Dejo en claro que este capitulo es un especial, no teniendo nada que ver con lo proximo que viene en la historia
Ya se que es casi un mes después de navidad, peeeeeeero, yo no lo escribí, July Hope fue la encargada de esta creación y pues, espero la disfruten
July, se que este especial lo hiciste con mucho amor para nosotras, y espero skayue-chan (aca Saya) mande sus audios por el grupo en cuanto lo lea xD
Diciembre.
Ya era diciembre.
¿Por qué no había decoraciones si ya era diciembre?
Yoshio caminaba por el Gotei con el entrecejo fruncido, pateando una piedra a su paso, refunfuñando por lo bajo mientras se preguntaba cómo decirles a sus padres que estaba molesto (más molesto todavía) con ellos al darse cuenta de que, en pleno diciembre, la mansión Kuchiki permanecía sin adornar.
¿Por qué la mansión estaba tan sobria? ¿Dónde estaban las luces y las decoraciones? ¿Dónde había quedado el espíritu navideño?
Pero no, en lugar de hablarlo con sus padres, el joven entró a su división con pasos fuertes, enfurruñado, con el entrecejo fruncido, lanzó los papeles a su escritorio e ignoró olímpicamente a Matsumoto cuando la teniente le saludó con el entusiasmo habitual. De haber tenido una de por medio, Yoshio le habría cerrado la puerta en la cara a su superior.
Claro, la teniente de la décima tomó aquello como el banderazo de salida, la excusa perfecta para desaparecer de su división y olvidarse de sus pendientes, puesto que sabía perfectamente que, cuando estaba así de enojado, Yoshio solía adelantar los pendientes sin detenerse a mirar el trabajo de quién estaba haciendo.
Asami se topó con Matsumoto en la entrada, y aunque podría haber aprovechado para reprender a su teniente por aquel comportamiento descarado y ventajoso, la pelirroja compuso una mueca para su colega, señalando el interior de la oficina con un movimiento de la cabeza.
—Creo que Yoshio está muy molesto. Ya sabes, es uno de esos días.
La curiosidad movió a Asami, un sentimiento de congoja anidó en su pecho y la chica no pudo evitar dirigir sus pasos hacia la oficina, olvidándose por completo de su teniente fugitiva y preocupándose por Yoshio en el acto. ¿Qué ocurría ahora?
Le encontró con la cabeza recargada en una mano, leyendo distraídamente los informes, pasando página con la mano libre, siempre con el entrecejo fruncido. La chica sonrió de medio lado, soltando un suspiro mientras pasaba su trenza hacia el frente, preguntándose cuál sería la mejor estrategia para acercarse a aquel muchacho rebelde, sin embargo, decidió que improvisar sería la mejor opción en ese momento, suspiró avanzando hacia él, preparándose para la guerra.
Pero la mirada que el muchacho le dedicó, de resignación, de melancolía, de frustración, eso fue lo que la desarmó de un momento a otro.
—¿Qué pasa? —inquirió la chica sentándose a su lado, sintiendo que el corazón se le encogía en un instante al verlo así.
—Mamá me lo advirtió —admitió el joven levantando la mirada hacia la ventana, resignándose por completo y sintiendo que el corazón se le rompía por completo. —Dijo que los shinigamis no celebran la navidad, y dudo que la conozcan. Dijo que no habría decoraciones ni regalos, ni luces ni nada, pero no le quise creer.
—¿Navidad? —repitió Asami, confundida ante el término, mirando con curiosidad a su compañero y sonriendo para animarle. —Háblame de ello.
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Hanako llegó con el té para Rukia, sonrió dulcemente al ver a su capitana distraída, con el entrecejo fruncido, tan metida en sus propios pensamientos que el sonido suave que hizo el plato al tocar el escritorio fue suficiente para hacerla dar un respingo.
—Capitana, estás muy intranquila. ¿Dónde está tu mente? —cuestionó amablemente Hanako mientras se sentaba frente a Rukia.
La teniente recargó los codos en la mesa, entrelazó sus dedos a la altura del rostro y recargó el mentón ahí, dándole tiempo a su capitana de organizar las ideas.
—¿Te suena el término Navidad? —comenzó la pelinegra reorganizando sus ideas.
—No —admitió la teniente con curiosidad. —Es un término que el abuelo nunca nos explicó. ¿Qué es?
—Es... una fiesta del mundo humano, una celebración anual.
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—Así que ponen luces de colores —soltó Asami sorprendida, mirando a Yoshio con los ojos bien abiertos, subida a su silla y esperando más información, contenta de haber logrado que su pupilo mejorara de ánimos.
—La casa siempre tenía luces por todos lados —exclamó Yoshio subiéndose al escritorio y evocando los recuerdos del aroma suave, de los sabores dulces, de los regalos y los ruidos. —Y ponen un árbol, toda la casa huele a pinos. La tía Yuzu hace galletas de jengibre y de mantequilla y cenamos con ponche.
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—Es la época favorita de Yoshio —confesó Rukia con cierta culpa. —A estas alturas, en el mundo humano ya está decorada toda la casa y los regalos comprados, los centros comerciales están llenos de gente y la comida...
La melancolía inundó las facciones de Rukia y Hanako sonrió extendiendo una mano sobre la mesa para tomar las de su capitana.
—Creo que no sólo es la fiesta favorita de Yoshio —apuntó la chica con media sonrisa.
—No, a mí también me gusta mucho —confesó Rukia al final, sonriendo de medio lado y asintiendo para sí misma, bajando la mirada antes de disolver su expresión en un gesto de tristeza que rompió el corazón de su amiga. —Pero no he tenido la fuerza para darle ilusiones a Yoshio. Byakuya es muy estricto con cómo se lleva la mansión, ni siquiera se me ha ocurrido una forma en la que pueda hablarle de poner decoración, mucho menos de hacer una cena.
Hanako ladeó el rostro de un lado a otro, concediendo una victoria para las dudas que agobiaban a su capitana en ese momento.
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Los brazos de Yoshio cayeron a sus costados y el muchacho bajó la mirada, interrumpiendo su discurso a la mitad.
—Pero este año estamos aquí —dijo el muchacho antes de suspirar profundamente y desviar la mirada hacia Asami, componiendo una sonrisa de medio lado, cargada de tristeza y de sueños rotos. —No hay decoración, ni cena, ni fiesta.
—¿El capitán Kuchiki no conoce la festividad? —inquirió Asami sintiendo que se le saltaba una vena en la frente, como si necesitara más motivos para odiar al capitán de la sexta, ver así de desilusionado al hijo de Rukia sólo sirvió como un motivante más para hacer que su sangre hirviera sólo de pensar en el rostro de aquel ser egoísta y controlador.
Claro, Byakuya podía ser todo lo frío, sobrio y hermético que quisiera, pero los niños eran cosa aparte. ¿De verdad era tan egoísta como para negarle una fiesta así a su único sobrino?
—Sí, la conoce —murmuró Yoshio bajando de la mesa, ocupando de nuevo su lugar en la silla y recargándose hacia atrás, componiendo un puchero. —Una vez estuvo con nosotros en navidad, hasta se quedó a cenar. Papá le regaló una bufanda o algo así, él trajo cosas para todos, pero fue hace mucho tiempo. Yo tenía seis años más o menos.
—Entonces sabe cómo funciona —añadió Asami apretando los dientes, los puños, tratando de mantenerse serena y contener su furia.
—No lo sé, recuerdo que preguntó a mamá por algunas cosas, pero siempre es tan serio...
Asami soltó el aire con un resoplido de resignación. Era cierto, ni siquiera ella tenía idea de que existía una fiesta así, no sería extraño que el capitán Kuchiki no estuviera enterado.
—Además —añadió Yoshio con un gesto solemne que a Asami le recordó muchísimo a los gestos de Rukia y a los del mismo capitán Kuchiki —, mi tío Byakuya-sama es un hombre ocupado, siempre se hace cargo de tener la sexta al día, no falla, y hace cumplir la ley. —En sí, el gesto era estudiado, las facciones de Yoshio revelaban que la postura la había actuado a la perfección, pero había vehemencia en sus palabras, admiración y cariño, así que Asami no pudo evitar preguntarse si su rabia hacia el noble era infundada.
No, sacudió la cabeza para alejar esos pensamientos de redeción para el capitán Kuchiki antes de volver a fijar su mirada en las facciones de Yoshio, que ahora le sonreía con dulzura.
—Sé que hace lo mejor que puede para mantener en orden a sus subordinados, la familia y otras cosas. Siempre tiene todo bajo control, las respuestas certeras, a veces se equivoca, pero no duda en enmendar sus errores. No quiero molestarlo con cosas de niños...
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—Entonces disfrutó la fiesta esa noche —dedujo Hanako pensativa, preguntándose hasta dónde podían llegar con aquello.
Sonrió aún más ampliamente cuando Rukia devolvió el gesto con aires cómplices.
—Tú estás pensando en algo, teniente.
—Sí, creo que tengo una idea —confesó la aludida levantándose y sonriendo para su capitana, recogiendo una carpeta del escritorio y abanicándose con ella. —Iré a hacer mis entregas matutinas, capitana —anunció con un canturreo ladino mientras se alejaba dando saltitos en dirección a la salida—, estaré a tiempo para las galletas.
La capitana se quedó sola en su oficina, pero eso no evitó que suspirara.
—Ganbatte kudasai, fukutaichō —murmuró Rukia para sí misma, uniendo sus manos, entrelazando sus dedos como si elevara una plegaria mientras veía a Hanako alejarse.
A la pasada rumbo a la puerta, la teniente vio a su hermana y sonrió mientras su estrategia se ampliaba.
—Ikuzo —exclamó la chica divertida mientras golpeaba levemente el hombro de su hermana con las carpetas —, tenemos trabajo por hacer.
—No quiero hacer entregas —exclamó Saya en medio de un berrinche, tratando de zafarse de Hanako antes de que otra cosa ocurriera, caminando a pasos fuertes para alejarse de la teniente en dirección a su propia oficina.
—Voy a negociar una fiesta en la mansión Kuchiki, y posiblemente pueda hacer galletas y ponche con sake. ¿De verdad no apoyarás las negociaciones?
—¿Tendremos budín de chocolate? —cuestionó volviendo sobre sus pasos y caminando al lado de su hermana
—Y pan de naranja con almendras —canturreó Hanako como si coqueteara con la idea —, pero sólo si las negociaciones dan resultado.
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—¡P-p-pero Asami! —exclamó Yoshio alcanzando a su tercera oficial, tomando su mano y tirando de ella para obligarla a volver al escritorio —¡No podemos interrumpir así a mi tío! Está ocupado con los últimos reportes de la décimo segunda, incluso se llevó trabajo a casa anoche para aventajar.
—Por adicto —exclamó la chica soltándose de un manotazo, indispuesta a justificar al capitán por una tarea noble, pensando en que Hanako también lo había hecho alguna vez.
Sí, Asami había visto a su hermana mayor en el estudio del abuelo, leyendo y revisando papeles mientras tomaba café para no caer rendida ante el cansancio. Y volvió a sacudir la cabeza en cuanto comenzó a imaginarlos juntos, capitán y teniente, haciendo deberes hasta entrada la madrugada mientras compartían el té.
—¡Asami! —gritó Yoshio tomando el brazo de la chica y deteniéndola al vuelo, consiguiendo que abriera los ojos sorprendida ante la dureza en su mirada —Mi tío estuvo hasta las dos de la mañana terminando sus informes y otras cosas para que sus subordinados no tengan que hacer su trabajo, no quiero molestarlo con una tontería sólo porque no tendré navidad.
La chica abrió los ojos, pasmada ante la madurez en las palabras de su pupilo, sonrió enternecida al darse cuenta de que el pequeño parecía ir creciendo poco a poco, así que no pudo evitar tomar las mejillas de Yoshio entre sus manos antes de plantar un beso en medio de su frente y asentir.
—Con mayor razón debemos hacer esta fiesta, así podrá relajarse —prometió tomando las manos de Yoshio y ensanchando la sonrisa mientras un leve rubor aparecía en sus mejillas. —Y escucha bien esto, Yoshio. Si no hacemos una fiesta en la mansión Kuchiki para celebrar tu navidad, entonces lo haremos en la casa Yamamoto. Pero este año celebraremos la navidad.
—¿Honto ni?
—Yakusoku desu.
—Asami... —murmuró Yoshio sintiendo las lágrimas aglomerarse en los bordes de sus ojos, se soltó de la chica y se limpió con una manga, un movimiento brusco que consiguió hacer sonreír a la shinigami —Arigatto...
La puerta de la oficina se abrió en ese momento, Tōshirō entró a la oficina y Asami y Yoshio levantaron la mirada en dirección al capitán, a quien rápidamente se le saltó una vena en la frente al verlos de pie frente a frente, haciendo ¿Qué, exactamente?
—¿Qué está pasando aquí?
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Hanako y Saya se detuvieron frente a la división seis, a la oficina de Byakuya. Hanako abrazó las carpetas contra su pecho mientras su sonrisa se volvía arrogante, Saya cruzó los brazos y compuso una expresión de desprecio, demasiado parecida a la de cierto teniente que justo ahora se preguntaba dónde había quedado todo el papeleo pendiente, sin comprender por qué los escritorios estaban repentinamente vacíos.
—Bueno —murmuró Hanako para tomar valor —, aquí vamos.
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Byakuya soltó un suspiro de resignación cuando sintió el reiatsu de todo el mundo acercándose a la entrada de su oficina. Renji se percató de aquel gesto y se acercó al escritorio del noble con curiosidad y cautela.
—¿Sucede algo, taichō?
—Nandemonai —murmuró lentamente, una misma expresión que Renji había escuchado tantas veces justo cuando el mundo entero desfilaba por los pensamientos de su capitán, lo que seguía era Byakuya echándole fuera, lejos, todo lo lejos que se pudiera para tratar de poner orden a sus pensamientos, así que le tomó por sorpresa escucharle continuar —, ¿me podrías traer una taza de té? Siete azares, la voy a necesitar —terminó bajando la voz, su teniente apenas y pudo entender algo, pero asintió al ver a su capitán abrumado y obedeció, llevándole la bebida caliente con gesto de preocupación al verle los hombros caídos.
—Sabe que puede contar conmigo —murmuró el teniente cuando vio a Byakuya llevarse la taza a los labios y suspirar agradecido ante el calorcito que bajaba por su pecho. —Yo siempre le voy a apoyar y a respaldar en lo que necesite.
—Lo sé, Renji —admitió Byakuya ocultando la sonrisa detrás de la taza, llamándole por su nombre puesto que sabía cuánto valía para él que el más neutral de los nobles se permitiera esos acercamientos. —Hay algo que puedes hacer —dijo al final, recuperando el estoicismo y trazando su estrategia mientras bajaba la taza y reorganizaba sus papeles. —Quédate en esta entrega de documentos, será interesante.
—¿Entrega?
Y entonces lo sintió. El reiatsu de la teniente demonio acercándose a la puerta, seguido de cerca por el reiatsu de alguien más.
Suspiró resignado al reconocer a Saya y se puso de pie al lado de su capitán, cruzando los brazos y esperando la tormenta.
Lo que le tomó por sorpresa fue sentir también el reiatsu de la más pequeña de las Yamamoto y, eventualmente, el de Yoshio comenzar a distinguirse en la lejanía.
—¿Pasa algo, capitán? —inquirió Renji inseguro.
—Es lo que quiero averiguar.
Hanako llamó a la puerta con un golpeteo suave y Byakuya consintió la entrada con la misma respuesta fría que daba cuando estaba acompañado, una especie de código entre ellos que determinaba cómo se llevarían a cabo las reuniones, si habría respuestas escuetas o charlas sarcásticas con sonrisas ocultas en los ojos, e insinuaciones sutiles de invitaciones a tomar el té por la tarde, luego de los entrenamientos. La teniente sonrió cuando vio a Renji en la oficina y se sentó frente a Byakuya percatándose del té frente a él.
—Veo que tu mañana ha sido tranquila, capitán —comentó la teniente con una sonrisa dulce mientras Saya y Renji desviaban el rostro hacia un costado, evitando el contacto visual, sabiendo que podrían caer en alguno de los juegos de palabras de sus superiores.
Sabían perfectamente que, últimamente, se habían convertido en la diversión de aquel par molestarlos con la naturaleza de su relación, que cada vez se volvía menos tormentosa y más... cercana.
No, no querían tentar al destino.
—¿Podría ofrecerte una taza de té? —murmuró el capitán ocultando la boca tras sus manos, pero componiendo una mirada pícara.
—Me encantaría.
—Abarai, —llamó el capitán volviendo un poco el rostro sin soltar la mirada de la teniente frente a sí —¿serías tan amable de mostrarle a la soldado Yamamoto dónde preparamos el té por aquí? Estoy seguro de que la soldado sabrá perfectamente cómo prefiere su hermana el té.
—P-p-pero taichō —las palabras salieron atropelladas por la boca de Renji, quien retrocedió pasmado ante la petición del pelinegro y ofuscado ante las carcajadas de Saya.
Y Hanako aprovechó que su hermana se había confiado, enarcó una ceja con coquetería, comunicándole a su amigo que había comprendido la estrategia. Y que planeaba seguirle el juego.
—Estoy segura de que el teniente podrá preparar también una taza de café para mi hermana, después de todo, ella misma ha dicho que no lo hacía mal.
Ahora fue turno de Saya para atragantarse con su propia saliva, pasmada ante la insinuación que su hermana había hecho, comprendiendo la trampa letal en la que ambos habían caído por causa de sus superiores.
—¡Hanako!
—Teniente Abarai —dijo Byakuya mirando a Renji sobre su hombro, consiguiendo que el sonrojo se acentuara tanto en el teniente como en la soldado —¿haremos esperar a la teniente Yamamoto?
—Ie, taichō —soltó el aludido enfurruñado, dirigiéndose hacia la puerta de la oficina, seguido de Saya, quien se cruzó de brazos volviendo el rostro, evitando contacto visual con su amigo mientras el sonrojo se apoderaba de las mejillas de ambos.
—No demoren mucho, Saya —pidió la teniente sosteniendo la mirada del capitán. —Tendrán tiempo de tontear cuando terminemos la jornada de hoy.
—¡Tontear! —Exclamó Saya volviendo sobre sus pasos. —¡Nadie está tonteando!
—¿Prefieren el término coquetear? —comentó Byakuya distraído, abriendo una carpeta para tener en qué distraerse y no mirar a sus víctimas.
Y ambos tomaron aire para comenzar un reclamo contra el capitán de la sexta cuando cuatro golpes secos llamaron su atención.
La voz apagada de Yoshio, como si pretendiera hablar en secreto, sorprendió a teniente y soldado, y terminó consiguiendo que todos levantaran la mirada en dirección a la puerta.
—¡Demo, Asami-chan! No podemos molestar con eso.
—¡Tonterías! —exclamó la tercera oficial abriendo la puerta y topándose con la expresión de sorpresa de Renji y Saya, que le observaban azorados.
Byakuya suspiró para tranquilizarse antes de presionar el puente de su nariz y apartar los papeles con la mano disponible, contagió a Hanako con su suspiro, y la teniente tuvo que recurrir a toda su fuerza de voluntad para no extender la mano sobre el escritorio para tratar de infundirle valor a su amigo.
¿Por qué estaba tan cansado?
—¿A qué debo la alegre visita de todos por aquí? —soltó Byakuya como un reproche, mirando a Hanako con un gesto de acusación que consiguió que la chica se enderezara en su sitio.
Hanako y Asami hablaron al unísono, aquello tomó por sorpresa a Byakuya al recordarle la cercanía que presentaban ambas Yamamoto, puesto que la misma palabra salió con sincronía de la boca de ambas hermanas.
—Navidad.
Y aunque ambas hermanas habían acudido ahí con la misma misión, Hanako retrocedió sonriendo y cedió el control de la conversación a Asami que abrió el discurso inicial al ver los rostros de Renji y Saya ante aquella palabra tan extraña.
En un comienzo (mientras el teniente de la sexta acercaba sillas para todos) Asami había hecho por explicar la fiesta, Yoshio había dado alguna opinión ocasional cuando veía que su tercera oficial parecía confundida o no sabía cómo continuar, y eventualmente terminaron hablando ambos casi al unísono, interrumpiéndose constantemente hasta que la cantidad de información que tenía el más pequeño superó lo que su superior conocía.
Yoshio estaba de pie arriba de la silla, con las rodillas dobladas ligeramente, con las manos apretadas en puños mientras miraba fijamente a Renji, el pelirrojo también tenía los puños apretados y hacía preguntas cada dos por tres, consiguiendo que Saya se interesara en la charla y Asami asintiera de vez en cuando, con los ojos cerrados y una sonrisa radiante en el rostro.
Hanako sonrió dando otro sorbito a su té antes de intercambiar una mirada con Byakuya, que parecía cada vez más agobiado con todo el entusiasmo de su sobrino, demasiado acostumbrado a la calma de su división como para lidiar con el pequeño Kurosaki.
Yoshio terminó con su explicación de la navidad y dedicó una mirada a su tío, esperando su reacción.
Byakuya tenía la cabeza agachada y se presionaba los ojos con una mano, tratando de relajarse un poco en medio de tanto estrés, Yoshio bajó de un salto y se acomodó en su sitio, poniendo las manos sobre las rodillas y bajando la cabeza, apenado.
El noble sintió el silencio y levantó la mirada hacia su sobrino, con curiosidad y con cansancio.
—Ha sido realmente informativa su cátedra, jovencito —comenzó el pelinegro con el entrecejo ligeramente fruncido, agobiado —, simplemente no comprendo a dónde quieren llegar con eso.
