Naruto Y Hinata en:

TU MI SALVACIÓN


7: Una Oportunidad


Naruto se entretuvo jugando unas manos de naipes y regresó a casa más tarde de lo que había calculado. Estaba quitándose el abrigo, cuando oyó aquel sonido. Se volvió hacia la ventana abierta. Lo oyó de nuevo. Era el sonido distante de alguien llorando.

Siempre había sido consciente de su agudo sentido del oído, y también de su aún más agudo sentido del olfato. Pero siempre les había restado importancia, al menos hasta que se enteró de la maldición. Entonces supo por qué sus sentidos eran más agudos que los de los hombres normales. Era el animal que había dentro de él... el animal que esperaba ser liberado.

¿Por qué estaría llorando Hinata? Pues no le cabía ninguna duda de que se trataba de ella. ¿Debía correr en su ayuda? ¿O estaría llorando simplemente por alguna nimiedad? ¿Por alguna afrenta que le habían hecho en la velada de los LeGrande? Pero no, estaba llorando con el corazón, con el alma. Algo terrible estaba pasando, y él debía averiguar de qué se trataba.

Sin siquiera molestarse en coger su abrigo, que acababa de quitarse, salió de su dormitorio. Había pocos criados en la casa, y todos eran hombres. A las mujeres les daba mucho miedo trabajar para él. Bajó las escaleras sin ver a nadie, y luego salió por la puerta principal.

La hierba estaba húmeda. Una densa niebla flotaba en el aire, y estaba cayendo una fina llovizna. Cuando llegase a la habitación de Hinata, estaría calado hasta los huesos. Cuanto más se acercaba a su residencia, más fácil era para él oír sus tristes sollozos. Se dio prisa.

Subió a su balcón trepando por la espaldera. Le preocupaba que le hubiera echado el cerrojo a las puertas. Éstas estaban cerradas para impedir el paso del aire frío de la noche, pero no con llave. Entró en la habitación. Sus ojos se adaptaron fácilmente a la oscuridad, y vio a la joven acurrucada bajo las mantas.

—¿Hinata?

Sobresaltada, ella echó atrás las pesadas mantas y se incorporó.

—¿Naruto?

—¿Qué pasa?

—¡Ay, Naruto! —exclamó ella, y, tras bajar de la cama, cruzó la alfombra corriendo. Él se sorprendió enormemente cuando se arrojó en sus brazos—. ¡Fue horrible!

El llevó su mano instintivamente al pelo suelto de Hinata, que se sentía como una seda muy fina bajo sus dedos.

—¿Qué fue horrible? ¿Por qué estás llorando?

—Tayuya —logró decir entre sollozos—. ¡Se ahorcó!

Naruto llevó a Hinata a la cama. La ayudó a sentarse antes de acomodarse junto a ella.

—¿Tayuya? ¿Era una amiga tuya?

—Mi doncella —le respondió—. Toneri la despidió hace unos días, y esta noche, cuando llegué a casa después de marcharme de la velada de los LeGrande, la encontré colgando de las vigas del techo.

Cuando Hinata se cubrió la cara con las manos y otro sollozo se escapó de su boca, él rodeó sus hombros con un brazo.

—Yo tengo la culpa —susurró ella—. Toneri la despidió por mi culpa. Supongo que no pudo encontrar otro trabajo y entonces... bueno, algo debió ocurrirle, y decidió que la muerte era la manera más fácil de librarse del funesto futuro que le esperaba.

La profunda tristeza que Hinata sentía por la muerte de una criada sorprendió a Naruto. Cierto, el horrible espectáculo que vio habría afectado a cualquier persona; pero la mayoría de las jóvenes de buena sociedad habrían derramado unas pocas lágrimas y luego habrían seguido con sus vidas, olvidándose rápidamente de aquel asunto. Naturalmente, ella había encontrado a la criada hacía apenas unas pocas horas.

—¿Dejó una nota o alguna explicación de la razón que la llevó a quitarse la vida? —preguntó él.

Hinata negó con la cabeza.

—No, o en todo caso nadie ha encontrado nada. Ella...

—¿Ella qué?

—Tenía muchos hematomas.

Una alarma resonó en la cabeza de Naruto.

—¿Hematomas?

—En la cara —prosiguió Hinata—. Parecía como si le hubieran pegado violentamente. Toneri dice que se relacionaba con gente muy peligrosa. Le oí decirle al agente de policía que era muy posible que uno de sus amantes, tras emborracharse con cerveza, le hubiese dado una paliza. Quizá fuese eso, además del hecho de haber sido despedida, lo que la llevó a ahorcarse.

—Toneri estuvo contigo toda la noche en casa de los LeGrande, ¿verdad?

Ella asintió con la cabeza.

—Sí, ¿por qué me lo preguntas?

Aunque Naruto sospechara que su hermanastro había cometido el crimen, Toneri había estado con Hinata toda la noche. Él no podía ser el responsable de la muerte de la criada. O por lo menos no del ahorcamiento.

—¿Te llevabas bien con ella? ¿La apreciabas?

