Solo nos detuvimos un poco en esto, pero la mayor de nosotras ya volvio a la vida (aparentemente)
Se vienen cosas muuuuuy padres, y la verdad, me emociona!
No saben cuanto me encanta hacer las correciones de los fragmentos de Saya y Hanako y hacerlos encajar en todo eso 3
Todo estaba volviendo a la normalidad, no había más misiones al mundo humano de momento, no mientras no supieran algo más sobre sus nuevos enemigos. El trabajo de oficina volvía, los papeles iban y venían, ahora los cuatro se encontraban trabajando en la oficina del albino y, aunque Matsumoto tuviera miles de ganas de ir a merodear por ahí, se resistía a seguir trabajando.
-Los informes para la sexta están listos, los de la quinta también- Informó el capitán, por lo que Asami se habían puesto de pie - ¿Iras tu?
-Si, ¿hay algún problema?
-Creí que el capitán Kuchiki sería un impedimento para que volvieras a pisar la seis- Respondió, burlón, divertido por las caras que su novia componía -Te recomiendo que tu estadía en la cinco sea breve
-Lo haré, el capitán Hirako tampoco es muy de mi agrado- El albino hizo una señal con el dedo, indicándole que se acercara, obedeciéndolo y besándole los labios, tomándola por sorpresa, provocando en ella un leve sonrojo -Lo veo más tarde capitán
Salió de la oficina en un dos por tres, los ojos del albino se concentraron en las carpetas sobre el escritorio, suspirando, colocando una mano sobre ellas para tomarlas, pero las manos de la chica fueron más hábiles, veloces, desapareciéndolas.
-No tiene remedio- Murmuró, volviendo a acomodarse en su silla.
…
Se dirigía a la quinta, iba sumida en sus pensamientos, todo estaba poniéndose de cabeza en su mundo, obviamente que esperaba que la vida de sus hermanas no estuviera igual, pero luego de la noche anterior, no sabía que esperar.
-Asami- Su nombre en esa voz solo la hacía corroborar sus dudas -Tenia rato de no verte
-Shūhei, me da gusto verte- Sonrió, caminando un poco más lento mientras su amigo se emparejaba con ella - ¿Qué tal la revista?
-Un poco aburrida, al menos en lo que el capitán Kurotsuchi libera la información- Asami se mostró tensa al escuchar el nombre del capitán -Por cierto, felicidades por la captura
-Gracias, creo- Fueron sus únicas palabras, pero el moreno sabía que había algo más detrás de eso.
- ¿Sucede algo?
-Por supuesto que no, no me hagas mucho caso- Sacudió la mano, tratando de restarle importancia a sus locos pensamientos -Últimamente siento, que las cosas están saliéndose más de control, ese sexto sentido que no te deja dormir por una u otra razón
Probablemente el también así lo sentía, sobre todo, luego de esa explosiva junta de unos días atrás. La charla había sido tan reconfortante y amena, que cuando menos lo pensaron, ambos estaban ya a la entrada de la oficina del capitán de la quinta.
Por extraño que pareciera, Shūhei sintió la necesidad de acompañar a su amiga, quien entregará las carpetas a su superior.
-No parece gran cosa- Murmuró, haciendo que la chica, quien le daba la espalda, se detuviera; Shūhei, sin embargo, lo miraba de frente -Capturar un senshi, traerlo a la sociedad de almas, ¿Qué quiso comprobar la teniente Yamamoto al enviar a su hermana pequeña a una misión suicida?
Ella no era como Saya, tampoco como Hanako, era un poco más tolerable que ellas, por lo que volteó la vista hacia el capitán, iba a defenderse, a defender a su hermana, pero Shūhei intervino.
-Nada capitán, solo demostrar, que tenemos aliados poderosos que pelean de nuestro lado, y no contra nosotros- Ambos se miraron por buen rato, pero un sonoro "tsch" escapó entre los dientes del capitán -Con su permiso…
Ambos salieron de la oficina en absoluto silencio.
-Gracias- Shūhei miró con curiosidad a su amiga, sonriendo, alborotándole el cabello de la coronilla mientras caminaban -Te debo una
-No me debes nada- Dijo el moreno, deteniéndose a unos pasos de ella -Te dejo seguir tu camino, veo que vas a la sexta
-Gracias Shūhei, te veré luego
Retomó su camino, dejando al moreno ahí de pie, desapareciendo en un santiamén.
Obviamente, luego de unos segundos, se abofeteó mentalmente por no decirle nada respecto a Hanako ¿Cuánto tiempo le quedaba?
La joven había llegado a la sexta división, entrar a la boca del lobo sola le aterraba, pero estaba comenzando a conocer al capitán Kuchiki de una manera que jamás imaginó.
Por suerte, ese día no estaba para bromas, por lo que su escapatoria fue sencilla y sin contratiempos.
Mientras salía de la división, pudo ver al teniente Abarai sentado sobre el césped, mirando las nubes, grises ¡Claro! Esto le dio una idea.
Se acercó lentamente a su amigo, haciendo el menor ruido posible, pero incluso, parecía que eso no importaba, ni que tanto se moviera, porque el pelirrojo estaba perdido.
-Acaso, estás pensando en una melena pelinegra con ojos grises…
Renji brincó, porque la mención de la melena negra y los ojos grises sólo podía recordarle a una sola chica.
- ¡Yamamoto! - Asami hizo un puchero, generalmente, nadie cercano a ella le decía Yamamoto, a excepción de aquellos que no estaban dentro de su círculo -Perdona, Asami, me tomaste por sorpresa
-Puedo notarlo- Renji volvió a sentarse a su lado, con precaución, con temor, como si pudiera presentir algo en ella -Creo que a Saya le gusta tu cabello
- ¿Eh? ¿De qué diablos hablas? A ella no podría gustarle mi cabello, yo si me peino- Había desviado la mirada, sonrojándose, algo que la menor si noto; pero la curiosidad mato al pelirrojo - ¿De verdad lo crees?
-No creo que bajo los efectos del alcohol no haya hecho algún comentario- Y claro que recordó lo que había dicho la chica, sonrojándose aún más -No sé porque tratas de esconderlo, es bastante obvio que tú y Saya se gustan mutuamente
-Ya estás hablando como Hanako- Asami río, divertida, enternecida, Renji era un hombre que merecía su hermana; desde su punto de vista, tenía sus convicciones bien marcadas, y sabía, que el pretexto de que ella le había salvado la vida solo eran palabras al viento, utilizadas únicamente para estar más cerca de la morena - ¿Tú sabes algo?
-La curiosidad es un poder muy fuerte en el universo, yo, por ejemplo, soy una gata curiosa- Soltó, divertida, confundiendo al pelirrojo -Conozco a mis hermanas más que a mí misma, Saya es, probablemente la más simple de todas, luego de mi
-Simple- Para él, la palabra simple no aplicaba en la morena - ¿Qué quieres decir con eso?
-Ay, por favor, no me vas a decir que no notas lo sencillo que puede ser conquistarla- Renji la miró, por lo que ella rodó los ojos -Ya sé que es poco femenina, pero te aseguro que una cita podría marcar toda la diferencia entre ustedes dos
- ¿Cuántas veces crees que lo he intentado? Pero siempre termina saliendo mal…
-Te tardas mucho, debes ser directo, Saya no entiende indirectas- La respuesta tan veloz de la menor lo tomo por sorpresa -No puedes llegar y pararte frente a ella por minutos, debes ser decidido, dar el primer paso
Las mejillas de Renji se sonrojaron, desviando la mirada ¿acaso había estado espiándolo?
- ¿Eres adivina?
-No, pero son un libro abierto para mí- Asami se puso de pie, comenzando a caminar hacia la salida.
-Halagó mis tatuajes…- Se detuvo, mirando por el hombro al chico - ¿Un último consejo?
-La tienes en la palma de la mano, solo necesitas confiar más en ti mismo…
Se alejo de la sexta división, la verdad es que no quería estar más tiempo ahí, para ella, la división era de locos.
…
Hirako caminaba distraídamente por los corredores del Gotei, pensando en el rostro de Hanako cuando le había pedido entrenamiento, en el mohín que la chica compuso al saberse despreciada, en la ferocidad de sus ojos y en la determinación de conseguir el sí a toda costa.
Y él la había despreciado. Sus propias palabras le resonaban en la memoria, "probablemente lo tome a cuenta", eso no era una respuesta, era darle largas a la joven promesa de la décimo tercera división, con toda la intensión de hacerla enfurecer.
Y la razón por la que le daba largas era por las mismas emociones de Hinamori, esa misma rabia y desconfianza. Pero a eso lentamente se había ido sumando el resentimiento y las ganas de probar que era mejor que ella, mejor que las tres, mejor que todo el Gotei. Porque la soberbia de Hirako le había cegado, ahora no sólo se trataba de hacer enfurecer a la mayor de las Yamamoto, hacer que la más centrada de ellas perdiera los estribos para comprobarle al Gotei que era un peligro. Ahora se trataba de él sintiéndose mejor que todos, con el derecho de juzgar. Porque si fuera mejor que el resto, entonces eso lo eximiría de sus pecados.
Estaba molesto, definitivamente estaba molesto: con Hanako y la prudencia que había tenido para no portarse grosera, con Byakuya por defenderlas, con Genryūsai por ocultarlas, con Kyōraku por protegerlas.
Pero estaba más molesto todavía consigo mismo por haber olvidado, por haberse permitido dejar ir los recuerdos del matrimonio que había servido en su división tantos años atrás, antes de la guerra, antes de los Vizards, y saber que ahí radicaba el único motivo que tenía para considerar en serio a Hanako: saber que estaba en deuda con ella, con las hermanas.
Ese era un pensamiento egoísta, creer que podía mitigar la culpa y la deuda si entrenaba a la mayor de las hermanas, porque, en su momento, él no fue suficiente para proteger a los suyos. Ese era el punto en el que se quebrantaba su egolatría, la sublimación de su insuficiencia.
Y entonces ahí estaba una gran verdad, Hirako no estaba renuente a entrenar a Hanako por desconfianza de las hermanas, sino por rehusarse a aceptar la culpa, la deuda.
…
- ¿Cómo pude decirle todo eso? - Se reclamaba mientras se daba golpes en la cabeza contra un árbol.
Simplemente no podía estar del todo tranquila, la cruda moral que sentía no la dejaba en paz, no al estar recordando cada vez con más claridad su actitud ante Renji la noche anterior, tomando en su casa; ahora sí que maldecía al alcohol que la incitaba a sincerarse de esa forma. Porque en efecto, aunque todo lo que le dijo a Renji fue por culpa del Sake, no dejaba de ser verdad, tenía que admitirlo.
¿En qué momento dejo de verlo únicamente como a un rival?
Y es que su opinión sobre Renji, comparado con aquel primer combate, había cambiado mucho desde que empezó a verlo a diario debido a aquella apuesta que ella ganó.
