Voy a dejar esto aquí, y me iré lentamente *Corre hasta el fin del mundo*
Nadie estaba preparado para otro ataque, no al menos cuando todo comenzaba a normalizarse.
Todo había pasado tan rápido; el mensaje de Kotetsu, los gritos, las alarmas y los rugidos de bestia, así como los genzanki que volaban por el gotei.
Saya, Ikkaku y Yumichika habían de toparse con sus respectivos enemigos, no dudando en hacer nuevamente equipo para terminar con esas escorias que habrían causado tanto daño en su hogar en aquel primer ataque y, confiando en que sus espaldas estarían resguardadas, ya que ninguno de los tres permitiría que alguno saliera herido.
Como era usual, cada que se presentaba una oportunidad para combatir, el teniente de la onceava división tenía una expresión de éxtasis al blandir su naginata contra cada enemigo, acabándolo fácilmente al ya tener experiencia contra ellos en dos ocasiones, esto era un simple calentamiento de entrada, después de todo, Saya solía darle mayor batalla en sus combates amistosos.
Saya era igualmente era imparable en las batallas, en los duelos amistosos que solían tener ocasionalmente, encuentros que en varias ocasiones los había metido en problemas por emocionarse de más y causar daños en el Gotei, pero incluso en las reparaciones estaban juntos.
Sin embargo, en esta ocasión tenía una expresión endurecida en su rostro, casi ensombrecida al estar blandiendo sus dos espadas contra los genzanki. Su rostro estaba contraído en una seriedad irreconocible, contrario de su usual sonrisa, casi altanera y confiada al estar luchando. Atacaba a diestra y siniestra con sus espadas sin dar tregua alguna de que algún genzanki si quiera tuviera oportunidad de atacarla, los cazaba sin piedad alguna, no permitía que alguno lograra huir.
Teniente y tercer oficial se miraron con cierta preocupación, no se necesitaban palabras para comprender que Saya se encontraba en algo parecido a "modo venganza", sobre todo por la muerte de su compañero; ella estaba dispuesta a acabar con todo genzanki que se le atravesase en su camino, conscientes de lo peligroso que era que aquella chica no mantuviera la cabeza fría, al conocer lo temperamental que podía llegar a ponerse.
-Te apuesto a que puedo acabar con más Genzanki que tú– Retó Ikkaku, poniéndose de espaldas a Saya tras aniquilar a una bestia con su naginata.
Las palabras del teniente lograron sacar a la morena de su despiadada cacería, sobre todo, al ver la sonrisa desafiante y arrogante de su amigo, lo que la hace aceptar el reto imitando el gesto.
-Espero que puedas alcanzarme- Dice dando una patada circular para alejar a un genzanki –Ya llevo como veinte– Presume llevándose sus espadas a los hombros.
-Esos no cuentan– Reclama a su amiga, señalándola con el dedo a manera de queja –Empezamos desde ahorita
-De acuerdo, miedoso– Acepta, rodando los ojos, ignorando la mirada furiosa que le dirigía su amigo –En sus marcas, listo y… ¡Fuera!
Ambos se lanzaron hacia un grupo de genzanki, ella por delante, mientras Ikkaku le pisaba los talones, esto con el propósito de que no hiciera trampa, asegurándose de que no fuera a mentirle a la hora de la contabilización.
Probablemente entre Saya e Ikkaku pareciera algo normal, sin embargo, Yumichika pudo ver a lo lejos que aquella treta fue solo para distraer a Saya, y que su amigo no peleaba al lado de Saya para protegerla, si no para hacerle más amena aquella batalla; ya tendría tiempo de sobra para divertirse con las negativas de su amigo para no perder su fachada de chico rudo.
Al enfrentarlos con un poco más de calma y la mente más clara, podía entender su manera de atacar o, en este caso, la manera en que no estaban atacando, ya que solo parecían defenderse, incluso resultaba muy sencillo acabar con ellos, a comparación del primer ataque.
-Baja la guardia ante tu enemigo, así te darás cuenta de sus intenciones al hacerles creer que tienen la batalla ganada…
Recordó lo que le dijo la capitana Soi-Fong en uno de sus tantos entrenamientos, uno en el que justamente le hizo bajar la guardia al hacerle creer que estaba teniendo la ventaja del combate, error que le costó un fuerte contra ataque que nunca vio venir.
Ahora estaba atacando a los genzanki con menos fiereza, dejándose algo expuesta, dándoles la oportunidad para que la atacaran fácilmente, pero aquellas criaturas solo lanzaban sus agujones o garras en plan de querer provocarle a que atacara, parecían tan solo hacer guardia, impedirle darse cuenta de algo oculto.
-También ya te disté cuenta– Afirma Yumichika llegando a lado de Saya –Estos enemigos no están peleando igual que en el primer ataque
Tanto Saya como Yumichika se quedan en guardia, alejados unos cuantos metros de aquellos monstruos, los cuales variaban en sus formas de insectos ponzoñosos, formas mórbidas y grotescas que eran incluso, sorprendentes de ver.
- ¡Ja! Entonces acabaremos con ellos muy fácil- Exclamó con regocijo de tener ventaja sobre su enemigo, de la facilidad con la que los vencía, colocando su naginata sobre el hombro -Creía que para ser un segundo ataque nos pondrían las cosas más difíciles
Lo más extraño del asunto, es que, quien sea que estuviera detrás de estos ataques, era la segunda vez que enviaba genzanki nivel uno, pero si deseaba apoderarse de la sociedad de almas, entonces debería realizar un ataque mucho más devastador, enviando algo más difícil o complicado de vencer.
Esto comenzaba a darle un mal presentimiento a la morena, que, pese a sus dudas e inquietudes, no dejaría que ninguno de aquellos monstruos cobrara la vida de otro shinigami, no cuando apenas comenzaban a recuperarse del primer ataque y, aunque desconocían las intenciones de quien estuviera tratando de debilitar la sociedad de almas, tampoco podían darse el lujo de tener bajas ese día, sin importar su rango.
En su momento, Yamada demostró que, hasta el shinigami de más bajo rango, podía llegar a hacer la diferencia en un combate.
-No importa lo que tramen, no les permitiremos avanzar- Y blandió ambas espadas con convicción -Además, tengo una apuesta que ganarle al cabeza de bolos
Ikkaku emitió un gruñido, al tiempo en que le dirigía a Saya una mirada asesina que evadía sutilmente.
Resignado, soltó un bufido ante la usual actitud de sus amigos, Yumichika enfrentaba a esos monstruos mientras algo en su interior le decía que algo andaba mal, era bastante sospechoso que las cosas estuvieran "tranquilas", porque no había tanto caos, no veía muertos y no podía sentir la perdida de reiatsu de algún shinigami cercano.
No, no había sido difícil enfrentarse a los nivel uno, no cuando en el primer ataque les habían atacado por distintos lugares, pero en este momento, Saya e Ikkaku estaban bastante concentrados en llevar la cuenta de todos los que derrotaban; unos cuantos más y podrían ir a ayudar a otra área del gotei, pero, Saya deseaba ir a donde se encontraba Asami, temía por ella, por el Shadow en su interior, además del hecho de que estaba embarazada y de que no contaba con su zanpaku-tō.
Claro que, una parte de ella le repetía una y otra vez que debía tener confianza, que estaría a salvo, que su hermana pequeña se las arreglaría bien con su kidō.
-Y con este, llevo veinticuatro- Exclama Saya, degollando a otro Genzanki con suma facilidad - ¿Con cuántos acabaste tu?
-Veintitrés- Admite el teniente de mala gana.
-Muy bien, eso quiere decir que gane yo- Alardeó, sacudiendo la melena azabache de un lado a otro -Tu invitas la comida durante un mes
- ¡Oye! Nunca acordamos los términos de la apuesta- Comenzó a alegar Ikkaku entre gruñidos -Además, ese último era mío, lo tenía bajo control
-Aja, claro, lo tenías todo bajo control y listo para que te encajara tu aguijón- Espetó Saya arremedando a su amigo.
-Olvídense de su discusión, pospónganla- Dijo Yumichika antes de que aquella pelea de niños se intensificará entre esos dos -Tenemos que movernos
-Si, vayamos a la división diez- Soltó Saya a manera de petición, más tranquila y centrada -Estoy algo preocupada por Asami, ella no cuenta con su zanpaku-tō
No poniendo objeción a la petición de su amigo, el trio comenzó a moverse, y no solo por su amistad y el afecto que le tenían a Saya, si no, porque sus hermanas eran también sus amigas (aunque Ikkaku lo negara), y estaban enterados del problema que tenía Asami tenía con las voces en su mente y de porque el capitán comandante optara por retirarle su zanpaku-tō.
Los genzanki estaban en su camino, no había problema con eso, pero, curiosamente, el camino a la división diez estaba plagado, atestado de todos ellos; pero no fue eso lo que llamó la atención de los tres, sino, que cerca de los nivel uno, se encontraba otro tipo de creaturas a las que no se habían enfrentado todavía, les bloqueaban el paso y les rugían amenazantes ¿Eran otro tipo de Genzanki?
Su cabeza se asemejaba a la de un cráneo de carnero, lengua larga, colmillos afilados y ojos brillantes, donde de la cabeza, emergían dos cuernos; el cuerpo era color negro, no permitiendo distinguir como era su piel, las extremidades se veían algo delgadas, pero podían ser engañosas, y los dedos mostraban potentes garras que veían sumamente letales.
Independientemente de eso, el pelaje sobre sus cuerpos, puntiagudo y peligros, cubría el resto de su cuerpo, dándole un aspecto de un todo adulto, robusto y traicionero.
No dudaron en atacar, descubriendo a la mala que el pelaje eran realmente púas, fuerte y resistentes, tanto, que a Saya le hicieron recordar las lanzas diamantinas de su hermana, lo que impedía que sus espadas pudieran atravesarlos.
El brazo de Saya se vio ensangrentado de un momento a otro, haciéndole un corte grave que le hiciera sentir arder la piel; veneno. La morena logró expulsarlo gracias a las habilidades curativas de Kairyū, ataque que dirigió a aquellas bestias en forma de ácido, pero que, a pesar de recibir el golpe directo, no fuese suficiente para acabar con ellas, no cuando los cuerpos deformes y chorreantes seguían ahí, de pie.
No, aquellas cosas no eran iguales a los genzanki nivel uno, y ahora, justo en este momento, debían averiguar cómo derrotarlos.
…
La voz de Hanako había sido apenas un murmullo suave por encima del horror vivido en el campo de batalla, pero Byakuya la había escuchado claramente, como si el resto de los sonidos se silenciaran para dejar hablar a aquella princesa antigua y poderosa.
(Enemies – Icon for Hire)
—Shikai: Mamoru, Sen'nohana no Ōjoryū.
Las flores en su cabeza, las ramas en sus brazos, el haori imperial, Hanako desencajando en el campo de batalla al parecer una princesa, tomándoselo en serio desde el principio y haciendo comprender a Byakuya que no había lugar a fallo. Ni siquiera tuvo que ver la determinación ígnea en su mirada, el simple hecho de que hubiese recurrido al shikai, a la verdadera liberación y nombre de su zanpaku-tō desde el inicio de aquella contienda, ya daba por descartado que se estaba tomando aquello en serio.
Byakuya vio aquella criatura emerger de la siguiente esquina, enorme, un animal yendo a cuatro patas, olfateando el ambiente y dedicando gestos esporádicos a su alrededor. El reiatsu de aquella criatura se sentía diferente a las demás que habían enfrentado hasta ese momento, lo primordial era la investigación, así que, cuando Hanako le dedicó una mirada de reojo, una sonrisa confiada y un asentimiento, él aprestó su shikai, pero esperó a las indicaciones de la teniente.
Hasta el momento habían enfrentado Genzankis de bajo nivel y habían intercambiado la teoría de que estaban tratando de cansarlos. Ninguno de sus enemigos había sido realmente un oponente digno, a diferencia de la contienda anterior, ¿los estaban cansando para enfrentar a esos nuevos adversarios?
—Capitán Kuchiki —llamó Hanako mientras alzaba una mano hacia el frente, como si tuviera la intensión de tocar la cabeza de aquel animal, avanzando medio paso mientras su enemigo giraba la cabeza, reaccionando al ruido que Hanako hacía, al ruido y a su reiatsu —, no creo que estas criaturas sean de lo que debemos preocuparnos.
—Tengo la misma sensación, teniente.
—Veamos de qué son capaces —murmuró antes de lanzarse al frente, consiguiendo que aquel ser la atacara de lleno.
Una mordida, dos, tres, y luego Hanako se sintió burlada.
Ninguno de los ataques que había recibido parecían realmente ir dirigidos a matar, ¿qué estaba pasando?
El recuerdo de Yamada la golpeó de lleno, se obligó a sí misma a sonreír y apartar el rostro de su querido confidente antes de volver a atacar al genzanki, hollow, o lo que fuera.
Lo esquivó, desenfundando el estoque antes de golpear a su adversario, literalmente un golpe sobre el lomo para provocarlo mientras giraba a su alrededor y se colocaba a sus espaldas, dándole un tirón a la cola antes de poner tierra de por medio y sonreírle con sadismo.
