Todo lo que ya hayan leído en los libros de JK Rowling, es pura y exclusivamente suyo. Lo demás, es totalmente inventado, inspirado por el trailer y las fotografías promocionales de "Elizabethtown", película de Cameron Crowe. Sin fines de lucro.
Tabatas mencionó en su review para el capitulo anterior (gracias!) que nunca se había enterado porqué Ron y Ginny no se llevan bien y fue entonces cuando recordé que no había aclarado ese punto aquí (si lo hice en Fanautores cuando me preguntaron lo mismo. Perdón, fue un completo descuido de mi parte): por todo lo que pasó su papá (que no va a aparecer en este capitulo, por cierto), Molly y Arthur tomaron a Ginny como una segunda hija. Esto ocasionó serios problemas de celos en Ron hacia ella, así que todo el enfrentamiento que existe entre los dos reside en eso. Digamos que Ron se mostró un poco antipático con Ginny por el cariño que sus padres le otorgaron siempre y ella lo único que hace es devolverle esa actitud.
Aclarado ese punto, los dejo con el último capítulo de Cuando Harry conoció a Ginny. Los veo al final.
14. Sólo superstición
Colgó el teléfono. Todo estaba listo. Se retorció las manos con nerviosismo, notando que le transpiraban un poco. Miró el reloj y vio que era terriblemente tarde ya. Las seis. Se levantó del sillón como si tuviera un resorte en el trasero y caminó directo al cuarto. Buscó en el armario su mejor traje, pero no lo encontró. Lo había dejado en su departamento en la ciudad.
Con una maldición, decidió que lo mejor sería ir a buscarlo. Había planeado todo para que aquella fuera la mejor noche de sus vidas y no pensaba empañarla con un atuendo mediocre y poco digno del evento que se daría en apenas horas. Fue casi corriendo al living, tomó las llaves del auto de la mesa ratona en la que estaban descansando desde la noche anterior y salió disparado al garage.
Unos veinte minutos más tarde, estaba saludando al portero del edificio.
"Oh, hola señor Potter" saludó el hombre alegremente. "¿Cómo está? Hace tiempo que no le veo por aquí".
"Estoy en una casa en las afueras por este mes. Disculpe, Paul, pero estoy apurado ahora. Que esté bien" deseó lo más educadamente que pudo antes de atravesar el vestíbulo con paso ligero y meterse en el único ascensor que estaba en la planta baja.
La puerta se abrió en el quinto piso, en el recibidor mismo de su departamento. Bajó y lo primero que hizo fue buscar en el armario del cuarto el traje, pero tampoco estaba allí.
"¡Demonios!" exclamó, sin saber que hacer. ¿Dónde estaba el condenado traje? Miró a los lados, como si las paredes fueran a darle la respuesta. No habrá sido la pared, pero sí lo hizo la mesa de luz. Justo ahí, solitaria e inocente, estaba la factura de la tintorería. Y entonces recordó: el Armani estaba desde hacía más de un mes en la tintorería. Se golpeó la cabeza con una palma extendida. Tomó la factura y se fijó si figuraba el horario de atención del local: de 7:00 AM a 6:30 PM. Miró la hora en su reloj pulsera: 6:35.
"¡Demonios!" repitió, y salió corriendo con el recibo en la mano. Tal vez tuviera un poco de suerte y los empleados aún estuvieran allí.
Efectivamente, tuvo suerte. La persiana sólo había bajado unos cinco centímetros cuando él llegó con la lengua afuera, a las 6:38, luego de haber corrido a toda velocidad cinco cuadras. Golpeó con el puño la puerta de vidrio, pero la mujer que estaba adentro hizo un gesto negativo con la cabeza, sumado a una expresión antipático en su rostro. Señaló con el dedo índice izquierdo hacia el panel de vidrio que estaba a un lado, al cartel que declaraba el horario de atención al cliente.
Desesperándose, Harry hizo un ademán de súplica, juntando las palmas de las manos y moviendo las muñecas hacia delante y atrás. La mujer aplacó un poco su expresión antipática, pero volvió a negar con la cabeza. Harry decidió entonces recurrir a técnicas desesperadas: necesitaba de verdad ese traje. Se arrodilló en el suelo y volvió a repetir el gesto de las manos, mientras miraba a la mujer con su mejor cara de perrito mojado, gritando ¡Por favor! Ella frunció el entrecejo al principio, pero luego inclinó la cabeza hacia un lado, enternecida por su actitud. Detuvo la persiana, que seguía bajando y le permitió entrar.
