Mil disculpas a quienes nos leen (en secreto jijiji), retrasos técnicos y pues, celebrando ya un año de esta historia que nació de un sueño (22 de mayo creo que fue la primera publicación)

A mis hermanas gracias por la paciencia y pues, no los entretengo, disfruten


Había estado buena parte de la noche acompañando a su madre en el homenaje a los caídos, pero en cierto punto desapareció. Él tenía otras obligaciones, no quería estar cansado por la mañana, así que había dormido unas seis horas antes de iniciar su día.

-Te has levantado muy temprano a pesar de dormir tan tarde- Escuchó la voz de su tío, por lo que le sorprendió verlo a él, también despierto - ¿A dónde vas con tanta prisa? Es martes de taichí

-Tío Byakuya-sama- Una leve reverencia, antes de continuar su charla y su andar -Perdón, hoy no podré practicar taichí, el capitán Hitsugaya me ha encomendado algo importante…

- ¿Algo importante, dices? – Dio un sorbo a su té, levantó una ceja y luego miró a su sobrino -Lo más importante para el capitán Hitsugaya, hasta el momento, es la tercer oficial Yamamoto ¿no es así?

Las mejillas de Yoshio se tiñeron de rojo, lo que lo hizo pasar saliva con pesadez mientras pensaba que responder.

-Entiendo la responsabilidad del capitán de proteger a la menor de las hermanas, pero un paso en falso, podría llevarlo a ser consumido por las llamas- Los ojos de Yoshio parpadearon varias veces mientras miraba a su tío quien, por su parte, aun no terminaba de despegarse la taza de los labios, haciendo una leve mueca traviesa -Por favor, salúdame a la tercer oficial cuando llegues con ella, y espero ella pueda enseñarte tan bien como yo a comunicarte con tu zanpaku-tō

-C-claro tío, ella… ha hecho un gran trabajo para ayudarme con mi zanpaku-tō y…- Se sonrojo, la verdad es que no quería desestimar las enseñanzas de su tío, pero tanto su superior como él lo habían estado apoyando en ese gran paso -Te veré mas tarde, que tengas un buen día

Una reverencia y su desaparición hicieron a Byakuya torcer los labios en una mueca divertida; al menos podría ir a su propio ritmo si es que deseaba, en verdad, relajarse y sentirse bien con sus costillas.

Que difícil era despertar cuando estaba en compañía, en su compañía, entre sus brazos. Se revolcó un poco, girándose, permitiéndole abrazarla por la espalda, sintiendo el frescor de la mañana.

-Tienes que despertar- Su voz, música para sus oídos, le enchinaba la piel, la hacía estremecerse -Aunque, llegar tarde por estar contigo, vale la pena

Se enderezó, girándose un poco para verle a la cara, apoyada en sus brazos y sonriendo.

-No me hagas ver como la mala en esto- Comento, retirándose el cabello de la cara, mirando el rostro de su novio -Pero te tomo la palabra porque tengo hambre

Pereza, eso era lo que sus cuerpos sentían, luego de que el día anterior pareciera el fin de una pesadilla. Quedarse en cama y lamentarse ya no era una opción, así que tomaron sus cosas y se alistaron, emprendiendo camino a la oficina del albino.

- ¿Sabes que vas a desayunar? – Pregunto con curiosidad, mirando hacia abajo y viendo el rostro de su novia hacer algunas muecas -No me digas, todo se te antoja

-Oye, no quiero que pienses que soy una glotona…

-Bueno, se que no lo eres, pero se que eres buena para terminar los postres de Hanako- Sonrió, divertido por el mohín que había en su rostro -Igual me gustas

Unas simples palabras que tiñeron sus mejillas de rosa, un tenue rosa que prevaleció cuando ambos se miraron a los ojos, y si, Tōshirō había visto como sus ojos tenían un brillo inexplicable que delataba algo más, pero que, de momento, solo él podía saber, ¡Cuánto moría interiormente por decirle la noticia!

-Arroz, verduras al vapor, sopa miso y…

-Tamagoyaki…- Finalizó la chica, tomando su mano y aferrándose al brazo del albino, con fuerzas, algo que no le molesto, porque amaba sentirla cerca - ¿Fruta de temporada?

-Por supuesto ¿algo más que desees agregar? – Ella negó, sonriendo, infantilmente y feliz mientras llegaban al edificio principal.

Cuando entraron a la oficina, vaya sorpresa fue ver a la pelirroja, ¡trabajando! Esto ni siquiera el mismo capitán podía creerlo, sacudiendo la cabeza con insistencia mientras su teniente sonreía desde el escritorio que antes le hubiera pertenecido a ella y que actualmente, era de su novia y tercer oficial.

-Estaba dando por hecho que ninguno de los aparecería por aquí- Dijo burlona la mujer mientras estiraba un poco los brazos, mirando a la pareja aun de pie en la entrada -Los informes atrasados están en orden, deje en su escritorio los que debe firmar y… aun debo rellenar otros documentos

-Te dejare trabajar, estaré en los jardines- Dijo la chica mientras veía a su novio aun sin poder salir de la sorpresa, despidiéndose de la mayor con un movimiento de mano.

Camino hasta encontrar el árbol perfecto, sentándose a la sombra de este, descansando, sintiéndose libre por unos momentos, cerrando los ojos y tratando de ver si podía conectar con su poder, con su zanpaku-tō, a pesar de la distancia.

-Asami-san…- Pudo escuchar en algún momento, quería abrir los ojos, pero estaba tan concentrada que le era casi imposible -Asami-san…

¿Cuánto tiempo había transcurrido desde entonces? Abrió los ojos, extrañada por la presencia del joven Kurosaki, quien le sonriera al verla abrir los ojos.

-Yoshio… uhm…- Se acomodo un poco en el suelo, sintiendo el pasto entre sus manos - ¿Qué haces aquí?

-El capitán me envió, te manda esto- Dijo entregándole un bentō -Creo que tomaste una pequeña siesta

-Irónico, sabiendo que casi acabamos de despertar- Bufó divertida mientras destapaba el bentō, mirando que contenía todo lo que había pedido mientras caminaban hacia la oficina, incluso, llevaba una porción doble de Tamagoyaki - ¿Tienes algo que hacer hoy?

- ¿Uh? ¿Por qué la pregunta?

-No estoy en servicio, de hecho, digamos que puedo hacer lo que quiera, pero, aun estoy ayudándote a entrenar para que conectes con tu zanpaku-tō- Comento, llevándose un bocado de Tamagoyaki a la boca y saboreándolo -Byakuya también te ayuda, ¿no es así? ¿Has logrado algo con tu zanpaku-tō?

-Nada aún- Suspiró, mirando su zanpaku-tō con una mueca en los labios, lo que hizo sonreír a la joven - ¿De verdad es tan difícil conectar con una zanpaku-tō? Es decir, ¿Cuántos años te llevo a ti?

-A estas alturas, no lo recuerdo, pero creo que fue algo que paso involuntariamente, el abuelo no creía que pudiera alcanzar a mis hermanas tan rápido- Respondió, recordando fugazmente aquel día, y como había dejado impresionado al viejo Yamamoto y a su teniente -A veces una cosa difícil te lleva a una más sencilla, por ejemplo, yo no batalle para hablar con Daya Kōu, pero tuve que entrenar mucho para perfeccionar mi técnica, así como Hanako, por otro lado, Saya batallo un poco para conectar con Kairyū, pero le ha sido fácil controlarle

-Que difícil es todo esto- Murmuró, sentándose frente a la chica y adoptando la posición de meditación -Muy bien, comenzare

-Y aquí estaré- Respondió ella, sonriendo -Aíslate, deja que el viento, la hierba y todo lo natural posible llene tu mente, siéntela a ella…

En ese momento solo eran ellos dos, no había nadie más que interfiriera con aquello, y eso les bastaba, porque para ella era un momento de relajación, podía también meditar y sentir sus poderes, sentir a Daya Kōu a la lejanía; esa ya era ganancia para ella, pero seguía sin poder sentir los reiatsu.

Había estado encerrado en su oficina, pensando en cómo iba a darles la noticia a sus cuñadas. Evadir a Matsumoto se volvía una tarea titánica, como odiaba a esa mujer en casos de chismes.

Si, debía aprovechar la oportunidad, mientras Asami se encontraba ayudando a Yoshio con su entrenamiento.

No era de visitar otras divisiones, pero desde que tenía cuñadas, tal vez ir a verlas directamente a su división era lo mejor.

-Hola Hanako- Dijo al ver a la chica, quien le sonriera con gentileza.

Había cierta sorpresa en la mirada de Hanako al ver ahí a su cuñado, pero eso no evitó que la chica se levantara para ofrecerle una taza de té.

—De verdad es una sorpresa verle por aquí esta mañana. ¿Se encuentra todo en orden?

Suspiro, sobándose la nuca con nerviosismo, las hermanas acababan de pasar por una perdida, más que familia, un hermano, un compañero de su división.

-Si, es solo que…- Una pausa, ¡Que difícil era eso! Había pensado que sería más sencillo ¿Por qué no le dejo el aviso a Kotetsu? -Necesito hablar contigo, y con Saya… sobre Asami…

- ¿Hablar sobre Asami? – Saya apareció de la nada, poniendo al capitán con los pelos de punta - ¿Le paso algo a nuestra peque?

Gruño, lo había tomado con la guardia baja, muy baja.

-No es como que le haya pasado algo, pero no es bueno que lo hablemos en público- Afirmó, comenzando a preocupar a las hermanas - ¿Podemos hablar en tu oficina?

—Servido está, capitán, estamos las dos —canturreó Hanako con el corazón acelerado, sorprendida sí, pero guardando la calma —. Podemos hacerlo en mi oficina, la puerta cerrada siempre es una orden de confidencialidad

Agradecía aquello, así que los tres caminaron hasta la oficina de la teniente, donde una vez las puertas se encontraron cerradas, Tōshirō tomó el valor suficiente para decirles la noticia.

-Kotetsu hizo unas pruebas a Asami sobre la droga que Kurotsuchi utilizó para sedarla, lejos de los componentes que se utilizaron, descubrió que esta embarazada…

—Oh —murmuró Hanako sintiendo que aquellas palabras caían en su lugar lentamente.

Sí, había sentido el reiatsu de su capitana cambiando conforme el embarazo avanzaba, y había sentido cambios en el reiatsu de Asami, pero se lo había atribuido al shadow.

—Oh —repitió mientras todas las piezas caían en su lugar.

- ¿Asami embarazada? – La pregunta de Saya era confirmativa, asegurándose de que había escuchado de forma directa lo que su cuñado había dicho.

Asintió, sentía demasiada calma, la verdad esperaba alguna otra reacción, a lo mejor no emociones tan cercanas a felicidad, pero si algo mas fuerte; dudas, intrigas, nada de eso parecía aglomerarse en esa habitación.

-Si Saya, embarazada- Afirmó, soltando un suspiro -Le hizo otras pruebas, pero no tendrá los resultados hasta dentro de unos días, solo quiere confirmar que el bebé está bien, y que las voces no afectaran la salud de ninguno de los dos

-Vaya...- Suspiro Saya, recargándose en su silla, no muy segura de como tomar la noticia -Esa es una gran noticia, claro...

Hanako suspiró corto, tomando asiento y mirando las cosas distribuidas en su escritorio mientras se acomodaba mejor la bufanda.

—Capitán— Dijo levantando la mirada hacia Tōshirō, poniendo la diplomacia de por medio, como cada vez que dudaba de sus decisiones —, ¿Asami lo sabe?

-No, no lo sabe, estoy esperando que Kotetsu me confirme que todo esta bien, que Asami va a poder llevar un embarazo sano, que el o ella esta bien- Suspiro, porque había estado pensando en eso todo el día, toda la noche -De momento, la tranquilidad mental de Asami es prioridad, ella lo ha confirmado, mientras menos alterada este, menos posibilidades existen de que las voces aparezcan

-Debería sospecharlo, por lo menos- Comenta Saya, arqueando una ceja, incrédula, mientras pasaba la mirada de su hermana a su cuñado repetidas veces - ¿No se deben tener síntomas?

Hanako soltó una risa ligera que podría haber confundido a su hermana, después de todo ¿qué era tan divertido?

—Síntomas como: ¿intolerancia al café?

-Eso no tiene nada que ver, ¿Porque tendría que caerme mal el café solo porque Asami esté embarazada?

—¿Recuerdas cuando me dio una infección en el estómago por comer de más? — Cuestionó Hanako con sarcasmo mientras miraba hacia el techo, divertida ante la idea.

-Si... yo tampoco pude comer- Se queja, cruzándose de brazos, aunque, al mismo tiempo, empieza a armar las piezas del rompecabezas -Espera... entonces yo no he podido tomar café porque...

—Capitán Hitsugaya —llamó Hanako recobrando la compostura, mirando a su cuñado con una sonrisa maternal —, ¿cómo se encuentra usted con la noticia?

-Estoy nervioso, asustado, pero dispuesto a protegerla, sobre todo de la cacería de brujas de nuestro loco científico- Respondió, suspirando, mirando a Hanako -Nadie más en el gotei lo sabe, solo nosotros y Kotetsu, y estoy aun mas preocupado cuando el resto de los capitanes se entere, al menos, por como los vi reaccionar ante la noticia del embarazo de su capitana

- ¿Y no piensas decirle nada? - Cuestiona Saya, tal vez algo insistente.

Tōshirō volteo a ver a la morena con curiosidad, acaso ¿no estaba poniéndole atención?

-No de momento, esperaremos a la confirmación de Kotetsu, así que, espero me ayuden a cuidar de ella- No lo pedía como un favor, si no como una suplica -Mi plan de momento es mantenerla ocupada con Yoshio, el… es un buen distractor para Asami, y lo ayuda a mejorar

—Si ese es el caso —soltó la teniente antes de levantarse y avanzar hasta su cuñado, tendiéndole una mano en un gesto diplomático —, Tōshirō, tú sabes cómo es importante este tema para mi hermana, y honestamente estoy muy feliz por ambos, pero no celebraré con ustedes hasta que estén listos para sentirse dichosos. Parece que las buenas noticias vinieron a cambiarnos el día —concluyo sonriendo para Saya, dándole una palmadita amable en el brazo.

-Y, por supuesto, cuidaremos más que nunca de ella- Afirma Saya con convicción -Descuida, no tienes que preocuparte por ello

-Esperemos la confirmación y el saber cuanto tiempo ha pasado, tal vez solo esperemos unos cuantos meses antes de tener un nuevo integrante en la familia- Tomo la mano de Hanako, un contacto cálido en comparación con su tacto frío, y no precisamente por su forma de ser -Esperemos podérselo decir en una situación menos… agobiante, y que lo tome con alegría

Hanako dio un tirón suave a Hitsugaya, abrazándole en un gesto dulce que tomó desprevenido al capitán, antes de soltarle y retroceder dos pasos, una actitud jovial e infantil que dejó helado al capitán.

-Claro que le alegrara- Afirma Saya, apoyando a su cuñado con unas palmaditas en la espalda -La peque siempre ha tenido ilusión de tener hijos- Mira a su hermana, ante una idea socarrona para quitar más la tensión acumulada por esos días -Entonces… aparentemente, tendremos primero un baby shower antes de una boda ¿verdad?

¿Boda? No, Hanako suspiró tratando de quitarse de encima aquella acusación, tratando de zafarse alegando locura.

—¿Baby Shower? Yo me apunto, haré cupcakes rosa y azul. ¿Hacemos dinámicas para adivinar el sexo del bebé? Espera, ¿boda? —repitió la teniente, nerviosa, sí, reacomodándose la bufanda, sabiendo que podía cometer un desliz y fallar en su estrategia —, si se casan antes de que nazca el bebé, Asami no podrá lucir el vestido de mamá... a menos que hables de tu boda con el teniente Abarai...

No, aunque Hanako había considerado seriamente hablarles a sus hermanas de los cambios recientes en su relación con Byakuya, saber lo del bebé sólo le daba una pauta para alargar más esa noticia. Asami no podía alterarse, y con los términos en los que estaba la menor de sus hermanas con su novio... No.

-A ese teniente apenas y lo empiezo a tolerar como amigo- Se cruza de brazos ladeando la mirada, tratando de ocultar entre su cabello el intenso sonrojo que tenia en el rostro.

—Oh vamos, si te adora, y podrían prestarnos la sexta para realizar una hermosa boda en el jardín —soltó divertida Hanako mientras le acariciaba el cabello a su hermana.

-Nos estamos saliendo de tema- Expresó, sacudiendo las manos a manera de tratar de volver a la charla anterior -El capi no tan mini nos vino a contar sobre Asami

—Sí, y tú pediste una boda y un Baby shower —soltó Hanako alegando demencia, celebrando internamente haberse salido con la suya.

Tōshirō las miraba de brazos cruzados, ¿sería capaz de darles por su lado a sus cuñadas?

-Planeen y organicen todo lo que quieran, solo mantengan todo alejado de ella- Soltó, arqueando una ceja -Aun creo que nos precipitamos, pero lo hecho, hecho esta, y la verdad, estoy emocionado...

-Ambas lo estamos cuñado- Suelta efusiva Saya -Y sé que Asami también lo estará en el momento en que sea apropiado darle la noticia

—Un paso a la vez —pidió Hanako pensativa, apresando los bordes de la bufanda entre sus dedos para organizar sus ideas —. Capitán, agradezco mucho que nos haya dado esta información —murmuró Hanako acercándose de nuevo al capitán antes de sonreírle a su cuñado y ofrecerle los brazos de nuevo, esta vez en un gesto más controlado —, ¿felicidades entonces?

-No, al contrario, agradezco que hayan tomado esto con calma- Se acercó a Hanako, recibiendo el nuevo abrazo -Gracias, y espero que no les moleste que se quede en la décima, anoche no dormí por cuidarla y, pude sentir el espíritu de su zanpaku-tō venir a ella

Hanako sonrió dulcemente asintiendo una vez.

—Ese par está seguro en sus manos capitán, nadie la va a cuidar como nosotras, pero usted se acerca bastante —bromeó al final con un retintín de sarcasmo.

-Y estaré con ella en un parpadeo si siento que está en problemas- Alardeo la morena de su velocidad, señalándose el pecho con el pulgar en el lugar donde estaba su tatuaje de flores.

-Volveré a mi trabajo, estaba un poco nervioso de decirles la situación luego del funeral de su soldado- Se rasco la nuca con nerviosismo, pero se compuso luego de un suspiro -Las veo luego, le diré a Asami que están bien

-Un nacimiento tras una muerte- Comento Saya casi en poseía -No pudiste darnos esta noticia en mejor momento capi no tan mini- Le guiña un ojo, dejándole ver su diversión ante el apodo y su camaradería.

Sonrió, por vez primera no sintió la necesidad de reprimir a Saya con sus apodos, había bastante tranquilidad den su semblante, o al menos eso notaron las hermanas también. El trabajo de ese día se volvería más fácil para ellos, tal vez.

Hanako suspiró encarando el escritorio de Yamada, todas las cosas seguían en su sitio, las hojas, los pinceles, los documentos sin revisar. La teniente pasó saliva con dificultad sabiendo que, en algún momento, ella tendría que ir a despejar aquella área y entregar los objetos personales a la familia.

Levantó un pincel que reconoció como propio y sonrió de medio lado recordando que Kaoru se lo había pedido prestado tiempo atrás, a pesar de tener él su propio juego de pinceles.

Hanako suspiró tomando entre sus manos el pincel más gastado del escritorio y lo encajó en su obi con media sonrisa.

—Kaoru, tú tuviste mi pincel durante meses, ahora es mi turno.

En la mañana había charlado con Byakuya al respecto luego de su entrenamiento matutino, alegando que no quería tener que despejar ese escritorio ella sola, pero que era su deber como teniente, así que tomó otro de los pinceles más nuevos suspirando una vez más, sujetó su cabello con ese pincel y se dirigió hacia una de las cajas de cartón que había acercado para comenzar.

—Un pajarito me dijo que estarías aquí – aparece Saya recargada en el marco de la puerta cruzada de brazos, con su usual actitud despreocupada y sonrisa ladina – veamos que secretos bochornosos encontramos de Yamada para que venga a jalarnos los pies en la noche por burlarnos de él — se encamina a donde su hermana, tratando de quitarle un poco el peso de aquella dolorosa tarea.

Hanako profirió un suspiro pesado antes de dedicar una sonrisa para su hermana.

—No quiero molestarte, seguro estarás ocupada. Y, de todos modos, dudo que Kaoru tenga algo en su escritorio que valga la pena para hacerle salir de la tumba. A menos que su caja de "por sí acasos" tenga algo comprometedor. Hola Saya.

—No es para nada molestia – rueda los ojos. ¿Por qué Hanako siempre tenía que ser así? – será más rápido si te ayudo así que… ¿por dónde empezamos el saqueo? – le dedica una sonrisa brillante, casi divertida, aquello no tenía que ser del todo doloroso

Hanako asintió una vez, sonriendo para su hermana.

—Cuenta la leyenda que Yamada guardaba dulces en las gavetas, ¿Quieres iniciar el saqueo por ahí?

Hanako sonrió para su hermana, dando una caricia suave a su hombro, una forma de agradecer el apoyo, sabiendo que no tendría que hacerlo sola.

