Hanako y Shūhei se habían ofrecido voluntarios para atender a los heridos de la batalla. Aquella infiltración había dejado a muchos shinigamis incapacitados para pelear, muchos de ellos pertenecientes a la cuarta división, después de todo ahí había iniciado el ataque.
Para la teniente tenía sentido creer que atacaran esa división, si debilitaban su poder curativo, no tenía sentido defender o atacar, no tendrían cómo recuperarse.
Pero entonces, quien fuera que les había atacado conocía cómo funcionaba el Gotei, y, más importante, sabía cómo estaban distribuidas las divisiones por todo el Seireitei, puesto que el ataque frontal había venido justo a dar a la cuarta división.
La teniente suspiró limpiando el sudor de su frente luego de terminar de vendar las heridas del shinigami al que atendía, aquel soldado le sonrió agradecido antes de levantarse de la camilla y hacer una reverencia poco pronunciada, haciendo a Hanako sonrojarse por aquel agradecimiento escueto pero sincero.
—De verdad, gracias por todo —insistió el shinigami cuando Hanako hizo por negar el agradecimiento —, de no ser por usted y sus hermanas, esta no la contábamos.
Shūhei se acercó hasta Hanako cuando la chica se quedó sola, y sonrió haciendo un movimiento con la cabeza, invitándola a caminar antes de murmurar: —Kotetsu dice que es momento de que tomemos un descanso y nos vayamos a almorzar.
—¿Ya amaneció? —murmuró Hanako pasmada.
—Tal vez más —respondió el moreno frunciendo el entrecejo.
La teniente asintió siguiendo en silencio al pelinegro, preguntándose cómo abordar lo que necesitaba decirle. Aquel beso robado había sido demasiado para ambos en medio del campo de batalla, no por el beso en sí mismo sino por todo el horror que habían vivido hasta ese instante. Necesitaban de verdad poner las cosas en su sitio, necesitaban hablar, pero la cuarta división no era el lugar, así que la chica agradeció cuando Shūhei la invitó a salir a dar una vuelta primero, aclarar su mente, asentar el estómago.
Después de todo, ninguno de los dos se sentía bien como para comer algo todavía.
A pesar de ser fuertes, a pesar de toda su experiencia y conocimiento en el campo de batalla, tanta sangre, tanto herido, tanto estar curando gente, les había revuelto el estómago, y necesitaban cambiar de aire desesperadamente.
(Bad liar-stripped – Imagine Dragons)
La chica suspiró aliviada al sentir el aire helado golpear contra sus mejillas. Caminar entre los árboles cercanos a la división se sintió como volver a la vida.
Durante horas se había movido entre los pasillos de la división como un fantasma, llevando vendajes, limpiando heridas, cambiando medicamentos, poniendo soluciones en los raspones. Había hecho tantas veces aquello ese día que ya lo hacía en automático, sentía que se quedaría dormida en cualquier momento.
Sus pies se hundieron en la tierra húmeda, movió los dedos para enterrarse un poco más en el suelo, emitiendo un gruñido de satisfacción que hizo a Shūhei sonreír con ganas, incluso soltar una risita por lo bajo.
—¿Echando raíces, Akuma?
—Depende quién pregunte, bakataichō...
Se miraron a los ojos, tal vez por primera vez en toda la madrugada, tal vez por primera vez desde el beso a plena batalla, así que chispas saltaron entre ellos, obligándoles a acercarse.
—Tenemos que hablar —soltó Hanako determinada cuando se encontró a un paso de distancia de su amigo.
—Lo sé, pero necesito confirmar algo primero.
Se lo advirtió con la mirada, se lo advirtió cuando tomó su mejilla en una mano, se lo advirtió cuando cerró distancias con ella, acercándose a su boca y entrecerrando los ojos con nerviosismo.
Hanako cerró los ojos y respiró profundo una vez, aceptando aquel beso, sabiendo que ella misma necesitaba confirmar aquello que había sentido en la batalla pero que no había sabido nombrar.
Los labios de Shūhei tomaron los suyos y ella correspondió aquel contacto, adecuándose a la boca del teniente.
Aunque aquel primer contacto fue tímido y terminó rápido, ambos volvieron al encuentro del otro, las manos de Hanako rodearon el cuello de Shūhei, el teniente de la novena le apresó la cintura, la espalda, sosteniéndola cerca, profundizando el beso, buscando con su lengua la de ella y sintiendo que el corazón se aceleraba.
Un tercer beso se apoderó de ellos mientras se permitían sentir a consciencia el roce suave de los labios de otro, un estremecimiento que les recorrió de pies a cabeza por el contacto de sus cuerpos. Para Hanako fue extraño percatarse de que el beso no parecía ser suficiente, como si le faltara algo más para que todo cayera en su lugar.
Rompieron ese nuevo contacto, pero permanecieron un poco más en ese abrazo, con los ojos cerrados, con las frentes unidas, con la respiración entrecortada, con el pulso acelerado. Sí, aquel beso había provocado sensaciones en ambos, había despertado instintos, pero cuando Hanako abrió los ojos y vio el gesto de Shūhei, algo no terminó de encajar en su sitio.
La teniente retrocedió un paso, bajando la mirada y sintiendo ganas de llorar al darse cuenta de que, lo que Shūhei pedía de ella, ella no podía dárselo en ese momento, así como en su momento, tampoco pudo dárselo a Yamada.
—Yo... —trató de iniciar ella, sin embargo, al levantar la mirada en busca de su amigo se percató de que él lucía sereno.
—Estoy enamorado de ti como se enamora uno de los amores platónicos —confesó Shūhei con una sonrisa mientras tomaba las manos de Hanako entre las suyas y la chica pegaba su frente a la de él. —Lo bonito de los amores platónicos es que nunca se consuman y se mantienen perfectos hasta la eternidad. Y les componen canciones porque son puros, o se convierten en motivos para pelear y mejorar. Definitivamente te quiero —añadió en un arranque de valentía, tomando el rostro de Hanako para poder mirarla a los ojos —, pero creo que te quiero justo como tú me quieres. Y eres mi amor platónico, sé que eso no va a cambiar, es por eso, que quiero seguir a tu lado, como tu amigo, tanto tiempo como tú me quieras ahí.
—Shūhei...
—De todos modos, no puedo darme el lujo de jugar sobre la cuerda floja —bromeó soltando a Hanako mientras ella suspiraba —. Si llegó a romperte el corazón alguna vez, él hará lo mismo por mí.
—¡Shūhei! —reclamó la chica dándole un manazo antes de soltarse ambos a reír. —Deja ese tema morir por la paz.
—Te quiero Hanako, te querré siempre, y estoy enamorado de ti como se enamora uno de un amor platónico, así que estas a salvo de mí.
—Te quiero también —cerró ella con melancolía —, y traté de quererte como se le quiere a un enamorado...
—Lo sé —añadió Shūhei con una sonrisa de medio lado. —Pero hay amores que no están destinados a ser. Tal vez en otra vida.
—Tal vez.
—Vamos —pidió el teniente sonriendo para su amiga, ofreciendo el brazo como Byakuya solía hacer, antes de encaminarse al Gotei —, todavía somos voluntarios y tú deberías ir al hospital a ver a tu Kaichō.
Hanako golpeó el brazo de Shūhei ante aquel comentario, arrancándole al moreno una carcajada por el arranque infantil de la teniente, antes de volver a ofrecerle el brazo y sonreír sereno.
—Baka —murmuró Hanako en medio de un puchero mientras se aferraba al brazo de su amigo y sonreía de medio lado.
—Ambos sabemos que mueres de ganas de ir a verlo. Tampoco soy tonto, Hanako —dijo al final con cierto aire melancólico, con la mirada perdida hacia el frente mientras la chica le observaba con curiosidad —, no es difícil darse cuenta de contra quién se compite, menos cuando eres tan transparente como un vaso de cristal.
—No sé de qué hablas —musitó la chica sin ánimos de defenderse.
—Puede que sea verdad —concedió Shūhei con media sonrisa antes de mirar a su akuma de reojo —, pero el capitán de la sexta incluso me amenazó si es que alguna vez me atrevía a romperte el corazón.
—¿Ahora serás tú quien le amenace?
—No es mala idea —murmuró Shūhei en medio de un suspiro de cansancio —, ¿te parece bien si comemos juntos? —soltó tratando de desviar la atención de Hanako, divertido ante su expresión de pasmo luego de escucharle decir aquello.
—Dios, es que te pones insufrible —soltó divertida mientras Shūhei le sonreía con ganas, sintiendo que por fin se encontraban justo donde debían estar desde el principio.
—Me gusta esto —murmuró el moreno al final, sintiendo que Hanako recargaba su sien contra el hombro —, me gusta ser tu amigo ahora que todo está claro.
La teniente lo pensó un poco más, antes de morder la uña de su pulgar y asentir distraída, ocultando su sonrisa.
—Sí. Es bonito saber que todavía cuento contigo —admitió la chica al final, mientras Shūhei liberaba su brazo para rodearle los hombros a la teniente y suspirando una vez más.
—Dramática.
…
Abrió los ojos lentamente, veía borroso al inicio, apenar y podía percibir unas sombras que con mucha dificultad podía distinguir; pronto comenzó a enfocar, o al menos eso creía, porque le pareció ver aquella cabellera alborotada que quien sabe desde cuando comenzó a ver como un factor muy atractivo. sonrió bobamente mientras sentía a su corazón dar un respingo de alegría, luego cambio a una sonrisa tierna cuando pudo ver su rostro frente a él, inclusive, su mano comenzó a subir lentamente para poder tocas sus mejillas y sus labios empezaban a deletrear su nombre. S-A-Y-A.
-Teniente Abarai, al fin ha despertado– Y su sueño termino, desmoronando sus ilusiones al ver a Hanatarō frente a él una vez que su visión se aclarara - ¿Cómo se siente?
Petrificado, congelado, momificado, su mano se había quedado en el aire, a escasos centímetros de tocar el rostro de su compañero de misiones, tardando unos segundos en reaccionar por completo.
-Maldita sea, Hanatarō– Se endereza rápidamente, alterado y con un fuerte sonrojo en sus mejillas. Estaba a punto de hacer algo sumamente bochornoso con un shinigami - ¿Por qué estas tan cerca de mi cara?
-La capitana Kotetsu me dejo a cargo de usted, teniente Abarai– Respondió el enfermero en cuestión.
-Eso no responde a mi pregunta– Refuta el pelirrojo, rechinando los dientes.
-Bueno, ya que despertó…- Ignora completamente el enojo del teniente -Supongo que tendrá hambre– Se dirige a la salida, dándole la espalda tan solo unos segundos, posando sus manos sobre la puerta –Enseguida le traeré algo de…
Pero justo al momento de abrir la puerta corrediza, esta se abre abruptamente, revelando a Saya, haciendo que el shinigami cayera de cara contra el piso debió a que éste estaba confiado en que la puerta no se movería hasta que el la deslizara.
- ¡Renji! - Exclama la soldado entrando y pisando a Hanatarō, quien no entendía lo que sucedía, con la cara contra el piso.
- ¡Saya! – La observa con emoción, interiormente se sintió envuelto en una extraña atmosfera color de rosa.
- ¿Cómo te sientes? – Preguntó al momento de sentarse frente a él.
-Mucho mejor, gracias- Hubiese querido completar con "ahora que viniste a verme", pero se abstuvo de hacerlo - ¿Y tú? ¿Cómo estás?
-Yo estoy bien, dentro de lo que cabe– El que lo dijera con un hilo de voz desanimado, hasta cierto punto triste, preocupo al teniente –Pero de verdad ¿ya estas mejor?
-Si, solo algunas heridas superficiales- Ahora que lo notaba mejor, Renji se encontraba vendado de todo el torso, marcando su musculatura, algo que provoco un fuerte sonrojo en la morena, quien sacudiera la cabeza de un lado a otro para hacer pasar el bochorno.
-Que bien…- Suspira aliviada, lo que conmueve a Renji –En ese caso…– La morena tuerce el gesto, rechinando los dientes, acción que pone al pelirrojo en alerta, tenso - ¡Explícame como es que pudiste ser tan descuidado y dejarte atacar de esa manera! – El aura de Saya hace que Renji vea claramente como un auténtico monstruo lo amenazaba con los ojos llenos de ira, pareciéndole, incluso, que la chica había crecido en estatura -De verdad que eres un idiota
- ¡No fue mi culpa! – Se defiende, exclamando su inculpabilidad, acostumbrado a tratar con Saya, pudiendo encararla en términos iguales - ¿Cómo demonios imaginaria que él iba a levantarse y me atacaría? Era uno de nosotros, confiaba en ello
- ¿Qué acaso no sentiste su presencia? – Cada vez alzaba más la voz –Fue patética la manera en que te hirieron ¿Cómo puedes hacerte llamar teniente?
- ¿Qué quieres decir con eso? – Gruño, molesto por la pregunta tan común que solía decirle aquella chica.
La discusión entre los dos shinigamis era cada vez más estridente. Hanatarō quería de alguna manera callarlos, estaban en la cuarta división y había heridos, pero no encontraba la manera de apagar su acalorada discusión.
-Teniente Abarai, Yamamoto-san… por favor, bajen la voz…– Pide, nervioso, sin obtener resultado alguno.
-Hanatarō– la voz de la capitana alertó al menor, por lo que Kotetsu, al ver la puerta abierta y escuchar la discusión, entra a la habitación - ¿Qué está pasando aquí? – No hacía falta que le respondieran, bastaba con ver al teniente y la chica discutir acaloradamente, por lo que opta por acercarse, parándose firme –Oigan ustedes dos- Sus palabras lograron frenar aquella trifulca, haciendo que ambos la miraran, como madre que encuentra discutiendo a sus hijos –Recuerden que estamos en la división cuatro, hay muchos heridos que aún están descansando, así que por favor guarden silencio
-Lo sentimos capitana– Responde, haciendo una reverencia ante la capitana.
-Muy bien– Dedica una sonrisa gentil, la relación de ese par era ya bien conocida por el gotei –Hanatarō, después de que le traigas comida al teniente Abarai pasa conmigo, necesito pedirte un favor
-Claro, capitana– Acepta de buena manera, girándose, listo para salir de la habitación –Enseguida vuelvo…
-Saya Yamamoto– la posición de firme se apodero de ella, algo que había adoptado debido a las reprimendas de su abuelo por no comportarse con respeto ante la presencia de un capitán, por lo que era un acto reflejo de su cuerpo cuando escuchaba la voz de alguno de ellos -Puede permanecer en la habitación con el teniente, pero no lo permita que se exalte mucho, aún está herido…
-De… de acuerdo– Se cruza de brazos, aunque esto parecía más un puchero; la única razón por loa que no podía reprimir mas a su "amigo" era por sus heridas, un poco de consideración era lo que podía darle.
-Muy bien, me retiro…
- ¿Dijo que había muchos heridos? – Cuestiono el pelirrojo, aparentemente aun desconociendo la situación - ¿Qué fue lo que pasó? – Mira a Saya, quien repentinamente puso una expresión seria, casi melancólica.
-El Gotei fue atacado– No había forma de suavizar aquello, por el tono en su voz, significaba que había más detrás que la morena no quería soltar de golpe –Nos invadió un ejército de Genzanki nivel uno
- ¿Qué? – Se endereza en su lugar velozmente, mirando a la chica - ¿Invadieron el Gotei? ¿Cómo?
-No lo sé– Responde con exaltación, recordar lo sucedido la alteraba -La alarma sonó, la noticia corrió, tenían como objetivo la división cuatro, aún no sabemos cómo entraron, había demasiados y a penas pudimos contenerlos…
- ¿Resultaste herida? ¿Cómo están los demás? ¿Hubo bajas? ¿Y tus hermanas? – Suelta una tras otra, después de todo, él no sabía nada de lo sucedido.
-Cielos, haces demasiadas preguntas– Se tapa los oídos, aturdida –Estarías al tanto de todo si no te hubieras dejado herir de forma tan absurda– Reclama nuevamente –Necesitaba… necesitábamos de tu ayuda
Renji pudo ver por un momento la angustia en Saya, eso le dio una gran noción de los problemas que debió tener al enfrentarse a un ejército de genzankis, las dificultades que todos debieron haber pasado mientras él estaba herido.
-Lo lamento– Baja la mirada, la morena se había quedado sin argumentos, sin reclamos, nada más que debatirle ante la sinceridad de su culpa.
-Idiota– Murmura sin mirarlo –No vuelvas a preocuparme de esta manera– Eso hace que Renji sonría conmovido y a la vez, sintiéndose un poco mal por haberla preocupado.
Tras que Hanatarō le llevo la comida y volvió a retirarse para hacer el encargo que le pidió la capitana, Saya se encargó de contarle a Renji de forma general lo que paso en la invasión de los genzanki. El teniente se preocupó un poco por su capitán cuando le comentara que éste también se encontraba internado dentro de la división cuatro, aunque Saya trato de calmarlo, explicándole que no se encontraba en grave peligro y que sus heridas habían tenido ya un tratamiento adecuado.
Pero, casi al final de todo y, notando el temblor en la voz de Saya, escuchó con atención sobre la baja dentro de su escuadrón, un compañero, un amigo; aunque no hubo más detalles, pudo percibir en la chica que ésta se estaba haciendo la fuerte, aparentando que la muerte de su compañero no le afectaba. Renji no quiero indagar más, de momento se conformaba con la información que había obtenido de la batalla, luego hablaría con ella respecto a la situación.
…
Byakuya estaba sentado en la camilla, con la espalda recargada en la pared y las piernas extendidas, con la manta echada sobre las rodillas, con el plato de comida descansando en su regazo, pero sin la fuerza para dar el siguiente bocado. La mañana era helada, o tal vez el frío venía del interior, de la sensación de dolor, luto y fracaso que experimentaba en ese momento luego de todo cuanto habían perdido la noche anterior.
No sólo le dolía el cuerpo, también le dolía el orgullo. Se habían metido al Gotei, habían infiltrado la sociedad de almas ¿qué golpe al orgullo más duro que ese? Sentía que había fracasado protegiendo todo aquello que era importante para él, y sabía que la sensación la compartían muchos shinigamis del Gotei.
Y luego estaba la sensación de vacío en medio del pecho, puesto que cada vez que recordaba el beso que el teniente de la novena había dado a su protegida sentía como si un abismo se abriera en su pecho amenazando con devorarlo todo. Alguna vez leyó cómo se sentía un infarto, bueno, ese recuerdo dolía como si fueran diez. Tal vez eso sentían las almas antes de convertirse en hollows, ese abandono absoluto a la esperanza mientras un agujero crecía y crecía en el centro de su pecho, ocupando el lugar en el que había estado antes su corazón.
Renji entró a la habitación encontrándose a Byakuya con el rostro contraído en una mueca de dolor, con la mano en el pecho, apretando en el puño la bata que le habían puesto.
—¡Taichō! —exclamó Renji preocupado, llegando hasta su lado y tomando la comida para dejarla a un costado —¿Quiere que llame a alguien? ¿Se siente mal?
La mano de Renji había encontrado un sitio en el brazo de Byakuya, y la habría retirado cuando amenazó con levantarse, pero el noble alcanzo a poner sus dedos sobre los del teniente, llamando su atención y haciéndole frenar.
—No, espera —pidió a media voz, mientras Renji se relajaba a su lado. —Estoy bien, no me duele el cuerpo.
Bueno, aquello eran dos medias mentiras, claro que le dolía el cuerpo, y, por supuesto, no estaba bien. Pero Renji conocía suficiente a su capitán como para comprender que el pelinegro necesitaba un minuto para tratar de organizar todo lo que le pasaba en esos momentos.
Tomó asiento a su lado y le miró el rostro cuando Byakuya cerró los ojos y presionó con fuerza el puente de su nariz, tratando de mantener a raya lo que le ocurría.
—¿Viste ya a Saya?
—¡Taichō! —exclamó Renji sonrojándose y retrocediendo en su asiento —, si esto es otra de sus bromas para...
—No, escucha —pidió Byakuya mirando a Renji con tal desolación en los ojos, que el pelirrojo sintió pena por su amigo, una infinita tristeza invadir su mente y su corazón. —Por favor.
No tenía que esforzarse mucho para tratar de adivinar de dónde venían las emociones que ahora plagaban los ojos de su capitán.
Todo el mundo había visto el beso.
—Soy todo oídos, taichō.
—¿Ya viste a Saya? —volvió a cuestionar, consiguiendo que Renji reparara en que no había burla o ironía en sus palabras, sólo las ganas genuinas de saber la verdad —¿Pudiste hablar bien con ella?
—Algo así —admitió Renji rascándose la mejilla con el índice, desviando un poco el rostro, avergonzado de su propia indecisión.
—"Algo así" no es suficiente —sentenció el capitán con un aire vehemente —. Ve a verla en cuanto tengas una oportunidad —pidió con voz fría, claro, aquella frase pretendía ser una orden, pero había demasiadas emociones involucradas en aquella oración como para tomarla así —. Ve ahora mismo si puedes, yo estaré bien, hierba mala nunca muere.
—Pero usted es mi capitán —sentenció Renji con orgullo, dejando claro que el respeto y el cariño que le tenía estaba por encima de todo —, ayer arriesgó su vida para ponernos a salvo y...
—Renji —interrumpió Byakuya antes de suspirar y dedicarle una mirada un poco más animada, había mucha tristeza y mucha melancolía ahí, pero al menos ya no había devastación —, estás enamorado de esa mujer desde hace más tiempo del que estás dispuesto a admitir.
El rostro del pelirrojo se equiparó al tono de su cabello ante aquella afirmación, principalmente porque, aunque el capitán se la pasaba haciendo burla de aquella situación cada vez que tenía oportunidad, ahora aquellas palabras se sentían sinceras, adquiriendo una profundidad que antes no existía entre ellos.