—Capitán Kuchiki —llamó Asami poniéndose de pie antes de hacer una reverencia frente al noble y hablar con respeto, distinto a como había iniciado aquella conversación. —Ya casi es navidad, y quisiéramos solicitar un permiso para hacer una cena navideña para Yoshio en la mansión. Sin embargo —añadió enderezándose con una mirada determinada que sorprendió a Hanako y Saya, cuánto había crecido su pequeña —, si usted se niega a concedernos el permiso, tendremos la fiesta en la casa Yamamoto de ser necesario.
Byakuya guardó silencio durante largos segundos, entrelazando los dedos para poder recargar su barbilla mientras miraba (escrutaba) a Asami con curiosidad.
Yoshio y Renji se tensaron en sus sitios, preguntándose qué ocurriría a continuación, Hanako dio otro sorbito a su bebida, tranquila por la expresión del capitán, si lo conocía tan bien como él presumía, entonces sabía cómo terminaría aquello, no valía la pena estresarse.
—Si está tan dispuesta a realizarla en su hogar si me niego ¿por qué venir hasta aquí a solicitar el permiso de llevarla a cabo en mi casa?
Hanako tomó nota mental de aquel hecho, que podría haber pasado desapercibido para cualquier otro, no para ella, amante de los detalles ocultos a plena vista.
—Porque... —inició Asami, insegura de su discurso, pasando saliva y sintiendo que toda su determinación se agrietaba ahora que había pasado el furor inicial. —Porque su sobrino quiere celebrar la fiesta, y el mejor lugar para que se tenga una navidad siempre es en el propio hogar, no tendría sentido ir a donde otros para pasar una noche en familia.
El pelinegro asintió antes de cerrar los ojos y repetir el gesto anterior, presionar sus párpados con índice y pulgar mientras respiraba profundo. Le ardían los ojos, le dolía la cabeza, de verdad necesitaba dormir un poco si quería mantener a la sexta en regla, aunque contara con el apoyo de su teniente.
—Deberán disculpar que no comparta su entusiasmo —murmuró levantando la mirada en dirección a Asami, haciéndola erguirse en su sitio.
Por un momento, la chica se olvidó de cuán enojada estaba con el noble, de todas las razones que tenía para estar a la defensiva con él, por un momento, al verle tan serio, tan tenso, Asami se sintió de regreso a las primeras interacciones que había tenido con él, aquellas en las que todavía tenía temor de desafiarle y contradecir sus órdenes, antes de perderle el respeto y la admiración que había aprendido con los años al escuchar las historias que su abuelo contaba sobre los capitanes y sus acciones en tiempos de guerra.
La postura del capitán era rígida, sí, estoica como siempre, pero incluso Hanako había guardado silencio cuando solía abordarle con comentarios sarcásticos e inteligentes. Esa fue una alerta disparándose en el fuero interno de Asami y de Renji, aunque Yoshio y Saya siguieron intercambiando miradas con todos para tratar de comprender la situación.
Por un momento Asami se sintió diminuta.
Y luego Byakuya suspiró.
—No me encuentro muy bien el día de hoy —añadió, sorprendiendo a todos en la sala puesto que él nunca daba explicaciones para nadie —, así que debo confesar que sólo escuché una parte del discurso. Navidad, una cena el veinticuatro, algunos invitados. ¿Eso es lo que piden?
—Sí —sentenció Asami recordándose a sí misma que aquel hombre agobiado era el mismo que había confabulado con su hermana para echarle fuera de una misión, eso sólo como primera piedra del monumento de desconfianza que había erigido en su fuero interno para honrar la vida del capitán. No merecía clemencia.
—¿Qué cae el veinticinco? —añadió mirando a Renji, dejándolos confundidos.
Hanako sonrió contra su taza, terminando la infusión antes de volver los ojos a Byakuya, recuperando la calma y esperando el siguiente movimiento del noble.
—Eh, sábado... creo.
Byakuya suspiró asintiendo y tomando su taza de té, buscando la mirada de Hanako.
—¿Qué opina usted, teniente Yamamoto?
La chica suspiró frunciendo el entrecejo. ¿Ella? ¿Para qué quería la opinión de ella? Pero, para ser honesta, estaba ahí por la misma causa.
—Ha sido un año difícil —comenzó, sopesando todas las cosas que habían ocurrido en los últimos meses. —Creo que una cena navideña nos ayudaría a levantar los ánimos de nuestra gente.
—La mansión no es tan grande como para albergar a muchas personas.
Saya miró incrédula a Renji, hablando en voz baja para no ser descubierta —¿No? Pero si cabe toda tu división, ¿cómo de que no?
Renji se encogió de hombros, negando con la cabeza, igualmente confundido.
—No, es verdad —concedió Hanako pensativa —, nuestro hogar es pequeño para tener una fiesta de esa índole, por otro caso, la casa Kuchiki…
Byakuya asintió en medio de un suspiro.
—Tío Byakuya-sama —habló Yoshio levantándose también, haciendo una reverencia y esperando a que le autorizaran hablar.
El noble levantó la mano y asintió una vez, agradeciendo internamente que, por una vez en la vida, su sobrino hubiese mostrado algo de respeto ante una autoridad del Gotei.
—No será mucha gente, lo prometo.
—Yoshio —llamó Byakuya con voz condescendiente —, serán tus padres, el teniente Abarai y tú, estoy seguro de que Renji querrá invitar a Saya a la cena como su cita
—¡Eso no es verdad! —exclamó Renji, cuyo color de rostro se equiparó al de sus cabellos, lo mismo que Saya. —Como una cita no.
Pero Byakuya continuó sin darle importancia a sus palabras, ignorando la falta de su teniente.
—O tú querrás invitarla por ser tu entrenadora personal. Querrás que tu tercera oficial esté en la fiesta, después de todo sería grosero no invitarla, así como sería grosero que ella no invitase al capitán Hitsugaya. Matsumoto viene por añadidura, si la asociación de mujeres shinigami se mete cuando creen que no me doy cuenta, ¿cómo no aparecerían en un evento un poco más público?
Asami miró a Hanako, quien asintió con la cabeza, componiendo una mueca, dándole la razón a Byakuya y consiguiendo que su peque suspirara resignada mientras se encogía de hombros y asentía también.
—Yo querré invitar a Hanako a la cena —continuó el noble con su discurso —, después de todo es una amiga querida, y además es amiga de Rukia también.
—Pero Hanako es bienvenida en la casa todo el año —se quejó el menor cruzando los brazos y volteando el rostro. —Mamá lo dice todo el tiempo.
Tanto Asami como Hanako guardaron ese pensamiento para después. Ya la teniente preguntaría al respecto con su capitana.
—Y estoy seguro —soltó Byakuya con un retintín de diversión, consiguiendo que Hanako carraspeara y le dedicara una mirada de reproche —de que el teniente Hisagi querrá acompañar a su conquista en potencia, y pondrá a Matsumoto de excusa.
—No soy su conquista en potencia —puntualizó Hanako cruzando una pierna y cruzando los brazos, volviendo el rostro para acentuar su descontento.
—A donde va Hisagi, va Iduru, y puedo continuar hasta terminar involucrando a todo el Gotei.
—Será algo pequeño —murmuró Yoshio con un hilo de voz, una promesa sin fuerza ni valor que partió el corazón de Asami.
La tercer oficial tomó aire para hacer un reproche, avanzando medio paso con determinación y vehemencia, pero la mano de Byakuya se alzó para pedir silencio, y si la chica se detuvo en ese instante, fue sólo por el profundo respeto y amor que su compañero de división tenía para el noble, respetando al menor más que al capitán.
Regresó a su puesto y entrelazó las manos hacia abajo, una postura diplomática y gentil a la que el noble había terminado por acostumbrarse a través de los gestos de Hanako.
Asami carraspeó, y ¡Dios!, cómo le aborrecía en ese momento.
Y les aborrecía a ambos, no sólo al capitán de la sexta, también a su hermana mayor por estar tan tranquilita en su silla mientras jalaba distraída las puntas de su cabello.
—Byakuya —llamó Hanako dulcemente, sorprendiendo a Yoshio por la muestra de confianza cuando vio a la teniente dar un apretón suave al brazo del capitán antes de entrelazar las manos sobre su regazo —, si no te encuentras del todo bien podemos tener esta conversación después, todavía tenemos tiempo.
—Con la fecha de hoy sólo podremos organizar algo para cincuenta o cien personas, máximo. O nos comerá el tiempo si queremos hacerlo más grande.
Hanako sonrió complacida ante la respuesta de su ángel guardián, no se atrevió a levantar la mirada en dirección a sus hermanas, menos cuando el noble pareció enfrascarse en una conversación con ella, encerrados en su propia burbuja.
—Si cuentas con que se van a infiltrar, podemos extenderles una invitación abierta y la asociación de mujeres podría ayudar a decorar, yo podría llevar algún postre y pedir a los invitados que aporten algo. Ha funcionado muy bien con los viernes de galletas.
—Eso es porque tú y mi hermana son inspiradoras para la gente, yo no inspiro esa clase de confianza.
—Inspira miedo —musitó Asami con los dientes apretados, volviendo el rostro y consiguiendo una expresión de pasmo y un manotazo por parte de Yoshio y Renji.
—Inspira respeto —puntualizó el teniente como un reproche.
—Es admirable —espetó Yoshio al mismo tiempo, haciendo que Asami parpadeara, pasmada.
—Entonces controlar el ingreso con las invitaciones —sugirió Hanako pensativa, mordiendo la uña de su pulgar y sonriendo ante la idea —, y limitarlo a los amigos más cercanos.
—Esos amigos tienen amigos —cortó Byakuya frunciendo el entrecejo, gesto al que Hanako estaba más acostumbrada.
—Ayasegawa vendría como invitado mío, Shūhei como invitado tuyo —añadió con sarcasmo, consiguiendo que Byakuya frunciera el entrecejo —, Renji llevaría a Saya, Saya llevaría a Madarame, Asami llevaría al mi... al capitán Hitsugaya —alcanzó a corregir, irguiéndose en su sitio bajo la mirada furiosa de su hermana pequeña. —La sociedad de mujeres shinigamis, el capitán comandante, no serán más de cincuenta.
—No serán menos —corrigió el noble, sonriendo dulcemente, otra sorpresa. —Pero no serán más de cien. Afortunadamente no tenemos por qué invitar a nadie del mundo humano por la situación actual.
—Oh, vamos, Yoruichi se enterará, Kisuke también.
Byakuya suspiró profesando en ese gesto su molestia, pero asintió después, sabiendo que aquello era verdad. La mansión (al menos el patio principal) estaría llena.
—Lo hemos hecho antes —admitió el noble al final, asintiendo mientras volvía un poco el gesto, haciendo cuentas —, si comienzo con las invitaciones...
—No —sentenció Hanako tomándole una mano entre las suyas y sonriendo —, esa parte déjamela a mí. Será más rápido si lo hago a máquina y simplemente las sellan entre tú y Rukia.
—Entonces planearé la lista de invitados y veré quién entrega qué invitaciones.
¿Qué estaba pasando?
Yoshio, Renji y Saya intercambiaron miradas de confusión mientras la sonrisa crecía en el rostro de Asami, junto con la ilusión y la emoción.
—¿A las siete te parece bien? —consultó el pelinegro volviendo la vista hacia Hanako, devolviendo el apretón antes de suspirar agotado.
—Muy temprano, a las ocho, para darle tiempo a la gente de arreglarse para la ocasión, y para que ustedes puedan descansar antes de ser anfitriones.
—¿Descansar? —espetó Asami, ofendida —¡Pero si ellos no moverán un dedo!
—Tercer oficial Yamamoto —llamó Byakuya retomando su postura fría y hermética, recuperando su mano y entrelazando los dedos de nuevo, recargando la barbilla ahí, mirando a la aludida con curiosidad —, ha sido muy noble de su parte venir a defender los ideales de mi sobrino, tiene mi admiración por eso. Y mi permiso. Me habría encantado —soltó al final mirando a Yoshio con cierto aire de reclamo —que me lo pidieras personalmente, habría dicho que sí, después de todo, en el mundo humano siempre lo celebramos. ¿Por qué no lo hiciste?
Yoshio estaba sorprendido, la mirada de su tío mostraba emociones en ese momento, el menor podría haberse aventurado a adivinar que su tío se sentía dolido por su falta de confianza hacia él, defraudado, y al mismo tiempo había un deje de comprensión, como si se lo esperara, después de todo, él mismo había puesto todas esas barreras que habían mantenido a los otros shinigamis alejados todo ese tiempo. Era la cabeza del clan Kuchiki, debía mantener las distancias.
Maldita aristocracia pensó Yoshio en ese momento de reclamo personal y a terceros.
¿Por qué?
—Te vi tan cansado en estos días... —murmuró el menor, rompiendo la distancia, hablándole directo y sin muestra del excesivo respeto que solía mostrar al hablarle de usted.
Renji ya se esperaba la corrección de Byakuya, la llamada de atención por el abuso de confianza, sin imaginarse que su capitán sentía alivio en el corazón al ver al niño mantener el respeto a pesar de la cercanía, como si hubiese comprendido todo al fin.
—¿Cansado? —inquirió el noble incitando al menor a continuar.
—Sí —confesó el menor —, sé que te has llevado trabajo a casa, y que no has dormido bien por estar terminando los reportes. Sé que terminaste los documentos que habías delegado en estos días, vi las carpetas en tu escritorio esta mañana, cuando salía rumbo a mi división. Ya soy un shinigami en función, sé cuáles son los documentos que se deben manejar, los sellos y algunos códigos.
Decir que ya no era un niño habría puesto a todos los adultos de la sala en su contra, lo sabía, sabía que seguía siendo un niño pequeño, pero eso no implicaba que no tomase en serio sus responsabilidades.
—Y —concluyó con timidez, encogiéndose en su sitio, recordando su lugar ante el Gotei y ante la familia —, no quería añadir más carga a sus hombros, tío Byakuya-sama, no sería justo que los deseos de un chiquillo le quiten más el sueño de lo que ya hago, conozco mi lugar.
—No, crees que lo conoces —puntualizó el noble con un gesto amable, tal vez el primer gesto dulce que habría tenido para aquel niño. —Si lo conocieras, sabrías que los anhelos de mi familia son tan importantes para mí como mis deberes con el Gotei y con la humanidad. O no habría consentido el matrimonio de mi hermana con un shinigami sustituto, por más que ese par estuviese enamorado.
Yoshio levantó la mirada, sorprendido al ver a su tío rodeando el escritorio y ponerse de pie frente a él, con un gesto sereno, pero ternura en la mirada. No quería creérselo, aunque moría de ganas de abrazarlo por lo feliz que le hacía saber que sí tendría fiesta de navidad ese año, pero no quería creer que de verdad su tío le hubiese dicho aquello, era lo más parecido a un "te quiero" que le había escuchado en mucho tiempo.
—¿Entonces? —soltó Asami, tratando de confirmar que lo que había escuchado era cierto.
—El veinticuatro a las ocho en la mansión Kuchiki —soltó Hanako poniéndose en pie también y mirando a su peque con orgullo. —Lo lograste, convenciste al capitán de hacer la fiesta para Yoshio.
—¿De verdad? —musitó el menor con un hilo de voz.
Byakuya suspiró resignado, se sentía mareado por la falta de sueño, pero todavía había cosas por hacer, así que asintió una vez y (en un gesto que dejó a todos atónitos, como si sus acciones estuvieran fuera de lugar o estuviesen presenciando un fenómeno paranormal peor que los genzanki) acarició el cabello de su sobrino una vez antes de cruzarse de brazos.
—Una cena con amigos para celebrar una fiesta no va contra las reglas —murmuró el noble asintiendo de nuevo —, no veo por qué no conceder eso, no siempre tengo algo con lo qué complacer al único sobrino que tengo de momento.
—Fuiste el primero —murmuró Hanako agachándose hacia Yoshio, guiñándole un ojo como si le contara un secreto —, siempre serás el sobrino favorito.
Yoshio se sonrojó hasta las orejas antes de darle el costado a Hanako con los brazos cruzados contra su pecho y los ojos apretados, fingiendo una mueca de indiferencia.
—Eso no es cierto, lo dices para levantarme el ánimo.
—Ella tiene razón, Yoshio —admitió Byakuya con gesto frío e indiferente, consiguiendo una mirada ilusionada del menor. —Ya es tarde —continuó el pelinegro haciendo un gesto con la cabeza, una indicación para que saliera de su oficina —, hay mucho por hacer.
—¡Arigatto gozaimasu! —exclamó Yoshio haciendo una reverencia pronunciada antes de salir corriendo a su división, olvidándose de Asami.
La chica miró a todos antes de dar algunos saltitos en su sitio y sonreír para el capitán.
—¡No se arrepentirá, se lo prometo!
—Sí —murmuró Byakuya para sí mismo cuando Asami salió también, dispuesta a alcanzar a Yoshio —, me arrepentiré.
—Capitán —inició Renji, inseguro de qué agregar, pero la mirada suave de Byakuya le ayudó a relajarse.
—¿Podrías preparar agua para una infusión?
Hanako suspiró cuando Renji hizo una reverencia y salió de la oficina, dejando a Saya confundida por los últimos minutos.
—Supongo que ahí es cuando me voy —soltó la soldado mirando a Hanako confundida.
—Te alcanzo en seguida, tengo un asunto pendiente con el capitán Kuchiki.
—Entonces ¿para qué me hiciste venir?
—Por si querías ver a Renji —soltó Hanako con desenfado, componiendo una sonrisa radiante que hizo a Saya atragantarse con su propia saliva.
—¡Eres una... argh! —No, no pudo articular más antes de salir corriendo en dirección a su división.
—Byakuya —llamó Hanako angustiada al ver a su amigo desplomarse en su silla, agotado por el intercambio y haber mantenido la calma.
—Yoshio adora la navidad —admitió el noble recargando la frente en su mano antes de mirar a Hanako con el entrecejo fruncido —, de verdad me molesta que no me tenga la confianza para haber pedido algo así.
—No te enojes con él —pidió la teniente dulcemente mientras ponía las manos sobre el antebrazo del noble —, es un adolescente.
—No estoy molesto con él, sino conmigo. No he sabido inculcarle la confianza suficiente.
Hanako sonrió enternecida antes de levantarse a rodear el escritorio, depositó un beso suave en la sien del noble, tomándole por sorpresa con aquel gesto de confianza que pareció brotar de la nada.
—Has hecho lo mejor que podías con lo que tenías a la mano, y el resultado es un amor profundo que se manifiesta con admiración y respeto. No sé si quiera ser como tú, pero al menos sigue tus pasos, quiere ser poderoso, y hacer que su familia se sienta orgullosa. Y eso también es gracias a ti.
—Ahora comparto la sensación del niño —dijo Byakuya divertido, sonriendo de medio lado —, lo dices para que me quede tranquilo.
—Ambos sabemos que no —soltó la chica con una sonrisa radiante, antes de dirigirse a la puerta.
El noble bajó la mirada al escritorio cuando Hanako extendió y retiró su mano, suspiró encontrando un blooming pequeño en comparación a los otros que Hanako le había hecho hasta ese momento.
—Es mi experimento más reciente —explicó la chica sonriendo con ganas. —Creo que te vendrá bien esa dosis personal. Con su permiso, capitán Kuchiki.
—Haga llegar la invitación al teniente Hisagi de mi parte —exclamó el noble con sarcasmo, consiguiendo que Hanako hiciera pucheros. —No quiero que se pierda la fiesta.
—Hasta le haré vestir para la ocasión.
La teniente asintió conforme antes de dirigirse a su división, divertida con todo cuanto había ocurrido en esa mañana. Dios ¿de verdad todavía no era la una de la tarde? Bueno, esa semana sería interesante.
.
Los días habían pasado volando y por fin había llegado la mañana del veinticuatro, Yoshio iba un poco tarde esa mañana. Su madre le había hecho ponerse formal para ir a la división, alegando que debía aprovechar y agradecer la oportunidad que el capitán les daba de ir vestidos a placer aquel día.
—¡Pero ma! —había iniciado el menor cuando Rukia le había mostrado un par de corbatas que harían buen juego con su camisa —La cena formal es hasta la noche.
—Y seremos anfitriones.
—¡A las ocho! No antes.
—Déjalo, Rukia —soltó Ichigo entrando a la habitación con un par de tenis en la mano, lanzándolos en dirección a su pequeño con una sonrisa cómplice —, tiene razón, no hay motivos para que esté incómodo todo el día. Y no es obligatorio.
Rukia suspiró frustrada ante la sonrisa que Yoshio le compuso a su padre ante aquellas palabras, asintió en medio de un suspiro que más pareció un carraspeo antes de mirar a su marido y componer media sonrisa de satisfacción.
—Muy bien, él va vestido informal, tú lo llevas a la división.
—Sí, capitana —exclamó el shinigami sustituto antes de dirigirse hacia Rukia y ponerle una mano en el vientre, acariciando dulcemente el espacio en el que crecía su nuevo retoño —, tú vete a tu división, y descansa lo más que puedas. Seguro que tu teniente demonio no te deja hacer nada mientras estés embarazada.
—¡No le digas demonio a Hanako! Es una shinigami valerosa y dulce.
Ichigo soltó una risa por lo bajo antes de besar la sien de su esposa y sonreír.
—Igual de dulce que siempre, mi vida —murmuró Ichigo contra la piel de Rukia antes de darse la vuelta e irse de la habitación, alzando la voz. —¡Date prisa o me iré sin ti!
Ahora Yoshio caminaba al lado de su padre, preguntándose por qué le había dado una idea tan mala mientras salían de la mansión y se despedían de Renji y Byakuya.
Muérdago...