Una apuesta era una apuesta, y por más que le molestara tener que preparar ese café y llevarlo hasta la división trece, a aquella shinigami de sonrisa burlesca, quien hacia alarde de su victoria cada vez que le entregaba dicha bebida. No, no podía decir que no, debía cumplir.
Lo más denigrante y molesto eran los rumores que comenzaban a escucharse entre los shinigamis al ver al teniente Abarai llevando todos los días y a la misma hora, una taza de café recién hecho, y siempre al mismo lugar. No fue raro que la curiosidad picara a alguien quien lo siguió, descubriendo que se lo entregaba directamente a la soldado Yamamoto, lo que inició el rumor de un posible interés romántico por parte del teniente.
Sin embargo, con el paso de los días, comenzó a acostumbrarse a cumplir dicha tarea, y es que cada día era diferente. Cuando iba a entregarle el café a Saya, a quien encontraba siempre haciendo algo diferente pese a que iba siempre a la misma hora; en una ocasión la encontró profundamente dormida sobre el escritorio recargada en sus brazos y, de no ser porque en ese momento entraron las otras dos hermanas Yamamoto, quien sabe cuánto tiempo se hubiese quedado viéndola sin ser plenamente consciente de ello. Además, no pudo evitar notar la alegría de la shinigami al ver que sus dos hermanas ya se habían reconciliado, así como el gusto que él mismo experimento al ver el rostro del Saya tan satisfecho de ver que sus hermanas habían arreglado el desacuerdo que tuvieron.
Estaba acostumbrándose a verla en todas y cada una de esas diferentes facetas, ya fuera concentrada en el trabajo en que estaba apoyando a su hermana mayor cuando esta enfermara, con una expresión algo frustrada al no poder entender algunas cosas de la teniente, a lo que él la guio, explicándole rápidamente en que se estaba equivocando, ayuda que, por un comentario de él termino en pleitos y gruñidos, aunque antes de retirarse prácticamente echando humo, escucho la voz de la shinigami dándole un sincero gracias.
Otro día la encontró con la energía en todo su esplendor al estar moviéndose al ritmo de una canción que escuchaba con sus audífonos y marcando el ritmo pegando con la palma de su mano en el escritorio. Llego a creer que se iría de espaldas al ser descubierta haciendo algo tan bochornoso frente a él, pero en cuanto Saya reparo en la presencia del teniente, únicamente le dedico su usual gesto socarrón mientras se quitaba los audífonos.
-Con que, perdiendo el tiempo, ¿eh? Como siempre– Comenta Renji ladeando la cabeza para ocultar su leve sonrojo, colocando la taza sobre el escritorio -Se supone que deberías estar encargándote de los informes de tu hermana en lo que ella vuelve al trabajo
-No importa cuánto trabajo tengamos, es bueno y saludable tomarse un descanso para olvidarse de todo– Ke da un sorbo a su café -Y la música ayuda bastante a la causa
-Así que te gusta la música- Comenta como si estuviera almacenando dicha información.
-De haber nacido humana, sin duda ya seria famosa tocando en una banda- EN sus ojos puedes distinguir la chispa de aquel sueño.
- ¿Y qué escuchabas? - Sin ser consciente, sus pies dieron un paso más al frente.
-El día de hoy estas muy curioso Renji - Le dice, alzando una ceja y provocando que Renji tragara pesado -No es que no quiera decirte, pero lo que suelo escuchar es solo para gustos selectos
-Tsch, dudo que tengas tan buen gusto- Se pone uno de los audífonos, que por poco le provoca sordera instantánea al escuchar tan escandalosa música del estilo metal, lo que provoca una gran carcajada en Saya.
- ¡Sí que eres débil de mente Abarai! – Esto provoca el inicio de una nueva disputa, aunque ahora, ya más consciente del origen del carácter tan eufórico de aquella rebelde shinigami.
Cada nueva visita era siempre diferente, no encontraba a Saya de la misma forma dos veces, eso sí, siempre en la misma oficina de la división trece, llegando a tener el pensamiento de que lo esperaba a él; esto lo desecho, sacudiendo la cabeza, reaccionando en que lo único que esperaba aquella irritante shinigami era su café y la burla regocijante de verle hacer aquella tarea tan poco agraciada para un teniente.
A veces se preguntaba que podría tenerla tan absorta, ya que la encontraba perdida en sus pensamientos, recargada en la barda y mirando infinito, naciéndole una extraña curiosidad de saber que pasaba por su mente, a veces la encontraba riendo, divertida (Y vaya que tenía una sonrisa muy bonita), con alguno de sus compañeros a quien acababa de darle un entrenamiento personal. Desde que se corriera el rumor de que ella fue quien entreno al hijo de la capitana Kuchiki, constantemente los novatos la buscaban para que comenzara a entrenarlos; esto lo llevo a quedarse a ver uno de esos entrenamientos, sorprendiéndole la forma en que podía hacer que a sus aprendices les naciera un espíritu competitivo que los llevaba a dar lo mejor de sí mismos.
[Algo Ahí (De "La Bella y La Bestia"/Audio Only)]
Con el transcurrir de los días, ya no le era tal molesto preparar un café y llevarlo a la división trece, de hecho, podría decirse que hasta estaba ansioso de ver que estaría haciendo Saya ese día, en que faceta la encontraría esta vez, y es que era todo un misterio que comenzaba a atraerlo sin poder evitarlo, tal cual palomilla al fuego.
A Saya rara vez se le podía tomar desprevenida, daba la impresión de ir por la vida pensando en la infinidad del universo, pero poseía unos reflejos sagaces. Por ello, hasta él se sobresaltó cuando puso la taza de café de ese día sobre el escritorio y los hombros de Saya dieron un leve brinco, despegando su vista del libro que tenía en manos. Una disculpa estuvo a punto de salir de la boca del teniente, pero pudo más la oportunidad de tener algo con lo que pudiera burlarse de ella.
- ¿Quién diría que un pequeño monstruo demoniaco como tú se asustara como un gatito? - Sonríe ampliamente, en clara burla y ganándose un gruñido de parte de Saya.
-No es mi culpa, con tu cara de ogro mal humorado que traes, siempre asustas a cualquiera apareciendo de esa forma- Y una nueva riña de miradas electrizantes aparecen entre ambos shinigamis.
-No tengo porque perder mi tiempo contigo- Se cruza de brazos en actitud orgullosa -Yo aún tengo mucho trabajo que hacer
-Nadie te está deteniendo- Dice Saya, algo despreocupada y volviendo a su lectura.
Renji mira de reojo, enfocando casi de manera subconsciente el título del libro que ella estaba leyendo con tal interés que no se dio cuenta que había entrado. Se trataba de varios cuentos de terror, lo dedujo por el título que decía "Antología de terror".
-Una lectura digna de un pequeño demonio como tú- Comenta despectivo mirando a otro lado.
-Estoy segura de que tu débil estómago no soportaría escuchar alguna de estas historias- Lo mira desafiante – A-ba-rai – Y eso lo confirmaba, que lo llamara por su apellido recalcando cada silaba era un claro desafío que, si no aceptaba, se lo estaría restregando día con día.
-Pues te escucho…– Se sienta frente al escritorio cruzado de brazos y con una sonrisa ladina muy convincente –Yamamoto
Le pareció extraño que Saya cerrara el libro, lo dejara a un lado y comenzara a relatar una historia de memoria, dejando en claro que era una leyenda urbana japonesa, que bien podría llegar a tener algo de verdad al existir muchos testigos de haber visto a un espectro que lo llamaban el teke teke, esto, por el sonido que hacía al arrastrarse con sus manos al carecer de la mitad de su cuerpo. Claro que Renji la interrumpía diciéndole que esas eran supersticiones absurdas del mundo humano, pero Saya comenzó a dar más detalles de aquella leyenda que confirmaban que era real, e inevitablemente Renji comenzó a interesarse más y más, aunque, una parte de él tenía la sensación de que estaba más interesado en la cara de fascinación de Saya al contar aquella historia.
-Pero si la culpa la tuvieron esos tres chicos que la empujaron a las vías del tren– Comenzó a debatir Renji cuando Saya terminó de relatar la leyenda - ¿Por qué quiere cobrar más venganza con todos?
-No es con todos, sus víctimas favoritas son aquellos que son egocéntricos y les gusta humillar a los demás– Mira específicamente a Renji, como dándole a entender una indirecta que lo hizo tragar pesado –No me digas que, si te asustaste con esto, es la historia menos macabra que tengo en mi repertorio
- ¡Ja! Esa historia tuya fue un cuento de niños– Claro que su orgullo no lo dejaría admitir que tal leyenda si lo impacto un poco –El mundo está repleto de leyendas, y hay mucho mejores que esa
- ¿Tú crees? ¿Esta vez que quieres perder? – Recarga su mejilla en su mano, mirándolo con sonrisa ladina.
-Esta vez lo hare por el simple gusto de demostrarte que puede haber algo mejor que tu no conozcas– Pone ambas manos sobre el escritorio encarando desde arriba a la shinigami.
No perdió tiempo, y ese mismo día, una vez que terminó todo su respectivo trabajo en su división y asegurándose que su capitán no lo necesitara para otra cosa, salió apresuradamente, ignorando la sombra de sonrisa de su capitán, quien tenía un leve presentimiento de porque su teniente se retiraba tan apresuradamente ese día.
Fue directo con Ichigo, a quien encontró caminando junto con Rukia, quizá en camino de ir por Yoshio a la división trece, la verdad eso no le interesaba, necesitaba urgentemente otra cosa del shinigami sustituto.
-Ichigo– Le grita estando a menos de dos metros de él, sobresaltando a la pareja –Tú debes saber muchas leyendas urbanas que ocurren en el mundo humano– Lo toma del cuello de su haori, zarandeándolo unas cuantas veces -Cuéntame la más inusual que te sepas
-Pues… Etto...– Apenas el aludido estaba procesando la extraña y desesperada petición de su amigo.
- ¿Y ahora que bicho raro te pico Renji? – Le cuestiona Rukia - ¿Por qué ese repentino interés por esa clase de relatos?
Llevaba muchos años conociendo a aquel escandaloso pelirrojo, que, además, solía ser un libro abierto en cuanto emociones, y su pequeño bochorno acompañado con el gesto fruncido le permitió conectar las piezas. Por Hanako y por su hermano, estaba enterada de la apuesta que perdió Renji ante la soldado Yamamoto, en la que por un mes debía estarle llevando café directo a su división, y otro factor del que estaba enterada en sus charlas amistosas con su teniente, era que a Saya le fascinaban las historias sobrenaturales. No era difícil sumar y llegar al resultado.
- ¿Acaso buscas tener tema de conversación con Saya en sus mañanas de café? – Y con eso el sonrojo de Renji sube a niveles volcánicos, gesto que les estaba divirtiendo mucho al matrimonio.