—Nos infiltraron, el Gotei está comprometido, hemos estado peleando contra enemigos que nos superan en poder o al menos en número, por poco no fuimos suficiente para proteger aquello que amamos —tal vez fue la pausa que hizo, tal vez fue su vehemencia, pero Renji reparó en que Byakuya usó la palabra amor. No aprecio, no orgullo, amor —. No te pido que te confieses —admitió al final, relajando la vehemencia de sus palabras, sintiendo que el costado palpitaba, necesitaba calmar tanta ansiedad o terminaría perforándose un pulmón —. No te pido que le digas lo que sientes, deberías, sí. Porque no sabemos cuánto tiempo nos queda a partir de ahora antes de la siguiente oleada. Pero al menos uno de nosotros debería tener el valor de estar al lado de la mujer que le tiene colgando del cielo. Deberías tomar el ataque al que sobrevivimos como un recordatorio, lo que tenemos ahora no estará ahí para siempre, y si ahora tienes un minuto libre, no deberías estarlo pasando conmigo. Te lo digo como capitán y te lo digo como amigo, porque frente a mí alguien más tuvo el coraje para reclamar aquello que me hace feliz y yo no pude hacer nada para evitarlo. Yo no me voy a morir. Así que ve con ella. Antes de que otra cosa suceda.
—Taichō —murmuró Renji con el corazón encogido, sin saber cómo continuar aquella oración, después de todo, el capitán Kuchiki tenía razón —. No debería estar solo en este momento —añadió el teniente desviando la mirada, sabiendo que Byakuya podría arreglárselas, que estaría bien, que se levantaría de aquello, pero queriendo ser un amigo apoyando a alguien a quien no sólo admiraba, sino también quería.
—No sabes cómo agradezco tu lealtad —confesó Byakuya cerrando los ojos y recargando la cabeza hacia atrás, cansado, agobiado por la gratitud contraponiéndose a la tristeza y al duelo —, pero justo ahora esa lealtad es un dolor de muelas. ¿Irás o te lo tengo que ordenar como tu capitán?
Renji se levantó haciendo una reverencia pronunciada en medio de un gruñido por el esfuerzo y el dolor, gesto que Byakuya alcanzó a ver entre las pestañas.
—Gomen...
—Ve.
…
Estaba cansada, el cabello lo llevaba sujeto por dos palillos altos que sujetaban su moño desorganizado, sudaba y el aire comenzaba a faltarle, pero ninguno de esos factores fue suficiente para quitarle a Hanako la sonrisa del rostro.
Quizás la primera sonrisa sincera desde la batalla, ahora que sabía que todos sus seres queridos estaban fuera de peligro.
Yumichika llegó hasta su lado con los vendajes sucios, sonriéndole dulcemente y haciéndole una pregunta con aquel gesto silente. La teniente sonrió de regreso y se hizo a un lado para hacerle espacio a su amigo y poder lavar lado a lado. Podría haberle cuestionado su presencia en el lugar, después de todo, él se había ofrecido para las reparaciones, tenía experiencia de sobra erigiendo y pintando muros gracias a los entrenamientos de su amigo con la soldado Yamamoto. Pero no, el pelinegro se había desviado de sus labores de reconstrucción sabiendo que su amiga lo necesitaba, que Hanako necesitaba de él en ese momento de duelo, aunque fuera lo suficientemente necia como para no querer preocupar a otros por su estado deprimente y sus pensamientos negativos.
Aunque el silencio solía alzarse entre ellos y las conversaciones se limitaban a gestos cómplices, cejas alzadas, sonrisas socarronas y uno que otro gruñido, cuando el pelinegro terminó de enjabonar sus vendas, no pudo evitar encarar a la teniente con una sonrisa burlona.
—Así que... teniente Yamagawa, ¿qué nos cuenta?
—¿Qué? —inquirió Hanako divertida, quitándose el sudor de la frente con el dorso de la mano antes de seguir tallando sus vendajes.
—Hirako taichō te llamó Yamagawa, así te dice, todos los días desde que volviste. ¿Por qué?
Hanako levantó la mirada en dirección a su amigo y sonrió divertida antes de volver la atención a sus tareas.
—No lo sé —mintió entretenida.
—¡Oh, vamos! No me salgas con eso, no soy tonto. Es muy consistente al llamarte así.
—No lo sé, Yumichika, tal vez es más sencillo de pronunciar que Yamamoto —bromeó divertida la chica mientras salpicaba de gotitas y jabón al pelinegro, ganándose una mirada de indignación por aquel gesto.
—No me mientas, Hana, es el apellido de tus padres ¿verdad? —cuestionó, arrepintiéndose al instante.
¿Y si aquello caía en mal lugar? ¿Y si Hanako no quería hablar de su familia? ¿Y si todavía dolía la pérdida?
Yumichika pasó saliva con dificultad antes de girar el rostro en dirección a la teniente, y descubrir una sonrisa angelical en su rostro. El pelinegro suspiró aliviado antes de volver a sus vendajes, dando el tema por zanjado sin imaginar que sería la misma teniente la que continuaría con la conversación.
—Yamagawa Kai y Yuriko. Eran mis padres, sí —dijo ella sonriendo de medio lado, antes de mirar a su amigo de reojo. —Y Yamagawa Takeshi, mi hermano mayor.
—Pensaba que tú eras la mayor.
—Ahora lo soy. Pero hubo uno antes de mí. Y sirvieron a la división cinco cuando el capitán Hirako, antes de lo de Aizen. De hecho, fueron sus primeros experimentos.
—Por eso los perdieron —dedujo Yumichika a media voz.
—Sí. El día que aceptó entrenarme —continuó la chica con su confesión —, me llamó por mi apellido, por Yamagawa, y me pareció que lo pronunciaba con dolor, como si aquello le hiciera pagar por sus pecados. Cuando volví de mi última visita al mundo real, él me llamó Yamagawa de nuevo, y por primera vez no vi melancolía ni tristeza, ni culpa en sus ojos. Vi orgullo, paz. Me gusta que el capitán Hirako me llame por mi apellido, por mi apellido original, porque significa que dejó atrás el dolor y...
—¿Y?
Hanako sonrió con más ganas todavía antes de encarar a Yumichika y cruzar los brazos, tratando de ocultar el sonrojo.
—Y si me pongo egoísta, también lo tomo como un halago, porque quiere decir que honra lo que hay de mis padres y mi hermano en mí.
Yumichika suspiró, conmovido ante aquello antes de asentir.
—No es extraño que seas a la única a la que llama por su apellido —murmuró el pelinegro cuando ambos volvieron a su trabajo. —Quiero decir, Saya es un desastre natural.
—Y Asami ha sido una Yamamoto toda la vida.
—Pero también creo que el capitán siente algo por ti —canturreó Yumichika, moviendo las cejas con picardía, haciendo que su amiga se sonrojara y frunciera el entrecejo.
—Ay, no empieces —soltó Hanako convocando la llama suave para secar las vendas.
—Hablo en serio, Hanako, algo tienen tú y tus hermanas que tienen a medio Gotei de cabeza. Mira a Asami, con su novio miniatura y su pretendiente pocket.
Hanako soltó una carcajada por cómo Yumichika acababa de llamar a Tōshirō y seguramente a Yoshio.
—Saya tiene a Renji babeando las losas del Gotei, y muchos de los soldados que entrenan los viernes en la mañana, lo hacen sólo por pasar tiempo con ella.
—Eso te lo concedo.
—Y tú, cielo.
—No —sentenció Hanako encarando a Yumichika mientras el pelinegro cruzaba una mano sobre su pecho y se despejaba el cabello con la mano disponible.
—Sí —remató Yumichika en el mismo tono —. Recibiste un beso en pleno campo de batalla de parte del bombón de Hisagi Shūhei, tienes al capitán Hirako Shinji suspirando cada vez que le sonríes, y al líder del clan Kuchiki, el capitán Byakuya-sama en persona, cuidando de ti como si fuera tu sombra. No quiero ni imaginar qué tanto más larga es la lista.
Hanako soltó una carcajada antes de enarcar una ceja.
—¿A qué quieres llegar, Yumichika?
—Hanako, no se habla de otra cosa en el Gotei, nos infiltraron, la gente está desmoralizada, abatida. Dame algo. Un chismecito que pueda difundir para darle a la gente en qué entretenerse.
—No quiero estar desmintiendo rumores, Yumichika —espetó Hanako cansada, volviendo el rostro hacia el costado —. La gente ya habla y a mí me tienen cansada.
—No los desmientas, déjalos soñar. Shūhei y tú...
—Shūhei y yo hablamos, es todo tuyo si te gusta tanto —zanjó la chica con socarronería, consiguiendo que Yumichika frunciera el entrecejo.
—¿De qué hablaron?
Hanako suspiró frustrada, sabiendo que no se salvaría de aquello.
—Shūhei es un amigo al que quiero mucho, un amor platónico, alguien de quien intenté estar enamorada, y no salió. Y aunque nos queremos mucho, y juro que lo intentamos, esto no funcionó. Fue un romance de media hora y terminamos. Pero estamos bien como amigos.
—No te creo —soltó Yumichika frunciendo el entrecejo.
—Bueno, ahí tienes algo.
—No servirá de mucho, a la gente le gusta el drama, no los finales felices.
—A mí me gustan los finales felices —defendió la teniente, divertida.
—Pero tú casi no eres gente, eres más un demonio, según tu amigo.
—Mi amor platónico me sigue llamando akuma, big deal.
—Eso de amor platónico me gustó —confesó Yumichika recuperando la alegría —. ¿Qué hay de Kuchiki?
—El capitán es... —murmuró Hanako sonrojándose, desviando la mirada hacia el costado y pasando algunos cabellos tras su oreja, un tic nervioso que hizo gritar a Yumichika antes de tomarle las manos a Hanako y sonreír con ganas.
—¡Cuéntamelo todo!
—¡NO! —exclamó la teniente, sorprendida —, no hay nada que contar, nosotros... —suspiró pesadamente, resignada —. Nosotros sólo somos amigos.
—Sí sabes que él no te ve cómo sólo una amiga ¿verdad?
—No mientas por convivir —soltó la teniente antes de dar la vuelta para comenzar a enrollar sus vendajes.
—Hanako, ese hombre te mira como si fueses la única mujer en el Gotei. Ha enfrentado a los otros capitanes con tal de defender tu nombre, camina de tu brazo, hasta sonríe cuando están juntos.
—No sonríe —murmuró divertida la teniente —, esa es una fantasía causada por la histeria colectiva.
—Y las enfermeras de la cuatro dicen que te besó cuando estuviste internada en el hospital.
—Besó mi mejilla —mintió Hanako sonrojada.
—Besó la mitad de tu boca.
Hanako volvió el rostro, cual cordero a merced de su depredador, y entonces Yumichika sí que se quedó sin palabras, pasmado ante la belleza en aquel gesto ingenuo e ilusionado.
—Tú... tú crees, que yo...
—¿Te gusta Kuchiki? —musitó Yumichika con un hilo de voz, consiguiendo que Hanako bajara un poco el rostro y pasara saliva con dificultad antes de morderse el labio en un gesto inconsciente. —¡Te gusta Kuchiki! —gritó Yumichika como si aquello fuera la revelación del siglo. —¡Dios! Eso te haría una princesa del Gotei.
—No —cortó Hanako dándole la espalda a su amigo y buscando algo en qué ocupar sus manos —, no, primero él tendría que corresponderme, y para que fuera yo una princesa tendría que estar comprometida con él. No es algo posible. Disolvimos...
Yumichika esperó una confirmación de aquellas palabras, la continuación de su frase, sabiendo que las palabras de su amiga contenían algo más (mucho más).
—¿Disolvieron?
—No miraría en mi dirección.
—Dios, no sé si eres necia o si eres ciega —se quejó el pelinegro rodeando a Hanako para poder encararla. —¿De verdad crees que no le gustas?
Hanako lo pensó un momento y luego negó con la cabeza.
—Sé que sí, sé cómo me mira y qué es lo que siento cuando estoy con él. Sé perfectamente cuánta estática hay en cada uno de nuestros encuentros, en todas y cada una de las veces en las que él ha visto fijamente mi boca y yo apenas he podido resistir. Lo sé... Pero no quiero albergar esperanzas.
—¡¿Por qué no?!
—Porque con Byakuya no hay un "seamos novios, veamos qué pasa, veamos si funciona" —canturreó Hanako haciendo aspavientos con las manos antes de suspirar, resignada y triste —, con él tendríamos que ir directo al altar y no sé si esté dispuesto a atarse de esa forma.
—Por Dios, hablas como si tú lo estuvieras.
Hanako pasó saliva antes de elevar los ojos en busca de los de su amigo, un conejo frente a los faros de un auto.
—Oh... —murmuró Yumichika sin aliento, comprendiendo el gesto de Hanako sin necesidad de mayor explicación.
Sí, su exclamación se quedó suspendida entre ellos como un eco mientras todas las piezas terminaban de caer en su lugar.
—Oh —repitió Hanako, como si confirmara las sospechas de su amigo.
—Deberían hablar... —invitó el pelinegro, despejando el rostro de Hanako antes de abrazarla dulcemente, concediéndole un espacio para sentir que se rompía su corazón.
¿Hablar? Yumichika no supo cómo continuar con aquella frase. Por supuesto, ¿cómo hablabas de un tema así?
—Hanako —llamó Yumichika apresándola con fuerzas —, tal vez no sé mucho del tema, pero estoy seguro de algo, y es que ese hombre estaría dispuesto a poner el mundo a tus pies si tan sólo estuvieses dispuesta a admitir que sientes algo por él.
—Lo siento —concedió ella en medio de un suspiro —, no es sólo que me gusté el capitán, me enamoré de Kuchiki Byakuya —confesó al final, sintiendo que se quitaba un peso de los hombros al poder decir por fin esas palabras en voz alta.
—Sólo quiero confirmar lo que acabo de escuchar —soltó Yumichika divertido, tomando a Hanako por los hombros y empujándola un poco para mirarla a los ojos.
Hanako suspiró resignada y sonrió de medio lado.
—No hagas de esto un chisme, Yu, te lo estoy confesando en calidad de confidentes.
—¡Ay! No me hagas esto, Hanako —exclamó el pelinegro, haciendo reír a su amiga débilmente —, no es justo.
—Pero es la verdad —soltó ella tomándole las manos y sonriendo divertida —, me enamoré de Byakuya. Dios, soy una colegiala —se quejó al final rodando los ojos y soltando a su amigo para volver a enrollar vendajes —. Me acabo de convertir en una niña boba de dieciséis años enamorada del guapo de la escuela.
Yumichika no pudo evitar soltar una carcajada al escuchar aquellas palabras mientras Hanako sonreía ampliamente, poniendo todo en su sitio antes de encarar a su amigo, parándose en jarras y componiendo una mueca de fingido reproche.
—Es cierto —concedió el pelinegro tratando de calmarse —, pero ¿sabes qué es lo peor? Que el capitán Kuchiki se convirtió en un adolescente de diecisiete que no sabe cómo confesarse con la chica que le gusta.
—No te consta —cortó Hanako divertida.
—Otra vez —espetó Yumichika fastidiado, rodando los ojos antes de mirar a Hanako y pasarle un nuevo vendaje —, me voy de aquí, no sea que lo terco se contagie.
Fue turno de Hanako para reír a carcajadas, al escuchar las palabras de su amigo, que sonrió alcanzándole otro vendaje antes de acariciarle una mejilla.
—Gracias —musitó la chica en medio de risas —, perdón, me hacía falta reírme, gracias.
—Correré el rumor —soltó Yumichika dándole la espalda a Hanako y dirigiéndose hacia la entrada —, esto será divertido, a ver si el capitán se apresura ahora que se sepa que terminaste con Shūhei.
—¿Terminar? —soltó Hanako, confundida.
—Sí, sí —respondió su amigo levantando una mano sobre su cabeza y agitándola de un lado al otro —, su romance que no funcionó, veré si puedo subirle los ánimos a la gente.
—¡Yumichika!
—Bye-Bye, Honey. Tu hermana espera por mí junto con Ikkaku.
—¡Yumichika! —gritó la teniente dejando las vendas a toda prisa sobre la mesa.
—¡Ja-ne! —exclamó el pelinegro antes de desaparecer con un shunpo.
Hanako suspiró frustrada ante las palabras de su amigo y negó con la cabeza, sin embargo, una sonrisa boba cruzó por su rostro al considerar la posibilidad de que tuviera razón. Sí, se habría permitido soñar con la posibilidad de que el rumor corriera y diera a Byakuya el incentivo necesario para dar el siguiente paso...
No. Yumichika tenía razón.
Tenía que hablar con él.
Hanako miró los vendajes que tenía pendientes y asintió para sí misma.
—Terminaré con esto primero, hablaré con él después —murmuró para sí misma, sin imaginarse que el rumor se les saldría de las manos ahora que había otros oficiales de la cuarta escuchando aquella conversación. Los mismos dos que le habían atendido cuando había sido ella la hospitalizada, recibiendo un beso del noble que parecería haber ocurrido en otra vida —Hablaré con él después —repitió para sí misma mientras le sonreía a los vendajes y acomodaba todo en su lugar.
…
Él era un capitán del Gotei, lo sabía, lo entendía, estaba comprometido con ello, pero luego de realizar su trabajo, había llegado a la división cuatro.
Aparentemente el somnífero que el capitán Kurotsuchi era demasiado para el cuerpo de su novia, por lo que seguía dormida cuando él llegara aún durante la madrugada.
Kotetsu no había parado en toda la noche, había estado tratando a todos los heridos que estaban dentro de sus posibilidades; sin embargo, no olvidó que la joven Yamamoto estaba ahí, por lo que le había pedido a su teniente que tomara algunas muestras de sangre para poder examinarla.
No, no iba a aguantar toda la noche, así que se apoyó en la cama y durmió; tenía la esperanza de que el efecto del somnífero terminara antes de que el despertara, vaya sorpresa al ver que no era así.
-Capitán Hitsugaya- La voz de la mujer apenas hizo que girara un poco la cabeza -Podemos… hablar?
Suspiro, no quería separarse de ella, beso su frente y salió de la habitación junto con su colega.
- ¿Qué es tan importante para que deba salir de ahí? – Cuestionó, mirando a la par a la peli gris -Tu seriedad me asusta…
-Tienes permiso, no está por demás- Esto lo hizo volver a suspirar, mostrando aún más frustración -Las muestras de sangre en indican que está embarazada, el somnífero que aplico el capitán Kurotsuchi no parece haber afectado al bebé, pero necesito hacer más pruebas, necesito tiempo para analizarla, pero también debe permanecer aquí un rato más, quiero asegurarme de que las voces y el somnífero no le afectaron aún más mentalmente
- ¿Estás segura de eso? - Kotetsu asintió, aunque suspiró -Creo… que es preferible que ella no lo sepa, no de momento, debemos mantenerla estable mentalmente, termina de hacer los estudios, después hablaré con ella cuando me lo confirmes ¿de acuerdo?
-De… de acuerdo, pero y, ¿Qué hay de Hanako y Saya?
-Yo me encargo de ellas, no te preocupes…
Kotetsu y el terminaron de hablar, por lo que volvió dentro de la habitación, observando las facciones de la chica.
Al cabo de una hora aproximadamente, Asami abrió los ojos finalmente, por lo que miró a al albino con curiosidad.
-Hola- Su voz seguía siendo música para sus oídos, estaba sentado a un lado de la cama, por lo que se hizo hacia el frente para tomarle la mano - ¿Cómo te sientes?
-Bien, estoy algo confundida ¿Qué paso? - Pregunto ella, disfrutando el contacto de su piel con la del chico - ¿Tú, estas bien?
-Mayuri te puso un sedante, quería llevarte a su laboratorio para analizar a tu visitante que te habla, claro que nadie lo permitió- Los ojos de la chica mostraron sorpresa y miedo, definitivamente nunca iría a ese lugar -Kuchiki te defendió a capa y espada…
-Le daré las gracias cuando lo vea- Pudo notar algo en su novio, preocupación, nervios ¿Qué era? -Tōshirō, siento qué hay algo que te está preocupando…
-No es nada, estaba asustado porque no despertabas- Beso su frente, dándole un poco más de tranquilidad a la chica -Kotetsu quiere hacerte unas pruebas más a fondo, no sabemos qué fue lo que Mayuri hizo, que clase de veneno uso o algo, así que es mejor que te quedes aquí otro rato ¿De acuerdo?
-Está bien, no voy a pelear contra eso- Sonrió, recostándose una vez más en la cama -Si así logro mantenerte tranquilo
-Por cierto, Hisagi vino a verte más temprano, trajo esto para ti- Agregó, entregándole un plato de fruta picada -Al parecer estaba haciendo voluntariado junto con Hanako
-Gracias- Tomo el plato, pero miró a su novio -Sigo sin poder sentir los reiatsus de los demás, me siento… inútil…
-Tranquila, verás que pronto pasará…
Hablaron, rieron, se distrajeron, porque se necesitaban uno al otro, porque necesitaban de esa cercanía y ese tiempo para saber sus miedos, sus temores.
…
Se negaba a creer que las palabras de Ayasegawa fueran ciertas, sí, los rumores habían llegado hasta su habitación, como tantas otras cosas.
Había escuchado a dos oficiales de la división murmurar cuando él había estado descansando la mirada, tendido en su cama con los ojos cerrados, mientras esperaba la siguiente ronda de chequeos por parte del capitán Hirako Shinji a sus puntadas. Había escuchado los cuchicheos de las enfermeras alegando que la teniente de la décimo tercera había terminado su relación con el teniente de la novena, si es que había habido alguna relación antes.
Había escuchado a alguien decir algo de Hanako enamorada, pero la conversación era confusa, incluso entre ellos.
—Sí, sí —había dicho una mujer con voz chillona mientras Byakuya entreabría un ojo para tratar de ver al interlocutor —, la teniente Yamamoto está enamorada de un capitán, ella lo dijo.
—No, debes estar equivocada, besó a un teniente, no a un capitán.
—Por eso, ella dijo que estaba enamorada de un capitán, no de un teniente.
—Te digo que estás equivocada.
Y después de esa conversación dicha a medias se había quedado a solas con sus propios pensamientos, reprochándose su propia insensatez, preguntándose en qué momento había parecido buena idea invitar a Hanako a arriesgarse a intentar algo con el teniente Hisagi.
Y luego se reprochó a sí mismo albergar la esperanza de que aquel rumor dicho a medias fuera la confirmación que necesitaba, que Hanako estuviese enamorada de él y, tal vez, tal vez...
¿Qué estoy haciendo? se dijo a sí mismo luego de que Renji le dejara a solas. ¿Qué estoy haciendo?
