Naruto Y Hinata en:
TU MI SALVACIÓN
9: Lady Namikaze
Era ya de madrugada cuando el carruaje de Naruto se detuvo pesadamente frente a su residencia. Hinata se despertó sobresaltada. Había sido un día lleno de acontecimientos, por no decir más, y ella se quedó dormida una vez que salieron de una población que estaba a menos de dos horas de la capital.
El párroco de este lugar fue quien los casó, y los testigos de la boda fueron un herrero y su hijo. En aquel instante se le empezaron a formar nudos en el estómago. ¿Estaría Toneri esperándolos? ¿Qué pasaría? ¿Y qué esperaría Naruto de ella exactamente ahora que era su esposa?
Casi no recordaba la ceremonia que había unido su vida para siempre a la de Naruto Namikaze. Comprendió entonces que había quedado en estado de shock. Demasiado aturdida para hacer nada distinto de responder que «sí» a las preguntas que la convirtieron en la esposa de un desconocido. Pues él era un desconocido. En realidad, hacía menos de una semana que conocía a su marido.
Naruto la ayudó a apearse del carruaje, y la tomó de la mano para conducirla a la puerta de la casa, la cual se abrió de inmediato. Hawkins, el inexpresivo mayordomo, parecía no alejarse en ningún momento de su puesto.
—Arregla el dormitorio que se encuentra junto al mío para lady... lady Namikaze — le ordenó Naruto a Hawkins.
La expresión de aburrimiento del rostro del mayordomo era inalterable.
—Muy bien, señor. Dejé servida una cena fría en el comedor por si regresaba usted a casa esta noche. Pensé que podría tener hambre.
—Muchas gracias, Hawkins —le respondió Naruto. Luego condujo a Hinata al comedor a través de la oscura casa.
Un candelabro situado en el centro de la mesa iluminaba el comedor. El mayordomo sólo había puesto cubiertos para uno, notó ella. Naruto la llevó al asiento que se encontraba junto al suyo en la cabecera de la larga mesa.
—Compartiremos la comida, pues obviamente Hawkins no esperaba que vinieras a cenar —explicó él—. ¿Tienes hambre, Hinata?
Estaba muerta de hambre.
—Sí —contestó ella.
Naruto cogió varias lonchas de jamón y pollo frío, algunas tajadas gruesas de queso y unas rebanadas de pan blando, y las puso en su plato. Alzó una copa de vino para beber un poco, y luego se la ofreció a ella. El entorno era bastante íntimo. Hinata tomó la copa y bebió. El dulce vino se le subió a la cabeza casi de inmediato, debido a que tenía el estómago vacío.
—Debemos discutir ciertos asuntos —mencionó Naruto.
Sí, efectivamente, pensó Hinata. Como qué esperaba él de ella y qué pensaban hacer respecto a Toneri, pero también estaba la cuestión de su madrastra. Hinata casi se había olvidado de su deber para con esa mujer.
—Debo seguir ocupándome de mi madrastra —explicó—. Tengo que ir a verla con regularidad. No creo que le quede mucho tiempo de vida.
Naruto probó el jamón, y al mismo tiempo, alargó la mano para coger de nuevo la copa de vino.
—No debes ir nunca a la casa de al lado, a menos que yo esté contigo o que tengas la plena certeza de que tu hermanastro no se encuentra allí —especificó Naruto.
—Sí —asintió Hinata—. No quiero quedarme a solas con él. Nunca más.
—Asimismo, cuando quieras salir o asistir a alguna reunión social a la que te hayan invitado, lo que infortunadamente, ahora que eres mi esposa, sucederá rara vez o quizá nunca, yo te acompañaré. Hawkins irá contigo cuando quieras ir de compras. No quiero que te sientas como si ahora fueras mi prisionera, Hinata. Yo sólo quiero protegerte, como he jurado hacerlo.
Él ahora parecía mucho más ceremonioso con ella que antes. Ceremonioso, pero galante.