"Gracias, señora. No sabe el bien que me ha hecho" dijo atropelladamente cuando pisó el local.
"Oh, bueno, has logrado convencerme de algún modo inexplicable" reconoció la mujer.
"Necesito retirar un traje, si no es mucha molestia" anunció, en realidad sin interés en lo que la mujer le estaba diciendo. Se le estaba haciendo tarde, todavía no se había bañado y tenía que atravesar toda la ciudad antes de las ocho.
"Oh, sí, querido, ven por aquí" invitó la mujer, rodeando el mostrador. "¿Tienes tu recibo?". Harry se lo extendió. Ella se perdió entre los múltiples percheros en la parte de atrás del local. Harry podía verla moviendo perchas, buscando el traje ávidamente. Unos dos minutos más tarde regresó al mostrador, negando lentamente con la cabeza. "No lo sé, no puedo encontrarlo" informó, y Harry sintió que sus nervios se ponían de punta.
"¿Cómo que no puede encontrarlo?" preguntó, desesperado. "Si yo mismo lo dejé aquí, tiene que estar" replicó, ansioso, tratando de no sonar agresivo.
"¿Recuerdas hace cuánto que lo dejaste?" consultó la mujer, sacando un estuche de abajo del mostrador. Sacó sus anteojos de él, mientras Harry respondía No lo sé, hace cosa de un mes, más o menos. Observó con detenimiento el recibo. "Oh, ya veo donde está el problema" concluyó, señalando con un dedo la fecha de emisión de la factura. "Trajiste ese traje aquí hace más de treinta días" informó, como si eso significara algo.
"¿Y entonces¿Cuál es el problema?" insistió Harry, sin comprender a qué venía eso.
"Ay, muchacho" apeló la señora, mirándolo con gesto lastimoso. "¿Qué no sabes que si pasa un mes y nadie viene a buscar las prendas las donamos a una entidad de caridad?" le dijo, inclinándose sobre la mesada y mirándolo como si él tuviera cinco años y no comprendiera cuánto eran treinta más ocho.
"¿Cómo?" preguntó Harry, atónito. ¿Habían donado su Armani a una entidad de caridad?
"Siento decírtelo, pero tu traje no está aquí desde hace una semana, como mínimo. Lo lamento".
ººººº
Si la primera semana de trabajo en la agencia estaba siendo así de complicada, Ginny no quería imaginar cómo se tornarían las futuras si llegaba a conseguir el puesto. Corría ahora hasta la oficina de su jefe a entregarle un informe que había tenido que hacer esa tarde y que tenía que entregar en menos de 10 segundos, antes de las 6:40. Y no podía arriesgarse a llegar siquiera una milésima de segundo más tarde. Había tenido las suficientes pruebas de que ése hombre era estricto, en todo el sentido de la palabra, en lo que a horarios se refería: no había dejado entrar al edificio a tres empleados que habían llegado dos minutos tarde, cuando la tolerancia era de diez, el día anterior y hacía tres que le había cerrado la puerta en las narices a tres aspirantes como ella que habían demorado dos segundos más de lo pautado en entregar sus informes. Ginny no quería ser la próxima, así que por eso estaba corriendo lo más rápido que sus piernas y el trabajo adicional de esquivar a todas las personas que deambulaban por las oficinas le permitían.
Estaba por conseguir llegar a la oficina del señor Reinolds con 5 segundos de tiempo extra cuando se chocó con alguien. Calló al suelo y todos sus papeles se desparramaron, quedando esparcidos por doquier. Y, cuando levantó la cabeza, se dio con que se había chocado nada más y nada menos que con Amanda Wood.
Amanda y ella habían llegado el mismo día a la agencia, ambas en calidad de aspirantes, al igual que otros diez jóvenes. Amanda tenía las piernas más largas que Ginny había visto en toda su vida y un cuerpo envidiable. Claro que todo eso se contrastaba con su falta de talento y, porqué no, de cerebro. Cada vez que la escuchaba hablar, Ginny encontraba más inexplicable que la chica, que tenía sólo 21 años, se hubiera graduado con honores, lo cual ella misma se encargaba de recordar a quien estuviera cerca para escucharla. Por supuesto, la enemistad fue inmediata. Amanda mostró los dientes en la primera oportunidad que tuvo, ya que sabía que Ginny tenía muchas más posibilidades de conseguir el empleo que ella, y la pelirroja no hizo nada más que mantenerse pasiva hasta que observó que Amanda tenía claras intenciones de desplazarla en cuanto pudiera. Entonces ella también mostró los dientes.
