27. Regresa a mí
Una oleada de pánico comenzó a apoderarse de ella al ver a Black, a quien aún creía un peligroso criminal, persiguiendo a Maurice varita en mano. ¿A caso no le había bastado con el daño que ya le había hecho tiempo atrás, cuando asesinó a Remus?
- "Remus"… -ese nombre retumbó en su cabeza con gran fuerza- "Remus Lupin"
¡Remus Lupin! Su gran amor, ¿cómo había podido olvidar su nombre? ¿Y cómo había podido olvidar que estaba esperando un hijo suyo?
- ¡Aurora! ¡Abuelo! ¡No bajen del carruaje!- la voz desesperada de Maurice proveniente desde el exterior sacó a la chica de su ensimismamiento, regresándola súbitamente a la realidad. Vio a su prometido interponiéndose entre la puerta del vehículo y Sirius Black.
- Apártate de ahí- le ordenó éste a Maurice apuntándolo con su varita mágica. Aunque en el fondo sabía que ya no podía atacarlo; suficiente había sido con haberlo puesto bajo el efecto de la maldición Imperius para obligarlo a decirles lo ocurrido con Hermione. Si alguien en el ministerio de magia descubría que había usado una de las maldiciones imperdonables contra un muggle, estaría en graves problemas. Después de la Segunda Guerra Mágica el ministerio se tomaba demasiado en serio cualquier ataque hacia los muggles.
- ¡Déjalo en paz, Black!- gritó la castaña desde el interior del carruaje, asustada ante lo que podría suceder. No quería pasar por lo mismo nuevamente, no quería que Maurice sufriera el mismo destino que Remus.
Entonces de la nada se escuchó un plop y junto con ella y Sir Ferdinand apareció un hombre de cabellos castaños y cicatrices en el rostro. Hermione se quedó sin aliento al verlo, completamente paralizada por la impresión.
- ¿Tú…?- alcanzó a mascullar con un hilo de voz. ¿Cómo era eso posible? Un escalofrío recorrió su cuerpo. Una de las pocas cosas de su pasado que estaba segura de recordar con claridad era precisamente el momento de la muerte de Remus a manos de Sirius.
Desde afuera se escuchó a Sirius soltar una risa triunfante y exclamar:
- ¡Así se hace, Lunático!
Maurice volteó y también quedó atónito al ver que Remus Lupin sostenía la mano de Aurora y le hablaba mirándola de manera suplicante. Intentó abrir la puerta del carruaje pero Sirius había sido más rápido y con un hechizo bloqueó la cerradura.
- Hermione…- repitió Remus en voz baja pero con un dejo de ansiedad, sin dejar de mirarla a los ojos- te lo suplico, ven conmigo… regresa a mí.
- ¡Aurora!- gritaba Maurice desde afuera golpeando el vidrio de la ventana, sintiéndose aterrado por la presencia de Lupin, tratando desesperadamente de abrir la puerta del carruaje- ¡abuelo, haz algo!
Una gran angustia embargó a la novia. Aurora, Hermione… ¿quién quería ser ella en realidad? Para ella todo estaba ocurriendo en cámara lenta, los segundos transcurrían con extrema lentitud, tal como si estuviera bajo los efectos el hechizo arresto momentum. Su mente y su corazón se debatían entre los vagos recuerdos que comenzaban a llegar a ella sobre su amor por Remus y la enorme gratitud y el cariño que le nacieron por Maurice en los últimos meses.
Para empeorar la escena, la policía arribó. Un pequeño convoy compuesto por dos automóviles y tres motocicletas respondieron a la llamada de emergencia hecha por Dave Spencer minutos atrás.
- ¡Este tipo está armado y su cómplice tiene como rehenes a mi abuelo y a mi prometida!- se apresuró a gritar Maurice señalando a Sirius y al carruaje. Instintivamente los policías sacaron sus armas y rodearon la escena.
- ¡Arriba las manos!- le ordenaron a Sirius, quien había alcanzado a esconder su varita segundos antes de que llegaran.
- Hermione- insistió Remus al interior del carruaje, apretándole suavemente la mano- tenemos que irnos. Te lo suplico…
Hermione miró con angustia a Sir Ferdinand, quien mantenía la serenidad de su semblante a pesar de todo lo que estaba ocurriendo en ese momento.
- Todo estará bien- le susurró el anciano de manera tranquilizadora- sólo sigue a tu corazón.
Ella dirigió nuevamente una rápida mirada al angustiado Maurice que seguía interponiéndose entre Sirius y el carruaje.
- "Sólo sigue a tu corazón"- repitió para sí misma. Encontró sus ojos con los de Remus y asintió. Una gran sonrisa iluminó el rostro del licántropo, quien la tomó firmemente de ambas manos y los hizo desaparecer del interior del carruaje para aparecer de nueva cuenta a unos cuantos metros de ahí, a un lado de la motocicleta voladora de Sirius.
Rápidamente Remus la ayudó a acomodarse en la parte trasera del asiento y tomó su lugar al volante del vehículo. Al arrancar la moto hizo un estruendoso ruido que llamó la atención de los policías y de Maurice.
La joven alcanzó a voltear y pudo ver a un Maurice desesperado que la seguía llamando "Aurora" y trepaba a una de las motocicletas de la policía, emprendiendo una persecución.
A los policías les tomó unos segundos reaccionar pero también salieron a toda velocidad atrás de Maurice McLaggen.
Fue inevitable contener a los invitados adentro de la capilla. El escándalo hecho por Maurice, Sirius y la policía llamó la atención de todos los ahí presentes y varios salieron del recinto para ver qué ocurría.
Sir Ferdinand aún permanecía encerrado dentro del carruaje. Le dolía profundamente saber que su nieto estaría sufriendo como nunca pero no se arrepentía de haberle hablado a Aurora sobre ese mundo al que él alguna vez perteneció
- ¡Alohomora!- el hombre al que su nieto acusaba de ser un criminal abrió la puerta del carruaje y lo apuntaba con su varita- lo siento, señor. Usted no debió ver todo eso.
Se refería al hecho de haber visto aparecer y desaparecer a Remus de la nada. Y también al hecho de que el anciano lo vio apuntar a su nieto con una varita mágica.
- Espera un momento- le pidió Sir Ferdinand con serenidad- no es necesario que me desmemorices.
Sirius no pudo evitar la expresión de sorpresa en su rostro al escuchar a un muggle usar el término "desmemorizar".
Maurice conducía a toda velocidad, sorteando su camino a través del tráfico de la ciudad. Intentaba no perder de vista a Lupin y Aurora, aunque una parte de él sabía que no tenía sentido alcanzarlos. Claramente ella había tomado su decisión.
Detrás de él venían otras dos moto-patrullas que en realidad tampoco tenían muy claro si debían perseguir al chico McLaggen por tomar sin permiso su motocicleta o al presunto secuestrador de su prometida.
Gracias a una pequeña aglomeración de automóviles, Maurice pudo acortar la distancia que lo separaba de Lupin, quien se percató de ello y se salió del camino principal por el que circulaba para escabullirse por una larga y angosta callejuela no muy concurrida. Ante los ojos de un incrédulo Maurice y los cuatro policías que se habían unido a la persecución, la motocicleta conducida por Remus Lupin comenzó a elevarse por los aires, surcando el cielo hasta perderse de vista.
N/A: hola a todas mis queridísimas lectoras! Estoy súper apenada por haberlas hecho esperar tanto tiempo esta actualización :(
Espero mañana poder subir otro capítulo. Les agradezco infinitamente su paciencia!