Aquel coqueteo con la muerte y el peligro se repitió varias veces mientras Byakuya observaba a detalle. Por supuesto, algunos cuantos más de aquellos enemigos les rodearon varias veces, y aunque primero estuvieron dispuestos a atacar al capitán Kuchiki, que había aumentado su flujo de reiatsu para llamar su atención, pronto se mostraron más interesados en atacar a Hanako, quien se divertía con sus víctimas en busca de características que delataran sus verdaderas habilidades.
Ninguno de ellos pasó la defensa en que Senbonzakura se había convertido. Byakuya no permitió que ninguna de aquellas criaturas se acercara a su novia mientras ella seguía analizando a su enemigo sin quitar aquella máscara de optimismo que le hizo suspirar acongojado.
—Estás más entusiasta de lo normal, ¿sabes que puedes ser sincera conmigo? —murmuró el noble cuando su novia terminó con el último de sus enemigos, luego de haber cambiado de blanco dos o tres veces, probando suerte y consiguiendo el mismo resultado mediocre que de los anteriores, y viéndose rodeados por genzanki de nivel uno.
El rostro de Hanako perdió el falso brillo que había sostenido hasta ese momento y la joven serenó sus facciones hasta la neutralidad.
—¿Es por Yamada? —insistió Byakuya mientras sus pétalos destrozaban otro de aquellos enemigos.
—No había vuelto a pelear contra uno desde su partida —gritó la chica saltando alto en el aire al percatarse de que algún genzanki se les había tratado de acercar por los tejados.
Una llamarada feroz se extinguió en cuanto acabó con el enemigo que se les había cerrado por espalda y Hanako aterrizaba con gracia su salto.
—Pareciera que me conoce bien, capitán.
—Pretendo casarme contigo —respondió suavemente aquel hombre llegando a su lado y suspirando corto —. Hagas lo que hagas, no me vas a asustar, y te estaré respaldando, no es justo que te lo guardes.
—¿No consideras irónico ser tú quien me pide esto?
—Precisamente por eso lo pido. No cargues con ese peso tu sola, no te guardes esto, comparte la carga conmigo. Ve.
Hanako no resistió a la tentación de besar la mejilla del pelinegro antes de correr de nuevo al campo de batalla, esta vez mientras sus manos se cubrían de una llama violeta que parecía emitir frío y no calor.
—Y, por favor, regresa a mí —suplico Byakuya al verla partir, antes de enfocarse de nuevo en su propia pelea, saltando alto y manteniéndose unos metros por encima para poder observar todo desde un mejor ángulo.
Enemigo a enemigo comenzaron a acercarse cada vez más hacia los reiatsus conocidos, amigos, aliados, subordinados. La división diez.
El capitán suspiró aliviado al percatarse de que la cuatro parecía estar siendo ignorada amablemente, aun así, no dudó en enviar a una cuadrilla de sus hombres a defender aquella zona puesto que no daba por ganada la pelea. Podía pasar cualquier cosa y los giros drásticos se daban en un segundo.
Permitió a Senbonzakura actuar a placer. Sí, había cierto control en sus actos dado que era él quien manejaba a su espada, pero también podía sentir como si su zanpaku-tō pudiera defenderle por sí misma, como si el espíritu del samurái estuviera ansioso por pelear esa batalla por sus propios medios y probar que seguía siendo digno del líder del clan Kuchiki, así que confió ciegamente en su samurái mientras levantaba los ojos en dirección a Hanako y la veía avanzando a pasos tranquilos por el campo de batalla mientras aquellas bestias se le acercaban buscando pelea.
Al igual que con los nobles, sintió la mano de su zanpaku-tō apretando su hombro antes de avanzar un par de pasos más y fijar su mirada en Hanako.
Su princesa avanzaba a pasos tranquilos por el campo de batalla, mirando izquierda y derecha mientras aquellas criaturas se aglomeraban a su alrededor. Fue la primera pista que el noble encontró: esas bestias parecían ignorar el mundo a su alrededor, otros enemigos carecían de importancia y de prioridad cuando Hanako estaba cerca, no le habían atacado a él a pesar de haber aumentado de nuevo su reiatsu y no entraban en frenesí, a diferencia de los genzanki, ante el aumento de presión espiritual.
La segunda pista que se encontró fue percatarse de que, a pesar de que Hanako liberaba reiatsu para que el enemigo lo absorbiera (posiblemente la teniente buscaba recurrir a su técnica de combustión espontánea), las bestias tampoco parecían estarse alimentando de ella, sólo olfateándola por encima de lo permitido y atacando lo justo para cansarla. No provocaban un daño real.
Cansarla...
Eso fue lo tercero que Byakuya notó. La cantidad microscópica, casi insultante, de reiatsu que Hanako estaba usando para mantener su shikai. Porque, aunque peleaba muy en serio, también ella se había percatado de que no le hacían daño, que si atacaban era para tantearla, como si estuvieran tratando de...
—¡Hanako, sal de ahí! —gritó Byakuya al momento en que se lanzaba hacia el frente, tratando de alcanzarla y enviando por delante su bankai para salvarle de la emboscada.
La aludida se giró en su sitio, el noble pudo verlo en cámara lenta, ella levantando el rostro con un gesto inocente antes de dedicarle una sonrisa débil. Los genzanki, tres, que de pronto se había convertido en un ejército cubriéndola, dispuestos a matarla ahora que habían determinado que no era lo que estaban buscando, sus pétalos destazando la superficie temiendo dañarla mientras él llegaba a auxiliarle, y al final la llamarada que lo consumió todo desde dentro.
Byakuya tuvo que cubrir sus ojos y frenar su avance a fin de evitar ser tragado por el fuego violeta que redujo a sus enemigos hasta las cenizas.
Y abrir los ojos percatándose de que Hanako estaba en el suelo, sentada de costado mientras sostenía una bestia sometida en su regazo, aquel ser sollozaba lastimero, como si estuviese atemorizado, porque su instinto de supervivencia le exigía cuidarse de la joven que le acariciaba la cabeza como si estuviera mimando a una mascota, como si la bestia permaneciera quieta y llorando por temor a ser cruelmente asesinada en las manos de una princesa despiadada.
Hanako no era una princesa despiadada, tampoco una niña malcriada decapitando hormigas. Miraba con curiosidad a la criatura que se retorcía cada vez que su mano suavemente le acariciaba la punta de la cabeza.
Byakuya aterrizó a unos metros de ella y avanzó a pasos cautelosos, mirando a Hanako y aprestando los pétalos por si la chica corría peligro de alguna forma.
—Sabes que no volví a pelear contra un genzanki tras perder a Yamada —cuestionó Hanako a media voz, mientras una mano iba de la nariz hacia las orejas y la otra descansaba sobre el lomo de esa bestia, haciéndole encogerse en su sitio mientras Byakuya se acercaba —, no suelo prestar atención a los enemigos a los que enfrento, no a los que sé cómo funcionan. Los genzanki ya no parecen ser la gran cosa.
—Hanako —llamó el noble luego de pasar saliva, acercándose con cuidado, temiendo que aquel enemigo volviera el hocico y mordiera la mano de la shinigami.
—Estas cosas —musitó la chica con cierto desprecio, dando dos golpecitos suaves al lomo de aquel ser y haciéndole encogerse en su sitio todavía más, aterrorizado —, no parecen muy peligrosas el día de hoy, pero ¿ya viste estos dientes? —espetó la chica tomándole el mentón al monstruo y sacudiéndolo ligeramente, como cuando jugaba con Hogo y lo mimaba, apretando la boca en un puchero.
—Hanako —insistió el pelinegro sintiendo el reiatsu de más genzanki acercándose hacia ellos.
—Sus dientes son un peligro —murmuró zalamera mientras seguía zarandeando a la bestia y sonriéndole divertida —, y sus púas, y su tamaño —añadió volviendo a sostenerlo en su regazo, acariciando su lomo y suspirando decepcionada —. Esta cosa está hecha para rastrear, no para matar. Aunque una cosa no impide la otra, son armas letales, son hermosos.
—Hanako —repitió Byakuya una última vez, deteniéndose a dos metros de la chica con la mano levantada hacia ella, tenso por la espera.
—Pero su belleza tampoco quita del mapa lo verdaderamente importante, son el enemigo y se tiene que acabar —murmuró al final, haciendo al monstruo emitir un último gruñido de pánico mientras ella ponía la palma de su mano sobre el cráneo del indigno y le hacía consumirse hasta las cenizas en un instante.
Byakuya retrocedió dos pasos, cubriéndose de la onda de calor que se extendió hasta él, viendo con angustia cómo el fuego envolvía a Hanako y se extinguía en una llamarada violeta cada vez un poco más oscura. La shinigami se levantó con un movimiento fluido, acomodándose la bufanda en torno al rostro mientras sostenía el cráneo limpio de aquella criatura por las cuencas de los ojos.
—¡Taichō!
El rugido de Zabimaru inundó aquel espacio, fue la mordida de aquel bankai sumado a los pétalos de Senbonzakura lo que acabó con los genzanki más cercanos, ganándose unos minutos más, en los que permanecieron mirándose a los ojos.
La mirada desencajada que Byakuya le dedicó casi le partió el alma, como si no supiera qué pensar o cómo reaccionar ante lo que había visto, la teniente de la décimo tercera temía que su novio saliera huyendo luego de ver sus pequeños arranques de locura en el campo de batalla, no era la única vez que perdía el control de aquella manera, pero Hanako sonrió oculta tras la bufanda cuando el pelinegro suspiró aliviado y avanzó hasta ella, levantando la mano hacia el costado y dirigiendo sus pétalos antes de acariciar la mejilla de Hanako con la mano disponible, mirando el cráneo que la chica sostenía.
—Podría servirle a Mayuri —murmuró Hanako encogiéndose de un hombro cuando Byakuya bajó la mirada.
—Taichō —exclamó Renji llegando hasta el costado de su capitán y ganándose una mirada de alivio por parte de ambos —, ¿están bien? —murmuró el teniente alternando miradas hasta percatarse del cráneo que Hanako sostenía en sus manos.
—Un poco desequilibrados —murmuró Hanako tratando de alivianar tensiones y haciendo a Byakuya soltar el aire en un gesto de gratitud.
—¿Teniente? —cuestionó el pelinegro mirando a su amigo, recuperando la calma poco a poco.
—Están atacando el Gotei, pero se siente diferente —anunció Renji mientras lo encaraban y esperaban el informe —, nos están redirigiendo hacia la diez, pero hay muchos enemigos dispersos alrededor. Estamos seguros de que el capitán Hitsugaya nos hará llegar indicaciones sobre la estrategia a seguir, después de todo es su división, pero el resto del Gotei está comprometido. Necesitan de los tenientes y capitanes lo más pronto posible.
—Peinaremos el área —murmuró Hanako bajando la mirada hacia el cráneo y mirándolo de frente, suspirando mientras asentía —, me encargaré personalmente de...
—Nos haremos cargo de esto —murmuró Byakuya cortando el discurso de Hanako, antes de asentir para Renji —, despejaremos los alrededores de la división cuatro y nos dirigiremos cuanto antes hasta la décima, Renji, necesito pedirte un favor —concluyó el capitán consiguiendo una mirada atenta del pelirrojo.
—Lo que necesite, capitán.
—Dirígete cuanto antes a la diez por oeste. El teniente Madarame ya se dirige hacia allá, y Saya te necesita más que nosotros.
—¡Pero Taichō! —trató de reclamar el teniente mientras Byakuya le ponía una mano al hombro y le dedicaba una mirada suave.
—Te dije que cada vez que peleas a mi lado tengo la victoria asegurada —cortó el capitán con una mirada significativa —, esta noche no soy yo quien necesita asegurar una victoria, Saya necesita de ti más que yo y más de lo que está dispuesta a admitir.
—Renji —llamó Hanako tomando una mano del teniente y sonriéndole con dulzura —, yo cubriré su espalda tan bien como tú cubras a mi hermana.
—Pero... ¿estarán bien si los dejo?
—Ve —la mirada de Byakuya cayó sobre Hanako cuando ella le sonrió con orgullo —, pase lo que pase estaremos bien.
Renji lo pensó un momento más, mirando a la teniente Yamamoto antes de sonreír para su capitán y asentir una vez. Podía cuidar a Saya tan bien como Hanako cuidaría de Byakuya. Asintió una vez antes de desaparecer con un shunpo y dejar a ambos shinigamis ahí, haciendo presión espiritual para tratar de llamar a los genzanki hasta su posición.
Hanako y Byakuya se pararon espalda con espalda un momento mientras los enemigos se dirigían enloquecidos por el reiatsu que liberaban, el pelinegro dedicó un apretón suave a la mano libre de su novia mientras ella suavizaba su sonrisa.
—¿De verdad crees que estaremos bien? —cuestionó la teniente al percatarse de que no sólo había genzanki al nivel del suelo, sino que había unas cuantas de aquellas criaturas sobrevolándolos ahora que habían llamado la atención del resto.
