16. Momento de la verdad
Abrió los ojos y descubrió que la pesadilla continuaba. La habían regresado a aquella pequeña habitación de paredes blancas mugrientas, eso significaba que ese lugar era real… aquél lugar en el que la trataban como si fuese una loca, en donde se burlaban de ella cada vez que un recuerdo de su vida llegaba a su mente… aquél lugar lleno de gente rara que le hacía pensar en aquella visita que alguna vez hizo a San Mungo y vio a los Longbottom en un estado francamente deplorable… ¿sería que ella estaba sufriendo el mismo destino que ellos? ¿A caso también fue capturada y torturada hasta la locura por los mortífagos? Pero si era así… ¿por qué la seguían torturando en este lugar lleno de muggles? ¿Dónde estaban los demás? ¿Cuánto tiempo llevaba ella ahí? Había perdido por completo la noción de los días.
A juzgar por el sol que entraba a través de la pequeña ventana, seguramente pasaba del medio día.
El sonido de la puerta de su habitación abriéndose la sobresaltó y se puso en guardia.
- Ya despertaste- le dijo una mujer alta de aspecto atemorizante que vestía un uniforme azul marino- bien, hay que vestirte.
- ¿Qué me van a hacer ahora?- preguntó ella con voz temblorosa- por favor no me lleven con el doctor Luarasi…
- Jovencita, debes tranquilizarte. No nos obligues a sedarte de nueva cuenta. Quítate esa bata y ponte tu ropa- le ordenó la enfermera- te tengo buenas noticias: tu abuelo ha venido por ti.
Ella la miró sin comprender.
- ¿Mi abuelo?
- Date prisa.
¿Había escuchado bien? ¿Alguien había venido por ella? Obedeció y se dejó guiar a través de los horribles pasillos de ese lugar.
- Oye, ¿te doy un consejo?- le dijo la mujer casi en tono burlón mientras andaban- si no quieres que te vuelvan a encerrar en un lugar como este, es mejor que dejes de contar esas historias de castillos encantados y hechiceros malvados. Lo único que conseguirás con todo eso es que te encierren de por vida. Te lo digo en serio.
Al cabo de unos minutos llegaron al hall de recepción.
- Muy bien, señor Wayne. Aquí está su nieta- dijo un hombre alto de bata blanca, quien era el director de ese hospital- lamentamos mucho los inconvenientes y le recuerdo que a partir de este momento el Instituto Robert Schumann para Desórdenes Mentales de Kosovo se deslinda de toda responsabilidad sobre el estado de salud física y mental de la señorita Aurora Wayne.
La enfermera hizo pasar a la chica a través de una reja para que se reuniera con el hombre de edad avanzada que aguardaba al otro lado.
- Hola querida…- la saludó suavemente al tiempo que se aproximaba a ella- es hora de irnos a casa. Todo estará bien…
El hombre cargaba un portafolio y con la mano que tenía libre tomó a la joven por el brazo y comenzó a dirigirla hacia la gran puerta de salida. Aurora comenzó a avanzar sin comprender nada. Una vez más volteó a mirar a la mujer que había sido su enfermera durante los últimos días y ella en respuesta se dio la media vuelta, completamente indiferente a su partida y se fue.
Si de algo la chica estaba segura era de que jamás en su vida había visto a este hombre que decía ser su abuelo. Sin embargo decidió callar porque sea como fuere, él la estaba sacando de ese horrible lugar de pesadilla. No confiaba en nadie.
- "En cuanto cruces el umbral de la puerta, huye. Corre con todas tus fuerzas y no mires atrás"- se dijo a sí misma.
El corazón le latía a toda prisa, por fin había puesto un pie en la calle. El hombre comenzó a dirigirla hacia la derecha sin decir una sola palabra.
- "Ahora"
Entonces lo empujó, se zafó de él y comenzó a correr por la acera. No alcanzó a ver si el hombre había caído al suelo o no, solamente corrió sin saber a dónde la llevaría esa calle. Y de la nada escuchó que alguien a lo lejos exclamó su nombre… o mejor dicho, el nombre por el que ahora todo el mundo la llamaba.
- ¡Aurora! ¡Espera!
Percibió pasos apresurados detrás de ella, alguien venía persiguiéndola. Muerta de miedo siguió corriendo por la larga avenida y bajó de la acera, no importándole los autos que corrían sobre el pavimento. Ella sorteó su camino entre ellos pensando que prefería morir arrollada a tener que volver a algún hospital.