—Pero ¿y nuestro matrimonio? —le preguntó ella valientemente—. ¿Qué clase de matrimonio será?
La luz de la vela se reflejó en los ojos de Naruto cuando alzó sus largas pestañas para mirarla a la cara.
—¿Me estás preguntando si espero que duermas conmigo en la misma cama?
Ella supo por el calor que sintió en la cara que empezaba a ruborizarse. Pues bien, sí, eso quería saber.
—Sí —respondió.
El pasó su dedo lentamente por el borde de la copa al tiempo que la miraba de hito en hito.
—No.
Hipnotizada por la manera tan seductora en que él tocaba la copa, ella alzó la vista para mirarlo.
—¿No?
Él sonrió ligeramente, y ella comprendió que había dejado traslucir cierta desilusión en el tono de su voz.
—¿No esta noche, o no nunca? —preguntó ella.
—Supongo que eso depende de ti —contestó él—. ¿Podría exigirte que cumplas con tus deberes en el lecho conyugal cuando aún sientes que yo soy un desconocido? No. ¿Te engañaría para que lo hicieras? Seguramente.
—¿Pero... tendremos hijos? —preguntó ella, desconcertada por esta última frase. Tenía la sensación de que él no tendría ningún reparo en engañarla.
—¡Imposible! —Naruto apartó la mirada y dijo entre dientes—: A partir del día en que ella me embrujó, de una simiente a otra pasará la maldición.
Hinata casi no pudo oír sus palabras.
—¿Qué has dicho?
Dirigió de nuevo su mirada hacia ella. Tomó otro sorbo de vino, mirándola fijamente por encima del borde de la copa.
—¿Crees que Toneri sería capaz de matar a alguien?
Hinata estuvo a punto de atragantarse con el pollo que se había llevado a la boca. Se lo tragó sin masticar.
—¿De matar?
Naruto le dio la copa de vino.
—Creó que él mató a Bess O'Conner; o mejor dicho, creo que le causó heridas que la llevaron a la muerte. También creo que él dejó en mi propiedad a la mujer que encontraron muerta esta mañana para vengarse de mí, o quizá para quitarme de en medio.
—Pero ¿por qué haría algo tan espantoso?
Él se encogió de hombros.
—Por ti. A lo mejor pensó que en algún momento acudirías a mí en busca de ayuda. A lo mejor simplemente considera que yo soy un blanco fácil para el juego que está jugando. La única explicación posible que le encuentro al hecho de que Bess O'Conner fuera a parar a mi caballeriza, es que estuviera tratando de huir de la casa vecina.
Hinata tomó otro sorbo de vino. Las sospechas de Naruto eran bastante razonables. Toneri era un hombre cruel y abusivo, pero ¿sería un asesino? Hinata tembló con sólo pensarlo.
—No lo sé —respondió al fin—. Sé que yo le tenía miedo. Sé que tiene muy mal genio y que muchas veces no puede controlarlo. Aun así, no me gustaría pensar que él podría ser capaz de... de matar a una mujer.
—A lo mejor me equivoco —dijo Naruto—, pero no lo creo. Si llego a demostrar que tu hermanastro es responsable de los asesinatos que me imputan, ¿cómo te sentirías al respecto?
Hinata no estaba segura. Se sentiría muy mal por su madrastra, aunque no creía que la pobre mujer llegara a entenderlo pues últimamente no parecía comprender nada de lo que sucedía a su alrededor.
Desde luego, el hecho de que Toneri fuera un asesino podría perjudicarla a ella, pues los demás la tratarían como si fuese culpable por el solo hecho de estar emparentada con él; pero había olvidado que su reputación ya no era un problema, cosa que, sorprendentemente, no le importaba en absoluto. Imaginaba que alguien como lady Ino Yamanaka no podría soportar ser rechazada por la sociedad, por más valiente que la joven fingiera ser.
