Les juro que no quepo de felicidad de haber llegado a esto, estoy muy emocionada (Feelings!)

Ya se que Hanako y Saya estan algo... emmmmm, asustadas con lo que se viene, pero espero les guste a nuestros lectores fantasmas

¿Listos para luto, llanto y... destrucción?


Hanako había pisado el Gotei con una sonrisa de medio lado, había sentido cierto revuelo en el reiatsu de la décimo segunda división. No era que le interesara mucho los experimentos que el capitán Kurotsuchi solía realizar ahí, ni cuán tranquilos o estresados estuvieran sus leales súbditos, pero le pareció extraño sentir tanta desesperación sin llegar a imaginarse que la razón era porque el shadow se les había salido del contenedor principal y ahora trataban de hacerle retroceder mientras Asakura (que le había liberado), caía desmayada en medio del revuelo y la batalla.

Los muros reforzados de aquella área eran especiales para contenerlo, pero de vez en cuando se les salía de control mientras hacían experimentos.

Y luego la calma, todo volvió a la normalidad.

Hanako suspiró negando con la cabeza, decidiendo que no merecía la pena enfocarse en aquello de momento.

Acababa de volver, por piedad, necesitaba calma y buena compañía, así que sabía perfectamente a dónde dirigirse.

(Drivers license – Travis Atreo)

Hanako había ido directo a la oficina de Kyōraku para reportar su regreso, sonriendo radiante cuando el comandante compuso expresión de sorpresa al verla, con los hombros descubiertos tras haber quitado las mangas de su uniforme, los mitones rosa pálido, el cabello recogido al costado de su rostro, pero cayendo como una cortina pesada tras sus hombros, el color rosa intenso en las puntas, que ahora parecía más claro, y sus ojos serenos.

—¿Qué te hiciste, Hana-chan? —exclamó el castaño cuando se levantó para ir a saludarla, dándole un abrazo corto, pero que transmitió a la perfección todo lo preocupado que había estado durante esos días.

—¿Además de lo obvio?

—De lo obvio no pienso hablar, luces fantástica —comentó el comandante con una sonrisa dulce mientras ambos tomaban asiento. —No sólo es tu imagen, hay algo distinto contigo.

—Me siento distinta —confesó ensanchando su sonrisa. —Pero no sé a qué se deba.

—El tiempo dirá —concedió el mayor mientras la joven subía los pies a la silla y le sonreía dulcemente. —Bueno, ¿qué pasó? ¿Qué te trae de regreso tan pronto?

Ponerse al día no tomó mucho tiempo, pero la teniente sí que gastó minutos completos preparando el té para su mentor y amigo. Ambos sabían todo el trabajo atrasado que debían tener por la misión a la que habían enviado a las otras dos Yamamoto, y todo el papeleo pendiente de los comunicados tras las últimas noticias del capitán Kurotsuchi. Sabían que el mundo se les vendría encima si no se ponían en guardia, pero también sabían que esa podía ser una de las últimas conversaciones tranquilas en mucho tiempo.

Para Hanako, vivir como si el tiempo se le hubiera terminado y esa fuera la última ocasión para lo que fuera, no era tan extraño, y al mismo tiempo estaba tan cansada de vivir corriendo...

Saya constantemente le decía a ella y a Asami que, como fuera, el mundo seguiría ahí si se daban prisa como si tomaban minutos para disfrutar su día, posiblemente aquella fue la primera ocasión en la que hizo por completo caso a ese consejo tan trillado y, al mismo tiempo, tan sabio, que daba su hermana.

—¿Hace cuánto no hablábamos así? —comentó Kyōraku entre risas mientras Hanako trataba de recuperar la calma también. —Desde que te nombraron teniente no nos hemos tomado una sola copa sin sentir que tenemos que terminarla rápido.

—Quizás porque tenemos que terminarla rápido —concedió Hanako divertida, enarcando una ceja antes de dar otro sorbo a su té. —Perdón —añadió bajando el rostro con una sonrisa tímida antes de dedicar una mirada de reojo al comandante —, sé que dejé de visitarte y que ha pasado mucho. Creo que, hasta ahora, no sabía cómo manejar todo esto de ser teniente, de tener a medio Gotei encima, de lidiar con Kurotsuchi y ahora con Shinji.

—Es cierto —murmuró lentamente el castaño mientras se recostaba hacia atrás en la silla y le sonreía con dulzura —, creo que, de nuevo, hemos puesto sobre tus hombros más peso del que deberías cargar sola.

—Nah, el peso está bien —comentó quitándole importancia a ese hecho —, de verdad me gusta mucho ser teniente, el día que menos te lo esperes, buscaré destronar a alguien para ser capitana —aunque sus palabras eran serias, Kyōraku logró entrever la broma en los ojos de su pequeña, así que carraspeó frustrado.

—¡Hana-chan! Eso no es justo.

—Vamos, no me arriesgaré mucho —prometió la chica poniendo su mano sobre el antebrazo del castaño en un gesto casual antes de volver a su sitio —, el capitán Zaraki ni siquiera sabrá por dónde le llegó la estocada final.

—¡Hanako!

La chica rompió en carcajadas, aquel sonido cristalino que caracterizaba su risa y que el comandante no había escuchado en largo tiempo.

No le dijo nada, se limitó a verla reír a carcajadas mientras dejaba el té en la mesita. No le importó que las risas fueran a costa suya, no le importó que la chica le hubiese gastado una broma que no le hacía ni la más mínima gracia. Disfrutó ese momento de calma preguntándose cuánto pasaría para que instantes así fueran la constante, y no la tensión y el estrés de una guerra desatada.

Dejó que la teniente se riera hasta el cansancio antes de dedicarse ambos una sonrisa cómplice.

—Se me acabaron las niñas —murmuró el comandante cuando Hanako se puso de pie para poder servir otra taza de té para ambos.

—Hace tiempo, otō... comandante —corrigió la chica a tiempo, sintiéndose torpe de nuevo. No le llamaba otōsan desde hacía tanto tiempo...

Y, aunque no terminó de decirlo, Kyōraku sintió aquella palabra, aquel desliz, como una caricia en el corazón.

—Yo insisto, Hanako, en cualquier momento el capitán de la sexta entrará por esa puerta y pedirá tu mano en matrimonio. ¿Cómo voy a enfrentarme con uno de mis capitanes más poderosos? —dramatizó cuando Hanako tiró el azúcar y la cucharilla deslizó hasta el suelo. —No se lo pienso poner fácil.

La teniente se movió con gestos torpes para tratar de recoger todo antes de mirar con reproche a su superior, apretando el gesto en un puchero de indignación y un bufido ofendido.

—Dejen el tema de Byakuya por piedad —suplicó la chica rodando los ojos antes de volver hasta Kyōraku.

—Hasta le llamas por su nombre —soltó resignado el comandante mientras recargaba la mejilla en una mano y sonreía de medio lado.

—El capitán de la sexta es un hombre admirable que me ha acogido bajo su manto, pero nada más. Dejen de dar lata.

—¿No soy el único que lo piensa?

—Shūhei también me molesta con ello.

—Bueno, entonces si no es el capitán Kuchiki quien pide tu mano, seguro el teniente Hisagi lo hará. Tal vez el capitán Hirako…

Ahora sí fue rotundo su fracaso al tratar de sostener las cosas en sus manos, la taza se deslizó hasta el suelo y se quebró, consiguiendo que Kyōraku rompiera en carcajadas antes de levantarse a toda velocidad y ayudar a Hanako a recoger los pedazos.

—¿Quieres dejar de tratar de buscarme marido? —espetó la teniente cuando el comandante le despejó el rostro con un gesto distraído.

—Se presentan solos —defendió Kyōraku con una sonrisa de autosuficiencia y picardía —, yo ni siquiera he tenido que salir a buscar.

—Nanao terminaría haciendo esa tarea si te lo propusieras —acusó Hanako con una sonrisa socarrona. —Dice que hace muchos de tus trabajos.

—Nanao-chan, ¡qué mala eres! —exclamó el castaño con fuerza, consiguiendo que la aludida estornudara en su sitio, sin llegar a escuchar la charla de aquel par.

Ambos rieron mientras Hanako depositaba los pedazos de la taza en la basura y miraba a su comandante con una sonrisa dulce. Guardaron silencio unos segundos, de pie a unos metros, mirándose a los ojos, preguntándose qué les depararía el futuro a partir de ese momento. Sabían que la guerra les estallaría en las manos en cualquier momento, precisamente por eso era que agradecían aquel instante de calma en el que podían volver a ser mentor y protegida sin preocuparse de los cargos y del futuro.

—Bien, bien —concedió Kyōraku levantando las manos en señal de rendición, sonriendo mientras retrocedía medio paso cediendo la victoria —, dejaré el tema. Pero ese joven de la novena, el teniente Hisagi te ve con ojos de cordero.

—Tal vez es que por fin entendió la diferencia de poder.

—¿Siguen siendo adversarios?

—No, hace tiempo nos hicimos buenos amigos —murmuró Hanako en medio de un suspiro, con media sonrisa de resignación, pero demasiadas emociones encontradas en el mismo punto, amenazando con asfixiarla.

El suspiro contagió a Kyōraku, quien dejó correr algunos segundos antes de preguntar, debatiendo entre si sería buena idea o no dejar a Hanako sola con sus pensamientos.

—¿Es confusión lo que veo?

—Es... indecisión. Sé lo que tengo que hacer, pero no quiero lastimar a nadie en el proceso.

El castaño asintió lentamente, conocía a Hanako lo suficiente como para entender que la chica necesitaba luchar sola aquella batalla, sólo necesitaba tiempo, sólo el tiempo diría, así que el comandante terminó con la distancia antes de apresar a Hanako entre sus brazos y besarle la coronilla, como cuando tenía diecinueve años y el corazón roto.

—Lo harás increíble, Hana-chan, ya verás.

La chica se asió con ambas manos al uniforme del capitán antes de suspirar corto, agradeciendo internamente el consuelo y aprovechando aquel momento para reponer fuerzas y volver a su división.

Sabía que la capitana la mandaría a descansar ese día, pero tenía que hacer el intento, tal vez podría apoyar con algo.

Disolvieron el abrazo, retrocediendo con sonrisas cómplices antes de asentir y despedirse.

—Volveré pronto —prometió la teniente asintiendo una vez para Kyōraku, haciéndole sonreír con ganas antes de imitar el gesto a manera de despedida. —Y será para brindar, lo prometo.

—Espero que sí, tengo una botella que te puede gustar.

—Estoy deseando destaparla —confesó mientras se alejaba, dejando a Kyōraku a solas con sus pensamientos.

El castaño se dejó caer en su silla y sonrió mirando por la ventana, el cielo cubierto de nubes que comenzaban a reunirse, amenazando con oscurecer el azul infinito.

—Ukitake... te encantaría ver en lo que se han convertido —murmuró mientras una sonrisa radiante le partía el rostro y él cerraba los ojos en un gesto relajado y melancólico —, la pequeña Hana-chan ya es toda una mujer.

Hanako respiró profundo, apreciando el aroma de la tierra mojada y sintiendo el cambio de humedad en el ambiente, para una shinigami que había crecido dominando el fuego era irónicamente sencillo sentir los cambios de humedad a su alrededor, eso le había permitido comprender cuándo podía y cuándo sería difícil liberar su poder, además de que Saya había ayudado mucho.

Ahora ella estaba convencida de que pronto llovería, tal vez esa misma tarde, aunque las nubes estaban demasiado separadas unas de otras como para liberar una lluviecita tan temprano.

Caminar por el Gotei jamás fue una tarea tan sencilla y relajante como esa mañana en la que su mirada paseaba por los tejados, por los pasillos, por los rostros, por los jardines, iba distraída, sí, pero a la vez iba viendo el Gotei por primera vez.

Porque cada vez que había rondado aquellos pasillos lo había hecho tratando de mantener una postura férrea de poder y autoridad, ahora no importaba quién la tomara en serio y quién no, estaba cansada de demostrar que era justo lo que decían de ella y más. Y precisamente por eso era que, ahora, aquellos corredores le parecían hermosos.

—¿Teniente Yamamoto?

Hanako giró sobre sí misma para encarar al capitán Hirako, que la observaba con la sorpresa reflejada en la mirada y un rubor tan leve en las mejillas que podría haber pasado desapercibido si el capitán no se hubiera aclarado la garganta.

—Hirako Taichō —saludó la chica con una sonrisa radiante, haciendo una reverencia leve.

Una corriente de aire les envolvió, consiguiendo que la chica suprimiera un escalofrío antes de sonreír levantando la mirada, considerando ir a casa en busca de su haori de glicinas, pero dejando esa idea para después.

—Está de regreso —murmuró reclamándose por notar lo obvio.

—Sí, eso parece —respondió la chica con media sonrisa resignada.

Las palabras de Lisa golpearon a Hirako en ese momento. La capitana le había hecho saber que ella era una de las personas a las que Yamamoto había invitado a presenciar uno de los entrenamientos de Hanako en su juventud.

Lisa recordaba aquella junta en la que habían puesto en tela de juicio la lealtad de las hermanas, aquella en la que había desenvainado su zanpaku-tō para medir fuerzas con la chiquilla asustada que le miraba con reproche después.

Tal vez Hanako no la recordaba de antes, pero Lisa le había enseñado una técnica cuando era joven, la misma que se convirtió después en la base de los mil pétalos de fuego y que perfeccionó bajo la tutela de Rukia.

Lisa lo había cuestionado.

¿Tu problema es con Yamamoto o con tu incapacidad para haber protegido a los Yamagawa y al Gotei hace cien años?

—Teniente —comenzó Hirako con un poco más de fuerza, avanzando un paso y llevando una mano hacia la espada, recargándose relajado contra la guarda —, la veo fuerte.

—Gracias, capitán, me siento fuerte. Y llevo algo de prisa —añadió con un gesto educado —, mi capitana...

—No le tomará más de unos segundos escucharme, teniente —interrumpió Hirako abruptamente, con una sinceridad abrumadora en la mirada, haciendo a Hanako sonrojarse por la intensidad de aquel momento —, no quería entrenarla —dijo ladeando el rostro, sabiendo que aquello era obvio —, y tenía motivos personales para no hacerlo. Me cuesta mucho trabajo mirarla sin recordar a Yuriko y a Kai, tiene mucho de ellos en usted.

Hanako pasó saliva con dificultad al escuchar aquellas palabras, reparando tal vez por primera vez en el hecho de que Shinji le había llamado por su apellido original el día que había decidido entrenarla.

—Kyōraku me lo ha dicho —admitió la chica bajando el rostro y pasando un mechón de cabello tras su oreja, consiguiendo que los cristales de su kanzashi dieran un destello pálido, llamando la atención de Shinji y haciéndole suspirar con... ¿resignación? —El comandante dice que mi rostro es una poesía equilibrada del recuerdo de ambos.

—Vine a ofrecer una disculpa —dijo al final el capitán, haciendo una reverencia leve, rápida, escueta, antes de volver a erguirse y desviar los ojos —, la humillé y menosprecié públicamente más veces de las que merecía, y luego yo mismo fui puesto en mi sitio gracias a ello. No quería involucrarme a nivel emocional y terminé haciendo un berrinche monumental, aunque no tan glorioso como el suyo.

—Nos hace humanos —soltó Hanako sin saber de dónde habían salido aquellas palabras, sorprendida y sorprendiendo también al capitán. Sin embargo, compuso una sonrisa y continuó: —, esas son las cosas que nos hacen humanos y nos distinguen de nuestros enemigos, la capacidad tan bella que tenemos para amar y preocuparnos por otros. Eran mis padres, era mi hermano —añadió al final, poniendo una mano sobre su brazo y encogiendo un hombro, con una expresión de melancolía que hizo a Hirako pasar saliva con dificultad. —Y me dolió perderlos, pero nunca me detuve a pensar en que fueron sus subordinados. Ninguno de los dos fue justo con el otro. Fui cruel con usted, capitán, podría haber pedido apoyo a otro vizard. Y lo siento mucho.

La chica avanzó unos pasos hasta el capitán, tendiéndole una mano y sonriendo de medio lado, ofreciendo una tregua, no, una alianza, que Hirako no supo cómo interpretar.

Pero igual aceptó el apretón y sonrió un poco cuando la chica ensanchó su propia sonrisa.

—Fue un honor entrenar con el hombre que preparó a mi familia.

—Me gustaría decir que fue un honor entrenarte, pero no había honor en mis actos —dijo a manera de disculpa, soltando el aire y desviando la mirada —, me imagino que es tarde para tratar de reivindicarme.

—Nunca es tarde —concedió la teniente retrocediendo —, pero en este momento necesito otro tipo de entrenamiento, y no hay entre tus curiosidades algo que me pueda ayudar con lo que planeo o con lo que mi abuelo quería para mí.

—Una lástima.

—Tal vez después —concedió Hanako sonriendo de medio lado, asintiendo una vez para el capitán.

—Tal vez —aceptó él suprimiendo el suspiro que amenazó con escapar de sus labios.

—Con su permiso, capitán.

Hanako se alejó a pasos livianos, con la mirada de Shinji en su nuca, en su espalda, en las glicinas que asomaban gracias al escote que dejaba sus omóplatos a la vista, en la chica que parecía ir dando saltitos a cada paso, con movimientos gráciles, propios de una bailarina y, al mismo tiempo, propios de una peleadora.

Algo tenían las hermanas que habían terminado por poner al Gotei de cabeza. Tal vez, si no hubieran iniciado probando su fuerza, su destreza, su valía, su poder, se habrían convertido en algún ícono, en el amor platónico de muchos. Incluido él mismo, que ahora admiraba a Hanako mientras se alejaba, saludando a su paso a los conocidos antes de perderse en sus propios pensamientos.

No, Hirako alejó esos pensamientos antes de volver a su división. Además, Hanako tenía ya suficiente con Byakuya cuidándole y Shūhei siguiéndole la pista de cerca, no necesitaba otro admirador, aunque no pudiera evitar mirarle como se mira a un amor platónico. Sonrió de medio lado sabiendo que Hiyori le habría hecho burla hasta el cansancio por aquella situación. Y también alejó ese pensamiento. No necesitaba más melancolía justo ahora.

Hanako sonrió ante las miradas de sus subordinados. Los shinigamis la recibieron con entusiasmo cuando entró a su división, felicitándole por sus avances, por su regreso, por su cambio de apariencia. Hubo incluso quienes adularon su pelea contra Hirako y contra los vizards, aunque aquello ya comenzaba a ser molesto.

—No, por favor no —soltó cuando Yamada exclamó que les había pateado el trasero a todos. —Los capitanes salieron en defensa de un buen amigo, mi poder estaba fuera de control y decrecía, yo no estaba pensando con la cabeza fría, y ninguno de ellos desenvainó siquiera el shikai, no puedo adjudicarme esa victoria.

—No importa —aseguró Yamada tomando la mano de Hanako y haciéndola sonrojar —, era una pelea de cinco contra una y de todos modos venció.

—¿Cómo fue la pelea contra Saya?

—¿El capitán Kuchiki-sama y Asami-san tenían indicaciones?

—¿Sabían que pasaría algo así?

—¿De verdad rompió el escudo más poderoso de su hermana?

—¿Qué? —exclamó Hanako pasmada ante la exageración de lo último —¡No! Nunca he siquiera tratado de romper el escudo más poderoso de mi peque.

—¡Qué ocurre aquí! —exclamó Kotsubaki llegando hasta el lugar y percatándose de la presencia de la teniente en el lugar —¡Yamamoto-San! —exclamó colándose entre la gente y haciendo una reverencia frente a ella —¡Okaeri! La división celebra su regreso al Gotei.

Hanako soltó una risa por lo bajo, nerviosa ante la intensidad de aquel subordinado antes de retroceder, conmovida por tanto entusiasmo de parte de todos.

—Paren, esto es extraño —pidió entre risitas.

—Eso lo dices porque no sabes dejarte querer —exclamó Rukia acercándose hacia ellos. —Hay trabajo por hacer —soltó con voz autoritaria, consiguiendo que los shinigamis rompieran filas, liberando a su teniente.

La chica soltó el aire, aliviada y sonrió para su capitana cuando la pelinegra le abrió los brazos, recibiéndola con un abrazo antes de dirigirse ambas a la oficina de la capitana.

—Dios, me salvaste.

—Parecías una damisela en apuros ahí. Si no supiera quién eres, habría creído necesario desenvainar.

Hanako soltó una risa ante las palabras de su capitana y asintió siguiéndola de cerca.

—No pensé que volverías tan pronto.

—Yo tampoco.

—Deberías ir a descansar —añadió Rukia percatándose de que, a pesar de lucir llena de energía, Hanako tenía también ojeras y la mirada cansada —, casi no hay trabajo pendiente por aquí, y necesitamos que repongas energías lo antes posible.

—Lo sé, pero no pude evitar venir para asegurarme de que no se necesitara algo de mí. No sólo me preocupa la seguridad del Gotei, también me preocupa tu salud y la del bebé.

Rukia sonrió llevándose una mano al vientre y negando con la cabeza.

—Descuida, estamos cubiertos.

—Sé que sí.

Hanako levantó la mirada en dirección al escritorio de Rukia y sonrió alzando una ceja en un gesto de sarcasmo.

—Ni lo pienses, teniente —soltó la capitana al ver a Hanako dirigirse hacia sus papeles —, yo me encargaré de repartir los reportes.

—Capitana, de todos modos, la sexta y la décimo primera me quedan de pasada hacia mi casa. Y también... —Hanako bajó la mirada hacia las carpetas, pero una sombra cruzó sus ojos cuando la chica tomó aire para continuar —, también necesito hablar con el capitán Kuchiki.

—¿Nii-sama? —cuestionó Rukia confundida.

—Sí. Es la última parte de la estrategia de mi abuelo —confesó a media voz, levantando los ojos hacia Rukia, como disculpándose por adelantado.

La pelinegra asintió una vez, sonriendo para Hanako, tratando de transmitir calma en aquel gesto, ensanchando ambas las sonrisas y cortando la distancia, otro abrazo antes de que la teniente se encaminara a la entrada.

—Volveré mañana a primera hora.

—Ven para el almuerzo —contradijo Rukia rodando los ojos, sabiendo lo exigente que era Hanako consigo misma cuando se trataba de sus obligaciones.

