando era más que obvio que no se trataba de eso, al menos de su parte, pero tampoco había ninguna necesidad de decirlo en voz alta. O de demostrarlo como ya lo había hecho.

El solo recuerdo lo hizo contener la respiración por un segundo, mas Jyuto no llegó tensarse como si hubiese cambiado de idea.

Daba igual, al fin de cuentas, tal como no importaba cualquier justificación de Samatoki o su verdadero motivo para lo que estaban haciendo.

Aun si todo era algo pasajero, solo sentir era suficiente por ahora y era más que fácil concentrarse en ello una vez Samatoki se mostró tan impaciente como siempre, apresurándose por deshacerse de toda barrera entre ellos.

Pese a lo usual que era eso, no fue solo el sentir el calor proveniente de la cercanía Samatoki lo hizo que lo hizo temblar con anticipación. Aun si Samatoki no se molestaba con rodeos o delicadezas y no había ningún titubeo en su toque, hacía de este algo tan íntimo que lo hacía estremecerse cada vez.

Bien podía decirse que las acciones de Samatoki eran contradictorias, pues aunque preferiría romper un beso por un momento para chasquear su lengua y así demostrar su molestia ante los muchos botones de la camisa de Jyuto, también preferiría usar solo una mano para ello (y encargarse sin arrancar ningún botón en el proceso) mientras que la otra se colaba bajo la prenda para tocar su abdomen directamente, y esas mismas discordancias le robaban el aliento.

Y hoy, en particular, el que después de deshacerse de su camisa Samatoki fuese por sus guantes, primero metiendo un dedo bajo uno para acariciar su palma para luego quitárselo, hizo que su corazón diese un vuelco antes de acelerarse incluso más ante la cercanía de ese roce a esa marca que no sabía si estaba listo para mostrar.

Samatoki no cambió de rumbo ni hizo ningún descubrimiento en ese instante y sí pasó a su otra mano, repitiendo sus mismas acciones y musitando un "al fin" cuando el último gran obstáculo fueron los pantalones de Jyuto. Eso le arrancó a Jyuto una corta carcajada baja y se ganó con ello una mala mirada que ignoró a favor de poner de su parte en desnudar a Samatoki, cosa mucho más simple gracias a su fidelidad a las camisas hawaianas y a su aparente resistencia al frío que lo llevaba a nunca usar demasiadas prendas.

Esa fue una breve pausa antes de una tempestad conocida como Samatoki, quien no perdió un momento para pegarlo contra él, quedando piel a piel, y besarlo una vez más, invadiendo su boca y solo retrocediendo en su ataque para hacerlo sentir sus dientes en lo que se sentía como una promesa de que planeaba dejar muchas marcas menos permanentes que la que Jyuto ya se había dado a sí mismo.

Que este fuese el mismo Samatoki que había pretendido restarle importancia a su visita era casi hilarante, pero Samatoki no le dio la oportunidad de pensar mucho en eso (o de echárselo en cara) al distraerlo con nuevas caricias más bajas y descaradas y empujándolo a la cama ya preparada que los esperaba y que hacía que las expectativas de Samatoki fueran incluso más obvias.

¿Por qué otra razón las cobijas estarían dobladas e invitantes y las almohadas estarían verticales contra el espaldar?

Samatoki había esperado (incluso ansiado) esto y era obvio, y Jyuto no podía decir que el sentimiento no era mutuo.

Fue por eso que dejó de pensar, que rodeó a Samatoki con sus brazos, que no dudó ni en abrir sus piernas y buscar fricción contra Samatoki sin romper por un segundo el beso que se había convertido en algo más importante que respirar.

Quizás fue eso lo que hizo que su mente se nublara tanto como los lentes de sus anteojos y que no se diera cuenta de en qué momento (y en qué orden) una mano de Samatoki comenzó a tantear su entrada o cuándo él soltó a Samatoki para agarrar la sábana bajo él o en qué instante su reloj terminó a salvo a un lado y tampoco le importó.

Nada era tan relevante como el unir sus cuerpos como no lo habían hecho en tantos días, cosa que quizás habría sido vergonzosa si no hubiese sido algo mutuo.

Samatoki se veía desesperado, tan obviamente impaciente, que Jyuto se habría reído en voz alta de poder hacer algo diferente a gemir al finalmente tenerlo en su interior y verse embestido sin piedad. El agarre de Samatoki en sus caderas también prometía dejar marcas y hacerse sentir por días, mas Jyuto no pudo quejarse por ello tampoco, apenas siendo capaz de aferrarse no a las sábanas, sino a los brazos de Samatoki.

