12. Encuentro en el aeropuerto

- ¿Estás seguro de que quieres hacerlo así?- preguntó Yraclis Psihas por enésima vez.

- Sí, estoy seguro- respondió Remus- es algo que necesito hacer…

- De acuerdo, estimado amigo. Entonces es hora de despedirnos. Te veré hasta la próxima luna llena en la mansión de Darius Schulz.

- Gracias por todo, Yraclis. Sé cuánto esfuerzo le has dedicado a esto, jamás podré pagártelo.

- No digas eso, muchacho. Tú también fuiste parte de este logro. Eres la clave para la cura de la licantropía y me encargaré de que el mundo lo sepa… pero basta de sentimentalismos. Tu carruaje aguarda. Te deseo un feliz y seguro retorno a casa.

Ambos hombres se despidieron con un fraternal abrazo y Remus abordó el carruaje tirado por un par de majestuosos pegasos que lo llevaría a Atenas. El conductor del carruaje dio la orden a las bestias y éstas comenzaron a trotar hasta elevarse por el cielo estrellado. Aún era de madrugada y la vista de esa pequeña isla griega donde había pasado los últimos dos años de su vida era preciosa.

Tenía sentimientos encontrados; por fin podía volver a casa. Después del exitoso resultado que Remus tuvo en la última luna llena, el doctor Psihas determinó que ya no tenía más caso seguir reteniéndolo en el laboratorio. Seguiría estando bajo observación por unos meses más pero ese trabajo ya lo haría Albus Dumbledore en Inglaterra en conjunto con el sanador Darius Schulz.

Y ahora que por fin era libre para volver, Remus no se sentía tan feliz como creía que se sentiría… su principal motivo para regresar ya no estaba. ¿Qué haría ahora? El profesor Dumbledore lo había contactado hacía unos días para ofrecerle regresar a dar clases en Hogwarts pero eso en definitiva no era una opción para Remus; no se creía capaz de volver a vivir en el lugar donde nació su romance con Hermione. Sería muy doloroso pasar sus días entre los muros que fueron testigos de su historia, simplemente no lo resistiría.

Unas horas más tarde el carruaje aterrizó en una calle de la Atenas mágica. Cambió algo de dinero mágico por moneda muggle y se dispuso a salir de ahí. Su destino: el aeropuerto.

Remus estaba decidido a viajar a Londres en transporte muggle. Sentía una gran necesidad por subir a un avión y volar por el mismo cielo por el que Hermione había volado meses atrás; aún no lograba entender cómo era que había sucedido aquél accidente que le había arrebatado al amor de su vida.

Sabía que era absurdo y que viajar en avión no le traería a Hermione de vuelta… pero también sabía que no se sentiría tranquilo si no lo hacía. Era como si tuviera que hacer esto para terminar de aceptar que ella se había ido para siempre.

- Tiene suerte, señor Lupin. Aún hay lugares disponibles en el próximo vuelo a Londres- le había dicho la mujer que lo atendió en el mostrador de la aerolínea.

Y después de varias horas lo logró. Llegó a Londres. Las horas que pasó a bordo de esa nave muggle le dejaron un agridulce sabor de boca; eran muchas emociones por digerir. Se sintió un poco mejor en cuanto pasó la engorrosa fila de inmigración y finalmente pudo cruzar la puerta de llegadas.

Comenzó a caminar buscando algún letrero que indicara el camino hacia la salida. De pronto alguien chocó contra él por atrás, ocasionando que tirara su pasaporte muggle y estuviera a punto de perder el equilibrio. El hombre que chocó contra él dio un gran tropezón y también tiró su pasaporte. El teléfono móvil que llevaba en la mano salió disparado unos pasos más adelante.

-¡Lo siento mucho!- exclamó el extraño a modo de disculpa. Rápidamente se agachó a recoger sus pertenencias y reanudó su camino a toda prisa.

- "Tonto muggle"- pensó Remus un poco irritado viéndolo alejarse a toda prisa. Se agachó a recoger el pequeño libreto y al echarle un vistazo notó que no era el suyo. "Maurice Ferdinand McLaggen" se leía en la primera página- ¡Maldición!

Remus levantó la mirada y aquél hombre ya se hallaba a varios metros de distancia, estaba a punto de perderlo de vista entre tanta gente pues corría a toda prisa.

-¡Hey!- gritó a todo pulmón, al tiempo que también emprendía la carrera para tratar de alcanzarlo entre la multitud de muggles que iban apresurados en todas direcciones- ¡McLaggen!

Corrió tratando de esquivar a la muchedumbre. Sacar su varita mágica no era opción, había demasiada gente alrededor como para hacer magia, así que tuvo que seguir corriendo tras el hombre que por error había tomado su documento.

-¡Maurice!- gritó nuevamente pero el aludido seguía sin escucharlo, tenía el teléfono móvil pegado a la oreja y ya se hallaba a punto de salir hacia la zona de abordaje de taxis. Remus corrió a toda prisa, ya se estaba acercando- ¡McLaggen!

Esta vez el joven lo escuchó y volteó a mirarlo extrañado, sin despegarse del teléfono móvil.

- Señor, creo que usted tiene mi pasaporte- dijo Remus casi sin aliento en cuanto llegó a su lado. El joven le pidió con un gesto que aguardara unos segundos.

- Sí, Edmond, ya estoy por salir a la zona de taxis. Te veo en un momento- le confirmó a su interlocutor y terminó la llamada. Luego dirigiéndose a Remus preguntó:- ¿cómo dice?

-...- Remus le mostró el pasaporte que había recogido del suelo y él hizo un gesto de sorpresa. Se sacó del bolsillo de la chamarra el pasaporte que había recogido y al abrirlo comprobó que por error había tomado el de Remus John Lupin.

- Cuánto lo siento, señor- se disculpó el joven al tiempo que intercambiaban los documentos- y perdón por haberlo empujado, no era mi intención. Permítame compensarlo, pagaré su taxi.

- Oh, eso no es necesario- dijo Remus un poco incómodo ante este inesperado acto de amabilidad del muggle.

En ese momento se escuchó el pitido de un auto. El joven de apellido McLaggen miró hacia el lugar de donde provenía el sonido y acto seguido volvió a mirar a Remus.

- Bueno, me tengo que ir. Gracias por alcanzarme para devolverme el pasaporte- dijo al tiempo que abría la puerta y salía a la calle.

Remus también salió y permaneció parado ahí unos instantes, viendo cómo Maurice McLaggen abordaba un Mini Cooper color azul y a toda velocidad se alejaba de ahí. De pronto una voz lo sacó de su ensimismamiento:

- ¿Taxi?- le preguntó un hombre desde el interior de un vehículo a unos cuantos pasos de ahí.

Remus negó con la cabeza y se retiró de con intenciones de buscar un lugar apartado de la vista muggle para poder desaparecer.


N/A: waaaaaaaaaaah! Tanto mundo, tanto espacio ¡¿y coincidir?! ¡Pareciera una broma! Tanto el mago como el muggle piensan que éste es un evento sin importancia pero ambos están equivocados. ¡Más adelante verán por qué!