- ¿¡Qué te has follado al Capitán América!?

- Shhhh, shhhh, shhhhhhhh- le chisté a Ned con los ojos muy abiertos.

¿Pero qué clase de demente era chillando eso en mitad de los pasillos? A veces me planteaba muy en serio por qué le contaba nada sabiendo cómo se pondría. La respuesta era muy sencilla, y es que era mi mejor amigo y yo necesitaba con todas mis fuerzas contárselo a alguien, y mis opciones eran Wanda, Rhodey, Happy o Ned… así que la decisión no fue difícil.

Giré la cabeza rápido a ambos lados del pasillo donde había gente que nos miraba raro, pero no creía que ninguno estuviera lo suficientemente cerca o interesado para haberlo escuchado, lo que me dejó respirar tranquilo otra vez.

No es que nadie se lo fuera a creer aunque lo escucharan, y a pesar de no haberlo hecho público, tampoco creía que para nadie fuera una sorpresa que me gustaran los hombres, pero tampoco me hacía gracia gritar esas cosas a los cuatro vientos.

- Lo siento, tío, pero es que es algo brutal.- me dijo Ned con la voz demasiado aguda, queriendo detener el grito que luchaba por salir de su garganta, cosa que agradecí bastante.

- Ya te conté que hacía un tiempo que estábamos juntos.- contesté con una pequeña sonrisa algo avergonzada mirando al suelo enfrente de mi taquilla. Y es que para mí salir con Steve era algo que me hacía sentir tremendamente orgulloso y satisfecho conmigo mismo.

- Sí, pero eso no es lo mismo que tirártelo, ¿cómo fue?- preguntó con una brillante sonrisa reflejada tanto en los labios como en los ojos.

- No te voy a contar eso, Ned.- me reí apoyándome con un hombro en la taquilla.

- Vamos, soy tu mejor amigo, me lo tienes que contar.

¿Y cómo no podía hacerlo? Solo de pensar en las veces que esa semana habíamos estado así de juntos Steve y yo me hacía querer gritar de la emoción. Parecía un niño pequeño emocionado, lo sabía, pero acababa de perder mi virginidad con el hombre más guapo del mundo del que llevaba colado años, se me permitía estarlo, ¿no?.

Y había que admitir que Ned era un oyente estupendo, era de esas personas que se alegraban más por ti que tú mismo, aunque a veces pareciera hasta imposible. Daba gusto contarle las cosas porque le daba la importancia que se merecían, ni más ni menos, no era alguien envidioso ni alguien rencoroso, nunca mostró nada de eso hacia nada que le contaba, más bien todo lo contrario, parecía que al contárselo lo estuviera viviendo él mismo, y lo disfrutara incluso el doble que yo. En resumen, era el amigo más increíble del mundo.

- Fue… alucinante, Ned.- contesté al final con una sonrisa imparable y siendo consciente del sonrojo que subía hacia mis mejillas-. Steve fue cuidadoso, me hacía caso en todo lo que le decía para no hacerme daño, se preocupó un montón por mí.

- ¿Y qué más?- me animó a seguir cuando paré de hablar-. ¿Dónde lo hicisteis? ¿en qué postura?

- ¡Ned!- le volví a replicar, al fin y al cabo, me quería guardar algunos detalles para mí y mis maravillosos recuerdos.

- Pasas demasiado tiempo con él, te estás volviendo un antiguo.- me dijo señalándome con el dedo, consiguiendo que le frunciera el ceño.

No es que fuera ningún antiguo, es que había cosas que me daba vergüenza decir en voz alta, porque muchas veces ni yo mismo me llegaba a creer que fueran de verdad, había momentos todavía que incluso me costaba creer que estuviera saliendo oficial y formalmente con él.

- Bueno… fue en… las duchas del gimnasio.- contesté susurrando, con una pequeña mueca un poco avergonzada.

- Estás de broma, ¿cierto?- me preguntó, a lo que negué con la cabeza frunciendo los labios-. ¡Tú, Peter Parker! ¡Eres todo un gamberro!