- ¡C-claro que no es eso! – Como siempre, hace un escándalo sobre saltante –Solo quiero demostrarle que existen mejores relatos de terror que la que me contó
Claro que ninguno de los dos se tragó ese cuento, era bastante obvio que entre esos dos shinigamis ya existía mucho más que la supuesta revalidad a muerte que tuvieron en su primer combate de exhibición, pero ambos eran tercos y orgullosos para si quiera reconocerlo. Y aunque era bastante tentador seguir molestándolo con ese tema, Ichigo mejor prefirió relatarle una historia que le contó una de sus hermanas.
A la mañana siguiente y siguiendo la rutina diaria de las últimas semanas, Renji puso de forma un tanto agresiva la taza de café sobre el escritorio de la oficina donde siempre lo esperaba Saya, encontrándola en esta ocasión, haciendo una especie de dragón con un papel arrugado, habilidad que no conocía que poseía aquella rebelde shinigami pero, de la que no comento nada al no querer olvidar la historia que se aprendió de memoria y prácticamente iba recitando en silencio toda la tarde de ayer para no omitir detalle alguno.
-La cabina telefónica– Suelta sin explicación previa, ganando una mirada de extrañeza de saya –Es una leyenda que estoy seguro no te sabes
-No suena como un buen título para un relato de terror– Recarga su mejilla en su puño, mirándolo con tal atención que por poco hace que a Renji se le olvidara todo lo que memorizo –Pero… Te escucho
La historia que relataba Renji era de una supuesta cabina telefónica bastante deteriorada que nadie usaba, pero que, curiosamente un chico observo por varios días, a una mujer que iba diario a esa cabina a usar el teléfono, por el cual nunca hablaba, solo escuchaba sin hacer gesto o movimiento alguno por toda una hora. Movido por la curiosidad, aquel muchacho hizo el intento de usarlo, escuchando por el otro lado de la línea una macabra voz que le decía que decisión tomar en su día a día, creándole a este una obsesión por aquel aparato que le consultaba hasta lo más absurdo de su vida cotidiana, hasta que un día, aquella voz fúnebre le dijo que ese día tomara un camino solitario, por el cual fue asesinado por un encapuchado que le clavó un cuchillo en la boca del estómago. El chico cayó al suelo, sintiendo como la sangre se escapaba de su cuerpo, y las últimas palabras que escucho fue de su mismo asesino que le dijo: "Esto es lo que ocurre cuando dejas que otros tomen control de tu vida".
-Interesante– Comenta Saya, auténticamente intrigada por el relato.
- ¿te atreverías a usar esa cabina? – Le reta Renji, esperando ansioso ver la reacción de Saya.
-Quizá si observara que alguien la está usando a diario y se está ahí por una hora, igual me daría curiosidad– Comenta dando el ultimo sorbo de su café –Pero no estaría interesada en obedecer las decisiones que tengo que tomar, así que no me obsesionaría– Termina con su figura de origami, revelando la forma de un dragón –Nunca sabrás las sorpresas que te deparan en la siguiente hora, así que es mejor actuar conforme a la situación
-Si, supongo que tienes razón– Dijo observando la figura de origami, ahora descubría que Saya tenía ese lado delicado y paciente como para hacer ese tipo de cosas.
-Puedes conservarlo si te gusta– Eso vira la atención del shinigami a Saya –Tómalo como agradecimiento por la historia- Se pone de pie estirándose, seguida de Renji –Debo ir a encargarme de los entrenamientos de los novatos, nos vemos mañana Renji
Saya se retira sin más, dejando al teniente parado y pensativo mientras tomaba el dragón de origami con sumo cuidado de no arrugarlo ni desdoblarlo.
Un nuevo día, y un nuevo café, pero, al entrar ese día a la pequeña habitación donde usualmente Saya se ponía a trabajar, encontró el lugar vacío, lo que le hizo sentir un hilo de decepción al no verla como todos los días que le llevaba su café. Sentía el reiatsu de la shinigami cerca, bien podría ir a buscarla y entregarle su café, pero su orgullo lo detenía en gran medida ya que el trato era que se lo llevara a una de las oficinas de la división trece, pero otra parte, una parte de él tenía una extraña sensación de no irse de ahí sin verla.
-Esto es absurdo- Refunfuña para sí mismo dejando el café en el escritorio, cumpliendo su parte de la apuesta y retirándose del lugar.
-Buenos días teniente Abarai- Se topa con la hermana mayor de Saya, que venía en la dirección opuesta a la suya –Supongo que viene de dejarle su café a mi hermana- Eso lo hace tragar pesado, desde hace tiempo, por culpa de esta bendita apuesta, Hanako ha estado haciéndole insinuaciones respecto a Saya.
-Si, pero no estaba en donde siempre– Actuaba lo más normal que podía –Se lo deje sobre el escritorio
-Oh, lo siento, es que le pedí que vigilara un rato a Hogo…
- ¿Quién es Hogo? – No disimulo para nada su molestia, y Hanako no pudo evitar soltar una leve risa al notarlo.
-Hogo es el nuevo miembro de la familia, Saya le ha tomado mucho cariño y le encanta pasear con él- Mira a su derecha, en dirección al campo de entrenamiento –Mire, ahí están
Inmediatamente se inclina sobre el barandal buscando a Saya y al supuesto Hogo, viéndola correr divertida mientras era perseguida por un cachorro de gran danés que le ladraba juguetón intentando alcanzarla. Olvidó completamente esa extraña sensación de molestia al pensar que Hogo era un shinigami, solo basto verla acariciando al cachorro con una gran sonrisa y riendo cuanto este le daba de lengüetazos. Nuevamente descubría otra faceta de ella, incluso ya para ese entonces perdió la cuenta de cuantas facetas tenía aquella peculiar y extraña shinigami, rebelde e inquieta.
-Quizá no lo aparente por su forma tan… peculiar de ser- Comenta Hanako sobresaltando un poco a Renji, que rápidamente se irguió encarando a la teniente –Pero Saya tiene un gran corazón
Renji mira a un lado, visiblemente incomodo y sin saber que decir, y mucho menos, sin saber cómo interpretar la confusión tan contradictoria que le provocaba Saya últimamente.
-Tengo mucho trabajo pendiente– Dice Renji sin mirar de frente a Hanako - ¿puede decirle a Saya que le deje su café en donde siempre?
-Claro, yo le paso el mensaje– Ve al teniente retirarse, viendo la expresión obvia en su rostro que efectivamente estaba bastante confundido.
Aunque las discusiones y miradas retadoras que, por algún comentario o gruñidos entre ellos seguían dándose al estar frente a frente, también llegaban a salir temas de conversación que les permitían conocerse un poco más. Saya descubrió que Renji era un gran apasionado del futbol, con lo que llego a retarlo de que no podría meterle un solo gol, alegando de sus grandes reflejos. Y Renji, descubrió que Saya no solo le gustaba la música, sino que además tocaba la guitarra, saliendo el comentario de parte del teniente que debería darle clases a su amigo Hisagi, que no daba nota alguna en el instrumento, lo que los tuvo riendo a ambos.
Camino a dejarle el café de hoy a Saya, se encontró otra vez con su hermana Hanako, cuya mirada al verlo era demasiado evidente ¿Acaso no terminaban de entender que hacía esto por una apuesta que perdió? En fin, simplemente ignoro su mirada pícara y continuo con su camino, pero la teniente le dijo que ese día le había dado un descanso del papeleo a Saya, y que su hermana le dijo que aprovecharía para entrenar un poco en el gimnasio.
-Saya es muy disciplinada en su entrenamiento y dudo que vuelva a la oficina ¿Por qué no le lleva el café al gimnasio? – Tal propuesta lo puso algo tenso, aunque igual tenía curiosidad de verla entrenando por voluntad propia –Le caerá de maravilla su café después de entrenar
Sin decir más y haciendo una pequeña reverencia en agradecimiento, Renji va a paso apresurado rumbo al gimnasio bajo la mirada divertida y cómplice de Hanako. Aquel día el gimnasio estaba totalmente desocupado, así que sería buena oportunidad para que esos dos trataran de llevarse mejor.
Encontró a Saya dando golpes a un saco de box usando dos espadas de madera, pero en si no eran movimientos salvajes y rápidos, esta vez practicaba una y otra vez una serie de tres movimientos que hacía con cuidado y lentitud, analizando lo que cada parte de su cuerpo tenía que hacer. Se quedo en el umbral de la habitación, observándola meticulosamente, llamándole la atención que tomaba una de las espadas al revés, lo que le hizo recordar a Ikkaku y su forma de pelear tanto con su katana y la funda de esta. Los movimientos que practicaba no era ninguna técnica de hakuda que conociera, aunque si una combinación de esta.
-Esa técnica- No puede evitar comentar Renji, acercándose a Saya que daba el tercer golpe –Es muy parecida a la del teniente Ikkaku
-Si, me llamo la atención su forma de pelear tanto con su katana y la funda, así que quise probarla– Vuelve al ejercicio de tres movimientos que hace de forma lenta pero precisa.
-Así que…– Se sienta en una de las gradas, dejando el café a un lado suyo –Yumichika-san, Ikkaku-san y tú se llevan muy bien…
-Podría decirse– Dice, continuando con su ejercicio –Entrenamos juntos, reímos, discutimos, peleamos, volvemos a reír, es una amistad algo extraña pero divertida, ambos son buenos amigos con los que puedo contar
-Ya veo…– Baja la mirada, inseguro de preguntar algo que lo tenía un poco inquieto –Y… ¿te gusta alguno de los dos?
Prácticamente a saya se le enchina la piel y se le pone el cabello de puntas.
-Agh, claro que no, ellos son como mis hermanos, jamás he pensado en alguno de ellos como algo más– Continua con su práctica, ignorando el disimulado suspiro de Renji.
-Esos movimientos no son de Hakuda– Comenta con interés el pelirrojo.
-Es una variación que yo invente– Da un golpe leve con su pierna, dejándola pegada al saco de box –Solo la estoy perfeccionando
Eso lo sorprendió bastante, descubriendo ahora la faceta inventiva de Saya incluso para técnicas de pelea ya establecidas, además de su disciplina para poder llegar a ponerlas en práctica correctamente.
Observó con más detenimiento. Podría decirse que esa nueva técnica era ataque, bloqueo y remate combinado con defensiva en la retaguardia al protegerse con la espada que tomaba al revés mientras que al mismo tiempo daba el golpe final con la otra. Al principio eran movimientos lentos, pero comenzó a aumentarles la velocidad al grado que pudo hacer los tres movimientos en menos de un segundo, momento en que se quedó satisfecha al mostrar una gran sonrisa orgullosa.
-Solo es cuestión de estarla practicando– Dice para sí misma, yendo a sentarse a un lado de Renji para tomar un sorbo del café, sintiendo como la cafeína le devolvía las energías –Gracias por traerlo aquí– Le da otro sorbo con el que prácticamente se lo acaba –Con esto, al fin tu condena termina
Al principio Renji no entiende, hasta que cae en cuenta que hoy era el último día de la apuesta, creándole nuevamente un sentimiento conflictivo y contradictorio.