Se levantó rápidamente, consciente de que le quedaban sólo tres segundos para recorrer más de tres metros. Junto los papeles lo más prolijamente que pudo y echó a correr, con Amanda detrás: ella también tenía que entregar su informe.
Atravesó el umbral de la oficina del señor Reinolds 6:39:59 y él cerró la puerta justo después de eso. Amanda se golpeó con el duro vidrio y calló de espaldas al suelo, fuera de competencia. Ginny se reservó un salto de felicidad y triunfo para más tarde.
"Bien, señorita Weasley" empezó el jefe, atravesando la oficina. Se sentó detrás del escritorio y cruzó las manos bajo la barbilla. "Veo que ha llegado a tiempo con su informe" observó, con una chispa inusual en los ojos. "No muchos lo han logrado en los últimos días" comentó aduladoramente.
"He hecho todo lo posible" fue todo lo que ella respondió, acomodando los papeles lo más disimuladamente posible. Los contó, para asegurarse de que ninguno se hubiera perdido en el camino.Diez hojas, bien, pensó, mientras escuchaba al señor Reinolds, que seguía diciendo algo acerca de la impuntualidad de esa camada de aspirantes.Un momento… eran once…. Se giró hacia la puerta, alarmada.
Allí, Amanda sostenía la hoja que faltaba en su informe contra el vidrio, para que Ginny pudiera verlo, y una sonrisa de suficiencia plantada en el rostro.
"Bueno, supongo que ya estoy listo para ese informe" escuchó Ginny que decía el señor Reinolds. Se giró hacia él nuevamente y vio que tenía una mano extendida hacia ella, pidiéndole los papeles con impaciencia. "Vamos, démelo" pidió, torciendo los dedos hacia él mismo.
Ginny le extendió lo que quedaba de su informe con mano temblorosa, temiendo su reacción cuando notara que no estaba completo. El señor Reinolds pasó las hojas, mirándolas con un poco de desdén, y luego las dejó a un lado. Acercó la silla al escritorio y luego levantó la vista hacia Ginny. "La llamaré dentro de diez minutos, cuando lo haya leído. Puede volver a su puesto, ahora. Supongo que debe tener mucho trabajo aún, ya que faltan quince minutos para que termine su jornada".
Ginny asintió como una autómata y se giró lentamente hacia la puerta. Amanda ya no estaba allí. Ginny salió de la oficina y miró a los lados, buscándola. La encontró unos metros más allá, entrando a su cubículo tranquilamente. Ya se las vería con ella si pensaba que iba a poder sabotearla tan fácilmente.
ººººº
Abatido, Harry regresó al departamento sólo para buscar las llaves del auto. ¿Qué se suponía que iba a hacer ahora?
Había organizado todo para la mejor noche que alguien pudiera esperar. Había reservado una de las mejores mesas en uno de los restaurantes más elegantes de todo Londres para Ginny y para él esa noche. Había pedido los mejores servicios y había pagado a la banda para que tocara la música que él quisiera. Había comprado flores, que tenía que pasar a retirar a las ocho menos diez, en la florería más refinada y exclusiva de todo Londres. Había reservado una limusina que los llevaría hasta el restaurante.
Y todo para que, por un simple retraso de un mes, su Armani estuviera ahora en una entidad de caridad. Definitivamente, no era el mejor comienzo.
El teléfono celular en su bolsillo sonó estridentemente, sacándolo de sus pensamientos.
"¿Hola?" atendió.
"Buenas noches. ¿Es usted el señor Potter?" consultó la mujer del otro lado de la línea.
"Sí, soy yo. ¿Quién habla ahí?".
"Le llamo de Limusinas Anderson, señor. Me han pedido que le informe que su reserva no podrá ser cumplida esta noche".
"¿Qué?" casi exclamó él. Aquello no podía estar pasando. Primero el traje, ahora la limusina. Era demasiado para tan sólo quince minutos.
"El gerente me ha pedido que me disculpe con usted, pero el coche que usted reservó ha sufrido un desperfecto técnico y no tenemos ninguna unidad disponible para reponerlo. El dinero de su reserva se le será devuelto en cuando usted así lo desee" informó la mujer, hablando rápidamente.
"¡No quiero el dinero de la reserva¡Quiero el maldito coche!" gritó él, saliéndose de sus casillas por primera vez en mucho tiempo. Esa noche estaba lo suficientemente nervioso como para que todos aquellos imprevistos estuvieran surgiendo así, incrementando su histeria hasta puntos inconcebibles.
