¿Conocéis esa sensación de estar mareado sin haber bebido ni un mililitro de alcohol? Era así exactamente como me sentía tras mi encontronazo con Yelena.
Después de salir de esa asquerosa gasolinera y llegar donde nos esperaban Steve y Wanda, todo pasó muy rápido. Solo sabía que de un momento a otro estaba en el jet con todo el equipo y, poco más tarde, aterrizando en la sede tras un viaje en el que no se intercambiaron más de cuatro palabras.
Me extrañó realmente, porque pensaba que el interrogatorio que le harían a la espía sería directo y largo, sin querer posponer más esa maldita situación que a todos nos había llevado de cabeza las últimas semanas. Y sabía que a ella también le había extrañado, y no porque se le notara, todo lo contrario, ya que hablando cinco minutos con ella podías catarte de que era una experta en esconder cualquier mínima emoción que pudiera surgirle… no, era porque yo vivía con gente como ella ya desde hacía meses, y puede que fuera el peor en mentir, puede que se me notara en todo momento cualquier mínima expresión en la cara y que yo fuera el libro más abierto de todos… pero con el tiempo había aprendido a leer muy bien a las personas, o por lo menos a las personas que no querían ser leídas.
Yelena estaba nerviosa, y se le notaba en la sonrisa tranquila con la que analizaba a cada uno de los Vengadores, en la mirada serena con la que repasaba el jet de arriba a abajo buscando una posible salida en caso de urgencia, en la forma en la que apretaba esa pulsera de plata que tenía en su muñeca izquierda como si fuera lo único a lo que se pudiera aferrar en ese momento, como si fuera lo único a lo que hacía tiempo que se podía aferrar.
Puede que fuera eso lo que buscaban mis compañeros, alterarla antes del verdadero interrogatorio, porque estaba seguro que lo habría en cuanto llegáramos, y que después de casi volarme por los aires y de descubrir mi identidad, no serían exactamente amables con ella, sobre todo Steve.
Steve…
No me había dirigido ni una sola palabra, casi ni una sola mirada desde que había llegado a él, simplemente se había puesto detrás de nuestra ahora… ¿aliada? Y había estado vigilando a la espera de cualquier mínimo movimiento que indicara que sus intenciones no eran tan sinceras como ella nos quería hacer ver. Y sabía por qué lo hacía, no quería que Belova averiguara que entre nosotros había cualquier mínima relación que no fuera la de dos simples compañeros, porque esa era una información que si caía en manos equivocadas podía llegar a provocar muchos daños, y no estaba dispuesto a ello.
Pero a pesar de todo, no puedo negar que dolió.
Estaba nervioso, todos esos nervios que había intentado esconder durante toda la conversación habían aflorado en el momento en el que salimos de la gasolinera. Fueron llegando progresivamente, con cada paso que daba su intensidad aumentaba hasta el punto de sentirme mareado. Una mirada, una sola mirada era solo lo que pedía, solo necesitaba ver sus ojos durante un segundo para que apartaran esa sensación que me estaba carcomiendo.
Pero a pesar de todo lo entendía, al fin y al cabo, Yelena estaba preparada para ello, no era como yo, si no todo lo contrario, con cada paso que daba parecía subir un poco más la cabeza, tranquila y digna hasta decir basta, a la espera de encontrar toda la información que fuera capaz de reunir con una simple mirada. Al fin y al cabo, eso era lo que ella más ansiaba… información.
Y así básicamente fue el viaje, una lucha de intenciones a ver quién era capaz de mostrar menos emociones en el que no había habido ningún ganador, solo perdedores, un jet entero lleno de perdedores, porque a mí forma de ver, sin mostrar emociones hacían ver muchas intenciones.
Y en ese silencio llegamos al complejo. Llevaron de forma inmediata a Belova a una sala de interrogatorios, en la que se metieron directamente el Sr. Stark, Steve y Sam, y no podía estar más contento de que Sam estuviera ahí dentro, porque estaba seguro que los dos primeros se dejarían llevar demasiado y no quería que todo el esfuerzo que había invertido esa noche con ella fuera tirado a la basura por dos papás gallinas sobreprotectores.
Me hubiera gustado entrar a mí, al fin y al cabo, era el que había conseguido traer a la espía en primer lugar, pero ya estaba establecido que fueran ellos tres los cabezas del interrogatorio hacía varios días. Era una especie de "poli bueno, poli malo", en el que el Sr. Stark era el malo, Sam el bueno, y Steve el mediador para que no se percataran del clásico truco.
- Tranquilo, va a ir todo bien.- me sacó de mis pensamientos la voz de Wanda a mi espalda, provocando que me girara bruscamente.- Se comportan muchas veces como críos, pero son muy profesionales, sabrán contenerse.