-Ya era tiempo de que parara de ser tu mandadero– Sus palabras no iban acorde a su tono de voz que tenía un hilo de aflicción.
-Tampoco fue muy grato de mi parte ver tu cara de ogro todos los días– En cierta manera, sus palabras también eran contradictorias.
-Tsch, entonces solo nos veremos en los entrenamientos– Se pone de pie en actitud digna –Esto no cambia el hecho de que te venceré en algún combate
-Y yo aun no te la dejare tan fácil- Igualmente se pone de pie, encarándolo con su sonrisa socarrona y sus brazos cruzados.
Se dan la espalda al retirarse cada uno a seguir en lo suyo, cada uno teniendo algo en su interior, un sentimiento extraño al pensar que su rutina de cada mañana se había terminado, pero no queriendo reconocer que eso los dejaba con cierto vacío, que se habían acostumbrado más de lo que pensaron a la presencia del otro.
Quizá a partir de ese día su desagrado mutuo ya no era tanto, pero nunca cayó totalmente en cuenta de cuanto había cambiado su relación, podría decirse que, en cierta manera eran amigos, pero el sentimiento era muy diferente a comparación a su amistad con Ikkaku y Yumichika. Ante Renji existía algo más, y ese algo fue lo que salió a fluir cual rio al estar bajo los efectos desinhibidos del sake.
De todos modos, eso no bajaba la frustración que sentía por tales torbellinos de emociones que había en su interior, era desquiciante, debía sacarlos de alguna forma y los idiotas de sus amigos estaban retrasados, por minutos, pero en ese momento eran una eternidad que no aguantaba, así que se puso a dar algunas patadas a un tronco grueso que habían derrumbado en uno de sus anteriores entrenamientos con Ikkaku.
-Maldito teniente presuntuoso y ególatra- Refunfuña, dando fuertes golpes a la madera
-Hoy tienes más espíritu de pelea de lo normal Saya– Comenta Ikkaku con su sonrisa desafiante, viendo que Saya le había hecho algunas cuarteadas al grueso tronco.
-Quizá tenga que ver con el alboroto emocional que tiene por la cruda moral– Dice Yumichika - ¿Verdad Saya? – Sonríe apacible pero claramente burlón.
- ¡Claro que no! – Grita bastante alterada –Es solo que… ¡Argh! no importa, llegan tarde– Les reclama –Tsuri, Kairyū– Libera a su zanpaku-tō - ¿Qué esperas? – Desafía a su amigo casi con fuego en los ojos, algo que emociono bastante al teniente que estaba expectante de pelear contra Saya teniendo tales intensas emociones en su interior.
…
Sus pies habían tomado el camino a cuenta propia, él mismo no se había dado cuenta de en qué momento había llegado hasta el campo de entrenamiento de la sexta división, pero sonrió de medio lado con altanería y petulancia cuando se percató de que el capitán Kuchiki se encontraba en medio del campo, practicando con algunos reclutas nuevos. Los pétalos de cerezo se veían por todos lados, cada uno tan letal como hermoso, bailando al viento como si fuesen ingrávidos, como si cayeran, como si estuviesen suspendidos al mismo tiempo, pero llamó la atención de Hirako el hecho de que, al menos ese día, los pétalos parecían más vivos que de costumbre, como si fuesen chispas brillantes que…
Claro.
El shinigami carraspeó fastidiado al darse cuenta de aquel hecho y siguió caminando, pensando en volver a su división cuando se cruzó con Soi-Fong en la entrada.
—Es una sorpresa verla por aquí— Dijo el capitán con fingida indiferencia, rascándose el oído con el meñique mientras apartaba la vista, reacio a dejarse escrutar por la capitana de la segunda.
—No, no lo es. Si hubiese estado atento, habría sentido mi presencia acercarse. Pero está tan perdido en sus pensamientos que ni siquiera es consciente del mundo que le rodea
—Ah, ahora está siendo condescendiente. No le queda, capitana— Se burló con un canturreo socarrón antes de sonreírle con desprecio -Lo suyo son las amenazas inminentes y las palabras filosas, no el sarcasmo
—Es curioso que usted hable de sarcasmo- Murmuró la aludida antes de darle el costado y comenzar a caminar hacia su división —Para deleite de sarcasmos, mientras usted se rehúsa a entrenar a la teniente Yamamoto, yo ya he considerado y aceptado entrenar a la soldado Saya, en cuanto ella esté lista para pedirlo
El rostro de Hirako se vació en un momento, las emociones y las burlas desaparecieron, dejando sólo un gesto sombrío y despectivo que logró hacer que Soi-Fong sonriera regodeándose en su propia egolatría.
Le había ganado una.
— ¿Por qué?
Aquella pregunta fue dicha entre dientes, como un reclamo, como un regaño, como un reproche, el siseo viperino de un reptil peligroso a punto de atacar. Y lo dijo como si de verdad mereciera la respuesta, como si él no se hubiese escondido, como si él fuese del todo inocente y jamás hubiese tomado una sola decisión egoísta en su vida. Pero ambos sabían la verdad, ambos estaban claros en quién era el santo y quién el pecador en esa guerra de juicios.
Y fue precisamente esa certeza lo que llevó a la capitana a responder.
—Las necesitamos… así como los necesitamos a ustedes alguna vez. Y ahora aquí estamos todos juntos.
—Juntos, pero no revueltos— Musitó el capitán con un aire tajante que consiguió hacer reír a Soi-Fong.
— ¿Qué quieres decir? — Inquirió despectiva mientras barría a su colega con la mirada, dedicándole una expresión de desprecio y cinismo que hizo a Hirako sonreír de medio lado, imitando el gesto —Todos estamos cortados con la misma tijera
— ¿Confías en ellas? ¿Confías en las niñas Yamamoto?
Soi-Fong lo pensó un momento mientras su gesto se volvía sombrío, sopesando todas las posibilidades, sabiendo que de la respuesta que diera ella dependía todo. Sonrió de medio lado pensando en Yoruichi, pensando en Ichigo, pensando en Inoue, pensando en todas las personas que habían parecido traidores alguna vez y habían resultado no serlo.
No, la respuesta era No. Soi-Fong no confiaba en las hermanas Yamamoto, pero hubo algo en el cuestionamiento de Hirako que le llamó la atención. El shinigami las había llamado "niñas". Y entonces obtuvo la respuesta que necesitaba.
— ¿Tú confiabas en Kai?
Silencio.
Un ventarrón ligero que movió sus haori.
Y la certeza de que perdía el suelo, como si de pronto cayera hacia el más profundo de los abismos.
Ahí estaba la culpa, ahí estaba el meollo de sus pecados, ahí estaba la razón por la que estaba en deuda con las hermanas. En aquel nombre.
No sólo en ese nombre.
Kai… Yuriko…
Takeshi…
Claro que confiaba en ellos, como había confiado en Aizen…
Y haber confiado en la persona equivocada había sido suficiente para que todo se fuera al carajo, pero no confiar a tiempo en las personas adecuadas, eso tampoco había ayudado a equilibrar la balanza. Así que Hirako se dio media vuelta y comenzó a caminar de regreso al campo de entrenamiento de la sexta, mientras Soi-Fong se cruzaba de brazos, ensanchando la sonrisa triunfal con la que había celebrado su victoria, minutos atrás.
Ni siquiera esperó alejarse suficiente, ni siquiera le importó que Soi-Fong le escuchara.
—Yama… Yamasaki… Yama…— Murmuraba Hirako mientras se acercaba más y más al área de entrenamiento, dándose bofetadas mentales por haber olvidado aquel apellido. —Yamaha… Yamato… Yagami… ¡Ay, maldita sea! —musitó deteniéndose mientras los reclutas nuevos abandonaban el campo sobando sus extremidades, mirándose unos a otros, dedicándose sonrisas cómplices felices de haber terminado los entrenamientos de aquel día. Posiblemente felices de haber salido con vida.
—Capitán, es una sorpresa verle por aquí- Murmuró Byakuya caminando en dirección a Hirako, sin dar señales de agotamiento de ningún tipo.
Shinji volvió el rostro y sonrió despectivo al contar a quince shinigamis y percatarse de que todos iban más o menos destrozados.
—No sé si tus nuevos reclutas son muy débiles o si te has vuelto así de fuerte, Kuchiki-sama
Byakuya bufó divertido ante las palabras y el atrevimiento de Hirako, pero su rostro no dejó traslucir nada, así que el rubio torció la boca en un gesto de desprecio, sabiendo que no obtendría nada a cambio.
Quién diría que Byakuya disfrutaría aquel arranque de valentía en el que su colega olvidaba los protocolos de la nobleza para tratar de burlarse de él. Pero si Hirako estaba en su campo de entrenamiento, eso quería decir que estaba considerando entrenar a su protegida; después de todo, él mismo había dicho que quien quisiera algo con Hanako, podía ir a resolverlo directamente a la sexta.
Todavía podía recordar la expresión grave de Kyōraku cuando había ido a reclamarle por las palabras dichas, cuestionando su relación con Hanako, preguntándole si había hablado con ella para consumar el trato que había hecho el viejo Yama-jii con la familia Kuchiki. Y Byakuya habría reído a carcajadas, de no ser por la reputación que tenía que cuidar.
No, apartó todos aquellos pensamientos de su mente y le dedicó una mirada pesada a su compañero, en espera de su siguiente movimiento.
Sí, Hirako era buen estratega, pero en shōgi y en ajedrez nadie le ganaba a Byakuya todavía.
Al final fue el rubio el que continuó con su discurso, cruzándose de brazos y dándole el costado a su colega
—Lo que sea que te traigas con Hanako, no es de mi incumbencia, pero lo que concierne al Gotei sí que me importa— Hirako dedico una mirada larga a su compañero, en busca de algún cambio en su expresión que delatara algo, cualquier cosa, lo que fuera — ¿Por qué debería entrenarla?
—No deberías— Respondió el noble sin chistar, amarrando mejor el agarre de su zanpaku-tō antes de comenzar a caminar lejos de él -Ni siquiera creo que seas suficientemente fuerte como para merecer entrenarla, pero yo sólo soy un amigo, no me concierne a mí decidir por ella
— ¿A qué te refieres con eso? — Murmuró furibundo el rubio, apretando las manos en puño y observando la espalda de Byakuya alejarse.
El noble volvió el rostro un poco, dejando entrever una mueca (una sonrisa) de desprecio que consiguió terminar con la careta de Hirako.
— ¿¡A qué te refieres, Kuchiki!? — Gritó consiguiendo que el noble frenara en su sitio para dedicarle una mirada indiferente.
No quedaba en su gesto rastro alguno de la burla que había proferido, así que Hirako respiró profundo para llamar a la calma. Normalmente era él quien sacaba de quicio a todo el mundo, no solía perder los estribos para nada, pero todo el asunto con las hermanas Yamamoto, con los genzanki, con las pruebas de la doceava, estaba nervioso, fuera de sí, igual que el resto de los capitanes, aparentemente.