(Curo tus labios – Pablo Alborán)
Pasó parte de esa tarde dándole vueltas a esa pregunta, perdiendo la mirada en la ventana, esperando el alta por parte de Kotetsu para irse a casa.
Le tomó por sorpresa que fuera Hanako y no Isane quien entrara a su habitación a dejar la merienda.
La teniente sonrió dulcemente cuando se sentó a su lado, una vez que acomodó la mesita en las piernas del pelinegro.
—Deberías estar descansando —acusó el capitán enarcando una ceja.
—Soy voluntaria para respaldar a la cuatro.
—Precisamente por eso lo digo, Hanako —reprendió suavemente, buscando la dulzura y no la diplomacia —, no sólo estuviste en batalla, además has estado vendando heridas desde la madrugada.
—De entre todos los heridos, soy la menos herida de todos —canturreó la chica con entusiasmo mientras sacaba una naranja de su mochila y bajaba la mirada —. Necesitaba saber que estas bien —confesó a media voz cuando la mano de Byakuya le despejó el rostro en un gesto suave.
—Descuida, son sólo raspones.
—La capitana Kotetsu no dijo lo mismo —acusó la teniente con un puchero.
Byakuya suspiró asintiendo antes de rectificar.
—Tres raspones, un moretón, dos costillas y el corazón roto, fuera de eso estoy entero. Ah, y tal vez perdí reiatsu, pero ya me recupero.
Hanako suspiró asintiendo antes de ofrecer un gajo al capitán. Sus manos hicieron contacto, fue un roce involuntario, pero ambos permanecieron ahí, suspirando, suplicando que ese momento durase para siempre.
—¿El corazón? —murmuró Hanako cayendo en cuenta de aquello mientras el pelinegro rompía el contacto para llevarse la fruta a la boca.
—Me preocupan más las costillas —bromeó limpiando la comisura de su boca con el pulgar —. Esas tardan más en recuperarse. ¿Debería felicitarla? —cuestionó frunciendo el entrecejo —¿O me estoy adelantando?
Hanako compuso una expresión de confusión ante aquella frase, tratando de comprender a qué se refería su amigo. No había ocurrido nada relevante, salvo la batalla, luego de su último entrenamiento juntos.
—¿Por qué habría de felicitarme?
—Su fan número uno por fin reaccionó.
Hanako suspiró pesadamente mientras una sonrisa melancólica le partía el rostro, y, de paso, abría un poco más la grieta en el pecho de Byakuya.
—Hemos hablado esta mañana, Shūhei y yo fuimos voluntarios juntos y tuvimos ocasión de aclarar... lo que ocurrió.
Byakuya esperó pacientemente, comenzando a comprender los entrecejos fruncidos, los pucheros, los silencios, los suspiros, Hanako necesitaba organizar lo que estaba a punto de decir para expresarse de la manera correcta, sin hacer daño con sus palabras, ni decir una idea difusa que no reflejara lo que quería comunicar en realidad.
Y él noble se preparó mentalmente para el golpe final, para la confirmación de sus temores y para la resignación de haberla perdido al fin.
—Shūhei es un amigo querido y un amor platónico si usted gusta —Byakuya carraspeo al darse cuenta de que, de nuevo, Hanako le hablaba con respeto y diplomacia. Estaba nerviosa —. Pero no lo amo, ni estoy enamorada de él, no de él —sentenció la chica mirando al capitán con determinación, con la misma determinación que le había mirado al pedirle entrenamiento, esa centella en la mirada que podría haber calcinado a cualquiera, pero que a él le derretía lentamente el corazón —. Al final hemos decidido que ser amigos es lo mejor porque no es él quien provoca suspiros en mí.
Había tensión en el aire, no como la que sintieron al iniciar la charla, era algo distinto, como la fuerza de gravedad obligándolos a acercarse mientras ambos luchaban por permanecer en su lugar.
—¿Hay alguien que sí? —cuestionó el noble a media voz, haciendo que Hanako se sonrojara.
—Usted debe descansar —dijo con dulzura antes de levantarse y alisarse el uniforme —, y yo debo encontrar valor para responder a esa pregunta. Aunque la respuesta sea obvia para la mayoría. ¿De verdad tengo que responderte?
—Me encantaría saber la verdad.
La mano de Hanako se extendió hacia su rostro, el noble cerró los ojos ante el contacto suave que proporcionó la chica al sentarse a su lado, despejándole el cabello del rostro y suspirando suavemente al sentir que el noble se recargaba contra su palma.
Pero el gesto no quedó ahí, la chica aventuró sus dedos entre el cabello del capitán, acariciando le con devoción y haciéndole sonreír.
—¿Cafuné? —cuestionó con un suspiro.
—Cafuné —confirmó Hanako sonriendo —, pasear las manos en el cabello del ser amado…
—¿Esa es la verdad? —Murmuró Byakuya con intensidad, abriendo los ojos para sostener la mirada de Hanako, deleitando se en sus mejillas sonrojadas y en la forma en que la teniente se mordió el labio, un gesto inconsciente, resultado de sus propias emociones.
Hablar con Shūhei, hablar con Yumichika, aquello le había dado el valor que necesitaba, para admitir para sí misma lo que le pasaba, pero todavía no el suficiente valor como para decirlo en voz alta frente aquel hombre.
—Es difícil negarme a mí misma cuando estoy contigo. Quisiera ser honesta, pero me da tanto temor pensar en dar un paso en falso que quisiera poder organizar mis ideas y responder como mereces, aunque sepas la respuesta. ¿Me concederías tiempo para planear una confesión?
Byakuya pasó saliva con dificultad antes de asentir con una sonrisa de ilusión.
—Hanako, promete una cosa.
—Lo que pida, capitán.
—Descansa en casa esta noche si no tienes que estar bajo observación.
—Tengo un funeral que planear —murmuró la chica con desgano.
—Aun así, descansa en casa si puedes hacerlo.
Hanako abrió la boca para emitir un reproche, sin embargo, Byakuya enarcó las cejas y la teniente soltó el aire, haciendo un puchero.
—Te puse en la cuatro —inició el noble con la culpa reflejada en la mirada —, y a Renji, en el ojo del huracán, has estado aquí mucho tiempo y hay mucho estrés en el ambiente, entiendo que seas voluntaria —admitió pensando en que, si no estuviera en mal estado, él mismo estaría lavando vendajes —, lo justo es que descanses en serio. ¿Puedo ser así de egoísta?
Hanako sonrió de medio lado, bajando la mirada, nerviosa, feliz.
—Capitán, me va a hacer pensar que se preocupa por mí.
—¿Cómo no preocuparme por alguien a quien quiero? No me lo habría perdonado jamás, Hanako —musitó el noble tomando una mano de la teniente y mirándole con la intensidad de una llamarada —, si algo te hubiera pasado.
Hanako se armó de valor, acercándose hasta él y besándole la mejilla una vez, dos, tres.
El cuarto beso lo dio él, tomando la mejilla de Hanako en su mano y volviendo el rostro para alcanzarle la comisura de la boca, disfrutando ambos aquel último contacto clandestino mientras sentían el reiatsu de Kotetsu acercarse.
Y Hanako habría hecho por retirarse si Byakuya le hubiese soltado, pero al final ambos shinigamis permanecieron un poco más ahí, con las frentes unidas, con los ojos cerrados, con un suspiro amenazando escapar.
—Volveré en cuanto pueda —prometió Hanako con un hilo de voz antes de besar la frente de Byakuya y salir corriendo, rodeando a Kotetsu con las mejillas sonrojadas, incapaz de mirar a la capitana que observaba pasmada cómo las facciones de Byakuya reflejaban un gesto suave, el atisbo de una sonrisa.
—Con permiso —musitó Hanako con un hilo de voz al pasar por su lado, sonriendo enamorada ante la idea de ser bien correspondida.
—Perdón —dijo la capitana haciendo por darse la vuelta, sintiendo que había quebrantado la paz de un momento sagrado —. Perdón, yo, es que yo...
—No se disculpe, capitana —murmuró Byakuya suavemente, haciendo a Kotetsu dudar —, su aparición ha sido oportuna, tengo dudas respecto a mi alta.
—S-seguro...
Y aunque el noble se enfocó en las cuestiones técnicas, algo dentro de sí agradeció que la capitana llegara en ese momento con la esperanza de hacer correr un rumor.
Si realmente había entendido el mensaje de Hanako, si Kotetsu había visto aquella complicidad entre ellos, pronto el Gotei estaría hablando de ello, y él podría confirmar sus sospechas de una buena vez.
—De verdad lamento haber interrumpido —murmuró Kotetsu mirando a Byakuya con gesto apenado, sabiendo que se arriesgaba a recibir un reproche por parte del pelinegro, tal vez una frase sarcástica, algún reclamo inteligente e hiriente.
Por supuesto, le sorprendió recibir una frase amable.
—Hanako ya se estaba retirando cuando usted llegó, no tiene nada de qué preocuparse, no ha interrumpido nada. ¿Puedo pedirle un favor?
—S-seguro…
—Sólo asegúrese de que Hana vaya a casa esta noche, me preocupa que no descanse.
—Cuente con ello, capitán… —respondió Kotetsu confundida, antes de salir de la habitación atando cabos a toda velocidad —. Oh, por Dios —murmuró cubriendo su boca mientras su hermana llegaba hasta ella mirando sobre su hombro.
—¿Esa era la teniente Yamamoto? —cuestionó Kiyone antes de mirar a su hermana —Iba sonrojada, ¿está enferma?
—No —musitó Isane sin aliento.
—¿Qué pasa?
—Ella, el capitán Kuchiki...
No pudo evitarlo, Isane soltó un grito agudo que controló inmediatamente, tomando a su hermana por los hombros y tirando de ella para alejarse a toda prisa para poder hablar sin ser escuchadas por el capitán, porque lo que la chica quería confesar a su teniente era que creía que los rumores sobre Hanako y Byakuya eran ciertos.
Y Byakuya se quedó tranquilo en su habitación, sonriendo de medio lado mientras sentía el reiatsu de ambas shinigamis alejarse, de verdad deseando que hicieran crecer el rumor ahora que Hanako le había confirmado haber hablado con Shūhei y haberlo dejado por la paz.
…
Los daños materiales también se veían reflejados en el Gotei tras la invasión, no solo en la división cuatro, la cual fuera el principal objetivo, aquellos genzanki que se dispersaron alcanzaron a destrozar algunos muros y tejados alrededor de las divisiones aledañas, reparaciones de las cuales Saya y sus amigos se encargaron, aunque, Ikkaku no parecía estar del todo contento con la tarea que se les había encomendado.
-Esta vez ni siquiera fuimos nosotros los que causamos los destrozos y tenemos que repararlos– Se quejo el teniente de la onceava mientras jalaba una carreta con varios materiales de construcción.
-Que sirva de algo su experiencia en reparar y construir cosas por andar con sus peleas salvajes- Dijo Yumichika, caminando cerca de sus amigos.
-Tsch… ¿pero por qué nos dijeron a nosotros que nos encargáramos de las reparaciones? – Cuestiono el teniente.
-Yumichika muy gentilmente nos ofreció de voluntarios– Acuso la morena mientras caminaban, haciendo a su amigo encogerse de hombros ante el delato de su amiga.
-Como dije, que sirva de algo su habilidad para la reconstrucción– Apela este, claramente divertido al comprometer a sus amigos a realizar esa labor.
Los tres ya eran bastante buenos para esa clase de trabajos, eso era algo que sabía de buena mano el peli negro, tanto, que conocía del buen ritmo reparando lo muros y tejados primero, para luego pintarlos cuando estuviera todo firmemente en su lugar. Estaban tan concentrados en su charla, trabajando, pasando entre bromas y discusiones por haberse excedido con algún comentario, que ninguno se dio cuenta de la presencia del teniente de la sexta, quien iba hablar con Saya, pero al verla ocupada, prefirió darse la media vuelta y dejarlo para más tarde.
Pero hubo alguien que, si lo notó, Yumichika, cuya sonrisa pícara denotaba que se h hecho una idea de a quien había ido a buscar y el para qué.
-Que lastima– Se lamenta el pelinegro, llamando la atención de sus amigos que dejan de fulminarse con la mirada –Acaba de pasar una preciosa oportunidad
- ¿A qué te refieres? – Pregunta Saya alzando una ceja.
-Solo te diré que deberías ir a buscar a Renji una vez que acabemos– Insinúa mientras continuaba reparando el tejado –Aunque claro, primero deberías darte una ducha y arreglarte lo más decente que puedas
- ¿Y yo para que quisiera ir a ver a ese teniente de pacotilla? – Alega, exasperada por la insistencia de su amigo.
-No lo sé– Se hace el desentendido, como un niño recién regañado que no tiene nada más que decir –Quizá quiera decirte algo…
Las carcajadas sonoras de Ikkaku solo hacen que Saya se enfurezca e incomode más, quien trata de canalizar el enojo, mezclado con bochorno al continuar con las reparaciones de las tejas.
La tarde fue avanzando, se tomaron un pequeño descanso sobre los tejados tomando un te helado que el pelinegro trajo para refrescarse un poco. Era común que, cuando pasaban tiempo juntos, las charlas y burlas no paraban entre ellos, eran bastante enérgicos, pero esta vez, Saya miraba con melancolía como el día se iba frente a sus ojos, casi suplicando que no acabara, que se detuviera ahí.
Ambos estaban al tanto sobre la baja en su división, una baja que tenia significado y pesar en ella, uno de los shinigamis que llegaron a auxiliarlos en ese ataque. Estaba al tanto de que el funeral de ese shinigami se llevaría a cabo en la noche, Hanako se lo dijo, y ambos conocían a Saya perfectamente, tanto, que no necesitaban preguntarle, bastaba ver sus facciones y sentir que ese funeral sería doloroso.
-Hubo muchas muertes durante el ataque, algo normal en una guerra– Comenzó Ikkaku, mirando hacia el cielo –Pero todos murieron de forma heroica, protegiendo el Gotei
-Lo sé… pero…
-Confiaste en tu equipo, no hay mayor honor que morir sabiendo que se cumplió con el deber– Continua el teniente, aun sin mirar a su amiga –Y más para un soldado que tu misma entrenaste, dio todo de él hasta el final siguiendo tu ejemplo- Le mira, infundiéndole apoyo –Lo inspiraste a que, a pesar de ser un soldado, eso no lo tenia que limitar a no luchar al nivel de un teniente o un capitán
Las palabras de su amigo la hacen sentir mejor, aunque, interiormente no podía dejar aquel pensamiento de culpa; Kaoru Yamada seguiría con vida si ella se hubiese quedado un poco mas con sus compañeros.
-Yamamoto-san- Escucha una peculiar voz llamándola desde abajo, por lo que asoma un poco la cabeza, encontrándose con Hanatarō moviendo la mano para llamar su atención -Que suerte encontrarla aquí, necesito pedirle un enorme favor
- ¿Qué sucede? - Pregunta dando un salto para bajarse.
-La capitana me ha pedido un encargo, necesito llegar rápido a la división, voy tarde- Llevaba varias cosas en los brazos, tantas, que parecía que se le iban a caer - ¿Podrías llevarme por favor?
- ¿Llevarte? – Cuestiona, alzando una ceja.
-Sí, usted me llevo muy rápido a donde estaba Asami-san- Refiriéndose a la batalla de los Genzanki -No tardamos nada, fue muy rápida
- ¡Oh! Entiendo... Está bien, no hay problema– Ante la mirada asustada de Hanatarō, Saya lo toma del cuello, igual que aquella noche.
-E-e-espere Saya-san ¿por qué de nuevo así? - Lloriquea asustado, aferrando sus brazos alrededor de las cosas que llevaba.
-Es más cómodo llevarte de este modo– Dice casi divertida, desapareciendo tras un shunpo bajo la mirada de sus dos amigos.
-Creo que Saya disfruta en llevar a Hanatarō de ese modo– Asume Yumichika divertido.
-Es propenso a eso– Comenta Ikkaku, sonriendo con malicia y volviendo a tirarse sobre el tejado.
Ignorando las suplicas del shinigami, recorren velozmente los tejados del Gotei, llegando en un parpadeo a la división cuatro.
-Servido- Lo suelta, dejándolo sentado en el suelo.
-Gra-gracias… Saya-san- Dice con una sonrisa nerviosa, aun con ríos en los ojos, feliz de tener de nuevo los pies sobre la tierra.
-Estaré por aquí otro poco, por si necesitas otro aventón- Le dijo con una sonrisa de oreja a oreja, mostrando su blanca dentadura y levantándole un pulgar.
Se había quedado a la entrada del edificio, sintiendo a cada rato el nervioso reiatsu del oficial, como le divertía aquel muchacho.
Byakuya vislumbró a Saya en la recepción, recargada contra el escritorio de la entrada mientras charlaba alegremente con la encargada, recogiendo los últimos rumores con tal de llevarle algo a Yumichika luego de la última interrupción a su trabajo. Además, hablar con la gente de la cuatro ayudaba a pasar más rápido el tiempo que pasaba esperando la confirmación de que Hanatarō no la necesitara más, y poder regresar hasta sus amigos, continuar con la pintura de los muros.
Hacía tiempo que a Byakuya había dejado de dolerle la cabeza, el cuerpo todavía gritaba por tregua, pero necesitaba alejarse de los pensamientos negativos de un orgullo herido, y ahora cambiaba de una mano a la otra un durazno que Hanako le había hecho llegar con uno de los shinigamis a cargo de su piso (por supuesto, alimentando más los rumores), pero todavía no tenía corazón para comérselo, primero quería salir de la cuarta división, que fuera real su recuperación.
Suspiró corto antes de dirigirse hacia la soldado, encontrando una oportunidad para olvidarse de todo el dolor de las últimas horas antes de la reunión de capitanes que se realizaría más tarde.
—Soldado Yamamoto —saludó el noble ocultando el durazno entre sus mangas, consiguiendo que Saya se irguiera tensa en su sitio.
Yumichika le había dicho que había escuchado por ahí que su hermana estaba enamorada del noble, ¿Cómo actuar natural estando en su presencia ahora que tenía esa información?
Bien podría ser una mentira, bien podría ser otro de los rumores que su amigo del alma estaba tratando de hacer correr para levantar el ánimo a los shinigamis, después de todo, cualquier cosa que involucrara a los capitanes más cotizados del Gotei siempre daba de qué hablar. Pero ¿y si aquello fuera verdad?
Hanako nunca les había dicho nada al respecto, y sí, se ponía incómoda con las bromas que le hacía al llamarle princesa del Gotei y demás, pero ¿y si era verdad que su hermana...?
No, ni siquiera pensarlo.
Por otro lado, no había escuchado de Yumichika que el noble hablaba a Hanako con dulzura y adoración, sino de los enfermeros en los pasillos, que habían comenzado a soñar despiertos con la posibilidad de que el capitán de la sexta hubiese caído rendido a los pies de la teniente de la décimo tercera ahora que había regresado tan cambiada, dulce, femenina y juvenil. ¿Y si era verdad que Byakuya protegía a Hanako porque estuviera interesado en ella de otra manera? ¿Qué hacer? ¿Saludar o salir corriendo?
-Buen día capitán- Hace una respetuosa reverencia, ya no se sentía tan intimidada por el capitán como en un principio, pero de todos modos seguía teniéndole un gran respeto - ¿Cómo sigue?
—Las heridas físicas pasan, es lo de menos —echo una breve ojeada a la pinta de la soldado y suavizó un poco su mirada —, podría apostar que está en el equipo de reconstrucción. ¿No es una tarea pesada luego de su valiente intervención en la pelea?
El tono con el que hablaba el capitán poco a poco le estaba quitando los nervios por el respeto que le infundía, ya que en ese momento se estaba dirigiendo a ella en un tono muy casual.
—No es nada, capitán- Quita un poco su postura erguida -Mis amigos y yo estamos bastante acostumbrados a trabajos de reconstrucción al tener que reparar lo que destrozamos cuando entrenamos alrededor del Gotei
Byakuya la observó un momento más, divertido con el orgullo y la postura de aquella joven mientras se iba relajando poco a poco. ¿Cómo se había olvidado de ellas?
—No ha cambiado nada en el último siglo, Yamamoto.
Aquello la confundió. En el tiempo que estaban ocultas, era verdad que había hecho algunas amistades, pero no demasiado significativas
-Lo dice como si llevara años de conocerme capitán…
—Es cierto, Saya —murmuró el noble en respuesta, mirando por la ventana para ocultar el atisbo de sonrisa que amenazó con apoderarse de su boca —. Creo que verlas una vez bastó para memorizar sus rostros, pero el tiempo se encargó de hacerme olvidarlas después de todo. No me hagas caso, sigo un poco aturdido —admitió al final, mirando el durazno en su mano antes de respirar profundo y volver a mirarle —. Podríamos haber sido buenos amigos, si hubiésemos crecido bajo otras circunstancias.
-Perdone capitán- Ella también estaba un poco aturdida, no solo por el hecho de que Byakuya la haya llamado por su nombre de forma tan familiar, sino también por lo que le decía -Pero no entiendo
Saya bajó la mirada, buscando entre sus recuerdos, a la época en que solía rondar de vez en cuando por la academia de shinigamis, tratando de recordar lo que decía Byakuya...
—Nunca supe por qué buscaba con tanto ímpetu... No conozco la historia.
-Solo quería darle una lección, que nadie se mete con mis hermanas sin pagar las consecuencias- Choca su puño contra la palma de su mano, acentuando lo que afirmaba.
—Así que se metió con su hermana —murmuró divertido, como extendiendo una invitación para conocer la historia de aquel día, invitación que Saya correspondió con una sonrisa radiante, asintiendo una vez al sentir la confianza que el noble le infundía con aquella afirmación.
Aquello se sentía diferente, no como cuando Yumichika le sacaba o le entregaba información, sino como si el noble de verdad quisiera saber. ¿Por qué no revelar un poco más de esa historia?
Los pasos de Saya eran fuertes, podía sentirse la tensión a su paso, la chica podría hacer que la tierra temblara si se lo proponía, era un maremoto a punto de azotar la costa; estaba furiosa, y ni siquiera era por algo que le hubieran hecho a ella.