Y no pude evitar reírme, porque sí, me sentía de esa forma cada vez que íbamos a entrenar a esos gimnasios y volvía a ver esas duchas, sobre todo cuando iba acompañado de alguien que no fuera Steve. Era como un pequeño secreto que guardábamos muy bien guardado, porque después de terminar le mandamos a F.R.I.D.A.Y borrar los vídeos de ese momento. Sería un gamberro, según Ned, pero no quería tener un vídeo porno rulando por los archivos de Los Vengadores.

- Oye, Peter.- me volvió a llamar Ned cuando vio que mi única respuesta iba a ser esa risa-. ¿Y cómo la tiene de grande el Capitán?

Me giré a mirarle otra vez con los ojos muy abiertos.

- Ned, no te pienso decir eso.

- ¡Oh!, ¡Vamos, Peter!, quiero saber si el suero le afectó… ya sabes, en todos los sentidos.- contestó alzando las cejas varias veces en mi dirección.

Y sí, la respuesta era que sí, porque definitivamente no me imaginaba al Steve de antes del suero que no llegaba al metro y medio con ese tamaño, porque casi habría pesado más su pene que todo él.

- Tiene un muy buen tamaño, Ned, y hasta ahí voy a leer.- dije girándome para ir dirección a la cafetería, dando por finalizado el interrogatorio.

-Pero espera, Peter, aún tengo muchas preguntas…

- No te pienso contestar más.- respondí sin girarme a mirarle, sabiendo que me estaría siguiendo a escasos pasos.

- ¡Vamos, Peter! ¡Tienes que saciar mi curiosidad! ¡Para eso soy tu mejor amigo!- siguió intentando.

- No.

- Peter… ¡Vamos, Peter!

"Menudo almuerzo me espera", pensé con la misma sonrisa que hacía días que no se me borraba de la cara.


Desde que me quedé sin un brazo había limitado mucho los entrenamientos, en parte porque me seguía recuperando de esa terrible pérdida que suponía mi extremidad derecha, y en parte porque como me forzara más de la cuenta la ira de Pepper caería sobre mí, y eso era algo a lo que no estaba dispuesto.

La verdad es que al principio era más angustioso de lo que había imaginado. Antes de todo eso podía llevar una vida más o menos sana, pero mi dosis de ejercicio la tenía asegurada. Pero desde el chasquido había tenido muy limitado todos los esfuerzos físicos, y me lo estaba notando, así que cada vez que podía me acercaba a los gimnasios a hacer lo que se me permitía.

Pero como he dicho, eso había sido al principio, hacía ya meses que me había despertado, y aunque no podía hacer un entrenamiento al nivel de los Srs. Musculitos que tenía como compañeros de equipo, había avanzado mucho y estaba orgulloso de ello.

Siempre intentaba ir cuando no había nadie, o cuando estaba solo Rhodey, no quería entrenar con ninguno de los demás hasta que no volviera a estar en mis máximas capacidades, para lo que esperaba que no quedara mucho, a fin de cuentas, con todo el tema de Natasha parecía que iba a haber marcha dentro de poco.

Y ese era el otro debate. Había pasado una semana desde que teníamos a la Srta. Belova entre nosotros y a pesar de reunir una excelente información, no habíamos avanzado mucho más. Más bien porque en esos momentos solo podíamos hacer una cosa, y era encontrar a Natasha, pero esta a pesar de saber que estaba en nuestra misma ciudad parecía imposible de encontrar, era como si estuviera escondida en una cueva de la cual no salía en todo el día, no había otra forma si no de que ninguno de nuestros aparatos no la localizara.

La maldita Natasha dando por culo hasta después de renacer.

Pero tampoco íbamos a engañarnos, porque ninguno en esa torre sabíamos vivir sin un conflicto de por medio, porque si no había uno, ¿para qué existíamos? Nos habíamos acostumbrado tanto a vivir entre guerras que nuestra vida normal se había convertido en una, y definitivamente no sabíamos qué hacer con la calma.

Entré a los vestuarios siendo recibido por un absoluto silencio. Vacío, lo normal a esas horas, ya que el equipo iba o a primera hora de la mañana o ya se esperaban a poco antes de comer. Yo ya tenía fijada esa hora para encontrarme solo en los vestuarios.