—Las hermanas Yamamoto fueron criadas y entrenadas por el anterior Comandante, desde muy jóvenes- Puntualizó al final, plantándose frente a Hirako con algo asomando en su mirada, un atisbo de admiración, aunque el vizard nunca logró deducir si se debería a las niñas, como él las había llamado, o al viejo Genryūsai —Dudo mucho que cualquiera de nosotros esté calificado para entrenarlas como Yamamoto hubiese deseado, además de que tus emociones personales están demasiado cerca de tus decisiones como para dar un buen resultado, y Hanako no merece eso
—Ahora sí quiero saber qué te traes con la teniente demonio— Musitó Hirako cruzando los brazos y componiendo un gesto de fingida indiferencia.
—Con el entrenamiento adecuado— Prosiguió el capitán Kuchiki ignorando a su compañero —Las tres se volverán más poderosas que el más poderoso de nosotros. No diré más…
El rubio suspiró asintiendo una vez, con los pensamientos más mezclados que antes, pero sintiendo que tenía un poco más de norte luego de aquellas dos conversaciones.
Habiendo decidido volver a su división, asintió una vez a manera de agradecimiento y sonrió con franqueza para Byakuya, que regresó el asentimiento con un gesto más sereno, observando a su colega dar la vuelta.
Hirako se había alejado ya varios metros cuando la voz de Byakuya se alzó poderosa como una orden: —El apellido que busca es Yamagawa.
Hirako volvió el rostro con violencia, tan rápido que podría haberse hecho daño, pero Byakuya ya no se encontraba ahí.
— ¡Maldita sea, Kuchiki! — Gritó el rubio antes de golpear el suelo con un pie y volver a su división.
…
Para Renji, invitar a salir a Saya seguía pareciéndole una buena idea, pero reconocía que, era tan cabeza hueca y testarudo que por más que fuera con la decisión de aunque sea invitarla a comer, se quedaba mudo y con las palabras atoradas en la garganta estando frente a ella, y es que aquella desaliñada shinigami no dejaba pasar ni un minuto cuando ya le comenzaba a hablar de forma retadora, lo que provocaba que terminara en discusión o en algún absurdo desafío. Pero Asami tenía un punto, debía ser directo y no pensarlo tanto.
Así que aquí iba, siguiendo el reiatsu de Saya, que lo llevo a encaminarse entre el bosque del gotei.
Sin embargo, mientras más se acercaba, el sonido de espadas chocando y el intenso reiatsu, tanto de Saya como de Ikkaku iba incrementándose, especialmente el de ella, que era abrumador y más alborotado que de costumbre. Aun así, continuo con sus pasos, encontrándose una batalla feroz entre ambos shinigamis.
-Esta vez sí que lograste descontrolarla bastante Renji– Le dice Yumichika que llego a un lado suyo –Incluso a Ikkaku le está costando bastante seguirle el ritmo
Mira con más atención el combate entre los dos shinigamis. Saya efectivamente parecía estar descargando la frustración en contra del teniente, que, con esfuerzos, apenas bloqueaba los feroces y rápidos ataques de Saya.
-Creo que mejor hablo con ella otro día– Dice Renji mirando con cierto temor a Saya, que en un momento manda a volar a Ikkaku entre los árboles, provocando un gran estruendo
-Sí, por tu bien es mejor que dejes que se tranquilice– Le secunda Yumichika.
…
Pasaron un par de días en los que Saya, con solo sentir el reiatsu de Renji a varios metros de donde se encontraba ella, prefería tomar el camino contrario para alejarse más de él, aunque lo curioso es que parecía que aquel teniente deliberadamente la seguía, ya que sentía su energía cerca de ella.
El evitarlo le causaba sentimientos contradictorios, y es que, a pesar de no querer verlo, una gran parte de ella no deseaba estar toda la vida evitándolo. Desde esa noche que tomaron en su casa, sus sentimientos por ese idiota estaban demasiado confusos, quería verlo, seguir con su peculiar relación de molestarlo, pero al mismo tiempo, no se sentía preparada, y es que seguramente Renji le echaría en cara todo lo que le dijo esa noche.
Casi caía el atardecer cuando Saya andaba caminando por el bosque mientras escuchaba su inseparable música, pero ni eso lograba despejar sus alborotados pensamientos. Peor fue, cuando de la nada, Renji apareció tras un shunpo justo delante de ella, frenando de golpe su camino. ¿Qué tan distraída venia como para no haber sentido el reiatsu del teniente?
- ¿Quién demonios te crees para… – Pero su reclamo se vio interrumpido al momento que Renji le pone justo enfrente de su cara una sencilla pulsera de tela negra.
-Es una oferta de paz– Dice con el entrecejo fruncido y levemente sonrojado.
Pero Saya, pese a quedar algo impactada y confusa por lo que decía Renji sin mirarla a los ojos, se encontraba un poco desconfiada y recelosa en tomar el supuesto regalo del pelirrojo.
- ¿Qué pretendes? – Estaba algo a la defensiva.
-Nada… solo… – Se quede unos momentos callado – Pretendo hacer las paces contigo…
Saya entonces toma aquella sencilla pulsera, que ahora que miraba más de cerca, tenía un sencillo tejido de una clave de sol. Suspira casi con algo de resignación, así como también para serenarse un poco.
-Que yo sepa no estamos peleados– Dice ya más tranquila cruzándose de brazos.
-Hemos estado en constante guerra desde que nos conocimos– Explica con serenidad el pelirrojo.
- ¿Y hasta ahorita se te ocurre querer hacer las paces? – Reprocha la morena, colocándose la pulsera.
-Porque a pesar de eso nunca me habías evitado, de hecho, hasta parecía que me buscabas con toda intención de hacer mi vida imposible…
-Así que resulta que eres un masoquista- Se cruza de brazos con sonrisa burlona.
-Empiezo a considerar que si…
Se quedan mirándose unos momentos de forma retadora, hasta que Saya, tras un prolongado suspiro, empieza a soltar una pequeña risa que se va convirtiendo en carcajada, desconcertándolo más de lo que normalmente solía hacerlo.
-Vaya, sí que eres un idiota – "Un idiota algo lindo" piensa mientras termina de amarrarse la pulsera en la muñeca.
-También comienzo a considerarlo– Murmura, refunfuñando y cruzado de brazos, después de todo, solo un idiota como él comenzaría a tener interés en alguien quien parecía que era su profesión el sacarlo de quicio.
-Sé que eres un teniente sumamente ocupado– Era claro el descaro de su sarcasmo –Pero no te caería mal caminar un rato por el bosque, créeme que es bastante relajante
El gesto en su mirada dejaba en claro su invitación, ante lo cual Renji no dudo en seguirla, rompiendo de a poco la tensión que se había generado entre ellos.
Comenzaron a hablar un poco mientras caminaban. Al principio eran conversaciones muy cortas, con respuestas triviales, pero no tardaron en comenzar a soltar algunos comentarios para molestar al otro, pasando de reclamos y gruñidos a leves sonrisas divertidas. Ninguno lo admitiría en voz alta, pero les agradaba llevar ese estilo de relación, y es que Renji, por la propia boca de Asami, ahora sabía que la manera un tanto tosca de Saya para tratarlo lo hacía porque era su forma de demostrar que le tenía cierto afecto. Vaya forma, pero comenzaba a gustarle, así que realmente debía ser todo un masoquista.
…
Hanako dio un caderazo a Shūhei a la pasada, el teniente de la novena no pudo evitar dar un traspié y soltar una risa discreta cuando alcanzó a su amiga rumbo a las divisiones.
—¿Se desbordó el infierno? — Inquirió el moreno con una sonrisa socarrona.
—¿Por qué? — Respondió Hanako hábilmente mientras le ofrecía una carpeta que el muchacho aceptó con una sonrisa dulce — ¿Te dejaron salir?
—Para acompañarte, aparentemente- Murmuró Shūhei viendo los informes y las divisiones que faltaban por visitar —Tengo vuelta a la doceava, octava, sexta, quinta y segunda
—A mí sólo me quedan segunda, quinta y sexta- Comentó la chica revisando sus propias carpetas y percatándose de que Shūhei también parecía estar atiborrado de trabajo.
La décimo tercera división estaba encargada de la comunicación en el Gotei, sí, pero la novena se encargaba de hacer llegar la información importante, así que ambos tenientes habían tenido que estarse moviendo de un lado al otro cada vez que Mayuri enviaba un descubrimiento nuevo de los genzanki a los que estaba estudiando.
—Deberíamos comenzar a entregar los reportes al mismo tiempo- Murmuró Hanako divertida mientras Shūhei se desviaba hacia la octava, componiendo una mueca de disculpa por dejarla sola —Me iré hasta la segunda, directamente
—Claro, dejarás a Kuchiki para el final
—Obviamente- Murmuró la teniente como si aquello fuera lo más natural -Después de todo, mi capitana me espera de regreso
Shūhei se abofeteó mentalmente, pensando en que había pensado mal aquella estrategia, que había caído redondito en la trampa de Hanako, que soltó una carcajada ante su expresión desencajada y le palmeó el hombro.
—Muy graciosa, hablo del presidente de tu club de fans
Hanako rio con más ganas ante aquel comentario, consiguiendo hacer que Shūhei relajara los hombros, al final el moreno no pudo evitar unirse a las risas de su amiga, dejando por fin escapar la tensión que había surgido entre ellos luego de aquella broma y las pausas dramáticas.
Sin embargo, Hanako recuperó una actitud solemne antes de mirar a Shūhei directo a los ojos y continuar con su discurso.
—El Kaichō Kuchiki Byakuya es un hombre ocupado, no lo dejo al final por gusto, sino porque me pidió un favor, y pretendo cumplirlo
— ¿Favor? ¿Qué favor?
La chica suspiró bajando la mirada hacia sus carpetas, debatiendo entre hablar o callar, no porque no tuviera confianza en el teniente de la novena, después de tantas cosas que habían pasado juntos, era difícil no mostrar sus pensamientos abiertamente ante él. Pero tampoco quería romper la confidencialidad con Byakuya, como si le debiera guardar todos y cada uno de sus momentos, de sus promesas, de sus intercambios en el más profundo de los secretos...
La idea de un amor secreto pasó por su mente como un rayo en una noche de tormenta, un instante que pasa tan rápido que no lo ves, pero que aun así deja estela.
No, al final apartó ese pensamiento y sonrió para Shūhei.
—Aprovecharé para hablar con el capitán Hirako y prometí hacerle saber lo que ocurriese luego de esta conversación. Después de todo, será la última vez que se lo pida y el capitán Kuchiki me tiene por protegida, se lo debo
Shūhei asintió con expresión grave, asiéndose firmemente a sus carpetas antes de despejar el rostro de Hanako con la mano libre y suspirar.
