El camino verdadero.

Capítulo 3.

By: Joe, the time traveler.

Los personajes de Digimon le pertenecen a Akiyoshi Hongo y a Toei Animation, los utilizo en esta historia sin fines de lucro

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—¡Ah! ¡No me gusta hacer las compras! —se quejaba Takuya, mientras decidía qué lata de frijoles llevar.

Al fin escogió una y la aventó de mala gana al carrito.

—¿¡Dónde estará ese tonto de Shinya? —espetó.

Se sentía tan molesto.

—¡Hace demasiado calor! —dijo moviendo un poco su playera anaranjada para sentir aire. Por suerte sus jeans azules eran frescos.

Había pasado ya el estante de latería y su hermano no aparecía.

—¡Le dije que no se tardara! ¿¡Qué demonios estará haciendo? —la gente se le quedaba viendo mientras gritaba.

Caminó tres pasillos más.

—¡Es su problema si se pierde! ¡No pienso esperarlo ni un minuto más!

De pronto, un sentimiento de asombro y felicidad, pero también de nerviosismo le recorrió desde los dedos de los pies hasta la punta de sus cabellos castaños.

Algunos metros frente a él vio una cabellera larga y rubia que desapareció en el estante de los cereales.

Muchos recuerdos de su niñez invadieron su mente y pasaban rápidamente como flashes.

—I… ¿Izumi? —tartamudeó paralizado.

Recuperándose de la conmoción apretó fuertemente el carrito y avanzó tratando de alcanzar a su amiga de la infancia. Recorrió algunos metros y luego lo dejó estacionado en un lugar. Corrió pero no pudo ver nada, ni rastro de ella.

Avanzó esquivando a la multitud, pero no. Nada de Izumi. Llegó hasta el pasillo principal, volteó a todos lados pero fue en vano, la chica ya había desaparecido.

Decepcionado, metió las manos en los bolsillos de sus jeans y con la cabeza agachada caminó de regreso.

—¿Era ella? —se cuestionó, recordando la manera impulsiva en la que había actuado—. Sí, estoy seguro de que era ella, no pude haberme equivocado.

No podía equivocarse. Era ella, su cara había cambiado un poco, pero él la recordaba perfectamente, cada detalle de su rostro. Esa cabellera rubia no había podido ser de otra persona.

—Izumi —murmuró tocándose el pecho.

—¡Takuya! —gritó una voz. Él volteó; era Shinya, con un montón de cosas para comprar. Vio su expresión desanimada—. ¿Qué te pasa?

—Nada —dijo el mayor completamente desganado—. ¿Por qué te tardaste tanto?

Su hermano comenzó a dar un montón de excusas, pero él no lo escuchó. Recordó a Izumi y también recordó sus sentimientos por ella. Todo lo feliz que ella lo hacía sentirse.

Fueron hasta las cajas registradoras. Pagaron con una tarjeta y salieron del supermercado. Shinya miraba que su hermano estaba muy pensativo. Él no era así, lo conocía perfecto.

—¡Uf! ¡Muy apenas nos alcanzó el dinero! —le dijo para que volviera "al mundo de los humanos". El mayor no dijo nada, siguió hundido en sus pensamientos.

Takuya metió las bolsas al auto casi instintivamente.

"Izumi" pensó.

Su nombre. Recordó su olor, un olor a pétalos de rosas. La manera en que ella le sonreía. Sus labios. Recordó todo.

"¡Vamos Takuya!" le gritó la chica.

Ella lo tomó de la mano y corrieron por un campo cubierto de pasto verde y flores de colores. Llegaron hasta lo más alto, desde allí podía admirarse la ciudad. Una vista hermosa.

"¡Se ve genial desde aquí!" gritó la rubia emocionada. Él sólo sonrió.

De repente la voz de su hermano lo trajo de vuelta. Sólo respondió 'sí' para que lo dejara de molestar. El haber visto a aquella rubia lo había afectado de verdad. Emitió una risilla por eso.

—¿Qué? ¿¡Ahora qué te pasa? —espetó Shinya.