—Honestamente no lo sé —murmuró el noble recibiendo el apretón de regreso un segundo, antes de que Hanako soltara el cráneo y aprestara una hoz pequeña en la diestra y el estoque en la zurda —, pero no pretendo permitir que uno solo de ellos se acerque a ti esta tarde.
—Es curioso —murmuró la teniente en respuesta con una sonrisa radiante —, porque tengo el mismo propósito esta vez...
…
Había cometido diversos errores a través de los años, pero en ese momento, el mayor error cometido había sido dejar la división diez ¿Por qué? Simple, Asami estaba ahí, y extrañamente, todos los enemigos habían comenzado a redirigirse hacia allí, manteniendo bajo número en el exterior.
Estaba completamente seguro de que su novia permanecería en dicho lugar, si algo pasaba, los soldados de la división podrían protegerla… o al revés.
-Ve y protege el gotei, yo me encargare de la división- Había dicho con suma tranquilidad, y el sabía que, mientras ella no tuviera su zanpaku-tō, iba a ser muy cuidadosa -No voy a moverme de aquí
No podía perder la concentración, tenía varios enemigos acechándolo y, entre ellos, unos monstruos que se movían a cuatro patas; no tenía la certeza de que fueran genzanki o si los hollow también se habían aliado con sus enemigos. Pero tampoco podía dejar de preocuparse por ella, ya que, sin saberlo, se encontraba en una condición especial.
-Debí haberme quedado con ella- Y sintió a Hyōrinmaru latir, tal vez su dragón pensaba lo mismo, pero no pudo rectificarle a su dragón el error, ya que nuevos enemigos le habían rodeado, enemigos que no eran difíciles de aniquilar, pero que llegaban con él por decenas, reteniéndolo en el lugar, pero él tenía un objetivo diferente, por lo que debía encontrar su objetivo principal -No destruyen nada, no ha habido bajas, y las bestias esas no entran en frenesí con el aumento de reiatsu ¿Qué buscan?
- ¡Capitán! – La voz de su teniente le daba un respiro ¿Iba a ser capaz de dejar a su subordinada a su propia suerte? -El gotei es un completo desastre, hay genzanki de nivel uno y unos monstruos que olfatean todo, mas no hacen daño alguno
-Probablemente sea el nivel intermedio que existe entre el espectro y el senshi del que Kurotsuchi nos habló- Y la cara de la mujer mostró sorpresa, así como sus acompañantes; Kira y Hinamori se encontraban con ella -Es prioridad el proteger cada rincón del gotei, confío en ti
La camaradería que esos dos tenían iba más allá, cada capitán solía tener una relación tan fácil con su teniente, y ellos dos no eran la excepción, pudiendo así, confiar uno en el otro ciegamente.
-Les encargo este lugar, tengo otra cosa que hacer y espero me ayude a encontrar su patrón de ataque, o lo que sea que estén buscando…
Desapareció del lugar, dejando ahí a los tenientes que, cubriendo al peliblanco, se encargaron de cubrir el área.
…
Encontrar el reiatsu de Saya no era difícil, mucho menos para Renji, quien, desde el primer combate, parecieron conectarse de alguna manera, por lo que podría distinguirlo de entre millones; tenía una energía espiritual muy peculiar, completamente imposible de ignorar debido a su constante movimiento.
Pero algo raro paso, porque pudo sentir esa energía fluyente un tanto inestable, tan solo por un momento, bajo, y de la nada, comenzó a restaurarse, lentamente, haciendo al teniente acelerar su paso hacia ella, esperando no estuviera en peligro.
No estaba en peligro, no cuando su reiatsu seguía subiendo poco a poco, recobrando la estabilidad, ¿de qué se preocupaba? Saya era imparable, era un hueso duro de roer y, además, su zanpaku-tō tenía la habilidad de sanar sus heridas.
Respiro al encontrarse con Ikkaku y Yumichika, luchando ferozmente con aquellas bestias, tal y como había observado durante todo su trayecto; los enemigos no estaban atacando, se mantenían a la defensiva, distrayéndolos y, en varias ocasiones, impidiéndoles avanzar.
Cuando sus ojos buscaron a la morena, estos se abrieron con terror al ver que sostenía su hombro, pero no solo eso, sino, que también caían gruesas gotas de sangre, pudiendo vislumbrar la profundidad de la herida y la expresión de dolor en su rostro.
- ¡Saya! – Exclamo, apareciendo en un shunpo a lado suyo, queriendo ayudarla, sostenerla… ¡Algo!
-Vaya, esta vez fuiste lo suficientemente listo para no dejarte atacar- Comento, burlona, con una mueca entre sonrisa y dolor, lo que provocó que Renji se mostrara molesto por unos instantes.
- ¡Ja! Mira quien lo dice- Debatió el chico, mirando con preocupación la herida, la cual se veía bastante grave - ¿Qué fue lo que paso?
-Esas cosas no nos permiten avanzar- Miró hacia el frente con frustración -Yumichika ya los había pasado, pero les lanzaron varias púas, pero apenas pude sacarlo, una de ellas alcanzó a herirme, son muy veloces
Estaba justificada su herida, pero, entonces, si ella siendo de veloz como era, no había podido escapar a tiempo del ataque, entonces esas cosas eran peligrosas y veloces al mismo tiempo.
- ¿No se suponía que tu zanpaku-tō tiene habilidades curativas? - Su voz sonaba a reclamo, sobre todo, porque no veía mejoría en la herida de Saya, viendo como la sangre continuaba goteando.
-Está tardando un poco más de lo usual, pero estaré bien- Oh, ahora que lo notaba, la herida de su hombro sanaba más lento, pero sonrió sádicamente, impaciente, lista para regresar el ataque -El veneno es letal, pero voy a devolvérselos, solo necesito un poco más de tiempo para que mi cuerpo lo absorba y luego, Kairyū lo expulse
Teniente y oficial de onceava estaban luchando formidablemente contra sus enemigos, consiguiendo el tiempo necesario para que Saya pudiera sanarse y lanzar su ataque, ambos eran hábiles guerreros, dignos de pertenecer a la temeraria división once; había luchado varias veces a su lado, por lo que podía notar claramente lo mucho que estaban esforzándose, pero la frustración en el rostro de Saya por ayudarles era notoria, debía esperar a que su herida cerrara, proceso que resultaba doloroso para ella.
-Iré a conseguirte más tiempo- Habló Renji, mirando hacia las bestias, donde sus amigos y camaradas luchaban ferozmente, bajó la mirada para observarla a ella, sonriéndole con amabilidad, tranquilizándola para que se concentrara en sanar -No te preocupes, tomate todo el tiempo que necesites para sanarte
La confianza que tenía en esos tres era más de lo esperado, no iba a abandonarlos, debía darse prisa en contra atacar.
Concentro su reiatsu en su hombro, aplicando las enseñanzas de la capitana Soi-Fong; su inflexible y dura tutora, con todo y sus métodos bastante drásticos, le hizo notar que era capaz de canalizar su reiatsu y la habilidad curativa de su zanpaku-tō en las zonas del cuerpo donde más lo requiriera, y así, de esa forma, acelerar el proceso curativo. Eso le había ayudado también a concentrar el shunko para maximizar algún ataque o hacer más letales sus golpes sin gastar tanto reiatsu.
Sintió la herida cerrarse lentamente, sintiendo cada tejido y capa de piel unirse lenta y dolorosamente, esto era solo su percepción del proceso, ya que realmente, no estaba siendo tan lento.
Cuando la herida cerrara por completo, el ardor que le recorrió los brazos y que parecía querer derretir su cuerpo por dentro, causándole un ardor infernal; todo esto por consecuencia de aquel ataque, el ser envenenada le llevaba a tener que expulsarlo cuanto antes.
- ¡Chicos, aléjense!- Grito la morena, sintiendo la sangre hervir.
Los tres chicos actuaron al momento de escuchar la advertencia, desapareciendo del camino y colocándose a espaldas de esta, con la guardia alta por si alguna de las bestias o genzanki se atrevía a atacar, algo que no paso, limitándose solamente a esperar.
-Oleaje- Soltó Saya, moviendo sus espadas en forma circular.
Las olas azotaron contra las bestias, deshaciendo rápidamente las cabezas de hueso de aquellas cosas, desapareciendo en un bramido agonizante al tiempo en que el vapor cubría todo detrás de una gruesa y espesa niebla.
No podía verse nada, por lo que el cuarteto esperaba cualquier movimiento enemigo, aunque, seguramente, el ataque de Saya había acabado con todas las bestias y genzanki del lugar, no podían aventurarse a avanzar, no sin estar seguros de tener el camino libre.
El vapor se disipo lentamente, revelando justo lo que sus instintos temían, y es, que de la nada y como si el ataque de Saya no hubiera sido suficiente, sus enemigos volvieron a cerrarles el paso, alzándose unos detrás de otros, impidiéndoles avanzar hacia su destino.
¿Qué había en la división de su hermana menor? ¿La buscaban a ella? Tenía un mal presentimiento, sentía que le impedían llegar a su pequeña hermana, pero ella tampoco iba a permitirles tal acto. Si debía ser envenenada para acabar con ellos lo antes posible, lo haría, soportaría aquel dolor una y otra vez, dispuesta a usar cada gota de su energía.
Al borde de la desesperación, impulsivamente estaba por ir a adentrarse en aquella barricada, sin embargo, se detuvo al sentir una mano sobre su hombro; y ahí, mirándola serenamente, Renji parecía observarla hasta de manera enternecida, lo que le ayudo a controlar sus impulsos, a enfriar la cabeza.
-Peleemos juntos- Le dijo Renji tranquilamente -No tienes que hacer esto sola, por más fuerte que seas…
-Además…- Agregó Ikkaku, llevándose su naginata al hombro -Le quitas lo divertido si te encargas tu sola- Saya sonrió, soltando un bufido burlón, entendiendo el mensaje de su amigo al apoyarla -Tu ataque no cuenta, esos que se extinguieron con tu veneno no entran en nuestra apuesta, deberás pelear cuerpo a cuerpo si quieren vencerme
-Nunca acordamos las reglas de la apuesta- Comentó Saya, preparándose para atacar de nuevo.
-Las ideo conforme la situación lo amerite- Admitió con descaro, haciendo un puchero.
-Pues quiero sumarme a la apuesta- Comentó Yumichika, sorprendiendo a los demás, debido a que rara vez decidía ser partícipe de las salvajadas de sus amigos -El perdedor tendrá que dejarme hacerle un cambio completo de look
Les guiño un ojo a sus amigos, al tiempo en que movía su cabello hacia atrás.
El escalofrío y temor que sintieron de manera desagradable recorrerles la espalda, nada más imaginarse con el estilo tan extravagante del pelinegro; seguro que les pondría alguna cosa rara y ridícula, así como plumas y pestañas, o un atuendo vergonzoso. No, personalmente nunca dejarían que eso pasara, por lo que tenían muchos más motivos para acabar con la mayor cantidad de bestias ellos dos.
No era de extrañarse que aquella formación cuádruple fuera casi perfecta, el tiempo que Saya pasaba entrenando con Ikkaku, la atención que Yumichika ponía a sus movimientos, ya que nunca era participe de sus salvajes entrenamientos, y el hecho de que Renji parecía conocer bastante bien la mancuerna de esos tres, pero sobre todo, a Saya, debido a sus constantes conflictos y pleitos iniciales, los cuales, ya habían pasado a segundo plano, por lo que era capaz de luchar junto a ella, apoyarse y coordinarse, a tal grado, que parecía que Kairyū y Zabimaru se hablaban cuando ambos shinigamis se encontraban espalda contra espalda.
Si, para Saya esto era mucho mejor que dejarse envenenar, porque, por más poderosa que se volviera y de obtener mejores resultados con el ácido, se sentía feliz de no tener que pelear sola.
…
Todos los shinigamis disponibles estaban adentrados en la batalla, peleaban con facilidad y defendían sin tener bajas, pero, había un capitán que no estaba encargándose como debiera de aquellas cosas, no, su interés estaba siempre dirigido hacia la investigación; hoy, las bestias estaban bajo la mira.
Sonrió con malevolencia y locura cuando aquellas cosas se detuvieron frente a él, seguro de que encontraría en ellos mucha nueva información.
¡Y no nada mas una! Varias de aquellas cosas estaban frente a él.
-Toda información que puedan llevar dentro de sí, me será de mucha utilidad- Su mano se alzó, un control en ella y alcanzando a presionar un botón, hizo que las bestias frente a él cayeran la piso, inconscientes -Tan simple ¡Ja!
Y el resto de ellos huyó, dejando el camino libre, inteligentes, a fin de cuentas.
Las bestias desplomadas en el suelo eran observadas por Mayuri, ¿Trofeo? Sí ¿Beneficio? Tal vez, si su teoría no estaba equivocada, entonces había más niveles de Genzanki y, esto era solo lo mas sencillo de ello.
…
Había tomado el camino largo, tenia prisa, si, pero estaba notando algo fuera de lo normal con esos genzanki, y es, que no había ni un solo herido en todo su trayecto; el reiatsu de sus hombres seguía intacto, no tenia indicios de que fueran a perder; pero eso no le preocupaba.
No.