El menor llevaba los brazos tras la nuca y caminaba con el entrecejo fruncido, dedicándole miradas de reojo a su padre cada varios segundos, muriendo de curiosidad por preguntar, pero aguantando con orgullo, siguiendo el ejemplo de su madre, de sus tíos.
Fue Ichigo quien habló, sabiendo que el pequeño torbellino no diría nada al respecto.
—Incluso podrías darle un beso a Asami en la mejilla.
A Yoshio se le subieron los colores al rostro, se irguió de golpe, comenzando a caminar derecho y rígido como un soldado.
—¡Asami y yo somos amigos nada más! Y es novia del capitán Hitsugaya.
—¿Si? Sólo será un beso en la mejilla. Además, no quería ella emparejar a Renji con Saya, y a Hanako con alguien más, ¿Kira?
—Shūhei.
—Tal vez le guste la idea, el muérdago.
Viéndolo bajo esa lupa tenía sentido creerlo, solo había una cuestión a manejar.
—¿Cómo haremos que el Gotei entero sepa lo que significa el muérdago? —Cuestionó llegando a la entrada de su división, al mismo tiempo que la teniente Matsumoto.
—Déjalo en mis manos —pidió Ichigo levantando una mano para saludar a la recién llegada.
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Tōshirō entró a su oficina portando el uniforme, envuelto en su haori de capitán y ajustando la bufanda en torno a su cuello, ese día estaba más frío que otros, así que se sentó a toda prisa tras su escritorio, percatándose de que los papeles de Matsumoto seguían en su sitio.
—¿Es que nadie ha llegado? —gruñó para sí mismo mientras abría su primera carpeta y negaba con la cabeza, sin imaginarse que Matsumoto había arrastrado consigo a Yoshio en busca de la primera shinigami perteneciente a la asociación que se encontraran, fascinada con la idea del muérdago.
—Lamento la demora —exclamó Asami entrando a toda prisa mientras se quitaba la bufanda y se dirigía a su escritorio.
Tōshirō alzó los ojos en su dirección, todavía con el entrecejo fruncido por la molestia, pero se quedó atónito un momento, mientras Asami se quitaba el suéter y lo sacudía un poco, quitándole los rastros de nieve que quedaban encima.
La chica levantó la mirada en dirección a su superior y sonrió acercándose a él para recoger las carpetas a repartir por las divisiones.
—Me imagino que me toca a mí —murmuró la chica con una sonrisa antes de dar un beso suave, corto, casto, a los labios de su novio y dirigirse de nuevo a la entrada. —¡No me tardo!
Apenas se hubo quedado a solas, Tōshirō se llevó ambas manos a la boca mientras su sonrojo le cubría las mejillas con violencia.
—Qué bonita —murmuró con dificultad antes de darse a sí mismo una bofetada mental. —¿Por qué no le dijiste nada?
En fin, ya regresaría a la oficina, ya le diría algo al respecto.
Asami caminaba por los pasillos del Gotei, no era ya un secreto que se fuera a celebrar una fiesta esa noche en la mansión Kuchiki, todo el mundo hablaba de eso, así que el patio principal de la mansión sería la sede de una celebración general para quien quisiera pasar un rato agradable y convivir. Los shinigamis que habían hecho misiones a la tierra ahora buscaban entre sus ropas algo que se sintiera ad hoc a la ocasión, algunos incluso (Matsumoto fue la primera) habían puesto a la venta vestidos y conjuntos perfectos para la fiesta. A pesar del entusiasmo se sentarse bajo los cerezos de la mansión, muchos habían preferido organizar sus propias fiestas en sus divisiones, aun así, el entusiasmo era el mismo.
El Gotei estaba lleno de luces. Algunas puestas con kidō, algunas otras gracias a la más reciente vuelta de Rukia y Yoshio al mundo humano, pero las luces de colores, las esferas, la escarcha, la nevada, todo eso palideció ante el paso de Asami, quien avanzó con una sonrisa radiante.
No, no se confundan, Asami odiaba usar vestido, estaba acostumbrada a los hakamas, kimonos y yukatas que Hanako le había obsequiado, demasiado acostumbrada también al uniforme del shinigami, así que era extraño para ella contonearse con aquellas carpetas entre los brazos mientras el viento se colaba entre sus pantorrillas.
La falda era roja de terciopelo con el borde blanco, la parte alta era de manga corta y cuello alto, blanca con detalles dorados, sus botines negros dejaban a la vista las piernas, envueltas en medias de color beige para protegerla del frío, y completando el vestuario, una coleta alta, desordenada, que dejaba algunos cabellos sueltos enmarcando su rostro con coquetería y dulzura. En cuanto se enteró de que Matsumoto había convencido (obligado) a Tōshirō aceptar que ese día fuesen vestidos de gala sin portar el uniforme, Hanako había insistido en peinarle, en levantarle el cabello para que luciera su cuello y los hombros, el copo colgado ligero sobre sus clavículas haciendo juego con algunos más que colgaban como adornos del vestido.
—Buenas tardes, Hirako Taichō —saludó amablemente la chica antes de entregar la carpeta y recibir un gruñido en respuesta.
La chica esperó a que el capitán tomara los papeles y sonrió dulcemente cuando la mirada de Shinji conectó con la suya, el rubio abrió los ojos, pasmado ante la belleza que destilaba la chica.
—Buenas tardes… —respondió a duras penas.
—Con su permiso —dijo antes de darse la vuelta y encaminarse hacia la salida —¿Lo veremos esta noche? —remató sonriendo y volviendo el rostro, burlándose internamente del capitán que ahora parecía incapaz de articular una frase coherente. —Creo que Hanako le ha invitado.
La mención de aquel nombre le hizo sonrojarse aún más, el capitán abrió las carpetas fingiendo indiferencia y, conteniendo lo mejor que pudo, respondió. —Sí, sí, ahí estaré.
—Nos vemos entonces, capitán, Feliz Navidad.
—Sí, como sea.
Dejarse la sexta división para el final de su recorrido fue una decisión tomada a consciencia, quería cruzar algunas palabras con el capitán Kuchiki. No, definitivamente todavía no cambiaba hecho de que estuviera terriblemente molesta con él por todo lo que, según ella, le había hecho. Pero una cosa no quitaba la otra.
—Luce espléndidamente, oficial Yamamoto —halagó el capitán luego de dar una breve ojeada al atuendo de la aludida. —Me imagino que esperan con ansias esta noche.
—Sí, lo hago —admitió la chica cuando Byakuya le invitó a tomar asiento frente al escritorio, si la joven accedió, fue por cortesía, no quería quedarse a merced de aquel demonio disfrazado de noble.
—Mi sobrino está muy agradecido con usted —admitió el pelinegro mientras entrelazaba sus dedos sobre el escritorio.
El silencio se alzó entre ellos como un muro tambaleante que amenazaba con aplastar a cualquiera de los dos en cualquier momento, pero no por eso Asami doblegó su necesidad de mirar a Byakuya con cierto aire resentido.
Y Byakuya encontró divertido aquel acto de rebeldía por parte del ratón dragón, así que no añadió nada, se limitó a seguirle la guerra de miradas a Asami, manteniendo la careta estoica y desenfadada de siempre mientras la menor se iba poniendo incómoda poco a poco.
—No debería estarlo —murmuró la chica, volviendo el rostro a un costado y cruzando los brazos mientras componía un mohín. —Igualmente usted habría accedido a hacer la fiesta.
—De no ser por su intervención, tal vez el niño no se habría atrevido a pedirlo.
—Yoshio no es —soltó Asami apenas Byakuya guardó silencio, procurando no interrumpirlo —un niño. Es un joven intrépido y determinado a lograr sus ideales, a volverse fuerte, a proteger a los suyos. No es un niño —volvió a sentenciar al final, mirando al pelinegro a los ojos.
Guardó silencio, el noble guardó silencio ante la intensidad con la que Asami había defendido al menor, sintiendo algo crecer dentro de su pecho al darse cuenta de que su sobrino era tan querido y, por lo visto, tan respetado. Claro que él estaba orgulloso del pequeño, era de los shinigamis más jóvenes (sino el más joven) en haber entrado de forma oficial a una división; a pesar de los lapsos de tiempo que pasaba en el mundo humano, su desempeño era impecable. Claro, era hijo de su hermana, y su hermana era fuerte, pero el niño tenía su propio mérito a la hora de hacerse valer, o el capitán Hitsugaya no lo habría recibido y mantenido en su división con tanto gusto.
—Hanako le dio un voto de confianza, Asami —puntualizó el noble enarcando una ceja.
—Sí, lo hizo —confirmó la joven con desconfianza.
—¿Dejó de verla como a su pequeña? —cuestionó el hombre con un gesto suave, dejando en claro que no trataba de atacarle con aquello.
Asami suspiró tratando de serenarse, recordando todas las palabras de amor que su hermana le dedicaba, recordando los votos de confianza en las misiones, recordando las promesas que se habían hecho.
—No. Sigo siendo su niña pequeña.
—Y, aun así, confía en su poder.
—Sí, lo hace —sentenció la chica con tal determinación que a Byakuya le costó mantener el gesto sereno.
—Bueno, Yoshio es un niño para mí. No importa su rango o su poder. Él y su madre son mi orgullo, así que comprenderá mi postura respecto a ellos.
Asami suspiró, asintiendo, guardando silencio. No tenía nada que agregar, no podía hacer más que concederle una pequeña victoria por aquella comparación, así que otorgó una victoria a regañadientes, irguiéndose en su sitio.
—Yoshio está agradecido con usted, Asami, y yo también —terminó, consiguiendo que la chica abriera la boca ligeramente, sorprendida por aquella afirmación. —Me dio la oportunidad de hacer un regalo a uno de los miembros más queridos de mi familia. Así que estoy en deuda con usted. No la demoro más —concluyó al percatarse de que la chica no parecía salir de la sorpresa.
Sí, Asami parpadeó un par de veces antes de ponerse en pie y alisarse el vestido, asintiendo una vez y haciendo una reverencia torpe antes de darse la vuelta y comenzar a caminar, lejos del capitán, lejos de la sexta división, demasiado perdida en sus pensamientos.
—¡Señorita Yamamoto! —llamó una última vez el capitán. —Mi sobrino y mi cuñado hablaban de una idea interesante esta mañana, estoy seguro de que, si trabaja con la asociación de mujeres, podrían lograr algo digno.
—¿Una idea interesante?
—Muérdago —comentó Byakuya con indiferencia, volviendo la atención a los papeles —, mi sobrino sabrá darle los detalles. Aunque, en lo personal me parece una idea invasiva, podría dar pie a nuevos comienzos.
Byakuya miró a Asami, un destello cruzó sus ojos, y la palabra muérdago se grabó en su memoria, algo había en los ojos del capitán que le hicieron a la chica saber que de verdad necesitaba conocer el significado de aquella palabra.
Asintió una vez y dejó la oficina con pasos dignos y poderosos.
Al volver a su división se encontró con Tōshirō mirando a Yoshio con el entrecejo fruncido, como si lo estuviera regañando por algo.
—¿Qué pasa?
—Yoshio quiere poner muérdago en la fiesta.
.
Asami llegó a la casa y sonrió ampliamente ante el aroma del pan en el horno, adoraba los postres de su hermana, pero esa tarde parecían más dulces, más suaves, más sabrosos.
Encontró a Hanako en la cocina, con el mandil y el rostro cubiertos de harina, decorando hábilmente algunos cupcakes con la manga mientras Saya terminaba de agregar la fruta a la olla del ponche.
—¿Ayudo con algo antes de irme? —quiso saber la más pequeña mientras se dirigía hacia los percheros en busca de su mandil.
—Sí, espera cielo —pidió Hanako con el entrecejo fruncido mientras terminaba con las decoraciones de aquel postre.
La mayor levantó la mirada en dirección a su hermana y sonrió al verla olfatear el aire en torno al horno.
—Tu pan de naranja es casi tan bueno como las galletas con chispas que preparas —aduló Asami divertida mientras Saya se acercaba.
—¿Cuál es el plan? —quiso saber la hermana de en medio, alternando miradas con ambas.
—Bueno —comenzó Asami paseando la mirada por la zona de desastre en que se había convertido la cocina, harina por todas partes, trastes sucios aquí y allá, restos del betún y de los utensilios que conservaban lo último de mezclas y masas —, Yoshio quería que le ayudara a colgar el muérdago en la mansión, más esferas, poner la escarcha y demás, pero quería saber si puedo hacer algo por acá sin... —dedicó una última mirada escéptica a todo el desastre natural a su alrededor, y terminó su frase arrastrando las palabras, tratando de sonar diplomática, pero fallando un poco al final —arriesgar mi atuendo.
—Tenemos esto bajo control —comentó Saya divertida, limpiando un tazón con los dedos y comiéndose lo último de masa en el fondo —, además, seguro estás ansiosa por colgar todos tus adornos y demás.
—Por favor, no hagan lo del muérdago —exclamó Hanako mientras se dirigía al lavabo a limpiar sus manos, divertida por aquello.
—¿Ya lo sabes?
—Todos en el Gotei hablan de ello, sólo de ello.
—¿Qué cosa? —inquirió Saya confundida, mirando a sus hermanas mientras terminaba de limpiar el tazón.
—Lo del muérdago —soltó Asami —, colgar ramilletes de muérdago en algunos lugares para que, si dos personas coinciden, tengan un motivo para besarse.
Saya se atragantó con su propia saliva ante aquello, ¿besarse?
—¿A quién se le ocurrió? —espetó la soldado sintiendo la garganta rasparle con cada palabra.
—A Yoshio, creo —murmuró Asami en respuesta, regresando el mandil a su lugar antes de besar una mejilla de Hanako con cuidado, desde lejos, no quería ensuciarse.
—Espera —pidió Hanako alcanzando a Asami en la puerta y haciendo algún ademán para que se alejara de ella.
—¿Espero o me voy? —inquirió Asami confundida, cada vez más y más confundida mientras Saya las seguía guardando las distancias, con una sonrisa radiante al saber lo que se avecinaba.
—Espera a que te dé tu regalo de navidad y luego te vas —soltó Hanako rebuscando entre sus pertenencias.
Volvió sobre sus pasos sosteniendo una caja en sus manos, delgada y cuadrada, Asami la miró con curiosidad y la recibió mirando a Hanako con la interrogante en la mirada.
—¿Qué es?
—Para averiguarlo, tendrás que abrirlo.
Asami sonrió levantando la tapa y se quedó sin aliento un momento, aquello era exquisito.
Flores del infierno.
Asami levantó uno de los pendientes y admiró los destellos rojizos de aquellas joyas engarzadas sobre sí mismas.
—¡Son hermosos! —exclamó Asami poniéndose los aretes en el momento, corriendo al espejo más cercano y admirando cómo las joyas resplandecían y capturaban los destellos de la tarde, de los últimos vestigios de luz al ocaso.
Le tomó por sorpresa encarar a su hermana y percatarse de que Hanako tenía lágrimas en los ojos, pero sonreía con orgullo.
—¿Qué pasa? —inquirió Asami al ver a Saya suspirar y tallarse un ojo bruscamente antes de volver a la cocina.
—Vete a la mansión —pidió Hanako limpiando sus mejillas y besando la frente de su hermana en un gesto fugaz —, más tarde te lo explico.
—Qué raras son —se quejó la menor girando sobre sí misma, sin percatarse de que Saya se había asomado a la puerta para verla partir —, las veré en un rato entonces —alcanzó a decir antes de calzarse el abrigo y salir con Hogo dando saltitos a su alrededor, estrenando el chaleco que Yumichika le había obsequiado para consentir a las hermanas.
Saya se recargó el hombro contra su hermana, obligándola a buscar otro punto de equilibrio y soltar una risa discreta.
—¿Le dirás que es de tu colección?
Hanako suspiró. Su colección...
—Tal vez —concedió dando un caderazo y avanzando a la cocina mientras Saya daba un traspié.
Sabía perfectamente a qué se refería Saya al decir aquello. La colección de Hanako eran las joyas de su madre, todas las cosas que Kyōraku había recuperado de la casa de las niñas, y la mayor había recibido aquello como el mejor regalo que el comandante actual había podido hacer por ella.
Desde que las había recibido, había separado algunas de las joyas en cofrecitos diferentes, sabiendo que no le pertenecían, o al menos no todas, algunas para Saya, otras para Asami, y ya se las iría entregando conforme las niñas fueran creciendo.
—Ahora, vamos a arreglarte a ti —canturreó Hanako divertida, viendo las fachas de su hermana y de las propias.
—¿A mí?
.
Asami se encontró con Tōshirō en el camino, el albino la esperaba recargado en una pared, todavía portando el uniforme, cuestión que confundió a la joven.
—¿Pasa algo? —quiso saber mientras se acercaba, llamando la atención del peliblanco y haciéndole sonreír dulcemente al verla ahí, envuelta en su vestido y en su abrigo, en la bufanda, en los guantes, y percatándose del destello en el cabello.
—No me canso de decirlo —murmuró el capitán acercándose a Asami hasta depositar un beso suave en sus labios, acariciándole el rostro con manos frías. —Estás hermosa. Siempre lo eres, pero hoy te ves radiante.
—Gracias, Tōshirō —respondió con un leve rubor en las mejillas, volviendo el rostro como reflejo antes de escrutarle con la mirada. —De verdad, ¿todo bien?
—Sí —murmuró pensativo, bajando la mirada hacia su uniforme. —Tengo algo que hacer antes de ir a la fiesta, me olvidé por completo y no puedo postergarlo más. ¿Está bien si te dejo llegar sola?
Asami lo pensó un momento, él sabía cuán importante era para ella y para Yoshio aquella fiesta esa noche, así que, si de verdad le estaba preguntando aquello, debía ser importante.
—Descuida —murmuró con una sonrisa mientras se tomaban de la mano y comenzaban a caminar rumbo a la mansión. —De todos modos, todavía nos falta colgar el muérdago.
—No puedo esperar —soltó sonriendo ampliamente, consiguiendo que la chica se sonrojara, divertida ante la seguridad que comenzaba a mostrar aquel shinigami cuando se quedaban solos.
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No, claro que estaba molesta, si Asami odiaba usar vestidos, los sentimientos de Saya al respecto eran diez veces peores, y Hanako lo sabía, pero eso no había impedido que le hiciera usar un vestido.
Ahora el cabello de Saya caía a su alrededor, Hanako no había hecho nada para tratar de arreglarlo, sólo lo había alisado un poco con las manos, pero algo había ocurrido esa noche que ahora parecía más elegante, estilizada, parecía como si lo hubiese peinado en serio con algo más que sólo el calor de su reiatsu.
—¿Por qué debo usar vestido? —refunfuñó Saya por enésima vez mientras Hanako seguía peinando los cabellos de su hermana con parsimonia, sonriendo ampliamente.
—Porque es una fiesta importante —concedió la mayor mientras se asomaba para ver mejor el rostro de su hermana. —Será en casa de la capitana y es lo menos que podemos hacer para agradecer su hospitalidad.
—Hanako —llamó Saya girando sobre su asiento, recargando el codo en el respaldo y mirando a la mayor con reproche —, llevas tus mejores postres, hiciste una infusión especial para esta noche y preparamos ponche. Eso me exenta de usar un vestido.
—No, no lo hace —remató la mayor antes de agacharse sobre su hermana con el labial rojo en las manos y tomarle las mejillas con fuerza —, ahora, para la trompa.
Saya ni siquiera intentó resistirse, se dejó maquillar la boca y enchinar las pestañas, acomodar los mechones alrededor del rostro y refunfuñó cuando su hermana la hizo levantarse.
—Cierra los ojos —pidió la mayor antes de darse la vuelta y volver con una caja en sus manos.
—¿Por qué? De todos modos está envuelto —soltó percatándose de que su hermana tenía también un regalo para ella, no sólo para Asami.
Saya pasó saliva con dificultad al ver la cazadora de cuero negro que descansaba entre el papel picado de colores verde, rojo y blanco. No dudó antes de tirar la caja al suelo y calzarse la chamarra en ese momento, corriendo frente al espejo y haciendo reír a Hanako, que levantó el desastre mientras calmaba las carcajadas.
La menor se miraba en el espejo cuando llamaron a la puerta, no pudo evitar dedicarle una mirada de confusión a su hermana.
—Cierto, pedí apoyo para llevar las cosas a la mansión. La olla del ponche —en número con aires distraídos —, la nata de leche, el pan de naranja y el sake. Creo que es todo, ¿Podrías abrir mientras me arreglo? —Pidió ante la insistencia, mostrando su kimono sencillo, ella todavía no se cambiaba de ropa.
—Seguro, pero sólo por la chaqueta —condicionó antes de lanzar los brazos alrededor del cuello de Hanako y hacer shunpo para bajar las escaleras.
Saya habría esperado ver a alguno de los sirvientes de la mansión, con sus uniformes aburridos y secos. No, nunca vio la sonrisa pícara que compuso la mayor antes de darse la vuelta y dirigirse a su closet.
Decir que tenía la mandíbula por los suelos era poco. Renji miraba a Saya de arriba abajo con los ojos abiertos de par en par, se había quedado sin aliento en un santiamén.
—¿Qué miras? —murmuró Saya incómoda, pasando un mechón de cabello por detrás de su oreja y volviendo un poco el rostro.
¿Que qué miraba?
Saya llevaba un vestido negro de manga larga, aunque eso no importaba mucho puesto que las mangas iban ocultas bajo la cazadora. Toda la falda era de terciopelo verde y bordados dorados, el cuello en ojal dejaba a la vista las clavículas de la soldado, realzando sutilmente lo marcado que tenía aquellos huesos. La falda era corta, llegaba por la mitad de su muslo, pero Hanako le había hecho ponerse leggins color gris oscuro para que la protegiera del frío, botas de baqueta estilo militar.
Renji no salía de la sorpresa.