Me giré otra vez para mirar la puerta por donde habían desaparecido, y fue ahí cuando me di cuenta realmente de lo cansado que estaba. Solo quería llegar a mis habitaciones e irme a dormir acurrucado en los brazos de mi novio, ¿era tanto pedir?
- Yo creo que es más bien al contrario.- respondí sin mirarle.- Se comportan muchas veces como profesionales, pero son muy críos.
- No puedo decir nada en contra de eso.- dijo después de soltar una pequeña risa.
Me gustaba Wanda, me gustaba mucho Wanda en realidad. No de la forma que se pueda pensar, pero era la compañera más joven que tenía, y después de todos esos meses verdaderamente la veía como una amiga. No una amiga como podía ser Ned, sino más bien una amiga como MJ, con una personalidad curiosa, no extrovertida, pero que tampoco se callaban ni una. Sabía sacar de la misma forma el lado tierno y el lado feroz de la gente, y eso era algo que bajo mi perspectiva era un logro asombroso.
Se fueron yendo todos los Vengadores que no habían entrado a sus respectivas habitaciones, o en el caso de Scott y Hope a su casa. Yo me quedé esperando en las puertas por lo menos cuarenta minutos más. Quería que salieran y ver cómo estaban, pasar un pequeño rato con el Sr. Stark, porque sabía que todavía estaba bastante intranquilo tras la poco necesaria escenita de las bombas. Y por supuesto necesitaba ver a Steve, abrazarle, besarle… hasta un punto que realmente me llegaba a preocupar.
Era algo en lo que llevaba pensando unos días, es decir, siempre me había visto a mí mismo como alguien independiente, como mi propia persona, y me prometí que no dejaría que eso cambiara por nada ni por nadie. Pero llegó Steve, y cambié el "yo" por un "nosotros".
¿Una cosa excluía la otra? ¿Alguien enamorado era real y completamente libre? ¿Debía renunciar a la independencia por la que siempre había luchado por una relación que realmente no sabía si tenía futuro? ¿O habría alguna forma de tener esa relación sin perder la tan ansiada independencia aunque cada fibra dentro de mí gritara por satisfacer sus necesidades muchas veces incluso por encima de las mías? ¿Le pasaría eso a todas las personas enamoradas o solo era a mí? ¿Eso es lo que se hacía en la relaciones saludables o estaba yendo por un camino directo a nuestra autodestrucción?... ¿Merecía la pena?
Tenía tantas preguntas y tan pocas respuestas… al fin y al cabo, solo era un crío de diecisiete años con una única experiencia en el amor demasiado reciente, ¿qué iba a saber yo? Solo sabía que en esos momentos la necesidad de verle ganaba a cualquiera de esos pensamientos, y mientras fuera así dejaría las cosas como estaban.
Podéis llamarme tonto enamorado.
Y seguramente acertaríais.
Así que después de decidir que no valía la pena esperar, allí me hallaba yo, en la soledad de mi habitación, esperando la llegada de la única persona con el poder de destrozarme con una única palabra, un único gesto, una única mirada… pero también a la única persona que sería capaz de levantarme si eso pasaba, lo que me asustaba y excitaba por partes iguales,
Porque así era el amor… ¿No?
- Estás de broma, ¿verdad? Dime que estás de broma.- dijo Tony después de que unos segundos de silencio inundaran la habitación.
Nos encontrábamos Sam, Tony y yo con Yelena Belova en una de las salas de interrogatorio estándares. Todo fue bien la primera media hora, muy tranquilo, sorprendentemente tranquilo mientras nos contaba básicamente lo mismo que le había contado a Peter poco antes, con la diferencia de que nosotros no teníamos bombas con peligro de estallar a nuestros pies.
Sí, no podía evitar tenerle un pequeño (no tan pequeño) rencor a esa mujer, ¿cómo no lo iba a hacer? Había hecho que pasara algunos de los peores minutos de mi vida, porque no podía perder a Peter, simplemente no era una opción plausible en mi cabeza, porque no sabía qué sería de mí si eso pasara, no después de perder ya a tanta gente que me importaba.
Por eso cuando Peter llegó por fin a donde Wanda y yo le esperábamos solo quería abrazarle y no soltarle en toda mi maldita vida… pero no podía, y sabía que Peter entendía que no le podíamos brindar esa información a la espía rusa, mucho menos cuando ni siquiera todos nuestros compañeros lo sabían, pero eso no había evitado la mirada de dolor en sus ojos, lo había podido ver escrito en su cara.
Sabía que era algo que tendría que compensarle, pero me daba la impresión de que últimamente lo único que hacía era eso, arreglar una y otra vez mis destrozos mientras él solo hacía que perdonar y perdonar… y tenía miedo de que llegara un punto que se cansara de hacerlo, y me daba aún más miedo que se diera cuenta de que su vida sin mí alrededor le gustaba más. Todo se reducía a miedo a perderle, a una vida sin él después de haber pasado tantos años buscándole.