Saya tenía un corazón de oro, no tendría la paciencia de una santa, pero con las personas a las que amaba era una historia completamente distinta. Siempre supo escuchar a Hanako cuando sus padres murieron y, a pesar de que se la pasaba peleando con la más pequeña todo el tiempo, también tenía su manera de proteger a Asami, acompañándola y obligándola a volverse más fuerte.
Ahora estaba furiosa, porque se habían metido con su hermana mayor.
No, no se podía decir que alguien se hubiese metido con ella, o al menos no en el sentido estricto de la palabra. Hanako había tenido una... diferencia... con un amigo (¡DIOS! ¿Cómo demonios podía mantenerse diplomática hasta en esas situaciones?).
Normalmente las hermanas entrenaban solas, por su cuenta, directamente con el abuelo, fuera de la academia. Pero últimamente la mayor había adquirido la costumbre de ir a los dojos donde se preparaban los shinigamis en busca de alguna buena contienda.
A diferencia de Saya y Asami que preferían la soledad de la casa y la compañía del abuelo y los subordinados de la división uno para entrenar, Hanako parecía disfrutar del bullicio habitual de los pasillos llenos de gente, había descubierto un par de rostros interesantes y un par de lecciones que la obligaron a mejorar.
El viejo Genryūsai le había permitido a su nieta deambular por los pasillos de la academia con la condición de no revelar su identidad, entonces, la chica solía usar su antiguo apellido para presentarse y hacer amigos, pero la semana anterior había vuelto apagada y seria, demasiado serena para un jueves por la tarde, día en el que entrenaba con un grupo de amigos para mejorar el shunpo.
Por supuesto, Saya no se había quedado con la curiosidad y había cuestionado a Hanako al respecto.
—Eventualmente lo descubriré— Había amenazado la menor cuando Hanako sirvió té y se sentó suspirando con tristeza.
—Lo sé —admitió la mayor volviendo el rostro, evitando el contacto visual con su pequeña. —Es sólo que no quiero que te preocupes por tonterías y nimiedades, no es nada que no pueda solucionar...
Sin embargo, la expresión de Hanako se volvió melancólica y, por fin, le dedicó una mirada a Saya, quien fuera a sentarse a su lado.
—O eso creía —confesó con un suspiro pesado. — ¿Recuerdas que te conté que un compañero de entrenamiento me confesó sus sentimientos?
—Sí, Asami creía que era romantiquísimo y yo te estuve molestando un tiempo.
Hanako suspiró pesado antes de volver el rostro de nuevo.
Por supuesto que estaba furiosa ¡Mas que furiosa! ¿Quién se creía el muy imbécil que era para comenzar a tratar a Hanako como si le debiera algo? Porque si bien, aquel pretendiente había iniciado con palabras bonitas, prometiendo que nada cambiaría entre ellos para luego comenzar a hacer reclamos que comenzaron como comentarios sutiles para convertirse en un hostigamiento constante.
—¡Sazaki! —Gritó Saya furiosa, plantándose en el pasillo mientras montones y montones de estudiantes salían y cambiaban de aulas.
Algunas personas se detuvieron a mirarla, intimidados por el grito y movidos por la curiosidad.
—¡Satou Sazaki! — volvió a exclamar Saya, plantándose en medio de la gente y consiguiendo que se alejaran hasta formar un círculo alrededor de ella, al menos los que se quedaron a observar.
—Aula seis. B- dijo una voz jovial, llamando la atención de Saya, que lo fulminó con la mirada. —Pero ¿para qué lo quieres?
—Yamagawa —soltó la chica entre dientes —¿Te suena?
—Me suena— admitió el pelinegro cruzándose de brazos, adoptando una postura diplomática bastante estudiada que Saya no pudo evitar compararlo con Hanako y sus maneras.
—Es mi hermana, y Satou me debe una explicación, mínimo.
—Aula seis, b— reiteró el muchacho dándose la vuelta y comenzando a alejarse.
—¡Oye! —Exclamó Saya consiguiendo que el muchacho se detuviera sin volver el rostro —. Si lo que dices es cierto te debo una
—Kuchiki— murmuró el pelinegro volviendo un poco el rostro —Byakuya
—Muy bien, Kuchiki Byakuya, no dejes que lo olvide. Yamagawa, Saya Yamagawa.
—Yamagawa, lo recordaré— prometió el muchacho divertido, alejándose y muriendo de curiosidad, pero sabiendo perfectamente que no podía meterse en aquel pleito.
Saya había logrado dar con el tal Satou Sazaki, ahora estaba en el patio y el aludido se burlaba de la menor.
Le sacaba alrededor de cuarenta centímetros de estatura. Saya era joven, crecería un poco más, pero no sería muy alta, justo ahora no lo era, así que Satou no se la tomó en serio ni en broma. La siguió hasta el patio, le siguió el juego pensando en que aquella podría ser otra manera en la que podía molestar a Hanako por haberle rechazado, aprovecharía la oportunidad.
—Si te derroto— Desafió Saya apuntándose con el pulgar —Te disculparás con mi hermana de manera pública, exactamente lo mismo que como la has estado humillando. ¿Estamos?
—Estamos— Respondió el muchacho entre risitas. —Es más —ofreció poniendo una mejilla y dándose un golpecito —Da el primero.
(Born for this - Paramore)
Literalmente, Saya se desvaneció en el aire, ninguno de los presentes pudo percatarse del primer movimiento de aquella completa extraña, jamás ninguno habría apostado una moneda por la pequeña que no sólo era más joven, sino más poderosa que todos los presentes.
No, el primer golpe no llegó a la mejilla de aquel imbécil, llegó hasta su costado, lanzándolo varios metros de lado y haciéndole caer. Saya ya se encontraba del otro lado, preparada para recibirlo con otra patada que lo hizo volver sobre el camino que había caído, el tercer golpe no entró a su sitio, Satou alcanzó a detener aquel movimiento entre sus manos y hacer a Saya caer, pero cuando la espalda de la chica azotó el suelo, ella sonrió de medio lado y aprovechó el impulso, jalando los pies y llevándose al muchacho consigo.
En un parpadeo, Satou estaba bajo de ella, y Saya le golpeaba el rostro alternando un puño y el otro, el shinigami no sabía de dónde vendría el siguiente golpe, demasiado aturdido por la paliza que la joven le estaba propinando en el momento.
Los brazos de otros dos shinigamis se cerraron sobre ella, levantándola al vuelo para alejarla de Satou, esperando darle una pausa a su amigo.
—Tranquila— Pidió uno de los muchachos cuando Saya comenzó a dar patadas para tratar de zafarse.
—Lo vas a matar.
No, ninguno de los dos se esperó jamás que Satou se levantaría para golpear a Saya en el estómago, aprovechando que la tenían sujeta.
El golpe entró con fuerza, sofocándola y haciéndole caer de espaldas dado que los shinigamis la soltaron por la sorpresa. Y esta vez fue turno de Satou para sentarse a horcajadas sobre la cintura de Saya y tomarle el cuello del haori para tratar de atestar un primer golpe.
No, Saya no era tonta, sabía lo que vendría a continuación, desde que sintió a su enemigo sentarse sobre ella trazó su estrategia, recordando las lecciones del abuelo, analiza, no te confíes, no dudes de tu enemigo.
Saya aventó las piernas hacia arriba, empujó con la cadera, trenzó los tobillos alrededor del cuello de Satou y le hizo azotar contra la tierra de nuevo. La llave era perfecta, sólo tenía que hacer presión, más presión, y eventualmente el muchacho terminaría cediendo ante sus impulsos, perdería el conocimiento.
No, Saya lo soltó antes y se levantó, dando un traspié y limpiándose la tierra en un movimiento mecánico antes de escupir a un costado.
—Creo que dejamos claro quién ganó— Soltó la chica, apegándose a los valores que el viejo Genryuusai trataba de inculcarle con tanto apremio.
No, Satou se levantó en una carrera y arremetió contra la cintura de Saya, tacleándola en el proceso y haciéndola caer de nuevo, trenzados en una pelea al nivel del suelo, ahora se trataba de quién estaba sobre quién y tiraba algún golpe decente.
No, nadie se metía con sus hermanas y se salía con la suya.
Saya podía ser un torbellino, podía ser un desastre de la moda, podía ser desparpajada y descuidada, pero había algo que la caracterizaba y eso, era su lealtad. Amaba a sus hermanas, y lo demostraba a su manera. Hanako siempre las protegía, siempre las cuidaba, las mimaba, las consentía, les cocinaba. Hanako siempre las protegía, bueno, ahora era su turno de proteger a Hanako.
Hizo otra llave para someter a su atacante, aprovechando su diferencia de estatura, sabiendo que no podría alcanzarla si trataba de imitarla, sus piernas eran demasiado largas y el torso de Saya era corto. Golpeó una vez, dos veces, tres veces, y luego se detuvo, levantándose y dejando a Satou en el suelo de nuevo.
Sí, claro que se detuvo, dejó de golpear al muchacho al sentir el reiatsu de Hanako, que le miraba con sorpresa desde el otro lado del círculo.
—Saya...— Murmuró sorprendida.
—Listo, sis— Soltó la chica con una sonrisa radiante, avanzando a su hermana —, no te va a volver a molestar.
Sí, Saya esperaba un regaño, un reclamo, un sermón, lo que no se esperaba era la sonrisa resignada de Hanako, que casi podía sentirse divertida ante lo que acababa de ocurrir, conmovida con el hecho de que, de nuevo, su pequeña flecha veloz insistía en arreglar las cosas con los puños.
—Eso parece— Murmuró la chica, divertida, abriendo los brazos hacia la pequeña, que suspiró aliviada.
Ninguna le prestó atención a Satou, que ya se había levantado para arremeter contra ambas, humillado y furioso.
Pero la voz poderosa de un muchacho al otro lado del patio se alzó como un trueno, consiguiendo que todos se detuvieran en sus sitios y miraran en su dirección
— ¡Sazaki!
El viento helado, el silencio sepulcral, y las miradas sobre Kuchiki Byakuya, parado de costado a todos, con los brazos cruzados y los ojos cerrados.
El aludido bajó la mirada, avergonzado ante el joven que ni siquiera se dignaba a mirarlo.
—Ya te han derrotado, ahora muestra dignidad y retírate.
—¡Pero ellas!
Una mirada bastó. El pelinegro sólo tuvo que dedicarle una mirada de reojo con el entrecejo fruncido para que el muchacho se encogiera antes de salir de ahí a toda velocidad, tan rápido como pudo.
Saya y Hanako soltaron el aire, preguntándose por qué de pronto todo el mundo parecía tenso en presencia de aquel extraño.
—Parece que te debo otra— Murmuró Saya acercándose un poco y sonriendo apenada.
—Olvida la deuda— Murmuró el pelinegro sonriendo para ambas chicas. —Sólo ver a Satou puesto en su lugar salda las dos deudas, Yamagawa. Estamos en paz.
—Gracias.
—Si me disculpan— El muchacho hizo una reverencia elegante y poco pronunciada, mirando a Hanako a los ojos, haciéndole sonrojar levemente antes de retirarse.
-Vaya, así que eras tu- Responde, asombrada al recordar casi con detalle aquel lejano día, olvidando por completo las formalidades ante el capitán -Si que has cambiado, te veías mucho más relajado en aquella época, incluso más rebelde
—Rebelde— Soltó en un bufido divertido, revelando momentáneamente esa sonrisa desenfadada que había portado en la infancia pero que nadie más había vuelto a ver. No, le costó recobrar la compostura y mirar a Saya con cierto aire cálido en las facciones —. Supongo que debo cuidarme de usted si su hermana alguna vez llega a llorar por mi culpa. Después de todo, es mi protegida, pero también tiene otros ángeles guardianes.
-Dudo que eso pase capitán- Un aire familiar y cómplice se había formado entre ellos, teniendo más confianza uno en el otro -Y si llegara a pasar, tendría que entrenar otros cien años para poder enfrentarlo
—Me tiene mucha fe —murmuró Byakuya en medio de un suspiro, agradeciendo internamente toda la complicidad, agradecido con la calma de Saya, agradeciendo la pausa a la tormenta —, aunque es modesta, al menos Hanako opina así. Duda que pueda hacerla llorar —murmuró para sí mismo, volviendo la vista al costado —, son muy curiosas ustedes tres
-Es mejor tener la guardia baja, así nunca esperan lo que seremos capaces de hacer- Se cruza de brazos sonriendo de forma ladina -Si no, pregúntele a su teniente, ese primer encuentro lo dejo totalmente desprevenido
Por segunda vez en esa conversación, Byakuya sonrió abiertamente, esta vez sosteniendo la mirada de Saya un segundo antes de componer su máscara de estoicismo.
—Una parte de mí cree que mi teniente sigue desprevenido ante usted... deberían aprovechar que no los separa un mundo— Murmuró al final con un gesto melancólico que no pasó desapercibido para Saya, tal vez por la forma en que frunció el entrecejo o sus hombros cayeron —, la mayoría de la gente ni siquiera sabe que es feliz hasta que pasan esas cosas. Y usted inspira a mi teniente, competir contra usted, o compartir el tiempo, ya no estoy seguro —admitió recuperando un poco el humor —, eso lo hace feliz
Un tenue sonrojo se apodero de sus mejillas al tiempo que ladeaba su mirada, aunque también se le dibujo una sonrisa tenue en sus labios ante las palabras del capitán. "No los separaba un mundo", "eso lo hace feliz", esas palabras la dejaron pensando un poco respecto a lo que empezaba a sentir respecto al pelirrojo, teniendo algo más de claridad al tener en cuenta que a ella también le hacía feliz pasar el tiempo con aquel hombree, ya sea sólo para molestarlo, competir o pasar un rato agradable al salir a comer.
-Este…- Dice, tras fingir aclararse la garganta -Debo regresar a mi trabajo capitán... espero que pronto se recupere por completo- Se inclina levemente ante el.
Por un momento, Byakuya se vio tentado a pedirle a Saya dejar las formalidades, darse el permiso de hacer una nueva amiga.
Y luego se detuvo, suspirando de nuevo, recordándose quién era y cuáles eran sus deberes con el Seireitei y con su familia.
—Soldado Yamamoto— Murmuró recuperando la frialdad habitual, dejando claro que aquello se trataba de una cuestión importante —, durante la batalla ¿hubo algún momento en el que tuviera que decidir entre sus convicciones y sus deberes? ¿Cómo toma decisiones cuando se encuentra ante una bifurcación?
Aquella pregunta hecha con tal ímpetu y casi con desesperación en los ojos del capitán la dejo en jaque en ese momento, sin saber que responder por un buen rato. Lo más sorprendente es que el noble seguía esperando con paciencia su respuesta, como si su vida dependiera de lo que fuera a responder.
-La verdad capitán...- Empieza, encontrando una posible respuesta -No lo sobre analizo demasiado- Lo mira, también recuperando la posición de firmes de un inicio -Mis hermanas dicen que mi manera de pelear es demasiado abrupta y salvaje, que me lanzo al ataque sin pensarlo, y es cierto- Admite alzando los hombros -Pero Kairyū es una zanpaku-tō de agua, de los instintos, supongo que por eso actuó ante todo de esa forma, de manera instintiva; es decir, simplemente sigo a mi corazón
Byakuya asintió para sí mismo una vez, seguir al corazón, ya antes lo había intentado, un par de ocasiones, y las cosas se le habían salido de las manos al haberlo hecho yendo contra todo y contra todos.
—Soldado —murmuró con posición de firmes, ahogando la mueca de dolor por las costillas —, admiro mucho su capacidad, nunca olvide eso, así como no pretendo volver a olvidar mi deuda con usted.
—¿Deuda? —murmuró la soldado, confundida ante las palabras del capitán — ¿Qué deuda?
Byakuya le dio la espalda a Saya, dirigiendo sus pasos hacia la entrada para ocultar el gesto de paz que se apoderó de sus facciones, el suspiro, sin embargo, respondió con voz firme, asegurándose de ser escuchado por la soldado y por nadie más.
—A pesar de ser un capitán del Gotei, soy humano y tiendo a olvidarme de que tengo corazón, tal vez debería escucharle de vez en cuando. Buena tarde, Yamamoto Saya. La veré en el funeral.
El funeral de Yamada, ojalá pudiera hacer que el tiempo se detuviera un poco, no quería que llegara la hora del funeral, temía de sus propias reacciones al llegar el momento. Dio otra reverencia de despedida al capitán y se alejó con un shunpo.
Saya había dicho que volvería a su trabajo, no iría a la décimo tercera, Rukia todavía estaba en la cuatro, hablando con los otros shinigamis de su división que habían participado en la batalla, si había algún shinigami en la división de su hermana, estaría muy ocupado como para prestar atención a un capitán, al menos si disminuía su reiatsu al mínimo.
Tenía que hablar con ella. Había prometido darle tiempo para pensar.
Bueno, ahora no tenían tiempo. Y él sí tenía corazón.
Un pensamiento fugaz, sentir que se le revelaría de nuevo a todo el mundo, sentir que iría contra las normas establecidas, sentir que rompería de nuevo la promesa hecha a sus padres.
Y luego la redención de sus pecados. El argumento al que se aferraría con uñas y dientes, rezando porque diera resultado.
Después de todo, sus familias tenían un acuerdo.
…
Kotetsu le había otorgado el alta, tendría los resultados de todos los exámenes que le había hecho en unos días, aunque la verdad, tenía demasiado trabajo para concentrarse en una sola cosa. Mientras tanto, ambos caminaban hacia la división diez, no deseaba volver a casa, no de momento, quería descansar, aunque fuera un poco a pesar de haber dormido bastante luego del somnífero de Kurotsuchi.
- ¿Escuchaste los rumores? – Preguntó ella luego de tanto silencio, sintiendo aun que el trataba de esconder algo -Aunque son solo eso, rumores…- Suspiro, recordando aquella vez que cuestiono a Hanako de haberse enamorado del capitán de la sexta -No voy a decir nada al respecto, creo que Hanako es libre de decidir con quien quiere salir…
-Creí que querías que fuera Hisagi el que saliera con tu hermana- Sonaba divertido, como si sintiera algo de enojo en las palabras de su novia - ¿Dimites?
-Empezaron bien, había química, pero sentí como se fue perdiendo, además…- Si, recordó esa vez en que Hanako le hablo del compromiso de su hermana con Byakuya, no quería aceptarlo, pero si Hanako no iba a corresponder los sentimientos de su amigo, entonces estaba bien así ¿no? Si lo rumores eran verdad, ella no iba a preocuparse por eso -Creo que el capitán Kuchiki no esta mal…
-Creo que haber escuchado un poco de resignación en tu voz…
-Shū me caía bien, es solo que… Byakuya aun no me da mucha confianza, no desde esa misión- Agregó, deteniéndose unos pasos antes que su novio - ¿Por qué siento que todo esto te divierte?
Sonrió, acercándose de nuevo a la chica, acariciando su mejilla, pero, el mismo tiempo, sintiendo el vacío en su pecho, un hueco que podía sentir en el reiatsu de ella, tal como Hanako lo decía.
-Vamos a casa, quiero hablar contigo… en privado- No, no pudo resistirse, así que la tomo en brazos y la llevo lo más pronto posible a su casa, dentro de la diez, donde dejó a la chica sobre la suave y cómoda cama - ¿Cómoda?
-Definitivamente es mucho mejor que una cama de hospital- Rio, pero se acercó al rostro del albino, acariciándole con ambas manos, pegando frente con frente, rozando su nariz con la propia -Creo sentir que algo te incomoda, pero no logro entender el sentimiento- Frunció el entrecejo, trataba de sentir algo de su novio, buscaba algo, pero más se cansó de intentarlo que en encontrarlo -Odio sentirme perdida por esta voz…
-Pronto encontraremos una manera de sacarla de ti y, para eso, necesitamos que estés tranquila, estable- Agregó el, devolviendo la caricia, colocando sus manos sobre el pequeño cuerpo de su novia -Asami, después de lo de ayer… ¿Aun deseas tener hijos?
La pregunta golpeo fuerte, mostró el pasmo en su rostro, mirando confundida a los ojos de su novio ¿A qué venia esa pregunta?
-Por supuesto que sí, no importa si esto termina hoy, mañana o dentro de unos años, no necesito estar en el campo de batalla para protegerlos, soy la defensa del gotei- Tōshirō la miro fijamente, ella decía la verdad, lo sentía, pero también sintió algo más removerse en el reiatsu de su novia -Tōshirō, tú…
-No he cambiado de opinión, estoy dispuesto a todo, pero mientras, te pido por favor que no te alteres- Si, con sus palabras sintió que ese algo en ella se controlaba -De momento, Kurotsuchi y Kotetsu se encargaran de ti
-No quiero ir a la doce…
-Estaré contigo, lo prometo, pero el necesita estudiarte, aunque tu no lo quieras- No, no iba a decirle que Asakura se había suicidado por toda la locura, aunque, a diferencia de su novia, la chica había tenido contacto directo con Shadow y Espectro - ¿Puedes cooperar con ello?
Suspiró, desvió la mirada y jalo al albino de su ropa, haciendo que cayera sobre ella.
-Si tu estás conmigo, lo hare- Agregó, cerrando los ojos, permitiéndole a su cuerpo impregnarse de su aroma -Pero ahora quiero que te quedes conmigo, por favor…
Sonrió, acomodándose a un lado de la chica y abrazándola, cubriéndola con sus brazos y cuerpo.
-Puedes tomar un baño, relajarte, no voy a irme de tu lado- Confesó con voz firme, pegándola más a su cuerpo, no sin dejar de lado el hecho de que dentro de ella ya crecía su primer hijo, quería decírselo, protegerla de Mayuri, de los genzanki, pero aun necesitaban tiempo, saber que de verdad estaban bien, ambos, que una cosa no iba a interferir con la otra.
No, eso tal vez no era suficiente para ambos, porque ella le beso, entregándole un poco de paz y descanso a su alma, a su ser, sintiendo que seguían conectados a pesar del agujero negro que podía sentirse en ella.
…
(Not about angels – Bidry)
Hanako suspiró por enésima vez esa tarde mientras se movía alrededor de su escritorio. Horuko se había hecho cargo de llevar el cuerpo de Yamada Kaoru hasta las instalaciones de la cuarta división, y ahí la capitana Kotetsu se había encargado de poner todo en orden, resguardando el cadáver hasta que la teniente de la décimo tercera se hiciera cargo.