— ¿Qué harás si el capitán Hirako decide no entrenarte?
—Entonces hablaré con Kyōraku y a ver qué pasa. Tengo un plan B, pero necesito autorización del comandante para llevarlo a cabo
—Muy bien- Murmuró Shūhei en medio de un suspiro antes de sonreír para su amiga y asentir una vez -Veremos si puedo alcanzarte antes de que llegues a la sexta, yo también quiero saber si se terminaron nuestras tardes de hakuda
—Descuida, teniente- Soltó la chica con voz cantarina, dando un paso de espaldas que pareció un gesto a medio camino entre un saltito infantil y un paso de baile —Serás el tercero en saberlo
— ¿El tercero? — Espetó ofendido, divertido a partes iguales.
—Pues primero me enteraré yo, después el Kaichō Kuchiki, y luego tú
—Deja de llamarlo presidente— Bufó ofendido el teniente, cruzándose de brazos cuidando no arrugar las carpetas.
—Tú le cediste el puesto, él estaba seguro de que tú eras mi fan número uno- Canturreó la chica dándole la espalda para no ver su reacción, antes de alejarse con pasos livianos y una sonrisa ladina y radiante —Sin hacer shunpo- Amenazó la joven al final, dedicándole una última mirada a su amigo antes de dirigir sus pasos hacia la oficina de Soi-Fong.
Shūhei suspiró divertido, pero de nuevo un pensamiento amenazó con llenar su mente.
Fuera de su liga...
Sí, se había puesto el firme propósito de hablar con Asami a la inmediación, y de pronto la idea de confesarse con Hanako en una semana no parecía tan buena idea, ni hablar con la menor de las hermanas, ni hacer ningún movimiento en general...
Y cada paso que Hanako dio en dirección de la segunda división sirvió para que Shūhei sintiera cómo el abismo entre ellos se hacía más y más grande, como si ella se alejara de su liga cada vez más, como si "inalcanzable" se volviera tangible, palpable... real.
Suspiró. Entregaría los informes primero, ya pensaría en el resto después.
Y definitivamente tenía que poner en un baúl bajo diez candados los celos que se aglomeraban en la boca de su estómago cada vez que Hanako mencionaba al capitán de la sexta. Si no se controlaba, terminaría metiendo la pata en serio.
Hanako por su parte iba tan enfocada en sus propios pensamientos que no dio pie a que ningún tipo de inseguridad se colara, el tema de Hirako ya la tenía bastante insegura, así que no necesitaba alimentar más aquellas conversaciones. Iría un paso a la vez, primero abogaría por su hermana, luego iría a hablar con el capitán de la quinta, y después le contaría a su ángel guardián cuáles habían sido los resultados de aquellos movimientos arriesgados.
La entrada de la segunda división estaba en el más absoluto de los silencios, las personas se movían como fantasmas, como sombras, como espectros silentes confinados a la oscuridad.
Claro, se había acostumbrado al bullicio habitual de su división, las charlas, las carcajadas, la gente yendo y viniendo en todas direcciones, saludos cordiales o efusivos de una familia, a veces disfuncional, pero familia a final de cuentas.
Pero no era la primera vez que asistía a la división dos, no era la primera vez que tenía que rendir cuentas con la capitana, así que alzó un poco la nariz, alzó un poco el rostro, adoptando aquella figura déspota y prepotente que había adquirido para su primera semana como teniente en la división, el mismo gesto ausente que tenía para todos los capitanes salvo para la propia, para todos los tenientes salvo Hisagi, para todos los shinigamis salvo sus hermanas, y siguió caminando de filo, andando entre las personas que se movían en el más absoluto de los silencios a su alrededor como si no fuera importante que ella estuviera invadiendo su división. La teniente siguió caminando con la fuerza suficiente como para que sus pasos resonaran y sus pies descalzos se escucharan apenas por encima del viento.
Claro, ella podía llegar a ser sigilosa como un felino y deslizarse en el más absoluto de los silencios, igual que todos los presentes en aquella división, pero con los sonidos suaves que sus pies descalzos hicieron contra el piso, vinieron las miradas de reproche que otros le dedicaron al reconocerla (al reconocerla y recordar que ella también era tan sigilosa como el menos sigiloso de ellos), ella no pudo más que componer una media sonrisa de autosuficiencia, de arrogancia, una forma de decir "estoy anunciando mi entrada".
Llegó hasta la puerta de Soi-Fong y esperó controlando un poco mejor su sonrisa, recuperando el gesto estoico con el que la capitana estaba familiarizada. No tardó en llamarle a pasar, al sentir su reiatsu en la entrada.
Ambas se movieron como sombras, Hanako avanzó a pasos sigilosos (ahora sí que guardó silencio) hasta encarar a la capitana, Soi-Fong se levantó del escritorio para alcanzar a la teniente a medio camino de su oficina, recibió las carpetas que la joven le ofrecía y luego ambas dieron media vuelta para volver a sus asuntos. Un movimiento mecánico que pareció bastante ensayado e inhumano.
Y ambas se habrían dado la vuelta para seguir con sus asuntos, pero Hanako no estaba dispuesta a irse de aquella oficina sin una respuesta, así que giró medio cuerpo, dándole el costado a la morena antes de suspirar corto.
—Capitana...
—Dile a Saya que me busque- Murmuró la aludida, organizando las carpetas y fijando la mirada en los documentos que la teniente le acababa de entregar, sin atreverse a mirar a Hanako puesto que sabía que terminaría sonriéndole, y no era su intensión hacer migas.
—Sí, capitana. Con su permiso
Hanako hizo shunpo para salir de la división, ni siquiera se dio cuenta de que había recurrido a esa técnica hasta que estuvo en la entrada, demasiado emocionada, demasiado ilusionada con la idea de ver cumplirse uno de los sueños de su lil sis. Claro, para Saya la meta máxima era poder entrenar con Yoruichi en persona, pero dadas las circunstancias, lo veía cada vez más y más posible.
Aquel pensamiento no le causó alegría, al contrario, le generó un sabor amargo de boca, como si todo estuviera a punto de irse al carajo otra vez, como si el mundo que conocía (el que a duras penas habían podido restaurar y salvar una parte mínima), fuera a derrumbarse de nuevo, pero esta vez sin dejar nada para los cimientos.
Suspiró sacudiendo un poco los hombros, alejando aquellos pensamientos de sí misma, respirando profundo para regresar a la emoción que le causaba creer que su hermana de en medio podría entrenar con Soi-Fong. Aquello ya era una batalla ganada contra las dudas que el Gotei tenía sobre ellas, era una batalla ganada contra la discriminación a la que habían sido sometidas luego de que el mundo se diera cuenta de que ellas eran más poderosas de lo que aparentaban, luego de haber sido llamadas monstruos...
Por un momento, Hanako se preguntó qué pasaría cuando se enteraran que ellas eran más poderosas que Mayuri, Risa, o incluso Rose...
Y de nuevo apartó esos pensamientos al encarar la puerta de la oficina de Hirako, tomando aire, armándose de valor antes de llamar a la puerta con tres golpes suaves y esperar pacientemente la respuesta del capitán.
—Adelante— Murmuró el rubio con aires distraídos.
Hanako entró sigilosa y sonrió de medio lado al ver al capitán con la mejilla recargada en el puño, con la vista fija en los informes que su teniente le había entregado esa mañana, con las ideas hechas un embrollo por su conversación con los capitanes de la segunda y de la sexta, demasiado concentrado en sus asuntos y sus propios pensamientos como para darse cuenta de que era Hanako Yamamoto en persona quien le esperaba pacientemente.
Al final, la chica suspiró corto, no fue un gesto que ella lograra detener, cuando acordó, aquello ya iba a medio camino, lo único que pudo hacer fue acortarlo. Pero ese sonido mustio fue suficiente para lograr que el capitán volviera a poner los pies en la tierra y recuperase su habitual sarcasmo y distancia (incluso la vesania).
— ¡Ah, teniente! — Exclamó el rubio cerrando la carpeta con un gesto teatral, dramático y melancólico —Me alegro que esté aquí, diligente y... puntual, como siempre
No pudo evitarlo, Hanako torció el gesto de medio lado en una mueca de desprecio, sabiendo perfectamente que aquellas palabras afiladas tenían toda la intensión de hacerla enojar. No lo consiguió del todo, puesto que la molestia que presentó la teniente fue contra sí misma, reprochándose por seguir tratando a Karyū con la misma distancia de toda la vida, como si todavía le tuviera precaución y no quisiera dejar que ella le dominase.
Si Hanako no fuera tan cobarde, si no le tuviese tanto miedo al poder destructivo de su zanpaku-tō, entonces no tendría por qué estar mendigando el entrenamiento de los vizards, del único capitán que podría ayudarle a superar esa parte de su pasado.
Suspiró recordando el poder de Kurosaki en acción. Ellos (los vizards) le habían ayudado a dominar su hollow interno, podían ayudarla a ella también... Si es que accedían.
Y, de nuevo, apartó ese pensamiento pesimista, recordando las palabras de Saya: Un paso a la vez, sis, te la pasas adelantándote al mundo que te rodea; mientras ellos van en el paso tres y apenas van para el cuatro, tú ya tienes previsto hasta el mil novecientos diecinueve. Respira...
Hanako respiró, procuró hacer un gesto casual, para que Hirako no tuviese pista alguna de que la chica tenía un predicamento interno completo. Sonrió con diplomacia, gesto que Hirako reconoció de Genryūsai, sí, pero también de Byakuya (qué bien le había aprendido esa niña al capitán de la sexta en modos y protocolos), como si necesitara apartar más pensamientos.
Ese día podía resumirse en una frase: apartar el pensamiento para tomar aire...
—Capitán- Murmuró Hanako con una sonrisa amable mientras dejaba las carpetas correspondientes en el escritorio, para luego retroceder un paso y colocar las manos frente a sí, envolviendo los documentos destinados a la sexta en un gesto elegante y suave, sutil, digno de una bailarina de ballet consumada y consagrada a los escenarios —Lamento mucho haberme adelantado media hora, pero terminé con mis pendientes antes de lo previsto, de hecho, he venido caminando a ritmo lento, sin recurrir al shunpo con el firme propósito de venir a la hora acordada y, de todos modos, se me ha hecho muy temprano
Hirako bufó ofendido ante aquel discurso, preguntándose si había algún sarcasmo que la chica no correspondiera de forma adecuada.
Y una sonrisa de medio lado se apoderó de su gesto cuando la idea de ver a Hanako tratar de enfrentar los sarcasmos del capitán Kuchiki. Le había visto ponerse nerviosa en su presencia en más de una ocasión. ¿Perdería de nuevo los nervios estando frente a Byakuya?
—Gracias por su impecable trabajo, teniente- Dijo el capitán tratando de no sonar petulante o agresivo, mirando a Hanako con un gesto despectivo que la teniente recibió ensanchando su sonrisa —Puede retirarse- Añadió sacudiendo una mano y abriendo la primera carpeta que tenía frente a sí, preguntándose si con eso lograría desanimar a la joven.