—¿Cómo piensas probar que Toneri es culpable? ¿Y cuándo le diremos que nos hemos casado? Estoy segura de que ya debe haberse dado cuenta de que me he ido de casa.
Naruto mordisqueó un trozo de pan.
—Hablaremos con él mañana por la mañana. Me sorprende que no nos estuviera esperando. Por lo que se refiere a probar que es culpable, pienso seguirlo hasta cogerlo con las manos en la masa.
A Hinata le dio un vuelco el corazón. No le gustaba en absoluto la idea de enfrentarse con Toneri, aunque sabía que era preciso hacerlo. También le preocupaba el plan de Naruto de seguir a su hermanastro.
—Seguir a Toneri podría ser muy peligroso. Si mi hermanastro se rebajó a matar a una mujer, no creo que tenga ningún escrúpulo en matar a un hombre.
—Soy consciente de ello. A pesar de lo que pensaste de mí cuando nos conocimos, yo no soy ningún cobarde.
Al recordar aquella primera noche que pasaron juntos, Hinata se ruborizó. Suponía que lo había juzgado mal después de todo.
—Ahora entiendo que simplemente estabas portándote como una persona sensata, mientras que yo no —reconoció ella.
Él alargó la mano para pasar el dedo pulgar por la línea de sus labios húmedos de vino.
—No quería ser sensato —confesó; luego llevó el dedo a sus propios labios y se lo metió en la boca.
De improviso, ella supo que él no jugaría limpio. Ya había empezado con el juego de la seducción... En realidad, el juego había comenzado la noche en que lo conoció.
Él la atraía físicamente, eso no podía negarlo, pero necesitaba mucho más. Quería mucho más. Merecía mucho más. Y él también. El problema era cómo hacer que Naruto lo entendiera.
—Perdóneme la interrupción, lord Namikaze, pero lord Gaara acaba de llegar.
Asustada, Hinata apartó la mirada de Naruto y la dirigió hacia Hawkins, quien había entrado sin que ella lo oyera.
—¿Gaara? —Naruto también pareció sorprenderse—. ¿Qué está haciendo él aquí?
—Me tomé la libertad de mandar a buscar a sus hermanos cuando se lo llevaron esta mañana —respondió Hawkins—. Pensé que podía usted querer que vinieran.
Por la expresión de su rostro, Hinata pensó que Naruto habría querido exactamente lo contrario. Un suspiro se escapó de los labios de él.
—Hazlo pasar.
Naruto alzó la copa y bebió. Hinata permaneció inmóvil, mirando fijamente la entrada. Oyó el suave ruido de unas botas. Luego, un hombre, un gigante de pelo rojo, tan alto como Naruto pero con ropa de un campesino, entró en el comedor.
Hinata no pudo menos que quedarse mirándolo fijamente. Gaara enseguida le pareció un hombre menos refinado que su hermano; pero lo que no tenía de elegante, lo tenía de irresistiblemente atractivo.
Su aspecto era algo desaliñado, el cabello largo a los hombros, una mandíbula tan fuerte que parecía esculpida en granito. Su pelo de un rojo cobrizo propiamente dicho. Ella se quedó sin aliento ante la imponente fuerza de su presencia.
—¿Qué demonios pasó esta mañana y cómo...?
Al ver a Hinata, el hombre dejó la frase sin terminar.
—Gaara —lo saludó Naruto secamente—. Te presento a lady Hinata, mi esposa. Hinata, éste es lord Gaara.
—¿Tu esposa? —preguntó el hombre, casi sin mirar a Hinata—. ¿Te has vuelto loco?
—Ve a esperarme en mi estudio —le ordenó Naruto a su hermano—. Yo iré luego.
—Pero... ¿cuándo te casaste con esta mujer? ¿Y por qué diablos has hecho tal cosa? Acordamos que...
—¡Gaara! —lo amonestó Naruto—. Saluda a mi esposa como es debido y luego sal de aquí.
