22. Una pregunta inesperada
El sábado por la mañana Sirius Black y Remus Lupin atravesaban los terrenos de Hogwarts en dirección a las grandes puertas de roble de la entrada.
- Sabes, Lunático, este empleo comienza a aburrirme- se quejó Sirius.
- Agradece que al menos tienes uno- le recordó sabiamente Remus.
- Ser supervisor de seguridad de Hogwarts y alrededores todavía valía la pena cuando Harry estudiaba, al menos así podía ver más o menos seguido a mi ahijado… ahora necesito algo con más acción.
- Deberías hablarlo con Kingsley. O con Albus; él sigue necesitando un profesor de DCAO.
Sirius miró a su amigo un tanto sorprendido.
- ¿Ya lo decidiste, Lunático? ¿No aceptarás la oferta para regresar?
Remus negó con la cabeza.
- No podría, Canuto. Ya sabes por qué.
- Entiendo- dijo Sirius con tono solemne, sabiendo que seguramente en este momento no estaría siendo fácil para Remus volver a poner un pie en el castillo; era la primera vez en dos años que regresaba y Sirius entendió que los recuerdos de Hermione empezarían a brotar con gran intensidad en la memoria de su amigo.
Entraron al vestíbulo y el camino a la oficina del director lo hicieron en silencio. Remus trataba de mantenerse sereno y con la mente en blanco, aunque realmente le estaba costando trabajo no pensar en su amada castaña y en todos los momentos de felicidad que había tenido con ella (a escondidas, obviamente) en el castillo.
- Ranas de chocolate- dijo Sirius a la gárgola que custodiaba la entrada del despacho de Dumbledore. El acceso se abrió y subieron la escalera de caracol. Al entrar al lugar vieron al director alimentando a Fawkes.
- ¡Remus!- exclamó el anciano en cuanto vio al licántropo- vaya, ¡qué bien luces! ¿Estás listo para la luna llena de esta noche?
Remus se aclaró un poco la garganta y respondió tratando de sonar entusiasmado:
- Por supuesto. Confío en que todo saldrá igual de bien que el mes pasado.
- Así será, ya lo verás- dijo Dumbledore en tono condescendiente- bien, el doctor Schulz nos espera en su mansión dentro de poco tiempo.
- Yo me despido- anunció Sirius- revisaré con la profesora McGonagall los puntos de seguridad que quedaron pendientes la vez pasada.
- Me parece excelente, muchacho. Y no desesperes: algo bueno vendrá para ti en cuanto a trabajo. Algo con más acción.
Sirius se puso completamente colorado, ¿acaso Dumbledore lo había escuchado quejarse hacía unos momentos?
Remus no pudo evitar soltar una carcajada ante la reacción de su amigo.
Desde muy temprano el personal de servicio de la residencia McLaggen comenzó a instalar todo lo necesario en el jardín para la fiesta en honor al cumpleaños de Sir Ferdinand.
Los invitados a comenzarían a llegar a las doce del día, así que una hora antes Aurora se retiró a su habitación con la intención de arreglarse. Para su buena suerte, en las horas que habían transcurrido de la mañana no se había topado con las hermanas de Maurice ni con su madrastra. Ellas no se levantaron a tiempo para el desayuno, así que éste transcurrió con tranquilidad y alegría únicamente entre la joven pareja y sus abuelos.
- Te veo a las doce en el vestíbulo, ¿de acuerdo?- le dijo Maurice antes de irse también a su habitación.
Sacó de su maleta el mejor vestido que encontró, aunque ciertamente no venía preparada para una fiesta de este tipo. La ropa que Maurice le había comprado cuando visitaron el centro comercial más grande de Londres era muy linda pero al parecer no encajaría con la fiesta de ese día; a juzgar por la elegante decoración del jardín, no sería un evento tan sencillo como había dicho Lady Margaret.
Si bien no recordaba gran cosa sobre su pasado, Aurora tenía la certeza de que nunca había sido muy hábil en temas de peinado y maquillaje. Por lo general eso era algo que la tenía sin mucho cuidado, para ella había otras cosas más importantes que eso. Pero en esta ocasión sí estaba un poco preocupada, aun cuando Maurice constantemente le repetía que ella era linda por naturaleza.
Trató de estilizar un poco su cabello ondulado con ayuda del secador que había en el cuarto de baño y vació el contenido de la pequeña cosmetiquera sobre el tocador. En ese momento agradeció que días atrás Maurice le hubiese comprado esos artículos de maquillaje a pesar de que ella insistió en que no lo hiciera porque no sabía muy bien cómo utilizarlos.
Cubrió su rostro con un poco de polvo, colocó algo de mascara en sus pestañas y pintó sus labios de rojo. Para finalizar, un pequeño toque de rubor en las mejillas.
- "Espero haberlo hecho bien"- pensó tras mirarse por última vez en el espejo.
Cuando vio el reloj, se dio cuenta de que faltaban menos de diez minutos para las doce. Rápidamente se puso el vestido casual y los tacones y salió de su habitación para encontrarse con Maurice. Entonces se topó de frente con Lorraine y Suzanne, quienes llevaban puestos unos elegantes vestidos largos de cockatil, además de un peinado y maquillaje espectacular. En sus cabezas llevaban sombreros a juego con sus vestidos. Fue inevitable para Aurora cohibirse al verlas con sus atuendos tan elegantes.