Hanako hizo una reverencia ligera antes de asentir una vez y darse la vuelta, comenzando a caminar hacia la salida.
La oficina de Hirako era amplia. Todavía no había hecho por terminar de acomodarse, su escritorio estaba hasta el fondo de la habitación, dejando todo el camino hacia la puerta despejada, no había muebles, no había adornos, no había un rastro de personalización en ese espacio puesto que Hirako había hecho por deshacerse de todo para poder acomodar todo de acuerdo a sus necesidades, pero el tiempo se le había ido de las manos y un día se había convertido en una semana, y luego en un mes, y seguramente continuaría así hasta nuevo aviso.
¿Qué hacer? ¿Entrenarla o no?
— ¡Yamagawa! — Exclamó el capitán cuando Hanako abrió la puerta y dio un paso fuera.
Lo vio en cámara lenta. ¿Cómo no hacerlo?
Hanako giró sobre sí misma, un gesto ordinario y común, todo el mundo lo hacía, girar de esa forma cuando le llaman por su nombre.
Pero Hirako no le había llamado por su nombre, ni siquiera por su apellido, la había llamado Yamagawa...
Y Hanako reconoció el apellido, su apellido, su verdadero apellido, el nombre al que respondía antes de haber sido adoptada por Yamamoto. Ni siquiera se dio cuenta de que había sido llamada por un alias que no utilizaba hacía décadas, su cuerpo reaccionó en automático, haciéndole volver sobre sus pasos.
Esa fue la razón por la que Hirako se quedó helado en su sitio, ver a la chica girar lentamente, con los ojos rebosantes de curiosidad, con los labios apretados en una fina línea, vio en las facciones de aquella joven teniente, el rostro de un hombre que había servido a su división cuando él era capitán, antes de ser un vizard, antes de tantas masacres. Vio el rostro de Kai Yamagawa, mirándole con la misma chispa, con el mismo aire avispado, ávido de conocimiento, rebosante de curiosidad. Ese gesto dulce, pero a la vez alerta.
Hirako se quedó helado al percatarse del parecido que Hanako Yamamoto... no, Hanako Yamagawa tenía con su padre, con Kai. Sí, la dulzura de Yuriko habitaba en sus gestos, su diplomacia, su ternura, la manera amable con la que solía referirse a todo el mundo. Pero sus facciones habían perfeccionado y dulcificado toda la gallardía que Kai Yamagawa había demostrado, con su rostro en forma de corazón, con sus cabellos caoba en las puntas, negro en las raíces.
Claro, las niñas Yamamoto antes habían sido niñas Yamagawa, claro que las conocía, recordaba a Hanako cuando era una pequeña de ocho o nueve años, pegada a las faldas de su madre con los ojos rebosantes de curiosidad y de anhelo, de esas ganas de querer saber más, de la necesidad insaciable de responder a todas las preguntas que le surgían.
Porque Kai, Yuriko, Takeshi, los tres shinigamis habían servido a su división con pleitesía y fervor, porque habían sido devotos a los ideales del Seireitei, del anterior comandante, de todo lo que habían soñado y construido tanto tiempo atrás.
Hanako Yamagawa...
—Mañana- Murmuró Hirako cuando pasó la impresión inicial.
Su respuesta había demorado un segundo en llegar, todos los pensamientos, los recuerdos, la nostalgia de haber perdido a su gente en una guerra atroz que había dejado huérfanos a tantos (a las hermanas Yamamoto/Yamagawa incluidas), todo lo había golpeado en tan sólo un segundo.
—Perdón capitán, no comprendo- Murmuró la chica abrazando las carpetas contra su pecho, sintiendo que la emoción amenazaba con desbordarla.
Y esa visión le hizo pasar saliva en seco. Ahora sí que veía a Yuriko en cada rasgo de la teniente.
Tuvo que bajar la mirada hacia las carpetas, recuperando la careta de indiferencia y pesadez, fingiendo desinterés.
—Mañana iniciamos tu entrenamiento, te veo en el campo de entrenamiento de la décimo tercera a las seis de la tarde, más te vale que termines tus pendientes para esa hora
Hanako tardó un segundo en comprender aquellas palabras, sólo un segundo, y luego hizo una reverencia poco pronunciada para no soltar la mirada del capitán.
—Estaré puntual, capitán
La chica se dio la vuelta apretando fuertemente las carpetas contra su pecho, sonriendo ampliamente y pensando en que Byakuya estaría feliz por ella.
El trayecto hasta la sexta se volvió ligero, ni siquiera se dio cuenta de cuándo había llegado hasta la oficina del capitán Kuchiki, pero entró con pasos tranquilos y sigilosos hasta el escritorio de Byakuya, sonriendo radiante.
El capitán levantó la mirada en dirección a Hanako, haciendo un movimiento con una mano para invitarla a sentarse, y aunque la alegría llegó a sus ojos, su expresión se mantuvo serena ante la posibilidad de que cualquier shinigami entrara en cualquier momento.
—Felicidades, Hanako- Murmuró el capitán orgulloso, mientras la aludida le entregaba las carpetas y asentía una vez.
—Gracias, capitán- Murmuró la joven, en espera de aquella mueca que su amigo solía hacer cuando ella usaba los títulos y honoríficos.
Claro, no se hizo esperar el entrecejo fruncido y, más recientemente, la boca torcida ligeramente, una mueca ínfima que podría pasar desapercibida para cualquiera, no para ella, que ya conocía aquellas facciones a la perfección.
—Supongo que te veré menos por aquí- Murmuró para sí mismo mientras hojeaba los papeles que su protegida le había hecho llegar.
—Todavía no me atrevo a cancelar la cita para este viernes, de verdad quiero tu opinión sobre el último bloom que hice
—Hanako- Murmuró el noble como quien regaña a un niño pequeño —Todas y cada una de tus creaciones ha sido maravillosa en niveles insospechados, no entiendo de qué estás hablando
—Estoy hablando, Byakuya, de la combinación de nuevos sabores, mi abuelo siempre fue quien me dio el norte para comprender cómo mezclar las esencias y aromas de manera armónica, y tenía, al menos, cincuenta años sin tratar de crear algo nuevo
Byakuya pasó saliva discretamente, incluso Hanako no pudo percibir aquel gesto, y el noble aprovechó esa ventaja para serenarse y mirar a su amiga.
— ¿Qué te llevó a querer crear algo nuevo?
—Bueno— Murmuró la chica retorciendo sus manos, bajando la mirada hacia sus uñas mientras buscaba las palabras adecuadas para tratar de responder —Es sólo que... yo... yo ya no tenía nada con lo qué sorprenderte
Esta vez sí que no pudo ocultar la confusión. Byakuya frunció ligeramente el entrecejo y ladeó el rostro, en espera de una explicación. Que nunca llegó.
—Hanako- Murmuró cauteloso.
La shinigami suspiró levantando el rostro con una sonrisa tímida, un gesto dulce que consiguió confundir todavía más al noble.
—Las infusiones que mi abuelo llevó a las últimas seis reuniones fueron mis mejores recetas siempre. Te he dado las que estaba segura de que no conocías, las que no habías probado antes, pero no tenía nada lo suficientemente equilibrado como para sorprenderte como algo nuevo. Y... mi abuelo me hizo llegar todas las retroalimentaciones que le diste para las bebidas, para mejorar las infusiones y demás...
Eso era una sorpresa. Así que los tés que el viejo Yamamoto le había ofrecido alegremente provenían de la princesa del castillo.
Asintió para sí mismo antes de mirar a Hanako con orgullo y sonreír.
—Me sorprendes, teniente
—Gracias, capitán, es la idea. Me retiro, no quisiera retrasar más su trabajo- Murmuró poniéndose de pie y sonriendo dulcemente —Sé lo ocupado que debe estar
—No más ocupado de lo que puedo manejar, ni mucho menos de lo que debe estar el resto. Adelante- Indicó levantando la voz y alzando la mirada en dirección a la puerta.
Shūhei entró a la oficina con expresión de sorpresa. El teniente suponía que Kuchiki esperaría hasta desocuparse con la teniente para hacerle pasar, así que dio unos pasos e hizo una reverencia respetuosa.
—Capitán Kuchiki- Saludó el teniente de la novena antes de encaminarse y entregar una carpeta al aludido, no sin que antes Hanako le metiera zancadilla a la pasada.
No, Shūhei no cayó en ese truquito, saltó ágilmente el pie de la chica y le sonrió a la pasada antes de encarar al capitán.
—Un trabajo impecable, como siempre- Murmuró Byakuya a manera de halago al ver los papeles que le entregaron recién, pero luego guardó silencio, consiguiendo que ambos tenientes se miraran entre sí, sabiendo que Byakuya solía hacer alguna petición final o alguna observación sobre los trabajos.
—Hiciste trampa- Dijo Shūhei en voz baja, sonriendo y cruzándose de brazos cuando la teniente frunció el entrecejo y llevó los puños a las caderas -Hiciste shunpo en la dos
— ¿De verdad? — Murmuró la chica repasando sus pasos, pero una sonrisa maliciosa se apoderó de su rostro —¿Qué hacías rastreando mi reiatsu? ¿Me estabas espiando? ¿Acaso confiabas en que haría trampa? ¡Qué cruel eres, Bakataichō! Y yo aquí, siendo una dama
— ¿Dama? — Exclamó Shūhei consiguiendo que Byakuya levantara la mirada en dirección a los tenientes, que se dedicaban miradas sarcásticas y divertidas —Cuando vea una dama te lo haré saber, tú hiciste trampa
—Eso no hace que deje de ser una dama
—Teninente Yamamoto- Llamó Byakuya con voz serena, pero consiguiendo que ambos tenientes se irguieran tensos en sus sitios, después de todo, estaban haciendo revuelo en la oficina del capitán —Me parece que terminé con sus informes, si necesito algo más, se lo haré saber
—Gracias, capitán— Murmuró Hanako con diplomacia antes de hacer una reverencia para su amigo y sonreír con dulzura.
—Entonces lo del viernes sigue en pie- Añadió Byakuya dejando las carpetas a un costado y perdiendo la mirada en los documentos de Hisagi — ¿Es así?
—Sí, capitán- Murmuró la chica con media sonrisa, comprendiendo que trataba de darle celos a su amigo con aquella declaración -Estaré puntual
—Lo sé- Admitió levantando la mirada con media sonrisa —Tú siempre cumples a tus compromisos con la precisión que merecen
Por supuesto que el teniente de la novena hizo un gesto, sintiendo la punzada de celos aparecer en el último rincón de su mente, y luchando por mantenerla ahí, lejos de todo.
—Me retiro, Byakuya-sama- Musitó haciendo hincapié en el honorífico, una pequeña venganza adelantada por cualquier cosa que Byakuya fuera a hacerle a Shūhei.