Pero eso es algo que tenía que arreglar, tanto mi miedo a verle jugarse la vida, como mi miedo a que un día se cansara de lo nuestro, porque sabía que así solo fracasaríamos, y como había dicho, no estaba para nada dispuesto a ello.
- No estoy de broma, es enserio, soy la Viuda Negra… o por lo menos una de ellas.- respondió Belova al hombre de metal con ese tono de voz tranquilo que había estado usando desde que había comenzado la rueda de preguntas.
- ¿Qué quieres decir?- intervine.
- El Proyecto Viuda Negra no solo incluía a Natasha, ella fue la mejor, pero no la única.
- ¿Quieres decir que tú también eres un clon?- preguntó Sam con una voz tan suave como la de ella. Al fin y al cabo, él se estaba haciendo el amigable y se le daba tremendamente bien.
- Sí.- contestó sin más.
- ¿Y cuántos más hay?- cuestionó Tony bruscamente, también muy metido en su papel, lo que estaba seguro que no le estaba costando demasiado, después de ver a su protegido encima de explosivos durante más de una hora.- ¿Y qué número de clon eres tú? Sabemos que la Natasha de ahora es la cuarta.
- Hay cinco Viudas Negras en total, dos siguen trabajando para la organización, ahora con la nueva Natasha tienen a tres.- explicó la rusa.- Y yo soy la sexta de mis clones… llevo siendo la sexta mucho tiempo, desde antes del Lapso.
- ¿Y cuál es la relación que te une con Natasha? Estás demasiado metida en esto para que no haya ninguna.- dije.
- Natasha me salvó la vida… no directamente, pero fue gracias a ella que pude tener una vida, gracias a ella pude salir del Salón Rojo.- empezó a explicar sin cambiar ese tono lento, como si estuviera comentando el tiempo que hacía por la calle.- No entendía nada, solo trabajaba por y para el Salón, como las otras cuatro Viudas Negras. No éramos amigas, nunca lo fuimos, tampoco con Natasha, pero al tener todas el mismo trabajo nos entendíamos, y eso era algo que ellos no nos podían quitar. Un día Natasha empezó a comportarse extraño… empezó a cuestionarse cosas, a cuestionarse los métodos y las misiones, y las otras Viudas empezaron a cuestionarla a ella, incluyéndome a mí.
Hizo una pausa para pasar su fría mirada por la habitación, como había hecho cada pocos minutos desde que la habíamos traído, lo que no estaba seguro de que fuera un simple gesto nervioso o en serio estuviera estudiando la sala en busca de algo.
- Pero a pesar de que no confiaba en ella me hizo plantearme también ciertas cosas… fue ahí cuando nos juntamos y empezamos verdaderamente a hablar, cuando nos hicimos amigas, o por lo menos todo lo amigas que se podían hacer dos clones espías rusas en una organización secreta. Por eso fui a la única que le contó su plan de huida. Lo tenía claro, quería irse sin mirar atrás, llevaba meses planeándolo y me propuso irme con ella.- dijo haciendo una pequeña mueca con el labio, cosa sorprendente ya que era el primer gesto que le había visto hacer desde que habíamos entrado.- No dudé mucho en aceptar, y simplemente eso hicimos, nos escabullimos sin mirar dos veces atrás.
- Decías que de cinco solo dos seguían trabajando con ellos.- recordó Sam.
- Sí, a pesar de habernos ido seguíamos manteniéndoles todo lo vigilados que podíamos, y un día nos enteramos de que al Salón solo les quedaban dos Viudas Negras, lo que estábamos seguras de que no les hizo mucha gracia, ya que hasta hace poco, cuando pudieron activar a una nueva Natasha, dieron el proyecto como fracaso.- terminó Belova.
- ¿Y qué pasa con la otra Viuda Negra? La que huyó después de vosotras.
- No era exactamente una Viuda Negra,- explicó pacientemente.- Se llamaba Niko Constantin, era el único sujeto del Proyecto Wolf Spider, el equivalente masculino a la Viuda Negra.- pasó la mirada por los tres despacio, antes de añadir con una pequeña, casi inexistente sonrisa.- Lo sé, los rusos no somos precisamente originales...
- ¿Sabéis por qué huyó? Contactaríais con él.- interrumpió Tony sin un solo gesto en su expresión que indicara que le había hecho gracia su pequeña broma.
- Lo intentamos, pero nunca lo conseguimos, así que el por qué huyó sigue siendo una incógnita a día de hoy.
- ¿Y qué pasó después de que huyérais?
- Estuvimos un año juntas, aproximadamente, pero nos terminamos separando. No era seguro que siguiéramos juntas, la probabilidades de desaparecer por separado eran mucho mayores y seguras, así que eso hicimos.