Logró llegar a la otra acera y se abrió paso entre la gente que caminaba por ahí, empujando sin querer a algunos transeúntes. Continuó corriendo con las pocas fuerzas que le quedaban hasta que ya no escuchó a nadie llamándola, así que al doblar en la esquina se detuvo unos instantes a tratar de recuperar el aliento. Pero se equivocaba… aún la perseguían. Antes de que pudiera evitarlo, un hombre la tomó por la muñeca… y al verlo ella supo que no había necesidad de seguir huyendo. Por fin veía una cara conocida.
- Maurice… - murmuró sintiendo cómo la esperanza regresaba de nuevo a su ser.
- Por favor no corras más- dijo él con la voz entrecortada a causa del esfuerzo de haber ido tras ella a toda velocidad.
-…- lágrimas comenzaron a brotar de los ojos de ella y en respuesta Maurice la abrazó, refugiándola en el único lugar seguro que ella conocía hasta ahora.
- Todo está bien- le susurró él aliviado por tenerla entre sus brazos- gracias al cielo te encontré…
- Por favor no me hagas regresar al hospital- imploró ella sin dejar de llorar.
- Tranquila, eso no sucederá. Estás a salvo conmigo, lo prometo. Y perdóname por irme, Aurora, en verdad lamento no haber estado presente para impedir que te llevaran a ese lugar…
- No me vuelvas a dejar…- le pidió ella entre sollozos- eres la única persona en la que confío, Maurice… todo el mundo me trata como si fuera una loca, no puedo más con esto.
Maurice besó su frente y le dijo mirándola a los ojos:
- Siempre estaré contigo.
Entonces Aurora vio aproximarse al anciano que la había sacado del hospital psiquiátrico. Nuevamente el miedo comenzó a invadirla, su cuerpo se tensó de miedo al verlo.
- Ese hombre…
Maurice volteó hacia donde ella señalaba.
- No hay nada que temer, él está para ayudarnos- la tranquilizó.
- Él no es mi abuelo, estoy segura de eso- insistió ella mirando al extraño que se acababa de reunir con ellos.
- No lo es- concordó Maurice- él es Edmond Wayne y lleva muchos años trabajando con mi familia. Lo conozco desde niño y confío en él tanto como confío en mi abuelo Ferdinand. Yo no podía sacarte de ese lugar, forzosamente tenía que ser un familiar tuyo, así que le pedí que me ayudara haciéndose pasar por tu abuelo.
- Oh… - la chica por fin comprendía todo. Sintiéndose un poco tonta volteó hacia él y dijo:- lamento haberlo empujado, señor Wayne…
- ¿Estás bien, Edmond?- le preguntó Maurice preocupado.
- Descuide, joven Maurice, estoy bien- contestó Edmond amablemente- me alegra que ustedes también.
Tiernamente Maurice secó las lágrimas del rostro de Aurora y dijo:
- Entonces vayamos a casa. ¿Estás de acuerdo? Te llevaré conmigo.
- Debo ir a Londres- dijo ella con preocupación.
Para su sorpresa él contestó:
- Lo sé. Ya hablaremos sobre ello. Por lo pronto necesitas descansar, relajarte y comer bien. No te preocupes por nada más.
Después de dejar a Edmond en su hotel, el taxi en el que se trasladaban se detuvo frente a un par de edificios donde se encontraba el apartamento de Maurice. Era un lugar pequeño pero bastante ordenado y de buen gusto.
- Vamos, preparé mi habitación para que tú la uses- dijo Maurice conduciéndola hasta el dormitorio- yo dormiré en el sofá de la sala, eso no es ningún problema- aclaró al ver la expresión de confusión en el rostro de ella- me tomé la libertad de comprarte algunas cosas que seguramente vas a necesitar. Todo lo que hay en estas bolsas es para ti.
El joven señaló unas lindas bolsas que estaban sobre la cama. Ella echó un vistazo y se percató de que se trataba de ropa y artículos personales. Se sonrojó al ver algo de lencería en uno de los paquetes elegantemente envueltos.
- Oh, Maurice… no debiste hacer esto…- dijo apenada.
