3:

Harina


La risa de Takemichi inunda la cocina, mientras entre juegos me llena el rostro de harina y de masa pegagoza del pan de jamón que se supone debíamos estar haciendo esa tarde.

Una misión que habíamos planeado con antelación pero que había cambiado un poco esa misma tarde cuando llegue a su casa y Takemichi me recibió con el rostro impregnado de tristeza.

No me fue difícil adivinar que podría haberle pasado.

Había reprobado el examen de admisión a la universidad.

Por eso que en sí habíamos planeado aquella actividad, en modo de celebración por nuestro ingreso, que en realidad no se había logrado por ninguno de los dos.

Pero yo lo había tomado un poco mejor y ver la mirada afligida de Takemichi solo me hizo desear devolver aquella sonrisa que tanto le caracterizaba.

Es por eso que en secreto, la misión de hornear el pan de jamón, la había convertido en la misión de desvanecer la tristeza de todo su ser. Comenzando un pequeño juego de lanzarle harina al rostro, que termino en una guerra complementado con estruendosas carcajadas al aire.

La cocina había terminado por supuesto en un desastre blanco, pero cuando Takemichi paró de reír y me miró con esa inmensa alegría que te deja luego de reír tanto simplemente pensé que ese desastre había valido la pena.

—¿Estás mejor? — pregunto con mi voz algo ronca, luego de tanto reír. Mientras me volteo hacia el fregador para lavar un poco mi rostro. Hasta mis pestañas y cejas deben estar de lo mas blancas.

—Siempre que estoy contigo — Mi corazón late cuando lo sintió que me rodea con sus brazos, ubicando su rostro en la curvatura de mi cuello. Y en ese momento, siento su calidez impregnarse en mi y hacerme por igual sentir reconfortaba ante la tristeza de no haber pasado el examen. — Ahora seré yo quien drene esa tristeza en ti.

Siento mis mejillas ruborizarse cuando siento sus nudillos mi mejilla llena de polvo de hornear y finalizando en un beso.

—Tu risa ya había hecho todo el trabajo —le dijo en un tono mas melifluo, tras el beso.

Luego cierro mis ojos y recuesto mi cabeza de su pecho, sintiendo por demás decir muchas cosas en mi pecho. Pero sobre todo, la seguridad de que nos esforzaremos aun más para intentarlo una segunda vez el próximo año.

—Te quiero, Takemichi-kun.

—Yo te quiero más, Hina.

.

.

.