Me sentía avergonzado, pero sobre todo estaba enfadado. Muy, muy enfadado.
No debería haberme ido como lo había hecho, sin embargo sabía que si hubiera pasado más tiempo discutiendo sin sentido todo hubiera acabado mucho peor. Pero es que el último día había sido una barra libre de sentimientos que no sabía cómo manejar.
Miedo, rabia, decepción, angustia, inquietud… y muchísimos nervios, todos demasiado cercanos en el tiempo como para que me diera tiempo a clasificarlos y superarlos. Hasta que había estallado, o por lo menos había estado a punto de hacerlo, pero era normal ¿no?
Por mucho que me doliera admitirlo, tenía 17 años, me faltaban demasiados atardeceres por vivir, y nunca me habían puesto en una situación así, y cuando había estado en alguna parecida, siempre tuve a alguien para apoyarme, la tía May, Ned, el Sr. Stark… solo pensar en ellos me daba una punzada en el pecho por poner en un peligro que no se merecía a los dos primeros y por el tratamiento de vacío que el Sr. Stark me había aplicado desde el día anterior.
A veces me daba la sensación de que posicionaba al millonario en una tesitura demasiado cercana a la de una figura paterna, como si esperara que se comportara de esa forma. Después de la pérdida de mis padres, mis tíos fueron los encargados de aportarme esa necesidad de apoyo y cuidado que todo niño ansiaba y necesitaba. Con la pérdida de mi tío podía ser que inconscientemente estuviera buscando un sustituto para ello, y que a la mínima le puse la etiqueta al primer hombre que mostró esa clase de interés en mí. Pero nada de eso significaba que el Sr. Stark tuviera que comportarse de tal forma conmigo, lo que dolía más de lo que estaba dispuesto a admitir.
"Genial, ahora me estoy psicoanalizando a mí mismo." No pude evitar pensar con cierto rencor hacia mí mismo.
Y luego estaba Steve… el dulce y viejo Steve…
Tenía que admitir que también me dolía un poco pensar en él. No es que quisiera obligarle a pensar de la misma forma que yo, todo lo contrario, cada uno éramos nuestra propia persona y debíamos tener nuestro propio criterio, y por supuesto entendía que al final lo único que le pasaba es que estaba preocupado por mí, pero… no sabría explicarlo, simplemente que me hubiera gustado un poco de apoyo de su parte en la reunión, que confiara lo suficiente en mí como para superar un poco esa preocupación a que me pasase algo en todo momento. ¡Jope, que era su pareja, no su hijo!
Tampoco me podía sorprender, desde el día anterior sabía que no estaría de acuerdo en la reunión con lo que yo fuera a decir, y si hubiera querido evitarlo le debería haber dicho algo antes de entrar a la sala esa mañana… pero no sé, era un poco nuevo en todo eso de las relaciones, y más con alguien que realmente me sacaba poco menos de 100 años de edad, así que nunca estaba seguro de dónde estaba la línea que no debía cruzar.
Era frustrante.
Y con todos esos pensamientos me encontraba en la azotea más alta de la sede, con un rastro seco de lágrimas que me avergonzaba un poco admitir que habían estado cayendo desde la media hora que llevaba solo en ese lugar.
El cielo estaba pintado de gris, pero no había sensación de lluvia. La verdad era que en momentos como ese, ese aire frío que se colaba en las entrañas me encantaba, podía ser que fuera porque no me molestaba tanto como al resto de la gente, pero adoraba tener la piel de gallina y abrazarme el torso con manga corta sentado, apoyado sobre la pared de esa azotea vacía que solo servía para que aterrizaran jets y helicópteros de vez en cuando.
Me aportaba una sensación de calma que no podía describir. Hasta que esa sensación fue interrumpida por el ruido de unos pasos subiendo por las escaleras que daban al lugar. Yo seguía con los ojos cerrados y la cabeza apoyada en la pared, sin intención de cambiar mi posición. No quería que nadie me interrumpiera, pero sabía que en algún momento tendría que bajar de allí y enfrentarme a la realidad de la que me había vuelto a escapar.
Escuché cómo abrían la puerta y después de unos segundos de parón, la persona en cuestión se acercó hacia mí.
Habría dicho que era el novio eternamente preocupado que tenía, pero los pasos que sonaban eran más ligeros, pero no llegaban a ser de una mujer, ¿podía ser…?