—¡Pero claro! – exclama entusiasta, buscando en dicho cajón – el muy maldito nunca me quería dar sus almendras con chocolate, no sin antes ganarle en algún reto, tacaño – refunfuña, evocando aquel divertido recuerdo de su compañero

Hanako soltó una carcajada ante aquello, sentándose al escritorio y rebuscando entre los cajones bajos, paseando una mirada atenta a cada cosa hasta encontrarse con una caja mediana con una leyenda escrita a tinta lila: Por si acaso.

Hanako removió la tapa y sonrió con más ganas, levantando los ojos hacia Saya mientras sacaba un sobre con su nombre.

—Sis, ven acá —soltó ofreciendo el sobre y bajando la mirada de nuevo, rebuscando entre las cosas antes de gritar —¡Horuko!

—Así que esto era lo de "por si acaso" – comenta asomándose a la caja, notando que había algunos sobres más con nombres — ¿dejó sobres para todos? – pregunta abriendo el propio, comenzando a leerlo

—No creo —murmuró la teniente con aires distraídos, leyendo los destinatarios y sonriendo mientras Horuko llegaba hasta la puerta con una mirada de curiosidad.

—¿Necesita algo, teniente?

—Sí —murmuró Hanako apuntando algunos nombres en un papel —, a ellos, aquí. Por favor.

—Ya les llamo, teniente.

Hanako esperó hasta quedarse sola para levantar la mirada hacia su hermana, movida por la curiosidad.

Una sonrisa, entre divertida y conmovida empezó a dibujarse en el rostro de la soldado conforme sus ojos pasaban por los kanjis de aquella carta, sonrisa que poco a poco se fue haciendo una sutil risa hasta llegar a convertirse en una carcajada.

Hanako miraba aún más con curiosidad a su hermana, llegando a sonreír con extrañeza, contagiada quizá por la risa de su hermana, pero esperando a que le revelara que era lo que decía la carta que le dejó su querido soldado y amigo

—Ese desgraciado – dijo Saya aun entre risas – me dejo todo un mapa del tesoro para buscar las almendras – le muestra la otra hoja, donde estaba un claro croquis de la división trece – según esto… es una dotación suficiente para varios meses. Bien decía el maldito que solo me daría todas las almendras sobre su cadáver – mira la carta, yéndose la carcajada y quedando solo una sonrisa un tanto melancólica

Hanako ahogo una risa discreta antes de sacar su propio sobre y negar con la cabeza.

—Ay, vamos, no seas tan dura, igual te encantan esas cosas.

Hanako suspiró percatándose de que su sobre parecía ser una lista.

-Pincel violeta

-Antología de los poemas

-Almendras del tercer cajón

-Caja de madera en el cajón derecho

-Todo lo del locker 13-B

-Soledad y el mar

Hanako paso saliva con dificultad al llegar al final de la lista, negando con la cabeza antes de rebuscar entre los cajones aquellos objetos que le había heredado su amigo, con el entrecejo fruncido.

—Hanako… - la voz de Saya la saca de las profundidades de sus pensamientos - ¿ocurre algo? ¿no me digas que te idiota de Yamada te dejo un anillo de compromiso? – bromea, solía molestar mucho a Yamada con respecto a su interés por su hermana.

—¡Por supuesto —espetó cantarina mientras cruzaba una pierna —, y quería que tú fueras nuestra madrina!

Horuko entró seguido de algunos cuantos shinigamis más, el escuadrón de aquel soldado.

—Gracias por venir, Horuko, ¿me ayudas? —cuestionó entregando los sobres correspondientes antes de volver la mirada a su hermana —, es más un chiste recurrente que un anillo de compromiso —dijo frunciendo el entrecejo, leyendo el último renglón de nuevo mientras la invadía un recuerdo.

Estaban sentados en la oficina de la teniente, habían llegado una hora más temprano para poder terminar el papeleo y los pendientes, pero hacía casi seis minutos que Kaoru miraba fijamente a Hanako sin que la chica se percatara de aquel hecho, tan enfrascada en su lectura que el mundo externo había perdido importancia.

La teniente levantó la mirada ante el silencio, descubriendo que había dejado de escuchar el sonido de las hojas hacía bastante tiempo.

Y la sonrisa socarrona de su amigo se ensanchó lentamente, mientas Hanako pasaba saliva discretamente, esperando librarse de aquello.

No —sentenció secamente la joven antes de bajar la mirada, apenada.

Soledad y el mar —exigió Yamada Kaoru con una sonrisa infantil, ganándose una mirada ceñuda por parte de su teniente.

No —repitió fríamente mientras observaba sus hojas, consiguiendo que el soldado hiciera pucheros junto con sus palabras.

Tú pusiste las reglas, no es justo —espetó al final, bajando la mirada hacia sus asuntos y sacando la lengua.

Hanako dejó pasar unos segundos más, fingiendo que pasaba página, pero observando a su subordinado de reojo.

—Que en el canto de las olas me quisiera sumergir —entonó Hanako sonriendo radiante mientras su soldado levantaba la mirada y le sonreía con embeleso, prestando especial atención a la manera que la teniente observaba sus papeles mientras recitaba aquellos versos agudos y melodiosos, antes de sumarse a su canto en medio de un suspiro —, embriagándome en su aroma algo nuevo descubrir...

Porque sí, Hanako disfrutaba la forma armónica en la que sus voces se entrelazaban cuando cantaba juntos el coro de alguna canción para tratar de amenizar las horas aburridas de organizar los archivos.

—¡Ja…! —exclamó Saya sacando a Hanako de sus cavilaciones sin percatarse de que había perdido a su hermana momentáneamente— Se encargo de que lo recordáramos con alegría en lugar de una despedida triste – musita viendo el croquis de la división, donde dejaba en varios puntos dichos dulces – no me dejaste las cosas fáciles Yamada, pero era muy consciente de que me gustan los desafíos – aunque claro, Saya hubiese preferido seguir en esos absurdos retos para ganarse dichas golosinas, pero el destino así quiso que sucedieran las cosas

—Voy a navegar en tu puerto azul —cantó Hanako con la voz quebrada —, quisiera saber de dónde vienes tú —continuó sintiendo que la garganta se le cerraba —, vamos a dejar que el tiempo pare, ver nuestros recuerdos en los mares —si su voz salió como un hilo, o un sollozo ahogado, Hanako pasó saliva consiguiendo que Saya la mirara pasmada —, y es…

Pero no pudo, su garganta no dio para más y Hanako bajo la mirada, sintiendo que no podría cumplirle aquel capricho a su confidente sin romper en llanto.

—Y está soledad tan profunda… —entonó Horuko desde la puerta, mirando a la teniente con una sonrisa radiante —A Kaoru le gustaba esa canción.

—Yo se la enseñé —dijo Hanako orgullosa antes de asentir una vez —, y me desafío a cantarla con público una vez, pero ahora no puedo —musitó con un hilo de voz, sonriendo con ganas mientras sus ojos se llenaban de lágrimas de felicidad al darse cuenta de que su amigo seguía ahí de alguna manera —. Supongo que dejó testamento para todos. Saya, te dejó también su taza de la alacena.

Saya sonrió de nuevo con melancolía, su compañero, su amigo de la división, realmente dejo todo arreglado para que sus más allegados nunca lo olvidaran, que se quedara vivo el mejor recuerdo de él cuando estaba con vida.

—Kaoru en algunas ocasiones te solía llevar café ¿verdad? – habla Horuko, llamando la atención de ambas hermanas

—Era la condición para que le ayudara con los archivos que se atrasaban – dice Saya con sonrisa socarrona – él tenía que llevar el café y yo llevaba alguno de los postres de Hanako que hacía para la casa

—Una vez los vio el teniente Abarai – continua Horuko divertido – hubieras visto la mirada que le hecho al pobre de Yamada cuando lo vio entregándote el café, temía a que en ese momento fuera a matarlo

Las risas estridentes de Hanako no tardan en escucharse al tiempo que Saya se cruzada de brazos obstinada, aunque con un notable sonrojo en las mejillas.

—Kaoru habría sido un buen motivo para que se pusieran las pilas en la sexta —exclamó Hanako en medio de carcajadas, mirando a Saya con burla antes de desternillarse de risa otra vez —, me encantaría ver a Renji celoso en persona.

¿Controlarse? Imposible ahora que Horuko reía también.

—Sí, sí... muy gracioso... —suelta con sarcasmo, aunque también con un hilo de sonrisa divertida, contagiada por las risas de su hermana y compañero - terminemos de una vez para que vaya a iniciar mi búsqueda del tesoro...

Hanako soltó una carcajada todavía más sonora al escucharle, terminando de contagiar a los otros shinigamis que habían llegado después. Fue un efecto dominó, en cuanto alguno de ellos se lograba tranquilizar un poco, alguien reía con más ganas y las risas reanudaban con fuerza. Incluso Saya terminó contagiándose de las carcajadas de sus compañeros.

Hanako sostenía sus mejillas haciendo bastante presión, le dolía la cara, Horuko comenzaba a tener dolor de estómago y varios shinigamis más estaban sujetando su vientre o sus costados.

Fue un susurro, podría haber sido parte de su imaginación, una traición del subconsciente, pero Hanako preferiría creer que aquello había ocurrido en realidad.

Sintió la caricia en su hombro y un susurro en el oído, como si Kaoru le dijera "¿Ves? Sí pueden reír sin mí", no un reclamo o un reproche, sino un mensaje de despedida, sabiendo que podía dejarles y estarían bien.

La risa de la teniente se fue apagando poco a poco mientras ella ponía una mano sobre su hombro, sonriendo con melancolía, sí, pero también con alegría. Levantó la mirada, sabía que no encontraría nada ahí, sabía que Kaoru nunca más le acariciaría el hombro antes de darle reportes, sabía que no volvería a ver esa sonrisa ladina sobre su hombro izquierdo, pero de todos modos levantó el rostro, demasiado acostumbrada a buscar los ojos de su subordinado antes de mirar al resto del equipo.

—Muy bien, todo el mundo —exclamó la teniente dando un aplauso y levantándose en un movimiento grácil, llamando la atención de los que todavía reían débilmente —, Saya quiere hacer su búsqueda y nosotros también tenemos cosas de las qué adueñarnos. Yamada dejó testamento para nosotros en la división trece, comenzaremos por ahí antes de desmantelar este sitio. ¡Horuko!

—Teniente —exclamó el shinigami plantándose frente a la teniente.

—Lleva esto con la capitana —pidió sacando un cofre de madera de uno de los cajones y entregándolo a su soldado antes de encarar a su hermana, esperando a que ella se acercara para no dejarse escuchar por el resto de los presentes —, Kaoru de verdad creía que Renji y tú se ven bien juntos —remató con una sonrisa radiante, abanicándose con su propia carta y dándole un golpecito en el hombro con la mano libre.

—Claro, no era muy sutil en cuanto sus insinuaciones, no me extrañaría que entre esta búsqueda del tesoro dejara un velo de novia - hace una mueca, algo le decía que dejaría una última insinuación para molestarla respecto a Renji

—Había una carta para Renji —murmuró Hanako al final, terminando de rebuscar entre los cajones todas las cosas que le había dejado su subordinado, fingiendo desinterés —, tal vez en ella le pide que se te confiese o algo así. ¿Quieres entregarla tú?

—¿Para qué le iba a dejar una carta a ese teniente? - exclama Saya tratando de asomarse - más vale que no diga nada comprometedor de mí o lo sacare de su tumba para golpearlo - obviamente primero leería lo que le escribió a Renji antes de entregársela

—Si alguna vez le contaste que te gustaba el café de Renji, seguro lo dirá en la carta —murmuró Hanako con aires distraídos, celebrando internamente que su hermana hubiera caído en la trampa —. Aquí —murmuró al final, sacando el sobre de la caja y sonriéndole a su hermana, pero en cuanto Saya hizo amago de tomarlo, Hanako levantó la mano y la miró con seriedad —. No la vayas a leer —espetó fríamente.

—Sí claro - accedió con prisas - no la leeré... - extendió la mano derecha para recibir dicha carta, mientras que se llevaba la mano izquierda a la espalda cruzando los dedos

Hanako suspiró resignada, ofreciendo de nuevo el sobre y considerando que aquella de verdad fuera una muy mala idea.

No paso ni siquiera un segundo que Saya había adquirido dicha carta cuando la soldado desapareció con un shunpo, yéndose a toda velocidad por los tejados del Gotei para alejarse en lo posible de la división trece. Únicamente de detuvo al asegurarse que el reiatsu de Hanako no se sintiera cerca porque a la teniente se le hubiera ocurrido salir en persecución, y una vez que estuvo segura de que no la vería, abrió aquel sobre de Yamada que iba dirigido a Renji, no se lo entregaría si decía algo comprometedor sobre ella.

"Sabía que no te resistirás a abrir la carta que iba dirigida al teniente Abarai" – se sobresalta, prácticamente podía sentir a su amigo detrás de ella reclamándole a voz propia – "en realidad, Saya, esta carta es para ti, sé que la estas leyendo, te conozco muy bien" – sonríe divertida, ese maldito de Yamada – "lamentablemente si estas leyendo esto es que ya no estoy físicamente entre ustedes y no se me cumplió mi fantasía de ver al teniente Abarai y a ti juntos. De verdad que me gusta la pareja que hacen y sé que tú ya empiezas a sentir algo por él. No pretendo presionarte, pero si te diré que como shinigamis y más en tiempos de guerra, no tenemos el tiempo comprado, cada segundo es valioso y que mejor que pasar con nuestros seres queridos y a quien amamos. No temas a darte una oportunidad con el teniente, se ve que te quiere y tú también lo quieres, aunque tu inflexible orgullo de guerrera te impida reconocerlo"

Sintiéndose entre abochornada y conmovida, se lleva la carta al pecho, casi sintiendo que Kaoru estaba ahí hablándole, dándole dicho consejo.

—Ya veremos cómo van las cosas con ese teniente de pacotilla, Kaoru – murmura al aire para que dichas palabras llegaran a donde sea que estaba su amigo – después de todo, ya nos estamos llevando mucho mejor – y aquello le gustaba mucho, quien sabe, podría ser que de verdad algo se dé entre ella y el teniente, la idea ya no le era tan desagradable…

Sí, Kaoru podía sentirse ahí, de pie atrás suyo, sonriéndole con sarcasmo, como si pudiera decirle con la mirada que sabía bien cómo terminaría aquella historia, aunque ella se resistiera vehemente.

Kaoru ya no estaba, el soldado Yamada no serviría más en el frente de la décimo tercera división, pero no por eso se desvanecería del lugar, no dejaría de existir ni de vivir mientras hubiese un solo shinigami que le recordara.

Se había asegurado de dejar un recuerdo grato, de hacerse presente con las cartas y con los regalos, había dejado pistas implícitas en cada uno de los obsequios para que la despedida fuera menos dolorosa, se había asegurado de hacer que sus amigos más cercanos pudieran reírse a carcajadas con sus ocurrencias y así, cuando ya no hubiera un último mensaje oculto, ellos le recordaran con alegría, porque así debía recordarse a los caídos, no de otra forma.

Y Saya podía sentirle ahí, a su lado, dándole una palmadita en el hombro mientras sonreía orgulloso de la soldado que le había entrenado.

En sus últimos minutos peleando contra el genzanki que acabó con su existencia, Yamada Kaoru se preguntaba si alguna vez la soldado que le había entrenado se enteraría de la verdad, de que ella era la única razón por la que él había tenido ocasión de resistir hasta el final. Kaoru se preguntó en sus últimos instantes si Saya alguna vez sabría que él había logrado ofrecer aquella batalla contra el enemigo más poderoso al que enfrentaría gracias a su entrenamiento, y peleó con una sonrisa de imaginar que ella lo sabría, que alguien se lo haría saber, o que él mismo podría contarle su hazaña contra el genzanki y confesar que habían sido sus lecciones las que lo mantuvieron con vida hasta el final.

Sí, Saya lo sabría, tal vez no de su boca, definitivamente no de su boca, pero algún día alguien lo diría que, en su pelea contra el genzanki, aquel valeroso soldado había exclamado antes de lanzarse a la batalla "Como Yamamoto Saya nos entrenó"

Llevaba la nota entre sus manos, algo raro, ya que había sido rápido y sigiloso, como todo miembro digno de las fuerzas especiales. Soi-Fong ya le había advertido sobre su nuevo entrenamiento durante la batalla contra los Genzanki, sobre todo, para tener un mejor control sobre el Shunko, aunque no creyó que la llamaría tan pronto.

No podía llegar como si nada, estaba completamente alerta luego de su anterior experiencia con la capitana, donde prácticamente le había atacado en cuanto puso un pie en la división en aquel primer llamado, esta vez no le permitiría agarrarla con la guardia baja.

-Soldado Yamamoto- La piel se le erizo al escuchar su voz detrás de ella, había usado el shunpo instintivamente para darse la vuelta y alejarse un poco, liberando en el acto su zanpaku-tō -Tranquila, no pretendo atacarte- Sonríe de forma ladina mientras nota aquellos instintos que ya conocía, viéndola bajar la guardia sin deshacer la transformación de su zanpaku-tō -Ahora, dime, ¿Cómo fue que aprendiste el Shunko?

Sabía que la pregunta era necia, a parte de ella, solo había una persona en el mundo que podía enseñar dicha técnica, solo quería escucharlo de la propia boca de aquella chica que había elegido tomar como "aprendiz".

-Lo aprendí de Yoruichi cuando estuve en el mundo humano- Una respuesta simple que tenía impacto en la mayor, sobre todo, por lo despreocupada que lucía la joven Yamamoto -La verdad, me sorprendió bastante que fuera ella misma quien me buscara y se ofreciera a entrenarme, sobre todo para que aumentara mi velocidad y enseñarme el Shunko

- ¿Ella te busco? – La sorpresa era evidente, pero sin tomarle mucha importancia, Saya asintió.

Algo debió haber visto aquella mujer en Saya para querer enseñarle el shunko, ella misma era testigo de su potencial, desde aquel entrenamiento de exhibición con su hermana mayor, razón por la cual había accedido a darle aquel entrenamiento; si, lo reconocía, Saya junto a sus hermanas eran un elemento vital para el Gotei ante la guerra recién declarada.

El as bajo la manga perfecto.

-Envaina tu espada- Ordena, con un tono de voz apacible pero autoritario -Formalicemos este entrenamiento para que logres un mayor control del Shunko

-A sus órdenes, capitana- Firme y preparada al enfundar, demostrando su disciplinado entrenamiento y, una vez más, demostrándole que podía ser un mejor elemento que su holgazán y actual teniente.

-Entrenaremos por las mañanas, todos los días antes de que vayas a tu división- Un asentimiento -Dominar el Shunko requiere tiempo y esfuerzo y, lamentablemente, no contamos con mucho de lo primero, pero, estoy segura de que pondrás todo de ti para poder dominarlo lo antes posible

-Cuente con ello- No había más que convicción en su mirada, en su cuerpo, en sus facciones, una actitud que la dejaba más que satisfecha, Soi-Fong sabía que llegaría a ser una digna aprendiz.

-No será un entrenamiento tan simple, Yamamoto- Advierte, tratando de intimidarla -Tu shunko es poderoso pero inestable, vamos a fortalecer tu cuerpo para que soporte la alta concentración de reiatsu, y así puedas manejarlo a voluntad cuando quieras y donde quieras ¡Shunko!

Su cuerpo rodeado por un poder destructivo, palpable, asombroso, llamando a la destrucción a su paso, incluso de las piedras que apenas tenían oportunidad de elevarse del piso; peligroso, definitivamente, y acentuado por la mirada fiera de la capitana.

Pero todo aquello que recorrió la mente de Saya se vio demostrado cuando aquella mujer de aparente complexión frágil dirigió su atención a un enorme y grueso pedazo de mármol, el cual, fue destruido con un limpio movimiento, a comparación del ruido que hizo al desmoronarse.

-Increíble- Murmuró Saya al ver la demostración de la morena.

-Ahora, muéstrame una vez más tu técnica- Se había dirigido a la joven que mantenía la sorpresa en su rostro.

Si negaba su propio temor, estaría mintiendo, sobre todo, porque sentía que dejaba ir mucho más allá de la tempestad de Karyū, la cual ya era incontrolable; sin embargo, sabía que no podía flaquear ante aquella mujer que, nuevamente, había accedido a entrenarla y que esperaba ver más de cerca su poder. Así, que, sin pensarlo, invoco la técnica en cuestión y, que, al contrario de su superior, a la joven Yamamoto pareciera que olas salvajes rodeaban su cuerpo, chocando unas con otras.

El Shunko estaba delatando más de lo que Saya había hecho en alguna demostración, y es que su poder espiritual era impresionante; un vasto más a punto de hundir un navío, una ola arrasando con todo lo que encuentre en su camino, sin embargo, era la expresión contraída de Saya la que daba de que hablar. La joven estaba haciendo un esfuerzo sobre humano para controlar aquel poder, pero también, pudo notar como sus ojos grises se oscurecían, así como el mechón de cabello color rojo adquiría terreno en su cabellera.

-Trata de concentrar el shunko en un solo punto- Ordenó, señalando un trozo de mármol similar al que ella había destrozado.

No era necesario que se lo repitieran, y es que, una vez desatada la tormenta, era relativamente imposible que le frenaran, mucho menos ahora con el poder concentrado en el shunko.