Para él, en ese momento, solo tenía importancia la gran concentración de reiatsu en la división diez, ¡Que tonto había sido! ¿Retirarle su espada, en medio de una guerra? ¡Idiota! Mil veces idiota.
Al llegar, no le sorprendió verla ahí, rodeada de quien sabe cuantos enemigos, peleando, con la misma gracia de siempre mientras el sudor perlaba su rostro y sus trenzas se movían de un lado a otro ¿las manos? Listas para dar el siguiente golpe.
-Comandante– Dijo la chica al verlo de reojo en su recorrido por nuevos enemigos - ¿Qué está haciendo aquí?
El aludido se acercó lento, rodeándola en un cálido abrazo, feliz de verla bien y sin ninguna herida, cubriéndola con su cuerpo y su haori.
Y las mejillas de la joven se tiñeron de rosa, correspondiendo la muestra de afecto.
-Creo que te debo una disculpa- Comenzó él, poniendo un poco más de fuerza en su abrazo -Esto te pertenece…
Y de sus ropajes saco la zanpaku-tō de la chica, tomándola por sorpresa y miedo.
-Pero, usted dijo que…
-No, no importa lo que yo haya dicho o hecho, nunca debí alejarte de ella, porque no puedo hacer esto solo- Tal vez, hasta hace unos días, Syunsui Kyōraku creía que sin su zanpaku-tō, su flor más pequeña estaría segura, a salvo, pero ahora lo entendía, la necesitaba a ella para sentirse seguro de que todo saldría bien en esa guerra -Te necesito al frente, junto con tus hermanas, ustedes tres son nuestra mejor arma para acabar con estos enemigos
Los ojos de Asami se concentraron en el hombre, quien, al ver aquellos orbes violetas, sintió paz y tranquilidad; ahora él estaba listo para contra atacar.
-No voy a fallarle comandante- Aseveró la joven, tomando su zanpaku-tō y desenfundándola -Daya Kōu y yo protegeremos el gotei
-Se que eres lo bastante analítica para descubrir que es lo que quieren esas cosas, así que ve- Respondió él, mirando el asentir de la chica -Sólo una cosa más, debes prometerme que evitaras salir herida
-Por supuesto- Afirmó, invocando su shikai en un murmuro, admirando él, la magia del dragón de diamante -Gracias…
Y aquel hombre desapareció, confiando en que ella estaría bien una vez reunida con su zanpaku-tō.
Ahora que se encontraba sola frente a sus enemigos, sonrió para si misma mientras los genzanki y las bestias caían uno a uno, rápidamente.
Si Asami era letal sin espada, ahora con ella, sería imparable, porque no necesitaba acercarse a esas cosas para acabarlas, bastaba únicamente un movimiento de su mano para que las lanzas de diamante salieran disparadas hacia ellos, acabándolos, no dejándolos ni siquiera avanzar hacia ella.
Y vaya que todo había sido bastante rápido, porque la división diez estaba asegurada y libre, colocó una barrera ligera alrededor de esta y se alejó del área.
…
La capitana de las fuerzas especiales en cuanto inicio el ataque se mantuvo en la tarea de recorrer
Al inicio del ataque se dio a la tarea de recorrer el gotei a toda velocidad, necesitaba una vista general de la batalla, cayendo en cuenta de algo muy peculiar con aquellas bestias, y es que tanto ellas como los genzanki que les habían atacado la primera vez, no parecían agresivos, ni atacaban las divisiones. En su trayecto, pudo notar que incluso los shinigami de bajo rango no tenían problemas para enfrentarlos, ya que solo se mantenían a la defensiva.
Paso de tejado en tejado, observando desde las alturas; debían armar una estrategia, pero, primero, debía averiguar cuáles eran las intenciones de aquellos enemigos, descubrir quien los manejaba y que buscaba, pero seguían siendo erráticos, encubriendo algo.
Algunos enemigos se retiraban de la aglomeración, no sabía si heridos o solo por cansancio, pero por tres o cinco que marchaban, llegaban hasta diez más, el resto se movilizaba hacia un punto en específico, lejos de los muros del gotei probablemente. Pero nadie tomaba en cuenta ese detalle por estar peleando contra los que se dedicaban a bloquear el paso, debía seguirlos, pero no iría sola, tenía que adelantarse con alguien que pudiera seguirle el paso, y conocía a la shinigami indicada.
Rastreo el reiatsu de Sata, encontrándola también enfrentando a varias bestias y genzanki; el mismo escenario que con otros shinigamis de menor rango, solo que más saturada de enemigos, probablemente por su reiatsu.
-Yamamoto- Exclamo la peli azul, elevando su voz por encima de la batalla, llamando la atención de la morena.
-Capitana- Se alejó del campo de batalla con un shunpo, colocándose a un lado de ella - ¿Qué ocurre? ¿Problemas?
-Algo raro está pasando- Observa con detenimiento los enemigos a los que se enfrentaban los hombres de la onceava y el teniente de la sexta -Varias de esas cosas se dirigen a las afueras del gotei, no parecen heridas, mucho menos cansadas, no sé con exactitud a donde van, pero debemos adelantarlos y averiguar qué o quien se esconder detrás de ellos, hay muchos shinigamis distraídos con los enemigos
-Igual que aquí, nos retuvieron e impidieron avanzar- Miró su propio campo de batalla -Están haciendo todo lo posible para impedir que lleguemos a la división diez
-Sé que ahí es donde esta tu hermana, pero tenemos que adelantarnos e impedir lo que sea que estén planeando- La miró con firmeza, sabiendo lo importante que era para Saya procurar primeramente a sus seres queridos.
-Lo sé- Su deber estaba con el gotei, pero apretó los puños por su decisión, así que llamo la atención de sus amigos – Muchachos, hagan lo posible por llegar a la división diez, asegúrense de que Asami este bien, por favor
Por su gesto contrariado y el hecho de que la capitana de la segunda estuviera a su lado, solo podía significar una cosa, la necesitaba, y aunque su deber moral era estar con ellos y llegar a su hermana, eligió confiarles la protección de su hermana.
-Déjanos estas escorias a nosotros- Exclamó Ikkaku con una sonrisa, con el apogeo del éxtasis por la batalla -Será más fácil ganarte si no estás aquí
-La apuesta sigue pelón, más vale que seas honesto con tu cuenta- Aclaró, cruzándose de brazos.
-Descuida, yo me encargare de que no haga trampa- Intervino Yumichika, guiñándole un ojo a su amiga.
-Andando- Ordenó Soi-Fong, adelantándose.
Saya lo dudo por unos segundos, que le sirvieron a Renji para acercarse a ella, mirándola de forma apacible y con una sonrisa tranquilizadora, colocándole un mano sobre su hombro.
-Confía en nosotros, nos aseguraremos de que Asami este bien
-Lo sé- Confiaba plenamente en sus chicos, especialmente, en Renji -Mas vale no enterarme de que te hirieron, o seré yo quien te deje en las peores condiciones
Amenazó, aunque sonriendo con una pizca de dulzura, desapareciendo instantáneamente en cuanto le diera un rápido beso en la mejilla al pelirrojo, dejándolo con una sonrisa enternecida y un ligero sonrojo en las mejillas.
No había distancia que Saya no pudiera cubrir, por lo que, sin problemas, alcanzó a la capitana en su recorrido.
Pero el peso se acumulaba en su pecho, tenía un mal presentimiento, sintiendo la gravedad de aquello, algo que podría cambiarlo todo…
…
Hanako acarició la cabeza de aquella bestia mientras esta se calcinaba hasta los huesos, para después disolverse en volutas de humo y cenizas elevándose al cielo, subiendo y subiendo hasta perderse en la eternidad.
Byakuya la alcanzo en el siguiente pasillo y tomó su cintura con firmeza, advirtiéndole con la mirada que haría shunpo para que ella se sujetara bien de sus hombros. Apenas salieron ellos de aquel espacio, montones de genzanki se estamparon en el lugar que los shinigamis desalojaron y los pétalos de Byakuya pudieron destazarlos sin dejar nada.
Mantener ese ritmo había resultado sencillo para seguir analizando aquellas criaturas. Hanako se adelantaba un par de metros para pelear contra las bestias, Byakuya se rezagaba aumentando su presión espiritual para atraer a los genzanki y enloquecerlos, pero hasta ahora no habían descubierto nada nuevo sobre las bestias. Lo único que habían logrado detectar era que mostraban interés en Hanako unos segundos y después pasaba a segundo plano.
No tenían manera de confirmar su teoría, después de todo, Hanako era la que los enfrentaba, sola. No había punto de comparación si tenían en cuenta que el capitán se encontraba librando sus propias batallas, pero el hecho de que aquellas bestias no mostraran el más mínimo interés en él a pesar de haberse acercado un par de veces, eso les dio el norte.
En una de las ocasiones, Hanako dejó que una de aquellas bestias se le acercara por la espalda. La idea era calcinarla, pero Byakuya se movió más rápido, interponiéndose entre Hanako y su atacante y llevándose ambos una sorpresa.
Aquella bestia rodeó al noble para dirigirse hacia Hanako, hacia la trampa de fuego que se levantó reduciéndolo todo, confirmando la última sospecha de ambos shinigamis.
—No me quieren a mí —murmuró Hanako angustiada.
—Pero tampoco buscan a nadie más.
—Si no es a Saya...
Las manos de la teniente acariciaron el cabello del noble cuando ella sintió el reiatsu a su alrededor, cada vez se encontraban más cerca de sus amigos, cada vez más cerca de la diez, cada vez más cerca de otros shinigamis que peleaban aquella batalla encarnizada luchando por sobrevivir.
—Shūhei está cerca —murmuró la teniente en el oído del capitán mientras los pétalos de Senbonzakura los alcanzaban limpiándose de sangre por la velocidad a la que viajaban en ese momento.
—¿Le aplaudimos? —cuestionó sarcástico el pelinegro, haciendo a Hanako soltar una risa diamantina ante sus celos y su frustración.
—Sólo si mata más perros que yo.
Byakuya asintió cambiando la dirección de sus movimientos para alcanzar al teniente mencionado.
—¿Debería preocuparme por él? —cuestionó Byakuya aterrizando en el siguiente tejado sin soltar la cintura de Hanako y percatándose de que Shūhei peleaba contra dos de aquellas cosas blandiendo sus kusarigamas ida y vuelta, manteniéndose a distancia de sus enemigos.
—¿Por él? —cuestionó Hanako confundida, mirando a su novio mientras depositaba una caricia suave en el pecho del capitán y se retiraba, preparando el estoque.
—Porque siga enamorado de ti.
Hanako soltó una risa cristalina antes de besar la mejilla de Byakuya y saltar hacia el siguiente tejado.
—No tienes que preocuparte por nadie mientras yo esté perdidamente enamorada de ti.
Byakuya bufó divertido ante las palabras de Hanako y contempló la escena mientras su prometida aterrizaba al lado del teniente de la novena.
—¿Y qué? —exclamó Shūhei cuando Hanako se pegó a él espalda con espalda, contemplando ambos a sus enemigos y percatándose de que un par de bestias más se acercaban, olfateando el ambiente —¿Tu novio no se digna a pelear a nuestro lado?
—El capitán Kuchiki hará de observador. Tenemos una teoría y tú eres nuestra esperanza para confirmarla.
—¿Qué tengo que hacer, akuma? —exclamó antes de lanzarse ambos hacia el frente, atacando a sus respectivos enemigos mientras carne, piel y huesos se desgarraban bajo los golpes de sus hoces.
Los pétalos de Senbonzakura crearon un perímetro seguro para los tenientes mientras Byakuya fijaba su mirada en los movimientos de ambos shinigamis. Tenía que admitirlo, sentía cierta incomodidad al verlos pelear tan coordinados entre ellos, tuvo que recordarse varias veces que esa misma sincronía la había alcanzado al lado de ella y en menos tiempo, tuvo que recordarse que ellos habían peleado juntos y entrenado juntos durante meses para lograr esa sincronía. Sincronía que él mismo había alcanzado con su novia en un par de semanas.
No había comparación.
La cadena se enredó en la cintura de Hanako y ella ahogó un grito y una risa histérica cuando Shūhei la sacó del rango de ataque de aquel perro, confirmando las sospechas que ambos shinigamis se habían planteado.
La teniente alzó la mirada hacia el capitán en busca de sus ojos, el pelinegro asintió una vez mientras sus pétalos se desperdigaban por todo el lugar, asesinando genzanki mientras él mismo aumentaba de nuevo su nivel de reiatsu para causarles el frenesí.
Shūhei se posó de nuevo a espaldas de Hanako y ambos encararon a los perros, que parecían estarla olfateando a ella.
—Están rastreando reiatsu —anunció la chica mientras Shūhei lanzaba un arma hacia el frente y giraba la otra sobre sus cabezas, amenazando a sus enemigos —, están buscando un tipo específico de reiatsu.
—No atacaban a Kuchiki-sama tampoco —dedujo Shūhei mientras Hanako hacía algunos movimientos con las manos, parecidos a las posiciones de ballet que solía estructurar al bailar sola, pero que se convirtieron en una llamarada de pétalos colocándose alrededor de ellos para ampliar el espacio seguro.