Hinata sollozó quedamente. Cuando alzó la cabeza para mirarlo, él pudo ver las lágrimas brillando en sus ojos.

—Yo creía que éramos amigas. Supongo que teníamos más afinidad que la mayoría de las personas que pertenecen a clases sociales tan distintas. Pero en realidad ella nunca me habló mucho de su vida privada.

—¿Por qué la despidieron?

Hinata apartó la mirada de improviso. No quería responderle. Naruto intentó hacer que ella se volviera, pero apenas le tocó el brazo, Hinata se estremeció.

—¿Qué te pasa en el brazo?

—Nada. Me he debido dar un golpe —le respondió ella en voz baja, pero seguía negándose a mirarlo a la cara.

—¿Un golpe? ¿Cómo?

—No lo recuerdo.

Esta respuesta despertó sus sospechas, sospechas que ya había tenido antes. Esta vez tenía que averiguarlo. Naruto tenía que saber con certeza qué había pasado. Extendió la mano, cogió la manga de su camisón de algodón y se la arrancó del hombro.

Hinata dio un grito ahogado y quiso huir, pero él no le permitió hacerlo. Bajo la tenue luz del fuego nocturno, vio el horrible cardenal, la huella de unos dedos en su piel. La sangre empezó a bullirle.

—¿Quién te hizo eso, Hinata?

Los ojos de ella volvieron a llenarse de lágrimas. Por un momento, Naruto pensó que no se lo diría. Ella respiró hondo y le respondió:—Toneri. Ya me ha pegado en otras ocasiones. Tiene muy mal carácter.

Naruto maldijo, luego se puso en pie y se dirigió a la puerta del dormitorio.

—Ya veremos si tiene el mismo valor cuando se enfrente a otro hombre.

Hinata se levantó de la cama de un salto, corrió hacia la puerta y se pegó contra ella antes de que él la alcanzara.

—No, Naruto, no debes hacerlo. Ni siquiera está en casa. Cuando el agente de policía se marchó y se llevaron el cuerpo de Tayuya, se fue a jugar a uno de esos clubes.

Sin cambiar de parecer, Naruto se volvió hacia las puertas del balcón. Su rabia crecía con cada segundo que pasaba.

—Entonces iré a buscarlo.

—No me dejes sola, por favor.

Esta petición, hecha con voz entrecortada, hizo que él se parara en seco. Se volvió para mirarla, tan frágil, tan asustada. Temblaba en medio de la habitación, con la desgarrada manga de su camisón colgando de la suave piel de su hombro. Él había dejado las puertas abiertas y el aire frío de la noche había entrado sigilosamente en la habitación. Naruto las cerró y luego fue junto a ella.

—Métete en la cama —le ordenó en voz baja—. Vas a coger una pulmonía. Hinata se dirigió a la cama y se metió bajo las mantas. Naruto la siguió, sentándose en el borde. Su camisa estaba húmeda a causa de la llovizna. Sintió frío.

—En realidad no tropezaste con una silla la noche del baile de los Katõ, ¿verdad?

—No —contestó ella—. Toneri me pegó una bofetada por... por haberme marchado contigo.

—¿Y tampoco te marchaste conmigo para impresionar a tus amigas, verdad?

—No tengo amigas —le confesó ella—. Toneri quiere obligarme a contraer matrimonio porque necesita dinero. Pensé que si tú arruinabas mi reputación, ningún hombre querría que yo fuera su esposa y él me dejaría volver al campo.

Naruto suspiró. Pasó sus dedos por su pelo mojado para apartarlo de su cara.

—Hinata, debes tener a alguien que pueda ayudarte, familiares...

—No tengo a nadie. —Ella se incorporó de improviso—. Mi padre está muerto. Dejó mi futuro en manos de mi madrastra porque sabía que ella me quería y cuidaría de mí, pero ahora ella está gravemente enferma y los abogados le han dado a Toneri mi custodia. Ha despilfarrado mi herencia, y piensa seguir utilizándome para lograr sus propósitos.

Las sospechas de Naruto eran muy leves en comparación con lo que ella acababa de confesarle. ¡Dios bendito! ¿Cómo había logrado ella sobrevivir bajo condiciones tan deplorables? No era más que una prisionera en aquella casa, a merced de un hombre que la utilizaba para beneficio propio y que, por si fuera poco, la maltrataba. Naruto quería matar a Toneri. Quería hacer mucho más que matarlo. Quería arrancarle la garganta con los dientes.

—¿Por qué no me dijiste la verdad desde el principio?

Hinata bajó la vista para mirar sus manos.

—No te conozco. No sabía de qué me serviría contártelo todo. —Alzó la vista de nuevo—. Y sigo sin saberlo.

Ella tenía razón. ¿Qué podría hacer por ella, salvo matar al hombre que se había atrevido a tratarla de aquella manera? Y eso no podía hacerlo, pues era lo que todos estaban esperando, poder probar sin ninguna duda que era un asesino.

