- Lo que dices es una completa locura.
Llevábamos casi una hora sentados en la sala de reuniones principal. Nunca habría imaginado ni por una milésima de segundo lo que Tony y Bruce nos iban a contar cuando esa misma mañana nos habían convocado a todos para una reunión urgente. No sabía qué pensar, porque una cosa era lo que quería creer, y otra lo que debería, la gran e histórica batalla del corazón contra la razón.
Natasha había sido muy importante para mí durante mucho tiempo, después de nuestra pequeña y personal guerra civil, junto con Sam, fue la persona en la que más aprendí a confiar. Era mi compañera de combate y se convirtió en mi mejor amiga, hasta el punto de plantearme vivir una vida normal y completa con Peggy antes de hacer los últimos viajes en el tiempo para devolver las gemas a sus respectivos tiempos, cuando creí que ella había muerto y que Toni no lo superaría. Pensé que ya no me quedaba nada en ese tiempo, que ya había acabado una era para mí y que puede que le tuviera que pasar mi mando a Sam, quien estaba seguro de que estaría preparado. Pero entonces Tony se estabilizó, y yo simplemente no pude irme sin saber si despertaría.
Y después de todo ahí me encontraba, sentado en una gran mesa redonda con un equipo de Vengadores muy diferente al original que miraban a Bruce y a Tony con la misma expresión de incredulidad. Solo había una excepción, el pequeño y dulce Peter Parker, que por mucho que lo intentara no era capaz de esconder sus expresiones ni sus sentimientos, era como un libro abierto, pero en ese momento… en ese momento su cara era completamente neutra, solo miraba al frente, a la pantalla que habían usado los dos genios para explicarnos toda su teoría sobre el Proyecto Viuda Negra. Y no nos equivoquemos, no era que me fijara particularmente en él, ni mucho menos, lo que pasaba simplemente es que era muy diferente al resto de nosotros, y no podía mentir, eso en parte me fascinaba, y en parte me asustaba.
- Clint, entendemos que suena a locura, a mí me costó también creerlo al principio, pero…
- ¡Pero nada!- interrumpió el susodicho- Todo lo que estás contando es completamente absurdo. Lo sabía todo sobre ella, absolutamente todo, sabía del Salón Rojo desde hace muchos años y nunca, ¡Nunca! Me dijo ni una sola palabra sobre eso.- terminó levantándose de la silla para mirar directamente los dos hombres.
Estábamos todo el equipo, incluidos Scott, Strange, T'Challa… solo faltaban Carol, Thor y los Guardianes, que con tan poca antelación les habría sido imposible venir, además, según Tony, no era imprescindible que supieran lo que nos iban a contar.
- Legolas, cálmate, no te pedimos que nos creas a nosotros, te pedimos que creas lo que ves.- dijo con calma, señalando a la pantalla donde se leía un documento de hacía por lo menos diez años sobre esa Sala Roja o como se llamara.
- Esos documentos son falsos, ¿En serio creéis que podéis conseguir archivos de esa organización así como así? Sois unos ingenuos.- siguió retando el arquero.
- El ingenuo eres tú, ¿En serio te piensas que hubiéramos creído algo así sin haberlo comprobado antes?
Aquello parecía un teatro en el que Tony y Clint eran los protagonistas y los demás meros espectadores observando cómo se desarrollaba la trama, expectantes por ver quién cedería ante el otro en esa batalla donde solo participaban las voluntades y el orgullo.
No podía culpar a Clint, al fin y al cabo, yo tampoco me lo quería creer. Teníamos una perfecta y prácticamente inmortal asesina rusa trabajando para una organización de lealtades dudosas, luchando en nombre de una causa que desconocíamos, aprovechando que el mundo todavía estaba resurgiendo de sus cenizas. Para colmo, esa asesina era Natasha, pero a la vez no lo era, y teníamos que detenerla intentando devolverle recuerdos que no sabíamos si todavía existían en el mejor de los casos, o deshaciéndonos de ella y de todo lo que tuviera que ver con esa organización en el peor de los casos.
No, definitivamente no me lo quería creer.
Pero los hechos estaban ahí, analizados y comprobados por las dos personas más inteligentes que conocía, no era algo que pudiera pasar por alto así como así.
- A estas alturas ya no sé qué esperarme de vosotros.- respondió escupiendo veneno en la voz.