—Hermosa —murmuró, fue lo único que pudo articular, consiguiendo llamar la atención de Saya.
Y la chica reparó en la vestimenta del shinigami. Pantalón de mezclilla, muy informal, botas militares, camisa negra de manga larga con los primeros botones abiertos, una chaqueta de cuero negro sobre el hombro y el cabello cayendo a su alrededor como un halo en lugar de llevar su habitual coleta alta, y la vestimenta podría ser muy sencilla, pero combinada con la expresión de adoración que ahora tenía él, Saya no pudo evitar corresponder.
—Cielos Abarai —musitó con un hilo de voz —, esta noche incluso tú te ves bien…
Aunque su expresión pretendió ser un halago, la chica no supo cómo más continuar aquella conversación y optó por darse la vuelta y entrar a la casa, sin invitaciones para el pobre hombre, seguida torpemente por Renji, que no perdió oportunidad de echarle un vistazo completo a la joven.
Pasó saliva con dificultad cuando Saya se agachó para sacar el pan del horno, no pudo evitar el sonrojo, tal vez eso lo delató, y la chica abrió los ojos cuando descubrió a Renji escrutándola de pies a cabeza, prendado de cada uno de los detalles de su imagen.
—De verdad hermosa —tartamudeó cuando sus ojos encontraron los de Saya.
La soldado tenía una expresión encantadora, a Renji le habría encantado poder articular aquello, externar el hecho de que Saya le parecía encantadora en ese momento, con los ojos muy abiertos por la sorpresa, con los labios desplegados ligeramente, con las mejillas coloreadas en un tono rosa pálido en contraste a su piel.
Había usado la palabra "hermosa", pero no era exactamente lo que habría querido expresar, habría querido decirle que su cabello parecía caer en cascadas de azabache y fuego puro, que sus ojos refulgían como perlas, que aquella imagen meticulosamente diseñada era maravillosa, pero que no opacaba ni lejos su imagen habitual, con sus gestos desgarbados y esa belleza salvaje y natural oculta bajo el maquillaje en las pestañas.
Pero no, no fue capaz de articular más palabra, no fue capaz de añadirle nada a su discurso para adular la belleza fabricada de esa noche, que había logrado resaltar los mejores rasgos de la soldado.
Y Saya tampoco pudo responder, se dio la vuelta, abrumada por todo lo que la mirada de Renji comunicaba en ese instante, porque a pesar de que él teniente no pudo articular más, Saya sí que pudo ver la admiración en los ojos de aquel hombre, negándose a creer que hubiese un cariño especial en sus gestos.
Y ella misma no sabía cómo tomar los pensamientos que la asaltaron, desprevenida, no pudo detener la idea que le impulsaba a levantar la mano hasta enredarla en los cabellos rojizos de aquel hombre; no lo hizo, se contuvo a punto de levantar la mano, pero en sus pensamientos, en los linderos de su mente, en recovecos que parecían olvidados hace tiempo, podía evocar la sensación de tener su cabello entre los dedos, suave y sedoso contra todo pronóstico. Eso sí no pudo evitarlo, imaginarse acariciando los mechones rebeldes de aquel shinigami.
Y en cuanto se dio cuenta de ello, en cuanto soltó el aire al sentirse agobiada por sus propios deseos, se dio la vuelta en dirección a la cocina, tomó la olla grande y la puso en manos del teniente, comenzando a hablar cada vez más rápido, más nerviosa, más sonrojada y luchando con más y más fuerzas contra las ganas de acariciarle el cabello.
—Me dijeron que recogerías esto, mi hermana y yo nos encargaremos de llevar el resto —sus palabras salían atropelladas unas por otras, el teniente apenas pudo entender las incoherencias que aquella soldado farfullaba, así que asintió a todo, viéndose cada vez más cargado y sintiendo que los brazos comenzaban a temblar por el peso. —Estaremos diez minutos antes para poder ayudar a la presentación de los platillos, ni un minuto después. Ahora —finalizó tomando a Renji por los hombros y comenzando a empujarle hacia la puerta —, tengo que ayudar a Hana, adiós.
Cerró dando un portazo tras de sí y recargándose en la madera, deslizándose hacia el piso mientras sentía que el color de sus mejillas remitía lentamente.
Hanako asomó por el rellano de la escalera con una sonrisa radiante.
—¿Se llevaron todo?
—¡Traidora! —gritó Saya antes de correr escaleras arriba para tratar de atrapar a su hermana, mientras Hanako soltaba un grito por la sorpresa y salía disparada a buscar refugio.
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Al final, Hanako y Saya sí se habían ido antes a la mansión Kuchiki para terminar de acomodar los postres, Rukia y Yoshio las habían recibido entusiasmados y la capitana había delatado a su hijo, que había tratado de robar alguno de los postres pero que no había podido eludir la atenta mirada del capitán Kuchiki.
Rukia llevaba un vestido verde esmeralda entallado, podía verse el vientre abultado y Hanako no pudo evitar acariciarle con una sonrisa radiante antes de mirar a su capitana con orgullo.
Saya y Yoshio se perdieron en la casa, el pequeño comenzó a darle un tour a la soldado por el lugar, sabiendo que aquella sería la única oportunidad que Saya tendría para conocer el terreno enemigo y poder molestar a Renji si es que la situación lo ameritaba. Además, quería molestar a Asami con el tema de la fiesta en la casa de su capitán favorito (no, no quería ayudar a Hanako a montar los platos de postres, no quería quedarse bajo la atenta mirada de la teniente perfeccionista, porque cuando se trataba de montar un plato de forma púlcra y bella, su hermana mayor podía llegar a ponerse realmente insoportable, que Rukia lidiara con ella.
—Es demasiado trabajo para una sola persona —murmuró Rukia cuando Hanako la empujó gentilmente por los hombros hasta hacerla sentarse y sonreírle de nuevo.
—No, no lo es, y tú debes descansar, si te quieres quedar a hacerme compañía, entonces hazlo ahí sentadita y que sean Yoshio y Asami los que reciban a los invitados, después de todo, ellos son los anfitriones de esta fiesta.
—Vamos a llegar tarde —soltó Rukia divertida cuando Hanako puso un cupcake a su lado, en una servilleta, adornado con azúcar glas y chispas de colores.
—Por ahí escuché una vez que una reina nunca llega tarde, los invitados son los que se adelantan. Yo vengo acompañando a la reina de la casa, así que tarde no estamos.
Rukia rompió en carcajadas asintiendo una vez antes de conceder una victoria.
—Me pareció escuchar reír a mi hermana —dijo Byakuya entrando a la cocina y enarcando una ceja con aquel gesto sarcástico que le caracterizaba, pero, si iba a añadir algo más, Hanako no lo sabría nunca.
La chica giró sobre sí misma ante el silencio y sonrió fascinada al ver el traje formal que el noble portaba, el saco negro, el chaleco gris, los zapatos lustrados, el cabello recogido por un costado y la corbata, deshecha sobre sus hombros.
—Teniente, luce radiante esta noche —murmuró fascinado el noble acercándose unos pasos a Hanako, tomándole una mano y haciéndola dar una vuelta.
El vestido se levantó con elegancia ante el giro, Hanako había doblado una rodilla apuntando el pie y hecho equilibrio en la otra pierna, una postura de baile demasiado ensayada como para salir de otro modo.
Byakuya retrocedió sin soltarle, admirando la figura de Hanako. Su muñeca izquierda eternamente adornada por una peonia blanca. El vestido blanco halter tenía todo el corte vintage, ceñido en el torso hasta la cintura y luego la falda circular que se esponjaba sobre las piernas de Hanako, podría haberla comparado con una campanilla. En el pecho llevaba un adorno de color rosa pálido que simulaba ser un moño envolviendo su busto, la falda parecía ir cruzada, pero el corte esgado revelaba que llevaba un fondo en la misma tonalidad que el adorno alto, y algo de tul para mantener la falda todavía más esponjada, zapatos rosa pálido de tacón bajo, perfectamente combinados con el vestido y el cabello peinado a manera de flequillo sobre el lado derecho de su rostro, enmarcando sus facciones, pero sostenido en un moño desorganizado que entremezclaba el rosa y el negro de formas encantadoras y elegantes, revelando el tatuaje de glicinas que nacía con su cabello y bajaba por su nuca hasta caer por encima de los omóplatos.
—Parece que hice una buena elección en el color —dijo tomando su propia corbata con la mano libre, rosa sakura —, pero, me preguntaba si... —hizo una pausa significativa, mirando a la chica con los ojos entrecerrados.
La chica rio un poco antes de acercarse un paso al noble y asentir, tomando los bordes de la corbata y mirando el pecho de aquel hombre.
—Debato —confesó ella.
—Confío en su buen juicio.
—Un nudo español sería elegante y sofisticado, pero el nudo eldredge es más... despampanante.
—Ahora sí estoy sorprendido, teniente —confesó el noble con el entrecejo fruncido mientras las manos de Hanako se movían diestras sobre la tela y ella se sonrojaba ligeramente.
—Mi padre adoraba las corbatas —admitió sintiéndose incapaz de mirar a su amigo a los ojos mientras hablaba de aquello, terminando el nudo y acomodando la corbata por dentro del chaleco con movimientos respetuosos, buscando el menor contacto posible. —Y mi madre adoraba hacerle el nudo.
La mano de Byakuya le tomó el mentón a la chica, haciéndole levantar la mirada con un gesto suave. Su rostro era sereno, no traslucía nada, esa máscara de hierro que había llevado desde siempre, pero sus ojos eran suaves.
No hubo más intercambios de palabras, no hubo agradecimientos, simplemente el noble dándole el costado a Hanako y ofreciéndole el brazo para caminar hacia la fiesta, escuchando ya el bullicio de los invitados.
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La mayoría de los shinigamis habían estado evitando a toda costa quedarse más tiempo del necesario en los marcos de las puertas al percatarse de los ramilletes colgados. Sólo Ikkaku y Yumichika habían hecho por frenar en uno de esos espacios sin darse cuenta de por qué la gente los miraba soltando risitas y comentarios al respecto.
Al final Yumichika había abrazado a Ikkaku por los hombros antes de besarle la sien y exclamar:
—¡Y por qué no habría de dar un beso a quien me acompaña desde que tengo memoria!
Pero el tema no había trascendido más.
El salón del piano se había llenado, la música sonaba en las bocinas con fuerza, Asami había robado el reproductor de Saya y ahora entre las dos ponían música con la que los shinigamis bailaban y se movían por todo el espacio.
Sería sencillo perderse, una marea de cuerpos moviéndose de un lado a otro mientras los ritmos se apoderaban lentamente de ellos sin dejar espacio para la cordura o la vergüenza.
Se terminó otra pieza y la gente soltó algunas risas por la pausa de unos segundos, tiempo suficiente para dedicarse entre ellos miradas tímidas y risas nerviosas, y entonces, Shūhei avanzó hasta Asami con una sonrisa pícara.
—¿Es cierto que la teniente demonio te enseñó a bailar?
—No le digas así —espetó la chica frunciendo el entrecejo —, así no harás ningún punto bueno.
—No quiero hacer puntos buenos, quiero ver si es cierto que tu hermana te enseñó a bailar.
—Por supuesto que lo hice —soltó Hanako a espaldas de Shūhei, llamando la atención de todos en la sala.
Byakuya y Renji, que habían estado ocultos en la cocina durante la última hora para evadir el ruido y a Saya respectivamente, asomaron al salón del piano al escuchar tanto silencio, el pelirrojo sonrió divertido al ver a las hermanas en torno a Shūhei, preguntándose ahora en qué embrollo se había metido su amigo con las Yamamoto.
—Pues yo sólo la he visto moverse torpe de un lado a otro —se burló el moreno metiendo las manos en los bolsillos, sonriendo de medio lado con los ojos entrecerrados, arrastrando ligeramente la voz.
Hanako soltó un suspiro cansado y sonrió.
—Danos algo —pidió sin mirar a Saya, pero la soldado sonrió buscando alguna canción, tenía algo perfecto para sus hermanas. —Y tú sígueme —dijo dulcemente para Asami antes de avanzar hasta el centro de la sala.
(Something wild – Lindsey Stirling)
Tōshirō se acercó también a la habitación y sonrió al ver a las hermanas de pie al centro, separadas por un metro de distancia, Asami un paso atrás de Hanako, preparada para seguirla.
—¿Qué tienes en mente? —quiso saber la menor con un gesto de curiosidad.
—No tengo nada en mente —admitió la teniente sonriendo ampliamente mientras encaraba a su hermana y le abría los brazos como invitándola a bailar.
Asami sonrió de medio lado negando con la cabeza, permitiendo que Hanako le sujetara una mano y la espalda, adoptando una postura erguida mientras iniciaba la voz de la melodía y ellas se preparaban para la demostración.
Las chicas se movieron de lado, Hanako dio pasos largos que Asami siguió sin ninguna dificultad, un giro sencillo antes de cambiar de dirección mientras los shinigamis iban ampliando lentamente el círculo alrededor de ellas, acomodándose mejor para ver. Y conforme fueron teniendo más espacio, sus movimientos se volvieron más amplios, círculos perfectos que hacían que los volados de sus vestidos se levantaran a su alrededor con un aura dulce y misteriosa.
Al principio, Asami no había podido evitar sentir las mejillas encendidas en un tono rosa, claro que le daba pena, tal vez no la parte de bailar un vals con su hermana, pero definitivamente sí bailar frente a todas esas personas. Al final era Hanako la de la vida social, no ella, así que agradeció las sonrisas sencillas que su hermana mayor le dedicó para infundirle valor ahora que había sentido que perdía los pasos.
Hanako soltó a su hermana para hacer algunos giros de pirouette cuando la música evolucionó, y aunque Asami sonrió aplaudiendo al ritmo de la música, inspirando a otros shinigamis a hacer lo mismo, al final le sorprendió que Hanako extendiera una mano hacia ella como invitándola a hacer ella su propio solo.
Sí, Asami sonrió ampliamente mientras permitía que su cuerpo tomara las riendas del asunto, giró sobre sí misma levantando los brazos con elegancia, dio un saltito de lado al terminar el giro y tomó los bordes de su vestido, yendo y viniendo por todo el espacio.
Hanako sonrió asintiendo una vez al percatarse de que no tenía más por hacer. Asami había tomado las riendas de la situación.
La menor de las tres dio algunos aplausos al ritmo de la música, golpeando el piso con talón y punta antes de caminar a saltitos y de regreso, primero un pie y luego el otro. Talón, punta y dos traspiés. Talón punta y dos traspiés mientras sus manos hacían que el vestido fuera y viniera con elegancia.
Y entonces recordó un vals que había visto mucho tiempo atrás.
—¡Laendler! —pidió Asami frenando en seco, extendiendo una mano hacia su hermana mayor. —Por favor, sé que lo recuerdas. Es de una película, es un vals hermoso.
(Laendler – Irwin Kostal)
—Sí, lo es —concedió Hanako divertida, negando con la cabeza.
—Por favor —volvió a pedir Asami extendiendo una mano hacia su hermana mayor.
La última vez que habían bailado, juntas, sólo para divertirse, eran apenas unas niñas y Hanako había iniciado a entrenar su bankai en serio. Había pasado casi un siglo de ello, así que, cuando la mayor levantó la mirada en dirección de su soldado para pedir apoyo, lo único que encontró fue la mirada suplicante de Saya.
Cuántas veces no habían ensayado los pasos de aquella pieza dulce y agraciada hasta conseguir la perfección.
Hanako suspiró avanzando hacia Asami, consiguiendo que Saya soltara un grito ahogado, una celebración personal.
Hanako extendió el brazo y sonrió cuando Asami se alejó de ella sin soltar sus manos, avanzaron por todo el espacio disponible: un dos tres, un dos tres, un dos tres, pasos cortos antes de frenar frente a frente y tomarse de las dos manos, luego un paso largo y un saltito, un paso largo y un saltito, un giro cada una y sonreírse la una a la otra.
Ahora sí tenían la atención de todos. Hanako tomó la mano de Asami y le sonrió llevando la mano disponible a la espalda, irguiendo la postura y comenzando a caminar con pasos elegantes mientras Asami giraba en su sitio.
Y entonces, mientras las chicas llegaban al extremo de la habitación, la sorpresa de la noche.
Alto, gallardo, con un pantalón de vestir gris oscuro, el saco abierto sobre su pecho, la camisa celeste impecable y la corbata sin hace, Tōshirō se acercó hasta ellas en su forma adulta, sonriendo con tal orgullo al ver así a su novia, que los murmullos se apagaron a su paso. Habiéndoselo propuesto, el capitán había logrado opacar la noche y arrancar varios suspiros a los presentes.
—Perdón —dijo con voz seductora, interrumpiendo a las hermanas —, pero me encantaría pedirle a esta encantadora damisela que me concediera una pieza.
—Gracias —se adelantó Hanako al darse cuenta de que Asami miraba con embeleso a su novio, sorprendida de verle en aquella figura de la que se había encariñado hacía tiempo, con el cuello bien estirado para no perder detalle —, me encantaría, pero creo que lo adecuado es que mi hermana baile con usted, capitán. Con su permiso.
—P-p-pero Hana...
—Ahora —comentó Tōshirō mientras tomaba a Asami entre sus brazos y sonreía de medio lado, hablándole al oído con dulzura y diversión. —Más vale que me guíes, porque no tengo idea de cómo se hace esto.
Asami sonrió enternecida y suspiró, asintiendo para sí misma.
—Déjalo en mis manos —murmuró mirando a los ojos a su enamorado mientras asentía una vez.
Iniciaron con pasos cortos moviéndose al ritmo del "un dos tres", desplazándose un poco, formando un círculo con los pies mientras la música seguía con sus ritmos y cadencias, y el capitán se acostumbraba a los movimientos.
Asami era diestra bailando, no era un secreto que había aprendido ballet de su hermana, pero un vals era una cosa distinta, así que, en cuanto comprendió como se hacía aquello, Tōshirō tomó el control de la danza y comenzó a dar pasos más largos, girando con Asami entre sus brazos, sonriendo enamorado mientras la sonrisa de la chica también se ensanchaba.
Hicieron una pausa, Asami volvió el rostro a un costado en una pose clásica, apuntando un pie lejos de su cuerpo mientras su mano entrelazada con la de Tōshirō se levantaba en el aire, y entonces ella se soltó alejándose un poco del capitán.
Asami tomó los bordes de su falda, tirando de ella con elegancia mientras daba algunos pasitos formando medio círculo frente a Tōshirō, un coqueteo diplomático y sutil que culminó con una sonrisa radiante. Y el capitán la imitó, llevó una mano a la espalda, llevó la otra mano cruzada sobre su pecho e imitó el mismo un dos tres de Asami, pero haciendo medio círculo tras ella sonriéndole con gallardía.
Se encararon de nuevo y fue el turno de Tōshirō para tomar la mano de Asami, alzándola alto hacia el techo y caminando con pasos cortos mientras la chica giraba sobre sí misma con tal gracia que su falda parecía de tul y sus pasos lucían ingrávidos.
Recorrieron una vuelta al espacio haciendo aquello antes de volver a encararse.
Entrelazaron sus manos, la derecha con la derecha, la izquierda con la izquierda formando un ocho con los brazos. Un paso atrás, un paso al frente, una vuelta sin soltarse las manos, mirándose a los ojos enamorados y embelesados. Y de nuevo, un paso atrás, un paso al frente y un giro. De pronto ya no estaban en una fiesta navideña celebrada en la mansión Kuchiki, sino en su propia nube de ensoñación.
Se pusieron frente a frente, tomándose de las manos, con los brazos bien extendidos antes de mirar a un costado y girar el cuerpo, un brazo de Tōshirō se asió a la espalda de Asami con fuerza, la otra mano la colocó en la espalda mientras Asami tomaba el borde de su falda, y ambos avanzaron con el pie interno, talón, punta, punta, dos pasos y luego girar sobre sí mismos para abrazarse por el otro lado.
Dios, ¿en qué momento había Tōshirō aprendido a bailar? Porque justo ahora había tomado el liderazgo de la canción y se movía con la destreza que sólo se logra con los años. O tal vez no era así, tal vez era Asami la que estaba bailando y había tal sincronía entre ellos dos que, simplemente, podían compaginarse a la perfección.
No era sólo el baile, había complicidad y cadencia en sus movimientos, el reflejo perfecto de todos los entrenamientos que habían hecho juntos durante la estadía de Asami en la décima división. Los besos compartidos, las miradas dedicadas de soslayo. Todo aquello reflejado en la forma armónica en la que ambos muchachos cambiaban de dirección a placer en un vals improvisado. Porque hacía mucho tiempo que Asami se había olvidado de la coreografía original y se había dedicado a improvisar con su enamorado sin percatarse de que Saya había repetido la canción por tercera vez.
La gente los miraba y soltaba suspiros, perdiéndose en la ensoñación de la pareja, sintiendo tal suavidad en el ambiente que, incluso, podían percibir la tibieza sobre la piel. Lucían tan enamorados...
Los últimos acordes llegaron por fin, Asami reconoció el cierre de la canción, el ritmo y la cadencia se volvieron lentos, y Tōshirō lo notó, no en la música, jamás en la música. Vio la decepción en los ojos de Asami, que no habría querido dejar de bailar con su novio en toda la noche, pero sabía que debían poner fin a su interpretación y salir del foco de atención.
Y conforme la música se fue agotando, ellos dos ralentizaron su marcha, al final se soltaron las manos, Asami tomó los bordes de su falda. Tōshirō llevó una mano al pecho y una a la espalda, y ambos hicieron una reverencia, el capitán doblándose sobre sí mismo, su subordinada doblando la rodilla y extendiendo una pierna hacia atrás mientras inclinaba un poco la cabeza.