- Pero mantuvisteis el contacto.- adivinó Tony afirmando, más que preguntando.
- Sí, lo hacíamos por mensajes cifrados, teníamos un objetivo, que era acabar con el Salón Rojo y todo lo que tuviera que ver con él.- respondió la espía sin dejarse intimidar por el multimillonario.- Pero por mucho que lo estudiamos no fue posible, por muy buenas que fuéramos todos los planes que hacíamos eran totalmente suicidas, y los íbamos desechando, hasta que poco a poco fuimos perdiendo el contacto.
- Hasta el Lapso, cuando tú intentaste contactar con ella por internet.- intuí entrando otra vez en la conversación.
- Sí, admito que no fue mi idea más brillante, pero estaba segura de que la maldita Habitación Roja estaba muy desprotegida, que podríamos acabar con ella fácilmente… pero hiciera lo que hiciera parecía que no podía contactar con Natasha de ninguna de las formas en las que lo hacíamos normalmente, y no quería arriesgarme a venir en persona, hubiera sido fácilmente rastreable, así que me la jugué… y no me salió mal, al fin y al cabo, conseguí que el gigante verde me contestara.- terminó otra vez con esa pequeña mueca en el labio que suponía que era una sonrisa.
- Bueno, sí, es que Bruce es todo un caballero.- defendió Tony.- Pero todo eso no nos importa, solo es una bomba de humo que tapa lo verdaderamente importante, ¿Cuál es tu propósito en todo eso?
- Creo que lo he dejado muy claro.- contestó Belova, esa vez usando un tono mucho más frío, mostrando emociones de una vez por todas… o por lo menos las emociones que ella quería que viéramos.- Destruir el Salón Rojo, y si por el camino podemos recuperar a Natasha, mucho mejor.
- Entonces estamos de acuerdo.- dijo Sam con una sonrisa de las suyas, de esas que te hacían sentir aceptado, justo lo que queríamos que sintiera Belova.
- ¿Has ido esta noche sabiendo que éramos nosotros los que iban a acudir?- pregunté.
- No, no sabía qué ni quién me iba a encontrar, simplemente fui uniendo puntos, por eso fui tan precavida… lo siento por el chico, pero no le habría hecho nada.
- Eso es mentira.- contestó duramente Tony, adelantándoseme.
- Sí, la verdad que sí lo es.- contestó sin más, haciendo que me tuviera que controlar con todas mis fuerzas para no arrancarle la cabeza en esos mismos momentos, porque no recordaba haber odiando tanto a alguien en mi vida… puede que a Thanos.- Tengo un objetivo y no voy a desviarme de él por nada del mundo.
- ¿Y por qué deberíamos confiar en ti?- pregunté con el tono menos venenoso que pude reunir, cosa que estoy seguro de que no conseguí en absoluto. Tampoco es que en esos momentos me importara demasiado.
- ¿Y por qué debería confiar yo en vosotros?- imitó la pregunta.
- Porque no te queda otra opción, sabes que sola no puedes hacerlo, si no no estarías aquí… no eres una persona que trabaje en equipo, no es así como te entrenaron.- respondió Sam, evitando que Tony o yo volviéramos a intervenir y nos calmáramos un poco, cosa que le agradecí infinitamente. Tenía un papel en esa sala, y no lo podía echar por tierra por dejarme llevar por los sentimientos, nunca lo había hecho y no podía empezar a hacerlo ahí, se lo debía a Peter, y más importante en ese momento, se lo debía a Natasha.
- Lo mismo os digo, estoy segura de que si no estuviérais perdidos nunca habríais vuelto a contactar conmigo, así que me necesitáis tanto como yo a vosotros.
Y por más que odiara admitirlo tenía toda la razón, porque definitivamente ese era el caso más grave que nos habíamos encontrado desde Thanos y no sabíamos qué más hacer para avanzar con él. Además, estábamos casi seguros de que involucraba a Hydra, o lo que quedaba de ella, y por lo menos yo estaba harto de que no pararan de salirles cabezas cuando parecía que habíamos acabado con la última de ellas. Necesitábamos acabar con Hydra de una vez por todas y llevarnos en el camino a esa organización que tantos recursos había reunido, e impedir que continuara con lo que fuera que estuvieran planeando. Porque de lo que estaba seguro, es que no sería nada bonito, y después de la desesperación que habíamos vivido los últimos años no estaba dispuesto a consentirlo.
- Está bien, nosotros confiamos en ti, tú confías en nosotros… y cuando acabe todo cada uno por su lado, nosotros fingiremos que nunca te hemos conocido y tú no volverás a contactar con nosotros para nada.
- Me parece un buen trato.- terminó con esa sonrisa que en tan poco tiempo había aprendido a odiar.