- Clint…- intentó apaciguar Bruce.
- ¡Nada de Clint! ¿¡En qué narices pensabais, joder!? ¿No podíais simplemente dejarlo estar? Teníais que complicarlo todo ¡Como siempre!- dijo acompañando el final de la frase con un puñetazo en la mesa.
- No es así…- volvió a intentar Bruce.
- ¡Sí que lo es! Natasha está muerta ¡Muerta!- gritó Clint, acusándole con el dedo- Y por mucha culpabilidad que sientas por haber sido un maldito cobarde con ella, no te da derecho a hacerle eso.
Como había dicho, no podía culpar a Clint, al fin y al cabo, le estaban diciendo que había una posibilidad de que perdiera a Natasha no una, si no dos veces. Eso definitivamente no era plato de buen gusto para nadie, y menos para un Barton temperamental que, por muy bien que dijera estar, aún no había superado la muerte de la Viuda, y puede que nunca lo llegara a hacer del todo.
Eran como hermanos, eso nunca fue un secreto para nadie. Siempre estuvo la duda común y silenciosa de si alguna vez hubo algo más entre ellos, si esa complicidad tendría una base distinta a la de una simple amistad. Al contrario de lo que se podría pensar por mi edad, era un firme creyente de que la amistad entre hombre y mujer existía, que no era cierto que siempre una de las dos partes quisiera algo más con el otro, pero ellos eran personas tan reservadas y con una continua aura de secretismo a su alrededor, que era muy difícil no habérselo planteado nunca. Fuera como fuera, sería una duda que nos concomería de por vida, de eso estaba seguro.
- Clint, cálmate.- decidí intervenir al ver a Bruce mirándole con los ojos entornados, listo para responderle seguro que de muy malas formas.
Barton se giró a mirarme muy rápido, incluso un poco sorprendido, como si por un momento se hubiera olvidado de la presencia del resto de nosotros en esa habitación. Pero había algo más en su mirada, algo que dolió más que todo lo que habían podido explicar Tony y Bruce en la reunión, y era traición.
Ese era el lado malo de ser el Capitán América, no podía hacer las cosas sin pensar, y menos aún decirlas sin pensar, porque, sin querer sonar narcisista, mi opinión contaba bastante en ese equipo, igual que la de Tony, y era por eso que cuando no estábamos de acuerdo podía arder el cielo.
En ese caso en concreto, lo que pasaba era que Clint y yo siempre habíamos tenido unos ideales muy similares, convirtiéndonos en buenos aliados para ese tipo de reuniones, lo que suponía que hizo que también en esa esperara tener mi apoyo incondicional contra los dos genios, y más aún sabiendo la relación que tuve con Natasha y las diferencias que siempre había tenido con Tony. Y por todo eso en ese instante me estaba encontrando directamente con unos ojos empapados de traición.
- No me lo puedo creer…- susurró Clint a la vez que apartaba la mirada.
Acto seguido, sin decir una sola palabra dio un giro sobre sus talones y abandonó la habitación sin echar la vista atrás ni un momento.
Hubo unos segundos de silencio en los que nadie supo qué decir, ni siquiera sabían bien dónde mirar. Tony se había apoyado en una pared y se tocaba distraídamente la prótesis del brazo mirando al centro de la mesa, mientras Hulk seguía mirando pensativo a la puerta, con las cejas fruncidas, seguramente pensando en si salir detrás del arquero o no, pero al parecer terminó declinando la idea por suerte para todos.
- ¿Y qué se supone que vamos a hacer ahora?- preguntó Wanda, rompiendo el tenso silencio.
Eso pareció suficiente para despertar a Tony de su ensoñación, porque se volvió a incorporar para recorrer la mirada por todos nosotros, deteniéndola en mí. Sabía que buscaba mi apoyo, como había dicho, todo lo que decíamos y hacíamos cualquiera de nosotros podía tener consecuencias importantes, pero en mi caso y en el de Iron Man era distinto, debíamos ser más precavidos. Por eso sabía que con esa mirada Tony buscaba por lo menos una pequeña parte de mi aprobación. Le di un pequeño, casi imperceptible, asentimiento con la cabeza mirándole directamente a los ojos.
- Tenemos que buscar a esta nueva Viuda Negra.- afirmó finalmente.