Y los aplausos de todos los hicieron volver a su realidad de golpe. Ambos se miraron con las mejillas sonrosadas antes de que Asami saltara a los brazos del capitán y le besara la comisura de la boca.
La joven acercó sus labios al oído del albino y sonrió con más ganas, luchando contra las ganas de llorar.
—Gracias, Tōshirō.
—Es mi placer hacerte feliz —respondió el albino cerrando los brazos con fuerza en torno a la espalda de su novia antes de besarle la sien y sonreírle.
Miraron a los invitados sonriendo, apenados, mientras recibían el aplauso que no alcanzaba para agradecer la demostración tan intensa y hermosa que había dado aquel par con su danza improvisada. De pronto tanta atención se volvió incómoda, así que el capitán sonrió viendo a Byakuya asentir entre la multitud.
—No puedo ser el único que baile —comentó el capitán Hitsugaya mirando a Hanako. —Y tú no terminaste tu presentación.
—Ay no —soltó la chica divertida, llevándose una mano al pecho —, no podría, bailar con usted después de ver una demostración tan hermosa e impresionante, no, no le haría justicia a su danza. Y el vals no es lo mío.
—Tal vez otra pareja de baile, ¿Shūhei? —sugirió el peliblanco, sabiendo que su novia trataba de hacer que aquel par coincidiera en algo más.
—No —soltó el moreno recargando un brazo en la pared —, estoy demasiado alcoholizado como para dar tantas vueltas, no quiero arruinar el vestido de Hanako. Luce hermosa esta noche.
—¿Escuché bien, teniente? —irrumpió Byakuya acercándose a ellos con una vela en la mano —¿El vals no es lo suyo? —aclaró al ver la confusión en los ojos de Shūhei, preguntándose si el capitán lo había cuestionado a él.
Hanako pasó saliva con dificultad al ver la intensidad en la mirada de su amigo y sonrió con diplomacia al percatarse de que todas las miradas estaban fijas en ellos.
—No, prefiero otro tipo de danzas.
—De verdad estoy sorprendido, siendo usted una bailarina de ballet tan diestra y manejando tantos pasos, me imaginaba que podría seguir con facilidad seis pasos básicos con sus respectivos... arreglos. Aunque, con el compañero adecuado, estoy seguro de que podría bailar un vals sin apagar una vela.
—¿Sin apagar...? —Repitió Hanako confundida.
—Algo me dice que te asusta el noble —canturreó Saya divertida, codeando a Hanako con una sonrisa ladina y socarrona, sin imaginarse que no estaba tan alejada de la verdad, Hanako apenas pudo manotear para tratar de quitarse a Saya de encima.
—El vals —dijo Byakuya en voz alta, caminando un poco entre el espacio disponible —, debe bailarse con vigor y energía, justo como demostraron el capitán Hitsugaya y su novia, la oficial Yamamoto, pero debe ser lo suficientemente suave y dulce como para que una vela se mantenga encendida en la mano de quien guía al final de la pieza. Apuesto —añadió mirando a Saya con una ceja alzada y tal sarcasmo que una vena se saltó en la frente de la soldado —, que usted no cuenta con la fiereza necesaria para lograr tal tarea.
—¿Y qué vamos a apostar, capitán? —murmuró entre dientes la soldado, avanzando medio paso, ignorante de que aquel desafío había sido una estrategia por parte del noble para vengar a su protegida por las burlas de Saya.
—Teniente —llamó Byakuya con voz suave, concediéndole a Hanako el placer de poner precio.
—El papeleo de un mes.
—Me parece bien —soltó Saya divertida. —Si bailas con el capitán y su vela se apaga, tú harás mi papeleo.
—Ahora —soltó Byakuya alzando la mano libre, haciendo una seña para pedir a su teniente que se acercara, el pobre llevaba otra vela en las manos y se la entregó a su capitán, confundido —, no sería interesante si sólo su hermana baila, teniendo en cuenta que es una apuesta. Y es a usted a quien estoy desafiando, no a su hermana.
Saya recibió la segunda vela en las manos y miró la cera confundida. ¿La haría bailar sola?
—Abarai —llamó Byakuya cuando su amigo se retiraba a pasos sigilosos, suplicando salir invicto de aquello, consiguiendo que teniente y soldado se irguieran en su sitio con las mejillas coloreadas —, ¿dejaría abajo a su amiga en esto?
—P-p-pero yo... Taichō, yo... Yo no sé bailar un vals.
—Es sencillo, ya vio al capitán Hitsugaya, pasos largos al ritmo de la pieza mientras se cuentan tres tiempos. ¿Tiene miedo? —dijo al final, con el entrecejo fruncido. —Entiendo que la soldado Yamamoto impone, pero...
—¡Yo no le tengo miedo a Saya! —exclamó Renji arrebatando la vela a la soldado y encarándola con el entrecejo fruncido, apagando sin querer la llama tímida con aquel gesto brusco.
—Entonces está decidido —sentenció el noble encendiendo la vela de Renji con la propia. ¿Bailamos? —dijo al final, volviendo a extender una mano hacia Hanako, haciéndole pasar saliva con dificultad.
La teniente vio la mano del capitán y asintió, dudosa todavía mientras posaba sus dedos suavemente sobre la palma de Byakuya en un gesto tímido y dulce.
El capitán la guio hasta el otro lado del salón mientras Asami buscaba algún vals en las listas de su hermana, sonriendo divertida ante la situación en la que las dos mayores estaban metidas justo ahora.
No, no le hacía ni la más mínima gracia que Shūhei hubiese perdido aquella oportunidad, pero era cierto que le veía tambalearse desde tiempo atrás, así que negó con la cabeza y suspiró levantando la vista en dirección a Saya, esperando indicaciones.
—Respira —pidió Byakuya acomodando la vela entre su mano y la de Hanako mientras pasaba su brazo por debajo del de la joven, colocando la palma abierta respetuosamente entre sus omóplatos, arrancándole un escalofrío a la chica, que colocaba delicadamente su mano sobre el hombro de Byakuya, levantaba el codo y estiraba el cuello.
La música inició con el vaivén de los violines, marcando el ritmo, y comenzó el baile.
(Valse sur une berceuse anglaise – Crimson Peak)
Aunque el arranque de Saya y Renji fue ligeramente torpe y generó alguna risa discreta por aquello, pronto la atención se centró en el capitán y la teniente, que se movían con gracia, a punto de alcanzar a sus adversarios en el medio círculo.
Saya ahogó un grito y rompió la postura de baile antes de golpear el hombro de Renji y abrir espacio para que su hermana pasara.
—¡Me quemaste! —exclamó mostrando la cera en su piel, el enrojecimiento.
—Perdón, yo... —dijo torpemente Renji.
Se habría esperado algún otro reclamo, pero contempló la expresión de Saya y volvió la vista hacia la pista de baile en que el salón del piano se había convertido.
Byakuya y Hanako daban zancadas largas al ritmo de la música, girando en un círculo que casi alcanzaba a tocar a los otros shinigamis, un movimiento tan controlado que no habría logrado conseguir un accidente.
No, este vals no tenía evoluciones complicadas ni pasos que se repitieran con variaciones sencillas pero elegantes, aquella danza era un vals vienés en el que los pasos se daban largos en las puntas de los pies, mientras los brazos de ambos iban bajando y subiendo mientras el capitán inclinaba a Hanako hacia el costado cada tres evoluciones, haciéndola girar la cabeza, reclinándose hacia atrás y haciendo que los movimientos parecieran más largos y veloces.
Saya no podía distinguir si la vela de su hermana se había apagado, pero se quedó pasmada al ver la sonrisa dulce que la teniente dedicaba al noble, cargada de ilusión y ensueño. El rostro de Byakuya iba sereno, ese estoicismo que la tenía cansada, pero en sus ojos parecía brillar algo más.
Y no fue la única que lo notó.
Asami también se percató de aquel brillo en los ojos de ambos y no pudo evitar cruzarse de brazos, todavía más molesta.
Miró el reproductor y, presa de un impulso que no supo contener, presionó el botón para cambiar la canción.
Todos soltaron exclamaciones de sorpresa al percatarse de que la vela se mantenía encendida, Saya y Renji abrieron los ojos, pasmados ante aquello, puesto que casi estaban seguros de que se había apagado en algún momento.
(Dance with the dragon – Dark Sarah)
Se alejaron el uno del otro, con el brazo que sostenía la vela bien extendido ante el cambio abrupto. Hanako y Byakuya se detuvieron al escuchar el piano, aquellos acordes tan característicos del tango, rompiendo con la cadencia del vals.
I know why you're here
Don't try to escape my dear
Byakuya soltó la mano de Hanako, apagando la vela y extendiéndola hacia el costado mientras su mirada chocaba contra la de la chica.
Renji entendió la indicación y corrió a tomar la vela de la mano de su capitán mientras, por segunda ocasión esa noche, Byakuya extendía la mano hacia Hanako.
You've been naughty I know
By trying to steal something of my own
Aquello se sentía diferente, Hanako pasó saliva con dificultad cuando el noble pareció dispuesto a consumirla con la mirada, pero ella aceptó la mano con los golpes de la música.
—Lento —pidió Byakuya con voz contenida, y aunque su expresión era más hermética que nunca, Hanako pudo sentir la intensidad a través de ese contacto suave.
I have no idea, why I have been dragged down here
Don't lie
Dio un paso lento, girando un poco la cadera, arrastrando el pie, trazando medio círculo, y luego otro paso largo, la cadencia de los giros mientras la música parecía consolidarse sobre sí misma.
Nor what you're talking about
And sir there's no reason to shout
And sure there's a reason to shout
I saw the key but didn't steal
You saw the key and tried to steal
Byakuya guio a Hanako hasta encararlo con los golpes de la música, y luego la sostuvo mientras la chica doblaba una rodilla y extendía una pierna hacia atrás, un paso clásico del tango que hizo a todos contener el aliento cuando el pelinegro la obligó a levantarse en un movimiento brusco, contenido, apasionado pero estoico al mismo tiempo.
¿Cómo cabía tanta pasión y tanta frialdad en el mismo espacio?
I see, what do we have here?
What nothing
El noble aprovechó la conversación en la canción para sonreírle a Hanako mientras se acomodaban en una postura.
—¿De verdad quieres hacer esto?
—No —susurró con voz ahogada.
—Entonces ¿por qué seguimos aquí?
Now I know why you're here, you are a mischievous thief
I just can't lie to him
But if you want the key, you need to earn it my dear
He sees right through me, oh
Bugger he just
Byakuya se posicionó de lado a Hanako, la chica hizo lo mismo, uno viendo hacia el frente, la otra viendo hacia atrás, y comenzó la danza, Byakuya avanzando de frente y Hanako de espaldas, un paso arrastrado, otro igual y luego tres pasos rápidos tras los que se enderezaron.
Ahora no había pasos ligeros que apenas y parecían tocar el suelo, ahora cada paso era pesado, arrastrado, con las rodillas dobladas, como si no quisieran terminar con aquello, y como si quisieran evitar el movimiento.
This is how we treat our
Guests who are trying to cheat, you need
To earn it my dear
Took the only ticket I had, I guess I have to
So you will be my rag doll tonight, tonight
See where this leads
At the dragon's ball
Repitieron aquella secuencia a la inversa, fue turno de Hanako para avanzar dos pasos arrastrados, tres pasos rápidos mientras Byakuya retrocedía sin soltar la mirada de su protegida.
Take my all, I surrender, surrender
Look at me and the way I ask for forgiveness, kindness and help
Ambos miraron al frente, tenían todo el espacio para avanzar, así que Hanako dio una patada alta haciendo que su falda se arremolinara con violencia, ambos se agacharon sobre una rodilla en un gesto lento y se levantaron para avanzar cuatro pasos antes de repetir. Los gestos, la respiración, Hanako había tomado la postura de víctima que la canción requería de ella, mientras Byakuya se mantenía frío y distante como siempre y como nunca, pero Hanako sentía que cada mirada que el noble le dedicaba la consumía hasta las entrañas.
Take my all, I surrender, surrender
I will die another day, another way
Byakuya hizo a Hanako arrodillarse de espaldas a él, sosteniéndola con fuerza antes de levantarla al vuelo. La chica se impulsó para lograr un salto alto, si no la estuviese sosteniendo aquel hombre, podría haber parecido una vuelta de carro, su vestido se arremolinó formando medio círculo en el aire, por enfrente del pecho de ambos, Hanako encaró a Byakuya enredando una pierna en torno a la rodilla del pelinegro mientras él extendía una pierna hacia atrás, una postura sostenida en la que Hanako le acariciaba las mejillas con los dorsos de las manos y un gesto de desesperación. La súplica marcada en la mirada.
Ambos se levantaron en un movimiento, el puente musical se apoderó de las bocinas y el movimiento pareció irreal un momento, Hanako avanzaba un pie, Byakuya daba un paso, Hanako lo rebasaba, daban vueltas por todo el espacio mientras sus pies se movían a toda velocidad, por una parte parecía que se enredarían en cualquier momento, pero en lugar de eso, volvieron a su punto de partida antes de que la chica le diera la espalda y él la levantara de nuevo, pero esta vez, en lugar de saltar alto, Hanako enredó una pierna en torno a la espalda baja de Byakuya mientras levantaba la otra al costado, bien recta, y se aferraba al cuello del pelinegro con ambas manos, sintiendo cómo su espalda se adaptaba perfectamente al pecho de su compañero, mientras él la sostenía por la rodilla y la entrepierna.
¿Desde cuándo hacía tanto calor?
I think we're done now
You think so
I have to go
You're not going anywhere
Se pusieron de pie frente a frente, con la muñeca derecha pegada mientras caminaban a pasos cortos, permitiendo una pausa para recuperar un poco el aliento. No se detuvieron a mirar a los demás, todos los shinigamis admiraban aquella danza con emociones encontradas.
Al fondo, Asami estaba furiosa con su hermana. ¿Qué se creía para estar bailando así con un capitán enfrente de todos? ¿Qué pretendía, seducirlo?
Saya tenía la mandíbula en el suelo, lo mismo que Renji, jamás imaginaron ver a sus superiores en una situación tan pasional y tan contenida al mismo tiempo. ¿Qué estaba pasando?
Why are you, making this
You don't know
Harder than it is
I cry on my own
Byakuya tomó las muñecas de Hanako, jalándolas a los costados con violencia, obligándola a acercarse por aquello, y la chica levantó una pierna, como si diera una patada hacia el frente, su pierna se enredó en torno a la rodilla de Byakuya y volvió a su lugar antes de que el noble la hiciera caminar a pasos lentos, todavía tirando de ella, con las mejillas pegadas y el corazón latiendo a mil por hora.
You have the key
In this lonely place
That you don't even need
That is why
You're standing here between me and my life
I'm standing here between you and your life
I'm sorry to say
Byakuya le llevó una muñeca a la espalda a Hanako y levantó la otra sobre las cabezas de ambos, él se mantuvo con los pies separados un paso mientras Hanako hacía un paseo en su lugar, pasando un pie frente al otro, moviendo la cadera con cadencia mientras miraba a los costados, como si tratara de zafarse de aquella situación.
What now
Bajó ambas manos de un tirón y le dio la espalda a Byakuya, haciendo amago de huir, pero el noble le tomó los codos y tiró con fuerza, pegándola a su pecho mientras sus rostros se acercaban peligrosamente, Hanako podía sentir el aliento de Byakuya sobre su boca y agradeció internamente cuando el noble la empujó lejos de sí en un adorno antes de tirar de nuevo y hacerla girar.
Just get off with your tail hah hah
Take my all, I surrender, surrender
Look at me and the way I ask for forgiveness, kindness and help
Take my all, I surrender, surrender
I will die another day, another way
Repitieron los pasos, pero esta vez, en lugar de hacerlo hacia el costado, Hanako tiró una patada de espaldas, la punta de su tacón casi le tocó la coronilla, pero aquel movimiento estaba tan controlado que la chica supo arrodillarse y caminar con la misma gracia de antes, consiguiendo arrancar una sonrisa fugaz al noble que la sostenía con pasión contenida.
Hanako por fin pudo soltarse de él y comenzó a hacer un fouetté sobre sí misma, aprovechando la pausa musical. Con cada giro, su pierna subía hacia el costado, obligando a Byakuya a mantener la distancia, el pelinegro caminó alrededor de la chica con pasos cadenciosos, todavía bailando aquel tango mientras buscaba una entrada.
Y la encontró. Entre un giro y el siguiente, la chica hacía una pausa para tomar impulso de nuevo, extendiendo los brazos. En cuanto Hanako tomó aquella posición, Byakuya le tomó una mano y esperó.
Hanako sonrió cruzando una pierna sobre la otra, doblando la rodilla, agachándose mientras se acariciaba el cabello con la mano disponible. Hanako y Byakuya, ambos tirando para su lado, evitando que cayera el otro,
May I have this dance
I will show you my best moves
Aah, you best moves
Byakuya caminó lento, tirando con fuerza del brazo de Hanako mientras ella giraba lentamente en su sitio, haciendo equilibrio sobre el pie, sonriendo con coquetería.
Why don't you?
I just need the key, I'm trying to get out of here
I know that it's a bad deal
And disappointed you must feel
But please help me to escape
Y entonces la música se tornó lenta, Hanako se levantó en un movimiento mientras Byakuya se agachaba en una rodilla, la chica caminó unos pasos alrededor del hombre sin soltarle la mano, un coqueteo triste en el que ambos se sostenían las miradas mientras la chica terminaba su recorrido y se posaba frente al noble, dándole la espalda mientras él le ofrecía las dos manos para apoyarse ahí.
Take my all, I surrender, surrender
Look at me and the way I ask for forgiveness, kindness and help
Take my all, I surrender, surrender
I will die another day, another way
Los ojos de Hanako se encontraron con los de Shūhei cuando la chica tiró la patada alta antes de arrodillarse en dirección a él y avanzar los cuatro pasos, el muchacho estaba pasmado, le faltaba color en las mejillas a pesar de sentir que su corazón latía desbocado, tenían ambos el corazón en la garganta, y la chica agradeció sobremanera cuando Byakuya le hizo encararle antes de reclinarla de espaldas en un gesto violento y atraerla hacia sí una, dos, tres, cuatro veces, como si aquellas sacudidas obligaran a las dudas a dejar su cuerpo para poder terminar el tango.
Look at me and the way I ask for
Forgiveness, kindness and help
Take my all, I surrender, surrender
We will die another day, another way... another way... another way... another day... another way...
Dieron los últimos pasos, cadenciosos, largos, preparándose para el cierre, con la postura sostenida mientras Byakuya metía una rodilla entre las piernas de Hanako y le hacía retroceder uno, dos, tres pasos, pegando su pecho al de ella, pegando una mejilla a la suya. Y sonrió cuando una de las piernas se enroscó entorno a su rodilla, levantó con fuerza, Hanako mantuvo una línea recta mientras el noble la levantaba al vuelo antes de cambiar de dirección, todavía muy cerca el uno del otro, uno, dos, tres pasos y volver la cabeza ida y vuelta en un movimiento brusco. Una última vez, un paso, otro paso, otro paso, cabeza y Byakuya empujó un poco el brazo de Hanako. Ambos tenían una pierna extendida lejos del otro, Byakuya bien plantado, Hanako con la rodilla doblada, trenzada en torno a la pierna del noble, con el rostro vuelto al piso, con el codo apuntado al aire, con el otro brazo extendido mientras Byakuya hundía el rostro entre cuello y hombro de la chica, en parte por la danza, en parte para ocultar el jadeo y la ansiedad que le comía las entrañas, suplicándole besar (mínimo) a la teniente en ese momento.
El silencio duró un segundo más, mientras ambos shinigamis tomaban aire un momento para levantarse y mirar al otro.
El noble tomó la mano de Hanako e hizo una reverencia ligera, agradeciendo el baile justo cuando Rukia, pasmada por la demostración de su hermano, estalló en aplausos.
Aunque no era ninguna sorpresa lo fascinada que solía estar la pelinegra por cada gesto de su mayor, esta vez el resto de los presentes tuvo que reconocerlo, aquello había sido por demás, extraordinario.
Así que el aplauso contagió a todos.
Byakuya tomó la mano de Hanako y la hizo pararse a su lado, y mientras que el noble hizo una reverencia ligera llevando la mano libre a la espalda, Hanako se agachó en una rodilla, extendiendo la otra pierna.
Le tomó por sorpresa que Byakuya tirase hacia atrás de su mano y luego hacia arriba, haciéndola girar sobre sí misma para encarar a los shinigamis que habían estado a sus espaldas, repitieron la reverencia y luego la chica miró a sus hermanas, sintiendo los nervios ante la mirada fúrica de Asami, y la expresión de pasmo de Saya.
No, por supuesto que no quería acercarse a ellas, necesitaba desesperadamente buscar una salida de emergencia. ¿Cómo librarse de aquella conversación?
Asami había dejado clara su postura respecto al noble, le aborrecía desde que sabía que una de ellas debía casarse con él, y por algún motivo Hanako se había mantenido renuente a confesar que Byakuya había disuelto el compromiso, aunque en ese momento, bajo la atenta mirada Asami, estaba a punto de soltar toda la información.
Pero fue la voz de Byakuya, alzándose poderosa para acallar los aplausos, la que rompió con toda la tensión que vibraba entre las hermanas en ese momento.
—Me temo que, al vernos abruptamente interrumpidos por un desafortunado accidente con la música —bajó la voz al decir lo último, mirando a Asami con frialdad (sí, por primera vez no había ese tinte divertido y sarcástico en los ojos entre azul y violeta del nombre, por primera vez no había un acertijo por resolver, por primera vez no había segundas oportunidades ni vidas extra, de verdad Byakuya estaba molesto con las acciones de Asami, y, aparentemente, no iba a dejarlo pasar sin más) sin muestras de sarcasmo o de tregua, intimidándola por primera vez en serio —, nuestra apuesta se ha visto interrumpida —concedió al final, dedicando una mirada amable a su teniente, sin disolver el gesto estoico.