—No me hagas caso hermano, sólo yo me entiendo —dijo Takuya.

—¡Vaya que sí! —dijo Shinya algo enfadado.

Condujo el camino de regreso a su casa en su auto familiar de color rojo.

Shinya movió un poco el sintonizador de radio en busca de una estación que le gustara. Giró lentamente.

—¡Ah! ¡Esa! —gritó.

—¡No! ¡Otra vez con tus Eterna Knights! —espetó Takuya.

—¡Esa canción está muy buena! —exclamó.

Takuya se hundió nuevamente en sus pensamientos, dejándose llevar por el ritmo relajante de la canción. Volvió a pensar en la chica rubia. En cómo le sonreía.

Cubre el frío con el fuego dentro de ti.

"¡La ciudad se ve hermosa desde aquí!".

Ella sujetaba su mano. Su piel era tan tibia. Sentía como si cientos de aves volaran dentro de su pecho. Sentía una alegría inmensa.

No permitas que la flama de nuestro corazón se extinga jamás.

"¡Mira Takuya, mi corazón está latiendo muy rápido! ¡Siéntelo!".

Ella tomó la mano derecha del chico de cabellos castaños y la arrimó a su pecho. Allí pudo sentir el latir de su corazón. El latir del corazón de la persona que era más importante para él.

Takuya puso la otra mano en su pecho y sintió cómo sus dos corazones latían con fuerza al mismo tiempo y en sincronía perfecta.

"Dame tu mano" le dijo Takuya a la rubia.

El chico colocó la mano de Izumi en su pecho. Sus pálidas mejillas se ruborizaron un poco, lo cual la hacía muy bella. Sus miradas se juntaron. Un momento maravilloso.

Los ojos azules lo llevaron a un mundo diferente y le contagiaban la felicidad que ella sentía. Allí, los dos unieron sus labios como un pacto.

Este cariño que es más ardiente que el mismo fuego.

Los dos se separaron lentamente. Ella cambió su expresión y le dirigió una sonrisa coqueta.

"Creo que es hora de comer".

Extendieron un mantel blanco en el suelo y de una canasta sacaron varios sándwiches y algunos postres. Él miraba con atención la manera como Izumi comía.

Quiero sentir tu corazón ¡Déjame sentirte!

Takuya volvió a la realidad.

—Y ¿Cómo se llama esa canción? —peguntó él porque le había gustado.

—Se llama 'Fire within the heart'.

Llegó a su casa y vio estacionado un auto deportivo de color plateado. Shinya llevó las bolsas hasta adentro de la casa. Takuya se aproximó al auto y de él salió un chico de cabello negro con jeans azules, una playera blanca y un saco de mezclilla.

—¡Hola Takuya! —saludó quitándose sus lentes oscuros.

Takuya sonrió emocionado al reconocer a aquella persona.

—¡Kouji! —se acercó a él, lo saludó y luego le dio un abrazo fuerte—. ¡Tanto tiempo!

Los dos amigos se sonrieron. Sentían un gran alivio por haberse visto de nuevo.

—¡Mamá voy al parque, ahora regreso!

Caminaban lentamente, mientras platicaban de su vida pasada. Los dos se abrazaban y reían por las historias contadas. Reinaba una atmósfera de tranquilidad en aquel lugar. Todo era perfecto. Las hojas secas de los árboles se dejaban caer danzando por el aire en aquel hermoso escenario.

Fueron y se sentaron en los columpios. Estuvieron allí más de media hora. Seguían hablando de su niñez, el momento más feliz de sus vidas.

—Y dime Takuya… ¿Aun sientes lo mismo que antes por Izumi?

Takuya se sorprendió mucho con aquella pregunta. Pero cambió su expresión de asombro por otra.

—No lo sé… Ya ha pasado tanto tiempo. No sé qué es lo que siento en realidad.

Hubo un silencio, pero después fue el de cabellos castaños el siguiente en preguntar.

—¿Y tú Kouji?...