Llegando a igualar la velocidad de la capitana, la joven arremete contra aquel grueso mármol en movimiento circular con su pie, y que, a la vez, gracias a sus habilidades, la capitana pudo observar que apenas y el pie de Saya había rozado el mármol, pero no solo eso, sino que alcanzó a ver como lanzaba una especie de oleaje sumamente poderoso que destrozo el mármol, llevándose consigo, un par de árboles más allá de lo que debía ser.

Saya cayó de rodillas, agitada, pero no del todo cansada, concentrar tanto poder que controlaba junto a su voluble zanpaku-tō era abrumador, no por miedo, si no por el éxtasis de querer desatar aquella poderosa tempestad.

Un asombro difícil de disimular, porque al fin, Soi-Fong comprendió la increíble conexión que había entre ese par, que ambos estaban tan conectados, que habían hecho del Shunko una técnica aún más poderosa gracias al dragón de agua; comprendió que podría llegar a fusionar aquella técnica junto con el shikai o el bankai, pero primero ,debía aprender a controlar aquella concentración en su cuerpo, a liberarlo a voluntad y en cantidades adecuadas o, de lo contrario, podría llegar a ser peligroso, tanto para ella como para quienes la rodeaban.

-De pie, soldado- Ordena con mirada dura.

Un movimiento que a Saya no le costó, aunque aún sentía el correr de su reiatsu por su cuerpo, miraba firme a la capitana en espera de la siguiente orden.

-Tu entrenamiento empezara mañana a primera hora, no faltes- Se cruzó de brazos, dándole un poco más de autoridad a su orden, por lo que Saya solo alcanza a hacer una reverencia al puro estilo militar -Tienes mucho potencial, más del que yo creí, ahora veo porque todos en la trece dicen que eres una inspiración para ellos y, por qué llamaste la atención del teniente Abarai

Esto logró hacer que Saya se desequilibrara un poco, atragantándose con su propia saliva ¿Por qué decía eso justo ahora?

-Ca…capitana…

- ¿Cómo marchan las cosas entre ustedes? – Pregunta curiosa, no ajena a aquel rumor que se había esparcido.

-Eh, bueno… nos hemos estado llevando mejor, creo…- No, ni siquiera ella estaba segura de como catalogar su relación con Renji.

-Ya veo- Sonrió, divertida al ver la confusión en la joven Yamamoto -No tenemos el tiempo comprado, Saya- Oh sorpresa al escuchar decir su nombre de manera tan informal -Menos ahora que estamos en guerra…

- ¿Uh? – No lograba captar el contexto en sus palabras.

-Vuelva a sus deberes soldado- Había vuelto a usar su tono autoritario, comenzando a darle la espalda a la joven -La espero mañana a primera hora

La aludida asiente, retirándose en un veloz shunpo.

Sin duda, Saya sería alguien digna de entrenar y de tomar como pupila, y con quien podría contar totalmente en el uso de sus habilidades y, quizá también, una buena amiga…

Mada ga —musitó Hanako para sí misma mientras sus pies se deslizaban por la tierra y los guijarros se le encajaban entre los dedos —, mada ga —repitió en voz baja aferrándose con violencia al mando de su zanpaku-tou, cerrando los ojos y respirando profundo —Todavía no...

—¡Fukutaichō! —gritó alguien en la lejanía, pasos que resonaban con violencia en una carrera desesperada por alcanzarla.

—Mada ga —musitó la chica relajando la expresión y lanzándose hacia el frente de nuevo, aún con los ojos cerrados.

—¡Yamamoto fukutaichō!

—¡Mada ga! —gritó la chica abriendo los ojos mientras los tres hollow que la rodeaban estallaban en pedazos, dejando un rastro de sangre en su sitio mientras sus restos se desvanecían en el aire.

Ninguno de los shinigamis que conformaban la patrulla se percataría del movimiento rápido que la teniente hizo, capturando los restos de sangre suspendidos en el aire para evitar mancharse antes de que cayeran sobre su ropa, al llegar hasta su teniente la verían cortando el aire hacia el costado, dejando un rastro diagonal de manchas desiguales lejos de ella.

Hanako suspiró sintiendo que el viento se arremolinaba en torno a su cuerpo, la bufanda ondeó un poco frente a sí y ella sonrió dulcemente, percatándose de que ni siquiera el polvo le había caído encima tras la carrera.

—Mada ga —murmuró la chica para sí misma mientras observaba los bordes de la bufanda, suprimiendo un suspiro mientras el rostro de su novio le invadía la mente —, todavía no puedo hacer mil cortes tan rápido como tú.

—¡Teniente!

Los miembros del escuadrón llegaron hasta la shinigami, trotando, pasmados por la masacre que su teniente había ocasionado esa mañana, sola, preguntándose cómo era posible que hubiese acabado con tantos hollows sin mancharse y sin apoyo.

Porque durante toda la carrera desde que habían salido al Rukongai, si la teniente se había detenido en algún punto sólo había sido para cambiar de dirección, sin dejar a su paso otra cosa más que las manchas de sangre de sus enemigos, mismas que se desvanecían para cuando el resto del escuadrón la había alcanzado. Hanako confiaba tanto en su gente que sabía que, si por algún motivo ella se equivocaba y dejaba algún hollow a su paso, sus hombres se encargarían.

—¿Eso fue senka? —quiso saber Horuko, jadeando mientras se recargaba sobre las rodillas.

—¿Senka? No, fue senmaioroshi —dijo apenas afectada por su carrera desde el Rukongai hasta aquel paraje desierto —, mi nivel de shunpo esta... por encima de la media —musitó incómoda, sin mencionar que hablaba de la media de los capitanes —, pero todavía no es suficiente para que pueda hacer senka.

—¿De la media? —soltó una chica a lo lejos, sintiendo dolor en el costado por correr con la boca abierta.

—Mi shunpo está por debajo del capitán Kuchiki, y muuuy por debajo del de Saya. Pero mi espada está al nivel de la capitana Yadomaru. Tal vez —murmuró al final, acomodándose la bufanda y ocultando un poco el rostro ahí —, tal vez un poco por encima —confesó tan bajo que ni Horuko la escuchó —. ¿Quedan rastros de reiatsu? —cuestionó mirando a su escolta, percatándose de que todos parecían demasiado agitados como para respirar siquiera.

—Dígalo usted —soltó sarcástico otro shinigami más alejado, sin aliento.

—No, espera —pidió Horuko acercándose, todavía recuperando el aliento y haciendo a Hanako considerar medirse en futuros reconocimientos.

Que Saya la siguiera, no, que ella pudiera mantener el ritmo de Saya en una cacería no quería decir que todos sus hombres pudieran moverse a esa velocidad también, ni siquiera los más experimentados. Después de todo, ninguno de ellos se había entrenado con Genryūsai, Byakuya, Yoruichi o Soi-Fong.

Ahora Hanako misma dudaba poder seguirle el ritmo a Saya, pero había estado tan concentrada cumpliendo aquella misión y manteniendo a raya el dolor, que se había olvidado del resto.

—No hay más hollows en un kilómetro a la redonda —anunció el shinigami dejándose caer de sentón, sin fuerza para sostenerse, sintiendo que le temblaban las rodillas.

—Suenas muy seguro —comentó Hanako agachándose para poder ver a Horuko a los ojos.

—No hay reiatsu —soltó el soldado enderezándose con dificultad, ahogando un gruñido de dolor en sus palabras para poder mirar a la teniente a los ojos —, los últimos vestigios radican en la sangre del suelo.

Hanako echó un vistazo a su equipo y soltó el aire, percatándose el estado en el que se encontraba la mayoría, agitados y sin aire.

—Gomennasai —murmuró Hanako haciendo una reverencia en dirección a su escuadrón, sonriendo dulcemente cuando se enderezó, dándoles con ese gesto una sensación de paz —, debí considerar que mi entrenamiento ha sido más despiadado que el suyo antes de comenzar a correr.

—Es un demonio —soltó Horuko mientras se dejaba caer de espaldas, levantando una nubecita de polvo y arrancando risas desganadas a sus compañeros —, aunque Kaoru le llamara ángel.

Hanako levantó la mirada en dirección al Gotei, sintiendo las fluctuaciones de reiatsu y sonriendo oculta tras la bufanda.

—Tal vez lo sea. ¿Preparados para volver? —soltó la chica divertida, consiguiendo que la escolta soltara gruñidos ahogados, quejas, suspiros y uno que otro intento inútil de levantarse, pero sin llegar a conseguir más —No aguantan nada —soltó divertida antes de encaminar sus pasos al Rukongai —, muy bien, entonces iré rápida como liebre a hacer unas cosas y volveré por ustedes en... ¿quince minutos?

—¡Veinte! —exclamó alguien, levantando la mano por encima de su cabeza.

—Qué flojos son. Diecisiete.

Y desapareció tras un shunpo.

Si algo estaba volviéndose una costumbre en él, era en mantener su mano pegada al vientre de su novia, le gustaba sentir ese pequeño y casi imperceptible reiatsu que comenzaba a crecer dentro de ella, no era cálido, parecía tormentoso, pero aun no tenía algo definido para él, o ella. Imperceptible, pero no para él que la conocía desde el inicio, pero ahí estaba, comenzando a crecer poco a poco.

"No falta mucho para que realmente se note", esos eran sus pensamientos mientras la veía descansar en su sillón, ya fuera leyendo un libro o tomando té, mientras su teniente se quejaba de la maraña de papeles que la rodeaban día con día.

-Capitán- Soltó en un tono agobiante y desesperado, mientras la mitad de su cuerpo descansaba sobre el escritorio -Por favor, deme un respiro

Y suspiro, porque estaba cansado de oírla quejarse por ese día.

-Ve y tomate un descanso, pero necesito que termines ese papeleo a mas tardar para pasado mañana…

-Muchas gracias capitán, no lo defraudare- Dijo la pelirroja mientras un aura brillante la rodeaba y salía corriendo de la oficina.

- ¿No crees que es mucho tiempo libre para ella? – Cuestiono la joven mientras miraba a su novio, hastiado de las quejas de su teniente y cansado del trabajo -Siento que has trabajado demasiado estos días, ¿Por qué no tomas un descanso también?

-No esta en mis planes ir a casa de momento- Respondió con cierto tono de burla impregnado en su voz -Además, ¿Qué puedo hacer ahí?

-Que gracioso- Respondió la chica, poniéndose de pie y acercándose al albino -Bueno, yo no decía ir a casa, si no, tal vez, ir por algo de comer…

Un bufido divertido escapo de su boca, algo que la hizo inflar los cachetes a manera de puchero, colocando las manos sobre la cintura y mirándolo con el ceño fruncido.

- ¿Comer? Desayunamos hace dos horas- Agregó el, estirando los brazos y rodeándola por la cintura, apoyando su rostro sobre el pecho de la joven, tal vez un poco más arriba - ¿En verdad quieres comer?

-Si no quieres ir, puedo ir yo sola- Respondió, aun hipnotizada por aquella mirada turquesa que la volvía loca -Por eso no tengo problema

-Hum, ahora tengo que cuidar lo que come mi novia, no vaya a ser que pierda su bella y esbelta figura…

- ¿Desde cuándo eso es tan importante para ti? – Pregunto con burla mientras le jalaba los cachetes, a pesar de estar en su versión adulta, hacerlo le parecía divertido a ella -Y lejos de eso, no me preocupa, puedo tener suficiente auto control con los postres de Hanako

-A comer entonces- Soltó el albino, poniéndose de pie, no sin antes, robarle un beso fugaz a su novia - ¿Quieres algo en específico?

-La verdad, no, tal vez solo sea un antojo… de vista…

-Eso realmente me preocupa

La risa se había vuelto parte fundamental en su propia terapia, hablarle y preguntarle por las voces se había vuelto más cotidiano, lo trataban sin problemas, era sencillo monitorearla y sentir sus altibajos en su reiatsu le ayudaba a comprenderla, aunque sabía que eso lo provocaba su futuro hijo.

Byakuya había llegado a la oficina de su hermana con un gesto tranquilo, poniendo agua a hervir mientras Rukia se levantaba a saludar. Al final, el noble se encaminó hacia ella para evitarle las formalidades y se sentaron lado a lado en el sillón.

—Yoshio está especialmente feliz por estos días, nii-sama. Parece que los entrenamientos contigo le han dado más incentivos.

—Honestamente no creo que sea el tiempo que pasa conmigo, sino con la tercer oficial Asami.

—Yoshio disfruta mucho su tiempo juntos —contradijo educadamente la pelinegra, haciendo a Byakuya sonreír ligeramente, —cuando estábamos en el mundo humano solía decirlo con frecuencia, le hacía feliz volver a casa para poder entrenar a tu lado. Disfruta cuando pasa tiempo junto a ti.

—Yo también —confesó suavemente, haciendo a su hermana suspirar con ternura al verle tan sincero —, ha mejorado mucho, y me alegra la vida verlo reír a carcajadas. Será un gran shinigami.

—A veces todavía creo que quiere parecerse a ti, nii-sama.

—Por favor, no lo dejes —cortó el noble levantándose hacia la tetera al escucharle chillar por el vaporcito, consiguiendo que Rukia soltara una carcajada posando una mano sobre su vientre.

La capitana de la décimo tercera observó las manos de su hermano moviéndose con calma y parsimonia mientras preparaba aquella infusión, haciéndole suspirar de vez en cuando, llamando su atención con esos gestos.

—El té no es de la casa —apuntó Rukia con curiosidad mientras su hermano levantaba las canastillas para filtrar la bebida y el aroma inundaba el lugar.

—No, no lo es —concedió Byakuya suprimiendo una sonrisa.

—Tampoco es el que sueles tener en tu oficina, nii-sama. No huele como el que nos preparas cuando tengo asuntos en la sexta.

—Qué observadora —aduló el noble antes de ofrecer la taza a su hermana y relajarse en su sitio, disfrutando ambos del calorcito de aquella infusión y del silencio matutino.

Por algunos minutos sólo se escucharon los sorbitos dados a la infusión por la capitana, que procuraba no quemarse la lengua al haber quedado tan caliente y ella no estar acostumbrada a diferencia de su hermano, que bebía a sorbos largos y silenciosos. La sonrisa que Rukia dedicaba a su taza era dulce como la bebida que Byakuya había servido para ella, el pelinegro no podría estar seguro si su pequeña sonreía por la infusión o si se debería a algo más.

No, Byakuya no se habría atrevido a considerar que Rukia pudiera disfrutar aquellos momentos de paz y de silencio en los que se sentaban lado a lado sin decir más, haciéndose compañía antes de ponerse al día. No diría en voz alta que era así como Rukia sabía y sentía que su hermano en verdad la quería. No se daría tanto crédito.

—Y por el sabor —continuó ella alzando una ceja y sonriendo con sarcasmo —, puedo deducir que la mezcla no es tuya.

Byakuya frunció el entrecejo componiendo una expresión de suspicacia que hizo a Rukia sonreír de medio lado, celebrando su triunfo.

—¿Por qué dices eso? —cuestionó el mayor tratando de parecer sereno, y, sí, fracasando en su intento.

Rukia lo pensó un momento, dando otro sorbito y sonriendo con nostalgia.

—Cuando mezclas esencias en casa buscas sabores que se equilibren entre sí, sobrios, secos. Esta infusión es dulce y contrastante, sabe parecido a…

Byakuya suspiró quedamente, llamando la atención de su hermana en aquel gesto suave y, casi, silente.

Casi.

—A las que prepara Hanako —terminó la capitana antes de dar un último sorbo y terminar su bebida —¿puedo tener más? —cuestionó con diplomacia mientras su hermano le recogía la taza.

—Debes estar acostumbrada a los tés de tu teniente si llegaste a esa deducción tan rápido.

—Hanako tiene una forma curiosa de querer. No cualquiera le merece una infusión casera, pero siempre tiene cajitas de té comercial en las gavetas de la cocina —Rukia guardó silencio observando las manos diestras de su hermano, que prestaba especial atención a cada gesto esperando replicar el sabor de la primera taza —. Incluso lo preparas como ella. El ritual —puntualizó con la boca pegada a la porcelana.

—La manera tradicional de preparar té no es exclusiva de tu teniente, pero sí, le he aprendido las maneras. Cada tipo de hierba se debe tratar de forma diferente. Esta infusión llevaría canela bajo circunstancias normales —comentó distraído antes de retirar el filtro —, pero hoy no podemos darnos ese lujo, ¿verdad?

—De preferencia no —murmuró Rukia con una sonrisa amable —, ella adora la canela.

—Lo sé.

—Suele ponerla a hervir primero —murmuró Rukia con una sonrisa distraída —, mientras elige las especias que añadirá al colador; algunas veces pone frutos secos en la taza.

—Eso no lo he probado —admitió el pelinegro antes de proferir un suspiro corto y controlado que contagió a Rukia con su melancolía.

(Furikaette mitsumete – Kaichou wa maid-sama)

—Ella te admira mucho, nii-sama —murmuró Rukia apesadumbrada, consiguiendo que el noble la mirara confundido por la tristeza en sus palabras —, podría incluso creer que está enamorada de ti.

Byakuya suspiró tratando de contener los pensamientos negativos, pero considerando seriamente que aquella idea no fuese del agrado de su hermana. Si un miembro importante del clan se oponía al matrimonio, aunque fuese un acuerdo prenupcial entre familias, entonces ellos no podrían seguir adelante. ¿Y si Rukia se oponía?

No, no podía dar aquello por sentado. Tenía que indagar.

—¿Ese es un problema? —cuestionó sin poder ocultar del todo la decepción en su voz.

—¡No! —gritó la capitana encarando a su hermano, confundida por el cambio de humor en el pelinegro —Quiero decir, si para ti no es un problema, digo, siempre lidias con la Asociación de Mujeres Shinigamis y sueles ser amor platónico de muchas chicas, pero…

—Pero —incitó a continuar, alzando una ceja, percatándose de que la pausa de su hermana se había extendido más de la cuenta.

—Pero Hanako es mi amiga, no sólo mi teniente, y la quiero mucho, y me gusta mucho cuando visita nuestra casa porque tengo alguien con quién hablar. Y si ella fuera un tema para ti por estar enamorada, si fuera una molestia, entonces yo no querría causarte inconvenientes y ella no podría visitarme más porque yo no lo permitiría. Eso es todo, no quiero molestarte.

Byakuya suspiró conmovido, sonriendo dulcemente para su hermana sin que ella lo notara, demasiado enfocada en el líquido de su taza, demasiado metida en sus pensamientos como para notar el peso que le quitaba de encima a su hermano al decir aquellas palabras.

—No es fácil pertenecer a una familia noble —murmuró el capitán relajándose en su asiento, dando un sorbo a su taza de té —, demasiados ojos mirándonos todo el tiempo. Hanako es un sorbo de agua en medio del desierto, para ambos.

—Sí, lo es —murmuró Rukia abochornada, triste.

—Que ella esté enamorada o no de mí no es un problema —murmuró Byakuya pensativo —, tal vez el problema es que yo estoy muy enamorado de ella.

Rukia levantó la mirada a toda velocidad, preguntándose si había escuchado bien, si había entendido bien, si no se estaría Byakuya riendo de ella en sus narices, como era su costumbre.

No había atisbo de duda o de burla en la mirada que el pelinegro le dedicó, sólo una determinación férrea, la misma que había reinado sus acciones durante los últimos años. Y una chispa que danzaba, como si el noble estuviese a punto de echarse a hablar, soltar el secreto que guardaba junto con la teniente. Pero ¿qué hacer? Debían ser discretos, era algo que habían acordado, mantener todo sereno hasta que las cosas se calmaran y ver si estaban listos para algo más.

Sintió su reiatsu, Hanako se acercaba a toda velocidad, una centella recorriendo la división con pasos ligeros hacia su posición.

Sonrió con más ganas cuando Rukia levantó la mirada hacia la puerta de su oficina, sabiendo que la teniente entraría en cualquier momento con su sonrisa radiante y su entusiasmo habitual.

Y entonces las piezas comenzaron a caer en su lugar. Lo sabía, ¡Lo sabía!, sabía que había visto esa bufanda en algún lugar antes, ¿cómo había estado tan ciega?

Porque cuando Hanako llamó a su puerta con tres golpecitos y dio medio paso, Rukia reconoció la bufanda del clan Kuchiki adornando suavemente el cuello de su teniente mientras ella hacía una reverencia y se disculpaba por interrumpir, prometiendo volver después si estaban ocupados.

Byakuya dedicó una mirada a su hermana, tratando de entender en qué términos se encontraban en ese momento antes de mirar a su novia y negar con la cabeza.

—Teniente, usted nunca es un inconveniente.

—No quiero interrumpir —admitió sonriendo de medio lado, claramente apenada, mientras pasaba un mechón de cabello tras su oreja haciendo tintinear los cristales de su kanzashi —. Sólo quería reportar que mi escuadrón ha terminado la encomienda de vigilancia del día de hoy, no hay más hollows en el área que atenten la vida de los habitantes del rukongai

—¿Volvió sola, teniente? —cuestionó Byakuya con el entrecejo fruncido, confundido ante el entusiasmo de la chica.

—Desafortunadamente, me he movido más rápido que toda mi escolta y están... algo... —la teniente compuso una mueca de disculpa, mordiéndose el labio antes de mirar a su capitana —, no debería correr tan rápido cuando voy acompañada.