—Perfecto —soltó Hanako alegremente, sorprendiendo a Rukia —, entonces la veré en unas horas.

—¡No! —exclamó la capitana, enfurruñada —Para el almuerzo de mañana.

—Regreso en cuanto entregue los reportes —dijo Hanako con una sonrisa pícara.

Y Rukia había estado a punto de apelar cuando vio la sonrisa divertida en la boca de su teniente y negó con la cabeza. Divertida.

—Nos vemos mañana, teniente.

—Descanse, capitana.

El paso de Hanako por la once fue rápido, procuró entrar y salir sin ser vista por Yumichika, sabiendo que su amigo querría ponerse al día, sabiendo que no tenía tiempo si quería hablar con el capitán de la sexta.

Y cuando por fin llegó ante la puerta del capitán Kuchiki, sintió su determinación flaquear un momento.

No, no había tiempo para dudar, no había tiempo para los reproches, no había tiempo para perder.

La chica llamó a la puerta y entró con determinación, encontrándose con el noble de pie al lado de la ventana, tomando una taza de té con aires distraídos. Le sorprendió muchísimo ver a la teniente dejar los reportes sobre su escritorio, primero por notar lo distinta que se veía a pesar de que los cambios eran sutiles, y después porque no sabía que ella volvería tan pronto, pero le sorprendió más la fiereza en su mirada.

Las primeras gotas azotaron la ventana tímidamente mientras el silencio crecía entre ellos, y el fuego en sus miradas cobraba vida y cobraba fuerza. La llovizna pronto se convirtió en lluvia consistente, gotas gruesas cayendo sobre el Gotei y empapándolo todo, el golpeteo suave llegaba hasta ellos amortiguado por los vidrios en las ventanas, el aroma a tierra mojada lo invadía todo, así que Hanako tomó aquello como una buena señal, como si el cielo regara la semilla que estaba dispuesta a plantar, esperando una buena respuesta por parte del capitán.

Hanako ahora estaba de pie frente al noble, extendida en toda su estatura, soberbia en postura y orgullosa, llevando en el rostro la calma previa a la tormenta.

Tormenta... su amistad con Byakuya, su relación con el noble se había vuelto cercana en una noche de tormenta, llena de truenos, de rayos, de ruido y de luces, de silencios largos y peligrosos antes de que la electricidad volviese a azotar la tierra con violencia.

Ahora llovía, no tanto como esa noche, y no había rayos ni truenos, aun así, había agua cayendo del cielo. Debía ser una buena señal. Pero ¿cómo iniciar ese discurso? ¿Cuáles eran las palabras adecuadas para la petición que tenía para él?

Comenzar por lo obvio, por la tormenta.

—Byakuya-sama —inició, consiguiendo que el aludido torciera una mueca de disgusto por el honorífico, pero comprendiendo que la chica había ido ahí por algo más que una charla casual. —Hace un tiempo usted me prometió acompañarme a enfrentar mis temores.

—Sí, lo hice.

—¿Mantendría esa promesa para mí?

—Siempre cumplo mis promesas, Hanako, pero tratándose de ti, mantener mi palabra es tan importante como mi orgullo y mi propia vida.

—Entonces tengo una petición que hacerle. Byakuya-sama, ie… Kuchiki Taichō —en un movimiento elegante y agraciado, Hanako sacó la zanpaku-tō de su obi, sosteniéndola por la funda y por la guarda en sus manos, al mismo tiempo que se agachaba en una rodilla frente al noble, bajando la cabeza y arrancándole al pelinegro un gesto de sorpresa. Hanako levantó el rostro con la mirada llena de una chispa centelleante, antes de murmurar: —Por favor, vengo a pedirle que me entrene.

La sorpresa se reflejó un momento en los ojos de Byakuya al mismo tiempo que el trueno cimbró la tierra, al siguiente instante el capitán se había acercado a ella, sacando una carta de su haori y entregándola a la chica mientras ella se levantaba con gestos sutiles.

—Ahí está mi respuesta, teniente.

Hanako miró confundida el pergamino, y luego levantó la mirada en busca de los ojos de Byakuya, que le invitaba a sentarse al sillón, a su lado.

Los kanjis eran inconfundibles. Los trazos finos hechos a conciencia.

Hanako se desplomó en el asiento, igual que toda su determinación.

Cuando hice los arreglos para su matrimonio con alguna de mis nietas, tenía la intención de poner su atención en ellas. Espero haber despertado su curiosidad y conseguir mi cometido. Las tres son fuertes, pero no es una alianza de matrimonio lo que estoy buscando, aunque estoy seguro de que la sangre de esas niñas podría fortalecer al clan Kuchiki, la verdadera intensión detrás de mis actos radica en el hecho de que quiero que entrene a mis retoños.

Al menos, a la mayor de ellas.

Cada una es extraordinaria a su manera, el poder incontenible de Saya, el excesivo reiatsu de Asami, y la aparente necesidad de Hanako para mantenerse fuera del campo de batalla.

En el estilo de pelea de la mayor de mis tesoros, he encontrado diversas similitudes con su manera de llevar un combate, capitán Kuchiki. Hanako logro desarrollar el Shikai en seis meses, y en menos de un año logró los comandos de liberación de su bankai. Aunque ciertamente es la que más tuvo que esforzarse para dominarlo por las inseguridades que muestra ante el poder catastrófico de su zanpaku-tō, también es la que lo consiguió más rápido. Dándome la impresión de que quería quitarse rápidamente esa tarea (dominar su bankai) con tal de no tener que seguir poniendo en riesgo al resto.

Sé bien que cuenta con las capacidades para entrenar a cualquiera de mis nietas, capitán Kuchiki, pero Hanako es, hasta ahora, la más perdida de las tres. Sus miedos respecto al poder destructivo que tiene su zanpaku-tō le ponen limitantes a las que ni Saya ni Asami se enfrentan.

La destreza de Asami para crear y fortalecer escudos inspira a Hanako a trazar nuevas estrategias de ataque para poder vencerla cuando entrenan, así mismo, la habilidad curativa de Saya cuando pelea con todas sus fuerzas, le da la determinación de recurrir al fuego sin temor. Pero fuera de sus hermanas, toda la fiereza de mi nieta para afrontar la batalla y usar al máximo su potencial se desvanece y ella se convierte en un gatito asustado. Hanako no es sólo una peleadora con un reiatsu impresionante, tiene una habilidad de mímesis que ha llegado a ser abrumadora.

Se adaptará a cualquier circunstancia que se le ponga enfrente.

Asami entrenó con Unohana para poder usar kidō curativo además de recurrir a su diamante sin liberar el shikai, Saya ha preferido el hakuda sobre las demás artes y, cuando pelea combinando su destreza con el zanjutsu, el mundo entero parece detenerse por la velocidad a la que ella se mueve, Hanako tiene una destreza peculiar para recurrir a las artes demoníacas sin recitar conjuros completos, aunque se lo atribuyo a su renuencia de recurrir a las llamas.

Capitán Kuchiki, pongo en sus manos mi tesoro más valioso sabiendo que cuidará de él con su vida. Sólo usted sabe cuánto pesa realmente el orgullo, y sabe perfectamente que el amor por la familia es más pesado todavía.

—Mi abuelo quería que nos entrenara… —comprendió al final Hanako, dejando la carta en su regazo mientras sentía una paz abrumadora embargándola.

—Tenía buenos motivos para deshacer el arreglo matrimonial siempre y cuando cumpliera los deseos de tu abuelo —confesó Byakuya tomando una mano de Hanako entre las suyas para ofrecerle consuelo, dado que su expresión denotaba cierto aire de tristeza y… desolación. —¿Estás bien?

—No —confesó la chica devolviendo el apretón, sin atreverse a mirar al noble. —Mi abuelo me entrenó lo mejor que pudo, pero yo gasté tanto tiempo temiendo al poder de mi zanpaku-tō, podría haberlo aprovechado más. Podría haber aprendido tanto a su lado, tomar sus consejos, pelear con él y ahora… ahora ya no está. Yo podría haber sido su orgullo… —soltó al final mientras rompía en llanto.

Byakuya abrió los ojos, sorprendido al ver a Hanako llevarse las manos al rostro y sollozar quedamente, no pudo evitarlo, su brazo se pasó sobre los hombros de la teniente y le atrajo hacia sí con un gesto conciliador, la chica hundió el rostro contra el hombro del capitán, asiéndose por los puños a las solapas de su haori, sintiendo que las borlas le hacían cosquillas en la nariz. No, aquello carecía de importancia, se sentía tan pequeña…

—Me arriesgaré a parecer falso o condescendiente —murmuró Byakuya sonriendo al percatarse del kanzashi en el cabello de la chica —, no hubo una última carta por parte de tu abuelo donde dejara constancia de lo que te diré, pero sí tuvo la gentileza de venir y hacérmelo saber.

La mano de Byakuya sostuvo la mejilla de Hanako, haciéndole levantar la mirada en su dirección, desarmando por completo al capitán.

Hanako tenía los ojos llorosos, la nariz enrojecida, los labios hinchados, y su piel lucía más pálida, su boca se había apretado en un puchero ligero, su pinta era adorable, y el capitán Kuchiki suspiró para mantener sus propias emociones a raya.

Todavía recordaba el rostro del comandante cuando se había presentado en su división, y sus palabras.

No quisiera llenarlo de cartas y pergaminos, capitán Kuchiki, es por eso que he decidido venir directamente a hablar con usted.

—El capitán comandante Shigekuni Yamamoto Genryūsai dijo que habías superado toda expectativa. Sí, se quejó de tus temores —admitió ante el puchero de reclamo que compuso Hanako, poniendo sus palabras en tela de juicio —, pero después te llamo el orgullo del fuego, dijo que te enseñó todo lo que podía y que el resto dependía de ti.

Hanako soltó un sollozo antes de limpiar sus mejillas y desviar el rostro, abochornada por la situación y la cercanía, no encontrando las palabras para disculparse por su reacción.

—Ahora debo parecer una niña pequeña haciendo berrinche.

—A mí me parece que te has vuelto más humana.

—Podría creer que me quiere hacer sentir mejor.

—Poco antes de morir y que tomaras un lugar como teniente, el comandante anterior se retractó de una frase en específico —confesó el noble con orgullo —: Gatito asustado.

—Haré como que le creo —murmuró la chica consiguiendo hacer a Byakuya bufar, divertido.

—Me ofende, teniente, pero comprendo sus motivos para dudar. Mañana —dijo al final, levantándose hacia su escritorio antes de ofrecerle un pañuelo de lino a la shinigami. —Comenzaremos su entrenamiento mañana, teniente Yamamoto.

—Gracias capitán.

—Ahora, ¿me deleitaría con una taza de té? Quisiera conocer su apasionante y… corta, aventura en el mundo humano —añadió al final, mirando los mitones de red que la chica llevaba cubriendo sus manos.

—Le enviaron saludos —admitió Hanako con media sonrisa, consiguiendo una mirada dura por parte del pelinegro.

Byakuya suspiró enarcando una ceja con un retintín de sarcasmo.

—Podríamos haber omitido ese detalle.

—De ninguna manera —soltó Hanako todavía más tranquila, sintiendo que sus propias emociones se iban estabilizando, mientras se dirigía en busca del agua y la tetera —, ella espera una invitación a la siguiente reunión importante que se celebre en el Gotei.

—Estaré encantado de recibirla —dijo con tanto sarcasmo que Hanako no pudo evitar soltar una carcajada, omitiendo por completo el hecho de que Yoruichi quería ser invitada a una boda.

Hanako suspiró, sosteniendo la tetera entre las manos y calentándola con su flama suave, consiguiendo un gesto de sorpresa por parte del capitán de la sexta. Ya había visto esa técnica antes, era una de las favoritas de Hanako, pero jamás había estado tan controlada en su presencia.

Por su parte, la teniente sentía que las emociones iban cayendo poco a poco en su lugar. Se había percatado de que, luego de haber establecido un contacto total con su zanpaku-tō, sentirse furiosa, o feliz, o triste, o serena, se sentía más real. Podía vivir las emociones sin temor a que estas se desbordaran y terminaran ocasionando un desastre natural, así que agradeció a su amigo cuando él volvió a ofrecerle el pañuelo y, con él, la oportunidad de desahogarse en serio.

Llegar hasta la entrada de la mansión Kuchiki al día siguiente fue extraño. Habían acordado entrenar antes y después de sus actividades laborales, aunque al principio Hanako le había dicho al capitán que no quería moverlo de sus actividades habituales, le sorprendió muchísimo enterarse de que el noble entrenaba por su cuenta una hora temprano en las mañanas, antes de salir a la división a llevar el entrenamiento de los reclutas más nuevos, y que no tenía ningún reparo en modificar ligeramente su itinerario habitual puesto que, además, le serviría para fortalecerse.

La recibieron en la entrada y la dirigieron hacia uno de los jardines principales, donde la sorpresa aumentó al ver a Byakuya en el suelo, haciendo abdominales.

No, verlo entrenar no era extraño, suponía que el capitán de la sexta solía someterse a entrenamientos extenuantes para volverse más fuerte cada día, no podía darse el lujo de sentarse en sus laureles sólo por su manejo de kidō y la sincronía con su zanpaku-tō. Pero la imagen de Byakuya en el suelo, cubierto de sudor, usando ropa deportiva... Eso no se lo esperaba.

Hanako se había esperado encontrar a Byakuya usando alguna hakama de algodón, el kosode que usaban bajo el uniforme o algo más tradicional, sin embargo, pasó saliva con dificultad al ver la coleta alta del noble, que mantenía casi todos sus cabellos fuera del rostro, la camiseta de cuello Ve, el pantalón negro.

Y Byakuya soltó el aire la siguiente vez que se dobló sobre sí mismo, mirando a Hanako de reojo antes de levantarse con movimientos lentos.

—Pensaba que era más temprano —admitió el noble mientras avanzaba hacia su amiga y uno de los sirvientes se dirigía hacia ellos con una botella de agua y una toalla.

Hanako no pudo evitar sentirse intimidada ante lo natural de aquella escena, la comodidad entre el noble y su siervo, el respeto que ambos mostraban el uno hacia el otro, la acción que se repite una y otra vez, mañana a mañana. Dios, era abrumador pensar siquiera en el alcance de una familia noble, y echar un vistazo alrededor, a la finca, no pudo evitar preguntarse cuántas personas había encargadas para cuidar sólo aquella ala de la mansión.

—Gracias —murmuró el pelinegro dedicando una mirada fugaz al muchacho que se retiraba llevándose las cosas. —¿Lista para empezar?

—Por supuesto que no —murmuró cuando Byakuya le tomó una mano para besar su dorso y asentir —, pero no vine sin la determinación de comenzar.

—Entonces será una mañana pesada, teniente.

...

(Mirada de fuego – Celtian)

En su tercer día de entrenamientos, Byakuya había notado algo respecto al shikai de Hanako, había logrado sacarle seis liberaciones distintas y había llegado rápidamente a la conclusión de que reflejaban a cada uno de los escuadrones del Gotei, aquella teoría había llegado a él cuando Hanako había hecho la cuarta liberación para detener la lluvia de pétalos y su estoque se había convertido en un escudo medieval que logró cubrirla en el último minuto.

—¡Nanatsu dankai: Bō! —exclamó la shinigami cuando Byakuya recuperó su espada y la atacó de frente, la vara apareció en manos de la teniente obligando al capitán a retroceder pasmado ante la velocidad de reacción de Hanako para adaptarse a la situación que le había puesto de por medio.

Aunque ciertamente el capitán se estaba limitando, no usaba sus habilidades al cien por ciento, así como Hanako no lo hacía tampoco, pero era interesante verla dar todo de sí con los sellos puestos al veinte por ciento. Jamás se habría imaginado que Genryūsai era literal al decir que Hanako se adaptaría a cualquier situación que le pusieras enfrente.

El noble dispuso de nuevo los pétalos mientras saltaba de espaldas, poniendo una distancia prudente con su protegida y movía las manos, empujando cada una de las filosas hojas hacia ella.

—¡Dai San Dankai: Tessen!

Los abanicos en las manos de la teniente, sumados a su flujo de reiatsu, fueron suficientes para desviar y debilitar el ataque de los pétalos del noble, arrancándole una sonrisa de orgullo al pelinegro que recuperó su espada por enésima vez esa mañana.

—¡Cielos, teniente —exclamó Byakuya jadeando por la intensidad en la pelea —, eres una caja de sorpresas!

—¿Recibiría mi siguiente ataque, capitán? —canturreó ella el doble de cansada que su amigo —, tal vez sea capaz de multiplicar la sorpresa.

Byakuya no respondió, adoptó una postura de kendo, sosteniendo la espada hacia el frente con ambas manos mientras sus pies se deslizaban un poco en la tierra, afianzando su raíz para recibir a la teniente.

—Karyū, kaihō suru, cincuenta por ciento: jū ichi dankai ¡Bastarda! —Hanako unió los abanicos antes de sonreírle a su amigo y permitir que el reiatsu hiciera su trabajo. Ahora entre sus manos estaba una espada de dos manos, tan grande y pesada que Hanako tuvo aparentes dificultades para sostenerla al principio.

Hanako tuvo que recargar la punta de la hoja contra el suelo y arrastrar la espada bastarda para poder comenzar a correr en dirección a su adversario. El pelinegro sonrió confiado al ver la dificultad de Hanako para comenzar su carrera, así que le tomó por sorpresa ver a la teniente desaparecer y atacarle por la espalda.

Tal vez fue el hecho de que lo tomó por sorpresa, tal vez fue el hecho de que le había visto sudar cuando comenzó aquella carrera, tal vez fue el hecho de que Hanako de verdad había parecido una damisela en apuros cargando aquella espada.

Y entonces reparó en la sonrisa ladina que la chica compuso un instante antes de desaparecer y atacarle por la espalda.

Byakuya se volvió a toda velocidad para bloquear la estocada de Hanako, la chica le había golpeado de abajo hacia arriba, ocasionando que la espada de Byakuya saliera disparada. Sabía lo que venía a continuación, se había familiarizado con el estilo de pelea del pelinegro, así que la teniente volvió a la cuarta liberación y recibió con dificultad la lluvia de pétalos que le azotó el escudo con violencia.

Para Byakuya había sido más sencillo abrir las manos y dejar ir su espada para aminorar la violencia del golpe que tratar de resistirlo, Hanako había corrido una gran distancia y eso le había añadido brutalidad a su ataque, había cierta vesania en aquel movimiento desesperado, tal vez fue eso lo que hizo a Byakuya sentir más orgulloso todavía, ver lo dispuesta que Hanako había estado a dar un golpe letal.

Pues Byakuya correspondió su falta de piedad y el escudo de la teniente se partió por la mitad haciéndole salir disparada.

Hanako logró reponerse de último minuto y permanecer en pie mientras su escudo se convertía en una lluvia de glicinas regresando hacia ella para volver a formar la espada bastarda, que ahora ella sostuvo en sus manos con ligereza y altanería.

—Te vi hacer eso contra tu fan número uno —murmuró Byakuya divertido mientras Hanako recuperaba la postura de pelea con expresión de confusión. —Fingir no ser capaz de sostener tu arma, yo no sé qué nos haces, que siempre caemos en tu trampa.

—Es que soy subestimable —canturreó divertida la chica. —Es porque soy bonita —remató consiguiendo que Byakuya abriera los ojos, sorprendido.

—Puede ser —concedió. —Ya me mostraste varias liberaciones de tu poder ¿Cuándo me vas a mostrar tu verdadero shikai? Quiero decir, ninguna de las que me mostraste es lo suficientemente poderosa como para hacerme creer que de verdad es la liberación de tu zanpaku-tō. ¿Tiene una verdadera forma?

La pregunta le tomó por sorpresa, pero también la hizo sonreír, así que la teniente concedió una respuesta sincera.

—Tiene una verdadera forma, y un verdadero nombre. ¡Shikai! —gritó la teniente sosteniendo su espada hacia el frente —, ¡Mamoru: Sen'nohana no Ōjoryū!

El flujo de reiatsu, los pétalos de glicinas, el viento por su liberación, a Byakuya le costó mantener la vista enfocada gracias a la tierra que se levantó, así que no tuvo opción de seguir los movimientos hasta que Hanako creo una onda a su alrededor para despejar el sitio.

Los brazos de la teniente tenían, enredadas en torno a los brazos, raíces que parecían ser las ramas de un árbol creciendo hacia sus manos, algunas hojas sueltas le adornaban, glicinas, también algunos ramilletes en su cabello, tan finamente entrelazados que parecían nacer de ella, Byakuya no encontró un arma, cuestión que le hizo sentir confundido.

¿Y el shikai?

Atacó de frente, ese fue el problema, porque Hanako levantó el brazo y cerró la mano, ocurrió en menos de un parpadeo, una hoz apareció ahí, la hoja detuvo el ataque del capitán y le hizo retroceder de nuevo.

Pero ¿qué acababa de pasar?

Byakuya todavía no terminaba de retroceder cuando aquella arma ya había desaparecido, o, mejor dicho, se había adsorbido de nuevo en las ramas de Hanako.

La teniente sonrió de medio lado mientras levantaba una de las manos hacia Byakuya antes de empuñar de nuevo su arma. El mango medía alrededor de un metro, parecía ser la rama de un árbol, ligeramente torcida que crecía como una extensión de la rama en su brazo, y la hoja curva de la hoz en el otro. La hoja tenía una muesca de la que las ramas se asían simulando raíces aferrándose a la tierra, a las rocas, y parecía brillar en un tono violeta como si fuera de metal recubierto por alguna especie de cristal.

—De verdad esto es una sorpresa —murmuró Byakuya mirando el arma desaparecer, la hoja se desvanecía en el aire mientras las ramas parecían adsorberse de nuevo en las raíces de la piel de la teniente. —¿Es su verdadera forma?

—Sí —murmuró la chica antes de cerrar ambas manos y conseguir que las hoces se materializaran por completo. En el extremo bajo colgaban racimos de glicinas ahora que se habían desprendido de las raíces, y las hojas parecían ser de plata con detalles lila claro pintados a lo largo del filo. —Esta es su verdadera forma. Aunque puedo jugar un poco si quiero otro tipo de ofensiva.