- Te veo muy tranquilo, chico.- me giré rápido hacia la figura que en ese momento ya se encontraba sentada a mi lado, casi sin poder creer que él estuviera allí.
No pude evitar quedarme callado unos segundos, mirando fijamente el perfil de mi acompañante, sin estar seguro del todo de qué decir.
- Necesitaba pensar.- fue lo único que fui capaz de pensar.
- Normal, ha sido un día demasiado caótico, a mí me ha pasado lo mismo.
- Sr. Stark…
- ¿Otra vez con esas? Creía que ayer por fin te habías animado a llamarme por mi nombre.- al contrario de lo que podía parecer, no lo dijo para nada borde, si no acompañado de una diminuta sonrisa que no supe del todo cómo interpretar.
- Demasiados años de costumbre, pero lo intentaré.- hablé de la misma forma.
- No pido más.
Y nos volvimos a sumir en un silencio, durante el cual podrían haber pasado varios ángeles por el lugar. No fue incómodo, tampoco cómodo, simplemente extraño, como si los dos supiéramos qué decir pero ninguno se atreviera a dar el paso.
- ¿Cómo sabías que estaba aquí?- me animé a preguntar. Por mucho que lo intentara seguía sonando extraño a mis oídos tutearle, pero sabía que en algún momento me habría de acostumbrar.
- Cuando venías a verme después de Berlín y querías estar solo siempre te subías a la azotea más alta, suponía que las buenas costumbres nunca cambiaban.- respondió con tranquilidad.
Me sorprendió su comentario porque era cierto, pero nunca había sabido que él era consciente de dónde estaba en esos momentos. No pude controlar el sentir un atisbo de felicidad al darme cuenta de que era posible que siempre me hubiera tenido más vigilado de lo que creía. Así era el Sr. Stark… o mejor dicho, así era Tony, pocas veces demostraba sus sentimientos de frente, pero si sabías tener paciencia te dabas cuenta de que acción tras acción te demostraba que ahí estaban.
- Peter yo… lo siento de verdad.- terminó diciendo cuando vio que no iba a contestar a su última intervención.- Ayer dije cosas que no debería haber dicho, y no seré hipócrita y diré que no lo pensaba, porque sí lo hacía, pero lo último que quería era hacerte daño.
- Te comportaste como un crío.- ¿de dónde salió el valor para decir eso? No estaba seguro.
- No lo negaré.- contestó sin mirarme, de la misma forma en la que yo no le miraba a él, estando los dos con la vista al frente.- Pero deberías habérmelo contado.
- Lo sé.- dije con tímido tono de voz, aceptando una verdad que sabía y no quise admitirla en voz alta antes.- Y lo siento por eso, pero me daba miedo cómo reaccionarías.
Volví la cabeza para mirarle. Estaba serio, pero no de la misma forma que el día anterior, no había rabia en sus ojos, solo cansancio, como suponía que habría en los míos.
A pesar de todo, seguía estando nervioso. Tony se estaba disculpando, lo que hacía que la mayoría de los miedos que podía haber tenido desaparecieran, pero no sabía si el golpe que habíamos pasado provocaría que nuestra relación nunca volviera a la que había sido o si únicamente era cuestión de tiempo.
- Y la forma en la que lo hice solo afianzó ese miedo.- afirmó girando a mirarme. Tenía otra vez una pequeña sonrisa que aligeró mi corazón, y provocó que tuviera que volver a contener más lágrimas, ¿pero qué me estaba pasando? Nunca había sido tan llorón.
- No quería perderle.- contesté por fin con la voz rota, intentando disimular el sollozo final sin mucho éxito.
Lo siguiente que noté fueron unos brazos a mi alrededor y un pecho contra mi cabeza, a lo que solo pude responder dejando salir otro sollozo, y otro, y otro más…
Era como si un enorme peso se me hubiera quitado de la espalda, y de repente, en una esquina de esa azotea, con los brazos del Sr. Stark rodeándome, me sentí como un niño otra vez mientras me aferraba a su camiseta, como si fuera lo único que podía mantenerme a flote en esos momentos.
- Eso no lo pienses nunca, chico.- escuché después de un tiempo que no sabría exactamente cuantificar. Le salió una voz suave que muy pocas veces le había escuchado, pero que más no podría haber agradecido en esos instantes.- Nunca me vas a perder.
Y sin necesidad de una respuesta así seguimos, en silencio mientras cada una de mis lágrimas se llevaba una parte de mis preocupaciones. Sentía como el miedo, la rabia, la decepción, la angustia y la inquietud iban atenuándose lentamente, aunque sin llegar a desaparecer.