Estaba acostado en la cama cuando escuché cómo se abrían las puertas de mis habitaciones. Solo podía ser una persona, lo sabían bien, al fin y al cabo, fui yo el que le insistí para que escaneara su iris y pudiera entrar siempre que quisiera, estuviera o no yo en ellas, de la misma forma que mi iris estaba registrado en las puertas de sus habitaciones. Era cómodo y útil, sobre todo para momentos como ese, en el que entraba cuando estaba dormido… o cuando debería haber estado dormido, porque desde que me había tumbado no había conseguido conciliar el sueño.
Estaba preocupado, y cuando estaba preocupado no dormía por muy cansado que estuviera, era una maldita maldición que siempre había tenido. Con mi tío Ben era lo contrario, parecía que cuanto más de los nervios estaba, más rápido se dormía, como si su cerebro tuviera un mecanismo para evitar la angustia y hacerle descansar… le envidiaba mucho, porque al día siguiente de noches como esa yo me encontraba completamente destrozado, tanto mental como físicamente.
Los pasos se fueron acercando con precaución, no me quería despertar, y con mi sentido arácnido era mucho más sencillo sacarme de mi sueño que a cualquier otra persona, por eso caminaba con tanta precaución. Estaba seguro de que cualquier otra persona incluso estando despierto no le habría escuchado, pero yo sí, y no solo por mis sentidos, si no porque llevaba casi dos horas esperándole con los ojos más abiertos que los de un búho.
- Estoy despierto.- dije una vez le escuché al lado de la cama, dispuesto a quitarse la ropa para tumbarse.
Me incorporé para mirarle directamente a la cara. Odiaba hablar de espaldas a la gente.
- Deberías haber intentado dormir, ha sido un día de locos, sobre todo para ti.- respondió intentando poner un tono más duro, pero no me engañaba. Estaba seguro de que estaba contento de que estuviera aún despierto, ya que necesitaba hablar conmigo casi tanto como yo con él… o puede que él incluso más.
- Lo he intentado.- me defendí.- Pero no he podido, tenía demasiadas cosas en la cabeza.
Nos miramos a los ojos unos segundos, sin decir nada y diciéndolo todo. No sabía realmente cuánto había necesitado eso hasta que lo tenía delante. Es decir, lo había sabido, no por nada había estado tanto tiempo esperándole en las puertas de la sala donde habían metido a Yelena, pero no había sido del todo consciente hasta que le tuve delante, hasta que tuvimos esa discreta conversación únicamente con la mirada. Ahí fue cuando el sentimiento de necesitar abrazarle se convirtió en algo físico, ya que no es solo que quisiera abrazarle… es que lo necesitaba físicamente, y eso era algo que realmente nunca había sentido.
Así que lo hice.
Me moví rápido por la cama para sentarme en su regazo y llevar mis manos a su cuello rodeándolo por completo y enterrando mi cara en el hueco de este. Olía tan bien ¿cómo alguien podía oler tan bien después del día que habíamos tenido? Estaba seguro de que yo estaba hecho un asco.
- Te quiero.- me susurró en el oído mientras pasaba su manos por mi espalda y me acercaba más a él, sin dejar un solo hueco de aire entre nosotros.
- Yo te quiero más.- le devolví, sabiendo que corría el riesgo de sonar como un niño pequeño, pero seamos sinceros… no me importaba en absoluto.
- Eso lo veo bastante complicado.- respondió con una pequeña risa que consiguió que mi pecho se sintiera más ligero.
Estuvimos así un rato, puede que segundos, puede que minutos… no lo sabía, lo que tenía claro es que no me hubiera importado que hubieran sido horas.
- Siento no haber venido antes… y siento no haberte abrazado en cuanto has vuelto de la gasolinera, sabía que lo necesitabas.- dijo, su voz sonando tenue ya que también tenía la cabeza enterrada en mi cuello.
- No hace falta que te disculpes, sé que era lo que había que hacer.- respondí moviéndonos para poder mirarle a la cara.
- No disimules, podía ver la decepción en tu cara.
- Una cosa no quita la otra.- dije con una pequeña sonrisa, para que viera que no guardaba ningún rencor… aunque tampoco iba a mentir, estaba encantado de que se hubiera dado cuenta, y de que me lo estuviera haciendo saber, porque eso significaba que me observaba y que había estado en todo momento al tanto de mí, ¿cómo no me iba a gustar eso?
- Lo siento.- repitió, esa vez mirándome directamente a los ojos.
- No hay nada que perdonar.- repetí en el tono más suave que pude lograr, era lo mínimo que se merecía por ser simplemente tan genial como él era.- ¿Cómo ha ido el interrogatorio?