—¿En qué radica la diferencia? —inquirió Byakuya acercándose a ella mientras enfundaba su zanpaku-tō, no pudiendo ocultar la curiosidad.

Hanako sacudió una de las hoces y esta tomó rápidamente la forma de un estoque, su guardamanos mantuvo la forma de las raíces mientras la hoja se afianzó en metal que tenía algunos pétalos adheridos a ella.

—¿Por qué preguntaste si mi shikai tenía una verdadera forma? —murmuró Hanako como una contra pregunta.

Byakuya asintió concediendo la victoria. Si quería saber más, debía revelar más.

—Todas las formaciones de tu shikai hasta esto parecían ser muy frágiles. Digo, la primera hoz fue suficientemente fuerte como para vencer al teniente Hisagi, pero cuando usas los abanicos, el bō, incluso la mandoble bastarda, me da la impresión de que no son tan poderosas. Con mi shikai logré partir tu escudo fácilmente. Si no fuera por ese hecho, podría creer que eres invencible por toda la diversidad de tus armas.

—Sí, de hecho, es mi debilidad más grande —murmuró Hanako bajando la mirada hacia su shikai y percatándose por primera vez de lo sencillo que era pelear ahora que no llevaba mangas, preguntándose cómo era que no se le había ocurrido antes modificar su uniforme. —Mi shikai tiene dos etapas, la primera es Mōsō (Engaño), es lo que conocieron todos, una liberación por cada división del Gotei, una forma de honrar la vida y el trabajo de cada shinigami del Gotei. Aunque es la que más uso, no es la más poderosa, cada formación es frágil, sólo puedo sostenerlas con fuerza durante veinte minutos y luego se van debilitando hasta desaparecer en cinco minutos más, entonces no puedo volver a blandir un arma hasta que mi reiatsu se recupere del todo. En mis entrenamientos con Yoruichi y Kisuke no fui capaz de mantener sus formas más de tres minutos cuando me hicieron pelear en mi cien por ciento. La segunda etapa es Mamoru (Proteger), su verdadera forma está inspirada en mis hermanas.

—Pero —murmuró Byakuya confundido ante las palabras de su protegida, frunciendo el entrecejo antes de mirar el suelo frente a él —, en tu pelea contra el capitán Hirako...

—Necesitaba terminarla cuanto antes —confesó Hanako apenada —, estaba a punto de quedarme sin reiatsu, los ataques eran más poderosos porque liberaba más poder, pero mi espada estaba a punto de romperse. El látigo se disolvió casi en cuanto Saya intervino. La verdadera pelea no duró más de quince minutos, creo que duró todavía menos. Pero no estoy segura, estaba frenética.

—¿Por qué no recurriste a Mamoru?

Byakuya guardó silencio, frunciendo el entrecejo mientras trataba de comprender aquellas palabras, a la espera de la respuesta de Hanako.

La chica sonrió de medio lado y miró sus armas, una hoz y un estoque, y luego abrió las manos consiguiendo que las armas desaparecieran, al igual que la raíces en sus brazos. La zanpaku-tō estaba ya enfundada así que Byakuya sonrió comprendiendo que aquel entrenamiento había terminado por ese día. Hanako no tenía más reiatsu para pelear.

—No blando doble —explicó la teniente mientras ambos se dirigían hacia la casa para sentarse a la sombra que les ofrecían los tejados. —Saya blande doble, pero no es extraño que mi shikai se manifestara como un arma de cada lado; puedo usar una hoz en mi mano izquierda, un gancho que me permitía alcanzar a Saya siempre que ella estaba en apuros y necesitaba traerla de regreso a mí. Y puedo usar el estoque con la mano derecha, en donde Asami se ocultaba cuando temíamos a las noches de soledad y tormenta. Con el paso de los años fui capaz de usar ambas armas en ambas manos, y luego blandirlas al mismo tiempo. Originalmente sólo podía hacer una cosa a la vez. Actualmente no sé cómo pelear usándolas ambas, y sólo hay una persona en la que confío para que me muestre el camino.

Byakuya suspiró con media sonrisa, conmovido ante la profundidad de aquello. Engaño y Proteger, aunque ambos eran ataques poderosos, tenían en común el hecho de que Hanako los había desarrollado con la intensión de honrar o cuidar de la vida de otros.

Podía parecer muy sencillo, pero era la prueba más clara de que Hanako había rendido su vida al Gotei y a la humanidad. Antes a su familia, a sus hermanas.

—Tus hermanas regresan hoy de su misión —murmuró el noble tomando una mano de Hanako antes de depositar un beso en su dorso, volcando en ese gesto toda la gratitud que sentía por haber presenciado la manifestación del corazón de Hanako a través de su shikai. —Me imagino que querrás verlas.

—Las extraño mucho —confesó la teniente en respuesta, levantando la mirada al cielo cuando el noble le soltó. —Ha sido tan duro verlas convertirse en shinigamis.

—¿Por qué?

—Ha sido un estira y afloja desde que esto comenzó —murmuró mientras un sirviente de la casa se acercaba a ellos con vasos de agua fresca —, protegerlas, comprender que son fuertes, dejarles ir, y luego que vengan y crean que las sigo protegiendo cuando elegí no hacerlo, los reclamos, las discusiones, los entrenamientos en conjunto y los separados. No lo sé. Son demasiadas cosas.

Byakuya suspiró asintiendo, asimilando aquellas palabras y recordando el día en que Rukia le había dicho que fue aceptada en la décimo tercera división. Recordaba la desilusión en su hermana cuando esta le confesó que no había adquirido un puesto importante, que no podría honrar la casa Kuchiki, y recordaba también que él había sentido alivio al escuchar aquello, porque así su pequeña estaría a salvo.

Había prometido cuidar de ella como si fuese una hermana menor, al principio había sido difícil, había tanto en sus facciones que le recordaban a su viejo amor que dolía tenerla cerca, así que se había convertido en un hombre con una voluntad férrea hacia Rukia, exigente y duro para mantener su corazón a salvo, sin embargo, ella pronto logró romper todas esas defensas y convertirse en su orgullo, y conforme había ganado poder y posición, había comenzado a tomar misiones más complicadas y peligrosas, y él había tenido que aprender a confiar ciegamente en que aquella pequeña (que ya no era tan pequeña) encontraría la manera de solucionar cualquier problema que se le presentara. Aunque él siempre estuviese dispuesto a levantar la espada para defenderla.

—Te comprendo —dijo al final mientras dejaba el vaso a su lado y perdía la mirada en el estanque, observando los peces moviéndose perezosos en la superficie a la espera de algún bicho para alimentarse. —Lo haces bien —prometió con voz contenida, ganándose una mirada pesada por parte de la teniente.

No era difícil para ella darse cuenta de que no era frialdad lo que Byakuya le mostraba en ese momento, sino contención. Porque no podía darse el lujo de dejar que nadie le viera débil, o comenzarían a cuestionar su autoridad. Suficiente tenía con lidiar con capitanes como Mayuri o Kenpachi, desafiándolo constantemente. Suficiente tenía con haberla adoptado como protegida echándose encima a medio Gotei. Suficiente tenía con su postura aristocrática y tener que mantener las apariencias y a otras familias ricas complacidas.

—Ha dado un discurso conmovedor, capitán —murmuró Hanako sin ápice de sarcasmo, dejándole claro al pelinegro que había mucho más detrás de aquellas palabras, como si pudiera ver todo lo que se ocultaba bajo la superficie. —De verdad gracias, Byakuya —añadió al final, tomando una mano del noble entre las suyas, ganándose una mirada de sorpresa ante el contacto —, hacer esto sin saber si hay una forma correcta de hacerlo aterra, así que me siento más tranquila.

—¿Por un discurso conmovedor? —cuestionó el noble apreciando el contacto cálido contra la piel de aquella chica, percatándose de la cercanía, sus hombros se tocaban, podía ver cómo sus clavículas subían y bajaban con cada respiración, el cabello de la chica le hacía cosquillas en una mejilla. La estática.

—Tú lo hiciste increíble con Rukia. Te ama y te admira tanto —admitió la chica acercándose sin ser consciente de que buscaba romper con la distancia —, así que me alivia que alguien que lo logró me diga que voy por buen camino.

—No lo logré —contradijo Byakuya usando la mano libre para tomar la mejilla de Hanako —, me habría gustado hacerlo mejor, hacerlo tan bien como tú lo haces, las mantuviste cerca.

—Pero es porque soy un dulce.

—¿Lo eres? ¿Un dulce?

Tal vez fue la cercanía, tal vez fue el calor que hacía, tal vez fue el hecho de sentir el aliento del noble contra su propia boca, no lo supo, pero hubo algo que hizo que aquellas palabras sonaran seductoras y profundas como pocas cosas dichas entre ellos hasta ese momento.

Los ojos de Hanako vagaron a la boca de Byakuya un momento, al siguiente ambos se habían erguido en sus sitios, recuperando sus vasos y dando un sorbo ligero.

—¡Byakuya! —gritó Ichigo mientras salía al jardín deslizando la puerta con violencia, haciéndole suspirar hastiado al aludido —¿Por qué nadie me notificó que mi hijo regresa hoy?

—Rukia te lo notificó, Kurosaki —dijo amablemente el noble, sintiendo ganas de matarle en ese instante por haber interrumpido.

El noble escuchó a su cuñado abrir la boca y tomar aire para continuar con su argumento, así que volvió el rostro.

A saber, qué expresión tenía en el rostro, que Ichigo sintió la amenaza y retrocedió aterrado, cubriéndose con una mano antes de volver a entrar a la casa a toda velocidad, a resguardarse de la furia del capitán.

—Me encantaría quedarme un poco más —murmuró Hanako antes de levantarse y sonreír para el noble, quien se movió también —, pero debo dejar todo listo para su hermana en la división.

—Lo sé. También yo tengo pendientes todavía.

—Gracias otra vez por acceder a entrenarme —murmuró la chica haciendo una reverencia elegante —, no sabes todo lo que he aprendido contigo.

—Ha sido interesante y un placer, ciertamente ambos nos hemos visto beneficiados por estos entrenamientos.

—No sea condescendiente, capitán —soltó Hanako divertida cuando su amigo le ofreció el brazo para caminar juntos.

—Hablo en serio, Hanako —reclamó el pelinegro cuando vio a la chica preparada para seguir con su argumento —, entrenar contigo me ha ayudado a fortalecerme también. Te he aprendido un truco o dos.

—¿Cuál, por ejemplo?

Byakuya hizo un movimiento del brazo libre para revelar algunos sellos en su piel, dejando a Hanako pasmada.

—Entrenar así ciertamente da resultado.

Guardaron silencio un momento, disfrutando la cercanía y la calma. A pesar de tener ambos a personas importantes para ellos en el mundo humano, era cierto que aquellos días habían sido tranquilos y tener el desfogue del entrenamiento había ayudado a bajar el estrés.

Sabían que esa paz no duraría para siempre, en algún momento una bomba les estallaría en las manos, ambos estaban conscientes de ello, así que debían aprovechar cada instante disponible.

—Supongo que hoy no quedaremos para comer —murmuró el pelinegro con cierto aire de decepción, consiguiendo una sonrisa por parte de Hanako.

—Creo que no, pero me comunicaré contigo en cuanto sepa. De verdad las extraño.

—Lo sé. Seguro tendrán mucho por contarte.

—Dios, espero que no, espero que haya sido una misión aburrida y sin muchas evoluciones, que sea tan tedioso su reporte que...

Byakuya soltó una risita discreta, gesto que consiguió sorprender a Hanako, pero que le contagió haciéndola reír con ganas.

—Tienes razón —soltó al final la chica, recomponiéndose —, no sé en qué estoy pensando.

—Estás siendo optimista, nos hace falta últimamente.

—Lo sé —admitió al final antes de mirar a su amigo y sonreírle. —Pero esta tarde sí te veré. Sin falta. Todavía quiero un combate de kendo, mi reiatsu no da para más esta mañana, y no quisiera ponerlo a prueba.

—Estamos de acuerdo en eso, teniente. Entonces a las seis.

Sin embargo, y antes de dejarla ir, Byakuya llamó a uno de sus sirvientes que le entregó un paquete delicadamente envuelto en papel de china.

—¿Y esto? —murmuró insegura la teniente mientras se percataba de que el contenido eran mitones de tela rosa pálido.

—Acepte esto como un desafío —dijo el noble enarcando una ceja. —Me tomó bastante tiempo comprender por qué usa esos guantes de red que lucen tan encantadores en usted —Hanako se sonrojó ante aquellas palabras, aclarando su garganta —, encontrará que el material de estos es diez veces más inflamable. Veremos si puede manejarlo.

Hanako sonrió confiada y altanera.

—Capitán, jamás en la vida volveré a cambiar de accesorios después

—Veremos, teniente.

Yamada notó el entusiasmo en las facciones de Hanako, la teniente lucía más despierta ese día, más alegre, más espontánea, así que cuando pasó a su oficina a llevarle los reportes y ofrecerle una taza de café, no pudo evitar preguntar.

—¿Está así por sus entrenamientos con el capitán de la sexta? ¿Fue él quien le obsequio los guantes?

Hanako escupió el primer trago de café hacia el costado, tratando de no manchar los papeles y no ensuciarse el uniforme.

Yamada se encogió en su sitio, inseguro si reírse o retirarse por su indiscreción, pero al final fue la risa diamantina de Hanako la que le permitió relajar los hombros y sonreír.

Sí, se había confesado con ella alguna vez, un catorce de febrero, pero eso no quería decir que no le importase la felicidad de la teniente, al contrario, quería que su superior fuera feliz. Ahora comenzaba a creer que para ella debía ser difícil pensar en tonterías así cuando una guerra se gestaba entre sus manos, pero no estaba de más preguntar. Ahora se convertiría en un cómplice para ella, había encontrado en su amistad con la teniente más valor que en el amor platónico con el que se había ilusionado.

—¡Cielos, no! Mis entrenamientos con el capitán Kuchiki son estimulantes, pero no en ese sentido, no. Es por mis hermanas —concedió al final, sonriendo para su oficial antes de revisar los papeles y asegurarse de que ninguno se hubiese ensuciado. —Estoy ansiosa por su regreso. ¿Por qué lo preguntas?

—Por nada en específico, es que se ve más bonita cuando está así de relajada —admitió al final, consiguiendo que Hanako se sonrojara ante aquella declaración. —Y cuando canta, también se ve más bonita cuando canta.

—Yamada —soltó la teniente como una advertencia, entre divertida y autoritaria.

—Ya, ya —exclamó el shinigami levantando las manos en señal de rendición —, no me pasaré de la raya esta vez, teniente, ya aprendí a amarrarme la lengua desde que nos puso a bailar ballet.

—Recuerda que hoy es jueves —amenazó divertida la chica.

—Sí, pasé un recordatorio con los shinigamis de la división para quienes quieran hacer clase con usted. Ya habemos diez personas apuntadas.

—Hoy iremos despacio. Me duele todo el cuerpo.

—Me lo imagino —Yamada hizo una reverencia antes de sonreírle a Hanako y asentir —, con su permiso, teniente, le traeré los informes que entregó la octava y le dejaré seguir con lo suyo.

—Gracias.

Hanako le vio partir y sonrió conmovida, percatándose de que incluso la división parecía más serena en esos días, como si el optimismo fuese más contagioso que la gripa y los bostezos. Por primera vez en mucho tiempo se dejó embargar por aquella sensación de calma y sonrió con ganas, sabiendo que ese momento de paz no duraría para siempre.

En general sabía que los momentos de paz no durarían para siempre, sabía que la guerra era la única constante en la vida, y normalmente aquel pensamiento servía para hacerle sumirse en su propia y profunda depresión. Sin embargo, desde su charla con Kyōraku, disfrutar de la calma sabiendo que no duraría para siempre se había convertido en una constante, y en lugar de convertir aquello en un pensamiento triste, permitió que se llenara de gratitud y de libertad.

Al menos ahora tenían calma, la guerra podría llegar, pero no les arrebataría esa burbuja de paz.

—¡Yamada! —exclamó antes de que el shinigami cerrara la puerta, olvidando que la teniente solía tenerla abierta todo el tiempo —Dile a todos que hoy tomaremos el té veinte minutos antes de hacer ballet. Nos ayudará a abrir los pulmones y... a quitarnos el estrés.

—Sí, teniente.

Kensei y su equipo habían vuelto dos días después de que Yoruichi le pidiera permiso de llevarse a Saya para entrenar, no hubiera querido conceder aquel tiempo en el que no tendrían nada que hacer, pero viéndolo desde otro punto de vista, necesitaba tiempo, Asami continuaba muy cansada por haber derrotado aquel espectro, así que seguía en cama; si, había tratado de ponerse en pie unas cuantas veces, pero no lográndolo con éxito.

Así que luego de que Saya volviera la noche del segundo día, partieron a la mañana siguiente. La morena presentaba algunos cambios en sus ropas, algo que no era muy notorio por su larga y despeinada cabellera, sin embargo, Renji podía ver con claridad la piel desnuda de sus brazos.

-Dime que no estas tan ciego para no verlo- Le murmuró Asami al oído, esto le hizo recorrer un escalofrío por todo el cuerpo -Su traje de shinigami ahora es como el de Soi-Fong, lleva los brazos descubiertos y la espalda también ¿no te gusta?

-Por supuesto que me gusta ¿Qué quieres que haga al respecto? – Le gruño el pelirrojo en voz baja, ambos iban por detrás, algo separados del grupo -No puedo acercarme ahora a ella y decírselo

-Si quieres me bajo…

-No seas ridícula, apenas y puedes caminar todavía- Asami compuso un puchero, mirando hacia otro lado -Ya me encargare de ella cuando volvamos a la sociedad de almas

-Mas te vale, ¿sabes cuán difícil es que Saya decida mostrar tanta piel? – Rodo lo ojos, no pudiendo recordar cuando fue la ultima vez que Saya debo entrever su dragón -Ustedes dos son un caso perdido, moriré antes de que se casen o me den sobrinos

-Asami- Se quejo el pelirrojo, gruñendo por lo bajo mientras la menor solo le sacaba la lengua -No te vayas tan lejos, aun ni siquiera puedo declarármele

-Te dije que te estas tardando…

-No es tan sencillo…- Y la pequeña recargó el rostro sobre el hombro del pelirrojo, suspirando - ¿Por qué de repente tanta tranquilidad?

-Es verdad, no debo irme tan lejos…- Otro suspiro -Tōshirō y yo, bueno… perdón, olvídalo… no dije nada

Y guardó silencio, mirando la espalda de su hermana en su andar, en su platica con Yoshio, y luego divisó la mirada de Kensei fija en ella, por lo que desvió la mirada un poco, tratando de esconderse bajo el abundante cabello del pelirrojo.

Estaban de vuelta en la sociedad de almas, no había nadie para recibirlos esa mañana, el único presente era Shūhei, que saludo a su capitán y a Renji, luego viendo que la menor de las hermanas descansaba sobre sus hombros.

-Los reportes están hechos, Hisagi, hazte cargo de las copias y entregarlas a los capitanes, necesitamos que el capitán comandante este enterado cuanto antes- Miró a Asami, estaba preocupado por la salud de la menor -Abarai, encárgate de llevar a Asami a la división cuatro, Saya y Kurosaki pueden ir a reportarse a sus divisiones…

-Perdón que lo contradiga capitán, pero deseo ir a mi división- Interrumpió la chica, enderezándose un poco sobre la espalda de Renji -Estoy segura de que Yoshio será capaz de ayudarme a llegar a mi puesto de trabajo

-Necesitas atención medica- Insistió el albino, pero ella no había elevado la voz ni nada por el estilo.

-La división cuatro solo me pondrá a dormir en una cama médica, no deseo estar ahí por el resto del día, por favor capitán…

-De acuerdo- Suspiro -Pero recuerda que la cuatro esta a disposición tuya, no dudes en ir si algo no anda bien

-Entendido, señor…

Kensei y Rose desaparecieron, Shūhei también, quedando únicamente Renji, saya, Yoshio y Asami.

-Gracias Renji…

-Yo también creo que deberías ir a la cuatro- Sentenció Saya, no queriendo parecer ruda -Las voces…

-Las voces han desaparecido, estoy bien, así que iré a reportarme con Tōshirō- Le tendió una mano a Yoshio, quien se acercó a ella -Gracias por preocuparse por mí

Ambos desaparecieron con shunpo, dejando a Saya y Renji ahí, solos, por lo que, apenas volteo el pelirrojo a verla, decidió volver a sus actividades.

- ¿Qué mosca le pico? – Se pregunto a misma Saya, arqueando una ceja y marchándose también a su división.

Kyōraku había leído los reportes de sus capitanes, tal vez ese era el motivo por el que había citado aquella junta, para poder tratar los temas importantes y poner todas las cartas sobre la mesa. Para esas alturas del partido ya todos los capitanes y tenientes debían saber lo que ocurría con Asami, así que era imperativo que todos conocieran los detalles más importantes de la situación.

Mayuri parecía ser el más interesado de todos, pero estaba bajo las atentas miradas de Byakuya y Tōshirō, así que tuvo que recurrir varias veces al autocontrol para no excederse con sus comentarios sarcásticos o sus bromas de mal gusto cuando el capitán Muguruma y el capitán Ōtoribashi comenzaron a dar los pormenores de la misión.

—Comandante —dijo el capitán de la décimo segunda cuando el resto terminó de dar su reporte y volvieron la mirada hacia Kurotsuchi. —Siendo alguien que disfruta mucho motivar la curiosidad en la mente activa de terceros, es esa misma curiosidad la que me motiva a hacer esta solicitud. Me encantaría solicitar un permiso para tener a la tercer oficial Yamamoto bajo observación. Creo que aportaría muchísimo para las investigaciones que hemos llevado a cabo en la décimo segunda durante las últimas semanas.

—Debo preguntar a qué se refiere con ello, capitán —murmuró Kyōraku con un dejo de desconfianza en la voz, un filo que no pasó desapercibido para Tōshirō, que sonrió ampliamente mientras Byakuya cerraba los ojos y bajaba el rostro, aliviado al saber que la pequeña de Hanako estaría a salvo de aquel desquiciado.

—En el reporte más reciente hablamos de algunos aspectos de Asakura, una de las shinigamis que encabezan la investigación del Shadow —su explicación fue fría, como solía serlo él, pero había un interés malsano rondando sus palabras, mismo que no pasó desapercibido para algunos de los presentes.