—Una pena —soltó Saya dando media vuelta y comenzando a caminar lejos.
—¿Abandona tan pronto una contienda? —inquirió Byakuya enarcando una ceja.
Saya tuvo que respirar profundo, sabía que aquello era una provocación, y no caería.
—Tal vez estoy sobrevaluando a mi propio teniente —concedió Byakuya al final, girando el rostro en dirección a Hanako, un gesto de auxilio que la joven atrapó al vuelo.
¿Estaba tan molesto?
—Saya no es de las que abandonan —defendió Renji con voz respetuosa —, y el reto no nos ha quedado grande.
—¿Entonces?
—Tsch... —Saya se dirigió a su reproductor y comenzó a buscar, mientras los murmullos se alzaban entre la gente y Byakuya se dirigía hacia el banco del piano, a tratar de descansar en medio de tanta tormenta.
—¡Tú ve allá! —exclamó Hanako mirando a su hermana y tomando el control del reproductor.
—Pero...
—Te conozco lo suficiente como para saber qué te hace justicia, ve.
Saya suspiró asintiendo una vez antes de ir a buscar a Renji a la pista de baile, se sorprendió mucho cuando vio al muchacho quitarse el saco y negar con la mano cuando uno de los sirvientes le ofreció la vela.
¿Qué tenía en mente?
Se posicionaron uno frente al otro, tensos, dedicándose miradas cargadas de significados desconocidos incluso para ellos, no tenían idea de qué hacer o qué esperar, y la sonrisa se escapó a la boca de Saya cuando reconoció la música en las bocinas.
Guitarra española gritando flamenco, gritando gitanos, gritando por sangre.
(La Malagueña - Alan Alonmoore)
Y Renji pareció compartir el triunfo que sintió la soldado puesto que ambos comenzaron a caminar al mismo tiempo, avanzaron un paso, luego otro, luego otro, acercándose el uno al otro tratando de entender cómo iniciar.
Renji le ofreció una mano, Saya aceptó y sintió el tirón del teniente, que jaló el brazo de la chica hasta pegarla a su cuerpo y adoptar una postura de baile.
Todos estaban pasmados, la mirada ceñuda de Saya le hizo a Renji pasar saliva con dificultad.
—No te quieras pasar de listo —advirtió la chica entre dientes.
—No podría ni pensarlo —sentenció antes de dar el primer paso.
Fue un jaloneo torpe, porque a Saya le tomó un segundo darse cuenta de que era Renji quien debía guiar ese baile, para cuando quiso seguirle, el pelirrojo se había detenido, así que fue ella tirando de él, alternando ese forcejeo un par de pasos, eso sí, al ritmo de la música, hasta que Renji pisó a Saya por accidente.
Ambos retrocedieron un paso sin soltar sus manos, y luego Saya se aceró tratando de dar un pisotón al teniente, llevando una mano a su hombro y extendiendo la otra, jaloneando también la muñeca de Renji.
(Malagueña salerosa - Chingón)
Fue extraño, ambos lo intentaron varias veces, pisarse el uno al otro.
Hanako, Asami, Byakuya, Rukia, ellos conocían lo suficiente a aquel par para percatarse de que, de verdad trataban de hacerse daño el uno al otro, pero el resto de los invitados a la fiesta sólo veían una cosa, un pisotón fuerte, dos pasos livianos, un pisotón fuerte, dos pasos livianos, esto mientras la pareja giraba con vehemencia por la pista, en una persecución que no llevaba a ninguna parte.
Se soltaron, retrocedieron tres pasos, y luego Saya levantó las manos sobre la cabeza, un movimiento de desafío, como si clavara las banderillas a un toro y retrocediera.
Claro, aquello era un reto directo, una forma de despreciarle, y Renji cayó en la trampa.
Avanzó a toda prisa, sus pies marcaron el ritmo de la música con cada paso hasta tomar la cintura de Saya y repetir aquella demostración. Dio un paso, Saya otro, girando mientras se miraban a los ojos con tal intensidad que chispas parecían saltar en el aire. Ahora el teniente tenía a su amiga sujeta por la cintura con el antebrazo y la mano hecha puño, y Saya le había colgado un brazo alrededor del cuello, pero el otro brazo permanecía colgando a su lado.
Dejaron las vueltas y Saya le dio la espalda a Renji, alejándose varios pasos como si fuese a abandonar la pista de baile.
Claro, el pelirrojo la alcanzó, poniendo la mano en su hombro y haciéndola girar. Ambos tensaron los hombros, Saya echó los codos hacia atrás, toreando al teniente mientras él sonreía y se movían guardando un paso de distancia.
Saya avanzó, Renji se hizo a un costado y barrió con una mano.
—¡Ole! —gritó Hanako aplaudiendo una vez mientras Saya giraba sobre sí misma y ponía una mano al hombro de Renji.
Tres pasos al frente, tres pasos de lado, tres pasos de espalda y Renji giró sobre sí mismo, tomando cruzada una mano de Saya antes de hacerla girar varias veces sobre sí misma, mientras su melena se elevaba al ritmo de las vueltas como fuego encendido.
No. Ellos no bailaban un vals, aquellos movimientos eran dignos del paso doble, así que la gente comenzó a aplaudir al ritmo de la melodía cuando Renji y Saya volvieron a encararse para dar aquel paseo, alternando un paso y un paso, pero añadiendo Saya una patada alta en el último giro, consiguiendo que Renji se agachara una vez antes de encararla, moviéndose tan rápido que la hizo retroceder, pasmada ante una amenaza inminente.
Chocó contra el piano, sus manos encontraron un lugar contra el instrumento cuando Renji le acarició el rostro con el dorso de la mano en un gesto tan histriónico que la gente contuvo el aliento ante aquello.
Saya puso ambas manos en el pecho del teniente, sonriendo socarrona antes de empujarle con fuerza una vez, y sus movimientos de verdad contenían la gracia de una danza flamenca, pero Saya de verdad había tratado de dar una cachetada a Renji, golpe que el teniente evadió ágilmente cuando la chica tiró el segundo golpe con la otra mano. Ese sí que llegó a su mejilla, el teniente aprovechó el impulso para darle la espalda y agacharse en una rodilla. Podía retirarse con dignidad en ese momento, pero entonces la bota de Saya se posicionó sobre su pierna y él levantó la mirada, admirando la mano que la chica le ofrecía.
—Te lo dije —soltó ella cuando el teniente le tomó la mano y se levantó en un movimiento brusco.
Si no la hubiese sostenido, la chica habría caído de espaldas en ese mismo instante, pero siguió el baile un poco más, tomados por la muñeca, alejándose el uno del otro tanto como su brazo lo permitió, haciendo aquellos zapateados flamencos con la evolución de la música.
Renji llevó a Saya a posición de vals, una mano extendida, una mano en el hombro, los codos arriba, pero aquello no fue un vals. Los movimientos fueron bruscos, levantó las manos entrelazadas, obligándose a ambos a doblar el torso y bajar los codos hacia el piso, metió una rodilla entre las piernas de la chica para poder dar media vuelta y repetir, esta vez, los codos al aire, las manos al suelo, la inclinación del torso. Y aquello se repitió a la velocidad de la música, marcando medias vueltas con cada golpe de la canción, rodeando toda la pista de baile mientras giraban el cuello de un lado al otro, mitad parte de la coreografía, mitad midiendo en qué dirección debían moverse para no chocar con nadie.
Hanako se arrepintió de no ponerle una falda con volados a Saya, aquello habría lucido espectacular en ese momento en el que ambos shinigamis giraban por la pista de baile dejando a su paso una estela de fuego y suspiros, de miradas pasmadas, de gestos de sorpresa.
Porque los pasos de baile dados a toda prisa sí cumplían con el conteo del un, dos, tres. Un paso largo, dos cortitos, pero lo hacían a toda velocidad. Incluso la coleta de Renji se había ido aflojando durante la ejecución, así que cuando frenaron de golpe y Renji se agachó en una rodilla frente a Saya, el hecho de que su melena quedara suelta y bailando a su alrededor, sólo consiguió alguna que otra exclamación de sorpresa por parte de la audiencia. De nuevo, Saya había levantado las manos por encima de su cabeza y echado los codos hacia atrás, formando un arco con los brazos, mirando jadeante al shinigami a sus pies, la escena era épica.
Renji hizo por levantarse, pero lo único que consiguió fue dar un traspié y cambiar la rodilla, obligando a Saya a retroceder, repitió aquello dos veces más mientras la chica daba pasitos cortitos girando la cadera de un lado al otro, preguntándose qué tenía planeado aquel hombre; cuando Renji por fin hizo por levantarse, volvió a tomar una mano de Saya cruzada, avanzando mientras golpeaban el suelo con los pies, marcando el ritmo de la pieza, levantando la mano libre por encima de sus cabezas.
La hizo girar varias veces sobre sí misma, se acercaba el final de la pieza, podía escucharlo, así que tenía menos de un segundo para decidir. Pero ¿cómo demonios se terminaba un paso doble?
Pues nada, dejó que el cuerpo actuara solo, frenó las volteretas de Saya y empujó la mano hacia abajo, Saya dobló una rodilla, estiró mucho la otra pierna, formando una línea recta en paralelo con su brazo mientras Renji se estiraba en toda su estatura y levantaba la mano libre sobre la cabeza con la voz en grito rezando otro ¡Ole!
La gente no dudó antes de estallar en aplausos ante aquella demostración de histrionismo y poder. Renji ayudó a Saya a levantarse y ambos miraron a su alrededor, la chica tenía una sonrisa radiante en el rostro, divertida y anonadada al percatarse del impacto que habían causado en la gente que los rodeaba. ¿De dónde había salido todo aquello?
Renji iba sonrojado mientras trataba de reunir su cabello de nuevo en la coleta alta, incómodo por tanta atención.
—Déjatelo —ordenó Saya al ver a Renji batallar por encontrar algo con lo que atar su cabello puesto que su liga se había reventado —, suelto se te ve muy bien.
El pelirrojo contuvo el aliento un momento mientras Byakuya y Hanako se acercaban hasta ellos, tomados del brazo y sonriendo complacidos.
—Vaya, hermana —canturreó Hanako divertida —, de verdad que, con la pareja ideal, cualquier vals se baila.
—¡No es mi pareja perfecta! —gritaron ambos shinigamis al unísono.
—Tranquila, malagueña —pidió la teniente sonriendo dulcemente para su hermana antes de mirar al capitán y sonreír —, ¿qué te parece?
—No bailaron un vals con una vela, pero —murmuró el pelinegro concediendo aquella victoria, enarcando una ceja —, de verdad me impresionaron.
—Arigatto, taichō —murmuró Renji haciendo una reverencia antes de mirar a Saya y repetir el gesto. —También a ti.
—Fue un placer.
—Ahora —comentó Byakuya mirando el reloj en la pared —, casi es hora de dar los obsequios, si es que alguno trajo algo que entregar —los invitados intercambiaron sonrisas cómplices y divertidas, preguntándose si debían ir a buscar sus pertenencias. —Sin embargo —añadió el noble soltando a Hanako y dirigiéndose hacia el piano —, me gustaría pedir un regalo, si puedo darme el lujo de ser un anfitrión egoísta.
—¿Regalo? —inquirió Renji cruzando los brazos y mirando a su capitán.
—Sí, quisiera pedirle un regalo a la teniente Yamamoto —confesó al final mientras abría la tapa del piano y quitaba la tela que protegía las teclas celosamente, sin que nadie reparase en la caja envuelta con un moño rosa pastel oculta tras las partituras. —Porque me han dicho que tiene una voz de ángel, y me gustaría mucho escucharle.
—Capitán —murmuró Hanako antes de aclararse la garganta y negar con la cabeza —, no tengo nada preparado, no quisiera cometer algún error que cumpla un propósito opuesto al que me pide.
—Seguramente —espetó Asami por lo bajo, volviendo el rostro y cruzando los brazos —, pero si tú te tropiezas él dirá que hasta para eso tienes gracia.
—Por favor —insistió Byakuya, consiguiendo que el silencio se alzara por la habitación y la chica suspirara.
Hanako lo pensó un momento más, evocando el recuerdo del agobio en las facciones de su amigo, el cansancio, el estrés.
Podía concederle aquello.
—Muy bien —murmuró la chica en medio de un suspiro, cuando las voces de los shinigamis se sumaron a peticiones tímidas, palabras de "por favor" y "nada te cuesta".
No, lo que la mató fue mirar a Saya y Asami, cuando por fin comprendieron que el capitán le pedía que cantara.
Sí, Hanako adoraba cantar para sus hermanas, adoraba arrullarles con sus melodías cuando eran pequeñas, y últimamente parecía que tenían tiempo para todo menos para pasar un momento agradable. Así que Hanako miró a su peque y sonrió de medio lado.
—Te lo ofrezco como tregua —murmuró antes de pararse al lado del capitán, dándole el costado a Byakuya, la espalda al piano y el frente al público, que se había aglomerado a su alrededor.
(Contigo – Valeria Castro)
Byakuya trenzó los primeros acordes, dándole a Hanako un tono para comenzar. El ambiente automáticamente se sumió en una paz somnolienta, medianoche, y los shinigamis se aglomeraron unos contra otros, a la expectativa de lo que pudiera pasar.
Hanako sonrió mirando a todos los presentes, a Yumichika recargando la cabeza en el hombro de Ikkaku, a Rukia, Ichigo y Yoshio abrazados a un costado, a Shūhei con los brazos colgados sobre los hombros de Kira y Matsumoto, sonriendo los tres por los efectos del alcohol, a Tōshirō abrazando celosamente la cintura de Asami, a Renji mirando de soslayo a Saya mientras la chica se recargaba en él, sonriendo divertida.
Y cuando perdió la mirada al fondo del salón, casi pudo ver la silueta de sus padres, tomados de las manos, mirándose enamorados y embelesados.
Hanako habría querido cantar algo clásico, algún villancico, alguna canción barata de suvenir para que las voces del resto se unieran a la propia y esconderse un poco ahí, o los clichés que había conocido en el mundo humano para esas celebraciones, noche de paz, for auld lang syne, pero su voz se alzó cadenciosa por encima de todos los presentes.
Yo no quiero amor civilizado
Con recibos y escena del sofá
Yo no quiero que viajes al pasado
Y vuelvas del mercado con ganas de llorar
Los suspiros no se hicieron esperar, gente tomando asiento en el suelo, miradas dulces dedicadas entre ellos y una sensación de gratitud que no habrían imaginado posible en medio de toda la tragedia, porque, contra todo pronóstico, seguían con vida.
Yo no quiero vecinas con pucheros
Yo no quiero sembrar ni compartir
Yo no quiero catorce de febrero
Ni cumpleaños feliz
La teniente no se percató de las miradas de reojo que el capitán Kuchiki le dedicó al escuchar su voz, no quería perderse de ningún detalle, pero tampoco quería mirar a nadie más. ¿Cómo encapsular ese momento hasta convertirlo en un "para siempre" embotellado?
Yo no quiero cargar con tus maletas
Yo no quiero que elijas mi champú
Yo no quiero mudarme de planeta
Cortarme la coleta, brindar a tu salud
Yo no quiero domingo por la tarde
Yo no quiero columpio en el jardín
Lo que yo quiero, corazón cobarde
Es que mueras por mí
Saya y Takeshi le habían enseñado todo lo que sabía de música, su madre le había enseñado a cantar, y habían pasado tantas tardes juntos aprendiendo canciones nuevas, disfrutando de momentos dulces y divertidos, de burlas, de sarcasmos. Hanako había adorado cada tarde de música desde que Saya había iniciado sus lecciones con Takeshi, ver a sus padres bailando por el salón mientras sus retoños llenaban de música la sala.
La teniente puso una mano en el hombro de Byakuya haciéndole suspirar, agradeciéndole en ese gesto no sólo la fiesta, sino la oportunidad de darle al Gotei una noche de calma, pero no se atrevió a mirarle, sabiendo que seguía bajo la atenta mirada de Asami, su escrutinio.
Pero una idea cruzó por su mente, haciéndole sonreír.
Y morirme contigo, si te matas
Y matarme contigo, si te mueres
Porque el amor, cuando no muere, mata
Porque, amores que matan nunca mueren
La chica giró sobre sí misma, divertida, tomó asiento en el banco del piano al lado de Byakuya mirando las teclas antes de iniciar con los arpegios. Teniente y capitán se dedicaron una mirada fugaz, diminuta. Hanako sonreía divertida mientras sus manos iban ida y vuelta, arpegiando los acordes que el pelinegro había estado trenzando hasta ese momento, y mientras ella tuvo que mantener la mirada fija en las teclas del piano para tener una noción más o menos decente de lo que trataba de hacer, el pelinegro no volvió a quitarle los ojos de encima, ocultando sus propios suspiros tras su máscara estoica mientras la chica seguía cantando con una sonrisa radiante.
Yo no quiero juntar para mañana
Nunca supe llegar a fin de mes
Yo no quiero comerme una manzana
Dos veces por semana, sin ganas de comer
Yo no quiero calor de invernadero
Yo no quiero besar tu cicatriz
Yo no quiero París con aguacero
Ni Venecia sin ti
Saya tenía un nudo en la garganta, Hanako no cantaba en público, no lo hacía. Y ella sabía la razón por la que su voz se había apagado tanto tiempo atrás, limitándose a regalarle a ellas alguna canción suelta por ahí, en el más profundo de los secretos.
Sus padres, ellos eran la razón por la que Hanako había dejado de cantar, porque sólo cantaba con su santuario completo, y ahora ya no estaba.
Y peleaban una guerra contra enemigos de los que no sabían nada. Y peleaban a ciegas contra un enemigo en común que manejaba los hilos, y estaban tensos, y había roces con la gente del Gotei, roces y desconfianza sobre ellas. Y con todo eso, ahora su hermana mayor cantaba acompañada de acordes y de arpegios frente a un montón de personas que estaban dispuestas a protegerlas, a quererlas, a aceptarles a pesar de todo.
Claro que Saya tenía un nudo en la garganta, y se habría soltado llorando, pero había tanta emoción en su pecho que las lágrimas no salían.
Le tomó por sorpresa el pañuelo blanco que entró en su campo de visión. Cuando alzó la mirada, se percató de que Renji tenía el rostro vuelto hacia el otro lado y tenía las mejillas sonrojadas ligeramente, no dijo nada, no añadió más, y Saya tomó el pañuelo limpiándose el rabillo de los ojos antes de abrazar la cintura de Renji con una mano y sonreír cuando él la correspondió, soltando ambos un suspiro profundo.
No me esperes a las doce en el juzgado
No me digas: "volvamos a empezar"
Yo no quiero ni libre ni ocupado
Ni carne ni pecado, ni orgullo ni piedad
Yo no quiero saber por qué lo hiciste
Yo no quiero contigo ni sin ti
Lo que yo quiero, muchacho de ojos tristes
Es que mueras por mí
Asami tenía sentimientos encontrados en ese momento, aunque ahora la rabia había ido remitiendo lentamente y la sensación de angustia por la cercanía de su hermana con el capitán de la sexta había menguado. Tenía el corazón lleno de nostalgia, sí, Hanako cantaba para ellas con frecuencia, era la voz que más recordaba cuando eran pequeñas, ahí estaba la mujer poderosa y fuerte que siempre las había protegido, luciendo increíblemente vulnerable mientras sus manos arrancaban sonidos dulces a las teclas.
Asami quería que sus hermanas fueran felices, era todo. Sí, tenía otras aspiraciones, quería ser madre, quería avanzar en el Gotei, quería proteger a la humanidad, quería hacer vida con Tōshirō, y estando ahí, mientras la música lo envolvía todo, cada uno de sus sueños inocentes parecían tan alcanzables.
Tōshirō la sintió suspirar por enésima vez y sonrió parándose a sus espaldas, abrazándola por la cintura para pegarla a su pecho, era diminuta, pudo recargar el mentón sobre la coronilla de su novia y sonreír cuando la sintió relajarse.
Dejaría el drama para otro momento, cerró los ojos sintiendo la forma en que el pecho de su novio le empujaba levemente cada vez que él suspiraba, escuchó los suspiros a su alrededor también, de todos los shinigamis presentes.
Levantó la mirada en dirección a Shūhei y sonrió al verle tan tranquilo. No podía atribuirle su calma al alcohol, sonreía con orgullo mientras miraba a la pareja sentada al piano. La pequeña vio a Matsumoto agacharse sobre su oído para decirle algo, y él asintió, sonriendo todavía más. Muy bien, disfrutaría la canción, y hablaría con su hermana después.
Y morirme contigo, si te matas
Y matarme contigo, si te mueres
Porque el amor, cuando no muere, mata
Porque amores que matan, nunca mueren
Y morirme contigo, si te matas
Y matarme contigo, si te mueres
Porque el amor, cuando no muere, mata
Porque amores que matan, nunca mueren
Porque amores que matan
Nunca mueren
Lo pensó mejor, Hanako levantó los ojos en dirección a Byakuya, se sostuvieron la mirada mientras la chica seguía con los últimos versos de la canción, preguntándose cómo iría a correr la historia después.
No, los montones de pares de ojos se desvanecieron mientras Hanako pensaba a profundidad en la letra que había elegido para esa noche, preguntándose si no habría sido alguna traición de su subconsciente, pero dejando también ese pensamiento para después.