- ¿Y cómo se supone que vamos a hacer eso?- intervino Sam- Quiero decir, he estado años huyendo con esa mujer y estoy seguro de que si no quiere ser encontrada, no lo será.
- Nadie es perfecto, ni siquiera ella, seguro que en todo este tiempo ha dejado alguna pista, algún rastro por alguna parte, solo tenemos que saber dónde mirar y qué mirar.- habló T'Challa por primera vez- Y estoy seguro de que disponemos de mejores medios que ellos.
- Exacto, y tenemos sospechas de que esta organización está, o al menos estuvo, colaborando con Hydra por sus proyectos y su forma de actuar.- dijo Bruce- Por lo que estamos seguros de que no deben estar tramando nada bueno. Esto no se trata solo de Nat, se trata de todos nosotros, chicos, puede que nos hayamos topado con algo grande sin quererlo.
- Tenemos a Barnes que estuvo en el centro mismo de Hydra, tenemos la tecnología de este lugar y de Wakanda, tenemos a ex fugitivos de guerra que se estuvieron escondiendo años con Natasha y saben cómo actúa, tenemos a Clint que la conoce mejor que nadie desde ya antes de que huyera de esa organización, tenemos a las mentes más brillantes del mundo y una concentración de personas mejoradas por metro cuadrado más alta que el mismísimo Empire State.- siguió Tony sin apenas respirar entre palabra y palabra- Por favor, somos los jodidos Vengadores, ya hemos salvado el universo, si no podemos nosotros contra esa organización, nadie podrá.
Siempre era yo quien hacía los discursos motivadores, era algo que se me daba bien, me salía sin más y realmente me gustaba hacerlo, me gustaba ver cómo la expresión de la gente pasaba de miedo a esperanza por mínima que esta fuera, sin embargo tenía que admitir que ese había sido impresionante sobre todo viniendo de Tony, pero…
- Esa lengua, Tony.- dije volviéndole a mirar a los ojos con una pequeña sonrisa, que me devolvió al instante, seguida de un bufido.
A mi derecha pude escuchar una pequeña risa que hizo que se me removiera el estómago. Me giré discretamente para encontrarme con Peter que me miraba marcando levemente los hoyuelos. Era una imagen adorable, pero no me sorprendía, al fin y al cabo, Peter siempre sacaba esos sentimientos de mí, lo que me descuadraba y, como bien había dicho, me asustaba mucho.
No podía negar después de conocerle durante al menos medio año que lo que me provocaba fuera algo normal, que el que me pusiera nervioso y pareciera otra vez un tonto adolescente a su lado fuese algo que me hubiera pasado más veces, porque mentiría como un cosaco. Solo una vez había sentido ese revuelo en el estómago, y la culpable fue Peggy Carter, el indudable amor de otra vida que nunca estaría seguro de haber superado por completo.
Pero para ser sincero, no me había permitido a mí mismo pensar mucho en ello, porque definitivamente no estaba bien, es más, estaba mal, muy mal.
No era por sentir esa atracción hacia otro hombre. Bueno, para ser sincero sí que lo fue al principio, pero realmente era una de esas cosas que sabes desde hace tanto tiempo que has aprendido a vivir escondiéndotela a ti mismo, y de repente un día llega algo que te lo remueve todo y te hace recordar eso que te habías empeñado en que no existiera. Ese algo para mí fue Peter. Pero no podía, y habían muchas razones para ello, empezando porque trabajábamos en el mismo equipo y terminando porque tenía tantos años más que él que realmente no sabía ni contarlos con certeza.
Y con edad no me refería a físicamente hablando, entre los años que pasé en el hielo y el suero en mi sangre que me hacía envejecer muy despacio, realmente no parecía que tuviera más de treinta y cinco. Me refería a la mentalidad, porque aunque ya llevaba muchos años viviendo en ese siglo, seguía teniendo la mente muy clásica en muchos aspecto, y era algo que no lo podía evitar, simplemente me habían criado así. Con la gente más mayor nunca hubo un problema real, pero los jóvenes de la época eran distintos, liberales de una forma especial y esperanzadora que nunca hubiera podido imaginar y que distaba mucho de lo que yo había vivido. Por mucho que quisiera evitarlo, esa era una barrera importante, o eso me parecía en ese momento.
Pero la verdad detrás de todo eso se resumía en que era un cobarde.