Pero por alguna parte se debía empezar.
Me separé poco a poco del millonario, limpiándome las lágrimas mientras lo hacía, intentando recuperar algo de la dignidad que sentía haber perdido.
- Ni se te ocurra sentirte mal.- habló de repente el Sr. Stark leyéndome el pensamiento.- ¿Cuántas veces tengo que decirte que el más valiente es el que llora de frente? No tiene nada de viril tragarte las lágrimas, eso solo lo hacen los cobardes.
- Usted lo hace.- respondí algo burlón con una pequeña mueca graciosa.
- Por eso precisamente te lo digo, sé de lo que hablo.- dijo imitando mi sonrisa.
Después de eso se quedó unos segundos analizándome, como si quisiera decirme algo pero no se atreviera a hacerlo, y yo estaba bastante seguro de qué era.
- Así que Steve y tú…- dijo finalmente con el ceño fruncido, suponía que no estaba muy seguro de cuál sería mi reacción, pero eso ya no me preocupaba, lo único que quería era dejar atrás todo aquello y centrarnos en lo que verdaderamente nos teníamos que centrar todos.
- Sí…- respondí mirando por unos segundos a mis rodillas, intentando esconder la pequeña sonrisa que aparecía cada vez que de la nada recordaba mi relación con él.
- Es algo complicado de imaginar.- siguió hablando con una mueca incómoda, pero sabía que quería demostrarme que lo iba a intentar.- Realmente no tanto, teniendo en cuenta cómo le has mirado siempre.
- ¿Cómo le he mirado siempre?- contesté sintiendo la sangre acumularse en mi cara.
- Bueno, chico, nunca has sido la persona más disimulada del mundo.- afirmó con una sonrisa cariñosa.- Pero él… estaba tan aferrado al recuerdo de su exnovia, que creo que nunca imaginé que pasaría página, no me lo vi venir.
Y no podía culparle, era cierto que cuando conocí a Steve llevaba siempre esa especie de brújula con la foto de Peggy Carter en ella. Un poco terrorífico, a decir verdad, y más aún cuando sabías que se había liado con la sobrina de la mujer en una especie de intento de aferrarse al pasado. Porque esa obsesión que siempre tuvo con la agente Carter era eso, un simple intento de no dejar escapar un pasado al que ya no pertenecía. O esa era mi humilde opinión, nunca vi amor más allá de un inmenso cariño hacia la ex componente de SHIELD.
- Sé que es complicado de asimilar, pero simplemente… ocurrió, creo que ni nosotros lo vimos venir, cuando quise darme cuenta ya estábamos demasiado implicados como para dejarlo pasar sin más.- intenté explicar lo más fielmente posible para que entendiera mi punto de vista, o mejor dicho, para que me comprendiera a mí.
No es que necesitara la aprobación del Sr. Stark, pero sí que la quería.
- No sé si quiero saber todos los detalles.- contestó rápidamente consiguiendo una risa de mi parte.- No, definitivamente no quiero saberlo, suficiente es que lo descubriera por el lubricante, eso ya es bastante trauma para mi inocente cabeza.
- Dios, no me lo recuerde.- dije agachando la cabeza y escondiéndola entre mis manos. Creo que no exageraría si calificara ese desagradable dato como una de las cosas más vergonzosas que me habían pasado en mi corta vida.
- Créeme, yo tampoco lo quiero recordar.- afirmó riendo.- ¿Estás mejor?
Me miraba otra vez con esa expresión preocupaba que, para qué mentir, tanto me gustaba, ¿a quién no le gustaba que se preocuparan por él? Era simplemente algo fisiológico.
- Sí.- respondí sin pensar demasiado.
- Peter…
- Bueno, sigo algo cabreado con todos.- admití con cierto rencor.- No me parece bien lo que intentan hacer.
- Solo se preocup…
- No me venga con esas.- le interrumpí, más cortante de lo que me gustaría admitir.- ¿Es que aquí la gente solo se preocupa por mí y por nadie más o qué? Sé que soy el más joven, pero se están pasando.
- Tienes razón.- concluyó Tony levantando las manos en señal de rendición.
- ¿Que qué?- le miré confundido, para nada esperaba que reconociera nada, y menos eso, porque le conocía y sabía que a su retorcida manera el Sr. Stark era el más sobreprotector de todos, y que aprovecharía de excusa el hecho de que el resto no estuviera de acuerdo para que no volviera a salir de la sede en toda mi vida.