—No, y tampoco te quieren a ti. Pierden el interés en cuanto se percatan de que no somos a quien buscan, hace unos minutos que Byakuya se rezagó unos metros y me dejó pelear contra ellos, no se interesaron en él en ningún momento, ni siquiera cuando los atacó. Se enfocaron en mí.
—¿Y los honoríficos? —cuestionó Shūhei lanzando y recuperando su arma mientras los pétalos comenzaban a acercarse a ellos.
—Después nos dimos cuenta de que permanecían interesados en mí unos minutos y luego se iban —continuó ignorando el cuestionamiento de su amigo —. Creo que van tras Asami.
—¿Por qué?
—Por el shadow.
—Tiene sentido que quieran recuperarlo, pero no entiendo de dónde sacas tu teoría.
—Somos hermanas, Saya, Asami y yo. El reiatsu de Asami y el mío se parecen, quiero decir, las tres tenemos un tipo de presión espiritual muy parecida, pero sólo la peque tiene un Shadow y yo tengo la teoría de que me confunden con ella un momento y al siguiente ya se fueron, puesto que no encuentran al Shadow en mí.
—Hana, esa acusación...
Byakuya llegó hasta ellos cuando neutralizó a los enemigos restantes y miró a Hanako en busca de un reporte.
—Sé lo que estoy insinuando —murmuró ella antes de avanzar hasta situarse al costado de Byakuya, cerca del noble, cerca de su corazón, para luego encarar a su amigo —, Asami es su blanco esta noche. Si no, que me corten la lengua.
—Estás bien —murmuró Byakuya levantando una mano hacia la mejilla de Hanako y limpiando un rastro de sangre, haciendo a la teniente suspirar y sonreír.
—No es mía —prometió ella antes de mirarle con aires graves.
—Lo sé —murmuró el noble, no por la aclaración de la sangre, sino por el mensaje oculto en la mirada de Hanako —, la vamos a proteger.
Hanako levantó la mirada en dirección a la décima división, su expresión compungida hizo suspirar a los shinigamis que la acompañaban, ella no se daría cuenta de la mirada mordaz que se dedicaron ambos pelinegros antes de volver la vista hasta ella en espera de una explicación.
—Son cada vez más —murmuró Hanako llevándose una mano al pecho y sintiendo que se asfixiaba por la ansiedad —, pero no es momento de dudar —remató antes de respirar profundo y vaciar su expresión, vaciar sus ojos, convirtiéndose en la misma máquina que Byakuya y Shūhei habían visto en acción tanto tiempo atrás.
—Este es el momento en el que te conviertes en psicópata, ¿no akuma? —trató de bromear Shūhei, sin embargo, Hanako avanzó dos pasos aprestando sus hoces e ignorando la broma de su amigo, haciéndole pasar saliva —Hana, yo no...
Rodeados...
En menos de un parpadeo estuvieron rodeados por genzanki de todo tipo, aguijones, arañas, el batir de alas, Shūhei retrocedió medio paso, horrorizado al percatarse de cuántos enemigos estaban a su alrededor y los miraban amenazantes.
Alzó la mirada hacia Hanako a la espera de indicaciones, pero sus ojos estaban aún más vacíos que antes, convertidos en un infierno de hielo.
Cuando sus ojos chocaron con los de Byakuya (el noble no retiró la mirada de Hanako en ningún momento) y se percató de la desesperanza reinante, lo abordó la incertidumbre. ¿Qué demonios pasaba con aquel par? Puesto que Hanako miraba a los enemigos a su alrededor con desinterés y aires mortuorios, y Byakuya parecía haber envainado su espada.
¿Suicidio?
No, algo más.
Hanako se lanzó hacia el frente, y aunque Shūhei estuvo a punto de intervenir, la voz trémula del noble a su lado lo hizo frenar en seco.
—Es la primera vez que Hana pelea contra un genzanki desde...
Shūhei no necesitó escuchar más, asintió una vez y desvió la mirada, sabiendo que ninguno había podido protegerla de aquella herida a su corazón.
Alzó la mirada, percatándose de que las manos de Hanako ardían en llamas violetas que se teñían de azul conforme seguía peleando, conforme ganaba velocidad al moverse entre los genzanki puesto que no quedaba ni una bestia más entre ellos.
Vio, horrorizado, a Hanako acariciando a los genzanki que se le acercaban, poniéndose tan cerca de ellos que podrían haberla matado. Pero entonces se le revolvió el estómago cuando vio uno de los aguijones golpearle el costado y calcinándose a dos centímetros de la piel de su amor platónico.
Sintió la presión espiritual de Hanako, sintió todo el frío a pesar del fuego, sintió como si la furia, el duelo, la desesperanza de aquella teniente se solidificara en aquella lucha en la que ni siquiera se contentaba con desenvainar sus armas, sino que arrancaba cabezas, desgarraba carne, desmembraba cuerpos con sus propias manos sin dejar nada atrás, con una mirada tan fría que le hacía parecer...
Aburrida.
¿Qué era todo ese poder? Pero más importante, ¿dónde había quedado la Hanako dulce que todavía era humana?
El apodo de Akuma nunca le pareció tan adecuado como cuando la vio suspirar con hastío mientras lanzaba la cabeza de aquel genzanki lejos de ella y miraba con asco sus manos cubiertas de sangre y vísceras.
—Teniente Hisagi —llamó Byakuya poniendo la mano sobre el mando de su katana, todavía con la mirada fija en su novia, suspirando profundo mientras trazaba su estrategia y sacando al aludido del trance que ver a Hanako así le había provocado —, entretendremos a los genzanki, pretendo aumentar mi nivel de reiatsu para atraerlos hacia acá, las bestias seguirán avanzando, necesitamos a alguien que lleve los resultados de nuestras averiguaciones.
—Pero, usted... —exclamó avanzando un paso hacia Byakuya, horrorizado ante la idea de dejarlos atrás —¡Y Hanako! No puedo dejarlos solos si...
—Teniente Hisagi, ¿alguna vez escuchó el nombre real de la zanpaku-tō de Hanako? —fue la pausa larga que hizo el aludido lo que le dio pie a Byakuya para continuar con su discurso —Creo que no es un secreto que las hermanas Yamamoto se han posicionado como capitanas en potencia, sus poderes están ya por encima de la media de los tenientes. Nunca las hemos visto pelear en serio, Hanako me superará pronto si no es que ya lo hizo. Créame, Hisagi. Estaremos bien. Es por el bien del Gotei que estoy pidiendo esto —puntualizó mirando a Shūhei a los ojos, haciéndolo pasar saliva con dificultad y retroceder medio paso —, vaya con los demás, comunique nuestras teorías y acabe con tantas bestias como pueda en el camino, nosotros atraeremos a los genzanki.
Sintió la boca seca, pánico por dejar atrás a su amiga, y la certeza de que aquello era verdad, alguien tenía que decirle al resto lo que estaba pasando.
—¿Ella estará de acuerdo?
Byakuya ahogó un suspiro antes de levantar la mirada a Hanako y pronunciar su respuesta con tal intensidad, que Shūhei supo que haría bien si la dejaba en manos del noble.
—Pondría mi vida en prenda antes de hacer algo que ella no aprobara, ahora vaya, estaremos bien.
Y aunque Shūhei dudó un segundo más antes de partir, se fue con plena confianza en que su akuma estaba en buenas manos, que al lado del noble siempre lo estaría.
…
Todo shinigami huía por inercia, obviamente era una de las dos opciones, la otra, era pelear con honor contra sus enemigos, pero, para Hanatarō Yamada, lo mejor era huir; sobre todo cuando te perseguían mas de diez monstruos.
- ¡Ayuda! ¡Sálvenme! – Gritaba con desesperación mientras huía, arrastrándose velozmente luego de cada tropiezo - ¡No quiero morir!
El aguijón de uno de los genzanki se acercaba velozmente hacia él, ¿era acaso, este su fin? No, el dolor nunca llegó a él, o no lo sintió y su presencia había dejado de existir.
¿Estaba muerto? Se atrevió a abrir los ojos, sintiendo el viento una vez en su rostro, los pies lejos del suelo y flotaba sobre los genzanki.
-Estoy vivo- Susurró, cayendo en cuenta de que alguien debió haberlo salvado, alzando la mirada - ¡Asami-san!
-Esos genzanki no iban a matarte, solo están buscando distraer a todo aquel que se atraviese en su camino- Respondió una pregunta inexistente, dejando a su colega sobre un tejado -No puedo sentir los reiatsu, así que necesito pedirte un favor…
Asami no tuvo tiempo de continuar, no cuando una de las bestias la ataco a ella, haciéndola dejar a Hanatarō sobre el tejado, desviando su atención a ella directamente, en el centro de un tumulto de bestias que protegían el perímetro. Así que así era, ella era su objetivo.
-Asami-san…
-No te muevas de ahí- Dijo tajante, observando los movimientos de su enemigo -Yo era su objetivo desde un inicio
De un momento a otro, los movimientos del genzanki se igualaron a los de Asami, a pesar de triplicar el tamaño de la chica, o incluso más, aquella bestia había comenzado a moverse más rápido que el resto o de lo que habían mostrado con anterioridad, pero, cuando el pelaje de su enemigo se torno osco y lanzo aquellas púas, una rozó su mejilla, haciéndola retroceder un poco.
No había daño alguno, y viceversa, Asami no iba atacar hasta descubrir que era lo que aquella cosa quería de ella, ¿debía ignorar la petición de su superior? Ya había roto lo que prometió con su novio ¿lo haría también con su comandante?
-Dame la señal que necesito- Murmuró para si misma, disminuyendo la velocidad, pasando por debajo de la bestia, mientras esta gruñía.
Apenas alcanzo a salir de debajo de esta cuando ya se había girado en un rápido movimiento que lanzo algunas púas hacia ella. Distracción.
Había visto pasar volar un genzanki hacia donde Hanatarō se encontraba, amenazándolo con su aguijón, por lo que se movió, acabando con aquel enemigo, dándole la oportunidad a aquella bestia de tenerla donde la quería; desprevenida.
Las púas se clavaron en su espalda, sintió el ardor en su cuerpo mientras lograba expulsar aquellas cosas con su diamante, el cual cerrara la herida de momento, una vez desapareciera su shikai, volverían a sangrar.
Su misión estaba completa, los genzanki del rededor se alejaron, dispersándose.
- ¡Asami-san! - Exclamó Hanatarō al verla en el piso, de rodillas, mientras ella luchaba con el dolor; pero el no había calculado el espacio bajo sus manos, cayendo al piso - ¡Ite!
Si quería ir detrás de ellos, debía reponerse en el menor tiempo posible, no necesitaba heridas, pero el ardor en su cuerpo podía sentir la sangre bullir en su interior de una manera extraña.
-Mátalos…
El volver de las voces le decía que estaba mal, debía controlarse o todo su esfuerzo sería en vano.
-Ven…
Podía sentir la oscuridad en su interior, crecía, pujaba y se estiraba, volviendo a su centro, retrocediendo, mientras ella luchaba.
Tal vez ella no permitiría que aquello se saliera de control, pero estaba en medio de una invasión enemiga, el resto ya no estaba a su conciencia, si iba a arder, ardería.
…
Sus enemigos seguían y seguían llegando, pero algo lo había desconcertado por completo, y es que de un momento a otro, el reiatsu de su novia había aumentado súbitamente, podía sentir el poder de Daya kōu en todo su esplendor, haciendo a Hyōrinmaru vibrar.
-Necesitamos mantener la calma, ella estará bien- Estaba seguro de que el Comandante le había entregado su espada, ¿de que otra manera podría aumentar de esa manera su reiatsu? Estaba consciente de que sus sellos únicamente podían ser liberados mediante el bankai -Pero no están más en la diez…
De un momento a otro, algunas bestias habían comenzado a retirarse, otros continuaban fungiendo como distractores ¿se retiraban, de verdad?
-Tōshirō- La voz del pelirrojo lo tranquilizo -Lamento haber llegado tarde
-Tan oportuno como siempre- Soltó, sonriendo, recibiendo el mismo gesto de parte del albino -Necesito llegar a Asami, pero no puedo dejar el gotei así nada más, ella no me lo perdonaría
-Acabemos con ellos entonces
Si bien no era completamente el hogar de Ichigo, entendía la situación en la que el capitán se encontraba, y no porque supiera el secreto que no había revelado, si no porque justo en ese momento, su familia estaba ahí.
La mayoría de los capitanes y tenientes que se encontraban luchando, eliminaron a sus enemigos conforme avanzaban hacia el lugar donde se reunían.
…
Saya y Soi-Fong llegaron al punto en donde las bestias y los genzanki se reunían, ahí, de pie sobre uno de los tejados de los edificios finales del gotei, podían observar el cumulo de aquellas criaturas que se habían atrevido a atacarles nuevamente.
Notaban como pasaban de largo ante los shinigamis, ignorándolos por completo, parecía incluso que se reían de ellos al concederles aquella victoria de manera tan fácil; nada que ver con la primera infiltración.