Además, ¿Quién me aseguraba que Peter fuera a sentir lo mismo? Sabía que me admiraba desde pequeño, que nos admiraba a todos, pero de ahí a algo más… me sentía incluso mal pensándolo, como si a veces me aprovechara de esa admiración para conseguir algo más de él, aunque solo fueran unas palabras, una sonrisa, un toque… definitivamente tenía que parar. Además, ni siquiera sabía si le gustaban los hombres, así que lo mejor era simplemente dejarlo pasar, estaba seguro de que se terminaría pasando solo.
- Solo hay un problema.- fue Stephen Strange el que consiguió sacarme de mis pensamientos, lo que le agradecí infinitamente.
- Ilumínanos, Gran Hechicero.- le respondió Tony con un sarcasmo que no se reflejó en su voz.
- Los nuevos acuerdos de Nueva York que firmamos todos.- dijo lentamente, recorriendo con los ojos la habitación, con ese tono arrogante que parecía que le acompañaba siempre.
- No os preocupéis por eso, ya está resuelto.
…
- ¡Hey, Queens!
Me dio un vuelco el corazón mientras giraba más rápido de lo que lo habría hecho si me hubiera llamado cualquier otra persona. Acabábamos de salir de la sala de reuniones, y los nervios entre el grupo estaban bastante caldeados, sobre todo desde que Clint se había ido sin ninguna explicación, aunque tampoco había que ser ningún genio para saber cuál era.
La decepción no tardó en llegar cuando al girarme vi el rostro de Sam. Desde que Steve empezó a llamarme así, algunos compañeros que le escuchaban se habían acostumbrado a referirse a mí de la misma manera. Al principio me molestó que lo hicieran porque en mi cabeza era la forma especial en la que Steve me llamaba, algo nuestro en lo que no se tendría que haber metido nadie. Aunque por supuesto no dije nada nunca. Poco a poco me fui acostumbrando, y aunque normalmente la gente se refería a mí simplemente como Peter, de vez en cuando hacían uso de ese apodo.
Justo detrás de él estaba Bucky, mirándome con una ceja levantada. Era muy agobiante, a veces creía que realmente nos llevábamos bien, incluso había conseguido en varias ocasiones sacarle una sonrisa, cosa que me pareció completamente imposible cuando le conocí, pero entonces llegaban esos momentos y me miraba como si fuera su mayor problema en el universo. No entendía nada y eso me exasperaba.
- Oye, oye, oye... ¿Y esa cara? No soy George Clooney, pero yo me veo bastante mono.- dijo Sam parándose un paso enfrente de mí con una gran sonrisa blanca adornándole la cara.
No pude evitar reírme, Falcon siempre sabía qué decir en cada momento y a cada persona, parecía ajeno a todo, una simple sombra del Capitán América, pero no. Sabía leer a las personas, incluso demasiado bien, pero no lo usaba nunca a su favor, al menos no con nosotros, solo lo usaba para situaciones incómodas, como para terminar esas conversaciones en las que te quedas enganchado y no sabes qué decir ni qué hacer para irte sin quedar mal, o para consolar a alguien que se había dejado machacar… era una habilidad que no parecía gran cosa, pero que muchos matarían por tener y saber usar, o por lo menos yo.
- Lo siento, sigo un poco sorprendido por todo lo que nos acaban de contar.- intenté excusarme.
- No te preocupes, es normal, menudo bombazo.- dijo apoyando su mano en mi hombro- Solo era para avisarte que para la cena vamos a pedir pizza, Toni, Pepper y Scott también se han apuntado ¿Tú querrás?
- ¡Oh! ¡Sí, claro! Pizza me parece alucinante, carbonara sin champiñones para mí.
- Genial, me lo apunto.- contestó empezando a andar por delante de mí, seguido de Bucky que casi no había movido ni un músculo de la cara desde la primera vez que le había mirado- Vamos a avisar al resto, si ves a alguien más coméntaselo.
- Claro, sin problemas.
Al final prácticamente todos cenamos juntos esa noche, incluso Bruce, que le había visto comer en el salón dos veces contadas. Era bastante extraño, pocas veces coincidíamos de esa manera, pero después de esa reunión supongo que a la gente no le daría la cabeza para hacer otras cosas.