Los acordes, los arpegios, la melodía, se volvieron lentos conforme se fue terminando la canción, Hanako cantó los últimos dos versos bajo la atenta mirada de Byakuya mientras el pelinegro hacía una pausa para escuchar su voz a la perfección, para dejarle al resto escuchar la voz de la chica, antes de cerrar con el último acorde que quedó suspendido en el aire como un suspiro general, como una promesa dicha en secreto, a plena vista de todos.
Hanako suspiró bajando la mirada y sonriendo, tímida antes de mirar al capitán.
—¿Complacido? —inquirió con un hilo de voz, sintiendo que se ahogaría con sus propias palabras.
—Sobremanera —respondió el noble con prudente vehemencia.
—Me alegro —admitió la chica al final, levantándose del banco y haciendo una reverencia elegante para el noble. —Entonces iré a buscar mis otros regalos para la gente.
Los shinigamis aplaudieron mientras Hanako salía de la habitación, dejando a Byakuya en el banquito, mirando las teclas del piano y suprimiendo un último suspiro, y poco a poco, el bullicio volvió a llenar la habitación, rompiendo aquel hechizo, aquel letargo para permitirles seguir con la velada.
Sí, la mayoría se separó unos de otros para ir a buscar sus regalos, pero el noble se levantó tomando el regalo oculto entre las partituras, caminando en dirección al jardín.
Las ramas de los árboles, las flores, las hojas proyectaban sombras extrañas por todos lados, la luz de la luna producía figuras irregulares, pero el noble aspiró el aire frío de la noche, sintiendo que la helada iba agotando lentamente todo el estrés que había sentido la última hora.
Tenía que admitirlo, se había divertido muchísimo al ver a Asami, Shūhei, Ikkaku y Yumichika conspirando para hacer que Saya y Renji terminaran metidos bajo el marco de una puerta al mismo tiempo, se había divertido mucho cuando su teniente le había suplicado por auxilio y él mismo había hecho por entretenerlo mientras Ikkaku llevaba a rastras consigo a Saya.
Él ya había entregado sus regalos, desde antes de la fiesta se había asegurado de entregar los regalos para su familia, para su teniente, para alguno que otro sirviente leal al que le tenía algún grado de aprecio. Incluso había ido al retrato de su difunta esposa a desear una feliz navidad antes de dirigirse a la tumba de sus padres. Ahora sólo tenía un regalo por entregar.
El único regalo que le había hecho sentir alguna inseguridad, temiendo no poder después guardar para sí mismo los sentimientos que implicaba entregarlo.
Suspiró mirando el lazo con el ceño fruncido, preguntándose si sería buena idea entregar aquello luego de tantas emociones para una sola noche.
Y la respuesta llegó a él.
—Capitán —llamó tímidamente Hanako saliendo al jardín, sonriendo mientras sostenía una caja pequeña contra el pecho.
—Teniente —respondió el saludo con el entrecejo fruncido, todavía molesto con aquellas muestras de respeto y lejanía que la joven insistía en poner de por medio cuando estaba nerviosa. —¿Qué hace por aquí? —añadió suavemente al verla acercarse un par de pasos.
—Todo el mundo entrega sus regalos —murmuró la chica con una sonrisa —, y a mí me falta entregar uno de los importantes.
Byakuya no supo interpretar la sonrisa de aquella teniente, que era transparente y, al mismo tiempo, parecía ir ocultando algo. Y Hanako no diría nada hasta que Byakuya preguntara al respecto, puesto que se había apoyado en Rukia para dejar en la oficina del noble una taza de cerámica pintada a mano.
—Entonces somos dos. Por favor —pidió el noble señalando una banca al costado y avanzando hacia allá.
El vestido de Hanako se esponjó a su alrededor cuando la chica tomó asiento cruzando delicadamente los talones, se acomodó la falda con movimientos armónicos y miró a Byakuya, ofreciéndole la caja que llevaba en las manos.
—Es un detalle —puntualizó apenada —, después de todo, no sabía qué se le da a alguien que casi lo tiene todo.
Byakuya bufo divertido ante aquella expresión, recibiendo el regalo en sus manos y levantando la tapa con delicadeza. Frunció el entrecejo a ver la prenda, una B bordada en hilo negro cuyos trazos finos evocaban la cursiva, por debajo más bordados, un ramillete de sakuras tan finamente detalladas que podrían pasar por fotografía.
—Es de importación, la tela —explicó Hanako cuando Byakuya sacó el pañuelo de su caja y admiro la prenda entre sus manos, sintiendo la suavidad en la textura. —Al menos eso me dijeron.
—¿Lo bordaste tu? —Murmuró sin despegar la mirada de las tonalidades entre tejidas, que parecían ir en degradado, a pesar de ser hilos diferentes.
—Si, yo lo… —tartamudeo la chica sin saber cómo interpretar tanto silencio. —Es que no sabía que más darte, y yo, bueno, yo, es algodón egipcio, o eso dijeron, y, y una vez dijiste que un caballero siempre carga un pañuelo consigo, y yo…
—Mi regalo no le hace justicia al tuyo —dijo suavemente el noble al final, mirando a Hanako antes de acomodar el pañuelo en el bolsillo de su chaleco para completar el atuendo. —Es de los mejores regalos que me han hecho en mucho tiempo, Hanako. Gracias —murmuró poniendo una mano sobre la de Hanako y haciéndole sonreír dulcemente.
Dios, se sentía como una tonta, ¿en qué momento se había vuelto tan torpe frente al capitán de la sexta?
Byakuya sonrió poniendo el obsequio que el llevaba en manos de Hanako y esperando
La chica pasó saliva y sonrió abriendo la caja, encontrando piezas de papel de china blanco cubriendo el contenido. Retiro delicadamente aquello hasta toparse con dos arreglos, primero una camelia blanca, tan finamente trabajada que parecía ser una flor de verdad.
Hanako se quedó sin aliento cuando el noble la tomó entre sus manos y miró a la teniente con la interrogante en la mirada. La chica bajó los ojos hasta su muñeca, donde portaba su peonia natural, ligeramente marchita por el paso de las horas.
No, nunca se quitaba aquella peonia, la del cabello iba y venía, solía poner una flor en el punto donde su coleta se ataba, y esa podía caerse y no importaba, pero la peonia que llevaba en la muñeca le había acompañado tanto tiempo y significaba tantas cosas... la representación de emociones, recuerdos y promesas que había hecho alguna vez.
Suspiró quitándose aquella flor, sabiendo que era momento de seguir adelante y dejar atrás ese pedacito de su corazón, antes de ofrecer su mano al noble, que sonrió adornándole con la joya, percatándose en los movimientos mecánicos y la expresión grave de la chica que renunciar a aquella flor debía significar mucho. No pudo evitar alzar un pensamiento de gratitud hacia su dios por aquella oportunidad antes de explicarse.
—Por sí todavía hay quien dude de mi protección hacia ti —comentó Byakuya con aires distraídos. —Ahora sí, mi regalo de navidad.
Hanako bajo la mirada a la caja y sonrió terminando de retirar el papel.
—Pensaba que ese era mi regalo —dijo divertida, sintiendo que los nervios remitirán mientras Byakuya se acomodaba mejor el pañuelo en el bolsillo.
Y Byakuya interpretó el silencio de su protegida como la señal de que había encontrado su obsequio.
—No —explicó Byakuya solemne —, la camelia fue un regalo nada más, este es mi regalo de navidad para ti, y habría querido dártelo más temprano, va perfecto contigo el día de hoy.
Hanako sacó aquel kanzashi de la caja con suma delicadeza, temiendo dañar la pieza, un ramillete de sakuras engarzadas entre ellas, algunas florecillas más colgando como un racimo que se iba volviendo delgado, cristales colgados al fondo.
—Dios… —murmuró la chica sin aliento. —Esto es hermoso.
Byakuya estiró una mano hacia el rostro de Hanako, despejándolo con un gesto suave.
—¿Querrías, tú, podrías…?
Byakuya tomó el adorno y rodeó a Hanako antes de encajarlo suavemente en el costado de su peinado, asegurándose de que las flores y pétalos cayeran con gracia a su alrededor.
—Listo —murmuró todavía acomodando algunos mechones de cabello.
Hanako se tensó en su sitio y miró al noble de reojo sacando conclusiones a toda velocidad.
—Por favor dime que no es una joya que ha estado en tu familia durante siglos.
—No —prometió consiguiendo que Hanako se relajara en su sitio —, solamente pasó de mi bisabuela a mi abuela y a mi madre, nada más.
—¿¡Qué!?
—Bromeo —prometió el noble ofreciendo una mano a Hanako para que se levantara. —Lo mandé hacer para ti, pero un regalo comprado nunca se va a comparar con uno hecho a mano. Aun así, me alegra haber podido entregártelo en mi hogar.
Hanako sonrió ampliamente, frunciendo el entrecejo. Ya lo había notado, ya se había dado cuenta de que Byakuya solía llamar casa, mansión, palacio alguna vez, bromeando. Pero nunca se había referido a ese sitio como hogar.
—Es la primera vez que le llamas hogar —apuntó la chica, hablando a media voz, temiendo tocar alguna fibra sensible que no debiera remover —, al menos en mi presencia.
El pelinegro asintió en medio de un suspiro corto, mirando al jardín y luego a la gente, sabiendo que la teniente tenía razón.
—Hace mucho no lo sentía como un hogar.
—¿Qué cambió? Quiero decir —se corrigió inmediatamente —, si puedo preguntar.
El noble guardó silencio, pensando la respuesta, tratando de encontrar el origen del cambio. La fiesta había ayudado, ver a su sobrino tan feliz, los invitados, los amigos, los obsequios, los abrazos. Ver a Hanako ahí, rodeada de gente, rodeada de sombras, rodeada de luces y de adornos. Ver a Rukia sonriendo con ganas luego de meses de angustia.
—No estoy seguro, esta noche fueron muchas cosas, pero no sé cuál fue la que hizo la diferencia.
Guardaron silencio mientras un viento suave les envolvía, erizándoles la piel y consiguiendo que el noble le ofreciera a su amiga un brazo para encaminarse de nuevo al interior.
—Creo que he sido bastante egoísta y ya he acaparado tu atención más de la cuenta, al menos para una noche.
—No me importaría quedarme un poco más —admitió ella, sonriendo.
—¿Sería justo para tus admiradores?
—¿Ya no es sólo uno? —bromeó la teniente frenando su marcha y ganándose una mirada sarcástica por parte de su colega.
—He visto al capitán Hirako muy pendiente de ti durante el tango.
—¡A Shinji! Nah —soltó nerviosa la chica, sintiendo un escalofrió más y apartando el pensamiento a toda velocidad. —No, él me aborrece.
—No seré quien desmienta eso, no me conviene. Teniente —llamó al final, consiguiendo que la chica levantara la mirada, quedándose pasmada.
Byakuya era alto, bastante más alto que ella, así que, al levantar la mirada en busca de los ojos de su amigo, dio también con él ramillete de muérdago bajo el que ahora se encontraban ambos.
El pelinegro también miraba el muérdago, y aunque su gesto era neutral, Hanako alcanzó a ver el atisbo de jocosidad brillando en sus ojos.
—Supongo que, honrando el deber y la tradición, ahora debo besarte.
—Sí —respondió Hanako con un hilo de voz, tratando de sonar despreocupada al decir aquello —, supongo que sí.
—¿Sería justo que me porte así de egoísta? —cuestionó tomando una mejilla de Hanako mientras ambos giraban para encararse.
—Depende de quien pregunte —respondió con seguridad, consiguiendo ahora que Byakuya retroceder sorprendido.
—Si es el caso —murmuró Byakuya reparando en la mirada curiosa que Matsumoto les dedicaba, tirando del brazo de Kira, que a su vez llamó a Shūhei y a Renji —, se puede honrar la tradición y respetar a los amigos al mismo tiempo.
—Una pena —admitió Hanako entre divertida y decepcionada. —¿Qué le hacemos?
Byakuya se agachó sobre el rostro de Hanako, la chica cerró los ojos y suspiró tomando las manos del noble, Matsumoto ahogó un grito mientras Rukia apretaba las manos de Ichigo, pasmada, Asami había hecho por avanzar con el firme propósito de detener aquello, maldiciéndose por haber colgado muérdago en cada puerta, furiosa con su hermana, pero Tōshirō y Saya la detuvieron al vuelo mientras Renji, Yoshio e Ichigo intercambiaban una mirada, incrédulos.
Y luego los labios de Byakuya aterrizaron en la mejilla de Hanako, oculto del resto, haciéndole a la joven sonreír ampliamente ante él cosquilleo dulce del roce de su piel.
Matsumoto grito un reclamo con la voz arrastrada, Asami casi se cae de cara cuando Tōshirō y Saya la soltaron, demasiado sorprendidos por aquel giro en los hechos. Renji sí que se fue de espaldas e Ichigo soltó una carcajada cuando Rukia por fin le libero las manos.
—¡Así no va! —exclamó Yoshio cruzando los brazos.
—¡Así déjalo! —ordenó Asami dedicándole una mirada de advertencia.
—Cumplido mi deber, me retiro —murmuró el noble al oído de su protegida, consiguiendo que Hanako asintiera conforme y sonriera, acercándose a su capitana bajo la atenta mirada del Gotei.
—También tengo un obsequio para ti —soltó la chica cuando su capitana se acercó a ella, mirándole confundida.
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Asami y Tōshirō avanzaron tomados de la mano hasta alejarse un poco del resto de los shinigamis, la pequeña todavía llevaba las mejillas sonrosadas por la cercanía del albino, que no había tenido ningún reparó en abrazarla por los hombros y atraerla hacia sí, reteniéndola cerca para besarle la sien antes de encarará y sonreír.
La chica había estado paseando consigo una bolsa de regalo con motivos navideños, sonriendo con coquetería cuando los otros le preguntaban por ello, negándolo todo a su paso y haciendo que Tōshirō sonriera con más ganas cada vez.
—¿Puedo ir primero? —cuestionó la chica mostrando su regalo y sonriendo dulcemente cuando su novio asintió una vez.
La chica le entregó la bolsa y espero impaciente mientras Tōshirō retiraba los papeles con cuidado, rebuscando en el fondo de la misma y sonriendo ante el tacto suave.
—¿Qué es? —murmuró para sí mismo mientras tiraba hacia arriba y sonreía al encontrarse con el hilo tejido.
Una bufanda.
Asami arrebató la bufanda de manos de su novio y, en un movimiento ágil, la lanzó alrededor de su cuello, atrayéndolo hacia sí y robando un beso cálido que tomó por sorpresa al muchacho un segundo, al siguiente, sus manos ya se habían asido con fuerzas a la diminuta cintura des su novia, apresándole cerca y disfrutando del calor entre sus cuerpos y el roce cálido de sus bocas, que parecían encajar a la perfección.
Un beso suave, y otro, y otro más, sonrisas ocultas entre los hilos de aquella bufanda, sonrisas dulces, bobas, enamoradas antes de intercambiar otro beso más profundo, más largo, más dulce que el anterior.
Y por fin Tōshirō interrumpió aquella serie de besos mientras sonreía enamorado, mirando a su novia, que había permanecido con los ojos cerrados, el cuello extendido, la sonrisa radiante.
—¿Te gusta? —murmuró la chica abriendo mucho los ojos.
Tōshirō sostuvo la bufanda entre sus manos, acariciando el hilo tejido, percatándose del color celeste en perfecta armonía con el turquesa de sus ojos.
—¿Preguntas en serio? —inquirió el capitán acariciando una mejilla de Asami antes de ponerse bien la bufanda.
—Yo la tejí —canturreó orgullosa, irguiéndose y ladeando un poco el rostro.
Y entonces Tōshirō prestó atención por fin al obsequio. La mayoría de las puntadas eran uniformes y pulcras, justas lo justo, pero entonces se percató de un par de puntos muy flojos, y otros cuantos más apretados. Sonrió pasando saliva con dificultad y luchando contra el nudo en la garganta.
—La amo —prometió el muchacho antes de besar una última vez a su novia y retroceder un paso, rebuscando en los bolsillos. —Ahora yo —depositó en las manos de la chica una caja pequeña que ella abrió con mucha curiosidad mientras él se ajustaba mejor la bufanda.
Dentro venían dos llaves engarzadas en un llavero sencillo, Asami levantó la mirada en busca de los ojos de Tōshirō, sin saber cómo tomar aquello.
—Tōshirō —musitó sin aliento, sintiendo las ganas de llorar.
—Escucha —pidió el muchacho tomando las manos de Asami entre las suyas, apresado la cajita ahí mientras sonreía dulcemente —, han pasado muchas cosas, muchas, en los últimos meses, ha habido días en los que el futuro es incierto y lo único que podemos asegurar es que todo seguirá cambiando cada vez más, entonces pensé en que quería darte una cosa de la que puedas estar segura, no importa que pase.
Asami asintió dos veces, muy pendiente e las palabras de su novio, comprendiendo por fin por que Tōshirō le había pedido que se alejaran para poder darle su obsequio.
—Asami
—¿Sí?
—Mi regalo de navidad para ti son las llaves de mi hogar porque quisiera pedirte que te mudes conmigo —Añadió agachándose en una rodilla y mirando a la chica con una sonrisa soñadora. —No quiero que respondas ahora —confesó antes de besar las manos de la chica y sonreírle con más ganas —, de hecho, quiero que lo pienses, que lo pienses bien, porque quiero escuchar tu respuesta sincera cuando estés lista para decirme, y te lo volveré a preguntar de ser necesario. Pero te doy ahora las llaves. Se que tienes que pensar en tus hermanas, en el Gotei, en todo lo que ha ocurrido en estos meses, y es precipitado pedirlo de la nada, pero mi hogar siempre está abierto para ti y ahora puedes ir ahí cuando gustes.
—Gracias —musitó con voz trémula soltando una mano para limpiarse las lágrimas de la mejilla y sonreír con los ojos cerrados, preguntándose si era posible morir de amor. —Gracias Tōshirō, gracias —repitió la chica mientras el capitán se levantaba y abrazaba con fuerzas a Asami entre sus brazos, sonriendo y agradeciendo internamente a Yoshio por la idea de la fiesta.
—Uno último antes de dejar de acapararte —pidió Tōshirō señalando hacia arriba antes de tomar el rostro de Asami, mostrándole el muérdago y las miradas curiosas de algunos que iban por ahí mirando los marcos de las puertas y a las personas bajo ellas. —Por la tradición —terminó añadiendo al ver a la chica sonrojada. —Después de todo —murmuró al final, cortando la distancia con la boca de su novia mientras ella cerraba los ojos —, esto fue tu idea.
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Al igual que el resto, Saya ya había empezado a repartir sus regalos a ese par de locos amigos suyos. A Ikkaku le había entregado una caja cuadrada adornada a la época navideña, y este no tuvo reparos ni delicadeza en destrozar la envoltura y descubrir su regalo, encontrándose con una peluca anaranjada. Por supuesto no le hizo nada de gracia dicho obsequio, pero estando a punto de reclamarle a su amiga, esta retiró la peluca y dejó ver el verdadero obsequio para Ikkaku, que era un juego para sake con cuatro trazas y su respectiva jarra, todas de caoba color marrón y negro. El teniente no pudo evitar que unas cuantas lagrimas acompañadas de un puchero se empezaran a ver en su cara.
El regalo para Yumichika venia en una bolsa navideña. Se esperaba que fuese a hacerle una broma como a Ikkaku, pero lo que le dio mucha gracia al tercer oficial fue ver la cantidad de plumas de diferentes colores que ocultaban el obsequio. Metió la mano buscando algún objeto, sintiendo algo suave al tacto, como terciopelo, sacando una glamurosa boina con un par de plumas a un lado que combinaban perfectamente con las que siempre usaba en sus parpados.
—¡Ooh linda! Esto es maravilloso —restregó su mejilla contra la de Saya, algo que sabía perfectamente que Saya no soportaba, pero por ser navidad lo toleraría –, ahora es nuestro turno —dijo dando un pequeño aplauso —¿quieres iniciar tu Ikkaku? —dijo mientras volteaba a ver a su amigo, sabía muy bien que él ya quería darle a Saya su regalo.
Este pone frente a Saya su regalo, que, pese a estar envuelto era sumamente obvio que era, la figura de una espada de kendo envuelta era evidente.
—Vaya, me pregunto que podrá ser —dice con descarado sarcasmo.
—Tú sólo ábrelo y ya —exige Ikkaku.
Saya quita la envoltura casi de un tirón, su amigo no se esforzó demasiado en envolverlo bien. Efectivamente era una espada de kendo fabricada totalmente de madera, pero lo que dejo maravillada a la shinigami fue encontrar el tallado de un dragón a lo largo de toda la hoja, por donde Saya paso las yemas de sus dedos, observando el gran trabajo, no se sentía una sola astilla.
—¿Tú la hiciste? —pregunta Saya escéptica.
—Claro —se regocija cruzado de manos y orgulloso —, ¿no crees que soy muy talentoso?
Saya no dice nada, tan solo se abalanza a Ikkaku, le hace una llave en el cuello y empieza a restregar su cabeza calva con sus nudillos.
—¿Quién diría que serias tan detallista, cabeza de bolos? —le dice sonriéndole de oreja a oreja mientras seguía rascándole la cabeza, tan solo se detuvo cuando Yumichika puso su regalo frente a ella.
—Espero que te guste —le dice con apacible sonrisa —, sinceramente tienes gustos peculiares
Le entregó una caja rectangular, envuelta claro en papel navideño. A diferencia de Ikkaku, Yumichika sí que puso detalle y cuidado en la envoltura, pero la soldado desgarró con emoción el papel tirándolo a un lado, sacando de la caja un termo metálico negro, adornado a su alrededor con una serie de notas musicales. Ante eso los ojos de la shinigami se iluminaron con emoción, y acto seguido abrazo a sus dos amigos dándoles las gracias.