Cambié radicalmente de tema ya que después de todo ese tiempo había aprendido a conocerle, y sabía que si se sentía culpable por algo daba igual que le dijera cincuenta veces que no tenía la culpa, porque él se seguiría carcomiendo una y otra vez hasta que se diera por satisfecho en su automartirio personal.
- Bien, ha actuado como contigo en la gasolinera, tranquila, fingiendo que llevaba el control de la conversación en todo momento…
- ¿Y qué es exactamente lo que quiere?- interrumpí.
- Sabes que hay una reunión mañana a primera hora para hablar de eso.- respondió con una pequeña sonrisa, dándome un golpe en la nariz con la suya propia.- ¿Estás insinuando que me salte las normas y te lo cuente ahora?
Aguanté la tonta sonrisa que insistía por salir de mis labios para mirarle con los ojos muy abiertos y la mayor cara de inocencia que pude formar, y le miré directamente a los ojos.
- ¿Yo? ¿Me ves capaz de hacer algo así?
- No es que te vea capaz, es que sé de buena tinta que eres muy capaz, pequeño manipulador- respondió con una gran sonrisa tirando de la comisura de sus labios… y dios, es que era tan malditamente guapo que los ya conocidos abejorros volvieron a mi estómago sin que yo pudiera hacer nada para evitarlo.
- Vamos, Steve, cuéntamelo, merezco saberlo.- le pedí, cambiando la cara de niño inocente por unos pucheros que sabía que le encantaban… puede que sí que fuera un pequeño manipulador… y eso me encantaba.
- Tienes razón, al fin y al cabo, gracias a ti está ella aquí.- dijo mirándome con un nuevo brillo en los ojos.- Lo hiciste genial allá afuera, por cierto, no perdiste en ningún momento la calma, estoy muy orgulloso.
- Gracias.- contesté con un ligero sonrojo en las mejillas.
No estaba acostumbrado a que me lo dijeran, es decir, sabía que mis tíos siempre estuvieron orgullosos de mí, sabía que el Sr. Stark lo estaba, incluso todos mis profesores. No es que quisiera ser creído, pero era una persona muy inteligente y la gente lo sabía… y ese era el asunto, lo sabían todos, estaban tan acostumbrados a que hiciera las cosas bien, que no se molestaba nadie en decirme lo orgullosos o asombrados que estaban. Y tampoco es que yo lo ansiara, pero estaba bien que alguien me lo recordara de vez en cuando… sobre todo cuando ese alguien era él.
- Pero no me cambies de tema.- repliqué rápidamente, precisamente para cambiar el nuevo tema.- Cuéntame lo que ha pasado.
- No, te enterarás mañana, como el resto del equipo.- respondió con un extraño brillo en la mirada, desafiándome a que le hiciera cambiar de parecer… y sabía que lo iba a conseguir.
- Sabes que me lo quieres contar.- le hablé con un tono de voz muy bajo, muy íntimo, acercando nuestros labios hasta el punto de que al hablar se rozaban, pero sin avanzar más de esa distancia.- No te hagas el difícil.
- Lo siento, pero esta vez no voy a ceder.- siguió contestando, pero ambos sabíamos que mentía.
Con una pequeña sonrisa maliciosa moví mis piernas hasta dejar cada una a cada lado de sus caderas. Moví la cabeza, aún con mis brazos envolviendo su cuello, y pasando a juntar mis labios con su oreja, porque sabía que era especialmente sensible en ese punto, y pensaba usarlo en mi beneficio.
- Por favor, Steve.- susurré directamente, dejando que mi aliento caliente bañara su oreja y disfrutando de cómo ese pequeño gesto le hacía estremecer.
No hizo falta nada más para que volviera a apretar sus brazos sobre mi cintura, acercándonos más hasta hacer que nuestras entrepiernas rozaran, provocando que un gemido saliera de mi garganta, el cual estaba seguro de que si hubiera estado en todos mis cabales hubiera provocado que hasta mis orejas se sonrojaran. Pero no en ese momento, en ese momento solo estábamos Steve y yo, no había nada de qué avergonzarse.
- ¿Ves como eres un pequeño manipulador?- me dijo con la voz entrecortada.
- Pero te encanta.- le respondí de la misma forma.
- Deberíamos ir a dormir, ha sido un día pesado, es muy tarde y…
- ¿En serio quieres dejar esto para ir a dormir?- exigí suavemente en su oído, todavía demasiado hipnotizado por nuestra cercanía.
No respondió. O bueno, sí lo hizo. Posó sus dos manos en mi culo, y nos dio la vuelta hasta terminar yo tumbado en la cama, con él encima mío. Esa fue toda respuesta que necesitamos.