"Lo lamento, señor, pero no hay nada que podamos hacer" replicó la mujer. "Su dinero está en las oficinas; cuando usted quiera retirarlo, allí estará. Buenas noches" y cortó.
Atónito, Harry cerró la tapa del teléfono. Se dejó caer en una silla cercana y pensó en la posibilidad de cancelar todo. La mitad de las cosas ya habían salido mal y no quería arriesgarse a que la mala racha siguiera. Pero luego miró la hora, siete menos diez, y calculó que Ginny estaría saliendo del trabajo en unos minutos. Por un momento, pudo verla caminando camino a casa, a prepararse para encontrarse con él. Y ese fue incentivo suficiente. ¿Qué importaba el Armani, qué importaba la limusina? Todo lo que de verdad importaba era que a partir de esa noche iban a poder estar juntos oficialmente. Daba igual si iban a comer en auto, en limusina, en bicicleta o en monopatín. Importaba que irían, pasarían una de las mejores noches que pudieran recordar y que, luego de eso, estarían juntos. Sin que nada ni nadie pudiera oponerse a eso.
Con esa idea clara en la mente, Harry se levantó y unos quince minutos más tarde volvía a la casa de campo en la que se estaba quedando. Ya encontraría algo adecuado y, después de todo, su auto no estaba tan mal para llegar alMuseum. Todo saldría bien.
ººººº
"¿Amanda?" llamó Ginny, tratando de contener el impulso de golpearla, entrando en el cubículo de la chica.
"¿Sí?" respondió ella, girando su silla hacia la pelirroja. La miraba con suficiencia, aún sosteniendo la hoja faltante en su informe.
"Creo que una de las hojas de mi informe se ha traspapelado cuando nos chocamos" expuso Ginny diplomáticamente. "Sería bueno que me la devolvieras, la necesito" pidió, sin alterarse. Ya llegaría el momento de hacer eso, sólo si las cosas se ponían difíciles.
"Oh, creo que no" contestó Amanda descaradamente, blandiendo el papel ante ella. "¿Por qué tendría que dártelo?"
"Porque es mi trabajo¿tal vez? No vas a ganar nada con robarme. ¿Por qué mejor no te esfuerzas porque tu trabajo sea un poco más decente y dejas de intentar quedar mejor que yo con el señor Reinolds? Sería sólo un poco más honrado, sobre todo para ti" dijo Ginny, incapaz de contener ese acceso de verborrea. Amanda era una de las pocas personas en el mundo que provocaba ese estado en ella.
"¿Qué mi trabajo sea un poco más decente?" repitió Amanda, levantándose de su silla, poniéndose roja de la cólera. "¿Crees que mi trabajo no es decente, acaso?".
"No, no dije eso" negó Ginny sinceramente, alarmada. "Sólo dije que no necesitas sabotearme para sobresalir. Sólo si te esfuerzas un poco más…"
"Oh, y tú te esfuerzas más que cualquiera de nosotros¿no es cierto, Weasley?" replicó Amanda, sin dejarle terminar con lo que estaba diciendo. "¿Porqué no dejas tú de hacerte la mosquita muerta y muestras que te mueres por conseguir el empleo? Eres la que más edad tiene de todos, la única que nunca ha trabajado en esto y la favorita del señor Reinolds. Deja de hacerte la humilde" soltó la chica, con desprecio. "Toma tu maldito informe y lárgate" exigió, extendiéndole la hoja de la que se había apoderado más temprano en el pasillo.
"Amanda…" apeló Ginny tímidamente, sin tomar el papel. Había reconocido en las palabras de la chica sus propios pensamientos de años atrás, cuando ella misma había sido rechazada infinidad de veces en otras agencias, hasta que se había cansado de eso y optado por el trabajo temporal de la empresa de transportes. Siempre estaban esos aspirantes más grandes y más talentosos, que siempre terminaban obteniendo el empleo al que ella aspiraba. "Yo no…"
"Oh, vamos, vete de una vez, Weasley. No quiero escucharte" volvió a decir Amanda, acercándole la hoja con un gesto brusco.