—O debería hacerse acompañar por la soldado Yamamoto —sugirió el noble con una sonrisa sencilla, que terminó de dejar a Rukia pasmada —, Saya seguro sería capaz de mantener el ritmo que establezcas sin atreverse a rebasarte. Respeta tu autoridad.

¿Qué estaba pasando?

—Mis hombres están capacitados para cumplir cualquier misión que se les asigne —defendió la teniente divertida, entrecerrando los ojos y enarcando una ceja, antes de adoptar una postura más tranquila —, es sólo que he estado demasiado embebida en mis pensamientos como para darme cuenta de que se estaban quedando rezagados. Y que Dios me perdone por hacerlos caer así.

Byakuya asintió una vez, concediendo aquello para la teniente, considerando que él también defendería a sus hombres de ser necesario.

—Entonces... —murmuró el noble serenando su actitud —, ¿vino a reportarse?

—Tal vez también a saludar —murmuró la teniente antes de hacer una reverencia y hacer por darse la vuelta —, mi gente necesitaba recuperar el aliento, fue la manera de dárselos sin faltar a mi palabra de ser implacable con ellos.

—Hanako —llamó Rukia confundida, consiguiendo que la teniente le sonriera a su capitana.

—Prometí a mis hombres reportar la misión cumplida y volver con ellos para hacer un reconocimiento en el regreso.

—Teniente —llamó Byakuya al ver a Hanako dar media vuelta haciendo amago de retirarse —, nunca respondió a mi invitación para comer el día de hoy.

La aludida se sonrojó ligeramente, abriendo los ojos con sorpresa antes de sonreír de medio lado.

—Es verdad —murmuró divertida —, qué descortés. Lo siento, Byakuya —añadió ampliando su sonrisa y entrecerrando los ojos —, me encantará quedar contigo para comer.

—Pasaré por ti a las dos, si mi hermana no tiene ningún inconveniente —añadió volviendo la vista hacia Rukia, que alternaba miradas, cada vez más confundida.

—Ninguno...

—Perfecto —exclamó la teniente con jovialidad, haciendo a Rukia respingar por tanto entusiasmo —, le esperaré paciente, capitán.

Y desapareció. Hanako hizo shunpo para desaparecer de aquella habitación, preguntándose de qué estarían hablando cuando ella llegó como para que Rukia estuviera tan pasmada. Su capitana no era tonta, tenía que haber notado la bufanda desde el primer momento, no, se olvidó de conjeturas y sonrió volviendo hacia su escuadrón mientras su capitana terminaba de asimilar lo que acababa de presenciar.

—Entonces —murmuró ella mirando a su hermano, quien daba sorbitos a su té con los ojos cerrados para mantener la calma —, ¿estás enamorado de mi teniente?

—Mucho —concedió antes de dar otro sorbito a su té.

—Y ¿para qué van a comer juntos?

Byakuya frunció el entrecejo, mirando a su hermana y tratando de contener las ganas de carraspear, confundido por aquella pregunta.

—Eh, nosotros... —murmuró sin estar seguro de cómo responder.

—Perdón —murmuró Rukia antes de reír discretamente, o al menos así fue al principio, soltó una risa tímida que poco a poco se convirtió en una carcajada que confundió a su hermano por completo —, perdón —murmuró entre carcajadas.

Byakuya suspiró sintiendo aquello como una buena señal, terminó su té dándole a su hermana la oportunidad de recomponerse antes de cuestionarla otra vez.

—¿Entonces? ¿Tienes algún inconveniente con que lleve a tu teniente a comer?

Rukia sonrió de medio lado, negando con la cabeza antes de suspirar y observar a su hermano a consciencia.

—¡No, por mí adelante! Es sólo... —murmuró insegura —, no pensé escucharte decir algo así. Tú enamorado... —la expresión de la capitana se convirtió en un gesto melancólico, conteniendo la tristeza y alguna que otra duda —¿Qué piensas hacer? Quiero decir, tu juramento sobre la ley y las reglas, si Hanako está enamorada de ti y tú de ella...

—Rukia —llamó el pelinegro tomando una mano de su hermana antes de asentir una vez, agradeciendo la preocupación de la capitana —, no voy a romper ninguna regla cuando pretenda obedecer lo que dicta mi corazón —prometió, haciendo a su hermana pasar saliva con dificultad por todo lo que implicaba aquella confesión dicha a media voz —, nadie tiene por qué sufrir o renunciar a nada, esta vez no hay encrucijadas o decisiones difíciles, sólo... Sólo ser pacientes.

—Ser pacientes y ¿qué? ¿Esperar que pase el enamoramiento? —murmuró con tristeza, preocupada por su hermano y su tranquilidad.

El noble hizo una pausa, sintiendo algo cálido en el corazón por la preocupación de su hermana.

—No, proponerle matrimonio —sentenció categórico, haciendo a Rukia levantar la mirada azorada. Byakuya había llevado un dedo a sus labios, pidiendo silencio con un gesto sereno que hizo a su hermana asentir frenética con las manos hechas puño sobre las rodillas, atenta y suprimiendo el grito agudo que amenazó con escapar de su garganta.

—Pero nii-sama, aunque mi teniente sea nieta adoptiva del capitán comandante…

—No muchas personas saben al respecto —interrumpió Byakuya amablemente —, pero nuestro abuelo hizo un acuerdo prenupcial con la familia Yamamoto cuando el anterior comandante adoptó a las hermanas. Imaginarás que tenían muchos y muy buenos motivos para molestarse cuando me enamore y me case con tu hermana.

—Si lo planteas así… —murmuró la pelinegra para sí misma mientras otra parte de su historia cobraba sentido —Espera —pidió aturdida, antes de encogerse en su sitio y exclamar, con un hilo de voz —, ¿te quieres casar con mi teniente?

—Si ella quiere casarse conmigo, no veo por qué no —murmuró Byakuya llevando una mano a su boca en un gesto pensativo y distraído, una postura estoica demasiado estudiada, pero que seguía convenciendo a Rukia cada vez que la veía —. Tampoco la voy a obligar a contraer nupcias a la mala, tengo corazón.

Rukia sonrió ampliamente, asintiendo una vez con los ojos comenzando a llenarse de lágrimas.

—Sí, tienes corazón —reafirmó con un gesto dulce que hizo a Byakuya respingar por la sorpresa —Y aparentemente Yoshio y Hanako son los únicos que lo perciben.

—¿Yoshio?

—Siempre dice que le pones mucho corazón a todo lo que haces.

Byakuya bufo divertido, fingiendo ofensa con aquel gesto y haciendo a su hermana reír discretamente.

—O mi máscara no es tan buena, o tu hijo es más hábil de lo que aparenta.

—Creo que Yoshio es muy bueno —concedió Rukia con una sonrisa de orgullo.

—Prometí darle lecciones de kendo en cuanto las cosas estuvieran más tranquilas, pero lo mejor será adelantarlas —admitió pensativo antes de recibir la taza de manos de su hermana y levantarse.

—Hoy terminaremos pronto por aquí —murmuró Rukia no muy segura del por qué —, mi gente estará libre desde las cinco a este paso.

—Lo tendré en cuenta –prometió el pelinegro con una mirada amable antes de alejarse hacia la mesa de servicio y poner las tazas de lado —, aunque nosotros tenemos un día ocupado, dicen las malas lenguas que su teniente tiene hoy un entrenamiento preparado para sus subordinados que dejaría temblando a cualquiera.

Rukia soltó una carcajada sonora, tomando a su hermano por sorpresa ante aquella reacción.

—Sí, se puede decir algo así. Tal vez deberías venir y tomarlo, creo que sería un buen desafío.

Byakuya frunció el entrecejo con curiosidad, pero no dijo más antes de despedirse y retirarse, sintiéndose liviano de saber que su hermana había tomado con tanto entusiasmo su noticia. Una menos, faltaban dos.

—Por favor, Saya, sólo será una clase —musitó Hanako haciendo un puchero, un gesto que Saya había denominado alegremente como "ojos de gato con botas"

—No hay manera, Hanako —espetó la chica con determinación, dándole la espalda a su hermana a fin de evitar su mirada —, ya me pongo ropa deportiva para esas clases, no le veo el fin a usar tus uniformes.

—¡Ay, Saya! ¿Cuánto son dos horas? Además, Yamada siempre quiso verte usar mis uniformes, ¿lo olvidas?, es para levantar la moral a la división, Kaoru era el que promovía los jueves de Ballet, ¿me vas a negar ese placer? No puedo ser la única que quiere ver a los soldados sonreír.

—No, Hanako, no —sentenció Saya encarando a su hermana, plantándole cara y parándose en jarras, con una determinación férrea que haría a cualquiera abandonar sus intentos.

Pero en cuanto hizo contacto visual con su teniente, supo que había perdido aquella batalla.

Hanako hacía pucheros, tenía una expresión adorable, con los ojos bien abiertos, brillando, la boca torcida en un puchero, el rostro ligeramente vuelto al suelo mientras jugueteaba distraída con el borde de su bufanda, sosteniéndola cerca de su corazón.

—Pero Saya... —musitó con voz zalamera, obligando a la soldado a retroceder un paso, pasmada.

—Ay... Esa cara —reprochó la soldado en medio de un gruñido molesto —, y esos ojos y ¡Argh! ¡De acuerdo! Pero no me hagas hacer algo demasiado vergonzoso. Por favor no me pongas uno muy revelador.

—Puedes confiar en mí —soltó la teniente con malicia, sonriendo ampliamente y haciendo a su hermana pasar saliva con dificultad —, te pondré un escote cerrado.

¿En qué maldito momento?

¿En qué condenado momento había aceptado aquello?

Maldecía la hora.

Saya refunfuñaba bajo las atentas miradas de los soldados que observaban a detalle a las hermanas, dirigiéndose hacia la barra fija de la pared en silencio, murmurando por lo bajo ante la curiosidad.

Ver a Hanako usando leotardo de encaje en la espalda ya no era una rareza, ella se daba el permiso incluso de caminar con él por la división cuando se acercaba la hora del entrenamiento, ver su tatuaje de glicinas en el nacimiento de su cabello gracias al apretado moño bajo, ver sus faldas de gasa en diversos colores, mallas y zapatillas de punta, no, nada de aquello era más una sorpresa, aunque ese hecho no quitara que le observaran embelesados cuando la chica se olvidaba de su escuadrón para dedicarse a bailar al finalizar sus entrenamientos, algunos admirando el cuerpo bien torneado de aquella shinigami, otros cuantos observando la sublime belleza en lo efímero de su paso.

Pero ¿la hermana?

—Recuérdame por qué tengo que usar esto —gruñó Saya con rabia, entre dientes, mientras caminaba muy cerca de su teniente, aferrándose a las solapas del haori que le cubría de los ojos curiosos.

—Porque necesito ver este uniforme en acción para asegurarme de que fue una buena adquisición —dijo Hanako distraídamente mientras rebuscaba entre sus canciones algo para el calentamiento —, no es lo mismo usarlo que verlo. Además, es otra forma de honrar a Yamada, él promovía y adoraba los jueves de Ballet y siempre molestó con la idea de que quería verte usando mis uniformes.

—¡Hanako! —exclamó Saya, reacia a quitarse el haori de su hermana —Esto sólo es un entrenamiento, ¿por qué debo usar tu ropa?

—Porque es el uniforme obligatorio que llevábamos en la academia.

—¡No estamos en ninguna academia!

—Estás bajo mi tutela de entrenamiento.

—¿Y qué de diferencia hay con mi ropa deportiva?

—No son mallas —murmuró distraída y divertida, consciente de todas las miradas que recaían sobre ellas puesto que Saya sólo iba oculta hasta las rodillas, revelando que llevaba también zapatillas de lona.

—¡Y eso qué! —gritó la soldado, frustrada ante la indiferencia de su hermana.

Hanako sacó algo de su mochila y se lo ofreció a su hermana con una sonrisa "inocente" que gritaba culpable a todas luces.

—¿Qué es eso? —espetó Saya recibiendo la tela entre sus manos y quedándose petrificada —¡Ah, no! El trato era por el leotardo, nunca dijimos nada de la falda.

—Puedes ponerte un short de licra si quieres, ¿tienes alguno contigo?

—No —respondió apesadumbrada, sintiendo un aura depresiva en torno a sí misma, haciendo a Hanako soltar una risa cantarina.

—Igual puedes ir sin la falda —concedió levantándose y mirando a su alrededor, sonriendo orgullosa al percatarse de que sus shinigamis estaban calentando o haciendo algún estiramiento en las barras —. Supongo que yo también debería quitarme la mía para que no estés en desventaja.

La teniente se levantó avanzando hasta el centro de la habitación mientras su tutú romántico, la falda de tul liviano que caía por debajo de sus rodillas, se arremolinaba en torno a sus piernas, y dio dos poderosos aplausos a la par que exclamaba: —Au bar.

Todos los presentes se movieron a prisa para llegar a posiciones, esperando indicaciones, y cuando el haori de la soldado Yamamoto cayó al suelo y Saya tomó su sitio al frente de su barra, el silencio se alzó sepulcral, incomodando a la chica.

Saya llevaba todo el cabello recogido en una coleta alta, algunos mechones rebeldes todavía caían enmarcando su rostro, su expresión era hosca, estaba incómoda, casi molesta, pero a pesar de su expresión, algo la hacía lucir adorable. Tal vez las zapatillas de lona color durazno, nuevas, que Hanako le había prestado para la clase, tal vez las mallas rosa pálido que delineaban la musculatura de sus piernas sin dejar nada a la imaginación, tal vez el leotardo negro que se ceñía celosamente a su cuerpo... a la mayor parte del cuerpo.

—Tsch...

Saya recordaba todavía la conversación. Hanako preguntando si prefería un escote cerrado o abierto.

—¡Cerrado, definitivamente cerrado! —había exclamado sin pensarlo más, suplicando la seguridad de aquella palabra, ahogando cualquier explicación que la teniente pudiera dar después de aquello y ahorcándose sola.

¿Cerrado?

¡Cerrado su abuelo!

Porque ese escote de cerrado no tenía nada.

Negro, como la mayoría de los leotardos que Hanako usaba en la división, aunque tuviera de más colores en su guardarropa, sin mangas, esa era una ventaja para Saya, o al menos lo había sido hasta que Hanako se lo mostró, se cerraba con un par de botones en la nuca, pero dejaba al descubierto toda la piel de su espalda. La forma en que sus omóplatos se marcaron cuando ella se estiró y llevó los brazos a posición hizo que varios soldados pasaran saliva con dificultad, y la mirada que aquella shinigami les dedicó (que pretendía ser una amenaza, pero terminó siendo una mueca tímida con las mejillas sonrosadas), sólo consiguió que varios pasaran saliva y alguno tuviera que llevarse la mano a la nariz y contener la hemorragia.

—¿Q-qué miran? —espetó molesta, volviendo la vista al frente y consolándose con la idea de que Hanako le debía una muy grande... y se la iba a cobrar.

—Plié —llamó Hanako recuperando la atención sobre sí misma, librando un poco a su hermana de las miradas curiosas.

Odiaría tener que admitirlo en voz alta, odiaría darle el gusto a su hermana de escucharle decir que había tenido la razón al comentar que el ejercicio era más sencillo usando aquel uniforme, que se movía con cada ejercicio que hacían como si fuera una segunda piel. Antes le reclamaría que no se hubiese quitado la falda como había prometido, que admitir que el leotardo y las mallas le daban mayor libertad de movimiento, aprovechando ahora sí su elasticidad al máximo.

Seguía silente las indicaciones de su hermana, de nuevo destacando entre los presentes, que habían terminado por enfocarse en sus entrenamientos cada uno para no desatar la furia de la teniente demonio.

Estaba enfocada, tanto que no notó la presencia que se acercaba hacia el dojo con pasos calmados.

—Todo el mundo al centro —pidió Hanako distraída, seleccionando la música mientras los shinigamis se estiraban en sus sitios para relajar un poco la tensión muscular —, ¿cómo se sienten para un dictado?

Algunas quejas, lamentos lacónicos sin entusiasmo ni fuerza, y la voz cantarina de Saya alzándose sobre el resto mientras pasaba el brazo tras su cabeza y tiraba de su codo, estirándose más.

—¡Qué poco aguantan!

—Supongo que eso significa que estás lista para un dictado —murmuró Hanako cruzando los brazos, pensativa y sonriente.

—Puedo con cualquier cosa que lances —prometió Saya olvidándose de las miradas curiosas mientras la mayoría se retiraba hacia las barras y se estiraban para mantener el calor por si acaso.

—Los valientes en fila.

Horuko fue de los primeros en acomodarse, sabiendo que era de los pocos que le hacían segunda a Kaoru porque al shinigami de verdad le gustaban aquellos entrenamientos.

(Suitcase – Sia)

Otros cuantos más se sumaron, pero Saya permaneció al frente y al centro, con su postura erguida y la mirada perdida al frente, con expresión orgullosa mientras esperaba las indicaciones de su hermana.

Hanako sonrió con orgullo de su pequeña antes de pasearse entre las filas que se formaron con algunos hombres y mujeres de su escuadrón, todos de pie con la espalda bien estirada, con los pies en primera posición, con los brazos sostenidos con fuerza hacia abajo, arcos finos en preparación.

—Plié —indico Hanako paseando entre la gente, arrastrando los pies con cadencia, con las manos en la espalda, observando a detalle a su escuadrón, analizando las posturas, tocando los hombros, arañando las espaldas que se encorvaban y dictando con sus uñas la dirección que debían tomar en realidad —¡Soubresaut! —exclamó la teniente.

Y todos los que estaban en fila dieron un salto corto, apuntando los pies antes de caer en quinta posición sin mover los brazos.

Have you told me all?

I've got things to say

Hey, I'm talking to ya

We got things to do

We got plans to make

And I wanna take you with me

And I wanna take you with me

Yeah, I wanna take you

Hanako dictó algunos otros saltos en el sitio, consiguiendo que los valientes comenzaran a sudar por la tensión en sus músculos, pero siguiendo a detalle cada una de las indicaciones, expresiones serenas y relajadas a pesar del dolor de dos horas de entrenamiento.

Hanako sonrió divertida mientras dictaba algunas otras cosas, evoluciones sencillas como cambiar el peso de un pie al otro antes de levantar una pierna en gestos estilizados.

Jetté, grand batement, tendué. Indicaciones a las que ya se habían acostumbrado luego de tantos entrenamientos con ella, pero esta vez sin una sola duda en la ejecución.

Have you told me all?

I've got things to say

Hey, I'm talking to ya

We got things to do

We got plans to make

And I wanna take you with me

Yeah, I wanna take you with me

—¡Glissade pirouette! —exclamó Hanako saliendo del centro justo a tiempo para que sus soldados hicieran un salto deslizado hacia la derecha antes de girar, doblando una rodilla y subiendo los brazos sobre sus cabezas con elegancia.

Se movían casi a la par, si media fracción de segundo los dividía llegaba el punto en que aquello ya no se notaba, brazos en movimiento hacia el frente y arriba, giros sobre su sitio, desplazamientos sobre la duela.

Y Saya encabezando aquella danza serena que cada vez más parecía una coreografía.

But a far-off gaze is wide in me

Can you feel it?

And if you can't tell

I'm a restless girl

What are you hearing?

Hanako se paró a su lado repitiendo toda la actividad que les había dictado hasta ese momento, algunos pudieron replicar sus propios pasos y mantenerse a la altura a la que ambas Yamamoto bailaban, porque sabían perfectamente que la belleza de las actividades dictadas era memorizar los prólogos y repetirlos con la teniente antes de que ella planteara alguna evolución.

No, si diez personas se habían arriesgado a hacer aquel dictado, ahora sólo Horuko, Saya, Hanako y otra shinigami se mantenían en movimiento, llenando la sala con sus giros y sus deslizados.

Pack it all away

Pack it all in one suitcase

I got all I need

All I need to be free

Hanako retrocedió hasta la barra, dejando a Saya sola al centro y al frente, Horuko se tropezó, llevándose a la otra chica consigo y dejando el espacio libre.

—¡Fouette! —exclamó Hanako en medio del cambio de música.

Y Saya reaccionó.

Sus rodillas se doblaron mientras ella se plantaba con fuerza, y luego levantó la pierna derecha hacia el costado, girando con violencia, con gracia, con elegancia. Sus brazos se abrieron hacia sus costados para darle más impulso y luego volvieron hacia ella con cada giro mientras su pierna se extendía una vez antes de doblar la rodilla y volver a extenderse. Girando, girando, girando sobre sí misma al ritmo de la música, ajena a las miradas de asombro de los otros shinigamis, ajena a la sonrisa soberbia de Hanako, ajena al hecho de que Renji y Byakuya estaban de pie en la entrada del dojo, pasmados con aquel espectáculo.

Pack it all away

Pack it all in one suitcase

I got all I need

All I need to be free

Pack it all away

Pack it all in one suitcase

I got all I need

All I need to be free

Pack it all away

Pack it all in one suitcase

I got all I need

All I need, I'm flying

Porque ahora ya no era necesario el dictado. Hanako lo sabía perfectamente, Saya no necesitaba seguir indicaciones en ese momento, la música ya se había apoderado de ella.