Lo condenarían sin darle la oportunidad de defenderse. No: sólo podía protegerla dándole su apellido; pero eso tampoco podía hacerlo. Sería destrozarle la vida, pues él no podía ofrecerle un porvenir brillante, ni hijos, ni nada de lo que ella se merecía.

—Estás temblando de nuevo. —Naruto la cubrió con las mantas, pero sus dientes empezaron a castañetear. Hinata necesitaba mucho más calor del que podía darle el fuego. Él se quitó la camisa antes de acostarse a su lado para estrecharla entre sus brazos. Ella se puso tensa—. No me tengas miedo —dijo, susurrando contra su pelo—. Sólo quiero darte mi calor.

Después de un momento, ella se relajó contra su cuerpo. Él quiso obtener más información acerca de Toneri.

—No me dijiste por qué despidieron a la criada —le recordó—. Ni tampoco por qué crees que tú tuviste la culpa de que la despidieran.

Hinata tenía la cabeza metida bajo la barbilla de Naruto. Su pelo olía a lavanda y le acariciaba el pecho.

—Tayuya me contó que Toneri la obligaba a tener relaciones sexuales con él. Cuando yo se lo reproché, él montó en cólera. Poco después, Natsu, el ama de llaves, me contó que Toneri había despedido a Tayuya.

¿Ese hombre, además de golpear a las mujeres, era un violador? Cuantas más cosas sabía Naruto sobre Toneri, más pensaba en Bess O'Conner. No podía explicarse cómo había llegado esa chica a su caballeriza, pero si estaba tratando de huir, pongamos que de la casa de Toneri, era muy posible que hubiera corrido a través del césped para ocultarse en su propiedad.

Nadie había sospechado de Toneri Chapman, no cuando era tan fácil atribuirle el asesinato a un hombre que ya contaba con una reputación tan dudosa entre los miembros de la alta sociedad.

—¿Te quedarás conmigo un rato? —le preguntó Hinata—. ¿Al menos hasta que me quede dormida?

Él estaba ansioso por ir a buscar a Chapman... por golpearlo hasta dejarlo inconsciente, como mínimo; por amenazarlo con que si volvía a levantarle la mano a Hinata, la próxima vez lo dejaría mucho peor. Pero ella seguía temblando entre sus brazos, y si su presencia hacía que se sintiera segura, aunque sólo fuese por un momento, le concedería ese tiempo. Era todo lo que podía darle.

—Sí, me quedaré —le respondió, acariciando su sedoso pelo. De repente, una pregunta surgió en su cabeza—. ¿Qué tiene que ver Shimura con todo esto?

Hinata se estremeció contra su cuerpo, pero él no supo si fue por causa del frío o por haber oído aquel nombre.

—Toneri le debe mucho dinero por deudas de juego. Él me quiere a cambio de ese dinero.

—¿De modo que tu hermanastro está dispuesto a canjearte como si fueras una maleta usada?

Hinata no le respondió. Naruto sabía que le avergonzaba que él hubiera descubierto sus secretos. Pero ahora que los conocía, no podía permanecer impasible. Tenía que sacarla de aquella situación, y pronto.

—¡La viuda! —Se le ocurrió de repente—. Yo podría pedirle que te diera refugio en su casa. Es una anciana frágil, pero es tan valiente como una madre con sus crías cuando alguien que ha tomado bajo su protección se encuentra en peligro.

—No creo que Toneri permita que yo me marche —observó Hinata—. No sin que antes haya una pelea.

Naruto tiró de ella para acercarla aún más. Sus instintos protectores despertaron dentro de él.

—Si quiere pelea, yo estaré ahí para hacerle frente.

Hinata se había preguntado qué haría Naruto si ella tuviera la oportunidad de decirle la verdad acerca de su hermanastro. Ya lo sabía. Se sentía segura entre sus brazos, se sentía segura por primera vez en muchos meses. Segura y, no obstante, en peligro.

A pesar de su estado de ánimo, era consciente de los latidos regulares del corazón de Naruto bajo su oído. Consciente de la textura suave y cálida de su piel. Consciente de aquel olor que despertaba sus sentidos.

Se preguntaba a veces qué habría pasado si no hubiera llevado a cabo su osado plan la noche del baile de los Katõ, ¿sentiría la misma atracción por él? Sabía que sí. Se sintió atraída apenas lo vio, incluso antes de saber su nombre, antes de conocer los tenebrosos rumores que corrían sobre él.

¿Quién habría pensado entonces que Naruto Namikaze acudiría en defensa de una mujer? ¿Que él era quizá un hombre mucho más honorable que todos aquellos que lo desdeñaban?

El agotamiento finalmente empezó a vencerla. Hinata había llorado por la pobre Tayuya hasta quedarse sin fuerzas, y en aquel momento cerraba los ojos y permitía que Naruto la abrazara. Él acariciaba con delicadeza su pelo, y esta acción la adormecía hasta hacerle cerrar los ojos.

No quería pensar en el día de mañana, ni en la batalla que estallaría cuando Naruto intentara sacarla de la casa de Toneri para liberarla de su cruel control. Mañana sería otro día.


Continuará