Ginny la tomó, pensando en que si ella no quería escucharla no la obligaría a ello, y menos cuando la muchacha se estaba mostrando tan antipática como siempre de nuevo. Salió del cubículo sin decir otra palabra y se dirigió al despacho del señor Reinolds. Estaba vacío. Ginny aprovechó esa oportunidad para completar su informe sin que el hombre notara que alguna vez había estado incompleto y se escabulló dentro de la oficina. Colocó la hoja faltante al final del pilón que le había dejado a su jefe unos minutos antes y, lo más rápido que pudo, atravesó el despacho de nuevo. Pero justo en el momento que estaba por salir, el señor Reinolds apareció frente a ella.
"Señorita Weasley" dijo con voz atronadora. "¿Qué estaba haciendo en mi oficina?" preguntó del mismo modo, levantando una ceja.
"Ehmm… yo…" se retorció las manos, buscando una excusa. "Mi hebilla" dijo al fin, señalando su cabeza. "La perdí cuando entré aquí y vine a buscarla, sólo eso" inventó en el aire, esperando que el hombre creyera su versión.
El señor Reinolds levantó aún más las cejas. Ginny estuvo segura en ese momento de que él sabía que estaba mintiéndole y consideró todo el trabajo de aquella semana como perdido. Por eso, se sorprendió sobremanera cuando el hombre asintió levemente con la cabeza y le dijo que ya había leído su informe y que lo había encontrado muy completo y correcto para lo que él mismo esperaba de ella.
"Espero que siga así, Weasley" deseó en voz alta, cuando ella ya se estaba yendo. "Si todo sale como debe supongo que usted estará entre nosotros en forma definitiva muy pronto".
ººººº
Siete y media, Harry estaba terminando de acomodar su corbata en forma adecuada. Finalmente había encontrado un traje que servía para utilizar en aquella ocasión y ahora terminaba de peinarse, o de intentar hacerlo al menos. Desistió después de que le peine hubiera pasado tres veces por su cabello sin dejar ningún rastro de su paso por allí. Alisó entonces por enésima vez su saco y decidió que estaba comportándose como un completo estúpido mientras se miraba al espejo de nuevo. Pero no podía evitarlo. Había esperado esa noche por varios días que se habían extendido mucho más de la cuenta y estaba más ansioso de lo que recordaba haber estado por algo antes. Quería que todo, absolutamente todo saliera perfecto aquella noche y, aunque ya un par de cosas se habían salido del plan, confiaba en que lo lograría si conseguía mantener la calma.
Juntó las llaves del auto, su billetera y su celular y volvió a salir de la casa. Manejó intranquilo unos quince minutos de vuelta a la capital y tuvo que apurarse un poco para llegar a la florería a la hora convenida. Bajó del auto y entró al local.
"Hola, buenas noches" saludó educadamente al empleado detrás del mostrador, que respondió con una inclinación de su cabeza. "Vengo a retirar un ramo que encargué ayer, por favor. Está a nombre de Harry Potter".
El empleado abrió un poco los ojos, con sorpresa, pero no dijo nada. Asintió a Harry y pidió que le esperara unos minutos mientras él retiraba su pedido del taller. Se fue por una puerta que estaba tras él y unos cinco minutos después apareció con un ramo de camelias violetas en la mano.
"Aquí está su orden, señor. Camelias violetas presentadas para regalo" dijo, extendiéndole las flores a Harry, que no las tomó.
"Éstas no son las que yo encargué. Los míos eran tulipanes blancos" replicó Harry, exasperándose rápidamente por dentro. Lo único que le faltaba era que se hubieran equivocado con su pedido y ni siquiera las flores fueran las que él había programado para Ginny.
"No, no, mire" indicó el empleado, negando con la cabeza rápidamente. Le mostró el recibo, copia carbónica de un original, que estaba pegado con un trozo de cinta al ramo de las camelias. "Lo ve, dice claramente Harry Potter".
Harry se fijó, conteniéndose. Efectivamente, decía Harry Potter. "Pero yo no pedí estás camelias" insistió él. "Yo pedí tulipanes blancos. Fíjese en su computadora" pidió, señalando el aparato, que estaba ubicado a la izquierda.
El empleado entrecerró los ojos, pero no replicó. Se fijó en su computadora y observó la pantalla por unos instantes. "Oh, ya veo cual es el problema" dijo luego. "Hay dos pedidos a nombre de Harry Potter; uno por las camelias y otro por los tulipanes".
"Yo no pedí las camelias" repitió Harry, impaciente.
"Evidentemente" accedió el empleado, con una mirada que decía claramente que, después del desplante que Harry estaba haciendo, no le quedaban dudas que él era el de los tulipanes. "Verá, el Harry Potter de las camelias las pidió para mañana y usted pidió los tulipanes para hoy, pero los recibos se traspapelaron. En el taller prepararon las camelias para hoy y los tulipanes para mañana, lo lamento".
