Naruto Y Hinata en:

TU MI SALVACIÓN


14: Estallar


Estaba empezando a oscurecer cuando Naruto llegó a Covent Garden de nuevo. Toneri lo había retado a demostrar que él había matado a la prostituta la noche anterior, y Naruto creía conocer una manera de hacerlo. Puesto que era un poco más temprano que la noche anterior, había más mujeres recorriendo la zona. Él estaba buscando a una en particular. Molly era su nombre.

La vio hacia la mitad de la calle, dirigiéndose lentamente hacia él. Meneaba las caderas al andar y, una vez más, enseñaba una pierna. Naruto instó a su caballo a acercarse a ella. Cuando se detuvo a su lado, la mujer también se paró y lo miró de una manera descarada.

—Sería demasiada suerte que estuvieras buscando compañía, cariño... — consultó—. Un hombre tan guapo como tú...

Naruto se apeó, tomando las riendas de su caballo mientras la mujer seguía caminando junto a él con paso lento.

—¿Tu nombre es Molly, verdad? La prostituta se detuvo.

—¿Cómo lo sabes? —Lo miró de arriba abajo—. Nunca he estado contigo. Me acordaría de ti, cariño.

—Quiero hacerte unas preguntas. La mujer dejó escapar un resoplido.

—No tengo tiempo para responder preguntas. Soy una mujer trabajadora.

—Te pagaré —Naruto metió la mano bajo el abrigo y sacó su nueva cartera. Se la había comprado esa mañana para sustituir a la que le habían robado la noche anterior.

La mujer se encogió de hombros.

—Supongo que es más fácil hablar que tener que permanecer acostada, aunque no me importaría acostarme contigo. Hasta te pagaría para que me dejaras pasar los dedos por esos preciosos mechones rubios.

La propuesta no tentó a Naruto lo más mínimo.

—Anoche estabas con otra mujer en esta esquina. Una morena delgada que llevaba un vestido rojo.

Molly puso los ojos en blanco.

—¿Por qué a los hombres les gusta tanto ese costal de huesos, cuando yo tengo curvas tan hermosas y rollizas? No puedo entenderlo.

—Ha sido asesinada.

Esperaba que Molly reaccionara ante la noticia, sólo que no de la manera en que lo hizo. Se echó a reír.

—Entonces supongo que es su cadáver el que sube por la calle.

Naruto se volvió hacia donde Molly estaba mirando. Una mujer se acercaba a ellos con aire despreocupado. Era la morena, y llevaba el mismo vestido rojo de la noche anterior.

—Oye Lily, se supone que estás muerta. ¿Qué haces andando por mi calle? —le gritó Molly a la mujer.

Lily, se acercó a ellos con paso lento. Luego, miró a Naruto de arriba abajo, tal y como Molly lo había hecho.

—¿Quién dice que estoy muerta?

El desarrollo de los acontecimientos cogió a Naruto desprevenido.

—Anoche vi cómo te marchabas con un hombre que conducía una calesa.

—¡Canalla! —balbuceó Lily entre dientes—. Todo lo que hizo fue dar vueltas en la calesa. Luego me trajo aquí y me pidió que me apeara. Ni siquiera me pagó por mi tiempo.

¿Otro ardid? Si Toneri sabía que Naruto lo estaba siguiendo, también debía saber que él podría haber convencido a la prostituta, Molly, de que le contara al inspector que Chapman fue el último hombre con el que había estado la chica muerta.

Toneri lo había hecho caer en una trampa, había dejado a aquella mujer en el mismo lugar en el que la encontró y había elegido matar a otra para dejarla en la cama junto a él. Todo aquello parecía demasiado trabajo para un solo hombre, un hombre que estaba jugando a un juego mortal.

—Está claro que me he equivocado —reconoció Naruto—. Siento mucho haberlas molestado, señoras. —Sacó unas cuantas monedas y las repartió entre las dos mujeres.

—¿Seguro que no quieres un poco de diversión, cariño? —le preguntó Molly—.No me molestaría en absoluto trabajar para ganarme el dinero que me has dado.

—Gracias, pero no. Tal vez en otra ocasión —añadió, sólo para no herir sus sentimientos.