- Hola, linda- la saludó Suzanne con aparente amabilidad- deberías arreglarte de una buena vez, los invitados no tardan en llegar.
Aurora respiró hondo y contestó tratando de mostrarse segura:
- Ya estoy lista, de hecho tu hermano me espera en el vestíbulo.
Se dio la vuelta con intención de caminar hacia las escaleras.
- No pensarás ir en esa facha, ¿o sí?- la detuvo Lorraine- oye, no te ofendas. No te lo digo por molestar, es sólo que... necesitas arreglarte mejor. Vendrán las amistades más cercanas de los abuelos. Ya sabes, gente muy importante de la aristocracia.
A Aurora le quedó muy claro que el "no te lo digo por molestar" era completamente falso.
- Además nuestro padre estará aquí en cualquier momento. No querrás causarle una mala impresión al próximo Primer Ministro de esta nación- añadió Suzanne con malicia.
- Nos hubieses dicho que necesitabas ayuda con tu arreglo y habríamos enviado a la maquillista y al peinador a tu habitación, quizás ellos podrían haber hecho algún milagro contigo. Lástima que ya se fueron…
Ambas hermanas soltaron una risita burlona y siguieron su camino, dejando a Aurora sintiéndose como una tonta.
- "No las escuches"- se ordenó a sí misma- "no dejes que te afecte lo que ellas digan… no las escuches".
A toda velocidad regresó a su habitación y se encerró. Según el reloj, ya pasaban de las doce del día. Nuevamente respiró hondo, obligándose a sí misma a no derramar ni una lágrima a causa del mal trato que acababa de recibir de las hermanas de Maurice.
-"Tranquilízate por favor…"
Se asomó por la ventana. Justo en ese momento vio a un elegante hombre descender de un lujoso Rolls-Royce. Aurora supo al instante que era el padre de Maurice, Lord Edward Benedict McLaggen. Abajo ya estaban su esposa y sus hijas recibiéndolo.
La fila de lujosos automóviles comenzó a crecer y de ellos descendían personas de finas vestimentas e impecable aspecto. Tal espectáculo provocó que Aurora se sintiera fuera de lugar.
En ese instante alguien llamó a la puerta del a habitación. Al no escuchar respuesta del interior, Maurice entró y encontró a la chica paralizada junto a la ventana. Él vestía un traje color azul marino con camisa blanca y una corbata color guinda que lo hacía verse más guapo que de costumbre.
- Cariño, ¿qué pasa?- le preguntó Maurice- te estuve esperando en el vestíbulo, ¿todo bien?
Ella negó con la cabeza.
- No puedo bajar a la fiesta. Mejor ve tú solo.
Maurice frunció el ceño al no comprender.
- Nada de eso. No iré sin ti.
- Tan sólo mírame; de ninguna manera podré encajar con toda esa gente- dijo con la voz quebrada.
- Para mí tú estás preciosa. Entiendo que no estábamos preparados para un evento de este tipo, bien sabes que mi abuelo no mencionó nada cuando le avisé que vendríamos. Pero eso no importa, no necesitas otro vestido porque te ves hermosa tal cual estás- le aseguró Maurice.
- No lo digo sólo por eso- dijo Aurora- sino porque me queda claro que tú y yo pertenecemos a mundos muy distintos y siempre habrá alguien que quiera ponerlo en evidencia. Empezando por tus hermanas.
Entonces Maurice entendió. Tomó a Aurora de la mano y acariciándole el rostro le dijo:
- Linda… cualquier cosa que te haya dicho ese par de niñas malcriadas, ignóralo. No vale la pena prestar oídos a sus palabras. ¿Y sabes algo? Yo tampoco encajo con toda esa gente, empezando por mi propio padre- entonces se quitó el elegante saco azul y lo arrojó sobre la cama. También se deshizo de la corbata y desabrochó un par de botones de su camisa. Al haber hecho eso, su apariencia había adquirido un aspecto mucho más casual que hacía juego con la sencillez del atuendo de Aurora.
-…- ella sonrió ante las palabras de consuelo y el acto de solidaridad de Maurice.
- No todos son malos y superficiales allá abajo. Como sucede en todos lados, hay personas buenas y otras que no lo son tanto pero así es la vida. Además, por nada del mundo permitiría que alguno de ellos hiciera algo para molestarte. Siempre me tendrás para cuidarte y defenderte.
En respuesta a estas últimas palabras, Aurora abrazó fuertemente a Maurice y él le devolvió el cariñosamente gesto. Amaba proteger y hacer sentir segura a esta mujer cuya gracia, inteligencia y belleza lo tenía cautivado. Siempre hubo algo en ella, algo que ni el mismo Maurice entendía exactamente qué era. Algo que inspiraba en él una fascinación por ella que jamás antes había sentido con ninguna otra mujer.
Entonces sintió la enorme necesidad de hacerle una pregunta. Quizás era una idea precipitada pero ¿qué importaba? Él estaba completamente seguro de lo que Aurora significaba para él y creía que no tenía caso esperar más tiempo.
La tomó por la cintura y unió su frente con la de ella, quien tímidamente sonrió y se dejó embelesar por la ternura con que Maurice la envolvía. Entonces él susurró:
- ¿Te casarías conmigo?