—Deberías aprovechar que ahora está solo —dice pícaramente el pelinegro señalando a un lado suyo, donde estaba Renji sirviéndose algo de ponche —, obviamente no olvidaste comprarle algo a él —asegura, viendo las mejillas de Saya sonrojándose, pero no argumentando más y yéndose a donde estaba el teniente de la sexta.
—¡Hey Renji! –le habla tan abruptamente que da un brinco derramando un poco la bebida —, se que somos nuevos en esta festividad, pero creo que eso se debe beber —suelta burlona
—Tsch, ya lo sé —dice limpiándose un poco la camisa, apareciendo luego frente a él una pequeña caja cuadrada y envuelta en papel navideño. Al mirar a Saya, esta tenia el rostro a un lado, pero levemente sonrojado y haciendo un pequeño puchero —, ¿es para mí? —se señala escéptico.
—¡Claro que es para ti idiota! –se lo estampa contra el pecho. —Así que ábrelo de una vez —le da la espalda cruzándose de brazos
El teniente abrió su regalo con cuidado, como si temiese estropear lo que sea que hubiese adentro. Casi no destroza la envoltura al sacar la caja cuadrada, que era negra y elegante. Al abrirla, se encuentra con un par de lentes oscuros cuadrados, muy modernos y parecidos a los costosos lentes que vendían en la tienda Silver Dragonfly Glasses Store. Esto lo deja sin palabras, esos lentes costaban la mitad de su sueldo anual.
—Pero Saya…. Estos lentes….
—Encontré unos parecidos —interrumpe ella, preguntándose si su bochorno podría ser mayor.
—Gracias —muestra una muy linda sonrisa, que Saya ve de reojo y ante la cual ella también sonríe —, ¿pero ¿cómo sabias que quería estos lentes?
Saya entonces se atraganta disimuladamente, recordando la insinuación del capitán Kuchiki días antes de hacer esta fiesta.
Mi teniente solía tener unos lentes que llevaba en su frente en lugar de su pañoleta, pero los rompió hace tiempo.
—Eso no importa —responde obstinada
—Emm yo también tengo algo para ti —Saya voltea a verlo, viendo como Renji sacaba algo de los bolsillos de su chaqueta —, espero que te guste —le entrega una pequeña caja cuadrada que solo tenía un pequeño moño como adorno, únicamente tiene que abrirla, encontrando un dije metálico de plumilla que tenía grabada una partitura en relieve, y encima de esta, estaba un adorno de corchea.
Saya lo mira como el máximo de los tesoros, incluso siente como su corazón da un fuerte latido. Inevitablemente se dibuja en su rostro una enternecida sonrisa que Renji alcanza a ver, deleitándose con tal gesto suave de aquella tosca shinigami.
—Muchas gracias —apenas susurra ella, generándose entre ambos un ambiente muy apacible y cálido —, yo…. Me falta ir a darle su regalo a mis hermanas –dice tras carraspear un poco —, te veré después —y visiblemente inquieta se da la vuelta, pero Renji alcanza a ver que se estaba poniendo de una vez el collar en su cuello
Saya ubicó a sus hermanas en torno a la mesa de postres, donde estaban varios shinigamis elogiando a Hanako por lo exquisitos que le quedaron y a Asami dándole las gracias por tan buena idea de celebrar aquella festividad del mundo humano, ambas dando las gracias de la manera más humilde, incluso apenada.
—Debo reconocer que el berrinche de ese mocoso trajo algo bueno —dice Saya parándose junto a sus hermanas y viendo lo agradable que estaba el ambiente —, todos la están pasando muy bien, hasta la capitana Soi-Fong muestra una sonrisa sincera para variar —aunque en gran parte se debía a que Yoruichi estaba ahí también
—Definitivamente debemos adoptar esta costumbre de los humanos —habla Hanako —, se siente un ambiente muy acogedor
—Es un hecho que lo haremos cada año —afirma Asami con seguridad, al menos de eso se encargaría ella —, ¿ya terminaste de entregar tus regalos Saya? —pregunta un tanto picara al notar el collar que traía puesto —, por lo menos a ti ya te regalaron algo muy bonito y se que ese collar no pudo ser de Ikkaku o Yumichika
—Fue de parte de Renji ¿contenta? —responde incomoda cruzada de brazos, ante lo que Asami se queda de momento conforme, al menos lo admitió —, y no…. Aun me falta entregar el más importante —saca de uno de los bolsillos de su chaqueta una caja negra —, aunque…. Este regalo es tres en uno
Hanako y Asami se miran intrigadas ante lo que decía su impredecible hermana, siendo la mayor quien tomo la caja y la abrió. Las lágrimas conmovidas de Hanako al abrir la caja movió la curiosidad de Asami, quien también se asomó y compartió el sentimiento de su hermana. Dentro de aquella pequeña caja había un collar en forma de corazón dividido en tres, cada uno con su cadena, pero, en cada parte venia grabado "big sister" "middle sister" y "Little sister".
—Obviamente este es el mío – toma la parte de en medio, la que decía "Middle sister".
—¡Saya! —Exclamó Hanako sin aliento, llevándose una mano al pecho mientras su hermana se ponía la cadena del centro. —No tenías por qué hacer esto, es precioso.
Si, habría llorado de no haber estado rodeada por tantos shinigamis, pero Saya igual sintió lo conmovida que estaba su hermana a través del tatuaje de glicinas.
Asami miró el corazón, el momento en que sus hermanas tomaron su parte, así que también tomó el suyo, colocándoselo al cuello y dejándolo a un lado del copo de nieve que le había regalado Tōshirō.
—Eres la peor y la mejor hermana que alguien hubiera podido pedir —expresó, abrazando a su hermana y rodeándola por el cuello con sus brazos. —Gracias, Saya.
—¡Qué combinación! La mejor y la peor —soltó Saya divertida mientras Hanako le abrazaba también.
—¿Y la peonia? —inquirió Asami al ver la camelia en la muñeca de su hermana cuando rompieron el abrazo.
—Se marchitó —soltó Hanako quitándole importancia a ese hecho.
—¡Pero si las alimentas con tu reiatsu!
—Pues me marchité —Añadió divertida, dando un aplauso y arrancándole una carcajada a Saya con aquello.
—¡Hanako! —exclamó Asami parándose en jarras —Tú amas las peonias que…
—Antes de que lo olvide —soltó la mayor tomando las manos de su peque a la fuerza, sonriendo con dulzura. —Lo que Saya y yo no te contamos de tu regalo de navidad fue de dónde salió. Esas flores del infierno pertenecieron alguna vez a mamá. Pero ya era hora de que las tuvieras.
Asami levantó la mirada en dirección a Saya y sintió la garganta cerrada al ver a la de en medio asentir y encogerse de hombros, con una sonrisa radiante ante su pasmo.
Asami pasó los brazos sobre los hombros de sus hermanas y sonrió conteniendo las ganas de llorar.
—Las amo —murmuró agradecida por aquella fiesta.
Se soltaron sonriéndose, tomando sus manos, sintiendo que recuperaba un poco de todo aquello cuanto habían perdido al encontrar aquel primer genzanki, sintiendo que el tiempo no había pasado.
—Sis —soltó Hanako cambiando su atención a la hermana de en medio y sonriendo —, tú no me has dado tu opinión del budín de chocolate.
—Cierto —exclamó la soldado rodeando la mesa mientras Hanako le dedicaba una mirada significativa a su peque.
—Último regalo navideño de la noche, ya —dijo apuntando a un costado con la cabeza, cortante y divertida, consiguiendo que la menor suspirar a siguiéndole.
—¿Ahora qué? —inquirió Asami al ver a Yumichika e Ikkaku con una canasta en las manos.
—Ahora voy yo —dijo Ikkaku divertido, entregando la canasta y avanzando hacia Renji, llamando su atención a los gritos y haciéndole sonreír.
—Cielo, todos sabemos que la treta del muérdago era para hacer caer a Shūhei y Hanako o a Renji y Saya —llamó Yumichika sonriendo ampliamente mientras descubría el contenido de la canasta, haciendo que los ojos de Asami centellearan un momento.
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Renji e Ikkaku habían estado probando varios de los postres puestos en la mesa, debatiendo sobre cuál era el mejor, cuando el brazo de Saya chocó contra el pelirrojo.
—Vaya, se me hacía extraño no haberte visto merodeando esta mesa —exclamó Ikkaku burlándose de Saya —, sabiendo todo lo que comes.
—Tampoco es para tanto.
—¿Cuál es el mejor? —interrumpió Ikkaku quitándole importancia a las palabras de Saya y mirando a Renji.
—El pan de nuez —dijo con una convicción abrumadora, consiguiendo una mirada pesada por parte de Saya.
—No trajimos pan de nuez.
—No, ese salió de nuestra cocina.
—Entonces no has probado el pan de naranja que hizo Hanako.
—No creo que una pieza casera supere los años y años de experiencia que tienen nuestros cocineros.
—¿Te suena el viernes de galletas?
—Suerte de principiantes.
—Pruébalo y retráctate —soltó la soldado encarando al pelirrojo sin percatarse de que Ikkaku había emprendido la retirada.
Sí, ambos shinigamis se habían enfrascado en una discusión acalorada, alegando por el mejor postre, por el sabor más dulce, por el balance perfecto en la repostería cuando sintieron los golpecitos de la hojarasca por todos lados.
Bajaron la mirada hacia el suelo, confundidos, antes de volver la vista a su alrededor.
Montones y montones de hojas, ramilletes, semillas y cerezas, estaban cubiertos por muérdago de pies a cabeza, y Hanako, Asami, Ikkaku y Yumichika les sonreían con socarronería y malicia.
—¿Qué significa esto? —espetó Saya furiosa, apretando un puño y mirando a Asami y a Hanako alternadamente.
—Bueno, el muérdago representa... —trató de explicar Hanako con aires diplomáticos, viéndose abruptamente interrumpida por Saya.
—¡Sé qué demonios representa el muérdago! ¿Qué están haciendo?
—¿No es obvio? —exclamó Asami poniendo los puños en las caderas y sonriendo todavía más —, lo mismo que hemos tratado de hacer toda la noche.
Renji apenas daba crédito a sus ojos, el cabello de Saya estaba lleno de aquellas hojas, el suyo también, y cada vez que la soldado se movía, más de aquellos ramilletes parecían desprenderse de su vestimenta para caer hasta el suelo. Había extendido una mano para tratar de arrancar un ramillete del cabello de las soldado, pero se ganó una mirada de reojo rodeada de un aura sombría, así que retrocedió pasmado y esperó.
Varios shinigamis más se habían aglomerado a su alrededor, guiados por el escándalo que hacían las hermanas, suprimiendo risas discretas al ver la situación en la que los dos shinigamis con más rencillas y pique en todo el Gotei se habían metido, preguntándose si aquel par llegaría al beso o si la soldado seguiría gritándole a sus hermanas.
—Qué escándalo —murmuró Byakuya llegando por la espalda de Renji, consiguiendo que el shinigami girase a toda velocidad para encarar a su capitán. —¿Qué ocurre?
—Nos tendieron una trampa, eso ocurre —soltó Saya rechinando los dientes para sus hermanas, quienes cada vez tenían más dificultades para suprimir la risa.
—¿Trampa? —cuestionó Byakuya mirando a Hanako sobre el hombro de Saya, aprovechando que las miradas estaban en la soldado para poder guiñarle a su protegida. —A mí me parece que la situación es clara.
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—Ni se les ocurra —soltó la soldado encarando al capitán e irguiéndose en firmes, tratando de mantener a raya la rabia —, esto fue una trampa, no es justo.
—Ay hermanita, perdón —soltó Asami llevando las manos a la espalda e inclinándose un poco hacia el frente, sonriendo con más ganas todavía. —De verdad no me di cuenta de que estaban ahí, me tropecé con el muérdago en las manos.
—Tropezaste, sí cómo no —exclamó Saya viendo las canastas en manos de Asami y Yumichika, e intuyendo que Hanako también debía llevar alguna oculta a la espalda. —Traidores.
—En fin, tradición es tradición —soltó Byakuya quitándole importancia a ese hecho.
—Usted no besó a Hanako, no puede hacerme cumplir con eso —canturreó Saya cruzándose de brazos y alzando la nariz, cantando victoria.
—Eso se puede solucionar —concedió el pelinegro, consiguiendo que la teniente se sonrojara hasta las orejas —, pero no me pareció prudente faltar al respeto a una dama cuando es invitada en mi hogar. Y no queremos espantarle a los pretendientes —dijo mirando sobre el hombro de Hanako, alternando una mirada letal a Shinji y otra a Shūhei —¿verdad que no?
—¿Qué pretendientes? —musitó Hanako entre dientes, volviendo el rostro y consiguiendo que Asami se interpusiera entre ella y el capitán.
—Saya, son las reglas —espetó la más pequeña. —¿O nos vas a decir que te da miedo?
—¡Yo no le tengo miedo a un beso! —espetó la soldado apuntándose con el pulgar.
—Confío en que mi gente no dejará mal parado el nombre de la división ante un desafío de esta índole —añadió Byakuya mirando a Renji con una ceja alzada.
—¡Taichō! —exclamó el teniente arrastrando esa palabra, sintiéndose traicionado por su amigo de más confianza.
—Será sólo un beso —comentó Asami sonriendo triunfal al ver acorralados a ese par, que seguía negando lo obvio.
Soldado y teniente se encararon, mirándose con el entrecejo fruncido.
Y hablaron al unísono.
—Son las reglas
—Por el nombre de la división
Asami y Hanako se quedaron quietas, a la expectativa, Saya tomó las solapas de Renji con la mandíbula apretada, el teniente se quedó helado en su sitio, mirando a Saya con los ojos bien abiertos. Quería ese beso, de verdad lo quería, pero no con cien pares de ojos sobre ellos, entre otros, los de su capitán y las hermanas de la soldado.
Y no supo de dónde salió el valor para poner una mano en la cintura de Saya, no supo de dónde salieron las agallas para acercarse el paso que faltaba y cerrar distancias, no supo cómo fue posible conseguir el impulso para relajarse y tomar las riendas de la situación.
Saya contuvo el aliento un momento antes de cerrar los ojos, rendida ante la intensidad de la mirada del teniente, porque ella también quería aquel beso, aunque todavía no lo sabía.
Ikkaku y Yumichika se sostenían las manos conteniendo la emoción, aunque aquello fue más una cortesía con el pelinegro, puesto que era él el más emocionado.
Hanako puso las manos a los hombros de Asami zarandeándola por el nerviosismo. Byakuya abrió los ojos en espera del siguiente movimiento, todo el mundo contuvo el aliento.
Renji se agachó sobre la boca de Saya, todavía nervioso, sintiendo que se movía en cámara lenta a pesar de que ansiaba ese momento desde mucho tiempo atrás.
Todo era perfecto, incluso la música en el lugar parecía estar jugando a su favor, no se escuchaban ni las respiraciones de los shinigamis a su alrededor cuando una de las manos de la soldado soltó su ropa para entrelazarse suavemente en sus cabellos y tirar un poco. Saya también levantó el rostro en busca de la boca del shinigami.
Y aunque ambos habían apelado al dicho de "al mal paso darle prisa", no sabían ni cómo saldrían de aquella situación bien parados.
Renji fue el primero en sentir el empujón al costado, abrió los ojos, pasmado al darse cuenta de que se llevaba a Saya consigo, lo que no entendió fue el por qué...
Hasta que vio a Hogo.
Saya sintió el tirón en su cintura y se fue hacia el frente, abriendo los ojos y tratando de salvarse de aquel desastre natural mientras los ladridos se hacían más y más fuertes.
Hogo había entrado a la habitación perseguido por Yoshio y había embestido a Renji a la pasada, el perro había olido los postres de su humana y había corrido hasta ellos en busca de algún mimo por parte de las hermanas, pero (¡Por Dios, todavía era un cachorro, no medía!) no pudo frenar su carrera, patinó, sus uñas rayaron el suelo un momento antes de golpear las rodillas de Renji y hacerle caer de espaldas, jalando a Saya consigo hasta aterrizar en el suelo, soldado sobre teniente.
Se miraron a los ojos, pasmados ante aquello, ante el grito de Asami, que liberó la rabia, la tensión y la desesperación que sentían todos los demás presentes.
—¡Hogo!
El perro volvió a patinar antes de tomar impulso, volviendo sobre sus pasos y pisando la espalda de Saya cuando la soldado hacía por levantarse, porque si Hogo temía de algo era de una Asami furiosa con quien fuera, así que se pondría a salvo.
Por supuesto, ese gesto tuvo consecuencias.
Porque la boca de Saya terminó aterrizando sobre la de Renji en un movimiento brusco. Sí, aquello fue algo más parecido a un cabezazo, de hecho, el teniente se golpeó contra el piso, apretando ambos los ojos antes de tratar de comprender lo que ocurría.
Fue el pelirrojo el primero en abrir los ojos y quedarse pasmado ante el contacto, Saya se retiró tan rápido como pudo, quitándose de encima y retrocediendo como cangrejo mientras Renji se sentaba también.
¿A eso llamaban beso?
—Tsch —Saya se llevó el dorso de la mano a la boca mientras el sonrojo se marcaba visiblemente en su rostro y el perro salía corriendo tras Yoshio, que estaba seguro de que Asami lo mataría en cuanto tuviera oportunidad.
Renji se llevó la mano a la boca también, rozando sus labios con las yemas y mirando a Saya con las mejillas comenzando a llenarse de color.
Pero no, la soldado no lo dejó morir ahí.
Fue un movimiento torpe, se acercó a gatas hasta el teniente con movimientos torpes y le tomó el cuello, en un segundo ya tenía en su posesión la boca del pelirrojo, que tardó un segundo más en corresponder al beso antes de darse cuenta de que Saya había tomado las riendas de la situación. El contacto duró un segundo, más o menos, pero para ambos fue como si el tiempo se detuviera, porque a pesar de haberlo roto en lo que dura un parpadeo, Saya se permitió sentir el calor de la piel del teniente, su respiración, su incertidumbre, y Renji sintió que su corazón se desbocaba en ese preciso instante en que correspondía, porque cuando acordó, Saya ya había desaparecido.
Algunos shinigamis miraron confundidos el espacio frente a Renji, la soldado se había movido tan rápido que no la habían visto desaparecer, y fue el grito agudo de Asami lo que les hizo volver a la realidad a todos.
Asami y Yumichika daban saltitos tomados de las manos, Hanako reía incrédula, algunos alegaban, otros aplaudían, pero para Renji no existía nada más en ese momento, se quedó en su sitio, mirando el lugar por el que Saya había desaparecido, tocando de nuevo su boca con las manos perdido en una nube de ensoñación e incredulidad.
La mano de Byakuya entró en su campo de visión, el teniente alzó la mirada, pasmado, antes de aceptar el apretón y levantarse.
—Bien hecho, casanova —murmuró el pelinegro consiguiendo que Renji se sonrojara, el teniente iba a apelar, a reclamar, a espetar que aquella burla no era justa, cuando vio la decepción en los ojos del noble —, al menos uno de los dos tuvo el coraje para hacerlo.
—Taichō —murmuró Renji mientras su capitán se alejaba en dirección a su estudio, demasiado cansado de la fiesta como para seguir apelando.
El brazo de Shūhei se cerró sobre sus hombros, Matsumoto entró en su campo de visión y pronto el teniente se vio rodeado de sus amigos, de los más cercanos, de los que sabían perfectamente que el pelirrojo moría de amor por ella, felicitándolo, dándole carrilla, burlándose de él, haciéndole sonreír divertido ante la situación que les había venido a hacer la noche luego de tantas emociones.
En el techo de la mansión, Saya miraba la luna abrazando sus piernas, luciendo una sonrisa bobalicona llena de ilusiones y sueños a futuro. Ni siquiera sintió a Soi-Fong llegar a su lado, la capitana se aclaró la garganta, consiguiendo que Saya saltara en su sitio cual gatito asustado.
—Vi cómo te tropezaste al salir corriendo —puntualizó fríamente la morena, consiguiendo que Saya se sonrojara y bajara la mirada —, has mejorado mucho —aduló al final, suavizando un poco la voz antes de sonreírle —, Y se ve que el teniente te quiere. Eres afortunada.
La capitana desapareció del tejado dejando a Saya con más dudas que nunca, pero decidió dejarlo pasar antes de llevarse una mano a la boca y sonreír.
—Feliz navidad —murmuró para sí misma, sabiendo que aquello no se lo quitaría nadie.
Podían venir diez genzanki, podrían venir los senshi, podría venir todo un ejército de Hollows, esa noche ella se sentía más poderosa que todo el Gotei, y sonrió ampliamente cuando sintió el reiatsu de Hanako debajo de ella, esperando, sonriendo también.
—Feliz navidad, Saya —murmuró la teniente sabiendo que su hermana la escucharía —, y nada de "hicieron trampa". Querías ese beso.
—Tal vez —admitió.
—Adentro hay ponche —dijo al final la teniente girando sobre sí misma —, no le quites a Asami el placer de verte sonrojada.
—Olvídalo, no me volverán a ver hasta dentro de mil años —bromeó divertida mientras se ponía de pie.
—Y Renji preguntó por ti.
—Que sean dos mil años —soltó Saya antes de volver a correr, sonriendo ampliamente ante la idea de que el mañana traería un futuro mejor, permitiéndose soñar la posibilidad de repetir aquel beso alguna vez, y permitiéndose soñar con ser bien correspondida, aunque no supiera todavía lo enamorada que estaba o las ganas que tenía de que aquello fuera así.
Feliz navidad, pensó para sí misma corriendo a toda velocidad por los tejados de la mansión Kuchiki, sonriendo enamorada.
Feliz navidad, y todo lo que viniera después también.