Incluso Hirako levantó la mirada en dirección al capitán Kurotsuchi, un gesto de desconfianza y desprecio que llamó la atención de Lisa. Entonces, o desconfiaba otra vez de Kurotsuchi, o había hecho las paces con Yamamoto.

—Asakura ha presentado algunos de los síntomas que Asami mencionó ocurrieron durante la misión —explicó el científico de las divisiones. —Tener un punto de comparación para poder determinar qué tan grave es lo que ocurre con la oficial Yamamoto es crucial para poder determinar si el enemigo al que nos estamos enfrentando es más poderoso que nosotros y tomar medidas. Dar dos pasos adelante y acorralar antes de ser acorralados.

—Entonces, capitán —llamó Byakuya con desprecio, sin abrir los ojos, sabiendo que, en cuanto hiciera contacto visual con aquel shinigami, no podría contener más la furia que le carcomía por dentro en ese instante —, ¿está solicitando un permiso para analizar a una oficial en función mientas usted nos ocultó información de una de sus investigaciones? No le parece... ¿poco recíproco?

—Poco recíproco, dice... —soltó Mayuri conteniendo la voz. —¿Con qué autoridad dice que estoy siendo poco recíproco?

Byakuya suspiró; autoridad, por supuesto. Desde que tenían memoria de su relación como capitanes, Kurotsuchi Mayuri se la había pasado cuestionando la autoridad de Byakuya, su posición, su lealtad. Aunque el noble estaba consciente de que Mayuri cuestionaría a todos y a todo, no podía evitar tomarse a personal las acciones de aquel individuo, que parecía cada vez más empeñado en hacerlo con toda la intensión de molestar al capitán de la sexta.

Todo el mundo sabía que Mayuri sólo le era fiel a sus propias convicciones, así que no era extraño verle actuar como un loco con tal de conseguir sus objetivos, pero posiblemente aquella sería la primera vez que él estuviese cuestionando la lealtad de un tercero.

El capitán Kuchiki entreabrió los ojos y perdió la mirada en la pared del frente, tratando de organizar sus palabras, pero todavía sin dirigir la mirada hacia su colega y adversario.

—Hablo en nombre del clan Kuchiki, como capitán de la sexta división, como guardián de las hermanas Yamamoto y como un Shinigami que ha puesto su vida y su corazón al servicio de la humanidad. ¿Autoridad? —murmuró fijando la mirada en los ojos de Mayuri, haciéndole retroceder medio paso ante una amenaza inminente —, el día en que esté dispuesto a anteponer el bien mayor sobre la propia vida o los intereses personales, ese día cuestiona mi autoridad. Desde que inició el problema con los genzanki no he hecho otra cosa que apoyar y respaldar las decisiones del capitán comandante, de las hermanas Yamamoto y del Gotei —volvió a cerrar los ojos, sabiendo que estaba excediendo su propio código silente —, con esa autoridad me atrevo a decir que usted es poco recíproco.

El silencio sepulcral que siguió a sus palabras le concedió la victoria, Byakuya se dio permiso de entreabrir los ojos y deleitarse en la mirada descolocada que Mayuri le dedicaba en ese momento, incrédulo de su atrevimiento al hablarle así, a cuestionarlo, acusarlo de un crimen que, ciertamente, había cometido.

Mayuri temblaba, aunque trató de contenerse lo mejor que pudo, su esfuerzo más grande no fue suficiente para ocultar la rabia creciente y el desprecio que sentía por aquel shinigami que lo había superado en estrategia y le había humillado en público.

—Perdóneme, Kuchiki, pero en ese momento de alerta no estamos para desconfiar de los elementos que estamos del mismo lado.

—¡Qué curioso! —exclamó Shinji con su sonrisa socarrona —, a mí se me acusaba de lo mismo hasta hace unos días.

—Además —concluyó Byakuya serenándose todo lo posible —, no soy yo el que ha atentado contra la seguridad de las hermanas.

—¿Tiene prueba de ello?

—¿Debo recordarle la cacería de brujas que armó contra Yamamoto Hanako cuando se enteró de las restricciones autoimpuestas?

—¿Ahora hablaremos de su mascota? —cortó Mayuri con saña, componiendo una sonrisa sádica que buscaba provocar al noble.

—Ella es mi protegida —sentenció el pelinegro mirando a Mayuri con ganas de calcinarlo con la mirada —, y no permitiré que se hable de la teniente Yamamoto en mi presencia si...

—Permiso denegado —exclamó Kyōraku sereno, ganándose una mirada de incredulidad por parte del capitán de la décimo segunda, pero suspiros de alivio por el resto de los capitanes.

Incluso Kenpachi soltó el aire. No le molestaba pelear contra el noble de la sexta división, pero ciertamente le daba mal rollo el capitán de la doceava. No gracias, no quería estar en medio cuando sus espadas hicieran coalición.

—Comandante —trató de iniciar Mayuri un argumento, pero la voz del castaño se alzó poderosa sobre todos, sin llegar a doblegar sus voluntades, pero dejando en claro que había emitido su última palabra.

—Aunque es cierto que la oficial Yamamoto presenta síntomas que deberían ser observados por profesionales y expertos, también es cierto que no tenemos conocimiento de los experimentos que menciona, y antes de poder conceder el permiso para trabajar con la tercer oficial y con su consentimiento —puntualizó dejando claro que no le había gustado que solicitara ese permiso sin estar la menor presente —, preferiría que nos entregara avances y conclusiones de sus experimentos ya realizados, para tener garantía de la seguridad de nuestros elementos. Después de todo, Asami es el escudo del Gotei.

—Comandante —soltó Mayuri con un gesto que dejaba una sensación de berrinche en su voz.

—Tomare una decisión respecto a las obligaciones de la oficial Yamamoto. La capitana Kotetsu le dará seguimiento a su caso a partir de mañana. Por ahora lo primordial es preocuparnos por su salud y reposición, para que vuelva a ocupar su lugar como escudo del Gotei.

—Podemos hacer algo para ayudar —exclamó Mayuri ofendido.

—Sí, como diseccionarla —ironizó Byakuya consiguiendo que Hirako soltara una carcajada.

—Parece que alguien tiene sentido del humor —comentó Soi-Fong con ironía.

—Las niñas nos tienen de guardianes —soltó el capitán Shinji antes de mirar a Byakuya y asentir una vez para tratar de afianzar su punto —, algunos más recientes que otros.

Byakuya asintió de regreso, agradecido por el voto de confianza que el capitán de la quinta parecía estar depositando en Hanako, Saya y Asami, asintió antes de volver a su postura estoica y hacerse el firme propósito de mantener la calma el resto de la junta. Sin embargo, todavía había un punto que le parecía importante recalcar.

—Antes cuestionábamos si estábamos dispuestos a sacrificar una vida —murmuró Byakuya antes de dedicarle una mirada a Hitsugaya —, decidimos poner en riesgo a un equipo completo y pudimos haber perdido a un elemento poderoso, uno de nuestros soldados más formidables, en este intento desesperado de recuperar a un compañero. Justo ahora no estamos dispuestos a sacrificar la vida de nuestros seres queridos, ninguno más. A pesar de estar dispuestos a dar la propia vida en el campo de batalla, pero no a costa de actos egoístas y sinsentidos.

Rukia lo sabía, sabía que su hermano no sólo se refería a la situación de Asami, sabía que también hablaba de Yoshio. De cierta forma el noble había tenido a dos personas a las que podría haber perdido en ese enfrentamiento además de a la pequeña Yamamoto, porque también Renji había estado en esa misión. Y su nii-sama no era el único que podría haber perdido algo esa noche. Hanako tenía qué perder, Hitsugaya tenía que perder, Rukia tenía que perder, los vizards tenían que perder.

Esa misión había puesto en riesgo a familia y amigos, no era sólo una cuestión de proteger a la humanidad. Y aunque cada shinigami estaba consciente de que se jugaba la vida en cada enfrentamiento, una cosa era saberlo y otra muy distinta era vivirlo.

—Supongo que está decidido —soltó Mayuri rechinando los dientes, mirando con desprecio a Byakuya, que volvió el rostro hacia el costado en un gesto de repudio para no tener que observar a su compañero.

—Que la capitana Kotetsu nos pase un reporte detallado de la evolución de su situación —dijo Kyōraku dando el tema por sentado —, y con base en los análisis iremos tomando decisiones. Capitán Kurotsuchi —llamó cuando vio al aludido cruzar los brazos y desviar una mueca, un berrinche —, esperamos el reporte de sus investigaciones con Asakura, estaremos felices de poder apoyar en cualquier situación emergente.

—Será un placer —soltó el capitán entre dientes.

—Es todo, capitanes, actuemos con prudencia, enviaré indicaciones a través de mis tenientes, esperen indicaciones y sigan en lo suyo.

Regresar de la junta con los capitanes había dejado agotada a Rukia, así que agradeció el ambiente familiar que reinaba en la décimo tercera división. Desde que se habían instaurado los viernes de galletas, los sábados solían ser días en los que sus subordinados parecían más relajados y divertidos, había incluso quienes desayunaban juntos en las instalaciones de la división y eso les daba la oportunidad de trabajar más relajados.

Rukia y Hanako se reunían en la oficina de la capitana a trabajar en conjunto y poder desarrollar de mejor manera su trabajo. Era un refugio para ambas poder avanzar así, saber que no estaban solas al momento de liderar al equipo, sino que se tenían la una a la otra.

Esa mañana no había refugio.

No luego de una junta de capitanes. No en medio de una guerra contra enemigos a los que no conocían. No cuando estaban en peligro constante y hasta nuevo aviso.

Sintió el reiatsu de su teniente cambiar abruptamente.

Rukia levantó lentamente la mirada en dirección a Hanako, que estaba sentada en el sillón frente a su escritorio. Ya era una costumbre para ellas ponerse al día con los informes al mismo tiempo, intercambiar teorías, hablar de los detalles de las misiones en las que no estaban para poder difundir la información de la mejor manera. Ahora toda el aura de Hanako se había oscurecido, el calor manaba de su cuerpo con el ondear de su cabello y los mitones comenzaban a consumirse por los bordes.

—Ha...na...

—Capitana —soltó Hanako componiendo una sonrisa y levantando la mirada hacia Rukia, haciéndole dar un escalofrío por su cambio abrupto, la sombra oscura y peligrosa se desvaneció dejando a su teniente, tranquila como siempre, casi podía ver los botones floreciendo a su alrededor mientras los destellos le hacían dar una imagen kawaii —, mi hermana pequeña ya debe estar en casa y me encantaría hablar con ella de su misión. ¿Sería prudente que me permitiera llevarme a la Soldado Yamamoto y poder retirarnos? Saya debe estar tan cansada...

Tanta diplomacia le hizo pasar saliva con dificultad, recordando las palabras de su hermano dichas recientemente: Hay personas que dan más miedo cuando bajan la voz que cuando gritan, Hanako forma parte ese grupo.

—H-hai, fukutaichō.

—Arigatto, taichō.

Hanako se levantó con gracia y elegancia, movimientos dulces propios del ballet hasta que azotó la puerta, haciendo a Rukia saltar en su sitio. Se relajó y bajó los hombros hasta darse cuenta de que la vida de su mejor soldado podía estar en peligro.

Pero en su estado actual no podía hacer nada por ayudarla, así que la capitana se llevó una mano al vientre y lanzó un pensamiento, una disculpa mientras dos riachuelos cubrían sus mejillas por la preocupación.

—Gomene, Saya —musitó sonriendo de medio lado, diciéndose a sí misma que todo iría bien para tratar de tranquilizarse.

En el pasillo se sentía frío, porque la reina del fuego ahora manaba un aura gélida mientras su sonrisa se volvía más y más angelical. Yamada se encogió en su sitio cuando su teniente le preguntó por la soldado Yamamoto, y se sintió culpable cuando fue él mismo quien la encaminó hacia su hermana, señalando el último lugar en el que la había visto.

—Saya —llamó Hanako con voz dulce, interrumpiendo las labores de su hermana —, ikuzo, tenemos que ir a casa.

La soldado levantó el rostro hacia Hanako y se congeló en su sitio, porque a pesar de llevar esa sonrisa angelical que había adoptado luego de su vuelta al Gotei, sonrisa que sólo habían conocido ella y Asami hasta ese momento, ahora había algo en su aura, en su entorno, una alarma gritando peligro que le hizo sentir frío en el corazón.

¿Pero peligro de que? Saya incluso hizo un rápido repaso mental a la última semana, incluso al último mes en busca de algo que pudiera tener a su hermana con esa aura molesta, porque no necesitaba la sensación que le daba el tatuaje de glicinas en su pecho para saber que Hanako estaba furiosa, justo ahora ver su sonrisa era más que suficiente. Pero no encontró nada en sus recuerdos que le diera una pequeña pista.

—Hanako... ¿p-paso algo? —sabía que no era nada grave, de lo contrario Hanako no estaría tan calmada, pero algo le decía que no saldría impune, fuese lo que fuese.

—Nada de lo que tengas qué preocuparte todavía —prometió dándole la espalda y encaminándose hacia la puerta, sumiéndose en un obstinado silencio a la espera de su hermana.

El camino de la treceava a su casa nunca le había parecido tan abrumadoramente largo como ahora. Su hermana iba en total silencio, y no es que siempre se la pasaran hablando al volver juntas a casa, pero por lo menos traían sonrisas divertidas o gestos calmados. Pero justo ahora, el silencio era sumamente abrumador, aplastante, tanto que se moría de ganas de indagar, de insistirle a Hanako que dejara de torturarla y le dijera algo, pero tampoco se atrevía a romper la aterradora calma de su hermana, no le quedaba de otra que rezar en silencio por su vida.

Una gota apareció en su cabeza, ¿había entregado todos los informes? Sí, tenía doce sellos. Entonces ¿tenía papeleo atrasado? No, su escritorio estaba vacío, incluso había ayudado a Yamada a terminar de sellar los entrenamientos de los soldados. Más gotitas aparecieron ante la creciente desesperación por la ignorancia. ¡Había dejado los trastes sin lavar, eso era!... No, tampoco eso era, Asami había lavado la noche anterior y ella había sacado la basura. ¿O no la había sacado?

¡Hogo! Se había olvidado de alimentar a Hogo... pero el perro estaba en la casa, no en la división, el cachorro le hacía compañía a su hermana pequeña, no era por Hogo.

¡Qué era, ¿qué?!

Hanako suspiró entrando a su hogar, Hogo salió corriendo a recibirlas, y aunque dio algunos saltos alrededor de su humana, pronto notó también que algo no andaba bien y salió corriendo en dirección a la sala, a refugiarse a las faldas de Asami.

—¡Tadaimasu —exclamó Hanako con entusiasmo, sin embargo, la forma en la que pronunció el nombre de su hermana más pequeña dejó claro que no había tales emociones en ella —, A-sa-mi-chan!

Había estado recostada en el sofá, ni siquiera había encendido su consola, estaba cansada y, aunque podía hacerlo en su habitación, no deseaba dejar solo a Hogo habiendo alguien en casa.

Hanako y Saya habían llegado a casa, pero la extraña forma en que el perro reaccionó al comportamiento de su hermana la hizo voltear a verla, sin contar, la pronunciación de su nombre sílaba por sílaba.

—Hana-Chan... ¿su-sucede algo? —preguntó por inercia, sintiendo el cambio de aura y la extrañeza en su hermana —Te siento... extraña...

—¿Extraña? No, para nada —soltó la teniente dirigiéndose hacia la cocina, tronándose los dedos antes de dirigirse a las gavetas —, prepararé té y estaré con ustedes, sólo quiero que nos pongamos al corriente —murmuró al final, mirando a sus hermanas por encima del hombro antes de poner a hervir el agua.

Si alguna vez sintieron miedo en presencia de la capitana Unohana cuando vivía, jamás hasta ese momento habían experimentado una sensación similar ante una sonrisa por encima del hombro, acompañada de una mirada serena.

Hanako se recargó en la barra mientras el agua hervía, sintiendo que, conforme más burbujas bullían hacia la superficie, más calma encontraba para sus propias emociones.

¿Qué era? ¿Rabia? Definitivamente estaba furiosa, angustia ya no, sus hermanas estaban bien. Culpa, mucha, después de todo ella misma había dicho a Yoruichi que no quería que sus hermanas se sintieran menospreciadas. Orgullo. Lo que más sentía era orgullo.

Y Byakuya la había puesto bajo aviso en su entrenamiento matutino, Renji le había contado de la misión cuando se habían visto, el pelinegro estaba enterado de algunos detalles y las palabras de su ángel de la guarda le golpearon, terminando de darle la paz que necesitaba para prepararse su té y enfrentar a sus hermanas.

No importa quienes sean, son shinigamis de los trece escuadrones de protección, y han cumplido con su misión de forma exitosa, si fueron impertinentes o si fueron prudentes, lograron seguir indicaciones y volver con éxito. Y con bien.

—¿Qué voy a hacer con ustedes? —murmuró Hanako para sí misma, suspirando, sonriendo de medio lado, sabiendo que no sólo se preguntaba aquello por sus hermanas, sino por cada persona a la que amaba. —¿Quieren té? —exclamó levantando la voz y levantando el rostro hacia el techo de la cocina, con los ojos apretados por el esfuerzo de tratar de sonar neutral. — La capitana ha enviado pan de naranja para la merienda.

—Emmm... s-si... —murmuró Saya, oficialmente confundida, ahora sí no tenía la menor idea de que pasaría a continuación. —Asami —codeó levemente a su hermana —, ¿alguna idea de que pasa? Es muy mala señal que este así de calmada y lo sabes

—Emmm, hoy no, gracias, he bebido mucha agua ya —respondió la más pequeña mientras recibía el codazo de Saya, pero lo cierto era que no tenía pies ni cabeza en ese momento —No lo sé, tú deberías decirme qué pasó... yo no convivo con ella en la trece

—Yo no hice nada —reclamó en voz baja, repasando por enésima vez su lista mental — lo juro

—Eres la causante de la mayoría de sus dolores de cabeza —le susurra entre dientes, empujándola —, su reiatsu da miedo

—Dímelo a mí, en camino a casa jamás me había parecido tan largo

—Niñas, ¿están peleando? —exclamó Hanako confundida ante los murmullos ahogados que alcanzaban a llegar hasta ella por encima del hervor del agua.

—¡No! — responden en un respingo al mismo tiempo

—Perfecto —murmuró Hanako llevando su taza y la de Saya a la charola mientras se encaminaba a la sala, con una de las carpetas que había llevado a casa en la mano disponible —, entonces podremos ir directo al grano —añadió fríamente mientras azotaba la carpeta en la mesa del centro y ocupaba su lugar en el sillón individual, cruzando una pierna y sosteniendo su taza en las manos mientras los reportes de la misión sobresalían a las carpetas.

Saya pasó saliva con dificultad, ya no quería té.

Asami alcanzó a ver entre las hojas sueltas y por las carpetas, que se trataba de la misión en la que habían participado.

—Esto... tiene que ver con la misión del espectro ¿verdad? —inició la más pequeña, que claramente pudo ver las chispas rosas brotar de los ojos de Hanako, pasó saliva con dificultad y sintió que se le revolvía el estómago, por lo que frunció el entrecejo —No entiendo porque estas así...

—S-sí, la misión salió muy bien —murmuró Saya con voz nerviosa, y prácticamente hundiéndose más en el sillón.

Hanako suspiró enarcando una ceja antes de dar otro sorbo a su taza y asentir.

Había calma en sus palabras. Mucha calma, pero no en sus emociones, ni en su reiatsu, que ya comenzaba a consumir el borde de los mitones de nuevo.

—Esa parte la sé, están aquí, están con vida, todos volvieron con bien y recuperaron un elemento. Lo que quiero es saber qué pasó.

¿Qué pasó? ¿Cómo que qué pasó? Todo estaba en los reportes, ella misma había leído el reporte en la oficina de Tōshirō ¿Por qué Hanako preguntaba eso?

—No entiendo Hanako, todo está ahí...—explico Asami señalando la carpeta, sintió una oleada de bilis, acaso ¿Hanako la estaba tratando como una niña todavía? —No fue un acto suicida, yo estaba segura de que podría protegerme y proteger al shinigami, sabía que Saya estaba ahí, que ella entendería mi voluntad...

Había ido aumentando el volumen, su voz había dejado de ser dulce, convirtiéndose en un reclamo cargado de molestia, de furia, de algo que crecía en su interior. Por un momento no supo si eran sus propios pensamientos, aquella voz sonaba demasiado parecida a la propia, y al mismo tiempo sonaba tan distinta, una emoción que ella jamás podría albergar en su pecho. No, tanta rabia no podía pertenecerle.

Pero ahí estaba, hablando en los linderos de su mente, en esa área gris en la que no podía entender bien lo que escuchaba, pero comprendía bien lo que significaba.

Eso... hazlo... sube la intensidad...— Deseaba hacer caso omiso a esa voz, pero esta vez no podía, porque sentía que Hanako la estaba regañando como a una pequeña de tres años que había hecho una travesura.

—Asami —murmuró Hanako bajando la voz, el rostro, pero sosteniendo la mirada de su pequeña, percatándose de que el fuego también parecía arder en el interior de la más joven —, ¿tuvieron tus actos que ver con mi técnica de combustión espontánea?

—No —respondió secamente, quería morderse la lengua y reprimirse, porque no tenía nada que ver con la técnica que su hermana había usado contra aquella senshi —Pero un enemigo tan grande ameritaba ser acabado desde dentro, era más sencillo, no son las únicas que han entrenado para ser mejores, yo también tengo cosas que proteger, y para eso entrene, estaba segura de mis capacidades

—Asami, ya no eres una niña, así que deja de comportarte como una —dijo fríamente Hanako antes de dar otro sorbo a su bebida. —Aquí no se está poniendo en tela de juicio tu poder, tu entrenamiento o tu nivel. La combustión espontánea no implica ponerme en riesgo durante un ataque, sino todo lo contrario. Es un movimiento desesperado para situaciones desesperadas. Actuaste rápido, saliste airosa, pero ¿a qué costo?

