6. Sentencia de muerte
La enfermera Kasemi suspiró tristemente mientras volvía a acomodar a Aurora en la cama. Con ayuda de la enfermera Elzbieta la había aseado.
- Pobre chica…
No podían evitar sentir mucha pena por lo que acababa de pasar dos noches antes.
********** Flash Back **********
En el cielo de esa noche de principios de mayo la luna se hallaba ausente. Maurice McLaggen estaba en la guardia nocturna de la unidad de cuidados intermedios y aprovechó su pausa de comida para visitar por unos minutos a Aurora. Justo cuando se acercaba a la habitación 423 escuchó una alarma que lo puso en alerta.
- ¡LLAMEN AL DOCTOR RADIC!- gritó mientras corría a ver lo que pasaba.
Lo que temía: el corazón de Aurora colapsaba. Tomó el desfibrilador y lo colocó sobre su pecho.
- Vamos…
- Hazlo otra vez- le ordenó el cardiólogo que acababa de llegar. Nuevamente Maurice le dio un choque eléctrico. Y otro… y después uno más. Al parecer funcionó. Esperaron unos momentos para cerciorarse de que no hubiera una recaída.
Maurice suspiró aliviado pero no todo eran buenas noticias.
- ¿Qué pasa?- le preguntó a Matthias Radic al ver la expresión en su rostro tras revisar el aparato que monitoreaba al bebé. Él negó con la cabeza.
- No escucho los latidos del bebé.
Llamaron al ginecólogo de guardia y tras constatar que el bebé había fallecido en el vientre de su madre, la trasladaron al quirófano para operar y sacarlo de ahí cuanto antes.
Maurice estaba apesadumbrado y observaba el procedimiento desde la galería en donde se les permitía a los internos del hospital presenciar cirugías.
- Es una lástima; tan sólo tenía diecisiete semanas- dijo el ginecólogo al final de la operación.
Una enfermera tomó el pequeño cuerpo del niño y se encargó de lavarlo. Más tarde se acercó Maurice, quería verlo de cerca antes de que lo llevaran a la morgue. El cuerpecito inerte del bebé estaba cubierto por una especie de vello grisáceo y emitía un leve resplandor plateado.
********** Fin Flash Back **********
Ya que Maurice McLaggen se hacía cargo de gran parte de los gastos de la Paciente X, el doctor Marku Jovanović había accedido a mantenerla con vida para que su embarazo se desarrollara hasta el final.
- ¿Qué crees que el jefe Jovanović decidirá después de lo que pasó con el bebé de Aurora?- le preguntó la joven enfermera Elzbieta su compañera veterana. Ésta iba a contestar cuando por la puerta entró el jefe Jovanović seguido del equipo que en estos meses había estado al cuidado de la paciente; estaban por determinar lo que ocurriría con ella.
Marku Jovanović comenzó haciendo un resumen de cómo se había desarrollado el caso de la paciente desde su ingreso al hospital.
- … todo esto se le informó al Comité de Ética. Ellos tienen una copia del expediente del caso y ya dieron su visto bueno para que procedamos con...- decía el doctor Jovanović, quien bruscamente fue interrumpido por Maurice McLaggen.
- Aún necesita el respirador artificial pero sus signos están estables nuevamente- alegó éste señalando las anotaciones más recientes que se habían añadido esa misma mañana al expediente médico de la paciente- el peligro de insuficiencia renal ha pasado, los riñones están teniendo una mejoría significativa y su función cardiaca…
El doctor Jovanović le hizo señas para que dejara de hablar.
- Entienda, doctor McLaggen- intentó razonar el jefe- el único motivo por el que la mantuvimos viva era su embarazo y éste no llegó a buen término.
El resto de los presentes en la habitación sabía que el jefe Jovanović tenía razón.
- Pero mientras no tenga muerte cerebral hay esperanza. Hay pacientes que han despertado del coma después de años, usted debe saberlo. Ninguno de los estudios que el doctor Horowitz le ha practicado demuestra muerte cerebral…
- Maurice- esta vez habló el doctor Radic- ten consideración de ella… de Aurora. ¿No crees que es inhumano tenerla en esas condiciones? Además, tan sólo es cuestión de tiempo para que su organismo se deteriore y muera... tuvo un aborto espontáneo, creo que eso es señal de que su cuerpo se está apagando.
La doctora Dervishi también se atrevió a intervenir.
- ¿Sabes? Creo que es momento de dejarla ir; ya ha sufrido bastante. Y piensa que su muerte no sería en vano. Sus órganos, a excepción de sus pulmones, quizás, aún están sanos. Tal vez si esperamos más tiempo ya no podremos donárselos a alguien que los necesite.
Maurice se sintió abatido. Se resistía a dejar ir a esa mujer con la que por alguna razón en estos meses había comenzado a encariñarse.
- Entonces está decidido- sentenció el doctor Jovanović- hoy mismo llamaré al Comité de Ética para fije la fecha y hora en que la Paciente X será desconectada del respirador artificial y se le quitará el suministro de nutrientes.