Habíamos decidido sentarnos por los sofás, algunos en el suelo, alrededor de la mesa de cristal que había en el salón. Yo estaba en el sofá del centro, con Rhodey a mi derecha y Steve a la izquierda, lo que era realmente una distracción. No el hecho de tenerle a mi lado, si no el tener su pierna todo el tiempo en contacto con la mía, los dos en pantalones cortos de deporte. Intentaba apartarla, juro que lo intentaba, pero de una forma u otra siempre volvían a tocarse, y no sabía si Steve era consciente de ello, pero definitivamente yo sí.
- ¿Alguien sabe algo de Clint?- preguntó Scott después de un rato de conversaciones vagas, que era uno de los que estaban sentado en el suelo.
- No ha vuelto a contactar con nadie desde que se ha ido.- contestó el Sr. Stark a la vez que quitaba la cebolla de un trozo de la pizza de Morgan. Había sido un auténtico drama cuando había llegado y había visto que su comida llevaba verdura, un gusto que estaba seguro que había imitado del Sr. Stark.
- Es normal, estaban realmente unidos. Solo hay que dejarle tiempo para que lo asimile, luego será el primero que colabore.- añadió Steve echándose un poco para delante para coger su móvil de la mesa, apoyando la mano en la parte superior de mi pierna para impulsarse y haciendo que nuestras piernas rozaran durante todo el recorrido.
Me había matado y había vuelto a nacer. No sabía si el calor que notaba era de mi propia pierna o de la de él, solo sabía que me estaba subiendo por todo el cuerpo hasta llegar a la cara. Era una tontería, y yo era muy consciente de ello, al fin y al cabo, solo era una pierna y una mano que estaba seguro de que ni se había dado cuenta de dónde la tenía colocada, pero no me podían culpar, era un maldito adolescente hormonal virgen y propenso al sonrojo con un Capitán América que solo llevaba una simple camiseta de tirantes abierta que dejaba muy poco a la imaginación, y eso una auténtica faena.
- ter?... Peter, ¿Estás bien?- preguntó el Sr. Stark frunciendo el ceño, sacándome de mis pensamientos y haciéndome saltar un poco en el sitio de la sorpresa.
- S... sí, estoy genial, muy bien, genial ¿Por qué lo dice?- hasta yo me di cuenta de que eso había sido completamente horrible.
- Por nada, supongo... pero te has puesto muy rojo de repente ¿Tienes calor? ¿Quieres que baje el aire?
- No, no, que va, no se preocupe, es que estoy muy lleno.- seguí mintiendo, lo que era evidente para mí y estaba seguro de que también para esos Vengadores que ahora tenían puesta su atención en mí. Me quería morir.
- ¿Tú llenarte? Eres un pozo sin fondo, chaval, y no llevas casi ni media pizza.- añadió Rhodey desde mi lado.
Tenía razón, y no estaba para nada lleno, es más me habría comido otra pizza después de esta. Cuando me convertí en lo que era, suponía que mi metabolismo había aumentado mucho y para ser sinceros, era verdad que en cada comida ingería por lo menos el doble que una persona normal. Por eso dejar esa pizza a la mitad era algo que me dolió en el alma, pero mi gran bocaza y yo habíamos vuelto a hacer de las nuestras y ahora nos tocaba pagar el precio.
- No sé, no me encuentro muy allá, mejor me voy ya a mi habitación.- dije levantándome y haciendo camino al ascensor sin decir ni una palabra más y con mucha hambre. Esperaba seriamente tener algo de comer en mis armarios.
El ascensor no estaba en el salón, pero aún así pude oír desde el pasillo sus últimos comentarios que hicieron que me quisiera morir de la vergüenza.
- Decidme que eso no me ha parecido raro solamente a mí- esa era la voz del Sr. Stark.
- Son cosas de la adolescencia, yo aún a veces tampoco entiendo a Cassie, pero te vas haciendo a ellos.- contestó la voz de Scott.
En ese momento maldije todo lo habido y por haber. Meses luchando para ser simplemente uno más, para que no me miraran como si tuvieran que tratarme con más cuidado que al resto, para que me tomaran realmente en serio... y yo montaba un numerito porque la maldita pierna del maldito Capitán América había rozado la mía. Era tremendamente patético.