Estaba pensando en Hinata en aquel instante, y en que quería volver corriendo a casa para estar junto a ella. Le había dicho a Hawkins que cogiera su pistola, que la mantuviera siempre a mano mientras él estaba ausente y que disparara a cualquier hombre que intentara entrar en la casa, salvo a él, por supuesto. Hawkins le había respondido: «Será todo un placer, milord».

El viaje a casa le dio a Naruto un poco de tiempo para pensar. Toneri se había tomado muchas molestias para tenderle una trampa que lo incriminara en el asesinato. Además del hecho de que él se había casado con Hinata, ¿qué tenía ese hombre en su contra? Ya no podía casar a su hermanastra con Shimura a cambio de una alta suma de dinero y de quedar exento de pagar sus deudas de juego... a menos que Hinata se quedara viuda.

Iría a ver a sus abogados al día siguiente para cerciorarse de que Hinata estuviera protegida, al menos económicamente hablando, en caso de que él muriera. Esperaba que sus hermanos se ocuparan de la protección física de su esposa si algo llegara a sucederle. Al tiempo que atendía este asunto, indagaría otras cosas. Quería saber qué propiedades se vendían o alquilaban en la ciudad. Y tenía la intención de averiguarlo muy pronto.

No quería pensar en la manera en que había saltado por una ventana situada en un segundo piso hacía apenas unas horas, ni tampoco en cómo había hecho para caer sobre sus pies... como un animal.

No quería pensar en cómo se habían asustado sus agresores la noche anterior antes de que uno de ellos le golpeara en la cabeza. No pensaría tampoco en la extraña marca de mordedura que había en el precioso cuello de su esposa.

Hinata estaba en el salón tratando de leer un libro, cuando oyó que alguien abría la puerta principal. Luego vio a Hawkins, quien se había apostado frente a la puerta del salón, sacar una pistola de su abrigo, y acto seguido relajarse.

—Buenas noches, milord. —Hawkins volvió a guardar la pistola en su abrigo—.Lady Namikaze está aquí en el salón. ¿Quiere que le traiga algo?

Naruto entró en el salón.

—Me apetece un coñac. ¿Quieres tú también uno, Hinata?

Salvo una copa de champán en alguna ocasión relevante, Hinata nunca bebía alcohol, pero había tenido un día muy agitado, igual que Naruto, cuyo precioso rostro enseñaba ya las marcas del cansancio. Así que le pidió a Hawkins:

—Tráigame una copa de coñac a mí también.

El mayordomo asintió con la cabeza y salió del salón.

Naruto se dejó caer en la silla de terciopelo que se encontraba frente a Hinata. Se restregó la cara.

—Chapman no parece haber dejado rastro alguno de lo que hizo anoche.

Hinata dejó a un lado su libro. Un agradable fuego ardía en la chimenea y ella se había quitado las zapatillas, llevando sus pies al sofá y sentándose sobre ellos.

—¿Que pasó cuando fuiste a Covent Garden? ¿Viste a la mujer con la que Toneri habló primero?

Él asintió con la cabeza.

—Sí, y también hablé con la mujer muerta.

—¿Qué?

Naruto suspiró cansado.

—En algún momento, Toneri volvió a llevar a la mujer a Covent Garden, la dejó allí y fue a algún otro lugar, donde abordó a otra morena, y luego de asesinarla, la llevó a una casa abandonada y la dejó en un colchón sucio junto a mí.

Hinata se enderezó en su asiento. Aquella historia era increíble.

—Es demasiado trabajo para un solo hombre. Naruto se pasó una mano por el pelo.

—Eso es exactamente lo que yo pensé.

Hawkins llegó con dos copas del líquido de color ámbar sobre una bandeja. La puso en la mesa que se encontraba cerca de Hinata y salió de nuevo de la habitación.

Naruto se levantó, tomó una copa y se la dio a Hinata. Luego, tomó la otra y le echó un vistazo al libro que ella había dejado a un lado.

—Espero que no te moleste que lo haya cogido. Fui a tu despacho. Hawkins me dijo que tenías una excelente biblioteca, y necesitaba algo que me ayudara a pasar el tiempo.

Su esposo se encogió de hombros.

—La casa está a tu entera disposición, Hinata.

—¿Qué piensas hacer ahora? —Tomó un sorbo de coñac y estuvo a punto de asfixiarse. Naruto sonrió—. Quema —masculló una vez que logró respirar de nuevo.