Vale, puede que sí estuviera exagerando un poco.
- No estés tan sorprendido, chico.- habló con tono presumido.- No lo quería admitir, pero tienes razón, es tu vida y tú decides, así que te apoyaré.
Le miré con un poco de duda sin terminar de creerme sus palabras.
- ¿No hay ningún truco?- pregunté con cautela.
- Ninguno, te lo prometo.- dijo con un amago de carcajada.- Solo que hay varios temas de los que tendremos que hablar antes de que vuelvas al instituto. Tendrás que hacer como mínimo una rueda de prensa, y tendremos que hablar con tu instituto…
- Pero…
- No, Peter. Por mucho que te pese la situación ha cambiado, y con el centro deberemos arreglar ciertas medidas, como los límites y los agentes que habrá que poner a la entrada por los reporteros, al menos hasta que se calme el tema.- terminó con un deje de disculpa en la voz.
- Vale, vale, vosotros cedéis, yo también.- dije con todo el pésame que pude reunir. Daría mi brazo a torcer en eso porque realmente era algo con sentido a lo que no me podía negar, pero como buen adolescente cabezota, como mínimo que notara el tono de disgusto en mi voz.
- Buen chico.- respondió despeinándome todo el pelo con la mano.
Me reí todo lo feliz que podía sentirme en ese momento. No exageremos, habíamos estado menos de un día sin hablarnos, o mejor dicho, sin hablarme él a mí, pero el miedo que había pasado en ese periodo era uno que no había sentido en mucho tiempo. No era lo mismo perder a parte de tu familia como mis padres o mi tío, que perderla porque voluntariamente habían decidido alejarse de ti. Al final Steve tenía razón, y el Sr. Stark solo necesitaba un poco de tiempo para pensar, o por lo menos eso era lo que quise creer.
Estuvimos un rato más en esa azotea hablando, me estuvo explicando las distintas ideas que se le habían ocurrido para un brazo nuevo, porque al parecer, para no pensar en unas cosas había decidido centrarse solo en la invención de más brazos. En eso el millonario era todo lo contrario a mí, porque cuando algo me molestaba no había nada ni nadie que me lo pudiera sacar de la cabeza hasta que no estuviera arreglado de una forma u otra.
No podría decir cuánto tiempo más había pasado, solo que empezaba a sentir el hambre después de solo haber desayunado esa mañana, porque yo sin almorzar no era persona, y seguramente ya estábamos cerca de la hora de la comida.
Fue en mitad de esos pensamientos cuando escuchamos cómo se abría la puerta para entrar a la azotea.
Giramos la cara ambos al mismo tiempo, para ver aparecer a un Capitán América con el ceño fruncido, cambiando inmediatamente este por una diminuta expresión de sorpresa, como si no esperara encontrarnos en ese lugar.
No estaba seguro de si estaba sorprendido por verme a mí, por ver al Sr. Stark o por vernos a los dos juntos, pero me decantaría más por la segunda opción, dado que su mirada no se apartaba del millonario, como si le estuviera pidiendo permiso de alguna retorcida forma.
- Creo que es mejor que me vaya, Pepper debe estar preguntándose dónde estoy.- dijo Tony levantándose de mi lado.
Yo le imité, pero me quedé plantado en el sitio, haciendo ver sin palabras que me pensaba quedar donde estaba.
- Luego nos vemos, chico, lo retomaremos por donde lo hemos dejado.- se despidió poniendo su mano en mi hombro con una sonrisa, para acto seguido darse la vuelta y caminar en dirección a la puerta justo detrás de donde se encontraba Steve parado observando la escena, pero este también empezó a andar en mi dirección al escuchar las últimas palabras del hombre de hierro.
Pude notar otra vez esa tensión en los hombros mientras paso a paso los dos héroes se acercaban. Esperaba con toda mi alma que ni por una parte Steve saltara en venganza por los golpes del día anterior de Tony, ni por otra que este lo hiciera después de la conversación que acabábamos de tener.
Sabía que no lo harían, no podían ser tan emocionalmente tontos.
O eso quería pensar.
Hasta que se encontraron y se pararon uno enfrente del otro, intentando cada uno demostrar que tenía más testosterona que el otro.
- Rogers.- escuchó que habló primero en .