-No hubo daño alguno en la sociedad- Analizó la capitana con mirada analítica -Ya hora se retiran sin más…
- ¿Los dejaremos marchar, así como así? – Saya aferraba sus espadas con ahínco ¿Por qué estaba comenzando a sentir a su zanpaku-tō tan inquieta? Era como si la tormenta comenzara a desarrollarse en su interior.
-Yamamoto- Había un tono estricto y mayoritario que Saya respetaba, una orden proveniente de esa mujer lo era todo -Si los atacamos así, sin más, nos quedaremos con más dudas de las que ya tenemos, nuestro deber es mantenernos a la defensiva, ser observadoras en todo momento
La morena asintió, inhalando profundamente, tratando de calmar la tormenta en que su zanpaku-tō estaba convirtiéndose ¿Hacia cuanto tiempo que no sentía a Karyū tan agitada? Miro nuevamente a donde sus enemigos se reunían, aparentemente, delante de alguien que, por unos segundos, le pareció ver una figura humana entre ellos.
Su mirar se dirigió velozmente hacia la capitana, que asintió, dándole a entender que ella también había visto algo.
-Iré a investigar- Dijo con voz serena, dando un paso y frenando, mirando a su discípula -Atenta a cualquier cosa, no hagas nada imprudente…
Asintió, segundos antes de que la capitana desapareciera ante sus ojos.
No alcanzó a ver cambio alguno en su comportamiento, los genzanki simplemente seguían reuniéndose en el mismo punto, sin atacar a nadie, de hecho, uno paso volando muy cerca de donde ella se encontraba, ignorándola por completo.
Las ordenes de sus enemigos no eran las de atacar, eso era seguro ¿Qué estaba pensando la persona detrás de todo esto?
Horuko había recibido sus indicaciones, así que, para cuando la capitana Soi-Fong pasó de largo a su lado, Hanako asintió para su subordinado, y este pudo correr en dirección al resto de los capitanes. La energía de Saya era palpable, estaba cerca de su ubicación, y encontrarla no fue problema, por lo que suspiro aliviada al ver a su hermana a salvo antes de recuperar la fiereza en su mirada y el vacío en sus facciones.
—¡Saya! —exclamó la teniente antes de llegar al lado de su hermana y pararse espalda con espalda, analizando ambas la situación —Supongo que no tengo que explicarte que no nos quieren a nosotros —murmuró Hanako sintiendo que su rabia disminuía, pero que su zanpaku-tō parecía más inquieta ahora que estaba con su hermana.
-Sí, ya lo noté, y durante todo el ataque parecía que solo querían distraernos- Frunció en entrecejo, el viento golpeo su lado, llevándose la melena azabache hacia un lado -Tengo un muy mal presentimiento de esto Hanako, aquí hay algo más de lo que se ve a simple vista
La teniente asintió en silencio mientras miraba a su alrededor, pendiente de las fluctuaciones de reiatsu que cada vez parecían más estables conforme el enemigo disminuía.
—Tenemos que ir a los capitanes —sugirió ella, tratando de encontrar el reiatsu de su novio —, trazar una estrategia, saber qué quieren con este segundo golpe y...
Pero no pudo continuar con su frase. Fue como si su Ōjoryū gritara con todas sus fuerzas, un alarido desgarrador cargado de rabia y dolor que obligó a Hanako a levantar la mirada, comprendiendo al fin que el comportamiento errático de su zanpaku-tō no se debía sólo a la invasión...
Y ahí, en medio del caos y las tinieblas, creyó verle….
—¿Papá? —gimió en voz baja mientras las hoces se disolvían en una lluvia de pétalos y las ramas remitían hasta sus brazos de nuevo.
- ¿Qué dijiste? - La encaró desconcertada al oírla decir eso en medio de aquella situación.
Hanako no le respondió, miraba perpleja a un punto en específico, punto a donde también miro Saya, ubicando la razón por la que su hermana estaba en estado de shock.
-No...- Murmuró, abriendo con pasmo sus ojos -Es imposible...
La batalla podía seguir desarrollándose a su alrededor, pero Hanako ya no entendía nada, no escuchaba, y el movimiento a su alrededor se convirtió en una serie de borrones confusos y coloridos, carentes de sentido.
La silueta, el cabello, los ojos, pero algo no cuadraba, le faltaba una cicatriz, y canas, y una expresión dulce y despreocupada. Ese no era su padre. No lo era...
Hanako soltó el aire, sintió la asfixia y el vértigo, y el tiempo se detuvo para ella que se sentía morir lentamente.
La mayor de las Yamamoto posiblemente estaba a punto de flaquear, pero Saya era todo lo contrario. Sentía de nueva cuenta la tormenta desarrollarse en su interior, cada vez con más intensidad, a tal grado, que podía sentir las olas chocar una contra otra; un remolino en su interior cargado de emociones.
No, ese no podía ser su padre, aunque el parecido a la distancia era sumamente similar, pero era imposible no solo por el hecho que Kai estaba muerto, la situación en la que esa persona se encontraba, rodeado de genzankis y bestias como si estuvieran a sus órdenes, su padre jamás podría estar involucrado en eso, era imposible, simplemente imposible, impensable.
Saya olvido las ordenes de su superior, debía quedarse al margen, olvido que estaba a lado de su teniente de división, pero, en lo único que pensó fue en desaparecer con un shunpo para dirigirse a donde estaba aquella persona que osaba manchar la imagen de su padre.
Pero ni siquiera el ver a Saya correr hacia él, (¿estaba corriendo? Porque la veía en cámara lenta) pudo hacer a Hanako reaccionar bien.
Tuvo que ver la melena de su flecha siendo movida violentamente por sus cambios de dirección, tuvo que distinguir el destello de sus espadas, tuvo que escuchar la voz e Horuko en la distancia gritándole a Saya para que frenara.
Tuvo que sentir su piel arder para reaccionar, porque Ōjoryū le quemo la piel, hizo arder su cicatriz a fin de obligarle a reaccionar.
—Takeshi —musitó, y todo recuperó su marcha.
Takeshi, era Takeshi su hermano mayor a quien recordaba con una sonrisa amigable, con quien discutía y enfrentaba en amistosos combates de Hakuda, combates en los que el mayor se burlaba de ella por ser demasiado pequeña en comparación a él para ganarle, las risas que compartía con él por algún chiste tonto de su padre, las lecciones de guitarra, las tretas en las que se confabulaban para gastar alguna broma a algún shinigami.
No, aunque fuera idéntico a Takeshi, ese impostor no podía ser su hermano, no aquel que tenía una mirada déspota y arrogante mientras las bestias parecían hacerle guardia, que daban la clara impresión de estar a sus servicios.
No, Takeshi, su hermano a quien tanto admiraba, no podía estar detrás de todo esto.
- ¿Quién eres? – Exigió saber, oyéndose su voz por encima de todo ese bullicio.
No le respondió, tan solo su expresión altanera, que manchaba el recuerdo que tenia de su hermano, se marco más en su rostro
No importaba quien fuera esa persona que osaba usar la imagen de Takeshi, lo haría pagar, no se mediría.
-Bankai- Exclamó a todo pulmón, con todas sus fuerzas.
Sus ojos grises se oscurecieron por completo, su cabello se tornó totalmente rojizo y danzaba cual tempestad furiosa. De sus brazos parecieron salirle escamas, al tiempo que dos dragones la rodearon por su cintura, colocándose a cada lado y sus espadas parecieron alargarse, volviéndose más delgadas y hasta adquiriendo un fino y peligroso filo con el que podía cortar fácilmente hasta una roca.
Uno de los dragones era de un profundo azul oscuro, evocaba la zona más profunda y misteriosa del mar, había agitación en él, olas con movimientos violentos y espuma; el segundo era de un azul más claro, aguas más tranquilas y reconfortantes, pero aún así, parecía rugir, amenazante, tal como su homónimo, ambos desatados por la furia incontenible de su portadora, un mar bajo la tormenta mortal en la que ninguna embarcación desearía estar, porque más que mala suerte, perdería ante ella, hundiéndose inevitablemente.
—Saya —musitó Hanako al ver a Takeshi sonreí ante el avance de su hermana —¡Saya! —gritó horrorizada antes de apretar su zanpaku-tō y exclamar —¡Ōjoryū: Sen shita no hi de watashi ni utau!
Pero cerrarle el paso a su hermana con los pétalos de fuego no fue suficiente, Saya logró apagarlos todos con un movimiento simple, haciendo a Hanako aumentar su velocidad.
Saya era rápida, más rápida de lo que ella sería jamás, no podría alcanzarla así.
—¡Saya! —volvió a gritar Hanako con los ojos anegados —¡Ōjoryū: kaihō suru cien por ciento! Senkō —gritó desesperada, recordando sus entrenamientos con Yoruichi, suplicando que esta vez diera resultado una técnica que jamás funcionó con la Diosa de la velocidad, pero que logró hacerla más fuerte.
El ruido exterior no le llegaba, Saya apenas podía escuchar sus propios latidos, los alaridos de Kairyū apagaban la voz de Hanako, quien llamaba con desesperación a su hermana y, de quien, cuyos pétalos de fuego detuvo por mero instinto con un movimiento de sus espadas.
Su mente y su furia estaban puestos en aquel a quien ella creía un impostor, quien continuaba con esa mirada presuntuosa, provocando que aquella tormenta creciera sin que la joven pudiera controlarla.
- ¿Quién eres? – Gruño, ignorando un nuevo llamado de su hermana, olvidando las ordenes que Soi-Fong le había dado - ¿Por qué tienes la apariencia de Takeshi?
No había respuesta, el que solo la mirara de forma arrogante empeoraba el temperamento de la shinigami que, sin imaginar que con eso, podría llegar a causar tremendos estragos a su alrededor, poniendo así, en peligro a todo shinigami desprevenido.
Y lo soltó, dejando salir su desmesurado poder, el dragón del mar liberó la tormenta, surgiendo de él todo su poder destructivo.
-Kairyū, Rivu aiasan- Su voz sanaba mezclada con los gruñidos de un dragón.
Ambos dragones se unieron en una especie de espiral que, a los pocos segundos se convirtió en él mítico monstruo marino; el Leviatán hacia acto de presencia, majestuoso e imponente, extendía sus alas al momento en que creaba una ola descomunal, la cual, destruiría sin piedad cualquier cosa a su paso.
Esta fue la oportunidad perfecta para el hombre, abriendo un portal y escapando junto con su ejercito. Nadie lo vería, nadie le ponía atención, nadie se daría cuenta de su huida, e irónicamente complacido en no ser el quien destruyera el gotei esta vez, reservando a sus lacayos para el próximo ataque.
Mientras tanto, por la mente de Hanako pasaron recuerdos de su infancia, el dolor en los ojos de Saya cada vez que se dio por vencida porque sentía que no dominaría jamás a ese dragón, y casi pudo sentir la mano de su abuelo sobre el hombro, esa frase fría que la acompañaría el resto de su vida.
"Cuando yo falte, tú eres la mayor, y las debes proteger"
Proteger...
—Sen'no hana no Ōjoryū —murmuró sombría la teniente, bajando el rostro mientras las lágrimas corrían a raudales por sus mejillas —Mamoru: Sora kara kagayaku (Brilla desde el cielo) ... Amaterasu...
Hollows atraídos por el furor de la batalla, los genzanki que se quedaron rezagados enloquecidos por el frenesí, aquello sería un caos por la lucha de titanes que se suscitaría a continuación, pero en la mente de Hanako sólo había espacio para proteger a su familia y proteger al Gotei. Y lo haría a cualquier costo.
Por ahora debía confiarle el resto a su gente y esperar (suplicar) que la gente se pusiera a salvo.
¿Soportarían sus subordinados tanta presión espiritual?
No, no lo harían, pero tampoco era tiempo de pensar en ello.
Byakuya sintió la opresión en el pecho, la angustia creciendo en su interior al percibir tan angustiado el reiatsu de su novia, pero sabía que no podía ir y ayudar ahora que estaban rodeados.
Conocía la presión de su bankai, sólo una vez la había visto usarlo al cien, por unos minutos tal vez, sólo quedaba rezar porque todo saliera bien.
Hanako, con su kimono imperial, con su corona dorada como si fueran rayos del sol adornando su cabeza, con las flores enredadas en su cabello, con las manos vacías salvo por los montones hechos de follaje, avanzó como una diosa entre las cenizas, cada paso de sus pies descalzos ardió en una llamarada violeta antes de convertirse en tierra fértil de la que brotaron flores.
Pero tampoco había tiempo para admirar aquello.
—Perdóname Saya —murmuró antes de empuñar la zurda y lanzar la mano hacia atrás y adelante una vez, haciendo aparecer un látigo de plasma que abrasó la cintura de Saya al tacto antes de que Hanako tiraste de regreso y estampara a su hermana contra el suelo —, pero te voy a detener.
Renji, Ikkaku y Yumichika llegaron al lugar donde el poder espiritual era abrazador incluso para shinigamis de alto rango como ellos, encontrándose con tal brutal escena que era mucho más impactante al tratarse de aquellas hermanas, de teniente y subordinado enfrentándose de esa manera ¿por qué? ¿Qué fue lo que ocurrió para que tuviera que desatarse tal pelea entre esas shinigamis?