Si bien, Saya no era la bailarina más agraciada del grupo, sus movimientos eran torpes cuando no estaba del todo concentrada, podía llegar a lucir arrebatada cuando se dejaba llevar por el ritmo y por las notas, eso era precisamente lo que la hacía lucir tan hermosa en su ejecución.

Renji pasó saliva con mucha dificultad al ver la expresión de Saya contraerse en una mueca de dolor mientras se doblaba sobre sí misma, cerrando las manos en puños y llevándolas a su pecho antes de saltar y hacer el split en el aire, aterrizando sobre un pie y girando hacia la rodilla, llegando al suelo y levantándose en un movimiento que cualquiera habría comparado con una ola arremolinándose al romper.

Se levantó girando la cabeza, su coleta se movió tras ella como una llamarada negra y roja, se notaba la pasión en cada gesto, en cada movimiento. Su rostro, su cuerpo, todo giraba en torno a la música, parecía que ella contaba la historia de esa canción con cada poro de su cuerpo.

Sí, al principio había sufrimiento en su expresión, pero para deleite de todos los presentes aquel gesto se fue convirtiendo en una mueca feroz en la que Saya ya no caía sobre sus rodillas, sino que hacía algunos giros, saltos, movimientos amplios que denotaban el orgullo de aquella pieza.

La respiración de Renji estaba agitada, el pelirrojo pasó saliva con dificultad mientras avanzaba medio paso sin poder evitarlo. La mano de su capitán aterrizó en el centro de su pecho, dándole con aquello un ancla que le detuviera de avanzar más, y tampoco fue consciente de ese contacto brusco que le ofrecía el pelinegro, estaba demasiado absorto viendo a Saya girando sobre sí misma de nuevo, uno, dos, tres, cuatro, extendiendo la pierna y regresando a posición en un fouette que lucía perfecto a sus ojos.

Su ejecución tenía muchos huecos según Hanako, que observaba con ojo crítico a su hermana, Saya no era una bailarina, no lo era, pero había tanto corazón en sus movimientos que la técnica pasó a segundo plano cuando la soldado se agachó en una rodilla, extendiendo la otra pierna hacia el frente y llevando los brazos hacia atrás, la muerte del cisne...

Saya había visto a Hanako per formar aquello al menos unas cien veces. La había visto hacer ese cierre melancólico y dramático las veces suficientes para entender cómo llevar la espalda hacia el frente antes de alzar el cuerpo hacia atrás y volver el rostro mientras sus manos se extendían hacia afuera.

Seguro Hanako le diría que más que la muerte del cisne parecería un buitre en agonía, pero la sonrisa de Saya era de orgullo y satisfacción, cuando la soldado levantó la mirada en busca de los ojos de su teniente, cuando volvió el gesto para encontrarse con la cara de reproche que le estaría componiendo antes de caerle con las mil correcciones, se quedó pasmada en su sitio al percatarse de que, en lugar del reproche y del disgusto, Hanako le sonreía con orgullo.

Se dejó caer al piso, con el cuerpo adolorido, con los pulmones amenazando con estallar, con los pies temblando y exigiéndole frenar. Su postura era antinatural, si no se movía pronto terminaría con alguna extremidad entumida, pero estaba tan cansada...

Y entonces los aplausos de Byakuya le hicieron volver la mirada hacia la puerta a toda velocidad. Ahí estaba el capitán de la sexta, con una ceja alzada mientras reconocía el trabajo de la soldado con aquel gesto.

No, los aplausos del noble no le importaban en lo más mínimo, lo que obtuvo toda su atención fue el hecho de ver al teniente Abarai a su lado, con la boca ligeramente entreabierta, los ojos como platos, las mejillas sonrojadas, toda su expresión era poesía pura puesto que denotaba la adoración que sentía al haberle visto bailar así. Respiraba con ligereza, pasar saliva le costó un esfuerzo sobrehumano, lo mismo que a Saya levantarse puesto que no tenía ningún punto de apoyo. Fue una tarea titánica ponerse de pie en un salto para poder mirar a Renji a los ojos, pasando saliva con dificultad y preguntándose en qué maldito momento habían llegado.

¿Cuánto de aquella danza habían visto?

¿De verdad ninguno de los dos iba a decir nada?

Impensable.

Y mataría a su hermana. Seguramente era una trampa puesta por ella para dejarla en evidencia frente al teniente de la sexta.

Jamás se percató de que también había sorpresa en las facciones de su teniente.

—Soldado Yamamoto —llamó Byakuya al ver la intensión en la mirada de la soldado para salir huyendo, había estado a punto de salir corriendo y perderse en el último confín de la tierra si la voz del pelinegro no se hubiera dirigido a ella de forma suspicaz y… entretenida —, jamás me habría imaginado que se parece tanto a sus hermanas en la delicada tarea de realizar una danza.

—Parecerme… —repitió la chica recuperando poco a poco la capacidad de habla.

—Aunque he entrenado lo suficiente con la teniente como para notar los vacíos en su técnica y ejecución, ciertamente ha dado una demostración impactante… mi teniente no sale de su pasmo —apuntó divertido, consiguiendo que Renji reaccionara.

—¡Taichō!

—Es verdad —concedió Hanako acercándose a los recién llegados y sonriendo dulcemente —, nunca hemos bailado un pax de deux. ¿Qué los trajo a la división?

—Los rumores dicen que tienes un entrenamiento que pondría a temblar a cualquiera, no sabía que hablaban de esto.

—Bueno —murmuró la chica con cierto grado de inseguridad —, en nuestros entrenamientos cada uno se enfocaba en lo suyo. Si mal no recuerdo, usted hacía dominadas mientras yo perfecciono a mi fouette.

—Nos gustaría intentarlo —remató el capitán mientras de quitaba el haori de los hombros y se ganaba miradas de pasmo por parte de todos los presentes.

¿Habían escuchado bien?

Los shinigamis intercambiaron miradas entre ellos, alzando la vista hacia el capitán que parecía sincero al haber dicho aquello. Los gestos de incredulidad de aquellos soldados sólo pudieron compararse con las expresiones de pasmo que Saya y Renji dedicaban al capitán y a la teniente de la división.

—Au bar, entonces —murmuró Hanako con una sonrisa mientras se dirigía a elegir música.

Lo normal habría sido escuchar el revuelo de los shinigamis retomando posiciones, después de todo aún faltaba una hora más de aquel entrenamiento, pero el silencio sepulcral sólo fue interrumpido por los pasos tranquilos de Byakuya dirigiéndose hacia donde su protegida y novia tenía la mochila para deshacerse de su haori y esperar indicaciones.

—Au bar —repitió Hanako con dos poderosos aplausos al ver a su escuadrón pasmado.

Gente saltando en su sitio antes de correr a toda velocidad, tomando posiciones y esperando indicaciones.

La teniente carraspeó negando con la cabeza mientras seguía buscando entre sus canciones algo que sirviera para calentar un poco más. Tenía que admitirlo, le gustaba mucho sentir el reiatsu de Byakuya a sus espaldas, tan cerca, observando a detalle al resto de los soldados mientras se preguntaba qué posición debía tomar para iniciar aquel entrenamiento.

Hanako solía hacerlo sola cuando estaban en la mansión, la había visto hacerlo un par de veces, pero a ella sola.

—C-capitán —llamó Renji inseguro, mirando a los demás shinigamis con curiosidad y recelo.

—Horuko —llamó la teniente con una mirada suave —, toma el frente de la barra al fondo y que Renji tome el lugar tras de ti, así podrá seguirte en las actividades.

—¡Sí, fukutaichō!

—Saya, toma el puesto atrás del teniente Abarai y haz las correcciones pertinentes.

—¿Correcciones? ¿Yo? —espetó la aludida retrocediendo con nerviosismo —¡No cuentes con ello! No estoy para hacer correcciones que...

—Tienes razón —cortó la teniente pensativa —, ¿preferirías tomar el sitio frente a él? Así podría seguirte en los dictados.

¿Frente a él?

Saya bajó la mirada casi en cámara lenta, percatándose de su atuendo y pasó saliva con dificultad, recordando que había accedido a ponerse aquello.

La mirada de Renji también se fijó en ella, y si el teniente apartó la mirada de inmediato, dándole la espalda a la soldado, fue sólo por instinto de supervivencia, suplicando que aquel suplicio se acabara de una vez. ¿En qué lo había metido su capitán ahora?

—¡Correcciones! —espetó tomando posición tras el teniente —, le haré las correcciones.

—Capitán —llamó Hanako dulcemente, dándole la espalda a Byakuya y tomando posición al frente de la barra —, si no le molesta, me gustaría que me siguiera a mí.

—Será un placer —confesó con voz cadenciosa que hizo a varios de los presentes pasar saliva con dificultad.

¿Cómo tres palabras podían sonar tan cargadas sin ser comprometedoras en realidad?

—Teniente Abarai —llamó Hanako volviendo el rostro sobre el hombro, pero con la mirada hacia el piso —, si se le dificulta compaginar las actividades con los port des bras, entonces ponga la mano en la cintura para realizar las secuencias de los pies. Es más importante esa parte que los brazos.

—Entendido —murmuró incómodo antes de echar un vistazo a su alrededor y percatarse de que algunos hombres y mujeres tenían ya la mano en la cintura, pero la mayoría había colocado los brazos hacia abajo, apuntando las manos con forzada delicadeza.

El pelirrojo echó un vistazo sobre su hombro, percatándose de que Saya tenía el rostro vuelto al centro del salón, con las manos apuntadas también, pero la expresión contraída en un gesto de reproche

No podía ser tan difícil, ¿o sí?

Ejercicios de calentamiento, Hanako dictando todo lo que tendrían que hacer mientras su cuerpo mostraba las evoluciones para que los shinigamis la vieran, la mayoría de ellos marcando los pasos para memorizar aquella actividad antes de realizarla con música.

—Lo tengo, teniente —prometió Byakuya con un gesto estoico, volviendo la vista al frente mientras la joven se retiraba de la barra y miraba a su alrededor, comprobando que su gente hiciera las cosas como se debía.

De nuevo, la chica se movía por todo el espacio como un pez en el agua, echando vistazos sobre su hombro de vez en cuando para asegurarse de que Byakuya estuviese bien ubicado, reconociendo en los movimientos del capitán su propia técnica.

—Así que no me ignorabas —murmuró la teniente sonriendo para sí misma antes de poner una mano abierta en la espalda de una chica —, respira profundo antes de inclinarte. No te encorves.

—Sí, teniente —murmuró la chica con dificultad antes de relajar su postura.

Saya veía los hombros de Renji tensos por la actividad, al principio había tratado de mover el brazo para seguir las indicaciones que Hanako les había dado mientras su otra mano se aferraba a la barra como si la vida le fuera en ello, pero al final sí había resultado un poco más complicado coordinar brazos y piernas en aquellos gestos agraciados. No, Renji no se habría dado por vencido de no ser porque Saya le había exclamado que pusiera la mano en la cintura, dado que la distraía de su ejercicio.

—¡Perdón! —exclamó el pelirrojo ante las atentas miradas de todos los shinigamis.

Saya carraspeó frustrada antes de volver a sus actividades, a la par que Hanako volvía a ponerse frente a su barra.

—La espalda —soltó Saya al ver a Renji tenso.

El shinigami volvió la mirada sobre su hombro cuando todos se extendieron un poco, como si tomaran aire antes de doblarse sobre sí mismos. Se percató de que cada shinigami tenía distintos alcances, Hanako y Saya podían tocar sus rodillas con la punta de la nariz sin que su espalda se encorvara, pero él no podría llegar tan lejos.

—¿La espalda? —repitió incómodo.

—No curves la espalda —murmuró Saya mientras se enderezaba, llevando la mano por encima de la cabeza antes de respirar de nuevo y reclinarse hacia atrás —, inclínate hasta donde puedas mantener la espalda recta, no más.

Renji ahogó un gruñido por lo bajo ante aquello, sintiendo que le dolía la parte baja de la espalda.

—Todo el mundo sosténgase ahí un momento —ordenó Hanako sin perder la postura — y digan A.

Varios no lo consiguieron. Renji entre ellos, ahogando un gemido gutural que consiguió que alguno cayera de espaldas al perder la postura.

Lentamente todos volvieron a su sitio y Byakuya bufó divertido ante las exclamaciones de dolor de su teniente, aunque no podía decir que él mismo estuviera intacto, aquello le había costado más de lo que había creído.

—Todo el mundo de vuelta al cambre —pidió Hanako dando dos aplausos cortos —, frente a la barra a dos manos —ordenó mientras todo el mundo tomaba posiciones —. Cuando vamos al cambre, la espalda se estira, primero, vamos hacia arriba —dictó consiguiendo que los presentes siguieran sus indicaciones, Renji tardó un segundo más en reaccionar antes de seguir al resto —, y sólo cuando llegamos a nuestro punto más alto, cabeza a la izquierda, entonces vamos hacia atrás suavemente como si nos recostáramos sobre una almohada —exclamó mientras hacía el movimiento —. El cambre bien hecho nos permite respirar libremente, si no pueden hablar en esta postura, entonces lo están haciendo mal.

—No se puede —dijo alguien con voz ahogada, haciendo reír a los presentes.

—¡Por supuesto que se puede! —exclamó Saya desde su postura.

—Tú eres su hermana —espetó Horuko con dificultad, pero igualmente consiguiendo aquella proeza —, salieron del mismo infierno.

—Si un shinigami de otro infierno puede —remató Byakuya con voz ahogada, pero clara —, entonces cualquiera debería poder.

—No es justo —musitó sin aire otra chica antes de respirar profundo y fruncir el entrecejo.

—Pero sonrían —soltó Hanako ofendida, enderezándose en un movimiento rápido antes de pasear la mirada por todos los presentes.

—Cuesta más trabajo del que haces parecer —se quejó Renji enderezándose a la par que el resto.

—Saya hace que se vea sencillo, si alguien tan torpe puede, el resto también —afirmó Horuko divertido, ganándose un golpe en el hombro por parte de la aludida mientras ella reía con ganas, fingiendo ofensa.

—Kaoru hacía que se viera sencillo —murmuró Hanako para sí misma, sonriendo dulcemente —, todo en dedans —ordenó dando un aplauso poderoso.

—¿Qué significa eso? —murmuró Renji viendo a Saya sobre el hombro.

—Que tenemos que hacerlo al revés —respondió divertida.

(Desastre – Pol Granch)

Sí, se burló cuanto pudo con correcciones discretas dichas a media voz al percatarse de que Renji estaba teniendo muchas complicaciones para entender cómo se hacían los movimientos en reversa, equivocándose cada dos por tres mientras Saya le dictaba el ejercicio de nuevo y él trataba de seguir los pies y movimientos de Horuko frente a sí.

—Detourne —ordenó la teniente, haciendo a Saya pasar saliva con dificultad.

—¿Eso qué significa? —espetó Renji viendo a todo el mundo moverse en su sitio.

—Que empezamos para el otro lado —respondió de malas mientras le daba la espalda al soldado y se posicionaba para iniciar.

Si Renji comenzó el ejercicio con el firme propósito de perder la mirada al frente por encima de la cabeza de Saya (sería pan comido, sólo tenía que alzar un poco la barbilla y la diferencia de estaturas haría el resto del trabajo), pronto descubrió que tenía que mirarla si quería seguir realizando las actividades, estaba perdido.

Observar a Saya realizar los ejercicios le supondría una distracción tremenda, o eso habría creído al principio, no ayudaba nada el verla usando aquel uniforme de ballet. Había escuchado rumores de la división, sabía que la teniente solía vestirse para la ocasión en cada entrenamiento, no lo hacía para sus shinigamis, lo hacía para sí misma. Pero de aquella soldado los rumores no decían nada.

Después de haber visto bailar a Saya una coreografía al centro, aquellas evoluciones le parecían toscas y acartonadas.

Aquel pensamiento se instauró con cierto grado de dolor e incomodidad para el pelirrojo. ¿Sería acaso por su presencia lo que tenía a Saya tan incómoda?

Su relación no había sido sencilla o llevadera, durante mucho tiempo la sola idea de pasar tiempo en la misma habitación que ella parecía dolorosa, complicada e imposible. Los insultos y menosprecios no se hacían esperar, y el desafío mutuo era la única constante en sus interacciones, por eso decir que ahora comenzaban de nuevo no estaba tan alejado de la realidad, pero tampoco era una invitación abierta a actuar como si nada hubiese ocurrido entre ellos antes.

Renji se sentía agobiado, su mano estaba firmemente puesta en la cintura y sus pies seguían el recorrido que marcaban los de Saya. Era casi hipnótico, imitarle se sentía natural.

Saya todo el tiempo hablaba de la música, de la forma en que los ritmos, los sonidos, las melodías y las armonías le ayudaban a calmar todas sus tempestades, o a enervar sus momentos de tranquilidad y paz; si antes había creído que nunca la comprendería cuando le hablaba de cómo la música le ayudaba a entender la vida, a su zanpaku-tō, el mundo que la rodeaba, ahora todo se esclarecía un poco, puesto que el ritmo de aquella pieza le hacía un poco más sencillo seguir cómo debían ser los movimientos.

¿Alguna vez se había detenido a observarla realmente?

Sí, la había visto entrenando con Ikkaku y Yumichika, había visto a la soldado peleando contra los genzanki, había incluso peleado él mismo en su contra y se había dado cuenta de la belleza y la ferocidad de su técnica, pero si alguna vez había visto a Saya pelear o entrenar, jamás lo hizo en serio.

Sí, sus movimientos eran bruscos, estaba nerviosa, no le gustaba saberse observada, y menos ahora que era Renji en persona quien la miraba a detalle para tratar de seguir las indicaciones dictadas antes por la teniente Yamamoto. Estaba nerviosa de saber que el teniente le miraba la espalda desnuda, estaba nerviosa de ser el ejemplo que aquel hombre debía seguir, pero no entendía por qué sentía aquel nerviosismo. Era muy pronto para decir algo, pero muy en el fondo sabía que quería causar una buena impresión.

Era ahora que la observaba a detalle, que Renji veía claramente la cadencia en sus movimientos, porque Saya se arremolinaba sobre sí misma como la corriente de un río fluyendo con naturalidad, adaptándose a su entorno, rodeando y tomando la forma de todo aquello cuanto se cruzaba en su paso. Pasó saliva con dificultad al percatarse del movimiento en los omóplatos de la soldado cuando ella trasladaba el brazo haciendo movimientos circulares sin principio ni final, fluyendo como fluía la música mientras una palabra lo golpeaba con la fuerza de un tren de carga.

Hermosa.

Saya volvió el rostro en un gesto muy parecido al de su hermana y musitó por lo bajo: —¿Cómo vas?

—Voy —admitió apesadumbrado el teniente cuando Hanako dio la orden de hacerlo todo en dedans.

—Sígueme.

Hasta el fin del mundo — había pensado el teniente sin atreverse a indagar con mayor profundidad en ese sentimiento que parecía tan profundo e inmenso como el océano en sí mismo.

La coleta de Saya bailaba junto con ella, sus cabellos danzaban de un lado al otro cada vez que la soldado se subía a media punta y cambiaba la dirección de sus piernas.

Giros, saltos, movimientos deslizados hacia un lado y de regreso, si Renji volvió a apartar la mirada de la espalda de Saya fue sólo cuando tuvo que girar sobre sí mismo para iniciar todo por izquierda, esperando ansioso el momento de volver a su postura y seguir los movimientos de la soldado que se estaba convirtiendo en una inspiración para él.

Y si le sorprendió verla girando sobre sí misma cuando Hanako dictó actividades más complicadas, sólo necesitó recordarse a sí mismo que aquella mujer era Yamamoto Saya, y que si había demostrado algo era cumplir con todo aquello que se proponía. Siempre.

La gente estaba tirada por todo el dojo, pegados a las paredes, tendidos en el piso, tomando agua y recuperando el aliento mientras Hanako revisaba sus listas de música en busca de algo más tranquilo.

Ella solía quedarse luego de los entrenamientos para bailar un poco más, aprovechando el calentamiento y el espacio, aprovechando que la instalación se quedaba relativamente sola puesto que los soldados que habían entrenado con ella rogaban por salir de ahí.

Ese día la clase se había sentido más pesada, un doble calentamiento gracias a la presencia del capitán de la sexta y su teniente.

—¿Qué les pareció la clase? —cuestionó Hanako suavemente al sentir a Byakuya acercarse a ella para recuperar su haori.

—Honestamente, agradezco mucho no tener que volver a hacer esto en mi vida —bromeó el pelinegro mirando sobre el hombro de Hanako, haciéndola sonreír con su cercanía y su curiosidad —. ¿Cómo los pone a hacer esto cada jueves?

—Ninguno viene obligado —prometió la chica.

—Tal vez considere enviar a mi teniente a una clase exhaustiva —dijo el noble mirando en dirección al pelirrojo, que palideció ante aquellas palabras, arrancándole a Saya una risa fútil y desganada.

—Si quiere que su teniente se muera —espetó la soldado sin fuerzas.

Hanako le dedicó una mirada de soslayo a su hermana, suspirando apesadumbrada.

—Creo que esta semana me he excedido de más —admitió para sí misma antes de poner su lista en aleatorio y dirigirse hacia el centro del salón.