Gaara recobró la compostura de inmediato. Se enderezó y se dirigió hacia donde Hinata se encontraba.
—Lady Namikaze... —farfulló, inclinando la cabeza con fría formalidad.
—Puedes llamarme Hinata —sugirió ella, sonriéndole a su nuevo cuñado. Él no le devolvió la sonrisa.
—Como prefieras —le respondió, con un tono de voz aún desprovisto de cordialidad. Luego, le lanzó una tenebrosa mirada a Naruto y salió de la habitación.
—Mi hermano tiene muy mala educación —le explicó Naruto—. Pasa demasiado tiempo en el campo. La finca es su única verdadera pasión. Se mataría trabajando si Kiba no estuviera allí para obligarlo a comer o a jugar a las cartas de vez en cuando.
Hinata sentía que su matrimonio no había empezado bien.
—Quisiera retirarme —anunció. Ahora que el vino había tenido tiempo de asentarse en su cuerpo, se sintió exhausta.
—Hawkins te acompañará a tu habitación.
Naruto se levantó para sacarle la silla; luego la cogió de la mano y la ayudó a ponerse de pie. Cuando vio que se tambaleaba ligeramente, tiró de ella para hacer que se acercara a él. Hinata alzó la vista para mirarlo. Los ojos de él adquirieron de nuevo aquel extraño brillo. Quizá fuese simplemente la luz de las velas reflejándose en ellos.
—Buenas noches, Hinata.
Él había inclinado la cabeza, y sus labios estuvieron a punto de rozar los suyos cuando habló. Hinata cerró los ojos y se apoyó contra su cuerpo, ligeramente asustada al comprender que lo estaba incitando a que le diera un beso.
Se sorprendió aún más cuando abrió los labios bajo los de él a manera de invitación. Suponía que el vino, aunado con el cansancio, había conseguido que bajara la guardia.
Los labios de él acariciaron y provocaron los suyos un momento antes de besarla. El vino no era nada comparado con la fuerza de la boca de Naruto moviéndose contra la suya, la cálida intrusión de su lengua, la sensación de sus manos bajando por su espalda para apretar sus caderas contra las de él.
Hinata sabía que Naruto estaba excitado, pues sintió su cuerpo duro contra ella. En lugar de asustarse, descubrió que su capacidad de excitarlo con tal facilidad despertaba, a su vez, su deseo sexual. Su cuerpo se fundió con el de Naruto, sus manos subieron por su pecho para enroscarse alrededor de su cuello y entrelazar sus dedos con el pelo de él.
—Recuerdo perfectamente —confesó él contra sus labios—. Recuerdo la sensación de tu cuerpo bajo mis manos, tu sabor. Tú obsesionas todos mis sueños.
Ella también recordaba. La sensación de su boca caliente contra sus pechos. La manera como sus pezones se endurecieron y el dolor que sintió entre las piernas. Quería sentir de nuevo sus manos sobre la piel, su boca sobre sus pechos. Quería todo lo que compartieron la primera noche que estuvieron juntos, y mucho más.
Un fuerte carraspeo hizo que se separaran de manera brusca. Hawkins se encontraba en la entrada del comedor.
—Lord Gaara está impaciente, y me pidió que viniera a ver por qué tarda usted tanto. Ya he arreglado la habitación de la dama, y me preguntaba si debo acompañarla al piso de arriba.
¡Santo cielo! Hinata imaginaba que debía estar borracha para haberlo incitado a aquel contacto íntimo, cuando hacía un momento se había dicho que quería que él le diera mucho más que placer físico.
Se preguntó si su cuerpo no habría entendido esto, o si simplemente él era muy hábil en el arte de la seducción. En realidad, Naruto no tenía que hacer mayor esfuerzo. Todo lo que necesitaba era estar en la misma habitación que ella, besarla... y ella perdía el control.
—Creo que debo ir con usted, Hawkins —admitió, acercándose al sirviente—.Buenas noches, Naruto —añadió, pero no se volvió para mirarlo.