El de cabellos negros esbozó una ligera sonrisa y miró delante de él. Luego, procedió a contestar.

—Sí, mis sentimientos por ella siguen como intactos, como antes. Aun la sigo queriendo.

Su sonrisa fue aun más profunda. Takuya se sorprendió de nuevo por la respuesta. Él, también la seguía queriendo como antes. Nuevamente eran rivales en el amor, pero seguían siendo tan buenos amigos como siempre.

—Bien…

Kouji se paró rápidamente del columpio y miró al otro.

—Creo que tengo que irme. He pasado toda la tarde aquí charlando contigo, pero también tengo otras cosas qué hacer en casa.

—Sí, espero verte pronto —se puso de pie también. Los dos sonreían sinceramente.

—Nos veremos pronto, Takuya —estrecharon sus manos, mientras se alejaban—. Siempre hay tiempo para volver a ver a los amigos.

Kouji condujo hasta su casa. Al entrar a esta arrumbó su saco de mezclilla en el sofá y se dirigió al teléfono y presionó un botón.

"Usted tiene un mensaje nuevo: Hola Kouji. Soy Junpei Shibayama, vi tu mensaje en el periódico. Por favor, contéstame. Me gustaría saber de ti. Fin del mensaje".

Kouji se alegró de escuchar la voz de otro de sus antiguos amigos, que, aunque, se oía cambiada era la misma de Junpei.

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Arbormon: El guerrero de la madera. El guerrero que corrompió su espíritu con oscuridad y luchó al lado de Kerpymon y en contra de otros guerreros. Pero que unió fuerzas con los otros nueve para salvar al digimundo de la maldad de Lucemon y sus Caballeros de la Realeza.

Perteneciente a los Antiguos Diez que cuidó ese mundo en eras antiguas. El que es capaz de hacer crecer vegetación hasta en los lugares más áridos. El que es capaz de entender los sentimientos de las plantas y los digimon de madera.

Su forma de bestia es Petaldramon, y una vez que digievoluciona su poder es aumentado al doble, tal vez al triple.

Arbormon: Un guerrero que ha jurado proteger el digimundo ahora que este ha sido de nuevo invadido por el caos. Un mal que tendrá que ser arrancado de raíz para restablecer el equilibrio del mundo.

—Nosotros juramos proteger este mundo en nombre de los tres Ángeles Sagrados —exclamó.

"Por favor guerreros ¡Mantengan la Esperanza!"

Esas fueron las palabras de Angewomon antes de que salieran del Castillo. Y ese fue su pacto.

—Esta noche las tres lunas se sobrepondrán de nuevo.

Encargado de proteger la aldea de los Hamburgermon y el bosque adyacente a esta. En ese lugar se encuentra otra parte del resplandor llamado Esperanza. Tenía qué encontrarlo antes que nadie más.

—Me pregunto qué le habrá pasado a los otros tres. Espero que estén bien.

Se encontraba en el rincón de una calle. Sentado junto a una fuente y comía las hamburguesas más deliciosas de los cocineros de esa aldea.

—Señor Arbormon…

Una voz lo sacó del mar de pensamientos en el cual se encontraba sumergido. Levantó la vista y vio frente a él al papá y a la mamá Hamburgermon.

—Esta noche las tres lunas se sobrepondrán y sabemos lo que sucede con ese evento.

Arbormon se puso de pie y se arrodilló frente a ellos para igualar su tamaño.

—Le juramos que haremos las mejores hamburguesas para que usted no pierda las energías —sonrió la mamá Hamburgermon.

—Gracias…

Los dos se despidieron con una sonrisa y se marcharon del lugar.

Él recordó cuando trató de destruir esa villa en el pasado. Por parte de los aldeanos esos rencores ya habían quedado atrás y él se sentía muy feliz por eso, porque todos tenían qué unirse para ir en contra del Caos.

—Señor Arbormon… Señor Arbormon…

Escuchó una voz joven y volteó la vista. Pudo ver a un pequeño Floramon que se acercaba corriendo lentamente. Parecía algo exaltado.