—Pediré un último favor- Añadió el noble al final, con un retintín divertido en su tono —Si ve al teniente Abarai en su trayecto a la décimo tercera división, dígale que lo estoy buscando, es imperativo que se presente a la inmediación
—Así lo haré, capitán. Con su permiso
La joven se alejó a pasos calmados, pero apenas estuvo fuera del alcance de ambos hombres, salió disparada hacia su división, huyendo de la tormenta.
Shūhei se cruzó de brazos, mirando al capitán Kuchiki en espera de lo que fuera. El noble leyó algunas líneas del informe en silencio, si acaso levantó los ojos en dirección al teniente de la novena, volvió a bajarlos hacia las carpetas y siguió con lo suyo, sin atreverse a mirar de nuevo a su colega para evitar a toda costa reírse en su cara.
Sí, todo el mundo en el Gotei sabía que Byakuya era serio hasta lo imposible, lo que nadie (tal vez Renji, y Rukia definitivamente sí) sabía, era el trabajo que le costaba al noble mantener la calma en algunas situaciones, así que necesitó hacer un esfuerzo doble al sentir el reiatsu inquieto de su compañero, a la espera de la réplica.
— ¿No me advertirá que me aleje de su chica? — Inquirió al final Shūhei, frustrado por el silencio que el noble había mantenido hasta ese momento.
Byakuya ni siquiera se esforzó en ocultar el suspiro, cerró los ojos y bajó las carpetas antes de entrelazar sus dedos, llamando a la calma para poder dar una respuesta ecuánime y diplomática, no debía perder los estribos ante aquella provocación, así que organizó sus ideas antes de mirar al teniente de la novena con gesto ausente.
—Primero, teniente, Hanako es una mujer, no una chica. Además, no es mi chica, es mi amiga. Y si tuviera que hacerle una advertencia a usted, sería que se vuelva más fuerte si quiere ir a la par de la teniente Yamamoto. Encima, ella no es sólo mi amiga, además es mi protegida; independientemente, es perfectamente capaz de elegir de qué personas quiere rodearse, y si le ha permitido acercarse y permanecer en su vida, yo no tengo voz ni voto para decir lo contrario. ¿Alguna duda?
—Ninguna, capitán- Murmuró el aludido sintiéndose como un adolescente regañado por su mentor o por su padre.
—Teniente Hisagi- Llamó Byakuya al final, presionando el puente de su nariz y cerrando los ojos, sintiendo el ardor por los desvelos y fijar la vista constantemente, por el trabajo sin descanso, por el estrés emocional y físico, y por todo lo demás también —Hanako le aprecia mucho— Murmuró en medio de un suspiro antes de recuperar su calma y mirar al aludido —Siempre habla de usted con mucho cariño, se ha ganado a pulso un lugar importante en su corazón, y el criterio de la teniente, sumado a su coraza, es duro, así que confío en que es una buena influencia para ella. También me ha hablado de todos los avances que ha hecho en Hakuda gracias a usted, ni siquiera ha recurrido a mí para que la entrene, así que considere tener una ventaja. Hanako le quiere, teniente. Así que no pierda más tiempo, ella merece ser tan feliz como sea posible, y tal vez usted pueda contribuir... aunque ya lo haga sin darse cuenta. Buenas tardes.
Shūhei no necesitó más explicación, aquella era su señal de salida, era ahora o nunca. Y en cuanto estuvo fuera de la sexta división, no pudo evitar llevarse ambas manos a la cabeza y maldecir internamente, reclamándose a sí mismo, repitiendo una y otra vez un "¿Qué mierda hice?" mientras se daba bofetadas mentales.
Casi podía escuchar a Kazeshini burlarse de él, reírse a carcajadas, llamarle baka.
— ¿Qué hice? — Murmuró el teniente mirando entre sus dedos — ¿Por qué dije eso? — Soltó una risa floja antes de dirigirse a su división, riéndose de sí mismo, y sabiendo que terminaría contándole a Hanako aquel desplante que había tenido contra el capitán de la sexta.
Hanako por su parte, se dirigió con pasos veloces hacia la décimo tercera, no podía darse el lujo de perder más tiempo con tantos pendientes atrasados, así que sonrió ampliamente al llegar a su división y percatarse de que Saya ya había aventajado algunas de las tareas atrasadas.
—Buenos días, hermana— Saludó alegremente la teniente al pasar por su lado, consiguiendo que Saya soltara una exclamación de sorpresa y tirase los papeles que llevaba en las manos.
Por supuesto, aquella respuesta tomó a Hanako por sorpresa, la teniente rápidamente se agachó a ayudarle a Saya a recuperar sus cosas y sonrió divertida al ver la torpeza con la que parecía moverse esa mañana.
— ¿Todo bien?
— ¿Por qué habría de estar mal algo? ¡Todo bien! — Gritó la soldado con nerviosismo, consiguiendo que Hanako soltara unas risas discretas.
Guardaron silencio unos instantes, y el gesto apretado que compuso Saya le dio a Hanako el pie para abrir una conversación y tratar de acabar con el nerviosismo de su pequeña, o volverlo peor.
— ¿Sabes? — Inició la teniente acomodando algunas hojas con aires distraídos —Por algún motivo, el capitán Kuchiki creyó que podría darle un mensaje a su teniente esta mañana, no entiendo por qué creía que Renji estaría por aquí cerca
El solo nombre del teniente hizo que sus mejillas mostrasen un leve sonrojo y llevara automáticamente la vista a su muñeca, donde tenía puesta la pulsera que Renji le había obsequiado un rato atrás.
— ¿Y cómo es que yo lo sabría? — Respondió Saya de forma evasiva —No lo he visto desde que nos...— Y fue fortuito, detuvo en seco su discurso al estarse atragantando con su propia saliva, justo a tiempo para tratar de arreglar su desliz —No lo he visto y punto…
—Es curioso— Murmuró Hanako preparando bien su anzuelo —No sabía que el mensaje era para ti y no para mí, debí escuchar mal
—Ni para ti ni para mí, te lo dijo por si lo veías por casualidad- Saya se cruzó de manos mirando a otro lado, dejando los papeles desperdigados a su alrededor y alzándose en sus rodillas para erguir la espalda — ¿yo por qué tendría que saber dónde está ese teniente engreído?
Y entonces, Hanako reparó en el destello en la muñeca.
No era inusual ver a su hermana usando alguna que otra pulsera, a veces había tantas que se enredaban entre ellas sin dejar discernir dónde iniciaba una y terminaba otra, a veces se las quitaba todas y se dejaba alguna que fuera simbólica. O descansaba del estrés de estarse atorando en todos lados y olvidaba ponerse algo en las muñecas.
Pero esa resaltaba entre todas las demás. Lo que Hanako había creído un destello, era en realidad el resalte del blanco sobre el negro, la clave de sol asomando entre las demás, rodeando su muñeca con un aire desgarbado, pero que al mismo tiempo parecía tener consigo cierta devoción.
—Esa es linda- Murmuró la teniente mientras ambas se levantaban con todas las cosas en los brazos —Nunca te la había visto. Es un lindo detalle— Murmuró la peli rosa sonriendo de medio lado, Saya podría haber creído que su hermana estaba por cambiar de tema, y entonces vino el remate —Esa pulsera nunca la había visto. ¿De dónde...?
—Esto... es...- Interrumpió la chica sin darse cuenta, ahora sí que sentía atragantarse con su propia saliva —No vayas a pensar cosas raras- Inició la soldado levantando las manos, como si pretendiera defenderse de su hermana, que se levantó con un movimiento torpe pero agraciado —Renji solo lo hizo para hacer las paces, no pasa nada más entre ese teniente y yo, así que ni empieces a sacar conclusiones- Habló rápidamente, casi tropezándose con sus propias palabras.
Hanako abrió los ojos fingiendo sorpresa, era un gesto que Saya tenía muy estudiado, demasiado estudiado, lo habría notado bajo cualquier circunstancia, pero estaba tan nerviosa que cayó redondita en la trampa de su teniente.
— ¡Onee-chan! No me digas que el teniente Abarai te la obsequió. ¿De verdad? ¿Y la hizo con sus manos o la compró? No importa, es hermoso el gesto para su amor platónico
— ¡Ningún amor platónico! — Prácticamente su cabeza echaba vapor cual tetera— Ya te dije que solo lo hizo para hacer las paces, no pienses otras cosas- No pudo evitar alzar la voz, fulminando a su hermana con la mirada, aunque la teniente ni siquiera se inmutó ante la furia inminente de su mejor soldado.
—Pero es que es tan lindo- Murmuró soñadora Hanako mientras abrazaba las carpetas y le daba el costado a su hermana, evitando el contacto visual -Incluso tienes la bendición del capitán Kuchiki, ¿vino a traerla personalmente? Hablo del teniente, dame los detalles— Exigió divertida, poniendo una mano en el brazo de su hermana.
— ¡Aaagghh, no hay detalles que contar! — Saya ladeó su rostro haciendo una mueca orgullosa, podría haber tomado el control de la conversación de no ser por el pequeño, pero significativo detalle de que seguía sonrojada —Estaba caminando por el bosque— Explicó —Y el teniente apareció frente a mí y la puso frente a mi cara es todo.
—En el bosque ¡qué romántico! — Exclamó la joven teniente, consiguiendo que su hermana enrojeciera un poco más ante el desbordante entusiasmo de la mayor. Sin embargo, la sonrisa de Hanako se volvió sarcástica y la chica enarcó una ceja en señal de victoria —Cielos, hermanita- Remato con cinismo y diversión -Qué sencillo resultó acorralarte, has perdido el toque para defenderte de mí, supongo que le debo un agradecimiento a Abarai por eso y a ti te debo una compensación por reírme en tu cara— La teniente le dio la espalda a su soldado para ocultar una sonrisa de orgullo —Preséntate a la brevedad con la capitana de la segunda, espera por ti para darte indicaciones
Saya miro a Hanako abriendo sus ojos en señal de sorpresa por lo abrupto que le había dado esa última ¿orden? No estaba segura de que fuera una orden de teniente a con su soldado y no estaba segura si preguntar por qué le decía eso.
La reputación de la capitana de la segunda la precedía, sabía que incluso fue entrenada por la diosa de la velocidad Yoruichi y claro, no lo negaría, trabajar con una capitana que se especializaba en Hakuda era tanto emocionante como atemorizante. ¿Para qué la capitana Soi-Fong requeriría la presencia de una simple soldado?
Y la pregunta escapó a su boca sin que ella pudiera detenerlo o cambiarlo.
— ¿Por qué yo? — Murmuró Saya para sí misma.
Hanako volvió el rostro, sonriendo orgullosa para su flecha veloz antes de asentir una vez y mirarle con ternura y admiración.
—Porque... Tú naciste para ser la shinigami más veloz del Gotei, y ella puede verlo en ti
No añadió más, siguió caminando en dirección a su oficina, planeando su estrategia para organizar su día e iniciar entrenamientos cuanto antes.