(Angel by the wings – Sia)

—¿Eso crees? —cuestionó Byakuya posándose tras ella y sonriendo al verla levantar las manos hacia los lados, una invitación que a él le pareció clara, descarada e inocente.

En un movimiento fluido la joven llegó a puntas y volvió el rostro, componiendo una expresión adorable que hizo al noble suspirar discretamente antes de tomar sus muñecas con delicadeza y darle soporte.

Hanako levantó una pierna girando un poco en su sitio, dándole el costado a Byakuya y llegando al arabesque mientras el pelinegro la observaba con curiosidad.

Los presentes pasaron saliva al ver a Byakuya levantar la mano que Hanako tenía al frente, un movimiento agraciado pero que pareció un rechazo por cómo ambos giraron la muñeca, era como si el noble la hubiese despreciado y ella rechazara aquel gesto para poder colocar la quinta en su sitio.

Byakuya dio unos pasos, lento, pausado, marcando el ritmo de la música, haciendo a Hanako girar cual pieza de alhajero mientras la teniente sostenía aquella postura con fortaleza y determinación.

—Allongé —susurró suavemente el pelinegro cuando volvieron a su postura inicial.

La teniente sonrió de medio lado.

—Así que presta atención... —musitó antes de extender su mano hacia el frente y bajar de la punta sin que su pierna perdiera altura.

Parecieron movimientos hechos en cámara lenta, Hanako habría podido nombrar esa variación, explicarles a sus soldados qué era el ponche de ballet y preparar algún adagio para ellos más adelante (sí, dolería, y mucho), pero no dijo nada, bajó el torso consiguiendo que su pierna subiera todavía más alto, rebasando el hombro de su acompañante antes de que ella se enderezara ligeramente en su sitio, formando una V entre su cuerpo y su pierna.

¿De verdad se podía ser así de flexible?

Y Byakuya frunció el entrecejo empujando la pierna de Hanako un poco más hacia arriba, esperando ver a la teniente inclinarse en lugar de que sostuviera el torso en su sitio y le sonriera con una sonrisa socarrona, una manera silente de decir "Sí, así de flexible y más".

La teniente se puso de pie frente al noble y sonrió levantando ambos brazos por sobre su cabeza mientras él le tomaba la cintura con determinación y delicadeza, para ella fue sencillo subir al passé y a la punta, antes de permitirle al pelinegro girarla varias veces sobre su propio eje, arrancando alguno que otro suspiro a los presentes.

Había gracia entre aquel par. Se notaba que Byakuya no tenía técnica, era sencillo determinar que el noble no había bailado ballet en su vida a diferencia de la teniente, que parecía ingrávida y etérea como el humo del incienso, arremolinándose poco a poco hasta convertirse en el mismo aire, pero también había algo entre ellos dos, una complicidad tácita que les envolvía con sutileza y dulzura otorgando a cada movimiento una sensación de ser un acto... sublime.

Era difícil determinar qué de lo que veían hacía que aquella danza pareciera tan bella, tal vez las miradas ilusionadas que Byakuya y Hanako se dedicaban cada vez que tenían la oportunidad de observar sus ojos, tal vez el cómo aquel hombre sostenía a su protegida como si estuviese hecha de cristal, tal vez en la manera en la que Hanako posaba sus manos sobre hombros y muñecas de él, dejándose caer y confiando plenamente en el capitán.

—Definitivamente me hace falta gracia para esto —murmuró Byakuya en el oído de Hanako, deteniendo sus giros de manera que la teniente le dio la espalda.

La shinigami sonrió de medio lado mientras una mano del noble le tomaba una rodilla y la levantaba al vuelo, una postura del ballet clásico que ahora parecían dominar como compañeros. Ella colgando de sus brazos con una pierna extendida hacia el cielo, él sosteniéndola con fuerza, con poder, como si la vida le fuera en ello.

Hanako suspiró para volverse liviana y permitirle al noble bajarla con delicadeza, ella había hecho un pax de deux alguna vez hacía tanto tiempo que podría haber ocurrido en otra vida y, al mismo tiempo, no había pasado tanto desde ese momento en el que bailaba con un amigo.

Hanako se paró en una pierna y lanzó la otra en punta hacia atrás, arrastrando la zapatilla por el suelo, erguida en toda su estatura, sintiendo la respiración del noble sobre su mejilla, la shinigami levantó un brazo hacia la quinta, alto sobre su cabeza y luego estirado hacia el costado, donde se encontró con la mano del pelinegro que la sostenía con la muñeca únicamente, como si se sintiera indigno de acariciarla, pero necesitara el contacto, ella sonrió divertida mientras echaba la mano disponible hacia el frente y Byakuya pasaba la disponible por debajo de su brazo, ¿pretendía ser un abrazo?; Hanako podía sentir la respiración del capitán recorriéndose hacia su hombro, hacia su espalda, jamás habría imaginado si no hubiese visto el reflejo en el espejo que aquel hombre imitaba la postura de sus pies.

—No creo que le falte gracia, capitán —contradijo la teniente con picardía en la voz, sintiendo que la nariz del noble le acariciaba la piel en un gesto mimoso antes de que Hanako le rodeaba hasta poner los brazos sobre sus hombros y subir a punta, apuntando un arabesque bajo y alzando ambos la mirada hacia el cielo —, un poco de práctica y sería un gran bailarín.

—Tendría que practicar un siglo para llegar hasta su nivel —murmuró mientras las evoluciones se apoderaban de ellos y entremezclaban el ballet con algo más, quizás un vals en el que se movían fluidamente por todo el salón, dejando un aire de misticismo a su paso, una estela como la hojarasca de sakuras y glicinas en una tarde de viento primaveral —, estoy seguro de que ni siquiera dominar el bankai resulta tan complicado.

—Un siglo se va volando cuando uno está aburrido —admitió Hanako mientras las manos de Byakuya se asían a su cintura y la levantaban alto en el aire, si la lanzó un poco (apenas unos centímetros), fue más que suficiente para que algún shinigami ahogara un grito al ver a la teniente con los pies apuntados y los tobillos entrelazados, si aterrizaba así seguro se rompería algo. Pero los brazos de Byakuya se cerraron en torno a sus piernas, sosteniéndola alto antes de agacharse en una rodilla y ayudarla a bajar.

Le ofreció una mano y la teniente dio un paseo alrededor de él, pasos cortos hechos a toda velocidad en los que una punta alcanzaba a la siguiente con sutileza y velocidad. Bourrées, movimientos tan rápidos de los pies que parecía estarse deslizando por el asfalto como una ninfa ingrávida mientras Byakuya le miraba con adoración, ofreciéndole una mano como soporte, y al mismo tiempo, como una súplica para mantenerse en contacto.

Ya, habían acaparado demasiado tiempo la atención de aquel escuadrón, de todos modos, la música estaba por finalizar, así que Byakuya se levantó con toda la gracia que pudo antes de sostener la cintura de Hanako, la teniente se reclinó hacia el costado, convirtiendo su cuerpo en una línea diagonal perfectamente sostenida, acariciando el rostro del noble con ambas manos mientras él le daba el soporte pertinente y dejaban las últimas notas de la pieza morir.

Y eso era todo, el misticismo, la tensión, los susurros dichos a media voz, los destellos y las burbujas, todo había desaparecido.

Byakuya le ayudó a enderezarse y besó sus nudillos en una reverencia sobria, haciendo a Hanako respingar por la sorpresa antes de encarar ambos a los soldados.

Miradas de pasmo, bocas abiertas, gestos de incredulidad y alguno que otro suspiro suspendido en el aire entre ellos, la teniente pasó saliva con dificultad antes y fue su novio quien tomara las riendas del asunto, dándole espacio para recobrar el aire ahora que volvía a ocultarse tras su máscara de estoicismo e indiferencia.

—¿Qué dice, teniente Abarai? ¿Quiere probar más seguido? Podría tratar de convencer a la teniente Yamamoto de ir a darnos lecciones a los escuadrones de la sexta, así los más atrasados se pondrían al día.

—¿Ballet? —Exclamó levantándose de un salto y haciendo a Saya reír a carcajadas —, lo siento, capitán, pero yo estoy fuera.

—¿Esto es demasiado para usted?

—¡Claro que no! Si Saya puede, cualquiera puede.

—¡Claro! —exclamó la aludida con sarcasmo y diversión —Si se notaba a leguas que fluías como un cisne de Tchaikovski. Yo jamás he sido un buitre en agonía con la gracia que tú lograste.

—¿Buitre en agonía? —murmuró Hanako confundida mientras veía a sus shinigamis recoger sus cosas y retirarse, sabiendo que las clases solían terminar cuando Hanako se olvidaba de ellos y protagonizaba sus solos.

¿Qué? ¿De verdad querían bailar más de dos horas?

Había ocasiones en que ni ella lo soportaba. Pero su corazón latía con violencia en esos momentos, la adrenalina, la emoción, ella podría haber seguido bailando si era Byakuya quien guiaba sus pasos. Y ese pensamiento la golpeó con ganas.

Ella no se dejaba guiar.

Sí, había encontrado un ritmo que ella y Shūhei habían podido seguir, se habían perseguido el uno al otro por toda la pista de baile mientras el coqueteo se hacía presente, sin embargo, ellos habían encontrado una amistad en medio de aquella danza que ambos habían liderado en algún momento la conversación.

Hanako levantó la mirada hacia el capitán de la sexta mientras él se dirigía hacia las bocinas, hacia sus pertenencias, mirándole de reojo conteniendo las ganas de dirigirse hacia ella.

¿Hacía cuanto él no se sentía así? Y ¿en qué momento ella se había perdido en la vorágine de sus sentimientos?

—¿Té? —ofreció la teniente divertida mientras el capitán suavizaba la mirada.

—¿En pleno jueves?

—¿Por qué no? Oye Saya —murmuró Hanako con una mueca en el rostro mientras giraba un poco el hombro —¿te pido un favor?

—Seguro, ¿qué pasa, sis? —cuestionó la soldado mientras uno de sus compañeros se acercaba a despedirse.

—Creo que me di un tironcito con el último deturne, ¿me podrías ayudar con las bocinas?

—Renji —llamó Byakuya solemne, pero mostrando ese gesto de medio lado que Hanako comenzaba a identificar cada vez que el capitán le gastaba alguna broma a su teniente —, posiblemente fue mi culpa, iré a traerle alguna pomada de las que usamos.

—Capitán, no podría hacerlo ir hasta allá sólo por un accidente —murmuró la chica con media sonrisa, sabiendo que el noble había pescado al vuelo la trampa.

—Descuida, teniente, tengo algo de esto en la oficina de mi hermana, ¿vamos? —culminó ofreciendo el brazo para la teniente, sonriendo tan levemente que sólo la teniente en la cercanía pudo ver.

—Volveremos en unos minutos para llevarme el resto, sis —prometió la chica sonriendo ampliamente, socarrona y sarcástica, presumiendo su triunfo cuando ya no quedaron más shinigamis en el dojo —¡Ja-ne!

Sus días consistían en entrenar a Yoshio, pasar tanto tiempo dentro de la oficina la ofuscaba, sobre todo, escuchar las quejas de la pelirroja. No, no estaba de ganas para aguantarla, aunque le gustaba mucho cuando se quedaba a solas platicando con Tōshirō.

- ¿Ahora eres su niñera oficial? – La voz de su amigo la saco de sus cavilaciones, Shūhei apareció de entre los arbustos -Tenia tiempo de no verte, no desde la infiltración…

-Bueno, no estar en servicio me da tiempo de hacer cosas que no estoy acostumbrada a hacer- Shū había volteado a ver al joven Kurosaki, por lo que la chica dejo escapar una risita -No, no me refiero a Yoshio, pero no estoy acostumbrada a hacer nada en mi día a día, tu sabes, el abuelo era un hombre muy exigente

-En esto tal vez no pueda contradecirte- Definitivamente había conocido los modos de aquel hombre, lo había conocido en varias facetas y, a pesar de creer que era un viejo senil, definitivamente siempre estaba listo para la batalla -Entonces… ¿Qué hay de Yoshio?

-Aun no tiene conexión con su zanpaku-tō, a unos les cuesta más que a otros, pero se mantiene optimista…

- ¿Y qué hay de ti? – La chica viro solamente un poco su mirada hacia él, volviéndola hacia el frente de nuevo, sabiendo a lo que se refería -Asami…

-No he vuelto a escuchar su voz, no he sentido ese arranque de… locura… es como si hubiera desaparecido, aunque Kotetsu dice que entre más calmada este, más estará acallada esa voz- Suspiró, encogiéndose en su lugar, frotándose los brazos como si sintiera frío -Me relaja mucho estar con Yoshio, pero no es suficiente, tengo miedo de volver a casa y sentirme atacada, estar con Tōshirō me ayuda a conciliar el sueño, me tranquiliza, y no es porque no confíe en mis hermanas

-Bueno, el capitán sabrá hacer su trabajo en caso de una emergencia y, sin dudarlo, ellas estarán allí si algo llega a suceder- Una pequeña mueca, similar a una sonrisa apareció en sus labios, dándole un poco de tranquilidad al moreno -Volveré a mi trabajo, estaba un poco preocupado por ti, procurare darte una vuelta todos los días

-Gracias Shū, es bueno ver caras diferentes de vez en cuando- Una sonrisa, un movimiento de mano y una sombra moverse, sabiendo lo ocupado de su amigo.

Si, ese día había sido diferente con la visita de su amigo, aunque bueno, no se atrevió a preguntarle por Hanako y cualquier otra cosa, tal vez los rumores eran solo eso todavía.

Hanako levantó la mirada de su mochila, sorprendida al ver ahí al capitán Kuchiki.

Por supuesto, era viernes, independientemente de los entrenamientos, solían tomar el té juntos por la tarde, era la promesa hecha tras la disolución del acuerdo matrimonial, pero ahora, con un noviazgo en curso, con la posibilidad de retomar el acuerdo, verle ahí, aclararse la garganta y fruncir el entrecejo…

Ternura... No, no sólo ternura.

Sintió algo más profundo que no supo nombrar en ese momento.

—Perdón, yo… Creo que me adelanté un poco —murmuró Byakuya sin saber qué hacer con las manos, sosteniendo la guarda de su zanpaku-tō para tenerlas quietas.

—Es verdad, llegó temprano el día de hoy —murmuró en respuesta la teniente mientras componía una sonrisa más dulce y le dedicaba una mirada cálida a su enamorado, cayendo en cuenta cuánto cierto era aquello. Enamorado.

—Pensaba en dar un paseo tranquilo al venir —comenzó a justificarse, temiendo incomodar a Hanako con sus actos impulsivos —, encontrarnos en el camino, tal vez, pero parece que ha sido más mi ansiedad por llegar. Si está ocupada —añadió retrocediendo un paso, haciendo ademán de retirarse, pero la risa cristalina de Hanako le hizo frenar en su sitio, mirándole con curiosidad.

—Capitán Kuchiki, ha llegado justo a tiempo —prometió la teniente levantándose y avanzando unos pasos mientras tomaba su mochila de correa y le sonreía al noble —. También yo quería verte ya —confesó ella parándose en las puntas para besar la mejilla del pelinegro, haciéndole cerrar los ojos y suspirar ante el contacto —. Te echaba de menos.

—Ya somos dos…

Podrían haberlo dejado así, pero con la puerta entrecerrada, a la teniente sólo le bastó echar una ojeada por sobre el hombro del noble antes de pararse de nuevo en las puntas y sonreír, ofreciendo su mejilla en un gesto coqueto que tomó al pelinegro por sorpresa.

Byakuya sonrió tomando una mejilla de Hanako antes de besarle la otra, y el pómulo, y la comisura, dejando al final los labios. Ambos suspiraron tras el contacto casto, compartiendo el pensamiento de que así habían sido sus acercamientos, todo había comenzado con un beso en la mejilla y otro en los nudillos, y con el paso del tiempo habían ido acortando la distancia que separaba aquellos besos de su verdadero destino, porque sin quererlo o sin saberlo, todos y cada uno de aquellos ósculos tenían por única misión dirigirse a los labios del otro.

—Yo sé —murmuró Byakuya tomando la mochila de Hanako y arrancándole a la teniente un reproche que él ignoró amablemente —, que dije que podría acostumbrarme a esto, pero honestamente espero no hacerlo nunca.

Hanako paró con sus reproches, mirando al noble, confundida antes de fruncir el entrecejo.

—¿Por qué?

—No sé si te pasa —comenzó abriendo la puerta para ella y señalando el camino con un gesto de caballerosidad que hizo a la shinigami sonreír con las mejillas sonrosadas, llamando la atención de Horuko y algún otro a su paso —, pero me queda una sensación de hormigueo en la piel que disfruto como pocas cosas en esta vida.

—Sí —murmuró Hanako pasando un mechón de cabello tras su oreja y encaminándose a la oficina de Rukia —, es mutuo el sentimiento. Hanako encontró la oficina vacía y suspiró mirando al capitán —. Bueno, supongo que me reportaré mañana con ella, o en su hogar, según las circunstancias.

—Eso parece.

—Saya —llamó la teniente con voz poderosa mientras se encaminaba hacia el escritorio de su hermana —, ¿terminaste tu papeleo?

—Sí, sí. Y me llevaré a Hogo para que puedas ir a tu cita con el capitán de la sexta —canturreó la soldado con aires infantiles antes de levantar la mirada y percatarse de que Byakuya la miraba con el entrecejo fruncido —¡Capitán Kuchiki! —exclamó poniéndose de pie en un salto, adoptando una posición de firmes y haciendo a Hanako reír discretamente.

—Perdón, me pareció escuchar algo de una cita, tal vez no entendí bien.

—Sí, no, yo...

—Supongo entonces que encontrará bien si, en lugar de pedir su mano, pido la de la teniente, después de todo, la tercer oficial Asami se encuentra muy enamorada de su capitán.

—La mano de Hanako —dijo lentamente, tratando de comprender el significado tras las palabras del noble.

—Matrimonio —tradujo la teniente en persona mientras se aferraba del brazo del capitán y sonreía socarrona.

Saya chascó la lengua, relajándose ante la actitud de ambos antes de soltar la postura y sonreírles con diversión.

—Me parece bien —soltó la soldado —, a Hanako le queda más el papel de princesa recatada —se levantó de su lugar dirigiéndose a la salida.

—¿Entonces lo apruebas? —murmuró Hanako lentamente, insegura de si Saya estuviese hablando en serio o, si jugaba una broma.

—Muy bien ahí —espetó la menor haciendo a su hermana carraspear —, casi me hacen caer en su jueguito, pero ya me sé sus sarcasmos. Disfruten su charla, llevaré a correr a Hogo antes de que lo vuelvas un holgazán.

Hanako intercambió una mirada con su novio, ambos perplejos ante la actitud de Saya.

—Siempre es un placer entretenerle —dijo Byakuya inseguro mientras Saya los miraba sobre el hombro —, ha sido un gusto saludarle, Saya.

—También mío, capitán —respondió la soldado con una sonrisa radiante que sorprendió a Hanako por lo casual de aquella despedida —. Con su permiso, majestades —añadió divertida, haciendo una teatral reverencia, desapareciendo en un parpadeo en un shunpo.

—Princesa recatada —repitió Byakuya a manera de burla, haciendo a Hanako sonrojarse.

—No empieces.

—Saya ya te había llamado princesa en mi presencia —murmuró el pelinegro tirando suavemente de la mano de la teniente, haciéndola sonrojarse un poco más ante aquel gesto dulce.

—Por favor, no empieces... —suplicó Hanako a media voz, sintiendo que se le subían los colores al rostro.

—No es tan descabellado... —murmuró Byakuya para sí mismo con aires distraídos, consiguiendo una mirada curiosa por parte de su novia —. Después de todo se puede decir que tú eres... Boku no hime-sama (mi princesa)

Hanako suspiró sonriendo, llevándose la mano disponible al corazón mientras sentía algo cálido instaurándose en su pecho. Byakuya no era un romántico, no lo era, así que escucharle decir aquello consiguió llenarle el alma por segunda vez.

El trayecto a la mansión Kuchiki fue silencioso, no es como si no hubiese tema de conversación entre ellos, sino que Hanako estaba pensativa, preguntándose en qué momento las cosas entre su novio y Saya se habían relajado tanto. Recordaba el nerviosismo acartonado en el que su flecha se sumergía cuando estaba en la misma habitación que el capitán Kuchiki, sobre todo el día que le había propuesto matrimonio para luego desdecirse, alegando que jamás le haría eso a su teniente. Las constantes burlas del pelinegro a la relación que su hermana tenía con Abarai eran suficientes para que Saya evitara lo posible pasar tiempo a solas con el capitán, aunque también la relación entre aquel par había cambiado.

Sus cavilaciones la habían llevado en una sola dirección.

Con el embarazo de Asami, esos eran dos secretos que se guardaban entre ellas. ¿Sería que Saya también tenía algún secreto?

—Tengo que admitir —murmuró Byakuya cuando terminaron su primera taza de té, levantándose hacia el salón del piano y consiguiendo sin decir palabra que Hanako le siguiera con curiosidad y diligencia —, que disfruto mucho ver todas las muecas que compones cuando te quedas a solas con tus pensamientos, es casi como verte tener una conversación completa —por supuesto, de nuevo a Hanako se le habían subido los colores —, pero hasta que no adquiera la habilidad de leerte la mente, me veo en la necesidad de preguntar.