Sintió la mirada de su esposo clavándose en su espalda, no con la fuerza de un cuchillo, sino con la calidez de una caricia. Él no le respondió y Hinata salió del comedor, corriendo tras Hawkins como una cobarde que huía de un enemigo al que acababa de provocar, pero al que jamás podría vencer.
El laborioso y lento ascenso de las escaleras la ayudó a despejar un poco la cabeza, por cuanto, al hacer desaparecer el lánguido calor que Naruto había propagado por todo su cuerpo, le devolvió la cordura y la ayudó a pensar con claridad.
Hawkins abrió una puerta, y ella entró tras él en una amplia habitación decorada con buen gusto, a pesar de que el mobiliario era bastante anticuado. La puerta que conducía a un cuarto contiguo indicaba que posiblemente aquellos fueron alguna vez los aposentos privados de los padres de Naruto. Eso suponiendo que ellos, efectivamente, hubieran vivido en aquella casa. Tendría que preguntárselo a Naruto.
Un fuego luchaba por mantenerse en la chimenea, y el frío hizo que Hinata se frotara las manos. Una de las camisas de Naruto se encontraba sobre la cama. Ella miró a Hawkins como preguntándole qué estaba haciendo aquella prenda allí.
—Me he dado cuenta de que usted no ha traído equipaje, lady Namikaze. La camisa del señor es lo único que puedo ofrecerle a modo de camisón. Espero que le sea útil, al menos por esta noche.
—Me será muy útil —le dijo Hinata—. Gracias por su amabilidad.
—Ninguna doncella sirve en casa de lord Namikaze —le informó Hawkins—. Si usted lo desea, yo puedo ayudarla.
Él parecía estar hablando completamente en serio, como siempre, e incluso logró mantener la expresión de aburrimiento de su rostro. Pero Hinata no podía imaginarse a aquel acartonado hombre representando el papel de doncella.
—Gracias, yo puedo sola —le aseguró.
—Entonces, ¿eso es todo, lady Namikaze?
—Sí, gracias, Hawkins.
Luego de inclinar la cabeza, el mayordomo se dirigió hacia la puerta.
—Puedo ordenar que le llenen una bañera y se la traigan por la mañana. ¿Le agradaría que lo hiciera, milady?
—Enormemente —le respondió ella, y deseó poder darse un baño aquella misma noche, pero no le impondría un trabajo semejante al mayordomo a tan altas horas de la noche—. Buenas noches, Hawkins.
Él inclinó la cabeza de nuevo y salió de la habitación. Sólo cuando el mayordomo se marchó, Hinata cayó en cuenta de cuan disparatada era su situación. Se había casado. Se había casado con Naruto Namikaze, y ahora vivía en su casa. Se acercó a la chimenea y extendió las manos hacía el calor que emanaba de allí.
De inmediato, dirigió la mirada hacia la puerta que conducía a la habitación contigua. No había cerraduras. Y aun si las hubiera, ella no podría impedirle entrar. Él era su esposo. Mirando el lado bueno de aquella situación, era mil veces mejor estar con Naruto Namikaze que con el desagradable vizconde Shimura.
Estos pensamientos le hicieron ver claramente la realidad de su situación. Toneri se iba a poner muy furioso cuando supiera que, después de todo, ella había logrado frustrar sus planes. Y suponía que Shimura también se enfadaría cuando se enterara de que ella ya no podía ser su esposa, simplemente porque ese hombre estaba acostumbrado a conseguir todo lo que quería.
¿Le exigiría a su hermanastro el pago inmediato de las deudas y haría que lo metieran preso? Ésa era una muy grata posibilidad. Si ocurriera, Naruto y ella no tendrían que tratar con Toneri. Hinata se preguntó cómo le estaría yendo a su esposo con su hermano. A lord Gaara no pareció alegrarle en absoluto la noticia de que Naruto se hubiera casado.
Continuará