"¿Lo lamenta?" exclamó Harry, estallando al fin. "Escúcheme bien" exigió, señalándole con un dedo amenazante "esta noche tiene que ser perfecta y todo está saliendo al revés. No necesito que usted me sume un problema más, así que quiero los malditos tulipanes, ahora".
"Señor, yo no puedo hacer nada por usted ahora. Las flores no están preparadas y los del taller ya se han ido. No…"
"Mire, si quiere le pago el doble, el triple por el ramo, pero prepárelo, es realmente importante". El empleado volvió a abrir los ojos, mucho más que antes, sorprendido por aquella exigencia. "Por favor" pidió Harry, casi suplicante.
El empleado asintió atropelladamente. "Bien, veré qué es lo que puedo hacer por usted. Espere aquí unos minutos, trataré de hacer esto rápido".
ººººº
A las ocho en punto, a la hora que habían acordado que Harry pasaría a buscarle por su departamento, Ginny estaba por empezar a vestirse. Se había demorado en el trabajo y estaba haciendo todo lo posible por apurarse y arreglarse rápido, aunque a las ocho y quince Harry aún no había llegado. Eso le extrañó un poco, puesto que él solía ser puntal, pero agradeció de todos modos el margen de tiempo. Pero cuando se hicieron las ocho y media, comenzó a preocuparse.
Estaba esperando impacientemente sentada en el sillón cuando el teléfono sonó. Ella se estiró rápidamente hacia el aparato y atendió.
"¿Hola?"
"¿Hola, Ginny?". Se escuchaba mucho ruido del otro lado.
"¡Harry¿Estás bien?"
"Sí, sólo un poco demorado. Estoy a unos diez minutos, luego te explico" dijo él rápidamente.
Ginny estaba por responder cuando escuchó una fuerte interferencia y la comunicación se cortó. Diez minutos más tarde, el portero eléctrico sonó. Ginny atendió y, al comprobar que era Harry, le dejó pasar oprimiendo el botón derecho del aparato. Cuando le abrió la puerta del departamento, después de que él tocara el timbre, Ginny pensó que había llegado hasta allí corriendo por el semblante que traía.
"¿Qué te pasó?" preguntó, guiándole a un sillón para que se sentara.
"Todo lo que puede pasarle a alguien. Perdí un traje, la limusina que había reservado se rompió y choqué con el auto camino aquí" enumeró él rápidamente.
"¿Chocaste!" exclamó ella, olvidándose de todo lo que él había dicho antes.
"Sí, pero no pasó nada, quédate tranquila" restó importancia él con un gesto de su mano. "Pero, afortunadamente, no todo salió mal. Conseguí esto, sólo para ti" dijo, levantando el brazo y ofreciéndole un ramo de tulipanes gigantesco.
"Ay, Harry, no debiste" sonrió ella, tomando las flores. Él le dio un beso en la mejilla y ella se fue luego a la cocina a buscar un florero. Cuando regresó al living, los dos escucharon cómo empezaba a llover copiosamente.
"Oh, diablos, esto es lo único que me faltaba" se quejó Harry, reclinándose en el sillón con gesto desesperado.
"Harry, no es tan terrible tampoco" reflexionó Ginny, sentándose a su lado. "Mira, por lo que me has dicho deduzco que ya estás cansado cuando ni siquiera hemos salido" se detuvo al ver a Harry asentir lentamente y luego continuó: "Si quieres, podemos quedarnos aquí, encender unas velas y pedir algo de comida" sugirió, dejando el peso de su cabeza caer en el hombro de él.
"No me disgusta esa idea" reconoció Harry. "Pero había preparado todo para que esta noche fuera perfecta y, realmente, las cosas no salieron como yo esperaba. Quiero que aprovechemos lo que queda en pie aún, al menos¿si?"
ºººººº
"Pero no puedo dejarle entrar, señor Potter, lo lamento" decía el hombre apostado en la puerta del Museum por enésima vez. Hacía cerca de diez minutos que Harry estaba discutiendo con él porque el hombre no podía dejarlos pasar, puesto que, según él, habían llegado demasiado tarde. "Ya le he dicho que tenemos una tolerancia de treinta minutos para las reservas, y la suya estaba hecha para las ocho y diez, es decir, hace cuarenta y cinco minutos. Las reglas del local son así, y usted estaba al tanto de eso".