Fuera como fuera, por mucho que me fastidiara, era preferible que creyeran que estaba teniendo un brote de tontería adolescente a que supieran la verdad. No me quería imaginar qué sería lo que pasaría, al Sr. Stark le daría un yuyu, como mínimo empezaría otra guerra civil y no estaba seguro si sería contra Capi o, contra mí, y luego estaba Steve… definitivamente se alejaría de mí y eso es algo que me negaba a aceptar que pasara, aunque a veces mi cabeza me dijera que puede que precisamente poner distancia entre nosotros fuera la única posibilidad de que todo esto no terminara en desastre.
Se abrió el ascensor y caminé hacia mi habitación, o mejor dicho hacia mi pequeño apartamento, porque me negaba a llamar a eso habitación, me parecía un insulto a los dormitorios del resto de las personas.
- ¡Peter, espera!
Me giré sorprendido para encontrarme con el causante de todos mis problemas y los abejorros que siempre atacaban mi estómago cuando aparecía.
- ¿Steve? ¿Qué haces aquí?- intenté que mi voz sonara lo más neutra posible.
- Me he quedado preocupado ¿Estás bien?- preguntó acercándose hasta donde yo estaba.
- Sí, en serio, no era nada, no te preocupes.- le contesté mirando al suelo mientras me rascaba la nuca, simplemente por hacer algo con mis manos- Me da un poco de vergüenza haberme ido así.
- Tranquilo por eso, en este equipo son muy normales las salidas dramáticas, mira esta tarde.- dijo con una sonrisa, acercándose un paso más.
No pude evitar soltar una pequeña risa, simplemente me sentía feliz cuando le tenía a mi lado, lo que consideraba que a la vez me hacía el chico más desgraciado del mundo ¿Irónico, no?
- Sí, la reunión ha sido un poco intensa.- dije levantando por fin la mirada del todo.
- Y eso no ha sido nada, recuerdo una cuando buscábamos el cetro de Loki en la que Thor rompió la mesa con el martillo en un arrebato de ira.- contó haciendo que me volviera a reír.
Hubo un silencio en el que Steve aprovechó para apoyarse en la pared con los brazos cruzados mientras me devolvía la sonrisa. Parecía orgulloso de sí mismo, como si hubiera logrado su objetivo viniendo aquí, lo que hizo que se me encogiera un poco el corazón con cariño. Steve siempre siendo Steve.
- Hablando de lo de esta mañana,- seguí la conversación, apoyándome también en la misma posición en la que estaba él, a solo un paso de distancia- ¿Cómo estás? Sé que estabais muy unidos.
Si era sincero había llegado a sospechar que Steve y la Viuda habían tenido algo más allá de la amistad, al fin y al cabo, habían sido dos años huyendo en la compañía del otro, no hubiera sido raro si hubieran buscado consuelo físico en algún momento. Ese pensamiento me hacía sentir peor de lo que nunca hubiera admitido en voz alta, pero una vez se lo pregunté a Sam lo más disimuladamente que pude, y me lo negó todo a la vez que se reía durante lo que fueron por lo menos dos minutos seguidos, haciéndome sentir tonto y aliviado por partes iguales. Me dijo que sí que era cierto que estaban muy unidos y que hacían muy buen equipo, pero que eran demasiado distintos, y con palabras textuales "Nat le hubiera destrozado en la cama".
- Bueno, mentiría si no dijera que ha sido toda una sorpresa…-empezó, apartando la mirada hacia el pasillo por detrás de mí- no he querido pensar mucho en el tema, porque entonces pensaré mucho en ella, y no quiero esperar algo que realmente hay muy pocas posibilidades de que pase.
Terminó volviendo su mirada otra vez hacia mí, más serio que antes, con los ojos tristes y un poco perdidos en los recuerdos.
En esos momentos lo único que quería era dar un paso al frente y darle un abrazo como los que se daban mis tíos cuando yo era pequeño, abrazos que no eran simples apretones, eran el mayor consuelo que alguien podía recibir en momentos malos. Pero desgraciadamente no podía hacer eso.
- Siento haber sacado el tema.- dije con voz suave.
- No te preocupes, tampoco es algo que vayamos a evitar, al fin y al cabo, por lo que parece vamos a trabajar mucho en esto, es simplemente… que me da miedo lo que pueda pasar.
- ¿El Capitán América tiene miedo de algo?- pregunté con un poco de burla en un triste intento de animarle.