—Calienta —la corrigió él, sentándose junto a ella en el sofá—. Hay un par de cosas que quiero hacer mañana, pero no me gusta dejarte aquí sola. No con Toneri viviendo tan cerca.

—¡Ah! —Hinata de repente recordó algo. Extendió la mano para coger la invitación que había guardado en el libro—. La duquesa viuda de Sarutobi me ha invitado a tomar el té mañana. Lady Ino estuvo aquí y me dijo que ella también había recibido una invitación, que por supuesto fue enviada hace ya varias semanas.

—¿Lady Ino?

—Lady Ino Yamanaka —le explicó Hinata—. La hija del duque de Shintenshin. Es una buena amiga mía.

Quizá fuera cosa del coñac, pero Naruto pensó que el brillo de sus ojos no se debía al alcohol, sino al placer que le producía poder decir que tenía una amiga.

—La rubia guapa de grandes ojos azules —afirmó Naruto—. Sí, sé de quién me estás hablando.

Una criatura de un color muy parecido al verde de los celos asomó su horrible cabeza.

—¿Lo sabes?

—Me fijé en ella en la velada de los LeGrande y le pregunté a la duquesa viuda de Sarutobi quién era.

—¿Te fijaste en ella? —Hinata dejó de apretar con tanta fuerza el pie de su copa y tomó otro sorbo de coñac.

Él sonrió.

—Sólo porque estaba hablando contigo. Entonces quería saber a quién estabas tratando de impresionar la noche del baile de los Katõ. Por supuesto, ahora sé que no estabas tratando de impresionar a nadie.

—¡Ah! —Hinata sintió que un cálido rubor subía a sus mejillas. Agitó la bebida en la copa, y decidió que le gustaba el coñac.

De improviso, Naruto se inclinó hacia ella.

—¿Ya te he dicho hoy que te deseo?

Hinata acababa de beber otro trago y, al oír estas palabras, estuvo a punto de asfixiarse de nuevo. Justo cuando suponía que ya habían dejado a un lado los temas relacionados con el asesinato y la sociedad, él empezaba a seducirla una vez más. Y sabía muy bien cómo hacerlo.

—¿Quieres que vaya al té mañana? —preguntó, tratando de cambiar de tema. Él le metió la lengua en la oreja.

—Sí, allí no correrás ningún peligro.

Hinata casi se muere del susto. Cuando él empezó a mordisquearle el lóbulo, preguntó:

—¿Te he dicho que a Ino le gusta mucho Gaara? Me dijo que lo vio en la calle en una ocasión en que cabalgaba junto a ti.

Su lengua trazó un ardiente camino por el cuello de Hinata.

—Está perdiendo su tiempo —aseguró él—. A Gaara lo único que le interesa es ocuparse de nuestra finca. Le pedí que regresara allí, y espero que cuando llegue encuentre a Kiba, en casa.

Haciendo un gran esfuerzo por no estremecerse de placer, ella dijo:

—Supongo que lo mejor es que Gaara se haya marchado. De todos modos, Ino va a casarse con un joven llamado lord Collingsworth.

La mano de Naruto subió por el costado de Hinata, deteniéndose justo debajo de sus pechos.

—Lo conozco. De hecho, la heredad de los Collingsworth linda con Konohagakure. Cuando éramos pequeños jugábamos juntos, aunque, si mal no recuerdo, a él le costaba seguirnos el ritmo. Era bastante enfermizo.

Intentando controlar la respiración, Hinata le preguntó:

—¿Sois amigos?

—Éramos amigos. —Su mano subió hasta uno de los pechos de Hinata—. Ya no lo somos.

Ella se volvió para mirarlo.

—¿Por qué ya no lo sois?

El dedo pulgar de Naruto acarició su pezón, haciendo que ella dejara escapar un grito ahogado.

—Por lo que pasó con mis padres. Aquéllos que antes nos acogían en el seno de la sociedad, poco después nos volvieron la espalda. A la sociedad no le gusta el escándalo, tú lo sabes.

Su pezón se puso duro, y le resultó muy difícil ignorar las continuas caricias que su dedo pulgar le prodigaba a través del vestido.

—Entonces, ¿no tienes amigos?

Su mano siguió subiendo hasta rodear su cuello y posarse sobre los botones que estaban debajo de su nuca.