- No es nada… en el baño hay artículos de aseo. Te dejo para que tomes una ducha y descanses. Tómate tu tiempo…
Salió de ahí para darle su espacio a la chica y se dirigió a la cocina. Debía leer el expediente médico que Edmond había obtenido en el hospital para darse una idea de qué era lo que había ocurrido durante los días que Aurora había pasado ahí. Tomó el fólder del portafolio que Edmond llevó consigo cuando sacó a Aurora de ese lugar y se sentó en la barra desayunadora.
"Instituto Robert Schumann para Desórdenes Mentales de Kosovo" se leía en la portada del expediente. Maurice suspiró con pesadez. Conocía la reputación de ese hospital; era bien sabido en la comunidad médica de Pristina que esa institución había recibido a lo largo del tiempo múltiples demandas por negligencia, maltrato y tener en malas condiciones a sus pacientes, muchas veces sin darles el tratamiento psiquiátrico adecuado para su condición. También era sabido que el gobierno no tomaba cartas en el asunto por cuestiones de corrupción.
Comenzó a leer:
- "Nombre de la paciente: Aurora X… Médico tratante: W. Luarasi. La paciente ha sido diagnosticada con amnesia retrógrada, amnesia de identidad personal y posible delirio paranoide o trastorno narcoléptico, probable consecuencia del tiempo que pasó en estado de coma. ¿Esquizofrenia?- esta última palabra estaba anotada a mano con letras rojas a un costado del párrafo. Maurice sintió un vuelco en el estómago al leerla- de acuerdo a lo reportado por el psiquiatra tratante del Hospital General de Pristina, Petro Kodheli, la paciente no distingue la fantasía de la realidad. Físicamente no se detecta daño alguno en la estructura cerebral ni en el sistema nervioso central pero la paciente presenta episodios de confusión y alteraciones de la conducta, siendo necesario aplicar repetidas dosis de Haloperidol para tranquilizarla. Debido a que la paciente se niega rotundamente a ingerir fármacos, la única alternativa de tratamiento que nos queda es la terapia electroconvulsiva..."
Horrorizado, Maurice hizo a un lado los papeles.
- Esos bastardos…
En su cabeza retumbaban las palabras "esquizofrenia", "haloperidol" y "terapia electroconvulsiva". Nuevamente se sintió terrible por no haber estado en Kosovo para impedir que Marku Jovanović enviara a Aurora a ese lugar.
En parte concordaba con lo que Petro Kodheli había dicho; era muy probable que tiempo antes de su accidente la joven hubiese pasado por situaciones traumáticas y ahora su mente estaba suprimiendo esos recuerdos dolorosos, disfrazándolos quizás de fantasías… pero de eso a que ella fuera esquizofrénica… se negaba a creer esto último.
Continuó leyendo el expediente y descubrió que todavía esa misma mañana la chica había sido sometida a la terapia electroconvulsiva, aun cuando dos días antes Edmond, haciéndose pasar por su abuelo, había acudido a ese hospital a reclamar a la joven y exigió que se suspendiera cualquier tratamiento que se le estuviese dando.
Estaba mal, todo lo que habían hecho con ella en ese hospital estaba mal y seguramente eso agravaría sus problemas de memoria en lugar de mejorarlos…
- ¿Maurice?
-…- la voz de la chica llamándolo lo sobresaltó. Ella se hallaba parada en la entrada de la cocina y lo miraba con curiosidad. Aún tenía el cabello castaño húmedo y vestía unos jeans ajustados y una camiseta negra. Rápidamente él recogió los papeles y los metió de vuelta en el maletín que tenía sobre la barra desayunadora.
- ¿Qué haces?- preguntó ella- lamento haberte espantado.
- No es nada…- titubeó él- sólo leía un artículo médico… ¿tienes hambre?
- Sí, mucha…- respondió ella.
- Pasa y siéntate. Hay estofado, calentaré un poco… veo que te quedó bien la ropa- observó él tratando de cambiar de tema y así dejar de pensar en lo que acababa de leer. Ella sonrió.
- Sí, creo que adivinaste mi talla. Todo está muy lindo... Insisto en que no era necesario que compraras todo eso, con un par de jeans y camisetas era suficiente…
Maurice se sentía terrible por los días de horror que la chica pasó en el hospital psiquiátrico, no dejaba de repetirse a sí mismo que él debió haber impedido que eso sucediera.