Típico de él. Siempre tenía que tener la primera y última palabra.
- Stark.- respondió el soldado en el mismo tono.
Se volvieron a mirar en silencio, comunicándose únicamente con la mirada, como si estuvieran comprobando quién era capaz de aguantar más.
Qué tensión, joder.
Digo, jope.
- No me voy a meter más en esto, Rogers.- volvió a hablar el .- Pero he hablado con Rhodey y solo quiero que te quede muy clara una cosa.
No mentiré, la verdad era que eso me sorprendió, ya que durante la reunión, por la expresión de Rhodey, me imaginé que este había estado evitando al millonario en todo momento. Pero al parecer no había sido así, habían hablado, y puede que justo por eso el exmilitar tuviera esa cara durante la reunión, porque se había sincerado con su amigo. Definitivamente me apiadaba de él.
- Soy todo oídos.- respondió un Steve sarcástico pero sin nada de humor en la voz.
- Como vea una lágrima, una sola lágrima más en sus ojos por tu culpa, cuida bien tus espaldas porque lo de Berlín te parecerá una tontería al lado de lo que te haré.- terminó Tony.
¿Era posible olvidar cómo respirar? Porque estaba seguro de que lo había hecho. No sabía si sentirme algo intimidado por toda la situación o halagado porque lo más cercano que tenía a una figura paterna en mi vida estuviera luchando de esa forma por mí.
No, definitivamente el sentimiento de alegría ganaba. Lo sentía por Steve.
¿A quién no le gustaría sentirse tan protegido como yo me sentí en ese momento?
Estaba seguro que no pude ni disimular una pequeña sonrisa.
- Entendido.- habló finalmente el soldado, sin apartar ni por un segundo la mirada del hombre que estaba enfrente suyo.
Después de otros interminables segundos de miradas amenazantes, el se dio la vuelta y siguió caminando hasta la puerta, saliendo sin dar una sola mirada atrás.
Pero eso no importaba, porque la sensación de calidez que me había dejado en el pecho no me la iban a quitar por nada del mundo.
Fue justo en el momento en el que el primer Vengador salió por la puerta cuando Steve volvió a retomar su camino hacia mí.
Me miraba con algo de duda, pero con una pequeña sonrisa en los labios. Le conocía perfectamente como para saber que se estaba disculpando por adelantado, y sinceramente, yo me encontraba demasiado contento como para guardar rencor, así que sabía que esa conversación no duraría mucho.
- Hola.- me dijo parándose justo delante mío.- ¿Cómo estás?- siguió algo incómodo, sin saber cómo introducir el tema.
- ¿En serio vamos a ir por ahí, Steve?- le pregunté, no queriendo perder el tiempo en conversaciones banales.
- Vale, no quería entrar ya a por todas.- contestó mientras se rascaba la nariz de forma adorable...
"Peter, no te distraigas", me tuve que obligar a pensar.
- Lo siento por lo de esta mañana.- dijo finalmente.- Te llevo buscando desde que te has ido para hablar contigo, y no te encontraba, he subido aquí ya como última opción, y solo… bueno, solo quería pedirte disculpas. Tienes razón, no te podemos obligar a no hacer algo solo por miedo a perderte, sobre todo yo, tiendo a hacerlo mucho.
Terminó con una mueca de disculpa, y yo estaba que no me lo creía. Quiero decir, sabía que se disculparía, pero no que me diera la razón y estuviera de acuerdo con todo lo que yo había defendido. Estaba siendo una mañana llena de sorpresas, pero por suerte todas buenas.
No dije nada, solo me acerqué el paso que nos separaba y le eché los brazos al cuello para abrazarle.
- Gracias por entenderlo.- le susurré al oído, dándome cuenta en ese momento de lo cansado que me encontraba.
- Sigue sin hacerme gracia, pero tienes mi aprobación.- volvió a hablar, haciendo que separara inmediatamente mi cara de su cuello.
- No necesito tu aprobación.- le dije alzando una ceja.
- Ya, sí, sí, claro, no era eso lo que quería decir.- empezó a excusarse Steve, muy nervioso de repente.
- Lo sé.- le calmé con una sonrisa.- Pero gracias por hacer el esfuerzo por comprenderme y superar esas ansias sobreprotectoras que te carcomen por dentro.
Esa vez fue él el que levantó la ceja, pero se notaba que le había hecho gracia el comentario, así que no me preocupé, y menos aún cuando acercó nuestras cara para besarme.