- Tengo miedo a muchas cosas.- dijo mirándome a los ojos, muy serio- A muchas más cosas de las que la gente piensa, y de las que me gustaría admitir.
Siguió mirándome fijamente, como queriendo decir algo detrás de esas palabras que no llegaba a comprender.
- ¿A qué le tienes miedo, Steve?- le pregunté sin apartar tampoco mi mirada.
No quería pensar cosas que no eran, porque llevaba muchos meses haciéndome ilusiones que siempre acababan mal, pero Steve estaba muy cerca, realmente cerca, tanto como lo estuvo ese primer día en el que me ayudó a llevar mis cosas a mi habitación. Parecía que había pasado una vida desde aquello.
- A ser yo mismo.-respondió simplemente.
¿Era mi impresión o le notaba más cerca? No, era mi impresión, estaba seguro, porque él no podría estar… ¿Verdad? Era imposible que lo estuviera, imposible y alucinante.
Siguió un silencio que no habría sabido calificar ¿Incómodo? No, definitivamente no era incómodo. Solo estábamos ahí, él y yo, en mitad de un pasillo desierto mirándonos tan fijamente que creía que el corazón se me saldría del pecho en cualquier momento.
- Dicen que no hay persona más libre que la que supera sus miedos- dije bajando la voz, como si estuviera contándole el secreto mejor guardado de mi vida y tuviera miedo de que cualquiera lo pudiera escuchar.
- ¿Eso dicen?- preguntó en el mismo volumen, bajando su mirada por primera vez hacia mis labios.
¿Había mirado bien? No podía estar mirando bien, porque eso significaría algo que llevaba deseando tanto tiempo como temiendo, y no estaba seguro de estar preparado para ello, ni de que mi corazón pudiera aguantarlo sin pararse en el intento.
Solo pude asentir sin decir nada más cuando su mirada volvió a posarse en la mía. Sus ojos estaban llenos de confusión, curiosidad, nervios, ganas... pero sobre todo miedo, y estaba seguro de que los míos reflejaban lo mismo, porque era exactamente como me sentía por dentro.
No habría sabido decir en qué momento exactamente se empezó a acercar más. Si era sincero, no estaba seguro de que fuera solo él quien había acortado la distancia, lo único de lo que era consciente era del retumbar de mi corazón en mis orejas antes de sentir sus labios sobre los míos.
No era cómo me había imaginado, sus labios no eran suaves, ni eran cálidos, más bien al contrario, los notaba fríos contra los míos… y era simplemente perfecto.
Empezó lento, tan lento que dolía... pero llevaba tanto fantaseando sobre ese momento que lo necesitaba todo rápido. Eso decía una parte de mí, la otra quería que ese momento durara todo lo que pudiera, alargarlo mucho y poderlo dejar grabado en mi memoria porque estaba seguro de que no se volvería a repetir nunca.
Sentía cómo sus labios bailaban sobre los míos, y como juguetones atrapaban mi labio inferior entre los suyos. El cuerpo me temblaba entero, no sabía si de felicidad o de nervios. Me acerqué un poco más a él, temeroso de que se apartara en cuando notara cómo se cerraba más la distancia entre nosotros, pero nada de eso pasó cuando puse ambas manos en su cuello y acerqué nuestros cuerpos.
Fue en ese momento cuando todo aumentó de intensidad. Rodeo mi cintura con sus brazos y me acercó más si es que eso aún era posible. Me cogió fuerte, pero no me importó, en ese momento definitivamente no me podría haber importado menos. Sentí cómo su lengua rozaba mis labios pidiéndome permiso de una manera extrañamente dulce y agresiva, a lo que yo solo pude acceder.
Diría que fue ahí cuando perdí lo que me quedaba de razón, dejé de ser consciente de todo mi alrededor para simplemente sentir su lengua sobre la mía, peleando y bailando al mismo tiempo. Sentí como me empujaba suave contra la pared y apretaba su pierna derecha entre las mías, haciéndome soltar un gemido del que en otras circunstancias me habría sentido tremendamente avergonzado, pero en esos instantes mi cabeza estaba en blanco.
No podría decir cuánto tiempo estuvimos así realmente, solo que aunque hubieran sido horas me hubieran parecido pocas... cuando entonces pasó…
- ¡Su puta madre! ¿¡Qué cojones es esto!?