Hanako miró los papeles sobre su escritorio y sonrió con melancolía mientras releía los kanjis con los que la capitana Rukia había firmado aquellos permisos, todavía podía escuchar la voz de su amiga, cargada de angustia y desolación.
—Yo soy la capitana de la división, teniente Yamamoto, yo debería hacerme cargo del funeral para que tú puedas descansar —y, aunque su frase había iniciado con la determinación habitual, tratando de convertirse en un discurso de inspiración para su subordinada, las palabras que dedicó después salieron cargadas de culpa —. Después de todo, no pude acompañarte en la batalla...
No, Hanako no le permitió más.
—Capitana —había comenzado Hanako dando un paso hacia su amiga, componiendo una sonrisa apacible que contenía en ella todas las ganas de llorar y deshacerse en un mar de tristeza y desolación —, Kaoru dio su último respiro estando entre mis brazos, y yo juré ante los subordinados de nuestra división que me haría cargo del funeral. Kaoru era... un shinigami valioso para mí, un amigo querido al que le contaba la mitad de mi vida, uno que secundó mis locuras como los viernes de galletas o los jueves de ballet, uno que desayunó conmigo cada miércoles en el que hice horas extra porque teníamos papeleo atrasado, uno que me obligó a irme temprano cada martes, haciéndome prometer que dormiría bien, que tomaría descansos, que...
¿Cómo terminabas una frase así?
Hanako tomó todos los papeles y los reorganizó en diferentes carpetas, sabiendo que lo peor quedaba por delante.
Firmar los permisos, hablar con Kotetsu, organizar el patio de la división, conseguir el ataúd. Todas aquellas tareas parecían muy sencillas por sí mismas, hacerlas casi fue un gesto mecánico que Hanako realizó sin sentir pena ni cansancio. Simplemente era una teniente haciendo papeleo luego de un día largo, muy largo.
Pero venía hablar con la familia, y ella no estaba lista para algo así, no sabía cómo afrontaría aquello sola cuando se había asegurado de que su capitana le confiara aquella tarea, cuando había obligado a Saya a permanecer al lado de Renji hasta que le dieran el alta, cuando había pedido al escuadrón de Yamada que fueran a descansar y estuvieran listos para el funeral...
¿Cómo afrontarlo sola?
No tendría por qué.
Hanako sintió todo al mismo tiempo, sintió que las fuerzas le fallaban y sus rodillas se doblaban por la tristeza, sintió que el sollozo escapaba a su boca con fuerza ahora que por fin se habían ido todos los soldados, sintió que la esperanza de mantener su promesa a su subordinado no era suficiente sustento para mantenerla erguida ante el Gotei...
Y sintió que su caída se detenía justo a la mitad, puesto que los brazos firmes de Byakuya cerrándose sobre su cuerpo la sostenían en el último minuto.
Byakuya había llegado hasta ella en el mayor de los silencios y ahora le abrazaba por la espalda, sosteniendo su mejilla contra la de ella, con un gesto de dolor, con el corazón roto en pedazos al ver así a su protegida, sintiendo la devastación en el reiatsu de aquella chica y sosteniéndola, cumpliendo a la promesa de acompañarla en medio de cualquier tormenta y tempestad que tuviera que atravesar, porque, mientras quedara reiatsu en su cuerpo, mientras su corazón pudiera latir, ella no estaría sola.
Hanako sollozó con ganas rompiéndose en mil pedazos ahora que por fin había comprendido que su soldado más leal estaba muerto. Lloró amargamente entre los brazos de Byakuya, que descendió hacia el piso, sentándose con dificultad mientras acomodaba a Hanako en su regazo y le apresaba contra su pecho, ocultándola del mundo, cubriendo con el propio, el reiatsu de la teniente, permitiéndole asirse a las solapas de su haori como si aquello le anclase al mundo real.
No habría discurso, no habría palabras de consuelo, no habría promesas vacías, sólo sería él sosteniendo a su protegida mientras ella se rompía en mil pedazos, y luego, cuando no quedara más por romper, la seguiría sosteniendo.
Si bien, la desesperanza amenazaba con consumirlo todo y ella sentía que no había nada que la sacara de la desesperación, si Hanako sentía que, aún aferrada a las solapas del capitán, seguía cayendo lentamente hacia el abismo, si la teniente tenía la certeza de que no podría parar de llorar ahora que había comenzado, los labios del capitán encontrando un lugar contra su frente fueron antídoto suficiente para la tristeza y la incertidumbre.
Hanako dejó de llorar, fue casi como por arte de magia, el llanto se cortó y ella abrió los ojos con pasmo, incapaz de levantar la mirada en dirección del noble, que recorría la piel de su frente con el roce suave y sutil de sus labios mientras buscaba otro lugar para depositar un beso.
Ambos suspiraron, un gesto sincronizado que consiguió desbaratar otro poco de la tensión entre ellos. Hanako no tenía con qué compararlo, no sabía cómo reaccionar, así que simplemente permitió que aquel hombre la apresara con más fuerza mientras depositaba otro beso, esta vez contra su sien, antes de acariciarle la piel del rostro con la punta de la nariz.
Hanako suspiró dedicando una mirada de reojo al noble, percatándose de que él llevaba los ojos cerrados mientras le acariciaba, mientras buscaba deshacerse de su desesperanza con aquellas caricias inocentes y dulces que no parecían tener rumbo, pero que pertenecían justo a su piel.
—Sé —comenzó Byakuya abriendo los ojos y buscando el rostro de Hanako, tomándole el rostro entre las manos, percatándose de lo rápido que se le habían hinchado los ojos, los labios, al llorar, de lo enrojecida que tenía la punta de la nariz, las mejillas, los ojos —, sé que diste un beso al soldado Yamada antes de morir, fui testigo del beso robado que el teniente Hisagi tomó de ti...
Hanako pasó saliva con dificultad, sintiéndose expuesta ante los ojos de aquel capitán, que parecía estarle escrutando el alma sólo con aquella mirada cargada de intensidad.
—Yo —trató ella de comenzar, pero el pulgar de Byakuya se deslizó hasta cubrirle la boca y media sonrisa se dibujó entre los labios del noble.
—No tienes qué explicarte conmigo, Hanako, tenías tus motivos, y justo ahora yo tengo los míos. No todos los besos son despedidas, y tú has tenido que despedirte de mucha gente en las últimas horas, no es justo.
El gesto de Hanako se torció en un puchero, apretó la boca mientras sus ojos se llenaban de lágrimas nuevamente, se sentía tan vulnerable ahí, acurrucada entre las piernas de Byakuya, hecha un ovillo contra su pecho mientras los brazos del noble volvían a rodearla y ella recargaba las manos contra su pecho para sostenerse.
Tal vez, si no estuviese tan cargada de desesperanza, aquella podría ser una imagen encantadora. La piel pálida de Hanako en contraste con el sonrojo del llanto, los ojos anegados, la boca torcida en aquel puchero, parecía tan indefensa que costaba trabajo creer que de verdad aquella era la estratega del Gotei, la fuerza letal que Genryuusai había legado a los trece escuadrones de protección.
—Shūhei no es más un enamorado mío —soltó Hanako a media voz, sintiendo que el dolor comenzaba por fin a remitir —, el beso robado fue una forma de prepararse para morir, estaba dispuesto a hacerlo defendiendo la cuatro. Sí, con un beso me despedí de él... Yamada estaba a punto de morir, y siempre fue mi hombre más leal, cuando se confesó conmigo creí que todo se iría al carajo, que las cosas se pondrían incómodas entre nosotros, que había perdido a un buen amigo, y en su lugar él se convirtió en el soldado más dedicado de la división, se convirtió en un amigo y un confidente. Y lo despedí también con un beso mientras su corazón dejaba de latir. La mañana en que mis padres, mi hermano, no volvieron a casa, di un beso a las mejillas de los tres, cubrí de besos sus rostros sin saber que sería el último que podría darles. Ni siquiera pude besar la frente de mi abuelo el día que se fue porque tenía que sostener a Asami y a Saya. No quiero —soltó pegando la frente a las clavículas de Byakuya mientras él le apresaba más dulcemente, comprendiendo cada vez un poco más a la flor más poderosa del jardín, comenzando a entender por qué había sido tan importante para ella poder dar aquel beso a Yamada, no porque él lo estuviera pidiendo, sino porque ella misma no estaba dispuesta a dejar despedidas inconclusas en su vida si estaba en sus manos evitarlo —. No quiero tener que dar un beso más para despedirme de nadie, de nada.
—No todos los besos son despedidas —prometió el noble antes de besar la coronilla de su protegida y cerrar sus brazos con fuerza en torno al cuerpo frágil de aquella joven.
—Yo sólo he tenido despedidas...
—Entonces déjame ofrecerte un comienzo —pidió el pelinegro con tal intensidad que Hanako alzó la mirada, pasmada, sintiendo que aquellas palabras eran un fuego más intenso que la llama más poderosa que ella pudiera convocar usando todo su reiatsu.
Sus miradas chocaron, ¿había comparado sus palabras con su llama más poderosa? Qué equivocada estaba, Byakuya le miraba con la intensidad de mil soles.
Como una supernova...
(Simplemente tú - Cristian Castro)
Byakuya cerró los ojos con fuerza, apretando el gesto en una mueca de culpa, como si hubiese cometido un error al decir aquello. Pero la mano de Hanako se alzó hasta alcanzarle una mejilla, haciéndole abrir los ojos de nuevo, haciéndole suspirar. Los dedos del noble cubrieron los de la teniente, reteniéndola ahí por si a la chica se le ocurría retirarse ahora que se percataba de la cercanía de sus rostros.
—No quiero hacer esto ahora —admitió el noble ante la mirada de curiosidad que Hanako le dedicó —, porque estás vulnerable, estás viviendo una pérdida, estás de luto, y podría parecer que me aprovecho de la situación de dolor que estás viviendo, o podrías confundir tus sentimientos puesto que quiero ofrecerte consuelo. Pero tampoco quisiera esperar más tiempo para poner en orden lo que ocurre entre nosotros, porque no soy tonto y creo saber para dónde van todas nuestras insinuaciones. Porque me pediste tiempo para planear una confesión y quisiera darte la oportunidad de pensarla y planearla, pero también soy consciente de que no tenemos el lujo de esperar un poco más. Porque toda la estática que aparece entre nosotros cuando estamos juntos no puede ser parte de mi imaginación solamente, no soy tan creativo. ¡Dios! —murmuró al final, negando con la cabeza —, incluso me haces hablar de más.
—Entonces es verdad —murmuró Hanako sin aliento, ilusionada ante aquella confesión vehemente.
—Cada palabra —prometió aquel hombre asintiendo una vez.
—No quiero tratar —soltó Hanako en medio de un sollozo —, no quiero más despedidas, no quiero intentos, no quiero un "a ver qué pasa".
—Lo sé bien.
—Y entonces ¿qué haremos?
—Haremos que perdure —prometió el pelinegro antes de tomar la boca de Hanako en un beso suave y lento, cadencioso, tierno, sutil, intenso sí, pero al mismo tiempo muy dulce.
Si bien, los labios de ambos shinigamis se encontraron primero en un roce casi imperceptible, si bien ambos dudaron un segundo en cuanto sintieron la calidez del otro, si bien se detuvieron ante la posibilidad de estar actuando en mal momento, precipitándose a la intensidad de lo que les ocurría, la vacilación duró una fracción diminuta y luego ambos encontraron el coraje para corresponder.
Había cierto grado de verdad en las palabras que el noble le había dedicado a su protegida, la vulnerabilidad de Hanako, la tristeza, la confusión en los sentimientos, pero también había mucha verdad en la afirmación del noble, en las indirectas que se dedicaban, en las miradas fugaces y furtivas que ambos daban a la boca del otro, en las miradas intensas y los besos dados a la comisura de sus labios.
El contacto de sus bocas se perdió por un segundo, mismo en el que Hanako tomaba aire y las manos de Byakuya le apresaban la cintura, un instante que la chica aprovechó para rodear el cuello del noble y entretejer sus manos en el cabello negro de aquel shinigami que ahora volvía a besarle con más ímpetu, conociendo milímetro a milímetro toda la extensión de su boca.
Levantarse fue una tarea sencilla. El noble se puso de pie con un movimiento suave sin romper el contacto con la boca de Hanako, sosteniéndole firmemente entre sus brazos, Hanako tuvo que pararse en las puntas de los pies, aquel hombre era más alto que ella, y podría sostenerla con ligereza, como si ella no pesara nada, pero mantener literalmente los pies en la tierra fue el ancla que le reafirmó que aquello ocurría.
Volvieron a romper el contacto, Hanako entreabrió los ojos, buscando el rostro de Byakuya, encontrándose con una mirada cálida y una sonrisa dulce y amplia, un gesto enamorado que ella jamás creería que vería en aquel hombre frío e inexpresivo.
Sollozó de nuevo, sintiendo que no había hecho otra cosa que llorar, sintiéndose una adolescente de nuevo, una niña temerosa oculta en las raíces de un árbol de glicinas mientras encontraba de nuevo la calma en medio de la tormenta.
Los labios de Byakuya encontraron los suyos una vez más mientras una mano de aquel hombre se deslizaba por su espalda, acariciándole la piel desnuda entre los omóplatos hasta encontrar su sitio en la nuca de la chica, dándole soporte, agachándose él un poco para darle la oportunidad de pararse en sus propios pies mientras profundizaba el beso, delineando la boca de aquella joven con la punta de su lengua y haciéndole jadear por la sorpresa.
Byakuya pegó su frente a la de Hanako, ambos con los ojos apretados, mientras susurraba muy bajo una afirmación que despejó cualquier atisbo de temor o de duda.
—No todos los besos son despedidas. Yo lo que quiero es ofrecerte un comienzo. Sé que no puedo prometer un "para siempre" siendo ambos shinigamis, pero sí puedo ofrecerte dar todo de mí para que esto perdure.
—Y me tendrás en la misma medida —prometió la chica antes de volver a las puntas, alcanzando la boca de Byakuya una vez más, sellando con un beso aquella promesa hecha a media voz mientras el hombre la apresaba entre sus brazos, sosteniéndola cerca y correspondiendo mientras la sensación de ser el shinigami más afortunado del Gotei se instauraba en su pecho.
Era curioso, normalmente era ella la de los discursos conmovedores, las palabras tiernas, las ideas complejas y las confesiones amables, pero en esa ocasión se había quedado sin nada más por decir mientras que su ángel guardián parecía haberlo dicho todo.
¿En qué momento se habían invertido los papeles? ¿Qué importaba eso ahora?
Byakuya rompió el contacto en medio de un suspiro antes de mirar a Hanako con cierto grado de angustia.
—Los capitanes tenemos junta —anunció abatido.
—Lo sé, Rukia me lo dijo hace un rato.
—Sé que irás a hablar con la familia de tu subordinado, y quisiera estar a tu lado. Pero...
—Tu deber es ocupar tu lugar a la diestra del comandante, y yo lo entiendo —prometió ella, acariciando el rostro de Byakuya mientras le noble pegaba su frente a la de ella, ambos cerrando los ojos.
—Estamos en guerra —murmuró Byakuya como argumento inicial, pero Hanako no necesitó más para comprender todo lo que el noble trataba de transmitir con aquellas palabras.
—Puedo esperar un poco más —dijo ella acariciando las mejillas de Byakuya mientras el pelinegro suspiraba ante su tacto suave —. Sé que hay muchas cosas qué poner en orden entre nosotros, que esto no es algo que se pueda tomar a la ligera —prosiguió sintiéndose ella misma otra vez —, que tenemos que organizar nuestras vidas para poder dar el siguiente paso; pero sabiendo que caminamos en la misma dirección, no tengo prisa por correr, sé que daremos cada paso estando lado a lado.
—No quiero esconderme del Gotei —murmuró el hombre mientras se aferraba al cuerpo de su protegida.
—Yo tampoco.
—Aunque de momento sea lo mejor.
—Lo sé.
—Ante el mundo eres mi protegida, para mí eres mucho más...
—Lo sé.
—Y me correspondes...
—Con cada parte de mi alma —murmuró Hanako antes de depositar un beso corto, casto, a la comisura de sus labios, haciéndole sonreír de medio lado antes de mirarse de nuevo a los ojos —. Te quiero —confesó antes de pasar saliva, sintiéndose temerosa y diminuta por un instante, pero ganando confianza cuando el pelinegro le sonrió suavemente antes de tomarle una mano para besar sus nudillos —. Quiero caminar a tu lado, tomar tu mano abiertamente y movernos hacia el frente, hasta donde esta historia llegue, pero justo ahora tengo un funeral qué planear, tú tienes una junta de capitanes, una guerra nos estalla en las manos y no sé qué hacer con todo.
—Demos un paso a la vez —pidió el noble antes de depositar otro beso a sus nudillos —. El funeral y la junta primero, la guerra después; calmemos las emociones, el dolor, la pérdida, y veamos si lo que está pasando justo ahora sigue intacto. Tomemos un tiempo para pensar, para seguir con lo nuestro antes de hacerlo público, porque una vez que decidamos salir al mundo será porque ya haya hablado con tu familia para fijar fechas y compromisos. Ahora no es justo agobiarte con eso, no mientras tengas roto el corazón.
—Odio darte la razón con esto —murmuró ella desviando la mirada.
—Hanako —llamó Byakuya tomando una mejilla de la chica —, no sabes cuánto tiempo esperé para poder decirte esto, y también odio tener que esperar más, pero lo dije una vez y ahora lo repito: No pretendo atarte como flor a una maceta si no lo quieres así. Yo estoy dispuesto a consumar este acuerdo si tú estás dispuesta a corresponder, pero para saber si lo estás, necesitamos calmarnos un poco.
—Bueno —murmuró la chica antes de aclararse la garganta y sonreír —, ahora los viernes de té tienen otro significado.
—Sí, y te esperaré con más ansias —aseguró Byakuya a media voz, pero con intensidad. Su mirada se ensombreció un poco, un gesto de tristeza que Hanako no supo interpretar —. No puedo prometer muestras públicas de afecto, tomar tu mano, besar tu rostro, aún si decidimos seguir adelante. Yo...
—Yo no quiero eso —cortó Hanako con un suspiro —, yo quiero que sigas siendo el mismo Byakuya de siempre, el capitán distante y sarcástico, frío, inexpresivo y calculador, porque fue de ese hombre del que me enamoré. No espero más, ni cambios, ni flores, ni palabras bonitas, te quiero a ti.
—Espera un poco —pidió con el corazón latiendo desbocado ante la afirmación de Hanako, sintiendo la felicidad instaurándose en su pecho al escucharle llamarse enamorada, sonriendo antes de besarle de nuevo —, espera un poco y mi vida es tuya.
Y la ironía, porque ahora fue turno de Hanako para externar con palabras un pensamiento que había rondado la mente de Byakuya desde aquella noche de tormenta en la que aquella historia había dado un giro inesperado.
—Por favor, no te demores...
…
Estaba sentado en su escritorio, debió volver antes de lo esperado, la joven se había quedado dormida, así que aprovecharía para retomar un poco de su trabajo, a pesar de prometerle que se quedaría a su lado.
- ¿Me llamo, capitán? – Pregunto el joven Kurosaki al aparecer por la puerta, mirando a su capitán.
-Adelante, Kurosaki- Dijo el albino, dejando sus papeles de lado y mirando al chico. Era su imaginación o ¿se había dado un estirón? -Necesito pedirte un favor, uno muy grande- Agregó, inclinándose un poco sobre su escritorio, trenzando sus dedos y apoyando su barbilla en ellos -Asami estará fuera de la división un tiempo, al menos en lo que se resuelve el problema de las voces que escucha en su cabeza, pero es necesario mantenerla "estable", cero alteraciones o cambios de humor, al menos, en lo que respecta a frustraciones, corajes, ira- Hizo una pausa, Yoshio entendía eso, aunque aun no el porque lo había llamado -Quiero que la vigiles, que la acompañes, que cualquier cambio que sientas en ella me lo hagas saber ¿Puedes hacerlo?
Si, esto lo había tomado por sorpresa, miraba con asombro a su capitán, como si no entendiera la situación.
-Por supuesto, capitán, lo hare- Respondió, aun confundido y un poco sonrojado por el favor -Puede confiar en mí
-Se que lo harás, después de ella o yo, eres el mas cuerdo de esta división- Sonrió, tratando de levantar los ánimos del chico -Ayer mi orden fue que te quedaras en la retaguardia, y me alegra que lo hayas hecho, aunque tienes experiencia con genzankis, el hecho de no tener aún el nombre de tu zanpaku-tō te hubiera hecho caer con tantos enemigos enfrentándonos
-Si Asami-san estará fuera de sus labores, podrá terminar de entrenarme, eso la relaja mucho- Tōshirō sonrió, si algo sabía sobre su novia, es que era muy buena manejando las emociones del muchacho, no por nada había mejorado en muchos aspectos -Creo que estoy a punto de encontrar la conexión con mi zanpaku-tō, solo necesito un poco más de tiempo
-Excelente Yoshio, sigue así- Felicito el albino, lo que provoco otro leve sonrojo en el chico -Sigue así, y tal vez pronto alcances el nivel de tus padres
-Gracias, capitán- Hizo una reverencia, aunque se enderezo rápido, mirando a su capitán nuevamente - ¿Necesita algo mas de mí?
-Puedes retirarte, ve a casa y toma un descanso- Respondió el albino, mirando al chico, sintiendo algo extraño en su pecho.
No solo era algo extraño, era algo que debía ir considerando, no ¿Cómo iba a convertirse en padre si físicamente tenía la estatura de un niño? Hasta Yoshio era mas alto que el, es más, su novia le ganaba por casi veinte centímetros. No podía mantener su forma adulta siempre, tal vez, y a pesar de no querer recurrir a ello, la única opción sería preguntarle a Kurotsuchi; si el no podía hacerlo, tal vez Urahara podría, aunque confiaba en su loco colega.
…
Byakuya alcanzó a su hermana a medio camino, lucía diminuta en comparación con el camino y consigo mismo, parecía tan pequeña, tan joven, pero ella era una capitana del Gotei, cualquier prejuicio que pudiera alzarse en su contra se vería fácilmente congelado ante los efectos de su bankai.
El noble la alcanzó en silencio, ofreciéndole el brazo mientras le dedicaba una mirada suave, infundiéndole valor para seguir adelante.