"Pero, hombre…" reclamó Harry, volviendo a exasperarse. "No puede hacer eso cuando he reservado la condenada mesa con días de anticipación".
"Se lo repito, no interesa con cuánta anticipación haya hecho su reserva, señor. Las reglas son iguales para todos, y lamento no poder hacer nada por usted hoy. Buenas noches". Con eso, el hombre se volteó y estaba entrando al local de nuevo cuando Harry quiso perseguirlo para seguir reclamándole, pero Ginny se lo impidió tomándole fuertemente por un brazo.
"Ya, Harry, él tiene razón, trata de comprender" intentó hacerle razonar.
"No, él no tiene razón, Ginny¡no puede hacer eso!" refutó él, tercamente.
"Vamos, que te ha explicado sus razones y, además, ya se ha ido. No va dejarnos entrar y en esta ciudad hay los suficientes lugares para comer como para que estés haciendo este berrinche" reclamó Ginny, tirando de él.
Harry le miró por un momento, con duda. "Bien, nos vamos" accedió al fin. "Pero no te quepa duda de que ese hombre va a tener serios problemas con su superior cuando llame mañana y me queje por su comportamiento".
"No vas a llamar, y los dos lo sabemos" dijo Ginny, rodando los ojos, mientras las dos empezaban caminar alejándose del restaurante. Había dejado de llover hacía unos diez minutos y, aunque el cielo seguía encapotado, no parecía que San Pedro estuviera por volver a llorar.
Harry se detuvo de pronto y Ginny le imitó sin saber porqué el había hecho eso. "Lo lamento" se disculpó, con una angustia inexplicable invadiéndole los ojos de pronto.
Ginny frunció el entrecejo. "¿Qué¿Porqué?" preguntó, confundida. No tenía idea qué era de lo que Harry estaba hablando. Un trueno que hizo temblar el suelo se escuchó a lo lejos.
"Por todo esto" respondió él, señalando alrededor con las manos. "Realmente nada salió como lo había planeado" agregó, mirando al suelo. "No se suponía que terminaríamos llegando tarde, a pie y con una tormenta a punto de estallarnos encima".
Ginny resopló suavemente, incapaz de creer lo que él le estaba diciendo. ¿Realmente se estaba disculpando por una serie de eventos desafortunados que, por alguna razón sólo cósmicamente explicable, habían impedido que aquella noche fuera la que él había planeado para los dos? "¿Me estás hablando en serio?" cuestionó ella, contendiendo la risa.
"Por supuesto que lo estoy haciendo" asintió él, aún sin mirarla. "Quería que todo hoy saliera perfecto y, bueno… ya ves como ha sido en realidad"
"A ver, dime tú cómo ha sido. Yo no llego a ver el problema". Otro trueno sonó, más fuerte que el anterior, y más cerca.
"Deberíamos buscar un techo para cubrirnos. Está por llover otra vez" evadió Harry, mirando al cielo con expresión de fingida concentración.
"No trates de escaparte. Dime que es lo malo" exigió ella suavemente.
Harry suspiró antes de bajar la vista y mirarla directamente a los ojos por un momento. "Supongo que tú sabes lo que iba a hacer esta noche" empezó él, observando detenidamente el suelo ahora. "Y había planeado todo, hasta el más mínimo detalle. Cada cosa, hasta lo más pequeño estaba listo para que esta noche fuera la ideal, la que habíamos estado esperando desde que volvimos a la ciudad desde la casa de tu madre¿entiendes?". Ginny asintió, ausente. "Y todo ha salido completamente al revés. Primero, la maldita tintorería; luego, el servicio de limusinas; como si fuera poco, el florista que confundió los pedidos; y, para coronar la perfecta jornada, un taxista que sacó su registro de conducir por un curso por correspondencia que arruina el auto, sin contar al botones del restaurante que no nos ha dejado entrar por una simple demora" enumeró, marcando con los dedos cada desventurada experiencia. "Mi plan se fue por la borda, y lo que iba a decirte también" concluyó, decepcionado por las circunstancias y mirando a todos lados menos a Ginny.
"¿Ibas a decirme?" repitió ella. "¿Es que ya no vas a hacerlo?" preguntó, sin poder ocultar una clara nota de desilusión. En ese momento, comenzaron a caer gruesas gotas de agua que pronto los mojaron, pero ninguno de los dos se movió.
"¿Qué crees? Todo ha salido realmente mal, Ginny, ya no puedo hacerlo" se justificó él.