- Tengo tanto que agradecerte…- dijo ella mientras esperaban a que la comida estuviera lista para servirse- no sólo salvaste mi vida el día que llegué a la sala de urgencias, lo hiciste hoy también al sacarme de ese horrible lugar. No sé si algún día podré pagártelo…
- Simplemente no podía dejarte sola- respondió Maurice- ¿quieres hablar sobre lo que pasó mientras estuviste ahí?
La chica negó con la cabeza. Recordó las palabras que le había dicho la enfermera hacía unas horas:
- "Si no quieres que te vuelvan a encerrar en un lugar como este, es mejor que dejes de contar esas historias de castillos encantados y hechiceros malvados."
Hasta ahora Maurice se había mostrado paciente y comprensivo con ella pero… ¿continuaría así si ella le hablaba sobre las cosas que recién comenzaba a recordar? Ciertamente no quería poner a prueba la gentileza del joven médico.
- Lo único que te puedo decir es que sé que poco a poco los recuerdos comienzan a llegar a mi mente… son como pequeñas piezas de rompecabezas, fragmentos aislados que no logro colocar en la secuencia correcta, no sé qué ocurrió primero y qué ocurrió después… sólo sé que es posible que en Londres encuentre algunas de las respuestas que busco, estoy segura de eso. Necesito encontrar a mi amigo Harry…
Maurice dio un respingo de sorpresa al escuchar a la chica mencionar el nombre de alguien por primera vez.
- Oye, acerca de eso…- dijo tímidamente Maurice. Presentía que se acercaba el momento de tener que revelarle a Aurora su verdadera identidad. Y sin más rodeos soltó:- hay algo que necesito preguntarte. ¿El nombre de Sirius Black te suena familiar?
Ella frunció ligeramente el ceño e inmediatamente la expresión de su rostro cambió, como si acabara de recordar algo terrible.
- Es un asesino que escapó de prisión- dijo casi en un susurro. Maurice se quedó estupefacto.
- ¿Estás segura?- preguntó, aunque al ver la expresión de susto en los ojos de la joven supo que la pregunta estaba de más. Ella se sujetó la cabeza con ambas manos, aturdida por la información que estaba llegando a su mente.
- Sí… escapó de prisión con la intención de matar a Harry… por culpa de él sus padres murieron... y tiempo después también mató a su mejor amigo- Se llevó una mano a la boca al percatarse de lo que acababa de decir; a su mente llegó una imagen de un hombre de cabello negro atacando con su varita mágica a un hombre lobo y dejándolo inconsciente sobre la hierba. Mirando a Maurice le preguntó:- ¿de dónde sacaste ese nombre?
Ahora el que parecía confundido era Maurice. Si la chica aún con sus problemas de amnesia tenía claro que ese tal Sirius Black era un asesino, ¿cómo podía estar relacionada con él? ¿Por qué motivo ese tipo había declarado que estaban comprometidos?
En definitiva había llegado la hora de revelarle a la chica la verdad sobre su identidad. Maurice hubiese querido hacerlo de una manera más sutil y pausada pero ya era demasiado tarde para eso.
- Verás…- comenzó a decir tratando de tener el mayor tacto posible- la razón por la que viajé a Londres hace unos días fue tratar de averiguar quién eres y localizar a tu familia. Bien sabes que el doctor Jovanović quería aprovecharse de tu situación para echarte a la calle, de hecho desde que llegaste al hospital y caíste en coma él no quería mantenerte con vida… así que cuando despertaste y noté que posiblemente tú provenías de Inglaterra, decidí comprobar si mis sospechas eran correctas. Acudí a un amigo que trabaja en la policía y… encontramos quién eres en realidad.
La chica lo miraba atónita.
- ¿Y cuándo pensabas decírmelo?- cuestionó un tanto molesta.
-…- Maurice no respondió pero sacó un fólder del portafolios donde también tenía guardado el su expediente médico- esto fue lo que encontramos…
Y le extendió los papeles. Ella tomó el fólder con las manos un poco temblorosas. Esa mañana al despertar jamás se habría imaginado que recibiría información sobre su identidad.
- Hermione Jean Granger…- leyó en la portada del fólder.
N/A: lo único que puedo adelantar del siguiente capítulo es que Hermione por fin irá a Londres. Nos leemos la siguiente semana!
PD.- gracias a las nuevas lectoras que en estos días dieron follow a este fanfic :)
Y gracias a todas las chicas que lo siguen desde su inicio! Me hacen muy feliz :)
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