—Estoy seguro de que tu teniente estaría feliz de cubrirte en tus labores como capitana dada tu situación actual —murmuró el pelinegro mientras su hermana se asía con fuerzas a su brazo y asentía una vez, con la pancita abultada comenzando a notarse en el uniforme.
—Lo sé, pero resultó ser más lista que yo. No sé cómo me enreda en sus trucos mentales y termino siempre haciendo lo que ella quiere.
—¿A qué te refieres?
—Ella amablemente "accedió" a dejarme venir a la junta de capitanes en lugar de cubrirme porque sabe que es mi deber como capitana. Pero eso implica que estaré ocupada como para hablar con la familia del soldado Yamada, o para planear el funeral.
Byakuya bufó divertido, terminando de comprender las palabras de su hermana.
—Sabe perfectamente —continuó Rukia ofuscada —que el furor de la batalla, las juntas de capitanes y eso, son menos estresantes para mí que las cuestiones emocionales. Ambas sabemos lo demandante que es hablar con la familia de un soldado caído, y ella no quería que yo tuviera esa conversación.
—No —murmuró Byakuya con cierto aire de embeleso —, ella quiere cargar el peso de su responsabilidad sobre los hombros.
—Es una teniente formidable —concedió la capitana —, las tres hermanas han demostrado una entereza impresionante frente a las situaciones más difíciles, están haciendo la diferencia.
—Hanako te quiere, Rukia. Esto no es sobre ser una teniente formidable, sino de cuidar de una amiga querida.
—Hablas como si la conocieras.
—Y tú hablas como si no.
Rukia sonrió ampliamente, levantando la mirada hacia su hermano y asintiendo una vez, concediéndole aquella victoria. ¿Hacía cuánto no tenían ocasión de tener una charla tranquila y significativa? Habían pasado años y años en paz, el Gotei se había sumido en un aburrimiento generalizado en el que salir a cazar hollows a las orillas del Rukongai parecía ser la actividad más estimulante disponible, por lo tanto, pasar tiempo juntos como hermanos se había vuelto habitual, pero las charlas se habían ido aplazando, sabiendo que podrían dejarlo para después.
Bueno, ahora ya no había un después.
Así que Byakuya sonrió de medio lado antes de mirar a su hermana y asentir.
—Viernes de galletas, jueves de ballet, miércoles de horas extra. ¿Hay algún día de la semana en que no tengas actividades interesantes en tu división?
—Martes de té —soltó divertida la capitana, dedicándole una mirada al noble, cargada de sarcasmo y dudas —, ¿o me equivoqué de día?
Byakuya miró a su hermana enarcando una ceja, consiguiendo que la menor se aclarara la garganta y desviara el rostro.
—Los rumores dicen que tomas el té con Hanako —confesó la chica con un ligero sonrojo en las mejillas.
Benditos rumores, tenían a todos muy ocupados.
Lo pensó un momento, desmentir el rumor directo con su hermana o seguir alimentando el fuego, después de todo, ahora él y Hanako comenzaban a moverse en la misma dirección y sería cuestión de tiempo antes de que tomaran una decisión importante. ¿Podría decirse que ahora era como su novia? Novios en secreto...
Esa idea le hizo sentir algo cálido en el pecho antes de negar con la cabeza.
—Tus fuentes están equivocadas, hermana. No tomo el té con tu teniente los martes.
—Oh —murmuró Rukia, decepcionada.
—Los martes, y me permito recordártelo, Yoshio y yo practicamos Taichí en el jardín principal, es el día que le dedico de lleno a mi sobrino para seguir practicando la meditación y ayudarlo a conocer el nombre de su zanpaku-tō más rápido.
Rukia sonrió ampliamente, asintiendo una vez mientras se aferraba con más ganas al brazo de su hermano.
—Es cierto, Nii-sama, es el día favorito de la semana de Yoshio.
Byakuya le dedicó una mirada de soslayo, enarcando una ceja con curiosidad mientras Rukia le sonreía con amabilidad.
—No sabes cómo valora el tiempo que le dedicas, de verdad pone atención a cada palabra que le dices, y practica cuando cree que nadie lo ve.
Ambos pelinegros guardaron silencio unos minutos mientras la calidez de aquella charla se instauraba entre ellos, mientras cada uno agradecía internamente la forma en que la distancia entre ellos se había convertido en un recuerdo lejano, un hecho de otra vida que ya no les separaría más.
Sin embargo, la realidad les esperaba de regreso, tendrían que dejar esa charla para más tarde si querían mantener la calidez. Ahora debían enfrentar el deber.
Ambos hermanos se detuvieron frente a la entrada y tomaron aire. Rukia soltó el brazo de su hermano y esperó un poco más, sabiendo que cada uno debería ocupar su lugar, sin embargo, le tomó por sorpresa que la mano del mayor depositara una caricia suave en su cabeza antes de dedicarle una mirada suave para infundirle valor y entrar a ocupar su lugar.
La junta había avanzado sin mayores contratiempos, los capitanes habían hecho un recuento de bajas, anunciando cómo procederían con los funerales de sus respectivos subordinados y acordando hacer un reconocimiento general en la primera división.
(Impossible – Manafest)
La décimo tercera división era la que tenía menos bajas de aquella batalla gracias a la rápida organización de sus altos mandos, sumado a la renuencia de Saya y Hanako ante la idea de enviar a sus soldados al frente, precisamente por eso tomó por sorpresa a los capitanes escuchar el nombre de Yamada Kaoru, sumado a la invitación al funeral.
Y por fin llegó el momento de Kurotsuchi de justificar las acciones violentas y egoístas que había tenido, pero sus palabras no hicieron por calmar al resto, sino todo lo contrario, dejando una sensación de pasmo en medio de la habitación tras sus declaraciones.
- ¿Cómo que un genzanki dentro del cuerpo de un shinigami? – Pregunto Risa, mirando al capitán de la doceava mientras mantenía los ojos cerrados -Capitán Kurotsuchi, necesitamos respuestas
Había un silencio sepulcral que ni el mismo comandante deseaba romper, Byakuya estaba impaciente, su teniente había resultado herido, él estaba herido, y las hermanas Yamamoto apenas y habían recibido rasguño alguno.
-Creo que es más de lo que pudimos obtener, el cuerpo del shinigami estaba vacío, no había huesos o músculos, solo carne del tipo genzanki, veneno y aguijones, lo que el equipo del capitán Mugurama y Ōtoribashi rescataron fue sólo un contenedor con una trampa dentro de él- Su mirada se alzó, para Kyōraku, eso solo podía significar que había encontrado algo importante e interesante -Me tomo toda la noche averiguar como habían mantenido el reiatsu del shinigami en cuestión, activo, y que no sospecharan de él -Una pausa, nadie dijo nada, nadie quería hablar, la mayoría contenía el aire -Aparentemente tienen una bolsa donde pueden almacenar el reiatsu que consumen, supieron aprovechar el bajo nivel de reiatsu de ese shinigami
- ¿Inteligencia desmesurada? – Pregunto Hitsugaya con intriga, lo que provocó una mirada furtiva del capitán -Es de nuestro conocimiento que son listos, pero si algo hemos notado, es que pueden ser controlados por alguien o algo
-No lo dudo, pero tampoco lo confirmo, de lo que si estoy seguro, es que si pudieran conseguir le cuerpo de uno de nosotros, probablemente ellos se llevarían una victoria inminente- Perplejidad, no había otra manera de describir lo que sus rostros expresaban -Sin embargo, este genzanki parecía sumamente limitado, luego de observar al resto pelear contra los soldados y, sobre todo, siendo atraídos al matadero que las hermanas Yamamoto hicieron, se notó a simple vista que este enemigo solo fue lanzado como kamikaze ante nosotros para causar trifulca desde dentro, no logrando su cometido debido al bajo nivel de poder de este soldado
—O sea —inició Hirako, comenzando a temblar por la rabia —, que esta masacre ¿sólo nos sirvió como una pérdida de tiempo y de shinigamis?
—No está del todo en lo cierto, capitán Hirako —llamó Kyōraku desde el fondo, dedicando una mirada pesada al peliblanco antes de volver los ojos hacia Kurotsuchi.
—Afortunadamente el capitán comandante y yo hemos logrado infiltrar un dispositivo a los puentes que usaron los genzanki para infiltrarnos, así que hemos iniciado una investigación a profundidad. No estamos del todo seguros si podríamos replicar un portal de esa índole de forma segura, necesitaríamos voluntarios para tratar de contener el desastre, y como algunos capitanes se han opuesto amablemente a brindar su cooperación para estudiar de cerca a los elementos que podrían ser la clave, como la fuerza letal y el escudo del Gotei...
—Perdón si me opongo en que diseccionen a mi tercer oficial —cortó el capitán Hitsugaya con sarcasmo y desprecio, mirando a Kurotsuchi con recelo.
—Diseccionar es un término un poco violento para los planes que tenemos en la doce, pero le dejaré pensar que va por ahí, capitán Hitsugaya —Kurotsuchi hizo una pausa levantando la mirada en dirección a Byakuya, esperando su reacción. Después de todo, había sido el noble el primero en desenvainar el shikai contra él cuando Asami se había visto amenazada, pero no, el pelinegro guardó silencio —. Está especialmente cayado, Kuchiki. ¿Será que todavía se encuentra bajo los efectos de las drogas?
—La dopamina no me la han suministrado en la cuarta división y no vinimos a socializar.
Mayuri bufó divertido ante aquellas palabras elocuentes y cortantes al mismo tiempo.
—Dopamina —murmuró para sí mismo, archivando aquel pensamiento para después, considerando que fuera a ser de utilidad.
—Además —musitó el noble entreabriendo los ojos en dirección al capitán de la décimo segunda, frío y calculador —, estoy seguro de que, si necesitaran carne de cañón, las hermanas Yamamoto se ofrecerían voluntariamente a frenar esa masacre, tienen más fuerza letal que la mayoría en esta habitación y tienen más claro lo que significa la lealtad hacia el Gotei que muchos de los aquí presentes.
—Ya estamos... —murmuró Kurotsuchi apretando los dientes y ocultando una mueca.
—Ya que hemos llegado hasta ese tema —soltó el comandante dando un aplauso con fuerza, llamando la atención de los presentes —, quisiera hablar de la tercer oficial, Yamamoto Asami y su pausa a las funciones que tiene ante el Gotei.
—Vi de primera mano la manera en que su apoyo marcó la diferencia para defender la cuarta división —afirmó Kotetsu con vehemencia cuando el comandante hizo una pausa larga —, mantuvo estable su reiatsu durante toda la pelea, pudo permanecer alerta y con la mente enfocada. La estrategia para defender la división fue suya y la teniente Yamamoto planeó adaptándose a las habilidades de su hermana.
—La tercer oficial Yamamoto también ayudó a salvar la vida de mi teniente, mientras mantenía el escudo sobre la cuarta —añadió Byakuya con imparcialidad, sorprendiendo a Hitsugaya con su actitud. ¿De verdad la defendía? ¿Por qué? —Entiendo que suspender sus funciones ante el Gotei es una cuestión de seguridad, pero no dudaría un segundo en llamarla al campo de batalla si necesitara que alguien cubra mi espalda.
—Aunque la teniente Yamamoto estaría feliz de usarse como escudo humano —soltó divertido Hirako, ganándose una mirada de reproche por parte del noble, una mueca que Rukia logró traducir como un puchero, pero que el resto no supo interpretar.
—Mi teniente, así como la soldado Yamamoto —puntualizó Rukia con entusiasmo —están más que listas para dar la vida por cualquier miembro del Gotei y lo han demostrado en numerosas ocasiones.
—Asami demostró un dominio de su kidō que sobrepasa las expectativas —añadió Tōshirō recuperando la atención de los capitanes —, los conjuros que realizó, los desarrolló ella misma estudiando con el anterior comandante. Y la capitana Kotetsu nos dio información respecto a su situación de salud actual, capitán comandante, si lo que está pensando es en reincorporar a la tercer oficial, como su capitán sugiero...
—Capitán Hitsugaya —cortó el comandante con voz suave, pero el gesto endurecido —, la situación de la joven Yamamoto no está a discusión, el punto que quiero someter a votación es sobre su zanpaku-tō.
—Su... ¿Zanpaku-tō?
—Estoy al tanto de la situación actual de Asami —prometió Kyōraku dulcificando un poco su tono de voz, asintiendo una vez para Tōshirō, tratando de tranquilizarle —, ella debe estar lo más tranquila posible mientras la capitana Kotetsu se encarga de hacer los seguimientos pertinentes, sé que debe permanecer tranquila mientras las voces sigan presentes, y sé que sus aportes en la batalla por la cuarta división marcaron una diferencia significativa. Mi decisión en este momento es no devolver la zanpaku-tō a la oficial Yamamoto, así como extender su pausa laboral. Pero estoy abierto a escuchar si alguien tiene algo que decir al respecto.
Al tanto de la situación. Por un momento, Tōshirō se preguntó si conocería todo el panorama en realidad, si Kotetsu habría informado al comandante sobre el embarazo de Asami. Aunque el discurso de aquel hombre no revelaba conocimiento de causa, o si lo tenía, no lo demostró. Sí, el capitán Hitsugaya agradeció aquel hecho antes de asentir una vez y recuperar un poco la calma.
Soi-Fong dio un paso al frente, ganando las miradas de los presentes.
—Secundo la decisión del capitán comandante. Asami demostró valerse con el kidō, no es una maestra en artes demoniacas como forma de pelea, pero resaltó como pocos shinigamis de su rango.
—No lo sé —murmuró Rose levantando la mano, mirando con melancolía al comandante —, después de todo, Asami-chan podría necesitar su espada en el combate.
—Si se puede defender con sus puños, estará bien —prometió Kensei divertido —, y nos tiene para respaldarla.
—Capitán Hitsugaya, capitán Kuchiki, ustedes también estaban peleando a su lado.
—Ella debe estar tranquila —insistió Tōshirō cruzando los brazos y volviendo el rostro.
—Puede arreglárselas.
—¿Nadie más? —cuestionó el comandante al ver al resto guardar silencio — Está decidido entonces —murmuró para sí mismo antes de mirar a Kurotsuchi una vez más.
—Según los informes generales —continuó Mayuri con una sonrisa sádica —, la tercer oficial Yamamoto Asami fue vista deteniendo a un genzanki con el poder de sus manos, no sólo tiene la capacidad de escuchar la voz de un espectro, también puede manipular a los genzanki.
—Esa situación ocurrió una vez —cortó Kotetsu con determinación, sorprendiendo a los capitanes por su fiereza ante Mayuri —, y el resto de la contienda no volvió a presentar ningún rastro de poder hacerlo a voluntad.
—Sí, capitana, y así es como aprendemos a manejar nuestro shikai —cortó Mayuri con desprecio —, también perdió por completo la capacidad de percibir el reiatsu de aliados. Parece ser que esta contienda arrojó nuevas luces sobre las hermanas Yamamoto.
—Asami hará un informe detallado de su participación en la batalla por la cuarta división —informó Kyōraku con voz potente —, hasta no recibir información de primera mano por parte de la shinigami en cuestión, su estado de salud y los análisis que se le hagan a continuación estarán todos a cargo de la cuarta división, y serán dirigidos por la capitana Kotetsu Isane.
Mayuri guardó silencio un poco más, organizando sus ideas, sintiendo que le quitaban todos los dulces de la fiesta.
—De los restos de genzankis que pudimos rescatar luego del ataque histérico de la Akuma Fukutaichō, y su infierno de Dante —comenzó el científico, Hirako levantó la mirada en dirección a Byakuya, temiendo la represalia del noble y sorprendiéndose al verle permanecer estoico y sereno ¿había dicho dopamina? —, sólo reconfirmamos las teorías que ya teníamos. Aunque me hubiese encantado contar con muestras más enteras luego del ataque de locura de la teniente.
—Somos psicópatas, no sociópatas —puntualizó Byakuya fingiendo desinterés —, y de la diferencia usted puede dar testimonio vivo ¿no es así?
—¿Qué está insinuando?
—No creí tener que explicarlo.
—Muestras nuevas no nos habrían llevado a nada nuevo —cortó la capitana Risa antes de que una nueva contienda se levantara entre ambos capitanes, haciendo a Rose e Iba suspirar agradecidos por la intervención —, ¿hubo más durante el ataque?
—Desafortunadamente no —soltó Kurotsuchi cruzándose de brazos y volviendo el rostro, un berrinche personal que hizo a Kyōraku suspirar también —, los shinigamis que fueron picados por los aguijones o heridos de alguna manera, terminaron muertos en combate. Sólo obtuvimos voluntariamente una muestra de sangre que no sirvió de nada.
—¿Voluntariamente? ¿De qué hablas? —espetó Soi-Fong confundida ante aquella frase.
—De la teniente demonio y de la hermana de en medio —puntualizó el capitán, cada vez más molesto al percatarse de que Byakuya de verdad no estaba cayendo en sus provocaciones ese día —. Yamamoto Saya tenía rastros del veneno de aquellos genzanki en su organismo y logró deshacerse de ellos por medio de un ataque que no logramos estudiar a profundidad. Yamamoto Hanako dijo que había resultado herida en la batalla y se ofreció como conejillo de indias para estudiar su sangre, aunque dijo que no estaba segura de si aquello funcionaría.
—Ahí lo tiene, capitán Kurotsuchi —soltó Hirako divertido mientras su sonrisa se volvía amplia y el rubio se cruzaba de brazos —, el capitán Kuchiki decía la verdad cuando comentó que Yamagawa estaría feliz de cooperar, al igual que sus hermanas.
—Su sangre estaba limpia —soltó Mayuri a manera de queja, consiguiendo hacer a Byakuya dar un ligerísimo suspiro de alivio, gesto que sólo Rukia fue capaz de apreciar, frunciendo el entrecejo ante la confusión —, la teniente Yamamoto metaboliza cuatro o cinco veces más rápido de lo normal, posiblemente por su zanpaku-tō de fuego. De lo único que nos sirvió ese examen de sangre fue para confirmar que podemos usarla de escudo humano de ser requerido.
—La teniente Yamamoto precisó atención médica por parte de la oficial Asami —puntualizó Kotetsu, indignada ante la facilidad con la que Kurotsuchi parecía querer disponer de la vida de otros soldados y shinigamis —. Hanako cauterizó su herida para no perder sangre ni reiatsu, pero necesitó del apoyo de su hermana para recuperarse, además su desgaste de reiatsu previo dificultó su habilidad para pelear.
—¿Qué hay de la soldado Yamamoto? —cuestionó el científico mientras su sonrisa se pronunciaba con un aire macabro —. Ella no necesitó ningún tipo de atención médica gracias a su zanpaku-tō. Kairyū tiene habilidades curativas que le proporcionan una defensa perfecta. Nos tomamos la libertad de analizar las muestras que dejó sobre mi uniforme.
—¿Muestras? —murmuró Kyōraku, confundido.
—Ah, comandante, usted estaba presente cuando recibí un ataque aparentemente involuntario por parte de la soldado Yamamoto, parece ser que su zanpaku-tō es capaz de expulsar cualquier tipo de agente tóxico fuera del cuerpo de la soldado, sin embargo, aparentemente ella no es capaz de controlar cómo eliminará las toxinas de su cuerpo. Mi uniforme estaba cubierto de los residuos de aquel veneno y algo más. Los análisis arrojaron más de lo mismo, veneno de los aguijones diluido en agua. A diferencia de su hermana más pequeña, la soldado Yamamoto y su teniente podrían presentar inmunidad a los ataques de los genzanki de nivel uno, posiblemente esto podría ofrecernos una posibilidad de resistir contra otro ataque de esta índole.
—Resistir... —murmuró Kotetsu horrorizada —¿De verdad pretende usarlas de escudo humano?
—Podría hacerse —comentó Mayuri encogiéndose de hombros, como si sopesara la posibilidad.
—Primero tendrían que pasar su línea de fuego y a Senbonzakura —puntualizó Byakuya con tal frialdad que podría haber puesto a la habitación varios grados bajo cero —¿Hay algo que se pueda hacer con su muestra de sangre?
—No, de momento nada concreto, más análisis y experimentos para tratar de averiguar si podemos usarla como un antígeno. Podríamos tratar de hacer una transfusión a su hermana más pequeña —soltó con entusiasmo el capitán, abriendo los ojos de golpe y dando un aplauso mientras sonreía con todos los dientes, una mueca de locura desmedida que consiguió causarles escalofríos a varios de los presentes —, tal vez al ser compatibles por la sangre la más pequeña logre desarrollar un anticuerpo que...
—Permiso denegado —cortó el comandante con el entrecejo fruncido —, de momento mantengamos a Asami-chan al margen de todo esto, no necesitamos alterarla mientras estudiamos su caso. Además, creí que había sido claro al decir que será la capitana Kotetsu quien se encargará de llevar el caso.
—Comandante —atajó el capitán Kurotsuchi sin perder la sonrisa, sobando sus manos como un tic diabólico y macabro —, si la cuarta división compartiera con nosotros los avances de su investigación, tal vez la décimo segunda podría ayudar a...
—Kurotsuchi —llamó Kensei con el entrecejo fruncido —, no sé si tengo derecho a decir esto, pero usted por sí mismo es muy perturbador.
—Sí —continuó Tōshirō agradeciendo el respaldo de sus compañeros —, cuando hablamos de que Asami no debería alterarse, usted entra en la lista de elementos que se consideran una amenaza a la paz mental.
—Lo tomaré como un halago, viendo que viene de ustedes —soltó Kurotsuchi componiendo una cara de pocos amigos, desprecio y sarcasmo.
Y las carcajadas del capitán Zaraki los hicieron volver el rostro.
Si bien, aquel hombre había permanecido al margen de toda la charla, esperando que alguien hablase de cortar a un enemigo para involucrarse en la charla, ahora que había comprendido por fin las palabras de sus compañeros, se había echado a reír con ganas.
Rose se aclaró la garganta, llevando un puño a su boca para tratar de suprimir la risa, Kensei, Risa, Iba, algunos otros se quedaron perplejos, Kyōraku tuvo que recurrir a todo su autocontrol para no dejarse contagiar por las risas escandalosas del capitán de la décimo primera, quien disfrutó de aquel momento antes de limpiar las lágrimas en sus ojos y mirar a Kurotsuchi.