"¿Así que eso es todo¿Sólo porque las cosas no salieron hoy como tú querías, ya no vas a decirme lo que ibas a decirme? Creí que te importaba lo nuestro; que te importaba" reclamó ella, realmente decepcionada por aquella actitud.
"Ginny¿no entiendes que es porque me importas demasiado que ya no puedo hacer esto?" replicó Harry, mirándole a los ojos al fin. Le puso las manos sobre los hombros, que estaban congelados por el frío viento que había comenzado a correr junto a la lluvia. "Quería que todo fuera ideal, como tú te mereces que sea. No está bien de este modo".
"Sí está bien" contestó Ginny. "Y también hubiera estado bien que me lo pidieras hace una semana, en el auto, pero no dejé que lo hicieras porque estaba muy abrumada por todo lo que había pasado" contó. Ahora era su turno para mirar al suelo, avergonzada en cierto punto por esa confesión. "No porque no fuera el momento adecuado¿sabes?". Harry le miró, sorprendido, sin que ella le devolviera la mirada. "Cualquier momento es el momento adecuado" agregó Ginny, levantando la cabeza.
Súbitamente, Harry entendió lo que ella estaba tratando de decirle. Y entonces estuvo claro qué era lo que tenía que hacer: a pesar de que había tenido un mal día, las cosas no habían salido bien y ahora estaban comprándose un largo resfriado porque llevaban diez minutos bajo la lluvia que seguía incrementándose, aquel era el momento más adecuado que llegaría a conseguir en toda su vida. "Ginny…" apeló, mientras se preparaba para tomar un último suspiro que le diera valor.
"¿Si?" siguió ella, ansiosa, sólo para seguir un libreto imaginario y supuestamente preestablecido.
"¿Quieres ser mi novia?" preguntó él al fin, después de tanto tiempo esperando poder hacerlo.
Ginny sonrió ampliamente, detalle que Harry no pasó por alto. "¿Tú qué crees?" fue toda su respuesta.
Lo que sucedió a continuación, quedaría grabado en la mente de la muchacha en forma indeleble. Años más tarde, aún podría verlo claramente con sólo cerrar los ojos y evocar aquel momento: ella y Harry, en el medio de una torrencial tormenta, empapados hasta la médula, dándose un colosal y grandioso beso.
FIN
ººººº
Gracias a tabatas, jamesandmolly, SpyWitch, Kiiandy Black, amsp14, lore, alma salinas y a Quid Morgan por sus reviews para el capitulo anterior.
Despedirse de una historia significa muchas cosas para mí (y creo que para todos los que tuvieron o van a tener que hacerlo). Cada capitulo, cada línea, le enseña cosas a cada personaje, pero también me enseña muchas cosas a mí y ésa es una de las cualidades que más me atraen de este pasatiempo, que se ha convertido, poco a poco y sin que me diera cuenta, en mi favorito. Acompañar a los personajes, sean cuales sean, en sus vivencias, sean cuales sean, le enseña a uno a pensar de otro modo las cosas y a enfrentarse en forma diferente a las situaciones que se van presentado en nuestras vidas, no es cierto? A lo largo de estas mis diez historias, mi forma de pensar y ver las cosas en mi vida personal (o "real", como le llaman algunos) ha cambiado radicalmente y eso es algo que siempre voy a agradecer al extrañísimo mundo de las palabras.
Cuando Harry conoció a Ginny, específicamente, me enseñó a encontrar el equilibrio de una historia, de sus personajes y el mío propio como autora. Tal vez este párrafo no se entienda, pero necesitaba decirlo y compartirlo, de verdad.
Espero que hayan disfrutado de este capitulo y, sobre todo, que haya sido un final a la altura del que ustedes estaban esperando. (Para el que no recuerde que ya conocían el final de esta historia, remítanse al tercer fragmento del capitulo 9, Click. Ginny ya les había dejado saber cómo terminaba todo esto).
Sólo me queda decirles que les agradezco infinitamente a cada uno de ustedes estos meses de compañía y apoyo, para conmigo y para con la historia, que es en realidad lo que nos compete en este momento. Ustedes supieron comprender muchas cosas que ni siquiera se imaginan que comprendieron, así que les agradezco mucho, sincera e infinitamente, por eso. MUCHÍSIMAS GRACIAS.
La Prisionera.
PD: Ustedes dirán si quieren el epílogo o no. Es su elección, pura y exclusivamente.
PD2: Se invita a todos los señores lectores a visitar Words of Wisdom, el último fiction de La Prisionera de Azakaban.