Al ver como Hanako aprisionaba a Saya y la sometía contra el piso, Renji sintió un estremecimiento en todo su cuerpo, naciendo en el un impulso de ir a detener esa absurda confrontación entre hermanas. Sea lo que sea que lo haya provocado, tenía que detenerlas. Sin embargo, teniente y oficial de la onceava le detuvieron el paso, aunque ambos también sintiendo la impotencia de ver a sus dos amigas enfrentarse de esa manera
-No intervengas- Pidió Ikkaku con un tono de voz poco reconocido en él.
-Lo que sea que haya ocasionado esa pelea entre ellas, será mejor que dejes que lo arreglen a su manera- Yumichika miró la escena, Saya se levantaba y forcejeaba contra el agarre de Hanako -Será peor si intervenimos
Renji aprieta la mandíbula al ver que la intensa batalla continuaba, percatándose de que Saya estaba fuera de sí, es decir, su manera de pelear siempre fue imprudente y salvaje, pero podía verse en su mirada que estaba centrada en sus ataques, no sabiendo lo que hacía; ahora parecía solo un animal salvaje fuera de control.
- ¿Qué fue lo que paso aquí? - Pregunta el teniente de la sexta apretando el puño por la impotencia de no poder hacer nada.
De momento no se podía predecir quien ganaría y quien perdería, los impulsos de Saya estaban desbordados, algo sumamente peligroso al tener un dragón tan voluble como Kairyū. Su juicio estaba cegado, ahora solo tenía el impulso de atacar y zafarse del agarre de Hanako, liberando una marejada ciclónica para romper el látigo de plasma que la aprisionaba.
Hanako sintió aquel golpe y retrocedió a toda prisa, alzando las manos hacia ella como si tratase de calmar a un animal enfurecido.
—¡Saya, esto tiene que parar! —gritó la teniente, justo antes de recibir el siguiente golpe de su hermana y verse hundida en la marejada.
No había manera de llegar hasta ella, pero al menos sintió alivio al ver que las quemaduras de su ataque se habían curado luego de librarse de ella.
Bueno, ahora no habría piedad.
Sumergida cómo estaba no aguantaría mucho tiempo, pero primero necesitaba desorientar a su hermana, así que acomodó seis de sus estallidos, seis Senkō que formaron una nube de vapor alrededor de Saya mientras Hanako hacia bullir la marejada que le rodeaba hasta evaporarla, llenando el área de un calor húmedo y sofocante que hizo que a los más cercanos les fuese difícil respirar.
Miradas expectantes por parte de los que estaban presenciando aquello se mantuvieron fijas tratando de traspasar el denso vapor, pensando, rogando que eso hubiera sido suficiente para detener aquella contienda.
Sin embargo, cuando los vapores se fueron disipando, haciendo más visible la visión supieron que eso aún no acababa, pues Saya estaba lejos de estar fuera de combate, viéndola salir de la neblina, rodeada por todo su cuerpo de un incontrolado reiatsu que asemejaba a pequeñas olas que la cubrían alrededor.
-Shunko...- Musito, y aquel remolino a su alrededor pareció crecer -Kairyū rivu aisan…
Y levantando una de sus espadas, llamando nuevamente al Leviatán, siendo mucho más impactante y amenazador al recibir el incremento de poder.
Miró con terror y sorpresa combinados, la capitana de la segunda sintió la amenaza del ataque, aquella combinación con Shunko seria devastadora, si no se detenía ahora mismo, Saya probablemente arrasaría con gran parte del gotei.
- ¡Hanako, no dejes que lleve a cabo el ataque! - Grita la capitana, adentrándose en un conflicto interno en si debía hacer algo para intervenir, no estaba segura si la teniente fuese capaz de detenerla.
¿No dejarla?
¿Cómo demonios?
Podía sentir el reiatsu de su hermana fuera de control, no importando cuánto hiciera, no importaba quién de las dos era más fuerte, Saya ganaría sin dudar esa contienda.
…
Había sanado una parte de su herida, pero no por completo, aun con la ayuda de Hanatarō, porque su zanpaku-tō estaba vibrando mas de lo usual, por lo que debía darse prisa; había pedido al chico que la guiara a donde se encontraban sus hermanas, y ahí, pudo comprobar él mismo que la velocidad venia de familia, ¿Por qué siempre terminaba enredado con las hermanas Yamamoto?
Y ella no iba a cuestionar la escena, porque sabía que, si Saya estaba mal, algo peor debió haber pasado, ambas tenían la guardia baja ante el peligro inminente del capitán de la onceava, que se aproximaba a ellas sin medir su propio poder ¿Cómo no lo había notado nadie?
No, porque nadie pudo reaccionar ante la onda de poder que los había hecho cubrirse, pero no había afectado en ningún momento a las Yamamoto que ya tenían su propia contienda. Los enemigos habían reaccionado al nuevo incremento de poder, entre el reiatsu de la menor, aunado al del capitán de la onceava.
-Si, eso es lo que yo quería- Expresó, mojándose los labios con la lengua al momento de saborearse el complacimiento.
La joven Yamamoto que yacía frente a él con la mirada fiera y los ojos llenos de fuego, chocaba su zanpaku-tō contra el hombre más problemático y, aparentemente, indestructible, Zaraki Kenpachi.
- ¡Alto! – Grito el comandante mientras ambos shinigamis desaparecían en un santiamén, un parpadeo efímero que pareciera llevar al desastre.
Diamantes volaban de un lado a otro, sombras intangibles que se movían fugazmente, risas impregnadas de locura que exclamaba el hombre mientras se sentía complacido por aquello, pero no logrando romper en ninguna ocasión la fuerte defensa de la joven.
…
Hanako vio la marea dirigirse hacia ella, vio al leviatán y supo que no había manera de enfrentarse a esa ola, no había manera de ganarle al poder de la naturaleza si no era con un desastre natural igual, así que se sentó en el suelo, echando raíces y cubriéndose de flores mientras se preparaba para el impacto y para remontar de ser necesario. Recibiría ese golpe de lleno anclándose a la tierra y respondería después, perder tiempo en contrataques sólo la acercaría un paso a la muerte, y ella tenía claro que había batallas que era mejor perder para ganar.
Se preparó mentalmente para el golpe, y, sin quererlo, su voz se alzó lastimera sobre el bullicio de la batalla mientras Byakuya lanzaba hacia el frente su hojarasca, sabiendo que no llegaría a tiempo para proteger a su princesa.
—How does a moment last forever? —entonó la teniente, sintiendo las ganas de llorar mientras las raíces crecían y crecían, enterrándose en la tierra y las flores le cubrían el cabello por completo, convirtiéndola en una imagen irreal en medio del caos —How can a story never die?
Lo escuchó a la par de su canto, lo escuchó al unísono de su voz, un grito de auxilio que emergía de su zanpaku-tō como si llamara a la consciencia de su hermana, Ōjoryū gritándole a Kairyū con la esperanza de obligarle a volver.
¿Que estaba haciendo la teniente?
¿Que planeaba?
Preguntas efímeras que rondaban la mente de quienes aún les ponían atención, en conflicto, sin saber si debían intervenir o no; Soi-Fong llevaba tiempo entrenado a Saya, pero a pesar de conocer el alto nivel de reiatsu que poseía y, que gracias a sus entrenamientos había aprendido a canalizar, no estaba segura de como intervenir estando la morena fuera de control, porque en ese momento, podía ver la necesidad de atacar a quien fuera, sin importar.
Estaban preparándose para lo peor, si Hanako no podía frenar el ataque de su hermana nadie lo haría. Sin embargo, la abrumadora presión espiritual de Saya comenzó a bajar poco a poco, la gigantesca ola empezó a reducir su tamaño al tiempo que la shinigami bajaba sus espadas.
A centímetros de que las puntas de sus espadas gemelas tocaran el suelo, la mandíbula de Saya, que se había mantenido apretada hasta el momento, comenzó también a relajarse, incluso parecía moverse, como si quisiera pronunciar alguna palabra.
-It...is...is...love...- Tartamudeo, sutilmente, muy forzada -We must... must...
—Hold on to —exclamó Hanako levantándose mientras todas sus raíces se convertían en una lluvia de glicina que la liberaba para correr a abrazar a su hermana —Never easy, but we try —completó abrazando con fuerzas a su hermana, rompiendo en llanto de nuevo mientras sentía temblar el reiatsu de Saya y de Kairyū.
Hanako estaba agitada, echar raíces suficientes para resistir el ataque de Saya había consumido más energía de la que había creído, se había quedado sin fuerzas para continuar.
El previo ataque de Saya había desaparecido, la ola y el leviatán serían por hoy el peor recuerdo de los shinigamis, quienes admiraban de momento a los dos dragones de agua que se concentraban en Hanako, mostrándose arrepentidos, como pidiendo perdón a la mayor de las hermanas y a su Ōjoryū y, a la vez, dándoles las gracias por sacarlas de esa furia incesante en la que habían caído y no pudieron controlar.
Tal vez las hermanas jamás se percatarían de aquel hecho, pero varios fueron los shinigamis que pudieron presenciar las siluetas de aquellos espíritus abrazarse luego de que Ōjoryū abriera los brazos, componiendo una sonrisa que rezaba perdón y absolución.
Hanako sintió flaquear sus fuerzas, las rodillas le temblaban, pero estaba feliz de saber que su hermana se había contenido a tiempo.
Kairyū deshizo entonces su trasformación, volviendo a ser una katana que cayó junto a Saya al tiempo que esta misma se quedaba también sin fuerzas, siendo apenas sostenida por Hanako. Ambas estaban de rodillas, a duras penas con las fuerzas suficientes para sostenerse, pero aliviadas de que aquella tempestad pudo detenerse a tiempo.
-Hanako...- Alcanzo a decir Saya contra el pecho de su hermana, mientras las lágrimas se hacían presentes, impidiéndole seguir hablando - Takeshi... el no... porque…
—Lo sé —murmuró Hanako cabeceando, horrorizada también —, lo sé. Pero sea lo que sea, ese ya no es nuestro hermano.
Las fuerzas de Saya finalmente la abandonaron, cayendo inconsciente en los brazos de su hermana que apenas y pudo sostenerla, ella también se encontraba demasiado cansada al usar el cien por cierto del poder de su zanpaku-tō.
Renji, junto con Ikkaku y Yumichika se acercaron con prudencia a las hermanas, no por temer a que una nueva tempestad se fuera a desatar, era sobre todo por no querer interrumpir aquel momento reconfortante entre ellas tras el duro enfrentamiento que las dejo a ambas sin fuerzas.
-Renji… - Llamo débilmente Hanako - ¿Puedes llevar a mi hermana a la división cuatro, por favor?
Su capitán y la teniente de la treceava habían agarrado la costumbre de hacer algún comentario frente a Saya para incomodarlos, pero, esta vez, realmente Hanako ya no podía hacerse cargo de eso, se le veía apenas con fuerzas para mantenerse consciente. Renji asintió, sintiendo aun el corazón encogido cuando tomo a Saya entre sus brazos, dormida, con una expresión de angustia y de sumó cansancio; nunca creyó que la vería así, fuera de combate y totalmente vulnerable.
Con la Shinigami en brazos, desapareció en un shunpo, dejando a Ikkaku y Yumichika mirándose entre sí sin saber que decir, o que hacer. No sabían si sería prudente decirle algo a Hanako o acompañar a Renji.
—Hanako —murmuró Byakuya agachándose a su lado y acariciándole una mejilla al verla rendida —, a ti también deberíamos llevarte a la cuatro.
—No —murmuró débilmente mientras Byakuya pasaba un brazo tras su espalda para ofrecerle respaldo en medio de su debilidad —, antes deberíamos hacer un recuento de daños. La capitana de mi división no está presente y yo no puedo darme el lujo de hacer que el Gotei pierda otro capitán por mi salud.
—Si está bien para discutir —comenzó Yumichika dulcemente, agachándose al lado de Hanako y ofreciendo también soporte antes de dedicar una mirada pesada al capitán Kuchiki, haciéndole saber que los respaldaba —, entonces puede esperar un momento más.
—No sé si podemos darnos el lujo de perder a una teniente —murmuró el pelinegro acariciando el rostro de Hanako, sin importarle las miradas pesadas que recibió por parte de los oficiales de la once.
—Sólo necesito un minuto, de verdad —prometió ella al percatarse de las heridas superficiales que su novio presentaba —, todos tenemos que atendernos. Pero primero necesitamos reorganizarnos —insistió débilmente la teniente antes de posar una mano sobre la mejilla del pelinegro —, darles órdenes a mis hombres, acabar con los enemigos que nos quedan... Sólo necesito un minuto.
Para sorpresa de los presentes, Byakuya puso su mano sobre la de Hanako y cerró los ojos, disfrutando el contacto suave.
—Quisiera haber podido hacer algo por ayudar —admitió el noble, haciendo suspirar a Hanako y Yumichika.
—Créeme —murmuró ella con lo último de fuerza que le quedaba, sintiendo que no podría hablar más —, pelear con los genzanki para que no se acercaran a Saya y a mí fue más que suficiente.
—¿Cómo sabes que...? —inició sorprendido.