A veces conseguía que Pepper viniera conmigo e hiciéramos algo de ejercicio en pareja. No era la mayor fan de ese lugar, siempre había sido más de salir a correr, algo que se le notaba a la perfección en ese maravilloso culo que tenía (no me culpéis por alabar a mi esposa), pero de vez en cuando conseguía que me acompañara.

A veces me preguntaba qué pensaría mi yo adolescente de esa versión tan hogareña de mí, "Seguramente que me había convertido en un señor mayor aburrido y que no sabía disfrutar de la vida", pensé con una pequeña sonrisa.

Abrí mi taquilla manteniendo esa sonrisa. Era verdad que había madurado mucho, sobre todo desde que nació Morgan, puede que empezara incluso cuando conocí a Peter. Suponía que verme a mí mismo como una figura a seguir para ellos me hizo replantearme cosas, porque ellos me admiraban a mí, a Tony Stark, no solo a Ironman. No quería que cometieran muchos de los errores que yo cometí, tenía claro que tenían que tropezarse por el camino, pero si podía conseguir que fuera con unas piedras distintas a las mías, lo haría.

Pero bueno, no vayamos a ser hipócritas, todavía tenía ese lado de genio multimillonario y playboy adolescente que nunca me podría quitar de encima, ni aunque viviera cinco vidas más. Y eso lo demostraba con el bote de lubricante que guardaba en mi taquilla para esas ocasiones en las que convencía a mi bella y muy atractiva esposa de que me acompañara a entrenar. Estaba seguro de que muchas veces no venía porque sabía mis verdaderas intenciones, pero yo no desistiría nunca.

Moví la mochila donde guardaba la ropa de deporte provocando que cayera dicho bote a un lado de la taquilla, lo cual era extraño, porque yo nunca dejaba el lubricante mal colocado. Todo era para evitar accidentes nada cómodos delante de cualquier posible persona que pudiera haber rondando por allí desde que se me escurrió un día delante de Rhodey. Aunque he de admitir que por la cara que puso valió la pena el descuido.

Me había agachado para cogerlo y volver a colocarlo en su sitio cuando lo noté.

Faltaba algo menos de la mitad del bote.

Fue ahí cuando la cabeza me empezó a funcionar a toda velocidad, como cuando trabajaba en el taller y se me iban las horas sin darme cuenta, como cuando intentábamos encontrar una maldita solución para cerrar el portal de Nueva York, o cuando estábamos sintetizando a Ultrón, o cuando buscaba una solución apta para todos con los jodidos Acuerdos de Sokovia.

La contraseña de mi taquilla solo la tenían tres personas, Pepper, Rhodey, y Peter.

Pepper quedaba descartada, no tenía sentido alguno porque casi ni pisaba esos vestuarios conmigo, menos todavía ella sola… ¿Rhodey o Peter? Me costaba mucho creer que fuera este segundo, ¿para qué iba a querer Peter un maldito lubricante? Pero Rhodey… no había entrado nunca con ninguna compañía en la sede, sabía que tenía un piso alquilado a las afueras de Nueva York para eso, siempre había sido un hombre muy discreto y sexualmente tradicional. Y quedaba descartado que fuera alguien de la propia torre, ya que las dos únicas féminas que habían eran Pepper y Wanda, y las dos quedaban inmensamente descartadas. Pero Peter… ¿cómo podía ser él?

Entonces me acordé de algo.

- Sr. Stark…

- Juro que algún día conseguiré que me llames Tony.- le interrumpí con una sonrisa consiguiendo que se riera.

- Es una batalla perdida, Sr. Stark.

- Una batalla, pero la guerra la ganaré yo.- le contesté removiéndole el pelo- Ahora hablando en serio, hay alguien… especial ¿verdad?

Y la cara de cachorro perdido que puso inconscientemente me lo dijo todo.

- Por tu cara adivino que no me he equivocado.- dije con una media sonrisa.

- Yo… es más complicado que eso, Sr. Stark.

- ¿Por qué? ¿Pero esa persona sabe que te gusta? No es por alardear, pero yo podría darte varios consejos.- sí, sí era por alardear.

- No creo que en este caso funcionaran.- dijo con una sonrisa completamente falsa sin despegar la mirada del suelo.