Perderse en el placer era fácil, especialmente una vez Samatoki aceleró más su ritmo, luciendo tan ansioso por más como Jyuto mismo se sentía. Unas pocas semanas no deberían sentirse de repente como demasiado tiempo y, a estas alturas, no tenía sentido añorar algo que ya tenía, ni mucho menos lamentar haber pasado tanto tiempo sin él y para dejar de sentir eso, Jyuto buscó más, queriendo anclarse por completo al presente, al placer, a Samatoki.

Y funcionó.

Samatoki era capaz de eclipsar todo y el que nunca se contuviese con él hacía fácil olvidar todo y bajar sus defensas tan literal como figurativamente, cosa de la que no se había llegado a arrepentir hasta ahora. No era un error confiar en Samatoki, al fin de cuentas.

El problema era el que sí tenía algo que ocultar hoy, mas Jyuto lo recordó eso demasiado tarde.

De hecho, el que Samatoki detuviese sus embestidas le causó una pizca de irritación que lo llevó a protestar sin siquiera imaginar qué había causado eso, mas al fijar su vista en Samatoki (algo difícil debido a que sus anteojos habían terminado ladeados) pudo entender (incluso distraído como estaba con la cercanía de un orgasmo) qué había sido descubierto y que nada lo salvaría de lo que estaba por venir.

—Jyuto... ¿no tienes algo que decirme? —La mirada de Samatoki estuvo fija en sus ojos cuando pronunció tal interrogante, pero se movió a un lado y Jyuto no pudo soltarlo y girar su muñeca a tiempo para ocultarla y negarlo, pues al intentarlo, Samatoki agarró su brazo y lo obligó a mantenerlo inmóvil, con esa mala idea perfectamente visible.

¿Cómo era posible que Samatoki mismo no se hubiese distraído en la búsqueda de su propio placer al punto de no notar algo tan pequeño, insignificante e irrelevante y que nunca debió haberse hecho?

Estar bajo Samatoki y de cara a él le impedía huir y eso mismo hacía que este fuese el peor momento para lidiar con esto y Jyuto solo pudo cerrar los ojos y al menos mover su cuello en un mal intento de ocultar su rostro en las sábanas al tiempo que respondió:

—No.

Quizás debería patearlo y obligarlo a salir de él para así irse antes de tener que escuchar algo peor que el resoplido que Samatoki dejó escapar que parecía el comienzo de una carcajada. No que Jyuto tuviese oportunidad de eso, pues pronto estuvo ocupado resistiendo a Samatoki, quien parecía haber decidido que ese era el mejor momento para examinar el tatuaje y haló el brazo de Jyuto hacia él.

Entre la desventaja en la que estaba debido a la posición y el fuerte agarre de Samatoki, Jyuto luchó en vano y no pudo más que ser testigo de la manera en la que Samatoki inclinó su cabeza, como si quisiese acercarse más para verlo bien, mientras hizo un sonido pensativo antes de tocar al área todavía sensible con su pulgar y un segundo después, reemplazó ese pulgar por sus labios.

Jyuto no tuvo tiempo de reponerse de la ola de incredulidad que eso le causó, pues Samatoki le sonrió tras eso sin siquiera soltarlo primero y dijo:

—¿Seguro?

El que Samatoki estaba disfrutando de su descubrimiento era obvio, mas Jyuto fue incapaz de decidir si eso era algo bueno o no.

Samatoki era impredecible, la situación no era la ideal y Jyuto no estaba preparado para lidiar con esto ni ahora ni más tarde, por lo que al final lo único que pasó por su mente fue:

—Solo muévete.

Esta vez Samatoki sí rio en voz alta y tras depositar un nuevo beso en su muñeca, soltó su mano para volver a agarrar sus caderas y reanudar sus movimientos.

Esa muestra de piedad no fue suficiente y Jyuto se encontró a sí mismo dividido entre el placer y la incertidumbre. Disfrutar de una noche de sexo con Samatoki, tenerlo como aliado, simplemente pasar tiempo con él era algo que hace mucho había dejado de resistir, mas sentía que él había cruzado una línea que debería haber mantenido hasta el final.

Quizás por eso no terminó tan satisfecho como de costumbre y la tensión que quedó en él después del acto le impidió siquiera pedirle a Samatoki otra ronda o que le alcanzara un cigarrillo o levantarse e irse.

¿No podía Samatoki ponerle fin a su miseria y decir algo que lo sacara de sus casillas y que le permitiera sentirse de regreso a la normalidad?

Pero en vez de hacer algún comentario, Samatoki había preferido sentarse al borde de la cama mientras fumaba, dándole la espalda y poniendo su grano de arena para hacer que la sensación de que había algo mal se incrementara.