Nadie se percató de que la lechuza parda que todos esos meses pasó custodiando la habitación 423 desde el alfeizar de la ventana emprendió el vuelo en cuanto el doctor Jovanović terminó de pronunciar aquellas últimas palabras. La única que había prestado atención al ave fue la enfermera Elzbieta porque le recordaba a la última vez que había visto a su amiga y colega Fatmire Hasani.
Un par de días después mientras conducía al trabajo, Aaron Horowitz pensaba en su primera tarea de esa mañana. El doctor Jovanović ya había tomado la decisión y lo había asignado a él para aguardar en su consultorio la llegada de Saimir Zallari, el enviado del Comité de Ética que había estado siguiendo el caso de la Paciente X.
- Llegaré al hospital a eso del mediodía y procederemos a desconectar el respirador artificial- le había confirmado por teléfono- necesito que ya tenga la documentación preparada para que cuando la paciente fallezca se agilicen los trámites, se retiren los órganos que se donarán y podamos trasladar el cuerpo al servicio forense.
No había nada que hacer al respecto. Ciertamente el doctor Horowitz estaba consternado pero estaba seguro de que era lo mejor.
Él sabía que a pesar del aprecio y respeto que sus compañeros le tenían, en ocasiones lo juzgaban por ser duro e incluso lo tachaban de desconsiderado, tal como lo hacía aquel joven médico británico. Maurice McLaggen creía que él no entendía lo que era estar en una guerra pero se equivocaba.
De adolescente sufrió los horrores de ser llevado a un campo de concentración Nazi. Estando ahí apartado de su familia, se hizo muy cercano a un hombre mayor que él, otro prisionero llamado Abraham Straub. Era médico y durante el año que estuvieron presos en el campo siempre dio su máximo esfuerzo para salvar a la mayor cantidad de gente posible, a escondidas de sus captores.
Fue en ese tiempo que el ahora doctor Horowitz se enfrentó innumerables veces a la muerte, al sufrimiento humano y a situaciones en las que debía dejar morir a un hombre para salvar a otro.
- Trata de no atormentarte, hijo- le decía el doctor Straub cuando eso sucedía- no siempre es posible salvarlos a todos.
Finalmente aquel buen hombre fue asesinado a sangre fría cuando fue descubierto robando antibióticos de la enfermería Nazi. Por su parte, Aaron Horowitz fue rescatado cuando los rusos entraron al rescate de Polonia. Años después se graduó de la escuela de medicina y no había día en su carrera en que no pensara en Abraham Straub, quien fuera su ejemplo de vida y la razón por la que decidió convertirse en médico.
A pesar de que era una persona noble, había aprendido a ser objetivo cuando estaba en el trabajo; ya fuera por razones económicas o médicas, no siempre era posible salvar a todos los pacientes. Eso lo tenía muy claro.
- Algún día lo entenderás, muchacho- pensó en voz alta, mientras estacionaba su auto en el lugar que estaba reservado para él. Se bajó y de manera casi automática se dirigió a su consultorio.
A pesar de las constantes discusiones que tenía con el doctor McLaggen, lo admiraba mucho. Nunca se daba por vencido cuando se trataba de defender la vida de las personas que caían en sus manos y el caso de la "Paciente X", como él la llamaba, no era la excepción.
Se sorprendía de la ferocidad con que él lo había enfrentado para mantenerla con vida y darle a su hijo la oportunidad de nacer. Y secretamente admiraba también lo que había hecho por ella en los últimos dos meses. Además de hacerse cargo de todos sus gastos, la visitaba constantemente fuera de su horario de trabajo.
Al igual que las enfermeras y la gran mayoría del personal que tenía que ver con ella, también se refería a ella como "Aurora". Incluso en su expediente médico estaba escrito ese nombre.
Él, Aaron Horowitz (además del jefe Jovanović), era el único que se seguía refiriendo a ella como la "Paciente X". No era que le gustara hacerlo pero sentía que si comenzaba a llamarla por el otro nombre, se involucraría demasiado y perdería ante el resto del equipo su autoridad como neurocirujano encargado del caso.
Alguien llamó a la puerta del consultorio, sacándolo de sus pensamientos.
- Adelante- dijo alzando la voz para que quien estaba al otro lado pudiera escucharlo. A través de ella entró el doctor McLaggen. Horowitz no pudo evitar sentir algo de fastidio imaginando el motivo de la visita del joven médico- oh, Maurice… ¿ahora qué pasa?
- Aaron, tienes que convencer al doctor Jovanović para que detenga esto…
- Demonios… entiende de una vez por todas que nosotros como miembros de Médicos Sin Fronteras no podemos interferir en los asuntos internos del hospital- le dijo por enésima vez a su joven colega.
Maurice iba a replicar pero en ese preciso instante alguien entró bruscamente al consultorio; era la enfermera Elzbieta. Con voz la agitada por el esfuerzo de haber corrido, dijo:
- Aurora despertó.
Inmediatamente Maurice se apresuró rumbo a la habitación 423.
N/A: waaaaaaaaah! Por fin despertó la bella durmiente! Aunque es una pena lo que pasó con baby Remus :(
Las espero en el próximo capítulo para ver cómo será su regreso a la realidad.