—No.

El corazón de Hinata lo compadeció, al tiempo que, más abajo, otra parte de su cuerpo lo deseaba con vehemencia.

—Bueno, yo tampoco he tenido muchas amigas —confesó—. Pero ahora tengo a Ino y a la duquesa viuda de Sarutobi, si ella me permite ser su amiga. Yo podría ser tu amiga.

Naruto la miraba fijamente a los ojos, mientras desabrochaba la hilera de botones de la espalda de su vestido. A Hinata le pareció descubrir un brillo de ternura en su mirada. Se inclinó hacia ella.

—¿Acaso los amigos hacen esto?

La besó. El cálido sabor del coñac en sus labios aumentó el ardor que Hinata sentía en su vientre. Fue un beso placentero, tan agradable como el fuego y el entorno hogareño. Luego, él inclinó su boca sobre la de ella para poder entrar aún más, y entonces todo cambió. El agradable fuego de repente se convirtió en un incendio.

Era todo un experto en besos. Tiró suavemente de su labio inferior con los dientes y lo metió en su boca. Acto seguido, soltó su labio y empezó a provocarla con la lengua. Cuando vio que Hinata aceptaba su reto, metió la lengua en su boca, en lo más profundo de su boca...

Y a ella le gustó tanto que, cuando él finalmente la soltó y su lengua entró furtivamente en su boca una vez más, le respondió haciéndole lo mismo. Naruto dejó escapar un sonido grave desde el fondo de su garganta.

Había distraído tanto su atención con sus besos, que Hinata no se había dado cuenta de que su esposo había logrado desabrocharle el vestido. No se dio cuenta hasta que él apartó la tela de su piel y las mangas cayeron de sus hombros. Él les dio un cálido beso.

—Naruto... La puerta está abierta. Hawkins...

—¡Hawkins! —gritó de repente Naruto—. ¡Que nadie venga a molestarnos! Ella oyó que Hawkins le respondía desde algún lugar de la casa:

—¡Muy bien, milord!

Hinata soltó una risita nerviosa. Naruto se levantó para ir a cerrar las puertas del salón. Le sonreía a Hinata mientras se dirigía hacia ella con paso lento, como un gato perezoso; pero luego, cuando se sentó de nuevo a su lado, sus ojos despidieron aquel extraño brillo.

—¿Por dónde íbamos? —preguntó—. Ah, sí, ya recuerdo, íbamos por aquí.

Se inclinó y besó de nuevo su hombro desnudo. La sensación de la boca de Naruto contra su piel hizo que Hinata se estremeciera. Los pocos sorbos de coñac que había tomado la ayudaron a relajarse, pero el alcohol no se le había subido a la cabeza. Naruto sí se le subió a la cabeza. Su perfume embriagador, el calor que irradiaba e incluso el tenue brillo de sus ojos.

—Me gusta tu sabor —declaró él—. Quisiera probar todo tu cuerpo.

Naruto bajó aún más su vestido y abrió un camino de besos hacia sus pechos. Luego, él se amamantó suavemente a través de la tela de su camisa. Esta sensación era casi más erótica que si le hubiera quitado esa prenda junto con el vestido. Los húmedos círculos que la boca de él dejó, hicieron que sus pezones se pusieran más duros aún.

—Quiero verte desnuda.

Estas palabras le recordaron a Hinata que ella lo había visto desnudo. Y no olvidaba en absoluto que él era espléndido. ¿Le gustaría a él su cuerpo tanto como a ella le había gustado el suyo? Como si se hubiera dado cuenta de que su mujer estaba pensando demasiado, la besó de nuevo. No podía pensar cuando el la besaba, pero podía sentir.

Al tiempo que su boca la despojaba de su capacidad de razonar, sus manos bajaban su camisa. Acto seguido, se posaron en sus pechos, haciendo que sus dedos pulgares empezaran a hacer dolorosos trucos de magia en sus expuestos pezones.

Ella gimió quedamente y se apretó contra él. Naruto la levantó para sentarla sobre su regazo, de modo que las rodillas de la joven quedaran a ambos lados de sus muslos, cosa que era sumamente indecente.

Quiso decírselo, pero él la levantó de nuevo, haciendo que su boca quedara a la altura de los pechos de Hinata. Allí se dio un festín, acallando las protestas de ella en el momento en que su boca tiró con fuerza de su pezón.