Jyuto no rompió el silencio maldiciendo en voz alta, mas si lo hizo en el interior de su mente sin estar seguro de si esos insultos iban hacia Samatoki o a sí mismo y cerró sus ojos tras quitarse sus anteojos y lanzarlos a un lado, cubriendo sus ojos además con su brazo derecho para asegurarse de que nada que no quisiese que Samatoki viese quedase a la vista, lo cual era innecesario a estas alturas y estúpido y...

El movimiento del colchón bajo Jyuto le indicó que Samatoki abandonó la cama, lo cual lo hizo contener su respiración mientras aguardó, escuchándolo dar un par de pasos antes de regresar.

—Mira —dijo Samatoki al tiempo que se dejó caer en la cama de nuevo y lanzó algo a su lado.

A su pesar, Jyuto soltó el aire contenido, apartó su brazo y abrió los ojos, confundido.

—¿Qué?

Frente a él, tan cerca que podía verlo incluso sin sus gafas, estaba el teléfono de Samatoki encendido y desbloqueado y mostrando...

Jyuto entrecerró los ojos y tras un segundo se resignó a enderezarse a pesar de las protestas de su cuerpo al tiempo que tomó el teléfono y tanteó a su lado en busca de sus anteojos sin ningún éxito.

Con una corta risa, Samatoki se los entregó e inmediatamente después volvió a darle la espalda, sin darle la oportunidad de ver su rostro.

Ya con sus gafas puestas, Jyuto pudo ver con claridad lo que resultó ser un trabajado dibujo en el que predominaba el negro y diferentes azules, mostrando el mar en una noche de tormenta y una bestia de ojos rojos visible entre las olas.

Era impresionante, aunque no el tipo de arte que Jyuto prefería y ciertamente no era algo que Jyuto había esperado ver, por lo que frunció el ceño, entendiendo menos que antes.

—Esa fue la sugerencia del viejo. —Samatoki exhaló echando su cabeza hacia atrás, dejando un hilo de humo sobre él—. La última es la versión final.

A Jyuto le tomó pasar a las dos siguientes imágenes (la primera, sin la tormenta; la segunda, con la noche llenándose de estrellas) para entender. Así que esto sería lo que decoraría la piel de Samatoki.

Imaginar a Samatoki poniendo un pero diferente cada vez y terminando con una docena de bocetos hizo que Jyuto casi sintiera lástima por el artista que Katen Taiko había contratado, mas se encontró a sí mismo sonriendo un poco al examinar los cambios y viendo cada vez más a Samatoki en las líneas de tinta.

El mar se mantuvo como el escenario, mas lo que parecía haber sido un lugar lejano a la costa se convirtió en un lugar cercano a un puerto, con aguas tranquilas e iluminado por una luna llena. Para la cuarta versión se podía ver la esquina de un embarcadero y la quinta, tenía un bote acercándose a él.

¿Samatoki había exigido los cambios pensando en los puertos de Yokohama?

Sonaba posible.

En la siguiente, la embarcación desapareció y su ahora innecesario lugar de llegada se hizo más sutil, convirtiéndose en algo apenas visible en una esquina al final del dibujo, y en la siguiente imagen, un barco reapareció, aunque más lejos que antes y en la próxima, se convirtió en un buque de guerra.

Las olas volvieron tras eso con cambios que las hicieron verse más y más agitadas pese a que la tormenta no regresó y la bestia bajo las olas desapareció, mas cuatro bocetos después, la luna se convirtió en una calavera y las estrellas perdieron parte su brillo.

Jyuto sonrió abiertamente en ese punto y pasó a la siguiente, notando ahora una mancha en la noche que dos imágenes después lo hizo fruncir el ceño y devolverse a examinarla con más atención desde su primera aparición y aunque estuvo a punto de agrandar la imagen para verla en más detalle, se detuvo a último momento y continuó de imagen en imagen, tensándose ante lo que lo que su mente lo estaba llevando a ver.

La calavera que hacia de luna se llenó de un brillo rojizo en sus cuencas, el buque en el horizonte pasó a tener sus cañones listos para un ataque contra un enemigo que estaba fuera del área visible, las olas cobraron más fuerza y sus trazos se volvieron una obra de arte por sí solo y la luz ahora más intensa de esa falsa luna hizo que esa mancha ya no fuese una.

Tragando saliva con dificultad, Jyuto aparto su mirada de la pantalla y se fijó en Samatoki, quien parecía no haberle dado una sola calada a su cigarrillo ni haberse movido para deshacerse de la ceniza en varios minutos.