—Señor Arbormon.

—¿Sí? —preguntó el guerrero.

El digimon no pudo hablar. Inspiró hondo varias veces tratando de normalizar su respiración. Arbormon puso una mano sobre la cabeza de este.

—Calma…

De nuevo dio un suspiro largo.

—Lo que pasa es que el huerto de esta aldea se ha marchitado por completo. No sabemos la causa, pero de ese lugar es de donde los Hamburgermon sacan las verduras para sus hamburguesas.

—Ya veo. Por favor, dime dónde se encuentra ese lugar.

Los dos desaparecieron de un salto y se dirigieron a ese lugar, al huerto de la aldea de los Hamburgermon.

Llegaron a esa zona luego de un rato. Otros Floramon se encontraban investigando el lugar.

"Siento una extraña energía en esta parte. Una energía que me llena de paz y de tranquilidad" pensó el guerrero de la madera.

—¿Usted también puede sentirla Señor?

Le dijo otro Floramon que se acercaba a él.

—Es una energía extraña, está en este lugar, pero no sabemos de dónde proviene exactamente.

Arbormon miró el jardín. Cada una de las plantas del jardín estaban marchitas y secas. Las flores habían perdido todos sus pétalos.

—¡Es espantoso! —exclamó.

Arbormon tocó una de las plantas y un resplandor emanó de su cuerpo. Los digimon se asombraron de toda la grandiosa energía que irradiaba.

De pronto, parecía como si la vida volviera a aquel jardín. Todo lo horrible y podrido de aquel lugar iba siendo transformada lentamente en una belleza extraordinaria. Las hojas de las plantas adquirían de nuevo su tono verde de siempre y las flores se llenaban de hermosos pétalos otra vez.

Arbormon caminó hasta el centro del jardín. Nuevas plantas crecían en el lugar en donde sus pies habían tocado, era mágico todo aquello.

—No es de extrañarse, él es uno de los Antiguos Diez —presumió uno de los Floramon.

El guerrero dio un golpe en el centro de la tierra. Un pequeño temblor hizo que los Floramon perdieran el equilibrio.

—¿Qué hace? —se oyó a lo lejos.

Un enorme resplandor salió del sitio en donde había golpeado. Arbormon fue bañado por aquella luz. Era esa extraña energía que había sentido antes, pero ¿por qué en se encontraba en ese jardín?

—Esta luz puede darle vida y energía a cualquier ser vivo —dijo—. Era de esto de lo que las plantas de este huerto se estaban alimentando, pero al recibir tanta energía comenzaron a marchitarse y a morir.

La explicación parecía lógica.

—Esto es el Resplandor de la Esperanza —Arbormon hizo que la luz empequeñeciera—. Por lo pronto me quedaré con ella.

Lo absorbió y lo guardó en el interior de su cuerpo.

El sol comenzaba a ocultarse tras las montañas y el cielo se oscurecía lentamente. Dejando que las estrellas y las tres lunas incrementaran su brillo.

Arbormon sintió de pronto otra energía. Pero esta era diferente, era una presencia llena de maldad. Trató de localizarla por unos segundos y por fin dio en el punto exacto. En el interior del bosque, los demás digimon también pudieron sentirla.

El guerrero saltó hacia la rama de un árbol, algunos Floramon lo siguieron, saltaban de rama en rama hasta dar con el lugar.

—¿Es el cazador del que nos habló Señor Arbormon? —le preguntó el digimon con forma de flor.

—Tal parece que es así. Y lo más probable es que venga buscando el resplandor que introduje en mi cuerpo.

—Señor… Pero si él logra extraerlo de nuevo usted… es probable que usted…

—Los sé, estoy preparado para correr el riesgo, pero no sin antes, haber matado a ese monstruo.

Llegaron hasta una zona en donde no había árboles. Se ocultaron. Algunos Palmon peleaban con una extraña sombra, mientras que eran convertidos en digihuevos.

—Señor, ellos son nuestros compañeros, sus subordinados, por favor no permita que los mate.