Hinata enroscó las manos en el pelo de él y sujetó su cabeza contra sus pechos. Naruto mordisqueó, provocó y chupó sus pezones hasta que ella no pudo seguir respirando normalmente, sólo pudo enroscar sus dedos en lo más profundo de su pelo y agarrarse con fuerza.

La hizo sentarse de nuevo sobre él, y empezó entonces a saborear y a provocar sus labios. Ella se dio cuenta de que él le había recogido el vestido de tal manera que muy poco los separaba debajo de la cintura: las bragas de ella tocaban sus pantalones.

Y éstos ostentaban la prueba definitiva de que él estaba excitado. Muy excitado. Se apretó contra Hinata, que estaba muy sorprendida por la extraña sensación que experimentó entre sus piernas. Un hormigueo que no era desagradable, sino más bien algo frustrante. Como una picazón que era necesario aliviar.

Cuando se apretó de nuevo contra Hinata, ella le respondió haciendo lo mismo. Naruto empezó a respirar con dificultad y llevó sus manos a ambos lados de la cara de su esposa, sosteniéndola mientras la besaba. Al parecer, ella no podía controlar la parte inferior de su cuerpo. Cuanto más se apretaba contra él, más picor sentía... un picor que perfectamente podía hacerla enloquecer.

—¿Qué es lo que quiero? —susurró ella jadeando contra su boca.

—Esto —le dijo él, soltándole la cara.

Enseguida, bajó una mano, la metió en sus bragas y llegó a la fuente misma de su frustración. Las caricias de sus dedos en un lugar al que ningún hombre se había atrevido a llegar antes, hicieron que ella se sobresaltara por un instante. Quiso protestar, y ciertamente intentó liberarse de sus dedos, pero éstos eran mágicos.

Él la estaba tocando en un lugar en el que parecían centrarse todas sus sensaciones, y esto, sumado al movimiento oscilatorio de su cuerpo al apretar su duro miembro contra el suave punto femenino, era el cielo y el infierno reunidos en un mismo sitio.

Ella se movía contra su mano y contra su regazo, y la presión que sentía en su interior crecía de manera incontenible. Naruto no dejaba de besarla, aunque no era fácil mantener los labios unidos cuando ninguno de los dos podía respirar bien.

—No te sigas conteniendo, Hinata —susurró con una voz tan grave y aterciopelada que la llevó al borde de la locura.

La presión que había estado creciendo dentro finalmente se liberó. Hinata se dejó llevar por una sensación que nunca antes había experimentado, y abajo, seguía agitándose y retorciéndose contra él.

Sus dedos se clavaron en los hombros de Naruto, sus dientes en su cuello, y el mundo, tal y como lo había conocido, se le vino abajo. No pudo impedir que los débiles gemidos y las palabras ininteligibles siguieran escapándose de sus labios. No pudo dejar de temblar.

Se aferró a Naruto como si él fuese la única cosa sólida que pudiera ayudarla a mantener la cordura. Él le acarició el pelo y sacó sus dedos de sus bragas. Acto seguido, subió su mano por su estómago y tocó sus senos.

—¿Qué acaba de pasar? —logró preguntar en voz baja.

—Acabas de estallar en mil pedazos —le respondió él—. Y has estado a punto de hacerme estallar a mí también; cosa que habría sido realmente vergonzosa, pues desde que dejé los pantalones cortos nunca he explotado fuera de una mujer.

¿Cómo había pasado de hablar y tomar unos cuantos sorbos de coñac a abrir las piernas sobre su regazo, desnuda hasta la cintura y sin poder dejar de agitarse entre sus muslos? ¿Y qué pasaría a partir de aquel momento? Pues él seguía duro y pulsando bajo ella. ¿Decidiría consumar su matrimonio aunque aún no contara con su consentimiento? Una parte de Hinata sentía que, por muy maravilloso que fuese lo que acababa de ocurrirle, le faltaba algo...

El amor, se dijo a sí misma. Eso era lo que le faltaba.

Naruto le subió la camisa y el vestido, la levantó y logró ponerse de pie con ella en sus brazos.

—¿Qué estás haciendo? —le preguntó Hinata con recelo.

—Te estoy llevando a la cama —le respondió.


Continuará