Tras unos segundos, Jyuto volvió a poner su atención en el teléfono y pronto confirmó que en las dos últimas imágenes, incluyendo la que según lo que había dicho Samatoki era la versión final, los cambios fueron mínimos y eso no desapareció.

¿Y qué se suponía que dijera ahora? Una cosa era que él llegase al extremo de demostrar su devoción por este idiota de una forma tan innegable, pero esto...

Jyuto dejó el teléfono sobre la cama y una vez más se enfocó en Samatoki y por tanto tiempo que la pantalla se oscureció hasta apagarse, lo cual era lo de menos.

Era difícil olvidar la imagen que sin duda era el tatuaje que mas temprano que tarde podría ver en el cuerpo Samatoki.

Era típico de Samatoki no irse por un diseño más tradicional y añadir algo propio, pero ¿qué estaba pensando al incluir un conejo oscuro y de ojos verdes saltando en el medio del océano y alcanzando la no exactamente luna?

Y eso no era lo peor.

Ver a Samatoki así y recordar la posición de ese conejo en la imagen, creaba la ilusión de que quedaría al lado izquierdo, prácticamente tras su corazón. Aunque no era como si Samatoki le hubiese dicho dónde se lo haría...

—¿Solo en tu espalda? —cuestionó con un hilo de voz, consciente de que un "no" sería lo único que le permitiría olvidar esa posibilidad tan disparatada.

—Sí. —Samatoki al fin se movió para apagar el cigarrillo en el cenicero que tenía en la mesa de noche, sonando tan casual que el que sus orejas se viesen algo rojas parecía una alucinación, aunque realmente seguía sin darle la cara y parecía haber desperdiciado ese cigarrillo mientras esperaba a que Jyuto hablara—. Y si el viejo jode con algo más, no le voy a dar el gusto. Ni que piense que voy a aceptar algo que me impida usar una aloha.

El que esa fuese la prioridad de Samatoki hizo que a Jyuto se le escapara una corta risa a pesar de la tensión.

—¿Y cómo harás para ir a un sauna?

—Eso no será un problema.

Oh, cierto, el grupo Katen era dueño de más de uno y obviamente Samatoki también había pensado en eso y quizás habría exigido que incluyeran saunas en sus negocios si ese no fuera el caso, pues no planeaba renunciar a nada por un tatuaje. Aunque Samatoki era impulsivo, esto claramente no era algo que había decidido porque sí y por eso, encima de todo, había exigido en detalle lo que quería cargar consigo de por vida...

Jyuto se dio por vencido y apoyó su frente contra la espalda de Samatoki, temblando a su pesar.

A estas alturas, protestar o negar algo o reñirle por algo que él también había hecho no tenía sentido y quizás por eso fue que lo único que pudo decir después de un largo rato fue:

—¿Te das cuenta de que no podrás acostarte por días?

Él sintió la risa de Samatoki tanto como la escuchó.

—¿Qué, conejito, te hicieron llorar mucho?

—Por supuesto que no. —Pero había dolido más de lo esperado y eso que no había tomado días, como seguramente tomaría el tatuaje que Samatoki se haría debido a su tamaño, complejidad y uso de diferentes colores.

Samatoki soltó una nueva carcajada al tiempo que se giró hacia él con una sonrisa demasiado amplia que parecía hasta reflejada en sus ojos. Oponer resistencia cuando Samatoki se veía tan contento no era posible, y Jyuto terminó una vez más bajo él, incapaz (y sin ningún deseo) de escapar.

—¿Seguro? —La expresión de Samatoki se tornó lasciva—. ¿Así que solo yo puedo hacerte llorar?

—Ya quisieras.

—No te vayas a quejar mañana.

Desafiar a Samatoki era un hábito que tal vez debería romper, porque claro que Samatoki se tomó algo así como un reto y era posible que Jyuto se arrepintiera de todo una vez amaneciera y quizás tendría que cobrar algunos favores para tener el día siguiente libre porque incluso abandonar esa cama sería una tortura.

Pero en ese instante, con Samatoki enfocado en él y en llevarlo a una nueva cumbre de placer y sonriendo cada vez que llevaba su mirada a esa marca permanente en Jyuto, todas sus preocupaciones y la vergüenza que había cargado por días estaban quedando en el olvido.

Samatoki seguía debiéndole mucho por ser tan mala influencia, claro, pero ya en un futuro le cobraría eso (con intereses) y todo indicaba que no tendría que apresurarse a ello, pues aun si todavía no había una sola línea de tinta en la espalda de Samatoki que sirviera de prueba, lo que compartían ya no se le antojaba como algo temporal.