—¿Entonces porque me cuestionas? La misión salió bien, el equipo está bien, todo está bien— Había alzado nuevamente la voz, quería irse a su habitación y olvidar aquello, pero tampoco deseaba decirles a sus hermanas que la voz seguía insistiendo en su interior —No actué rápido, no había otra forma, el espectro copiaba nuestras habilidades, estábamos agotándonos y las restricciones no ayudaban ¿Que querías que hiciera? Era mi última opción, de no serlo, no lo habría hecho ¿Crees que Tōshirō no pensó lo mismo que tú?

Hanako respiró profundo mientras dejaba la taza en la mesa y recuperaba la carpeta, sin llegar a abrirla, apagando el fuego en sus mitones y mirando a su hermana pequeña con los ojos vacíos.

—Esto no es sobre por qué te cuestiono, sino el cuestionamiento que te estoy haciendo. No estás escuchando mi pregunta, conseguiste una victoria: ¿a qué costo? Leí el informe hasta memorizarlo, leí cada kanji tratando de entender cada significado, las observaciones de Muguruma taichō fueron tan claras que incluso podía imaginar la batalla ocurriendo a mi alrededor. Actuaste sola, ¿a qué costo? No pongo en duda tu poder, tu nivel o tu entrenamiento, pongo en tela de juicio lo que estabas sacrificando para obtener esa victoria. Aun si confiabas en tus compañeros, actuaste sola. Y no hablo de tu estrategia. Y tú estabas ahí —soltó al final, dirigiendo una mirada furtiva a Saya antes de volver a enfocarse en Asami —, tú lo viste, algo no andaba bien y Asami logró echarlos fuera a todos. Consiguieron una victoria. ¿A qué costo?

Quería intervenir. Saya quería intervenir de alguna manera en esa discusión, aunque no tenía idea de cómo calmar la furia de Hanako, ya que esa misma furia e impotencia sintiendo en aquel momento que vio a su hermana menor ser tragada por el espectro. Estaba por decir cualquier cosa, pero sintió en su pecho, precisamente en la zona de los tatuajes de flores, un repentino ardor que no supo interpretar. ¿Qué pasaba? Sus hermanas estaban ahí, con ella, nada les sucedía. Estaban en cierta manera molestas, pero no era eso lo que estaba sintiendo.

—Hanako —Saya se levantó abruptamente, ganándose las miradas sorprendidas de sus hermanas por la seriedad de su rostro —, comprendo tu frustración, tu impotencia, yo misma sentí eso cuando vi que Asami era devorada por aquel espectro —recordarlo era volver a sentir esas dudas que la golpearon en aquella batalla — pero Asami no estaba del todo concentrada, dijo haber escuchado unas voces, aun no entiendo del todo eso, pero te juro que estaba asustada, nunca la había visto de esa forma ni siquiera ante las historias de terror que le cuento

Hanako dedicó una mirada a Saya de reojo mientras sus manos abrían las carpetas en un gesto de indiferencia, poniendo distancia.

—Lo sé —murmuró la chica antes de bajar la mirada hacia las hojas.

—¿Qué? —soltó Saya, confundida.

—¿Lo sabes?

—Sí, y eso es lo que estoy cuestionando. La tercer oficial de la décima división reportó con lujo de detalle una situación que ocurrió previo al enfrentamiento con el espectro al que derrotamos, y del que logramos recuperar a Hayashi Fuji. Dicha situación se repitió durante todo el enfrentamiento, afectando ligeramente el desempeño del equipo. Habló de la presencia de la voz del espectro resonando dentro de su mente, como si pudiera hacer algo más que robar reiatsu, sin llegar al control mental. Aunque ciertamente es una situación preocupante, afortunadamente logramos finalizar la misión antes de que la situación se complicara... —Hanako cerró la carpeta y los ojos, hablando más bajo para terminar de drenar la rabia que la consumía, quería gritarles a sus hermanas, quería estallar embravecida y reclamar por la insensatez en la batalla, quería soltar toda la furia que carcomía sus entrañas como una plaga. Gritar habría sido sencillo, lo habría hecho todo más fácil para las tres, gritar habría implicado un berrinche rápido que terminaría como una llamarada sin combustible, pero ella no era una llamarada, era una chispa ingenua ardiendo en el centro del carbón, consumiéndolo lentamente hasta las cenizas. —Asami no reportó las voces hasta finalizar el encuentro y es ahí a donde quería llegar —soltó al final antes de desplomarse en su lugar, recargando el rostro contra una mano y sintiéndose débil.

Las miradas que sus hermanas le dedicaron eran de pasmo, ninguna de las dos comprendía qué era lo que estaba pasando, no entendían qué era lo que acababa de decir Hanako. Entonces ¿no le iba a reclamar por haberse puesto en riesgo? ¿De qué hablaba Hanako?

—Te has vuelto fuerte y eso te puede volver insensata —dijo la mayor en medio de un suspiro pesado, cansada de estar confrontando a sus hermanas, harta de la rabia. No le gustaba enojarse, le parecía una pérdida innecesaria de tiempo y de energía, pero justo ahora no había encontrado otra forma para reunir el valor de hablar con sus hermanas. —No importa qué tan fuerte seas, podrás convertirte en la mismísima comandante del Gotei, eso no cambia esto: no importa qué tan poderosa te vuelvas, no deberías echar fuera al resto. Y eso lo aprendí a la mala, todavía me lo siguen recordando.

Y como si le hubieran echado un balde de agua helada, como si Saya le hubiera calmado con sus habilidades, con sus discursos, como siempre lo hacía; la ira disminuyó, reanalizó los hechos, y entonces comprendió su error.

—No era mi intención dejarlos fuera, sólo... no quería preocuparlos de más— Dijo en un susurro, parpadeó un par de veces, las lágrimas ya habían comenzado a aglomerarse en sus ojos —Hanako... yo... la verdad no sé qué hice... actué sin pensarlo, y lo peor es... que creí que las voces se irían cuando el espectro fuera derrotado...

Se agacho sobre sus rodillas, cubriéndose el rostro con ambas manos, sabiendo que en esos momentos nada contendría la furia que había desatado en su hermana.

—¿Las sigues escuchando? — pregunta Saya, sintiendo una opresión en el pecho

—¿Puedes sentirlo? —inquirió Hanako sin mirar a Saya, aunque era claro por su tono de voz que no se dirigía a la pequeña. Ahora la frialdad no era contra la insensatez o el miedo, sino contra lo que fuera que amenazaba a su familia en ese momento. —Porque yo no. Y eso es lo que me tiene furiosa. Soy la teniente de la décimo tercera división de protección del Gotei, soy la mejor rastreadora de reiatsu que ha peleado para defender a la humanidad en el último milenio, puedo sentir un hueco en el reiatsu de Asami, cuando se acerca o aleja, pero no entendía qué era lo que no podía sentir hasta que leí el informe del capitán. Y con todo y eso, no entiendo qué es lo que está pasando, pero tú tienes las flores. Tú estabas ahí.

—Yo solo siento en cierta manera sus emociones, la de ambas — responde lo más calmada que podía, también le frustraba no comprender lo que le ocurría a su peque — solo siento confusión, y eso también me genera algo de frustración y creo que es eso lo que debe estar sintiendo Asami —en efecto era una situación tensa, grave en cierta manera y la impotencia de no saber que hacer solo empeoraba la situación —, yo confió plenamente en mi intuición, en lo que las flores me generan para saber cómo ayudarlas, pero incluso yo empezaba a dudar cuando el espectro se tragó a Asami, pese a que Kairyū me trasmitía que se encontraba a salvo. Tenía miedo de que no hubiese actuado a tiempo

Había escuchado los reclamos hacia Saya, las palabras de Hanako, había logrado echar fuera la voz de su mente, estaba más cuerda, más tranquila, pero, no sabía hasta qué punto sería capaz de controlarla.

—La voz sigue dentro de mi cabeza, me hace ver sueños, me hace sentir culpa de cosas que aún no suceden, me alteran, no entiendo muchas cosas— Se había rendido ante todo, aceptaría el castigo que Hanako le impusiera si ella deseaba, pero quería descansar —Envíenme a la doce, a la cuatro, a donde quieran, pero necesito que esto termine... no quiero seguir con esto —Suspiró, cansada de aquello —Creo que debo informarle al comandante de esto...

—¿A la doce? —cuestionó la mayor con media sonrisa, siendo aquel gesto arrogante, el primero que no buscaba ocultar su rabia creciente. —Eso no lo esperaba de ti. Asami —soltó volviendo la mirada hacia su pequeña, poniéndose en pie y dejando las carpetas en la mesa —el último consejo que me dio el abuelo, en el último entrenamiento formal que tuvimos antes de que él comenzara a tratarme como a una shinigami de Gotei fue este... —tal vez fueron sus palabras, tal vez fue su postura, tal vez fue el hecho de que la furia de Hanako había evolucionado y ahora la frialdad y ausencia se desvanecían dejando a su paso una pasión que parecía querer consumir la cordura, pero no para sumirlo todo en el caos, sino para dejar la tierra fértil. —Una espada es tan poderosa como la mano que la blande, un shinigami es tan poderoso como fuerte su flujo de reiatsu, pero un guerrero es tan poderoso como la cantidad de manos que sujetan su espalda para empujarlo a ir hacia adelante. Pelea —exigió alzando el rostro en un gesto arrogante, que fue capaz de llenar la habitación de fuego, tratando de infundir en los corazones de sus hermanas algo de la confianza que Genryūsai le había infundido sin darse cuenta de que surtiría efecto algún día. —No nos convertiremos en las shinigamis más poderosas que tenga el Gotei si nos rendimos ante nuestras batallas. ¿Quieres ir a la doce? Caminaremos contigo. ¿Quieres ir a la cuatro? Sostendremos tu mano. Pero yo sólo estoy dispuesta a seguirte en tu camino si tú estás dispuesta a pelear con todo lo que tienes. Si ya te has dado por vencida, no importa a dónde te enviemos, ya perdimos. Así que, Asami, ¿qué vamos a hacer?

¿Qué hacer? ¿Cómo podía el saber qué hacer si ni siquiera ella misma entendía lo que pasaba por su mente?

—Quiero entender esto, quiero saber qué pasa conmigo, el porqué, pero no quiero ir sola— Miro a Hanako con la determinación marcada en los ojos, a pesar de estar llorando por la confusión y el haber estado luchando en su cabeza por acallar aquella voz —Las necesito, a ambas, a Tōshirō, pero quiero entender esto y que termine...— Suspiro, dejando escapar un poco la frustración —Le prometí al abuelo que sería la defensa del gotei, y toda mi vida me he preparado para ello, no quiero fallarles ahora, justo cuando más me necesitan

—No estás sola en esto little sister — dice Saya con voz más efusiva, sonriendo confiada para aligerar un poco la carga de Asami — literalmente siento por lo que estas pasando, dejare cualquier cosa que esté haciendo si siento que estas pasando angustias por esas voces

—La única forma en la que puedes fallarnos —añadió Hanako con una sonrisa maternal, acercándose poco a poco a sus hermanas —, es echándonos fuera.

—No quiero dejarlas fuera, pero temía preocuparlas, no quiero ir a la doce, pero tampoco quiero ser un problema latente durante las batallas— Afirmó, secándose las lágrimas, mirando a sus hermanas

—¡Ay, peque! —exclamó la teniente con un reproche en la mirada —Nos preocupas más cuando nos dejas fuera.

Asami suspiró asintiendo una vez.

—No sé cómo voy a explicárselo a Tōshirō

—Recuerda lo que te dije una vez hermanita —soltó Saya antes de poner una mano en su hombro —, podrás ser la comandante o la misma reina de los shinigamis, y aun así no dejaremos de preocuparnos por ti

Yokatta... —murmuró Hanako para sí misma, feliz de sentir que el agujero parecía haber disminuido. Y entonces sí que gritó. —¡Qué les pasa a ustedes dos! —su mano izquierda alcanzó la nuca de Saya en un movimiento sutil, haciéndola tensar los hombros por lo repentino de aquel golpe, mientras su mano derecha pescaba la oreja de Asami al vuelo. —¡Saben lo traumático que fue para mí leer los reportes de los capitanes! ¿Por qué no me contaron nada al respecto? ¡Estaba tan cerca, tan cerca de ustedes! Ah, pero no —exclamó dándoles la espalda y cruzándose de brazos —, no quiero ir a verlas, no quiero intervenir en su misión, que sepan que confío en ellas. ¡Dios! Yoruichi tiene razón respecto a mí. Esto me pasa por indecisa.

Hanako se alejó algunos pasos, dejando a Saya y Asami con los ojos bien abiertos, pasmadas por lo que acababa de ocurrir. Se miraron entre sí antes de volver la vista a la espalda de su hermana mayor sin imaginarse que la teniente llevaba una mano en el pecho agradeciendo internamente porque sus hermanas estuvieran bien.

—¿Qué les voy a hacer?

Sus pasos fueron prácticamente guiados por el inquieto reiatsu de Saya que lo llevo hasta uno de los gimnasios de la treceava división. Desde que Asami se encargó de decirle "sutilmente" de su ineptitud con Saya ha sido inevitable no encontrarse con ella deliberadamente, ya sea por algún tonto pretexto o si de verdad seguía su reiatsu sin ser plenamente consciente de eso, y cuando acordaba, ya estaba a escasos pasos de aquella shinigami. Justo ahora iba con la excusa de tener todavía el libro que la tercer oficial compró para que se lo entregara a Saya, además de un pequeño dije de plata en forma de púa de guitarra que adquirió en la tienda de música a la que fueron en su misión a la tierra y a la que terminó regresando para adquirir dicha mercancía.

Tras la puerta se alcanzó a escuchar el sonido de una estridente música que se intensificó al abrirla, encontrando a Saya dando algunos golpes de boxeo en el saco, combinando una serie de golpes dados con sus extremidades, tan rápidos que apenas podía alcanzar a ver dichas combinaciones, además, que su atención era inevitablemente captada en la espalda descubierta de la soldado que, por lo movimientos, provocaba que su alborotada melena le permitiera ver un poco su espalda descubierta. Quien sabe porque tras finalizar su entrenamiento con Yoruichi le hizo esas modificaciones a su uniforme, pero ahora llevaba los hombros al descubierto, lo que hacía lucir más el tatuaje del dragón que llevaba en el brazo, y su espalda era únicamente cubierta por su larga y alborotada cabellera, pero provocaba que fuera demasiado tentador no intentar ver si se alcanzaba a observar un poco su espalda.

-Rayos– Murmura con fastidio cuando el saco de deshizo.

-Ahora tendrás que remplazar el saco– Habla Renji un tanto burlón acercándose - ¿Cuántos has roto? Por curiosidad…

-Digamos que ya no quedan más de repuesto– Dice como si nada –Incluso traje el mío, pero también lo rompí- Normalmente lo diría con orgullo, pero parecía frustrada viendo el aserrín en el suelo junto a trozos de tela –Aun no controlo la intensidad de mis golpes al ser más rápidos

¿Eso era lo que le molestaba? ¿No tener control de su nueva fuerza? Vaya que era toda una caja de sorpresas aquella shinigami, estaba casi seguro de que estaría ansiosa de poder pelear con alguien lo suficientemente desafiante para que tuviera que hacer uso de sus recientes entrenamientos tanto con la capitana Soi-Fong como con Yoruichi.

-Un saco de box no es un digno oponente para ti, Saya– Afirma cruzándose de brazos y sonriendo desafiante, que Saya interpreta a la perfección –Enséñame lo que has aprendido

- ¿Estás seguro? No eres del tipo de combate cuerpo a cuerpo– Aun así, no tardo en ponerse en posición de pelea al tiempo que una sonrisa ansiosa se dibujaba en su rostro.

- ¿Tienes miedo de averiguar que estas equivocada? – Se pone en posición, y eso fue la señal para que Saya desapareciera tras un shunpo.

Un mar en tempestad, olas tras olas golpeándolo por todas partes, eso era Saya en ese momento. Pero no en vano a entrenado con ella, quizá ahora menos que nunca podía igualarla en velocidad, pero ya estaba tan familiarizado con su reiatsu que podía prevenir el siguiente golpe que el bloqueaba con la fuerza que se requería, aunque sabía bien que se estaba conteniendo para no herirlo de gravedad, Saya jamás usaría toda su fuerza si no es contra del verdadero enemigo.

-¡Oye! – Exclamo al llevarse una mano a su nuca cuando sintió su cabello caer libre, viendo a Saya aparecer a unos metros delante suyo dándole vueltas a su liga con su dedo índice - ¿Por qué hiciste eso?

-Me gusta más como te vez con el cabello suelto– Eso lo hace sonrojarse de golpe, ya se lo había dicho en el patrullaje, pero que lo dijera de nuevo con tal sencillez lo dejo en jaque

(Lindsay Stirling feat alexander Jean – Stampede)

El combate se reinició justo cuando la entrada de una guitarra comenzó a sonar. Quizá fue el cambio en la música estilo danza latina combinada con un incitante violín, pero sus movimientos ya no eran solo de pelea, eran casi coordinados, un combate bailado totalmente improvisado el que Saya incluso dejo de usar tanta velocidad al querer seguir subconscientemente el ritmo que marcaba la música y Renji.

Patadas de parte de ella en el aire que Renji esquivaba para darse media vuelta y tratar de dar una serie de golpes que parecían que iban deliberadamente coordinados para que Saya los pudiese esquivar y responder con ritmo. Pararon en los escasos segundos de una pausa en la música, con sus rostros pegados uno al otro, sonriéndose con desafío, pero mezclado con la emoción del momento, retomando los movimientos cuando la guitarra y el violín volvieron a combinarse tal como ellos, en movimientos agresivos, pero con sincronía, rítmica y una complicidad que se fue formando con el paso del tiempo sin que fuesen conscientes de eso, que poco a poco iba creciendo hasta ser algo que iba más allá.

Terminaron en una serie de tres movimientos de golpe de pierna, contrataque de codo, y un bloqueo de puño que Renji detuvo con la palma de su mano junto a las tres fuertes notas del violín y la guitarra, quedando nuevamente sus rostros demasiado juntos, sintiendo la respiración agitada del otro, y no por el cansancio, si no por la emoción de ese momento que surgió de la nada.

Sin ser totalmente consciente de ello, Saya empezó a reparar en las facciones de Renji al estar tan cerca suyo, recordando aquella vez que despertó en sus brazos tras una noche tomando en su casa. Era atractivo sin duda alguna, y el cabello suelto le sentaba demasiado bien. Su mano prácticamente se movió a uno de los largos mechones que caían sobre el hombro del teniente, deslizándola hasta que dio con la punta. Ambos corazones empezaron a latir con tal fuerza que fue la señal para romper un poco la cercanía, pero sin quitarse la mirada que denotaba confusión y adrenalina.

-Tsss– Tan solo musita Saya ladeando el rostro con las mejillas sonrojadas.

¿Qué había sido todo eso? O una mejor pregunta era ¿Qué fue eso que sintió tan violentamente?

Claro que ya era consiente que empezaba a sentir algo por Renji, algo que no podía catalogar como la amistad que mantenía con Ikkaku y Yumichika. Pero fue hasta ese preciso momento en que tal sentimiento se intensifico y la golpeo cual ola que te toma desprevenida en el mar y te revuelca entre el agua, arrastrándote hasta el mar abierto dejándote a la deriva. Justo esa sensación era la que la agobiaba en ese momento.

Renji por su parte, aunque también seguía confuso, sabía que Saya le gustaba. No se atrevía a usar por el momento el término "amor" pero la quería, y deseaba arriesgarse a descubrir que tanto podía llegar a crecer ese sentimiento, pero podía darse cuenta en las dudas de Saya en ese momento. No le era indiferente, eso ya era una gran ventaja. Poco a poco se habían hecho más cercanos, pero ahora se deba cuenta que debía ir con cautela para acercarse más a ella, que lo mejor era no presionarla al precipitarse diciéndole como empezaba a sentirse respecto a ella, además que aun no era capaz de encontrar las palabras para expresarlo.

-Saya…– Apenas y lo ve al ladear un poco su cabeza en su dirección –No había tenido oportunidad de entregarte esto– Saca de su haori un libro, junto a un collar –El libro me ayudo a elegirlo Asami, yo luego regresé a la tienda de música y adquirí esto para ti…

Le entrega dichos regalos en su mano. Saya lo mira con asombro, descubriendo la sonrisa amable del teniente que le daba un semblante encantador y tranquilizante, algo que le ayudo bastante a calmar la tempestad que se desato en su interior.

-Gracias, no te hubieras molestado– Se pone el libro bajo su brazo para colocarse de una vez el collar - ¿Qué tal se me ve? – Pregunta con una sonrisa radiante.

-Definitivamente ese tipo de cosas van contigo– Elogia de forma amigable –Espero que me cuentes alguna de las historias que vienen en ese libro, se ve bastante interesante

-Podemos leer un capítulo– Propone entusiasta –Sé que no te robo demasiado tiempo de tu ocupada agenda– Suelta con burla, siempre insinuaba que él no tenía nada que hacer.

-Yo hago mi trabajo en tiempo y forma, a diferencia de otras– Le mira con sonrisa ladina, molestándola.

Saya ignora aquello y va a sentarse a alguna de las bancas, era una suerte que a esa hora el lugar estuviera vacío así que no tenía que preocuparse de que alguien mirara como el teniente prestaba suma atención y con fascinación mientras ella leía una de las historias de terror del libro. Aunque muy interiormente no les importaba ya que alguien los descubriera, de por si desde hace mucho se han corrido rumores respecto a la relación entre ellos.

Debía cumplir con su palabra, razón por la cual se había hecho presente en la división diez, Yoshio no estaba esa mañana, probablemente había salido a hacer el trabajo de entregas que a ella le correspondía.

-Te dije que no necesitabas presentarte en unos días…- Tenia los ojos puestos sobre sus papeles, sin embargo, el silencio de la chica le hizo alzar la mirada - ¿Sucedió algo?

-Le prometí a Hanako que hablaría contigo, estoy segura de que recibiste y leíste el informe del capitán Muguruma, Ōtoribashi y el del teniente Abarai- Suspiro, el albino dejo de trabajar, invitándola a tomar asiento en el sofá, él se movió velozmente, acomodándose a un lado de ella -Y también lo de las voces…

Silencio, eso le decía a ella que, si lo había hecho, pero que, de alguna manera, no había querido hablar del tema en cuestión.