- ¿Por qué no? Con mi ayuda y siendo tú mismo serás capaz de hacer que esa persona caiga rendida a tus pies.- dije dándole giros a la llave inglesa que tenía en la mano…

- ¿Esa persona?- preguntó, mirándome atentamente, con una expresión algo aterrada.

Y es que sí, me declaraba culpable, porque en ese momento puede que le estuviera presionando un poco para que me admitiera que, como mínimo, era bisexual. No es que le fuera a juzgar, ni mucho menos, eso sería muy hipócrita por mi parte, porque digamos que hubo una temporada que la fama que tenía sí que estuvo justificada, y que no me quedó prácticamente nada por... probar.

Así que no era por eso, pero llevaba tiempo, ya antes del primer chasquido, fijándome en cómo Peter miraba a algunos hombres con esa expresión juvenil que incitaba a la atracción… sobre todo hacia cierto Capitán muy ancho de hombros y eternamente enamorado de una mujer ya perdida en los recuerdos.

- Sí, bueno, no creo que sea un alienígena,- dije con voz divertida y el ceño fruncido, pasando a contarle el histórico momento en el que Happy y Rhodey se besaron. Un consejo, nunca apuestes contra Pepper- Pero no te desvíes del tema, esto iba sobre ti y lo raro que has estado los últimos días.

- Yo… sí que hay alguien.- admitió tímidamente después de unos segundos sin mirarme a los ojos.

- ¿Y cuál es el problema?

Le vi coger aire, suponía que intentando reunir coraje para lo que fuera a decir.

- Él no siente lo mismo que yo.

- ¿Cómo estás tan seguro de eso?- contesté, haciéndole ver que no me importaba que fuera un él, un ella o un ello. Bueno, un ello sí que habría sido algo turbio...

- Lo ha dejado bastante claro, Sr. Stark, yo… yo le escuché hablando con un amigo y dejó bastante clara su opinión.- terminó.

Me acerqué para apretarle el hombro y que me volviera a mirar.

- Yep, si eso es así que le den por culo… pero no le digas a Pepper que he dicho eso delante tuyo.

A Peter le gustaba alguien, y yo había supuesto que era un compañero del instituto, o de un ambiente similar, pero… ¿y si no?

No, no, no podía ser…

Mi mente me decía eso, pero había algo que no encajaba, y cuando algo no encajaba definitivamente mi cerebro se volvía loco. Siempre me había pasado, era pura e insana necesidad de entenderlo todo.

Y entonces me acordé de otra cosa.

- Esta hamburguesa está riquísima.- dije con la boca más llena de lo que me gustaría admitir.

Acabábamos de salir de la reunión en la que la espía rusa nos había soltado la bomba de que la maldita Romanoff se encontraba en la ciudad, y seguramente nos había estado vigilando todo este tiempo. En resumen, todo era maravilloso, y definitivamente mi humor no era el mejor, pero una escapada en familia a comer hamburguesa era justo lo que necesitaba.

- Siempre me ha asombrado tu fascinación con las hamburguesas.- dijo Pepper limpiándole la barbilla a nuestra hija que se había manchado de salsa. Se parecía demasiado a mí, esa niña-. Están buenas, pero no son para tanto.

- Retira eso ahora mismo.- dije dejando de comer de inmediato, apuntándole con el dedo acusatorio-. O me veré obligado a pedir el divorcio.

Después de unas risas generales seguimos hablando de todo y de nada, intentando obviar el tema de las espías rusas.

- ¿Y tú, Peter? ¿Qué has hecho esta mañana?- preguntó Pepper con una suave sonrisa, queriendo comprobar que después del susto de las bombas de la noche anterior el chico estuviera entera y mentalmente bien.

- Bueno, yo… eeeh.- dijo atragantándose un poco con la hamburguesa. Parecía nervioso, cosa que me extrañó bastante, pero inmediatamente lo achaqué a que era Peter, un adolescente con demasiada información en la cabeza que se pasaba nervioso todo el día-. Pueeees... me he levantado bastante pronto, la verdad es que no podía dormir, y he ido un rato al gimnasio a despejar la cabeza.