Empezó a besarme de una forma para nada delicada, justo como a mí me gustaba, justo como en esos momentos necesitaba. Estaba impregnado de él, de su tacto, de su olor, de los pequeños gemidos que salían de su garganta y desaparecían en mi boca. Me mareaba, pero era un mareo muy distinto al que sentí al salir de la maldita gasolinera. Era un mareo que me encantaba y excitaba por partes iguales.
Su lengua repasaba todas las partes de mi boca otra vez, fingiendo que no se las sabía ya de memoria. Y yo me dejaba hacer mientras movía sus brazos hacia los míos, para acto seguido levantarlos por encima de mi cabeza, simulando que me los ataba con sus manos, lo que me dejaba completamente expuesto a él, lo que solo me impacientaba más.
Porque lo quería todo.
Le quería a él por completo.
Volvió a rozar nuestras entrepiernas, ambas con una erección ya notable, pero sin separar nuestros labios en ningún momento. Apartó sus manos de las mías, todavía por encima de mi cabeza, pero yo no las moví. Sabía que él no quería que lo hiciera. Me quitó la camiseta, dejando mi tronco desnudo, totalmente dispuesto a él, e hizo lo mismo con su propia camisa… ¿en qué momento se había quitado su maldito traje y por qué lo había hecho? Definitivamente tendría que hablar con él de eso… porque sí, la idea de intimar con el Capitán América y no con Steve me ponía a mil.
Bajó dejando besos por todo mi pecho, cubriéndome entero, para que ninguna parte de mí quedara sin atención… hasta que llegó al borde de mis pantalones. Me los bajó sin titubear dos veces, porque las ganas ganaban a cualquier cosa en ese momento.
Sabía que necesitaba sentirme tanto como yo a él.
Quedé completamente libre, con una erección muy roja palpitando en mi ingle. Dios, necesitaba más…
- Steve…- dije con un pequeño quejido, lo que fue respondido con una cruel risita, justo antes de sentir su boca rodeándome.
Y jope, era el puñetero cielo... los gemidos salían de mi boca sin poder hacer nada por detenerlos. Bajé mis manos hasta su pelo, agarrándolo fuerte, porque sabía que a él le gustaba tanto como a mí que fuera tan poco cuidadoso. Le miré. Vi como su cabeza bajaba y subía, bajaba y subía una y otra vez. Sentía que iba a explotar.
- Steve, para, para…- dije, cogiéndole más fuerte por el pelo para que levantara la cabeza.
Me miró frunciendo el ceño, sabía que no entendía nada, porque eso era todo lo que habíamos hecho, nunca habíamos pasado de ese punto. Pero esa noche quería que cambiara, lo necesitaba, después de esa maldita conversación, después de haber estado por lo menos una hora sobre unas malditas bombas a un botón de distancia de volar por los aires… simplemente lo necesitaba, necesitaba sentirle por completo, saber que estaba ahí enteramente… saber que era enteramente mío.
- Yo…- empecé, incorporándome un poco sobre el colchón, sin saber cómo continuar, sintiéndome extrañamente expuesto, pero no había razón alguna para tener miedo, ¿no? Era Steve, mi Steve… no, no había nada que temer.- No quiero correrme ya.
Me siguió mirando con la misma expresión, ¿me estaba entendiendo? Por la sonrisa que me dio supuse que no, lo que solo me hizo sentir más expuesto, ¿en serio necesitaba decírselo literalmente? Al parecer sí, porque volvió a subir para tumbarme otra vez en la cama, poniendo sus brazos en mis caderas.
- Podemos seguir con los preliminares.- dijo con sus labios sobre los míos.
No pude hacer otra cosa que soltar un suspiro de exasperación, ¿en serio estas cosas necesitaban decirse tal cual? ¿Para qué existían las indirectas? ¿O es que no había sido suficientemente claro? Solo sabía que esa no era la ocasión para plantearse esas cosas, había que actuar, pero sentía que podía morirme de la vergüenza en ese mismo momento, y además estaba seguro de que en ese instante me había vuelto a sonrojar por completo. Le quería. Le quería un montón, pero necesitaba aprender a leer entre líneas.
- No Steve…- intenté explicar mientras me volvía a mirar con ese puñetero ceño fruncido.- Me refiero a que quiero que lleguemos hasta el final.
Su ceño arrugado fue desapareciendo lentamente, para ser sustituido por una mirada un tanto desconcertada.
- ¿Te refieres a…- empezó, pero nunca terminó.
- Sí.- dije esa vez muy seguro... pero esa seguridad fue diluyéndose conforme veía que Steve solo me miraba, con los ojos todavía demasiado abiertos... sin decir ni una sola palabra.- Pp..pero no… no tenemos por qué… solo era una idea, olvídalo, en serio, no he dicho nada.