-No sabía si era el momento justo para hablar contigo respecto a eso, pero lo cierto, es que estoy preocupado por ese tema; nunca habíamos pasado por algo como esto, los poderes de los genzanki son total y completamente nuevos para nosotros- Ambos se miraron, pero ya era costumbre que el siempre analizara todo desde otro punto -Muchos capitanes no están completamente de acuerdo con tú… problema, temen que puedas ser un peligro para la sociedad de almas

Estas últimas palabras la dejaron muda, no tenia como defenderse, por que a pesar de que le había dicho a Hanako que no se rendiría tan fácil, era difícil imaginar que sus amigos estuvieran dudando de ella.

Suspiro.

-Odio admitirlo, pero incluso yo tengo miedo- Una sonrisa escapo de sus labios, no había voces ese día, así que no temía hablar -Le prometí a Hanako que seguiría luchando, que no iba a darme por vencida, pero quería estar segura de que contaba contigo, no se cual sea tu postura ante esto, pero sin importar lo que suceda, encontrare la manera de evadir mi problema, sin mí, el gotei no tiene defensa absoluta, y eso es algo para lo que el abuelo me entreno

-No importa lo que los demás piensen, elegí seguir este camino junto contigo, tienes mi apoyo incondicional- Le tomo las manos, la diferencia de estaturas se hacia presente nuevamente, pero no era algo que le impidiera transmitir sus sentimientos -No voy a abandonarte, y voy a apoyarte en todo lo que este a mi alcance…

-Gracias, Tōshirō- Sin dudarlo, se acercó a él, besando sus labios con dulzura, pero sin separarse tan repentinamente.

-Capi…- La puerta se abrió, entrando Matsumoto sin pedir permiso y sorprendiendo a ambos chicos -Si querían estar solos me lo hubieran dicho, no debería ser tan tímido Capitán…

- ¡Matsumoto!

Había pasado la mayor parte de la mañana en la división diez, pero nunca imagino que Okikiba aparecería por ahí a petición del capitán comandante, llevándola ante él.

-Asami-chan- Dijo animadamente el hombre mientras sonreía, invitándola a tomar asiento con una seña de su mano -Tenia tiempo de no verte en mi oficina

Asintió, como si aquello le tomara desprevenida, estaba curiosa de lo que aquel hombre tan poderoso pudiera tratar con ella. Sin embargo, Kyōraku sintió algo extraño en ella, en su espíritu, otro ente queriendo brotar de ahí.

-He leído los reportes de los dos capitanes y el teniente que asistieron la misión, puedo ver que el desempeño del joven Kurosaki ah mejorado bastante- Asami asintió, ella sabía que no estaba ahí para hablar de Yoshio o de la misión en sí, sabía cuál era el tema por tratar -Pero creo que sabes que no te traje para que hablemos de ellos ¿verdad?

-Con todo respeto señor, estoy enterada de la postura de los capitanes hacía mi condición, el hecho de que pueda escuchar voces en mi cabeza, me convierte en un peligro para el gotei en general- El castaño miró a su pequeña flor, no había miedo o tristeza en sus facciones, pero podía sentir una convicción inmensa, una lucha de tira y afloja -Y entiendo a la perfección que quiera tomar las medidas preventivas necesarias…

Dejo escapar una risita burlesca, "es una Yamamoto" pensó para sus adentros mientras buscaba las mejores palabras para dirigirse a ella.

-No ha sido fácil para mi tomar la decisión correcta, sin embargo, debo mantener la confianza entre mis subordinados, y yo espero estar haciendo de igual forma lo correcto- Miró a Asami, aun trataba de sonar paternal y protector, pero las siguientes palabras sonaron tal cual un comandante lo haría -Asami Yamamoto, te relevo de tus obligaciones como tercer oficial de la décima división, así como de tu permiso para portar tu zanpaku-tō, esta condición se mantendrá hasta que encontremos una manera de evitar que los genzanki o, en este caso, los espectros puedan tomar alguna represalia contra ti y nosotros

Okikiba se acercó a ella, llevaba entre sus manos una tela blanca, donde Asami deposito su zanpaku-tō y luego la envolvió.

-Mátalos…- Y ahí estaba de nuevo -Ellos no te merecen…

-Esto es temporal, en lo que tu situación se aclara ¿estas de acuerdo? – Pregunto con una sonrisa en los labios, mirando a su pequeña -No me gusta dejarte fuera de algo tan importante, sobre todo, porque eres la mejor defensa que tenemos de momento

-Ah, no se preocupe comandante, entiendo…

-Hazlo… ahora…

-Asami- La mención de su nombre la saco de su pequeño trance -No olvides que, cualquier situación extraña que suceda, puedes acudir a la división cuatro, incluso a mí, recuerda que estoy aquí para ustedes cuando me necesiten

-Muchas gracias, señor- Se puso de pie y reverencio al castaño -Volveré a casa, si no le molesta

-Ve con cuidado, ven a visitarme mas seguido…

Asintió, se despidió de Okikiba también y salió de la oficina.

-Hay inconsistencia en su flujo, se distrae fácilmente, el control que mostraba antes es muy diferente ahora- Suspiro, porque estaba perdiendo a uno de sus subordinados más poderosos - ¿Crees que sea la mejor elección, Genshirō-san?

-Apoyo su decisión, señor, no podemos arriesgarnos- Afirmó el hombre, tomando la zanpaku-tō de la chica entre sus brazos -Señor, quiere que…

-No, la guardare yo mismo- El castaño tomó la espada, dejándola sobre su escritorio y mirándola fijamente, como si en ella encontrara las respuestas que necesitaba.

Asami había salido ya del edificio principal, estaba llegando a su hogar con el uso de shunpo, pero termino por desplomarse en la escalera, justo en los primeros escalones, mientras su respiración agitada y el sudor comenzaban a sofocarla.

-Debiste haberlos matado, tú puedes con ese hombre…- Le decía la voz mientras ella trataba de resistirse -Entre mas te resistas, mas tentadora te vuelves…

-No… te demostrare que puedo… que soy más fuerte que tú…

-Tarde o temprano, caerás ante mí

Aquel lunes sería el sexto día consecutivo de entrenamiento juntos, habían decidido dejar el día siguiente como descanso para no perder el ritmo, sobre todo ahora que se habían dado cuenta de todo el potencial que tenían cuando se enfrentaban el uno contra el otro al usar las liberaciones del shikai sin restricciones de ningún tipo.

Byakuya y Hanako se habían hecho de una rutina ligera para calentar antes de iniciar a pelear en serio, una hora ya no parecía ser tiempo suficiente, pero tampoco querían citarse demasiado temprano, sabiendo que, de todos modos, se verían al finalizar las jornadas para entrenar un poco más.

La rutina era la misma, iniciaban en el dojo con ejercicios individuales y ropa deportiva, hacía tiempo se habían olvidado de los uniformes sabiendo que necesitaban más libertad de movimiento, Byakuya hacía algún calentamiento general, lagartijas, planchas, dominadas, abdominales, alguna actividad que le permitiera subir las pulsaciones de su corazón hasta comenzar a sudar. Mientras tanto, Hanako terminaba sus calentamientos generales de ballet, agradeciendo que el capitán hubiese instalado una barra en la pared de su dojo personal en casa y darle más libertad para hacerlo bajo techo.

Tenían que admitirlo ambos, Hanako comenzaba a disfrutar ver a Byakuya subirse la capucha de su sudadera cuando boxeaba contra su sombra a la espera de que Hanako terminara sus estiramientos, se había descubierto pasando saliva con dificultad cuando el noble se limpiaba el sudor de la frente con las manos vendadas y le miraba para saber si ya había terminado. Y el capitán había dedicado algunas miradas furtivas a la teniente cuando ella había optado por dejarse la coleta alta en lugar de el moño apretado, y que esta se moviera junto con ella, enmarcando la sutileza de su danza, disfrutando internamente la gesticulación de la chica y el movimiento de su espalda cuando llevaba el leotardo de escote profundo.

Pero los entrenamientos individuales no lo eran todo en medio de aquel acuerdo mutuo.

(Seeds – Icon for hire)

Lo interesante venía a continuación, cuando iniciaban a hacer entrenamientos sincronizados. Hanako nunca había sido fan de correr por deporte (el shunpo era punto y aparte), pero aquello formaba parte de la rutina de Byakuya, así que solían recorrer los jardines, cada uno con sus audífonos mientras mantenían un ritmo constante que les preparaba para avanzar.

Hakuda, no podía faltar seguir perfeccionando las tácticas y técnicas que les habían enseñado en casa o en la academia, se convertían en oponentes que luchaban por puntos, siguiendo los protocolos de combate y anotando puntos para poder seguir con su fortalecimiento y velocidad.

El día que no hacían hakuda practicaban algo de taichi, moviéndose ya con tal sincronía que aquello había despertado la curiosidad en la gente de la casa. Casi parecía que la teniente tenía entrenando toda la vida con el capitán Kuchiki, puesto que sólo el primer día había habido una falta de sincronía en sus movimientos, pero ahora ambos avanzaban y retrocedían entornando las manos y las posturas mientras sus expresiones permanecían vacías.

Verlos hacer eso era poesía pura, letalidad y fragilidad situada lado a lado mientras sus manos hacían movimientos circulares y cambiaban todo el peso de su cuerpo de un pie a otro, cambiando los frentes, una meditación en movimiento que parecía ocultar mucho más de lo que se apreciaba en la superficie.

Todos los días se enfocaban en el kendo, asiéndose a sus bōkken con fiereza mientras buscaban golpear al otro.

Había llegado un punto en el que los sirvientes de la casa, además de Rukia e Ichigo, se aglomeraban en los jardines con tal de ver aquella muestra de poder y de fiereza en la que ambos altos cargos del Gotei defendían su postura y dejaban claro por qué ocupaban sus puestos.

Ichigo recordaba haber visto la pelea de Byakuya contra Kōga mucho tiempo atrás, había visto el dominio magistral que aquel capitán tenía del zanjutsu, como si su espada fuera una extensión de su cuerpo y le sirviera a voluntad, pero verlo ahora contra la teniente Yamamoto sin usar protecciones de ningún tipo, verlo pelear con un arma de madera que ofrecía resistencia, verlo bloquear los ataques de aquella chica, ahora entendía cómo era posible que le hubiese atravesado de lado a lado sin el más mínimo esfuerzo la primera vez que se vieron en el mundo humano, una vida atrás.

Esa mañana no había público, esa mañana sólo estaban capitán y teniente, ambos de pie frente al otro con el uniforme del Gotei, aunque Byakuya se había mantenido renuente a ponerse su haori, ahora Hanako comenzaba a comprender por qué.

Aunque le tomó varios segundos entender las palabras que su amigo y mentor le había dedicado instantes atrás.

—Iré con el Bankai por delante —advirtió el pelinegro girando el mando de su espada y apuntando la hoja al suelo, dejando a Hanako aturdida un momento. —Te sugiero hacer lo mismo.

Por supuesto, Hanako adoptó una postura defensiva mientras liberaba el shikai, haciéndose con ambas manos a las hoces mientras esperaba el siguiente golpe por parte de su amigo, esperando haber comprendido mal.

No, había entendido perfectamente. Y Hanako lo confirmó cuando Byakuya giró su mano apuntando la hoja de la espada hacia el suelo y mirando a Hanako con una frialdad abrumadora.

—Bankai —murmuró lentamente el pelinegro mientras soltaba la espada y la hoja se sumergía en el suelo en medio de las ondas de reiatsu —, Senbonzakura Kageyoshi...

Las filas de espadas se levantaron a sus costados un instante antes de estallar en una lluvia rosa intenso que los rodeó a ambos. Hanako levantó la mirada, fascinada ante el espectáculo que se formaba con las espadas que se iban alineando alrededor de ellos hasta formar una cúpula llena de misticismo y oscuridad en el exterior.

El flujo de reiatsu era extraño en el interior, para Hanako fue sencillo percatarse de que estaban relativamente aislados del mundo, tal vez no como lo había estado en el refugio de Yoruichi y Kisuke, pero al menos lo suficiente como para que la chica peleara en serio.

Así que a eso quería llegar el noble...

—Te presento el senkei, primera etapa de mi bankai —dijo seriamente el noble, consiguiendo que Hanako se pusiera en guardia sin despegar la mirada de su entorno, alerta y a la espera de recibir el siguiente golpe de su adversario. —Muy pocas personas lo han visto y vivido para contarlo.

—Eso suena alentador, capitán —bromeó la teniente fijando la mirada en los ojos del pelinegro y esperando el siguiente movimiento. —La escena de la masacre —dijo para sí misma, percatándose de que no había un solo ángulo en el que estuviera segura, Byakuya podía atacarle desde cualquier lado sin llegar a moverse.

Los pétalos del shikai eran hermosos a pesar de saber que cada uno de ellos era una cuchilla afilada y diseñada para matar, pero verlos ahí, en forma de espadas, rodeándola y presagiando su muerte, eso hacía la escena un paisaje escalofriante.

Sabía que Byakuya sólo revelaba esa forma cuando se había propuesto asesinar a su enemigo, eso sólo podía querer decir que de verdad se había propuesto arrancarle el bankai, ¿podía darse el lujo de pelear restringiéndose todavía?

No, Byakuya no merecía una grosería así cuando él estaba dando todo de sí, además, ella no sería capaz de sobrevivir si no se defendía y atacaba con todo.

—Ban-kai... —dijo lentamente la chica, cerrando las manos casi con violencia, asiéndose a la madera —Kagayaku (resplandece) ¡Sen'nohana no Ōjoryū: Nakosa reta hai mo (que no queden ni las cenizas)!

La liberación de reiatsu fue impresionante, como cada vez que Hanako había revelado una nueva habilidad frente a él usando el verdadero nombre de su zanpaku-tō, Byakuya trató de no dejarse impresionar, ciertamente no se esperaba ver el cambio en la vestimenta de la teniente.

El uniforme seguía ahí, pero encima de los hombros llevaba una haori sin mangas, de color rosa pálido con los bordes coloreados en tonalidades más oscuras, más intensas, simulando llamas. Las ramas habían crecido en torno a los antebrazos de la teniente, pero esta vez las hojas y las glicinas estaban en los codos y no cerca de los dedos. Incluso ella parecía sorprendida, bajó la mirada hacia su vestimenta y sonrió de medio lado antes de adoptar una postura de Hakuda, como desafiando a Byakuya a acercarse.

Era la primera vez que Hanako liberaba su bankai refiriéndose por su verdadero nombre, el poder que fluía ahora hacia sus manos era abrumador, los mitones no tardaron en consumirse hasta la mitad, haciendo a la chica dudar un segundo.

Al segundo siguiente tenía encima una de las espadas.

Más tiempo había tardado Byakuya en levantar la mano hacia Hanako que la teniente en provocar una llamarada para protegerse, y ambos estaban sorprendidos ante aquello, puesto que el noble (a pesar de no haber apuntado a la teniente, sino un poco adelante para evitar herirla) de verdad no había creído que la chica lograría reaccionar a tiempo, su intención era hacerla entrar en guardia. La sorpresa de Hanako fue darse cuenta de que aquel muro de fuego parecía ser sólido, puesto que la espada quedó atravesada entre las llamas.

Byakuya no lo pensó, lanzo dos espadas más, encontrándose con una defensa rápida y poderosa, la chica logró esquivar sus ataques antes de correr hacia el noble y tratar de atacarle por el costado, unió sus manos y la espada apareció entre ellas, mango de madera, hoja de fuego, así que Byakuya tuvo que tomar una de sus espadas para poder bloquear aquel ataque y detenerlo antes de ser calcinado.

Le tomó varios intentos para darse cuenta de cómo funcionaba el bankai de la chica, que ella no controlaba las llamaradas que le protegían, sino que se trataba de la propia Karyū defendiendo a su shōjo, darse cuenta de que el haori de Hanako se consumía lentamente de abajo hacia arriba conforme ella iba perdiendo reiatsu. Conocía la limitación de su shikai mōsō, veinte minutos para los engaños en su máxima potencia y cinco minutos para consumirse. ¿Sería distinto el bankai?

El golpe de su espada sobrepasó la barrera de fuego y Hanako levantó el brazo para defenderse, las raíces se volvieron gruesas y una capa de fuego recubrió la superficie, a pesar de que el noble logró hacer un tajo al escudo, no llegó a la chica y ella sonrió confiada.

—¡Senkō! —gritó la chica cuando sintió que Byakuya no podía acercarse más.

Primero fueron estallidos de fuego que brotaban en el punto en que su escudo recibía el arma del capitán, pero cada uno de esos estallidos se fueron convirtiendo rápidamente en una descarga de electricidad que hizo a ambos abrir los ojos, temerosos del resultado final.

Ambos salieron disparados lejos el uno del otro. El rayo de color azul fue tan poderoso que los disparó varios metros en el aire, Hanako jamás se daría cuenta de que su propio cabello había cambiado de color un momento, llenándose de matices violetas y azul eléctrico, mientras el rayo se desvanecía en el aire y su espalda golpeaba contra el suelo, a la par que su haori desaparecía al igual que el resto de su reiatsu, consumido en aquella centella.

Levantaron nubecitas de polvo tras la caída y Byakuya incluso tosió por aspirar la tierra levantada, el noble habría soltado una carcajada de no ser porque sintió a la servidumbre acercarse antes de que Rukia e Ichigo llegaran corriendo y vieran los últimos vestigios de Senbonzakura desaparecer en el viento.

Byakuya se levantó sacudiendo su uniforme antes de dedicar una mirada hacia el otro lado, donde Hanako permaneció tendida de lado, respirando agitada.

—Es irónico si lo piensa, teniente —murmuró el noble mientras se acercaba a ella, ambos jadeantes por la batalla —, que una joven extraordinaria que tenía miedo de la tormenta, se convirtió precisamente en los rayos que plaguen la noche. —Sin embargo, cuando Hanako no respondió a la broma, entonces fue momento del pelinegro para preocuparse. —¿Teniente?

—Au... —murmuró la chica antes de perder el equilibrio y caer sobre su espalda.

—¡Hanako! —exclamó Byakuya corriendo hacia ella antes de sostenerla en sus brazos mientras Rukia se acercaba a toda velocidad.

La teniente tenía los niveles de reiatsu reducidos, casi eran imperceptibles, respiraba con dificultad, pero sonreía ampliamente, como una niña pequeña que se ha salido con la suya.

—Hana ¿estás bien? —inquirió Rukia agachándose a su lado y tomando su mano mientras Byakuya le despejaba el rostro con preocupación.

—Sí —musitó a media voz antes de cerrar los ojos y suspirar. —Perdón, agoté mi reiatsu, no esperaba que pasara eso.

—¿Qué pasó? —soltó Ichigo llegando hasta ellos con un vaso de agua.

—Agoté mi reiatsu —repitió Hanako con dificultad mientras se movía, sentándose con apoyo de Byakuya, cruzando las piernas y recibiendo el vaso de agua —, perdón, no era mi intensión preocuparlos tanto. Ya me había ocurrido en los entrenamientos con Yoruichi, pero al usar el shikai. Nunca había liberado el bankai en mi cien. Ni llamándole por su nombre a mi compañera.

—¿Usaste el bankai? —exclamó Ichigo interesado, ganándose una mirada gélida por parte de Byakuya, una amenaza silente que su cuñado supo interpretar rápidamente.

Suficientes miradas de esas se había ganado ya esa semana.

—No sé qué pasó, creo que fue por el senkō, pero no estoy segura.

—¿Ese rayo consumió tu energía? ¿Cuántas veces lo has usado?

—Con esta va una vez —soltó la chica divertida mientras Rukia le tocaba la frente con el dorso de la mano y le sonreía, no tenía caso tomar la temperatura de Hanako, ella siempre tenía ardiendo la piel.

—Tu reiatsu va en aumento —murmuró Ichigo aliviado, sonriendo para Hanako.

—Sí —respondió ella con un gesto melancólico antes de mirarles con una disculpa oculta en los ojos —, me estabilizaré hasta el veinte por ciento de mi reiatsu y luego se estancará, tal vez un día o dos. Me pasa siempre que agoto mis fuerzas.

—Espero que no esperes que nos quedemos tranquilos con esa explicación, Hanako —reprendió Rukia con el entrecejo fruncido, consiguiendo que la teniente sonriera de medio lado, una mueca forzada que salía en Asami cada que ella buscaba escaparse de un regaño. —No te permitiría presentarte hoy en la división así.

—Pero...

—Pero nada —espetó la pelinegra mirando a su hermano —, me aseguraré de que la lleven a la cuatro.

—Capitana —soltó la teniente con reproche, un berrinche a medio hacer y por el que se ganó las miradas de los tres shinigamis, haciéndole pasar saliva.

—Haré que le escolten —soltó Rukia levantándose junto con Ichigo y Byakuya, dejando a Hanako en el piso, mirándoles confundida.

¿En qué momento se había decidido aquello y por qué hablaban todos como si se hubieran puesto de acuerdo?

—Quisiera llevarla yo mismo —admitió Byakuya —, pero dada la hora que es, no creo que me lo permita.

—Si se niega, haré que la servidumbre la lleve —prometió Rukia sabiendo que ella debía reposar todo lo posible, y Hanako no necesitaba compañía, necesitaba una escolta que se asegurara de que sí iría a la cuarta división.

—Renji puede acompañarla —dijo Byakuya asintiendo una vez mientras Ichigo le sonreía.

—Si tu teniente tiene algún pendiente —aseguró Ichigo confiado —, puedo ayudar a resolverlo mientras regresa a la sexta.

—Creo que te lo agradecerá.

—Oigan, sigo aquí.

Las miradas de los tres shinigamis cayeron sobre la teniente, haciéndole encogerse en su sitio, y al final fue Byakuya quien dio las conclusiones.

—No sé de qué estamos hablando, la llevaré yo mismo.

...

(Sickik – Infected (Barren Gates remix))

Decir que se sentía fuera de sí no era una novedad, sentir que se le acababa el aire, que su cuerpo dejaba de pertenecerle, que su reiatsu se corrompía lentamente, pudriéndose de dentro hacia afuera.