—Esperpento —dijo el capitán Zaraki antes de romper en carcajadas de nuevo, esta vez dificultándole aún más a Rose, Soi-Fong y Kyōraku mantener la calma. Incluso Byakuya ahogó una tos ante aquello.
—Parece ser que nuestro capitán menos inteligente conoce alguna que otra palabra rimbombante —dijo Kurotsuchi para sí mismo, ofendido de haber sido descrito por aquella palabra antes de volver la vista a Kyōraku en busca de apoyo.
Le sorprendió muchísimo, por supuesto, recibir el respaldo de otra persona, puesto que fue Byakuya quien diera un paso hacia el frente con un gesto sereno mientras el capitán Zaraki seguía carcajeándose luego de repetir por segunda vez la palabra "esperpento" para sí mismo.
—Capitán Kurotsuchi —comenzó el noble con aires diplomáticos —, estoy seguro de que encontrará un uso a la sangre de mi protegida recurriendo a los métodos más convencionales. Después de todo, siempre es usted quien nos saca de apuros. Le agradecería mucho prescindir de usar a Asami o a la misma Hanako en persona como experimentos móviles, por cuestiones de seguridad. También su laboratorio está en riesgo si algo sale mal.
Por unos segundos sólo se escucharon las risas de Zaraki como música de fondo, pero el resto de los capitanes se habían quedado alertas a las palabras de Kuchiki, conociendo las constantes rencillas entre ambos capitanes y esperando una nueva declaración de guerra.
—¿A qué debo la consideración de su petición? —murmuró Kurotsuchi mirando a Byakuya con recelo, esperando el sarcasmo, la estocada.
—Esperpento —volvió a decir Kenpachi en medio de una risa maniática.
—Como lo hemos estado antes, de nuevo nos encontramos en sus manos, capitán. Así que mi división cooperará con lo que sea pertinente.
El aire de solemnidad que cubrió a los capitanes luego de aquella declaración ni siquiera se vio apagado por las carcajadas del capitán Zaraki, mismas que comenzaron a morir lentamente mientras el resto de los capitanes terminaba de comprender la tregua que se acababa de instaurar entre los capitanes de la sexta y la doceava.
—Sí, sí —soltó Kenpachi limpiándose de nuevo las lágrimas —, también nosotros cooperaremos, lo que sea con tal de poder cortar a esos monstruos.
Una pausa, los capitanes asintiendo, Mayuri sintiendo que recuperaba su lugar en el Gotei luego de tanta burla, la incomodidad de saberse reconocido por un hombre del que había sido adversario por mucho tiempo antes de recuperar la compostura.
Y la voz suavizada de Rukia alzándose desde el fondo del salón.
—Capitán comandante, ¿hay más por hablar?
—De momento nada, esperar solamente por nuevas indicaciones y resultados. Algunos de nosotros tenemos funerales por planear, así que retírense por ahora.
…
Estaba mas que tranquilo con las palabras finales de su comandante, independientemente si sabía o no del embarazo de su novia, sabía que guardaría el secreto, es más, le ayudaría a protegerla de los experimentos sádicos del capitán de la doce; sí, definitivamente era lo mejor.
Entro a su hogar, la división no había sufrido bajas, solo porque el había elegido mantener a los de su división en la retaguardia, protegiendo el resto de las divisiones, pero no, no había sido necesaria la intervención de sus hombres.
Sabía que Saya y Hanako estarían ocupadas con el funeral del hombre que les dio la oportunidad de salvar la división cuatro, que mejor que dejar reposar su cuerpo al lado de aquella mujer.
-Creí que tardarías más- Dijo la voz de ella, saliendo del baño, con el cabello mojado, goteando incluso, con un yukata de descanso - ¿Todo en orden?
-Así parece, el comandante dio la orden de que Mayuri no se acerque a ti, todas tus pruebas medicas quedan a cargo de Kotetsu- Escuchó el suspiro de alivio, algo que a él también mantenía relajado -También tomo la decisión de no regresarte tu espada, espero que eso no te moleste
-En absoluto, nunca había estado separada de Daya tanto tiempo, pero ella entenderá, a parte, de que me habla en sueños- Esto lo tomó por sorpresa, si, Hyōrinmaru también lo visitaba en sueños, pero no sabía en que contexto visitaba la zanpaku-tō a su novia -Daya es, muy protectora, maternal, a veces es muy parecida a Karyū, me ha estado ayudando con las voces
- ¿Puedes hablar con ella, aunque no este a tu lado? – Tenía curiosidad, sobre todo por la distancia que las separaba en ese momento.
-Se que es extraño, pero si, hace rato, mientras dormía, me visito, alejó los malos sueños de mí, siempre lo hace- Se acercó a donde él estaba, permitiéndole alejar los cabellos húmedos de su rostro -Sigue preocupada por mi
-No es la única…
Un beso que lo tranquilizaba, una caricia que le erizaba la piel, sus manos se entrelazaron para confirmar su unión, y no necesitaba nada más, porque con ella a su lado entendía muchas cosas y, al mismo tiempo, un abismo de nuevas experiencias se avistaba frente a él ¿Qué podía esperar a partir de ese día? No, no podía hacerse esa pregunta, porque aun quedaban muchas cosas por hacer, y como capitán no podía bajar la guardia, no cuando ahora la defensa estaba comprometida, cuando podían ser atacados nuevamente.
Esa noche, su sueño se vio interrumpido, claramente había sentido una variación en el reiatsu de su novia, pero no era un hueco, era su propio poder, como si ese avistamiento cerrara lentamente la parte oscura.
-Así que Daya esta aquí- Murmuró, observando como las facciones de la chica se suavizaban, incluso llegó a sonreír -Gracias por cuidar de ella…
Volvió a acomodarse, sintiendo la piel desnuda al colocar su brazo en el hueco de la cintura, recorriéndole el sentimiento de que había alguien más a parte de ellos dos, alguien a quien aun no conocía, pero que estaba empezando a tomarle afecto. Bufo, divertido por aquel pensamiento, por la incertidumbre y la falta de conocimientos que le hacían para llevar a acabo dicha tarea.
¿Protegerlos de momento era suficiente?
…
Hanako estaba recibiendo el abrazo de otros shinigamis cuando vislumbró al capitán Kuchiki en la entrada, agradeció con un gesto suave, disculpándose con la gente antes de encaminar sus pasos hacia el pelinegro, y sonreír de medio lado mientras trataba de suprimir las ganas de llorar.
—Teniente —murmuró Renji acercándose a Hanako, abriendo los brazos en un gesto inseguro, ganándose una mirada por parte de su capitán (mirada que definitivamente no supo interpretar) —, de verdad lo siento mucho —murmuró al final, mientras Hanako aceptaba el abrazo con una sonrisa cálida al sentir el cariño de un amigo querido.
—Muchas gracias por acompañarnos —murmuró ella en respuesta antes de soltarle, pero sostener sus manos un poco más —. Ustedes también deben estar ocupados por sus homenajes.
—Las familias han querido hacerse cargo ellos mismos, no sabremos nada hasta mañana, así que pudimos acompañarlos hoy —prometió el pelirrojo mientras soltaba las manos de Hanako y le ofrecía una sonrisa franca.
—No sólo agradezco su compañía, sino el hecho de que no me llenes de palabras vacías.
Renji se rascó la mejilla con el índice, desviando la mirada.
—Nunca he sabido qué decir en estas situaciones, así que sólo hago acto de presencia.
—Gracias por eso. Capitán —murmuró la teniente antes de cambiar su atención al noble, que enarcó una ceja con curiosidad y cierto grado de incertidumbre.
¿Cómo se suponía que debía actuar con ella?
—En nombre de la sexta división quiero decir que estamos orgullosos del sacrificio de Yamada y, de verdad, lamentamos mucho su pérdida.
—Gracias por estar aquí —murmuró ella con un nudo en la garganta.
No lo pensó más, lanzó los brazos alrededor de la cintura de Byakuya, ocultando su rostro un segundo contra su pecho y entre los pliegues de la bufanda de seda que portaba aquel día. Sólo un segundo, porque si el abrazo duró tres (más o menos el tiempo en que Byakuya tardó en poner su mano sobre la coronilla de Hanako y depositar una caricia a su espalda), la teniente se retiró con las mejillas sonrosadas.
—Gracias por eso también.
—¿Por qué? —murmuró Byakuya, confundido ante las palabras de la chica.
—Por no apartarme, capitán —respondió ella haciendo una reverencia ligera antes de mirar a Renji con una postura acartonada que le recordó muchísimo a Saya, a la manera en que se presentaba ante su capitán —, mi hermana se encuentra en el jardín, cerca del ataúd, con permiso.
Y sí, salió disparada, podría haber hecho un shunpo, pero en lugar de eso corrió en dirección a su división, a las oficinas y escritorios, en busca de refugio.
En torno al ataúd del soldado caído había bastantes personas, shinigamis de la división trece, cada uno de ellos con rostros tristes por la pérdida de su colega. Claro, aquella división regresó a ser una familia gracias a la presencia de Rukia y Hanako como representantes, a sus antiguos valores cuando estaba el capitán comandante. No solo perdieron a un shinigami más, para cada uno de ellos, fue como perder a un familiar cercano.
Renji dio sus condolencias a los que se topaban con él, pero en realidad estaba buscando a Saya entre los presentes, sin encontrarla, no estaba ni cerca del ataúd.
-Renji– Escucha la voz de Yumichika, que se acercaba junto a Ikkaku.
-Yumichika-san, Ikkaku-san- Hace una pequeña reverencia en modo de saludo –Ustedes también vinieron
-Claro que sí, queríamos estar un rato con Saya– Responde el pelinegro –A nuestro capitán no le interesa hacer homenajes ante los caídos, pero sabemos lo unidos que son los de la división trece– Eso ya comenzaba a darle un poco de envidia, incluso a Ikkaku, aunque no lo admitiera. Lo hacía querer que la división once fuese igual de unida que ellos.
- ¿Y dónde esta Saya? – Pregunta el pelirrojo, tratando de ubicarla entre toda la gente.
-La acompañamos hasta aquí– Habla Ikkaku –Pero de repente se fue disculpándose, creo que se adentró al bosque
-Gracias– Se despide Renji, desapareciendo tras un shunpo.
Esta vez no necesito que le insinuaran que fuese a buscarla, ni siquiera pensó en que Saya necesitaría un momento a solas, algo, un impulso, le dijo que necesitaría al menos un poco de compañía.
Siguió su inusualmente tranquilo reiatsu adentrándose un poco más al bosque, encontrándola arriba de un árbol, recargada en una de sus ramas, mirando a la nada, profundamente pensativa y absorta. Eso era tan raro, y demasiado desconcertante, ella siempre tenía una sonrisa burlona y pretenciosa, rebosante de energía.
- ¿Saya? – Habla con precaución, acercándose más al tronco del árbol y alzando la mirada.
-Buenas noches Renji– Habla casi en automático, sin mirarlo –Gracias por venir
-No es nada, supongo– No sabía realmente que decir en ese momento, menos ante la actitud de Saya –Yo…
-No tienes que decir nada…- Anticipa con una débil sonrisa -Enseguida bajo
Podía entender a Saya en ese momento, estaba reuniendo fuerzas, así era ella, siempre fuerte, tanto física como emocionalmente; recordó aquella vez, cuando Asami al estar enferma, le dijo que Saya era la mas fuerte de las tres, emocionalmente hablando. Probablemente no quería mostrarse triste ante sus compañeros de división, sobre todo, ante Hanako.
-Esperare aquí entonces– Se sienta a los pies del árbol, ignorando el gesto agradecido que se le dibujó en el rostro a la morena.
-De acuerdo– Murmura ella en respuesta, llegando a los oídos del pelirrojo casi como un soplido del viento
…
Hanako ahora tenía las manos recargadas en el escritorio que solía ocupar Yamada, todas sus cosas seguían desperdigadas por ahí y la gente se aglomeraba en el patio de la división, dándole las condolencias a la familia y a los otros soldados, ahora ella se ocultaba del resto del mundo. No podría hacer aquello sola.
Dolía demasiado.
—Hanako —murmuró Byakuya a sus espaldas, acercándose lentamente hacia ella, con suavidad para no asustarla o perturbarla más.
La teniente sollozó por lo bajo, apretando el gesto mientras una mano de Byakuya le recorría el hombro, el brazo, hasta entrelazar sus dedos con los de ella, la mano disponible le sirvió para hacerla levantar el rostro en su dirección, topándose con un gesto de dolor e incertidumbre por parte del capitán.
—Me duele verte así —murmuró para sí mismo mientras la chica recargaba la sien contra las clavículas de aquel hombre, cerrando los ojos —¿estás bien?
—Ahora lo estoy. Es que todo esto es muy difícil —murmuró girando sobre sí misma y recargándose contra el escritorio, consiguiendo que Byakuya le despejara el rostro con una mano y le mirase con atención —. No es el primer funeral que planeo, pero hacerlo en medio de una guerra... Que otou... que el capitán comandante nos permita hacer los honores a nuestros caídos es un alivio, sé que lo hace para darnos tiempo de llorar. Pero estoy paranoica, no puedo evitar creer que un genzanki entrará por esa puerta en cualquier momento.
—Si algún indigno enemigo aparece esta noche, tú no tendrás que blandir tu espada. Estoy aquí para protegerte.
Hanako suspiró sintiendo que algo dentro de su corazón se rompía, dejando atrás la desesperanza y abriéndose de nuevo a la calidez. ¿Se podía morir de amor?
—Soy tu protegida, después de todo.
—Protegida —repitió el noble ladeando el rostro, sopesando y saboreando aquella palabra —, es egoísta de mi parte hacer esto justo ahora, pero no sé si esa palabra me gusta todavía para definir lo que eres para mí.
Hanako pasó saliva con dificultad. Tenía razón, Byakuya tenía razón, estaban en un funeral, no era el momento, pero entonces ¿por qué ella misma tenía tantas ganas de saber?
—Y si no soy tu protegida, ¿qué soy? —cuestionó dejando por primera vez de lado sus deberes, sus obligaciones, viviendo un poco, diría Saya.
—¿Qué título te parecería adecuado? —murmuró el noble tomando una mano de su protegida para llevarla a sus labios y mirarle con curiosidad.
—Depende de qué propongas.
—Bueno, te propuse mi corazón, pero todavía falta mucho por ver. No sé si sea el momento —añadió al final, recobrando un poco la compostura y haciendo a Hanako suspirar —, no me parece adecuado hacerte esto mientras velamos a nuestros muertos
Hanako asintió, bajando la mirada, soltando un suspiro pesado mientras se volvía a montar en su papel de teniente del Gotei. Sin embargo, un último impulso de valentía la llevó a levantar de nuevo la mirada.
—Es por nuestros puestos, porque tenemos que permanecer firmes como ejemplo frente al resto, por tu deber y por el mío, ¿es por eso?
—Sí —confesó aquel hombre, desarmado ante la intensidad en la mirada de Hanako.
Ahora era ella quien le miraba conteniendo todo lo que sentía y pensaba.
—¿Puedo pedirle algo, capitán? —cuestionó la chica mientras se quitaba la insignia de teniente del brazo y la dejaba en el escritorio.
—Puede pedir lo que sea, teniente, y si está en mis manos dárselo considérelo suyo.
—Quítese ese haori y párese frente a mí como un ser humano, no como un alto mando del Gotei ni como un representante del Seireitei.
A Byakuya le tomó por sorpresa la intensidad en las palabras de su protegida, percatándose de que la joven podría estar hablando en sentido figurado, pero en serio a final de cuentas.
—Perdóneme, Hanako, pero no puedo hacer eso —sentenció Byakuya con solemnidad mientras se erguía en su sitio, mirando a la teniente a los ojos, haciéndole pasar saliva —, lo que tengo para decir, tengo que decirlo en la integridad de todo lo que me constituye, como hombre, como noble y como capitán —sus palabras fueron dichas con firmeza, y Hanako asintió una vez para hacerle saber al noble que seguía su argumento al pie de la letra —. Su abuelo, el anterior capitán comandante, hizo un arreglo matrimonial con mi familia para una de ustedes, acuerdo que disolví dándole la libertad de elegir una vida lejos de la nobleza y de las obligaciones; libertad que alegremente rechaza al aceptar mis sentimientos por usted, si no me equivoco.
—Está en lo correcto, capitán.
—Si hubiésemos hecho pública la disolución de ese acuerdo, en este preciso momento no tendría cómo justificar mis acciones, pero yo no he dicho nada.
—Y yo tampoco.
—La razón por la que no me quito mi haori es porque quiero hablarte de frente como lo que soy, un capitán de las divisiones, un noble y un hombre que se enamoró de ti. Te dije que no estaba dispuesto a consumar el acuerdo si no estabas dispuesta a corresponderme libremente, y aquí estamos. Pero es pronto para hablar de eso, y yo quisiera hacer las cosas bien. Protegida no es un título con el que esté conforme en este momento, y aunque sé perfectamente que no podemos hacer declaraciones públicas mientras todo sea caos, quiero hacerte una propuesta para nosotros.
—¿Quiere que guarde un secreto, capitán? —bromeó Hanako, abrumada por la intensidad de aquella declaración.
—Sólo si su respuesta a mi siguiente pregunta es afirmativa.
—Soy toda oídos.
—Aceptó el título de protegida sin que yo se lo consultara primero, y eso fue una descortesía. ¿Aceptaría el título de novia?
Byakuya no necesitó escuchar una respuesta al sentir los brazos de Hanako cerrarse en torno a su cuello, matando la distancia existente entre ellos mientras sonreía con ganas, sintiendo la esperanza floreciendo en su corazón. El noble apresó a la teniente entre sus brazos mientras ella murmuraba una respuesta, un "sí" pronunciado con un hilo de voz.
Ambos suspiraron, perdidos un momento en ese abrazo cálido, disfrutando de la calma tras la tormenta. Sabían que tenían que regresar al funeral, Hanako todavía tenía que hablar con la gente, tenía que recibir a los asistentes, consolar a la familia y hablar con su capitana.
¡Dios! ¿Cómo se tomaría Rukia su relación con Byakuya?
¡DIOS! ¿Cómo lo tomarían Saya y Asami?
No, primero el funeral. Tenía que volver al funeral.
Disolvieron su abrazo y Hanako pasó saliva con las mejillas sonrosadas mientras Byakuya se quitaba la bufanda con un movimiento suave, antes de envolverla alrededor de su cuello una vez, holgada, cubriendo sus hombros como una mascada.
—No, espera —murmuró abochornada mientras el noble le acomodaba el cabello por encima de la tela —, esto, esto, ¿esto es?
—Una reliquia familiar, sí, lo es. Se supone que pasa por cada líder del clan, yo hace mucho no la porto, así que pensé darle un buen uso y ponerla sobre tus hombros.
—Pero...
—Será una forma de gritar nuestro secreto a los cuatro vientos. Llévala al menos hasta que lo hagamos público.
—No quiero dañarla —murmuró Hanako bajando el rostro, oculta entre los pliegues mientras se aferraba del borde y desviaba la mirada.
Byakuya suspiró asintiendo una vez antes de besar la frente de Hanako y hacerla mirarlo.
—No le pasará nada —prometió —, yo la usé en mis batallas en el Hueco Mundo y sigue intacta.
—Si se chamusca —trató de refutar Hanako, pero la mano de Byakuya en su mentón la hizo levantar la mirada.
—Eres mucho más poderosa que eso —prometió el noble, haciendo a su protegida sonreír —. Ahora vamos, no quiero que te echen de menos afuera. Ya te acaparé mucho tiempo.
—No el suficiente —murmuró Hanako en medio de un puchero, haciendo consciente de que estaba sentada en el escritorio de Yamada, el mismo shinigami que le había cuestionado sobre sus sentimientos por el capitán antes de incitarla a confesarse con él.
La teniente acarició la madera bajo una mano y sonrió levantando los ojos hacia Byakuya, el pelinegro sonrió de medio lado antes de bajar el rostro en busca de los labios de Hanako y tomar su boca en un beso suave.
—A esto puedo acostumbrarme —prometió el noble antes de besar el pómulo de Hanako y ofrecerle el brazo —, ahora veamos qué tan creativos se ponen los rumores.
—A ti te gusta ver arder el mundo —acusó Hanako contrariada, avanzando al lado del capitán hacia el patio, percatándose de que el reiatsu de Ikkaku y Yumichika se sentía cerca, pero no así el de su hermana.
—No tienes idea —murmuró Byakuya en medio de un suspiro neutro mientras paseaba la mirada por el patio —, ¿estaría mal si te dejo un momento? Debo buscar a mi hermana.
—Ve —murmuró la teniente antes de suspirar una vez, recordando por qué estaban reunidos todos esa noche —, hay gente a la que me falta saludar.
—Si necesitas cualquier cosa —dijo el noble con vehemencia, mirando a los ojos a Hanako antes de besar sus nudillos una vez —, dilo, y si está en mis manos te lo daré.
Pasó saliva con dificultad, Hanako pasó saliva antes de asentir una vez. —Lo haré, descuida.
(Believe - Madilyn Bailey)
Hanako había intercambiado algunas palabras con Yumichika, preocupada por la ausencia de su hermana, sin embargo, se quedó más tranquila cuando supo que Renji se había dirigido hacia ella. Al menos tendría compañía.
—La noche ha sido muy larga —murmuró el pelinegro mientras su amigo cruzaba los brazos y desviaba el rostro —, al menos para ustedes, está bien que se tome un respiro.
—El respiro está bien —respondió Hanako con una sonrisa dulce antes de mirar a Ikkaku, que seguía renuente a mirarla de regreso —, me preocupa que se quede sola, sé que no quiere preocuparnos, pero...
—Ella es fuerte —cortó Ikkaku sin llegar a mirar a Hanako, cortante y duro, ganándose una sonrisa por parte de la teniente.