—Siempre tan diplomático, ¿no, cariño?

Byakuya abrió los ojos con sorpresa ante aquella última palabra, sonrió dulcemente antes de abrir el banquito del piano y tomar asiento con Hanako a su lado.

—Perdón —murmuró la teniente desviando el rostro —, yo no...

—No, por favor no. Me gusta cómo suena en tus labios. Es la primera vez que me llamas cariño.

—Bueno, soy muy de llamar con palabras dulces a la gente que quiero.

—Sí, te he escuchado llamando cielo a Yumichika y a Shuuhei... corazón.

Por supuesto que lo notó. Hanako notó el retintín de desprecio que había en aquella palabra y soltó una risa diamantina, una campana pequeña siendo agitada o una copa de cristal reventando en mil pedazos. Una risa cristalina que hizo a Byakuya bufar ofendido.

—Perdóneme, capitán —murmuró Hanako serenando sus carcajadas, pero expidiendo una risa de vez en cuando —, pero mi fan número uno se ha quedado bien con el título de amor platónico y no pretendo remover más ese estatus.

Byakuya sonrió de medio lado, asintiendo conforme con aquella respuesta mientras sus dedos evocaban el principio de una pieza que Hanako podría haber cantado en otra vida.

—Contigo —murmuró la teniente mientras su novio continuaba con acordes y arpegios, suspirando ante el recuerdo de la primera vez que había escuchado aquella canción.

Claro que cantó.

Hanako correspondió con voz armónica a la melodía que Byakuya le ofrecía, sonriendo con ganas al entonar los coros, haciendo que el noble bufara divertido por lo bajo, preguntándose si aquello sería un reproche por parte de la chica.

Y morirme contigo si te matas...
Y matarme contigo si te mueres...

Si bien, la servidumbre hacía tiempo venía hablando de la relación que llevaba aquel par, preguntándose por qué tanta complicidad y tantos acuerdos tácitos, tampoco se atrevían a hablar en voz alta por temor a ser escuchados por algún miembro de la familia. Al final era bien sabido que el noble cumplía con las reglas con ferviente devoción, pero atreviéndose a alimentar rumores entre ellos, haciendo alguna que otra apuesta dicha entre susurros.

La presencia de Hanako en la casa había traído una especie de calma, porque el capitán parecía más tranquilo cuando la teniente estaba a su lado, aun cuando entrenaban arduamente, fieros y vivaces, o cuando se sentaban lado a lado en la sala hablando de té, de combinaciones, de tipos de infusiones, del Gotei, del clima, del papeleo, del clima otra vez.

Era sencillo comprender que entre ellos había una complicidad poco convencional, pero ambos eran igual de herméticos cuando había gente cerca. Después de todo, Hanako era la mejor rastreadora de reiatsu, nadie se acercaba o alejaba de ella sin que la teniente lo notara. Ni hablar de las habilidades del capitán para escuchar a su gente, demasiado acostumbrado a los cuchicheos habituales de la servidumbre.

Les escucharía pararse tras puertas y pasillos aún si hubiese fiesta, música y borrachera.

Lo que yo quiero, muchacha de ojos tristes,
es que mueras por mí...

Sí, sabían que estaban ahí, capitán y teniente sabían que en el pasillo que conducía a la habitación de al lado estaban algunos de los encargados de la casa, escuchando atentamente la voz de Hanako en armonía con los acordes y arpegios de Byakuya. Nada se ganaban cortando su melodía, que escucharan, total. No estaban diciendo nada.

Desde su trinchera no eran capaces de ver las miradas ilusionadas que aquel par intercambiaba con cada palabra dicha de aquella canción melancólica que sabía a despedida, pero que había sido un comienzo.

Ahora que, pensándolo bien, Byakuya sólo le había ofrecido comienzos a Hanako. Haciendo un recuento de daños, o de bendiciones, desde que había iniciado a tratarle podía darse cuenta de aquello. Le ofreció la oportunidad de convertirse en uno de los pocos expertos en Genzanki desde el inicio de la guerra al ofrecerle compañía y respaldo en su primera misión desde que todo había comenzado, le obligó a iniciar con tradiciones de té en la división, le había ofrecido su libertad para iniciar una vida sin obligaciones extra (libertad que alegremente ella había rechazado). Y ahora esto...

Porque amores que matan nunca mueren...
Porque amores que matan... nunca... mueren.

La gente se retiró del pasillo al escuchar el final de la melodía, dejando a teniente y capitán solos de nuevo, mirándose con curiosidad y dudas.

—Yo —comenzó Hanako, insegura, sin embargo, Byakuya le tomó una mano y besó sus nudillos, ofreciéndole calma con ese gesto —. Yo quisiera contarles a mis hermanas lo que pasa con nosotros, pero quería hablarlo primero contigo.

—Y lo agradezco mucho, Hanako, de verdad —prometió el noble mirando con atención la forma en que la teniente entrelazaba sus dedos con los de él —. Sé que han pasado sólo unos días, y es muy pronto para decidir nada, pero también yo quiero romper el silencio.

La shinigami pasó saliva con dificultad, sonriendo de medio lado ante aquellas palabras.

—Que yo les cuente a mis hermanas que tengo un romance en secreto contigo no suena tan peligroso como lo que acabas de decir.

—Lo sé, que yo hable implica más cosas. Pero estoy bastante seguro de que es lo correcto.

—¿Qué hay por hacer?

Byakuya se quedó callado, aquella pregunta lo tomó por sorpresa, tal vez por la determinación en los ojos de la teniente y en lo ansiosa que ella misma parecía de querer revelar lo que ocurría entre ellos.

—Hanako —y aunque su discurso comenzó como una charla sobria y estructurada, pronto Hanako pudo ver al niño asustado y al adolescente acelerado que se escondía detrás de esa facha de frialdad y estoicismo, porque llegó un punto en que el noble ya no pudo controlar la velocidad a la que hablaba, denotando su nerviosismo —, por mi parte, tendría que hablar con los representantes de los clanes nobles, hacer oficial nuestra relación y fijar una fecha para establecer el compromiso, aunque hay un acuerdo entre tu abuelo y el mío para un matrimonio y eso nos exenta de recibir "el visto bueno" de los otros nobles, todavía podría haber otras trabas a superar, y tengo que presentarte ante el consejo de la familia, ante el líder anterior del clan. Una vez que pasemos esa prueba, deberíamos poner fechas para un miai con tu familia, sería el siguiente paso si hacemos las cosas en orden, y...

—Byakuya —llamó la teniente interrumpiéndolo, tomando sus manos con una sonrisa radiante antes de continuar —, no necesito tres citas más para decidir si quiero casarme contigo. No inicié esto con la finalidad de ver si funcionaba.

El pelinegro suspiró para calmarse, encontrando paz en la mirada dulce que su novia le dedicaba antes de llevar ambas manos de la shinigami hacia su boca y plantar ahí un beso corto en medio de un suspiro de reproche.

—Debería tomarlo con calma —dijo para sí mismo mientras la teniente asentía una vez, ensanchando la sonrisa todavía más.

—Ni creas que voy a aceptar esta conversación como propuesta de matrimonio —bromeó la joven mientras se pasaba un mechón de cabello tras la oreja, nerviosa y divertida en partes iguales.

—Por supuesto que no —espetó en respuesta, ofendido por aquella insinuación.

Hanako suspiró sonriendo.

—Un paso a la vez —pidió levantándose y dejando a Byakuya pasmado ante el piano, la chica salió de la habitación mientras que el noble se quedó con sus pensamientos un momento, dándole la razón en silencio, en secreto.

Pues sí, un paso a la vez, esa era la idea.

Frunció el entrecejo mirando las teclas y preguntándose si de verdad era así de sencillo, un paso a la vez, un día a la vez, una decisión a la vez...

Hanako volvió con dos tazas de té y sonrió tímida cuando el noble cerró la tapa sobre las teclas antes de recibir la infusión y sonreír, aspirando los aromas, las notas secas de aquella nueva bebida.

—Esto es distinto —acusó divertido antes de dar el primer sorbo bajo la atenta mirada de su novia —¿qué es?

—Belladona y hamamelis —respondió con tal convicción la teniente que el noble tosió, casi escupiendo el siguiente trago.

Fueron las carcajadas de Hanako lo que la delataron, consiguiendo que el noble le dedicara una mirada de reproche antes de dar otro sorbo, un poco más largo a su infusión, desviando la mirada al saberse burlado por aquella chica inteligente y...

—Hermosa —murmuró antes de dar otro sorbo, seguro de que la teniente no le había escuchado —. ¿Es acaso esto algo personal?

—Es una broma, tú me has gastado un par de ellas. Y conseguiste que el capitán Zaraki me diera una paliza, sí, es una venganza.

Byakuya le dedicó una mirada de culpa a la teniente, pero se relajó ante la sonrisa suave que ella le dedicó tras sus palabras.

—Quieres decirle a tu familia, yo también —murmuró el noble luego de una nueva ronda de silencio entre ellos —, pero quisiera pedirte algo primero.

—Seguro, ¿qué pasa?

—Déjame hacer los arreglos con los nobles antes de que digamos nada a nuestras familias —y aunque aquella frase tenía la intención de convertirse en una orden, algo en la mirada suplicante de Byakuya hizo a Hanako prestar especial atención a las palabras que siguieron —, quiero dejar en claro a las familias nobles que mi intensión no sólo es respetar los acuerdos que establece la ley, sino que, además, tengo un compromiso serio contigo como persona. Sólo quiero asegurarme de que entiendes esto, Hanako. Decirle a tu familia o a la mía que iniciamos un noviazgo implica comenzar a prepararnos para el siguiente paso, no hay vuelta atrás, todavía estás a tiempo de arrepentirte si...

—Byakuya —interrumpió de nuevo la chica, poniendo una mano sobre la del noble antes de asentir con una chispa centelleante en la mirada, rosa y violeta en su punto de ebullición —, lo que sea que haya que enfrentar, lo haremos juntos.

—Lo sé —admitió en medio de un suspiro, sonriendo a su novia —. Sólo necesito unos días para poner en orden esto y podremos seguir en movimiento.

Si terminaron sus infusiones, si Byakuya tocó alguna otra melodía para Hanako en el piano, si la teniente cantó alguna canción mientras sentían la presencia de Yoshio acercarse a ellos, si Rukia e Ichigo se les unieron para comer algún postre, el resto de la tarde pasó para ellos como una ensoñación llena de promesas, de la posibilidad de vivir un cuento de hadas por un momento, con la posibilidad de una vida mejor, más tranquila. Aún a pesar de la guerra y del dolor.

Y si bien, Byakuya acompañó a Hana hasta la puerta de su casa al caer la noche, esta vez fue él quien no se atrevió a moverse de ahí sin antes tomar una última vez los labios de su novia en un beso dulce que parecía ganar confianza con el paso de los días. Porque aquellas caricias que habían iniciado como gestos inseguros, torpes e inocentes, ahora se sentían llenas de confianza y de anhelo.

—A esto tampoco quiero acostumbrarme —admitió Hanako mientras el noble unía su frente a la de ella y le abrazaba la cintura —. A la añoranza de esperar por un nuevo beso.

—No lo hagamos, entonces —pidió el pelinegro antes de dar un último beso a sus labios y alejarse al sentir que se acercaba el reiatsu de Saya hacia la puerta —. Nos vemos mañana, teniente. Recuerde que tenemos un entrenamiento pendiente.

—Estoy ansiosa, capitán —respondió divertida la shinigami antes de entrar a la casa, dedicando una última mirada por encima de su hombro y percatándose de cuánta razón tenía Yumichika sobre ella al decir que era una adolescente de dieciséis años, perdidamente enamorada del guapo de la escuela.

Y una nueva consciencia.

La gente veía a Byakuya y notaban la máscara de frialdad, indiferencia y escepticismo, podían ver al hombre rígido que cumplía la ley al pie de la letra, al capitán inflexible que no permitía fallas de sus subordinados y les hacía pagar por cada falta. Al que se entregaría él mismo si alguna vez infringía aquellas reglas establecidas.

Pero Hanako se había percatado de algo, Byakuya no era tan distinto de Renji o de Ichigo, comprendía ahora por qué le tenía tanto cariño a ese par, porque eran más iguales de lo que pretendían. Porque todas sus bromas pesadas, sus malos chistes, la forma vehemente con la que se aferraba a argumentos infértiles y sinsentidos, era como dejaba un poco salir su lado más infantil e ingenuo. Jamás se volvería a quejar de la pena ajena que le daban algunas situaciones a su lado, o al menos no ahora que comprendía la verdadera naturaleza de sus actos. Porque en el fondo, su novio era como un adolescente, a veces problemático, oculto tras una máscara de poder y estatus que defendía porque era lo correcto, pero que no le hacía tan feliz como ver a Renji peleando con Ichigo, a Yoshio ganando debates, a Rukia regañando a todos los anteriores, ahora a Saya discutirle y sonreír, a Asami y a Hanako platicando distraídas...

Hanako sabía que no tenía por qué protegerle, ambos eran poderosos por sí mismos, pero eso no impidió que la teniente volviera a salir a la puerta, viendo al noble alejarse a pasos tranquilos hacia su hogar (Hanako había descubierto que los paseos tranquilos le daban al noble una satisfacción dulce y e infantil, disfrutaba mucho de caminar en silencio, lento y en cualquier dirección mientras pensaba, a diferencia de ella, que prefería escuchar música por culpa de Saya).

No, saber que Byakuya era de los capitanes más poderosos del Gotei, sino el más poderoso de los capitanes, no impidió que Hanako se hiciera una promesa. No podría protegerlo, podían pelear lado a lado si ella quería, pero sí que podía proteger el corazón inocente de niño que aquel hombre portaba. No podía proteger a capitán Kuchiki, al líder número veintiocho del clan, pero protegería al adolescente problema que todavía tomaba las riendas, protegería los sueños infantiles y los pensamientos inocentes, y no permitiría que nada ni nadie apagara aquella chispa infantil que brillaba en los ojos de aquel shinigami cada vez que podía darse el permiso de tontear y hacerlo sin que nadie notara que, en realidad, se estaba cumpliendo un capricho.

Silencio...

Y no sólo silencio, incomodidad también.

Hanako intercambió una mirada con Yumichika mientras el pelinegro le componía una mueca, una conversación silente de la que Ikkaku ni siquiera se enteró al ir caminando por delante de ellos, pisando fuerte y alzando la barbilla en un gesto de desprecio que terminó haciendo reír a la teniente.

—Aquí es —soltó Hanako deteniéndose junto con Yumichika, dejando a Ikkaku un poco confundido cuando la chica señaló al costado.

El teniente miró confundido a su amigo antes de volver la vista hacia la shinigami, suspicacia y desconfianza antes de encaminarse hacia la entrada del restaurante.

—¿Por qué aquí? —espetó al rebasarlos, haciéndolos sentir un poco más incómodos todavía.

—Es tu favorito, ¿no? —soltó Yumichika mientras le cedía el paso a Hanako en un gesto gallardo —Cuando nosotros salimos alternamos la decisión del destino, a veces decide Hana, a veces decido yo, pero como hoy eres el invitado de honor, decidimos elegir tu lugar favorito para hacer la primera parada.

—¿Primera? —se quejó el teniente mirando de reojo a sus acompañantes —, algo me dice que este día será muy largo.

—No estás haciendo que sea más llevadero —acusó Yumichika entre dientes y en voz baja, atrapando el cuello de su amigo en una llave y reprendiéndole con una mirada de juicio y desprecio —, la teniente Yamamoto está haciendo esto de buena fe.

—Que ni crea —espetó quitándose de encima a su amigo — que la dejaré pintarme las uñas por esto.

—Ay no —exclamó Hanako divertida, haciendo a Ikkaku erguirse en su sitio, sorprendido por haber sido descubierto hablando —, preferiría hacerte un peinado lindo, creo que iría mejor con tu personalidad.

Silencio primero, mientras la teniente los rebasaba para dirigirse a su mesa. Pasmo por parte de Ikkaku, y luego bochorno ante las carcajadas de Yumichika, quien perdiera todo el encanto al burlarse abiertamente de su amigo, golpeándole un poco la espalda antes de alcanzar a Hanako y sentarse a reír con más ganas.

¿Se estaban burlando de él?

Ikkaku se sentó al lado de Yumichika, prefería verle la cara a la teniente Yamamoto que estar sentado a su lado. El pelinegro carraspeó antes de alargar una mano sobre la mesa y tomar las de Hanako con un gesto dulce pero una sonrisa inquisitorial.

—Entonces —soltó el muchacho haciendo a Hanako sonrojarse y a Ikkaku volver el rostro hacia el costado —, ayer fue viernes de té.

—Ya estamos —soltó con fastidio la chica, recuperando sus manos y volviendo el rostro.

—Quiero saber —se quejó Yumichika —, nunca me cuentas nada al respecto.

—Porque no tengo mucho por contar. Serás el primero luego de mi familia el día que tenga un chisme serio.

—Sí, seguramente sí, a menos que me cambies por Shūhei.

—Hablo contigo más de lo que hablo con cualquier otro de mis amigos.

—Así que tienes más amigos que a Yumichika —bufó Ikkaku sin ocultar su resentimiento a la teniente.

La chica suspiró para serenarse, buscando la diplomacia y la tranquilidad para poder tener esa conversación.

—Algunos cuantos, Shūhei es uno de los más queridos, obviamente por debajo de Yu. A veces tomo té con Nano, la capitana Yadomaru me daba lecciones de zenjutsu y es una persona muy interesante. Es obvio que soy cercana al capitán Kuchiki al igual que con Rukia, pero...

La pausa larga que hizo la teniente fue gancho suficiente, sin querer y sin proponérselo, Ikkaku había vuelto la vista hacia ella, mirándola con curiosidad sobre lo que tuviera que decir. Ya no podía fingir indiferencia, lo habían atrapado.

—Pero —espetó, ordenándole continuar con aquel gesto.

—Pero no había tenido ocasión de acercarme a ti.

—No veo por qué hacerlo —espetó molesto, volviendo el rostro de nuevo.

—Oh, pero yo creo que sí —contradijo suavemente Hanako mientras les llevaban sus platos a la mesa —, gracias —dijo suavemente para su mesero, ganándose una sonrisa amable y una mirada dulce —, Yumichika habla de ti todo el tiempo —confesó la chica, ganándose una mirada dura por parte del pelinegro, un gesto de negativa y una amenaza a señas.

—Ja, y ¿qué suele decir el muy zalamero?

—Mucho de todo, poco de nada, realmente no importa lo que dice, sino cómo lo dice.

Ikkaku abrió los ojos, sorprendido ante aquella afirmación, sí, todavía ligeramente confundido por sus palabras, pero bajando un poco la guardia en ese gesto.

También Yumichika estaba sorprendido por aquella afirmación, ahora le miraba con curiosidad, con una sonrisa discreta, esperando su continuación.

—Es que... —murmuró la joven tomando sus palillos entre las manos antes de unirlas en oración un momento, cerrando los ojos y haciendo a Yumichika imitar el gesto, dejando a Ikkaku con una mirada de contrariedad, pasando sus ojos de uno al otro mientras ambos terminaban con aquel agradecimiento.

¿Cuántas veces no le había visto a su amigo hacer aquello, dar gracias por su comida antes de disponerse a probar bocado? No eran precisamente los más religiosos entre los shinigamis, pero Yumichika disfrutaba agradecer por lo que tenía, así que solía hacer una pausa antes de los alimentos y orar un poco.

Y aunque al principio aquella acción le había parecido supersticiosa y poco ortodoxa, Ikkaku se había descubierto a sí mismo disfrutando de aquel gesto luego de que Yumichika confesara que oraba en nombre de los dos, y, además, a veces también rezaba por él.

—Es que habla con mucha admiración y con mucho cariño de ti —terminó por fin la teniente mientras Ikkaku comenzaba a llenarse de comida la boca —, una vez me contó que fuiste la razón por la que él se convirtió en un shinigami, si eso no es digno de admirarse, no sé qué lo sea. Además, causaste un impacto en nuestra flecha, ella también te respeta mucho.

—No digas disparates —se quejó el teniente con la boca llena —, la ingrata se la pasa peleando conmigo y siempre es muy irrespetuosa.

—Sí, esa es su forma de decirte que te quiere. También a Asami la molesta así.

—Contigo siempre ha sido más civilizada —soltó Yumichika divertido.

—Bueno, pero es porque soy su teniente, antes solíamos llevarnos muy pesado. Por ella llevo el cabello largo.

—No entiendo eso —soltó Ikkaku antes de poder frenar su curiosidad, ganándose una sonrisa radiante por parte de Hanako —, ¡no creas que me interesa saber! —alegó el teniente antes de llevarse un puñado de tallarines a la boca y desviar la mirada hacia el costado.

—Cuando éramos niñas jugábamos a las atrapadas, y ella me jalaba el cabello para hacerme caer. Decidí llevarlo recogido mucho tiempo hasta que me harté, y me volví más rápida —explicó con una sonrisa melancólica en el rostro —, sólo he sido más rápida que Saya dos veces en la vida, la primera porque nuestra diferencia de edad y entrenamiento ponía la brecha entre nosotras, la segunda fue para darle una lección. Nunca he vuelto a ser tan rápida como mi flecha, no creo poder igualarla nunca más.