Asakura miró sus manos con gesto ausente, ya varias veces le habían hablado esa mañana, compañeros de la división tratando de llamar su atención para sacarle de sus cavilaciones, preocupados por el gesto ausente y la mirada perdida y desquiciada, Asakura parecía haber perdido por completo la cordura luego de haber pasado toda la semana haciendo guardias con el senshi y con el shadow, porque no respondía cuando le hablabas por su nombre, la shinigami apenas y se contentaba con ladear el rostro hacia un costado y seguir mirando su piel, a la espera de que la putrefacción se viera a nivel cutáneo, revelando su locura y su perdición.

Cuando habían preguntado a Akon y a su capitán al respecto, ambos se habían conformado con decir que aquello formaba parte de sus experimentos más recientes, después de todo, había sido ella, había sido Asakura, la que había entrado en contacto con el primer shadow y observado al primer senshi. Las siguientes horas de locura serían fundamentales para sus investigaciones.

Pero la pregunta que reinaba la décimo segunda división, la pregunta que todos los shinigamis se hacían aun sabiendo los alcances de la locura de su capitán, sabiendo que ese hombre no sentía ningún tipo de cariño ni apego por ningún ser viviente a su alrededor, era ¿qué estaba Kurotsuchi Mayuri dispuesto a sacrificar con tal de obtener resultados?

Todos conocían la respuesta a esa pregunta, él mismo se usaba como conejillo de indias para hacer experimentos, todo su cuerpo estaba mutado o modificado de alguna manera, sus órganos, sus huesos, su piel. Hacía mucho que aquel shinigami había dejado de ser humano para convertirse en la más horrenda y grotesca de sus creaciones, sin lugar a dudas, de la que estaba más orgulloso de todas...

O tal vez sólo había una de la que estaba más orgulloso, su primer experimento externo funcional, una niña pequeña a la que se había asegurado de criar y educar como era debido, una criatura a la que protegía celosamente, pero que tampoco tenía ningún reparo con utilizar para sus fines egoístas.

Si esa era la definición que Mayuri tenía por amor, seguramente Asakura sería una de sus posesiones más preciadas en ese momento.

Sí, posesión. Ni siquiera la veía como a una persona.

A ninguno de sus subordinados, a ninguno de sus aliados, enemigos o conocidos. Ni siquiera a sí mismo.

Asakura se levantó de su lugar y comenzó a caminar a pasos lentos hacia las salas de encierro donde se encontraban los genzanki, dos cápsulas aisladas una de la otra, un shadow a media evolución, un senshi que se aferraba a lo último que le quedaba de vida, que se desvanecía lentamente sin poder morir porque Mayuri y su equipo lo mantenían con vida, pero que no podía vivir puesto que ya había abandonado toda voluntad de pelear. Lo único que le quedaba a esa criatura era la satisfacción de saber que había servido a su amo hasta el último minuto, convirtiéndose en la clave de la primera victoria contra los trece escuadrones de protección.

Asakura activó las puertas y se adentró hacia las cápsulas bajo la atenta mirada de sus compañeros, que analizaban la escena con curiosidad y recelo, sabiendo que aquella figura demacrada por la locura (sí, demacrada, su piel lucía pálida, tenía ojeras que rayaban sus pómulos, se había secado hasta los huesos dado que no comía y no dormía bien desde que había escuchado las voces por primera vez), no estaba en sus cinco sentidos desde tiempo atrás.

La shinigami llegó hasta el shadow y recargó su mano en el cristal antes de sonreír ampliamente, una mueca que mostraba lo insano de su mente, pero que no alcanzaba a revelar la miseria tras sus pensamientos.

Tal vez aquel gesto era el reflejo de su locura, como una mueca automática de alguien que sucumbió ante su propia locura. Porque Asakura no quería sonreír, y aquella mueca en sus labios no era propia, no le pertenecía a ella sino al shadow que se regocijaba de saber que estaba a una orden de pasar a la siguiente etapa en el plan de su amo.

—Ta... ke... —murmuró Asakura con dificultad. No, no Asakura, sino el shadow hablando a través de sus labios con muchísima dificultad, porque aquello le implicaba demasiado gasto de reiatsu, porque en aquella shinigami ya no quedaba tanto reiatsu para consumir, el shadow ya se había terminado todo lo que le quedaba de reservas. —Ta... sa... ma...

Asakura reaccionó, fue un momento de lucidez, fue un momento en el que volvió a sentirse dueña de sí misma y retrocedió horrorizada al percatarse de que el rostro de aquel genzanki estaba pegado al vidrio, observándola si es que se podía, esperando a que terminara de sucumbir.

Asakura se separó de aquel lugar y se dirigió hacia los monitores y los teclados, mientras las miradas de sus compañeros volvían a ocuparse de sus cosas.

Comenzaban a acostumbrarse a esos comportamientos tan extraños por parte de la chica, no les había quedado de otra luego de que Mayuri les dijera que mantenerla vigilada sería más que suficiente. Se habían acostumbrado a los momentos en los que volvía en sí misma y cerraba todas las cortinas, en las que aislaba a los genzanki bajo capas y capas de protección para poder salir corriendo hasta su cubículo y tratar de seguir trabajando, a pesar de saber que no haría nada hasta la siguiente vez que quisiera ir a ver al shadow que le carcomía la cordura hasta las entrañas...

El ruido de las compuertas al cerrarse, aquel chirrido metálico taladrando sus oídos pero que les indicaba a todos los presentes en la sala que ahora ya no estaban siendo observados, seguido del suspiro de alivio de Asakura, que permanecía unos segundos recargada en los monitores, tratando de regular su pulso.

Pero esta vez fue todo diferente, esta vez, cuando levantó los ojos hacia el costado en busca de la mirada indiferente que sus compañeros le dedicaban, como confirmación de haber terminado con su episodio, ahora la mirada que recibía era de desconcierto.

No, Asakura no entendió lo que ocurría, no entendió lo que estaba pasando por la mente de su compañero, que ahora le miraba con miedo y cautela mientras su mano se movía lentamente hacia los botones y el gesto en su rostro se descomponía en una mueca de desesperación. No entendió lo que ocurría hasta que sintió el filo de la espada atravesándola de lado a lado...

Bajó la mirada, primero hacia los monitores y teclados, percatándose de los comandos de liberación, sabiendo que no era la primera vez esa semana que soltaba al shadow, pero sabiendo que todos en la división tenían los protocolos necesarios para poder contener al enemigo. Después bajó la mirada hacia la espada que sobresalía a su vientre, manchada de sangre: su propia espada, su propia sangre.

Trató de hacer una recapitulación de los hechos, pero su mente estaba nublada por el dolor y la locura. Estaba perdida.

¿Qué había ocurrido?

No, Asakura nunca vería los videos de seguridad, no viviría para darse cuenta de que su locura era lo que había desatado el caos, o tal vez una combinación de sus propias emociones y mente traicionándola, sumada a la negligencia de su capitán.

Asakura jamás vería por sí misma que había sacado la katana de su obi, depositándola frente al contenedor del senshi, arrodillada como si hiciera una ofrenda a la tormenta que estaba a punto de desatarse. Asakura jamás vería que aquel genzanki le sonreiría por debajo de su máscara, asintiendo una vez como si le diera la autorización de seguir adelante con los planes, ejecutar las órdenes que le habían conferido. Asakura jamás vería la grabación de sí misma activando todos los comandos de liberación del Senshi mientras se relajaba en su sitio.

Asakura jamás vería que aquel soldado del infierno se agacharía a recoger la zanpaku-tō de la chica, apreciando el flujo de reiatsu sobre la hoja antes de dirigirse hacia ella y atravesarle con un movimiento rápido para proceder a sacar la espada y a decapitarla en un movimiento veloz.

Las alarmas se elevaron en todo el sitio, el senshi dedicó una mirada al costado, al único shinigami que se había quedado ahí para dar la alerta, el único que había sido lo suficientemente valiente como para alertar a sus compañeros, o lo suficientemente tonto.

El senshi le dedicó una mirada, avanzó medio paso hacia él y luego cayó en una rodilla, aferrándose a la espada como si fuera un bastón, emitió un gruñido ahogado y luego se desvaneció, muriendo en el instante.

Porque lo único que lo mantenía con vida eran las atenciones de Mayuri y su equipo, porque él ya había perdido la voluntad de vivir, porque su último fin ya estaba realizado y ahora podía partir en paz.

Porque Asakura estaba muerta, y el shadow estaba libre, porque ya no había nada que hacer para salvar al Gotei del primer golpe.

...

Hanako había esperado pacientemente en la camilla que le asignaron mientras le revisaban los niveles de reiatsu, dos shinigamis se encargaron de ayudarla con eso, pero tardaron más de lo que habitualmente harían al atender a una persona y Hanako les tuvo que explicar un poco cómo funcionaban sus debilitaciones. Al final fue Kotetsu en persona quien terminó atendiéndole, haciéndole preguntas de rutinas que pronto despertaron la curiosidad de la capitana.

—Pero... —murmuró la capitana mientras Hanako se reacomodaba en su sitio.

—Jamás había usado el bankai en mi cien, y ese ataque, el rayo, creo que drenó todo lo que me quedaba.

—Hanako, pudiste haber muerto —concluyó la capitana mientras la teniente bajaba la cabeza y asentía.

—Lo sé... pero Karyū sabe cómo ponerme a salvo cada vez. Cortó el flujo del rayo en el último minuto y terminó con el bankai cuando sintió que estaba en peligro.

—Espera —murmuró Kotetsu retrocediendo un paso —¿me estás diciendo que Karyū toma esas decisiones durante la batalla?

—Sí —murmuró Hanako confundida. —¿Qué pasa?

Kotetsu lo pensó un momento más, respirando profundo para tratar de organizar sus ideas y mirar a Hanako, confundida y contrariada.

—Creo que no tengo que decirlo porque lo vemos en la academia, pero los shinigamis pueden hablar con sus zanpaku-tō por medio de la meditación y otras artes, se acercan a ellas para pedir consejo y perfeccionar técnicas. Pero tú me estás diciendo que, durante la batalla, tu zanpaku-tō toma decisiones conscientes.

—Y me habla —añadió la teniente con una sonrisa radiante.

Kotetsu asintió sentándose al lado de Hanako, tratando de mantener serena su expresión para no preocupar a la teniente, sin embargo, Hanako sabía que aquello no era normal; que su espada estuviese tan conectada a ella era cuestión de todos los días, pero nunca antes había sido capaz de cambiar el curso de ninguno de sus ataques.

Cuando usaba el bankai, Karyū podía defenderla como un escudo, Hanako no tenía que hacer nada para que los muros de fuego se levantaran a su alrededor puesto que era su zanpaku-tō quien vigilaba. Pero esa mañana, cuando el bankai estuvo por consumirla...

—¿Siempre fue así? —murmuró la capitana sacando a Hanako de sus cavilaciones.

—¿Perdón?

—Tu relación con tu zanpaku-tō. ¿Siempre fue así?

—No. Normalmente la siento como una pista o un indicio, una presencia a mi lado que guía mis pasos y me aconseja desde el anonimato, pero últimamente es más real, tiene poco tiempo que su presencia se volvió tan... tangible.

—Tangible —repitió la capitana sin comprender aquella expresión.

—Desde que tengo una relación con ella puedo sentirla cerca —murmuró Hanako pensativa, sonriendo mientras sentía en la mejilla una caricia, el gesto suave de un amigo al que hace mucho tiempo no ves y te visita —, su presencia siempre fue un arrullo a mi lado, calorcito cuando hacía frío, un tirón de orejas cuando estaba saliéndome del camino, no sé. Supongo que es así como nos perciben los seres humanos con alto reiatsu cuando los protegemos de cerca contra los hollows.

—¿Notaste en qué momento comenzó a cambiar?

—No —admitió Hanako apenada antes de sonreír para la capitana —, tendría que hacer memoria muy bien, realmente no recuerdo en qué momento ocurrió.

—Bueno —soltó Kotetsu al final, tomando una mano de Hanako entre las suyas y sonriéndole con dulzura, ganando una sonrisa de regreso —, lo importante en este momento es que tus niveles se normalizan. Estarás débil unas horas más, me gustaría que te quedaras en observación para poder darte un seguimiento adecuado y pedirte un favor.

—Claro, capitana, ¿qué favor?

—No le digas nada de esto a nadie —murmuró avergonzada por lo que pedía —, lo de tu relación con Karyū, el capitán Kurotsuchi está incontenible y no quisiera poner en riesgo a ningún shinigami de momento. Puso la mirada sobre ustedes hace tiempo y no queremos darle más motivos para investigar.

—No, no queremos —concedió Hanako divertida, asintiendo mientras dos shinigamis llegaban hasta ella con un kimono blanco de algodón, la ropa para los pacientes.

Hanako suspiró.

—Unas horas —acusó divertida cuando la sonrisa de Kotetsu se amplió.

—Tal vez hasta mañana.

Hanako suspiró resignada, sin embargo, asintió sintiendo que le dolían las costillas ante aquella respiración. Más valía tener cuidado. Y de todos modos Rukia estaba enterada.

—Muy bien, te llevaremos a tu habitación —soltó uno de los recién llegados, sonriendo dulcemente para tratar de inducir algo de valor a Hanako —, queremos que te pongas cómoda.

—Ya me sé esa parte —admitió Hanako sonriendo de medio lado, cordial y diplomática antes de caminar tras sus enfermeros. —La veo más tarde, capitana.

...

Si el paso de los años a su lado le había conferido algo, era la capacidad de ver a través de la máscara de hierro que se cargaba su capitán. Renji dedicaba una mirada fija al pelinegro que revisaba los papeles que tenía que sellar para que el teniente pudiera hacer sus repartos del día, no había nada fuera de lo ordinario en sus gestos si no sabías dónde mirar, pero él había estado ahí durante años, viéndolo, siguiéndolo, admirando su fiereza y su gallardía. No, decir aquello sería incluso hipócrita, porque Renji había visto a su capitán desde un enfoque más humano.

Renji le había conocido como al capitán de la sexta, al hombre más fuerte que hubiera conocido cuando se trataba de honor y convicciones. Y luego se había dado cuenta de que había un adolescente rebelde oculto debajo, esperando la primera oportunidad para salir. Se había dado cuenta de que, en la batalla, él liberaba su lado berrinchudo hasta poner a sus enemigos en su sitio, y entonces había comenzado a darle las excusas necesarias para dejar salir a ese niño ingenuo y divertido de vez en cuando.

No, ahora el hombre sentado frente a él lucía agobiado, triste...

Culpable.

—Taichō... —murmuró Renji cuando Byakuya selló la última carpeta y se las tendió con su gesto ausente.

—Tengo una encomienda para ti, Renji.

—Le escucho —soltó al instante, diligente, tenso, alerta. Un soldado preparado para seguir las órdenes de su capitán.

—Leí ya todos los reportes de su última misión al mundo humano. El shinigami al que rescataron está en la cuatro ¿no es así?

Renji pasó saliva y asintió. Byakuya había ido a la cuatro esa mañana, luego de su entrenamiento con Hanako.

—Sí, capitán, ha estado en observación desde que regresamos, está muy débil y no despierta.

—Muy bien, pasa por ahí y que la capitana Kotetsu te haga un reporte breve, necesitamos estar al pendiente de la evolución de su caso.

—¡Hai, taichō! —exclamó Renji con entusiasmo tomando las carpetas y dirigiéndose hacia la puerta, sin embargo, de último minuto y con la mano puesta en el marco, volvió medio cuerpo, con una expresión de duda en la mirada. —Ne... taichō... —llamó inseguro, no queriendo preocupar más a Byakuya con su indiscreción. —Si veo a la teniente Yamamoto...

Los ojos del noble se abrieron de más un momento, al siguiente, Byakuya ya había vuelto las miradas a los informes y se había hecho de su pincel. —Dile a Hanako que le llevaré té a la hora del almuerzo.

Sí, su voz salió mecánica y fría como siempre, pero Renji conocía el corazón de su capitán, así que no pudo evitar sonreír de medio lado y asentir.

—Es una teniente extraordinaria ¿no es así? Poder enfrentarlo con el Bankai... ella es muy fuerte, un par de rasguños no son nada cuando...

—Renji —soltó Byakuya perspicaz, levantando de reojo la mirada hacia su teniente y haciéndole sonrojar —, ¿acaso cambiaste de objetivo? No me digas que lo de Saya se te olvidó tan pronto.

—¡Nada de eso Taichō! —gritó sorprendido por las palabras de su capitán, iniciando una alegata, negando ese "lo de Saya" y tratando de salvar un poco de su dignidad. Sin embargo, al ver el gesto más relajado de su capitán, suspiró tranquilizándose, sabiendo que había logrado dar algo de paz a aquel hombre. —Saya es muy fuerte también.

—Y muy testaruda, están hechos el uno para el otro. Toma —interrumpió cuando se dio cuenta de que Renji volvería a apelar, Byakuya selló y levantó una pila más de documentos, consiguiendo que Renji se dirigiera hacia él con expresión de curiosidad —, pensaba llevarlos yo mismo a la décimo tercera, pero con Hanako en la cuatro hasta nuevo aviso, tal vez te siente bien ver a Saya...

—¡Taichō!

—Dile a Rukia que no cenaré en casa esta noche si su teniente sigue indispuesta —confesó al final, interrumpiendo la siguiente alegata y consiguiendo que Renji asintiera, sabiendo cuánto detestaba su capitán abrirse ante la gente. —Quiero asegurarme de su atención adecuada y que descanse.

—Sí, capitán. Con permiso —y desapareció.

Byakuya suspiró molesto, presionando el puente de su nariz para tratar de serenarse, no podía evitar sentirse culpable, por supuesto que el daño que Hanako había recibido tenía mucho que ver con el acelere de la teniente a usar su poder y defenderse, pero él había presionado para que ella liberase el bankai. El hecho de que Hanako estuviera en la cuatro caía sobre sus hombros como un peso amenazando con aplastarle. Hasta no asegurarse de que su amiga estaba a salvo, no se quedaría en paz.

Encontró a Saya en el campo de entrenamiento de la trece junto a Yumichika e Ikkaku, no era raro ver a ese trío juntos a cada rato, su amistad con Saya se había fortalecido mucho y es que aquella shinigami se daba a querer de una forma muy peculiar, el teniente de la sexta lo sabía bien, al grado de tener ahora un extraño afecto por ella, el cual, había iniciado como un simple rencor y no sabiendo exactamente en qué momento aquello llego a cambiar tanto entre ellos dos.

-Hola Renji– Saludo Saya al verlo acercarse - ¿Qué te trae por aquí?

-El capitán me encargó dejarte los reportes de la sexta división– Le extiende las carpetas, por lo que Saya las toma entre sus manos.

-Gracias, se las dejare a Hanako en su oficina…

Ambos se dedican una mutua sonrisa muy confidente y amigable, el ambiente que se generó en ese momento entre esos dos shinigamis era muy diferente, solía haber tensión siempre que estaban uno cerca del otro, y ahora, incluso parecían cómodos con sus presencias, algo que noto con picardía el pelinegro que no perdió la oportunidad presente; para él, Saya necesitaba de todos los empujones que se le pudieran dar, y el ayudaría con gusto.

-Vaya, ustedes dos ya están mucho más amistosos– Dice cantarín el tercer oficial, sonriendo.

-Yu-Yumichika-san– Reclama Renji un poco nervioso, inclusive, con un leve sonrojo en sus mejillas casi imperceptible.

- ¿Qué insinúas con eso? – Pregunta Saya con ojos de pistola, mirada que fácilmente ignora al estar tan acostumbrado a ella.

-Nada– Se encoje de hombros, haciéndose el desentendido –Solo que últimamente se llevan mucho mejor ¿no es así? – Le guiña un ojo a Saya, teniendo el rostro en su dirección, ésta solo bufa molesta mirando a otro lado.

-Entonces, que…– Habla Ikkaku con su espada de madera a los hombros donde recargaba sus brazos – ¿Iremos a entrenar o no?

-Ya te dije que no puedo– L responde Saya –Hanako está ocupada en la división cuatro, así que tengo que quedarme– Claro que prefería ir a ejercitarse, pero no le quedaba de otra, por lo que soltó un bufido, haciendo bailar su pelirrojo mechón de cabello.

- ¿Quieres que te ayude en algo? – Pregunta Renji –Aún tengo un poco de tiempo antes de ir con Kotetsu

-Supongo que también podemos ayudarte– Ofreció el teniente de la once, viéndose casi obligado -Así te desocupas antes para…– Yumichika lo interrumpe jalándolo del cuello de su hakama.

- ¡Oh, Ikkaku! Lo olvidaba, tenemos cosas que hacer en la división, pero antes quede de ver a Hanako para que me pasara una receta de té– Su sonrisa lo delataba totalmente, solo deseaba dejar solos al pelirrojo y la morena.

-A mí que me importan tus recetas de té– Reclama sobándose el cuello –Puedes ir solo…– Pero Yumichika lo toma rápidamente de su uniforme llevándoselo a rastras e ignorando los reclamos de su amigo.

-Lo siento Ikkaku, pero no puedo dejar que sigas atrasando esos pendientes– Tanto Renji como Saya los veían alejarse con los ojos en blanco.

-Es tan obvio– Murmura ella, apretando la mandíbula un poco y casi hablando entre dientes.

- ¿Dijiste algo?

-No, nada– Suelta un pequeño suspiro -Si de verdad no estás muy ocupado, quisiera que me ayudaras con un par de cosas– Pide con gesto apacible, a lo que Renji asiente, le gustaba mucho que Saya se comportara mucho más relajada ante su presencia.

Todos los shinigamis que los observaban dirigirse a la oficina de la teniente, notaron el gran cambio que se reflejaba en ellos; ahora reían y charlaban amenamente, gastándose incluso una que otra broma entre ellos, molestándose y riendo ente ellos.

Era poco de lo que debían encargarse, Hanako en si no dejo muchos pendientes, pero no pudo ordenarlos como era debido, el cansancio de sus entrenamientos con Byakuya era muy notorio, el mismo Renji presencio la una enorme cantidad de reiatsu que había utilizado al usar su bankai esa mañana, lo que ahora lo ponía a preguntarse sobre el verdadero poder de Saya.