Mmmms había echado de menos sus labios.
"Pero Peter, si le has besado esta mañana", dijo una voz en mi cabeza.
Pero oye, que le dieran por saco a esa voz, los había echado de menos y punto.
Hice un pequeño puchero cuando se separó y juntó nuestras frentes, lo cual ya era una costumbre que Steve había adquirido. Y por supuesto no sería yo el que me quejara.
- De todas formas sabes que no será fácil, habrá que hacer un anuncio oficial y…
- Sí, sí, ya me ha estado comentando todo el Sr. Stark.- respondí un poco derrotado.
Me daba muchísima pereza todo lo que iba a llegar a mi vida. Con lo fácil que había sido esta antes de que la estúpida de Natasha Romanoff lo echara todo a perder. Bueno, puede que fácil tampoco, pero no tenía ese auténtico marrón encima.
La rueda de prensa que había comentado el Sr. Stark me daba muy mal repelús, ¿tendrá que hablar delante de un montón de reporteros viciosos que solo buscaban una mínima miga de pan para intentar escribir el artículo más completo? Se me daba fatal hablar con una multitud, ¿y vendría también la televisión? Claro que vendría, Los Vengadores eran el grupo más famoso del mundo, y yo formaba parte de ellos para bien o para mal.
- Pero también habrá ventajas.- intentó animarme mi novio.- No tendrás que poner excusas malas si alguna vez es necesario que salgas antes de alguna clase, ni tampoco tendrás que contenerte tanto en gimnasia, sé que lo odias.
- Ya… eso sí es verdad, aunque para que me llaméis para sacarme antes de alguna clase el mundo tiene que estar cayéndose a pedazos, así que eso tampoco es mucha ventaja.- le contesté bajando la mirada hacia sus labios.
- Los estudios son importantes.- justificó él.
Solo pude asentir con una sonrisa que esperaba que fuera coqueta antes de volver a juntar nuestros labios.
Esa vez el beso fue más profundo, tanto que no pude evitar acercar más nuestros cuerpos y hundir mis manos en su pelo, estirando un poco de él de una manera que sabía que a Steve le encantaba.
Balanceé mis caderas contra las suyas, sintiendo levemente cómo nuestros principios de erecciones rozaban. Me estaba poniendo muy cachondo...
Hasta que el tonto de mi novio se alejó.
- Hey, hey, pequeño, frena.- dijo con una sonrisa divertida, pero volviendo a juntar nuestros labios en un breve beso.- Este no es precisamente el lugar más adecuado.
No pude evitar devolverle la sonrisa, simplemente porque era Steve, porque le quería, y porque aunque en esos momentos estuviera un poco frustrado sexualmente, me parecía adorable cuando se comportaba como todo un caballero de los años 40.
- Aburrido.- le susurré sin quitar la sonrisa.
- Pequeño provocador.- me devolvió con la misma expresión.- Así que las cosas entre Stark y tú están mejor ahora.- siguió diciendo después de unos breve instante de silencio.
- Parece que sí, ha venido él aquí no mucho después de haber llegado yo, y se ha disculpado por lo que pasó.- dije sin esconder mi emoción.
- Sabía que lo haría, aunque si te soy sincero pensaba que tardaría un poco más en dar el paso.
- Menos mal que no ha sido así.
- Pues si.- siguió él.- Por lo menos se ha disculpado con alguien.
Lo dijo con un diminuto gesto de disgusto, recordando las heridas que, aunque ya estaban bastante curadas, todavía le escocían en el orgullo.
- No creo que nunca se vaya a disculpar por eso.- dije encogiéndome de hombros.
- No, no creo que se arrepienta para nada.- contestó frunciendo levemente el ceño.- Pero está bien que lo haya hecho contigo.
Le dediqué otra sonrisa. No tardamos mucho más en volver dentro de la sede, al fin y al cabo, tenía que volver a entrar en algún momento, solo esperaba por lo menos poder tomarme el resto del día que quedaba libre, creía que me lo había ganado. Total, por lo menos en unos días hasta que todo se calmara no volvería a los estudios, así que aprovecharía también para adelantar algún trabajo que llevaba algo olvidado.
Estaba feliz porque ese día me había levantado con la sensación de que iba a ser un día horroroso, y durante gran parte de la mañana parecía que no me equivocaba, pero al final había resultado todo distinto para bien.
Como la calma después de la tormenta, esa que siempre antecede a una nueva catástrofe.