—No seas modesta, teniente —espetó Yumichika divertido ante la sorpresa en las facciones de su amigo —, todos hemos sentido tu presión espiritual.

—No has sentido nada —canturreó soberbia la teniente antes de reír un poco —, hablo en serio, Saya es la más rápida de las tres. Creo que las tres somos sumamente poderosas, pero nunca voy a ser tan rápida como mi flecha otra vez, y está bien, las admiro y las cuido porque las quiero, no porque necesiten madrina. Saya me dijo que te gusta este sitio —confesó al final, mirando a Ikkaku con una sonrisa tímida —, quería hacer algo lindo para agradecerte.

—No hay nada por agradecer —espetó fríamente el teniente, pero, aunque trató de sonar despectivo como antes, algo en sus palabras, en su entonación, algo les hizo saber que ya habían logrado traspasar aquella barrera.

—Hay mucho por agradecer —contradijo suavemente la shinigami antes de apuntarle con los palillos, ganándose una mirada de curiosidad —, si mi flecha te admira y Yu te quiere tanto, entonces tenía que saber por qué. Ahora lo comprendo todo. Eres alguien impresionante, Madarame Ikkaku, pero nunca había estado cerca como para comprobarlo.

Yumichika también estaba sorprendido por aquellas palabras, cuando Ikkaku levantó la mirada hacia su amigo en busca de una explicación sólo encontró más dudas.

Porque ninguno de los dos sabría, tal vez en mucho tiempo, que Hanako podía sentir en el reiatsu de aquel hombre aguerrido y poderoso, toda la inseguridad de sentir que le quitaban a uno de sus únicos amigos reales, al único que había permanecido a su lado a pesar de todo. Porque Hanako podía sentir la nobleza en su corazón, podía sentir las ganas de pelear, podía sentir la fiereza y el orgullo (hokori).

Orgullo, esa palabra que a su novio le gustaba tanto y que significaba tanto para ella.

Sonrió ante el pasmo de ambos.

—Ahora, te apuesto la comida a que no puedes terminarte el tazón más grande que sirven en este lugar —soltó la chica mientras traían otros platos a la mesa.

—¡Ja! —exclamó el teniente divertido antes de tomar el plato en una mano y mirarla con desprecio —No sabes en lo que acabas de meterte.

—Oh, dear —se quejó Yumichika negando con la cabeza.

—Pagaré por la comida si lo terminas sin dolor de estómago, pero no pagaré el alcohol.

—Ah, eres una aburrida —espetó aquel hombre mientras Hanako servía sake para los tres.

—No, soy administrada —soltó la chica divertida —, te recuerdo que sé cuánto tomas.

—Y como la estirada de la teniente Yamamoto nunca se emborracha —se burló divertido el shinigami antes de comenzar a comer, haciendo mucho ruido y haciendo reír a la chica, recordándole a una Saya más joven y más desparpajada, ansiosa por irse a entrenar otra vez.

—No es que no quiera —exclamó Hanako en defensa —, pero mi cuerpo procesa el alcohol de forma diferente, lo he intentado.

—Entonces no has tomado verdadero sake.

—Oh, dear —repitió Yumichika ofendido, comenzando a comprender por qué Ikkaku se había llegado a sentir relegado al verlos juntos.

—¿Es un desafío? —cuestionó divertida la teniente, consiguiendo que el shinigami le respondiera con los fideos colgando por su boca.

—Es una promesa.

Por supuesto fue una sorpresa para él darse cuenta de que Hanako era bastante menos estirada de lo que él se había imaginado, reír con ella, hacer bromas tontas, hablar de peleas y técnicas, y el desafío de la teniente, retándolo a presentarse en uno de los entrenamientos de jueves para su división.

¿Dónde estaba la princesa aburrida del Gotei y de dónde había salido esa adolescente rebelde que reía a carcajadas mientras Yumichika hablaba fuerte y exageraba sus facciones?

Hanako pagó la comida, sí, entre él y Yumichika pagaron el sake, y definitivamente siguieron la charla en la casa Yamamoto, haciendo apuestas, riendo con ganas, y aunque al principio Ikkaku se opuso ferviente a la idea de dejarse embadurnar por los ungüentos extraños que Hanako y Yumichika tenían puestos en toda la cara, terminó accediendo a regañadientes, percatándose de lo bien que se sentía la cara debajo de aquella capa verde pantano.

—¡Sonrian! —exclamó Hanako tomándose una selfie mientras Yumichika abrazaba a Ikkaku por los hombros, asegurando su aparición en la fotografía que quedaría como única prueba de que aquella tarde había visto nacer otra posible amistad en el Gotei.

—¡No la muestres a nadie! —exigió Ikkaku persiguiendo a Hanako por toda la casa, saltando muebles y obstáculos porque ella se negaba a entregar la cámara.

—¡La enviaremos a la revista del Seireitei! —amenazó Yumichika con voz en grito, haciendo a Hanako reír y correr más rápido, sintiendo que su vida peligraba y divirtiéndose con aquello.

—¡Ni se les ocurra?

—¡Seremos primera plana! —prometió la chica levantando la cámara sobre la cabeza y saltando el sillón, consiguiendo que Ikkaku cayera de bruces dejando la marca de su rostro en el piso por la mascarilla.

¿Quién diría que ellos dos podrían llevarse "bien" después de todo?

Ikkaku no lo admitiría hasta después, no lo diría abiertamente a menos que no tuviera otra opción, tendrían que arrancárselo, pero se había divertido con aquel par, porque las "cosas de chicas" en las que se entretenían no eran del todo desagradables, y Hanako valoraba la belleza y la fiereza en la misma medida, después de todo era hermana de Saya, así que no todo serían mascarillas y manicuras.

Tal vez no sería alguien con quien saldría cada sábado por la noche, pero era reconfortante contar con ella y sentir que su círculo de amigos había crecido un poco más.

Saya tenía razón: No estaban solos. Nunca lo estarían.

Saya parecía disfrutar bastante sus paseos con Hogo, el bosque era para ella un respiro y, aparentemente, para el enorme can también. Y aunque la morena siempre parecía estar ocupada con las tareas de la división, entrenamientos y más recientemente con la Capitana Soi-Fong, estos entrenamientos estaban siendo menos agobiantes y extremistas, en comparación con la primera vez que entreno con ella, incluso los disfrutaba, y la capitana estaba demostrando ser una gran sensei; si, le agradaba.

Sintió el tirón en la correa, obvio, ya no era un pequeño cachorro, era casi de su tamaño o el de su hermana menor, comenzaba a verse más como un caballo que como un perro; aunado a esto, los ladridos de Hogo comenzaron a escucharse por el bosque, y si, cada día era más difícil controlarlo por su tamaño y fuerza, los cuales, definitivamente habían aumentado.

- ¿Qué pasa Hogo? – Preguntó la morena, observando a la distancia una típica y familiar melena pelirroja.

Ahora lo entendía, y es que Renji había estado acompañándola a casi todos los paseos que realizaba con el cachorro, por lo que éste había comenzado a tomarle cariño al teniente.

Pero la mente perversa de Saya le hizo sonreír con malicia y diversión, agachándose un poco para desabrochar la correa y tomar con mucho esfuerzo a Hogo por el collar, todo su desarrollo se mostraba en los tirones que lograba darle a su cuidadora.

-Ve por él, muchacho- Le susurra antes de soltarlo.

Sus pensamientos fueron interrumpidos, los ladridos se habían hecho más potentes con cada nuevo paso, pero apenas tuvo tiempo de ver un borrón frente a él, pues ya tenía al enorme cachorro de las Yamamoto sobre sí, dándole de lengüetazos mientras le impedía ponerse de pie; poner atención era difícil, pero podía escuchar la sonora carcajada de Saya mientras llegaba a tan cómica escena. Sonriente y triunfal se posiciono en el rango visual del pelirrojo.

-Quítame a tu enorme perro de encima- Exigió entre forcejeos con el can mientras éste seguía lamiéndole la cara.

-Oh, vamos, solo quería saludarte- Toma a Hogo por el collar con mucha dificultad, colocando la cadena nuevamente y acariciándolo con efusividad.

-Bonita manera de saludar- Se queja mientras puede ponerse de pie, limpiándose un poco la cara -Pasa tanto tiempo contigo que ya es tan salvaje como tú

-Está aprendiendo de la mejor- Presume con el rostro en alto mientras con una mano acaricia a Hogo, casi casi felicitándolo por eso - ¿Y cómo vas con el dolor del entrenamiento del jueves?

-Tsch, ayer no podía mover ni un musculo- Admite, desviando la mirada hacia un lado, ignorando los gestos burlones de la morena -Solo un monstruo como tu es capaz de aguantar eso todos los jueves

Claro, sus palabras solo habían hecho reír a Saya, después de todo, solo ella y Asami sabían lo que era practicar ballet con su hermana y no morir en el intento.

- ¿Lo pasearas de nuevo?

-Si, se pone demasiado inquieto cuando no hace ejercicio- Responde, aunque su mirada estaba clavada en los ojos del gran danés, por lo que este profiere un alegre ladrido a modo de agradecimiento, escenario que enternece al pelirrojo - ¿Nos acompañas? Claro, si es que tus interminables deberes te lo permiten

- ¿Cuántas veces te he dicho que no soy un obstinado del trabajo? – Debatió el pelirrojo, cruzándose de brazos.

-En ese casi, vamos- Hace una señal para que la siguiera, por lo que, Renji, prácticamente cual perro faldero le sigue el paso.

No cabía duda de que su relación era muy distinta a como realmente empezaron, sobre todo, porque Saya ahora le invitaba a hacerle compañía en sus caminatas por el bosque, caminatas en las que hablaban amistosamente de varias situaciones y temas; charlas en las que Renji estaba conociendo mejor a aquella desgarbada chica.

Para Saya aplicaba igual, ya que desde hace mucho tiempo se dio cuenta de que la primera impresión que había tenido del teniente estaba totalmente equivocada. Aquel hombre era noble y sumamente leal a los suyos, un poco bobo quizá, pero era un factor encantador en él.

Inconscientemente, las distancias entre ellos se habían acortado, mientras caminaban, el hombro de Saya iba rozando el costado del teniente, o sus manos rozaban la del otro al menearse de atrás hacia adelante, era como si una fuerza desconocida pidiera el contacto entre ellos.

- ¿Siempre entrenas con ese uniforme? – Tenía curiosidad, obviamente que nunca había escuchado hablar a los shinigamis sobre la vestimenta que la morena utilizaba en los jueves de ballet.

-No, generalmente uso ropa deportiva- Alcanza a decir entre un tironeo y otro con Hogo, quien había divisado un animal del bosque y trato de salir a perseguirlo, pero el pelirrojo alcanzó a ver el mohín que componía la morena -Aun no entiendo porque Hanako insistió tanto que usara uno de sus uniformes

-Que interesante, quisiera saber cómo es que termino por convencerte- Conociendo a aquella terca shinigami, desconocía como es que su hermana le había hecho manita de puerco.

-Tsch, ni lo menciones- Una mueca de desagrado, esto lo hace sentir más curiosidad.

-A mi parecer… la verdad…- Desvió su mirada, pasando saliva, tratando de que su garganta no se cerrara ante lo que deseaba decir -Te veías muy bien…

Probablemente esas no eran las palabras que buscaba, pero Saya pareció entenderle, tratando de disimular la alegría que le invadió, sonriendo ante el cumplido.

-E… eso… ¿Eso crees? – Sí, debía admitir para sí misma que se sentía cohibida ante el halago.

-Claro… digo, siempre te vez bien, pero… se te veía muy bien el conjunto…- Y tuvo que morderse la lengua para no meter la pata, mientras se rascaba la mejilla, denotando sus nervios.

Los pasos disminuyeron, y sus miradas se cruzaron y, como quien no quiere la cosa, parecía que esa mirada era una especie de señal que no sabían interpretar, como si fuera la primera vez que se miraran de esa manera, tanto, que los ladridos juguetones de Hogo, quien brincaba intentando alcanzar algo que le llamaba la atención en alguna copa de un árbol, pasaban desapercibidos para ellos; por lo que no alcanzaron a darse cuenta del momento en que el cachorro comenzó a perseguir algo y, con su correa, enredarse entre ambos shinigamis, haciendo que perdieran el equilibrio.

Instintivamente, Saya se había aferrado a las ropas de Renji, mientras que éste al acto reflejo, sujeto a la morena por la cadera, pero eso no los salvo de caer al piso al tener la correa de Hogo enredada entre sus piernas; sin embargo, Renji alcanzo a reaccionar para que Saya no saliera lastimada, alcanzando a girarse y que ésta cayera encima suyo.

Sorpresa inminente, de esa que nadie espera, eso se reflejaba en los ojos de ambos al verse envueltos en aquella situación; sus labios unidos por un accidente tan banal ¡Se estaban besando! Pero no se separaron a la primera, estaban congelados, en shock; y solo reaccionaron cuando Hogo volvió a ladrar, separándose a rastras mientras cada uno se arrastraba hacia atrás, completamente sonrojados, al punto de que sus cabezas echaban humo mientras balbuceaban palabras ininteligibles.

-Esto no… no quise… no creas que…- No podía armar ni siquiera una frase coherente, el habla había desaparecido y formular palabra alguna le era imposible.

No, Saya únicamente había tenido oportunidad de llevarse la mano a la boca con el gesto contraído por el intenso calor que se había acumulado en su rostro, esto, mientras su corazón latía con fuerza, amenazando con salir de su pecho, escuchando cada pulsación como si se tratase de un tambor en su pecho.

Pero no pudo esperar más, porque su cuerpo tomó acción veloz, desapareciendo en un shunpo, dejando al pelirrojo con la duda de imaginarse nuevamente a Saya distante y evasiva con él, tal como sucedió aquella mañana en que despertaron juntos en el sofá luego de aquella noche de copas.

¿Cómo iba a arreglar esto?

Pero un ladrido lo sacó de su dilema, mirando a Hogo, quien también lo miraba con la cabeza ladeada.

-A mí no me veas, ni yo lo sé- Le respondió al cachorro, sintiéndose perdido.

Y Saya solo pudo correr con todo lo que le daban sus pies, sin querer, poniendo en práctica los recientes entrenamientos con Soi-Fong para huir.

Se habían besado ¡Por el Rey Espíritu! ¡Se habían besado!

"Un accidente" era lo que su mente repetía incontables veces, que aquello solo había sido un accidente, pero, entonces… ¿Por qué su corazón seguía latiendo tan rápido? ¿Por qué sentía que a una pequeña parte de ella le había gustado aquello? El contacto físico entre ellos… ¡No! No deseaba indagar más en ello, todo había sido un accidente y punto.

Se detuvo en un claro, justo en el punto donde solía verse con sus amigos para entrenar, recargó su espalda contra un árbol y se dejó resbalar por el tronco hasta sentarse. Sus ojos se perdieron en el pasto mientras las yemas de sus dedos rozaban sus labios; no había sido un beso como tal, había sido tosco, pero, sin duda alguna, sus labios se tocaron ¿De verdad le había gustado aquella sensación? Es decir, no le desagradó y eso lo sabía porque si no, hubiese golpeado o dicho algo respecto a la molestia que sentía en ese momento, pero no, al contrario, había sentido algo muy diferente, como un choque, una descarga eléctrica, un trueno atravesando la tierra, un poco de todo mezclado con algo más.

¿Pero con qué?

Sonrió para sí misma antes de soltar una risa que sintió extraña, pero, sobre todo, por reconocer lo que ya no podía negar; Renji le gustaba, de alguna manera, aquel teniente había logrado que pasara de odiarlo a esto, a que simplemente una parte muy profunda de ella quisiera repetir el incidente, miles de veces.

Ahora podía comprender porque le era tan agradable estar con él, porque ahora se ponía nerviosa e incómoda y, al mismo tiempo, sentía que podía bajar la guardia con Renji presente, relajarse y saber que todo estaría bien simplemente estando él presente.

No era momento para más indagaciones, debía volver por Hogo y, en consecuencia, volver a verlo, sobre todo, porque no deseaba que las cosas entre ellos se pusieran nuevamente incomodas, menos ahora que entendí que era lo que sucedía, no tenía por qué ser así, al contrario, estaba agradecida de que aquello hubiera pasado.

Volvió a donde sintió el reiatsu de Renji, quien se tensó, ladeando la mirada en un gesto contraído y sonrojado al verle delante suyo ¿Qué tenía que decir?

-Escucha…- Empezó la morena, aun incomoda y rascándose la nuca -Lo que pasó…

-Fue un accidente- Se apresuro a decir el pelirrojo, dejando las cosas claras desde un inicio -Tú perro enredo la correa y…

-Lo sé- Dijo cortante la chica, tomando la correa de Hogo de manos de Renji -Esta bien, pero más te vale no decir una palabra de esto

Si, aun había amenazas, por lo que Renji, al ver su fiera mirada, traga pesado mientras une sus palmas y las pone en alto en señal de paz.

Pero una vez las aguas se calmaron entre ellos, ambos emprendieron el camino de regreso, camino que habían recorrido en silencio y que había puesto a Hogo un poco inquieto, sintiendo la tensión entre ambos shinigamis, quienes iban sumidos en sus propios pensamientos y debates.

No, para Renji no quedaban claras las cosas, no cuando Saya parecía no estar molesta, aunque si incomoda, sintiendo que llevaba una ventaja el hecho de que volviera, lo que, para él, significaba que no iba a evadirlo por lo sucedido, pero entonces ¿Qué? Si aquello no la había molestado entonces significa que… ¿le había gustado? Bueno, es decir, él aun tenía una serie de sensaciones incomprensibles, porque, obvio que le había gustado besarla y, aunque no estaba consciente de cuanto había esperado por aquello, nunca se imaginó que sería de esa forma.

- ¿Quieres ir a comer algo? – Vaya sorpresa el hecho de que fuera ella quien le preguntara aquello, mirándolo apacible, sonriendo de forma ladina pero casi con ternura, o eso pareció ver el pelirrojo -Supongo que es mi turno de invitarte

-Por supuesto- Respondió él, mostrando un gesto encantador, para el cual, Saya vuelve la mirada, acentuando su sonrisa aún más.

Si, quizá ese pequeño accidente no había sido tan malo, al contrario, les había ayudado a que ambos comprendieran lo que sucedía entre ellos y, aunque aún no se sentían listos para hablarlo, podían sentir una luz esperanzadora que les dio la señal de que aquello parecía ser mutuo.

Parecía ser cuestión de poco tiempo, todo se definiría en el esperar y ver como irían marchando las cosas entre ellos de ahora en adelante.

Meneaba su copa de un lado a otro, derramaba el vino sobre el piso mientras las bestias a su lado olfateaban cual perros custodiando todo lo que su amo hacía, su sequito se mantenía en silencio mientras esperaban el siguiente movimiento, su nuevo plan.

La primera infiltración había funcionado muy bien, sin embargo, el diamante de aquella niña los había neutralizado por completo y, aunque ahora estaba cayendo en sus manos, era inevitable no molestarse.

-La niña esta cayendo, ahora no tiene nada con que defenderse…

No, esas palabras no habían sido suficientes, porque de una u otra manera, aquella niña había logrado levantar una barrera para proteger los puntos fuertes de la división cuatro, necesitaba más.

-Estoy seguro de que no la dejaran participar en el siguiente ataque- Dijo al fin, luego de vaciar su copa y lanzarla contra el piso, tomando por sorpresa a los caballeros -Un shinigami no es nada sin su zanpaku-tō, y aunque haya demostrado tal control en aquella ocasión, no podrá hacer nada contra las bestias, además, con esto caerá al fin ante nosotros, y aunque lleve tiempo, pronto estará a nuestra merced

Silencio, sabían que debían ser cautelosos, porque muchas veces habían visto desaparecer a uno de ellos de la nada, calcinado, sin rastro alguno ¿Cuánto poder podría llegar a tener ese Shinigami que los lideraba en ese momento?

- ¿Cuándo atacaremos? – Pregunto uno de ellos, sin mirarle -Hasta el momento solo parece que estas jugando con ellos

-Jugar es la mejor manera de prepararlos para una batalla final, no será para nada divertido si de la nada llegan ustedes y acaban con todos- Si, aquel joven de cabellos negros miró a su ciervo, apoyándose en sus rodillas para verlos a todos en un recorrer rápido de su mirada -Me entretiene ver como se enfrentan a nuevas situaciones, sobre todo, verlas a ellas

- ¡Jugar con el enemigo no es una opción! – Respondió tajante otro caballero, golpeando la mesa con estruendo resonar de su armadura -Deberíamos acabarlos de una vez, enviar niveles cuatro y cinco simultáneamente, un nivel seis…

Pero no tuvo oportunidad de finalizar, no cuando la mano del joven se poso sobre su cuello, y no temía por la falta de aire, si no por el calor que comenzaba a recorrer su cuerpo, con los ojos de él sobre sí mismo, un poco de locura infundida por el poder de aquella piedra que brillaba en su guarda.

-No me digas que hacer, yo decido cual es el siguiente movimiento…

No, nadie mas se atrevió a hablar, no cuando se dieron cuenta de que no había acabado con su compañero. Tal vez este no era momento oportuno para tener un nuevo caballero al cual entrenar, y eso, el joven lo sabía.

-Pronto nos movilizaremos, necesito a esa chica a nuestra merced…