Estaba consciente de que era fuerte, era una luchadora imparable, el manejo que demostraba con sus espadas dobles, combinado con el hakuda la hacían ser una combatiente letal, sobre todo, si se trataba de peleas cuerpo a cuerpo; la verdad, era que poco se sabía de gente que pudiera llegarle a los talones, obviamente, luego del comandante Genryuusai y del capitán Muguruma, quien también mostraba un vasto control de este tipo de técnicas.

No era lo único que admiraba de ella, también poseía una habilidad curativa tan eficaz que le daba el toque perfecto para ser una oponente casi imposible de vencer, después de todo, también contaba con una habilidad casi incontenible, había comprobado con sus propios ojos cuan destructivo podía llegar a ser su elemento agua.

Un nuevo pensamiento corrió por su mente, Saya solo había estado usando su shikai, pero a conocimiento de las otras dos hermanas, estaba seguro de que también dominaba el bankai.

Definitivamente Saya era como un vasto océano, guardaba en su interior un sinfín de misterios y parecía imposible descubrirlos en poco tiempo, no sin explorar constantemente las aguas profundas.

-Listo, terminamos al fin– Dice orgullosa viendo la oficina en orden –Gracias por tu ayuda Renji– Pero este no le hizo caso alguno al estar absorto en sus pensamientos –Tierra llamando a Renji– Canturrea agitando su mano frente a él, logrando que volviera a reaccionar.

-Lo siento, estaba pensando…

-Los milagros si existen- Suelta burlona, ganándose un pequeño gruñido del teniente - ¿En que pensabas? Si se puede saber…

-Tú también dominas el bankai ¿no es así?

-Claro– Afirma orgullosa - ¿Por qué lo preguntas?

-Nunca he visto que lo uses, ni siquiera se sintió el aumento de reiatsu en tu entrenamiento con la capitana Soi-Fong– Ese había sido un entrenamiento arduo para ella, durante esos días había notado lo cansada que estaba, en exceso, aunque, sin duda, también la había notado más fuerte.

-No me gusta recurrir mucho al bankai, prefiero los combates cercanos– Se alza de hombros, como si eso hubiese sido la respuesta más obvia del mundo.

-Eso lo sé, pero créeme que habrá situaciones en las que no habrá otro remedio, y deberás recurrir a el– Lo decía por experiencia, por conocimiento propio.

-Claro, también lo sé, el viejo muchas veces me recordaba eso– Aun podía escuchar gritándole a todo pulmón ¡BAKA! Cuando estaba renuente a no perfeccionar su bankai, alegando que con su shikai era más que suficiente para pelear –Confía en mi Renji, si la situación lo requiere no dudare en usarlo

-Confió en que lo harás, pero no está de más que lo entrenes. Te puedo ayudar con eso, el capitán y yo ocasionalmente entrenamos con los Bankai…

-Trato hecho– Acepta casi de inmediato, debía admitir que estaba curiosa también de ver a Renji usando su bankai –Empecemos mañana después de que acabes tu sin fin de deberes– Y un nuevo sarcasmo escapaba de su boca, según ella, Renji solía perder mucho tiempo haciendo su "trabajo" –Por hoy creo que me iré a recostar un rato, de nuevo el café de la mañana no me cayó muy bien

- ¿Otra vez? – Pregunta, mostrándose preocupado -Quizá deberías ir a ver a Kotetsu

-No creo que se nada alarmante para molestar a la capitana– Responde con aires despreocupados –Posiblemente Kairyū quiere que deje de tomar tanto café, suele preocuparse demasiado por mi salud

-Entonces deberías hacerle caso

-Supongo que si– Hace un pequeño puchero que le saca una linda sonrisa divertida a Renji –Aunque no puso quejas del chocolate caliente– Sonríe de lado guiñándole un ojo, ante a lo que Renji prácticamente se le ilumina el rostro al entender la indirecta.

-Te traeré uno después de ir a ver a Kotetsu

Promete con emoción, despidiéndose con un movimiento de su mano y retirándose de la oficina de Hanako, por donde luego entro Asami con un bentō en la mano.

-Oye ¿Ese que iba saliendo era Renji? – Pregunta con voz cantarina y picara.

-No que va, era su hermano gemelo– Responde con claro sarcasmo - ¿No sabías que tenía uno? De hecho, él es mucho más agradable

-Muy graciosa– Rueda los ojos, dejando el bentō sobre el escritorio – te traje algo de comer, haz estado aquí todo el día, debes tener hambre

-Gracias, Little sister, espero que no me vaya a caer pesado– Asami la fulmina con la mirada, eso se ganaba por tener un gesto amable con su hermana –Tranquila, tranquila, no me mal entiendas– Pone sus manos al frente en petición de tregua –Es solo que he andado un poco sensible del estómago últimamente

-Eso te pasa por tomar tanto café, es obvio que lo tengas irritado– Se sienta en la silla frente al escritorio donde estaba su hermana.

-Quizá… aunque también he tenido una sensación que me ha estado molestando toda la mañana– Abre el bentō, observándolo con gesto absorto y preocupantemente serio. Asami conocía muy bien a su hermana, y que se pusiera de esa forma no era para nada buena señal, y es que Saya tenía una intuición asombrosa que rara vez fallaba.

-Odio que digas eso- Tenia la mirada perdida en la madera, como si también pudiera intuir los presentimientos de su hermana -La seriedad en tus palabras es algo que no puedo tomar a la ligera

-Puede que me equivoque, han pasado demasiadas cosas los últimos días- Empieza a comer despacio.

Suspiro, todos estaban en una alerta máxima que nadie podía dejar pasar desapercibida.

-Saya... ¿de verdad sientes cuando estoy alterada por las voces? - Pregunto sin ver a los ojos a su hermana, quería saberlo, necesitaba saberlo -Ayer yo... creo que tuve un desplante...

-Puedo sentir parte de tu confusión y miedo, es una sensación difícil de comprender- Ve a su hermana, analizándola, para ella debía ser insoportable todo eso - ¿Por qué preguntas?

-Si... bueno, es que... no...- Suspiro, tenía muchas dudas, y aunque podía recurrir a la capitana de la cuatro, quería primero hablar con su hermana, lo había prometido -No quisiera causar un alboroto, me gustaría... que tú o Hanako pudieran acudir a mi si sienten que estoy en apuros

-Eso ni si quiera tienes que pedirlo little sister- Se cruza de brazos, mirándola con seguridad y total apoyo -iremos inmediatamente cuando lo necesites, quisiera tener más noción de como aminorar tu sufrimiento, pero hare todo lo que este en mis manos y más…

Miro a Saya, sintiendo un poco de paz en su interior.

-Gracias Saya- Sonrió, luego suspiró -Iré a ver a Hanako, espero se sienta mejor, su reiatsu ha estado estancándose un poco

-Iré también en un rato, ya casi termino aquí- Tapa el bentō, había consumido más de la mitad nada más en lo que su hermana estaba ahí -Gracias por la comida hermanita, me salvaste- Le alborota el cabello.

-De nada, espero te caiga bien- Hizo un puchero por el gesto de cariño de su hermana, pero se contuvo, se puso de pie, agitando la mano a manera de despedida -Nos vemos más tarde

Despidió también a su hermana con la mano hasta que la perdió de vista, recargándose en la silla y llevando su cabeza hacia atrás. Esperaba realmente que eso que la molestaba no fuese un mal presentimiento y que solo fuera el cumulo de cansancio por lo que estaba pasando a su alrededor.

Pero en el fondo sabía que eso no era lo único, por más que quisiera verse positiva; solo le quedaba esperar y actuar conforme a la situación, poder auxiliar a Asami con su problema respecto a esas voces, y ser el respaldo de Hanako ahora que no estaba a todo su nivel de poder. Debía mantenerse lo más centrada posible, si es que esta terrible sensación era de verdad.

Había abandonado la división trece, era hora de hacer el encargo que su capitán le había pedido, debía dirigirse hacia la capitana Kotetsu, saber sobre ese shinigami al que habían rescatado. Claro que estaba enterado de lo que había pasado en el entrenamiento de su capitán con su protegida, pero Hanako no estaba en esa misma área, aquel shinigami estaba en un ala diferente, en observación.

-Capitana Kotetsu- Renji se inclinó ante la mujer, habían sido colegas mucho tiempo, pero ahora, le ofrecía el mismo respeto que a su capitán -El capitán Kuchiki me ha enviado con una solicitud para usted…

-Te-teniente Abarai…- Si, incluso para ella era extraño la diferencia de puestos en ese momento - ¿Qué necesita?

-Solicita un informe de los avances que haya tenido nuestro colega rescatado- La mirada de Kotetsu no dejaba ver nada bueno -Capitana…

-No ha tenido ningún avance, sigue muy débil, ni siquiera despierta para comer, ya han pasado cuatro días desde que volvieran, pero el sigue tal y como lo trajeron, y los estudios no lanzan nada raro- Confirmó la capitana, permitiéndole a Renji entrar a la habitación donde se encontraba aquel shinigami -Si esperas un momento, te redacto el informe para que lo entregues al capitán Kuchiki de una vez

-Ah, por supuesto…- Renji lo dudo un poco, también quería saber como estaba Hanako y llevarle algo de información sobre ella a su capitán, pero algo llamo su atención o, mejor dicho, algo en esa habitación lo obligaba a quedarse -No, no es nada…

Se había girado a ver el cuerpo de aquel shinigami, pero le dio la espalda nuevamente, estaba caminando hacia la salida, lento, despacio, como si ese lugar se prestara para tener confianza y bajar la guardia.

Y había bajado la guardia, tanto, que lo habían atacado por la espalda ¿Quién? ¿Cómo? Si únicamente estaba aquel shinigami que no parecía tener conciencia, pero apenas alcanzo a verlo, ahí estaba, de pie, con un brazo convertido en aguijón, un aguijón que el conocía muy bien; el de un Genzanki.

Había pasado una hora antes de que la teniente permitiera a su amigo comenzar a peinarla. Hanako sonrió sintiendo la suavidad de las manos de Yumichika enterrándose en su cabello y trenzándole con maestría, haciendo y deshaciendo aquel peinado, consiguiendo que la teniente se relajara cada vez más.

El pelinegro había llegado hasta la cuarta división solo, explicándole a Hanako que Ikkaku había optado por abandonarle.

Honestamente, cielo —había dicho Yumichika divertido —, creo que está celoso de ti y del tiempo que paso a tu lado. Últimamente me echa en cara que paso más tiempo entrenando contigo que con él.

Habían dejado el tema de lado y Yumichika había pasado a relatar con detalle lo ocurrido con Saya un rato atrás, haciendo a la teniente reír a carcajadas ante cada detalle y cada exageración del tercer oficial.

—No puedo creer que incluso ustedes conspiren contra mi hermana —soltó divertida la teniente luego de haberse puesto al corriente de su última semana —, aunque su estrategia no funcionó del todo. Renji está aquí.

—¿De verdad? —Exclamó Yumichika decepcionado —¿Desde cuándo?

—Tiene unos minutos con la capitana Kotetsu en la habitación de seguridad. Supongo que el capitán Kuchiki...

—A quien dulcemente llamas Byakuya sin el sama —interrumpió socarrón Yumichika, enarcando una ceja de manera sugerente y haciendo a Hanako soltar una carcajada.

—¡Lo mandó a investigar!

Hanako suspiró sintiendo que Renji se quedaba a solas un momento. Se removió inquieta, consiguiendo llamar la atención de Yumichika. Quería ir hasta allá y pedirle a Renji que no pasara más tiempo en esa habitación, que no le daba confianza que nadie se quedara solo ahí.

—No me gusta ese shinigami —admitió la chica mirando a su amigo con un gesto de duda —, su reiatsu es inestable, se siente... contaminado.

—Puede que lo esté —murmuró Yumichika sacando conclusiones —, ya sabes, pasar tanto tiempo rodeado de esas cosas, alimentándolos con su reiatsu.

—No lo sé. Se siente parecido al hueco que siento cuando leo a Asami, escapa de mi comprensión, como si su reiatsu estuviera y, al mismo tiempo no estuviera ahí. No me hagas mucho caso, me pongo melancólica y...

No pudo terminar su frase, sintió la caída abrupta en el reiatsu de Renji, sintió el dolor y la desesperación de saber que no se puede pedir ayuda... Había pasado algo.

La respiración de Hanako se tornó agitada y Yumichika se levantó mirándola.

—Traeré a alguien que...

—No —cortó la teniente levantándose en un movimiento rápido —, Renji está herido, ve por Saya.

—¿Por Saya?

—¡No hay tiempo! —exclamó la chica saliendo de la habitación y comenzando a correr —¡Dile que está herido!

Y entonces también lo sintió. La presencia de un genzanki en medio de la división cuatro, la presencia de un enemigo, y luego otro, y luego otro...

Y aunque quería quedarse a pelear, sabía que era prioritario obedecer las órdenes de una teniente y correr.

—¡Notifica a la décimo tercera —gritó Hanako antes de saltar hacia su zanpaku-tō —, la cuatro está bajo ataque!

Tan solo minutos antes…

Junta de emergencia...

¿Por qué Kyōraku había convocado una junta de emergencia?

Byakuya creyó que sería el segundo en llegar, Soi-Fong siempre sería la primera en llegar por cercanía y por velocidad, pero se quedó helado al percatarse de que Kurotsuchi había llegado también, y le miraba con desprecio, pero también con angustia.

Tōshirō, Rukia y Kensei llegaron unos segundos después, pero se detuvieron a espaldas del pelinegro, también sorprendidos por ver a Mayuri de pie al lado de Kyōraku, ambos con una sombra macabra cruzando su expresión.

Ni siquiera hubo momento para permitirles llegar a formación antes de que Kyōraku hablase.

—Tenemos una baja en el Gotei.

Todas las miradas cayeron sobre él, desasosiego, pasmo, confusión, un poco de todo en los ojos de sus shinigamis más poderosos. Pero ni una palabra.

—El senshi está muerto —inició Mayuri, tratando de mantener la calma antes de mirar a todos los capitanes, analizando sus expresiones para tratar de definir si estaban entendiendo la noticia, si las cosas caían en su lugar o si debiese dar más explicaciones. —Desafortunadamente no llegamos a nada concluyente con los experimentos que le realizamos, mantenerlo con vida se convirtió en una tarea titánica que consumió nuestro tiempo y nuestra paciencia. Ahora, lo verdaderamente importante es —hizo una pausa larga, tratando de encontrar las palabras correctas para decir lo siguiente; suspiró, no había manera de aminorar el golpe —, el shadow escapó.

El capitán de la décimo segunda habría creído que esa noticia sería suficiente para dejarles a todos sin habla, Iba y Lisa iban entrando cuando aquella noticia fue revelada, así que ambos capitanes se quedaron pasmados en la puerta, abriendo los ojos con terror, pero manteniendo la esperanza de haber entendido mal.

Pero, para sorpresa de todos, Byakuya bufó despectivo antes de iniciar con su discurso.

—La parte del discurso que el capitán Kurotsuchi amablemente nos está ocultando es que no es la primera vez que ese experimento es liberado.

Kyōraku levantó la mirada hacia Byakuya con incredulidad. ¿Liberado? ¿Había escuchado bien? ¿Liberado?

Mayuri rechinó los dientes, incapaz de responder ante aquellas palabras, temiendo dejarse en una posición todavía más comprometida, esperando un milagro que le salvara de la furia de Byakuya.

Se la tenían jurada el uno al otro, no era nada nuevo que el odio era mutuo y muy bien correspondido, sin embargo, el capitán de la décimo segunda sabía que había firmado sentencia de muerte al llamarle a Hanako mascota de Kuchiki, ahora sólo le quedaba apechugar y recibir de lleno el ataque de Byakuya, defenderse y resistir.

—Capitán Kuchiki —murmuró Kyōraku incómodo —, acusar a la décima segunda de esa forma...

(Waste my hate – Icon for hire)

No estoy levantando acusaciones —interrumpió el noble sin soltar la mirada del capitán Kurotsuchi. —De hecho, he seguido el consejo que el capitán constantemente nos da y he dado rienda suelta a mi curiosidad. Hice la tarea, como dicen por ahí, y me puse a investigar a profundidad.

—Capitán Kuchiki, por favor sea claro —exigió Mayuri hastiado, torciendo el gesto hacia un costado, harto de la cacería y ansioso por recibir la mordida final. —¿De qué se me acusa ahora?

Su postura se mantuvo diplomática, pero su voz fue un bisturí helado y cruel abriendo la carne, partiendo los huesos, desgarrando las venas con desprecio y rabia, una masacre hecha y derecha que terminó de sumir a los capitanes en la desesperanza por el contenido del discurso, los análisis que Mayuri no había querido entregar.

—El sábado pasado, al finalizar la junta, me tomé la tarea de ir a buscar a su soldado, Asakura, y tener una charla con ella. Su testimonio resultó esclarecedor para ayudarme comprender su tranquilidad sobre los avances en sus experimentos, al darme cuenta de que la conexión de la que hablaba ese día era más tangible todavía, que las voces ocasionales que se presentaron en torno a la conciencia de la tercer oficial Yamamoto Asami. Me preguntaba por qué había pasado tanto tiempo desde el último reporte que nos había hecho llegar sobre el shadow o el senshi, algo no encajaba, así que recurrir a la primera fuente más confiable habría sido lo más sensato, pero... usted era la primera opción.

—No le permito, Byakuya, que me hable así —trató de cortar el discurso del capitán con aquello, normalmente el pelinegro le daba más importancia a recalcar el respeto y los valores, pero esa vez Byakuya continuó hablando.

—Dado que nos ocultó lo de Asakura, supe de inmediato que debía acudir a una fuente menos corrupta, contaminada, así que fui a buscarla. Capitán Kurotsuchi —soltó Byakuya con tanto veneno en la voz que todos pasaron saliva —¿por qué no nos notificó que su soldado había sido infectada por el control mental de un shadow?

—¿Con qué derecho interrogó a mis subordinados? —exclamó Mayuri colérico, moviendo una mano para tratar de añadir peso a su cuestionamiento.

—¿Por qué nos ocultó que Asakura no sólo estaba infectada, sino que liberaba constantemente al genzanki en cuestión?

—Invadió la privacidad de otra división —exclamó Mayuri dando un paso al mismo tiempo que Byakuya, cerrando ambos la distancia hasta situarse a medio metro el uno del otro.

Dios, habría querido tomarle por las solapas y amenazarle de un golpe, Byakuya querría haber recurrido al sometimiento para poder arrancarle a Mayuri el gesto de arrogancia que tenía en el rostro.

—Sí, lo hice, y ahora gracias a ello sabemos que Asakura no sólo no estaba en posición de seguir trabajando desde el primer día en que tuvieron al shadow en su división, sino que abrió deliberadamente el contenedor del genzanki en cuestión varias veces en los últimos días.

—Lo teníamos bajo control.

—Lo dudo mucho, capitán, o el shadow no se habría escapado.

—¡Era parte del experimento! Asakura sirve como herramienta de rastreo.

—¿Poner en riesgo al Gotei también lo era?

—Teníamos todo bajo control —insistió.

—¿En qué momento habría considerado pertinente informarnos respecto a la situación de Asakura?

—Suficiente —soltó Mayuri entre dientes, temblando por la rabia, pensando, planeando, ideando las maneras más sencillas de torturar a Byakuya con sus experimentos, imaginándose a sí mismo mientras diseccionaba el rostro de aquel hombre, retirando los ojos, sacando los dientes uno a uno. Sintiendo que todas las miradas caían sobre él entre acusadoras y demandantes.

—¿Cuándo estuviera lista para decapitarnos por orden del shadow?

—¡Silencio! —Gritó desesperado.

—Cuando usted mismo se estuviese ahogando en sangre y desolación...

—¡Capitán! —exclamó Akon entrando a la primera división, azotando las puertas y consiguiendo sobre sí mismo todas las miradas de los capitanes —¡Tenemos...!

—¡Ahora no —bramó el científico con odio, sin soltar la mirada de Byakuya mientras el pelinegro sonría con sorna, tal vez por primera vez mostrando aquella mueca tan arrogante y descontrolada en público —, estamos en algo!

—Es sobre Asakura —insistió el teniente desesperado, llenando la sala de ansiedad.

—Byakuya, ¿qué te dijo mi soldado? —soltó Mayuri con negligencia, ignorando a su teniente.

No, no pudo ignorarlo mucho más, su voz se alzó con violencia sobre la sala.

—¡El shadow escapó y Asakura está muerta!

No, ninguno de los capitanes supo si aquella afirmación había sido lo que terminó de quebrantar cualquier atisbo de esperanza que les quedara, no supieron si fue saber la noticia del soldado caído o el hecho de escuchar la voz de Kotetsu resonando en todos los rincones del Gotei.

¡La cuarta división se encuentra bajo ataque!

Tōshirō comenzó a buscar el reiatsu de Asami a toda prisa. La pequeña tenía que estar muy cerca, en casa, tenía que estar en su hogar, tenía que estar descansando, una parte de él rogaba porque lo estuviera... Pero no. El reiatsu de su novia se encontraba demasiado cerca de la división cuatro, demasiado agitado, confirmando su peor temor.

Había entrado en combate.

Byakuya ni siquiera prestó atención al resto del mensaje, no podía hacerlo, podía escuchar algo que le quebrantara el espíritu, salió corriendo a toda velocidad, lanzando por delante los pétalos de su zanpaku-tō y suplicando a su Dios que, si él no podía hacerlo, al menos Senbonzakura llegara a tiempo.

¡La cuarta división se encuentra bajo ataque! Genzanki nivel uno, teniente herido, necesitamos el apoyo de todo el Gotei, cualquier Shinigami que pueda blandir su espada venga de inmediato, no podemos con esto solos.

El mundo parecía haberse detenido, el trayecto a la cuatro jamás fue tan largo como en ese momento, su shunpo jamás había sido tan inútil, y Byakuya nunca sintió tanta culpa como en el momento en el que reparó en que su propio teniente y la teniente Yamamoto se encontraban en el lugar del ataque por una orden que había dado él mismo.

La única razón por la que Renji y Hanako se encontraban en la división cuatro en ese momento era justo porque él los había puesto ahí, al primero por su incapacidad de admitir la culpa, a la segunda por una batalla que podrían haber detenido a tiempo.

Si alguno de los dos caía esa tarde, sería sólo por su culpa.

No, ninguno podía caer, debía llegar a tiempo, tenía que...

O jamás se lo perdonaría.