—Lo sé —admitió la teniente antes de hacer una reverencia en su dirección, tomando a ambos shinigamis por sorpresa —. Muchas gracias por acompañar a mi hermana, Madarame-san —soltó la joven sin mayor preámbulo, haciendo a Yumichika sonreír enternecido por lo vulnerable que parecía estar Hanako en ese momento —, sé que trabajaron juntos en las reparaciones desde la batalla, pero que estén aquí, acompañándonos en este momento tan difícil, significa más para nosotras, para mí, de lo que puedo llegar a expresar —Hanako le dedicó una mirada dulcificada a Ikkaku, quien pasó saliva sin saber cómo reaccionar —. Saya y Asami lo son todo para mí, y ustedes son muy importantes para mi flecha, así que yo me siento bendecida de tenerles cerca. Gracias, de verdad.
—Hana, querida —soltó Yumichika acariciándole una mejilla y acomodándole la bufanda en un gesto dulce y protector —, nosotros también estamos aquí por ti, cielo.
—Yo no —puntualizó Ikkaku con nerviosismo.
—No tienes nada que agradecer —musitó Yumichika dedicándole una mirada de reojo y de reclamo a su amigo, antes de volver la vista a Hanako —, sabes que cuentas con nuestro cariño.
—Gracias, Yu.
La teniente sintió el cambio de reiatsu y levantó la mirada en dirección a la entrada, percatándose de que había más personas llegando.
—Ve —pidió Yumichika con un asentimiento y una sonrisa —, nosotros esperaremos por Saya mientras probamos el té que pusiste para nosotros. ¿Las galletas son hechas en casa?
—Hechas en la división, disfrútenlas, con su permiso.
Yumichika suspiró cruzando los brazos antes de mirar a Ikkaku con un gesto de reproche.
—¿Por qué no le dijiste nada?
—¿¡Qué se dice en esas situaciones!? Tú eres el de las palabras bonitas, no yo.
Yumichika suspiró frustrado.
—No cabe duda —exclamó el pelinegro al ver a su amigo darle la espalda, luchando contra las ganas de darle un fuerte golpe en la nuca —. No tienes ni idea de por qué estamos aquí.
—Tú lo dijiste, venimos con ellas.
—¿Ah sí? ¿Y qué sentido tiene un funeral para un solo hombre?
Aquella pregunta le tomó por sorpresa al teniente, que volvió el rostro en busca de la mirada de Yumichika.
Ikkaku paseó la mirada por todo el lugar, percatándose de que los shinigamis convivían en el patio. Sí, se sentía la melancolía y la pérdida por todo el lugar, sin embargo, ahí estaba de nuevo esa camaradería que tanto comenzaba a envidiar.
—A ver si les vamos aprendiendo algo a estas personas —soltó Yumichika yendo a la mesa donde habían dispuesto algunas botanas y bebidas para los asistentes —. Hanako no quería hacer un velorio largo, sólo quería hacer el funeral, la cremación, el discurso y esas cosas que tú y el capitán insisten en catalogar como cursis y trilladas. Pero ella y Saya nunca han tenido un cuerpo que llorar, así que organizaron esta noche como un homenaje a todos los caídos —puntualizó apuntando una hoguera improvisada en el centro del patio. Las llamas naranjas danzaban con el poco viento que había esa noche —, el capitán Zaraki no lo dijo tal cual la capitana Kuchiki lo extendió esta tarde, pero eso de ahí es por si alguien quiere despedirse de sus muertos.
—¿De qué hablas?
—Sólo unas pocas divisiones tuvieron bajas. La cuatro fue la más afectada, la sexta perdió gente, la nuestra también, pero la mayoría de los funerales los llevarán a cabo los familiares porque no hay cuerpos para llorar. La capitana Kuchiki dijo que el fuego estaría disponible hasta el amanecer por si alguien tenía un adiós por dar.
Ikkaku observó la hoguera un rato más, percatándose de que las personas se acercaban con tarjetas en las manos, hojas de papel sueltas que dejaban caer al fuego en medio de suspiros y sollozos antes de retirarse de nuevo a su gente.
La décimo tercera tenía el velatorio de Yamada Kaoru, pero esa noche también había servido para que otros shinigamis llorasen a sus muertos.
Ikkaku comenzó a darse cuenta de que había rostros que no reconocía entre los presentes, comenzando a familiarizarse con la gente de la décimo tercera por el tiempo que pasaba al lado de Saya entrenando o divirtiéndose. Era cierto, esa noche había gente de otras divisiones en ese patio, mirándose unos a otros, sonriéndose, aunque no se conocieran, dándose ánimos, dándose abrazos a pesar de ser completos extraños.
—Ellas no tuvieron un cuerpo al qué llorar cuando perdieron a su gente —terminó Yumichika con un aire melancólico que hizo a Ikkaku suspirar —, ahora quieren darle a la gente una despedida digna.
—Ya entendí —soltó Ikkaku dirigiéndose hacia la hoguera y percatándose de la mesa que había al costado, con los pergaminos y los pinceles, antes de trazar él su propia despedida.
Shinji y Hinamori avanzaban hacia la división en busca de la capitana o la teniente, esperando poder presentar sus respetos a la décimo tercera cuando divisaron a Hanako, avanzando hacia ellos con pasos tranquilos.
—¿Eso qué? —exclamó Hirako volviendo el rostro hacia Hinamori, mientras veían a la teniente avanzar acomodándose la bufanda —¿Significa que está apartada? ¿O qué?
—Capitán —exclamó la teniente mirando a Hirako con reproche, haciéndole desviar la mirada.
—Tranquila, Hinamori, estoy bromeando —soltó el aludido rascándose la nuca mientras una idea divertida cruzaba por su mente —. Todo el mundo sabe que está apartada.
—¡Capitán! —soltó Hinamori con más énfasis mientras Hanako se encaminaba hacia ellos para recibirles y agradecer la presencia —Compórtese, por favor.
—Sí, sí, me estoy portando bien, ¡Yamagawa! —exclamó, consiguiendo a Hinamori encogerse en su sitio por la pena ajena ante el escándalo de su capitán.
Ya le había advertido a Hinamori que no quería estar ahí, que estaba incómodo con el funeral, que no sabía cómo presentarse ante las hermanas cuando él no había podido entregarles el cuerpo de sus padres, pero sabía que tenían que hacer acto de presencia, al menos por el deber como capitanes.
—Hirako taichō —murmuró Hanako a manera de saludo antes de recibir el abrazo de Hinamori y agradecer —, qué sorpresa verlos aquí.
—Sí —musitó el rubio rascándose la nuca —, yo no quería venir, hago chistes malos y pongo incómoda a la gente.
—No hablemos de chistes malos —concedió Hanako sonriendo de medio lado —, casi le dijo a la hermana de Kaoru que arreglaron tan bien a mi soldado que se ve muy vivo.
Tosió, el capitán tosió por la sorpresa, y al ver a Hanako liberar una risa por los nervios, no pudo evitar ser contagiado por aquellas carcajadas flojas que apenas se levantaron entre los dos.
—Tienes que estar jugando.
—Hablo en serio, a Saya también se lo dije.
—¿Qué le dijiste?
—Que le echara un ojo a Kaoru, no fuera que le diera por huir en su propio velorio —Hirako rompió ahora sí en carcajadas mientras Hanako se justificaba con nerviosismo —, es que no le gustaban las fiestas, una vez le hicimos una fiesta de cumpleaños y escapó —soltó alzando la voz al ver que incluso Hinamori había comenzado a reír —. ¡Dios! Me he mantenido alejada de los más sensibles, no quiero hacerles una grosería —dijo al final, tomando su brazo y desviando la mirada con una sonrisa —. Pero al menos el resto no lo pasa tan mal luego de hablar conmigo.
—Deberías ser comediante.
—Ay, no, la comedia se me da fatal. No tengo madera para esto.
—Me da gusto verte entera, Yamagawa.
—Ha sido difícil, pero con tantas muestras de cariño, es sencillo recuperar la esperanza. Además, desde el momento en que elegimos ser shinigamis y servir al Gotei, sabemos que nuestras vidas están en peligro, estar en la línea delantera significa saber que estamos dispuestos a morir por la humanidad.
—Sabias palabras de personas no tan sabias —bromeó el rubio, consiguiendo que Hanako le diera un golpecito en el hombro a manera de reproche —. Casi amanece.
—Sí —murmuró la teniente levantando la mirada hacia los presentes, buscando a los familiares de Kaoru y sonriendo con melancolía —, la gente ya está lista para despedirse.
—Perdón si no comprendo esa afirmación —atajó el capitán con dudas en la mirada, consiguiendo que Hinamori avanzara también un paso, movida por la curiosidad.
Hanako sonrió de medio lado antes de dedicarles una sonrisa cálida.
—Los funerales son un gesto de compasión para los vivos, no para los muertos —explicó mirando a los presentes —, Kaoru ya no está, no siento su reiatsu desde la batalla, imagino que su alma encontró el camino correcto, así que dejé que saliera poco a poco de mi mente, pero la familia se queda, los compañeros, los amigos, ellos necesitan despedirse. Pedí autorización de mi capitana para hacer esto y darle a nuestra gente la oportunidad de despedirse.
—Rukia-san tuvo la amabilidad de invitarnos y explicarnos la hoguera —comentó Hirako cuando Hinamori le sonrió —, nos pareció un gesto noble.
—Así la gente ha podido despedirse. ¿Ve eso, capitán? —murmuró Hanako observando a detalle los rostros de la familia de su subordinado —En sus rostros hay resignación al fin. Toda la noche he estado buscando ese gesto en ellos para saber que es momento de proceder. Ahora no queda una sola persona en este lugar que no esté lista para decir adiós.
Hirako suspiró asintiendo con solemnidad antes de mirar a Hinamori y apuntar a Hanako con un gesto de la cabeza.
—Eso es compasión, y no se puede aprender —apuntó el capitán consiguiendo que su teniente asintiera con entusiasmo —, gracias por eso, teniente, nos hace falta esperanza en noches tan oscuras.
—El momento más oscuro de la noche es justo cuando saldrá el sol —prometió la chica con una sonrisa antes de hacer una reverencia a manera de disculpa —, debo buscar a mi capitana, con su permiso.
Ambos shinigamis vieron a la teniente alejarse hacia Rukia, saludando a los presentes a su paso con gestos dulces y diplomáticos, serena como nunca, y cargando el peso del mundo sobre sus hombros.
—Sin duda será una gran diplomática —murmuró Hirako para sí mismo, ganándose una mirada seria por parte de Hinamori —. La princesa del Gotei —añadió divertido antes de avanzar hacia la puerta y retirarse —, así la llamó Saya. Vamos, Hinamori, tenemos que descansar también.
—S-sí, capitán.
Rukia avanzó un par de pasos, pero la mano de Hanako alcanzó la suya, la teniente entrelazó sus dedos con los de su capitana un momento antes de sonreírle y negar con la cabeza.
—Permítame hacerlo a mí —pidió amablemente mientras Saya se acercaba a ellas.
—Pero...
—Vamos, capitana —exclamó Saya divertida —, concédale eso a Kaoru, después de todo, estaba enamorado de Hana.
—¡Saya, eso no es relevante! —exclamó Hanako con las mejillas sonrojadas.
—No, es cierto —comentó Rukia aliviada —, deberías hacerlo tú, después de todo, tú organizaste todo esto.
Hanako asintió a manera de agradecimiento y se puso de pie frente al ataúd de su amigo, dándole la espalda antes de tomar aire y afianzar su postura.
Era un gesto que tenía muy arraigado, ni siquiera se daba cuenta cuando lo hacía, cruzar los pies en quinta posición cuando tenía miedo y tenía que hablar frente a grupos grandes, como ahora, que entrelazaba sus dedos y tomaba aire.
—Buenas noches —dijo con voz poderosa, ganando las miradas de todos los presentes.
La gente se aglomeró a su alrededor con aires distraídos, movidos por la curiosidad al ver la solemnidad en las facciones de aquella teniente.
—En nombre de la décimo tercera división y la familia Yamada quiero agradecerles a todos los que nos acompañan esta madrugada. Nos infiltraron —murmuró Hanako con melancolía, encontrando los ojos de Byakuya, consiguiendo un asentimiento de su parte, como si le brindara su apoyo en la distancia —, y eso implicó que perdimos muchas cosas en las últimas horas. Perdimos amigos, perdimos la fe y la esperanza. Nosotros en la décimo tercera perdimos a un amigo, aliado y hermano —murmuró mientras buscaba las palabras para continuar, ahora estaba tan perdida.
(Tears of an angel – RyanDan)
Y no fue en los ojos de Byakuya sino en los de Saya, donde encontró la fortaleza para continuar. Asami se había ido a descansar esa noche, al menos estaría bien y estaría tranquila, no tenía por qué preocuparse de su pequeña.
—Hay huecos que no pueden ser rellenados —afirmó Hanako mirando a los presentes, sintiendo que una chispa se encendía en su pecho —, hay ausencias que seguirán pesando, escritorios vacíos, habitaciones sin ruido, sonrisas y palabras que no volverán a ser pronunciadas por aquellos que amamos. Y es gracias a ellos que nosotros estamos aquí. En las últimas horas perdimos a mucha gente por una infiltración al Gotei, y es gracias a cada uno de ellos que podemos vivir para pelear otro día, pero esta noche no se trata de los héroes del Gotei, sino de un amigo querido al que perdimos. Kaoru era un soldado diligente, pero antes fue un ser humano y un amigo que siempre supo contar un chiste agradable, que siempre siguió a las personas a las que admiraba y que siempre buscó el bien común. Y esta noche nos despedimos de él. No volverá, pero al menos puede vivir a través de nuestros actos si estamos dispuestos a disfrutar nuestra vida como él hubiera querido. Gracias por estar aquí, pero hagamos que la vida de Kaoru, su muerte, trascienda a una noche de velorio y un funeral hermoso, hagamos que cuente, cada día de nuestra vida.
La teniente recibió algunos aplausos, gente asintiendo, lágrimas desperdigadas mientras se preparaba para dar el siguiente paso, mirando a los padres y a la hermana de Kaoru, como pidiendo permiso.
Fue el asentimiento de la más joven de la familia lo que dio a Hanako el valor para continuar.
—Bankai... —murmuró Hanako con desgano, liberando su reiatsu hasta hacer aparecer el haori rosa con los detalles de llamas —, mousou, Karyū...
Hanako se encaminó hacia el ataúd en medio de un suspiro, cubriendo mejor sus hombros, envolviéndose en la bufanda antes de mirar una última vez el rostro de Kaoru. Tenía la misma expresión que había compuesto al morir, aquel sería un gesto que recordaría el resto de su vida, esa sonrisa ladina y socarrona en la que demostraba lo feliz de saber que estaba al haber rendido su vida a Gotei.
—Cumpliré a mi promesa —murmuró Hanako antes de besar las yemas de sus dedos y acariciar la frente de aquel shinigami caído.
Retrocedió hasta poner dos metros de distancia con el shinigami y extender una mano hacia Saya, que avanzó hasta situarse a su lado, entrelazando los dedos con los de su hermana. Rukia se había acercado también, y ahora se refugiaba bajo el brazo disponible de la teniente, las tres shinigamis observando el ataúd una última vez.
—Llora —murmuró Hanako con los ojos cerrados —, consúmelo, renace y arde...
Del suelo brotaron raíces que rodearon el ataúd, la gente observó aquel desplante de poder con cierto grado de asombro mientras las hermanas recargaban la cabeza una contra la otra. Saya y Asami habían visto a Hanako hacer brotar raíces de las cenizas, a la soldado le tomó por sorpresa ver el ataúd cubierto de pronto por ramas y flores, glicinas adornando aquella tumba con elegancia y con cierto brillo, y una a una, todas las flores comenzaron a arder, incendiando aquella pila de raíces y con ellas el cuerpo del soldado caído.
Una hoguera, el funeral de un rey, había dicho Hanako a la familia de Kaoru, y una placa, una tumba en el lugar en el que se llevaba a cabo la cremación.
La teniente sabía que las cenizas de sus raíces servirían para dejar la tierra fértil, ahí donde ahora ardía Kaoru, después habría un árbol, un durazno, un cerezo, algo que diera frutos y que pudieran compartir con cualquier shinigami que se acercara, así como Yamada Kaoru siempre había compartido su sonrisa.
Rukia se disculpó, tenía que ir a sentarse.
La hoguera seguiría ahí hasta consumirse, la gente comenzaría a retirarse, pero Hanako y Saya permanecerían al pie mientras las llamas violetas y rosas siguieran subiendo hacia el cielo.
Hanako no lloró de nuevo, ahora era real que Kaoru ya no estaba más, ahora era cierto que su confidente de la trece se había esfumado, así que podría seguir adelante, abrazando a su hermana para mantenerla cerca, para cubrirla del calor, para resguardarla de lo que ocurriera después.
Porque esta vez no estaba oculta tras una máscara de falso bienestar, Hanako había despedido por fin a su amigo y estaba lista para seguir y para cuidar a aquellos que se quedaban atrás.
—Por la trece —murmuró la teniente al sentir que el escuadrón de Yamada, encabezados por Horuki, se acercaban hasta ellas.
—Por la trece —respondió Saya apretando un poco el gesto.
—¡Por la trece —exclamaron al unísono, algunos en medio de lágrimas, de suspiros, de sollozos, otros con el orgullo creciendo en su pecho, todos sintiendo la tristeza del adiós —, por el Gotei y por la humanidad!
Los primeros rayos del sol emergieron en el horizonte, sellando aquella promesa mientras la gente se alejaba del lugar, dejando a las hermanas solas frente al fuego. Esperarían un poco más, y después Hanako prepararía galletas para sus hombres.
No había dormido, no tenía sueño, sólo un letargo de incertidumbre y, extrañamente, paz.
...
Se había retirado sin dar explicación alguna, espero todo lo que pudo frente a la cremación de Yamada junto a su hermana, pero en cuanto todo quedo en cenizas, desapareció lo más rápido que pudo tras un shunpo. Ahora estaba en uno de los tejados de su división, viendo el nacimiento de aquel nuevo día en el Gotei.
No sería lo mismo, los entrenamientos no volverían a ser iguales. Yamada era quien seguía con ímpetu cualquier reto que ella les pusiera en los entrenamientos, era a quien podía desafiar sin que se intimidara, hasta parecía buscarla para alguna competencia absurda. No podía decir que tenía tan buena amistad con él como la que ha forjado con Ikkaku y Yumichika, pero era un compañero con el que convivía mucho.
-Tu hermana preparo sus famosas galletas– Renji aparece a un lado de ella, con una galleta de chocolate envuelta en una servilleta y un vaso humeante –Y… te debía un chocolate caliente…- Se sienta a un lado de ella, un poco cerca, inseguro de acortar más la distancia –Perdona por tardarme tanto en traértelo
-Solo un par de días– Trata de bromear mientras recibía lo que Renji le trajo –Bien dicen que más vale tarde que nunca– Da un sorbo a la bebida, sintiendo como el calor y el sabor la reconfortaban.
Quedaron un momento en silencio, viendo la luz de aquella mañana. La verdad, Renji no estaba seguro de que hacer, era claro que a Saya le dolía la muerte de su compañero, que seguía manteniéndose fuerte, podía verlo en su rostro pensativo.
-Supongo que…- Estaba tratando de romper el silencio, no deseaba ser grosero o sonar agresivo, así que debía cuidar sus palabras –Preguntar como estas…- Se rasca la mejilla con su dedo índice, ojalá fuera tan bueno hablando como su capitán.
-Se siente raro…– Interrumpe Saya, mientras Renji le prestaba toda su atención –Ikkaku me dijo que para Yamada fue un honor el morir sabiendo que peleo casi con la misma valía que un teniente o un capitán, a pesar de llevar el rango de soldado, que yo lo inspire a eso– Ve como sus manos se aferran a la taza aún caliente –Pero… no se si sentirme bien o mal por eso
-Tu no lo orillaste a querer sacrificarse– Quería hacerle ver claro ese punto, Renji entendía ese sentimiento –Lo que le enseñaste, fue que el ser un soldado no es símbolo de debilidad
-Lo demostró– Bajo la mirada, incluso el flequillo parecía ayudarle a cubrir sus ojos –En cuanto llego y peleo a nuestro lado, demostró que el rango no te impide dar todo en una batalla, él mismo me dijo que fuera auxiliar a mis hermanas, se veía tan seguro de poder hacerse cargo, yo… dude un momento, los genzanki que quedaban eran las copias más débiles, quizá si usaba el shunko podría acabarlos y luego irme, pero aún no lo tengo dominado, por eso dude y me fui
Ese era un reclamó propio, podía escuchar el rechinar de sus dientes, entonces entendió que ella se culpaba por la muerte de su compañero.
-No había otro escenario, no podía cambiar, era lo menos que se podía hacer en el momento- Explicó Renji con la mirada al frente -Es algo que siempre va a doler, pero tenía que ser así, por alguna extraña razón que desconocemos
-Supongo que si…
La ve dando otro sorbo al chocolate, todavía pensativa al bajar la taza y mirar al horizonte.
-Eres muy fuerte Saya– La mira, sonriéndole de forma tenue y comprensiva, ella lo miro en ese momento también -Y no me refiero a tus asombrosas habilidades con el hakuda y tus espadas, tu corazón es muy fuerte- La ve sonreír, no de forma soberbia, si no con gratitud -Pero de vez en cuando, necesitas dejarte caer un poco, por lo menos con una persona
Lo dijo quizá insinuando que fuera a hablar con Hanako o Asami respecto a eso, incluso también con Ikkaku y Yumichika, quienes ya eran amigos incondicionales de Saya, estaba seguro ellos también le darían palabras de apoyo para esos momentos. No, nunca esperó que fuese Saya quien se acercara más a él para recargar su cabeza sobre su brazo, ni mucho menos, ver en la shinigami una sonrisa más calmada, como si la paz hubiera llegado a ella, aunque él realmente no haya dicho o hecho nada para quitarle la culpa que sentía.
-Gracias– Fueron sus únicas palabras, dejándose ver en su rostro un poco de aquella chispa que le caracterizaba.
Un suspiro escapo de su boca al tiempo en que se dibujaba una sonrisa enternecedora, pasando un brazo por detrás de la chica y apoyándolo sobre sus hombros, ejerciendo una reconfortante presión sobre ella.
No había hecho gran cosa, según su pensar, pero Saya no necesitaba palabras de apoyo o que le repitieran que no había sido su culpa, solo necesitaba que la escucharan, y tener a alguien a su lado para dejar ir la culpa que la embargaba, dejar caer las defensas y abrirse hacia su interlocutor.