Arbormon saltó justo en frente de la sombra y pudo salvar a cuatro Palmon que no fueron atacados.

—Gracias, Señor Arbormon.

—¡Váyanse de aquí inmediatamente!

Los pequeños digimon obedecieron.

—Así que tú eres Arbormon de la madera.

Una tétrica e infernal voz fue emitida por la criatura que se revolvía entre las sombras.

—¡Déjate ver! —ordenó Arbormon.

El digimon se fue acercando lentamente hacia uno de los rayos que irradiaba una de las tres lunas.

El monstruo tenía una armadura negra que cubría la mayor parte de su cuerpo. Un casco escondía sus ojos. De sus dedos crecían garras enormes y de su espalda salían tres pares de alas de murciélago.

—Vengo por el Resplandor que se encuentra en el interior de tu cuerpo.

—¿Qué? —el guerrero de la madera se sorprendió por las palabras del monstruo—. ¿Cómo lo sabes?

—Porque puedo sentirlo…

Abromon esbozó una mueca de temor. Los Floramon y los Palmon observaban la batalla a los lejos, en las ramas de los árboles.

—Por favor… ¿Puedes entregármelo?

—Sabes que mi respuesta es "no" —Arbormon se tranquilizó y cambió su mirada a una seria.

—Sí, lo sabía, pero quería intentarlo.

—Entonces también sabrás que la única manera de quitármelo será matándome.

—Sí lo sé —el digimon dio un salto vertical y luego se lanzó hacia Arbormon—. Y eso es lo que voy a hacer.

El guerrero de la madera levantó su brazo derecho y se dispuso a apuntar al blanco.

—¡Danza de ametralladora! —su voz hizo eco en el bosque.

Múltiples disparos atacaron la coraza negra de aquel digimon y lo derribaron. Chocó contra un árbol y lo destrozó con el impacto.

—¿Y tú crees que voy a dejar que me mates?

—¡Ja ja ja! Esto se pone divertido —dijo el digimon negro, mientras limpiaba la sangre que salía de su boca con la mano derecha, al mismo tiempo que se levantaba.

Saltó verticalmente de nuevo, esta vez más alto que la anterior. Luego brincó hasta el guerrero. Arbormon apuntó de nuevo y lo volvió a derribar con la danza de ametralladora, pero esta vez el ataque penetró más en su cuerpo. Algunas plantas salieron de las heridas, como si las balas de Arbormon fueran semillas.

—¿Creíste que funcionaría?

Se acercó hasta su enemigo y le pateó el pecho y la cabeza. Lo golpeó dos veces en el rostro. El digimon negro se levantó de nuevo. Dio otro salto vertical. Esta vez llegó más arriba de los árboles y pudo apreciar las tres hermosas lunas. Usó el impulso de la caída para acercarse a Arbormon nuevamente.

—¡Tonto! Ya te he derribado dos veces ¿Crees que esta tercera funcionará? —le gritó Arbomon, mientras le disparaba. "¿¡Por qué insiste?"

Las balas desgarraron la armadura en el lugar del impacto y sangre roja salió de su cuerpo. El digimon se levantó nuevamente y saltó de nuevo hacia el cielo.

"¿¡Qué es lo que intenta hacer?"

Se acercó al guerrero una vez más.

—¡Danza de ametralladora!

Esta vez, en lugar de recibir el impacto saltó velozmente hacia un lado. Arbormon trató de dispararle varias veces, pero falló.

"¡Es muy rápido!"

El digimon apareció detrás del guerrero.

—¡Señor Arbormon! —gritaron los Palmon y los Floramon que observaban escondidos la batalla.

—¡Agujas del infierno!

Arbormon fue atravesado con las garras de aquel digimon. Un dolor agudo recorrió su cuerpo entero, mientras seguía asombrado por la habilidad de aquel ser desconocido.

—Me costó descubrir el punto débil de tu técnica, pero al fin lo hice.

Con un dolor punzante y hemorragias el guerrero de la madera se levantó y apuntó al digimon con su ametralladora.