—Podía —cortó la teniente recargando la cabeza sobre el hombro de Yumichika, tal vez no a punto de ser vencida por el cansancio, pero agradeciendo poder descansar ahí —, podía sentir tu reiatsu pelear más allá del de Asami y el capitán de la undécima.
Ikkaku, Yumichika, incluso Byakuya se revolvió incómodo ante la mención de aquel hecho. El noble querría haber hecho más, Hanako sabía lo mucho que su novio despreciaba a aquel shinigami, así que hizo un esfuerzo extra para mirarle y sonreír.
—Lo que hizo nuestro capitán —quiso iniciar Yumichika, consiguiendo la atención de todos, pero Hanako sonrió abriendo los ojos una vez más.
—Debemos estar unidos hasta que sepamos qué pasa con estos enemigos.
—Debemos curar nuestras heridas primero.
—Nos quedaremos con ella —prometió Yumichika con una mirada solemne —, cuidaremos de ella tan bien como tu teniente será capaz de cuidar a su hermana, vaya con el comandante, Byakuya-sama.
—La estoy dejando en tus manos —murmuró el pelinegro con intensidad, una amenaza implícita, al mismo tiempo que aquello era una súplica que el shinigami comprendió, asintiendo y sonriendo ampliamente para darle la confianza de partir.
…
La batalla de las mayores había terminado, pero la de Asami apenas iniciaba, aún quedaban algunos enemigos, los cuales mantenían ocupados al resto a pesar de que, en su mayoría, habían sido eliminados.
La sonrisa demoniaca de Kenpachi al retirarse el parche devorador de reiatsu solo hizo las cosas aún más complicadas para todos, la presión espiritual aumento luego de que disminuyera con el fin de la anterior pelea.
Pero eso no era lo más impresionante, si no, lo que debería ser ya un Bankai conocido para algunos, hoy, lucía completamente diferente.
El cuerpo cubierto de diamante cristalino había mostrado una tez negra al inicio de lo que serían sus garras; cola y piernas estaban manchadas hasta las pantorrillas, los cuernos, que generalmente relucían en blanco, hoy eran negro azabache.
Y la carcajada de Zaraki invadió el lugar, mientras el pasmo asomaba en todos y cada uno de los presentes que sentían el inmenso poder que inundaba el lugar.
¿Había sentido esta presión alguna vez en su vida?
Si, el actual comandante solo había sentido temor del poder que Yama-ji había desbordado el día que había enfrentado a Yhwach aquel día, y hoy, su nieta, no teniendo el poder de fuego, daba una sensación similar.
-Tu les tocas un pelo a mis hermanas, y yo te destrozare- No, no era ella, no era la misma Asami pacífica y empática de siempre, había demasiada rabia impregnada en sus palabras, pero la belleza de sus movimientos seguía siendo latente -Lluvia Escarlata
Byakuya hizo amago de avanzar hacia la pelea, quiso levantarse al sentir el reiatsu desbordante de Asami, había peleado contra Hanako en todo su poder y creía darse una idea de cuánto poder tenían las hermanas, podría tratar de respaldar a su cuñada o, al menos, distraer a Kenpachi lo suficiente como para que no dañara al Gotei ni a la joven, pero la disminución en el reiatsu a sus espaldas obtuvo por completo su atención.
—¡Hanako! —exclamó Yumichika, sosteniendo a su amiga con una expresión de horror al verla desfallecer de nuevo.
—Hana —murmuró Byakuya al verla de costado, sosteniendo apenas el peso de su cuerpo en el codo y con las mejillas llenas de lágrimas.
—Asami —murmuró la teniente sintiendo que su reiatsu se agotaba como una vela titilando en agonía —, tenemos que detenerla.
—Kenpachi no le hará daño estando nosotros aquí —prometió el pelinegro tomando a Hanako en sus brazos y considerando llevarla a un lugar seguro antes de pelear.
—No lo entiendes —musitó sintiendo que su reiatsu bajaba todavía más —, ella es el peligro, y yo ya no tengo fuerzas para contenerla... Lo que sea que esté peleando en ella, esa ya no es mi pequeña...
Yumichika observó a la joven Yamamoto que se enfrentaba enardecida contra su capitán, aquel hombre siempre disfrutaría las peleas y esa, sería una de esas. Si algo quería hacer él, era ayudar a su amiga, pero su poder nunca sería suficiente para detener a una piedra tan preciosa.
Para Asami, era imposible controlar lo que bullía en su interior, lo que empujaba y presionaba en su pecho, algo totalmente ajeno a ella, una voz que le llamaba e incitaba al caos.
Y entonces Byakuya lo notó, pudo ver el negro avanzar, ahora no solo eran las garras, sino también las manos, entonces ¿Avanzaba?
-Necesitamos intervenir…- Expresó Shūhei, preocupado, mostrando angustia -El reiatsu de Asami tiene demasiadas fluctuaciones
-Puede que sea obra del espectro- Afirmo el comandante, él también debía ser prudente, necesitaban una brecha, un espacio para interferir -Esos dos pueden acabar con el gotei solos si se lo proponen…
Pero no estaban listos para el siguiente movimiento de Asami, no cuando cientos de diamantes color negro aparecieron alrededor de ella.
—Tenemos que detenerla —musitó Hanako sin fuerzas, sintiendo que Byakuya se arrodillaba consigo en el regazo y comenzaba a recitar kidō de curación para brindarle algo de fuerza —, esto tiene que parar...
-Acabalo…
Sentía que estaba perdiendo contra aquello con lo que había estado peleando la última semana, sentía todo lo oscuro de aquel ser invadirla, haber visto a Kenpachi tratar de atacar a sus hermanas le había hecho perder la conciencia propia. La bestia estaba libre…
Pero el monstruo acechaba, y Kenpachi no daría su brazo a torcer, ni las heridas ni la sangre lo detenían, y nadie podía hacerlo, porque entre los enemigos que aun había y el temor de perecer en el intento era un temor inmenso.
Dos reiatsu se sumaron al de la tercer oficial y el capitán, dejando paso a un clima frío que congelo gran parte de los árboles y enemigos, otorgando un respiro a los presentes, permitiéndoles observar, ahora sí, la batalla menos esperada, mientras una mancha negra se expandía en el campo, dándole un contraste interesante al hielo, a la neblina.
Ichigo estaba frenando la espada de Kenpachi, quien volvió a saborearse el combate, como si deseara pelear contra él una vez más, mientras que Tōshirō había frenado el ataque de Asami, logrando congelar sus manos al momento de tocarla, sin embargo, algunas lanzas diamantinas lo amenazaban peligrosamente.
-Él no es tu enemigo- Había dicho el albino mientras sostenía la mirada de Asami, quien mantenía las pupilas dilatas, dejando ver la corona de diamantes en color negro -Asami…
-Déjame pelear con ella una vez más, ella es mucho más interesante que tú- Le había dicho el capitán al pelirrojo, haciendo que Tōshirō gruñera -Son una molestia…
El reiatsu de Kenpachi fue suficiente para crear una onda de poder que tomo desprevenido Ichigo, más no al capitán de la décima.
- ¡Zaraki Kenpachi, basta! – Ese segundo de distracción fue suficiente para que ella retrocediera al lograr romper el hielo de sus manos, preparándose para un nuevo ataque -Tsch…
-Arco de diana, flechas de caza- Y cinco flechas surgieron de sus manos, lanzadas y dispuestas a seguir al capitán de la onceava, quien, en su cinismo, las enfrento de lleno, cara a cara -Flecha Carmesí…
Apenas recuperó reiatsu suficiente, Hanako avanzo varios metros con un shunpo, sosteniendo su hombro mientras lágrimas de sangre bajaban por sus mejillas y ella se preparaba para pelear.
—Tenemos que detenerla —murmuró la teniente viendo horrorizada a su pequeña, sabiendo que había fallado estrepitosamente aquella tarde y que toda su vida cargaría con su pecado. El infierno no sería castigo suficiente y ella debería pagar por no haber sido capaz de cumplir con su promesa de proteger a sus pequeñas y al Gotei —. Mamoru...
—Basta —suplicó Kyōraku llegando hasta su lado y cubriendo sus ojos con una mano.
Cayeron de rodillas al mismo tiempo, Hanako no pudo evitar golpear el pecho de su superior con la sien, desfalleciendo de nuevo mientras Byakuya los alcanzaba y Kyōraku besaba la coronilla de su delicada flor.
—Pero, Otōsan...
—Basta, Hanako, has cumplido tu misión, deja que el padre se haga cargo de sus niñas...
—Otōsan... —murmuró la chica sin fuerza, sintiendo que las lágrimas brotaban con más ganas y ella por fin perdía el conocimiento.
—Kuchiki —llamó el comandante tomando a Hanako en brazos antes de ofrecerla al pelinegro.
—Si me lo permite...
—Te estoy encomendando a mi flor amada, más vale que cumplas esta misión —el pelinegro pasó saliva antes de recibir a Hanako en brazos y alejarse hasta una distancia prudente. Kyōraku vio la sangre de Hana en sus manos antes de alzar la mirada hacia la pelea que se suscitaba frente a ellos —¡Hirako-taichō!
—Sí, ya me lo esperaba —murmuró el aludido convocando la máscara y convocando el shikai, avanzando hacia Asami y sumergiéndola en sus trucos, obligándola a perder el control de su cuerpo.
Arriba, abajo, izquierda o derecha, todo era confuso, pero, aunque pudiera concentrarse, de un momento a otro la rabia interna había logrado perder la poca concentración que ganaba en instantes.
Pero, así como los pensamientos de todos les decían que debían mantenerse en su sitio, una mente más audaz y menos empática pudo hacer algo, lanzando un dardo hacia la chica, haciéndola perder la conciencia.
-Es obvio que el espectro en su interior estaba tomando el control- Y todos miraron con pasmo al capitán de la doceava división, ¿agradecidos? ¿molestos? ¿Qué reacción tendrían al volver en sí mismos? -Controlarla a ella es mucho más fácil que intentar domar al troglodita que tenemos de capitán en la once
Los humos estaban por los cielos, el ambiente estaba caldeado, podía sentir el reiatsu de todos bullir como el agua hirviendo, ¿Qué hacer? Valiente comandante, tan perdido en medio de la batalla.
Y la caricia suave en su nuca, como un consuelo en medio del caos, le hizo suspirar y serenar sus pensamientos.
Aspiró profundo, percatándose de que podía oler su perfume por encima del humo y del fuego, como si su zanpaku-tō estuviera a su lado, besando su mejilla, rodeando sus hombros con los brazos, cubriéndole y prometiendo que todo iría bien.
Y cuando paseó la mirada entre los presentes casi pudo ver las sombras en el campo de batalla.
No había más genzanki en pie, Byakuya, Hanako, Renji, habían logrado acabar con ellos mientras el caos había alcanzado su punto máximo. Y el Gotei se sumía lentamente en desordenada paz.
—Todos vamos a calmarnos —pidió el comandante mientras sentía otro beso en la mejilla, encontrando en él la serenidad para hablar.
Shinji llegó hasta su lado y asintió, a la orden, preparado para inutilizar a otro shinigami de ser necesario, antes de mirar a su alrededor y percatarse de que todos parecían alertas, pero disminuían las ganas de atacarse entre ellos.
—¿Hablaremos civilizadamente —espetó Hirako mirando a Kenpachi con desprecio —, o tendremos que sentarnos por la mala?
—Tsch —espetó el capitán Zaraki al ver a todos enfundar su espadas, todavía recelosos del siguiente movimiento —, sí que saben cómo arruinar una fiesta.
—Necesitamos un recuento de daños —puntualizó el comandante irguiéndose en toda su estatura antes de mirar a sus subordinados —, que los shinigamis que permanecieron fuera de esta pelea ayuden a los heridos, los capitanes y tenientes que puedan pelear harán guardia en la cuarta división, el ataque terminó y necesitamos reagruparnos y hablar de lo que ocurrió antes de trazar un plan de acción, pero no podemos confiarnos todavía, esta tregua aparente podría ser una trampa.
—Organizaré a la gente —prometió Shinji asintiendo una vez antes de levantar la mirada hacia su alrededor, percatándose de la ausencia de las hermanas —, me encantaría contar con Yamagawa —admitió bajando la voz —, ella es buena pensando, pero nosotros somos capitanes del Gotei, déjelo en mis manos.
—Mayuri —llamó Kyōraku a manera de advertencia, con un aura sombría que consiguió hacer a varios de los presentes pasar saliva.
—La oficial Yamamoto se encuentra bien —dijo con desprecio, luego de chascar la lengua —, me he abstenido de inyectarle algo letal por amor a la ciencia, debemos observarla. ¿Ahora sí ya puedo proceder?
—Convocaré a una reunión de capitanes en cuanto se atiendan los asuntos urgentes, y ahí decidimos que hacer. Vayan a sus divisiones, traigan a la gente que pueda ayudar, dispongan a sus hombres más capacitados en la cuatro y esperen indicaciones. Esto podría no haber terminado todavía
Volver al Gotei, abarrotar la división cuatro, disponer de sus hombres.
¿Qué podían esperar de ahora en adelante?