- ¿Al gimnasio? Pet, ayer ya hiciste demasiado, se suponía que hoy te lo tenías que tomar con calma.- le reprendí siendo apoyado por la mirada reprobatoria de Pepper. A veces ese chico me recordaba demasiado a mí y a mi absoluta falta de autoconservación.

- Lo sé, pero tenía la cabeza muy a rebosar y necesitaba despejarme.- dijo ya algo más calmado.

- Bueno, pero ten cuidado, tu cuerpo también necesita descansar.- añadió Pepper, recibiendo una suave sonrisa de la pequeña araña.

La misma mañana que Steve llegó tarde, Peter había estado en esos vestuarios… pero no solo eso, poco a poco fueron llegándome cosas a la cabeza, como si una vez abierto el cajón este no se pudiera volver a cerrar.

Me acordé de cómo Rhodey miró a Peter en esa misma reunión, y de cómo este le evitaba todo el rato, me acordé de la amistad que tenía el adolescente con el soldado y de los altibajos que había tenido ésta últimamente, de lo distante que estuvo Peter justo después de esa conversación en el taller donde admitió que le gustaba un hombre, de lo distante que estuvo también cuando Steve dijo que no debería ser Peter quien enfrentara a YelVa con esa cara de lunático desesperado porque el chico no fuera solo contra ella. Recordé cómo después de eso fue a la habitación de Peter para disculparse por algo a lo que en ese momento no le encontré sentido alguno. Me acordé de todas las miradas que intercambiaban entre ellos, y de todas las miradas que les daba Rhodey.

¿Podría ser…? Joder no, no, no, no, no, no…

¿De todos los putos hombres en el mundo, tenía que ser Steve Jodido Rogers?

No podía ser, tenía que estar imaginándolo… pero cuanto más lo pensaba más me autoconvencía, ¿por qué si no Rogers y Barnes habían estado tanto tiempo sin apenas hablarse justo en el momento en el que Steve y Peter se habían vuelto a llevar bien… justo después de que Peter me dijera que había escuchado al chico que le gustaba hablar con un amigo?

Joder, no, necesitaba algo que me demostrara que no era así, que solo era una película que me estaba montando en la cabeza como excusa para no entrenar porque era un vago.

- F.R.I.D.A.Y, ponme la grabación de estos vestuarios de la mañana de la última reunión.- dije con la voz grave, no estando para nada seguro de querer ver esos vídeos.

- Esas grabaciones han sido eliminadas, señor.

¿Eliminadas? ¿Cómo cojones iban a ser eliminadas? Para que así fuera… un habitante de la sede debía mandárselo a la IA, ya que F.R.I.D.A.Y no estaba programada para hacerle caso a nadie más…

Joder.

- ¿Quién te pidió que las borraras?- pregunté, temiéndome la respuesta.

- El Sr. Parker, señor.

Joder, joder.

Vale, tenía que calmarme, pensé cogiendo aire lentamente. Podía ser que hubiera otra explicación… o podía ser que no, podía ser que la única explicación que hubiera es que Peter y Steve…. dios, no me atrevía ni a pensarlo en voz alta.

- F.R.I.D.A.Y, ¿alguien ha estado frecuentando la habitación de Peter últimamente?

- Solo usted y el Sr. Rogers, señor.

Le iba a matar, no lo hice en el maldito Berlín, pero lo iba a hacer ese día, y lo iba a disfrutar tremendamente.

¿Cómo podía Rogers? Le di mi maldita confianza por segunda vez, se la di, lo habíamos arreglado todo, era un nuevo comienzo, sin rencores, sin asperezas… ¿Cómo había podido jugar así el maldito pervertido? Era un jodido menor, maldita sea.

- ¿Dónde está Rogers?- le pregunté a la inteligencia artificial.

- En el comedor con Wanda y Sam, señor.

Bien, más público para el espectáculo, porque podía asegurar que este iba a ser bueno. Tenía tanta ira encima mío que ni siquiera pensaba con claridad.

- Señor, debería intentar calmarse antes de que…- pude escuchar a F.R.I.D.A.Y hablar mientras me dirigía a la salida de esos malditos vestuarios y cerraba la puerta detrás de mí.

Le iba a matar.