—Si la utilizas de nuevo no podrás volver a usar tu brazo de nuevo.

—No me importa, ya lo dije: correré el riesgo. ¡Danza de ametralladora!

El guerrero lanzó cientos de disparo que el digimon negro pudo esquivar con un salto vertical. Nuevamente se paró frente a él y golpeó a Arbormon con tres puñetazos. Este debilitado por el dolor volvió a caer.

—Según tengo entendido; que tú, Arbormon de la madera puedes sentir un hambre incomparable cuando las tres lunas de este digimundo se interponen entre sí —levantó una mano y apuntó a los tres astros—. Y hoy, es ese día.

—Pero ¿Cómo puedes saberlo?

—Como te das cuenta sé mucho de ustedes, más de lo que se imaginan.

—Eso es cierto, pero no es todo…

Arbiormon se puso de pie una vez más. Su cuerpo comenzó a emitir aquella luz intensa, aquella luz llena de Esperanza.

—También es cierto que cuando las tres lunas de este digimundo se anteponen mi poder crece enormemente.

El bosque quedó completamente iluminado y parecía; por el resplandor, que era de día.

—¡Arbormon digivolves a Petaldramon!

Su cuerpo creció y se alargó. Alrededor de su cabeza crecieron hojas rojizas y su cola la formaban múltiples raíces. Su cuerpo quedó cubierto por plantas verdosas, esa era la forma de bestia del guerrero de la madera.

—¿¡¡Qué?

—¡Ciclón de Hojas!

Las hojas alrededor de la cabeza de Petaldramon comenzaron a girar. Luego, este exhaló con todas sus fuerzas lanzando potente vientos que se arremolinaban en contra del enemigo arrojándolo al aire.

—¡Lianas aniquiladoras!

El guerrero de la madera enterró su cola en la tierra. Algunas lianas salieron a la superficie y se enredaron en el cuerpo del digimon negro que aun se encontraba en el aire, consiguiendo también rasgar parte de su armadura y raspar su piel.

Cayó completamente herido al suelo. Con la armadura destruida y su casco roto dejó ver sus temibles ojos rojos, de los cuales el guerrero de la madera sintió temor. El digimon negro se levantó. Dio un salto vertical y comenzó a emanar un brillo de su cuerpo. Petaldramon se sintió paralizado al ver aquellos ojos.

—¡Golpe del Caos! —dio una pirueta en el aire y cayó para azotar su tremendo puño en la cabeza del guerrero. Luego dio otros diez golpes rápidos en el mismo sitio.

Petaldramon cayó y escupió sangre. Su cráneo estaba dañado y así volvió a la forma de Arbormon nuevamente. Sentía agudas punzadas en su cabeza y cayó de rodillas. Pero trató de levantarse otra vez.

El digimon negro se acercó a él. Arbormon respiraba agitadamente.

—Como dije al principio… Vengo por el resplandor que escondiste dentro de tu cuerpo.

—¡Danza de ametralladora!

El digimon resistió los disparos. De pronto hizo un movimiento rápido con su brazo izquierdo y de la nada sacó una enorme espada con la empuñadura negra y la hoja ancha y medía un metro y medio de longitud.

—Te dije que si usabas tu ametralladora destruiría tu brazo —con la mano derecha sujetó fuertemente el brazo de Arbormon y con un movimiento rápido de la espada lo separó del resto del cuerpo.

Arbormon sintió una agonía terrible. El lugar en donde su extremidad había estado sangraba a chorros.

—Esconder la Esperanza en su cuerpo. Eso mismo hizo la tonta de Ranamon, pero ya he descubierto su plan —acercó su rostro al de Arbormon que gritaba horriblemente y absorbió la energía que Arbormon guardaba. El dolor de Arbomon aumentó.

Una vez sustraída la energía se levantó y dejó al guerrero moribundo en el suelo. Desapareció volando por los cielos nocturnos.

—Señor Arbormon… nosotros lo cuidaremos y lo curaremos —los Palmon y Floramon se acercaron al guerrero.

Fin del capítulo.