Y sí, me sentía completamente ridículo, ¿tan sorprendente era la idea de que quisiera intimar del todo con mi novio? No entendía nada, creía que estaría tan emocionado como yo lo había estado hasta hace unos segundos… ¿era así como se sentía el rechazo? Notaba lágrimas queriendo salir de mis ojos, pero me negaba a dejarlas, ya bastante patético me sentía.
Intenté moverme para salir de debajo de él, porque de repente solo notaba frío, todo el ambiente de unos segundos antes había desaparecido y yo solo quería incorporarme y respirar otra vez tranquilo. Pero no me dejó, me cogió de los brazos y no me dejó salir… y yo tampoco insistí, al fin y al cabo, tenía fuerza de sobra para hacerlo, pero no quería, porque necesitaba dejar de sentirme así, y en el fondo sabía que solo Steve lo podía conseguir.
- Peter…- me llamó, pero no le miré a los ojos, porque sentía que las malditas y traicioneras lágrimas lucharían por salir si lo hacía… y dios, solo quería ponerme unos malditos pantalones.- Peter, mírame, por favor.
- Mira, Steve, no pasa nada, comprendo que no quieras…
- No es eso, Peter, ¿cómo puedes pensar que no quiero hacerlo? Solo… me has tomado completamente desprevenido, pensaba que no estabas preparado aún para eso.- me dijo con tono suave, intentando que no me alterara más de lo que estaba.
Levanté la cabeza para mirarle directamente. Noté los ojos preocupados con los que me observaba, y me volví a sentir estúpido, pero esa vez por reaccionar como lo había hecho. Levantó la mano para apartar un mechón rebelde que caía sobre mi pómulo y me regaló una pequeña sonrisa, intentando hacerme ver que no me preocupara por nada. Mentiría si dijera que no el alivio que sentí me quitó un peso que no sabía que tenía sobre mi pecho.
- ¿Por qué no iba a estar preparado?- cuestioné una vez me sentí algo más tranquilo.
- No sé, eres muy joven aún y no quiero que pienses que te he presionado ni…
- Steve, para.- le interrumpí, pensando mentalmente en quién de los dos era más despistado que el otro… definitivamente a ninguno se nos daban bien las interacciones sociales de ningún tipo.- Tengo casi dieciocho años, sé que vienes de otra época y que puede que ahí fuera distinto, pero ya no es así, además... ¿en serio estarías conmigo si pensaras que no soy lo suficientemente maduro para esto?
- Por supuesto que creo que eres lo suficientemente maduro, muchas veces pienso que eres más maduro que la mayoría de nosotros.- dijo con una pequeña sonrisa, pero en ese momento para nada estaba yo de humor para hacer ninguna broma.
- Esto es en serio, Steve…- contesté bruscamente.
- Lo sé, lo sé, amor.- me dijo acariciándome la mejilla… y joder, simplemente no podía molestarme con él cuando me llamaba de esa forma, ni cuando me acariciaba con tanta delicadeza… maldito viejales romántico que se sabía todos los trucos.- No te molestes… quiero hacerlo, en serio creo que no eres consciente de las ganas que tengo de hacerlo… simplemente no me esperaba que tú quisieras ya, y menos hoy, con todo lo que ha pasado.
- Precisamente por eso.- dije, sintiéndome menos pesado con cada palabra que decía.
Nos volvimos a mirar a los ojos, sin saber ninguno exactamente qué decir, solo nos paramos ahí, en el colchón de mi habitación, sintiendo la presencia del otro, intentando comprendernos sin decir ni una sola palabra. Y fue en ese momento cuando pude notar otra vez el cansancio acumulado de todo el día, como si de un balde de agua fría se tratara.
- Lo siento.- susurró mientras se inclinaba otra vez hacia mí para envolverme en un enorme abrazo. Adoraba sus brazos, eso no era algo que pudiera negar, me encantaba sentirme protegido dentro de ellos, eran como un escudo enorme en el que me encantaba esconderme por las noches.
- No lo hagas, he sido yo el que ha exagerado, no quería romper el ambiente.- me disculpé enterrando la cabeza en el hueco de su cuello otra vez.
Volvimos a hundirnos en un silencio cómodo, en el que aproveché para rodear su cintura con mis manos para estar más cómodo. Podía sentir como el cansancio ganaba cada vez más la lucha, y como yo cada vez oponía menos resistencia.
- Vamos a descansar, pequeño, mañana terminaremos de hablarlo.- me dijo en voz baja, moviéndose para buscar mis calzoncillos y ayudarme a ponérmelos, mientras él mismo se quitaba sus pantalones.
Cuando volvió a la cama me acurruqué contra él sin pensármelo dos veces. Volvió a colocar sus brazos a mi alrededor, cubriendo mi cuerpo entero con ellos.
Y así es como me dormí, apoyado en Steve, escuchando el lento latido de su corazón como si de una nana se tratara mientras me dejaba vencer por el sueño.
